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U5 PP 114 Revolución Francesa
U5 PP 114 Revolución Francesa
El Directorio (1795-1799)
Napoleón y la toma del poder
El Consulado (1799-1804)
La bandera francesa y los símbolos de la
Revolución
La Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano
Las mujeres y la Revolución francesa
Véase también
Notas y referencias
Fuentes
Bibliografía complementaria
Enlaces externos
Antecedentes ideológicos
Los escritores ilustrados del siglo XVIII, filósofos, politólogos, científicos y economistas, denominados comúnmente
philosophes, y a partir de 1751 los enciclopedistas, contribuyeron a minar las bases del derecho divino de los reyes. La filosofía
de la Ilustración ha desempeñado pues un rol significativo en el giro que tomaron estos eventos históricos pero su influencia debe
relatarse de modo más matizado: acordarle demasiada importancia a los preceptos filosóficos nacidos durante ese siglo se
revelaría como una carencia mayúscula de fidelidad historiográfica.
La corriente de pensamiento vigente en Francia era la Ilustración, cuyos principios se basaban en la razón, la igualdad y la
libertad. La Ilustración había servido de impulso a las Trece Colonias norteamericanas para la independencia de su metrópolis
europea. Tanto la influencia de la Ilustración como el ejemplo de los Estados Unidos sirvieron de «trampolín» ideológico para el
inicio de la revolución en Francia.
Causas
En términos generales fueron varios los factores que influyeron en la Revolución:3
un régimen monárquico que sucumbiría ante su propia rigidez en el contexto de un mundo cambiante, y que,
tras varios intentos de adoptar medidas destinadas a atajar la crisis política y económica, capituló ante la
violenta reacción de la nobleza y de algunos parlamentos provinciales como el de Grenoble (Jornada de las
Tejas);
una aristocracia (la nobleza y el alto clero) aferrada a sus privilegios feudales, que bloqueó todas las reformas
estructurales (de Machault, de Maupeou, de Turgot) que se intentaron implantar desde la Corte;
el auge de una clase burguesa nacida siglos atrás, que había alcanzado un gran poder en el terreno económico
y que ahora empezaba a propugnar el político. Su riqueza y su cultura la había elevado al primer puesto en la
sociedad, posición que estaba en contradicción con la existencia de los estamentos privilegiados, nobleza y
clero;
la exasperación de las clases populares urbanas y del campesinado,
empobrecidos por la subida de los precios –en particular de los
cereales y del pan, base de la alimentación— y por el incremento
continuo de los impuestos y derechos señoriales y reales. El diezmo
que cobraba el clero, apenas servía para mantener el culto y socorrer
a los pobres. El campesinado contestaba además el origen de la
propiedad de los derechos y servidumbres feudales (recogidos en los
llamados «libros terriers»), que les parecían abusivos e injustos;
la expansión de las nuevas ideas ilustradas;
la regresión económica y las crisis agrícolas cíclicas (la que estalló en
1788 fue la más violenta de todo el siglo XVIII), agravados por las
malas cosechas en los años que precedieron a la Revolución;
la quiebra financiera provocada por los vicios del sistema fiscal, la
mala percepción y la desigualdad de los impuestos, los gastos de la
Corte, los costes de las guerras, y por los graves problemas
hacendísticos causados por el apoyo militar a la guerra de
Independencia de los Estados Unidos. Esta intervención militar se
convertiría en arma de doble filo, pues, pese a ganar Francia la guerra
El Tercer Estado cargando al
contra Gran Bretaña y resarcirse así de la anterior derrota en la guerra
de los Siete Años, la hacienda quedó en bancarrota y con una Primer y al Segundo Estado.
importante deuda externa. Los problemas fiscales de la monarquía,
junto al ejemplo de democracia del nuevo Estado emancipado
precipitaron los acontecimientos.
Desde el punto de vista político, fueron fundamentales ideas tales como las expuestas por Voltaire, Rousseau, Diderot o
Montesquieu (como por ejemplo, los conceptos de libertad política, de fraternidad y de igualdad, o de rechazo a una sociedad
dividida, o las nuevas teorías políticas sobre la separación de poderes del Estado). Todo ello fue rompiendo el prestigio de las
instituciones del Antiguo Régimen, ayudando a su desplome.
