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PANORAMA DE LA LITERATURA EN PUERTO VALLARTA

Alejandro Rojas

Puerto Vallarta es una ciudad bastante joven (obtuvo su título de ciudad apenas en
1968) cuyo disparo demográfico e infraestructura económica provino de una
circunstancia relacionada con Hollywood. Antes conocido como Puerto Las Peñas, un
paradisíaco pueblo sustentado por pesca de autoconsumo y de gente sencilla y apegada
a la vida natural, debe su crecimiento a la realización del filme La noche de la Iguana
(1963), en la que actuaron algunas estrellas del cine norteamericano, entre las que ahora
se recuerda más a Elizabeth Taylor. La curiosidad de los visitantes internacionales fue
tal que, a la postre, debió crearse toda una industria turística y de servicios de la que
ahora se mantiene y que le hace ser una de las ciudades turísticas más importantes de
México, de interés mundial. La mayor parte de la población de Puerto Vallarta (llamada
Vallarta, a secas, coloquialmente), gravita en torno a dicha industria: enormes hoteles,
zonas residenciales de veraneo, restaurantes, boutiques, servicios de entretenimiento,
clubes nocturnos y relacionados. Es una realidad que su ciudadano común vive
enajenado en tal industria: si bien puede alcanzar mediana estabilidad económica y
hacer dinero como empleado, o en otros casos administrador de modestos cargos en este
comercio que prevé una derrama económica importante, su tiempo y su fuerza suelen
dedicarse casi de manera exclusiva al engranaje de la máquina. Las escuelas y aun las
universidades entrenan a sus jóvenes para proveer a esta industria de trabajadores. La
cultura fuera de este orden, tiene expresiones mínimas, si hablamos nuevamente del
ciudadano común. El ocio y entretenimiento de esa población poco tienen que ver con
una cultura relacionada con expresiones como el arte, al que desconoce y que ni le
interesa. Los dedican principalmente a la música grupera, el fútbol, las borracheras, el
consumo de drogas o los centros nocturnos.
Es cierto que hay una comunidad de pintores extranjeros y nacionales que han
ido a vivir a dicha ciudad, atraídos por su tranquilidad, pero también es cierto que son
en general particulares que crean para un mercado de arte que se cotiza en dólares y que
tiene a su público entre gente rica o extranjeros retirados que tienen casas de invierno en
la ciudad. Fuera de la obras de un par pintores reconocidos que desarrollaron el estilo
näif representativo de la ciudad, no hay más tradición plástica autóctona. Otros artistas
como bailarines y músicos dependen también de tal industria, viviendo del espectáculo
para los turistas; las creaciones que llegan producir no son significativas y sólo algunos
cuantos han podido o decidido salir a cultivar profesionalmente su arte a otras partes del
país, en un ámbito privilegiadamente artístico. El arte para el pueblo ha tenido
históricamente en él, hasta hace muy poco si consideramos “Letras en la mar” (festival
al que me referiré más adelante), una expresión mínima y reduccionista. Fuera del
trabajo apasionado de algunos muralistas emergentes de alrededor de treinta años (e
incluso entre ellos muchos no son nativos de la ciudad), la expresión auténtica y libre
del arte es marginal, y los que se han decidido dedicarse a ella encuentran serias
limitaciones en la ciudad. Es significativo hasta hace unos meses se haya conformado
un Instituto Vallartense de la Cultura que en pretende su autonomía técnica y de gestión.
Sin embargo, aún al inicio de la presente administración municipal, en 2012, la
dependencia encargada del arte y la cultura en Puerto Vallarta era el Departamento de
Cultura, Recreación y Actos Cívicos, cuyo nombre y funciones parecen a los ojos del
entendido productos de una asociación libre de ideas. Por otro lado, el sentido práctico
de la noción de cultura para esta dependencia tenía sinceramente que ver más con el
entretenimiento popular, y por ello sus eventos culturales consistían, por ejemplo, en
traer a la ciudad a cantantes de música popular o de la cultura televisiva mexicana, o
algunas muestras folclóricas vistas una y otra vez hasta el aburrimiento, para entretener
pasivamente al espectador un par de horas en eventos masivos. El apoyo a artistas el era
a veces nulo, y, cuando existía, inseguro. Ni qué decir que la mayoría de los artistas
apoyados de alguna manera, con espacios o recursos económicos para sus montajes,
eran los foráneos ya reconocidos que venían a proyectarse. Los locales se veían, en
muchos casos dramáticos, orillados a trabajar en las calles, obviamente con el respectivo
permiso comprado. El fomento a la lectura nunca existió institucionalmente entonces.
