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Ficha de cátedra: El Estado Capitalista

Para realizar una primera aproximación al concepto de Estado capitalista, comencemos


por destacar que constituye el aspecto específicamente político de la dominación en una
sociedad territorialmente delimitada, entendiendo dominación como la capacidad de
imponer regularmente la voluntad sobre otros, incluso contra su resistencia. Para ello, el
Estado dispone de ciertos recursos de dominación, entre los que se destacan los medios
de coerción física, un conjunto de recursos económicos, de información y conocimiento
científico-tecnológicos e ideológicos. Estos últimos permiten que los dominados asuman
como justa y natural la relación asimétrica y por lo tanto no entiendan ni cuestionen la
propia relación de dominación. Siguiendo a Oscar Oszlak, un exponente central de la
ciencia política argentina, “la existencia del Estado se verificaría entonces a partir del
desarrollo de un conjunto de atributos que definen la "estatidad" -la condición de "ser
Estado"-, es decir, el surgimiento de una instancia de organización del poder y de ejercicio
de la dominación política. El Estado es, de este modo, relación social y aparato
institucional.”1 Esos atributos que definen que un Estado sea tal son

1) La capacidad de externalizar su poder, obteniendo reconocimiento como unidad


soberana dentro de un sistema de relaciones interestatales;
2) La capacidad de institucionalizar su autoridad, imponiendo una estructura de
relaciones de poder que garantice su monopolio sobre los medios organizados de
coerción;2
3) capacidad de diferenciar su control, a través de la creación de un conjunto
funcionalmente diferenciado de instituciones públicas con reconocida legitimidad
para extraer establemente recursos de la sociedad civil, con cierto grado de
profesionalización de sus funcionarios y cierta medida de control centralizado
sobre sus variadas actividades;
4) capacidad de internalizar una identidad colectiva, mediante la emisión de
símbolos que refuerzan sentimientos de pertenencia y solidaridad social y

1
Oscar Oszlak, La formación del estado argentino: orden, progreso y organización nacional (Planeta,
1997), 2.
2
Esto remite a la clásica definición de Estado acuñada por Max Weber: “aquella comunidad humana que
dentro de un territorio reclama, con éxito, para sí el monopolio de la violencia física legítima”. Max Weber,
“La política como vocación”, en El político y el científico, de Max Weber (Madrid: Alianza Editorial, 1991),
83.

1
permiten, en consecuencia, el control ideológico como mecanismo de
dominación.

En síntesis, hemos indicado que los elementos esenciales de un Estado son la población,
el territorio, y la dominación que ejerce mediante el monopolio de la violencia legítima.
Y que sus atributos para constituirse como Estado son el reconocimiento de su soberanía
por el sistema internacional, el dominio de los medios de coerción legítimos, un sistema
institucional de administración que le permita recaudar recursos para poder ejercer su
función, y el manejo del control ideológico mediante la capacidad para construir una
identidad colectiva que genere un sentimiento de pertenencia. Llegados a este punto, antes
de proseguir con el análisis, resulta fundamental no confundir el Estado en cuanto tal con
el gobierno. Este último refiere a la autoridad que administra y controla las instituciones
estatales, a partir del ejercicio del poder ejecutivo durante un período dado
(independientemente de si el acceso al poder se ajusta a los canales institucionales o no,
como en el caso de una dictadura militar). En este sentido, el Estado, en cuanto institución,
trasciende al recambio de las autoridades que lo dirigen.

Resulta necesario enfatizar que este análisis refiere al Estado capitalista.3 Es decir, aquel
que se corresponde al modo de producción capitalista, cuya reproducción garantiza.4 La
sociedad capitalista, como toda sociedad estructurada en clases sociales, entraña la
existencia de una clase dominante que se reproduce como tal a partir de la apropiación
del trabajo excedentario generado por una clase productora.5 Esto se entiende como una
relación de explotación, expoliación de trabajo no pago, que da lugar a un conflicto
irreconciliable, que usualmente se denomina como contradicción antagónica. Esta es la
raíz de la lucha de clases. En el capitalismo, el fundamento de la relación de explotación
se encuentra dado por la propiedad privada de los medios de producción (fábricas, tierra,
etc.) y su monopolio por una de las clases fundamentales que lo componen, la burguesía.
En el otro polo de la relación de explotación se encuentra el proletariado, que desposeído

3
De aquí en más seguimos el análisis de Guillermo O’Donnell, “Apuntes para una teoría del Estado”,
Revista Mexicana de Sociología 40, núm. 4 (1978): 1157–99.
4
Esto lo diferencia de otros Estados históricos, como los grandes imperios de la antigüedad, los Estados
precolombinos, el Estado feudal, entre otros.
5
Por excedente entendemos aquella cantidad de trabajo que no resulta necesario para la subsistencia de los
productores. De allí su carácter de excedente, un sobrante, sujeto a la apropiación de la clase dominante.
Por ejemplo, supongamos que una familia campesina medieval necesita trabajar 4 días a la semana en las
parcelas de tierra que posee para poder subsistir. Los tres días restantes, trabaja en las tierras de un señor
feudal, en concepto de tributo. Esos tres días constituyen el excedente, trabajo no pago a partir de cuya
apropiación se reproduce el señor feudal en cuestión.

