En la actualidad la clase trabajadora se encuentra profundamente sometida, manipulada y marginada de la
dirección de la lucha revolucionaria en México. Muchos son los mecanismos que la burguesía y su Estado han perfeccionado para esta situación. Desde la cooptación de los líderes sindicales y obreros hasta una refinada política legal contra los derechos laborales tendientes a la intensificación de la explotación de la fuerza de trabajo, los trabajadores mexicanos se encuentran sometidos por completo a cualquier intento de construir una vía revolucionaria y proletaria. Muchas organizaciones han surgido o consolidado su accionar en pos de la emancipación de los trabajadores; empero, la educación política que brindan y los procesos organizativos a los que se someten no han sido los más adecuados; así, la mayoría de los casos no trascienden ni desembocan en un proceso revolucionario. Muchos de los problemas de orden táctico, estratégico, político-ideológico y organizativo los trataremos en siguientes publicaciones de Unión de Lucha. Aquí analizaremos lo que respecta directamente al trabajador y a la dominación ideológica que lo somete. Una de las situaciones más comunes es aquella donde el trabajador no es siquiera consciente de que su fuerza organizada es capaz de remover desde sus más profundas raíces el sistema imperante: el capitalismo. En sí, esta afirmación es en exceso abstracta y genera una buena cantidad de dudas y suspicacias. De manera concreta, la clase obrera es la única clase social capaz de conducir a las masas desposeídas hacia una lucha revolucionaria con certeza de éxito y, así, transformar a la sociedad en su conjunto. Esto es posible tan sólo porque es ella, y ninguna otra, la que guarda una relación inversa, antagónica e irreconciliable, con la clase dominante que detenta la conducción intelectual y moral de la sociedad: la burguesía. En este sentido, los intereses de la clase trabajadora son absolutamente opuestos, política, jurídica, económica y socialmente, a los intereses y necesidades de la burguesía. Son los trabajadores quienes directamente producen la riqueza total de nuestra sociedad y quienes, paradójicamente, no poseen absolutamente nada a excepción de su fuerza de trabajo. Su única posesión, la fuerza de trabajo, es capaz de crear para otros –para los burgueses– lo que no puede crear para sí bajo el sistema capitalista: riqueza y opulencia. Cuando la clase obrera se organiza y decide no producir (ya sea en una huelga o en un proceso revolucionario) no sólo golpea directamente a su patrón, sino al sistema de acumulación completo, pone en crisis las leyes y las instituciones jurídicas que protegen la propiedad privada de los capitalistas, desestabilizan el aparato de gobierno y sacuden el modo de producción por completo. En este sentido, la clase trabajadora ha merecido un “tratamiento especial” por parte de la burguesía y del Estado en torno a su potencial de clase revolucionaria. Esto ha generado su absoluto sometimiento político- ideológico a la burguesía ¿En qué ha consistido este “tratamiento especial” de dominación ideológica? Enumeremos algunos puntos: 1) La ideología, en términos generales, es la forma de entender e interpretar el mundo y los fenómenos que lo conforman en un contexto histórico determinado. Sin embargo, la ideología no es algo ya dado, corresponde a las formas de organización material (producción, distribución y consumo) de los individuos. No hay duda que son los hombres quienes producen sus ideas, creencias y representaciones del mundo, pero los hombres realmente existentes se encuentran condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el intercambio que a él corresponde. Entonces, las ideas y las representaciones del mundo que nos rodea y de lo que somos como sujetos aparecen directamente condicionadas por la actividad material y el comercio material de los hombres. Y lo mismo ocurre con las manifestaciones simbólicas manifiestas en la actividad política de los pueblos, en las leyes, en la moral, en la religión, en la educación, en la cultura, etc. todas ellas producto del desarrollo histórico material de las sociedades. No obstante, está claro que son los hombres quienes determinan la conciencia. Los aparatos que crean y difunden la ideología nos intentan engañar diciendo que son las creencias religiosas, morales, políticas, culturales, etc. las que determinan o delinean la existencia de los hombres, ¡Nada más falso que eso! 2) En cada época histórica hay ideas y creencias dominantes, ideas que se enraízan en la existencia cotidiana de los hombres. Estas ideas dominantes son, en realidad, las ideas de la clase dominante de cada época. En el mundo actual, las ideas sobre moral, religión, filosofía, política, economía, cultura, arte, etc. son ideas dominantes impuestas por la burguesía. En este sentido podemos decir que la burguesía, clase que detenta el poder material dominante de la sociedad, impone con ello, al mismo tiempo, su poder ideológico. 