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Texto 1 Historia
Texto 1 Historia
hospitalidad y
humanidad
Fundamentos históricos y antropológicos
de la educación social
PID_00234361
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© FUOC • PID_00234361 Compasión, piedad, hospitalidad y humanidad
Índice
Introducción............................................................................................... 5
Objetivos....................................................................................................... 8
4. El cristianismo.................................................................................... 27
Resumen....................................................................................................... 34
Glosario........................................................................................................ 35
Bibliografía................................................................................................. 37
Anexo............................................................................................................ 41
© FUOC • PID_00234361 5 Compasión, piedad, hospitalidad y humanidad
Introducción
Introducción:�tener�cuidado�del�otro
Los monstruos
Héctor Santiesteban afirma: «Los seres salvajes y sin clasificar son también clasificados
como malditos».
Por un lado o por otro, las actitudes y los imaginarios sociales se han configu-
rado a lo largo de los siglos. Si seguimos lo que nos propone Mitre –cuando
se refiere a la presencia de la alteridad en la historia– nos daremos cuenta de
esta doble configuración:
«Constituye uno de los más reiterados lugares comunes decir que la Historia se ha es-
crito siempre desde el lado de los vencedores. De ahí que –se ha insistido– para captar
la verdadera dimensión de los hechos sea necesario aplicar importantes correctivos a la
verdad oficial o esperar que transcurran años –y a veces generaciones– a fin de evaluar
las cosas con necesaria serenidad. Por recurrir a una fácil metáfora: estamos muchas ve-
ces solo ante la punta de un iceberg y es necesario sumergirse en las profundidades para
apreciar la auténtica dimensión de ciertos fenómenos. Cuando hablamos de marginados
y excluidos en la historia estamos ante un caso de este tipo.»
Sin embargo, más allá de las actitudes que representan los posibles actos de Lectura recomendada
rechazo hacia los otros (y que de manera ordenada irán apareciendo a lo largo
Recomendamos el libro si-
del módulo), estamos especialmente interesados en poner de manifiesto las guiente:
actitudes de acogida. Se trata, en parte, de lo que manifiesta Daniel Innerarity Serge Vallon (1996). La peur
de la peur (2 volúmenes). Tou-
cuando habla de la ética de la hospitalidad: «la relación entre el huésped y louse: Érès.
el anfitrión recoge muy bien aquella idea hegeliana de que las identidades se
constituyen en relación recíproca; no hay uno sin otro. Como decía Platón,
los hombres no somos completamente autosuficientes, nos hemos formado
en un intercambio de dar y recibir» (2008, p. 61). Es lo que anunció Martin
Buber cuando nos decía que no hay yo sin tú. Su libro Ich und Du (Yo y tú),
publicado en alemán en 1923, empieza de la manera siguiente:
© FUOC • PID_00234361 7 Compasión, piedad, hospitalidad y humanidad
«De acuerdo con su actitud doble, para el hombre, el mundo es doble. La actitud del
Lectura recomendada
hombre es doble debido a la dualidad de las palabras primordiales que puede decir. Las
palabras primordiales no son palabras individuales, sino parejas de palabras. Una palabra
primordial es la pareja Yo-Tú. La otra palabra primordial es la pareja Yo-Aquello, en la Sobre una temática semejan-
cual se puede sustituir el aquello por él o ella, sin que se modifique el sentido. Así, pues, te, recomendamos el artículo
el Yo del hombre también es doble. Porque el Yo de la palabra primordial Yo-Tú es otro siguiente:
Yo que el de la palabra primordial.» Wilfried Lippitz. De rostro a
rostro: reflexiones sobre la re-
M. Buber (1994). Yo y Tú (p. 5). Barcelona: Claret. lación entre pedagogía y éti-
ca según Lévinas. Enrahonar,
22, 75-89. El artículo se en-
Igualmente compartimos con Vallon la pregunta que se hace (y la respuesta cuentra disponible en http://
ddd.uab.cat/pub/enrahonar/
que da): 0211402Xn22p75.pdf
«¿Qué es la acción social sino la regulación voluntaria de una sociedad por sí misma? [...]
La acción social es una ambición: supone –sea cual sea su contenido– que los procesos
de regulación existentes y espontáneos no serán suficientes, y que el movimiento de una
sociedad producido por la inadaptación, la injusticia o el desorden tiene que ser reparado
y a la vez evitado. Imperfección reconocida en nuestra constitución civil y en nuestras
instituciones.»
«Dar respuesta a las necesidades sociales es tan antiguo como el origen de la propia hu-
manidad. Dependiendo de cada contexto social, el hombre ha sentido la obligación de
atender a las carencias de sus congéneres de una u otra forma, predominando el concepto
de ayuda hacia las personas sin los recursos suficientes para poder subsistir. Al estudiar
cualquier sociedad, por muy primitiva que sea, se repite esta constante. La forma de in-
tervenir en las necesidades sociales, que genéricamente vamos a denominar asistencia
social, ha revestido múltiples formas a lo largo de la historia a través de códigos de con-
ducta, prescripciones, caridad, beneficencia, filantropía... hasta llegar a la ayuda profe-
sionalizada dentro del Estado de bienestar moderno.»
Objetivos
Con este módulo nos proponemos que logréis los objetivos siguientes:
Shanidar
«Iza levantó la mirada cuando un anciano, de más de treinta años, llegó cojeando hasta
El Clan del oso cavernario
ella una vez que hubieron reanudado la marcha. No llevaba arma ni carga, solo un largo
cayado para ayudarse a andar. Su pierna derecha estaba lisiada y era más corta que la
izquierda, pero, aun así, se las arreglaba para moverse con una agilidad sorprendente. Este individuo inspiró en el año
Tenía atrofiados el hombro y el brazo derechos, y el brazo seco había sido amputado más 1980 uno de los protagonistas
de la novela de Jean M. Auel El
abajo del codo [...]. El lado izquierdo de su rostro tenía horribles cicatrices y le faltaba
clan del oso cavernario.
un ojo [...]. Era Mog-ur, el mago más poderoso, el más imponente y más reverenciado
hombre santo de todos los clanes. Estaba convencido de que su cuerpo arruinado le había
sido dado para que pudiera ocupar su lugar de intermediario ante el mundo espiritual
[...].»
