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BOLIVIA
CONSTITUCIÓN ECONÓMICA BOLIVIANA
Según Perez consigna el término “Constitución Económica” es una creación de
la doctrina jurídica alemana dimanante de la Constitución de Weimar, que se
impuso en Europa después de la Primera Guerra Mundial.
También el Profesor Menéndez define a la constitución política como:
El conjunto de normas que, con rango constitucional, establecen la
legitimación para ejercer la actividad económica, el contenido de las
libertades y de los poderes que se deriven de esta legitimación, las
limitaciones que afectan a los mismos y a la responsabilidad que grava
su ejercicio, así como los instrumentos y medidas con los cuales el
Estado puede actuar o intervenir en el proceso económico.
En el siglo XIX, las Constituciones del Estado liberal se centraban
principalmente en la regulación del Estado y no abordaban cuestiones
económicas, ya que su objetivo era establecer la organización del poder
político y las competencias de las instituciones estatales. Sin embargo, a partir
de 1938, las Constituciones en Bolivia comenzaron a incluir regulaciones
económicas, pasando a ser consideradas como "Constituciones jurídicas".
Aunque se les sigue llamando "Constitución Política del Estado", ahora también
incluyen directrices para la organización de la sociedad en su conjunto,
abarcando tanto el Derecho público como el Derecho privado. En el terreno
económico, las constituciones actuales amplían su ámbito normativo,
estableciendo los principios rectores del sistema económico y determinando las
posiciones de los sujetos privados y los poderes públicos en dicho sistema
(Herrera, 2006).
El profesor Valencia Vega tiene una opinión diferente al artículo 149 de la
Constitución boliviana, que garantizaba la libertad civil, la seguridad individual,
la propiedad y la igualdad ante la ley para todos los bolivianos. El artículo 156
establecía que todo inventor tendría la propiedad de sus descubrimientos y
producciones. La primera Constitución también estableció que ningún tipo de
trabajo, industria o comercio podía ser prohibido, a menos que fuera contrario a
las costumbres públicas, la seguridad y la salud de los bolivianos. Basándose
en estos mandatos constitucionales iniciales, Bolivia ha adoptado un sistema
económico liberal desde su independencia en 1825, donde prevalece la
iniciativa económica y la propiedad privada de los medios de producción. Ariño
señala que la libertad económica es una condición necesaria pero no suficiente
para la libertad política, y que el requisito fundamental para la libertad
económica y política es la propiedad. En las sociedades libres, es fundamental
contar con un marco jurídico que proteja la propiedad privada y garantice el
cumplimiento de los contratos. Sin embargo, aunque la Constitución boliviana
no incluía normas específicas que se refirieran a una "Constitución
Económica", esto no significaba la ausencia total de un régimen económico. El
sistema de libre mercado que se impuso en Bolivia fue influenciado por las
doctrinas políticas liberales heredadas de la Revolución Francesa, que se
sintetizan en la conocida frase "laissez faire, laissez passer" (dejar hacer y
dejar pasar), lo que implica que el mercado toma las decisiones. El régimen
económico liberal en Bolivia estaba regulado por el Derecho privado, como el
Código Civil de 1830 y sucesivas modificaciones, el Código de Comercio y la
legislación mercantil del siglo pasado, así como el Código Penal de 1831 y
posteriores reformas. Esta legislación ha prevalecido a lo largo de más de un
siglo de vida republicana, ya que todas las constituciones adoptadas durante
ese periodo han mantenido de manera constante lo que se podría llamar su
"régimen económico": el reconocimiento y respeto a la propiedad privada, la
industria y el comercio (Herrera, 2006).
