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Coordinadoras de la Plaza Educativa -Parque Indoamericano-: Valeria Castro, María Belén Sotelo, Laura
Tugentman Salz.
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Apuntes de la Experiencia
La Plaza Educativa es la extensión de una escuela abierta que contiene aún sin paredes. Es el gesto, y el
escuela que se abre para propiciar el protagonismo de niños/as, adolescentes y adultos/as que ríen,
El taller de escritura creativa de la Plaza educativa del Parque Indoamericano fue el marco en el que se
imaginaron las historias recopiladas en este ejemplar. La recepción de la propuesta y las producciones
composición heterogénea de los grupos en cuanto a edades, género, procedencia, alfabetización y/o
En consecuencia, la duración, metodología, estímulos y producción precisó adecuarse vez a vez a lo que la
realidad proponía. La planificación tuvo que reinventarse para contener todos los aconteceres posibles.
El salto del taller al libro es la vocación por materializar y compartir esta experiencia y por acercar las voces
Lo que sigue son algunas percepciones que dan cuenta de los aciertos de la experiencia
estructuras y prácticas aprehendidas y poner en jaque los preconceptos que nos atraviesan con respecto a la
creación de historias. Trabajar desde dinámicas que propongan la intersección de ideas deja lugar a la
aparición de una voz enriquecida por la yuxtaposición y el diálogo con otros/as. Acompañar y guiar esa voz,
dando lugar al debate constructivo y respetando los tiempos de cada grupo, facilita una participación activa
de los/as asistentes en la trama que juntos/as van construyendo. En un mismo encuentro podemos observar
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varios momentos de propuestas con respecto a los personajes, las peripecias que atraviesan los protagonistas
o incluso el título que tendrá la historia. Evidentemente, por momentos, hay propuestas similares y
coincidencias de intenciones entre varios/as participantes y en otras ocasiones, se genera el debate con
La importancia de escuchar otras voces y reconocernos a nosotros/as mismos al decir, postula a la oralidad
como una herramienta fundamental a la hora de tramar historias de forma colectiva. Por un lado, porque
implica la inclusión de niños/as que no escriben aún, pero cuyas ideas enriquecen la creación. Por el otro,
porque experimentamos el ejercicio de apostar a nuestra idea y contrastarla con otras. Esta noción de poner
en movimiento las ideas abre nuevas posibilidades y habilita otros tiempos. Al trabajar desde el decir grupal
y el registro escrito llevado por una sola persona del grupo, podemos pensar historias un poco más complejas
En un mismo grupo coinciden niños/as de todas las edades. Los roles se van definiendo en la práctica. Hay
niños/as que opinan más, verbalizan la mayoría de sus ideas. Otros/as que aportan en momentos específicos
y otros/as que simplemente disfrutan de la escucha. Todos/as somos parte, desde nuestra singularidad, de
este grupo creador. La tallerista puede optar en momentos por interpelar personalmente a alguno/a niño/a
que no haya participado activamente aún, pero al mismo tiempo es fundamental respetar las inquietudes y
“Paloma, con 4 años, se compromete con la historia sobre una princesa atrapada en un
árbol de metal. Se entusiasma y propone a la par que lo hace Priscila de 12 años o Mateo
de 9. “Que el bosque esté lleno de fantasmas”, “Que los árboles se talen a sí mismos”,
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“Que aparezca una bruja”. La tallerista intenta canalizar las sugerencias para que entre
todos/as se escuchen y en la grupalidad se defina el camino de esta historia. Durante todo
el encuentro, Juani de 2 años, hermano de otra participante, dibuja con su madre al lado.”
Es urgente trabajar en la desarticulación de los estereotipos y el “deber ser” de las historias ya contadas,
repetidas y canonizadas en búsqueda de una voz propia que no copia y que permite el despliegue de la
fantasía e identidad de quien escribe. La oportunidad de cuestionar visiones que forman parte de una
hegemonía del sentido que repite roles, sucesos y finales ocultando la ideología que los produce y reproduce:
Mujeres que duermen a la espera de un varón que las salve, pobres que anhelan convertirse en ricos, castigos
para los desobedientes, finales donde comer perdices… Es necesario cuestionar estos esquemas y la pregunta
se presenta como una herramienta capaz de desconectar conexiones que aparentan ser naturales; habilitar la
En los encuentros se trabajó desde el acompañamiento y la guía del proceso creativo grupal, partiendo de un
juego de pregunta y re-pregunta que permita indagar en nuevas posibilidades (personajes, acontecimientos,
escenarios, etc.) que profundicen la primera imagen que surge. De este modo, insistiendo - con cuidado de
no invadir o imponer ideas - logramos arribar entre todos/as a un texto que refleje la conjunción de
Con frecuencia, los grupos proponían personajes de princesas entre las primeras opciones. Entonces, la
educadora en lugar de preguntar por la belleza física del personaje, por su situación sentimental o por su
enemiga hechicera, pregunta por la personalidad del personaje, enfocando el interrogante en los deportes
que hace, los juegos que le gustan o algún otro aspecto no tan representado en los productos culturales de
consumo masivo y que invite a los/as participantes a improvisar una respuesta propia. Para continuar con el
ejemplo, ante la propuesta de una princesa como protagonista, puede preguntarse por adjetivos u oficios
valorados por los/as chicos/as. Aparecen “princesas guerreras”, “princesas científicas” o princesas a las que
les gusta hacer pulseras. De esta forma, sumamos características que se alejen de los estereotipos conocidos.
