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D
esde hace muchos años , desde la cátedra de Psicopedagogía Clínica de la
Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, tenemos
especial atención por los procesos de simbolización en la infancia. En
forma muy simple, podemos decir que simbolizar es “abandonar el
predominio de las acciones para iniciarse en el mundo de las
transmisiones, del sentido, de las sustituciones, de las representaciones”. Una acción,
una descarga, tiene otras formas de expresión cuando los procesos de simbolización se
inician.
Las reservas lingüísticas se mecen con las cunas. A lo largo del crecimiento del
niño, su actividad psíquica se potencia y se despliega en contacto con la sociedad, pero
las reservas no son genéticas, sino que se entretejen en los primeros meses, en los
primeros años.
Estas primeras improntas emotivas no tiene que ver con la inteligencia de los
padres, sino con sus posibilidades de sensibilización afectiva, con el despliegue
lingüístico que tienen para con u hijos en la interpretación de sus necesidades con su
riqueza simbólica, con la capacidad de sostener y poder transmitir amor y sentido.
La cuna de los niños parecería ser, entonces, uno de los lugares posibles de
iniciar el proceso paliativo de la inequidad existente en cuanto a las diferencias
sociales.
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¿Cuál es el primer momento en que la desesperación del hambre de un bebé se
acalla? Cuando escucha la palabra de su madre.
Esa “lengua materna” es la lengua que remite a los placeres, a los contactos, a
las caricias, es una lengua desconocida pero es una lengua que aplaca, que apoya, que
necesita de un tiempo de oferta, que necesita de un tiempo de consolidación. En
momentos como los actuales, por ejemplo, muchos hijos de profesionales muy
“ocupados” no reciben esta reserva simbólica y, a pesar de los niveles culturales de sus
padres, se desarrollan como niños con privaciones lingüísticas que sorprenden.
La reserva cultural, la reserva simbólica, se mece con las cunas. Para ello, se
necesita recuperar estas palabras silenciadas, ofrecerles a esta lengua materna la
posibilidad del despliegue, la posibilidad de la escucha, la posibilidad de consolidarse
como lo único existente para el niño que se asiste, para ese niño que escucha y que
sólo se tranquiliza con esta lengua.
Esta lengua que atrae es a la vez extraña, es una lengua que desconoce, es una
lengua que lleva a consolidar lo más íntimo pero que al mismo tiempo potencia el
deseo de querer más, de buscar más, y ese más no lo tiene la lengua, ese más está
afuera, está en las instituciones, está en la escuela, está en la sociedad, que habla de
otras cosas y que habla de otro modo.
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Cuentos: disparadores de la producción simbólica
Preocupados por estas situaciones de pasaje, un grupo de docentes de la
cátedra, en conjunto con UNICEF Argentina, ideamos estrategias de intervención que
pudieran dar cuenta de distintas formas de pasaje que potenciaran la producción
simbólica en la infancia.
Quien puede escuchar un cuento, quien puede interpretar un cuento, ¿por qué
no va a estar en condiciones de interpretar una lectura, de manejarse con la tarea
escolar, de entender lo que sucedió el 25 de Mayo de1810, que es otro de los cuetos
existes? Toda la vida y los órdenes se establecen a partir de los cuentos.
Los cuentos son, como dijo una niña cuando empezamos la experiencia, “como
una puerta, vos abrís y adentro tenés todo”.
Los cuentos, por suerte, tienen como eje los conflictos. Atraen por el conflicto,
porque hacen y deshacen permanentemente sobre la trama de la vida y mucho más
sobre la trama del cuento.
Ocurre que se hace necesario que este material leído conmueva, que este
material leído tenga un dinamismo, que no tenga un final previsto, moralizante.
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Una expresión tan económica, tan simple, tan acotada y tan acotada en tiempo,
produce y conmueve subjetivamente como para modificar estrategias estables ya
existentes.
Pero, para que esto tenga lugar, hay cambios que, en el interior del espacio
escolar, tendrían que poder potenciarse. Estos cambios son aquellos que posibilitan
que la “revuelta” se haga posible; que se produzca la apertura de la escucha.