Desde el punto de vista económico, la inmanejable deuda del Estado fue exacerbada por un sistema de extrema desigualdad social
y de altos impuestos que los estamentos privilegiados, nobleza y clero no tenían obligación de pagar, pero que sí oprimía al resto
de la sociedad. Hubo un aumento de los gastos del Estado simultáneo a un descenso de la producción agraria de terratenientes y
campesinos, lo que produjo una grave escasez de alimentos en los meses precedentes a la Revolución. Las tensiones, tanto
sociales como políticas, mucho tiempo contenidas, se desataron en una gran crisis económica a consecuencia de los dos hechos
puntuales señalados: la colaboración interesada de Francia con la causa de la independencia estadounidense (que ocasionó un
gigantesco déficit fiscal) y el aumento de los precios agrícolas.
El conjunto de la población mostraba un resentimiento generalizado dirigido hacia los privilegios de los nobles y del alto clero,
que mantenían su dominio sobre la vida pública impidiendo que accediera a ella una pujante clase profesional y comerciante. El
ejemplo del proceso revolucionario estadounidense abrió los horizontes de cambio político entre otros.
El tercer impacto de los Estados Generales fue de gran tumulto político, particularmente por la determinación del sistema de
votación. El Parlamento de París propuso que se mantuviera el sistema de votación que se había usado en 1614, si bien los
magistrados no estaban muy seguros acerca de cuál había sido en realidad tal sistema. Sí se sabía, en cambio, que en dicha
asamblea habían estado representados (con el mismo número de miembros) la nobleza (Primer Estado), el clero (Segundo Estado)
y la burguesía (Tercer Estado). Inmediatamente, un grupo de liberales parisinos denominado «Comité de los Treinta», compuesto
principalmente por gente de la nobleza, comenzó a protestar y agitar, reclamando que se duplicara el número de asambleistas con
derecho a voto del Tercer Estado (es decir, los «Comunes»). El gobierno aceptó esta propuesta, pero dejó a la Asamblea la labor
de determinar el derecho de voto. Este cabo suelto creó gran tumulto.
El rey Luis XVI y una parte de la nobleza no aceptaron la situación. Los miembros del Tercer Estamento se autoproclamaron
Asamblea Nacional, y se comprometieron a escribir una constitución. Sectores de la aristocracia confiaban en que estos Estados
Generales pudieran servir para recuperar parte del poder perdido, pero el contexto social ya no era el mismo que en 1614. Ahora
existía una élite burguesa que tenía una serie de reivindicaciones e intereses que chocaban frontalmente con los de la nobleza (y
también con los del pueblo, cosa que se demostraría en los años siguientes).
Asamblea Nacional
Cuando finalmente los Estados Generales de Francia se reunieron en
Versalles el 5 de mayo de 1789 y se originaron las disputas respecto al
tema de las votaciones, los miembros del Tercer Estado debieron verificar
sus propias credenciales, comenzando a hacerlo el 28 de mayo y
finalizando el 17 de junio, cuando los miembros del Tercer Estado se
declararon como únicos integrantes de la Asamblea Nacional: esta no
representaría a las clases pudientes sino al pueblo en sí. La primera medida
de la Asamblea fue votar la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano. Si bien invitaron a los miembros del Primer y Segundo Estado
El Juramento del Juego de Pelota, obra
a participar en esta asamblea, dejaron en claro sus intenciones de proceder de Jacques-Louis David.
incluso sin esta participación.
La monarquía, opuesta a la Asamblea, cerró las salas donde esta se estaba reuniendo. Los asambleistas se mudaron a un edificio
cercano, donde la aristocracia acostumbraba a jugar el juego de la pelota, conocido como jeu de paume. Allí es donde procedieron
con lo que se conoce como el Juramento del Juego de la Pelota el 20 de junio de 1789, prometiendo no separarse hasta tanto
dieran a Francia una nueva constitución. La mayoría de los representantes del bajo clero se unieron a la Asamblea, al igual que 47
miembros de la nobleza. Ya el 27 de junio, los representantes de la monarquía se dieron por vencidos, y por esa fecha el rey
mandó reunir grandes contingentes de tropas militares que comenzaron a llegar a París y Versalles. Los mensajes de apoyo a la
Asamblea llovieron desde París y otras ciudades. El 9 de julio la Asamblea se nombró a sí misma Asamblea Nacional
Constituyente.
