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DEL ECOLOGISMO
por
ISBN-DIGITAL: 978-84-323-1506-0
Fotocomposición: EFCA, S.A.
Parque Industrial «Las Monjas»
28850 Torrejón de Ardoz (Madrid)
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ÍNDICE
AGRADECIMIENTOS ......................................................................... XI
1. NATURALEZA Y SOCIEDAD........................................... 25
I. LA CONDICIÓN HISTÓRICA Y SOCIAL DE LA NATURALEZA ....... 25
I.1. La concepción verde de la naturaleza ........................... 27
I.2. Naturaleza superficial y naturaleza profunda ................ 33
I.3. La sociedad en la naturaleza ........................................ 36
II. LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA NATURALEZA..................... 49
II.1. Exceso y verdad del constructivismo ........................... 50
II.2. La cuestión de los límites naturales.............................. 56
II.3. Constructivismo y valor intrínseco de la naturaleza....... 60
II.4. Hacia una adecuada comprensión de las relaciones so-
cionaturales ............................................................... 64
III. NATURALISMO VERSUS DUALISMO ........................................ 67
III.1. Hombres y animales: la incierta distancia.................... 69
III.2. La reducción naturalista de la condición humana ........ 72
VII
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ÍNDICE
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AGRADECIMIENTOS
Es bien sabido que cualquier libro, por más que tenga un solo autor, o
precisamente por el hecho de tenerlo, es sólo el resultado final de una
suma de influencias dispares. Desde ese punto de vista, de hecho,
cualquier texto entregado a la imprenta es —ni más ni menos— una
simplificación. Y esto, en más de un sentido. Porque el trabajo de va-
rios años se condensa en unos cientos de páginas; porque estas pági-
nas nunca dicen exactamente lo que queríamos que dijeran; porque
quizá no pueden decirlo. ¡Los gajes del oficio! Sin embargo, estas pe-
queñas tragedias, comunes a cualquier proceso de escritura, son rápi-
damente olvidadas cuando la vanidad del autor contempla el trabajo
concluido: parece verdaderamente nuestro. Tanto más necesario es,
entonces, detenerse a pensar en la genealogía de la propia obra, en sus
prohijamientos involuntarios, en su modesta historia. A fin de cuen-
tas, ya es bastante presunción firmarla; reconózcanse, al menos, las
deudas con ello contraídas.
Este trabajo comenzó hace casi una década. Y esto, que podría ser
un demérito, debe figurar aquí como una circunstancia benéfica: el pro-
pio tiempo ha trabajado en la investigación. De hecho, su gradual proce-
so de maduración ha terminado por conducirme a un lugar distinto
del que esperaba. La obra es así notablemente distinta de la tesis doc-
toral en la que, entonces, abordé primeramente esta materia. Sucesi-
vas estancias en el extranjero y distintas revisiones en profundidad
han terminado por dar forma a un trabajo acaso más ensayístico que
académico, y menos preocupado por la exhaustividad que por la ex-
presión razonada de ideas. En ese sentido, aunque se abunda en ello
ya desde el comienzo, mi intención no es otra que contribuir al debate
público, y hacerlo mediante una posición más bien inhabitual, al me-
nos en nuestro país: la defensa de la sociedad liberal y de su capacidad
para ser sostenible. Se propone, esencialmente, una crítica del ecolo-
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AGRADECIMIENTOS
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xibilidad se han instalado como los más altos valores hacia los que dirigirse, el
término crisis medioambiental y sus implicaciones ha devenido anacrónico 8.
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NOTAS
1
Naturalmente, Al Gore, el político del establishment reconvertido en «gigante
verde» (cfr. The Economist, 24 marzo de 2007, p. 52; The Observer Magazine, 24 de ju-
nio de 2007).
2
Cfr. Rob Jackson, The Earth Remains Forever. Generations at a Crossroads, Aus-
tin, University of Texas Press, 2002, p. 132.
3
Cfr., respectivamente, Robyn Eckersley, Environmentalism and Political Theory,
Nueva York, State University of New York, 1992, p. 17; Jonathon Porritt, Seeing
Green. The Politics of Ecology Explained, Londres, Basil Blackwell, 1984, p. 116; y Ju-
lian Saurin, «Global Environmental Crisis as the “Disaster Triumphant”: The Private
Capture of Public Goods», Environmental Politics, vol. 10, núm. 4, invierno, 2001,
pp. 63-84, p. 65.
4
Bjorn Lomborg, The Skeptical Environmentalist, Cambridge, Cambridge Uni-
versity Press, 2001, pp. 1-51.
