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Notas sobre el etnocentrismo, la

discriminación y el concepto de cultura

Aportes para el trabajo docente en


contextos educativos interculturales

Douglas Cairns

Introducción

Cuando se inició este proyecto de investigación teníamos algunas


ideas claras y otras muy poco claras. Entre las primeras figuraba el
hecho de querer trabajar con niños y/o jóvenes en diversos contextos
educativos. Por el contrario la inclusión del término intercultural (de
creciente presencia en los debates académicos) aludía a un grupo de
significados generales, en todo caso enunciables en función de una defi-
nición operativa. El término, sin embargo, se ha quedado entre nosotros
aludiendo a ciertas características que aparecían en las situaciones que
relevábamos.
No puede pasar desapercibido que el discurso de la interculturalidad
se legitima cada vez mas en una época de corrección política y discursos
y textos éticos, junto con la mayor visibilización de situaciones concretas
de interculturalidad y de violencia intercultural. Anteriormente términos
como aculturación, contacto y relaciones interétnicas cubrían sentidos si-
milares en los debates antropológicos.
Tanto en nuestros trabajos como en los de otros autores se han releva-
do situaciones de violencia en contextos educativos que pueden ser conside-
rados como interculturales, más allá incluso de su reconocimiento o no por
parte de los actores. Algunas son protagonizadas por niños con otros niños,
otras a docentes como participantes. Quizá algún docente encuentre en la
descripción de ciertas situaciones que se presentan en este libro elementos
que le resulten útiles para su práctica. Si además “la interculturalidad”,
este “paraguas de significados”, nos permite imaginar como entender, re-
solver, controlar algunas de las violencias y de los sufrimientos asociados
a posiciones etnocéntricas, bien vale el intento y la especulación. Ese es,
entonces, el propósito de este artículo.

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¿La escuela tiene que hacerse cargo de tales situaciones, o son cuestio- Es posible distinguir diferentes tipos o formas de etnocentrismo (que
nes más generales, más amplias que exceden las posibilidades de interven- en los hechos suelen manifestarse en forma entrelazada). A partir de la de-
ción de maestros, directivos, padres y niños que transitan la cotidianeidad finición antedicha, distinguiremos tres formas o tipos, los que se vinculan
escolar? ¿Es posible que las ciencias antropológicas contribuyan a su com- con diferentes grados de violencia y discriminación.
prensión y a su resolución? Entendemos que para enriquecer el diálogo entre Por una parte, el etnocentrismo valorativo, que supone la atribución de
docentes y antropólogos puede resultar de utilidad efectuar un breve recorri- una supuesta superioridad de ciertos seres y grupos sobre otros. En esta forma
do por conceptos centrales de la antropología como etnocentrismo y cultura, de etnocentrismo, la violencia es explícita porque supone la división entre algo
los que suelen estar presentes –aunque no siempre explícitos–, cuando los considerado superior (por lo general lo propio) y algo considerado inferior. Esta
antropólogos pensamos en la educación, y también cuando desde las escuelas forma etnocéntrica es la que más violencias genera, acompaña y justifica. Tal
se piensa en la interculturalidad. Es sugerente que, mientras en el contexto la creencia por ejemplo en la superioridad de argentinos sobre bolivianos, de
de la formación universitaria se cuestiona la mención autónoma a la cultura quienes viven en la ciudad sobre quienes viven en zonas rurales, etcétera.
y lo cultural, en contextos educativos los docentes recurren frecuentemente a Distinguimos un segundo tipo de etnocentrismo que podríamos llamar
estos conceptos para explicar procesos de identificaciones y diferencias. metodológico, en este no hay una definición de personas o grupos que se con-
sideran superiores o inferiores, sino que se refiere al uso que hacemos de
nuestra propia realidad social y cultural para entender y comprender la de
Etnocentrismo: aproximación, tipos y orígenes otras personas y grupos. Por ejemplo, cuando para entender una religión par-
ticular recurro a mis propias experiencias religiosas o para comprender los
Algunas de las situaciones examinadas en este libro se caracterizan trayectos educativos de determinados niños recupero mis propias experien-
por trazar diferencias y asignar una valoración desde ciertos grupos hacia cias escolares. Esta forma, en la que utilizo mi propia realidad para entender
otros. Por lo general, las valoraciones que registramos tienden hacia la in- la ajena, fue y es discutida en la antropología. Por una parte, mientras algu-
feriorización, hacia la negatividad; seguramente desde cierta creencia en nos autores siguen considerando las generalizaciones, las contrastaciones y
la superioridad, en la positividad. En antropología, la valoración negativa o las comparaciones como actividades importantes en la disciplina, otros con-
positiva de diferencias entre seres humanos, la sobrevaloración de lo propio sideran que tales actividades tienen consecuencias no deseadas, por ejemplo,
y subvaloración de lo ajeno ha sido llamado etnocentrismo. imponer mis visiones de cómo creo que son o deberían ser las cosas.
En principio entendemos al etnocentrismo como un conjunto de actitu- Llamamos al tercer tipo normal-cotidiano, son parte de nuestras
des, prácticas y creencias que incluyen (en distinto grado e intensidad) los prácticas y creencias que no incluyen explícitamente una referencia a la
siguientes elementos: 1) la marcación de diferencias entre seres y grupos hu- superioridad o inferioridad; estas formas del etnocentrismo están absolu-
manos; 2) la asignación de valores en un esquema jerárquico, y 3) la conside- tamente internalizadas en nosotros (como la metáfora del pez en el agua),
ración de lo propio, de lo cercano no solo como mejor, sino como parámetro. son parte de lo que somos. Es, por esto difícil definirlas, observarlas y pre-
El etnocentrismo consistiría entonces en una práctica, actitud, acción cisarlos (de tal manera están “naturalizadas”). Esta forma está vinculada
en la que seres humanos realizan distinciones valoradas de otros seres hu- a lo que entendemos como la normalidad, a la forma en que creemos que
manos, en las cuales resulta regular la consideración de superioridad de las cosas son, a la creencia en la naturaleza de las cosas, antes que a la
unos (los propios, los cercanos), y la inferioridad de otros (los que no son definición lisa y llana de una valoración explícita, y aunque puedan causar
como uno). Desde esta perspectiva el etnocentrismo está vinculado a la dis- sufrimiento y violencia se encuentran más del lado de la no reflexividad,
criminación, en tanto esta incluye también valoraciones de diferencias. que de la intención valorativa.1
Que estas prácticas hayan sido registradas en niños (como dan cuenta
muchos de los trabajos de este libro) no nos debe hacer creer que es en ellos 1. Es necesario aclarar que su estatus de normalidad no implica un rasgo positivo.
donde se originan o encuentran su explicación; el sistema sociocultural que Para profundizar desarrollos asociados a esta noción puede resultar enriquecedor
profundizar en la diferencia entre “sentido común” y “buen sentido” de Gramsci, en
se define en alguna medida a través de los adultos tiene un papel importan-
los aportes de las investigaciones en etnometodología, en avances en la filosofía del
te en la creación y transmisión de las mismas. conocimiento y de la ciencia, etcétera.