Lo mismo puede hacerse con las tramas, las resoluciones y todos los aspectos del relato. Ante la primera idea
que surge, solicitar nuevas y más ideas que empujen a los/as participantes a buscar alternativas.
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“La historia que se está creando relata las peripecias de una sirena en el fondo del mar.
Cuando la sirena es atacada por un tiburón, la educadora pregunta ¿Qué hace la sirena
para salvarse? Distintas son las ideas que surgen. “Llama a su novio”- propone Candela.
¿Qué pasa si el novio no tenía batería en el teléfono? - interroga la educadora. Otros/as
participantes proponen: “Llama a su mamá”, “Llama a sus amigas”. La educadora re-
pregunta: ¿A sus amigas o a su mamá? ¿No podrá salvarse a sí misma? Debaten entre
todos/as la opción que más les satisface para salvar a la sirena.”
La inmediatez de los medios audiovisuales y las redes, la multitarea y el estar todo el tiempo recibiendo
información son parte de una época en la que todo cambia a una velocidad apabullante. Los estímulos de
todo tipo cada vez más pregnantes y a la vez más y más atractivos, generan en nosotros/as la necesidad de
estar ocupados/as y entretenidos/as y a la vez una ansiedad creciente cuando los momentos se vacían. El
silencio, además de ser una rareza, es con frecuencia asociado al aburrimiento, a la disciplina o al castigo.
Se espera y aún más en la niñez, que el sonido y el movimiento saturen todos los momentos.
La plaza educativa no tiene paredes. Muchas veces parece que la concentración es un bien escaso; sin
estímulo que surge de la pauta de trabajo es sólo un “despertar” a estímulos personales de cada uno/a . Una
invitación a sumergirse en las propias imágenes, componer, tramar y reflexionar acerca de sí mismos y del
entorno.
La creación de historias en forma individual propicia momentos de completo silencio, sin por esto, anular la
comunicación o la conexión entre todos/as los/as participantes. Conseguían, las silenciosas historias,
generar una comunión, un clima profundo y armonioso en donde las palabras en voz alta no eran necesarias
para entenderse.
Nos encontrábamos allí. En ese momento, en ese lugar, en ese clima, sabiéndonos acompañados/as. La
educadora permanece disponible sin invadir, ni tomar decisiones por los participantes. Estando dispuesta a
Existe en los silencios una soberanía del pensamiento propio que autonomiza; elegir crear historias propias
sin necesidad de un tutorial de YouTube o un docente frente a nosotros/as, nos hace libres. Visto de afuera y
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movidos por el prejuicio, sorprendería que los/as niños/as elijan, entre tantos otros juegos y propuestas
dinámicas, la escritura creativa silenciosa. La elección es re-conectar consigo mismos, con su mundo
interno y encontrar un canal para la fantasía. Una forma artesanal de entretenimiento que no precisa más
“Alrededor de la mesa, en medio del parque, nueve niños/as escriben cada uno/a en su
hoja. A lo lejos, sonido de juegos, de música en algún escenario, de niños/as corriendo. En el
taller, reina el silencio. Algunos/as, los/as más pequeños/as, dibujan con dedicación: una
casa, una familia, una flor enorme. Todos/as, tienen al lado de cada hoja de papel una
tarjeta con una foto (recortada de una revista). A partir de eso comenzaron a imaginar las
historias que ahora redactan. La educadora camina bordeando la mesa con aire relajado y
sonriente, atenta a ver alguna mirada perdida por los cielos. Cuando aparece, busca
encontrarla y consultar como en una comunicación telepática si cree necesitar ayuda. Con
un “Sí”, se acerca a acompañar ese proceso, con un “No”, devuelve una sonrisa y continúa el
camino.”
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Había una voz
Creaciones literarias de y para niños, niñas y adolescentes.
