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VIII. GÉNERO E IDEOLOGÍA.

CASO DE LOS BARUYA EN


PAPÚA NUEVA GUINEA
MAURICE GODELIER

HUGO BENNY ELGUERA MANSILLA


En septiembre de 1979 los Baruya formaban un
grupo de 2.159 individuos repartidos en
diecisiete aldeas y caseríos diseminados entre los
1.600 y 2.300 metros de altitud a lo largo de dos
altos valles, Wonenara y Marawaka, de una
cadena de montañas, el Kratke Range, cuyas
cumbres alcanzan los 3.720 metros en el Monte
Piora. Esta región había sido la última de las de la
provincia de las tierras altas de Nueva Guinea en
pasar, en junio de 1960, al control de la
administración colonial australiana.
MAURICE GODELIER
Por su lengua, su cultura material y su organización
social, los Baruya pertenecen a un conjunto original
de tribus o grupos locales designados durante
mucho tiempo por algunas de sus tribus vecinas
mediante un término ofensivo «Kukakuka».

Kuka en su lenguaje significa «robar», «ladrón».

Los lingüistas, los misioneros y los antropólogos se


esfuerzan por desterrar de los textos y las
declaraciones oficiales este término insultante y
proponen sustituirlo por el de Anga que, en todas la
lenguas de este vasto conjunto étnico significa
«casa».
El paisaje de Wiaveu: pueblo, jardines y bosque
ASPECTOS SOCIALES

La organización social de los Baruya es la de una


tribu acéfala compuesta de quince clanes. Los
clanes están divididos en linajes, a su vez
segmentados. La residencia es patrilocal.

Los hombres, se dedican a la fabricación de


soportes de cestería, en los que fijan las plumas que
llevan en la cabeza y, las mujeres, a la fabricación
de redes y brazaletes de fibras que tiñen y
redistribuyen entre ellas mismas y entre los
hombres.
Hasta 1960 los Baruya se gobernaban por sí mismos.
Carecían de los pilares de la civilización: clases sociales y
Estado.

En 1960 Australia decidió civilizarlos, pacificarlos y


gobernarlos.

Hasta 1951 los Baruya jamás habían visto a los blancos;


pero estaban bajo su dependencia material y económica.
Esta había comenzado un decenio antes de que los hubiesen
visto intercambiar con otra tribu.

La subordinación material al mundo de los blancos precedió


a la subordinación política e ideológica; a pesar de que en
1975 su país se haya vuelto independiente.
Antes de 1960 no había Estado ni clases sociales. Pero sí
había desigualdades; los hombres gobernaban sin las
mujeres y aun contra las mujeres. Así, la opresión no ha
nacido con la emergencia de las clases sociales.

Pero además, los mecanismos producen hombres que se


distinguen de los demás hombres: Unos por sus
capacidades excepcionales en la guerra y la agricultura.

Otros grandes , por ser ellos útiles para todos, pero a


partir de un acceso restringido: reciben dones
(chamanismo) o heredan derechos exclusivos a ejercerlos.

Así, se puede llegar a ser grande por los méritos o porque


se hereda.
Entonces, entre los Baruya hay una jerarquía social
determinada por un número de posiciones de poder, y
distinta del dominio del hombre sobre la mujer. La
producción de Grandes Hombres es por lo tanto el
complemento y la coronación indispensables de la
dominación masculina.

No es que no haya mujeres reconocidas como más


grandes que las demás, o aún más grandes que muchos
hombres. Pero no hay mujeres tan grandes como los
Grandes Hombres, los Grandes Guerreros o los Grandes
Chamanes.

Hay, entonces, dos tipos de desigualdades: entre los


hombres entre sí, y entre hombres y mujeres. Y
desigualdades son poderes y privilegios para algunos.
La riqueza no da poder y el poder no da riqueza.

Los Baruya son distintos de otras sociedades de Nueva


Guinea dirigidas por Big Men (gran hombre), en que estos
son grandes por su especial habilidad en producir y
acumular riquezas en cerdos, etc. y para distribuirlos con
generosidad calculada, produciendo un grupo de
agradecidos que ayudan a aumentar el renombre y
comparten la gloria con el Big Men.

Debe saberse si hay alguna razón en las estructuras


sociales que impida asociar poder y riqueza. Godelier
postula que esta razón se halla en el principio que
gobierna el aspecto social de la reproducción biológica y
de las relaciones de parentesco.
Este principio plantea que una mujer vale solo una
mujer, y que no se puede intercambiar por cerdos u otra
riqueza material.