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Resulta enriquecedor para comprender a que aludimos recurrir al Desde el inicio de la empresa antropológica, sus cultores han intenta-
pensador Gregory Bateson. Este autor sostiene que los sistemas vivientes do comprender y explicar que somos los seres humanos. La respuesta más
(personas, grupos, sociedades, etc.) mantenemos la creencia de que lo que intuitiva, hipotética y orientativa que hemos desarrollado es que los huma-
hacemos es correcto (Bateson, 1991). Vinculamos esto al etnocentrismo: no nos somos seres culturales (sociales e históricos). Esa culturalidad, que nos
podemos en nuestra vida cotidiana dudar de todo, hay supuestos, paráme- caracteriza y que es el objeto de estudio de los antropólogos, no solo no es
tros, premisas, condiciones que “damos” por hechos; esta es la dirección del transparente, y no podemos ser acabadamente conscientes de ella, sino que
etnocentrismo que llamamos normal-cotidiano. hasta algunos antropólogos han declarado la imposibilidad de que seres
Dice Rappaport: condicionados culturalmente logren comprender y explicar la cultura que
los condiciona. Es decir, no podemos llegar a conocer todas las creencias,
Bateson puso la cuestión en términos informacionales, argu- supuestos, premisas sobre las que actuamos, hay un límite.
mentando que los sistemas adaptativos operan para preservar el Este tipo de etnocentrismo al que provisoriamente hemos llamado “nor-
valor de verdad de ciertas proposiciones sobre si mismos en rela- mal-cotidiano”, tendrá un papel fundamental en el argumento del trabajo
ción a las amenazas por falsearlas. (Rappaport, 1993: 155) y a la hora de plantear las limitaciones para suprimir todo etnocentrismo.
En cualquier caso, este etnocentrismo no es centralmente ni un fenómeno
Puesto en un lenguaje más propio: los seres humanos, los grupos socia- espontáneo ni una ocurrencia individual. Podría relacionarse a nociones
les, tendemos a creer en ciertas cosas, y que tales cosas son así, y también como ideología, sentido común, sistema de ideas, de creencias, conocimien-
que tales creencias son correctas. Indudablemente, estas creencias mantie- tos y valores, a sistemas socioculturales históricos. Es una idea-práctica
nen relaciones cercanas con nuestras acciones observables y explícitas, de análoga a la del egocentrismo con la que seguramente tiene conexiones, en
manera que la creencia en la naturaleza de las cosas, es parte de nuestro el sentido que se define un centro (ego: yo; etnos: cultura propia), y un no
actuar y forma parte de nuestras razones de actuar. Esta aseveración nos centro (los otros), y otorga valoraciones sino opuestas, sí distintivas.
permite intuir que hay elementos etnocéntricos tan incrustados en nues- Habiendo distinguido diferentes tipos de etnocentrismo (distinción
tras existencias, de los cuales no solo podemos no tener consciencia, sino teórica y que reconoce, reiteramos, que en las relaciones concretas se ma-
que además, sin ellos la vida se haría imposible. Pero si bien cotidianamen- nifiestan simultáneamente aspectos de los tres), detengámonos en los orí-
te no dudamos de nuestro mundo, a la vez existe la posibilidad, en ciertas genes del etnocentrismo. Los mismos pueden ser relacionados a dos tipos
circunstancias, de problematizarlo –por ejemplo desde las prácticas científi- de procesos.
cas, que discuten al sentido común, e incluso desde las prácticas políticas. En primer lugar, se plantea un debate aun abierto en cuanto a la re-
A continuación nos proponemos relacionar estas cuestiones con dos lación del etnocentrismo con los desarrollos genéticos de nuestra especie (y
ideas, una más cercana a la filosofía y otra más cercana a la antropología. de otras emparentadas). La capacidad clasificatoria, la habilidad de trazar
Los filósofos en general tienden a definir su tarea en términos de cu- similitudes y diferencias (capacidad comparativa) y la función valorativa:
riosidad, asombro, pregunta, duda, critica (casi lo contrario de lo que es- ¿son o responden a estructuras biológicas? Si este fuera el caso, además
tamos definiendo, la creencia: creer en y creer que), pero estas tienen un de la cuestión de la universalidad, ¿podríamos parar de ser etnocéntricos?3
límite, en algún punto, una certeza, o una creencia parece ser necesaria. En segundo lugar, los seres humanos nacemos en contextos históricos,
Hasta los mas relativistas, los mas críticos, y actualmente, hasta los más sociales y culturales que sustancian, que llenan a esas estructuras (clasifi-
desconstructivistas, se asientan en algún punto desde los que ejercen su catorias, comparativas y valorativas) con contenidos particulares. De este
tarea (se podría usar fe, si este término no fuera tan cercano a los signifi-
3. Los que sostienen que el etnocentrismo tiene raíces en estructuras biológicas
cados religiosos).2
se apoyan en la generalidad y extensividad de la ocurrencia de los centrismos. De-
bemos no obstante considerar la discusión instalada en la antropología sobre si el
atributo de universal es prueba suficiente del carácter biológico de una conducta.
2. Quizá estas acciones (la duda, la crítica, la desconstrucción) no tengan límites En segundo lugar, se afirman también sus íntimas conexiones con dos capacidades
en “la vida mental”, pero en la vida diaria tienen límites, que, para algunos autores humanas: la de la clasificación de las cosas y la de la atribución de sustancialidad o
configuran la línea que separa la enfermedad de la salud (Turner, 1974). esencia a las cosas (Gelman y Hirshfeld, 2002).