Toma de la Bastilla
El 11 de julio de 1789, el rey Luis XVI, actuando bajo la influencia de los nobles conservadores al igual que la de su hermano, el
conde D'Artois, despidió al ministro Necker y ordenó la reconstrucción del Ministerio de Finanzas. Gran parte del pueblo de París
interpretó esta medida como un autogolpe de la realeza, y se lanzó a la calle en abierta rebelión. Algunos de los militares se
mantuvieron neutrales, pero otros se unieron al pueblo.
El 14 de julio el pueblo de París respaldó en las calles a sus representantes y, ante el temor de que las tropas reales los detuvieran,
asaltaron la fortaleza de la Bastilla, símbolo del absolutismo monárquico, pero también punto estratégico del plan de represión de
Luis XVI, pues sus cañones apuntaban a los barrios obreros. Tras cuatro horas de combate, los insurgentes tomaron la prisión,
matando a su gobernador, el marqués Bernard de Launay. Si bien solo cuatro presos fueron liberados, la Bastilla se convirtió en
un potente símbolo de todo lo que resultaba despreciable en el Antiguo Régimen. Retornando al ayuntamiento, la multitud acusó
al alcalde Jacques de Flesselles de traición, quien recibió un balazo que lo mató. Su cabeza fue cortada y exhibida en la ciudad
clavada en una pica, naciendo desde entonces la costumbre de pasear en
una pica las cabezas de los decapitados, lo que se volvió muy común
durante la Revolución.
Sin embargo, después de estos actos de violencia, los nobles, no muy seguros del rumbo que tomaría la reconciliación temporal
entre el rey y el pueblo, comenzaron a salir del país, algunos con la intención de fomentar una guerra civil en Francia y de llevar a
las naciones europeas a respaldar al rey. Estos fueron conocidos como los émigrés (emigrados).
Composición de la Asamblea
Véanse también: Izquierda y Derecha.
En una Asamblea que se quería plural y cuyo propósito era la redacción de una constitución democrática, los 1200 constituyentes
representaban las diversas tendencias políticas del momento.
La derecha representaba a
las antiguas clases
privilegiadas. Sus oradores
más brillantes eran el
aristócrata Cazalès, en
representación de la
nobleza, y el abad Jean-
Sifrein Maury, en
representación del alto clero.
Se oponían
sistemáticamente a todo tipo
de reformas y buscaban más
sembrar la discordia que
proponer medidas.4
El 27 de agosto de 1789 la Asamblea publicó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano inspirándose en parte
en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y estableciendo el principio de libertad, igualdad y fraternidad. Dicha
declaración establecía una declaración de principios que serían la base ineludible de la futura Constitución.
Camino a la constitución
La Asamblea Nacional Constituyente no era solo un órgano legislativo, sino la encargada de redactar una nueva constitución.
Algunos, como Necker, favorecían la creación de una asamblea bicameral en donde el Senado sería escogido por la Corona entre
los miembros propuestos por el pueblo. Los nobles, por su parte, favorecían un Senado compuesto por miembros de la nobleza
elegidos por los propios nobles. Prevaleció, sin embargo, la tesis liberal de que la Asamblea tendría una sola cámara, quedando el
rey solo con el poder de veto, pudiendo posponer la ejecución de una ley, pero no su total eliminación.
El movimiento de los monárquicos para bloquear este sistema fue desmontado por el pueblo de París, compuesto
fundamentalmente por mujeres (llamadas despectivamente «las Furias»), que marcharon el 5 de octubre de 1789 sobre Versalles.
Tras varios incidentes, el rey y su familia se vieron obligados a abandonar Versalles y se trasladaron al palacio de las Tullerías en
París.
A principios de 1791, la Asamblea consideró introducir una legislación contra los franceses que emigraron durante la Revolución
(émigrés). Se pretendía coartar la libertad de salir del país para fomentar desde el extranjero la creación de ejércitos
contrarrevolucionarios, y evitar la fuga de capitales. Mirabeau se opuso rotundamente a esto. Sin embargo, el 2 de marzo de 1791
Mirabeau fallece, y la Asamblea adopta esta draconiana medida.
