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✽The Crown-kookv

Autor: Ángel (CLOSED)

Veröffentlicht: 2021

En un castillo frío y vacío, un joven rey está muriendo. Débil. Frágil.


Deshonrado. Pero el Rey Kim no está solo en sus últimos días. Tiene a
su amada hermana. Hasta que un rey malvado llega a su tierra.
Arrogante. Insufrible. Exigente. El rey Jeon ha venido con una oferta...
paz a cambio de una novia. Quiere a la princesa. El feroz rey no aceptará
un no por respuesta. Promete mantener cautivo al rey helado hasta que
se rinda a sus demandas. Pero el rey Kim no se inclina ante nadie. Ni
siquiera cuando es frágil y se está desvaneciendo. Aprovechará su
fuerza, protegiendo a la única familia que le queda. El rey Jeon está a
punto de saber por qué lo llaman el Rey cruel... -kookv -smut -fantasía -
portada por @Teddy

Prefacio

La nieve cae en silencio, enfriando mi rostro mientras Jennie y yo


esperamos a que padre nos dé un beso de despedida. Jennie se
remueve, siempre dispuesta a hacer travesuras, pero la mantengo quieta
a mi lado con mi mano aferrando su hombro. Padre silenciosamente
comanda a los Ojos del Blanco. Su poderosa voz deriva hacia mí y capto
pedazos de sus órdenes.

Manténganlos a salvo a toda costa. Protejan las Tierras Heladas de


Norta de aquellos de Souta, de Easta y de Westa. Aquellos que fracasen
pagarán con sus vidas.

Finalmente, padre termina y se vuelve hacia nosotros. Es alto, con


cabello y piel muy pálidos. Sus ojos se parecen a las piedras azules que
su esposa, y madre de Jennie, Hyojoo, lleva alrededor de su garganta.
Hyojoo ya ha besado a su hija y me ha dado una sonrisa forzada. Sé que
padre ama a Jennie, pero ella no me quiere. Renuncié a la esperanza de
recibir afecto maternal hace años. Jennie, sin embargo, es dueña de mi
corazón. Puede que sea mi media hermana, pero es mi todo.
—Jennie—comienza padre, abriendo sus brazos hacia ella.

Con solo ocho años, apenas llega a la mitad de su pecho. La levanta en


brazos con facilidad, abrazándola contra él. Se me forma un dolor en el
pecho. Echo de menos los días en que padre me tomaba en brazos y me
llevaba por los jardines de palacio. Pero ya no soy un niño. He cruzado a
la condición de mpreg, recientemente tomado el viaje a través de la
necesidad. Ahora, cada treinta días, me recuerda que soy un maldito
mpreg. A menudo dolorosamente.

Padre murmura cosas a Jennie que la hacen reír. Finalmente, ella se


revuelve en sus brazos y se va corriendo hacia el castillo, su cabello
oscuro rebotando. Cuando está dentro, padre me frunce el ceño.

Levanto la barbilla de la misma manera regia que Hyojoo, ya que sé que


siempre sonríe cuando ella lo hace. Padre no me sonríe, sin embargo.
Sus cejas se fruncen mientras levanta una mano para ahuecar mi mejilla.

—Mi encantador Taehyung—dice en voz baja—. Te ves igual que tu


madre el día que la conocí.

La pérdida desgarra mi corazón. No pasa un día sin que extrañe a mi


madre. Contrajo una enfermedad que la debilitó. La vimos morir ante
nuestros propios ojos. Lentamente a medida que la enfermedad se la
llevaba.

—Gracias, padre.

Aprieta sus labios.—Si no regreso...

—¡Padre! —exclamo.

Su mano corta el aire, silenciándome.

—Basta, mi corazón. Hay palabras que deben ser pronunciadas.


Palabras que hay que escuchar.

Lucho contra las lágrimas que amenazan con derramarse por mis
mejillas. Padre vería eso como una debilidad, así que rápidamente
parpadeo para alejarlas.

—Continúa.
—Si no volvemos, este reino será tuyo. Tu hermana se convertirá en tu
deber. Los habitantes de las Tierras Heladas de Norta te llamarán su
Rey. Los Ojos del Blanco serán tu ejército para comandar. Te convertirás
en "Él Castigador de los Condenados".

Me estremezco al pensar en los condenados.

Sus gritos enloquecidos y sus dientes chasqueando aparecen en mis


sueños, robándome la seguridad incluso al dormir. Los condenados son
los expulsados de sus reinos y que son forzados a morir de hambre. Son
desterrados a Equatoria, las tierras estériles que separan los cuatro
reinos más fuertes. Cuando los condenados han perdido sus mentes por
completo debido a la locura, los Volcs —de los Volcanes de Souta— los
dirigen a nuestra tierra con la esperanza de que los exterminemos. Pero
los condenados parecen insensibles al frío. Sus dedos de los pies y las
manos y sus orejas empiezan a caerse, pero siguen viniendo. Irrumpen
en nuestra tierra solo para ser exterminados por los Ojos del Blanco. Los
he visto con mis propios ojos. He visto a Ojos del Blanco pintar la nieve
de rojo mientras cortan a cada uno de ellos con sus espadas de
diamante.

A padre le gusta ser "El Castigador de los Condenados". He visto alegría


brillar en sus ojos tras una cacería. Me aterrorizan. La idea de correr por
los lomos de nieve tras ellos me hace estremecer.

Padre, sintiendo mis sentimientos, frunce su ceño.

—No puedes ser débil, mi corazón. Este es nuestro legado. Cuento


contigo en mi ausencia. Y si mi ausencia es permanente, tu hermana
cuenta contigo también. Júrame que gobernarás esta tierra con un puño
de diamantes.

Una lágrima se me escapa, congelándose en mi mejilla.

—Lo prometo, padre.

Limpia la lágrima congelada y sonríe.

—Confía en tu instinto. Confía solo en ti mismo. Confía en el frío.

Su aliento sopla aire cálido en frente de él, pero luego, con un gesto de
su mano, el aliento se congela. El don que mi padre muestra con orgullo
no es uno que haya sido transmitido a ninguno de sus hijos. Desde que
puedo recordar, he intentado realizar sus trucos de la mano en vano. Me
ofrece la nube de aire congelada. Brilla bajo la luz del silencioso día.
Hermosa de ver. La tomo en mis palmas enguantadas y admiro las
pequeñas líneas blancas que decoran el hielo opaco.

—Confía en tu don. En el fondo, vive. Un día, lo encontrarás y lo usarás.


Nunca tengas miedo de usarlo.

Besa la parte superior de mi cabeza y gira sobre sus talones sin decir
nada más. Le miro con lágrimas en los ojos mientras sube al carruaje
donde mi madrastra le espera. Dentro de una semana, estarán en la
costa y navegando a los Canales de Easta —la tierra de Hyojoo— para
visitar a su padre.

Una mancha blanca capta mi atención. Los Ojos del Blanco están en
todas partes.
Apartándome del hombre oculto en ropa blanca, veo a mi padre
desaparecer.

—Vamos a mantenerlo a salvo —dice una voz familiar, unos brillantes


ojos verdes quemándome fijamente. Reconozco a este hombre en
particular del ejército de padre. Seojoon. Es el hijo de uno de los mejores
hombres de mi padre, Hywon.

—Muchas gracias, Seojoon—digo suavemente, esperando


desesperadamente apartar la tristeza de mi voz.

Un grito de uno de los condenados hace eco en la distancia, haciéndome


sobresaltar de terror.
El arte de padre se desliza de mi agarre y se rompe a mis pies. Mi
corazón se rompe también, porque tengo el presentimiento de que mi
padre no volverá.
Angel

I-T
Debería ir a recibirles.

O enviar a Seojoon y a los Ojos del Blanco a cortar todas sus cabezas.

Por desgracia, no hago nada. Les dejo venir. Dejo que él venga.

Cuando padre y Hyojoo fueron asesinados en sus viajes por nómadas,


nuestro reino fue un objetivo inmediato. En cuanto llegó la noticia de sus
muertes, fui coronado rápidamente y en silencio. De la noche a la
mañana pasé de niño asustado a Rey gobernante.

Ya no era un hermano para la pequeña Jennie; en su lugar, me convertí


en padre. E igual que los osos blancos del norte, llegué a ser muy
protector con mi hermana. Garras que no sabía que existían crecieron y
las utilicé. A los quince años, envié a nuestro ejército tras aquellos
nómadas para matarlos. Hice que mis historiadores trazaran sus linajes y
sacrificasen a cada miembro de las familias de esos nómadas.
Generaciones y generaciones fueron eliminadas en cuestión de días.
Cuando maté a los que hicieron daño a mi familia, maté al niño dentro de
mí.

No había espacio para él y para un Rey.

Me siento ante la ventana, alto en mi torre, y observo a los Volcs


mientras marchan sin esfuerzo por la nieve. Líneas negras cortando a
través de las llanuras blancas. Cuanto más me mantengo en este frío
castillo, más anhelo las delicias visuales. Me preocupa estar perdiendo
mi mente a la locura como los condenados, porque mi corazón late más
fuerte y más rápido en mi pecho sabiendo que están llegando. Han
pasado a mi ejército y no han derramado sangre, lo cual significa que
vienen a hablar conmigo, no a empezar una guerra.
Dando golpecitos con mis dedos en la repisa de piedra, me deleito con el
sonido.

Tap. Tap. Tap. Tap. Y tap.

Mi golpeteo constante mantiene el flujo de sangre en mis dedos. Muy a


menudo están entumecidos y de un horrible color azul. Anhelo usar
guantes, pero Jennie dice que solo va a empeorar mi condición. Si no
dejo que mis dedos se muevan, se congelarán y se caerán.

¿Me convertiré en uno de ellos? No.

Soy "Él Castigador de los Condenados". No soy uno de ellos.

Tap. Tap. Tap. Tap. Y tap.

Centrándome en el corte perfecto en V en la nieve, me pregunto de qué


viene a hablar el rey Jeon. Su reino, los Volcanes de Souta, es cálido y
vasto. El poder de Souta rivaliza con el de mi propio reino.

¿Por qué estás aquí, rey Jeon?

Sus ocho caballos negros tiran de su carruaje, con antorchas


encendidas, sin esfuerzo a través de la nieve. A medida que se acercan,
capto un vistazo del mismo hombre. El rey. Lleva una capa de color
negro que se mueve con el viento tras él y restalla un látigo, manteniendo
la velocidad de vértigo de sus caballos de carga.

Tap. Tap. Tap. Tap. Y tap.

Una calidez ahuyenta el constante frío cuando Jennie se para detrás de


mí. Sus dedos se deslizan por mi cabello de una manera cariñosa
mientras mira por la ventana.