2
de los medios de producción, solo es propietario de su fuerza de trabajo (capacidad de
trabajar), que debe vender a cambio de un salario para subsistir. La relación de
explotación capitalista se efectúa a partir la compra-venta de fuerza de trabajo, que lleva
al desarrollo de la relación laboral y la apropiación del excedente generado por el
proletariado.6 Del mismo modo, el obrero es jurídicamente libre, por ello puede disponer
de su fuerza de trabajo. En este sentido, obrero y capitalista se enfrentan en el mercado
en su condición de propietarios, formalmente iguales ante la ley, que intercambian fuerza
de trabajo por dinero.

De lo anterior se desprende que no rige sobre la clase trabajadora ninguna forma de


coacción legal o física que la obligue a entrar en la relación laboral. Solo su propia
necesidad de subsistir la obliga a ello, en tanto carece de los medios de producción que le
permitan una vía de subsistencia alternativa.7 Llamamos a esto coacción económica. Esto
diferencia a la clase obrera del resto de los sujetos productores a lo largo de la historia,
que como los esclavos de la antigüedad romana o los siervos feudales se veían compelidos
por medios extraeconómicos (como la coacción física o legal) para trabajar al servicio de
los terratenientes en un caso y de la nobleza feudal en el otro. La contracara de este
fenómeno es la separación de la clase dominante de los medios de coerción directa. La
burguesía, a diferencia de las clases dominantes de las sociedades precapitalistas, no
controla un aparato represivo institucionalizado (fuerzas armadas, poder judicial, etc.), y
por ende no puede vehiculizarlo como medio para extraer excedente.8

De esta manera, una especificidad de la sociedad capitalista es la separación de los medios


de coacción de quienes detentan los medios de producción, que pasan a ser
monopolizados por el Estado. La concentración del aparato represivo permite al Estado
operar como garante de la relación capitalista. Es su respaldo último, en caso de que esta

6
La apropiación de un excedente en el marco de la producción nace del hecho de que la clase obrera produce
durante la jornada laboral un valor superior al de su propia fuerza de trabajo. Supongamos que el valor
diario de la fuerza de trabajo de un obrero que trabaja en una fábrica de zapatos es de $1000. Este equivale
al valor de aquellos artículos que resultan indispensables para la reproducción del obrero en cuanto tal
(ropa, alimentos, etc.) Ahora bien, supongamos que en las primeras cuatro horas de la jornada laboral el
obrero produce una cantidad de zapatos que equivalen a $1000, es decir al valor de su jornal. No obstante,
dado que el capitalista ha comprado la fuerza de trabajo por una duración de 8 horas, aún restan otras 4,
durante las cuales el obrero seguirá trabajando. De este modo, al concluir la jornada laboral, el obrero habrá
producido una cantidad de zapatos que equivalen $2000. De esos, $1000 equivalen a su salario diario. Los
otros $1000 componen un valor adicional, es decir un plusvalor, trabajo no pago apropiado por el capitalista.
7
A diferencia, por ejemplo, de una familia campesina medieval que posee una parcela de tierra donde
producir sus alimentos.
8
En la sociedad feudal, por ejemplo, un noble poseía un ejército propio que le permitía, llegado el caso,
arrasar con una aldea campesina ante la negativa a pagar el tributo correspondiente.

3
fuera puesta en cuestión, como sucede en aquellos momentos en los que se agudiza el
conflicto social. Por ejemplo, ante la toma de una fábrica por parte de sus trabajadores, el
Estado puede movilizar a la policía para desalojarla y restaurar de este modo el orden
social establecido. De esta manera, la garantía de la coacción co-constituye la relación de
explotación, en tanto es la instancia política que articula la dominación en la sociedad.

Ahora bien, el rol del Estado como garante de la reproducción de las relaciones
capitalistas de producción no se circunscribe al despliegue de su aparato represivo en los
momentos de agudización de la lucha de clases. También se sirve del Derecho como
herramienta que consolida las condiciones de vigencia del sistema capitalista. El marco
jurídico establecido es el tejido organizador de la sociedad y de la dominación que articula
en función de la reproducción del sistema. Este garantiza la propiedad privada y la
igualdad formal ante la ley de los individuos que componen a las dos clases
fundamentales.