Sin embargo, a pesar del caso paradigmático que acabamos de presentar, prác-
ticamente no se dispone de datos para poder hacer una descripción exhaustiva
de la situación de las personas con discapacidad durante este periodo. A pesar
de estas limitaciones, es posible analizar algunos datos que se han aportado
a partir de descubrimientos hechos en yacimientos arqueológicos y que han
permitido reconstruir parte de la historia de las personas con discapacidad en
este periodo. Con esta finalidad, se desarrolló una ciencia, denominada pa-
leopatología (que estudia las patologías que se daban en la antigüedad) y que
ha podido concretar algunos hechos relacionados con la discapacidad. Según
Campillo:
«La Antropología se ocupa del hombre normal en oposición a la Medicina que se ocupa
del hombre patológico. Pero ambos terrenos no están tan bien definidos como aparentan:
en particular, si tenemos en cuenta que la noción de anormal es una definición objetiva,
contrariamente a la de patológica que es esencialmente subjetiva, invocar la anormalidad
supone una definición previa a la norma, que es activa en las ciencias de lo viviente,
no hay evidencia y sobrepasa los problemas, que no son exclusivamente estadísticos. Se
supone que estos problemas ya están resueltos, pero hay que alertar a los antropólogos
que deben tener en cuenta diferenciar lo que es anormal y lo que es patológico.»
Teoría�de�la�enfermedad Tratamiento
Ellenberger pone especial énfasis en los trabajos hechos por Adolf Bastian Pedro Laín Entralgo
(1826-1905), puesto que fue uno de los primeros en comprender el interés
Pedro Laín Entralgo trata es-
científico de los métodos curativos primitivos, a partir de los trabajos de cam- ta temática en los dos libros si-
po en la Guayana británica. A la vista del cuadro anterior, podemos afirmar guientes: (1988) Historia de la
medicina, Barcelona, Salvat y
que hay dos grandes corrientes antiguas de tratamiento: la corriente�empíri- también en (1961) Enfermedad
y pecado, Barcelona, Toray. Pa-
ca (recurre a remedios que han funcionado en casos parecidos) y la corriente ra Laín se trata de prácticas de
medicina pretécnica situada
mágica (atribuciones curativas a poderes extraños, siguiendo determinados entre la magia y el empirismo.
rituales, con determinadas personas y en lugares especiales). Desde la perspec- Otro libro de este mismo au-
tor que trata sobre las prácti-
tiva de la historia de la medicina, podemos hablar de dos concepciones de la cas curativas en la antigüedad
es La curación por la palabra en
discapacidad: la enfermedad y el pecado. Estas concepciones coinciden con la Antigüedad Clásica (Barcelo-
el planteamiento terapéutico basado en el empirismo (enfermedad) y en la na, Anthropos, 1987).
magia (pecado). Nos encontramos ante dos posturas muy opuestas frente a la
discapacidad y la diferencia: una postura activa y otra pasiva. Esta vivencia en-
tre dos aguas finalizará dejando paso a nuevas interpretaciones del fenómeno.
Para Aguado:
© FUOC • PID_00234361 12 Compasión, piedad, hospitalidad y humanidad
«se trata de una prótesis tibial confeccionada con una pata de morueco, utilizando la piel
Lecturas recomendadas
del animal como elemento de encaje y su esqueleto como elemento de soporte... unos
restos óseos femeninos, cuyo estudio demostró que la mujer vivió varios años utilizando
la ingeniosa prótesis con la que suplía la ausencia de su pie izquierdo.» F. Germanà y G. Fornaciari
(1992). Trepanazioni, cranioto-
(Gómez, 1977). mie e traumi cranici in Italia.
Pisa: Giardini.
E. Guiard (1930). La trépana-
Siguiendo la perspectiva planteada por Clements (1932) sobre las teorías de la tion crânienne ches les néolit-
hiques et chez les primitifs mo-
enfermedad en la antigüedad se desprende, a partir de la tabla 1 que hemos dernes. París: Masson.
propuesto anteriormente, la tabla siguiente: J. Lastres y F. Cabieses (1960).
La trepanación del cráneo en el
antiguo Perú. Lima: Universi-
Tabla 2. Teorías de la enfermedad, según épocas y zonas geográficas dad Mayor de San Marcos.
«En hebreo la piedad designa en primer lugar la relación mutua que une a parientes y
amigos; es una adhesión que implica una ayuda mutua, eficaz y fiel. La expresión hacer
hesed indica que la piedad se manifiesta en actos. En pareja hesed/emet (piedad/fidelidad),
los dos términos se compenetran: el segundo designa una actitud del alma sin la cual no
sería perfecta la bondad designada por el primero. Para los LXX que traducen hesed por
eleos (= piedad, compasión), lo esencial de la piedad es la bondad compasiva.»
«La mayor parte de las tablillas localizadas corresponden a la época babilónica y, por
consiguiente, postsumeria y postacadia. Pero no hay duda de que las diferentes versiones
se remontan a la alta época babilónica, es decir, los siglos XVIII y XIX anteriores a nuestra
era. Además se han encontrado en el Asia Menor varias tablillas con traducciones de
diferentes partes del poema en hurrita y en hitita, con lo cual su procedencia se remonta
a épocas antiquísimas.»
Lecturas recomendadas
«Desde sus primeros orígenes en emplazamientos mesopotámicos tales como Eridu, Uruk
y Ur, la ciudad-estado es considerada en su multiplicación y mutación en esa extraordina-
ria secuencia que respalda la historia de la civilización registrada de forma intencionada,
y remarcada en la historiografía occidental a través de los desarrollos en la Atenas y Roma
clásicas donde, según los historiadores occidentales, la ciudad-estado y la ciudad-imperio
alcanzaron su forma europea más característica y avanzada.»