El 20 de junio de 1791, Luis XVI, opuesto al curso que iba tomando la Revolución, huyó junto con su familia de las Tullerías. Sin
embargo, al día siguiente cometió la imprudencia de dejarse ver, fue arrestado en Varennes por un oficial del pueblo y devuelto a
París escoltado por la guardia. A su regreso a París el pueblo se mantuvo en silencio y, tanto él como su esposa, María Antonieta,
sus dos hijos (María Teresa y Luis-Carlos, futuro Luis XVII) y su hermana (Madame Elizabeth) permanecieron bajo custodia.
Aun cuando existía una fuerte corriente política que favorecía la monarquía constitucional, al final venció la tesis de mantener al
rey como una figura decorativa. Jacques Pierre Brissot introdujo una petición insistiendo en que, a los ojos del pueblo, Luis XVI
había sido depuesto por el hecho de su huida. Una inmensa multitud se congregó en el Campo de Marte para firmar dicha
petición. Georges-Jacques Danton y Camille Desmoulins pronunciaron discursos exaltados. La Asamblea pidió a las autoridades
municipales guardar el orden. Bajo el mando de Lafayette, la Guardia Nacional se enfrentó a la multitud. Al principio, tras recibir
una oleada de piedras, los soldados respondieron disparando al aire; dado que la multitud no cedía, Lafayette ordenó disparar a
los manifestantes, ocasionando más de cincuenta muertos.
Tras esta masacre, las autoridades cerraron varios clubes políticos, así como varios periódicos radicales, como el que editaba
Jean-Paul Marat. Danton se fugó a Inglaterra y Desmoulins y Marat permanecieron escondidos.
Mientras tanto, la Asamblea había redactado la Constitución y el rey había sido mantenido, aceptándola. El rey pronunció un
discurso ante la Asamblea, que fue acogido con un fuerte aplauso. La Asamblea Nacional Constituyente cesó en sus funciones el
29 de septiembre de 1791.
Este gran número de diputados se reunían en los clubes, germen de los partidos Georges-Jacques Danton.
políticos. El más célebre de entre estos fue el partido de los jacobinos, dominado
por Robespierre. A la izquierda de este partido se encontraban los cordeliers,
quienes defendían el sufragio universal masculino (derecho de todos los hombres
al voto a partir de una determinada edad). Los cordeliers querían la eliminación
de la monarquía e instauración de la república. Estaban dirigidos por Jean-Paul
Marat y Georges-Jacques Danton, representando siempre al pueblo más humilde.
El grupo de ideas más moderadas era el de los girondinos, que defendían el
sufragio censitario y propugnaban una monarquía constitucional descentralizada.
También se encontraban aquellos que formaban parte de «el Pantano», o «el
Llano», como eran llamados aquellos que no tenían un voto propio, y que se iban
por las proposiciones que más les convenían, ya vinieran de los jacobinos o de
los girondinos.
El gobierno pasó a depender de la Comuna Insurreccional. Cuando la Comuna envió grupos de sicarios a las prisiones, asesinaron
a 1400 víctimas, y pidió a otras ciudades de Francia que hicieran lo mismo, la Asamblea no opuso resistencia. Esta situación
persistió hasta el 20 de septiembre de 1792, en que se creó un nuevo cuerpo legislativo denominado Convención, que de hecho se
convirtió en el nuevo gobierno de Francia.
La Convención (1792-1795)
El poder legislativo de la nueva República estuvo a cargo de la Convención
Nacional, mientras que el poder ejecutivo recayó sobre el Comité de Salvación
Pública.
Se redactó en 1793 una nueva Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, y una nueva constitución de tipo democrático que reconocía el
sufragio universal. El Comité de Salvación Pública cayó bajo el mando de
Maximilien Robespierre y los jacobinos desataron lo que se denominó el
Reinado del Terror (1793-1794). No menos de 10 000 personas fueron
guillotinadas ante acusaciones de actividades contrarrevolucionarias. La menor
sospecha de dichas actividades podía hacer recaer sobre una persona acusaciones
que eventualmente la llevarían a la guillotina. El cálculo total de víctimas varía,
pero se cree que pudieron ser hasta 40 000 los que fueron víctimas del Terror.