—El rey Jeon —dice sin aliento—. ¿Viene para hacernos daño?

Me vuelvo, tomando su cálida mano en las mías frías y dándole un


apretón tranquilizador.

—Sabes que nunca dejaré que nadie te haga daño, dulce hermana.
Me besa la mejilla antes de alejarse.—¿Has comido algo hoy?

Volviendo a mi posición, sigo golpeteando.

Tap. Tap. Tap. Tap. Y tap.

—Tu falta de contestación me dice que la respuesta es no. ¿Por qué


tienes que morirte de hambre? —reprende—. Juro que, si no fuera por
mí, te marchitarías y morirías.

La culpa se hincha dentro de mí.

—He perdido la noción del tiempo. —He estado observando durante


horas mientras los Volcs aparecían al alcance de lo que el ojo podía ver.
He observado cada uno de sus movimientos de avance hacia nosotros.

Jennie sale de la habitación y vuelve con una bandeja llena de pastas y


té. El vapor procedente de la taza de té blanco atrae mi atención y la
mantiene. A pesar de los Volcs marchando furiosamente hacia nosotros,
el té farsop me llama. Amargo, pero caliente. Jennie lo endulza para mí,
sin embargo. Siempre se asegura de que me cuido. Me parezco
demasiado a mi padre. Obsesionado con el fin de quienes tienen la
intención de hacernos daño. Hasta el punto de que consume cada uno
de mis pensamientos.

Mi hermana dispone los artículos en la bandeja de la manera que me


agrada. Tengo obsesiones particulares. Una siendo que los elementos
deben ser colocados de una manera determinada. Me gusta el orden, la
rutina y la pulcritud. Alinea las cuatro pastas en una sola fila al lado del té
farsop. Hay una ramita de jazzyroot junto a la taza de té. También recta.

—Necesitas algo en el estómago antes de reunirte con ese hombre


miserable —se queja mientras coloca la bandeja en la repisa frente a mí.

—¿Cómo sabes que es miserable? —pregunto con una ceja levantada.

Pone una expresión tonta, haciéndome sonreír. Sus labios son llenos y
rojos a diferencia de los míos azul pálido. De alguna manera, su piel
continúa siendo morena pese a no ver nunca el sol. La mía es tan blanca
como la nieve y teñida de azul. Y su cabello es oscuro, sedoso y
vibrante. Mi cabello es de color blanco plateado con mechas azules que
a menudo trato de ocultar frotando ceniza gris sobre los mechones.
Somos dos opuestos.

Soy frío y ella es calor.

Pero somos hermanos. Unidos por la sangre, el amor y la amistad.

—Asumo que es miserable porque todo el mundo excepto nosotros lo es.


—Me sonríe—. Te reto a discutir.

Una pequeña risa se me escapa mientras tomo el té caliente en mis


manos. Hace que mis dedos piquen mientras se empiezan a
descongelar.

—Supongo que tienes razón. Todos son miserables. Sin embargo,


todavía daremos la bienvenida al rey. Ver para qué ha venido hasta aquí.

Su nariz se arruga de una manera linda que me recuerda a cuando tenía


solo ocho. Ahora tiene dieciocho y ha crecido.

—Estoy preocupada —dice Jennie, con el ceño fruncido—. Estábamos


bien sin él apareciendo. ¿Qué podría querer?

—Mi cabeza —bromeo.

Su boca se abre por el horror y me siento reprendido.

—¡Taehyung!

—No sé lo que quiere —admito—. Pero no tiene sentido preocuparse por


ello. —Tomo un sorbo de mi té y hago una mueca de dolor. Siempre tan
amargo.

Me sonríe mientras toma la ramita de jazzyroot. Con cuidado, agita el té,


oscureciéndolo con la ramita. Cuando me lo llevo a los labios, su sabor
es dulce. Baja mucho más fácilmente esta vez.

Un golpe en la puerta me hace enderezar la columna vertebral y


depositar mi taza de té. Me levanto con las piernas temblorosas, en
busca de mi corona. Un mareo hace que mi cabeza dé vueltas, la
oscuridad socavando mi visión, pero parpadeo para alejarla. Jennie se
preocupa porque muestro signos de empeoramiento. Me niego a
preocuparla cuando tenemos al rey de los Volcanes de Souta cargando
hacia nuestra puerta.

Una de mis muchas coronas está cerca del corazón de mi chimenea. Ha


pasado tiempo desde que ha sido desprovista del fuego. En el interior,
sin importar cuántas veces hago que alguien de mi personal entre en la
chimenea para limpiarla, las esporas de sichee siguen creciendo. Las
esporas, cuando son tocadas por el fuego, hacen eclosionar los huevos y
salen orugas sichee. Mi hermana es mortalmente alérgica a las orugas
sichee. El fuego está prohibido en el castillo por esta razón. Los que
preparan las comidas cocinan muy por debajo del castillo para que mi
hermana no entre en contacto con las orugas sichee.

Tomo mi corona y me pregunto si se ve lo suficientemente serio. Es alta


y puntiaguda. Desearía poder hacer que sea más impresionante. Añadir
más piezas. Antes de que mi enfermedad comenzara a drenarme la vida,
descubrí mi don. Padre tenía razón. Tenía que confiar en él.
Lamentablemente, se fue tan rápidamente como vino.

Otro golpe urgente en la puerta me hace fruncir el ceño. No estoy para


ser molestado. Todo el mundo sabe esto. Coloco la corona en mi cabeza
y me aseguro de que está bien asentada antes de gritar:

—Entra —ordeno.

La puerta se abre y una figura vestida de blanco entra. Su espada de


diamante reluce peligrosamente en su mano. Este hombre se ve como
cualquier otro soldado de los Ojos del Blanco. Son sus ojos tras la
máscara los que lo delatan, sin embargo.

Verde brillante. Seojoon.

—Mi Rey—dice en saludo—. Princesa. —Asiente hacia los dos


respectivamente.

—¿Qué pasa? —exijo.

—Los Volcs están sobre nosotros. Denos la orden y los mataremos, su


alteza.

Estrechando mis ojos hacia él, niego.


—Si el rey Jeon deseara hacernos daño, habría sangre en nuestra tierra.
Viene en son de paz. Voy a hablar con él.

Los ojos de Seojoon se estrechan detrás de su máscara blanca.

—Por supuesto, mi Rey.

Jennie se precipita hacia él y agarra su brazo.

—¿Cuánto tiempo queda?

El miedo en su voz casi me hace dar la orden de matarlos a todos. Con


dificultad, me contengo.

—Minutos ahora, princesa—dice Seojoon, su voz ronca. Le hago un


gesto desdeñoso.

—Prepara el comedor. Ven a buscarme cuando estén instalados.

Seojoon ermanece durante un largo segundo antes de darme un


asentimiento breve y salir corriendo de la habitación. Jennie me frunce el
ceño.

—No me gusta esto —sisea—. Invitarlos a nuestra casa.

—Anotado, hermana. Ahora ayúdame a vestirme para que pueda recibir


al rey correctamente.
Angel

II-J
Jungkook
Odio el frío.

Odio las Tierras Heladas de Norta.

Odio el hecho de que he marchado días y días para reunirme con él Rey
Kim.

Y realmente odio lo que voy a tener que hacer.

Pero no hay otra manera. Es el reino más poderoso, además del mío,
debido a su despiadado Rey. Con un pacto establecido, podríamos
eliminar al rey Hyungsik de los Canales de Easta y al rey Minho de las
Tierras de Arena de Westa. Ninguno de los dos es lo suficientemente
fuerte para enfrentarse tanto al rey de los Volcanes de Souta como el
Rey de las Tierras Heladas de Norta.

Sin embargo, convencer al Rey helado será un desafío.

He escuchado suficientes historias sobre su padre y luego sobre él.


Cruel. Odioso. Asesino. Enojado. Mpreg. Mi asesor, Kim Namjoon,
originalmente sugirió que me casara con él rey de corazón helado. Sobre
mi cadáver. El rey me cortaría el cuello en mi sueño. No llegué tan lejos
para ser destronado y decapitado por un creador del clima con cabello
blanco. He pasado décadas perfeccionando mi propio poder y su frío
intolerable no es rival contra el fuego que puedo crear con un simple
movimiento de mis dedos. Por desgracia, no estoy aquí para quemar al
Rey hasta los cimientos. Estoy aquí para ofrecerle un incremento de
poder. Nuestros reinos, juntos, podrían gobernar sobre el resto durante
los eones por venir.
—Todavía tenemos nuestras cabezas —gruñe Namjoon cerca de mí
sobre su caballo. Tiro de las riendas.

—Alto. —Los ocho corceles se detienen, resoplando. Claramente, están


tan agitados por el frío como Namjoon y yo—. Tenemos nuestras
cabezas. Por ahora —le digo a Namjoon—. Espero que todavía las
tengamos al amanecer.

Me sonríe mientras se baja de su caballo. Namjoon es casi tan alto como


yo y musculoso. Pero a pesar de las dos décadas de edad que tiene
sobre mí, es rápido, inteligente y sagaz. Y como lo conozco desde que
solo era príncipe, he crecido confiando en él. Nuestras mentes son tan
buenas como si estuvieran cosidas juntas, porque a menudo pensamos
como uno solo. No hay nadie en quien confíe más que en Namjoon.

Me bajo del carruaje, hundiéndome hasta las rodillas en la nieve.


Agarrando mi látigo con fuerza en mi mano, me preparo para lastimar a
cualquiera que intente atentar contra mi vida. No es que Namjoon
permitiera que eso suceda, o los veinte mil soldados Volc a mi espalda.
Mi corona de hierro negro descansa pesadamente sobre mi cabeza. El
frío hace que parezca que el metal está apretando mi cráneo. Sé que el
Rey tiene poderes climáticos, y me pregunto si puede controlar la
temperatura para que mi corona se congele y se rompa sobre mi cabeza.

—Es más grande que el suyo —dice Namjoon, haciendo un gesto hacia
el enorme castillo. Está cubierto de hielo y brilla como si hubieran rociado
diamantes en las paredes.

—El tamaño no siempre es una determinación de calidad —mascullo. Se


ríe.

—Siga diciéndose eso, señor.

Estoy pensando en darle con mi látigo, pero las puertas comienzan a


abrirse, deteniendo nuestras bromas. Uno de los Ojos del Blanco, con
brillantes ojos verdes y una espada de diamante en su mano, se reúne
con nosotros.

—Indique la naturaleza de sus asuntos —dice con brusquedad.

—Estoy aquí por el Rey —replico en tono petulante.


Su postura es rígida y se endurece imposiblemente más ante mi elección
de palabras.

—Él le invita a cenar.

—¿Y la princesa?

