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Tomas Ariztia
Universidad Diego Portales
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All content following this page was uploaded by Tomas Ariztia on 29 December 2022.
Tomas Ariztía.
Profesor Guía: Guillermo Wormald.
1
Agradecimientos:
Agradezco en primer lugar a Guillermo Worlmad, Profesor Guía de esta tesis. Sin su
dedicación y experiencia hubiera sido imposible llevar esta investigación a buen
término.
Muchas otras personas han colaborado directa o indirectamente en este trabajo.
Agradezco a Juan Pablo Martinez de Prolam Y&R y al Instituto de Economía de la
Universidad Católica de Chile por facilitarme los datos sobre consumo. Al profesor
Rene Ríos y a mis colegas Ignacio Arnold, Matías Bargsted, José Ossandón y Pamela
Ugalde por sus valiosos comentarios en las distintas etapas del estudio. No obstante lo
anterior, toda la responsabilidad por posibles errores es mía.
Por último, pero no por ello menos importante, agradezco a mis padres por su apoyo
incondicional. A ellos dedico esta tesis.
2
PRESENTACIÓN DEL ESTUDIO. ................................................................................. 5
I. LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN EL CHILE DE LOS
90: “EL CASO DE LOS SECTORES MEDIOS”............................................................ 7
Antecedentes generales. ............................................................................................................ 7
Sectores medios: en el centro de las transformaciones.............................................................. 9
¿Quiénes son los sectores medios? ....................................................................................... 9
Tres transformaciones significativas. .................................................................................... 13
¿Desde donde leer estas transformaciones?............................................................................ 19
3
La mirada clásica: Veblen y el consumo como emulación. ................................................... 80
Consumo y sociabilidad: Marcel Mauss. ............................................................................... 81
Hacia una aproximación sociológica al consumo.................................................................. 82
Mary Douglas: el consumo como mecanismo de información. ............................................. 83
Pierre Bourdieu: La distinción social y el consumo estatutario.............................................. 83
Consumo e identidad................................................................................................................ 84
4
Presentación del estudio.
Se puede afirmar, sin caer en exageraciones, que la década de los años noventa, y
particularmente el periodo que se cierra con la crisis económica de 1998, es uno de los
periodos de la historia reciente de Chile que muestran una mayor cantidad de
interpretaciones. Mas allá de lo reciente del periodo, se ha levantado un amplio
consenso en torno al alcance y profundidad de las transformaciones que la sociedad
chilena experimentó durante este período, el cual muchos autores han denominado la
década del “boom”. Un correlato material de estas interpretaciones son la multitud de
libros y ensayos acerca del periodo que actualmente pueden ser encontrados en las
librerías. La gran mayoría son libros de divulgación orientados a la opinión pública, que
en algunos casos, se han convertido en verdaderos éxitos de ventas.
Sin duda el principal punto de convergencia de todos estos análisis es la referencia a
la novedad. Ya sea para celebrar o para criticar, lo cierto es que tanto los medios de
comunicación como los analistas simbólicos de mayor prestigio han llenado sus
discursos de referencias a la novedad de estos cambios. Nos referimos precisamente
a aquellos autores que han articulado el debate público en torno a las
transformaciones de los años 90. Entre las figuras de mayor relevancia se pueden
mencionar Eugenio Tironi, Tomás Moulian, José Joaquín Brunner1 y Pablo Halpern
entre otros. Así,”Los nuevos chilenos” “los nuevos valores” o “las nuevas empresas”,
son solo algunos de los epítetos que han surgido para explicar los cambios de los
noventa. Frente a los cuales algunos optan por denunciar el tenor oscuro de estas
transformaciones desenmascarando su lado negativo, mientras otros prefieren
celebrar la creciente irrupción y masificación de estas formas de vida modernas.
Se puede observar que en el centro de esta batalla de interpretaciones hay dos temas
sumamente recurrentes. En primer lugar, las clases medias: ya sea para diagnosticar
su incorporación creciente a los beneficios de la modernidad o para discutir
críticamente la emergencia de formas de vida “disciplinadas y despolitizadas”, los
sectores medios y su condición durante los años 90, juegan un papel crucial en la
lectura de las transformaciones de los años 90.
Un segundo referente obligado es el fenómeno del consumo y las transformaciones
que ha experimentado durante los años 90. Desde aquí, se dispara contra el
consumismo, se discuten las nuevas formas de segmentación de los consumidores o
incluso, los mas aventurados, llegan a plantear la emergencia de un nuevo principio de
integración social.
Curiosamente, aunque los cambios en el consumo y las transformaciones en la clase
media son prácticamente un lugar común en todas estas interpretaciones acerca de
los años 90, lo cierto es que es sumamente difícil encontrar alguna reflexión
sistemática y empírica en torno a las transformaciones del periodo en estos ámbitos;
sobre todo si el interés es estudiar los cambios en el consumo precisamente en las
clases medias. En este sentido, pareciera que la reflexión al respecto se ha quedado
estancada en un cúmulo de interpretaciones compartidas por unos y negadas por
otros, las cuales, en el mejor de los casos, hacen una referencia lejana a la evidencia
empírica para justificar sus afirmaciones.
Con estos antecedentes se pone de relieve la necesidad de desarrollar una
investigación que contribuya a determinar empíricamente cuáles han sido los cambios
1
Con respecto a esto, un libro que de cierta forma sintetiza esta reflexión es “Tironi versus Moulian:
Izquierda y Capitalismo en 12 rounds”, el cual da cuenta del debate entre Moulian y Brunner. 2002,
editorial el Mostrador.
5
y las particularidades de la estructura del consumo durante el periodo reciente. Esto
por que sólo sobre un fundamento empírico, se puede elaborar una reflexión
consistente en torno a los alcances e impactos sociales y culturales del consumo; y
través de este, de las transformaciones que se han verificado en otros ámbitos de lo
social.
Como punto de partida, cabe señalar que esta es una investigación sociológica. Con
esto se quieren decir dos cosas. En primer lugar, esto significa que se hace referencia
explícita a los datos para tratar las transformaciones en el consumo. Sólo a partir de
los datos, se proponen algunas hipótesis de interpretación de orden más amplio. En
este sentido sólo llega a la discusión teórica desde un ámbito que se podría denominar
“teorías de rango medio”.
En segundo lugar, su carácter sociológico también implica la renuncia a cualquier
intento de generar simplificaciones o interpretaciones globales. Aunque lecturas de
tipo general sean sumamente útiles para facilitar la toma de decisiones o para
alimentar debates políticos, este estudio intenta reflejar las transformaciones del
consumo en los sectores medios intentando dar cuenta –o por lo menos respetando-
toda la complejidad del fenómeno. En último termino, esto significa renunciar de plano
a las interpretaciones cercanas al blanco o al negro, para entrar en el ámbito de los
colores grises. Así, y como es de esperar del presente estudio se desprenden muchas
más preguntas que respuestas definitivas.
La tesis está elaborada de la siguiente forma. En la primera sección se discuten las
principales transformaciones económicas del período tanto a nivel general como de los
sectores medios. El foco del análisis consiste en develar la vinculación entre estas
transformaciones (que como se verá presentan numerosas aristas), y los cambios que
se dan a nivel del consumo. Sobre estos antecedentes, se propone el estudio de los
cambios en el consumo desde una perspectiva que no se limite a contraposiciones
dicotómicas del tipo escasez/abundancia o subdesarrollo/desarrollo.
La segunda sección reflexiona sobre la forma que debe tomar un análisis del consumo
en Chile, tanto desde un punto de vista conceptual como metodológico. Para esto, se
parte por dar cuenta de la naturaleza multidimensional de este fenómeno, para luego
proponer una forma de operacionalización y de acercamiento empírico que sea
productivo. La clave principal del análisis empírico es el estudio de la estructura del
gasto de los hogares a través de la Encuesta de Presupuestos Familiares del INE.
La tercera y la cuarta sección corresponden a los resultados del análisis. En la tercera
sección se estudian las transformaciones del periodo 1987-1997 a nivel de la sociedad
en su conjunto y en los sectores medios en particular. En este contexto, se desarrolla
sucintamente una comparación internacional y se discuten algunas interpretaciones.
La cuarta sección se aboca a estudiar la estructura del consumo de los sectores
medios en 1997. Sobre la base de los cambios anteriormente tratados, se intenta
reconocer qué grupos de hogares, al interior de estos sectores, han presentado las
transformaciones de mayor impacto. En esta línea, se proponen algunas hipótesis en
torno al significado que presentan ciertos tipos de consumo.
La quinta sección sintetiza las principales conclusiones del estudio. Para ordenar la
reflexión estas se despliegan en dos niveles distintos. Primeramente se entrega una
síntesis de lo principales hallazgos empíricos. En segundo lugar, se discuten desde
una perspectiva más amplia, algunos aspectos relevantes que se relacionan con las
transformaciones en el consumo en los estratos medios. El foco del análisis, está
puesto en elaborar ciertas hipótesis plausibles de interpretación, y en discutir los
principales alcances y consecuencias del fenómeno.
6
Sección I.
Las transformaciones económicas y sociales en el Chile de los
90: “El caso de los sectores medios”.
Antecedentes generales.
2
Excepción hecha de la distribución del ingreso la cual se mantuvo relativamente constante durante el
periodo.
3 Para mayor información al respecto Ver Documento “Equidad desarrollo y ciudadanía” CEPAL 2000
4 Para mayor información al respecto ver La transformación económica de Chile. Larraín, F., Ed. (2000).
El PIB se ajusta por el dólar americano.
7
Al mismo tiempo, los principales indicadores sociales mostraron una fuerte mejoría
durante estos años. Basta considerar, a modo de ejemplo, la fuerte disminución de la
tasa de mortalidad infantil, que cayó de 18,9 por 1000 en 1988 a 10,3 por 1000 en
1998; o la disminución de la población que vive bajo la línea de pobreza que pasó de
45% en 1987 a un 22% en 1998 (Larraín, 2000).
Aunque, el periodo que comprende 1987-1997 puede ser considerado uno de los de
mayor bonanza económica en la historia nacional -hecho sobre el cual existe un
amplio consenso- lo relevante es destacar que este crecimiento se dio en conexión
con otros cambios de igual o mayor importancia. En otras palabras, se observa que las
principales transformaciones sociales no remiten exclusivamente al crecimiento
económico, sino que también tienen que ver con el despliegue y consolidación de las
dinámicas del mercado dentro de la sociedad chilena. En esta línea, se pueden
distinguir, a lo menos, tres transformaciones complementarias al crecimiento.
Primeramente, y de forma correlativa al ciclo de expansión económica, durante este
periodo se desarrolló un fuerte crecimiento de la oferta y la demanda interna de bienes
de consumo. Esto significa que por primera vez el dinamismo de la economía tuvo
como correlato un cambio real en las dinámicas de acceso a bienes y servicios de la
gran mayoría de los chilenos. Una versión paradigmática de este fenómeno son la
expansión de los supermercados y del mall. Durante el tramo que va desde fines de
los años 80 hasta 1997, se consolidaron definitivamente estas formas de comercio.
En forma relacionada, los datos muestran que entre 1987 y 1997 el sector comercio de
la economía nacional creció sostenidamente, aumentando en forma importante su
participación dentro del PIB. Dentro de este grupo los sectores que presentaron mayor
dinamismo y fuerza son los que se vinculan a vestuario, aparatos eléctricos y los
supermercados (Coloma, 2000). Si bien estos cambios guardan directa relación con la
fase expansiva de la economía y el crecimiento de los ingresos, lo cierto es que
también se pueden remitir a otros factores entre los que se destacan: la alta tasa de
penetración de empresas extranjeras dedicadas al rubro del comercio detallista, la
masificación del crédito de consumo (al cual ya se hará referencia) y el abaratamiento
relativo de numerosos bienes de consumo.
Un segundo hecho significativo tiene que ver con la reformulación del papel del estado
en numerosas áreas de la economía. Este proceso, que tiene como punto de partida
las transformaciones introducidas durante el régimen militar a principios de los años
ochentas, se mantuvo y consolidó durante la década de los 90. En términos generales,
el estado deja de cumplir una función activa en áreas en las cuales tradicionalmente
siempre jugó un papel sumamente activo. Un caso paradigmático lo constituye la
masificación del sistema de salud privado y la consolidación de la oferta educacional
privada tanto a nivel de la educación escolar como de la educación superior; datos a
los cuales haremos referencia más adelante.
Un tercer antecedente, tiene que ver con los cambios en la estructura ocupacional.
Durante este periodo se pueden observar transformaciones profundas en el ámbito de
los mercados del trabajo. Aunque se observa un aumento sostenido de la fuerza de
trabajo – prácticamente todo el periodo en contextos de pleno empleo- y de las
remuneraciones reales durante el periodo de 1987 a 1997, también se masifican
nuevas formas de empleo atípicos de mayor flexibilidad y que carecen de estándares
mínimos de protección social (OIT, 1998) Esta dinámica se suma a un fuerte
desplazamiento de la fuerza de trabajo hacia el sector servicios. Proceso que se ha
denominado terciarización de la economía. Para el caso de Chile, es necesario afirmar
que estas transformaciones no se vinculan necesariamente a una precarización de la
estructura ocupacional sino también al surgimiento de nuevas ocupaciones en el
sector servicios vinculadas a mayores niveles de capacitación, que como veremos
8
más adelante, se dan particularmente en el caso de los sectores medios En efecto, tal
como señalan Javier Martínez y Arturo León para el periodo de 1970 a 1995:
“la fuerte caída en la significación de la clase obrera productiva, la terciarización y
burocratización del trabajo asalariado bajo organización privada han sido los cambios
de mayor impacto” (Toloza ed, 1998. pp 307).
Sin duda todas las transformaciones anteriormente mencionadas, son aristas de un
sólo gran proceso. El Chile que emerge a fines de los noventa muestra cambios
profundos tendientes a consolidar una sociedad en donde el mercado juega un papel
cada vez más importante en la articulación de la vida social. Mirado desde aquí, el
crecimiento económico es sólo un factor adicional en la configuración de este
escenario.
Sin embargo, la fuerza y la forma en que se sintieron estas transformaciones cambian
significativamente conforme se pone el foco en distintos sectores de la sociedad. Es
así como, por ejemplo, los sectores mas necesitados, aunque vieron aumentar sus
ingresos durante el periodo, también se vieron obligados a enfrentar otras formas de
exclusión y a observar como se mantiene relativamente constante la brecha que los
separa de los grupos más adinerados.5 En este escenario, hay un sector de la
sociedad que destaca por la magnitud y la particularidad con la cual recibió estas
transformaciones: los sectores medios.
5
De hecho durante el periodo estudiado, no se observan avances significativos en cuanto a la
disminución de la brecha de ingresos.
6
A nivel general se puede encontrar una conceptualización equivalente en Kerbo, 1998 y Bourdieu, 1982
9
Tabla 2. Ocupaciones que componen los sectores medios.
10
Tabla 3. Principales características de los sectores medios, según estratificación
socioeconómica.
7
Esto ha sido reconocido como un problema incluso por las principales empresas de estudios de opinión
y de mercado. De hecho, recientemente se ha articulado un debate para lograr incorporar otros
indicadores en la medición de los niveles socioeconómicos (Adimark, 2002). En todo caso, cabe señalar
que la discusión pasa básicamente por la simplificación de las formas de medición, antes que en la
incorporación real de nuevas dimensiones al espacio de estratificación.
8
De hecho, según Martínez (2002) un 90% de los chilenos se declara de clase media. Según el autor,
este dato mantiene una fuerte persistencia en el tiempo. La fuente son 50 encuestas realizada por la
empresa QUANTA.
11
y las fuentes que se utilizaron. Sin embargo, a diferencia de la estratificación
económica del marketing que ocupa variables “proxis” del ingreso, se ocupará
directamente la distribución del ingreso. Concretamente -y con algunas variaciones
que serán oportunamente señaladas- se entiende por estratos medios a aquellos
hogares y personas cuyos ingresos per-cápita de los hogares se encuentran en el
centro de la distribución. Es decir, aquellos hogares que no pueden ser caracterizados
ni por su pertenencia a los grupos de mayores ingresos (10% de arriba) ni por
pertenecer a los grupos de menores ingresos (40% de abajo), que pueden ser
definidos como pobres o vulnerables a la pobreza. Conforme a las posibilidades que
otorgan las fuentes de datos, se trabajará con la estructura del ingreso según deciles
de ingreso per cápita del hogar. Sin embargo, para los casos en que no exista
información disponible se desarrollará una definición aproximada a partir de quintiles.
Ahora bien, al margen de las limitantes de los datos, por qué se eligió esta definición
operacional de clase media Se pueden reconocer dos antecedentes que respaldan
esta decisión. En primer lugar, se define este criterio por cuanto permite evitar una
discusión de mayor profundidad teórica –y por lo mismo a tener que tomar algún tipo
de decisión que limite futuras conclusiones- acerca de la definición de clase media. En
este sentido -y en la medida en que el objetivo del estudio no es desarrollar una
definición sustancial de estos sectores- se ha tomado una opción empírica y
pragmática. Detrás de esto se encuentra la convicción de que es imposible hablar o
definir una sola “clase media”, sino que es mejor buscar en su interior a grupos
distintos que aunque pueden compartir un mismo nivel de ingreso difieren
sustancialmente en otras características. De la misma forma, tampoco se trata de
imponer como único criterio de distinción la posición ocupacional, sino de estar
abiertos a reconocer la validez de otros criterios de estratificación.
En segundo lugar, y como es de esperar, cabe señalar que existe una importante
similitud entre esta clasificación según ingreso, y la distribución por estratos
socioeconómicos utilizada en el marketing y los estudios de opinión pública. A partir de
los datos de TIMEIBOPE (2002), se puede reconocer que existen fuertes
coincidencias en cuanto a las dos agrupaciones.
Tabla 4. Distribución de estratos económicos a nivel nacional y deciles de ingreso (1)
12
Tres transformaciones significativas.
