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importantes sectores:
1) la vigilancia o estado de alerta (arousal), que es premisa y condición
necesaria para disponer de
2. Otra sería la asimilación por parte del individuo del continuo flujo
perceptivo sin que se procese toda la información conscientemente. Ésta
es una situación que puede conducir tanto a la anterior como a la
inconsciencia. De hecho, hay información que es recibida y procesada
en parte y que no alcanza el umbral de llegar a ser consciente: la
percepción subliminal.
Y para que todo ello sea posible, es condición indispensable disponer de un
substrato neurofisiológico que proporcione un óptimo nivel de vigilancia o
alerta, lo cual se sustenta en la interrelación de la formación reticular
(SRAA), el tálamo (al que se ha considerado el órgano de la atención), el
hipotálamo, la circunvolución temporal superior y el córtex prefrontal
medial.
Recordemos que el sistema reticular está situado a lo largo del tronco
cerebral y se prolonga anatomo funcionalmente en ciertos núcleos
talámicos y los núcleos dorso mediales del hipotálamo. Las numerosas
aferencias de este sistema se proyectan de forma difusa sobre el córtex y
son responsables del despertar y del mantenimiento del estado de vigilia.
Por fin, los factores humorales endocrinos (como la adrenalina), de la
neurotransmisión (principalmente colinérgica), vegetativos (simpáticos y
parasimpáticos), vasculares (riego sanguíneo) y sensoriales (afluencia de
estímulos) completan dicha actividad para que exista un funcionamiento
eficaz de la consciencia nivel neurofisiológico.
La explicación fisiológica se centra en la integración del funcionamiento de
áreas cerebrales distintas que ocasionan estados biológicos complejos. Se
fundamenta en fenómenos diferentes hoy en estudio: la sincronía de
oscilaciones de la corteza cerebral tras dispararse las neuronas 40 veces por
segundo (la llamada oscilación gamma o de 40 hz); la intervención en un
nivel físico cuántico en los; microtúbulos de las neuronas y/o en una te
darwinista por la que la evolución permitió un cerebro que representa al
organismo y sus interacciones con su consecuente ventaja adaptativa.
Existen íntimas relaciones con la regulación central de la respiración (y
quizá por ello se bostece más en momentos de hipo vigilancia), con los
movimientos oculares (vigilancia intensa: rápidos movimientos de la
mirada; somnolencia: lentificación de los movimientos oculares, cierre de
los párpados) y con la motórica en general (buen tono muscular y
disposición a movimientos en estado de vigilia; tono relajado y pobreza
motora en estado de somnolencia).
Pero el estado de vigilia o alerta es uniforme, sino que constituye un
proceso cambiante y variable que experimenta continuas oscilaciones
durante las 24 horas del día'. Dichas oscilaciones permiten distinguir
diversos grados o niveles de consciencia (véase el cuadro 2.1) que:
1. Se reflejan en la actividad eléctrica cerebral.
2. Pueden medirse objetivamente mediante el electroencefalograma
(EEG).
3. Son regulados por el propio organismo en cuanto autorregulación del
ritmo nictameral (sueño-vigilia) y de la actividad básica del individuo.
4. Dependen del modo de encontrarse de la persona en cada momento, es
decir, de la salud o del estado de ánimo, por ejemplo.
Así, el miedo, la alegría, el dolor o el ruido, por ejemplo, activan y
mantienen a la persona vigilante. La monotonía causada por la escasez de
estímulos o el aburrimiento disminuyen la alerta y adormecen. El grado o
nivel de vigilia se averigua a partir de la autoobservación o mediante la
exploración clínica, con interrogatorio y observación de la conducta. Del
individuo. Una persona despierta se dirige activamente hacia otra o hacia
un objeto mediante la vista, el oído, el pensamiento, el habla, etc., y en todo
momento está dispuesta a la acción. A partir del estado de vigilia, se llega
al sueño por diversos grados de somnolencia: separación o
desprendimiento del entorno, ojos cerrados, apagamiento de la atención,
disminución de la disposición a reaccionar, modificaciones del ritmo
respiratorio, etc. Pero el durmiente es despertable mediante estímulos
sensoriales, lo cual es importante por lo que se refiere a la diferenciación
con los trastornos de la consciencia.
Claridad o lucidez de consciencia está vinculada al grado de vigilancia.
Sólo una persona completamente despierta dispone de capacidad
claramente perceptiva, intelectual o memorística.
La claridad supondría, al igual que con los grados o niveles de vigilancia,
un continuo desde sensaciones no reflexivas hasta la percepción
consciente, la comprensión de lo percibido y el reconocimiento reflexivo.
Aquí ya se trata de comprender y reconocer la información una vez
procesada, que puede comunicarse mediante el lenguaje, y de actuar
intencionalmente hacia una meta.
A todo ello contribuye, con la ayuda de la memoria, la experiencia vital
acumulada y disponible de lo aprendido. Por último, la claridad o lucidez
permite el reconocimiento pleno del objeto mediante la consciencia
objetiva, que nos informa de si, por ejemplo, estamos ante algo con calidad
de objeto y si lo experimentado es sospechado, representado (imaginado) o
efectivamente dado ante nosotros.
Pero lo que llamamos consciencia no es sólo un proceso que se limita a
seguir un ritmo de activación inhibición según el patrón establecido por el
SRAA y por otras estructuras funcionales del sistema nervioso. La
consciencia también supone un conocimiento o saber respecto de uno
mismo. Así, la consciencia de sí.