Es comprensible que, en este ambiente, el desarrollo de la literatura no haya
tenido mejor suerte. El círculo de creadores literarios en la actualidad puede
considerarse estrictamente como un puñado. Y a continuación pasaremos revista de
manera general al trabajo de los que considero más destacables, meritorio en su justo
valor, pues son los que actualmente sostienen, con empeño, pasión (a veces más, a veces
menos), constancia y calidad reconocible, la literatura de la localidad.
Podemos enarbolar como muy digno de atención el trabajo de quien fue
nombrado Cronista de la Ciudad por el Ayuntamiento de Puerto Vallarta en 2006, Juan
Manuel Gómez Encarnación. A él se debe la primera recopilación de las narraciones
orales y leyendas tanto de Puerto Vallara, como de los alrededores en la misma Bahía de
Banderas, algunas de las cuales databan de siglos y que pudieron haberse perdido en el
olvido, amenazadas por los discursos de la modernidad, de no haberse registrado en un
documento como alguno de sus varios volúmenes dedicados a ello. Además de haber
sido investigadas y ordenadas estas narraciones, el cronista les dio un tratamiento
literario en un lenguaje en los que se vierten el folclor, la fantasía y la idiosincrasia. Él
es también autor de crónicas y textos históricos sobre la región de Puerto Vallarta,
además de haber incursionado en el cuento, el periodismo y la literatura infantil (su obra
para niños Uitzilinin mereció el Premio Nacional de Literatura para Niños en 2002),
entre otros géneros.
Otra figura literaria importante, a pesar de la marginalidad en la que se ha
movido su trabajo, es poeta Lalo Quimixto Chacala, cuyo nombre de pluma creó como
un tributo a las dos poblaciones vecinas en donde nacieron sus padres: Quimixto y
Chacala. Es autor de varias colecciones de poesía publicadas en ediciones panfletarias, a
veces fotocopiadas, producidas con patrocinios de cafés de la ciudad o por medio de la
autogestión. A pesar de esto, dicho poeta es poseedor ya de una leyenda personal que ha
proyecto su nombre hacia otros puntos del país, empezando por Guadalajara, a partir de
la publicación allí de sus dos primeras colecciones de poesía, Mujeres humanas y
Emociones (2003) en plaquetas de la editorial Alimaña Drunk. La poesía de este autor,
que ha cambiado de matices y formas expresivas a lo largo de los años, tiene como eje
experiencias humanas capitales como el dolor, la admiración por la condición femenina
y la naturaleza, la denuncia social, la búsqueda de la espiritualidad, y la poesía como un
bien común. Conocido y admirado por algunos sectores de quienes frecuentan la escuela
musical y lírica llamada rupestre, y por su hábito de declamar poesía en las calles y en
los camiones a la manera de una irrupción en el tedio de la vida cotidiana, por un amor a
la poesía emparentado a veces con el sentido de la religiosidad asumido como destino, y
con el de la lucha del hombre por reafirmar su condición humana, ha despertado el
interés algunos investigadores, periodistas y escritores que lo han glosado en espacios
culturales como La Jornada y El informador. Aparte están los admiradores espontáneos
que comparten grabaciones y poemas del autor en internet. “La poesía es la vida. O soy
poeta o me suicido”, me declaró un día en un bar el poeta, quien parece a algunas
personas del medio cultural vallartense como extravagante. Su creatividad no ha tenido
mejor suerte con las autoridades culturales vallartenses, de la cuales no ha recibido
apoyo sincero. En 2010 Raúl Bañuelos preparó en Guadalajara una antología con su
poesía completa publicada, así como con poemas no coleccionados, bajo el título de Pez
en el agua, editado por La Zonámbula, el cual ha tenido un particular lugar de aprecio
entre ciertos jóvenes lectores y escritores de la ciudad de Guadalajara de alrededor de
veinte años, que han escuchado sobre su leyenda y se han visto atraídos por su historia
personal (se dice que es un juglar urbano).
En el ámbito del teatro, Alberto Fabián Sahagún ha formado actores desde hace
25 años, así como a jóvenes lectores de teatro, algunos de los cuales han empezado ya a
escribir sus propios textos dramáticos. Es autor de una decena de obras de teatro, entre
las que figuran Recuerdos del Paraíso (Premio Nacional de Teatro Wilberto Cantón
2005), La Noche del Gran Milagro y A la media noche; esta última, un melodrama
cómico con elementos inspirados en la estética de las primeras décadas de los años del
siglo pasado y con un aire gótico, ha sido representada con éxito desde hace varios años
en escenarios vallartenses y de los alrededores, ganando el Encuentro de Teatro del
Interior en 2008. A fines del año pasado, recibió un reconocimiento por su trayectoria
como dramaturgo y maestro de teatro, por parte de la actual administración del
municipio de Puerto Vallarta.