Una vez que se ha tomado una opción operacional en cuanto a la definición de
estratos medios, se puede reflexionar acerca de sus principales transformaciones
durante el periodo que va de 1987 a 1997. En términos generales, y siempre sobre la
base del crecimiento económico sostenido del periodo, se pueden distinguir al menos
tres transformaciones cruciales que experimentaron estos sectores durante el periodo.
Veamos.
9
Datos recientes de la Superintendencia de bancos e Isapres (2002) muestran que durante el periodo
1997-2001, las tasas de endeudamiento no han bajado significativamente.
10
.Cámara de Comercio de Santiago. Deudas de consumo consolidadas por estrato socioeconómico.
Antecedentes a Diciembre de 1995.
13
Tabla 5 Tasa deuda de consumo/ ingreso según estrato socioeconómico.1997 (1)(2)
Estrato Deuda/ingreso
Socioeconómico
AB 1.1
C1 2.7
C2 3,6
C3 2
D 1.2
(1) Corresponde a la deuda total del hogar dividido por el ingreso mensual. Los datos se
expresan en estratos socioeconómico, por lo cual se considera como estratos medios a los
sectores C2-C3. (2) Corresponde al ingreso total del hogar dividido por el monto de la deuda.
Fuente: Cámara de Comercio de Santiago. Deudas de consumo consolidadas por estrato
socioeconómico. Antecedentes a Diciembre de 1995.
Aunque los estratos medios C2-C3 no concentran la mayor cantidad de familias
deudoras, son aquellos que concentran la mayor tasa de endeudamiento. Es decir,
son los sectores que ocupan con mayor fuerza este mecanismo para acceder a bienes
de consumo. Esto se puede observar en el hecho de que concentran las tasas más
altas de deuda/ingreso.
Mall y comercio detallista. Un segundo hecho que potenció el acceso al mercado
interno de los sectores medios dice relación con el crecimiento sostenido del comercio
detallista y su orientación preferente hacia la clase media. Si durante los años 80 el
mall era sinónimo de riqueza, durante los 90 se produjo una fuerte democratización de
este tipo de centros comerciales. Se construyeron gran cantidad de ellos, la gran
mayoría situados en comunas habitadas por familias de los sectores medios. Así, tal
como afirma Coloma (2000) en un estudio sobre las contribuciones del sector
comercio al crecimiento económico, durante los años noventa se amplió fuertemente la
oferta de mall a los estratos medios y medios bajos. Proceso, que se ve reflejado en la
edificación de estos centros comerciales en zonas de la ciudad en las que
tradicionalmente no existían:
“A principios de los noventa, exactamente en agosto de 1990, nace el Plaza
Vespucio apuntando a los sectores medios en La Florida, comuna de clase media
que ya mostraba un gran crecimiento hasta transformarse en la más populosa de
Santiago, este concepto de apuntar hacia las capas medias y bajas lo mantendría el
grupo Mall Plaza con los siguientes centros comerciales que desarrollaría: Plaza
Oeste (Noviembre de 1994), Plaza del Trébol(Abril de 1995), Plaza Tobalaba
(Diciembre de 1998), Plaza La Serena (Diciembre de1998). El Parque Arauco
también desarrolló un centro comercial orientado a los sectores medios, como es el
caso del centro comercial Arauco Maipú (Noviembre de 1993)” (Coloma et al, 2000.
pp 38)
En este contexto, algunos autores han planteado que el mall emerge durante los años
90 como uno de los emblemas nacionales para la clase media (PNUD 2002). Según el
informe del PNUD sólo un 3% de los entrevistados no tendrían cerca alguna plaza
comercial de este tipo. Otros estudios (FLACSO 1997) indican que un 70% de los
estratos medios asisten regularmente a un mall o a tiendas anclas.
Como ya se ha mencionado se observa que esta incorporación al mercado interno de
los estratos medios no se vincula exclusivamente a una mejora en sus ingresos sino
que también se ve profundamente potenciado por otras transformaciones; sobre todo,
por el desarrollo de una fase más agresiva de penetración de las dinámicas de
mercado, desde la perspectiva de la oferta, la cual mucha veces no exige una mejora
14
correlativa en los ingresos. El crédito, por ejemplo, permite acceder al mercado
dejando relativamente “entre paréntesis” las posibilidades del ingreso real. Lo mismo
sucede con el crecimiento de la oferta interna de bienes y servicios de consumo.
Hecho que ha facilitado una disminución sostenida del precio relativo de los bienes y
servicios de consumo durables durante el periodo, a la vez que aumenta
importantemente la variedad de éstos. En suma, se trata de nuevas formas de acceso
de estos grupos a las posibilidades del consumo que permiten potenciar –o maximizar-
las limitaciones de su ingreso real.
1990 1998
Quintiles Fonasa Isapre FF:AA Particular Pública Isapre FF:AA Particular
1 85 2.8 0.7 8.9 86.2 4 0.5 8.5
2 78.6 6.5 2.1 10 73.9 13.2 1.7 10.1
3 69.6 11.3 2.6 13.3 62.4 21.3 3.5 11.3
4 57.6 21.6 3.9 14.1 47.1 33 5.4 13.1
5 36.8 41.2 3.9 14.9 26 55.3 4.9 12.6
TOTAL 67.7 15.1 2.5 12 61.9 23 3 10.9
(1) Se excluye de la tabla al grupo no sabe/ no responde. Fuente: Wormald 2002, Con datos de
Mideplan 1999.
Así, tal como plantean Wormald y Ruiz Tagle (1999), los quintiles medios y superiores
se desplazan con mayor fuerza hacia el sector privado. En este sentido, se puede
afirmar que son estos sectores, quienes han presentado una transformación de mayor
importancia, en orden a privatizar su acceso a la salud.
La privatización de la educación. Un tercer hecho relevante con respecto al retiro del
estado tiene que ver con la creciente incorporación del sector privado en el sistema
educacional. Durante el periodo en cuestión, el sector privado se incorpora con fuerza
tanto a nivel de la educación escolar como a nivel de la enseñanza superior. Aunque el
estado sigue siendo un actor crucial, sobre todo a nivel de los recursos, en términos de
15
la administración y el manejo de los establecimientos educacionales, éste pierde cada
vez más presencia. Al igual que con el tema de la salud, se observa que los sectores
que han experimentado con mayor fuerza este “retiro” del estado son los que se
encuentran en la mitad de la distribución de ingresos, es decir, los sectores medios.
Como se ve en la tabla 7, en 1996, mas del 50% de las matriculas de el quintil IV, eran
de tipo particular pagado o particular subvencionado. Para el caso del quintil III este
valor ascendía a un 44%.
Tabla 7. Población que asiste a un establecimiento educacional por quintil de ingresos
según nivel de enseñanza y dependencia. 1996.
I II III IV V Total
Educación municipal 75 65 56 39 19.5 58.3
Particular subvencionado 24 32.3 39.9 49.7 30.6 33.3
Particular pagado 0.7 2 3.4 10.9 50 8.4
Total 100 100 100 100 100 100
Fuente: Datos Mineduc, elaboración propia. (1) Matriculas publicas equivale a las universidades
del consejo de rectores más los CFT con aporte fiscal directo. Privado corresponde a
universidades privadas y CFT privados.
16
En este contexto, tanto la terciarización como la privatización de la estructura
ocupacional llevan a desplegar un nuevo patrón de estratificación ocupacional la clase
media. Es así como Wormald et al (2002) reconocen un cambio en los patrones de
conformación de este sector:
“podemos concluir que Chile sigue dando pasos hacia la constitución de una sociedad
mesocrática. Sin embargo, a diferencia del antiguo patrón conformado principalmente
por empleados del sector público y en la manufactura, hoy cobran creciente
importancia los trabajadores en los sectores de servicio y de comercio, dentro y fuera
de las actividades burocráticamente organizadas”(Wormald, 2002. pp 157)
Tabla 8. Evolución de la estratificación social en Chile: 1987-1998, en porcentajes.
17
“lo realmente nuevo parece ser la ampliación y complejización de este tipo de
arreglos, (...) de esta forma,...”en las empresas productivas sometidas al fuerte
competencia que impone la globalización, tienden a multiplicarse los empleos
administrativos, y se entrega cada vez más a sub contratistas, tareas que no
constituyen el núcleo central de la empresa.”(Wormald y Ruiz Tagle, 1999. pp 68)
Tabla 9. Principales transformaciones de los sectores medios durante los años 90.
Aumento de la oferta e Creciente masificación del crédito Grupos con mayores deudas de
incorporación al mercado. de consumo consumo
Crecimiento de la oferta de bienes Explosión del mall y del comercio
de consumo hacia estos sectores detallista en sectores
tradicionalmente habitados por
sectores medios
Transformación del papel Privatización de la educación y de Masificación de educación y salud
del Estado la salud. administrada por privados.
18
¿Desde donde leer estas transformaciones?
11 Al respecto ver Malestar en la sociedad chilena ¿De que exactamente estamos hablando? Jose
Joaquin Brunner. Revista de Estudios Públicos nº 72.
19
de las sociedades modernas de consumo es lo que defiende Eugenio Tironi en su libro
“La irrupción de las masas y el malestar de las elites”. Para este sociólogo: “en la
década última Chile se transformó definitivamente en una sociedad de consumo. Su
lógica se ha estado diseminando desde su fuente que es el mercado, e impregna casi
todos los dominios de la vida social” (1999, pp 227.). Desde este enfoque, Chile aparece
con una clara tendencia a consolidar el paso de una sociedad de la escasez a una
sociedad de la abundancia; a concretar –en forma incipiente- su proceso de
modernización. En este análisis la nueva clase media “emergente” ocupa un lugar
paradigmático. Para Tironi, este grupo viene a representar la dinámica de
masificación del acceso a los bienes y servicios de la modernidad. Así, la “clase media
emergente” sería aquel grupo que pudo acceder definitivamente a los beneficios del
desarrollo.
¿Como leer estas dos interpretaciones contrapuestas? En términos generales, se
puede reconocer que tanto los apocalípticos como los integrados utilizan marcos de
interpretación que descasan en una teoría general de la modernización. Es decir, que
dan cuenta de la realidad chilena a partir de la contraposición entre dos tipos distintos
de sociedad: la sociedad moderna y la sociedad tradicional o subdesarrollada. A
continuación presentamos sucintamente dos conceptualizaciones de este tipo, que
permiten aclarar el sentido de los discursos en torno al Chile de los 90.
Una primera clave hermenéutica es la contraposición escasez/abundancia que ha sido
desarrollada por John Kenneth Galbraith (1960) y es una variación de la clásica
distinción entre sociedades tradicionales y sociedades modernas. Según este autor,
por una parte están aquellas sociedades que presentan una escasez de bienes. En
ellas, el consumo tiene que ver básicamente con la satisfacción de necesidades
básicas, por lo que se mueve en lógicas cercanas a la supervivencia. En el otro polo,
están aquellas sociedades que presentan una abundancia de bienes. En ellas existen
altos niveles de consumo orientado, no sólo a satisfacer necesidades de primer orden,
sino también a satisfacer otro tipo de necesidades. Este segundo tipo de sociedades,
que sobre la base de la abundancia material desarrollan una expansión inusitada del
consumo como forma de satisfacer deseos, pueden ser denominadas sociedades de
consumo. En estas, en la medida en que las necesidades básicas o reales están
cubiertas las necesidades y deseos son “generados” por la propia oferta.
Una versión contemporánea de la distinción propuesta por Galbraith es la que ofrece
Ronald Inglehart para explicar el paso de una sociedad con valoraciones materiales a
una con valoraciones postmateriales. Para Inglehart, el cambio cultural y el cambio
económico pueden ser ordenados en torno a patrones coherentes y previsibles.
Reformulando la teoría de la modernización, el autor vincula estrechamente el
desarrollo económico con una serie de transformaciones a nivel de los valores y la
cultura. La hipótesis de Inglehart es que en la medida en que las sociedades van
pasando de un estado de escasez a uno de abundancia, la cultura evoluciona desde
un patrón donde se privilegian los valores que giran en torno a la supervivencia y la
seguridad a uno en donde se privilegian los valores asociados a la calidad de vida y al
bienestar. Este cambio cultural es lo que Inglehart denomina el paso de los valores
materialistas a los valores postmaterialistas. El paso que se da desde una dinámica de
las escasez material a una de la abundancia, deriva en una serie de transformaciones
a nivel general que impactan no sólo el ámbito de los valores, sino también en otros
ámbitos tales como el sistema político, la estructura de la familia y la religiosidad.
La forma en que se lleva a cabo este cambio cultural es a través del reemplazo inter-
generacional. En la medida en que las nuevas generaciones crecen en contextos
inéditos de seguridad, se produce un cambio en el orden de las prioridades y los
valores. De esta forma, el cambio cultural sólo se puede comprender como un proceso
a largo plazo de tipo intergeneracional.
20
Acentuando las transformaciones a nivel de la cultura, se observa que Inglehart
también propone un patrón evolutivo en donde las sociedades se mueven entre dos
polos, que en este caso serian el posmaterial y el material.
Los antecedentes anteriores, permiten reconocer que, ya sea a partir de la distinción
entre sociedades opulentas y de la escasez, o través de la distinción entre sociedades
materiales y posmateriales, lo que prima en el análisis es la contraposición entre dos
tipos puros de sociedad. Si llevamos este análisis a la distinción entre apocalípticos e
integrados se puede reconocer con claridad como estas dos líneas de interpretación
de los cambios en Chile enfatizan en su análisis alguno de los dos polos o tipos de
sociedad que propone una teoría de la modernización. Aunque no se explicite
abiertamente en el análisis, se puede reconocer con claridad quien se sitúa a que lado
de la distinción. Por una parte, los “apocalípticos” tienden a reforzar en su análisis el
lado del subdesarrollo y de la escasez. El Chile actual, es un Chile de las necesidades
materiales. Por la otra, los “integrados” tienden a reforzar el lado de la modernización y
la abundancia, o desde Inglehart, el creciente despliegue de las valoraciones
posmateriales.
Sin embargo, esta mirada dicotómica de los cambios en el Chile de los 90 adolece de
varios problemas. En primer lugar el hecho de que se enmarque dentro de un
paradigma de la modernización, que sitúa el cambio en un continuo que va desde lo
tradicional a lo moderno, implica necesariamente incorporar horizontes normativos.
Así, se favorece la reducción del análisis de estas transformaciones en términos de
una evaluación de las “cosas que faltan para hacer”. Aunque políticamente esto trae
muchos beneficios, por cuanto permite orientar y debatir en el plano de las políticas
públicas, lo cierto es que sociológicamente simplifica excesivamente el análisis. Lo que
es una yuxtaposición compleja de fenómenos se ve reducido a un transito desde la
abundancia a la escasez, o desde el subdesarrollo al desarrollo.
En segundo lugar, aunque esta distinción no forzara una interpretación normativa, deja
de lado la posibilidad de comprender la naturaleza de fenómenos que no adscriben ni
a un ni a otro polo de la distinción. En otras palabras, obliga a entender estas
transformaciones en términos de un horizonte teleológico que va desde lo tradicional
hacia lo moderno. Cuando se trata de profundizar en el impacto que estas
transformaciones tienen en la vida social, este esquema de análisis es demasiado
formal e impide distinguir las configuraciones particulares que adquieren los cambios
en el ámbito económico en el caso de sociedades como las nuestra, reduciendo
involuntariamente el análisis a esquemas tipológicos.
Sobre estos antecedentes, el desafío es intentar comprender estas transformaciones
sin reducir la complejidad de los cambios involucrados a las cercanía/distancia de tipos
como desarrollo/subdesarrollo o escasez/abundancia. En este contexto, el presente
estudio intenta mirar las transformaciones al interior de los estratos medios tratando de
ir más allá de una implicación dicotómica, del tipo escasez /abundancia, sociedad
material/postmaterial o desarrollo/subdesarrollo. No se trata de negar la validez
analítica de estas categorías, sino de proponer nuevas distinciones que contribuyan a
enriquecer el análisis.
Una forma de articular un esquema de análisis de estas transformaciones económicas
que se haga cargo de la complejidad que significa el despliegue de lógicas del
mercado avanzadas en contextos de escasez o en contextos culturales particulares es
el concepto de hibridaje desarrollado por Nestor Garcia Canclini.(1990) Aunque
originalmente desarrollado para dar cuenta de exclusivamente de las transformaciones
a nivel de la cultura, el concepto de hibridaje también permite clarificar la forma en que
las sociedades como las nuestros se hacen cargo de la modernidad y de las
transformaciones económicas y culturales que se le vinculan. El concepto de hibridaje
21
hace referencia al proceso de mixturación y fusión de realidades culturales que
provienen de distintos ámbitos de la cultura latinoamericana.
En concreto, el concepto de hibridaje intenta hacer referencia a la forma en que se
relacionan en el contexto latinoamericano, lo popular, lo moderno y lo masivo; dando
forma a una nueva síntesis cultural y social cuya originalidad se constituye justamente
en la forma en que se relacionan estos elementos. Para Canclini, las transformaciones
en Latinoamérica irían justamente en la dirección de una creciente hibridación de
estos tres ámbitos, los cuales en el origen se presentan en forma relativamente
independiente. En este sentido, se pueden encontrar grandes vinculaciones entre este
planteamiento y el concepto de sociedades fragmentadas utilizado por Mignione para
dar cuenta de la forma mediante la cual el despliegue del individualismo transforma las
sociedades. Al igual que Canclini, este autor propone un marco de análisis que va más
allá de una teoría general de la modernización. Según Mignione, es necesario
reconocer que el impacto de la industrialización “se produce de manera diversificada
en el tiempo y en el espacio para diferentes grupos sociales o de individuos”
(Mingione, 1993. pp 111) En último termino, el acento se pone en comprender las
transformaciones sociales de una manera variada y compleja, superando un enfoque
puramente evolutivo o direccional.