Edward W. Soja (2008). Postmetrópolis. Estudios críticos sobre las ciudades y las regiones, 57.
Madrid: Traficantes de sueños.
Enkidu Gilgamesh
Barbarie Civilización
Naturaleza Cultura
Nómada Sedentario
«Si a tu lado hay algún pobre, de entre tus hermanos, en alguna de las ciudades de la
tierra que Yahveh tu Dios te da, no endurecerás tu corazón ni cerrarás la mano a tu her-
mano pobre, sino que le abrirás la mano y le dejarás aquello que necesite para remediar
su indigencia [...] Ciertamente nunca faltarán pobres en esta tierra; por eso te doy este
mandamiento: tienes que abrir tu mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es indi-
gente y pobre en tu tierra.»
«En el AT aparece el concepto pobre alrededor de 250 veces, pero con un vocabulario
bastante variado. Las tres palabras que encontramos más frecuentemente tienen un matiz
de denuncia. Son estas:
• ’ebyon: aparece hasta 61 veces y designa al mendigo, aquel que carece de algo y lo
espera de los demás, pero con el matiz de que suplica no tanto compasión como
justicia. Esta palabra dio lugar a la secta judeocristiana de los ebionitas, formada en
Palestina después de la caída de Jerusalén (70 d. C.).
• dal: aparece 48 veces. Significa débil, flaco y designa la situación social de la clase
inferior.»
Luís González-Carvajal (2009). El clamor de los excluidos (p. 102). Santander: Sal Terrae.
Xabier Pikaza (2007). Diccionario de la Biblia. «Término clave de la Biblia hebrea (donde aparece más de cien veces) y de todo el
Historia y palabra. Estella: Verbo Divino. pensamiento israelita. Implica cercanía afectiva y tiene dos sentidos fundamentales.
(1) Misericordia, es decir, benevolencia gratuita, en la línea de perdón. (2) Lealtad, es
decir, firmeza en el cumplimiento de los compromisos. Ambos sentidos se implican y
solapan muchas veces, aunque puede predominar uno sobre el otro.»
Bultman (1964). έλεος. Theological Dictionnary En el Antiguo Testamento, el término hesed denota una actitud del ser humano o de
of the New Testament (vol. 2, p. 479). Dios que surge de una relación recíproca. Es la actitud que el uno espera del otro en
esta relación recíproca y en la cual está comprometido respecto a él. Por lo tanto, la
relación de la hesed recíproca surge entre parientes y huéspedes, señores y vasallos,
o entre cualquier otro en una relación establecida mediante una alianza. Hesed no
es en primer lugar una disposición, sino un acto amable que corresponde a una rela-
ción de confianza, que suscita la fidelidad como actitud apropiada. La reciprocidad
de la obligación de la hesed es el contenido de una berit (alianza, pacto). Por consi-
guiente, la demanda implicada es de tipo legal. Y por lo tanto, la hesed también está
relacionada con la tsedaqah. Así como la hesed del gobernante protege sus posesio-
nes, también la hesed es la que da seguridad a los seres humanos en sus relaciones.
F. Vigouroux (1928). Dictionnaire de la Bible. «Constantemente se hace mención a la misericordia de Dios en la Sagrada Escritura.
París: Livrairie Letouzey et Ané. En el Antiguo Testamento, prácticamente se hace referencia a esto en cada página.
[...] La misericordia del hombre hacia sus semejantes constituye una parte esencial
del deber de Caridad hacia el prójimo. Esta misericordia honora al indigente que es
su objeto.»
Es indudable que el término hesed (misericordia) y el término hemed (veritas) Lecturas recomendadas
van tomados de la mano (Asensio, 1949, p. 307). A veces hay que entender
David Biale (2005). Les cultu-
el primer término desde la perspectiva de «pacto» o promesa divina hecha res des juifs. Une nouvelle his-
al pueblo de Israel. En este sentido es ilustrativo el pasaje del Éxodo, 6, 2-6: toire. París: L’Éclat.
Jean Bottéro (1994). Babylo-
«Yo soy Yahveh; os sacaré de debajo de las pesadas cargas de los egipcios y ne et la Bible. París: Les Belles
os liberaré de su servidumbre y os rescataré mediante mi brazo extendido y Lettres.
los grandes juicios». Esta idea es expuesta en su amplio trabajo en el que afir-
ma que «la misma divina fidelidad al pacto de los patriarcas sella en labios
de Moisés el ambiente familiar y de nación, que para adelante augura feliz y
tranquilo» (Asensio, 1949, p. 207). Estamos hablando, en definitiva, del pro-
ceso de liberación de todo un pueblo y del hecho de que esta acción tendrá
© FUOC • PID_00234361 18 Compasión, piedad, hospitalidad y humanidad
3.1. Grecia
Grecia y el pensamiento de los griegos son los pilares de nuestra cultura occi-
dental y europea. En palabras de Jaume Pòrtulas, «la tradición clásica se puede
entender –y, de hecho, no parece la peor manera de hacerlo– como un com-
plejo sistema de anotaciones y comentarios, fraguados a pie de página de las
sagas homéricas» (2009, p. 23). Sin embargo, más allá de algunas perspectivas,
realmente interesantes, que nos hablan de Homero como educador de la hu-
manidad, nuestra intención es reflexionar sobre diferentes aspectos que con-
figuran los sustratos de la cultura griega en praxis de acoger y tener cuidado
del otro.
En este sentido, hay que destacar el papel del médico y padre de la medicina,
Hipócrates. Es el primero en incluir la epilepsia, que hasta entonces se había
vinculado a orígenes sagrados, en su inventario de enfermedades curables, re-
marcando que su origen era de tipo biofísico. Para su curación ya no se pro-
ponían sacrificios como única manera de reaccionar ante la diferencia, sino
masajes, baños, dietas y medicamentos para curar la epilepsia. La enfermedad
mental y el retraso mental se empiezan a atribuir a la bilis negra y ya no a
causas como el castigo de los dioses por haber transgredido algunos tipos de
norma social. El mismo Hipócrates hace descripciones de la microcefalia y de
la paraplejia. Crea el banco de extensiones, para el uso y la rehabilitación en
las lesiones de la columna vertebral (estamos hablando del siglo V y IV a. C.).