5
Cfr. The Guardian, 15, 17 y 20 de agosto y 1 de septiembre de 2001.
6
La obsesión verde por el futuro se manifiesta a veces de forma grotesca, por
ejemplo, en la preocupación acerca del «futuro profundo» que tendrá lugar dentro de
cien mil años, y para el cual debemos asumir como objetivo «una supervivencia de cali-
dad» (cfr. Doug Cocks, Deep Futures. Our Prospects for Survival, Montreal, University
of New South Wales Press, 2003).
7
John Barry, «From environmental politics to the politics of the environment: the
pacification and normalization of the environment?», en Y. Levy y M. Wissenburg
(eds.), Liberal Democracy and Environmentalism. The End of Environmentalism?, Lon-
dres, Routledge, 2004, pp. 179-192; Ingolfur Blühdorn, «Post-ecologism and the poli-
tics of simulation», en Y. Levy y M. Wissenburg (eds.), ob. cit., pp. 35-47.
8
Ingolfur Blühdorn, Post-ecologist Politics: Social Theory and the Abdication of the
Ecologist Paradigm, Londres, Routledge, 2004, p. 14.
9
William Ophuls y Stephen Boyan Jr., Ecology and the Politics of Scarcity
Revisited. The Unraveling of the American Dream, Nueva York, W. H. Freeman and
Company, 1992, p. 11.
10
Lester Milbrath, Environmentalists. Vanguard for a New Society, Nueva York,
State University of New York Press, 1984, p. 7.
11
También desde bien pronto, la atribución de culpa a la cultura occidental dio lu-
gar a una particular forma de escapismo. Algunas voces del movimiento verde propo-
nen una refundación axiológica basada en culturas, como las orientales, presuntamen-
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te más respetuosas con el medio natural (cfr. Lynn White, «The Historical Roots of
Our Ecological Crisis», Science, vol. 155, núm. 3767, pp. 1203-1207). Empeño dudo-
so, por no cumplirse la premisa mayor: un respeto hacia el medio que está en las filoso-
fías orientales, pero no en su historia.
12
Robert Goodin, Green Political Theory, Londres, Polity, 1992; Bryan Norton,
Toward Unity Among Environmentalists, Oxford, Oxford University Press, 1991.
13
Clément Rosset, La anti-naturaleza, Madrid, Taurus, 1974.
14
Cfr. Roland Barthes, Mitologías, Madrid, Siglo XXI, 2003.
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zón, tenemos las Causas naturales. Ensayos de marxismo ecológico (Siglo XXI,
2008), del incombustible James O’Connor. En mi artículo «Prometeo desen-
cadenado. Sobre la concepción marxista de la naturaleza» (Revista de Investi-
gaciones Sociológicas y Políticas, vol. 3, núm. 1, diciembre de 2004, pp. 61-83),
he tratado, a mi vez, de mostrar cómo el propio Marx puede, muy al contra-
rio, ser reinterpretado en favor de una concepción del ecologismo como la
defendida a lo largo de esta obra, sólo que con más detalle, en lo que al pensa-
miento marxiano se refiere, de lo que aquí se ha mostrado.
La asociación de anarquismo y feminismo con el pensamiento verde ha
dado lugar a dos curiosos híbridos, que han contribuido a abrir nuevas vías a
aquellas familias ideológicas: ecoanarquismo y ecofeminismo. Sin duda alguna,
Murray Bookchin es el autor de cabecera de la llamada ecología social, que asu-
me el modelo reticular de la ecología como modelo para la renovación del pen-
samiento anarquista, con un formidable grado de sofisticación filosófica. La
tradición anarquista hispánica parece seguir honrando a sus cultivadores ex-
tranjeros, toda vez que la obra más destacada de Bookchin (curiosamente, au-
tor de un estudio, también traducido, sobre el anarquismo español entre 1868 y
1936) está disponible en nuestra lengua: La ecología de la libertad. El surgimien-
to y la disolución de la jerarquía (Nossa y Jara, 1999). Junto a Bookchin, el pen-
samiento biorregionalista representa muy adecuadamente la —a menudo deli-
rante— fusión de anarquismo y ecología, mediante una organización social
establecida a partir de la configuración biofísica del territorio. Sin recepción es-
pañola, el prolífico Kirpatrick Sale es su principal teórico, sobre todo en su
Dwellers in the land. The Bioregional Vision (Sierra Club Books, 1985), obra
que por momentos puede leerse como un tratado cómico, dada, entre otras co-
sas, la magnitud del proyecto de transformación global que flemáticamente
pone sobre la mesa. Para los interesados en conocer el ecofeminismo, Carolyn
Merchant y Valerie Plumwood han escrito quizá las obras esenciales, por des-
gracia no disponibles en español: respectivamente, The Death of Nature. Wo-
men, Ecology and the Scientific Revolution (Harper & Row, 1989), y Feminism
and the Mastery of Nature (Routledge, 1993). No obstante, en España podemos
leer la obra de Maria Mies y Vandana Shiva, La praxis del ecofeminismo (Icaria,
1998), Feminismo y ecología de Mary Mellor (Siglo XXI, 2000), y la autóctona
síntesis de María Antonia Bel Bravo, Ecofeminismo: un reencuentro con la natu-
raleza (Universidad de Jaén, 1999), de expresivo título. Tanto en este terreno
como en los demás, huelga decirlo, el lector especializado tiene a su disposición
una ingente cantidad de artículos en revistas académicas nacionales e interna-
cionales: no faltará material a quien desee descender a las profundidades.