La Constitución de 1938 no tuvo un impacto significativo en el ámbito
económico de Bolivia, lo que resultó en un atraso económico, social y político
en el país. La población boliviana comenzó a protestar contra las condiciones
socioeconómicas y la exclusión de los campesinos. La minería, que era la
principal fuente de ingresos del Estado, estaba controlada por tres grandes
empresas propiedad de los "barones del estaño": Simón I. Patiño, Mauricio
Hoschild y Carlos Víctor Aramayo. Estas empresas operaban sin control estatal
y tenían un poder económico y político significativo, influenciando la elección y
el mantenimiento de los gobernantes. En respuesta a esta situación, se produjo
la Revolución de 1952, que transformó completamente la estructura económica
de Bolivia. Se pasó de una economía semifeudal controlada por capitales
privados poderosos a una economía controlada principalmente por el Estado.
Aunque la revolución no prohibió la iniciativa privada, se inició la intervención
directa del Estado en la economía, dando lugar a un capitalismo de Estado
(Herrera, 2006).
El art. 143 establece por primera vez que “no se permitirá la acumulación
privada de poder económico en grado tal que ponga en peligro la
independencia económica del Estado. Expresamente no reconoce ninguna
forma de monopolio privado y las concesiones de servicios públicos no podrán
ser otorgadas por un período mayor de 40 años.
A renglón seguido el art. 145 disponía que “El Poder Ejecutivo formulará
periódicamente el plan general de desarrollo económico y social del país, cuya
ejecución será obligatoria”. En la misma disposición reconocía que “La iniciativa
privada recibirá el estímulo y la cooperación del Estado cuando contribuya al
mejoramiento de la economía nacional.
La intervención directa del Estado se ponía de manifiesto en el art. 146 cuando
disponía que “El Estado determinará la política monetaria, bancaria y crediticia,
con el objeto de promover las condiciones más favorables para el desarrollo
ordenado de economía nacional” (Herrera, 2006).
ARGENTINA
LA NOCIÓN DE “CONSTITUCIÓN ECONÓMICA”
El movimiento político surgido a finales del siglo XVIII en el mundo occidental,
después de la Revolución Francesa, buscaba organizar los Estados bajo una
concepción liberal. Este enfoque se reflejó claramente en las constituciones
que se promulgaron en cada país, las cuales tenían como objetivo establecer y
regular el poder político a través de instituciones estatales y sus respectivas
competencias. Sin embargo, estas constituciones se centraban principalmente
en lo público (el Estado) y no abordaban aspectos sociales, culturales o
económicos. En el caso de la Constitución Argentina de 1853, esta seguía este
modelo liberal, con un bloque de treinta y cinco artículos que establecían
declaraciones, derechos y garantías para todos los habitantes del país. Aunque
hubo una reforma en 1949 bajo el gobierno del Gral. Juan Domingo Perón, esta
fue derogada después del golpe de Estado de 1955, volviendo al texto original.
La única adición que se mantuvo fue el artículo 14 bis, que incorporaba
derechos sociales y laborales. Desde entonces, la Constitución argentina ha
permanecido prácticamente sin cambios, excepto por una única reforma en
1994. La segunda parte de la Constitución se dedica a la organización de los
tres poderes del Estado: Legislativo, Ejecutivo y Judicial, así como otros
organismos y gobiernos provinciales. A pesar de su naturaleza liberal, la
Constitución Argentina ha ido incorporando algunos derechos sociales a lo
largo del tiempo, aunque no contiene disposiciones explícitas sobre aspectos
económicos. El concepto de "Constitución Económica" surgió a partir del
traspaso del Estado liberal al Estado de Bienestar después de la Primera
Guerra Mundial. Esto llevó a la inclusión de normas económicas en las
constituciones, lo que dio lugar a un nuevo tipo de constitucionalismo basado
en ideas políticas más modernas. En resumen, la Constitución Argentina de
1853 sigue un enfoque liberal y ha incorporado elementos de una "Constitución
Económica" a lo largo del tiempo, aunque de manera limitada (Pardini, 2018).
CLAUSULAS ECONÓMICAS CONSTITUCIONALES.