Las aportaciones de Hipócrates son aportaciones activas respecto a las perso-
nas con discapacidades, pero en Grecia existieron prácticas pasivas ante la dis-
capacidad.
«Si los exponían era porque les daban miedo: eran el signo de la cólera de los dioses y les
daban la razón. El síntoma era una concomitancia o un espíritu que había distinguido
mal la causa y el efecto.»
Marie Delcourt (1938). Stérilité mystérieuse et naissance maléfique dans l’Antiquité classique
(p. 39). Liège: Faculté de Philosophie.
Han sido muchos los filósofos griegos, romanos y cristianos que han buscado
explicaciones al fenómeno de los nacimientos de personas con corporalidades
extraordinarias. En este sentido, es ya significativo lo que Aristóteles plantea
con relación al nacimiento de los hijos con deformidades: «sobre el abandono
y la crianza de los hijos, la ley tendría que prohibir que se criara a alguien
con deformidades» (Política, libro 7, cap. XVI, vers. 1.335). Para Aristóteles, un
hijo y un esclavo eran propiedad del padre y del amo, respectivamente, y estos
podían hacer con ellos lo que creyeran más justo, por más salvaje que hoy día
nos pueda parecer. Con la propiedad de alguien, continúa diciendo Aristóteles,
«no puede haber injusticia». Esta es una de las maneras de justificar cualquier
tipo de acto hacia las personas con malformaciones, especialmente los niños.
Lectura recomendada
Etimológicamente hablando, podemos decir que monstrum significa
‘el que revela’, ‘el que advierte’, ‘el que nos muestra’. Desde esta pers- J. Planella (2007). Los mons-
truos. Barcelona: Ediuoc.
pectiva, el monstruo se muestra y nos muestra un supuesto estado de
desorden. El monstruo se encuentra emparentado con la bestia, pero
escapa a sus normas: encarna el espíritu de la creación y el traspaso de
cualquier límite pensable; habita en los confines del mundo conocido, y
se mueve de manera sigilosa y amenazante por esta indefinida frontera
que se dibuja ante nuestras vidas cotidianas. De este modo es situado, a
lo largo de la historia de la humanidad, en los márgenes de la concep-
ción del humano, pero a la vez dentro del perímetro posible de nuestras
vidas, de nuestros imaginarios y de nuestras proyecciones.
En uno de los estudios sobre la monstruosidad más citados, Georges Canguil- Platón
hem afirma que «la existencia de los monstruos pone en cuestión la vida en
Platón expresa: «Toda ciudad
relación con el poder que dispone de mostrarnos el orden» (1966). El orden esconde en realidad dos ciu-
imperante en la sociedad es lo que permite que nada salga del espacio que le ha dades en una y enemigas am-
bas: la ciudad de los pobres y
sido asignado, sin que se rompa el estado de equilibrio social. Es el momento la ciudad de los ricos.»
La República (lib. IV, cap. 1, n.
en el que el espacio del orden natural –si seguimos la etimología del término 42 e).
latino– se cuestiona lo que hasta entonces era considerado como «normal».
Para algunos autores, la normalidad sería la puntuación cero de la monstruo-
sidad o, dicho de otro modo, la normalidad tendría un nivel cero de mons-
truosidad.
Uno de los ejemplos de la construcción del monstruo es el que nos ha transmi- Lectura recomendada
tido la mitología griega. Medusa era un personaje mitológico terrorífico, muy
O. R. Grim, C. Herrou, S.
representativo de lo que significa la diferencia corporal o la monstruosidad. Korff-Sausse i H-J. Stiker
Era uno de los tres monstruos que habitaban en el reino de los muertos. Tenía (2001). Quelques figures ca-
chées de la monstruosité. París:
por cabellos serpientes que se enroscaban y eran las que producían una sen- CTNERHI.
sación tan grande de miedo y rechazo que podía «hacer morir de terror a los
enemigos más fuertes», tal y como afirma Ovidio en La Metamorfosis. Su mira-
da era tan penetrante que podía transformar en piedra a los que la miraban. El
mismo Freud escribió un pequeño texto hablando de la cabeza de Medusa. Allí
manifiesta que lo realmente insoportable es el nexo entre la atracción y el horror.
La concreción de la reacción ante Medusa se fundamenta en la idea siguiente:
«Si los cabellos de Medusa a menudo son figurados por el arte en forma de serpiente,
es posible que provengan del complejo de castración, y como cuestión remarcable, si
son terribles en sí mismos, sirven en realidad para mitigar el horror [...]. Esto que, por
sí mismo, provoca el horror, producirá también el mismo efecto sobre el enemigo que
hay que rechazar.»
Freud (1985). La tête de Méduse. Résultats, Idées et Problèmes II (pp. 49-50). París: PUF.
La Acrópolis de Atenas.
«Puede que para nosotros la conexión entre piedad y envidia no sea inmediata, pero
para los griegos formaban un par de términos lógicamente conectados; los estoicos y
otros filósofos describían la piedad como el dolor que se siente por la desgracia de otro,
mientras que la envidia era el dolor sentido por la fortuna o el éxito de otro... Los dos
términos tienen la misma estructura semántica.»
Todo esto nos lleva a afirmar que, a pesar de las diferentes perspectivas, mira-
das e imaginarios de la alteridad,
Si tomamos por buena la tesis del historiador del derecho romano, Juan Igle- Lecturas recomendadas
sias, que afirma que «el Estado y el Derecho de Roma no son más que la pro-
Para profundizar en este te-
yección en el tiempo del precívico ordenamiento familiar y gentilicio. En la ma, algunos de los textos re-
familia y en la gens es doble descubrir los gérmenes de la organización política levantes son:
F. Gasti y E. Romano (Dir.)
y jurídica» (1972: 9), nos daremos cuenta de la proyección que puede tener en (2008). Retorica ed Educazio-
la cultura romana la protección jurídica de la persona. Se hace evidente que ne delle elites nell’antica Roma.