El Directorio (1795-1799)
La Convención aprobó una nueva constitución el 17 de agosto de 1795, ratificada el 26 de septiembre en un plebiscito. La nueva
Constitución, llamada Constitución del Año III, confería el poder ejecutivo a un Directorio, formado por cinco miembros
llamados directores. El poder legislativo sería ejercido por una asamblea bicameral, compuesta por el Consejo de Ancianos (250
miembros) y el Consejo de los Quinientos. Esta Constitución suprimió el sufragio universal masculino y restableció el sufragio
censitario.
Napoleón y la toma del poder
La nueva Constitución encontró la oposición de grupos monárquicos y
jacobinos. Hubo diferentes revueltas que fueron reprimidas por el ejército, todo
lo cual motivó que el general Napoleón Bonaparte, retornado de su campaña en
Egipto, diera el 9 de noviembre de 1799 un golpe de Estado (18 de Brumario),
instalando el Consulado.
El Consulado (1799-1804)
Napoleón liderando a sus tropas en
La Constitución del Año VIII, redactada por Pierre Daunou y promulgada el 25 la batalla del puente de Arcole.
de diciembre de 1799, estableció un régimen autoritario que concentraba el
poder en manos de Napoleón Bonaparte, para supuestamente salvar la república
de una posible restauración monárquica. Contrariamente a las constituciones
anteriores, no incluía ninguna declaración sobre los derechos fundamentales de
los ciudadanos. El poder ejecutivo recaía en tres cónsules: el primer cónsul,
designado por la misma Constitución, era Napoleón Bonaparte, y los otros dos
solo tenían un poder consultivo. En 1802, Napoleón impuso la aprobación de un
senadoconsulto, que lo convirtió en cónsul vitalicio, con derecho a designar su
sucesor.
Otro símbolo de la Revolución francesa es el gorro frigio (también llamado gorro de la libertad), llevado en particular por los
Sans-culottes. Aparece también en los Escudos Nacionales de Francia, Haití, Cuba, El Salvador, Nicaragua, Colombia, Bolivia,
Paraguay y Argentina.
El himno «La Marsellesa», letra y música de Claude-Joseph Rouget de Lisle, capitán de ingenieros de la guarnición de
Estrasburgo, se popularizó a tal punto que el 14 de julio de 1795 fue declarado himno nacional de Francia; originalmente se
llamaba «Chant de guerre pour l'armée du Rhin» («Canto de guerra para el ejército del Rin»), pero los voluntarios del general
François Mireur que salieron de Marsella entraron a París el 30 de julio de 1792 cantando dicho himno como canción de marcha.
Los parisinos los acogieron con gran entusiasmo y bautizaron el cántico como «La Marsellesa».
El lema Liberté, égalité, fraternité («Libertad, igualdad, fraternidad»), que procede del lema no oficial de la Revolución de 1789
Liberté, égalité ou la mort («Libertad, igualdad o la muerte»), fue adoptado oficialmente después de la Revolución de 1848 por la
Segunda República Francesa.
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Bandera de Francia.
El distinto alcance de ambas declaraciones es debido tanto a cuestiones de forma como de fondo. La declaración francesa es
indiferente a las circunstancias en que nace y añade a los derechos naturales, los derechos del ciudadano. Pero sobre todo, es un
texto atemporal, único, separado del texto constitucional y, por tanto, con un carácter universal, a lo que hay que añadir la
brevedad, claridad y sencillez del lenguaje. De ahí su trascendencia y éxito tanto en Francia como en Europa y el mundo
occidental en su conjunto.
La declaración sin embargo excluyó a las mujeres en su consideración de ciudadanas y se olvidó de las mujeres en su proyecto
igualitario. Dos años más tarde de la redacción de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano la activista política
Olympe de Gouges escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana (1793) que se convierte en uno de los
primeros documentos históricos que plantea la equiparación jurídica y legal de las mujeres en relación a los varones.11
Las mujeres y la Revolución francesa
Las mujeres ocupan la calle durante las semanas precedentes a la insurrección y
tuvieron un papel protagonista en el inicio de la Revolución. El 5 de octubre de
1789 fueron ellas quienes iniciaron la marcha hacia Versalles a buscar al rey. Sin
embargo cuando las asociaciones revolucionarias dirigen el alzamiento las
mujeres quedan excluidas del pueblo deliberante, del pueblo armado -la guardia
nacional- de los comités locales y de las asociaciones políticas.