Es cierto que muchas constituciones de la época carecían de cláusulas
regulatorias para un sistema social y económico, pero todas ellas lo
proclamaban. Aunque la Constitución argentina de 1853-1860 no contiene una
definición explícita sobre la economía, esto no impide buscar una definición
implícita o pautas para llegar a esa definición. La omisión constitucional no nos
lleva a una identidad rígida y dogmática con una escuela o modelo económico
específico. Juan Bautista Alberdi fue una de las principales fuentes de la
Constitución argentina, y su obra "Sistema Económico y Rentístico de la
Confederación Argentina" se ha utilizado para encontrar los orígenes de las
disposiciones económicas en la constitución. Alberdi reemplazó el concepto
mercantilista y estatista de creación de riqueza por el Estado con el principio de
que la riqueza la crean los ciudadanos a través del trabajo, el capital y la tierra.
Aunque la Constitución argentina nació en la época del liberalismo político, no
se consagra ni el intervencionismo estatal ni el laissez faire absoluto. La
constitución establece normas sobre facultades financieras y fiscales del
Estado, actividad bancaria, emisión de moneda, competencias aduaneras,
navegación y códigos de comercio, minería, trabajo y seguridad social, lo que
indica la presencia estatal en el sector económico. El silencio de una
constitución sobre el sistema económico no implica indiferencia ni neutralidad,
ya que se puede inferir el sistema económico a través de los derechos
individuales reconocidos en el texto constitucional. Con la reforma de 1994, se
diseñó un nuevo "sistema económico" en la Constitución argentina, con normas
sobre defensa de la competencia, mercado, control de monopolios, calidad y
eficiencia de los servicios públicos, solidaridad, equidad, progreso económico
con justicia social, productividad y crecimiento armónico de la Nación. Esto ha
llevado a la conclusión de que nuestra Ley Fundamental ha consagrado una
"economía social de mercado". Aunque la Constitución argentina no definió
explícitamente un modelo económico, este se desprende de diversas
disposiciones y de las ideas de Juan Bautista Alberdi, al igual que la
Constitución de los Estados Unidos. Las normas que consagran el derecho de
propiedad, comercio, trabajo, industria y libre circulación de personas y bienes,
así como la iniciativa individual, son fundamentales en nuestra Constitución. En
resumen, la Constitución argentina ha sustentado su "sistema" económico
desde sus inicios en las ideas liberales del siglo XIX, asegurando derechos y
libertades económicas (Pardini, 2018).
EL PRINCIPIO DE INICIATIVA ECONÓMICA.
Iniciativa privada y pública.
En la Constitución argentina se reconocen y protegen los derechos y libertades
económicas, lo cual incluye la iniciativa privada. Aunque el término específico
de "libertad de iniciativa económica privada" no es utilizado, se pueden inferir
sus principios a partir de varias disposiciones constitucionales (Pardini, 2018).
La Constitución garantiza el derecho a la propiedad, el cual es fundamental
para el ejercicio de la actividad económica privada. También protege la libertad
de comercio y navegación, así como el derecho al trabajo y la libertad de
contratación. Estos derechos y libertades se aplican a todas las personas, tanto
nacionales como extranjeras (Pardini, 2018).
Además, la Constitución establece limitaciones al poder del Estado en materia
económica. Expresamente prohíbe la sustitución de la iniciativa privada por la
actividad económica estatal, lo que significa que el Estado no puede
monopolizar ni centralizar todas las actividades económicas. Sin embargo, esto
no implica un laissez faire absoluto, ya que la Constitución también otorga al
Estado facultades financieras y fiscales, entre otras (Pardini, 2018).
En resumen, aunque la Constitución argentina no utiliza el término exacto de
"libertad de iniciativa económica privada", sí protege los derechos y libertades
que le son inherentes y limita el poder del Estado en materia económica. Esto
sustenta y reconoce la importancia de la iniciativa privada en el modelo
económico y social del país (Pardini, 2018).
Principio de subsidiaridad al principio coiniciativa.