Pavie: Íbis / Collegio Ghisleri.
el Imperio Romano representará un cambio significativo en cuanto a la regu-
Y. L. Too (2001). Education in
lación (protección y control) de determinados aspectos de la vida privada. El Greek and Roman Antiquity.
Leyde-Boston-College: Brill.
papel central de la reforma semántica y legal lo encontramos en el concepto
C. Jacob (Dir.) (2007). Lieux
mismo de persona. Yepes nos recordará (con Buber) lo siguiente: «no hay Yo de savoir. Espaces et commu-
nautés. París: Albin Michel.
sin Tú. Una persona sola no existe como persona, porque ni siquiera llegaría
a reconocerse a sí misma como tal. El conocimiento de la propia identidad, la
conciencia de uno mismo, solo se logra mediante la intersubjetividad» (1996).
Roma.
«La naturaleza nos hace hermanos, engendrándonos de los mismos elementos y desti-
nándonos a los mismos fines. Puso en nosotros un sentimiento de amor recíproco me-
diante el cual nos ha hecho sociables, ha otorgado a la vida una ley de equidad y de
justicia y, según los principios ideales de su ley, es más dañoso ofender que ser ofendi-
do. Dicha ley prescribe que nuestras manos estén siempre dispuestas a hacer el bien.
Conservamos siempre en el corazón y en los labios aquel verso: “Soy hombre y nada de
lo humano me es ajeno”. Tengamos siempre presente este concepto, que hemos nacido
para vivir en sociedad. Y nuestra sociedad humana es semejante a un arco construido
con piedras, que no cae, porque las piedras oponiéndose las unas a las otras se sostienen
mutuamente y, por lo tanto, sostienen el arco.»
La pregunta que se hacía Séneca tiene una respuesta muy clara en lo que nos
propone Veyne: «antes del triunfo de la reglamentación administrativa omni-
presente y del Estado-providencia, en caso de desgracia no había otro recurso
que buscar a un benefactor (si se era un pagano perteneciente a la buena so-
Séneca.
ciedad) o una persona caritativa (si se era un cristiano pobre)» (1995, p. 234).
«El instinto arrastra al hombre ciegamente; la razón nos enseña lo que debemos hacer y lo
que debemos omitir. El instinto supeditado a la razón y dirigido por ella constituye la vida
moral. El instinto se diversifica en cuatro tendencias: una que nos impulsa a investigar
la verdad, otra que nos liga a nuestros semejantes y crea la vida social, una tercera que
nos hace apetecer la superioridad sobre los hombres y las cosas y, finalmente, la cuarta,
que es el amor al orden y a la armonía [...]. El tratado de Cicerón va dirigido a su hijo
Marco. Su autor ensalza en él las virtudes romanas, que en realidad son diversificaciones
de una sola virtud radical, transmitida de padres a hijos y de antiquísima raigambre, base
y fundamento de la res romana.»
M. T. Cicerón (1975). Tratado de los deberes (pp. 27-28). Madrid: Editora Nacional. Edición
preparada por José Santa Cruz.
discreción» (p. 52). Y en relación con los más débiles y humildes mantiene el Cita
mismo nivel de condescendencia: «También con las personas más humildes
«En uno de sus discursos más
debe procederse con justicia. La condición más humilde es, sin duda, la de los conocidos, la defensa del poe-
esclavos, y no piensan mal quienes aconsejan que se les trate como jornaleros, ta Arquías, Cicerón utiliza la
expresión artes adhumanita-
exigiéndoles su trabajo y otorgándoles la debida retribución» (p. 55). Este tex- tem. Artes, en el latín de todas
las épocas, quiere decir, entre
to de Cicerón se convierte, en cierta medida, en el código moral de Occidente. otras cosas, disciplinas o sabe-
res, pero saberes o artes que se
enseñan y que se aprenden.»
Para Ander-Egg, en Roma había tres instituciones relacionadas con lo que en- A. Fontán (2001). El retorno a
las humanidades. Estudios Clá-
tendemos por beneficencia, que eran las más relevantes: se trata de la annona, sicos, 120, 7-16.
la alimenta publica y el congiario:
«la annona: servicio de las distribuciones regulares de trigo entre el pueblo que, de acuer-
do a la ley de Octavia, era a precio reducido para los menesterosos y que la ley Clodia
estableció como gratuito. El congiario: o servicio de las distribuciones extraordinarias de
comestibles y dinero. La alimenta publica, cuyos beneficiarios eran solamente niños; los
alimentos se dispensaban hasta los 11 años para los niños y hasta los 14 años para las
niñas.»
4. El cristianismo
«Son muchos los textos en que el protagonismo es asumido por enfermos, campesinos,
mujeres, jornaleros, desplazados, indigentes, excluidas/os todos, quienes expresan que
confesar a Jesucristo en los orígenes del cristianismo significó denunciar tanto el genoci-
dio ejecutado por el Imperio romano como la actitud servil de las oligarquías a su servicio,
y anunciar una alternativa basada en la construcción popular de un reino de justicia y paz
para toda/o oprimido. En los evangelios, Dios deja de ser un ente abstracto a favor de las/
os excomulgados de la historia. Dios se revela como subyugado por la élite imperialista y
los sectores serviles; pasa a ser una persona concreta y reconocible entre las/os margina-
dos, negado por los líderes religiosos de Israel, humillado, torturado y asesinado.»
Izett Samá y Abel Moya (2008). El mundo de los/las excluídos. Cuaderno Teológico, 8,
85-110, 86.
«toda persona que presente impurezas, no apta para ocupar un lugar en el seno de la
Comunidad, y toda persona afectada en sus carnes, paralizada de pies o manos, sin equi-
librio, sorda, ciega o muda o bien con una tara corporal visible a los ojos [...] que no
entren a formar parte de la Congregación de los hombres de renombre.»