"Verdaderamente revolucionaria
es la señal secreta de lo venidero
que se revela en el gesto infantil"
- Walter Benjamin
Si acercamos la oreja a este libro, podremos percibir que lo que habita estas páginas no es solo
tinta, caracteres, palabras. Podemos - si tomamos el riesgo- acceder a un mundo de juegos, risas y
ojos que se abren bien grandes de sorpresa. Entrar a una plaza llena de música y una fuente de
agua, al sol del verano en la ciudad y las preguntas inesperadas de la niñez. Lo que aguarda
entrelíneas es la palabra de pibas y pibes que encontraron en la escritura su propia voz.
Viven aquí historias de niñas que salvan princesas, de niños que viajan a un mundo libre de
adultos, del misterioso dueño de una fábrica, de monstruos que aman la jardinería, de animales
marinos organizados, de chicos que ya no buscan comida en la basura, de Tatiana que pierde su
nombre. Estas historias revelan además lo que sucede cuando los niños se encuentran; se
encuentran a sí mismos y con otros/as. Si acercamos la oreja y nos permitimos abrir bien grandes
los ojos, podemos descubrir la singularidad y complejidad del mundo-niño, más allá de las
representaciones simplistas con las que se lo pretende des-empoderar.
Por mi parte, el taller de escritura creativa intenta ser uno de esos espacios de escucha de una
palabra históricamente silenciada y subestimada; la de las infancias y juventudes. Era necesario
estar atenta y permitirme el asombro de oír lo inaudible. Tomar ese camino de lo incierto y
registrar todas esas creaciones colectivas. Lo que susurra entre estas historias es el grito rebelde de
decenas de niños y niñas que encontraron la oportunidad de compartirse y exigen de nosotros la
valentía de abrir la puerta para salir a jugar contar.
Este libro es un llamado, desde el optimismo de la voluntad, a preguntarnos respecto a los espacios
reales que ocupan las voces de los niños y las niñas de nuestro entorno en casa, en la familia, en la
escuela, el club, el barrio… También, un reconocimiento de la libertad conquistada por voces
capaces de decir algo que los libros para chicos/as escritos por adultos/as no pueden decir. Un
agradecimiento a quienes se animaron a prefigurar nuevos horizontes sobre el papel. Y sobre todo,
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Romina Barrientos es Lic. en Ciencia Política, educadora popular y tallerista a cargo del espacio de escritura
creativa que dio origen a esta recopilación de producciones.
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Valeria Castro es actriz, dramaturga, directora y profesora de teatro. Genera contenidos educativos para
chicxs y grandes.
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una invitación a continuar generando este tipo de espacios, este tipo de literatura y permitirnos
perder el miedo de acercar la oreja y abrir bien grandes los ojos.
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CUENTOS Y RELATOS
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Tatiana perdió su nombre
Había una vez una nena que vivía en una casita del árbol con su abuelo y su abuela. Una mañana a
esta nena se le perdió el nombre. Lo fue a buscar a la derecha, a la izquierda y adelante también. Lo
buscó arriba del techo, debajo de la cama y adentro de su caja de juguetes. Por toda la casa del árbol
y hasta en las ramas. Pero su nombre no estaba. Se puso muy triste y lloró.
En ese momento apareció un nombre, pero no era el de ella. Lo descartó y siguió llorando hasta
que se le ocurrió una idea: convertirse en detective para encontrar su nombre perdido.
Pero pensó que como todas las detectives deben tener un nombre, ella podía llamarse Tatiana. La
detective Tatiana.
En ese instante se da cuenta de que entonces ya no tenía que buscar nada porque tenía un nombre.
¡Tatiana era su nombre! Lo había elegido ella y le gustaba más que cualquier otro nombre en el
mundo.
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El pueblo chiquito
Hace mucho mucho tiempo en un pueblo muy chiquito vivía una chica llamada Taiz. Taiz
trabajaba limpiando casas para ganar su propia moneda y comprarse una casa. El sueño de Taiz
era ser princesa, por eso, quiso ser novia del príncipe del pueblo chiquito. Pero el príncipe ya tenía
otra novia y le dijo que no.
Pasaron varios días y el príncipe y su novia se separaron. Entonces, el príncipe del pueblo chiquito
la fue a buscar a Taiz pero no la encontró, pues ella estaba trabajando en un centro de jubilados. La
buscó mucho por las calles del pueblo hasta que se cansó y se fue a su castillo.
Cuando Taiz llegó a su casa, las amigas le habían contado a su madre que el príncipe la había ido a
buscar. La madre le cuenta esto a Taíz y a la mañana siguiente, la muchacha decide ir a buscar al
príncipe del pueblo chiquito a su castillo.
Y el príncipe responde:
Sin dudarlo, Taíz responde que sí. Se dan un beso, salen a pasear por el pueblo chiquito y luego el
príncipe le pide matrimonio. Taíz acepta pero con una condición: Poder ayudar a la gente del
pueblo chiquito, darle comida a los jubilados, trabajo a los jóvenes y que los niños vayan a la
escuela y no tengan que buscar en la basura nunca más.
