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BRASIL

DEFINICIÓN DE LA DISCIPLINA JURÍDICA DEL DERECHO


CONSTITUCIONAL ECONÓMICO.
El título o capítulo específico que suele encontrarse en las Constituciones
contemporáneas, bajo la denominación de "Economía y Hacienda" o "Orden
económico y social", aborda un conjunto de principios relacionados con la
necesidad de que el Estado reprima el abuso del poder económico por parte de
los agentes en el mercado. Esta nueva actitud de intervención de los poderes
públicos en el libre juego de los mercados, presente en las Constituciones
modernas, se basa en normas jurídicas que buscan ordenar la actividad
socioeconómica con el objetivo de alcanzar valores constitucionales supremos,
como la justicia y la igualdad en su sentido material. A esta parte de la
Constitución se le conoce como "Constitución Económica" y ha existido durante
más de medio siglo. El Tribunal Constitucional Español, por ejemplo, ha hecho
referencia a esta vertiente constitucional en una de sus primeras sentencias,
reconociendo la importancia de la "constitución económica" (Araujo).
La Constitución de Brasil de 1988 también incluye un Título VII bajo la
denominación de "orden económico y financiero", en el cual se establece en el
artículo 173, párrafo 4, que la ley debe reprimir el abuso de poder económico
que busca dominar los mercados, eliminar la competencia y aumentar
arbitrariamente los beneficios. En la actualidad, una de las responsabilidades
del Estado es controlar los abusos del poder económico, ya que la
concentración de riqueza en determinadas regiones y empresas puede llevar a
la explotación de otras regiones y empresas subdesarrolladas, sin posibilidad
de competir, a menos que existan intervenciones estatales distintas de la época
en que prevalecía la doctrina fisiocrática y liberal del "laissez faire, laissez
passer".
HISTORIA DEL CONSTITUCIONALISMO ECONÓMICO EN LA
CONSTITUCIÓN BRASILEÑA.
La primera Constitución de Brasil fue otorgada por don Pedro I en 1824,
estableciendo el autoritarismo imperial con la existencia de cuatro poderes:
ejecutivo, legislativo, judicial y moderador, este último ejercido por el propio
emperador para controlar posibles conflictos. Esta constitución tuvo una larga
duración y solo fue reemplazada tras la proclamación de la República en 1889.
La primera constitución republicana de 1891 introdujo dos grandes
innovaciones inspiradas en la experiencia estadounidense. En primer lugar,
estableció un estado federal, en contraposición al estado unitario que existía en
la época imperial. En segundo lugar, adoptó un régimen presidencialista de
gobierno, que ha demostrado ser una muestra de la vitalidad institucional y
democrática en Brasil, con la excepción de algunos periodos de dictadura. En
la vida constitucional brasileña, los múltiples partidos políticos luchan
constantemente por el poder y la gobernabilidad se basa en acuerdos entre
ellos para lograr cambios políticos y estabilidad institucional (Araujo).
Una experiencia constitucional destacada en la historia reciente de Brasil en
cuanto al orden económico es la Carta Constitucional de 1967. Esta
constitución fue el resultado de la fusión de los actos institucionales que
tomaron lugar entre 1964 y 1967 durante los gobiernos militares, con el intento
del Congreso Nacional de recuperar y adaptar la Constitución de 1946. En la
Constitución de 1967 se incluyó un capítulo específico sobre el "orden
económico y social", el cual fue reemplazado por el capítulo VII de la actual
Constitución de 1988, conocido como "Orden económico y financiero". Este
capítulo comprende los artículos 170 hasta 192 de la Constitución Federal de
1988 y aborda las relaciones entre el Estado y la economía en cuatro
secciones: a) principios generales de la actividad productiva; b) política urbana;
c) política agrícola, agraria y de reforma agraria; y d) el sistema financiero
nacional (Araujo).
EL DERECHO CONSTITUCIONAL ECONÓMICO EN LA ACTUALIDAD
BRASILEÑA.
Los principios generales de la actividad productiva en la Constitución
Económica brasileña contienen nueve principios e intenciones que representan
un avance en el reconocimiento de los Derechos Fundamentales de tercera
generación, es decir, los derechos sociales, culturales y económicos. Estos
principios, conocidos como Derechos de Solidaridad, incluyen la función social
de la propiedad tanto urbana como agraria, la cual debe ser regulada por la
legislación para ser compatible con la propiedad privada en el país, siempre y
cuando se cumplan las normas constitucionales de utilidad social establecidas.
Otros principios generales de la actividad productiva establecidos en el artículo
170 de la Constitución Federal brasileña son la protección del medio ambiente,
la defensa de los derechos del consumidor, el trato favorable a las pequeñas y
medianas empresas, la búsqueda del pleno empleo y la reducción de las
desigualdades sociales y regionales. Aunque no está explícitamente
consagrado, el principio constitucional de la solidaridad se encuentra presente
en todo el texto constitucional vigente y podría ser reconocido por la
jurisprudencia nacional como un elemento fundamental para la integración y
cooperación entre las diferentes regiones y grupos sociales del país. Este
principio es especialmente relevante en la realidad periférica de Brasil, donde
las regiones desarrolladas del sur (Sudeste y Sur) contrastan con las regiones
del norte, nordeste y centro-oeste, que aún sufren de pobreza.
Y el subdesarrollo, la falta de desarrollo en áreas semiáridas y la falta de
estímulo estatal para la implementación de infraestructuras modernas en el
contexto de la economía globalizada, son características principales de la
economía contemporánea. Como he destacado, hay muchos artículos en la
Constitución de 1988 que se refieren al principio de solidaridad o a la reducción
de las desigualdades sociales y regionales, lo cual demuestra claramente la
relevancia de este principio en el constitucionalismo económico brasileño. Los
principales artículos de la Constitución de Brasil que consagran este principio
integrador son: el Artículo 3; el Artículo 43 (sobre las regiones); el Artículo 151,
I (sobre el sistema tributario nacional); el Artículo 159, I, letra C (sobre los
fondos compensatorios para el noreste, noroeste y centro-oeste); el Artículo
165, párrafo 7 (sobre el presupuesto de las empresas estatales, la Unión y la
Seguridad Social); el Artículo 170, párrafo 7 (sobre la reducción de las
desigualdades sociales y regionales en el orden económico, financiero y
social); y el ADCT (Acto de Disposiciones Constitucionales Transitorias),
Artículo 34, párrafo 10 y 11. Después de estas observaciones sobre los
principios generales de la actividad económica, establecidos en el artículo 170
de la Constitución Federal de 1988, y entre los cuales el principio constitucional
de solidaridad o reducción de las desigualdades regionales y sociales es uno
de los más importantes, debemos resumir el contenido de los otros capítulos
(II, III y IV) del mismo título VII de la Constitución Brasileña para tener una idea
sobre las políticas urbanas, agrícolas y de reforma agraria en Brasil, así como
el sistema financiero nacional según el artículo 192, que aunque haya sido
modificado por la Enmienda Constitucional nº40 de 29/05/2003, todavía difiere
del sistema original diseñado por los Constituyentes de 1988. El capítulo II,
titulado "Política Urbana", del orden económico y financiero de la Constitución
de 1988, regula en los artículos 182 y 183 de esta "Lex Magna" la adquisición y
pérdida de propiedad urbana y además trata sobre la política de desarrollo
urbano ejecutada por el Poder Ejecutivo Municipal bajo ciertas reglas
establecidas en la misma Constitución.
Según la Constitución de 1988, la política urbana establece que la propiedad
urbana debe cumplir su función social al atender las necesidades
fundamentales de la planificación de la ciudad, tal como se expresa en el plan
director. Además, permite al gobierno municipal, a través de una ley específica
incluida en el plan director, exigir al propietario de terrenos urbanos no
edificados, subutilizados o no utilizados que promueva su adecuado
aprovechamiento. En caso de incumplimiento, se pueden aplicar medidas como
el parcelamiento o la construcción obligatoria, impuestos progresivos sobre la
propiedad urbana en el tiempo o incluso la expropiación con compensación en
forma de títulos de deuda pública. Por lo tanto, se otorgan amplios poderes al
gobierno municipal para garantizar la función social de la propiedad urbana y
su utilidad en las ciudades.
Por otro lado, la función social de la propiedad rural solo se cumple cuando la
propiedad cumple simultáneamente con los criterios y requisitos establecidos
por la ley. Estos incluyen el uso racional y adecuado de la propiedad, la
utilización adecuada de los recursos naturales disponibles y la preservación del
medio ambiente, así como el cumplimiento de las disposiciones que regulan las
relaciones rurales, la explotación de trabajadores y la protección de los
derechos laborales.
En este punto nos adentramos en el ámbito específico de la política agrícola y
territorial, así como en la reforma agraria trazada por la actual Constitución de
Brasil, que se conoce como Lex Magna. Los artículos 184 a 191 establecen
reglas especiales para la adquisición y pérdida de propiedades rurales. Por
ejemplo, el artículo 185 establece que no se pueden expropiar con fines de
reforma agraria las propiedades rurales pequeñas y medianas, siempre y
cuando su propietario no tenga otras propiedades, y las propiedades
productivas.
En cuanto a la política agrícola, esta será planificada de acuerdo con lo
establecido en el artículo 187 de la Constitución y se ejecutará mediante la
legislación vigente. Se contará con la participación activa del sector de
producción, que incluye a los productores y trabajadores legales, así como a
los sectores de comercialización, almacenamiento y transporte. Se tendrán en
cuenta aspectos importantes, como los instrumentos crediticios y fiscales, los
precios que sean compatibles con los costos de producción y garanticen la
comercialización, el estímulo a la investigación y la tecnología, el seguro
agrícola, el cooperativismo, la electrificación rural y de irrigación, y la vivienda
para los trabajadores rurales.
La Constitución de 1988 hizo una importante contribución al establecer que los
beneficiarios de la redistribución de tierras rurales a través de la reforma
agraria recibirán títulos de propiedad o concesiones de uso, sin la posibilidad
de venderlos durante un período de diez años. Esta medida ha evitado la
especulación y la negociación de tierras rurales con fines puramente
económicos, en el contexto de una reforma agraria que ha sido criticada por ser
lenta, desde la perspectiva del Movimiento de los Sin Tierra (MST), y
progresiva, según los gobiernos que han estado en el poder desde Fernando
Henrique Cardoso hasta Lula da Silva. Finalmente, es importante destacar la
creación de un organismo específico para supervisar y regular la distribución de
tierras (Araujo).
CHILE
CONSTITUCIÓN ECONÓMICA CHILENA.
En primer lugar, el autor cuestiona la tradición formalista que ve la relación
entre la Constitución y la economía como un asunto de normas constitucionales
relacionadas con la economía. En cambio, propone el concepto de
"Constitución Económica", que es más amplio y tiene un contenido político. Se
refiere a la relación entre la estructura social y cómo se vincula con un modelo
económico. Esta relación es flexible, sujeta a disputas y evoluciona con el
tiempo. Además, no se limita solo a las normas relacionadas con la economía,
sino que también se relaciona con los derechos fundamentales y el régimen
político. Por ejemplo, analiza cómo la Constitución económica trata el tema de
la propiedad y establece los límites en un Estado social. Aunque el título del
libro del autor puede parecer audaz, él intenta reconciliar ambas nociones. El
libro desarrolla detalladamente este tema entre las páginas 83 y 134, y destaca
por la revisión de jurisprudencia y las diferentes posturas críticas al respecto
(Gerrero, 2018).
En segundo lugar, el autor contextualiza históricamente los eventos que
marcaron el inicio de la dictadura militar en Chile y la implementación del
modelo (Araujo)económico actual. Realiza un análisis genealógico desde los
albores de la Unidad Popular hasta los Gobiernos democráticos actuales,
examinando las teorías y apuestas económico-políticas que se hicieron durante
la dictadura.