Hay que distinguir, cuando del pensamiento propiamente verde se trata,
distintos acentos. Su desarrollo multiforme no impide distinguir un conjunto
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Por su parte, la ecología profunda apela a la dimensión espiritual del ser hu-
mano en contacto con la naturaleza. Y si bien podría decirse que, en su rigor
casi místico, este pensamiento no es de este mundo, no es menos cierto que,
con diferentes formas, nunca ha dejado de ejercer un poderoso influjo sobre
el ecologismo más radical. Ya en 1972, el noruego Arne Naess apelaba a la
conciencia humana como motor de cambio en las relaciones socioambienta-
les, desarrollando un pensamiento que encuentra adecuada summa en su tra-
bajo Ecology, Community and Lifestyle (Cambridge University Press, 1989).
Fueron Bill Devall y George Sessions, sin embargo, quienes escribieron el
más citado tratado de ecología profunda, hasta donde sé, sin traducción dis-
ponible: Deep Ecology. Living as if Nature Mattered (Gibbs Smith, 1985).
Tal como se ha podido comprobar a lo largo de este trabajo, sin embargo,
la reflexión ética sobre la naturaleza debe ser complementada, e incluso ante-
cedida, por la reflexión filosófica sobre su mismo concepto y la índole de las
relaciones socionaturales. Ya se ha apuntado que el marxismo ofrece un nota-
ble interés al respecto, desarrollado sobre todo en los afamados Manuscritos:
economía y filosofía (Alianza, 1980); también se ha señalado ya que el utilísi-
mo concepto de metabolismo encuentra en la obra del represaliado Nikolái
Bujarin un brillante desarrollo (en su Teoría del materialismo histórico, Ma-
drid, Siglo XXI, 1972). No obstante, para un más directo y moderno trata-
miento del problema de la naturaleza es indispensable la obra de Kate Soper,
What is Nature? (Blackwell, 1995), donde se cuestiona la naturaleza sin me-
diación en que a menudo los verdes confían, por medio de una rigurosa, pero
amena, categorización filosófica. En esta vena, que parece alimentarse por
igual del constructivismo moderado y la posmodernidad sociológica, pode-
mos situar también a dos pensadores de filiación marxista, como Peter Dic-
kens (Society and Nature. Towards a Green Social Theory, Harvester Wheats-
heaf, 1992), David Harvey (Justice, Nature & the Geography of Difference,
Blackwell, 1996), así como a los originales Phil MacNaghten y John Urry
(Contested Natures, Sage, 1998) y al sociólogo Klaus Eder (The Social Cons-
truction of Nature, Sage, 1996). Más antiguo, aunque excelente, es el estudio
de Serge Moscovici, Sociedad contra natura (Siglo XXI, 1975), donde se abor-
da filosóficamente el problema de la coevolución sociedad-naturaleza. En es-
tos textos se pone en cuestión aquello que entendamos por naturaleza, desve-
lándose su dimensión ineludiblemente social y la ausencia de una categoría
unificadora que nos sirva para reducir a una sola naturaleza la pluralidad de
las interacciones humanas con el entorno. Esta verdad abstracta encuentra
una espléndida formulación, a la vez conceptual y práctica, en el reader de
William Cronon, Uncommon Ground. Rethinking the Human Place in Nature
(W. W. Norton & Company, 1996). Y una formulación exitosa en el conjunto
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sity Press, 2000) y Graham Smith (Deliberative Democracy and the Environ-
ment, Routledge, 2003), si bien conviene adquirir una perspectiva más amplia
acerca de los problemas intrínsecos a la democracia deliberativa y del conjun-
to de posibilidades institucionales que tiene a su alcance un modelo verde de
democracia (algo que puede encontrarse en el completo reader de Michael
Saward, Democratic Innovation. Deliberation, Representation and Association,
Routledge, 2000). Son, en todo caso, innumerables los artículos sobre el par-
ticular en las revistas especializadas.