Otra persona que ha formado jóvenes, primordialmente en el ámbito de la lectura
y la apreciación de la literatura, y algunas veces ha orientado a incipientes escritores de
bachiller, dentro de la docencia y la coordinación de programas de lectoescritura, es
Kyliel Casillas Hernández, quien ha ejercito también el comentario literario
principalmente en la radio cultural local. Ha publicado algunos poemas sueltos en
periódicos y revistas de la región; y recientemente se publicó en Guadalajara su primer
libro de poemas, Festejo de madrugada (2012), bajo el sello Papalotzi. Un poemario de
corte predominante sensual y donde es evidente la exploración de diversas formas
expresivas que van de lo cercano a lo tradicional, hasta la experimentación libre. Hay
poemas en prosa, sonetos, versos libres y juegos plásticos con los encabalgamientos
reunidos en torno a un mismo tema capitular. Amor y erotismo se unen al juego del
lenguaje para festejarlo y verter una intimidad que tiene en la palabra una bandera de
verticalidad: goce de la libertad de los propios afectos.
Rubén Cham, escritor que mereció un premio literario nacional en 1989, se
abocó principalmente al periodismo cultural desde entonces. Es también crítico de arte,
desenvolviéndose en la dirección de arte de importantes galerías de la ciudad. Coordinó
de marzo de 2005 a septiembre de 2006 el Taller Municipal de Literatura de Puerto
Vallarta. Fuera de esto, la formación de personas interesadas en la escritura ha
estado descuidada por la municipalidad. Existe, por otro lado, un taller literario
llamado El Tintero, de estilo bohemio, que lleva ya alrededor de una década
trabajando en la ciudad; allí se han reunido personas de diversas actitudes a
compartir y comentar informalmente sus textos.
No son los únicos, sin embargo. Se publicaron alguna vez materiales literarios
narrativos, de memorias sentimentales, y de desafortunados versos de maestros de
escuelas públicas o de gente piadosa que en algún momento decidió escribir y costearon
su propia obra. Su obra, sin embargo, loable de cualquier manera, olvidada en algunas
empolvadas bibliotecas escolares o preservadas aún en estantes de casas, está muy al
margen ya de sociabilización, y su crítica no podría hacerse sino como parte de un
especializado estudio sociocultural académico, de mucho más interés educativo o
histórico que literario. De estos, han trascendido en los registros los libros Primer
centenario de Puerto Vallarta (1951) de Margarita Mantecón de Garza, que se tiene por
la primera historia escrita del puerto; y Vallarta de mis recuerdos (1982) y
Remembranzas de Puerto Vallarta (1992), memorias de Catalina Montes de Oca de
Contreras.
Es señalable ahora que, salvo algunas en los que intervino por seguros intereses
políticos el recurso público, las ediciones de los pocos autores han debido ser
autofinanciadas, ya en imprentas de la ciudad en ediciones de autor, o más
recientemente con el auxilio de editoriales independientes bajo el método mismo: el
autor paga los costos. No existe un programa editorial en la administración pública y el
Centro Universitario de la Costa de la Universidad de Guadalajara, ubicado en la
ciudad, se evoca en realidad a la publicación de estudios científicos y material educativo
producido en él. Aún si eres un buen y destacado autor vallartense, tienes más
posibilidad de interesar al gobierno de otras partes del país de publicar tu libro, que al
de tu ciudad.
Actualmente hay dos bibliotecas en la ciudad: La Biblioteca Pública Ciudades
Hermanas, ubicada en la colonia Mojoneras (en las orillas de la ciudad), muy poco
visitada y de servicios precarios, a la que sin embargo la institucionalidad le ha prestado
más interés recientemente; y la Biblioteca Los Mangos A.C, que es además un
importante centro cultural donde se realizan ciclos de cine, talleres, presentaciones de
libro y exposiciones plásticas, entre otros. Dicha biblioteca alberga unos 30,000 libros
en español y en inglés, según declaraciones de la misma, y sus servicios son muy
buenos. Sin embargo, la experiencia me ha llevado a corroborar que aún allí la literatura
es poco frecuentada. Se buscan en ella textos técnicos principalmente universitarios:
administración, psicología, derecho, etc., y se usan sus mesas como escritorios para
preparar tareas escolares. Y los que nos buscan esos libros técnicos, llevan libros de los
llamados de “superación personal”, o de pseudociencias u ocultismo más que vulgar
(que no deberían estar allí, supongo). Otros, las más interesados en la letra llevan best
sellers que empiezan con los consabidos casos de Carlos Cuauhtémoc Sánchez o Paulo
Cohelo y terminan en los éxitos de ventas de la industria comercial del libro, de poco
valor literario y que sólo funcionan como entretenimiento. Las obras literarias
verdaderas, aun las más populares en México, son pocas veces consultadas y menos aun
llevadas. Eso lo he comprobado personalmente con libros de Octavio Paz o Jaime
Sabines, cuyas obras clave tenían uno, dos o tres préstamos domiciliarios en quince
años de función allí.