Destaca el carácter de reacción del régimen militar frente al modelo económico


socialista y a la intervención estatal en la economía promovida por el gobierno
de Salvador Allende. El autor también subraya la importancia de la libertad de
empresa y el derecho de propiedad en el nuevo modelo económico, donde el
Estado se limita a una función subsidiaria y se promueve la participación
predominante del sector privado.
En relación al derecho de propiedad, se señala que se cambió el enfoque de la
propiedad de las aguas de dominio público a uno eminentemente privado. Esto
refleja la preocupación del régimen militar por evitar afectaciones a la
propiedad privada, especialmente tras los procesos de expropiación durante el
gobierno de la Unidad Popular (Gerrero, 2018).
En resumen, el autor busca entender cómo se llegó al modelo económico
actual en Chile, considerando los factores históricos y las decisiones políticas
que han influido en su configuración.
En relación a los procesos expropiatorios, el autor destaca la importancia de
proteger a los propietarios frente a dichos procesos. Se analiza el extenso y
detallado numeral 24 en relación a la expropiación, señalando que esto se
debe a una reacción política e ideológica para fortalecer el derecho de
propiedad y protegerlo de cambios futuros.
El autor plantea la posibilidad de comprender la libertad de empresa y la
propiedad como derechos ciudadanos, utilizando como referencia el modelo de
la Constitución española de 1978. Este enfoque busca deconstruir algunos
enunciados relacionados con la libertad de empresa y enfrentar sus límites,
como la moral.
El autor plantea la dificultad de delimitar el sentido y alcance de la moral en la
actividad empresarial y sugiere que los conflictos entre la libertad de empresa y
otros derechos fundamentales deben resolverse utilizando métodos de colisión
de derechos, priorizando en el ejemplo mencionado el derecho de los
trabajadores sobre la libertad de empresa.
Además, se reflexiona sobre el principio de subsidiariedad, analizando cómo se
ha interpretado y proponiendo una visión particular en relación a la actuación
empresarial.
En resumen, el autor aborda varios temas relacionados con la propiedad
privada, la libertad de empresa y el principio de subsidiariedad, cuestionando y
analizando diferentes perspectivas y proponiendo enfoques alternativos en su
interpretación.
El autor hace referencia a la existencia del principio de subsidiariedad en la
Constitución en relación a la actuación económica del Estado y su relación con
las empresas privadas. Se plantea que el artículo 19 número 22 de la
Constitución, que establece el derecho fundamental a la igualdad de trato por
parte del Estado en materia económica, podría haber sido suficiente para
garantizar que las empresas estatales se sometieran a las mismas normas que
los particulares. Sin embargo, el autor argumenta que la evidencia apunta a
que el artículo 19 número 22 descansa en el principio de subsidiariedad
económica en su fase pasiva o de abstención (Gerrero, 2018).
Aunque el principio de subsidiariedad no está expresamente señalado en el
artículo 19 número 21 inciso 2º, el autor considera que se puede reconocer de
manera inductiva a través de su redacción condicional y restrictiva, en relación
a la actuación empresarial del Estado. Se argumenta que, si se hubiera querido
establecer simplemente una regla habilitante para crear una empresa estatal,
se habría redactado de manera distinta.
Se plantea que el texto podría haber profundizado más en aspectos filosóficos
y teóricos relacionados con las razones detrás de la conclusión de que la
actividad del Estado en la economía es principalmente de abstención. Se
menciona la teoría de los entes relacionales y el papel del magisterio católico
en la justificación de este principio, así como la necesidad de analizar la
literatura reciente sobre el principio en su dimensión política.
Sin embargo, se destaca que el libro de Guerrero es la obra más actualizada y
completa sobre el tema en Chile y ofrece un amplio catálogo bibliográfico que
sirve como guía para la investigación sobre constitucionalismo económico. En
conclusión, se considera que es un libro de lectura obligada sobre esta materia
(Gerrero, 2018).
COLOMBIA
CONSTITUCION ECONOMICA COLOMBIANA.
Nuestra Constitución Política celebró recientemente su vigésimo sexto
aniversario, y en ella se incluye un régimen económico en su Título XII. Entre
las disposiciones de este apartado, se encuentra el deber del Estado
colombiano de evitar cualquier abuso de posición dominante en el mercado
nacional (art. 333), así como intervenir en la economía con el objetivo de
mejorar la calidad de vida de los habitantes, lograr una distribución equitativa
de las oportunidades y beneficios del desarrollo, y preservar un ambiente sano
art. 334 (Acosta, 2017).
Como ocurre con muchas normas constitucionales en todo el mundo, su
redacción precisa permite una amplia variedad de interpretaciones jurídicas
sobre la intervención adecuada del Estado en la economía. El debate jurídico-
económico que se ha dado en Colombia sobre este tema no es ajeno al ámbito
internacional. La academia estadounidense ha desempeñado un papel
destacado en esta polémica. La ciencia jurídica en Estados Unidos,
representada por figuras como Ronald Coase, Gary Becker, Guido Calabresi y
Richard Posner, busca aumentar la cientificidad del Derecho aplicando la
metodología económica en el razonamiento jurídico. Esto se conoce como la
escuela de Derecho y Economía, que está estrechamente relacionada con la
escuela económica neoliberal de Chicago. Esta corriente alcanzó prominencia
durante la era Reagan y tuvo su apogeo durante el gobierno de George W.
Bush. Por otro lado, existen puntos de vista críticos dentro de la propia escuela
de Derecho y Economía, así como la escuela europea de análisis histórico del
derecho, particularmente desarrollada en Alemania e Italia (Acosta, 2017).
En resumen, este debate se centra en aquellos que defienden una intervención
estatal radical en la economía para buscar la justicia social y respaldar el
activismo judicial correspondiente, y aquellos que defienden una menor
intervención estatal en el mercado, respaldando la noción de "la mano invisible"
que garantizaría el desarrollo económico. También hay posiciones intermedias
en este espectro. Los defensores del liberalismo económico y el neoliberalismo
sostienen que está comprobado matemáticamente que el mercado se
autorregula debido a sus leyes internas que permiten la evolución y el
progreso. En consecuencia, el libre comercio genera las condiciones óptimas
para el desarrollo económico, argumentando que la pobreza es el resultado de
factores políticos y sociales, como la falta de planificación microeconómica o la
pereza de los trabajadores y otros agentes económicos (Acosta, 2017).
Sin embargo, es importante recordar que incluso las fórmulas matemáticas
pueden ser interpretadas usando sofismas, lo cual puede llevar a vicios y
distorsiones en la ciencia económica, al igual que ocurre con la historia,
sociología, derecho y otras ciencias sociales. Las cifras estadísticas, al igual
que las cifras contables, también pueden ser manipuladas por científicos afines
al poder. Así como el cálculo infinitesimal se usó para argumentar la
inexistencia del movimiento en algunas corrientes filosóficas, ciertas fórmulas
matemáticas se utilizan para justificar que lo mejor es dejar que opere la mano
invisible. Sin embargo, incluso Adam Smith reconocía que "pocas reuniones de
gente de negocios de un mismo gremio acaban sin una conjura contra el
público o sin que maquinen algún plan para subir los precios" (Acosta, 2017).
En efecto, existen diferentes argumentos en torno a la ecuación de pasividad
estatal igual a libertad de comercio. Los defensores de esta idea citan ejemplos
como los gobiernos de Reagan o Thatcher, que muestran cifras positivas de
desempleo y crecimiento económico. Sin embargo, sus críticos señalan casos
como el colapso de Enron o el Crack de 1929 en Wall Street, que demuestran
que las cifras pueden ser engañosas y dependen del enfoque de quien las
presenta.