A pesar de los avances que se han logrado en términos de subsidiaridad en la
intervención estatal en la economía, la Constitución argentina mantiene este
principio. A diferencia de la Constitución española de 1978, que reconoce
explícitamente la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado,
la Constitución argentina no ha alcanzado el mismo nivel de modernización. En
la Constitución española, la libertad de empresa está estrechamente vinculada
a las normas que regulan la intervención del Estado en la actividad económica.
En cambio, en la Constitución argentina, el Estado se considera subsidiario a la
iniciativa privada en materia económica, aunque mantenga una posición
garantista respecto a los derechos sociales.
En España, no hay una subordinación de la iniciativa pública a la privada, sino
una coexistencia. Todos los participantes del mercado están sujetos a las
mismas reglas y no hay privilegios para el Estado. Sin embargo, esto no
significa que el Estado español pueda emprender cualquier actividad
económica, ya que debe siempre prevalecer el interés general.
En Argentina, a partir de la década de 1970, se observaron los problemas
derivados de la intensa intervención estatal en diversos sectores de la
economía. A partir de la crisis del Estado de Bienestar, se implementó una
especie de intervención estatal subsidiaria. La reforma constitucional de 1994
reflejó estas transformaciones económicas y sociales, estableciendo que la
participación del Estado en la economía es subsidiaria a la iniciativa privada.
Se considera que el Estado argentino tiene un rol supletorio en salud,
educación y servicios públicos, brindados principalmente por los particulares
(Pardini, 2018).
Desde el punto de vista constitucional, la Constitución argentina no ha
superado la etapa de subsidiaridad y no ha avanzado hacia la regulación de la
participación del Estado en la economía. Sin embargo, políticamente, ha habido
una mayor intervención estatal en la economía durante los últimos gobiernos
argentinos. Aunque esto no ha afectado las normas constitucionales vigentes.
En resumen, la Constitución argentina se adapta a los cambios históricos,
sociales y políticos del país, pero desde el punto de vista constitucional, solo
puede interpretarse a través del principio de subsidiaridad. No existe la
posibilidad de una co-iniciativa estatal en igualdad de condiciones con la
actividad económica privada. Los particulares y el Estado no son competidores
asimilados y no actúan en un plano de igualdad en el mercado (Pardini, 2018).
LIBERTAD DE EMPRESA.
La tutela de la libertad de empresa.
Debemos comparar en esta sección los puntos de conexión entre la
Constitución española actual y la Constitución argentina después de su última
reforma. Como se mencionó anteriormente, el artículo 38 de la Constitución
española contiene una declaración fundamental en su primer inciso: el
reconocimiento de la libertad de empresa en el mercado. Esto prohíbe dos
sistemas extremos y deja margen para que el poder político configure el
modelo económico del país. La Constitución española no establece un modelo
económico específico, sino genérico, rechazando tanto la absoluta libertad
económica como la estatización completa de la economía. Dentro de este
modelo legal, la libertad de empresa se considera un derecho fundamental,
protegido por el Tribunal Constitucional frente al legislador y por los jueces y
tribunales ordinarios frente a los demás poderes públicos y particulares. La
libertad de empresa abarca la libertad de iniciativa económica privada,
especialmente en el ámbito comercial dentro del Estado de Derecho. Además,
el derecho que protege a las empresas está relacionado con otros derechos y
libertades, como la propiedad privada, el derecho de asociación, la libertad de
residencia y circulación, el derecho al trabajo y a la libre elección de profesión,
la libertad de expresión y la libertad de contratación en general. En resumen, la
Constitución española reconoce a los ciudadanos la libertad de emprender y
desarrollar actividades económicas, sin importar la forma jurídica o la
modalidad patrimonial o laboral utilizada. Por otro lado, en la Constitución
argentina, desde su texto original de 1853, se reconoce la libertad de empresa
a través del derecho a trabajar y ejercer industrias legales, comerciar, publicar
ideas sin censura previa, usar y disponer de la propiedad, y asociarse con fines
útiles. Estos derechos se complementan con el derecho a la propiedad privada,
la igualdad y la libertad establecidos en otros artículos constitucionales. Aunque
la Constitución argentina no menciona expresamente el mercado ni declara su
adscripción al sistema de economía de mercado como lo hacen algunas otras
constituciones, el mercado surge del juego armónico de otros principios como
los derechos y garantías antes mencionados, así como de los artículos que
tratan la libertad de circulación, navegación y el dictado de códigos de fondo.