Como ya se ha esbozado, la novedad del planteamiento del hibridaje con respecto a
una interpretación que acentúa un análisis en términos de polos (escasez/
abundancia, desarrollo/subdesarrollo), descansa en una crítica a la forma maniqueista
en que estas observan el cambio social. Según Canclini, esta tradición se imaginó que
modernidad significaba necesariamente el fin de las formas tradicionales. Lo planteado
por el marco interpretativo del hibridaje es justamente lo contrario El desarrollo de los
mercados y de la industria cultural no hacen desaparecer lo tradicional sino que lo
yuxtaponen y entrecruzan con otras lógicas, que provienen, entre otras fuentes, de las
dinámicas propias del mercado y de los medios de comunicación de masas. Así, la
modernidad avanzaría para Canclini por el lado de la capacidad de articular y redefinir
dinámicas diferentes, antes que por la homogeneización o por la imposición de un solo
principio de “sociedad desarrollada” u “opulenta”. Como se puede apreciar, entre
ambas perspectivas se produce un desplazamiento desde un concepto de modernidad
sustantivo, que plantea la sustitución de toda lógica tradicional en las manos de la
modernidad, a un concepto de “modernidad híbrida” cuya naturaleza es justamente
hacer convivir lo tradicional con lo moderno.
En términos del enfoque, se puede afirmar que este es el punto de partida de la
presente investigación. Por cuanto intenta sustituir un análisis que enfatiza la
identificación puntos de continuidad y de ruptura con sociedades desarrolladas o
tradicionales, por un análisis que mira las transformaciones económicas desde la
perspectiva del hibridaje. En otras palabras, se intenta estudiar estas transformaciones
económicas y sociales como una serie de entrecruzamientos que involucran el mundo
de lo tradicional y de las escasez y lógicas de mercado altamente masificadas y
especializadas.
Sin duda, partir de este dato de la complejidad y del hibridaje para analizar el impacto
sociológico de las transformaciones económicas en los sectores medios impone
ciertas limitaciones. La primera de ellas es que asumiendo la complejidad del
fenómeno se hace imposible desarrollar interpretaciones globales sin caer en
simplificaciones exageradas o en formulas comunicacionales del tipo “los nuevos
chilenos”, “los jaguares” o “el travestismo”. Lo anterior, obliga a tomar un punto de
análisis, una clave hermenéutica desde la cual poder abordar estas transformaciones.
En segundo lugar, este marco de interpretación también obliga a matizar la fuerza de
las conclusiones por cuanto sitúa el impacto de estas transformaciones económicas en
el contexto de otros cambios que se han dado en otros sistemas societales.
22
El consumo como clave hermenéutica.
Sobre estos antecedentes, se propone el consumo como una clave hermenéutica que
permite estudiar clarificadoramente las transformaciones económicas a las cuales se
ha hecho referencia. Por una parte, se observa con claridad que el consumo es un
fenómeno que se encuentra en el eje de todas las transformaciones económicas
anteriormente mencionadas. Aunque hay algunas relaciones que se observan
abiertamente -como la relación entre el acceso de los estratos medios al mercado y el
consumo- hay otras -como la relación entre la terciarización y flexibilización del
trabajo- cuya relación, aunque menos obvia, no deja de ser sumamente relevante.
Por otra parte, estudiar este fenómeno en los estratos medios es una clave de
acercamiento que permite comprender también otros aspectos de las
transformaciones que han experimentado estos estratos durante los últimos 15 años
en Chile. En esta línea, y como se verá en la próxima sección, el estudio de los
cambios en el consumo se puede vincular fácilmente a otras que se dan a nivel de la
cultura. Así, el consumo opera como un fenómeno vinculante de los ámbitos de la
economía y de lo simbólico. En otras palabras, opera como una clave que permite
reflexionar sobre las transformaciones en otros ámbitos de lo social
Con respecto a la naturaleza de este fenómeno se propone abordar el consumo desde
una lógica multidimensional. Como se vera en la próxima sección, se trata de
incorporar en el análisis distintas dimensiones del mismo fenómeno, reconociendo
explícitamente la importancia social y cultural de este fenómeno. Aunque poco
desarrollada en Chile, esta línea de análisis coincide con los planteamientos
expresados en el informe PNUD (2002) conforme a comprender el consumo como un
nuevo espacio en la construcción de la subjetividad y de articulación de la vida social.
Sobre estos antecedentes, la próxima sección se aboca a reflexionar sobre el
fenómeno del consumo y las perspectivas que abre para el análisis sociológico de las
clases medias en Chile.
23
SECCION II.
Transformaciones en el consumo: una clave de lectura
para Chile.
Se puede afirmar, sin ser excesivo, que históricamente el consumo ha sido dejado de
lado como objeto de estudio por parte de la sociología de la vida económica. Este
sesgo, tiene como fundamento una tendencia a poner en el centro de la vida
económica la actividad productiva. Desde aquí, fenómenos como el consumo tienden
a ser considerados como un subproducto o un residuo en el análisis. El consumo
queda relegado a una actividad privada – a las fuerzas o arbitrios del individuo- que se
encuentra fuera de los márgenes de lo social y que, por lo tanto, no mantiene ninguna
relación prioritaria con el ámbito de la sociología económica. Así, cuando éste ha sido
considerado, es básicamente como corolario de un proceso de producción que le
antecede en importancia; como una consecuencia que no mantiene relevancia en si
misma. Esto es lo que Don Slater (1997) ha denominado el sesgo productivista el
estudio de la vida económica.
La literatura muestra que durante los últimos años se ha revertido en parte esta
tendencia de considerar el consumo como un producto secundario del análisis. De
aquí que se pueda afirmar -en cierto sentido- que el consumo ha sido redescubierto
como objeto de estudio por parte de la sociología. En términos generales, se puede
remitir este redescubrimiento a dos grandes causas.
Por una parte, el fenómeno del consumo ha ido asumiendo creciente importancia
como actividad y como eje de la vida social en las sociedades contemporáneas, hecho
por el cuál emerge como un fenómeno de interés sociológico. Esta creciente
centralidad en la articulación de la vida social, ha sido denominado cultura del
consumo (consumer culture) (Slater, 1997) (Lury, 1996) por la literatura y ha adquirido
paulatina vigencia como objeto de estudio durante los últimos veinte años.
Por otra parte, se ha producido una creciente revalorización por parte de la sociología
de la relación existente entre el mundo social y el mundo material desde el punto de
vista de lo simbólico. En este sentido, el consumo emerge como una actividad plena
de significados sociales, la cual desde siempre ha operado haciendo visibles las
categorías de la cultura.
12
Por motivos de extensión y coherencia el presente capitulo corresponde a una reflexión sintética acerca
de las distintas dimensiones del consumo. Para mayores antecedentes, ver Anexo 1. “Hacia una
aproximación sociológica al fenómeno del consumo.”
24
En lo que sigue, se describen las principales dimensiones que involucra el fenómeno
del consumo. En términos generales y siguiendo a Alan Warde (Burrows ed, 1992) se
pueden distinguir tres grandes ámbitos en el estudio del consumo. Estos se distinguen
según el énfasis y la significación que le atribuyen a este fenómeno. Como se verá, de
cada línea de interpretación se desprenden distintas posibilidades para el análisis
sociológico.
13
Baudrillaud utiliza este concepto para hacer referencia al valor signo que tienen los objetos como
representación lógicas de rango o prestigio social, esta forma de utilizar el concepto guarda mayor
relación con lo que mas tarde definiremos como la dimensión significativa del consumo. Por el momento,
con valor de cambio se hace referencia a la dimensión monetaria y puramente economiza del valor de los
objetos.
25
La dimensión significativa del consumo.
Una tercera mirada, tiene que ver con lo que hemos denominado una dimensión
significativa del consumo. El fenómeno del consumo no sólo puede ser entendido
desde la óptica de la satisfacción de necesidades o desde la óptica del valor de
cambio. En cuanto fenómeno que se desarrolla dentro de coordenadas de la cultura,
puede ser entendido también a partir de la capacidad que tienen los objetos de
expresar significados sociales y culturales. Y en cuanto vehículo de la construcción de
los vínculos sociales.
Desde este horizonte, el consumo emerge como una forma particular de hacerse
cargo y de significar la relación de las personas con los objetos en todas las
sociedades. Las personas no sólo interactúan directamente sino también a través de la
mediación de cosas. En este sentido, el consumo es un fenómeno en donde el mundo
de lo simbólico y el mundo de lo material se encuentran íntimamente coludidos.
Justamente este ámbito de la interacción y la relación entre objetos y significados -en
el cual los bienes consumidos emergen como portadores de significados sociales- es
lo que define a la dimensión significativa del consumo. Al reconocer esta dimensión,
este fenómeno deja de moverse exclusivamente en el plano de lo material o de lo
puramente económico, y emerge como una actividad que mantiene profundas
vinculaciones con el ámbito de la cultura. En otras palabras, aparece como una
actividad plena de significados sociales y por lo tanto en el centro del interés
sociológico. En esta línea, destacan los planteamientos de Mary Douglas o de Pierre
Bourdieu.14
Una versión adicional de la dimensión significativa de los objetos, esta dada por la
capacidad que tienen los objetos de crear y recrear el vinculo social. Esta línea de
análisis, cuyos orígenes se encuentran en Mauss y en su estudio de los mecanismos
de intercambio de sociedades primitivas, se ha expresado en Chile a través del
análisis del gasto que desarrollan los sociólogos Eduardo Valenzuela y Carlos
Cousiño. Desde este enfoque, el consumo - entendido como gasto inútil, o derroche
festivo- emerge como una forma de fundar el vínculo social en cuanto renuncia
explícitamente a la función utilitaria de los objetos. En este contexto, la función utilitaria
de los bienes quedaría completamente anulada con la función que cumple en cuanto
articulador de relaciones sociales. Una forma concreta que asume este fenómeno,
tiene que ver con la constitución de la fiesta y del regalo como una forma de consumo
que permite fundar ritualmente el vinculo social en las sociedades latinoamericanas
(Cousiño, 1990)
14
Para mayores antecedentes sobre los planteamientos de estos autores ver Anexo 1.
26
Consumo e identidad.
En la medida que el consumo se vincula al ámbito de lo simbólico se puede relacionar
con el tema de la construcción de la identidad social, ya sea grupal o personal. En este
contexto, las decisiones de consumo pueden ser leídas como verdaderas estrategias
de diferenciación e identificación grupal.
Una primera mirada en esta línea es la que ofrece Bourdieu (1988) Según este autor,
las disposiciones de gusto operan como verdaderas estrategias de distinción e
identificación de diferentes grupos sociales. La construcción de la diferencia con los
otros es un principio de identificación de los sujetos que comparten una misma
posición en la estructura social; es decir, que son depositarios de un mismo volumen y
estructura de capital global, económico y cultural. Desde aquí, el núcleo identitario esta
puesto en la capacidad que tienen los objetos (y los gustos) de distinguir y diferenciar
los diferentes grupos sociales.
La relación entre consumo e identidad no sólo implica una operación de constituirse
frente al otro. Aunque son procesos muy vinculados, también se puede poner el
énfasis en la capacidad que tiene el consumo de articular lógicas de identificación y de
entregar elementos de autorreconocimiento o autodefinición. Esta es la segunda
mirada del consumo identitario. Desde aquí, los procesos de identificación y
autorreconocimiento grupal a través del consumo y de los objetos, se pueden
desplegar en estrategias explicitas y estructuradas -tal como son las organizaciones
que exigen abiertamente símbolos (objetos) de pertenencia- o en umbrales de menor
especificidad. Este es el planteamiento que esta implícito en Douglas y Isherwood
(1978) quienes definen al consumo como objetos de comunicación que marcan y dan
cuerpo a las relaciones sociales. De esta forma:
“En el marco del tiempo y el espacio de los que dispone, el individuo utiliza el
consumo para decir algo sobre si mismo, su familia, su localidad, ya sea rural o
urbana, la residencia fija o vacacional. El tipo de declaraciones que emite se relaciona
con la clase de universo en el que esta inserto...”(Douglas, 1978. pp 83)
Una visión equivalente en cuanto a la posibilidad que tienen los objetos de construir
identificaciones grupales es la que desarrolla Michel Maffesoli (1997) Para este autor,
en las sociedades contemporáneas es posible reconocer una nueva forma de
construcción de la identidad grupal que ya no descansa en las instituciones que
tradicionalmente otorgaban un sentido del nosotros –como pueden ser la religión, la
nación o la clase social. Esta nueva lógica identitaria, remite a estrategias de
significación que realizan a través del consumo y de otros mecanismos similares. El
autor denomina neo-tribalismo a este proceso de formación de identidades grupales
que opera a través de identificaciones subjetivas, múltiples y flexibles, que hacen del
consumo un mecanismo de construcción del nosotros.
Una tercera perspectiva desde la cual se puede reconocer una dimensión identitaria
del consumo, es aquella que conecta con los procesos de individualización que se
verifican en las sociedades contemporáneas. Desde este horizonte, el consumo facilita
la construcción de identidades individuales, por cuanto las biografías y las identidades
personales se “descuelgan” cada vez más de las estructuras sociales tradicionales.
Esta es la línea de análisis de autores como Beck (1997, 1998), Slach (1997) o
Lipovestky (1998), quienes plantean que los objetos se convierten en ejes cada vez
mas importantes en la autodefinición de las personas.
Ilustración 2. Consumo y construcción de la identidad. Distintas posibilidades.
Clave Función Autores
Distinción Marca diferencias sociales. Posición en la estructura BOURDIEU
Información Mecanismo de información y de identificación grupal. DOUGLAS, Mafessoly
Construcción del nosotros.
Individualización Construcción de la biografía personal LASCH, Lipotevsky
27
Las diferentes dimensiones del consumo en Chile.
15
De hecho, al realizar la revisión bibliográfica fue prácticamente imposible encontrar estudios empíricos
sobre el consumo proveniente del ámbito de las ciencias sociales. Los pocos estudios que se encontraron
corresponden a reflexiones de tipo teórico que se mueven en el plano de una crítica al consumo.
28
B. Hacia un análisis empírico del consumo.
La clave bienestar.
Una las principales dimensiones en el análisis de las transformaciones del consumo en
los sectores medios tiene que ver con el valor de uso del consumo y su capacidad de
satisfacer necesidades, ya sea vinculadas al orden de las necesidades básicas o al
orden del bienestar. La forma de responder estas preguntas desde el enfoque de la
estructura del gasto, es observar cuál es la evolución y cuales son las
transformaciones del gasto relativo en bienes que se relacionan a las necesidades
básicas y al bienestar. Para efectos del análisis, se agruparon todos los bienes
correspondientes a necesidades básicas que deben de ser provistas por el propio
hogar y que, en términos generales, no son asumidos por el estado vía subsidio o
programas estatales.
29
Si bien no es posible definir con exactitud qué corresponde a necesidad y qué
corresponde a gasto suntuario16, se distinguieron arbitrariamente ciertos grupos de
bienes y servicios que tienen mayor relación con el horizonte de lo necesario. Como se
trata de ver el impacto de estos grupos dentro del gasto total del hogar, hemos
agrupado bajo el rubro de las necesidades básicas a todos aquellos bienes que dicen
relación directa con la reproducción de la existencia y que no pueden ser
externalizados por el hogar. Estos se detallan en la Tabla 10.
Tabla 10. Gasto en necesidades básicas, según EPF (1)
16
De hecho, se puede afirmar que el horizonte de lo necesario es algo que esta determinado por la forma
en que lo definen las distintas sociedades y por lo tanto es variable (Gonzáles, 2002) Para mayores
antecedentes sobre esta discusión ver Anexo 1.
30
Supuesto 2: Las variaciones en el gasto relativo de estos bienes, guardan relacion con
la importancia que estos hogares y personas le asignan al carácter significativo que
estos mantienen.
De estos supuestos, se desprende que es posible reconocer estructuras diferenciadas
del gasto en bienes con alta carga significativa, así como también es posible ver
transformaciones en el tiempo en el consumo de estos bienes.
Sin embargo, no es posible situar en un mismo alero todos estos bienes con alta carga
significativa. De esta forma, con el fin de poder reconocer ciertas diferencias
relevantes, se han agrupado los bienes de consumo según sus diferentes ámbito de
significado. Esta ordenación de los bienes de consumo según su importancia
significativa, tiene como principal referente la operacionalización que desarrolla
Bourdieu (1988) para determinar las diferentes estructuras de gustos en la sociedad
francesa. Sin perjuicio de lo anterior, existe también numerosa literatura que los
vincula al despliegue de significados a través del consumo. A partir de lo anterior, se
distinguen tres grandes grupos.
Consumo cultural. Un segundo grupo de bienes que guarda directa relación con la
dimensión significativa del consumo tiene que ver con el consumo cultural. De hecho,
en la práctica este tipo de consumo siempre ha sido separado de cualquier otro tipo de
consumo por cuanto se le otorga la particularidad de expresar por definición su
“dimensión significativa”. Autores como Canclini (1990) y Bourdieu (1988) le dan gran
importancia a este tipo de consumo por cuanto es por antonomasia la expresión de un
consumo con sentido y vinculado a lo identitario. En otras palabras, se presupone que
el acceso a este tipo de bienes y servicios va más allá exclusivamente del uso que se
le de a los bienes sino que también contribuye a expresar significados sociales y
culturales. Se han agrupado bajo esta categoría los siguientes bienes y servicios.
Tabla 13. Gasto vinculados al consumo cultural. (1)
18
De hecho, Según McCracken (1988) el vestuario ha sido el principal objeto que permitido desarrollar la
metáfora de los bienes de consumo como un “lenguaje social”.
31
Libros y revistas
Actividades culturales y de esparcimiento.
(1) Corresponde a los nombres de los grupos de bienes que define la EPF.
Bienes durables. En este grupo, se han incorporado aquellos bienes de consumo que
permiten expresar con mayor claridad dinámicas de diferenciación, emulación o de
consumo estatutario, por cuanto se relacionan fuertemente con el poder adquisitivo.
De hecho, numerosos de estos bienes (los que más discriminan) se utilizan como
indicadores para la clasificación que elabora el marketing de los estratos
socioeconómico.
Adicionalmente, se puede reconocer que este tipo de bienes generalmente se les
asigna la particularidad de ser los indicadores del ingreso a una sociedad de consumo.
En el sentido que su masificación implica necesariamente un horizonte de abundancia
material .
Tabla 14 Gasto vinculados bienes durables.