Levanta su espada, la ira brilla en sus ojos verdes.

—Los Ojos del Blanco no solo se paran ante usted y en cada rincón de
este castillo, sino que están detrás de usted y a su lado. Están en todos
lados. Vive para respirar a las puertas del castillo del Rey porque él lo
permite. Le sugiero que recuerde en qué reino se halla.

Suelto una risa oscura.

—Ahh, protector. Estoy seguro de que al Rey le encanta eso de ti. Ahora
dime, Verde, ¿de cuál estás calentando la cama cada noche? ¿Él rey?
¿La princesa? ¿Ambos?

Gruñe y se lanza en mi dirección. Namjoon le cortaría la garganta en un


instante si se lo permitiera. Afortunadamente para Verde, estoy de buen
humor. Cuando sus ojos verdes y furiosos están a centímetros de los
míos, escupe sus palabras.

—Su flagrante falta de respeto es impropia. Mi rey tiene poca paciencia


para los juegos o las burlas. Le sugiero que entre, declare sus asuntos,
respete a su alteza y luego se vaya. —Sus ojos verdes se entrecierran—.
Es decir, si quiere irse con su cálido corazón todavía latiendo.

Ignorando al humilde soldado, lo empujo, golpeando mi hombro contra el


suyo.
Me acerco al castillo, sabiendo que si Verde intenta atacarme, Namjoon
lo destruirá.

—Sugiero que espere afuera, joven señor —le dice Namjoon a Verde
detrás de mí—. Deje que los hombres hagan negocios y no habrá
derramamiento de sangre.

Verde hará lo que le dicen porque eso es lo que hacen los soldados
como él. Obedecen. Y si su rey me quisiera muerto, me habrían atacado
a kilómetros de distancia. Nunca habría entrado en este castillo y lo sabe.
El castillo es diferente al mío, me doy cuenta mientras camino por él.
Este carece de calidez, tanto literal como figurativamente. Las paredes
son de color blanco sólido, pintadas de esa manera o formadas de hielo,
por lo que sé. Los suelos son blancos. Los techos son blancos. Tanto
blanco. Mientras camino por el pasillo, paso las yemas de los dedos por
la pared, convocando mis fuegos en el camino. Se escuchan siseos
cuando mi calor derrite las paredes congeladas en el camino que han
recorrido mis dedos.

Llego a una apertura en una gran sala. Una pintura cuelga sobre una
chimenea apagada. Kim Joon. El antiguo rey y padre Taehyung. Se ve
regio en la pintura. La realeza no gana guerras. La realeza no te asegura
pasar más allá de Norta Layke hacia las Tierras Ocultas donde espera la
legendaria Guerra Moral. La realeza no te mantiene vivo. Joon, de todas
las personas, aprendió por las malas. Olvidó su poder. Olvidó que era un
rey. Bajó la guardia.

Nunca olvidaré.

El fuego arde por mis venas, caliente y furioso. Hombres han caído a mis
pies, ardiendo de adentro hacia afuera por ofensas menores que la de
Remilgado Verde. Mi temperamento permanece controlado, pero si
siguen presionándome, no puedo hacer ninguna promesa de que seguirá
siendo así. Al no encontrar a nadie en la gran sala, pruebo con otro
pasillo largo, pasando algunos Ojos del Blanco por el camino.
Sabiamente, no intentan hacerme daño ni detenerme.

Se pueden escuchar voces y susurradas, cerca. Sigo el encantador


sonido por una puerta, hacia lo que parece ser el comedor. Antes de que
me dé cuenta, me tomo un momento para estudiarlos.

Jennie.

Cabello oscuro. Piel morena. Labios carnosos y rojos. Luce como una
Volc. Como si el fuego potencialmente ardiera por sus venas. Sin duda,
esta joven Jennie es hermosa. Las pieles grises, como las que provienen
de los lobos de hielo, son gruesas y se envuelven alrededor de su
cuerpo, ocultando lo que hay debajo. Habla en voz baja el Rey. Cuando
sus ojos azules como los de su padre se encuentran con los míos, Jennie
respira temerosa y agarra el brazo de su hermano.
Él rey Kim endereza su columna vertebral. Desde atrás, miro su cabello
blanco sedoso que está veteado de gris y azul. Enredaderas negras se
trenzan en su cabello que cuelga hasta la mitad de su espalda. Su traje
es blanco e incrustado con diamantes, arrastrándose por el suelo detrás
de él. A diferencia de su hermana, no lleva nada que le cubra los brazos.
Son muy pálidos y azulados. La necesidad de quitarme la capa y
envolverlo a su alrededor me apuñala de repente, sorprendiéndome por
un momento.

Es una excelente creador del clima. No puedes calentar lo que no quiere


ser más que frío.

Él rey se gira lentamente, recompensándome con una vista


impresionante de su hermoso perfil. Cuello largo y delgado. Su clavícula
sobresale y su mandíbula es afilada. Él hombre está más que delgado,
pero su trasero es lleno, casi derramándose desde la parte inferior de su
pantalón pegado. De su delicado cuello cuelgan piedras azules que
brillan bajo la luz natural que entra por las ventanas.

Bruscamente, gira su cabeza hacia mí, sus brillantes ojos azules se


entrecierran sobre mí. Sus fosas nasales se dilatan como si mi presencia
la repugnara. No parece estar bien. Las sombras oscuras y hundidas
bajo sus ojos, muy pintados con kohl, lo atestiguan. El azul en sus labios
no es algo que haya agregado. Es natural y poco saludable. Noto que
sus labios son más llenos que los de su hermana, tienen forma de
corazón.

¿Son tan fríos como parecen?

Él toca distraídamente su corona. Está hecha de hojas de diamante: alta,


brillante, afilada. Una de las piezas afiladas se destaca del resto. Es una
reminiscencia de la espada de diamante de Verde.

Ahhh. Rey, muestras tus cartas con demasiada facilidad. Estás enfermo.
Eres vulnerable. Te estás muriendo. Estás asustado.

Pensé que esto sería más difícil de lo que imaginaba. Pero ahora, con él
frágil rey y su asustada hermana a la vista, veo que me equivoqué.
Puede comandar a los Ojos del Blanco y ser "Él Castigador de los
Condenados", pero soy el "Buscador de la Verdad". Tengo la vista de lo
que no se debe ver. Además de mi don de fuego, también tengo una de
las mentes.
Te veo, rey helado.

Te escondes en tu castillo y ellos hacen tu voluntad, pero tu tiempo es


limitado. Estás esperando que alguien como yo te destrone y termine tu
miserable existencia. Tu deseo es mi orden, su helada majestad. Como
si pudiera sentir mis pensamientos, sus ojos azules brillan con
intensidad.

—¿Qué es lo que quieres, Volc?

Mis labios se curvan ante su flagrante falta de respeto. Soy un rey y debe
dirigirse a mí como uno.

—Vine a proponerte algo, copo de nieve —espeto mis propias palabras


amargas.

La puerta se cierra silenciosamente detrás de mí y siento la presencia de


Namjoon a mi espalda. Jennie se tensa detrás de su hermano. Espero
que él rey de hielo explote de furia. Que intente congelarme en una
estatua o alguna otra cosa horrible que se rumorea que ha hecho. En
cambio, se acerca a mí, el odio brilla en sus ojos. Noto el ligero bamboleo
de su paso.

Cuidado, rey, caerás la próxima vez que una ráfaga de viento cruce tu
castillo con corrientes de aire.

—Estás perdiendo el tiempo —se burla.


¿Por qué? ¿Porque te estás muriendo?

Sonrío y doy un paso más cerca de él. Varios Ojos del Blanco a lo largo
de las paredes se tensan. Nadie hace un movimiento contra mí.

—Tu reino y el mío son dos de los más crueles. Dos de los más
poderosos. — Todavía no intenta hacer que me maten, así que
continúo—: Quiero acceder a Norta Layke. La Guerra Moral espera.

Gruñe.

—La Guerra Moral no es más que un cuento para antes de acostarse


que los hombres cuentan a sus niños pequeños con la esperanza de que
crezcan para ser nobles y valientes.
—Quizás. Pero siempre ha sido mi deseo invadir las Tierras Ocultas,
guerra moral o no. Nadie, ni siquiera mi despiadado padre, ha pisado
esas tierras.

—Mi padre sí —dice fríamente, con un brillo de satisfacción en sus ojos


azules.

No lo insultaré. No lo insultaré. No lo insultaré.

—No comparemos a los padres —gruño, incapaz de controlar mi ira—. El


mío luchó una vez contra cincuenta mil de los condenados. Y dime dónde
estaba "El Castigador de Los Condenados" cuando eso sucedió. Ahh, es
cierto, fue asesinado por humildes nómadas. —No menciono cómo fue
asesinado mi padre.

Presiona sus labios carnosos, pero por lo demás, permanece sin


emociones.

¿Está congelado tu corazón, cruel?

—Como sabes, más allá de Norta Layke en las Tierras Ocultas, hay
territorios inexplorados. Quiero explorar esos territorios. Quiero ser dueño
de esa tierra. Si hay una guerra moral, quiero pelear en ella. Y quiero
esta unión de nuestros reinos —termino con una sonrisa siniestra—. Por
eso, propongo que un Kim se case con un Jeon.

—Soy un Rey. Un gobernante despiadado. ¿Crees que me inclinaría


ante ti, Volc? —dice con desprecio—. Hiciste tu odiosa propuesta y ahora
es tiempo de que te vayas. —Sus ojos azules brillan con diversión
malvada.

—En realidad —gruño, acercándome y pasando la punta de mi dedo a lo


largo de su clavícula fría—. Tuve una idea mejor, Castigador.

Puedo escuchar sus dientes apretarse con furia. Reírse de él lo


enfurecería. Puedo contener mi alegría, pero una sonrisa se escapa.

—Me casaré con la joven Jennie ahora que es mayor de edad —le digo a
la rey simplemente.

Jennie es doce años menor que yo, pero no me importa la diferencia de


edad. Una esposa más joven significa que será más fácil romperla.
Los labios de la rey Kim se curvan en una amplia sonrisa. Y luego se ríe.
Qué hermoso sonido de un hombre tan malvado. Sus risitas casi dulces
resuenan en el comedor. Luego, como si todo el humor se desvaneciera
en un instante, se acerca, llevando su afilada y puntiaguda uña a mi
garganta. Huele a decadencia. Demasiado bien de hecho. Mi pene sufre
una sacudida inapropiada en mis pantalones. Estoy agradecido de que
mi capa oculte el movimiento.

—Escucha, Volc. —Suspira, su aliento frío contra mi rostro—. Has


desperdiciado tanto mi tiempo como el tuyo. Vete.