Cuevas de Qumram.
«Lázaro vive una situación de indigencia extrema; enfermo crónico, sin poder aliviar su
enfermedad con algún tratamiento, abandonado fuera de la casa, en la calle, su cuerpo
cubierto de heridas produce repulsión y asco; marginado por la religión oficial como im-
puro, pasa hambre y nadie le da nada, ni migajas; sencillamente, su presencia no cierta,
no se nota. Solamente los perros vienen a lamerle las heridas. Reducido a esta condición
de falta de humanidad y pobreza extrema, Lázaro es el cliché del hombre más profun-
do» (Dondici, 2006, p. 187).
Las aportaciones del cristianismo, por medio de sus normas éticas y morales, Lecturas recomendadas
tienen un papel esencial en la historia de las actitudes de acogida de la alteri-
Otras lecturas sobre esta te-
dad. Son múltiples los pasajes del Nuevo Testamento en los que Jesús se acerca mática son:
a los más pobres y desvalidos y se solidariza con ellos, viviendo él mismo una G. Theissen (1985). Estudios
de sociología del cristianismo
vida en los márgenes de la sociedad. El contexto social tenía un papel clave primitivo. Salamanca: Sígue-
en la emergencia de esta nueva manera de entender la alteridad. Tal y como me.
J. L. Reed (2006). El Jesús de
nos recuerda Lluís Busquets: «Jesús vivió en un territorio sometido por los ro-
Galilea. Aportaciones desde la
manos, en el que la violencia era un tipo de pan familiar de cada día. Además arqueología. Salamanca: Sí-
gueme.
de tenerse que acostumbrar a las espadas desenvainadas de los romanos, tam-
bién los herodianos disponían de guardias» (2006, p. 81). En este contexto, las
posibilidades de romper, de revolucionar las relaciones humanas, pese a ser
algo difícil, se convertían en una necesidad emergente, tal y como pasará en
los años setenta del siglo XX con la emergencia de la teología de la liberación
en Latinoamérica.
«una tercera nota característica del movimiento carismático itinerante del cristianismo
primitivo es la crítica contra la riqueza y los bienes. No solo se exigió, sino que además
se vivió existencialmente, cuando los carismáticos itinerantes practicaban en sus viajes
una evidente vida ascética.»
Amar al prójimo podría ser uno de los lemas enunciados y reclamados. Amar,
amor (agape en griego) se convierten en la actitud antropológica fundamental
que estructura el nuevo proyecto revolucionario de humanidad. Desde la pa-
rábola del buen samaritano hasta las múltiples curaciones o los actos rebeldes
contra los doctores de la Ley se convierten en ejemplos de lo que el cristia-
nismo primitivo –en todas sus vertientes– intenta transmitir. Tal y como nos
proponen Sánchez y Andrés:
«desde sus comienzos, la Iglesia primitiva se define como una comunidad de pobres y
tiene conciencia de que la fraternidad y la solidaridad, materializadas en el reparto de
bienes, constituyen la expresión de su fe. Esta solidaridad efectiva era algo sorprendente
en el mundo pagano de la época.»
Itinerario del tercer viaje de San Pablo a la región de Galacia, actualmente situada en el centro de Turquía.
Hay que mencionar la Carta a los gálatas de San Pablo en la que se invita a
ejercer la caridad. En la carta, el apóstol Pablo dice: «Vosotros hermanos, ha-
béis sido llamados a la libertad. Pero cuidado con que esta libertad no sea un
pretexto para satisfacer los deseos terrenales. Más bien por el amor os debéis
servir los unos a los otros. En efecto, toda la Ley encuentra su plenitud en un
solo precepto: ama a los otros como a ti mismo. Porque si os mordéis y os
devoráis mutuamente, pensad que os acabaréis destruyendo» (Ga., 5, 13-15).
Esta idea, en diferentes líneas, marcará e impregnará un cierto carácter, el poso
del trabajo socioeducativo de Occidente, hasta el punto de que no es atrevido
afirmar que no se puede hacer un trabajo de educador sin esta capacidad «de
amar al otro», de un cierto «enamoramiento» (desde un punto de vista profe-
sional) de los sujetos a los que el educador y la educadora acompañan. Sin em-
bargo, en el cristianismo no se trata solo del aprecio sino también de la lucha
constante para conseguir más justicia, y que en palabras de Theissen consiste
en el hecho de que «en dicho movimiento, los desvalidos, los pobres y los
© FUOC • PID_00234361 30 Compasión, piedad, hospitalidad y humanidad
incultos tienen una oportunidad [...] A los pobres, a los que padecen hambre y
a los que sufren les irá bien. La distribución de los bienes se hará de nuevo en
favor de los débiles» (2005, p. 253). Y este, lo queramos o no, continúa siendo
un tema clave para los educadores y para otros muchos profesionales relacio-
nados con el ámbito social. Tal y como nos invita a reflexionar Maximo Grilli:
«Todos los historiadores de Constantinopla, así como todos los historiadores de la po-
breza, señalan a Zotikos entre otros. No fue el único en ayudar los enfermos. Las insti-
tuciones hospitalarias, una especie de “ciudad de los pobres”, ya existían, cercanas en
organizaciones monásticas de tipo laico, popular y movible. Estas formas no duraron.
Juan Crisóstomo las desaprobará. Eran fuente de desorden y corrían el riesgo de escapar
a la tutela de la Iglesia.»
H-J. Stiker (1982). Corps infimes et sociétés (p. 78). París: Dunod.
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Sin embargo, Zotikos no es el único que actúa de este modo y que ejemplifi-
ca el paradigma emergente de la acogida. La actitud filantrópica de Zotikos
entronca con lo que Jetter sitúa como los primeros hospitales: «los primeros
xenodoquios de Siria y Bizancio, los albergues de peregrinos de la Galia de
la época merovingia, las enfermerías de los monasterios previos y posteriores
a la reforma de Cluny, los hospitales de las Órdenes de Caballería en Tierra Xenodochium de Masona.
