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El Apetito de Riesgo, La Debida Diligencia y El Lavado de Activos
El Apetito de Riesgo, La Debida Diligencia y El Lavado de Activos
lavado de activos
Para prevenir que una empresa sea usada en el lavado de activos, se emplean
procesos de antilavado (anti-money laundering - AML por sus siglas en inglés). En este
proceso, se verifica la identidad de los clientes, lo que se conoce como KYC (Know
Your Customer) y se evalúan los riesgos potenciales para una relación comercial,
también conocido como CDD (Customer Due Diligence).
Si bien los procesos de antilavado se aplican desde hace varios años, en las noticias
siguen mostrándose casos de compañías que han sido víctimas o partícipes en
situaciones asociadas al lavado de activos, en particular, instituciones financieras.
Si bien los escándalos parecieran servir como una buena táctica para prevenir el
incumplimiento de las prácticas y políticas antilavado, en el sentido de que se envía
un mensaje a la alta dirección de lo riesgoso que puede ser no cumplir la legislación,
esto no disuade del todo a los empresarios y administradores. Cada vez que hay
noticias de enormes multas, los oficiales de cumplimiento y los auditores crean
nuevas políticas y formularios y buscan contratar más personal de cumplimiento.
Estas políticas y requisitos se suelen descuidar una vez que pase la tormenta
mediática y la administración de las compañías vuelve a sentirse confiada.
En ciertos casos, parece que hay una gran desconexión entre los controles previstos
en los procesos de debida diligencia y la capacidad de evaluar el riesgo de lavado de
dinero. Fundamentado en un enfoque basado en riesgo, las mejores prácticas de la
legislación AML otorgan gran importancia al proceso de CDD como guardián principal
en la prevención de delitos financieros.
Esto significa, en resumen, que los procesos KYC y CDD son vulnerables, tanto a nivel
de personal, puesto que las personas pueden ser propensas a romper las reglas y
errar en su afán por hacer el trabajo, así como en el nivel de la junta y administración,
donde el apetito humano por la codicia y el poder entra en conflicto directamente con
el apetito de riesgo organizacional. Por ello los procesos antilavado deben mitigar el
riesgo que entrañan las transacciones lucrativas y deben ser intuitivos y amigables.
En los procesos de debida diligencia confluyen diferentes partes con variados niveles
de responsabilidad, diversos conjuntos de habilidades y tal vez incluso incentivos
opuestos para hacer su trabajo. Sin embargo, se espera que funcionen sin problemas
en equipo a lo largo del tiempo. A esto se suma la dificultad de evaluar con precisión
los múltiples factores de riesgo (cliente, producto, jurisdicción y canal transaccional) lo
que puede volverse aún una tarea más abrumadora cuando los estándares de
verificación inconsistentes dentro de la empresa resultan en conjuntos de datos de
mala calidad y hay una alta subjetividad al efectuar calificaciones de riesgo.
De otra parte, los auditores deben tener claridad acerca del apetito de riesgo de las
compañías, de manera puedan advertir si dicho apetito está en línea con las
disposiciones relativas al lavado de activos, de manera que no se asuman riesgos
indebidos, que de materializarse pueden tener un impacto tan fuerte, como su cierre.
Las evaluaciones de los auditores deben considerar si las compañías cuentan con
mecanismos apropiados para mitigar el riego de lavado de activos, si los procesos de
KYC y CDD son objetivos y las herramientas empleadas en la evaluación de los
factores de riesgo (cliente, producto, jurisdicción y canal transaccional) están
debidamente parametrizadas y se generen los reportes y alertas de manera oportuna
y confiable.