Cuando abro la boca para hablar, baja su mano tan rápido que me
sorprende. El dolor me recorre el cuello. Presiono una mano enguantada
contra mi garganta.

¡Este maldito cruel me cortó!

Jennie me sonríe mientras él rey Kim me mira con furia.

—Oh, copo de nieve, has elegido incorrectamente —digo, atrapando la


mirada de Namjoon escondido en la esquina. Con un chasquido de mi
látigo en el suelo a nuestros pies, le indico a mi asesor que haga lo que
mejor sabe hacer.

Es hora de agregar algo de color a este reino. El rojo siempre ha sido


uno de mis favoritos.
Angel

III-T
Es realmente un miserable. Tal como asumió Jennie. Un hombre terrible
con un rostro que podría hacer que incluso los corazones más fríos se
incendiaran. Una mirada y he sido hechizado.

Según los rumores, el rey Jeon era viejo. Horrible. Feo. Pero con una
mirada a su mandíbula definida, sus mejillas perfiladas y sus ardientes
ojos color ámbar, se demostró que esas teorías eran erróneas. Su afilada
corona de hierro se asienta orgullosamente sobre su desordenado
cabello negro. Su piel es de un tono bronceado cálido. Es la sonrisa
torcida y malvada la que hizo que mi corazón trastabillara en mi pecho.

Por dos segundos enteros.

En algún lugar en lo profundo de mí, ese chico de antes todavía vive.


Había esperado que viniera a elegirlo como novio. Todavía habría
rechazado sus avances, pero de todos modos me habría sentido
halagado.

Pero no.

El Volc con fuego en sus venas no quería un rey. Quería una joven
princesa. Mi hermana. Una inocente. Este rey malvado emana
malevolencia y crueldad. Nunca en mil años le permitiría casarse con un
monstruo así.

Él sostiene su cuello con su mano izquierda enguantada mientras levanta


la otra mano que sostiene el látigo. He escuchado historias de ese látigo
suyo. Que puede cortar a uno de los condenados en dos con un golpe
fuerte. Empujo a Jennie detrás de mí.

Sus ojos ambarinos se encuentran con los míos, odiosos y calculadores.


Con un rápido movimiento de su brazo, golpea el látigo a mis pies y nos
obliga a Jennie y a mí a retroceder. Detrás de él, uno de sus hombres se
desliza hacia adelante, desenvainando dos espadas.
Los Ojos del Blanco lo matarán.

Y luego colocaremos la cabeza del rey Jeon en una bandeja para


enviarla de regreso con su inútil ejército. Los Volcs pueden llorar la
pérdida de su rey, pero no me sentiré culpable. Nadie entra a mi tierra y
amenaza con quitarme a mi hermana.

¡Crack!

Jennie grita detrás de mí cuando nos obligan a retroceder más hacia la


pared del fondo. Los ojos del rey Jeon se entrecierran mientras nos lleva
a un rincón.

¡Crack!

El látigo golpea la parte inferior de mi capa, esparciendo diamantes por el


suelo. Su sonrisa es siniestra. El monstruo claramente está disfrutando
esto.

Alcanzando mi corona, aflojo mi hoja de diamante. Una vez está en mi


mano, que todavía está manchada con su sangre, estoy listo para
desollarlo. Tentativamente aparta su mano enguantada de su garganta.
La sangre ha dejado de fluir. Con sus ojos en los míos, muerde la punta
de su guante y saca su mano del material. El guante cae al suelo y lleva
la punta de su dedo a la parte superior de su corte. La punta brilla en
color naranja rojizo mientras la desliza por la herida abierta,
cauterizándola. Mi estómago se revuelve cuando el olor a carne
quemada invade mis fosas nasales. Tiene un don muy obvio. Los
rumores eran ciertos.

Mi propio don me ha abandonado.

No soy rival contra un creador de fuego. Un gruñido me roba la atención


del poderoso rey hacia a mis hombres. La habitación está pintada de rojo
mientras su hombre mata a cada uno de los Ojos del Blanco. Su hombre
es superado en número, pero los corta muy fácilmente.

Jennie gime detrás de mí. Espero que sepa que tan pronto como se
presente la oportunidad, debe correr. Moriré antes de dejar que este
hombre se lleve a mi hermana. Se aleja detrás de mí, aparentemente
consciente de mi plan tácito. Cuando el rostro malvado y bello del rey se
vuelve hacia ella, hago mi movimiento. Con un chillido, cargo hacia el rey
de fuego.

Lanzándome, extiendo mi hoja, esperando tocarlo. En el último momento,


se aparta y me hace tropezar. Su látigo corta el aire y la parte posterior
de mi ropa, enviando más diamantes rodando por el suelo. Pero la
distracción fue suficiente. Jennie corre por el mar de cadáveres hacia la
puerta.

Me abalanzo sobre el monstruoso rey e intento apuñalarlo con mi cuchilla


de diamante. Me empuja hacia atrás, le grita algo a su hombre y luego
me da un latigazo. La cuchilla de diamante cae de mis manos,
rompiéndose a mis pies. Sus ojos color ámbar casi brillan cuando me
rodea. Este es el momento donde muero. Pero mi hermana será libre.

Un grito resuena en el comedor y aparto los ojos de mi oponente en una


búsqueda
desesperada de Jennie. El hombre, el asesino que mató a todos mis
hombres en esta habitación, la tiene en sus manos.

—¡Nooo! —grito, cargando en su dirección.

Cuando el hombre la arrastra fuera de la habitación y de la vista, un


brazo se desliza alrededor de mi torso. Forcejeo contra un pecho firme y
fuerte.

—¡Déjame ir!

—Por supuesto que no, copo de nieve —gruñe—. No hemos terminado


de negociar.

Me suelta por un momento y luego ata mis muñecas detrás de mí con su


látigo. Antes de que pueda salir corriendo, me tira sobre su hombro como
si no pesara. Mi corona cae al suelo, rompiéndose en dos. Grito por
Seojoon, pero me encuentro con el silencio. El rey Jeon pisotea charcos
de sangre mientras cruza mi castillo.

—¿A dónde llevó a Jennie? —exijo, parpadeando las lágrimas de


derrota—. No le hagas daño, Volc, o que me ayuden, porque voy a
desollarte.

Se ríe como si me hallara aquí solo para su entretenimiento.


—Peleas mucho para alguien que está a mi merced. Estás atado y en
mis brazos, pero sigues amenazando.

Me contoneo e intento liberarme de su agarre, pero fallo. Me sentía débil


antes de que él apareciera y ahora estoy completamente agotado.
Cuando golpea mi culo con fuerza, acepto la derrota momentánea. Cruza
mi castillo, prueba puertas y murmura para sí mismo. Finalmente, sube
los muchos escalones para acceder a mi torre.

—Ahhh, esta habitación tiene tu aroma. Creo que vamos a negociar aquí.
—Me golpea el culo otra vez, pero ni siquiera me estremezco. Me deja
caer sobre la cama. Tengo la necesidad de hundirme bajo las pieles y
dormir por la eternidad. Estoy tan cansado. Tan débil. Tan roto.

—Desátame —digo casi sin voz. Arquea una ceja y sonríe.

—¿Algo más, su helada alteza?

Siseo.

—Dijeron que eras una fuerza a tener en cuenta. No estaban


equivocados —dice mientras se sienta al borde de la cama—. Pero todo
fue por espectáculo, ¿mmm? Mira con qué facilidad capturé al rey y lo
tomé como mi prisionero.

Su mano se dirige hacia mí. No tengo la energía para alejarme. Un


escalofrío me recorre cuando palmea mi muslo sobre mi pantalón de
seda. El calor irradia a través del material.

Es tan cálido.

Estoy mareado por la forma en que se siente. Tan inusual. Tan


agradable.

Concéntrate, Taehyung. Es el enemigo.

Empiezo a alejarme, pero sus dedos aprietan mi muslo. El calor se


vuelve más intenso. No es suficiente para lastimarme. Ciertamente me
tiene cediendo ante él por miedo a qué más pueda hacer. Me quedo
quieto, mis ojos buscando los suyos.

—¿Por qué mi hermana? —murmuro—. Es la única familia que me


queda.
Me frunce el ceño, aflojando su agarre.

—No dije que la iba a matar, rey. Solo quería casarme con ella. ¿Eres
siempre tan terco y protector? Es como si hubiera un corazón escondido
debajo de todas esas capas de hielo

—Taehyung.

Su ceño se arquea.—¿Qué?

—Puedes detenerte con todos los nombres, Jeon. Me llamo Taehyung.

Mueve su mirada por mi cuerpo, deteniéndose en mis labios, antes de


que sus orbes ámbar se claven en los míos.

—Taehyung. Un hermoso nombre.

Espero a que explique o me llame rey helado otra vez. Nada sale.

—Soy Jungkook.

Un escalofrío hace temblar mi cuerpo y frunce el ceño.

—Pensé que te gustaba el frío —gruñe, sus orbes ámbar destellando con
ira y confusión.

—Soy el frío —murmuro débilmente.

Retira las pieles de debajo de mí antes de cubrirme con ellas. Luego, sus
palmas presionan mi hombro y mi cadera, su calor me calienta a través
de las pieles. Cierro los ojos y me deleito en el calor. Se me saltan las
lágrimas cuando reprimo un sollozo de alivio.
Jungkook sale de la cama, pero el calor que me regaló permanece. Estoy
a punto de dormirme, agradecido por la mayor comodidad que he tenido
en años, cuando lo escucho arrojar troncos a la chimenea.

Un grito espeluznante deja mis labios.

—¡Jungkook, no!

Se pone de pie, desenvainando su espada mientras sus ojos buscan en


la habitación.
Pero no tengo miedo a los hombres.
—L-las e-esporas de sichee —digo con voz ahogada—. E-el fuego las
eclosionará.—Me muevo hasta que me siento en la cama, las pieles se
deslizan de mí, una vez más robando mi calor. Pero tengo que proteger a
Jennie.

Entrecierra sus ojos hacia mí.

—¿Qué pasa si eclosionan?

Todo mi cuerpo tiembla.—E-escapan. Jennie es alérgica. P-podría...


morir.

—¿Orugas sichee? —pregunta, arrodillándose y bajando su espada para


poder asomarse a la chimenea.

Asiento cuando la chimenea estalla en llamas.

—¡Nooo! —Me tambaleo desde la cama, tropezando con mi capa rota


mientras corro hacia él.

Con movimientos rápidos, se pone de pie y me atrae contra su pecho.

—Cálmate, Taehyung. —Su tono es feroz y dominante.

Miro las llamas parpadeantes con mi bota preparado y listo para pisotear
las orugas. La encontrarán. No puedo dejarlas escapar.