Santa, las fundaciones de los obispos en las catedrales, las leproserías y casas
de apestados patrocinadas por las ciudades y los asilos para enfermos menta-
les» (1972, p. 263). Esta idea de crear instituciones específicas para la acogida
de las personas pobres, enfermas, desvalidas y necesitadas se encuentra en bo-
ca de Justino cuando afirma que durante la celebración de la Eucaristía se tie-
nen que recibir donativos dirigidos a los que se encuentran en una situación
de necesidad a consecuencia de una enfermedad.
«Hay que reconocer que toda la gente acudía a los monjes más a menudo en busca de
ayuda material: la salud de sus cuerpos enfermos, el remedio de sus apuros económicos,
la protección contra sus opresores, etc. Se sabía por experiencia que en eremitorios y mo-
nasterios se practicaba con largueza la caridad. Imitadores de la pobreza y la desnudez de
Cristo, los monjes se desprendían fácilmente de todo en favor de quienes lo necesitaban.
Practicaban a fondo las obras de misericordia. Y así su hospitalidad se hizo legendaria; la
limosna fruto del propio trabajo era considerada como regla inviolable. En sus poéticos
sumarios de las “verdades filosóficas” no omite San Juan Crisóstomo este dato importan-
te: los monjes “tratan familiarmente con mendigos y mutilados, y de tales comensales
están llenas sus mesas... Y uno cura las heridas de un mutilado; otro va guiando a un
ciego de la mano; otro lleva a cuestas a un inválido de piernas”. Tanto las grandes comu-
nidades como los personajes monásticos influyentes se sentían obligados a cuidar muy
especialmente de los pobres y los necesitados, como si su suerte les hubiera sido confiada.
Recordemos las barcazas cargadas de víveres enviados a los pobres por la koinomia de San
Pacomio, que surcaban el Nilo desde la Tebaida hasta Alejandría u otras remotas regiones.
Piénsese en el trabajo que se tomaba el archimandrita Jonás viajando a Constantinopla a
fin de que le concedieran víveres para los pobres de Tracia; en el importante programa de
asistencia social desarrollado por Shenute de Atripe, o en el que llevó a cabo San Severino
en el Nórico; en la firmeza con que San Basilio hace hincapié en la estricta obligación
que tiene el monje de trabajar a fin de cumplir con el precepto de la caridad: asistir a los
pobres, agasajar al peregrino y cuidar a los enfermos.»
García M. Colombás (1974). El monacato primitivo (vol. 1, pp. 362-363). Madrid: BAC.
El primer hospital del que se tiene noticia fue fundado en Oriente a finales Xenodochium
del siglo IV d. C., tal y como se pone de manifiesto en el texto La Iglesia y los
El Xenodochium, de periodo
Hospitales: «el primer hospital creado en Oriente se debe a Basilio el Grande, visigótico, es un hospital cons-
obispo de Cesarea, muerto en el año 379; y el primero de Occidente fue fun- truido para los enfermos y pe-
regrinos bajo las órdenes del
dado por Fabiola, santa mujer de nobleza romana. Desde entonces, la asisten- obispo Masona, en el siglo VI
d. C.
cia a los enfermos siguió un camino paralelo a la extensión del cristianismo».
Con la extensión del cristianismo, se extienden también algunos de sus valo-
res e ideales. Tal y como afirma Tomás, «el altruismo de las primeras comuni-
dades cristianas dio una merecida fama a las comunidades religiosas porque
favorecían el bien común [...]. Las comunidades cristianas, sobre todo los mo-
nasterios, fueron adquiriendo lentamente una serie de responsabilidades que
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«Desde el principio del siglo IV el concilio de Nicea había ordenado instituirlos en las
principales ciudades para los enfermos, los achacosos y los pobres, y muchos indicios
hacen sumamente probable que ya entonces, con el título de huérfanos, eran también
admitidos en ellos los expósitos. Vino el siglo VIII, y aparece por primera vez un asilo
especial destinado exclusivamente a los niños ilegítimos. Dathéus, arcipreste de Milán,
fue su fundador, erigiéndolo en dicha ciudad en el año 787. Curioso es el siguiente pa-
saje del acta de fundación: Una vida afeminada y sensual, dice, extravía a menudo a los
hombres; ni se atreven a presentar en público los frutos de sus vicios y les dan muerte
[...] sin bautismo envían los infantes al infierno [...] no se verían estos horrores si hubiese
un asilo, donde poder ocultar la vergüenza del adulterio [...] pero se echan estos párvulos
a las cloacas, en los muladares, en los ríos, y se cometen tantos asesinatos, cuantos son
los niños nacidos de un comercio ilícito.»
Zotikos
Michel Aubineau (1975). Biographie, vertue et martyre de notre saint Père Zotikos, nou-
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© FUOC • PID_00234361 34 Compasión, piedad, hospitalidad y humanidad
Resumen
Sin el ánimo de hacernos repetitivos con lo que hemos expuesto hasta ahora,
queríamos insistir en algunas ideas que entendemos que son fundamentales
para concebir el estrato que antropológicamente sustenta algunas de las pra-
xis de la educación social. No es que todo lo que acabamos de explicar forme
parte –de manera exhaustiva– de aquello que los educadores y las educadoras
sociales hacen en su tarea del día a día, pero sí que en cierta medida las dife-
rentes praxis de la educación social se inspiran en los sentimientos de compa-
sión que aparecieron en la cueva de Shanidar (en lugar de los sentimientos
de rechazo y de los actos de negligencia frente a la dependencia de los suje-
tos). También se sustentan en la resemantización de los términos hesed y eleos,
que se van transformando en palabras que para nosotros tienen más sentido
como por ejemplo acogida, acompañamiento, etc. No es menos cierto que los
imaginarios (la Gorgona en esencia o en potencia que los otros representan
para nosotros y para nuestras comunidades) aparecen encarnados en diferen-
tes rostros y cuerpos, y nos recuerdan (y aquí se encuentra el riesgo y el peligro
de toda comunidad) la condición de finitos y vulnerables. Finalmente, ¿qué
son las instituciones de la educación social de hoy día sino hijas del deber de
la acogida de los monasterios medievales y de la filantropía de Zotikos?