Es importante destacar que la objetividad no es inherente a las ciencias


sociales, incluyendo la economía. Muchos economistas desprecian a los
juristas y los abogados a menudo se sienten inferiores a los economistas. Sin
embargo, eventos recientes como la crisis financiera de 2008, el aumento de
los monopolios y la explotación laboral demuestran los peligros de confiar
ciegamente en el libre comercio y en las fórmulas matemáticas que respaldan
la pasividad estatal.
Estos problemas invitan a repensar el paradigma de la ciencia económica,
sugiriendo que los economistas deberían basarse más en análisis históricos en
lugar de enfocarse únicamente en fórmulas matemáticas. La historia es un
laboratorio real para las ciencias sociales.
La economía no puede separarse de la política, al igual que no se puede
prescindir de las vacunas confiando únicamente en las defensas naturales del
cuerpo humano. La desigualdad socava la paz social y puede dar lugar a
conflictos y violencia, lo que a su vez afecta negativamente la economía. La
paz y la justicia requieren combatir las consecuencias negativas del liberalismo
económico clásico y promover una intervención estatal adecuada.
La Constitución Económica colombiana reconoce estas realidades y busca
promover la competencia leal y eliminar los monopolios sin finalidad social. Es
una reacción al pensamiento económico del siglo XIX, que legitimaba prácticas
predatorias y la ley de la jungla. Se entiende que las leyes de la física no se
aplican necesariamente a la economía.
En conclusión, la visión económica de la Constitución de 1991 en Colombia
establece que la justicia social es superior a la libertad de comercio. No hay
verdadera libertad sin responsabilidad, ya que esto llevaría al abuso y al fraude.
Se reconoce la importancia de un Estado Social de Derecho y de la
responsabilidad social de las empresas.
que el bienestar de la mayoría. Por tanto, es necesario un equilibrio entre la
libertad de comercio y la intervención estatal para garantizar la justicia social y
evitar abusos y desigualdades. Es importante entender que la economía no
puede separarse de otros aspectos sociales y políticos, ya que están
intrínsecamente relacionados. Además, es fundamental tener en cuenta la
historia y aprender de los errores del pasado para construir un sistema
económico más justo y equitativo. En resumen, la economía es una ciencia
compleja que requiere la intervención de diferentes disciplinas para abordar de
manera adecuada los retos y desafíos actuales. La intervención estatal en la
economía es necesaria para promover la justicia social y evitar abusos, sin
embargo, también se debe buscar un equilibrio adecuado que no limite la
libertad de comercio y emprendimiento (Acosta, 2017).
Para el constituyente colombiano la idea de un mercado libre de intervenciones
es un mito. El poder (económico también) cuando no se ejerce se pierde. Por
eso cuando el más fuerte deja de intervenir, alguien lo suplanta. Y esto implica
intervención permanente del mercado, sea exclusivamente por un puñado de
particulares o con participación del Estado y las minorías. El punto es cuál será
el mal menor: ¿un mercado controlado por los más fuertes exclusivamente, o
un mercado donde las voces de la mayoría numérica (pymes, consumidores,
trabajadores, pensionados, etc.) también sean oídas con resultados concretos?
Una honesta lectura de nuestra Constitución suministra la respuesta. El Estado
y el derecho nacieron porque se constató que la ley de la selva sólo beneficia a
una minoría: al más fuerte. Esto es tan válido en materia política como
económica. Por eso la libertad de uno termina donde comienzan los derechos
del prójimo, incluida la libertad de comercio (sentencias C-332/00 o C-332/01).
Y debe haber una instancia que garantice que aquel que se extralimite
(generalmente el más fuerte) sea sancionado y reconducido dentro del respeto
al interés general. También en materia económica. Es normal que el más fuerte
se queje y le eche la culpa a los demás (trabajadores, pymes, gobierno, el mal
tiempo y/o el árbitro). Otra cosa es quien será tan pardillo para creerle, y de
paso desconocer el auténtico espíritu de nuestro régimen constitucional
económico, que en buena parte falta por ser estrenado, a pesar de valiosos
desarrollos legislativos y jurisprudenciales. Es muy probable que las
generaciones venideras, después de todo lo que hemos padecido
económicamente, después de esta crisis mundial y global en la que aún
estamos inmersos, se maravillen de que todavía haya expertos que afirmen
que el mercado se autorregula, defendiendo así el liberalismo económico en
estado puro y acusando de “comunistas” (chavistas especialmente) a quienes
nos negamos a desconocer las lecciones de la experiencia (mucho se
“autorreguló” el mercado con los bonos basura, los oligopolios…). Al margen de
que el bolsillo de algún científico de hoy se siga lucrando por repetir consignas
decimonónicas la Constitución de 1991, leída por una ciencia jurídica seria y
decente, complementada por una visión multidisciplinar –que englobe tanto lo
económico como lo social- es y será clara en los aspectos fundamentales. En
este punto las lecciones brindadas por el derecho comparado, sin ser la
panacea, ofrecen valiosos elementos de juicio (al fin y al cabo, la carta
colombiana también es producto del denominado “constitucionalismo
transnacional”). Nociones transnacionales como las de corporate gouvernance,
fair play, clean hands, good faith, transparency, loyalty y tantas otras
constituyen invaluables herramientas conceptuales en manos de nuestros altos
tribunales –no sólo la Corte Constitucional- que garantizarán el estreno de
nuestra Constitución Económica, luego de veintiséis años, a pesar de tantas
“contrarreformas”: es hora de entender que los preceptos anteriormente
evocados establecen que los problemas de los desempleados, los pequeños
comerciantes, los deudores expropiados y defraudados por abuso de los
acreedores (también financieros), de los agricultores que trabajan en régimen
de semi-esclavitud (niños incluidos) porque la distribución de sus productos
está en manos de un oligopolio, o los consumidores (a fin de cuentas, todos)
deben ser abordados y resueltos desde los preceptos constitucionales, los
cuales deben guiar a su vez las decisiones de nuestros tribunales de justicia
desde hace veintiséis años (Acosta, 2017).