Sus fuertes dedos aprietan mi mandíbula, obligándome a mirarlo. De


cerca, puedo ver manchas de oro en sus ojos ambarinos. Es
verdaderamente demasiado guapo. No debería permitirse. Estoy
distraído por él.

—No hay esporas de sichee —me asegura, frunciendo el ceño.

—P-pero mi sirviente. Ha verificado esta mañana.

Aprieta la mandíbula.—Tu sirviente estaba equivocado. Tal vez deberías


decirme su nombre para que yo también pueda encender un fuego
debajo de él. —Su pulgar pasa por mi mandíbula—. He tenido un largo
viaje aquí y necesito descansar. Te estás desmayando sobre tus pies.
Hablaremos al amanecer.
Grito con sorpresa cuando me toma en sus brazos. Me lleva a la cama y,
una vez más, me coloca sobre ella. Esta vez, sin embargo, se quita las
botas y la capa antes de colocar su corona en la mesa al lado de mi
cama. Lo fulmino con la mirada mientras arroja más capas de ropa. Pero
cuando se quita la última prenda que cubre su pecho, me quedo
boquiabierto. Sus músculos están perfectamente formados y abultados.
Estoy hipnotizado por los surcos que cortan la parte inferior del
estómago. Y el oscuro rastro
de vello que desaparece en sus pantalones...

—Estoy demasiado cansado para las cosas malvadas que has planeado,
copo de nieve —dice con una sonrisa oscura—. Mañana podremos
negociar adecuadamente.

Se sube a la cama y nos cubre con las mantas. Su palma encuentra mi


cadera, atrayéndome más cerca. El calor es casi adictivo. Odio lo fácil
que ha avivado la locura dentro de mí. Debería estar tratando de escapar
y salvar a mi hermana. No esperando que me acerque para poder dormir
sin temblar por una vez en mi miserable vida. Como en sintonía con mis
pensamientos, me acerca. Su aroma no es familiar, pero agradable. Los
reyes malvados y mezquinos no deberían oler bien. Dejando escapar un
suspiro, cedo ante el hecho de que soy su prisionero. Al menos por la
noche.

Es por eso que descanso mi frente contra su pecho.

Es por eso que no me revuelvo por la forma en que su pulgar roza mi


cadera.

Es por eso que caigo en el primer sueño profundo y cómodo en años.


Angel

IV-J
Temblores.

Me despierto con temblores.

No míos, sino del rey helado. Todavía no ha amanecido y el fuego se ha


extinguido. Agarro su brazo desnudo e invoco mi fuego.

Lentamente, guío mi palma por la longitud de su brazo delgado hacia


donde mi látigo lo tiene atado por detrás. Sus dedos están aún más fríos
debido a la falta de circulación.

No lo desates. No lo hagas.

Ignorando mis propios pensamientos cuerdos, aflojo el látigo para poder


liberar sus manos. Luego, muevo ambas extremidades hasta que se
acurrucan delante de él entre nosotros. Poniendo mi mano sobre sus
brazos, aumento el nivel de calor, esperando calentar sus brazos
helados.

Pero, ¿por qué?

Porque necesitamos negociar y no puedo hacerlo con un rey muerto. Sin


embargo, si está muerto, las negociaciones son un punto discutible.
Puedo tomar lo que quiera.

No se supone que sea tan fácil. El hambre por la verdad se convierte en


una bestia voraz dentro de mí. ¿Por qué está tan débil? ¿Por qué no
convoca sus habilidades para manipular el clima? ¿Por qué se está
muriendo él rey de corazón helado?
Fue hace solo unos años que supe del castigador cuando aniquiló a los
condenados. Los testigos se presentaron, siempre recompensados
generosamente por sus verdades, para dar testimonio de su grandeza.
Cuchillos y lanzas hechos de hielo se disparaban de sus manos,
matando a los condenados como si no fueran nada. Los testigos dijeron
que era aterradoramente hermoso. Más poderoso y malvado que su
padre.

¿Qué pasó?

Cuando llegué a las Tierras Heladas de Norta para reunirme con el rey
Kim, investigué todo lo que había que saber sobre él. Su madre y su
muerte prematura. Su padre y su madrastra. Su hermana. Su ejército de
Ojos del Blanco. Y él. En ninguna parte de mi búsqueda de la verdad
encontré algo que indicara que era débil, incapaz de usar su habilidad y
moribundo.

No me debería importar.

Es un obstáculo en mi camino.

Ahora, puedo saltar fácilmente sobre él en mi último viaje a las Tierras


Ocultas. Algo siniestro acecha más allá de las historias y los secretos.
Los susurros de los monstruos que se alimentan de carne humana me
hacen mucho más ansioso por buscar esta guerra moral y matar a los
que están en el lado equivocado. No me gustaría nada más que pasar
por alto esta terrible experiencia con Taehyung, ignorándolo como si
fuera insignificante.

Pero ese no es quien soy.

No dejo piedras sin remover. No sería el poderoso rey buscador de la


verdad que soy hoy si lo hiciera. Soy meticuloso cuando se trata de
conocer a mi oponente. Con el rey que se desvanece, siento que no sé
nada. Eso va a cambiar. Comenzando ahora.

Me levanto de la cama, asegurándome de meter las pieles alrededor de


Taehyung antes de vestirme. Me pongo la capa, enrollo mi látigo y lo
engancho a mi cinturón, y luego coloco mi corona sobre mi cabeza.
Ahora que nos hemos apoderado del castillo, tendré que reunirme con
mis hombres. Los Ojos del Blanco siguen el estricto mandato de su rey.
Es decir, no derramarán sangre a menos que él les indique que lo hagan.
Caminando hacia la ventana, confirmo mis pensamientos. Mi ejército de
veinte mil Volcs cubre la nieve virgen con carpas negras y hogueras
mientras acampan. Los Ojos del Blanco deben mantener su posición.
Tendré que asegurarme de que mis hombres sepan permanecer firmes
mientras continúo con mi visita al rey.

Al escabullirme de las habitaciones del Rey, me complace encontrar a


dos Volcs que protegen mi puerta. Hoseok y Yoongi. Dos de mis
mejores.

Cierro la puerta y asiento a Yoongi.

—El castillo está asegurado, señor —afirma Yoongi—. Los Ojos del
Blanco no están contentos, especialmente su líder, Seojoon, pero se
mantienen firmes.

—¿Y la princesa? —pregunto con una ceja levantada. Hoseok habla:

—Me he reunido con Namjoon esta mañana. Está alterada. Preocupada


hasta la muerte por su hermano. Exigiendo hablar con él. Namjoon la
tiene recluida. No escapará, pero no la ha dañado.

—¿Dónde está Seokjin? —Mi atención está de vuelta en Yoongi.

Se abstiene de poner los ojos en blanco.

— Seokjin está haciendo un berrinche que enorgullecería a los pequeños


en casa.

Arqueo una ceja.—¿Y por qué es eso?

—Porque no puede trabajar en estas condiciones —imita Hoseok en un


tono suave.

—¿Debo recordarle para quién trabaja, su alteza? —gruñe Yoongi,


siempre ansioso por castigar.

Se me escapa una risa. Mi chef personal es todo un príncipe malcriado.


Siendo un rey, nunca puedes ser demasiado cuidadoso. Confío en el
hombre de amplios hombros que siempre se queja tanto como confío en
Namjoon. Si alguna vez hubiera deseado hacerme daño, lo habría hecho
hace mucho tiempo. Seokjin, a pesar de ser quisquilloso, hará su trabajo.
Se enorgullece de hacer las mejores comidas sin importar las
circunstancias. Incluso en el campo de batalla me sirven deliciosas
comidas para mantenerme fuerte.

—Seokjin lo resolverá —le aseguro a Yoongi—.Una vez lo haga, tráeme


algo de comer esta mañana. Suficiente para el rey también.

—Todavía vivo, ¿sí? —pregunta Hoseok—. Se rumoreaba que apenas


estaba en pie ayer.

Su comentario me irrita.

—Informa a Seojoon de que está vivo y bien. Y quien está comenzando


rumores está jugando con fuego —gruño, mis ojos se entrecierran en
él—. Silencia los rumores. Él rey está bien y estamos haciendo un trato
para casarme con la princesa. ¿Entendido?

Hoseok asiente rápidamente, reprendido.

—Por supuesto, señor. ¿Algo más?

—Después veré a Namjoon. Asegúrate de que la princesa permanezca


segura. Necesito hablar con Namjoon sobre algo bastante importante.

Despido a los dos hombres con un gesto de mi mano y luego vuelvo a


entrar en la habitación. Él rey ha rodado sobre la cama, ahora frente a la
puerta. Sus ojos azules están fijos en mí. No intenta atacarme o escapar.
No estoy seguro de que tenga la fuerza para intentarlo.

—¿Mi hermana?

—A salvo. Lo están cuidando. En todo caso, está volviendo loco a


Namjoon con todas sus quejas sobre protegerte.

Una sonrisa toca sus labios.

—Me cuida.

Me acerco a la cama y me siento al final, cerca de sus pies.

—Los Reyes no suelen necesitar cuidados. ¿Por qué tú sí?

Junta sus labios carnosos y azulados.


—Nada de tu incumbencia.

—Por supuesto que sí —digo con un resoplido—. Soy el "Buscador de la


Verdad". Todo es de mi incumbencia. Igual que cortar a los condenados
es tu preocupación. A pesar de que...

Sus ojos se estrechan hacia mí.—¿A pesar de qué? Escúpelo, Volc.

Este débil y moribundo rey es tan ardiente. Me dan ganas de avivar ese
fuego interior. Mi polla se sacude en respuesta a las imágenes que
inundan mi mente.

—Si estás sentado en tu torre, muriendo de frío, ¿quién elimina a los


condenados, Castigador? ¿Envías a tus muchachos a matarlos en tu
nombre? ¿Cuántos mueren protegiéndote, mmm?

Sus fosas nasales se dilatan.

—Los Ojos del Blanco están bien entrenados. Destruirían a tus Volcs
inútiles con el chasquido de mis dedos. Nunca me insultes ni a mi
ejército. El hecho que no esté allí con ellos no significa que no estén
ganando la guerra continua que tenemos con los condenados. —Me
menosprecia—. Durante siglos hemos limpiado los desastres de los
Volcs. Maldicen esas almas y las expulsan de sus tierras. Justo a las
nuestras. Y tenemos que eliminarlos. Dime dónde está el poder,
Jungkook.

Mi nombre en sus labios me tiene haciendo una pausa por un momento.


Desearía que lo dijera de nuevo.

—Tal vez hemos estado esperando secretamente que los condenados


los alcancen a todos. Que, en algún momento, todos ustedes se
volverían locos como ellos. Entonces, sería mi ejército el que lograra
vencer al final. Algunos movimientos son tan estratégicos que tardan
siglos en realizarse.