© FUOC • PID_00234361 35 Compasión, piedad, hospitalidad y humanidad
Glosario
acogida f Actitud de «hacer lugar al otro entre nosotros»; una especie de abrazo comunitario
y cultural para decirle que aquí estará seguro y tranquilo. Sin embargo, la ambigüedad de
la acogida comporta al mismo tiempo el rechazo. Mientras uno acoge, a menudo el otro
rechaza.
Históricamente, se acoge al huésped que llega, al viajero o al peregrino que atraviesa media
Europa para llegar a Santiago de Compostela. Se acoge al inmigrante que atraviesa medio
continente africano buscando el norte, intentando huir de la miseria de las guerras o de las
persecuciones políticas.
alteridad f Término que proviene del latín alter (‘el otro’). Se trata de uno de los conceptos
clave de las ciencias sociales; especialmente relevante en el trabajo reflexivo que el educador
social tiene que llevar a cabo. Para Alexis Nouss, la alteridad «es el único tema de conversa-
ción: el oprimido, el colonizado, el dominado, el refugiado, el sin techo, el desocupado, el
que escapa a los marcos y a los sistemas, el-que-no-tiene, no-posee, figuras del otro» (2007).
Alteridad proviene del otro, del que es diferente (con frecuencia radicalmente diferente) de
mí; se trata del descubrimiento que el yo hace del otro. La ontología de la identidad ya incluye
al otro, y nos viene a decir que no hay yo sin tú, que no puedo existir sin el otro. El término
tomó relevancia a partir del descubrimiento de América. En la perspectiva moderna, su uso
lo debemos a Levinas, especialmente gracias al texto Alteridad y trascendencia.
caritas f Palabra latina (karita’s) que proviene de las tres virtudes teologales y que sustenta
buena parte de la doctrina social de la Iglesia.
dignidad humana f Principio que fundamenta los derechos humanos y que les da senti-
do. De hecho, es uno de los marcos clave de referencia de los educadores sociales. Está rela-
cionado con las condiciones de posibilidad de vivir una vida digna y de ejercer la categoría
de persona.
filantropía f Palabra de origen griego formada por philos (‘amante de’) y por anthropos
(‘hombre’). Su traducción literal podría ser ‘amor a la humanidad’. Este amor a la humanidad
se puede traducir de diferentes maneras y una de estas es la ayuda a los otros sin que este
hecho reclame recibir alguna compensación ni nada a cambio.
humanitas f Concepto del cual José Ortega y Gasset y Julián Marías decían lo siguien-
te: «la palabra humanidad, probablemente un invento verbal de Cicerón, significó primero
aproximadamente lo que en el siglo XIX se decía con los vocablos civilización o cultura, por
tanto, un cierto sistema de comportamientos humanos que se consideraban ejemplares y a
que los hombres grecolatinos de la época helenística creían, por fin, haber llegado» (Sentido
de las nuevas humanidades).
humanización f Proceso que hay que entender de manera paralela al proceso de homini-
zación. Hace referencia al lento proceso en el que surge la cultura a partir de la base biológica
del hombre que la hace posible y la sustenta.
piedad f Palabra que proviene de la palabra latina pietas y la forma el sustantivo pius, que
quiere decir ‘bueno/buena’. Según el diccionario latino editado por Blánquez Fraile, la piedad
© FUOC • PID_00234361 36 Compasión, piedad, hospitalidad y humanidad
Bibliografía
Bibliografía básica
Se trata de un breve artículo que de manera rápida sitúa los fundamentos de la hospitalidad
monástica.
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Estella: Verbo Divino.
Se trata de un capítulo de libro escrito por uno de los exégetas más relevantes de las cues-
tiones sociales neotestamentarias. Su lectura puede servir para captar con detalle el sentido
profundo del término Eleos.
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annex
Recopilación�de�textos
Shanidar I era un individuo que vivió hasta la edad relativamente avanzada de cua-
renta años, que para el hombre neandertal equivaldría a la edad de 80 de los tiempos
modernos. Estaba aquejado de artritis, dolencia que debió de ser bastante frecuente
entre aquellas gentes, y no es de extrañar si se considera la clase de vida que lleva-
ban. Como caso de rehabilitación, Shanidar I constituyó un modelo ejemplar. No
solo estaba impedido de nacimiento, sino que era ciego del ojo izquierdo... Los exá-
menes revelaron que su omoplato, clavícula y húmero derechos no habían llegado
a desarrollarse plenamente. En el lado izquierdo de la cara presentaba abundante te-
jido óseo cicatrizal. Por si esto fuera poco, parece que el ángulo superior derecho de
su cráneo había sido objeto de alguna lesión curada mucho antes de su muerte. En
breve Shanidar I –o Nandy, como lo llamábamos en nuestras charlas de sobremesa–
se encontraba en clara desventaja en un medio difícil incluso para hombres en ex-
celentes condiciones. Apenas podía procurarse alimento por sí mismo, y hemos de
suponer que fue aceptado y mantenido por sus compañeros hasta el día de su muer-
te. Cualquier efectivo humano debía de ser valioso para aquella exigua comunidad,
tanto más cuanto que individualmente se entregaba a actividades grupales para cazar
animales salvajes de costumbres gregarias. Que Nandy supo hacerse útil en el hogar
(se encontraron dos hogares muy cerca de sus restos) queda demostrado por el insó-
lito desgaste de sus piezas frontales. Indicaría este hecho que, en lugar de su brazo
derecho, se sirvió de los maxilares para agarrar objetos, mientras los manipulaba con
la mano y el brazo sanos. La construcción de piedra hallada sobre sus huesos y los
restos de alimentos animales demuestran que, incluso después de muerto, su persona
fue objeto de cierta estima, si no respeto, nacido de la íntima asociación frente a un
medio hostil.