2. Enfoque metodológico19.
Como ya se ha esbozado, una de las metodologías de estudio del consumo que ofrece
mayores posibilidades desde el punto de vista cuantitativo consiste en trabajar con las
encuestas de presupuestos familiares. Estas encuestas registran todos los gastos que
realizan las familias de la región metropolitana durante un mes y permiten calcular el
gasto relativo para cada tipo de consumo. En este sentido, son una fuente muy
completa para poder determinar con exactitud las variaciones y la distribución del
consumo de los hogares.
Se trabajó con la información que otorga la Encuesta de Presupuestos Familiares
(EPF)1987 y 1997. Para algunas comparaciones, también se utilizaron datos de la
EPF de 1977 y 1967.
Se intentó tomar la mayor cantidad de información sociológicamente relevante que
ofrecieron los datos, considerando que ésta es una encuesta de carácter
preferentemente económico y financiero. En términos generales, la metodología
utilizada consistió en caracterizar el gasto relativo en los diferentes tipos de bienes
propuestos y analizar la distribución de estos gastos según características del hogar y
del jefe de hogar. De aquí se desprende que la unidad de análisis del estudio son los
hogares y no las personas.
En cuanto a las características del jefe de hogar y del hogar, se tomaron todas las
posibilidades que ofrece la base de la EPF 1997. Aunque originalmente se trabajó con
todas las variables existentes, el análisis que se presenta a continuacion se concentra
19
El presente acápite es una síntesis de los principales aspectos metodológicos y estadísticos. Para
mayores antecedentes, ver Apéndice Metodológico.
32
solo en aquellas dimensiones que presentaron un impacto significativo sobre el
consumo de los hogares o que fueran relevantes para el análisis posterior.
En términos generales se trabajó comparando medianas, para poder subsanar
algunos sesgos en la distribución de los datos. En todo caso, en cada análisis
particular se hace referencia a la medida utilizada.
Aunque en cada capitulo se explicitan las fuentes de comparación, cabe hacer algunas
aclaraciones generales. En la sección tres, dada las limitaciones que imponen las
fuentes de datos las comparaciones se realizan entre quintiles de ingreso. La
definición de clase media que se presentó en la primera sección de este estudio, se
adapta a los quintiles 3 y 4 de ingreso per cápita autónomo de los hogares. No se
incorporan grupos de ingreso adicionales a la definición sino que se pierde la
información que otorga el decil 9. La sección 4 considera la definición que se hizo de
clase media. Vale decir, los deciles de ingreso per cápita autónomo que van del 6 al 9.
En la medida de lo posible, la información que aporta el análisis de la estructura del
gasto, fue complementada con información cualitativa de estudios de mercado
realizados por Adimark y otras encuestas pertinentes que serán citadas en cada caso.
Esto con el objetivo de poder complementar y profundizar algunas hipótesis que
surgen exclusivamente del análisis de la estructura del gasto.
33
Sección III.
Evolución y características del consumo en Chile
1987-1997.
Transformaciones generales.
En 1998, Florencia Torche publicó un articulo en la revista universitaria denominado
“Consumismo, alcances y fenómenos de un proceso en expansión. La principal
hipótesis de este artículo fue que durante los años 90 las familias chilenas han
experimentado un aumento significativo en su disponibilidad de ingresos, el cual se ha
orientado a mejorar sus condiciones de vida. A juicio de Torche, esta mejora en el
ingreso se ha traducido en una disminución del gasto relativo en alimentos y un
aumento del gasto en otros tipos de productos, tales como educación y salud.
En efecto, al observar la evolución de la estructura del consumo durante los últimos 10
años se puede reconocer la magnitud de estos cambios. Tal como plantea Torche, el
principal dato es el fuerte descenso en el porcentaje del gasto en alimentos, grupo que
pasa a ocupar desde un 40% del gasto medio de los hogares en 1987 a un 30% en
1997. Esta disminución del 10% no deja de ser importante si se observa que en el
periodo que va de 1967 a 1987, las encuestas de presupuestos familiares no muestran
disminuciones significativas en el gasto relativo de los hogares en este item.
Gráfico 1: Evolución del gasto relativo en alimentación. 1967-1997
45
41.9
40 39.5 40.3
35
30
26.8
25
20
15
1967 1977 1987 1997
34
Si se observa la variación del gasto en necesidades básicas para el periodo 1987-
1997, los datos son consistentes con lo que muestra el gasto en alimento: en 10 años,
la media del gasto en necesidades básicas como porcentaje del gasto total disminuyó
de un 65% a un 56% para 1997. Este dato significa que en la práctica los hogares
liberaron una gran cantidad de recursos para otro tipo de gastos. Esto puede explicar
el hecho que durante el mismo periodo se observa un fuerte incremento del gasto
porcentual en gran parte de los otros tipos de bienes y servicios. Desde la clave del
bienestar, los principales incrementos tienen que ver con la salud, la educación y las
comunicaciones. De hecho, estos tres grupos crecieron su participación del gasto en
más de un 100% durante el periodo considerado, siendo el aumento de mayor
significación aquel que experimentó el rubro de las comunicaciones.
Gráfico 2: Evolución del gasto promedio en Educación y Comunicaciones 1977-1997. (1)
20
Concretamente, se sitúa la estructura del consumo de Chile; en el contexto de otros países que pueden
ser denominados desarrollados: Estados Unidos e Inglaterra. Adicionalmente, se compara el caso de
Chile con la estructura del consumo de países que tradicionalmente se han sido definidos como en
proceso de desarrollo. Hablamos de países como España y Singapur, que si bien no tienen estándares
económicos equivalentes a los de Chile , se podría esperar presenten una dinámica de menor “opulencia”
que países como Estados Unidos e Inglaterra. Por último, se observa también la estructura de consumo
de Perú; la intención es poder reconocer los puntos de continuidad y ruptura con países que claramente
se pueden definir en el horizonte de la escasez.
35
Tabla 15. Porcentaje del gasto en alimentación en 1997. Comparación entre países. (1)
36
La transformación de los sectores medios desde la clave del bienestar.
¿Qué pasa con estas transformaciones a nivel de los sectores medios? A partir de la
información disponible se puede observar que estos grupos presentan las mismas
transformaciones que se dan a nivel general pero en una mayor profundidad.
Si se observa la proporción del gasto destinado a satisfacer las necesidades básicas
del hogar se puede reconocer la magnitud de estos cambios. De forma similar a lo que
muestran los datos a nivel agregado, el item que ha mostrado mayores
transformaciones es el rubro de alimentación.
Tabla 17. Evolución del gasto relativo (1) en bienes y servicios vinculados a las
necesidades básicas.
22
El ítem comunicaciones incorpora el gasto en teléfono, carta y medios electrónicos de comunicación.
37
¿Mejoras en el poder adquisitivo o cambios en la estructura de la oferta?
Los datos muestran que en el periodo 1987-1997 los sectores medios han desplegado
una importante disminución del gasto en necesidades básicas sumado a un aumento
significativo en el gasto en bienes y servicios vinculados al bienestar. ¿A qué se debe
este cambio? ¿Efectivamente tiene que ver con la mejora sostenida en los ingresos y
el gasto o existen otro tipo de transformaciones que lo explican? Por los antecedentes
disponibles, pareciera que estas no guardan relación exclusivamente con el
crecimiento económico.
Si nos centramos en el consumo en salud y educación para el caso de los sectores
medios las transformaciones que anteriormente (en la Seccion I) hemos denominado
el “retiro del estado”; han implicado que los hogares de estos sectores han
internalizado crecientemente el gasto de estos servicios. Así, en forma adicional a los
aumentos del ingreso, también hay una relación con la creciente privatización de los
servicios de educación y salud.
Aunque con la información disponible no es posible distinguir que parte de las
transformaciones en el consumo se deben a los cambios desde la oferta y cuales a
una transformación real en las posibilidades de acceso en los mercados, pareciera
que las transformaciones desde el punto de vista de la oferta han tenido un impacto
sustancial en el consumo de los bienes asociados al bienestar. Tomemos el caso de la
salud. En la tabla 18, se observa que el crecimiento en el gasto en salud del quintil 4
ha sido sustancialmente mayor al quintil 3. Consecuentemente, al observar las tasas
desafiliación al sistema de salud estatal que se presentan en la tabla 6 de la sección 1,
se observa que el quintil 4 se ha desafiliado con mayor fuerza que el quintil 3: este
último se ha desafiliado un 6% de los beneficiarios, mientras que en el quintil 4 esto
esta tasa va por sobre el 10% Es decir, han consolidado con mayor fuerza la
privatización del gasto en salud. La hipótesis es que durante el periodo que
estudiamos coincide el crecimiento del consumo con transformaciones importantes
desde el punto de vista de la oferta.
Para el caso del gasto en comunicaciones también se pueden reconocer cambios
relevantes desde la oferta durante el periodo. Estas, sin embargo, no tienen que ver
con un proceso de privatización sino con el abaratamiento sistemático de los costos de
comunicación y con la introducción masiva de tecnologías en esta área durante los
9023. De aquí que la oferta de estos servicios a construido fuertemente a aumentar el
gasto en esta área.
A modo de síntesis, podemos reconocer que las transformaciones en el consumo
desde la clave de las necesidades básicas y el bienestar son variadas y complejas; y
no responden directamente al crecimiento económico y al aumento del poder
adquisitivo. A la baja significativa en el consumo en bienes de necesidades básicas, se
viene a sumar un aumento importante en el gasto en bienes relacionados al bienestar.
Este crecimiento, guarda relación con cambios desde el punto de vista del papel del
estado y en la estructura de la oferta. Por otra parte, y como se discutirá más
adelante, el consumo de estos bienes también guarda una importante relación con el
ámbito de las aspiraciones de movilidad de estos sectores y a las valoraciones que se
atribuyen a estos bienes.
23
Basta considerar el explosivo aumento de las líneas telefónicas durante los años 90 . Actualmente no
tienen costos para el usuario. Otro antecedente corresponde a la masificación y penetración de la
telefonía celular, a través de la tarjeta de prepago (TIC-ISUC, 2001)
38
B. Cambios en el consumo: el despliegue de la dimensión significativa.
Las transformaciones en el consumo desde la clave del bienestar muestran una fuerte
disminución del gasto en necesidades básicas, el cual se acompaña de un
crecimiento del gasto bienes y servicios relacionados al bienestar. Ahora bien,
¿Cuáles fueron las transformaciones en el consumo desde el punto de vista de su
dimensión significativa? Para ver los cambios en este ámbito, se va a analizar la
evolución de los grupos de bienes que se han presentado con anterioridad: el
consumo en presentación de si mismo, el consumo cultural y el consumo en bienes
durables.
2,0
Quintil 3
1,8
1,6 Quintil 4
1,4
1,2
1,0
0,8
0,6
0,4
0,2
0,0
1987 1997 1987 1997
39
En el caso del automóvil - bien considerado por antonomasia el bien de la sociedad de
consumo- el 51% de los hogares de estratos medios dispone de este bien. De aquí
que los estudios de mercado durante los años 90, hayan tenido que cambiar
sistemáticamente el tipo de bienes que son utilizados para diferenciar entre estratos
altos (ABC1) y estratos medios (C2-C3). De hecho, bienes como el televisor o el
refrigerador, tienen penetraciones que impiden distinguir incluso entre sectores de
nivel socioeconómico medio alto y medio bajo.
Tabla 19. Evolución de disponibilidad de bienes de consumo según quintiles de ingreso
1987 a 1998 (1)
III IV V Total
1987 1998 1987 1998 1987 1998 1987 1998
TELEFONO 16 55,6 36 69 82 84, 35,8 61
VIDEOGRABADOR 1,1 27,1 3 37 26 61 9,2 34,
MICROONDAS 0,2 15,3 0 28 9, 55, 3,1 25
AUTOMÓVIL 9,6 19,5 21 34 63 74 26, 33
(1) Corresponde al porcentaje de hogares que dispone de los bienes especificados. La tasa de
crecimiento porcentual se calculó sobre los datos de la tabla. Fuente: Para 1987 EPF 1987,
para 1998 CASEN.
Sin duda es este tipo de consumo, uno de los que concentra los beneficios del crédito
y de las transformaciones en la oferta interna. De hecho, si se observa el porcentaje
del gasto que los hogares destinan al pago de servicios financieros se puede
reconocer un crecimiento sorprendente en este ámbito: En 1977 el gasto en servicios
financieros consistía en una proporción marginal del gasto total de los hogares de los
quintiles 2, 3 y 4. En ninguno de estos grupos se podía observar un gasto financiero
que ascendiera más allá del 0,01% del gasto familiar. Para 1997 estos gastos
constituían aproximadamente un 1,5% del gasto familiar; es decir, tuvieron un
crecimiento explosivo dentro del gasto.
Gráfico 4. Evolución del gasto relativo en servicios financieros. (1)
2.5
2.0
1.5
Quintil 3
Quintil 4
1.0
0.5
0.0
1977 1987 1997
(1) Los valores corresponden al promedio agregado del gasto en cada grupo de bien como
porcentaje del total del gasto del hogar al mes.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la EPF 1977, 1987, 1997
40
B. Altas tasas de crecimiento.
Durante el periodo en cuestión no sólo se observaron crecimientos importantes en
todos los grupos asociados al consumo significativo y un crecimiento importante en la
disponibilidad de durables. Adicionalmente, se verificaron tasas de crecimiento de
estos consumos particularmente altas. Por ejemplo, entre 1987 y 1997, el gasto
mediano en consumo cultural creció en un 86% a nivel de toda la población. En el
caso de los quintiles 3 y 4, lo hizo por sobre el 100%. Algo parecido, aunque con
menor espectacularidad, pasa con el consumo en presentación de la persona y en
bienes durables.
En este contexto, pareciera que son estos grupos, aquellos que presentan un mayor
dinamismo en las transformación en la estructura del consumo de este tipo de bienes.
Gráfico 5: Tasas de crecimiento del gasto relativo en bienes relacionados a la dimensión
significativa del consumo 1987-1997 (1)
180% Quintiles 3 y 4
160% Total Nacional
140%
120%
100%
80%
60%
40%
20%
0%
Consumo cultural Presentacion de si Durables
mismo
41
A. Distribución del gasto relativo en
necesidades básicas dentro de los sectores
medios
Distribución Normal.
42
Corolario. ¿Hacia donde va el consumo en los sectores medios?
43
Sección IV.
Características del consumo en 1997.
44
A. Estructura del consumo en 1997: la clave bienestar.
Necesidades básicas.
La evolución del gasto relativo en bienes y servicios básicos a disminuido
substantivamente durante el periodo 1987-1997, hecho que se confirma
particularmente para el caso de los estratos medios. Si consideramos los deciles 6 a 9
se observa que el porcentaje del gasto que dedican los hogares a este tipo de bienes
tiene una media de un 50%. Este valor va aumentando conforme se disminuye de
decil de ingreso. Así, el decil 9 presenta un gasto medio de 44% y el decil 6 un gasto
de 55,8%. Se constata así un hecho ya conocido: a medida que disminuyen los
ingresos de los hogares, estos deben orientar una creciente proporción de sus
recursos a satisfacer sus necesidades básicas. Este dato, se observa también al
comparar entre países de mayor o menor riqueza.
Así, se puede afirmar que el dato que explica con mayor fuerza este tipo de gastos es
el ingreso. De aquí que se pueda utilizar como un criterio de bienestar. En la medida
en que se gasta menos en necesidades básicas existen estándares más altos de
bienestar.
Tabla 21: Distribución del gasto en necesidades básicas. (1)
DECIL 6 7 8 9
Mediana 55,7 52,1 49,8 46,7
Media 55,9 51,6 48,7 44,5
(1) Corresponde al promedio y a la mediana simple.
Fuente: Elaboración propia a partir de la EPF 1997.
45
estrictamente tiene que ver con las necesidades básicas; también se relaciona con el
estándar de vida y el estatus de los hogares.
Se observa que los grupos de edad que menos gastan en vivienda son los adultos de
entre 40 y 59 años. Este hecho puede tener que ver con el ciclo de vida: la vivienda
es un gasto que se enfrenta en la primera parte del ciclo productivo del jefe de hogar.
Tabla 22: Consumo relativo en alimentos y en vivienda según decil de ingresos per
cápita del hogar.
Mediana 6 7 8 9 6A9
Alimento 29.89 26.31 21.56 15.92 23.32
Vivienda 8.71 7.97 8.17 7.65 8.15
(1) Los valores corresponden a la mediana y al promedio simple según decil de ingresos.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la EPF 1997
9,0
8,0 7,9 7,8 7,7 Mediana
7,0 7,0 7,1 7,5 7,3
6,4 6,4 6,7 Media
6,0 5,9 6,2
5,6 5,3
5,0 5,0
4,0
3,5 3,5
3,0 2,6
2,0 2,0
1,0 0,9
0,0
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
(1) Los valores corresponden a la mediana y al promedio simple según decil de ingresos.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la EPF 1997
46
que el hogar no puede externalizar: en la medida en que aumenta el ingreso el gasto
relativo en salud se va incrementando significativamente. Para el caso de los estratos
medios, este tipo de gasto pasa de un gasto mediano de 1,2% en el decil 6 a uno de
3% en el decil 9. Este hecho se puede relacionar abiertamente a la estructura de la
oferta de servicios de Salud. Recordemos que los sectores medios de mayores
ingresos, vale decir los deciles 8 y 9, tienen un menor acceso a los subsidios estatales
en salud en la medida en que no pertenecen a FONASA.
Un dato esperable es la fuerte relación del gasto con el ciclo de vida familiar, al cual
nos podemos aproximar a través de la edad de los jefes de hogar. En todos los deciles
de ingreso, los jefes de hogar mayores de 60 años gastan una proporción fuertemente
superior en salud a lo que gastan los hogares con jefes de hogar mas jóvenes. Esto
tiene que ver con el aumento de los cuidados que implica la tercera edad y con el
encarecimiento de los programas en los servicios de Isapres.