El príncipe acepta y desde ese día el pueblo chiquito creció, todos y todas fueron a la boda y fueron
felices para siempre.
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Les niñes invisibles3
Esta es la historia de Ezequiel, Tomi y Melody, un grupo de chicxs de 10 y 11 años que un día se
despertaron y notaron algo raro pero no le dieron bolilla.
Esa tarde fueron a dar un paseo por la selva y desafortunadamente se encontraron con un león que
lxs quiso atacar. El animal corrió hacia ellxs pero en lugar de chocarlxs y comerlxs, lxs atravesó. En
ese momento se dieron cuenta de que eran invisibles. Se asustaron mucho y fueron corriendo
hasta la plaza de su barrio, ahí se encontraron con varixs niños y niñas. En la plaza, uno de sus
amigos le toca el hombro a Ezequiel para ir a jugar. Empiezan a notar que eran invisibles solo para
animales y adultxs pero no para otrxs niñxs.
Piensan entonces que tienen un superpoder y que pueden ir a lugares a los que no lxs dejaban
entrar solxs como por ejemplo, al zoológico. Así que aprovecharon este superpoder y le tendían
bromas a la gente, fueron al parque de diversiones y también se tomaron un colectivo a la playa.
Después de hacer todo esto se cansaron de ser invisibles. Querían que lxs vean de vuelta. Por
suerte, en la arena de la playa vieron algo brillante y decidieron tomarlo. ¡Era una lámpara mágica!
Como estaba sucia de arena, la limpiaron frotándola. De repente, una luz muy brillante salió de la
lámpara ¡Era una genia! La genia que se llamaba Eugenia les ofreció cumplirles a lxs chicxs tres
deseos. Por lo que Melody, Ezequiel y Tomi empezaron a pedir.
Y en el momento de pedir el tercer deseo recordaron lo que verdaderamente querían pedir: volver a
ser visibles.
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Una de las participantes del taller propone el uso de lenguaje inclusivo o lenguaje no sexista para la
escritura de esta historia.
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El país de la fiesta
Esta es la historia de un tren que venía del Barrio Don Juan. En él viajábamos Dylan y yo.
Queríamos ir a la playa pero en un momento el tren atravesó un túnel fantástico y aparecimos en
un país un poco raro: ¡Estaba lleno de niños y niñas y no había gente grande!
Al caer el sol esTÁbamos cansados así que nos dormimos una siesta. Al despertar, seguía la fiesta
con niños payasos, niñas magas, trapecistas, hamburguesas, panchos y Fanta.
Bailando y comiendo pasaron 17 años, nos hicimos adultos y llegó el momento de tomar el tren rojo
y azul que es el que nos llevó al país de los adultos para dejarle lugar en la fiesta a los niños nuevos
del mundo.
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El encantamiento de la invisibilidad
Les contaré la historia de cuatro nenas que eran muy amigas. El día en que cumplían cinco años se
despertaron como todas las mañanas y fueron a saludar a su mamá a la cocina. Pero la mamá no
las veía. Las niñas, cada una en su casa, se asustaron y fueron corriendo hacia el espejo. Allí se
reflejaba su ropa pero no se veía ni su cara, ni su pelo, ni sus manos, ni sus piernas.
Las cuatro nenas llamaron a sus amigas pero como lo hicieron al mismo tiempo, les dio ocupado.
Al ratito, una de las nenas llamada Lucero llamó a sus otras amigas y les contó que su mamá no la
veía y tampoco se veía en el espejo. Las otras tres contaron que a ellas les pasaba lo mismo.
Decidieron juntarse en la plaza a charlar.
Lucero contó que se sentía mal porque sus papás no la veían y no iba a poder festejar su cumple.
Nahiara también contó que se sentía triste porque quería que sus papás la entiendan.
Toda esa semana fue triste para las cuatro niñas. Se pasaron la semana pensando la causa posible
de su invisibilidad. Recordaron que la cocinera de la escuela tenía cara de bruja y supieron que ella
había hechizado sus almuerzos y la de todos los nenes y las nenas de la escuela.
La única forma de revertir el hechizo es que sus padres les presten atención.
Entonces, las niñas se pusieron de acuerdo para tirar todo lo que encontraran en sus casas. Tiraron
vasos, tazas, cucharas, platos. Desordenaron sus habitaciones, volcaron las plantas del balcón y de
ese modo lograron llamar la atención de sus padres.
En el momento en que sus padres les dieron atención, se revirtió el hechizo. Las niñas volvieron a
ser normales y los padres se alegraron de verlas. Les dieron un abrazo y un beso y las mandaron a
ordenar todo ese lío.