3) La burguesía tiene en su propiedad los medios para la producción material, por ello, dispone de los medios para la producción ideológica. Así, logra someter por completo las ideas de las clases subordinadas pues éstas carecen de los medios para reproducirse ideológicamente. Las ideas dominantes (o ideología dominante) no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes. Las relaciones sociales que hacen de una clase la dominante en la sociedad, son las mismas que le confieren el papel dominante a sus ideas. 4) En cualquier época histórica los individuos que conforman la clase dominante tienen conciencia de ello y actúan de acuerdo a esa conciencia. Es por esta situación que dominan como clase y con ello determinan todos los ámbitos de su época. Esto sucede seamos conscientes de ello o no. Es por eso que las clases dominantes crean a sus pensadores, a sus intelectuales, quienes desde sus centros de enseñanza, desde sus institutos de investigación, etc. se encargan de producir esquemas de pensamiento que regulen la producción y distribución de las ideas de su tiempo para que éstas, en este sentido, se conviertan en la ideología dominante. 5) Para que la ideología se convierta en ideología dominante debe garantizar la conducción intelectual y moral de toda la sociedad de manera indiscutible. Las ideas y valores de la clase dirigente, en nuestro caso de la burguesía, deben difundirse en toda la sociedad. Esta difusión ideológica burguesa no se transmite de manera homogénea. Por el contrario, existen niveles, pues la ideología difundida en las capas sociales dirigentes es mucho más elaborada que la reconocida en la cultura popular. No es igual la ideología de inclusión, pluripartidismo y participación política para las sociedades “democráticas” transmitida en la ciencia política que los valores de respeto, trabajo y productividad generados por las normas de calidad de las empresas, o en los “valores morales” transmitidos en las telenovelas. Cada sector social es finamente tratado por la ideología dominante. A cada sector se le crean sus valores, sus códigos de conducta, sus formas de educación, de respeto y disciplina. 6) Cuando las clases subordinadas, entre ellas los trabajadores, comienzan a reproducir en su vida cotidiana, en la educación de sus hijos, en sus creencias religiosas, en su comportamiento y desempeño laboral la ideología dominante, entonces la dominación política, económica y social está dada. Las clases populares asumen como suyas estas ideas, las reproducen sin darse cuenta que no le pertenecen, sin darse cuenta que le someten. 7) Los aparatos de reproducción y sometimiento ideológico son vastos, masivos y cuidadosamente conformados. Televisión, radio, prensa escrita, revistas para adultos, adolescentes, niños, el sistema educativo nacional, el sistema jurídico, el sistema político, vaya, hasta los nombres de las calles son ideología que busca y logra con mucho éxito dominarnos. 8) Finalmente, debemos tener en cuenta que esta reproducción de la ideología burguesa no es un asunto pasivo. Por el contrario, es un asunto tremendamente violento, somete nuestra voluntad, nuestro entendimiento, nubla nuestros sentidos, nos impide ver las cosas tal cual son, las cubre con un velo de mentira, nos hace creer algo que no es cierto, que busca someternos. En una palabra: ¡nos enajena! La violencia reviste formas sutiles; la dominación se consolida envuelta de un consenso emitido por todos, pero de manera enajenada. El sometimiento a la clase trabajadora reviste formas muy concretas. En México se ha mutilado ideológicamente al proletariado para someterlo y evitar que éste conozca y asuma su profundo papel revolucionario. En un siguiente artículo abordaremos de manera concreta el sometimiento político-ideológico de los trabajadores de nuestro país.