El desarrollo de ciertas formas de poder y riqueza, es


excluido por el principio que regula las relaciones de
parentesco. Además, este caso negativo puede ayudar a
entender en otros lugares la formación de clases sociales
y la disolución de lazos comunitarios.
Los hombres de los clanes Delye y Boulimambakia
LA SEXUALIDAD

¿Por qué la sexualidad no deja de estar presente en


todas partes, dejando el peso de sus fantasmas? Quizá
la sexualidad no crea fantasmas sino cuando se le
pidan, cuando se la fuerce a fabricar mensajes, a
construir discursos sobre realidades que vienen de
más allá; cuando se pone a servir de signo y de sentido
de lo que no tiene nada que ver con ella.

El predominio visible de la sexualidad aparece como


disimulado reconocimiento de su invisible
subordinación a las demás relaciones existentes entre
los hombres y las mujeres.
LA ELABORACIÓN DE LA SAL

Existe una actividad productiva que no muestra


una simple división social del trabajo, sino que
constituye una autentica artesanía especializada.
Se trata de la producción de sal a partir de las
cenizas de una planta cultivada para este fin. Las
operaciones más complejas, evaporación y
cristalización, son efectuadas por hombres que
han aprendido de sus padres o de sus vecinos los
secretos técnicos y mágicos
La choza de evaporación del especialista de sal
Gwataie cose el cordón a una barra de sal y su hijo lo ayuda.
Producción de la barras de sal
SISTEMA DE INTERCAMBIO
COMERCIAL DE LOS BARUYA

Los Baruya no pudiesen reproducirse


materialmente por si solos. Su reproducción física y
social dependía en una parte fundamental de la
existencia de una verdadera economía regional, es
decir de una división del trabajo entre tribus más o
menos próximas, y de un haz de rutas de
intercambio a lo largo de las cuales circulaba de
mano en mano y según los procedimientos
aceptados por todos los productos especializados
de cada uno.
Los socios de este sistema de intercambio no están
negociando con el fin de obtener beneficios, sino
más bien con el fin de satisfacer sus necesidades
como individuos y como miembros de su sociedad.
Nadie atesora barras de sal, y nadie niega los
bienes con el fin de crear una escasez artificial para
forzar un aumento en el precio. Este sistema de
comercio exige regulares, permanentes, las
relaciones cara a cara con la gente con la que uno
se seguirá ocupando durante muchos años. Todos
conocen los tipos aceptados de intercambio.
LAS RELACIONES DE LOS BARUYA
CON SUS VECINOS

Con los YUNDUYE, de lengua y cultura totalmente


diferentes, habían firmado sus antepasados una
especie de contrato de paz eterna, atravesando un
día un tronco de árbol en un bosque e
intercambiando solemnemente a través de la
abertura sal por capas de corteza y flechas. Desde
entonces los Yunduye son los principales aliados de
los Baruya en el valle de Wonenara.
Las relaciones con los ANDJE, que viven del otro
lado de la frontera, son totalmente al revés. Son los
Andje quienes habían antaño acogido a los
refugiados Baruya y son estos quienes han
expulsado a estos últimos de su territorio. La
guerra nunca ha cesado entre las dos tribus.

Los Baruya se hallaban periódicamente en guerra


o en paz según las circunstancias con las tribus
Wantekia, Usarumpia y Yuwarrunatche, que
bordeaban igualmente sus fronteras.
RELACIONES DE GUERRA Y PAZ

GUERRA PERMANENTE

+
ANDJE - YUWARRUNATCHE -
WANTEKIA

BARUYA
USARUMPIA + YUNDUYE
+
-
PAZ PERPETUA
SIGNOS INDICATIVOS DE LA
SUBORDINACIÓN

Existen numerosos signos indicativos de la existencia


de la subordinación de las mujeres a los hombres,
uno de los más espectaculares era:

A lo largo de los caminos cada vez que un hombre se


cruzaba o adelantaba a una mujer o a un grupo de
ellas. Enseguida se paraban, volvían la cabeza y, si
tenían libre alguna de sus manos, colocaban
rápidamente sobre su rostro alguno de los pliegues
de su capa de corteza. El hombre pasaba sin mirar
para ellas, que retomaban su camino.
Los signos externos de la dominación de los
hombres sobre las mujeres son múltiples. En
primer lugar esta lo que concierne al tocado
corporal, el hecho de que entre los Baruya los
hombres son el bello sexo. Ciñen su frente de una
banda roja, el color del Sol, del que los Baruya se
proclaman hijos. Su cabeza está adornada de
Plumas, diferentes según los estadios de la
iniciación y las funciones: la pluma de águila.
Las propias aldeas estaban divididas en tres zonas,
y esta división todavía permanece. Dominando la
aldea, una o varias casas de los hombres rodeadas
de una empalizada delimitan un espacio
estrictamente prohibido a las mujeres. Ahí es donde
viven los muchachos desde que hacia la edad de
nueve años se les separa de su madre para iniciarlos
hasta los veinte o veintiún arios, edad en la que se
casan
Una casa de los hombres es una gran construcción,
la más grande del poblado, sólida, hecha para durar,
y marcada para los visitantes mediante un
ramillete. Por el contrario los abrigos menstruales
construidos por las mujeres están hechos de ramas,
cortadas y plegadas en arco, sobre las que se
arrojan terrones de hierba. Solo sirven para
algunos días. A su lado, en la maleza, es donde las
mujeres entierran la placenta, los bebes nacidos
muertos o los que no han querido criar.
Chozas (de mujer)
Moundeanga
En cuanto a los Útiles y a las armas, su fabricación
es una actividad exclusivamente masculina, al igual
que estaba reservado a los hombres el fabricar sal e
ir a intercambiarla por láminas de piedra o madera
de palmera negra que les servía para confeccionar
sus útiles o sus arcos. Incluso el bastón de cavar,
útil esencial de la mujer, que se sirve de el para
plantar y recolectar, no está fabricado por ella. Un
padre se lo fabrica a su hija, un marido a su mujer y
se lo dan.
La propiedad de la tierra, de las tierras de cultivo
y de los territorios de caza, condición básica de la
existencia, pertenece a los hombres, que se la
transmiten entre sí. Las mujeres: sus hermanas o
hijas quedan excluidas. Sin embargo, conservan
durante toda su vida el derecho de utilizar la
tierra de sus antepasados, pero como he dicho, no
la heredan jamás.
Cercos y
Pasadizos
entre los
jardines o
huertos de
los Baruya
Las mujeres están, pues, excluidas de la propiedad
de la tierra, de la fabricación y el control de los
útiles, y por lo tanto de los medios materiales de
producción. También lo están de la propiedad y el
uso de todo tipo de armas, rompecabezas, escudos
y arcos y flechas, porque la guerra y la caza son
coca de hombres. Se hallan también igualmente
excluidas del control y el uso de los medios de
destrucción, de los medios materiales de la
violencia armada. También se hallan excluidas de la
producción de la sal.
Quede claro que las mujeres Baruya podrían —
dedicándole quizá un poco más de tiempo que
los hombres— derribar arboles a hachazos,
cavar canales, tirar con arco..., pero no tienen
socialmente el derecho a hacerlo, ni el de
aprender estas técnicas. Y es preciso añadir que
su educación no les inculca voluntad de
aprenderlo, sino ni siquiera el deseo.
Toda división social del trabajo es efectivamente el
resultado de dos tipos de factores, por una parte
de las fuerzas productivas (los medios materiales e
intelectuales de que una sociedad dispone para
actuar sobre la naturaleza) y por la otra, de las
relaciones de los grupos sociales con las
condiciones materiales de su existencia, es decir,
tanto de la naturaleza que los rodea como de los
medios de que disponen para actuar sobre ella.
Los trabajos propios de las mujeres:

a) Exigen menos fuerza física o, para ser más exactos, no


exigen un fuerte gasto de fuerza de trabajo en un tiempo
muy breve (como ocurre en el derribo de un árbol).
b) Implican menos riesgos de accidentes (muchos
hombres se matan saltando a los árboles para poder cortar
las ramas, recogiendo los frutos o desalojando a las
zarigüeyas, que son su principal presa).
c) Exigen en principio menos cooperación material
entre individuos: las mujeres trabajan de un modo
individual, mucho más que los hombres, en labores por lo
general mucho más monótonas y que se llevan a cabo
cotidianamente (recoger las patatas dulces, alimentar a los
cerdos, cocinar y recoger leña).
CONCLUSIÓN :

• Trata del poder, y ante todo acerca del


poder que un sexo ejerce sobre otro.

• Las mujeres Baruyas están subordinadas a


los hombres materialmente, políticamente
y simbólicamente, a mismo tiempo.
REFERENCIAS

MAURICE, Godelier.
1986 La Producción de Grandes Hombres: Poder y dominación
masculina entre los Baruya de Nueva Guinea. Ediciones AKAL, S. A.
Madrid - España.

http://lifeoffthegrid.net/ethnograms/diagrams-in-anthropology/
http://fradive.webs.ull.es/material/s1cham.html
htp://jablonko-baruya.pacific-credo.fr/bgCbottom.html
http://jablonko-baruya.pacific-credo.fr/bgBbottom.html
http://www.orienteymediterraneo.com/16.html
http://www.peoplegroups.org/Explore/groupdetails.aspx?peid=9765
http://www.jablonko-baruya.pacific-credo.fr/guidebottom.html
http://tristestropicosuniradio.blogspot.com/2011/11/tercer-programa-de-la-
tercera-temporada.html

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