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Margarita salvó la ciudad
Erase una vez una superheroína llamada Margarita que tenía el superpoder de hacer crecer a las
plantas sin regarlas. Margarita vivía adentro de una flor gigante ubicada en el medio de la ciudad.
Una tarde, mientras ella tomaba un té de jazmín, la llaman para informarle que había un monstruo
atacando la ciudad, arrancando todos los árboles y las plantas que encontraba a su paso.
Entonces, Margarita salió volando hacia allá para luchar contra en monstruo.
Pero ella no se rindió y decidió utilizar su superpoder de enredadera para atar al monstruo. ¡Lo
consiguió rápidamente!
Todos los vecinos y el alcalde la felicitaron y Margarita volvió a su casa a descansar porque con todo
ese lío no había dormido nada.
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Carlos, el lagarto jardinero
Había una vez un lagarto llamado Carlos que vivía en Buenos Aires. Carlos vivía con su mamá que
era muy buena. Lo que más le gustaba a Carlos era hacer jardinería. Se pasaba todo el día
plantando semillas y regando sus plantas.
Una mañana, Carlos se despertó y vió que todas sus plantas se habían marchitado. Se sintió muy
triste y le contó a la mamá para que lo ayude. Sin embargo, su mamá estaba ocupada y no pudo
ayudarlo. Entonces, Carlos decidió buscar al culpable de que sus plantas estén marchitas. Pensó en
pedirle ayuda a su abuela que era una lagarta detective, por lo que fue hasta la casa de ella. Allí, la
abuela le aconsejó que se dirija hasta una colina lejana donde vivían sus primos segundos, ellos sí
podrían ayudarlo.
Carlos se tomó un avión y llegó a la colina. Una vez allí, sus primos aceptan ayudarlo y comienzan
haciendo una lista de sospechosos. El principal sospechoso era el-monstruo-más-extraño-de-este-
mundo que tenía también un nombre muy extraño: Sillarbol Cartel. Este monstruo era un fugitivo.
Hace tiempo la abuela de Carlos lo había arrestado y unos pocos días antes, Sillarbol Cartel había
escapado de su celda.
Carlos y sus primos segundos van a buscar al monstruo por el bosque. Lo buscan, lo buscan pero
no lo encuentran. ¡Sillarbol Cartel era muy bueno para camuflarse y entre tantos árboles era muy
difícil verlo! Llegó la noche y aún no lo encontraban pero de repente, Carlos y sus primos segundos
escuchan risas. Miran atentamente y descubren que era la risa del monstruo y sus amigos. Estaban
jugando a las escondidas en el bosque y por eso reían y correteaban.
Carlos y sus primos segundos atrapan a Sillarbol Cartel y lo llevan a lo de la abuela detective. El
monstruo confiesa haber marchitado las flores de Carlos y se ofrece a repararlas porque a él
también le encantaba la jardinería.
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La bruja y el brujo
Érase una vez una bruja y un brujo que de día eran buenos y de noche eran malos. Por las noches,
hacían brujerías: congelaban a los soldados, convertían a los perros en gatos, a los nenes los
asustaban y les sacaban los dulces. En cambio, de día ayudaban a la gente a cruzar la calle,
cocinaban tortas para los niños y las niñas, ayudaban en los quehaceres de la casa a la gente,
llevaban a las personas a la calesita gratis.
Los niños del vecindario de día eran felices pero de noche se ponían tristes. Entonces se cansaron
de los hechizos nocturnos de la bruja y el brujo y decidieron armar un plan: le cambiarían las
etiquetas a los frascos de la bruja y el brujo. Entonces, cuando quieran hacer maldades, se
confundirían y en lugar de hacer hechizos malos, harían los buenos.
El plan se llevó a cabo a la perfección. A partir de ese día, el brujo y la bruja solo hicieron hechizos
buenos y los niños y las niñas del vecindario fueron felices.
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La contaminación del Sr. Ramirez
Hace muy poquito tiempo, a orillas del Río de la Plata existía una fábrica muy grande. Esta fábrica
extraía petróleo y su dueño era un señor amargado. Además de ser amargado, era el millonario
más misterioso del mundo. Nadie conocía su rostro porque siempre usaba un sombrero que cubría
su cara. El Señor Ramirez pasaba todos sus días fumando tabaco y gastando su dinero.
Su fábrica tiraba basura en las orillas del río y esto provocaba contaminación del agua y del suelo.
También provocaba que las personas que vivían cerca de la fábrica se enfermaran. Muchos vecinos
tenían cáncer, gripe y otras cosas horribles.
A los vecinos se les ocurrió demandar al Señor Ramírez porque contaminaba y también era muy
racista. Eso hicieron pero el Señor Ramirez les pagó a los abogados y a los policías y entonces nada
cambió.