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modo, habiendo nacido en Argentina en el siglo XX, por ejemplo, compartiré Clastres continúa su razonamiento para mostrar que el Estado occi-
con muchos connacionales ciertas modalidades por las cuales clasificaré, dental y capitalista es el más etnocida de todos.4
distinguiré y “similizaré” y valorare ciertas características de otros pue- Este autor nos deja en una situación ambigua. Los etnocentrismos no
blos, de otros grupos sociales y de otras personas. peligrosos y los peligrosos (el se centra en sus resultados como el etnocidio
Hemos visto en los distintos capítulos del libro como las visiones que y el genocidio producidos por la existencia del Estado) son históricos: cam-
en las escuelas circulan sobre los niños indígenas y migrantes correspon- bian, varían, se atemperan, se profundizan.
den en gran medida con imágenes instaladas en la sociedad. Pero: ¿son El quiebre que instaura la presencia del Estado para Clastres es im-
estas últimas etnocentrismos?, configuremos un escenario más completo: portante a los fines del presente trabajo, ya que es evidente que no podemos
no solo nos definimos como argentinos y no como bolivianos, algunos como deshacernos del Estado y de su autoridad en los asuntos educacionales,
occidentales y muchos no como indígenas, sino que somos parte de una escolares y docentes.
sociedad en la que algunos creen que las características asociadas a estos En conclusión, para este autor, ciertas dosis de etnocentrismo son
pueblos son cuestionables. constitutivas de toda formación social. Pareciera sugerir que los pueblos,
lo tienen, lo viven. Esta idea va en una dirección similar a la que tomamos
más arriba a propósito del etnocentrismo “normal-cotidiano”. Sin embargo,
Etnocentrismos: violencia y diversidad el autor avanza más allá, hay un momento en el que los etnocentrismos
pueden transformarse en violentos y peligrosos. Estas situaciones serían
Un antropólogo francés contemporáneo, Pierre Clastres, nos da ele- asimilables a lo que nos referimos como etnocentrismo valorativo.
mentos para sostener la distinción que hemos planteado en el punto ante- Lévi-Strauss (1987) (autor de referencia de Clastres), desde una posi-
rior entre distintos tipos de etnocentrismo. ción que ha abierto numerosos debates, argumenta que el etnocentrismo
Pierre Clastres (1981) afirma que el etnocentrismo existe en todas las –consideremos que no está pensando en sus variantes más peligrosas– es
poblaciones humanas (con lo que refiere a su “universalismo”), pero que esencial para mantener la diversidad, que es, a su vez, esencial para la
solo en algunos grupos humanos alcanza grados elevados de peligrosidad y humanidad. Véanse las siguientes citas:
violencia. Esto ocurre en las sociedades estatales. De esta forma explica las
distintas formas del etnocentrismo, remitiendo a cuestiones históricas: La actitud más antigua, y que descansa sin duda sobre fun-
damentos psicológicos sólidos en vista que tiende a reaparecer en
Esta vocación de medir las diferencias con la vara de su pro- cada uno de nosotros cuando nos hallamos puestos en una situa-
pia cultura se denomina etnocentrismo. […] [obsérvese que hasta ción inesperada, consiste en repudiar pura y simplemente las for-
aquí el autor no incorpora aspectos valorativos explícitos] El et- mas culturales –morales, religiosas, sociales, estéticas– que están
nocentrismo parece la cosa más repartida del mundo y, al menos más alejadas de aquellas con las que nos identificamos. (308)
desde este punto de vista, la cultura occidental no se distingue de
las otras. Y aún es conveniente, llevando el análisis un poco más Para cambiar, para progresar (está pensando Strauss), para lo nuevo
allá, pensar el etnocentrismo como una propiedad formal de toda (diría Bateson), hacen falta ciertas dosis de etnocentrismo, de distinción,
formación cultural, inmanente a la cultura misma. Pertenece a valoración y reconocimiento de lo propio, que permita la preservación de
la esencia de la cultura ser etnocéntrica, en la medida que toda cierta diversidad, condición del cambio y el progreso.5
cultura se considera la cultura por antonomasia. […] Pero si bien
es cierto que toda cultura es etnocéntrica, sólo la occidental es 4. Algunas afirmaciones de este autor deben comprenderse con relación a su identi-
etnocida…La violencia etnocida, como negación de la diferencia, ficación con posiciones anarquistas. Resulta necesario preguntarnos por ejemplo si
pertenece a la esencia del Estado, […] toda organización estatal el Estado es el problema, o la reducción de los sujetos a objetos, cuestión que incluye
pero también desborda el Estado y refiere a un sistema social.
es etnocida, el etnocidio es el modo normal de existencia del Es-
5. Sin embargo, Lévi-Strauss está más cerca de creer en la posibilidad de que
tado. (58-62) la diversidad (cierta dosis de etnocentrismo, normal-cotidiano lo llamamos aquí)