Comunicaciones. En lo que refiere al gasto en comunicaciones los estratos medios
son los que gastan una mayor proporción de sus ingresos en comunicaciones. Gastan
mas que los grupos de bajos ingresos y más que el decil de mayores ingresos. Otro
antecedente importante tiene que ver con la edad del jefe de hogar. En todos los
deciles de ingreso los hogares con jefes de hogar de la tercera edad gastan
significativamente mas en comunicación que los otras edades. Probablemente tiene
que ver con la distribución del ocio: los jefes de hogar de la tercera edad cuentan con
más tiempo para hablar por teléfono y, por lo general, tienen a la familia disgregada.
Gráfico 7: Gasto relativo en salud y comunicaciones según decil de ingresos.
7,0
6,5 Comunicación
6,0 Salud
5,5
5,0
4,5
4,0
3,5
3,0
6 7 8 9
(1) Los valores corresponden a la mediana y al promedio simple según decil de ingresos.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la EPF 1997.
47
tienen consumos mayores en educación. Desde el punto de vista del ciclo familiar,
este consumo puede ser mirado como una inversión en la condición económica futura
de los miembros del hogar. En este contexto, se observa que los sectores medios
altos (vale decir los deciles 8 y 9) tienen consumos significativamente superiores a los
sectores medios bajos.
En esta línea, se pone de manifiesto las profundas relaciones que existen entre este
gasto y la idea de movilidad social. Un estudio de casos sobre las valoraciones y
significaciones asociadas a la movilidad de familias de sectores medios y bajos de la
comuna de La Florida. (Magdalena Mendez, 2002) explicita abiertamente esta
situación. Como conclusión, la autora registra la centralidad que tiene el gasto en
educación dentro del proyecto familiar. Sobre todo de la educación en los hijos. Tal
como afirma la jefa de hogar de un hogar de clase media cuyo marido trabaja en el
sector financiero:
“Para nosotros siempre la prioridad ha sido la educación de los niños, mi marido y yo
siempre hemos sido conscientes de que si los niños tienen buena educación va a
llegar lejos (...)para mi es importantísimo, es una prioridad la educación de mis hijos
ante cualquier cosa. Nosotros compramos una casa y paso mucho tiempo en que no
lo hicimos ninguna comodidad ni nada, pero estábamos invirtiendo en otra cosa.
Estábamos invirtiendo en educación” (Mendez, 2002. Cita tomada de un relato de vida
de una familia de sector medio de la Florida)
Ahora bien, ¿Existen ocupaciones que se relacionen con mayores niveles de consumo
en educación? Sin duda, y como ya se señaló, a mayor nivel educacional, mayor
consumo en educación. De aquí que los profesionales destinen un mayor porcentaje
del gasto a este item que jefes de hogar con iguales ingresos pero con menor nivel
educacional; por ejemplo, un empresario agrícola mediano. Esto se puede leer en el
sentido de que los padres transfieren su “piso educacional” a sus hijos.
Si bien esta relación es esperable, al observar la distribución del consumo en
educación según otro tipo de ocupaciones aparecen algunos datos sumamente
relevantes. Aquellas ocupaciones que se vinculan al sector servicios financieros
muestran un gasto significativamente24 alto en este item (ver tabla 23).
Tabla 23: Mediana del gasto relativo en educación según grupos de ocupación. (1)
DECIL 6 7 8 9 6A9
Ocupados en el sector servicios financieros 0.2 0.0 0.3 0.2 0.2
Empleados de oficina 0.0 0.0 0.00 0.00 0.0
Empleados del sector financiero 6.4 2.1 3.6 0.00 2.1
Técnicos y profesionales sector servicio financiero 6.3 1.4 1.5
MEDIANA TOTAL 0.0 0.0 0.0 0.0 0.0
MEDIA TOTAL 2.4 2.8 4.1 5.6 3.7
(1)Los valores corresponden a las medianas simples para cada grupo ocupacional. Se utilizan
las medianas en vez de los promedios por cuanto las distribuciones de los datos son
particularmente sesgadas. De aquí que la mediana exprese mejor la tendencia central que la
media. Fuente: Elaboración propia a partir de datos de EPF 1997.
Particularmente en los deciles 6, 7 y 8. Estos muestran un gasto importantemente
mayor en educación que las otras ocupaciones. ¿Qué explica esta relación? A partir
24
La inferencia para comparar medianas de dos grupos distintos se calculó a partir del test se calculan a
partir del test Mann-Whitney U para dos muestras independientes. Se considera como nivel de
significación mínimo un 0.05.
48
de los antecedentes con que se cuenta, se sabe que son este tipo de ocupaciones
aquellas que han experimentado cambios de mayor magnitud en el orden de
incorporar tecnología y de flexibilizar las relaciones laborales. De aquí que se pueda
afirmar que son estas ocupaciones aquellas que se encuentran más cerca de un
proceso de gestión del conocimiento. En este contexto, la educación es un consumo
particularmente relacionado con el mantenimiento y reproducción de sus posibilidades
ocupacionales.
Un caso sumamente relevante en este ámbito, es el que presenta Magdalena Mendez
(2002) en su estudio sobre las significaciones de movilidad de los sectores medios. En
él, se relata la experiencia de un jefe de hogar empleado en el sector de bancaria
quien valora centralmente la capacitación para poder seguir manteniendo su posición
laboral. Tal como su esposa cuenta:
“De repente me decía, estoy tan cansado, hasta aquí voy a llegar, no porque tu
concepto es seguir, le decía yo, o si no el banco no te va a ayudar, o sea yo siempre
he considerado que la persona que tiene estudios, que tiene su profesión es otra cosa,
te abres paso con facilidad, te ayuda en la carrera” (Mendez, la cita corresponde al
relato de una madre de clase media que vive en La Florida)
En suma, se puede reconocer como el gasto en educación en los sectores medios se
vincula estrechamente a las expectativas de movilidad social y las exigencias
crecientes del medio laboral. Según los datos, pareciera que estos antecedentes se
acentúan en el caso de las familias con jefes de hogar cuyo trabajo tiene que ver
directamente con su nivel de especialización.
25
Es de un 0.3, con nivel de significación de 99% una correlación importancia de los ingresos en la
distribución de los gastos en necesidades básicas.
49
despliegue de conocimiento técnico y gestión del conocimiento. De aquí que se valore
como una inversión en el futuro por parte de los hogares.
Hasta el momento se ha observado la estructura del consumo desde la clave del valor
de uso y del bienestar. En lo que sigue nos concentraremos en el análisis del consumo
desde el punto de vista de su dimensión significativa. Por los antecedentes anteriores,
se sabe que las transformaciones en este ámbito durante el periodo 1987-1997 no se
distribuyen en forma homogénea al interior de los sectores medios, sino que se
concentran en ciertos tipos de hogares. En este contexto, se pretende determinar
quienes son estos grupos, además de explorar algunas hipótesis acerca de las causas
de estas dinámicas de consumo.
Con anterioridad se han distinguido y agrupado los bienes que guardan relación con
una dimensión simbólica del consumo. Según la lógica desde la cual contribuyen a la
articulación de significados se han generado tres grupos de bienes: Presentación de la
persona, consumo cultural y bienes de consumo durables. A continuación se
presentan los principales características de la distribución de estos tres grupos de
bienes. Concretamente, se estudia el impacto que pueden tener sobre estos bienes las
características del jefe de hogar y algunos datos del hogar. Se pone especial énfasis
en observar el impacto de cierto tipo de ocupaciones sobre el despliegue de un
consumo de tipo significativo. Dada la particularidad de cada dimensión, el análisis se
realiza por separado.
50
vinculada a la crianza de niños pequeños destinan una proporción importantemente
mayor a este tipo de gastos. Sobre todo al gasto en vestuario.
En segundo lugar, se puede pensar también en un efecto generacional. Las personas
jóvenes le asignan una mayor importancia al vestuario y a la presentación personal.
Desde esta línea de interpretación, el mayor consumo que presentan los sectores
medios descansa básicamente en el potencial simbólico de estos bienes.
Tabla 24: Gasto relativo en vestuario según grupo de edad del jefe de hogar y deciles de
ingreso.
EDAD 6 7 8 9 6A9
25 a 39 años 5.98 6.44 5.75 6.04 6.04
40 a 59 años 4.05 5.19 4.19 4.48 4.56
60 años o mas 0.39 2.52 2.55 1.81 2.11
(1)Los valores corresponden a las medianas para cada nivel de edad del jefe de hogar.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de EPF 1997
Al observar los datos de la EPF 1997 desde la condición ocupacional de los jefes de
hogar, surge un dato relevante: las ocupaciones del sector servicios muestran un
gasto importantemente mayor en este tipo de bienes de presentación personal. Este
hecho se radicaliza para el caso de los empleados del sector servicios del decil 8,
quienes gastan un 80% más en este item que la mediana de su grupo de ingresos26.
Gráfico 8: Gasto relativo en vestuario en porcentaje. Grupos relevantes. (1)
Tecnicos y profesionales sector financiero.
Decil 9
deciles 6-9
Decil 9
Decil 8
(1)Los valores corresponden a las medianas para distintas grupos relevantes. Se comparan las
medianas de los técnicos y profesionales del sector financiero del decil 9, empleados del sector
financiero del decil 8 y empleados de oficinas del decil 8.
(2) Se utilizan las medianas en vez de los promedios por cuanto las distribuciones de los datos
son particularmente sesgadas. De aquí que la mediana exprese mejor la tendencia central que
la media.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de EPF 1997
En este contexto, sin duda el dato más interesante es el gasto inusitado en vestuario
que realizan los empleados del sector servicios financieros. A modo de ejemplo, basta
señalar que el gasto de este grupo en el decil 8 triplica el gasto mediano del total de la
población. En el gráfico 9 se puede ver que este hecho también se verifica –aunque en
26
Estas diferencias son significativas el 99% según el test Mann-Whitney U.
51
forma menos pronunciada- en el sector de los técnicos y profesionales del sector
servicios financieros. Para el caso del decil 8, se observa una situación equivalente
para los vendedores del sector comercio.
Al observar la estructura del gasto de este grupo ocupacional en otros bienes
relacionados con “la presentación de si mismo”. Se puede reconocer que este grupo
no sólo presenta cambios importantes en vestuario sino que también presenta un
gasto relativo significativamente mayor en artículos personales; vale decir, accesorios
de moda, anteojos y otros artefactos. Al igual que con el gasto en vestuario, el grupo
de los empleados del sector servicios financieros pertenecientes al decil 8 y los
profesionales del mismo sector muestran un gasto sorprendentemente alto en este
tipo de bienes. Ambos grupos muestran un gasto mediano de 4,8% en artículos
personales, cuando la mediana de estos deciles es de 2,5%.27
27
Todos estos datos son estadísticamente significativos con un 99% de confianza
28
Las posibilidades que entregan este tipo de estudios para el análisis sociológico son sumamente
relevantes. Sobre todo tomando en consideración el volumen y la especificidad de investigación que se
realiza en esta área.
52
cierto nivel de respetabilidad y conformidad con el orden general, a la vez de otorgar
ciertas claves moderadas de personalidad individual. Por lo demás, numerosos
estudios sobre ropa concuerdan con esta línea de análisis, en la medida en que
definen al consumidor chileno de clase media como relativamente sobrio o buscando
una lógica de lo respetable. De hecho, en esta línea se sitúa la caracterización de sus
clientes que tiene una conocida tienda de ropa para adultos de sectores medios29
(Prolam Y&R, 2000). Según este estudio, los consumidores adquieren la ropa en
consonancia con el precio y con la posibilidad de encontrar una opción que no
pretende marcar tendencias sino solo adecuarse a la oferta existente. De aquí que
antes que generar o buscar una diferencia personal, lo que se busca es desarrollar
una cierta respetabilidad. Quizás una forma de darle cuerpo a este concepto, es la
idea de andar “bien vestido” o tener “buena presencia” ; hecho que según Adimark,
caracteriza al grupo de los “marqueros”.
En esta línea de la respetabilidad y la “buena presencia” se puede señalar un dato
adicional, que opera sobre todo para las ocupaciones del sector servicios. Hablamos
de las exigencias laborales que tienden, por una parte, a eliminar las posibilidades del
uniforme y por otra, a uniformizar exigiendo mínimos estándares de vestimenta; tales
como corbata o terno. De aquí que el consumo en vestuario no puede ser leído
exclusivamente como una opción personal sino que también responde a ciertas claves
de pertenencia que son determinadas por parte del sistema ocupacional.
29
Dada la confidencialidad de la información se omite el nombre de la marca. El estudio es de Prolam
Y&R.
53
El Gasto en consumo cultural.
El consumo cultural es el tipo de consumo que se ha asociado con mayor fuerza a una
dimensión significativa del consumo. Esto tiene que ver con el hecho de que, en último
término, los bienes y servicios que agrupa este rubro tienen que ver explícitamente
con el ámbito de lo simbólico. Para el caso de este análisis se han agrupado bajo este
item dos grandes tipos de consumo cultural: el gasto en bienes culturales y el gasto en
actividades de esparcimiento y culturales30.
Al observar la distribución que tiene el gasto relativo en consumo cultural se pueden
reconocer que hay hogares que presentan gastos significativamente altos en este
ámbito. ¿Quiénes son estos grupos? Dependiendo de las variables que se consideren
se pueden reconocer tres de ellos.
Gráfico 9. Mediana en consumo cultural según nivel educacional del jefe de hogar en
sectores medios (1)
2,5
2,0 2,1
1,5 1,5
1,0 0,9
0,6
0,5
0,4
0,0 0,0
Ninguna 1 a 3 años de 4 a 7 años de 8 a 11 años de Media y media Superior
estudio estudio estudio profesional
30
Aunque en estricto rigor, el consumo de educación guarda directa relación con este tipo de consumo;
se ha optado por estudiarlo en forma separada dado que presenta una fuerte vinculación con el ámbito de
la satisfacción de necesidades básicas y de la generación de estándares mínimos de bienestar.
54
numerosos autores que dan cuenta de la incidencia del nivel económico en las
posibilidades de acceso al consumo cultural En esta línea autores como, Bernasconi y
Esteban Puentes, (2001) muestran fuertes correlaciones entre el nivel económico y la
asistencia a teatros o a cines. Una mirada similar es la que presenta el informe del
PNUD, el cual relaciona los distintos niveles de consumo cultural a los niveles
socioeconómicos. Desde esta perspectiva, los sectores medios vendrían a caer dentro
de la categoría de consumo cultural medio y bajo. En este contexto, el estudio del
PNUD, afirma que controlando la situación del ingreso, las personas que tienen altos
niveles de consumo cultural presentan mayores niveles de individualización31 y de
sociabilidad. (PNUD, 2002)
Gráfico 10: Mediana del gasto relativo en esparcimiento según deciles de ingreso
0.5
0.0
Decil 6 Decil 7 Decil 8 Decil 9
31
Definida como orientación hacia la autodeterminación, autorreflexibidad y autodeterminación (PNUD,
2002. pp 172)
55
Consumo cultural: las presiones de la oferta.
¿Qué se puede concluir a partir de la estructura del gasto en consumo cultural?
Primeramente, se confirma el dato de que el gasto en este tipo de bienes y servicios
depende en forma importante del nivel educacional de los jefes de hogar y también del
nivel de ingresos. Este dato confirma los hallazgos de otros estudios en el ámbito del
consumo cultural referentes a la distribución del consumo en Chile. (Bernasconi y
Puentes, 2001) En ellos se observa el papel de estas variables en la distribución de
este consumo. Sobre todo en el consumo de literatura, audiovisuales y música.
Adicionalmente, sin embargo, se observa un consumo importante en estos bienes en
familias en certos grupos de hogares en donde no existe necesariamente una relacion
con la educacion32. ¿Que hay detrás de este consumo? Como ya se mencionó, una
hipótesis posible tiene que ver con el despliegue y masificación de una industria de la
entretención. De hecho, durante el periodo 1987-1997, se puede observar un creciente
despliegue de una oferta en entretención, la cual se relaciona con la masificación de la
oferta de cultura durante el periodo. En este contexto, los sectores medios, han sido
los principales beneficiados. Los datos del INE (2000), muestran importantes
crecimientos durante el periodo en prácticamente todas las áreas del consumo
cultural. Mención especial tienen el crecimiento explosivo de las salas de cine; el teatro
y las publicaciones, todos bienes que han aumentado su oferta en números cercanos
al 100% durante el periodo. El principal impulso de estos cambios, tiene que ver con
las transformaciones por parte de la oferta y la creciente consolidación durante el
periodo de una floreciente industria del ocio y la entretención, que se mueve en
estrecha relación con el despliegue de los centros comerciales.
En este contexto, cabe resaltar un espacio que se relaciona directamente con esta
consolidación de la industria del entretenimiento y la cultura: la figura del mall. Los
datos muestran que este espacio no se asocia exclusivamente a comprar sino que
también guarda estrecha relación con lógicas de entretención y del ocio. Según la
información disponible, este hecho se agudiza para el caso de los sectores medios. De
hecho, estudios de mercado (Prolam Y&R) muestran que estos sectores son los que
presentan con mayor fuerza una asistencia al mall para pasear o entretenerse, antes
que para comprar algo. En la misma línea, Bargsted y Farias (2000), dan cuenta que
en el año 2000, un 40% de los asistentes al Mall plaza Vespucio de la Florida -lugar
paradigmático de los sectores medios- solo iban a pasear y no compraban nada.
Aunque no existen antecedentes empíricos suficientes, una línea de interpretación de
este fenómeno pasa por relacionar estos cambios con una demanda insatisfecha por
espacios de sociabilidad. En este contexto, la floreciente industria de la entretención
viene a ser un equivalente funcional a otros espacios de sociabilidad tradicionales que
han perdido fuerza durante los últimos años. Esta hipótesis queda cristalizada en la
metáfora que define al Mall como “las plazas contemporáneas”. Desde aquí, el
consumo en entretención deja de vincularse exclusivamente a una lógica de
individualización y puede entenderse también en términos del despliegue de nuevos
espacios de sociabilidad.
En la práctica, se observa que el mall emerge con una creciente oferta de consumo
asociado al ocio y a la entretención. De hecho, son los espacios que actualmente
concentran la mayor cantidad de salas de cine en Santiago. La gran mayoría de las
salas de cine construidas durante los años noventa, son proyectos que asocian a
estos centros comerciales.