Por otra parte, es función del Estado la interposición de límites negativos para las
consecuencias destructivas que emanan de la propia dinámica capitalista. Por ejemplo, la
propia competencia motiva que los capitalistas individuales pujen constantemente por
reducir sus costos y aumentar sus ganancias. Desde la racionalidad individual del
capitalista, esto puede ser asequible a partir de la prolongación desmedida de la jornada
laboral o bien la reducción de los salarios por debajo del límite de la subsistencia de los
trabajadores. No obstante, de generalizarse esta estrategia para el conjunto de los
capitalistas, la reproducción de la clase obrera como tal se encontraría en riesgo y, por lo
tanto, también la del modo de producción capitalista. Frente a esto, el Estado impone un
límite negativo al accionar de los capitalistas individuales, que se materializa en la
regulación legal de la jornada laboral, la tipificación de un salario mínimo, etc. Cabe
destacar que el propio límite negativo es histórico y se encuentra sujeto a la dinámica de
la lucha de clases. Por ejemplo, la jornada laboral de 8 horas fue una conquista histórica
del movimiento obrero que se fue generalizando en el transcurso del siglo XX, tras años
de conflictos (en Argentina se implementó en 1929).

De lo expuesto se sigue que el Estado capitalista no es una institución de los capitalistas.


Es decir, su accionar no busca el beneficio inmediato de un capitalista o un conjunto de
capitalistas individuales. Es más, la imposición de un límite negativo puede ser vista como
algo hostil por determinados capitalistas que, por ejemplo, se ven obligados a pagar
salarios más altos que los que quisieran. Sin embargo, este límite hace posible la
4
reproducción de las relaciones capitalistas, la reproducción de burguesía y proletariado
en tanto clases sociales y, por ende, la perpetuación de la relación de explotación. De este
modo el Estado garantiza el funcionamiento del modo de producción, más allá de la
voluntad de los agentes individuales, que resultan incapaces de comprender el
funcionamiento del conjunto de las relaciones sociales de las que forman parte. Esto
obedece a que la totalidad, el conjunto social, es cualitativamente distinta de la suma de
sus partes. Esto implica que la persecución del interés individual no se condice con el
interés del conjunto. En este sentido, si bien para el capitalista individual es racional
sobreexplotar a la mano de obra, puesto que esto produciría ganancias extraordinarias, no
lo es para la clase capitalista como tal.

Por otra parte, es tarea del Estado realizar aquellos gastos necesarios para el
funcionamiento normal de la economía capitalista, que ya fuere por su magnitud o bien
por no ser lucrativos, se encuentran por fuera del alcance de la burguesía. Llamaremos a
estos gastos, inversiones de acondicionamiento. Por ejemplo, la construcción de
carreteras o ferrocarriles, indispensables para la circulación de mercancías; el desarrollo
de un sistema de educación público; fundamental para la formación de la mano de obra;
el gasto en salud pública, que abarata asimismo el costo de la mano de obra; entre otros.
Se trata de inversiones necesarias, sin las cuales sería imposible la reproducción de la
relación social capitalista.

Para concluir, resulta necesario preguntarse cómo toma decisiones el Estado. ¿Cómo
opera en su labor cotidiana, con vistas a alcanzar su objetivo esencial? El Estado opera a
partir de un conjunto de funcionarios, que componen a la burocracia estatal. Estos son los
encargados de realizar la gestión cotidiana del complejo aparato institucional. ¿Cómo
sabe la burocracia qué medidas son las necesarias para garantizar la reproducción del
modo de producción capitalista? ¿Por qué debería conocer las condiciones para esa
reproducción mejor que los capitalistas individuales? Teniendo en cuenta la
multidimensionalidad de los problemas sociales, y la limitación cognitiva del ser humano
(ya que las decisiones son tomadas por personas en roles institucionales), la racionalidad9
con la que las decisiones se toman es acotada. Existe una creencia generalizada acerca de
una racionalidad superior del Estado o de sus agentes. Pero, ni el uno ni los otros la
poseen. Por ese motivo, el método por el cual se deciden las políticas públicas es el de

9
Actitud del que actúa de acuerdo con la razón orientada a un fin específico y no se deja llevar por sus
impulsos.

5
prueba y error, lo que causa que las políticas públicas sean subóptimas. Pero si bien las
decisiones no se toman en función de una racionalidad superior, la motivación que las
origina no se relaciona con un lucro per se, como sí sucede con aquellas tomadas por los
capitalistas. Las decisiones implementadas en el ámbito estatal se caracterizan por
expresar un interés supuestamente más general, pero en realidad están orientadas por el
resultado del conflicto entre intereses particulares, donde muchas veces el manejo de los
recursos de poder determina el camino que se elige para garantizar la reproducción del
sistema.

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