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Entre los etnocentrismos etnocidas (peligrosos y violentos) de los apa- Etnocentrismo: vida cotidiana, situaciones
ratos estatales de Clastres, y la reivindicación de la variedad y la diversi- educativas y escolaridad
dad que ciertas formas etnocéntricas promueven para Lévi- Strauss, hay
aún mucho espacio para pensar y argumentar. Se comprende entonces que el etnocentrismo en antropología tiene un
lugar particular: el de obstruir la constitución de un conocimiento que se
considera científico, y que por ello se lo combatió (sobretodo al etnocentris-
Etnocentrismo y antropología mo valorativo). Más arriba mencionamos que el problema del etnocentrismo
metodológico aún se halla en debate. ¿Pueden los antropólogos controlar y
El concepto de etnocentrismo fue utilizado por antropólogos en las pri- dominar al etnocentrismo que llamamos “normal-cotidiano”?
meras décadas del siglo XX para criticar a los antropólogos del siglo XIX, Con la ayuda de Bateson, Clastres y Lévi-Strauss hemos querido am-
en particular, ciertos desarrollos del evolucionismo. pliar el concepto para aplicarlo, no solo a los estudiosos de las culturas, sino
Los autores cercanos al culturalismo y al funcionalismo sostenían a las personas en su cotidianeidad.
que los antropólogos del siglo XIX eran etnocéntricos porque en sus es- Definitivamente, el etnocentrismo no aparece solo en la práctica de
tudios comparativos entre sociedades y culturas, y en sus ordenamientos la antropología sino que es parte de los sistemas socioculturales en que
evolutivos universalistas, consideraban a sus propias sociedades y cul- habitamos (y por eso está presente también entre los antropólogos), de las
turas (mayormente oeste europeas y de Estados Unidos) como modelos a relaciones entre las personas y entre los grupos sociales. Nuestros sistemas
seguir e incluso como puntos de llegada de todas las sociedades y cultu- socioculturales incluyen creencias y prácticas etnocéntricas en y por las
ras. A los antropólogos de la primera mitad del siglo XX les llamó pode- cuales clasificamos, comparamos y valoramos, y también discriminamos.
rosamente la atención que en sus predecesores aparecían consideradas ¿Podrá esto relacionarse con las representaciones estereotipantes y las
como mejores y más avanzadas, incluso como modelos de comparación y situaciones abiertas o larvadas de discriminación registradas en diversos
estudio, precisamente las culturas y sociedades de los propios antropó- contextos formativos y en particular en las escuelas? ¿Hay alguna relación
logos (o algunos aspectos de las mismas). Seguía el razonamiento con entre estos fenómenos y las situaciones de violencia marcadas al principio?,
una explicación: podría ser que tal evaluación positiva de sus propias ¿Si el relativismo cultural puso límites al etnocentrismo como forma de
unidades socioculturales fuera producida no en un acto de conocimiento conocimiento (en antropología), podrá servirnos también para limitar las
científico desinteresado sino asociado al hecho de ser parte las mismas violencias etnocéntricas en las relaciones cotidianas de las personas y los
sociedades valoradas. grupos? ¿Será la herramienta de la relativización un ejercicio aplicable a
De manera que utilizaron el término etnocentrismo para referirse a las situaciones educativas, a las violencias, a las situaciones relevadas en
esa actitud de los antropólogos del siglo XIX. Ahora bien, si la antropología las escuelas en contextos interculturales?, mas aun, ¿podrá darnos elemen-
quería convertirse en el estudio científico de las sociedades y las culturas, tos para avanzar mas allá, de los discursos políticamente correctos sobre la
los antropólogos no debían efectuar valoraciones de las sociedades y cultu- tolerancia, la predica sobre el reconocimiento y el respeto a la diversidad?
ras que estudiaban, al menos en tanto estudiosos.
Esto último se convirtió en una herramienta metodológica fundamen-
tal llamada relativismo cultural, que crearon aquellos antropólogos del XX Etnocentrismo y otros centrismos y
como forma de combatir el etnocentrismo antropológico. La herramienta los debates sobre la cultura
resultó tan eficaz que algunos creyeron que todo etnocentrismo había sido
desterrado. Veremos como esto no fue ciertamente lo que sucedió. Y ¿si cruzamos la mirada hacia otros territorios? Además del et-
nocentrismo, ¿hay otros centrismos?, ¿hay otros fenómenos cercanos al
etnocentrismo? Enumeremos los más reconocidos: racismos, génerocen-
trismo (machismo), homocentrismo, adultocentrismo, nacionalcentrismo,
desaparezca, y que le suceda un etnocentrismo único y dominante, valorativo y ab-
soluto. etcétera.