BOLIVIA
CONSTITUCIÓN ECONÓMICA BOLIVIANA
Según Perez consigna el término “Constitución Económica” es una creación de
la doctrina jurídica alemana dimanante de la Constitución de Weimar, que se
impuso en Europa después de la Primera Guerra Mundial.
También el Profesor Menéndez define a la constitución política como:
El conjunto de normas que, con rango constitucional, establecen la
legitimación para ejercer la actividad económica, el contenido de las
libertades y de los poderes que se deriven de esta legitimación, las
limitaciones que afectan a los mismos y a la responsabilidad que grava
su ejercicio, así como los instrumentos y medidas con los cuales el
Estado puede actuar o intervenir en el proceso económico.
En el siglo XIX, las Constituciones del Estado liberal se centraban
principalmente en la regulación del Estado y no abordaban cuestiones
económicas, ya que su objetivo era establecer la organización del poder
político y las competencias de las instituciones estatales. Sin embargo, a partir
de 1938, las Constituciones en Bolivia comenzaron a incluir regulaciones
económicas, pasando a ser consideradas como "Constituciones jurídicas".
Aunque se les sigue llamando "Constitución Política del Estado", ahora también
incluyen directrices para la organización de la sociedad en su conjunto,
abarcando tanto el Derecho público como el Derecho privado. En el terreno
económico, las constituciones actuales amplían su ámbito normativo,
estableciendo los principios rectores del sistema económico y determinando las
posiciones de los sujetos privados y los poderes públicos en dicho sistema
(Herrera, 2006).
El profesor Valencia Vega tiene una opinión diferente al artículo 149 de la
Constitución boliviana, que garantizaba la libertad civil, la seguridad individual,
la propiedad y la igualdad ante la ley para todos los bolivianos. El artículo 156
establecía que todo inventor tendría la propiedad de sus descubrimientos y
producciones. La primera Constitución también estableció que ningún tipo de
trabajo, industria o comercio podía ser prohibido, a menos que fuera contrario a
las costumbres públicas, la seguridad y la salud de los bolivianos. Basándose
en estos mandatos constitucionales iniciales, Bolivia ha adoptado un sistema
económico liberal desde su independencia en 1825, donde prevalece la
iniciativa económica y la propiedad privada de los medios de producción. Ariño
señala que la libertad económica es una condición necesaria pero no suficiente
para la libertad política, y que el requisito fundamental para la libertad
económica y política es la propiedad. En las sociedades libres, es fundamental
contar con un marco jurídico que proteja la propiedad privada y garantice el
cumplimiento de los contratos. Sin embargo, aunque la Constitución boliviana
no incluía normas específicas que se refirieran a una "Constitución
Económica", esto no significaba la ausencia total de un régimen económico. El
sistema de libre mercado que se impuso en Bolivia fue influenciado por las
doctrinas políticas liberales heredadas de la Revolución Francesa, que se
sintetizan en la conocida frase "laissez faire, laissez passer" (dejar hacer y
dejar pasar), lo que implica que el mercado toma las decisiones. El régimen
económico liberal en Bolivia estaba regulado por el Derecho privado, como el
Código Civil de 1830 y sucesivas modificaciones, el Código de Comercio y la
legislación mercantil del siglo pasado, así como el Código Penal de 1831 y
posteriores reformas. Esta legislación ha prevalecido a lo largo de más de un
siglo de vida republicana, ya que todas las constituciones adoptadas durante
ese periodo han mantenido de manera constante lo que se podría llamar su
"régimen económico": el reconocimiento y respeto a la propiedad privada, la
industria y el comercio (Herrera, 2006).
La Constitución de 1938 no tuvo un impacto significativo en el ámbito
económico de Bolivia, lo que resultó en un atraso económico, social y político
en el país. La población boliviana comenzó a protestar contra las condiciones
socioeconómicas y la exclusión de los campesinos. La minería, que era la
principal fuente de ingresos del Estado, estaba controlada por tres grandes
empresas propiedad de los "barones del estaño": Simón I. Patiño, Mauricio
Hoschild y Carlos Víctor Aramayo. Estas empresas operaban sin control estatal
y tenían un poder económico y político significativo, influenciando la elección y
el mantenimiento de los gobernantes. En respuesta a esta situación, se produjo
la Revolución de 1952, que transformó completamente la estructura económica
de Bolivia. Se pasó de una economía semifeudal controlada por capitales
privados poderosos a una economía controlada principalmente por el Estado.
Aunque la revolución no prohibió la iniciativa privada, se inició la intervención
directa del Estado en la economía, dando lugar a un capitalismo de Estado
(Herrera, 2006).

LA NACIONALIZACIÓN DE LAS MINAS.


Con el objetivo de contrarrestar el poder de los "barones del estaño", los
ideólogos de la Revolución buscaban crear un Estado nacional fuerte que
controlara y distribuyera la riqueza estatal de manera más equitativa. Durante
el gobierno de Víctor Paz Estenssoro, se implementaron medidas
revolucionarias como la nacionalización de las minas, la reforma agraria, el
voto universal y la reforma educativa. Además, se fundó la Central Obrera
Boliviana, lo que permitió la participación política de los trabajadores y se
cumplió con la disposición constitucional de la participación de los empleados y
obreros en los beneficios de las empresas. La nacionalización de las minas se
llevó a cabo para eliminar el poder de los "barones del estaño" y permitir al
Estado tener el control completo sobre la producción minera y evitar la fuga de
divisas. Esto marcó un cambio estructural profundo en la economía del país,
con el Estado controlando aproximadamente el 70% de la economía nacional y
desarrollando mecanismos para intervenir directamente en ella. Como
resultado de estos cambios, surgió una nueva disciplina jurídica conocida como
Derecho Regulatorio, que se separó del Derecho Administrativo (Herrera,
2006).
LA REFORMA AGRARIA.
El decreto de la reforma agraria se firmó en Ucureña (Cochabamba) el 2 de
agosto de 1953, haciendo realidad un principio que aún perdura: la tierra es de
quien la trabaja. La medida liquidó un sistema de explotación y una estructura
económica muy próxima al feudalismo. Los grandes propietarios,
particularmente en el altiplano y el valle, controlaban en latifundios más del
95% de las tierras cultivables del país.
La reforma agraria, que permitió la incorporación de casi 2.000.000 de
habitantes al mercado nacional como productores y terminó con los grandes
latifundios o tierras ociosas, creó el minifundio o pequeña parcela mínimamente
productiva. El campesino había pasado de ser un colonosiervo, dependiente
del patrón, a ser propietario, generando una nueva mentalidad y una nueva
conciencia social.
La reforma agraria, sin embargo, ignoró los territorios indígenas, cuyas etnias
fueron olvidadas y no formaban parte de la sociedad activa del país.

El constitucionalismo latinoamericano en general tiene una fuerte tradición de


incluir derechos sociales en sus constituciones. En el caso de la Constitución
brasileña, se establecen una serie de derechos sociales, como el derecho a la
educación, a la salud, a la vivienda, al trabajo, a la seguridad social, a la cultura
y al deporte, entre otros.
En comparación con otras constituciones de América Latina, la Constitución
brasileña es una de las más detalladas en cuanto a la inclusión de derechos
sociales. Por ejemplo, la Constitución mexicana también establece una serie de
derechos sociales, pero no de manera tan detallada como la Constitución
brasileña.
Sin embargo, es importante señalar que la inclusión de estos derechos en las
constituciones no siempre se traduce en su plena realización en la práctica. En
muchos países de América Latina, incluyendo Brasil, todavía hay desafíos
significativos en la implementación de políticas públicas efectivas que
garanticen el acceso a estos derechos sociales para todos los ciudadanos
(Herrera, 2006).
EL VOTO UNIVERSAL
En Bolivia hasta 1952, no podían votar ni los analfabetos ni las mujeres, a partir
del año 1952 se establece el derecho al voto universal a todos los bolivianos
que tuvieran 21 años o 18 siendo casados, cualquiera sea su sexo, instrucción
ocupación o renta.
Se da la participación del 70 % de la población permitiendo el acceso a la
participación política, concediéndose la ciudadanía, con este reconocimiento
especialmente el campesinado recién pudo participar activa y legítimamente
(Herrera, 2006).
LA REFORMA EDUCATIVA
Reconoce cuatro niveles educativos: la educación regular a través del ciclo pre-
escolar, primario, secundario, técnico-vocacional, y universitario. La reforma
educacional puso mucho énfasis en el sistema escolar campesino,
estableciendo los núcleos escolares desde primaria hasta normales rurales.
Pero se mantenía en beneficios a la clase media sin embargo se mantenía en
el atraso a los obreros y en la ignorancia a los campesinos, manteniéndose en
todas las Constituciones que la educación es suprema función del estado
(Herrera, 2006).

CONSOLIDACIÓN DEL SISTEMA DE ECONOMÍA DE MERCADO Y SUS


DISTINTOS MODELOS.