32
En esta linea, se pueden reconocer ciertos grupos ocupacionales vinculados al sector
servicios .
56
El gasto en bienes durables.
El gasto en bienes durables incorpora todos aquellos bienes de consumo durables
cuyo acceso clásicamente se ha relacionado con el ingreso a una sociedad de
consumo. De aquí que la literatura siempre ha entendido que son este tipo de bienes
los que presentan con mayor fuerza una dinámica de significación estatutaria y de
distinción social jerárquica. De hecho, la disponibilidad de estos bienes se utiliza
comúnmente por los estudios de mercado para determinar las diferencias entre
estratos socioeconómicos. En lo que sigue se intenta determinar cuál es la estructura
de consumo de estos bienes; y las variables que inciden en su consumo. Sobre estos
antecedentes se discuten algunas hipótesis en torno al significado de este consumo.
Cabe recordar, que para efectos del análisis, en este grupo se incorporan el gasto en
automóvil, muebles y bienes del hogar, bienes electrónicos, computadoras y celular.
En secciones anteriores se ha mostrado que uno de los cambios importantes en torno
a las transformaciones económicas de los años 90, tiene que ver con un creciente
acceso a una gran variedad de bienes de consumo durables (ver tabla 19). En
términos generales el gasto mediano para los deciles 6 a 9 la mediana del gasto en
estos bienes es de un 2%. Como es de esperar, este valor aumenta conforme se sube
de nivel de ingresos. Esta relación entre el consumo de durables y el ingreso es la que
explica que la disponibilidad de estos bienes sea utilizada como una variable proxi
para medir el estrato socioeconómico.
Tabla 25: Gasto relativo en bienes durables según deciles de ingresos per cápita del
hogar
DECILES 6 7 8 9 6A9
MEDIANA 1.53 1.80 1.96 2.62 1.99
MEDIA 5.56 6.09 6.45 7.22 6.31
(1) Corresponde a la mediana aritmética simple del gasto porcentual en esparcimiento.
Fuente: elaboración propia a partir de datos de EPF 1997
.
No obstante lo anterior, si dejamos constante el ingreso también se puede ver la
incidencia de otras variables en este tipo de consumo. Concretamente, hablamos de
algunas características del hogar y de los jefes de hogar.
Los datos con que se cuenta permiten distinguir tres grupos de hogares en esta línea.
Primeramente, se observa que las familias numerosas tienden a gastar una mayor
proporción de sus ingresos en este tipo de bienes. Por ejemplo, los hogares con 4 o
mas hijos tienen un gasto relativo en este item superior a 3%, mientras que los
hogares con 1 o 0 hijos tienen un gasto cercano al 1% mensual. Este dato se acentúa
para el caso de las familias de los deciles 6 y 7, en donde los hogares con mas de 4
hijos gastan mas del 4% de su presupuesto en este tipo de bienes.
A grandes rasgos, se puede reconocer un movimiento similar con el nivel educacional
del jefe de hogar; los jefes de hogar con educación superior gastan también una
proporción significativamente mayor en estos bienes que los jefes de hogar con menor
nivel educacional.
Por último, aunque tambien puede guardar alguna relacion con el ingreso, se observa
que los hogares con jefes de hogar empleados en el sector servicios financieros y a
empresas del decil 8 y 9, muestran un gasto en bienes durables significativamente
más grande que el resto.
En todos los casos anteriores el grupo de bienes que tiene la mayor participación
dentro de este tipo de gasto son los bienes durables que se relacionan con el hogar.
57
Consumo en bienes durables: entre la aspiración y la inversión.
En cuanto a las explicaciones y a las atribuciones de significado que se le puede dar a
este consumo, se pueden distinguir, al menos, dos líneas de análisis diferente.
Por una parte, se puede leer este consumo desde una lógica puramente emulativa y
aspiracional. Desde aquí, se sigue que los grupos tienen un consumo de mayor fuerza
en este tipo de bienes presentan una dinámica de ostentación y le otorgan una mayor
centralidad a la representación de sus aspiraciones de ascenso social. Esta línea de
análisis se vuelve particularmente importante si nos concentramos en ciertos tipos de
bienes que otorgan una gran cantidad de “símbolos de estatus”; como pueden ser el
automóvil o algunos electrodomésticos.
Desde este eje, algunos autores (Fontaine, 2002) plantean que lo que ha pasado
durante los años 90 es que se dado un acceso creciente a este tipo de bienes el
lenguaje del estatus se ha desplazado al interior de los bienes:
“La diferencia entre tener o no tener auto; entre tener o no tener refrigerador en el
lenguaje de los símbolos de status es percibida como mayor que la de tener un BMW
o un Lada o Daihatsu de segunda mano, o que la diferencia entre tener un refrigerador
con o sin ice-maker. Por lo tanto, las aspiraciones de ascenso en el nivel de bienes
simbólicos han logrado una satisfacción mayor que el que señalan las cifras de
ingresos.” (Fontaine, 2002. pp 4)
Aunque puede ser valiosa para la comprensión de algunos hechos puntuales, el
problema que presenta esta línea de análisis es que opera reduciendo gran parte del
análisis de los significados, a la dinámica de lo aspiracional y del estatus. El tener o no
uno de estos bienes se mira únicamente como un símbolo de la posición que ocupan
las familias en la jerarquía social. Desde aquí, incluso algunos autores han ido mas
allá y han postulado el despliegue (Moulian,1998) de una lógica de un consumismo
irracional en los sectores medios que se mueve exclusivamente por la necesidad de
emulación en el consumo de bienes.
Sin embargo, según los datos disponibles, pareciera que las implicancias de este tipo
de consumo van mucho más allá que lo puramente estatutario. Aunque lo estatutario
es, sin duda, de gran relevancia, existen también otras dinámicas que pueden
enriquecer el análisis. De hecho, pareciera ser que pierde cada vez más importancia
esta perspectiva de la emulación. En este contexto, se pueden reconocer a lo menos
dos líneas complementarias de interpretación. La primera de ellas dice relación con la
capacidad que tienen estos bienes de generar formas de identificación con
comunidades de consumidores. La segunda, apela al valor de inversión y a la
racionalidad económica que subyace al consumo de algunos de estos bienes.
En primer lugar, pareciera que el poder estatutario de ciertos bienes esta perdiendo
terreno frente a otro tipo de identificaciones.
Algunos estudios de mercado de marcas de automóviles, que buscan las claves para
mejorar la “posición simbólica” de cierto tipos automóviles de marcas como Kia o Lada
(Prolam Y&C, 2000) reconocen que la disponibilidad de automóviles por si sola ya no
genera distinciones de estatus muy fuertes. En esta línea, las recomendaciones del
estudio se mueven en el lado de encontrar atributos para las marcas de automóviles
que no se relacionen necesariamente con una distinción estatutaria sino con otro tipo
de identificaciones. Así, en la práctica se asocia el consumo de estos durables a
significaciones que no remiten directamente a las aspiraciones de ascenso social.
Una segundo antecedente en esta línea proviene de un estudio del TIC-ISUC (2002)
acerca del uso de celulares. Aunque existen diferencias entre el tiempo en que fue
realizado el estudio y el horizonte de referencia de nuestro análisis (1987-1997); se
observa claramente que las significaciones del consumo de estos aparatos van mucho
58
más allá de una lógica aspiracional. De hecho, una de las conclusiones del estudio es
que antes que un valor significativo como principio de diferenciación, el consumo de
celulares se asocia simbólicamente a otras valoraciones de orden más amplio
vinculados al desarrollo de la autonomía y libertad individual. En este sentido, se
puede pensar que el significado que se le atribuye a este tipo de bienes no
necesariamente descansa únicamente en las posibilidades de distinción jerárquica o
estaturia, sino que también guarda relación con valoraciones culturales de orden más
amplio -y quizás difuso- pero no por eso menos importantes. Una clave importante en
esta línea, puede ser la asociación del consumo de estos bienes al acceso a las
vanguardias tecnológicas y sus beneficios. En este contexto, parece que es necesario
ampliar el horizonte de significados a distinciones que pueden ir más allá de lo
puramente estatutario.
Una segunda línea de análisis del consumo de durables tiene que ver con su valor de
inversión. Desde aquí, la valoración principal de los durables descansa en su
condición de bienes de “inversión familiar”; en este sentido, contribuyen a desmentir
las hipótesis de una supuesta irracionalidad económica que se le adjudica al consumo
de bienes durable.
Los principales antecedentes en esta línea de análisis provienen de la investigación
económica. En esta línea, Gallegos et al (2000) (2001) demuestran que las decisiones
de consumo de los bienes durables no sólo se relacionan con estrategias
aspiracionales sino que también tienen que ver con dinámicas de inversión
perfectamente racionales desde un punto de vista económico. Según este autor, los
bienes durables también pueden ser incorporados dentro de una definición amplia de
ahorro y de inversión del hogar. Al asumir esta lógica, los cambios en el consumo de
durables también pueden ser considerados estrategias de ahorro e inversión familiar.
Así, Gallegos demuestra que las decisiones del consumo de los hogares se adaptan
perfectamente a estrategias económicas racionales y que se relacionan con las
restricciones de liquidez de la economía. Algo similar se puede constatar con los datos
de la estructura del consumo que entrega la EPF. Al mirar el gasto en durables, la
mayoría del gasto en durables tiene que ver con bienes para el hogar.
Si se asume este antecedente de la racionalidad económica y el carácter de inversión
del consumo de durables se puede ver que explicar el consumo de durables por
dinámicas puramente estatutarias o irracionales parece ser, a lo menos, forzoso. En
los hechos, este consumo también se vincula a dinámicas de inversión y de ahorro
que son parte del hogar.
59
Sección V.
Conclusión: El despliegue del consumo significativo en
los años 90.
Los antecedentes empíricos.
60
B. La dimensión significativa
En cuanto a las transformaciones en la dimensión significativa del consumo,
ciertamente los sectores medios son los que muestran cambios de mayor dinamismo.
Destaca el hecho de que estos cambios no se distribuyen homogéneamente dentro de
estos sectores: existen ciertos grupos que le otorgan una mayor centralidad a este
consumo significativo que otros.
Los hogares con jefes de hogar con alto nivel educacional tienden a tener un gasto
mayor en consumo cultural y en bienes asociados a la presentación del si mismo, tales
como vestuario o artículos personales. Según los datos, esta relación no se vincula
directamente con el ingreso. De la misma forma, los hogares con muchos hijos a
gastan más en consumo cultural y en presentación. Esta relación se puede vincular al
gasto estructural dentro del presupuesto que implica la mantención de los hijos.
Sin duda el grupo que muestra una diferencia más marcada y novedosa en su
estructura del consumo son las ocupaciones ligadas al sector servicios financieros. Al
interior de este grupo hay dos segmentos particularmente llamativos: por una parte, los
empleados sector servicios financieros del decil 8. Este grupo tiene un gasto
significativamente superior a los otros en consumo cultural y en los bienes de
presentación de si mismo. En un grado menor, se observa algo similar con el consumo
de bienes durables. El otro grupo ocupacional son los técnicos y profesionales sector
servicios financieros decil 8-9, también muestran consumo significativos en vestuario,
entretención y bienes durables.
Los significados.
¿Qué podemos decir en torno a las atribuciones de significados que hay detrás de
estos consumos? Durante el análisis de la estructura del consumo se han propuesto
un conjunto de hipótesis de significado para cada tipo bienes, las cuales se basan
fundamentalmente en información proveniente de estudios de mercado e
investigaciones cualitativas.
Primeramente, destaca el dato de la complejidad de las transformaciones y del
consumo de estos ámbitos. Así, y tal como se ha planteado teóricamente, la dimensión
significativa emerge como un aspecto más en un fenómeno que por naturaleza es
multidimensional. Cada grupo de bienes de los que hemos construido presenta
dinámicas de consumo que conjuga fuertes grados de significación con
transformaciones de otro tipo. Así mismo, tampoco es posible distinguir estructuras de
significados ni asociaciones únicas entre los distintos tipos de consumo. De aquí que
las hipótesis de significado que se bosquejan sean variadas.
Para el caso del consumo en “presentación de si mismo”, se ha propuesto la hipótesis
de la buena presencia como clave de significación. A partir de los datos, no es posible
elaborar una interpretación que vincule este tipo de consumo a procesos de
identificación individual en los sectores medios33. Antes que eso, los datos disponibles
muestran que en los sectores medios, este consumo se vincula a dinámicas como “las
respetabilidad” o la conformidad con el mainstream. La noción de andar “bien vestido”,
emerge como una categoría fundamentalmente relevante en la valoración que estos
grupos tienen del vestuario.
En el caso del consumo cultural, no es posible definir una hipótesis de significado
única. Para el caso de aquellos hogares con altos niveles culturales la relación es
teóricamente clara, y pasa por estrategias de reproducción de su capital cultural. En
este sentido, el consumo en este tipo de bienes se puede asociar directamente a la
33
Quizás, fuera de nuestra unidad de análisis, esta hipótesis tenga alguna plausibilidad. Pensamos, por
ejemplo, en la valoración del vestuario en sub-culturas juveniles o en ciertos grupos pertenecientes a los
sectores de mayores ingresos.
61
auto-definición de los hogares, como familias con un nivel cultural alto o “buena
educación”
Por otra parte, ciertamente se puede vincular este consumo a transformaciones
importantes desde el punto de vista de la industria de la entretención y la cultura; y la
consecuente incorporación masiva de los sectores a esa industria. En este contexto,
queda abierta la pregunta por el papel que cumple la demanda por espacios de
sociabilidad en el crecimiento de este consumo.
En el caso del consumo en durables, es necesario ir más allá de una mirada que se
queda exclusivamente a estrategias de distinción estatutaria. Primeramente, y según
los hallazgos de Gallegos (2002), el consumo en este tipo de bienes guarda relación
directa con estrategias de inversión familiar perfectamente racionales desde un punto
de vista económico. En segundo lugar, se deben abrir las posibilidades de significación
que otorgan el consumo de estos bienes más allá de lo puramente aspiracional. Así,
es necesario incorporar significaciones tales como las posibilidades de acceder a la
“modernidad tecnológica” “asociaciones con libertad o movilidad” y otras formas de
autodefinición y de valoración de estos bienes. Por los datos con que se cuenta,
parece ser esta la línea que están tomando los lineamentos estratégicos de las
empresas de estudio de mercado y las agencias de publicidad. (Prolam Y&R,
Adimark).
En la ilustración 6, se resumen las principales transformaciones del consumo desde
esta clave de la dimensión significativa.
Ilustración 5. Dimensión significativa del consumo: Variables relevantes y grupos
asociados.
Consumo cultural Aumento significativo Hogares con alto nivel “reproducción del
educacional. JH (universitaria o capital cultural”
técnica)
“industria del ocio y
Hogares vinculados al sector entretención”
servicios financieros decil 8 y 9.
Sobre todo profesionales y
técnicos
62
Transformaciones en el consumo: mas allá del paradigma de la
modernización y el desarrollo.
34
Se puede afirmar, con relativa certeza, que esto se relaciona con la situación que ocupa el hogar en su
conjunto.
63
2. ¿Porque hay grupos dentro de los sectores medios que tienen un
consumo significativo particularmente alto?
Aunque, sin duda los factores mencionados con anterioridad son un dato relevante
para comprender las variaciones en el consumo. La enumeración de estas variables
no permite acceder a toda la complejidad de las transformaciones en el consumo,
sobre todo a nivel de su dimensión significativa. En esta línea, la interrogante de
mayor fuerza proviene del hecho que existan cierto tipo de hogares dentro de los
sectores medios que tienen consumos significativos sustancialmente altos.
Hacerse cargo de esta pregunta significa intentar explicar porqué se despliega este
tipo de consumo con significado en sociedades como las nuestras; o dicho en otros
términos, en que sentido se puede hablar del creciente despliegue de una dimensión
significativa del consumo en Chile. Sólo desde aquí, se puede intentar comprender la
existencia de grupos que concentran este tipo de consumo.
Para simplificar la reflexión, vamos a presentar dos enfoques posibles para entender
las transformaciones en el consumo en Chile. Ambas intentan explicar qué es lo que
hace que en una sociedad se despliegue con creciente fuerza una dimensión
significativa del consumo; aunque defienden supuestos y conclusiones diferentes.
64
Modelo B. Más allá del crecimiento: la centralidad de otros elementos en el
despliegue del consumo significativo.
Sin desplazar completamente la importancia que tiene el crecimiento material sobre
las transformaciones en el consumo, existe una segunda perspectiva que relaciona el
despliegue de la dimensión significativa del consumo con un conjunto amplio de
transformaciones de la vida económica y social. Desde aquí, los cambios en este
ámbito se pueden relacionar con el despliegue o la instauración de un modelo de
producción postfordista; el cual puede ser entendido como una versión del capitalismo
que se desarrolla bajo condiciones de producción flexible y en el cual prácticamente
todos los aspectos de la vida social son transformadas en bienes de consumo
(Burrows, 1992). Detrás de esta flexibilización de las lógicas de producción y de
trabajo, se encuentra un proceso de introducción de nuevas tecnologías, el
potenciamiento de los flujos de información y el desarrollo de tareas más pequeñas y
flexibles.
¿En que medida se puede utilizar este modelo para estudiar los cambios en Chile?
Más que elaborar un diagnostico para ver hasta que punto nos encaminamos hacia un
modelo postfordista, conviene recoger la idea de que las transformaciones en el
consumo dicen relación con una multitud de cambios que se dan en distintos ámbitos
del sistema económico y que se pueden vinculan a este modo post-fordista de
producción.
A partir de los antecedentes que se han presentado, se puede reconocer que las
transformaciones que impactan esta dimensión significativa del consumo en Chile
provienen de dos ámbitos distintos. Por una parte, están las transformaciones que se
producen a nivel de la oferta y de la estructura económica, por otra parte, están
aquellas que tienen que ver con las transformaciones en la estructura ocupacional y la
significación del trabajo. Nos vamos a referir por separado a cada una de ellas.