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Todos los centrismos parecen implicar una diferencia a la que se le siempre, sino que se refuerza a través de diversos métodos: imágenes de la
asigna una valoración (además de la frecuente recurrencia y asociación en- religión, de la escuela, del sistema de salud, de los medios, etcétera.
tre aquello y nuestra posición o lugar de referencia). El centrismo en sí, en acto, es resultado de una configuración más
Pero en cada caso el término enfoca a objetos distintivos (razas [sic], amplia que él mismo; forma parte de una red de creencias y prácticas que
géneros, edades, culturas-sociedades, etc.). También es distintiva su exis- poseen una conectividad (aún cuando no estén exentas de contradicciones)
tencia sociohistórica particular, aunque no exenta de patrones, por ejemplo, con otros elementos de la cultura y la sociedad. A aquella configuración y
su potencialidad en términos de violencia. red la podemos llamar cultura o lo cultural; “en-re-dados” en ella, solemos
Todos los centrismos comparten además de su forma básica (diferen- creer, ni más ni menos, que corresponde a la naturaleza de las cosas, a la
ciación y valoración), el hecho de que son productos socioculturales e his- forma en que las cosas son y deben ser. Por ello hemos denominado a uno de
tóricos transmitidos por socialización-educación. No son creaciones indivi- los tipos de etnocentrismo: normal-cotidiano.
duales que hacen las personas porque han tenido una experiencia particu- Este fenómeno, la interconectividad, remite a la densidad del centris-
lar, aunque estas pueden jugar papeles de reforzamiento (pero también de mo. Podría suponerse que a mayor interconectividad, mayor densidad e
desconstrucción-desestructuración del centrismo). intensidad, y mayor persistencia e inamovilidad (algo que los centrismos
Entonces nuestro sistema sociocultural nos enseña los centrismos, a demuestran, desgraciadamente), y por ende mayor posibilidad y potencia-
creer que tal lengua es un dialecto, que determinados chicos tienen limita- lidad de violencia.
das capacidades de aprendizaje, que determinada población es abúlica, etc. Por otro lado, los centrismos, que a los observadores nos parecen tan
No toda actitud asociada a la marcación de diferencias y su valoración claros y precisos (y muchas veces cuestionables), y que sin embargo no solo
es un centrismo. Evidentemente hacemos diferencias y valoramos acerca de “nos poseen” sino que gozan de salud, tienen, en tanto participan del sis-
una cantidad enorme de asuntos, sin embargo, cuando esta forma se aplica tema sociocultural, una direccionalidad, una fuerza de normalización, de
a seres humanos, cuando se relaciona con valoraciones jerárquicas y poten- sentido común, de naturalidad, que nuevamente alude a una característi-
ciales violencias, cuando involucra nuestra propia posición y referencia, es ca atribuible a la cultura. El aspecto direccional-normalizador se advierte
que la llamamos “centrismo”. sobretodo en las normas y las valoraciones, por ejemplo en la creencia de
Podemos agregar dos características más de los centrismos. Por un que los adultos debemos trabajar, o que los docentes tienen conocimiento
lado, el hecho que en general, no se presentan como normas explícitas a para repartir, o que debemos morir por la patria, o que los adolescentes
seguir, del tipo: “debes considerar inferior a…” (si bien podrán existir situa- deben formarse, y muchos etc. La potencia del centrismo proviene del mis-
ciones puntuales de imitación, o incluso de transmisión verbal, esto es, por mo lugar de donde se origina la fuerza normalizadora y direccional de lo
ejemplo, en niños: “mi papa dice que los inmigrantes son…”); sino que se cultural: haz esto-cree esto. Esta fuerza puede vincularse analíticamente
encuentran incrustados en un gran número de elementos de la vida de las a la característica que Bateson le otorga a los sistemas vivos: la de man-
personas, en un sistema sociocultural. El centrismo no existe solo como un tener el valor de verdad de lo que creen y hacen, y está además vinculada
mandato explícito, único y claro, sino que conforma el resultado de múlti- a nuestra inicial definición de etnocentrismo (especialmente a su variante
ples elementos que lo condicionan, que lo configuran. Esto se relaciona con normal-cotidiano): creer que lo propio, lo cercano, como único, como modelo,
la característica de interconectividad-sistematicidad que los antropólogos como correcto.
atribuyeron tradicionalmente a la cultura. Actualmente esta atribución La fuerza de la dirección y normalización de los centrismos, en parte
está en discusión: ¿cuán interconectados están los elementos culturales? su legitimación, no está dada en sí mismos únicamente. Esta fuerza remite,
Por ejemplo: el sistema sociocultural occidental nos enseñó a creer que por una parte a la complejidad de su interconectividad cultural, y por otra
el hombre blanco de clase media era el que representaba más cabalmente a parte, a una cuestión que Bateson trató de captar ¿cuánto debemos creer en
lo humano, y que por ello el resto de la humanidad (cuando se le daba este y creer que, para seguir viviendo?, es una pregunta que solo puede respon-
nombre) eran humanos de segunda. Esto evidentemente no se sostiene solo derse con la inversa: ¿qué nos pasa cuando dejamos de creer?
como enunciado o como mandato, y posiblemente tampoco principalmente En definitiva, todos los centrismos tienen las siguientes caracterís-
a través de mensajes explícitos. Tampoco se sostiene de una vez y para ticas:

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• su formato básico que incluye diferenciaciones, valoraciones e involu- vivimos; incorporamos y actuamos tales clasificaciones y valoraciones, lo
cramientos; que nos hace ser tal o cuál x-centristas. Pero el proceso por el cuál aquellos
• su transmisión sociocultural, como su aspecto reproductivo; centrismos lucen tan normales y naturales es el etnocentrismo, nuestra
• su interconectividad, como su aspecto de complejidad, y sociedad-cultura nos prepara y forma en ello. Advertimos esto mas acaba-
• su direccionalidad, como su aspecto normalizador damente cuando comparamos nuestra realidad con otras realidades, menos
propias, lejanas, decía Lévi-Strauss.
Todo esto hace difícil entender los centrismos sin un marco conceptual Obsérvese la distinción: el etnocentrismo no explica porque un grupo
acerca de la cultura y lo cultural. Es en este marco cultural, que en la prác- humano particular cree y actúa, que los hombres, los burgueses y los antropó-
tica ocurren los centrismos. logos somos superiores o inferiores, sino que estos centrismos, que portamos,
En la base de todo centrismo encarnado, está nuestra cultura, nuestro son parte de un proceso sociocultural por el cual y en el cual aquello se nos
sistema sociocultural, que enmarca lo que creemos y lo que hacemos. Es convierte y nos llega a parecer tan obvio, normal, natural y correcto. El etno-
probablemente a partir de que crea en la existencia particular de lo propio, centrismo es la matriz de reproducción, de interconectividad, y de direcciona-
lo cercano, lo “mío”, y su valoración, que muchas otras diferencias y valora- lidad normalizadora, sobre la que se desarrollan todos los otros centrismos.
ciones se generen, se refuercen. Por ejemplo, creer que los argentinos somos La pregunta ahora sería: ¿si la sociedad y la cultura en la que vivimos
superiores a personas de otras nacionalidades, se constituye, en parte, en nos involucra en tales centrismos (a través del etnocentrismo), podrá con-
ser argentino (sucede lo mismo con otras nacionalidades), a partir de haber- tribuir a superarlos?
lo internalizado, en un contexto cultural que favorece tal creencia-práctica.
Pero no se trata sin más de una transmisión, o incluso de una incorporación
experimentada, hay además una fuerza y una dirección de legitimación, Sistemas socioculturales: distinciones,
una certificación, una normalización, una “naturalización”. No solo se pue- diferencias y diversidades y la antropología
de creer que los indígenas son salvajes y la ristra de creencias entrelazadas,
sino que se cree que la creencia es, válida y verdadera. Tradicionalmente el “etno” de etnocentrismo refería a cultura, y este
El sistema cultural, más allá de cómo se lo defina, y más allá del status término refería y refiere a algo que hemos dicho que está en el origen de
ontológico que se le otorgue, no es un objeto abstracto, es mucho de lo que nuestras distinciones y valoraciones. Clasificamos, valoramos y significa-
se está transmitiendo y es una fuerza que le permite a los seres humanos mos de la manera que lo hacemos de acuerdo (incluidas las variaciones y
transitar sus ambientes con un umbral mínimo de seguridad y creencia, cambios) a la unidad sociocultural histórica de la que formamos parte. Re-
de práctica y convencimiento (hasta en los contextos definitivamente más curriendo a Bateson hemos defendido la imposibilidad de dejar de hacerlo.
hostiles aparece el: así será). Pero entonces: ¿donde trazar la línea divisoria que separa las violencias y
las discriminaciones?
Los antropólogos del siglo XX lograron articular una conceptualiza-
Las fuentes de los centrismos: la referencia etnocéntrica ción metodológica: cuando estudies a los seres humanos no los juzgues, no
de la cultura, cuestiones terminológicas los evalúes (el relativismo cultural), o incluso no los compares con tu propia
realidad. Dejaban así planteada, la posibilidad de vencer al etnocentrismo
Hay varios tipos de centrismos, sin embargo, todos ellos tienen algún valorativo que sesgaba sus estudios.
tipo de relación con el etnocentrismo. No solo porque tengan el mismo for- Muy cerca quedaba la posibilidad de pensar en una conceptualización
mato (diferenciación, valoración y autorreferencia), sino porque se transmi- de lo humano en la que el etnocentrismo no es solo un estorbo para estu-
ten intergeneracionalmente a través del sistema sociocultural. diar, sino que es un componente de todos los grupos humanos, y de todas
Creer y actuar que /los migrantes son/ los indios son/ los de color oscu- las personas.
ro son/ los que viven en barrios pobres son/ los budistas son/ las mujeres son El etnocentrismo es cultural porque su dimensión es distintiva (en
diferentes e inferiores está relacionado con la sociedad-cultura en la que grado e intensidad) en diferentes grupos humanos, porque se transmite