El art. 143 establece por primera vez que “no se permitirá la acumulación
privada de poder económico en grado tal que ponga en peligro la
independencia económica del Estado. Expresamente no reconoce ninguna
forma de monopolio privado y las concesiones de servicios públicos no podrán
ser otorgadas por un período mayor de 40 años.
A renglón seguido el art. 145 disponía que “El Poder Ejecutivo formulará
periódicamente el plan general de desarrollo económico y social del país, cuya
ejecución será obligatoria”. En la misma disposición reconocía que “La iniciativa
privada recibirá el estímulo y la cooperación del Estado cuando contribuya al
mejoramiento de la economía nacional.
La intervención directa del Estado se ponía de manifiesto en el art. 146 cuando
disponía que “El Estado determinará la política monetaria, bancaria y crediticia,
con el objeto de promover las condiciones más favorables para el desarrollo
ordenado de economía nacional” (Herrera, 2006).

DEL CAPITALISMO DE ESTADO O ESTADO EMPRESARIO AL


NEOLIBERALISMO ECONÓMICO.
Con la revolución de 1952 con las ideas socializantes del Constitucionalismo
social recogida en la constitución e 1938, se consolido el capitalismo de estado
el cambio de modelo no de sistema económico, permitiendo por primera vez
que el estado controle el 70 % de la minería nacional y principal actividad del
país (Herrera, 2006).
UNIDAD DE SISTEMA ECONOMICO Y DIVERSIDAD DE MODELO Y
MERCADO.
El sistema económico que ha reconocido la Constitución es un sistema de
economía de mercado, abierto y flexible, que habilita para distintas opciones
políticas, tanto conservadoras de corte liberal-capitalista, como más avanzada
de corte socialista, amén que no existe un sistema puro.
El recuento constitucional permite concluir que hemos tenido implícitamente un
sistema de economía de mercado, mixturado y flexible que ha permito el
cambio de modelo en función de la correlación de fuerzas políticas imperante
en cada momento histórico.
Lo anterior no significa, sin embargo, que el orden constitucional boliviano haya
sido “neutro”, ya que siempre existió lo que llama Gaspar Ariño una regulación
básica y general, pública y privada de la vida social y económica.
Estas normas básicas son: el Código civil, el Código penal, el Código de
Comercio, las leyes mercantiles, fiscales y laborales que constituían el marco
jurídico general de los intercambios, imprescindibles para la existencia de la
libertad, y motor del Estado liberal.
Este modelo reconoce la libertad de empresa en la triple dimensión básica de
libertad de acceso al mercado, libertad de ejercicio y libertad de cesación y la
libertad de competencia en el marco de las exigencias específicas del Estado
social o, lo que es lo mismo, del Estado Social y Democrático de Derecho,
reconocido en el artículo primero de la Constitución del 2004 (Herrera, 2006).