Además, cuando en 1994 se introdujo el artículo 42 de protección a los
consumidores y usuarios, se definió prácticamente el modelo económico de
mercado, al consagrar la protección de la competencia contra cualquier forma
de distorsión de los mercados. De esta manera, también se protege
implícitamente la libertad de empresa (Pardini, 2018).
El contenido esencial de la libertad de empresa.
Se ha establecido que, en el constitucionalismo español, la libertad de empresa
se considera un derecho fundamental debido a su contenido esencial que no
puede ser modificado por el legislador. Sin embargo, determinar cuál es dicho
contenido esencial es siempre un desafío. Existen dos concepciones diferentes
sobre esto: una absoluta y otra relativa.
En la concepción absoluta, el contenido esencial de un derecho actúa como un
límite inamovible para los otros derechos fundamentales. Si se viola este límite,
se estaría infringiendo la Constitución. Por otro lado, la concepción relativa
considera que el contenido esencial y el principio de proporcionalidad son lo
mismo. En este caso, el contenido esencial sería lo que queda después de
sopesar los diferentes bienes constitucionales en conflicto.
Si se restringe la libertad de empresa, se debe aplicar el juicio de
proporcionalidad para determinar si dicha restricción es o no constitucional.
Esto implica analizar si la medida es adecuada, necesaria y proporcionada.
Una medida es adecuada cuando es efectiva para lograr el objetivo perseguido.
No es necesaria cuando existen otras alternativas menos restrictivas que
también pueden alcanzar el mismo objetivo. Y es proporcional cuando la
restricción de la libertad está equilibrada con la protección del fin perseguido.
El contenido esencial de la libertad de empresa no es una libertad
"condicionada", sino una libertad absoluta que prevalece sobre otros valores.
Es el núcleo mínimo e irrenunciable de esa libertad, sin el cual la libertad
desaparecería. Este contenido esencial se podría definir como lo que no puede
ser afectado por otros derechos, libertades y exigencias de la economía y la
planificación.
REPÚBLICA DOMINICANA
LOS DERECHOS CONSTITUCIONALES Y EL ORDENAMIENTO
ECONOMICO.
La Constitución económica se refiere a las normas que establecen el marco
económico de una sociedad y determinan cómo se protegerán los derechos
económicos de las personas y los límites de la acción estatal en la economía privada.
Estas normas definen las acciones que puede tomar el Estado en la economía y
proporcionan los mecanismos necesarios para ello. En algunos casos, como en
República Dominicana, la Constitución económica no es una sección separada, sino
que se puede inferir de los principios fundamentales y del articulado de la Constitución.
En el caso de la Constitución de República Dominicana, se hace referencia a la
economía en varios lugares de su texto. Por ejemplo, se establece como objetivo
principal del Estado la protección de los derechos humanos y el fomento del desarrollo
económico y social del país. También se reconocen y garantizan los derechos de los
ciudadanos en el ámbito de las relaciones económicas, y se establecen límites para la
intervención estatal en la economía (Sanchez).