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socioculturalmente, y porque tenemos las posibilidades de pensarlo y ex- cuestiones en la agenda pública también coincide con el fin de la dictadura
plicarlo desde lo cultural. Lo determinante aquí es que no parece haber y la vuelta de la democracia. La oposición democracia/autoritarismo marcó
posibilidad de discutir, entender y limitar, al etnocentrismo, sin una con- a fuego la vida de muchos de nosotros, tanto que es casi automática la opo-
cepción cultural. sición a la voz impuesta de los autoritarismos, y la aceptación y valoración
Recordemos que el relativismo cultural proponía que mientras los an- de la diversidad como asociada a la democracia.
tropólogos estudiaran a los grupos humanos caracterizados como diferen- Hay versiones de la democracia que tienden a enfatizar el relativismo.
tes debían abstenerse de realizar valoraciones (para evitar el etnocentris- Los relativismos, sobre todo vinculados a actividades cognitivas y valora-
mo valorativo), y a veces incluso de establecer relaciones, comparaciones, tivas (no hay formas, se dice, de decidir que conocimientos son más correc-
generalizaciones (para evitar el etnocentrismo metodológico). El mundo, tos, ni que valores son mejores) aparecen muy asociados a la tolerancia de
para algunos antropólogos de principios del siglo XX dejó de ser un mundo toda diversidad, y por ello a un tono de democracia. Pero quizá hasta la
donde había superiores e inferiores, y pasó a ser un mundo donde solo había democracia, como el relativismo necesiten ciertos marcos, en antropología
diferencias, y alguna que otra similitud. el relativismo cultural los necesitó.
En este contexto el concepto de diferencia alcanzó una entidad consi- A mediados del siglo XX algunos antropólogos comenzaron a sentir
derable, un carácter sustancial y esencialista: los sistemas socioculturales, que el reconocimiento de la diferencia tenía ciertos costos, y ciertos peli-
las sociedades eran simplemente diferentes. Dejó de hablarse en términos gros: cuando diferencio, también alejo, aíslo, segrego. Algunos antropólogos
de mejores y peores, pero poco a poco dejó de “haber” conexiones, generali- se dieron cuenta que el costo de haber distinguido-diferenciado sistemas
zaciones, comparaciones, buena parte de la antropología se hizo particula- socioculturales, fue no prestar atención a dos clases de fenómenos que se-
rista y localista. Este discurso relativista ha sido ampliamente difundido y rán centrales para nuestro argumento: que también podía haber similitu-
encuentra arraigo (como se presenta en algunos capítulos de este libro) en des entre esos sistemas y además, que el aislamiento y la segregación no
discursos de diversos actores educativos. permiten ver las relaciones y conexiones entre los mismos.
Keesing (1998) ha creado interesantes metáforas para entender este
aspecto de la historia de la antropología. Propone para entender a la an-
tropología del siglo XIX, evolucionista, la metáfora de la escalera (las so- Conclusión: diferencias, similitudes y desigualdades
ciedades y culturas en distintos escalones, más arriba o más abajo): “La
perspectiva de la “escalera” crea una serie de niveles y estadios de desa- Haber profundizado, marcado y distinguido tanto las diferencias no
rrollo” (69). permitía dar cuenta del hecho de que hay similitudes. Cuando acentuamos
Y agrega la metáfora del mosaico para describir a la antropología del las unas sobre las otras, las diferencias sobre las similitudes, obtenemos
principios del XX, para la que las sociedades y culturas eran conjuntos limi- visiones sesgadas.
tables, aislables y diferentes: “Cada cultura es vista como un experimento Podríamos comenzar a preguntarnos, ya dejando a los antropólogos,
único y separado de las posibilidades humanas” (68). ¿porqué tendemos a marcar y sobrevalorar más las diferencias, que las si-
En las últimas décadas del siglo XX ha habido, especialmente en nues- militudes?, ¿buscamos obsesivamente los rasgos distintivos de la crianza
tros sistemas socioculturales una explosión de reconocimiento, de acepta- y la socialización de niños indígenas y migrantes, pero ¿nos preguntamos
ción y de exaltación de la diversidad. Por ejemplo, los movimientos sociales cuantos de estos rasgos son compartidos por los niños urbanos, de clase
por los derechos civiles contra el racismo, (en nuestra experiencia cotidia- media, por los niños que no son ni indígenas, ni migrantes?
na) el cambio de las películas del far west, de indios victimarios a nativos De hecho, un aspecto a destacar es que no existe el término opuesto a
víctimas de los colonialistas, el cuestionamiento a la celebración del quinto diferenciar, salvo como neologismo en este trabajo: similizar: hacer similar.
centenario del “(des)cubrimiento de América”, la proclamación y el resur- ¿Es utópico pensar en reconocer más las similitudes?, ¿podríamos los
gimiento de las etnicidades, etc. La diversidad, la diferencia ha impacta- docentes torcer e intervenir la tendencia (a diferenciar) e impulsar también
do en nuestras sociedades y ha sido incorporada (y la antropología tiene lo contrario (similizar)?, ¿vale la pena? Identificar diferencias y similitudes
cierto mérito por ello). En nuestro país, en particular, el ascenso de tales entre mujeres y hombres, europeos y americanos, argentinos y migrantes.