Los cambios de la oferta.
Los cambios en la oferta que impactan el consumo, tienen que ver básicamente con
transformaciones a nivel de los de bienes y servicios disponibles en el mercado y de
fenómenos asociados como la publicidad y el crédito. En términos generales, el
capitalismo flexible apuesta a una creciente diferenciación a nivel de la oferta de
bienes y servicios, hecho que conlleva también un crecimiento y diferenciación en las
estrategias de promoción y publicidad. En este contexto, tal como plantea Slater:
“Post-fordist marketing, disaggregates markets and consumption into ’lifestyles’, ‘niche
market’, ‘target consumer groups’, ‘market segments’. These are not defined by broad
social demographics structures but rather by cultural meaning which link a range of
goods and activities into coherent image”(Slater, pp 191)
Así, desde el lado de la oferta se genera una presión creciente por relacionar el
consumo de bienes y servicios a códigos y significaciones de tipo culturales (PNUD,
2002). Un elemento adicional, en esta misma línea, tiene que ver con la creciente
centralidad de la imagen y del diseño en la publicidad de los bienes y servicios de
consumo. Se produce lo que algunos autores (Baudrillaurd) (Slach) han leído como
una desmaterialización creciente de los objetos y el despliegue de un mercado que se
mueve en torno a la capacidad de generar signos, exclusivamente en términos de la
imagen. Esta lógica de la imagen emerge en objetos de consumo que hasta hace poco
parecían completamente lejanos que giraban exclusivamente en torno a la
funcionalidad35 (p.e electrodomésticos, objetos de escritorio, artefactos). Esta dinámica
de diferenciación y estilización por parte de la oferta no es en ningún caso ajena a
35
Esta transformación, también puede ser leída como la revolución del “design”.
65
nuestra sociedad, y tiene que ver con lo que el PNUD ha denominado la “estetización
de la vida cotidiana” (2002).
Ahora bien, si nos concentramos en la relación entre este fenómeno y el despliegue
del consumo significativo en Chile. ¿Se puede afirmar que existe esta relación con el
despliegue de ciertas formas de consumo? Como se discutió en las primeras
secciones del estudio, se observan numerosas transformaciones en la oferta interna
que contribuyen a comprender estas transformaciones del consumo. Desde el punto
de vista de la oferta, se observan cambios a nivel de los productos, las formas de
distribución y los medios de publicidad. El punto, sin embargo, es que estas
transformaciones afectan en forma relativamente similar a todos los sectores medios; y
como vimos, existen ciertos grupos que concentran las transformaciones. De esta
forma, pareciera que desde las transformaciones en la oferta no se puede explicar
completamente la existencia de ciertos hogares, en los sectores medios, que tienen
mayores niveles de consumo significativo.
Transformaciones en el ámbito del trabajo.
Un segundo ámbito desde el cual el post-fordismo y la dinámica de producción flexible
se puede relacionar con el despliegue de un consumo significativo tiene que ver con
las transformaciones que se suscitan a nivel del trabajo y sus significados. Richard
Sennet (1998) es uno de los autores que con mayor profundidad ha explorado este
tipo de transformaciones. Según él, las condiciones con que opera esta nueva forma
de capitalismo posfordista (que Sennet denomina flexible) ataca directamente las
posibilidades de articular el trabajo como una fuente segura para la construcción de la
identidad y del proyecto familiar, esto es lo que el autor denomina “la corrosión del
carácter”. Este hecho tiene que ver con las bajas posibilidades que abre el trabajo
como fuente de desafíos y de construcción de la identidad. En la medida en que el
capitalismo flexible se despliega flexibilizando y restándole desafíos al trabajo este
pierde cada vez más importancia. Tal como refiere el autor para el caso de una
panadería automatizada:
“En todas las formas de trabajo, desde la escultura, hasta servir comidas, la gente se
identifica con las tareas que son un reto para ellos, tareas que son difíciles; pero en
este lugar de trabajo flexible, con sus trabajadores de distintas lenguas que entran y
salen cumpliendo un horario irregular, con pedidos radicalmente distintos cada día, la
maquinaria es el único criterio real de orden y por eso tiene que ser sencilla para
todos (Sennet, 1998. pp 74)”
Al menos desde la teoría, esta perdida de centralidad del trabajo se puede vincular
también al fortalecimiento de otras fuentes de construcción de la identidad. En este
contexto, la hipótesis es que se potencian actividades complementarias en la
construcción de la identidad y adquieren creciente centralidad el ocio y el consumo en
la autodefinición de las personas y los grupos.
¿Qué pasa con estas transformaciones en Chile? Como se discutió en la primera
sección del presente documento, efectivamente los cambios a nivel del trabajo en los
sectores medios durante los años 90 se mueven en este eje. De hecho, numerosos
autores (Wormald,Tokman, Martinez) han hecho una lectura de estas
transformaciones que se mueve en la línea de lo que plantea Sennet, por cuanto
recogen este creciente fraccionamiento y flexibilización de las lógicas de trabajo. En
esta línea, aquellos que han llegado más lejos en vincular estas transformaciones con
cambios a nivel de las valoraciones del trabajo son el PNUD (2002). Tal como afirman
para el caso de Chile en los noventa:
“En los últimos años se ha producido un cambio significativo en el sentido del trabajo y
de las relaciones trabajo-capital en la vida de las empresas. Atañen no sólo a las
reglas del juego de las relaciones laborales, sino también al espacio socio-cultural.”
(PNUD, 2002. pp 94)”
66
Lo que hay detrás, afirma el PNUD, es una creciente perdida de importancia del
trabajo como eje de construcción de la biografía personal y familiar. En este contexto,
se puede hipotetizar que emergen otras fuentes de significados como una alternativa
valida en la construcción de la biografía de las personas y de las familias.
A partir de los datos que otorga el análisis de la estructura del gasto y que se presentó
en las secciones anteriores, se ha constatado que aquellos grupos de hogares que
tienen consumos significativos de mayor magnitud son los que se relacionan a las
ocupaciones del sector servicios; estas son justamente las que han experimentado las
transformaciones de mayor magnitud en términos de lo que plantea Sennet.
Desde aquí, emerge una hipótesis preliminar que debiera ser profundizada en futuras
investigaciones: aquellos hogares dentro de los sectores medios que han
experimentado transformaciones en sus condiciones laborales en términos de una
creciente flexibilización y “perdida” de significado; vinculadas tambien a cambios en los
requerimentos educacionales y tecnicos; son las que han desplegado con mayor
fuerza dinámicas de consumo de tipo significativo. Desde aquí, se observa que los
sectores vinculados las ocupaciones del sector servicios financieros, sobre todo los
empleados y los técnicos y profesionales, son los que muestran estructuras de
consumo con mayor importancia significativa. De hecho, estos grupos ocupacionales
tienen un consumo de este tipo que sobrepasa importantemente el consumo promedio
de sus respectivos niveles de ingreso o, incluso, de deciles de ingreso superiores.
En este contexto, se vuelve dificultoso hablar de los sectores medios como un sector
homogéneo. Por lo menos desde el punto de vista del consumo y de su dimensión
significativa. Por una parte existen sectores que al margen de los ingresos no han visto
cambiar sus formas de inserción al trabajo y que, en forma relacionada, tampoco
muestran un despliegue muy importante de un consumo significativo. Y por otra,
existen ciertos hogares que han visto cambiar radicalmente sus formas de inserción al
trabajo, bajo estándares de mayor flexibilidad y menor compromiso e importancia con
la construcción de la biografía familiar o personal. Como se dijo, la hipótesis, es que en
estos hogares el consumo de tipo significativo pareciera desplegarse con particular
importancia.
¿Cuales son las relaciones entre los cambios en el consumo y los cambios en el
trabajo? Se podría argumentar en términos de un debilitamiento de las ocupaciones y
un fortalecimiento del consumo como fuente de identidad en ciertos sectores de la
clase media. Sin embargo, se observa claramente como la inserción ocupacional juega
un papel central en las dinámicas de consumo. Hablar simplemente de un
debilitamiento del trabajo en función del consumo es establecer una argumentación de
suma cero, en donde el trabajo se ve completamente desplazado por el consumo.
Según los datos disponibles, lo que realmente se observa es una redefinición de las
relaciones entre consumo y trabajo: las transformaciones en este último ámbito
contribuyen a explicar decisivamente las transformaciones en el consumo. De aquí
que la centralidad del trabajo no se anula, solo se redefine con el despliegue de una
dimensión significativa del consumo que juega un papel crecientemente importante en
el ámbito de las significaciones y de las identidades.
Sin duda las preguntas en este ámbito quedan abiertas. Esto porque las
transformaciones de este tipo no responden exclusivamente a consideraciones
vinculadas a lo económico como pueden ser el trabajo o la oferta. También guardan
relación con otros aspectos a los cuales no hemos hecho referencia directa en esta
tesis, tales como transformaciones a nivel de los valores, crecimiento y transformación
del espacio urbano, cambios en la familia y procesos de individualización o lógicas de
sociabilidad, entre otros. Las relaciones que se observan entre el despliegue del
consumo significativo y los cambios en el trabajo, son solo un eje de un fenómeno que
a todas luces involucra otras dimensiones.
67
Ilustración 6. Despliegue del consumo significativo en los sectores medios. Hipótesis y
síntesis explicativa.
• •
Crecimiento Cambios en la oferta: Cambios en la estructura ocupacional.
• •
Ingreso Menos costo/variedad Flexibilización.
Expansión del Retail Cambios en significación y valoración
• Publicidad/imagen: del trabajo.
centralidad del
significado
Masificación
del crédito
Nivel educacional
Universtiario.
68
individualización, la sociabilidad, el trabajo, las lealtades nacionales, la religión y
medios de masas, entre otros. Por lo menos empíricamente, no hay razones para
pensar que dinámicas emergentes como éstas, vayan a sustituir a otras fuentes
tradicionales de identidad tales como la familia y el trabajo. Antes que nada, se puede
pensar en una rearticulación de los mecanismos tradicionales con fenómenos
emergentes como el consumo. En este sentido, en vez de situar el consumo como un
fundamento identitario de los sectores medios, sustituyendo de paso una lógica
predominante por otra; la pregunta sociológicamente relevante tiene que ver con las
formas en que se redefinen y rearticulan los significados provienen de ámbitos
tradicionales frente a fenómenos tales como el consumo.
En este contexto, y si es que una sociedad de consumo se puede definir por la
centralidad que tiene esta actividad como vehículo de integración y como eje de
construcción de la identidad, lo cierto es que no es posible hablar de la emergencia de
una sociedad de consumo en Chile. Antes que nada, se trata del despliegue de un
nuevo fenómeno, que como tal, no sustituye a otras lógicas sino que contribuye a
complejizar, y por lo tanto a enriquecer, el análisis de las transformaciones de la
sociedad chilena en el último periodo.
69
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metropolitanas de América Latina.
74
Anexo I. “Hacia una aproximación sociológica
al fenómeno del consumo”
Se puede afirmar, sin ser excesivo, que históricamente el consumo ha sido dejado de
lado como objeto de estudio por parte de la sociología de la vida económica. Este
sesgo tiene como fundamento una tendencia a poner en el centro de la vida
económica la actividad productiva. Desde aquí, fenómenos como el consumo tienden
a ser considerados como un subproducto o un residuo en el análisis. El consumo
queda relegado a una actividad privada – a las fuerzas o arbitrios del individuo- que se
encuentra fuera de los márgenes de lo social y que, por lo tanto, no mantiene ninguna
relación prioritaria con el ámbito de la sociología económica. Así, cuando éste ha sido
considerado, es básicamente como corolario de un proceso de producción que le
antecede en importancia; como una consecuencia que no mantiene relevancia en si
misma. En el mejor de los casos, el análisis se vuelve a identificar la mejora o
empeoramiento de las condiciones de vida desde el punto de vista del consumo de
ciertos bienes vinculados a la satisfacción de necesidades básicas.
En este contexto, actualmente algunos autores (Slater, 1997) (Apadduray, 1990) han
dado en denunciar un sesgo productivista (productivist bias) en el análisis de la vida
económica. Según ellos, comúnmente se parte del supuesto de que la centralidad del
consumo solo puede ser el corolario de un anterior revolución industrial que explique el
aumento explosivo de la oferta de bienes y servicios. El argumento que oponen, es
que el consumo, y particularmente el despliegue de una cultura del consumo, no sólo
emerge como un fenómeno central en la articulación de la vida social -y por lo tanto
del análisis sociológico- sino que también explica, y es parte desde el comienzo, el
desarrollo del proceso de modernización de las sociedades occidentales. Desde aquí,
la importancia del consumo no emerge como un fenómeno reciente de las sociedades
de la abundancia, sino que conecta con la consolidación del capitalismo y la
articulación de un sistema de comercio mundial. La centralidad del consumo no seria
otra cosa que el núcleo de un proceso de modernización que gira en torno al
desmantelamiento de los valores y certezas vinculadas al orden tradicional y el
despliegue de un sujeto que articula de una nueva forma de la relación con los objetos.
Otros autores (Appaduray, 1990) (Douglas, 1979) también han coincido en este juicio,
sin embargo ponen el acento en la continuidad que representa la centralidad del
consumo para las “sociedades tribales” y las sociedades “modernas”.
75
La literatura muestra que durante los últimos años se ha revertido en parte esta
tendencia de considerar el consumo como un producto secundario del análisis de la
vida económica. De aquí que se pueda afirmar -en cierto sentido- que el consumo ha
sido redescubierto como objeto de estudio por parte de la sociología. En términos
generales, se puede remitir este redescubrimiento a dos grandes causas. Por una
parte, el fenómeno del consumo ha ido asumiendo creciente importancia como
actividad y como eje de la vida social en las sociedades contemporáneas, hecho por
cuál emerge como un fenómeno de interés sociológico. Esta creciente centralidad en
la articulación de la vida social, se ha denominado cultura del consumo (consumer
culture) y ha adquirido paulatina vigencia como objeto de estudio durante los últimos
20 años. Por otra parte, se ha producido una creciente revalorización por parte de la
sociología de la relación existente entre el mundo social y el mundo material desde el
punto de vista de lo simbólico. En este sentido, el consumo emerge como una
actividad plena de significados sociales, la cual desde siempre ha operado haciendo
visibles las categorías de la cultura.
De alguna forma, esta revaloración del consumo, se puede relacionar con un
acercamiento entre la reflexión de la sociología económica y la antropología
económica, pero también conecta directamente con los orígenes de la investigación
propiamente sociológica. Por cuanto retoma la tradición inaugurada con los trabajos de
Marcel Mauss (1971) y de Emile Durkheim (Durkheim, 1968) acerca de la significación
social de los objetos.
En lo que sigue, se pretende describir las principales dimensiones que involucra el
fenómeno del consumo. En términos generales y siguiendo a Alan Warde (Burrows,
1992) se pueden distinguir tres grandes acentos en el estudio del consumo. Estas se
distinguen según el énfasis y la significación que le atribuyen a este fenomeno. Como
se verá, de cada línea de interpretación, se desprenden distintas posibilidades para el
análisis sociológico.
76
“ciertas exigencias mínimas de consumo privado de las familias, que comprenden,
evidentemente, alimentos, alojamiento y ropas, asi como cierto equipo casero y
muebles. En segundo lugar servicios escenciales proporcionados por y para la
comunidad general, como agua potable, servicios de saneamiento, servicios de
transporte, salud y educación” (Dell, 1978, en revista CEPAL 1978. pp 6)
La idea principal del enfoque de las necesidades básicas era imponer estos
estándares de consumo mínimo como indicadores de desarrollo remplazando los
indicadores puramente económicos.
77
¿Cuándo se consume para satisfacer necesidades básicas? o ¿Cuándo se hace para
satisfacer necesidades “suntuarias” o deseos? El limite entre lo básico o lo suntuario, o
en términos del consumo, entre el consumo vinculado a la abundancia, y el consumo
vinculado a las necesidades “reales” es, por decirlo menos, difuso y presupone de un
debate de anterior a la reflexión puramente sociológica. Desde aquí se puede
comprender que la reflexión sobre este tema haya caído históricamente en el ámbito
de las políticas publicas (o definitivamente dentro de la política) y en la definición de
los estándares mínimos de bienestar material para cada sociedad36. Quizás por esto,
el debate del enfoque de las necesidades básicas giraba justamente en torno a la
imposibilidad operativa de definir los estándares mínimos de necesidades básicas37
comunes para una sociedad o una región.
Limitar la mirada exclusivamente a este nivel de las necesidades simplifica
radicalmente las particularidades y la riqueza del consumo. Siempre que se fije el
análisis exclusivamente en la vinculación a las carencias se deja lado la vitalidad del
consumo como fenómeno inserto en el centro de la vida social. Es en este sentido que
algunos autores (Douglas, 1979) han denunciado, la imposición de un enfoque
”higienista” en el estudio del consumo el cual se vincula a la intención de crear una
medida objetiva del bienestar desde la sociología.
Una segunda lógica desde la cual se puede entender el consumo es desde el punto de
vista de la dimensión mercantil o el valor monetario de los objetos. Además de
satisfacer necesidades, los objetos están insertos en un sistema de equivalencias de
bienes, lo cuál determina un precio que responde a las valoraciones economices y a la
escasez relativa de cada bien. Se define esta expresión como valor de cambio38, en
referencia a la valoración que se le da a los bienes en el mercado. Esta forma de
entender el consumo a través del valor de cambio que tienen los objetos en el
mercado es uno de los principales temas de los economistas. Básicamente la
economía construye la ecuación de la demanda de consumo de bienes como una
función que depende del precio monetario de los productos. Las distintas valoraciones
de precio se dan como consecuencia de la utilidad o beneficio marginal que aporta
cada producto a los consumidores. Desde este punto de vista, el consumo se
constituye como una de las instancias en donde se expresan con mayor claridad y
fuerza las leyes del mercado. En otras palabras, es el corolario de un proceso de
asignación de productos que se origina en la producción del bien para su venta en el
mercado.