La apertura del pensamiento verde supone también un giro, si bien mo-
derado, en sus relaciones con el liberalismo: pasan, podría decirse, de la into-
lerancia al coqueteo. Tal como se ha sostenido en este trabajo, no hay futuro
para liberalismo y política verde que no pase por su recíproca aceptación. El
liberalismo tiene que dejar de contemplar el medio ambiente como una mo-
lestia, cosa que parece empezar a hacer; y el ecologismo tiene que abrazar los
principios liberales, pese a que sigue siendo, todavía, mayoritariamente antili-
beral. Mark Sagoff publicó en 1990 una obra pionera (The Economy of the
Earth. Philosophy, Law and the Environment, Cambridge University Press),
cuyo testigo recogerían, sobre todo, el incisivo filósofo holandés Marcel Wis-
senburg en su importante Green Liberalism. The Free and the Green Society
(UCL Press, 1998), y aún después, por ejemplo, Simon Hailwood en How to
be a Green Liberal: Nature, Value and Liberal Philosophy (Acumen, 2004). El
lector español encontrará una completa discusión de los problemas de encaje
que presentan liberalismo y ecologismo en el número monográfico que al
tema consagrase en 1999 el número 13 de la Revista Internacional de Filosofía
Política. Y son de destacar, también recientemente, la obras que plantean la
posibilidad de que este desarrollo crítico haya provocado, o esté a punto de
provocar, la misma muerte del ecologismo: así, los autores que acuñaron esa
idea en un artículo de 2004, Robert Nordhaus y Steve Shellenberg, abogan
por la renovación de la política verde a través de un discurso de crecimiento y
progreso, antes que de límites, en Break Through. From the Death of Environ-
mentalism to the Politics of Possibility (Houghton Mifflin, 2007); y esta posi-
bilidad es sopesada en el trabajo colectivo compilado por Marcel Wissenburg
y Yoram Levy, Liberal Democracy and Environmentalism. The End of Envi-
ronmentalism? (Routledge, 2004).
Renovar la relación del ecologismo con la democracia y la sociedad libe-
ral ha supuesto, asimismo, abordar un conjunto de problemas e instituciones
preexistentes, que ahora deben ser contemplados a la luz de su dimensión
ecológica. Entre aquéllos, ocupa un papel predominante la relación entre la
democracia, la ciencia y los riesgos medioambientales; entre las segundas, la as-
cendente noción de la ciudadanía ecológica. Ya vimos que la relación entre
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de este debate público: Nuestro futuro común (Alianza, 1988), cuya lectura es
recomendable por razones genealógicas. Desde entonces, naturalmente, el
concepto se ha refinado y hecho más complejo. Son recomendables las obras
de Ian Drummond y Terry Marsden, The Condition of Sustainability (Rout-
ledge, 1999), donde se traza una visión general del asunto; la distinción que
precisa Eric Neumayer entre las versiones fuerte y débil de la sostenibilidad,
Weak versus Strong Sustainability. Exploring the Limits of Two Opposing Para-
digms (Edward Elgar, 1999); y la notable obra de síntesis armada por Simon
Dresdner, The Principles of Sustainability (Earthscan, 2002). La crítica razo-
nada puede encontrarse en Wilfred Beckerman y su A Poverty of Reason. Sus-
tainable Development (The Independent Institute, 2002). Y sobre los más es-
pecíficos problemas de la justicia distributiva intrageneracional y la justicia
intergeneracional son obras de referencia, respectivamente, las del inevitable
Andrew Dobson (Justice and the Environment. Conceptions of Environmental
Sustainability and Theories of Distributive Justice, Oxford University Press,
1998) y Avner De-Shalit (Why Posterity Matters. Environmental Policies and
Future Generations, Routledge, 1995). En nuestro país, la literatura disponi-
ble es, comparativamente, pobre. No obstante, podemos señalar algunos es-
fuerzos de sistematización, como los realizados por Pedro Ibarra et al. (Desa-
rrollo sostenible: un concepto polémico, Universidad del País Vasco, 2000) y
Luis Jiménez Herrero (Desarrollo sostenible. Transición hacia la coevolución
global, Pirámide, 2000).
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