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El derecho económico en México adquiere relevancia constitucional a partir de la

Carta de Querétaro en 1917 dónde establece la propiedad como función social y


pilar esencial del sistema de economía mixta que ha construido en su evolución
social y política.
Los antecedentes del derecho económico están en la Constitución de 1917
actualizada, y que lejos de postular una suerte de sistema de economía liberal,
refuerza y legitima la presencia rectora del Estado, facultándolo para planificar en
forma concertada e indicativa el desarrollo económico y social de México.
Desde el importante artículo 27 constitucional vigente que entrega a la nación el
origen de toda propiedad, hasta las últimas reformas constitucionales (1992), la
rectoría del Estado ha sido factor determinante de su desarrollo democrático,
armonizado con las libertades individuales, especialmente el artículo 5o., que
reconoce la libertad de trabajo y el principio de la libre concurrencia como base de
una economía privada o de mercado. En cuanto a la legislación secundaria, desde
la década de los veinte, el legislador ha venido legitimando la intervención estatal y
nacionalizando sectores estratégicos como la energía eléctrica, los ferrocarriles, el
petróleo y otras áreas.
En la década de los ochenta México se insertó en una situación jurídico-económica
de carácter dual. Por una parte, en 1983 se reformó la Constitución señalando
claramente lo que es el derecho económico y dotar de un claro mandato social al
sistema de economía mixta y, por la otra, a partir de 1988 se inició un proceso de
privatización y desregulación económica que relega al Estado de la rectoría
económica.
Corolario y expresión de la tendencia opuesta, privatizadora y orientada a una
economía de mercado, es la suscripción y ratificación por el Senado de la República,
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, cuyos objetivos y mandatos
para la economía mexicana actual son: eliminar obstáculos al comercio y facilitar la
circulación transfronteriza de bienes y de servicios entre los territorios de las partes,
promover condiciones de competencia leal en la zona de libre comercio, aumentar
sustancialmente las oportunidades de inversión así como proteger y hacer valer, de
manera adecuada y efectiva, los derechos de propiedad intelectual en los territorios
de cada una de las partes y crear procedimientos eficaces para la aplicación y
cumplimiento de este tratado.
Ambos proyectos, en el umbral del siglo XXI, deberán compatibilizarse bajo la meta
de alcanzar una sociedad con crecimiento económico y justicia social.

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