—¿Siempre eres así de arrogante y repugnante? —espeta, sus ojos


azules parecen brillar más.

—Mis consortes en casa no creen que sea repugnante en absoluto. —Le


guiño un ojo—. Ahora concéntrate, tu frialdad. Quiero la verdadera
historia. ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué estás en esta torre sintiendo pena
por ti mismo?

Se lanza de la cama para clavarme las uñas en el rostro. Siseo por el


dolor frío cuando mi carne se abre bajo su ataque. Su furia es de corta
duración, ya que fácilmente sujeto su cuerpo sobre la cama debajo del
mío más fuerte.

—¿No aprendiste la primera vez, Rey? —gruño, sujetando sus muñecas


con mi gran mano—. No puedes lastimarme.

Lucha y me maldice, pero no va a ninguna parte.

—Suéltame —chilla—. ¡Ahora!

Ignorándolo, levanto mi mano delante de él. Mientras convoco mi fuego,


miro sus ojos. Sus ojos azules brillan cuando se queda paralizado por la
forma en que mis dedos relucen en un rojo anaranjado. Lentamente, los
arrastro a lo largo de mis rasguños, sellando las heridas.
Se le contrae la nariz.

—Hueles a cerdo asado.

—Y te ves hambriento —me burlo, lamiéndome los labios mientras froto


mi erección contra su cuerpo blando. Me encanta la forma en que su
boca se abre y sus pestañas se agitan.

¿Por qué? ¿Por qué te encanta, Buscador de la Verdad? Porque, ¿quién


quiere una princesa cuando podría tener a un rey? Esa es mi verdad.

Deja escapar un suspiro que es tan frío que me duele la nariz. Ah, sí.
Necesito a la princesa porque él rey se desvanece ante mis propios ojos.
Necesito fuerza. Necesito poder. Necesito acceso a las Tierras Ocultas.
La guerra moral es real, lo sé. Este rey de hielo es solo un trampolín para
llegar allí. No se supone que le dé la vuelta y vea lo que se esconde
debajo. Se supone que debo usarlo.

—Cuando cumplí dieciocho años, comenzó —murmura Taehyung, sus


ojos cada vez más tormentosos.

Aflojo mi agarre sobre sus manos y lo dejo ir para pasar mi palma por su
brazo y calentarlo una vez más. Cuando llego al hueco debajo de su
cintura, me quedo allí antes de pasar mi mano sobre su trasero lleno.
Jadea, lo que no hace nada para ayudar al estado de mi pene. A
regañadientes, muevo mi palma hacia sus costillas y la mantengo allí,
con la esperanza de aumentar la temperatura de su cuerpo.

¿Por qué? ¿Por qué hacerlo sentir cómodo? Porque puedo.

Simple como eso.

—Continúa —insto, mi pulgar rozando un diamante cosido a su camisa.

—Estaba enojado —susurra—. Recibimos visitantes de la patria de mi


madrastra. Una prima y su esposo. Eran tan... felices. Cinco niños. Todos
estaban sonriendo y corriendo por el palacio sin preocuparse por el
mundo. Eran buenos padres que realmente se amaban. Se notaba en
sus sonrisas y la forma en que se tocaban entre sí. — Aprieta los
labios—. Tenía a Jennie. No era hija mía, pero era responsable de todos
modos. Amo a mi hermana, pero en ese momento, lo resentí. Algún día
tendría la vida de su prima. Todo porque yo lo haría posible para ella. —
Traga saliva y la culpa brilla en sus ojos—. Pero, ¿quién lo haría por mí?
Nadie. Me resigné al hecho de que nunca tendría normalidad.

—Eres un rey —le recuerdo—. Mejor de lo normal.

Una pequeña sonrisa curva sus labios cuando sus ojos azules
encuentran los míos. Mi corazón se tensa en mi pecho. Entonces,
cambia su expresión mientras continúa:

—La ira ardía dentro de mí. Quería hacer algo. Destruir algo. Herir a
alguien. No puedo explicar la ira. Era como una bestia viva dentro de mí.

No muy diferente a como convoco mi fuego. Interesante. Tenía casi


dieciocho años, con resentimiento después de que mi madre hubiera
muerto. La emoción extrema saca a relucir las habilidades. Una vez
aprendí el sentimiento, pude manipularlo fácilmente para mi ventaja. Se
convirtió en una segunda naturaleza. Tan fácil como respirar.

—¿Entonces qué?

—Nunca me había encontrado con los condenados antes. Solo había


escuchado las historias que contaba mi padre. Los había visto desde
lejos. —Sus ojos atormentados se clavan en los míos—. El miedo
siempre había sido el impulso motivador en todo lo que hacía. Pero esta
vez, la ira me acompañó por nuestras tierras hasta un nido de ellos.

Frunzo el ceño ante la imagen de un joven Taehyung caminando solo por


las tierras cubiertas de nieve, enojado y secretamente asustado. Justo
hacia un nido de los condenados. Suicidio. Un nido generalmente
contiene cientos, si no miles de ellos.

—Duermen, sabes —susurra—. Acurrucados juntos por calor. Así


recuerdan a las personas que eran antes.

Cuando habían asesinado, robado, violado o cualquier otro delito que los
desterraría. Los condenados no eran buenas personas. Son monstruos
que son castigados siendo forzados a la locura y luego conducidos a sus
muertes heladas. Mi gente, y lo mismo con la de Easta y la de Westa, los
llevan a Equatoria. Páramos baldíos. Nada vive aparte de los árboles de
kimilla, repletos de frutas jugosas, suplicando ser mordidas. No importa
cuán fuertes sean esas personas o que sepan lo que la fruta les hace,
siempre sucumben. El hambre y la sed harán que los hombres más
fuertes se marchiten y cedan ante la tentación. Pero el fruto es el
principio del fin para ellos. Estropea sus mentes y destruye su cordura. Y
cuando los páramos se llenan demasiado, los Volcs los matan, pero no
sin antes perseguir a un buen número de ellos directamente hacia las
Tierras Heladas de Norta.

—Estaba tan enojado por ser débil. Enojado por no tener un futuro de mi
propia elección. Enojado con los que eran felices. Enojado por no tener
los dones que tenía mi padre. —Una lágrima se desliza por su sien—.
Quería morir.

La furia burbujea dentro de mí. Es un rey. Los reyes no se rinden porque


las cosas no van a su manera. Grita debilidad. No es de extrañar que se
esté desvaneciendo. Taehyung no es digno de ser rey. Su corazón no
está en ello.

—Me paré ante ellos —susurra—. Esperé. Y luego me olieron. Solo uno
al principio. Levantó la cabeza y sus ojos sin alma encontraron los míos.
Famélico. Comen carne humana, sabes.

Sí, lo sé. He visto a muchos de mis hombres con la garganta arrancada


por estos salvajes descerebrados.
—Emitió un grito de algún tipo que alertó al resto. Entonces, todos sus
ojos negros estaban sobre mí. Incluso los pequeños.

Los condenados pueden perderse en la locura, pero tienen una


necesidad inherente de reproducirse. Pero crían más monstruos. Los
niños son lo peor. La mayoría no vive más allá de la infancia porque sus
padres son negligentes, pero algunos sí. Y a medida que crecen, son
más salvajes que los demás. No hay recuerdos de lo que se siente ser
humano.

Pequeñas criaturas horribles.

—Me atacaron. —Respira, sus ojos azules brillando más—. Corrí. Tan
rápido. Quería morir, pero no lo hice. Simple como eso. El miedo
ahuyentó mi ira y corrí por mi vida. Cuando imaginé cómo se sentiría ser
comido por esas cosas, exploté de emoción. La bestia que asumí era la
ira que vivía dentro de mí rugió, Jungkook. Se liberó y salió. —Levanta
una mano entre nosotros—. La bestia vino a través de mis manos. Fría y
malévola. Necesitaba escapar. Entonces, apunté a la bestia hacia ellos.
Hacia las cosas. — Parpadea varias veces antes de que una siniestra
sonrisa aparezca en su rostro—. La bestia era mi don. Frío. Hojas de
diamante. Armas hechas de hielo. Iluminé el cielo nocturno con una luz
azul brillante mientras los destruía. Todos ellos. Incluso los pequeños. En
cuestión de minutos, había acabado con todo el nido.

—Encontraste tu don, Castigador —digo, satisfecho con el giro en la


historia—. Ahora dime cómo lo perdiste.
Angel

V-T
No odio el calor.

Ni siquiera un poco.

Su calor me descongela. Me hace pensar con más claridad de lo que lo


he hecho en algún tiempo. Aunque es un hombre terrible con intenciones
nefastas hacia mi hermana, en secreto, no puedo evitar agradecerle que
me haya despertado de mi niebla.

Puede que sea absolutamente delicioso de mirar y atraer, pero sé qué


es. Quién es. Es un enemigo que se propone destruir lo que es mío.
Tomar lo que es mío. Nunca permitiré que eso suceda.

—Todavía tengo mi don —miento, estrechando mis ojos hacia él. El


hombre locamente hermoso sonríe.

—No, no lo tienes.

—Solo porque me abstuve de usarlo, no significa que no lo tenga


todavía. — Ahora, esa es la verdad. Sé que vive dentro de mí. La bestia
está inactiva y durmiendo. Débil y moribunda. Pero sigue ahí.

—Supongo que creo eso. Dime por qué eres tan débil. ¿Cuándo empezó
eso? ¿Es una condición que se transmite de tu madre?

La mención de mi madre me hace estallar de furia. Intento apartar su


gran cuerpo del mío mientras un gruñido escapa de mí.

—¡Suéltame! —Antes de que pueda volver a arañar su rostro, sus rasgos


se deforman en algo aterrador mientras me sujeta las muñecas una vez
más.
—Vuelve a arañarme y te azotaré el trasero —gruñe.

Lo miro boquiabierto, sorprendido. Imágenes de mí inclinado sobre la


cama con el pantalón bajado hacen que un calor indeseable inunde mis
mejillas.

—No te atreverías.

—Sería un gran placer enrojecer tu culo, rey.

—Eres exasperante —siseo—. ¿Cómo soporta tu gente tu presencia? —


Le entrecierro los ojos—. Oh, es cierto. No lo hacen. Saquean y atacan a
otros para ser desterrados a Equatoria solo para alejarse de ti. —Me rio
de él—. También comería la kimilla si me alejara de ti.

—Tus púas nunca me penetrarán —dice con una mirada engreída—.


Aunque te aplaudo por intentarlo.

