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“La cautivas” es una obra ambientada en Argentina en el siglo XIX.

A pesar de su reciente
publicación, podemos encontrar una relación entre esta tanto con “El Matadero”, de Esteban
de Echeverría, y “El Niño Proletario”, cuento escrito por Osvaldo Lamborghini. Esta relación
que se presenta es respecto al eje de violencia física-violencia política en estos tres textos.

La literatura argentina comienza con una violación, y es allí donde entra “El Matadero”: este
cuento representa la violación de los federales hacia un unitario. “El Matadero” no es más
que una representación de cómo Rosas (a quien se refieren como “El Restaurador”) maneja
su poder, los campos y Buenos Aires. Este es el foco del federalismo, de la masa anónima
que respondía a Rosas y es animalizada durante todo el relato: “(…)dos muchachos se
adiestraban en el manejo del cuchillo tirándose horrendos tajos y reveses; por otro cuatro
ya adolescentes ventilaban a cuchilladas el derecho a una tripa gorda y un mondongo que
habían robado a un carnicero; y no de ellos distante, porción de perros flacos ya de la
forzosa abstinencia, empleaban el mismo medio para saber quién se llevaría un hígado
envuelto en barro. quien se llevaría el hígado embarrado”. Siendo el matadero un espacio
federal rosista, se podía ver un ferviente desprecio y furia hacia los unitarios que recorre todo
el relato “«Mueran los salvajes unitarios»”. Es así que llegamos a la escena de la captura del
unitario, el cual estaba pasando cerca, y es capturado por Matasiete una vez que se alerta la
aproximación del primero al lugar. Cuando es atrapado, el juez del matadero decide que lo
lleven a la casilla para primero interrogarlo y luego castigarlo. Podemos ver allí el contraste
que hace el unitario entre los federales, tanto por su forma de vestir como de hablar, siendo
que lo hace en un estilo propio del neoclásico para demostrar que es alguien culto, ilustrado,
que sabe más y perteneciente a la elite (representando a la civilización) “Lo dispusisteis
vosotros, esclavos, para lisonjear el orgullo de vuestro señor y tributarle vasallaje infame”;
mientras que en el otro extremo contrasta las acciones y léxico de los federales, siendo estos
pintados como una masa inculta llena de brutos y animales (la barbarie popular) “Por ahora
verga y tijera”. Ante esta cruzada de clases sociales, se puede ver la violencia ejercida por la
clase baja hacia la alta (entendiendo que los federales representan a la clase baja y los
unitarios a la alta) en donde la clase baja aparece como una amenaza ante los unitarios; y si
bien, aunque no se finaliza el acto de esta violación como veremos en “El Niño Proletario”
(ya que el unitario muere de cierta forma “fantástica”, muere por una pasión muy fuerte que
en este caso es la furia y rabia), la violación es una clara representación de lo que podría pasar
a aquel que decide quedarse y no exiliarse (la Generación del 37 fue perseguida por Rosas
ya que a este no le gustaba el ideal unitario que planteaban los pertenecientes a esta salón
literario para poder escribir y crear la literatura nacional, medio por el cual un pueblo se
expresa -propio del romanticismo-).