Al poco tiempo, el mismísimo Señor Ramírez se enfermó por fumar tanto y a los pocos meses,
falleció.
Entonces, los vecinos demolieron la fábrica, les dieron dinero a los empleados y en ese lugar se
construyó un parque llamado Indoamericano.
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Los tiburones y la contaminación
Había una vez una tiburona llamada Julieta y un tiburón llamado Romeo que vivían en el mar. A
ellos les gustaba mucho nadar y comer peces. Eran felices hasta que notaron que los humanos
estaban tirando basura en el mar. Al principio era poquita basura pero cada vez fue más. De
repente había basura en sus casas, en sus panzas y en todo, todo, todo el mar.
El tiburón y la tiburona se enojaron y decidieron llamar a sus amigos: el pez espada, los pulpos, los
caballitos de mar, los delfines, medusas, ballenas, orcas, caracoles, tortugas marinas y todos los
animales del mundo marino. Se reunieron entre todos y hablaron de lo malos que estaban siendo
los humanos. Pensaron juntos un plan: devolver toda esa basura a la tierra de los humanos.
Entonces pusieron manos a la obra. El pez espada pinchaba con su pico la basura y se la daba a los
animales que saltaban fuera del agua (la ballena, los delfines y las orcas) para que la arrojen a la
superficie.
Los animales marinos lo lograron. Su plan salió a la perfección y fueron felices. Además, les
enseñaron a los humanos que no hay que contaminar el agua y tirar basura porque los peces
pueden morir.
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El rescate del elefante y la jirafa
Había una vez una granja en la que vivían un perro, una vaca, un elefante, una jirafa, un gallo, una
gallina, un caballo, un conejo, una oveja y un chico llamado Willy. Todos juntos vivían en paz.
Pero un día vinieron los cazadores y quisieron secuestrar al elefante y a la jirafa para llevarlos a un
zoológico. Les pusieron una trampa y los dos animales cayeron en ella.
Los otros animales, al ver que el elefante y la jirafa no estaban, corrieron a avisarle a Willy. Entre
todos decidieron ir a rescatarlos esa misma noche. Agarraron linternas, sogas, una red y se
subieron todos a una camioneta.
Al llegar al zoo los animales hicieron piruetas para distraer a los policías de la puerta. Mientras
tanto, Willy entró y rescató a los animales.
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Sueño con plazas
Un día en la plaza del barrio San Alberto el sol brillaba y hacía mucho calor. Zoe decide ir a la plaza
a jugar con sus amigos. En el camino se cruza a su prima y la saluda, más adelante se encuentro
con un dragón que le ofrece llevarla en su lomo hasta la plaza y ella acepta la oferta porque estaba
un poco cansada y no tenía ganas de caminar.
Al llegar a la plaza, le agradece y el dragón se va. Rapidamente ve que en las hamacas están sus
amigos y va corriendo hasta allá pero en el camino cae en un pozo y aparece llena de barro en una
alcantarilla. Por suerte, ve unos cocodrilos y les pide que la saquen de ahí. Los cocodrilos aceptan y
la llevan hasta afuera.
Al salir se da cuenta de que está en California. ¡En ese momento sintió mucho miedo! Decidió
buscar un teléfono para llamar a su madre. Caminó mucho pero no encontró ninguna cabina
telefónica. Para ese entonces, había caminado tanto que ya tenía hambre así que fue a un kiosko a
comprarse un alfajor. Como no tenía dólares, le pidió fiado al kiosquero pero el kiosquero no
aceptó y la echó.
Al salir del kiosko Zoe nota que está en su casa. No entiende nada y piensa que fue un sueño. Al
pensar eso, se despierta en su cama, ve a su mamá y se siente muy feliz.
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La sirenita, la gaviota y el pez malo
Esta es la historia de una sirena y una gaviota que vivían en el mar. Se pasaban los días haciendo
adornos con antorchas de mar. Un día mientras hacían sus adornos, algo horripilante sucedió. Un
pez gigante quiso comerse a la sirena.
La gaviota y la sirena escapan haciendo surf y el pez gigante se queda muy enojado. El pez decide ir
a buscar a su papá que era más gigante que él y pedirle que busque a la sirena y a la gaviota para
poder comerlas. El padre estaba muy ocupado cazando y cocinando, por lo que le dijo que no.
El pez aún más enojado fue a buscar a sus amigos para que lo acompañen a buscar a la sirena pero
los amigos tenían que hacerse estudios médicos y no podían ir.
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El monstruo que estornuda brillantina
Había una vez tres nenas que vivian en una casa chiquitita. Una mañana, al despertar no podían
verse. Tocaban todo buscándose entre ellas pero no se encontraban.