Según las disposiciones constitucionales mencionadas anteriormente, se puede
concluir que el sistema económico dominicano es mixto. Existe un equilibrio entre la
regulación del mercado y la libertad económica de los individuos, lo que evita la
adopción de una política económica puramente capitalista o socialista. Este sistema es
lo suficientemente flexible como para que el Estado pueda adaptar su actuación a las
necesidades económicas del país. Un ejemplo de esto es el cambio del sistema de
sustitución de importaciones a uno de apertura comercial sin necesidad de modificar la
Constitución. (Sanchez)
Los instrumentos que tiene el Estado dominicano para implementar una política
económica a nivel global son los siguientes: política fiscal, política monetaria y política
tributaria. La política fiscal se refiere al manejo del gasto público para mantenerlo en
ciertos niveles y equilibrarlo con las inversiones privadas. La política monetaria busca
mantener la estabilidad del valor monetario y controlar la inflación. La política tributaria,
además de ser un medio de recaudación para el Estado, puede utilizarse para
estimular o desalentar ciertas actividades económicas y crear barreras arancelarias
que favorezcan a los sectores productivos nacionales. Estos instrumentos están
establecidos en la Constitución dominicana en los artículos correspondientes al
régimen de gasto público, régimen monetario y deber de contribuir a las cargas
públicas.
Además, aunque la Constitución no clasifica los derechos consagrados en ella, se
pueden dividir en tres categorías principales. Primero, los derechos civiles o
individuales de contenido económico, como el derecho de propiedad y la libertad de
empresa. Segundo, los derechos civiles o individuales que, aunque no tienen un
carácter económico estricto, protegen los intereses económicos de la propiedad y la
empresa a través de principios de seguridad jurídica, igualdad ante la ley,
irretroactividad de la ley, legalidad y justicia. Por último, se encuentran los derechos
económicos y sociales, que surgen de la demanda por parte de la población de mayor
seguridad económica y justicia social. Estos derechos incluyen el derecho al trabajo y
a la seguridad social. (Sanchez)
LOS DERECHOS INDIVIDUALES DE CONTENIDO ECONOMICO.
El derecho de propiedad
La Constitución garantiza el derecho de propiedad como uno de los "derechos
sociales" del individuo. Este derecho es considerado fundamental para la organización
económica y jurídica de una nación. Sin embargo, este derecho puede ser limitado por
la ley, siempre y cuando no sea eliminado por completo (Sanchez).
La Constitución permite la expropiación por causa justificada de utilidad pública,
siempre y cuando se realice un pago justo como indemnización. Esta expropiación no
solo se aplica a obras públicas de interés estatal o municipal, sino también a casos de
interés social. La expropiación solo se puede realizar en inmuebles y solo el Estado y
los municipios tienen esta facultad, aunque se puede otorgar a otras personas
mediante una ley especial. La indemnización justa se determina según el verdadero
valor de la propiedad y debe ser fijada por un tribunal competente (Sanchez).
Aunque la Constitución no lo menciona expresamente, se considera que el derecho de
propiedad está sujeto a las leyes y regulaciones que pueden imponer cargas y
restricciones a la propiedad. Además, la Constitución establece que los yacimientos
mineros pertenecen al Estado y solo pueden ser explotados por particulares mediante
concesiones o contratos que establezca la ley.
El derecho de propiedad también abarca el derecho a la propiedad intelectual. La
Constitución reconoce el derecho a la propiedad exclusiva de inventos,
descubrimientos, producciones científicas, artísticas y literarias, según lo determine la
ley. Este derecho es fundamental para el desarrollo económico, ya que protege las
ideas y creaciones intelectuales. Además, la Constitución establece que toda la
riqueza artística e histórica del país forma parte del patrimonio cultural de la Nación y
está bajo la protección del Estado.