Entre las revolucionarias más destacadas esta la dramaturga y activista política Declaración de los Derechos del
considerada precursora del feminismo, Olympe de Gouges que escribió la Hombre y del Ciudadano.
Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana (1793) reivindicando la
equiparación de derechos entre hombres y mujeres. Olympe se enfrentó a
Robespierre y publicó la carta Pronostic de Monsieur Robespierre pour un
animale amphibie12 que la llevó a ser acusada de intrigas sediciosas. Fue
juzgada, condenada a muerte y guillotinada.13
Véase también
Cronología de la Revolución francesa Olympe de Gouges autora de la
Debate historiográfico sobre la Revolución francesa Declaración de los derechos de la
Mujer y de la Ciudadana y
Descristianización de Francia durante la Revolución
precursora del feminismo
Estados Generales
Guerras Napoleónicas
Historia de Francia
Ideologías de la Revolución francesa
Irreligión en Francia
Napoleón Bonaparte
Revoluciones burguesas
Anexo:Cronología de Francia
Notas y referencias
1. Michel Vovelle. Introducción a la historia de la Revolución francesa (https://es.scribd.com/doc/165772018/100/LA-
REVOLUCION-FRANCESA), Cap. I Nacimiento de la Revolución, 1. La crisis del Antiguo Régimen, pág. 11-23.
Editorial Crítica, Barcelona, 2000, 224 págs, ISBN 84-8432-086-3
2. 100 fiches d'histoire du XIXe siècle (http://books.google.es/books?id=pIWUJejLnS0C&pg=PA9&dq=r%C3%A9vol
ution+fran%C3%A7aise+d%C3%A9but+de+l%27%C3%A9poque+contemporaine&hl=es&sa=X&ei=WYRjVLvQE
u7fsATAhYKQAw&ved=0CDAQ6AEwAg#v=onepage&q&f=false), Sophie Kerignard. Editions Bréal, 2004, 334
págs. ISBN 9782749503400. Introducción pág. 9. Consultado el 12 de noviembre de 2014. (en francés)
3. Albert Soboul. Compendio de la historia de la Revolución Francesa, Cap. I La crisis de la sociedad y Cap. II
Prólogo de la Revolución burguesa: la rebelión de la aristocracia (1787-1788). Tecnos, 1994, 464 págs. ISBN
9788430905522.
4. François Mignet, History of the French Revolution from 1789 to 1814, capítulo II, From the Night of the 4th of
August to the 5th and 6th of Octobre, 1789 (De la noche del 4 de agosto a los 5 y 6 de octubre 1789), en línea en
historion.net [1] (http://historion.net/history-french-revolution-1789-1814/chapter-ii-night-4th-august-5th-and-6th-oc
tober-1789?page=2&quicktabs_2=1), consultado el 11/10/2010.
5. Georges-Jacques Danton#La revolución
6. Hebertistas#Los hebertistas después del juicio de 1794
7. Enragés#Historia
8. Historia del escudo de París (Histoire du blason de París) (http://jacques.cuny.pagesperso-orange.fr/Pages/PHist
oire.htm), artículo de Robert Louis, consejero técnico de la Sociedad francesa de heráldica y sigilografía. En
jacques.cuny.pagesperso-orange.fr, consultado el 6/10/2010 (en francés)
9. En la página oficial del Senado francés, senat.fr, consultado el 7/10/2010 [2] (http://www.senat.fr/questions/base/
1989/qSEQ890906457.html) (en francés)
10. La France maritime (http://books.google.fr/books?id=BY1WAAAAMAAJ&pg=PP5&dq=%22la+france+maritime%2
2+%22tome+premier%22#v=onepage&q=%22la%20france%20maritime%22%20%22tome%20premier%22&f=fal
se) por Amédée Gréhan, ediciones Postel, 1837, páginas 116-120, consultado el 7/10/2010 (en francés)
11. «Histoire des femmes. Les femmes et la Révolution de 1789 : un espoir pour les femmes. Luttes et
revendications, Militantes et revendications des femmes en 1789. Histoire des femmes et République, Florence
Brissieux, Aurore Rubio» (http://www.thucydide.com/realisations/comprendre/femmes/femmes2.htm).
www.thucydide.com. Consultado el 9 de noviembre de 2016.
12. Olympe de Gouges. «Pronostic sur Maximilien Robespierre par un animal Amphibie» (http://www.olympedegouge
s.eu/pronostic_max.php). www.olympedegouges.eu. Consultado el 9 de noviembre de 2016.