La mamá de una de ellas entró al cuarto y vio en la ventana a un monstruo violeta de cinco ojos,
sintió mucho miedo y se fue corriendo.
En ese momento, el monstruo que estaba muy resfriado porque era invierno y hacía frío,
estornudó muy fuerte y su estornudo estaba lleno de brillantina. La brillantina voló por todo el
cuarto cubriendo a las tres chicas que dejaron de ser invisibles y volvieron a la normalidad.
La mamá que había huído antes, tomó coraje y decidió volver al cuarto para matar al monstruo.
Tomó una espada mágica que tenía en la cocina , entró al cuarto y ¡ZAZ! Le revoleó la espada
mágica al monstruo, dándole en la pierna y matándolo.
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Las tres amigas en el bosque
Había una vez un bosque encantado, este era un bosque especial porque tenía un árbol un poco
diferente. Era un árbol de metal. Solo este bosque entre todos los bosques del mundo tenía un
árbol de metal. Y algo más extraño aún es que adentro del árbol, vivía una princesa cautiva.
Desde que ese árbol estaba en el bosque encantado pasaban cosas extrañas, por ejemplo, los áboles
se talaban solos. También se abrían las puertas y las ventanas solas.
Un día, una nena llamada Martina y su amiga Alma oyeron los árboles cayendo y sospecharon que
la princesa podía estar encerrada en el bosque. Entonces fueron al bosque y al entrar se
encontraron con fantasmas que las atacaban, pero ellas se defendían muy bien.
Siguieron caminando y luchando contra los fantasmas hasta encontrar un puente. Cruzaron el
puente y al hacerlo vieron al fantasma más grande que verían en toda su vida. Sin miedo lo
enfrentaron y siendo muy tenaces lo vencieron.
En ese momento, vieron un cofre con una llave adentro. ¡Era la llave del árbol de metal!
Fueron corriendo hacia el árbol de metal y abrieron la puerta con la llave. Salvaron a la princesa
que muy agradecida las invitó a tomar la leche chocolatada con galletitas Oreo.
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MICRORRELATOS
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¿El corazón con espinas?
Juan Manuel Velazquez (11 años) - Esc. 19 DE 19, CABA
Tiene el corazón con espinas porque se cayó encima de un cactus cuando estaba en un
desierto perdido.
El gallo y el monstruo
Guadalupe Velazquez (9 años) - Esc. 161 “Carola Lorenzini”, La Matanza
Había una vez un gallo muy feliz. Hasta que un día se perdió y se encontró con un
monstruo.
Había una vez un niño llamado José. Él buscaba a su padre porque nunca volvió, jamás.
Por eso, fue a buscar a su padre por el desierto. Allí vio un camino de huellas y las siguió
hasta llegar al Polo Norte. Vio a las personas que encerraron a su padre.
Al niño lo descubrieron.
Su padre se liberó y fue a salvar a su hijo.
Vivieron felices para siempre.
El elefante y el caballo
Ariana Oliva (9 años) - Esc. 15 “Bernardino Rivadavia”, Lanús
Había una elefante que tenía una hija y estaban perdidas. De pronto, se encontraron con
un caballo también perdido y se hicieron amigos. Encontraron un dueño y fueron felices
por siempre.
Había una vez una ciudad muy muy grande en donde había muchos kioskos. Un día, en
uno de esos kioskos entraron a robar. Después llegaron los policías y se llevaron al ladrón.
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El río y las chicas
Eliana Oliva (7 años) - Esc. 15 “Bernardino Rivadavia”, Lanús
Se cayeron de la escalera la chica y la nena. Se encontraron con el río y luego, con una casa.
Vivieron felices por siempre.
La historia de la bailarina
Matías Daniel López Acosta (9 años) - Esc. 80 “Ejército Argentino”, Moreno
Había una vez una bailarina que quería entrar a un grupo de bailarines. Le dijeron que no
porque era chiquita. Entonces se fue a buscar otro grupo de bailarines y la aceptaron.
El lobo malo
Walter Daniel Velazquez (9 años) - Esc. 19 DE 19, CABA
Había una vez un lobo que a la noche era malo y comía gente. Mucha mucha gente.
El señor tiene el pelo puntiagudo porque siempre quería tener el pelo duro para
defenderse.
El árbol de la vida
Samara Morena Tuni (9 años) - Esc. 19 DE 19, CABA
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Había una vez una nena a la que su mamá le dijo que le lleve a su abuelita una canasta que
tiene un frasco de miel y torta. Cuando iba por el bosque, se encontró con el lobo. El lobo le
dijo que por allá hay flores.
“No, gracias”.
Caperucita fue a la casa de su abuelita, comieron miel y torta y fueron felices.