La libertad de empresa
El artículo 8, numeral 12 de la Constitución establece la libertad de empresa, comercio
e industria en la República Dominicana. Esto significa que el país tiene un sistema de
economía de mercado basado en la libre empresa. Sin embargo, se prohíbe la
creación de monopolios en beneficio de particulares, solo permitiendo su
establecimiento en favor del Estado o de instituciones estatales mediante ley del
Congreso. Esta libertad incluye la fundación y gestión de empresas, organización
empresarial, dirección de la empresa, producción, inversión y desarrollo, fijación de
precios, distribución y venta, así como la competencia y publicidad. La Constitución
también permite la posibilidad de establecer monopolios estatales en algunos sectores
económicos, aunque esto es una excepción a la libertad de empresa y competencia
económica. Además, el Estado puede limitar la libertad de producción en ciertos
productos, como productos farmacéuticos, bebidas alcohólicas y fuegos artificiales,
para proteger la seguridad y salud ciudadanas. También existen requisitos de
producción en áreas como protección laboral, medio ambiente, salud y seguridad
técnica, que imponen obligaciones a las empresas en términos de medios de
producción y actividades (Sanchez).
La libertad de asociación
El numeral 7 del artículo 8 de la Constitución reconoce la libertad de asociación y
reunión sin armas para fines políticos, económicos, sociales, culturales u otros que no
sean contrarios al orden público, seguridad nacional y buenas costumbres. Este
derecho permite a los ciudadanos dominicanos formar asociaciones que reflejen sus
intereses e ideas en diversos aspectos de la vida en sociedad. Sin embargo, esta
libertad no es absoluta y debe respetar el orden público y los derechos de los demás.
Por lo tanto, existen limitaciones a este derecho, exigiendo que las acciones derivadas
de la libertad de asociación no sean contrarias al orden público, seguridad nacional y
buenas costumbres. Además, el derecho de asociación también incluye el derecho de
no asociarse, lo que significa que ningún ciudadano puede ser obligado a unirse a una
organización a la que no desea pertenecer, ni se le puede exigir afiliación como
requisito para ejercer otros derechos. El numeral 7 del artículo 8 menciona
específicamente la posibilidad de los dominicanos de organizarse en partidos políticos,
sociedades comerciales, organizaciones comunitarias y clubes culturales, entre otros.
Los derechos de organizar sindicatos y partidos políticos tienen normas
constitucionales específicas (Sanchez).
La libertad de contratar
Aunque no se menciona específicamente en la Constitución, la libertad de contratar
está implícitamente consagrada en el principio de legalidad, razonabilidad y igualdad
que se encuentra en el numeral 5 del artículo 8. Este principio establece que nadie
puede ser obligado a hacer lo que la ley no ordena ni impedido de hacer lo que la ley
no prohíbe. La ley es igual para todos y solo puede ordenar lo que es justo y útil para
la comunidad, y prohibir lo que perjudica. Estos principios implican que la relación
entre el Estado y el individuo no es una en la que el Estado tiene poder para ordenar la
vida de los ciudadanos y solo les permite actuar dentro de límites establecidos. En
cambio, es el individuo quien tiene libertad para actuar como desee, siempre y cuando
respete los derechos de los demás, representados por las leyes justas y razonables
emitidas por el Estado. Por lo tanto, el individuo puede ser legislador de sus propias
acciones dentro de los límites establecidos por la Constitución. Las relaciones jurídicas
con los demás se rigen por los contratos que se realicen entre las partes. Sin
embargo, la libertad contractual tiene sus límites. Por ejemplo, en algunos contratos
laborales, el Estado puede reemplazar la voluntad de las partes por sus propias
regulaciones en beneficio de sus intereses o del orden público. El orden público y las
buenas costumbres son los límites de la libertad de contratar (Sanchez).
LOS DERECHOS INDIVIDUALES QUE GARANTIZAN LA SEGURIDAD JURÍDICA.
La Constitución también incluye una serie de disposiciones que garantizan el principio
de legalidad o estado de derecho. Esto significa que todas las acciones
gubernamentales y administrativas están subordinadas a las leyes, y tanto las
acciones como las leyes están sujetas y de conformidad con la Constitución. El
respeto a este conjunto de normas que aseguran el principio de legalidad establece el
orden mínimo necesario para que la actividad económica y empresarial se desarrolle
en un entorno de certeza institucional. Entre los principios y normas constitucionales
que garantizan este estado de derecho y seguridad jurídica a los agentes económicos,
encontramos los siguientes (Sanchez):
i. El principio de igualdad ante la ley;
ii. El criterio de razonabilidad de las leyes;
iii. El principio de irretroactividad de la ley; y
iv. El control de constitucionalidad de las leyes.
v. El Principio de Igualdad ante la Ley (Art. 8, apartado 5).