Estoy a punto de maldecirlo un poco más cuando un dolor agudo se


apodera de mi estómago. Gimoteo y cierro los ojos. Estos dolores se
producen más a menudo últimamente. Son seguidos por mareos y
debilidad. Todo me revuelve el estómago — como le pasó a mi madre al
final—, y lo único que me ayuda es mi té de farsop y mis tónicos. Si no
fuera por el conocimiento desesperado de Jennie de lo que me robó a mi
madre y su deseo de asegurarse de que no corra la misma suerte, habría
muerto hace mucho tiempo. La nariz de Jennie siempre está metida en
un libro de tónicos, buscando cualquier cosa que ayude con mi condición.
El tónico de billibones me quita los dolores de estómago. El tónico de
hojas de voxin me da energía. El tónico de bayas amarillas es conocido
por atacar enfermedades ocultas. Al tomarlo diariamente, mantengo a la
muerte a raya.

—Necesito mis tónicos —murmuro—. Por favor. Mi hermana se quedaría


sola si muriera.

—Me tendrá —responde, con un malvado brillo en sus ojos.

—No de buena gana —espeto—. Tal vez podamos llegar a un acuerdo.


Uno que nos convenga a todos. Pero no puedo hacerlo bajo tierra.

Antes de que pueda responder, hay un golpe en la puerta. Por un


momento, mi corazón se agita mientras espero que sea Jennie. Pero
luego recuerdo que nunca llama. Es mi hermana y va a donde yo vaya.
Somos dos mitades de un todo.

—Entra —espeta Jungkook, soltándome para poder sentarse.

Un hombre entra llevando una bandeja. Otro lo sigue. Sus miradas


curiosas encuentran la mía. La mirada de uno de los hombres se queda
en mi cuerpo. Me cubro con las mantas para que no me mire.

—¿Dónde están Hoseok y Yoongi? —exige Jungkook, acechando a los


dos hombres.

—Reunidos con Namjoon—dice el que tiene ojos curiosos.

La mandíbula de Jungkook se aprieta mientras lo mira con ojos brillantes.

—¿Cómo sé que esta comida es segura para su consumo, Hyunjin?

Hyunjin mueve la cabeza hacia la puerta. Un hombre alto y con el rostro


guapo se acerca.

—Siempre debe confiar en Seokjin—dice el hombre—. Ya lo sabe.

Jungkook e relaja visiblemente.

—Confío en que esta comida sea apta para un rey.

Seokjin jadea como si Jungkook lo hubiera golpeado.

—Le ruego me perdone, su alteza... ¿se atreve a insultar al mejor chef de


todas las tierras?

Hyunjin y el otro hombre se ponen tiesos. Como si tuvieran miedo de la


ira de Jungkook. Pero, al parecer, Seokjin tiene libertad para hablar
libremente con Jungkook porque su rey simplemente se ríe.

—Mis disculpas, Seokjin—dice Jungkook —. Esperamos ansiosos tu


comida.

Jungkook espide a los tres. En cuanto se van, me siento e intento


ponerme de pie. La habitación da vueltas lentamente a mi alrededor.
—N-no voy a comer e-eso —digo, presionando mi mano contra mi
estómago mientras otro dolor me atraviesa—. Probablemente esté
goteando veneno.

Jungkook levanta la tapa de algo sabroso y recoge un trozo de carne. Lo


mete en su boca, masticando de forma desagradable, y chupa la grasa
de sus dedos.

—Todavía estoy vivo.

—Desafortunadamente —me quejo.

Toma otro pedazo de carne del plato y se acerca a mí. Su mano libre se
aferra a mi cadera mientras sostiene la carne humeante.

—Come.

Los dolores se están volviendo demasiado. Necesito mis tónicos. Cálidas


lágrimas inundan mis ojos. Voy a perecer en una muerte dolorosa como
la de mi madre. Jennie estará sola. Jungkook la tomará y no se sabe qué
hará con ella. ¿Violarla? ¿Obligarla a llevar a sus hijos? El pensamiento
hace que la bilis suba por mi garganta.

—Come —espeta, su voz ya no tan juguetona como antes—. Te estás


consumiendo, rey muerto. Este pollo tiene más carne en sus huesos que
tú.

Negando, junto mis labios. No hay forma de que pueda comer. No en


este momento. No cuando siento que los dolores me van a hacer vomitar
en su lugar. Me agarra la garganta y aprieta. Grito sorprendido. En el
momento en que mi boca se abre, mete la carne dentro. La bondad
salada golpea mi lengua y casi gimo por el sabor. ¿Cuánto tiempo ha
pasado desde que he comido algo tan delicioso?

Años.

Y por una buena razón.

Las comidas pesadas empeoran mi condición.

Gimoteo y me atraganto con la comida. Su agarre en mi garganta se


afloja a medida que sus labios se acercan a los míos. El cálido aliento me
hace cosquillas mientras habla.
—Traga, Taehyung.

Me las arreglo para pasar la comida. Mi estómago se tensa


violentamente. Las lágrimas caen por mis mejillas. La bestia dentro de mí
hace sonar su jaula en algún lugar en las profundidades de mi alma.

Mátalo. Mátalo por humillarte. Por exponer nuestra debilidad.

En lugar de matarlo, me siento en el borde de la cama, tratando


desesperadamente de liberar a mi bestia. Nada. Jungkook se acerca a la
mesa y vuelve con un plato lleno de todo tipo de golosinas.

Es un desastre. La comida se toca. Todo está apilado, los jugos de un


manjar se mezclan con otros. Es repugnante mirar. Completamente
diferente a las agradables y ordenadas hileras de pastas o panes que
estoy acostumbrado a consumir. Usa un tenedor para recoger algo
marrón claro y crujiente. Los dolores en mi estómago han regresado,
pero en lugar de estar asqueado por la comida que me presenta, es
como si mi estómago la anhelara. Suplicara por ello.

—Necesitas esto —dice suavemente, sus ojos ámbar perforándome—.


Esa es tu verdad. Está escrita en tus huesos protuberantes y tu carne
pálida.

Me alcanza el aroma de lo que ofrece y casi dejo escapar un sollozo.


Derrotado, abro la boca y dejo que el rey buscador de la verdad me
alimente. Mordisco tras mordisco. Cada comida más decadente que la
anterior. Mi estómago se estremece y protesta, pero los dolores
disminuyen. Cuando niego después de casi consumir todo el plato, no
me fuerza más. Simplemente rellena el plato y devora su propio
desayuno. Una vez ha terminado, se sienta de nuevo a mi lado.

—Ahora comerás como un rey —me dice con fiereza, con sus orbes
ambarinos encendidos como si esperara que lo retara.

No sobre esto. Me siento extrañamente reconfortado por la forma en que


me alimentó y secretamente complacido de que ahuyentara los dolores
que solo el billibon suele alejar.

—Quiero ver a Jennie. —Levanto mi barbilla de la manera regia que he


perfeccionado a lo largo de los años—. Quiero que la busques o me
lleves a ella. Necesito asegurarle que estoy bien. Se preocupa mucho por
mi bienestar. Harás esto por mí, Volc.

Una sonrisa curva sus labios.—Quizás.

Arqueando una ceja, inhalo bruscamente.

—¿Quizás? Como si dependiese de algo. Suéltalo, creador de fuego.

—Ahh, no es solo belleza, también es cerebro —dice con un odioso brillo


victorioso en sus ojos—. Te permitiré ver a tu hermana una vez hayas
firmado un tratado que me permita entrar en Norta Layke para mi paso a
las Tierras Ocultas.

—¿Eso es todo? —murmuro—. Solo la mísera cosa por la que has


puesto mi vida patas arriba. Claro, Volc. Tráeme una daga para que
pueda cortarme la palma de la mano y hacerte un juramento de sangre.
—Le sonrío dulcemente.
Su mandíbula se aprieta.

—Otra pequeño. Debes pensar que soy ignorante. Que soy un rey
musculoso y tonto que permitirá que un rey inteligente y moribundo
juegue a su manera para conseguir lo que quiere. —Juega con un
mechón de mi cabello—. ¿Por qué tu cabello es azul en algunos lugares?

La vergüenza reemplaza mi irritación con él. Alejo los mechones de su


mano y frunzo el ceño para ver que la ceniza se ha borrado. Habrá
ceniza en la chimenea. Puedo cubrir el azul.

Dedos fuertes aprietan mi mandíbula, robándome la atención. Me veo


obligado a mirar fijamente el calor ardiente en los ojos del rey Jeon.

—No te estaba insultando —gruñe—. Simplemente quería saber por qué.


Pero considerando tu respuesta, no sabes por qué. Intentas cubrirlo. —
Su pulgar pasa a lo largo de mi mandíbula suavemente—. Descubriré
qué está causando esto.

—¿Por qué? —espeto—. ¿Por qué, de todas las cosas, te preocupas por
mi cabello?

—Cabello azul. No es natural. —Sus cejas oscuras se fruncen y un


mechón de cabello negro cae en su rostro. El impulso de apartarlo es
fuerte. Ridículo, pero fuerte—. Podría ser un síntoma de tu enfermedad.
Haré que Jimin lo investigue.

—¿Jimin?

—Es mi médico.

El último médico que me vio me dijo que era incurable. Recordé el miedo
en sus ojos. Supongo que decirle a un rey que va a morir es algo
aterrador. Seojoon, en su furia por mí, le cortó la garganta. Luego,
procedió a buscar cinco médicos más, los cuales me dijeron lo mismo.

—No necesito que un médico me diga lo que ya sé. —Empiezo a


levantarme, pero su cálida mano rodea mi muñeca. El calor de su fuego
apenas se contiene bajo su carne. Me hace preguntarme cuán caliente
se pone.

—Lo harás porque yo lo ordeno —gruñe, su pulgar recorriendo mi pulso


en mi muñeca—. ¿Entendido? —Se pone de pie y luego me empuja por
los hombros, por lo que me siento una vez más—. Tengo que hablar con
Namjoon. Debes quedarte en esta habitación mientras no estoy.

—¿Y si no lo hago? —desafío, la ira surge dentro de mí. Sonríe.

—Entonces te cazaré. Te encontraré. Y luego te follaré hasta someterte,


rey frígido.

Mi furia envía un estallido de fuerza a través de mí mientras paso las


uñas por su rostro otra vez. La bestia dentro de mí chilla mientras las
hojas de diamante se congelan a lo largo de mis dedos y se extienden en
relucientes picos que pasan por la punta de mis dedos. Jungkook apenas
logra agarrar mi muñeca y detenerme antes de que le desgarre el rostro.
En lugar de quemarme hasta la muerte en el acto, sus ojos se amplían y
me muestra una hermosa sonrisa.