ARGENTINA
LA NOCIÓN DE “CONSTITUCIÓN ECONÓMICA”
El movimiento político surgido a finales del siglo XVIII en el mundo occidental,
después de la Revolución Francesa, buscaba organizar los Estados bajo una
concepción liberal. Este enfoque se reflejó claramente en las constituciones
que se promulgaron en cada país, las cuales tenían como objetivo establecer y
regular el poder político a través de instituciones estatales y sus respectivas
competencias. Sin embargo, estas constituciones se centraban principalmente
en lo público (el Estado) y no abordaban aspectos sociales, culturales o
económicos. En el caso de la Constitución Argentina de 1853, esta seguía este
modelo liberal, con un bloque de treinta y cinco artículos que establecían
declaraciones, derechos y garantías para todos los habitantes del país. Aunque
hubo una reforma en 1949 bajo el gobierno del Gral. Juan Domingo Perón, esta
fue derogada después del golpe de Estado de 1955, volviendo al texto original.
La única adición que se mantuvo fue el artículo 14 bis, que incorporaba
derechos sociales y laborales. Desde entonces, la Constitución argentina ha
permanecido prácticamente sin cambios, excepto por una única reforma en
1994. La segunda parte de la Constitución se dedica a la organización de los
tres poderes del Estado: Legislativo, Ejecutivo y Judicial, así como otros
organismos y gobiernos provinciales. A pesar de su naturaleza liberal, la
Constitución Argentina ha ido incorporando algunos derechos sociales a lo
largo del tiempo, aunque no contiene disposiciones explícitas sobre aspectos
económicos. El concepto de "Constitución Económica" surgió a partir del
traspaso del Estado liberal al Estado de Bienestar después de la Primera
Guerra Mundial. Esto llevó a la inclusión de normas económicas en las
constituciones, lo que dio lugar a un nuevo tipo de constitucionalismo basado
en ideas políticas más modernas. En resumen, la Constitución Argentina de
1853 sigue un enfoque liberal y ha incorporado elementos de una "Constitución
Económica" a lo largo del tiempo, aunque de manera limitada (Pardini, 2018).
CLAUSULAS ECONÓMICAS CONSTITUCIONALES.
Es cierto que muchas constituciones de la época carecían de cláusulas
regulatorias para un sistema social y económico, pero todas ellas lo
proclamaban. Aunque la Constitución argentina de 1853-1860 no contiene una
definición explícita sobre la economía, esto no impide buscar una definición
implícita o pautas para llegar a esa definición. La omisión constitucional no nos
lleva a una identidad rígida y dogmática con una escuela o modelo económico
específico. Juan Bautista Alberdi fue una de las principales fuentes de la
Constitución argentina, y su obra "Sistema Económico y Rentístico de la
Confederación Argentina" se ha utilizado para encontrar los orígenes de las
disposiciones económicas en la constitución. Alberdi reemplazó el concepto
mercantilista y estatista de creación de riqueza por el Estado con el principio de
que la riqueza la crean los ciudadanos a través del trabajo, el capital y la tierra.
Aunque la Constitución argentina nació en la época del liberalismo político, no
se consagra ni el intervencionismo estatal ni el laissez faire absoluto. La
constitución establece normas sobre facultades financieras y fiscales del
Estado, actividad bancaria, emisión de moneda, competencias aduaneras,
navegación y códigos de comercio, minería, trabajo y seguridad social, lo que
indica la presencia estatal en el sector económico. El silencio de una
constitución sobre el sistema económico no implica indiferencia ni neutralidad,
ya que se puede inferir el sistema económico a través de los derechos
individuales reconocidos en el texto constitucional. Con la reforma de 1994, se
diseñó un nuevo "sistema económico" en la Constitución argentina, con normas
sobre defensa de la competencia, mercado, control de monopolios, calidad y
eficiencia de los servicios públicos, solidaridad, equidad, progreso económico
con justicia social, productividad y crecimiento armónico de la Nación. Esto ha
llevado a la conclusión de que nuestra Ley Fundamental ha consagrado una
"economía social de mercado". Aunque la Constitución argentina no definió
explícitamente un modelo económico, este se desprende de diversas
disposiciones y de las ideas de Juan Bautista Alberdi, al igual que la
Constitución de los Estados Unidos. Las normas que consagran el derecho de
propiedad, comercio, trabajo, industria y libre circulación de personas y bienes,
así como la iniciativa individual, son fundamentales en nuestra Constitución. En
resumen, la Constitución argentina ha sustentado su "sistema" económico
desde sus inicios en las ideas liberales del siglo XIX, asegurando derechos y
libertades económicas (Pardini, 2018).
EL PRINCIPIO DE INICIATIVA ECONÓMICA.
Iniciativa privada y pública.
En la Constitución argentina se reconocen y protegen los derechos y libertades
económicas, lo cual incluye la iniciativa privada. Aunque el término específico
de "libertad de iniciativa económica privada" no es utilizado, se pueden inferir
sus principios a partir de varias disposiciones constitucionales (Pardini, 2018).
La Constitución garantiza el derecho a la propiedad, el cual es fundamental
para el ejercicio de la actividad económica privada. También protege la libertad
de comercio y navegación, así como el derecho al trabajo y la libertad de
contratación. Estos derechos y libertades se aplican a todas las personas, tanto
nacionales como extranjeras (Pardini, 2018).
Además, la Constitución establece limitaciones al poder del Estado en materia
económica. Expresamente prohíbe la sustitución de la iniciativa privada por la
actividad económica estatal, lo que significa que el Estado no puede
monopolizar ni centralizar todas las actividades económicas. Sin embargo, esto
no implica un laissez faire absoluto, ya que la Constitución también otorga al
Estado facultades financieras y fiscales, entre otras (Pardini, 2018).
En resumen, aunque la Constitución argentina no utiliza el término exacto de
"libertad de iniciativa económica privada", sí protege los derechos y libertades
que le son inherentes y limita el poder del Estado en materia económica. Esto
sustenta y reconoce la importancia de la iniciativa privada en el modelo
económico y social del país (Pardini, 2018).
Principio de subsidiaridad al principio coiniciativa.
A pesar de los avances que se han logrado en términos de subsidiaridad en la
intervención estatal en la economía, la Constitución argentina mantiene este
principio. A diferencia de la Constitución española de 1978, que reconoce
explícitamente la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado,
la Constitución argentina no ha alcanzado el mismo nivel de modernización. En
la Constitución española, la libertad de empresa está estrechamente vinculada
a las normas que regulan la intervención del Estado en la actividad económica.
En cambio, en la Constitución argentina, el Estado se considera subsidiario a la
iniciativa privada en materia económica, aunque mantenga una posición
garantista respecto a los derechos sociales.
En España, no hay una subordinación de la iniciativa pública a la privada, sino
una coexistencia. Todos los participantes del mercado están sujetos a las
mismas reglas y no hay privilegios para el Estado. Sin embargo, esto no
significa que el Estado español pueda emprender cualquier actividad
económica, ya que debe siempre prevalecer el interés general.
En Argentina, a partir de la década de 1970, se observaron los problemas
derivados de la intensa intervención estatal en diversos sectores de la
economía. A partir de la crisis del Estado de Bienestar, se implementó una
especie de intervención estatal subsidiaria. La reforma constitucional de 1994
reflejó estas transformaciones económicas y sociales, estableciendo que la
participación del Estado en la economía es subsidiaria a la iniciativa privada.
Se considera que el Estado argentino tiene un rol supletorio en salud,
educación y servicios públicos, brindados principalmente por los particulares
(Pardini, 2018).
Desde el punto de vista constitucional, la Constitución argentina no ha
superado la etapa de subsidiaridad y no ha avanzado hacia la regulación de la
participación del Estado en la economía. Sin embargo, políticamente, ha habido
una mayor intervención estatal en la economía durante los últimos gobiernos
argentinos. Aunque esto no ha afectado las normas constitucionales vigentes.
En resumen, la Constitución argentina se adapta a los cambios históricos,
sociales y políticos del país, pero desde el punto de vista constitucional, solo
puede interpretarse a través del principio de subsidiaridad. No existe la
posibilidad de una co-iniciativa estatal en igualdad de condiciones con la
actividad económica privada. Los particulares y el Estado no son competidores
asimilados y no actúan en un plano de igualdad en el mercado (Pardini, 2018).
LIBERTAD DE EMPRESA.
La tutela de la libertad de empresa.
Debemos comparar en esta sección los puntos de conexión entre la
Constitución española actual y la Constitución argentina después de su última
reforma. Como se mencionó anteriormente, el artículo 38 de la Constitución
española contiene una declaración fundamental en su primer inciso: el
reconocimiento de la libertad de empresa en el mercado. Esto prohíbe dos
sistemas extremos y deja margen para que el poder político configure el
modelo económico del país. La Constitución española no establece un modelo
económico específico, sino genérico, rechazando tanto la absoluta libertad
económica como la estatización completa de la economía. Dentro de este
modelo legal, la libertad de empresa se considera un derecho fundamental,
protegido por el Tribunal Constitucional frente al legislador y por los jueces y
tribunales ordinarios frente a los demás poderes públicos y particulares. La
libertad de empresa abarca la libertad de iniciativa económica privada,
especialmente en el ámbito comercial dentro del Estado de Derecho. Además,
el derecho que protege a las empresas está relacionado con otros derechos y
libertades, como la propiedad privada, el derecho de asociación, la libertad de
residencia y circulación, el derecho al trabajo y a la libre elección de profesión,
la libertad de expresión y la libertad de contratación en general. En resumen, la
Constitución española reconoce a los ciudadanos la libertad de emprender y
desarrollar actividades económicas, sin importar la forma jurídica o la
modalidad patrimonial o laboral utilizada. Por otro lado, en la Constitución
argentina, desde su texto original de 1853, se reconoce la libertad de empresa
a través del derecho a trabajar y ejercer industrias legales, comerciar, publicar
ideas sin censura previa, usar y disponer de la propiedad, y asociarse con fines
útiles. Estos derechos se complementan con el derecho a la propiedad privada,
la igualdad y la libertad establecidos en otros artículos constitucionales. Aunque
la Constitución argentina no menciona expresamente el mercado ni declara su
adscripción al sistema de economía de mercado como lo hacen algunas otras
constituciones, el mercado surge del juego armónico de otros principios como
los derechos y garantías antes mencionados, así como de los artículos que
tratan la libertad de circulación, navegación y el dictado de códigos de fondo.
Además, cuando en 1994 se introdujo el artículo 42 de protección a los
consumidores y usuarios, se definió prácticamente el modelo económico de
mercado, al consagrar la protección de la competencia contra cualquier forma
de distorsión de los mercados. De esta manera, también se protege
implícitamente la libertad de empresa (Pardini, 2018).
El contenido esencial de la libertad de empresa.
Se ha establecido que, en el constitucionalismo español, la libertad de empresa
se considera un derecho fundamental debido a su contenido esencial que no
puede ser modificado por el legislador. Sin embargo, determinar cuál es dicho
contenido esencial es siempre un desafío. Existen dos concepciones diferentes
sobre esto: una absoluta y otra relativa.
En la concepción absoluta, el contenido esencial de un derecho actúa como un
límite inamovible para los otros derechos fundamentales. Si se viola este límite,
se estaría infringiendo la Constitución. Por otro lado, la concepción relativa
considera que el contenido esencial y el principio de proporcionalidad son lo
mismo. En este caso, el contenido esencial sería lo que queda después de
sopesar los diferentes bienes constitucionales en conflicto.
Si se restringe la libertad de empresa, se debe aplicar el juicio de
proporcionalidad para determinar si dicha restricción es o no constitucional.
Esto implica analizar si la medida es adecuada, necesaria y proporcionada.
Una medida es adecuada cuando es efectiva para lograr el objetivo perseguido.
No es necesaria cuando existen otras alternativas menos restrictivas que
también pueden alcanzar el mismo objetivo. Y es proporcional cuando la
restricción de la libertad está equilibrada con la protección del fin perseguido.
El contenido esencial de la libertad de empresa no es una libertad
"condicionada", sino una libertad absoluta que prevalece sobre otros valores.
Es el núcleo mínimo e irrenunciable de esa libertad, sin el cual la libertad
desaparecería. Este contenido esencial se podría definir como lo que no puede
ser afectado por otros derechos, libertades y exigencias de la economía y la
planificación.