Ahora bien, en “El Niño Proletario” pasa algo similar. Este cuento de Lamborghini toma
como hipotexto al texto de Echeverría y lo parodia, haciendo una alegoría de segundo grado:
cambia los roles. Si en “El Matadero” teníamos a los federales que violaban a un unitario,
aquí tendremos a tres niños burgueses violando a un niño proletario. En este relato, la
violación se usa a modo de una operación con fin político donde se ve la tensión al interior
del ideal nacional: se intenta mostrar que es la clase alta la que viola o violenta a la clase
baja, no al revés “Evidentemente, la sociedad burguesa se complace en torturar al niño
proletario, esa baba, esa larva criada en medio de la idiotez y del terror”. Esta violación
podemos verla en el propio cuerpo del niño proletario: el cuerpo recupera una característica
del neobarroco, tomando al cuerpo del niño como un suntuario, algo que no termina, algo sin
fin y que a medida que es dañado durante el relato, este se expande pudiéndose hacerle más
cosas, más daño, lastimarlo más, demostrando así el constante e interminable aumento de
violencia de las clases altas a las bajas: “(…)Nuestro delirio iba en aumento (...) Yo esperaba
que Esteban terminara(...) entonces todas las cosas que le hice, en la tarde de sol menguante,
azul, con el punzón” donde esta idea del goce tiene como fin la disolución de la clase baja (a
través de la figura del cuerpo del niño). Esta violencia en machista (asociado al que ejerce la
violencia con la figura del hombre), capitalista (ante la distinción de clases, siendo quien la
ejerce la burguesa) y patriarcal de las clases altas sobre el cuerpo feminizado (cuerpo pasivo
y receptor de la violencia) y propia expresión de la naturaleza (cuerpo de la clase proletaria)
del niño proletario es una cruda representación de la violencia que ejerce la civilización sobre
la barbarie (caso opuesto “El Matadero”) siendo así una forma de expresar el avance de las
clases sociales más bajas a altas a partir de que esta última se sentía amenazada ante al avance
de la clase proletaria que se acerca a esta (temen de que les “quiten” u “ocupen” sus lugares).
También, otra cosa a destacar es que en “El Niño Proletario” se ve el odio de la clase burguesa
respecto a la proletaria, caso contrario al texto de Echeverría en el cual se veía el odio de la
clase baja ante la alta: “Me congratulo por eso de no ser obrero, de no haber nacido en un
hogar proletario”.
Por último, en “Las cautivas” podemos notar cómo se fusionan “El Matadero” con “El Niño
Proletario”: aquí vemos que la violencia es ejercida por la barbarie hacia la civilización
(como sucede en “El Matadero”), siendo en este caso los indios hacia el Padre, hombre de la
Iglesia perteneciente a la clase alta. Ahora bien, la forma en la que los indios ejercen la
violencia es mediante una violación explícita, detallista e incluso paródica ya que se asemeja
a la descrita en “El Niño Proletario” en donde el niño proletario debe succionar el miembro
del último niño burgués: “(…) un indio que viene hacia nosotros. El salvaje camina con su
miembro afuera. (…) Tiene una polla larga, gorda, negra, duradera (…) él pasa de largo y
se posa sobre el Padre Lorenzo. Entonces el indio coloca su verga dura en la mismísima
boca del cura. Al instante (…) el Padre Lorenzo comienza a sorber del enorme garrote (…)
En cada embestida es como si la mitad del garrote desapareciera absorbido por el tupido
bigote (…) Ahora son cinco los indios que rodean al sacerdote, y él va lamiéndoles de a
tandas el garrote. Los que quedan fuera de turno, sin pereza, maniobran su propio miembro
para hacer perdurar la firmeza. En determinado momento, (…) como si se tratara de un
bidet, todos los indios comienzan a lanzar de sus aparatos un líquido blanco y viscoso de un
modo alevoso sobre el rostro del cura (…) Una vez culminado el riego los indios se alejan”.
No solo se puede notar la similitud entre la escena nombrada del cuento de Lamborghini,
sino también la forma en la que el cura realiza la acción de succionar, tratándolo de cierto
modo como animal: “el Padre Lorenzo comienza a sorber del enorme garrote. No tiene
miedo. Lo hace maquinal, como el ferrocarril nacional. En cada embestida es como si la
mitad del garrote desapareciera absorbido por el tupido bigote. Vaya locura. Vaya cogote.
En medio de mi temor envidio y enaltezco la bravura del cura”. Es decir, tratan de animal a
alguien perteneciente a la clase alta. También, podemos contrastarlo con “El Niño
Proletario”, ya que este se ve temeroso al momento de realizar la acción de succionar
(“¡Estropeado! Se puso a lamerlo. Con escasas fuerzas, como si temiera hacerme daño
(…)”), mientras que el cura se lo muestra sin temor y como un animal.

En resumen, podemos decir que en “El Matadero” y “Las cautivas” la violencia física se lleva
a cabo por la clase baja ante la alta y en “El Niño Proletario” por la clase alta hacia la baja
siendo en los tres casos del tipo sexual, demostrando con esto la dominación y sumisión de
una clase ante otra, y el temor y amenaza que representaba la clase baja para la clase alta
cada uno en su respectivo relato.

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