13. Valadés, Patricia Galeana de (1 de enero de 2004). Los derechos humanos de las mujeres en México (https://bo
oks.google.es/books?id=WVohBVU4vYYC&pg=PA195&lpg=PA195&dq=Pronostic+de+Monsieur+Robespierre+p
our+un+animale+amphibie&source=bl&ots=JTcw0UAsAp&sig=TejBOq_7-O3zz7FaBVBTIXWCQls&hl=es&sa=X&
ved=0ahUKEwiwipu1spzQAhXE2BoKHcItBfsQ6AEISTAH#v=onepage&q=Pronostic%20de%20Monsieur%20Rob
espierre%20pour%20un%20animale%20amphibie&f=false). UNAM. ISBN 9789703212378. Consultado el 9 de
noviembre de 2016.
14. Eduardo Montagut. «El papel de la mujer en la Revolución Francesa» (http://www.nuevatribuna.es/articulo/histori
a/papel-mujer-revolucion-francesa/20160307120958126162.html). Nuevatribuna. Consultado el 9 de noviembre
de 2016.
15. Caine, Barbara; Sluga, Glenda (24 de junio de 2000). Género e historia: mujeres en el cambio sociocultural
europeo, de 1780 a 1920 (https://books.google.es/books?id=owkFKNvhKXgC&pg=PA39&lpg=PA39&dq=codigo+
napoleonico+y+las+mujeres&source=bl&ots=ZtxpSCf9GE&sig=PPY0uIo90qFZcn2FxlXsyZNs2HI&hl=es&sa=X&v
ed=0ahUKEwitl7uGtJzQAhVJvRoKHUnlCKMQ6AEIPTAF#v=onepage&q=codigo%20napoleonico%20y%20las%
20mujeres&f=false). Narcea Ediciones. ISBN 9788427713215. Consultado el 9 de noviembre de 2016.
Fuentes
Este artículo incorpora material de las siguientes fuentes bajo dominio público:
Bibliografía complementaria
Calatrava Escobar, Juan: Estudios sobre la Revolución Francesa y el final del Antiguo Régimen. Tres Cantos:
Akal, 1980. ISBN 978-84-7339-504-5
Chartier, Roger: Espacio público, crítica y desacralización en el siglo XVIII. Los orígenes culturales de la
Revolución Francesa. Barcelona: Editorial Gedisa, 1995. ISBN 978-84-7432-509-6
Cobban, Alfred: La interpretación social de la revolución francesa. Madrid: Narcea de Ediciones, 1971. ISBN
978-84-277-0003-1
Furet, François: La revolución a debate. Madrid: Encuentro, 2000. ISBN 978-84-7490-558-8
Kropotkin, Piotr: Historia de la Revolución Francesa
Reichardt, Rolf E.: La Revolución Francesa y la cultura democrática: la sangre de la libertad. Madrid: Siglo XXI,
2002. ISBN 978-84-323-1081-2
Soboul, Albert: La Francia de Napoleón. Barcelona. Crítica. 1993. ISBN 978-84-7423-564-7
Soboul, Albert: La revolución francesa. Vilassar de Mar: Oikos-Tau, 1981. ISBN 978-84-281-0485-2
Souchal, François (1993). Le vandalisme de la Révolution (https://books.google.com/books?id=6RJ98ozqPSAC
&pg=PP1). Nouvelles Editions Latines. ISBN 9782723304764.
Vovelle, Michel: Introducción a la historia de la Revolución Francesa. Barcelona: Editorial Crítica, 2000. ISBN 84-
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Enlaces externos
Wikiquote alberga frases célebres sobre la Revolución francesa.
Análisis histórico sobre la Revolución francesa (https://web.archive.org/web/20060613220953/http://www.portalm
undos.com/mundohistoria/clave/revolucionfrancesa.htm).
La Revolución francesa (http://chnm.gmu.edu/revolution/) (en inglés).
La Revolución francesa (https://web.archive.org/web/20080207000410/http://www.historicodigital.com/h%C2%A
A-contemporanea/revolucion-francesa/) (Histórico Digital).
Documental sobre la Revolución francesa. (https://web.archive.org/web/20100404104343/http://video.google.es/
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