El Encuentro Internacional de Poetas y el Arte “Letras en la mar” es evento que,
desde 2010, lleva la palabra de viva voz de sus autores a estudiantes y un público
general en espacios al aire libre. Allí han leído y compartido, entre otros, José Emilio
Pacheco, Carmen Villoro, Elsa Cross, Luis Armenta Malpica, Jorge Souza Jauffred,
Marco Antonio Campos, Elva Macías, Alberto Ruy Sánchez, Javier Sicilia, Coral
Bracho; y de esta manera el encuentro lleva al público vallartense lo más destacado de
la poesía estatal y nacional (en la trayectoria de varios de ellos destacan dos de los
premios literarios más importantes de México: el Premio Nacional de Poesía
Aguascalientes y el Premio Xavier Villaurrutia), y a algunas voces extranjeras,
preocupándose de reunirlos con los escritores de la ciudad, quienes así tienen un foro de
expresión y oportunidad de divulgar sus trabajos. Importantísima labor de promoción y
socialización de la palabra escrita que organiza la Cátedra Hugo Gutiérrez Vega de la
Universidad de Guadalajara.
Y así llegamos a una nueva guardia, igualmente pequeña, de jóvenes autores,
muchos de los cuales necesitan aún el mejor aprendizaje de las técnicas literarias o del
compromiso verdadero con la palabra.
En un orden paralelo de ideas, como promotor de la lectura y la literatura en los
niños, desde la docencia y en proyectos alternos a lo institucional, figura actualmente
Raúl Gibrán, quien además vincula el trabajo de artistas diversos y se encarga de la
primera editorial independiente de literatura de la ciudad, Megáfono, así como del único
espacio literario hoy en día en un periódico vallartense, esto semanalmente (cada
sábado) en El Sol, Siempre libres. Finalmente, quiero referir la premiación con el
segundo lugar de la I Bienal de Literatura Hugo Gutiérrez Vega, en la categoría de
poesía, del poemario amoroso El agua breve de los días de Ramón Domínguez,
egresado de la SOGEM (aunque eso no signifique más que eso), obra con planes de
aparecer publicada próximamente, y que podría suponer a su autor como promesa
significativa de las letras vallartenses.
Hemos visto que, aunque restringida, la ciudad de Puerto Vallarta sí tiene una
oferta y un movimiento literario, que éste ha alcanzado significativas producciones que
han impactado principalmente a lo regional y ha llegado a proyectarse y alcanzar el
reconocimiento nacional, al menos en el simbólico pero indicador estímulo del premio
literario. Pero, como señaló una periodista local recientemente, la sociedad vallartense
parece no percibirla y mucho menos sentirla, ni tiene conciencia de su responsabilidad
con ella, mirando a la cultura como algo despegado de su vida y muy accesorio en los
temas civiles. Por ello, los eventos artísticos y culturales (con la obviedad de los
literarios) tienen hasta la fecha una escasa asistencia.
Como se ha podido apreciar, existe ya en Puerto Vallarta la mínima
infraestructura para expandir el amor a las letras en un público común tal, amor
desinteresado que ocurre en otras ciudades de México y suele ser común denominador
en las sociedades de avanzada. El asunto medular está donde siempre ha estado: en la
política gubernamental y en las taras institucionales de una burocracia que sólo podrían
ser remediadas por la verdadera y efectiva profesionalización de la administración de la
cultura, que ha estado en este caso particular en muchos casos regida por políticos
incipientes sin formación en gestión cultural que, por otro lado, han manifestado un
desinterés personal en el asunto, dedicados más a pensar en ascender en su carrera
política, y desentendidos de cuestiones que fueron siempre de su competencia jurídica,
al menos en teoría: el posible talento artístico de sus ciudadanos y los alarmantes índices
de lectura en la ciudad, por ejemplo.

Alejandro Rojas es el pseudónimo periodístico del poeta Aleqs Garrigóz (1986). Con él ha
colaborado con artículos culturales; entrevistas con escritores y artistas; reseñas y críticas de
libros, eventos y discos para El vallartense, Semanario Chopper de Guanajuato, EnGuanajuato,
Anomalía, Monolito y Golfa.

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