Esta lógica del valor de cambio, conecta en su origen en la distinción elaborada por
Karl Marx acerca de la distinción entre valor de cambio y valor de uso. Como Marx
señala en El Capital, la mercancía es, en primer lugar, un objeto que por sus
propiedades satisface necesidades humanas de cualquier clase. Así, la utilidad de una
cosa remite directamente a su valor de uso.
36
Un antecedente sumamente valioso en esta línea de análisis es el documento de Raúl Gonzáles (2002,
Por citar) el cual propone una jerarquización de necesidades y su relación con el consumo desde el punto
de vista de estándares mínimos de bienestar.
37
Con respecto a una critica a este enfoque ver (Dell, 1978), para una defensa ver Graciarena, (1979)
Ambos, en la revista CEPAL.
38
Baudrillaurd utiliza este concepto para hacer referencia a las valor signo que tienen los objetos como
representación lógicas de rango o prestigio social, esta forma de utilizar el concepto guarda mayor
relación con lo que mas tarde definiremos como la dimensión significativa del consumo. Por el momento,
con valor de cambio se hace referencia a la dimensión monetaria y puramente economiza del valor de los
objetos.
78
Pero los objetos también poseen un valor de cambio. Este valor de cambio viene
determinado por la proporción en que los valores de uso de un tipo se cambian por los
de otros. A través de millones de actos de cambio de esta clase, que se dan todos los
días, se equiparan constantemente todo género de valores de uso, aunque se trate de
mercancías diversas y poco equiparables entre sí. De aquí que según este enfoque, el
valor de cambio (o valor de mercado) de los objetos se debe siempre subordinar a su
relación con las necesidades o valor de uso. Esta constatación, que en un momento
estuvo en el centro de la reflexión económica ha sido paulatinamente dejada de lado.
Actualmente se estima que el valor de cambio de los objetos, no guarda relación
directa con su capacidad de satisfacer necesidades si no por su escasez relativa39
Aunque la reflexión acerca del consumo aparece desde los orígenes de la disciplina
económica sin duda el primer economista que le dio estatus de teoría sistemática a la
reflexión del consumo fue Keines Para Keine (Sachs, 1994) el consumo puede ser
entendido a partir de la función:
Consumo = a + c Ingresos
En donde a y c corresponden a constantes psicológicas que explican que el hombre
aumente su consumo en la medida en que aumente su ingreso, mientras Y
corresponde al monto del ingreso. Adicionalmente, Keines le asigno una gran
importancia al consumo como principio motor del crecimiento económico.
Aparte de Keynes, uno de los principales hallazgos en torno a los determinantes
económicos del consumo tiene que ver con la teoría de Milton Friedman acerca del
ingreso permanente (Friedman, 1973). Para explicar el consumo, este autor se centra
en los componentes del ingreso a largo plazo y en los componentes de capital de un
hogar. Tal como sucede comúnmente en la teoría económica, la teoría para explicar
las variaciones en el consumo se relaciona con el intento de explicar los cambios en el
ahorro. Para este autor, los ahorros se pueden entender como consumo futuro y no
como una categoría residual. Así, la teoría del consumo permanente supone que el
individuo toma sus decisiones de consumo en el contexto de su proyecto de vida a
largo plazo. En este contexto, las decisiones de consumo no depende de una
racionalidad de las unidades consumidoras a corto plazo sino que se enmarcan en
una racionalidad de largo plazo que incorpora las posibilidades de renta futura. En
efecto tal como afirma el autor:
“Nuestro análisis distingue radicalmente entre renta declarada – a la que llamamos
renta registrada y la renta a las que los consumidores adaptan su comportamiento –
que designamos como renta (ingreso) permanente-y, de modo análogo, entre
consumo registrado y consumo permanente”(Friedman, 1973. pp 271)
Tanto las teorías de Keynes como los planteamientos de Friedman acerca del ingreso
permanente dan cuenta de un hecho que caracteriza a la teoría económica. Dado la
dificultad para explicar las motivaciones finales del consumo, se ha ido depurando de
la teoría del consumo el ámbito de las motivaciones del consumidor -y la estructura de
los gustos- de tal manera que terminan operando únicamente como una constante o
un elemento que viene “dado” dentro de la ecuación. Si miramos el consumo
exclusivamente desde esta lógica, en donde un homo economicus racional toma
decisiones conforme a la información que le provee el mercado; el consumo aparece
como un fenómeno despojado de toda connotación sociológica, por cuanto se explica
exclusivamente por las leyes del mercado o por las variaciones del ingreso. En
términos técnicos, pareciera que además del ingreso, del precio de los bienes y el
calculo libre y racional de los agentes económicos no existieran otras variables
relevantes en la explicación del consumo.
39
Este proceso permite superar la clásica paradoja económica acerca de porque el agua un bien de
primera necesidad, tiene menos valor que los diamantes, un bien claramente suntuario.
79
Tanto la experiencia cotidiana, como la abundante cantidad de reflexión proveniente
de las ciencias sociales; muestra que el consumo no es un fenómeno que se explica y
que se relaciona exclusivamente con las leyes del mercado. Sin duda esta es una
dimensión sumamente relevante para comprender el fenómeno; pero además,
confluyen en él una multitud de otras dimensiones que no son puramente monetarias y
que hacen que el ingreso sea una variable “más” en el estudio del consumo. Para
expresarlo en términos de la ecuación planteada por Keines, pareciera que los
coeficientes de la ecuación que no son el ingreso -y que este autor deja constantes-
también juegan un papel crucial en la explicación y en la comprensión del consumo.
De aquí que valga la pena retomar una certeza que desde el comienzo han tenido las
ciencias sociales: antes que nada, el consumo es un fenómeno eminentemente social
y, en cuanto tal, responde a más factores que los puramente económicos. Solo
considerando este hecho, se puede entrar de lleno en una reflexión puramente
sociológica acerca del fenómeno del consumo.
Una tercera mirada, tiene que ver con lo que hemos denominado una dimensión
significativa del consumo. El fenómeno del consumo no sólo puede ser entendido
desde la óptica de la satisfacción de necesidades o desde la óptica del valor de
cambio. En cuanto fenómeno que se desarrolla dentro de coordenadas de la cultura,
puede ser entendido también a partir de la capacidad que tienen los objetos de
expresar significados sociales y culturales. En este contexto, deja de ser entendido
como un fenómeno aislado o un subproducto de la vida económica vinculado a la
reproducción de la vida, o como afirmaría Hanna Arendt a la reproducción del ámbito
de la labor. Se trata de una actividad que forma parte de la propia constitución de la
vida social.
El origen de esta forma de entender el consumo a partir de su potencial significativo
puede se puede encontrar en la antropología y la sociología de principios del siglo XX.
A continuación vamos a presentar algunos de los puntos de partida de la reflexión que
han hecho las ciencias sociales sobre este fenómeno.
40
Veblen, Thorstein. Teoría de la clase ociosa. Primera edición en inglés 1899. Segunda edición en
español, Fondo de cultura económica, 1951
80
de la “envidia” que hace que los grupos menos favorecidos tomen decisiones de
consumo vinculadas muy estrechamente a las decisiones de consumo que toman los
grupos de mayores recursos o mayor status o rango. A través de mecanismos como la
moda, los sectores de mayor prestigio irían escapando constantemente de las lógicas
de consumo propias de los grupos de menores ingresos. De esta forma, el consumo
se ve limitado a dinámicas de diferenciación que son propias de las sociedades con un
fuerte componente estratificado o estamental.
Aunque esta explicación tiene la fortaleza de que le asigna al consumo un papel
importante en la articulación del mundo social su debilidad radica en que reduce
prácticamente todas las dimensiones sociales del consumo a su capacidad para
expresar las diferencias de jerarquía social o rango. En este contexto, la mirada al
fenómeno genera una reducción mecanicista en donde toda decisión de consumo
tiene de antemano una función de significado relacionada a las estructuras jerárquicas:
los sectores de abajo miran a los de arriba y los de arriba buscan diferenciarse de los
de abajo.
81
completamente anulada con la función que cumple en cuanto articulador de relaciones
sociales. Una forma concreta que asume este fenómeno, tiene que ver con la
constitución del despilfarro (a través de la fiesta) como una forma de consumo que
permite fundar ritualmente el vinculo social dentro de la hacienda.
82
Para darle cuerpo a este enfoque del consumo que prioriza la dimensión significativa
de los objetos. Se discutirán brevemente los planteamientos de dos autores que
pueden ser considerados los fundadores de la reflexión contemporánea sobre este
tema.
83
la relación existente entre las lógicas de consumo (y de gusto) y la posición que
ocupan los sujetos en la estructura social. De aquí se desprende un enfoque que
acentúa con mayor fuerza las características estatutarias del consumo.
Para Bourdieu, el consumo debe ser entendido en relación con las estructuras de
gustos, las cuales a su vez remiten a disposiciones adquiridas socialmente que
reflejan la posición de los individuos en la estructura social. Tal como él plantea
refiriéndose al gusto estético:
“Como toda especie de gusto, une y separa; al ser el producto de unos
condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia,
une a todos los que son producto de condiciones semejantes, pero distinguiéndolos
de todos los de mas...” (Bourdieu, 1988, pp 53).
De esta forma, el consumo, en cuanto función del gusto, se constituye como una
fuente de distinción que refleja los condicionantes de lo social: el entrecruzamiento del
volumen de capital económico y de capital cultural que poseen las personas. Los
bienes de consumo, al funcionar como un sistema de variaciones diferenciales,
permiten expresar las diferencias sociales de forma tan completa como los sistemas
de información más refinados.
En este contexto, Bourdieu afirma que la función de los objetos de consumo no es
objetiva, sus usos sociales (de distinción) se distinguen claramente de sus modos de
empleo:
“Los objetos no son objetivos, (...) no son independientes de los intereses y de los
gustos de quienes los aprehenden y no imponen la evidencia de un sentido universal y
unánimemente aprobado.” (Bourdieu, 1984. pp 98)
Bourdieu, plantea que esta lógica de la producción de sentido social que esta
incorporada en los objetos (y en último termino en las disposiciones de gustos) se
mueve con relativa autonomía del campo de la producción económica de estos
objetos. De esta forma, el campo de los bienes producidos limita (y no solo refleja) las
posibilidades de diferenciación que presentan los bienes de consumo.
Se observa que esta mirada del consumo pone un mayor acento en las posibilidades
que tienen los objetos de hacer referencia a la estructura social en que se ubican los
individuos. Se impone la mirada estatutaria del consumo. Sin embargo, Bourdieu se
encarga de dar cuenta en que medida esta dinámica de la distinción es un fenómeno
crucial de las sociedades modernas que va mucho más allá de conceptualizaciones
como emulación o el rango. A través de su distinción el propio sujeto contribuye crear
las condiciones de su enclasamiento a la vez que enclasa a también a otros.41
Consumo e identidad.
41
El concepto que permite a Bourdieu superar una mirada puramente estructuralista en donde los actores
son dependientes de su posición en la estructura es el concepto de habitus que permite dar cuenta de la
forma en que se articulan la forma en que los sujetos interiorizan –pero a la vez crean- el mundo social.
84
construcción de la diferencia con los otros opera como principio de identificación de los
sujetos que comparten una misma posición en la estructura social. Es decir, son
depositarios de un mismo volumen y estructura de capital global, económico y cultural.
Desde aquí, el núcleo identitario esta puesto en la capacidad que tienen los objetos (y
los gustos) de distinguir y diferenciar los diferentes grupos sociales.
Sin embargo, la relación entre consumo e identidad no solo implica un constituirse
desde el otro. Aunque, son procesos muy vinculados, también se puede poner el
énfasis en la capacidad que tiene el consumo de articular lógicas de identificación y de
entregar elementos de autoreconocimiento. Los procesos de identificación y
autoreconocimiento grupal a través del consumo y de los objetos, pueden ir desde
estrategias abiertamente explicitas y estructuradas -tal como son las organizaciones
que exigen abiertamente símbolos (objetos) de pertenencia- como en umbrales de
menor especificidad. Este es el planteamiento que esta implícito en los planteamientos
de Douglas y que desarrolla Michel Maffesoli abiertamente(Mafessoli, 1997) Para este
autor, en las sociedades contemporáneas es posible reconocer una nueva forma de
construcción de la identidad grupal que ya no descansa en las instituciones que
tradicionalmente otorgaban un sentido del nosotros –como pueden ser la religión, la
nación o la clase social. Esta nueva lógica identitaria, remite a estrategias de
significación que realizan a través del consumo y de otros mecanismos similares. El
autor denomina neo-tribalismo a este proceso de formación de identidades grupales
que opera a través de identificaciones subjetivas, múltiples y flexibles, que hacen del
consumo un mecanismo de construcción del nosotros.
Esta forma de consumo identitario se caracteriza por presentar una ‘precariedad y
fluidez incesantes, además de ser un procesos de elección personal y no de
imposición colectiva. Tal como plantea Lury refiriéndose a Mafessoly
“Los individuos se mueven a través de estos grupos en forma incesante, modificando
sus conductas, apariencia e identidad a medida en que se mueven (Lury, 1996. pp
252).
Adicionalmente a la relación existente entre el consumo y la identificación de grupos y
sectores dentro de la sociedad es posible encontrar una segunda versión desde la cual
el consumo se relaciona con la identidad. Esto guarda relación con el despliegue de
los procesos de individualización.
85
Un autor que ha relacionado abiertamente los procesos de individualización con el
consumo es Scott Slach. Según Slach, el consumo refleja la construcción de los
proyectos de identidad individual, a través de un despliegue creciente de la
reflexibidad estética orientada a una dimensión expresiva de la existencia humana
antes que una dimensión cognoscitiva. Esta nueva lógica, que juega un rol central en
el despliegue del proceso de individualización, le otorga al consumo un papel relevante
en cuanto eje de la construcción de la identidad personal, el cual –bajo la lógica de la
individualización- descansa en la creciente capacidad del sujeto de poder “elegir” su
propia biografía.
“Con respecto al consumo, la reflexividad estética se puede ver bajo diversos
aspectos. Primero el elemento de la elección del consumo es cada vez más
importante. Esa elección no se debe entender como un simple significado utilitario,
puesto que en nuestros días el consumo ha cobrado relevancia para la propia
construcción de la identidad.(...)en la modernidad tardía los estilos corresponden
mucho más a una personalidad que a una posición social. Sugieren una mayor
libertad respecto a la distribución simbólica de posiciones en lo social. Y en su
condición de gustos no testimonian solo una conjunción entre estatus que despierta
envidia y las distinciones de clase, sino una autonomía frente a esas distinciones
adscritas. Es así como traen una conjunción muy importante de elecciones para la
identidad. (Lasch y Urry,1997 pp 87)”
En este contexto, autores como Lipotvestky, (1998) han planteado un verdadero
“descuelgue” del consumo de toda significación social para quedar atado
exclusivamente a las valoraciones personales que le da el individuo. La construcción
de la identidad individual a través del consumo, trae consigo cada vez más una re-
valoración del valor de uso de los objetos en desmedro de la capacidad de construir
significados que estos mantengan42. En este contexto, el autor critica los
planteamientos de Bourdieu acerca de que el consumo descansa en estrategias de
distinción social. Lipovestky se olvida que prácticamente todas las estrategias de
diferenciación y de individualización relacionan a procesos sociales. Y que estas
estrategias de construcción de la identidad personal no pueden dejar de presuponer el
otro frente al cual se construye la identificación43. Así, el valor de los objetos, en
cuanto herramientas de construcción de la identidad, no pueden nunca dejar de hacer
referencia a un cúmulo de significados socialmente construidos.
A modo de corolario, con respecto al tema de la identidad, se debe reconocer que la
discusión acerca de las relaciones que se pueden establecer entre el consumo y la
construcción de la identidad dista mucho de estar solucionada. La literatura da cuenta
de diversos niveles en los cuales se puede reconocer una relación entre consumo y
estrategias de diferenciación.
En todo caso, ya sea a través de la generación de mecanismos de distinción y de
estrategias de distinción grupales o tribus de consumo o a través de la generalización
de un proceso de individualización que hacen referencia a estrategias de construcción
de proyectos “elegidos” por los sujetos; lo cierto es que la importancia del consumo,
pasa siempre por la capacidad que tienen los objetos de articular significados sociales.
La dimensión significativa del consumo emerge así como una importante herramienta
para la construcción de lo social.
42
Una discusión sumamente clarificadora acerca de la distinción entre consumo Estatutario con
preeminencia de un valor de significación relacionado a lo social y de un consumo identitario que
descansa exclusivamente en los procesos de individualización la presenta (JP Martinez. 2001, Trabajo
desarrollado para el curso “procesos históricos”)
43
Se parte del hecho de que toda identidad presupone, la construcción de una diferencia. Identidad y
diferenciación, son así procesos prácticamente equivalentes.
86
Ilustración 8. Consumo y construcción de la identidad. Distintas posibilidades.
Clave Función Autores
Distinción Marca diferencias sociales. Posición en la estructura BOURDIEU
Información Mecanismo de información y de identificación grupal. DOUGLAS,
Construcción del nosotros. Mafessoly
Individualización Construcción de la biografía personal LASCH,
Lipotevsky
87
ANEXO II. ASPECTOS METODOLÓGICOS.
Bases de datos.
88
Consumo en bienes durables
Durables vivienda Muebles, objetos decorativos, línea blanca y
electrodomésticos
Automóvil
Equipo y accesorios electrónicos Televisión, radio, equipo de sonido, walkman,
compac disc.
Computadores Computador y accesorios
Celular teléfono celular y biper
Comparabilidad en Chile.
Formas de medición.
Inferencia.
El análisis de inferencia se realizó a través del test de test Mann-Whitney U para dos muestras
independientes. Se considera como nivel de significación mínimo un 0.05. Este test permite
hacer inferencia sin utilizar las medias. Lo cual se adapta al trabajo con medianas que se
realizó en la mayoría de los casos.
89
Comparación internacional.
A. Fuentes.
La estructura del consumo de EE.UU fue estudiada a partir de los datos provenientes
de la “Consumer expenditures survey 1998”, realizada por el Boureau of Labor
Statistics (www.bls.gov). La elaboración de las tablas y gráficos es propia.
B. Comparabilidad.
90