Según el artículo 8, apartado 5 de la Constitución, la ley es la misma para todos. Esta
disposición constitucional implica que nadie puede ser obligado a cumplir lo que no ha
sido regulado por la ley, que la ley es general en su aplicación y no se aplica a casos
específicos ni a personas o grupos de personas. Este artículo se ve reforzado por el
artículo 100 de la Constitución, que señala que la República condena cualquier
privilegio o situación que tienda a menoscabar la igualdad de todos los dominicanos,
entre los cuales sólo deben considerarse las diferencias resultantes de talentos o
virtudes. Según sentencia de nuestra Corte Suprema de Justicia, las disposiciones del
Código Tributario que establecen que las decisiones relativas a multas, impuestos,
tasas, contribuciones, derechos, multas o recargos no pueden ser recurridas sin el
debido comprobante de pago ante las oficinas de recaudación correspondientes
constituyen una violación del principio de igualdad ante la ley, así como de la gratuidad
de la justicia.
El Criterio de Razonabilidad de las Leyes (Art. 8, apartado 5).
En la última parte del artículo 8, apartado 5 de la Constitución, se establece que la ley
no puede ordenar más de lo que es justo y útil para la comunidad, ni prohibir más de lo
que la perjudica. Aquí, la Constitución establece un criterio o estándar de razonabilidad
que requiere una relación sustancial y razonable entre el acto (ley, acto administrativo,
sentencia) y la seguridad, la salud, la moral y el bienestar de la comunidad. Se trata de
una cláusula de amplio alcance y poco definida por nuestra jurisprudencia. Sin
embargo, rara vez ha sido utilizado por los tribunales de nuestro país. Aunque su
redacción amplia e indefinida permitiría a los jueces un mayor poder de decisión,
dándoles la oportunidad de declarar inconstitucionales leyes consideradas arbitrarias o
irrazonables en base a datos ofrecidos por el entorno social y la opinión pública
(Sanchez).
El Principio de Irretroactividad de la Ley (Art. 47).
La Constitución, en su artículo 47, establece que la ley sólo se aplica al futuro. No
tiene efecto retroactivo salvo cuando sea favorable a la parte sub judice o al
cumplimiento de una pena. En ningún caso la ley o cualquier autoridad pública podrá
afectar o alterar la seguridad jurídica derivada de situaciones establecidas según la
legislación anterior. Lo cierto es que, a pesar de la claridad del artículo 47, su
aplicación plantea una serie de dificultades teóricas en la práctica económica. Si la ley
y los actos del Estado no pueden afectar derechos adquiridos conforme a la legislación
anterior, estamos negando al Estado el derecho a ejercer su papel de regulador de la
actividad económica, como lo establece la propia Constitución. ¿No sería esto tan
ilógico como decir que los maridos casados antes de la fecha en que se promulgó la
ley que otorga plenos derechos a las mujeres casadas tienen un derecho adquirido a
la desigualdad para sus esposas, mientras que los que se casan después de esa
fecha no disfrutarían de ese derecho? El Control de la Constitucionalidad de Leyes y
Decretos (Art. 46).
El artículo 46 de la Constitución establece que es nula toda ley, decreto, resolución,
reglamento o acto contrario a la Constitución. Este es el pilar esencial de la seguridad
jurídica como garantía de que la ley se apega al espíritu y letra de la Constitución. La
reforma Constitucional de agosto de 1994 estableció la acción de inconstitucionalidad
por la vía directa, estableciendo así una coexistencia de mecanismos de control
constitucional en nuestro sistema político: control concentrado y control difuso
(Sanchez).