Para determinar el contenido esencial de la libertad de empresa, se ha


argumentado que debe existir tanto en la creación de la empresa como en el
acceso al mercado. La libertad de emprender actividades económicas lícitas y
la posibilidad de cualquier persona de crear empresas en cualquier sector de la
economía son facetas importantes de la libertad de empresa. Además, durante
el ejercicio de la actividad empresarial, la libertad implica la autonomía para
organizar y dirigir la empresa. Los únicos límites impuestos por la Constitución
son las exigencias de la economía general y la planificación.
Finalmente, la libertad de empresa también debe aplicarse en casos de cese
en el mercado. Esto implica que los empresarios tienen el derecho de no ser
obligados a continuar en la actividad, ya sea por insuficiencia patrimonial o por
voluntad propia. Sin embargo, deberán enfrentar las consecuencias de finalizar
su actividad, como el pago de indemnizaciones laborales correspondientes
(Pardini, 2018).
En cuanto al constitucionalismo argentino, no se han desarrollado teorías
similares debido a que la libertad de empresa no está expresamente
contemplada en la Constitución Nacional. Sin embargo, los derechos y
garantías enumerados en la ley fundamental gozan de un estatus superior
reconocido por los tribunales argentinos. Cualquier afectación a estos derechos
da lugar a que las personas perjudicadas acudan a los tribunales para reclamar
su protección. La Constitución misma establece que sus principios, garantías y
derechos no pueden ser modificados por leyes que regulen su ejercicio. A
través del recurso extraordinario, cualquier individuo puede acudir a la Corte
Suprema de Justicia de la Nación para hacer valer sus derechos
constitucionales. En resumen, la importancia y la protección de estos derechos
radican en su consagración constitucional y no solo en la posibilidad de
defenderlos a través del recurso de amparo (Pardini, 2018).
LÍMITES A LA LIBERTAD DE EMPRESA.
Cada aspecto del principio de libertad de empresa está sujeto a límites
concretos, ya sean explícitos o implícitos en la Constitución española. La
libertad de empresa se descompone en diversos derechos que tienen tres
límites absolutos establecidos en el texto constitucional: la reserva al sector
público, la expropiación y la intervención.
La reserva al sector público de la actividad económica está reconocida en el
artículo 128.2 de la Constitución española, que permite que mediante ley se
reserven al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente en
caso de monopolio. Sin embargo, es importante destacar que esta reserva
debe estar limitada a los recursos o servicios considerados esenciales, que son
aquellos indispensables para el cumplimiento de las exigencias del Estado
social. Además, esta esencialidad debe ser constantemente controlada desde
una perspectiva constitucional.
En cuanto a la expropiación de empresas, la Constitución española permite la
privación de bienes y derechos por causa justificada de utilidad pública o de
interés social, siempre y cuando se realice con la correspondiente
indemnización y de acuerdo con lo establecido por las leyes (artículo 33.3 de la
CE).
Por último, en relación a la intervención de empresas, la Constitución española
prevé expresamente la posibilidad de que el Estado intervenga en empresas
privadas, de acuerdo con lo que establezca la ley, cuando así lo exija el interés
general (artículo 128.2 de la CE) (Pardini, 2018).
En cambio, en la Constitución argentina existe una norma genérica en el
artículo 28 que permite la reglamentación del ejercicio de los derechos
consagrados en el texto constitucional, pero sin alterar su contenido. Esto
significa que los derechos constitucionales no son absolutos y están sujetos a
regulaciones que se adaptan a las circunstancias históricas, sociales y
culturales.
Respecto al derecho a la propiedad privada, sobre el cual se basa el principio
del liberalismo político y económico en la Constitución argentina, el artículo 17
establece que el Estado puede expropiar bienes privados por causa de utilidad
pública, siempre y cuando se realice mediante una calificación por ley y una
previa indemnización (Pardini, 2018).

REPÚBLICA DOMINICANA
LOS DERECHOS CONSTITUCIONALES Y EL ORDENAMIENTO
ECONOMICO.
La Constitución económica se refiere a las normas que establecen el marco
económico de una sociedad y determinan cómo se protegerán los derechos
económicos de las personas y los límites de la acción estatal en la economía privada.
Estas normas definen las acciones que puede tomar el Estado en la economía y
proporcionan los mecanismos necesarios para ello. En algunos casos, como en
República Dominicana, la Constitución económica no es una sección separada, sino
que se puede inferir de los principios fundamentales y del articulado de la Constitución.
En el caso de la Constitución de República Dominicana, se hace referencia a la
economía en varios lugares de su texto. Por ejemplo, se establece como objetivo
principal del Estado la protección de los derechos humanos y el fomento del desarrollo
económico y social del país. También se reconocen y garantizan los derechos de los
ciudadanos en el ámbito de las relaciones económicas, y se establecen límites para la
intervención estatal en la economía (Sanchez).
Según las disposiciones constitucionales mencionadas anteriormente, se puede
concluir que el sistema económico dominicano es mixto. Existe un equilibrio entre la
regulación del mercado y la libertad económica de los individuos, lo que evita la
adopción de una política económica puramente capitalista o socialista. Este sistema es
lo suficientemente flexible como para que el Estado pueda adaptar su actuación a las
necesidades económicas del país. Un ejemplo de esto es el cambio del sistema de
sustitución de importaciones a uno de apertura comercial sin necesidad de modificar la
Constitución. (Sanchez)
Los instrumentos que tiene el Estado dominicano para implementar una política
económica a nivel global son los siguientes: política fiscal, política monetaria y política
tributaria. La política fiscal se refiere al manejo del gasto público para mantenerlo en
ciertos niveles y equilibrarlo con las inversiones privadas. La política monetaria busca
mantener la estabilidad del valor monetario y controlar la inflación. La política tributaria,
además de ser un medio de recaudación para el Estado, puede utilizarse para
estimular o desalentar ciertas actividades económicas y crear barreras arancelarias
que favorezcan a los sectores productivos nacionales. Estos instrumentos están
establecidos en la Constitución dominicana en los artículos correspondientes al
régimen de gasto público, régimen monetario y deber de contribuir a las cargas
públicas.
Además, aunque la Constitución no clasifica los derechos consagrados en ella, se
pueden dividir en tres categorías principales. Primero, los derechos civiles o
individuales de contenido económico, como el derecho de propiedad y la libertad de
empresa. Segundo, los derechos civiles o individuales que, aunque no tienen un
carácter económico estricto, protegen los intereses económicos de la propiedad y la
empresa a través de principios de seguridad jurídica, igualdad ante la ley,
irretroactividad de la ley, legalidad y justicia. Por último, se encuentran los derechos
económicos y sociales, que surgen de la demanda por parte de la población de mayor
seguridad económica y justicia social. Estos derechos incluyen el derecho al trabajo y
a la seguridad social. (Sanchez)
LOS DERECHOS INDIVIDUALES DE CONTENIDO ECONOMICO.
El derecho de propiedad
La Constitución garantiza el derecho de propiedad como uno de los "derechos
sociales" del individuo. Este derecho es considerado fundamental para la organización
económica y jurídica de una nación. Sin embargo, este derecho puede ser limitado por
la ley, siempre y cuando no sea eliminado por completo (Sanchez).
La Constitución permite la expropiación por causa justificada de utilidad pública,
siempre y cuando se realice un pago justo como indemnización. Esta expropiación no
solo se aplica a obras públicas de interés estatal o municipal, sino también a casos de
interés social. La expropiación solo se puede realizar en inmuebles y solo el Estado y
los municipios tienen esta facultad, aunque se puede otorgar a otras personas
mediante una ley especial. La indemnización justa se determina según el verdadero
valor de la propiedad y debe ser fijada por un tribunal competente (Sanchez).
Aunque la Constitución no lo menciona expresamente, se considera que el derecho de
propiedad está sujeto a las leyes y regulaciones que pueden imponer cargas y
restricciones a la propiedad. Además, la Constitución establece que los yacimientos
mineros pertenecen al Estado y solo pueden ser explotados por particulares mediante
concesiones o contratos que establezca la ley.
El derecho de propiedad también abarca el derecho a la propiedad intelectual. La
Constitución reconoce el derecho a la propiedad exclusiva de inventos,
descubrimientos, producciones científicas, artísticas y literarias, según lo determine la
ley. Este derecho es fundamental para el desarrollo económico, ya que protege las
ideas y creaciones intelectuales. Además, la Constitución establece que toda la
riqueza artística e histórica del país forma parte del patrimonio cultural de la Nación y
está bajo la protección del Estado.
La libertad de empresa
El artículo 8, numeral 12 de la Constitución establece la libertad de empresa, comercio
e industria en la República Dominicana. Esto significa que el país tiene un sistema de
economía de mercado basado en la libre empresa. Sin embargo, se prohíbe la
creación de monopolios en beneficio de particulares, solo permitiendo su
establecimiento en favor del Estado o de instituciones estatales mediante ley del
Congreso. Esta libertad incluye la fundación y gestión de empresas, organización
empresarial, dirección de la empresa, producción, inversión y desarrollo, fijación de
precios, distribución y venta, así como la competencia y publicidad. La Constitución
también permite la posibilidad de establecer monopolios estatales en algunos sectores
económicos, aunque esto es una excepción a la libertad de empresa y competencia
económica. Además, el Estado puede limitar la libertad de producción en ciertos
productos, como productos farmacéuticos, bebidas alcohólicas y fuegos artificiales,
para proteger la seguridad y salud ciudadanas. También existen requisitos de
producción en áreas como protección laboral, medio ambiente, salud y seguridad
técnica, que imponen obligaciones a las empresas en términos de medios de
producción y actividades (Sanchez).
La libertad de asociación
El numeral 7 del artículo 8 de la Constitución reconoce la libertad de asociación y
reunión sin armas para fines políticos, económicos, sociales, culturales u otros que no
sean contrarios al orden público, seguridad nacional y buenas costumbres. Este
derecho permite a los ciudadanos dominicanos formar asociaciones que reflejen sus
intereses e ideas en diversos aspectos de la vida en sociedad. Sin embargo, esta
libertad no es absoluta y debe respetar el orden público y los derechos de los demás.
Por lo tanto, existen limitaciones a este derecho, exigiendo que las acciones derivadas
de la libertad de asociación no sean contrarias al orden público, seguridad nacional y
buenas costumbres. Además, el derecho de asociación también incluye el derecho de
no asociarse, lo que significa que ningún ciudadano puede ser obligado a unirse a una
organización a la que no desea pertenecer, ni se le puede exigir afiliación como
requisito para ejercer otros derechos. El numeral 7 del artículo 8 menciona
específicamente la posibilidad de los dominicanos de organizarse en partidos políticos,
sociedades comerciales, organizaciones comunitarias y clubes culturales, entre otros.
Los derechos de organizar sindicatos y partidos políticos tienen normas
constitucionales específicas (Sanchez).
La libertad de contratar
Aunque no se menciona específicamente en la Constitución, la libertad de contratar
está implícitamente consagrada en el principio de legalidad, razonabilidad y igualdad
que se encuentra en el numeral 5 del artículo 8. Este principio establece que nadie
puede ser obligado a hacer lo que la ley no ordena ni impedido de hacer lo que la ley
no prohíbe. La ley es igual para todos y solo puede ordenar lo que es justo y útil para
la comunidad, y prohibir lo que perjudica. Estos principios implican que la relación
entre el Estado y el individuo no es una en la que el Estado tiene poder para ordenar la
vida de los ciudadanos y solo les permite actuar dentro de límites establecidos. En
cambio, es el individuo quien tiene libertad para actuar como desee, siempre y cuando
respete los derechos de los demás, representados por las leyes justas y razonables
emitidas por el Estado. Por lo tanto, el individuo puede ser legislador de sus propias
acciones dentro de los límites establecidos por la Constitución. Las relaciones jurídicas
con los demás se rigen por los contratos que se realicen entre las partes. Sin
embargo, la libertad contractual tiene sus límites. Por ejemplo, en algunos contratos
laborales, el Estado puede reemplazar la voluntad de las partes por sus propias
regulaciones en beneficio de sus intereses o del orden público. El orden público y las
buenas costumbres son los límites de la libertad de contratar (Sanchez).
LOS DERECHOS INDIVIDUALES QUE GARANTIZAN LA SEGURIDAD JURÍDICA.
La Constitución también incluye una serie de disposiciones que garantizan el principio
de legalidad o estado de derecho. Esto significa que todas las acciones
gubernamentales y administrativas están subordinadas a las leyes, y tanto las
acciones como las leyes están sujetas y de conformidad con la Constitución. El
respeto a este conjunto de normas que aseguran el principio de legalidad establece el
orden mínimo necesario para que la actividad económica y empresarial se desarrolle
en un entorno de certeza institucional. Entre los principios y normas constitucionales
que garantizan este estado de derecho y seguridad jurídica a los agentes económicos,
encontramos los siguientes (Sanchez):
i. El principio de igualdad ante la ley;
ii. El criterio de razonabilidad de las leyes;
iii. El principio de irretroactividad de la ley; y
iv. El control de constitucionalidad de las leyes.
v. El Principio de Igualdad ante la Ley (Art. 8, apartado 5).
Según el artículo 8, apartado 5 de la Constitución, la ley es la misma para todos. Esta
disposición constitucional implica que nadie puede ser obligado a cumplir lo que no ha
sido regulado por la ley, que la ley es general en su aplicación y no se aplica a casos
específicos ni a personas o grupos de personas. Este artículo se ve reforzado por el
artículo 100 de la Constitución, que señala que la República condena cualquier
privilegio o situación que tienda a menoscabar la igualdad de todos los dominicanos,
entre los cuales sólo deben considerarse las diferencias resultantes de talentos o
virtudes. Según sentencia de nuestra Corte Suprema de Justicia, las disposiciones del
Código Tributario que establecen que las decisiones relativas a multas, impuestos,
tasas, contribuciones, derechos, multas o recargos no pueden ser recurridas sin el
debido comprobante de pago ante las oficinas de recaudación correspondientes
constituyen una violación del principio de igualdad ante la ley, así como de la gratuidad
de la justicia.
El Criterio de Razonabilidad de las Leyes (Art. 8, apartado 5).
En la última parte del artículo 8, apartado 5 de la Constitución, se establece que la ley
no puede ordenar más de lo que es justo y útil para la comunidad, ni prohibir más de lo
que la perjudica. Aquí, la Constitución establece un criterio o estándar de razonabilidad
que requiere una relación sustancial y razonable entre el acto (ley, acto administrativo,
sentencia) y la seguridad, la salud, la moral y el bienestar de la comunidad. Se trata de
una cláusula de amplio alcance y poco definida por nuestra jurisprudencia. Sin
embargo, rara vez ha sido utilizado por los tribunales de nuestro país. Aunque su
redacción amplia e indefinida permitiría a los jueces un mayor poder de decisión,
dándoles la oportunidad de declarar inconstitucionales leyes consideradas arbitrarias o
irrazonables en base a datos ofrecidos por el entorno social y la opinión pública
(Sanchez).
El Principio de Irretroactividad de la Ley (Art. 47).
La Constitución, en su artículo 47, establece que la ley sólo se aplica al futuro. No
tiene efecto retroactivo salvo cuando sea favorable a la parte sub judice o al
cumplimiento de una pena. En ningún caso la ley o cualquier autoridad pública podrá
afectar o alterar la seguridad jurídica derivada de situaciones establecidas según la
legislación anterior. Lo cierto es que, a pesar de la claridad del artículo 47, su
aplicación plantea una serie de dificultades teóricas en la práctica económica. Si la ley
y los actos del Estado no pueden afectar derechos adquiridos conforme a la legislación
anterior, estamos negando al Estado el derecho a ejercer su papel de regulador de la
actividad económica, como lo establece la propia Constitución. ¿No sería esto tan
ilógico como decir que los maridos casados antes de la fecha en que se promulgó la
ley que otorga plenos derechos a las mujeres casadas tienen un derecho adquirido a
la desigualdad para sus esposas, mientras que los que se casan después de esa
fecha no disfrutarían de ese derecho? El Control de la Constitucionalidad de Leyes y
Decretos (Art. 46).
El artículo 46 de la Constitución establece que es nula toda ley, decreto, resolución,
reglamento o acto contrario a la Constitución. Este es el pilar esencial de la seguridad
jurídica como garantía de que la ley se apega al espíritu y letra de la Constitución. La
reforma Constitucional de agosto de 1994 estableció la acción de inconstitucionalidad
por la vía directa, estableciendo así una coexistencia de mecanismos de control
constitucional en nuestro sistema político: control concentrado y control difuso
(Sanchez).