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Cuando se profundizan las diferencias y se acentúan las diversidades, político-hegemónicos, de fuerza bruta, etc. Está claro que es poco pensable
hasta la conformación de unidades heterogéneas y aisladas, se puede caer esperar que los docentes (que decir de los antropólogos, y otros profesiona-
en la falta de consideración de las relaciones y conexiones históricas entre les) desestructuren esos soportes de la desigualdad. Lo que no significa que
los sistemas socioculturales (o entre las personas). Esto ha impedido a mu- no puedan operar con ellos desde la función docente, incorporarlos en clase,
chos estudiosos sociales dar cuenta de hechos importantes que atravesaban discutirlos, criticarlos, mostrarlos.
las poblaciones que investigaban: las dominaciones coloniales, la recurren- Junto con la visibilizacion de la desigualdad, atender a las diferencias,
cia del etnocidio y el genocidio, la “reorganización” neocolonial de los gru- porque las mismas existen y no podemos dejar de verlas y marcarlas, pero
pos étnicos en Estados nacionales, las distintas formas de explotación, los también podemos comenzar a ver, realizar y marcar similitudes, hacer de
efectos de la globalización, etcétera. ellas tema de aprendizaje. Podemos empezar a entender porqué señalamos
Esta desatención de la antropología, que tiene connotaciones políti- ciertas diferencias, y no ciertas semejanzas, porque tendemos a asignar
cas y éticas insoslayables, puede atemperarse si se tiene en cuenta que los ciertas valoraciones, y a reconocernos en esas circunstancias, y a reconocer
antropólogos relativistas se concentraron en testimoniar lo que creían que las fuentes de estas situaciones, los contextos e intereses que los sostienen
debían: la diferencialidad.6 Debimos aguardar que autores más inclinados y difunden.
a la historia, a la sociología y a la economía nos mostraran que ese mundo Levi Strauss seguiría en la misma senda de la universalización, desde
“mosaico” era de una artificialidad importante, y que además de las dife- la cual las diferencias pueden contextualizarse, y las similitudes encon-
rencias, existían las similitudes y las desigualdades. trarse. Sin duda sugerencias de indudable relevancia en los contextos for-
Desde mediados del siglo XX la antropología vive sucesivas crisis. Crí- mativos que incluyen a diversos (y similares) colectivos y sujetos. Porque
tica de la antropología de la primera mitad del siglo (el frenesí diferencia- no podemos olvidar que los etnocentrismos valorativos, las violencias dis-
dor), admiradora de los estudios de la desigualdad (tanto dentro de una criminatorias encuentran sus lógicas más acabadas en la marcación de las
misma sociedad como entre ellas). En este contexto un grupo de antropó- diferencias.
logos, entre conmovidos y furiosos decidieron que la solución era desterrar
el concepto de cultura. El razonamiento era: si el concepto de cultura había
sido utilizado para etiquetar unidades discretas, aisladas, separadas, ses- Bibliografía
gadas, y representar a un mundo como formado por átomos socioculturales
diferentes (mosaico), es mejor no usarlo. No era descabellado lo que ocurría: A rchetti, Eduardo (1997), Guinea-Pigs. Food, symbol and conflicto of
en un mundo en el que las interconexiones, se acentuaban, en el cual todo knowledge in Ecuador, Londres, Berg.
parecía mezclarse, términos tan cosificantes como “esta sociedad o esta cul- Bateson, Gregory (1991), Pasos hacia una ecología de la mente, Buenos Ai-
tura”, ocultaban más de lo que mostraban. res, Lohlé-Planeta.
Otros antropólogos encontraron otras diferencias a las que prestar Clastres, Pierre (1981), “El etnocidio”, en Investigaciones en antropología
atención, las de género, de sexo, de etnicidad, de edad, etcétera. política, Barcelona, Gedisa.
Algunos autores comenzaron a interesarse por el estudio de la des- Gellner, Ernest (1994), Posmodernismo, razón y religión, Barcelona, Pai-
igualdad. Veamos entonces que pasa con la relación entre diferencia y des- dós.
igualdad: Toda marcación de una diferencia con valoración supone algu- Hirschfeld, Lawrence y Susan Gelman (2002), Cartografía de la mente,
na forma de desigualdad. La diferencia asociada al ser indígena, ser de Barcelona, Gedisa.
Bolivia se carga de una desigualdad generada, en la enunciación y en la K eesing, Roger y Andrew Strathern (1998), Cultural Anthropology, Har-
práctica, desde cierto lugar de poder. Esta desigualdad puede estructu- court Brace College Pub.
rarse sobre distintos tipos de soporte: económicos, de prestigio cultural, Lévi-Strauss, Claude (1964), El pensamiento salvaje, México, Fondo de Cul-
tura Económica.
– (1987), “Raza e historia”, en Antropología estructural, México, Siglo Vein-
6. Dicho sea de paso, todo reconocimiento de la desigualdad supone un reconoci-
miento de la diferencia. tiuno.

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