Caperucita Celeste
Fátima Muriel Mayorga (8 años) - Esc. 7 DE 20, CABA
Había una vez una chica llamada Caperucita Celeste. Un día la mamá le dijo:
- Llevá esta canasta a tu abuela.
- Ok - dijo Caperucita y se fue al bosque.
En el camino, vio un gatito y se lo llevó en la canasta.
La Caperucita Rosa
Melina Zaya Rodriguez (10 años) - Esc. 215, La Matanza
Había una vez una niña llamada Caperucita Rosa. Un día, la mamá la mandó a comprar
vegetales.
Mientras caminaba se encontró a una astuta zorra que le preguntó si podía ir a comprar
con ella.
- Sí - le dijo Caperucita y se fueron.
Después de comprar, vinieron piratas y les quisieron sacar las bolsas.
Caperucita sacó su espada y empezó a pelear. La zorra la ayudó.
Vencieron a los piratas y volvieron a la casa de Caperucita a merendar.
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POEMAS Y HAIKUS
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Lo que se siente amar (Haiku)
Damaris Sabo Velazquez (9 años) – Esc. 82 “Fray Mamerto Esquiu”, Lomas de Zamora
Cuando salgo tu
me abrazas con suave
brisa y me vistes.
El cielo está
despierto y las flores
inspiran a amar.
31
Los pájaros cantan (Haiku)
Bianca Aguayo (8 años) – Esc. 22 DE 20, CABA
32
Elefante indio (Haiku)
Trinidad Cazava (11 años) – Esc. 20 DE 7, CABA
En el medio de
la India, elefante
camina lento.
33
Pájaro cantor (Haiku)
Renata Zungri (11 años) – Esc. Sir Thomas Malory School, CABA
Pájaro cantor
que canta y canta
de felicidad.
34
El aire libre
Jennyfer Lopez (9 años) – Esc. 22 DE 20, CABA
35
Mi amigo el perro (Haiku)
Yazmin Garrido (11 años) – Esc. 10 “Guillermo Marconi”, Esteban Echeverría
Perro corriendo
por la comida. Lo veo
me re alegra.
36
Inmenso mar (Haiku)
Naely Choney Reynaga Trujillo (15 años) – Esc. 9 DE 11, CABA
El mar inmenso
te relaja en todo
momento del día.
37
La naturaleza es… (Haiku)
Dalila Reynaga (13 años) – Esc. 9 DE 11, CABA
Naturaleza;
es tan incomparable
mucho más grande.
38
El río
Sebastian Pampillón (6 años) – Esc. 10 “Guillermo Marconi”, Esteban Echeverría
El río
me gusta porque
tiene mucha agua.
39
La felicidad del tigre (Haiku)
Milagros Garrido (12 años) – Esc. 26 “Paula Albarracín de Sarmiento”, Lomas de Zamora
El tigre corre
en la selva feliz
con los amigos.
40
Los árboles
Mora Gatti (14 años) – Esc. 5 DE 20, CABA
41
Las ranas
Enzo Quevedo (11 años) – Esc. 14 DE 20, CABA
42
Mariposa
Agustina Sosa (11 años) – Esc. 7 “República del Perú”, La Matanza
Una mariposa
revolotea por todas
partes formando
rulitos de colores
por el aire.
43
Mi árbol favorito (Haiku)
Camila Ovelar Aranda (8 años) – Esc. 70 “Niñas de Ayohuma”, La Matanza
Me gusta porque
es lindo y hermoso
tiene un año
44
Muchas hojas con
mangos deliciosos; y
mucha energía.
El aire (Haiku)
Helen Wendys Ovelar Aranda (11 años) – Esc. 70 “Niñas de Ayohuma”, La Matanza
45
Me gusta porque
dan libertad y el
planeta, sano.
46
Las rosas rojas (Haiku)
Ludmila Milagros Valenzuela (11 años) – Esc. 60 “Tomás Grijera”, Lomas de Zamora
de chocolate
y de frutilla también.
Son muy hermosas.
47
Las margaritas son bonitas (Haiku)
Celeste Balero (7 años) – Esc. 12 DE 8, CABA
Un sol parecen,
alumbrado. Las flores,
margaritas lindas.
48
Pensar en las plantas, también pensar en las frutas.
Luzmila Llave (5 años) – Esc. 10 DE 11, CABA
A veces me gusta
pensar en las
plantas.
49
Las plantas
Candela Cordoba (10 años) – Esc. 29 “Ferro Vallerga”, San Antonio de Padua
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La naturaleza nos ayuda
Natasha Bertolo (10 años) – Esc. 13 DE 20, CABA
A mí me gusta mucho
la naturaleza
porque nos ayuda a comer y,
a respirar,
y a vivir.
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La naturaleza
Luzmila Bertolo (7 años) – Esc. 13 DE 20, CABA
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