LOS DERECHOS ECONOMICOS Y SOCIALES


En términos de derechos socioeconómicos, uno de los más importantes es el derecho
al trabajo y a la protección en caso de desempleo. También se incluyen el
establecimiento de una jornada laboral máxima, tiempo adecuado para el descanso,
salario mínimo, derecho a la asociación sindical, derecho a la huelga y acceso a una
salud, educación y vivienda adecuadas. Además, se menciona el derecho a la
seguridad social, que abarca protección en caso de accidentes laborales, asistencia a
la vejez, maternidad y apoyo a la familia.
Sin embargo, en los países menos desarrollados, muchos de estos derechos siguen
siendo solo declaraciones en papel hasta que las condiciones socioeconómicas
permitan su implementación. La Constitución establece la libertad de trabajo y la
posibilidad de que la ley regule aspectos como la jornada laboral, los salarios mínimos,
los seguros sociales y otras disposiciones de protección y asistencia del Estado para
los trabajadores manuales e intelectuales.
La organización sindical es libre, siempre y cuando cumpla con los principios
democráticos establecidos en la Constitución y tenga fines exclusivamente laborales y
pacíficos. El Estado debe proporcionar los medios necesarios para que los
trabajadores puedan adquirir las herramientas necesarias para su labor. Además, la
participación de los trabajadores en los beneficios de las empresas puede ser regulada
por la ley, teniendo en cuenta tanto los intereses del empresario como los del obrero.
El derecho a la huelga está reconocido, siempre que se ejerza dentro de los límites
legales y para resolver conflictos laborales específicos. Sin embargo, se prohíben
interrupciones o reducciones intencionales de rendimiento que afecten la
administración, los servicios públicos o los de utilidad pública. La ley establecerá las
medidas necesarias para garantizar el cumplimiento de estas normas.
Es discutible si la Constitución establece el derecho a la seguridad social o al salario
mínimo. Según la redacción del artículo 11, parece que el legislador tiene la opción de
establecer o no estos derechos, considerando el "interés general" y todas las medidas
de protección y asistencia del Estado que se consideren necesarias para los
trabajadores. En cuanto a la seguridad social, se mencionan las obligaciones del
Estado en relación con la familia, los ancianos, la salud, la educación y la alimentación
pública. Sin embargo, la implementación efectiva de estos derechos deja mucho que
desear en la práctica (Sanchez).

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