—Ahí está él. Él Castigador aún no está muerto. —El calor me quema en
la muñeca, pero no hasta el punto del dolor. El agua corre por mi mano
mientras las hojas de diamante se derriten y luego caen al suelo,
haciéndose añicos. Jungkook lleva sus labios a mi dedo medio que
acaba de sostener una hoja afilada y lame la punta. Una descarga de
excitación me recorre hasta la médula—. Podemos jugar más tarde.
Tengo asuntos que atender primero.
Se va sin decir nada más. Considero la posibilidad de salir a hurtadillas,
persiguiéndolo. Me encantaría atravesar la base de su cráneo con una
cuchilla de diamante. Pero mejor aún, podría ponerme en marcha para
encontrar a Jennie. Me cazaría. Otra emoción me invade. La energía me
recorre y me siento vigorizado. Por primera vez en años, me siento vivo.

¿Es él?

El enemigo no puede ser mi salvador.

Imposible.

Mirando mi mano, noto que mis dedos no son tan azules. Estoy más
caliente que de costumbre gracias al fuego que arde en la chimenea y el
calor que parece irradiar.
Intento invocar mi don. A pesar de este hombre en nuestro palacio y de
mi hermana en sus garras, no le tengo miedo. Tengo miedo de lo que
pueda perder por su culpa.

Jennie.

Una mezcla de dolor, furia y terror gira a través de mí. Las puntas de mis
dedos brillan en azul, dándome poder. Muevo la mano por el aire, hojas
de diamante saliendo de mis dedos. Las cinco apuñalan el suelo de
piedra con una fuerza increíble. Las miro con asombro. Todavía me
maravilla la repentina aparición de mi don cuando un suave golpe en la
puerta me asusta.

¡Jennie!

Corro hacia la puerta y la abro. El hombre de antes, me sonríe. Tiene una


especia atrapada entre sus dos dientes delanteros. Me hace estremecer.

—Me encontré con su hermana —susurra, echando una mirada por


encima de su hombro.

—Si le haces daño, te arrancaré el corazón y se lo daré personalmente a


los condenados —siseo, invocando mi frío. Lo siento corriendo por mis
venas como mi propia sangre.
Sus ojos se abren de par en par.

—Su alteza, estoy desobedeciendo a mi rey para ayudar a su hermana.


—¿Perdón? —inquiero con voz ahogada, sorprendido con sus palabras.

—Esta mañana fui a verla. Está bien. Pero fue bastante persistente.

—¿Persistente sobre qué?

—Esto —dice, sosteniendo una bolsa familiar—. Se me ordenó que no


mirara dentro. Que él lo sabría y que usted lo sabría. Que entre ustedes
dos, me encontraría con una muerte inoportuna y sangrienta. —Sonríe
como si eso lo divirtiera—. No estoy aquí para interceptar un mensaje
entre un rey y su hermana. Solo quiero que sepa que mi lealtad no está
con el rey Jeon.

Me paralizo ante sus palabras traicioneras.

—¿Es así?

Sus labios se curvan en un lado.

—Su hermana fue bastante persuasivo. —Se lleva los dedos a la nariz y
los huele—. Dijo que si cumplo sus órdenes, me ofrecerá mucho más de
lo que mi rey jamás podría. Me estoy cansando de marchar a las guerras
con los locos. Estoy cansado de la cacería de tierras ocultas. Quiero
refugiarme en un castillo y proteger a la realeza hermosa en extrema
necesidad de protección.

Serpiente traidora.

—¿Tocaste a mi hermana? —Mi tono es frío y cruel—. Nadie toca a mi


hermana.

Sus ojos brillan de manera desafiante mientras mueve su dedo en el aire.

—Lo hice.

Una ráfaga de furia fría explota a través de mí mientras muevo mi brazo


por el aire. Cinco hojas de diamante brillan con el sol de la mañana que
entra por la ventana. Mis hojas atraviesan su muñeca sin esfuerzo. Me
mira con horror mientras su mano se desprende de su muñeca y golpea
el suelo con un ruido sordo. Sangre espesa y de color carmesí brillante
brota de su brazo cortado. Con un movimiento de mi muñeca, aflojo mis
hojas de diamante sucias, permitiendo que golpeen el suelo.
Mira la mano a sus pies.

—Recógela —ordeno, mi tono helado.

—Su alteza —gime.

—Recógela.

Solloza mientras recoge su mano cortada.

—Arrójala al fuego —instruyo.

—N-No —ruega—. Por favor. Jimin puede volver a colocarla.

—Lánzala al fuego antes de que también tome tu otra mano. Y tu lengua


por desobedecerme.

Aúlla en parte con dolor y terquedad antes de lanzarla al otro lado de la


habitación. Me acerco y pateo la mano al fuego. Las llamas crepitan y
silban mientras el olor a carne carbonizada llega a mi nariz.

—Desaparece de mi vista, serpiente.


Angel

VI-J
Después de revisar a mis hombres y burlarme un poco de Verde, busco a
Namjoon. Había asegurado a la joven Jennie en el cuarto de una
sirvienta bajo el suelo del castillo. Llamo a la puerta y Namjoon la abre,
sus rasgos impasibles.

—Namjoon—saludo.

—Su majestad.

Me da acceso. Con una mirada rápida a los escasos arreglos, veo que la
están tratando bien. Hay una bandeja con comida en la mesa. La
princesa se sienta en la cama leyendo. Olfateo el aire y le lanzo a
Namjoon una mirada interrogante.

—No admite nada —dice, inclinándose—. Pero después de enviarle a


Seokjin una diatriba sobre lo que al rey se le permitía y no se le permitía
comer, salí para hablar con él en privado. Dejé a Sehun para que la
vigilara.

—Sehun, eh. ¿Y su virtud sigue intacta?

—También lo olí. El aroma a mujer. —Aprieta los dientes—. Ella afirma


que no la tocó. Debió haber estado con una de los criadas y dejó el olor
aquí.

—¿Y te lo crees?
—¿Por qué él protegería a Sehun de todos los hombres? Odia a nuestra
gente.—Se frota la sien—. Créame, ha informado de ese hecho a cada
hora del día.

La cabeza de Jennie se gira y frunce el ceño en nuestra dirección. Agarro


el hombro de Namjoon.

—Dame un momento con la princesa.

Asiente y sale silenciosamente de la habitación. Me acerco a la


chimenea, poniendo mis manos sobre el fuego. Cuando lo miro con una
ceja alzada, se burla.

—Hace frío en esta prisión infernal en la que me tienes —espeta—.


¿Qué esperas?

Sonriendo, me alejo el fuego y me acerco a los pies de la cama.

—Vamos a casarnos. Esa es la propuesta que le he traído al rey.

Su risa es fría y burlona.—Y apuesto a que él aceptó de buena gana.

—Todavía estamos negociando, futura esposa. —Le doy una sonrisa


amenazadora—. Llegaremos a un acuerdo y entonces aprenderás a
superar esa lengua irrespetuosa como lo has hecho con tu alergia a las
orugas sichee.

Toda la emoción se drena de su rostro mientras sus ojos se estrechan


hacia mí.

—Hice que Namjoon revisara si había esporas de sichee primero.


Sorprendentemente no había ninguna. —Sus ojos se dirigen hacia su
libro.

No me llaman "Buscador de la Verdad" por nada.

—Inicié un fuego en el cuarto del Rey—digo, mirando su rostro para


obtener una respuesta.
Sus ojos azules se encuentran con los míos.

—Toca a mi hermano y acabaré contigo, Jeon.


—Ustedes, jóvenes, son unas fieras —digo, haciendo un sonido de
desilusión—. Tal vez también azote tu culo con mi látigo, princesa. Estoy
bien versado en romper a una persona habladora.

Aprieta su mandíbula por un momento y luego parece tragarse su ira,


intentando una táctica diferente. Sus ojos azules se vuelven suaves al
morderse el labio inferior. Finge inocencia. Hubiera funcionado si no
hubiese visto sus garras salir momentos antes. Se desliza de la cama,
sus ojos se llenan de lágrimas.

—Por favor, no me hagas daño. —Exhala—. Deja que mi hermano y yo


nos vayamos.

Le permito que se acerque, pero no la toco.

—Si me dejaras estar con mi hermano, podría darte lo que quieres. —


Sus ojos azules crecen en intensidad mientras pasa tentativamente las
yemas de sus dedos por mi pecho—. Todo lo que quieras. —Saca su
lengua rosada y se la pasa por el labio inferior.

Ignorando sus avances, gruño mi pregunta:

—¿Permitiste que Sehun, un hombre de mi ejército, metiera sus dedos


en ti?

Niega furiosamente hacia mí.

—No sé de qué estás hablando.

Golpeando como una serpiente, agarro su garganta, levantándola hacia


mi rostro. Tiene que ponerse de puntillas y aferrar mi capa para no caer.

—¿Le permitiste poner sus dedos dentro de ti para qué? Un intercambio.


Soy el "Buscador de la Verdad", chica. Lo averiguaré de una forma u
otra. Incluso si eso significa desfigurar a mi futura esposa en el proceso.

Hace un sonido horrorizado mientras las lágrimas caen por su rostro.

—Es mi hermano, monstruo. No me dejas verlo. En caso de que no lo


hayas notado, está enfermo. ¡Sus tónicos son los que lo mantienen vivo!

Lo aparto, la furia ardiendo en mis venas.


—¿Lo enviaste a él? ¿Solo? Aún no eres una reina princesa. ¡Cómo te
atreves a ordenar a mi ejército que cumpla tus órdenes!

Un sollozo estrangulado se le escapa.

—Por favor —ruega—. No me hagas daño. Solo quiero ayudar a mi


hermano. Te juro que haré lo que quieras. Tómame aquí si eso es lo que
quieres. Me casaré contigo al anochecer. Pero, por favor, no nos hagas
daño. Mi hermano no merece perecer solo en una muerte dolorosa.
Danos esto y luego te daré lo que quieras.

Enfurecido, me pongo en marcha, ya no estoy interesado en hablar con


esta mujer.

—Nadie entra o sale —le grito a Namjoon—. Nadie.

Sisea una maldición y luego la puerta se cierra de golpe detrás de él una


vez está dentro. Marcho furioso por el castillo, mi ira amenazando con
explotar desde mi interior como uno de nuestros muchos volcanes. Mis
hombres se apartan de mi camino, sabiamente presionados contra las
paredes, permitiéndome el paso. Cuando llego a la cima de la torre,
irrumpo en la habitación, listo para arrancar a esa sabandija traidora del
rey.

En vez de eso, encuentro una hermosa vista.


Taehyung, en toda su poderosa gloria de castigador, parece brillar de
rabia. Sehun, de espaldas a mí, solloza mientras acuna su sangriento
brazo. Su mano ha desaparecido. Por el brillo sádico en los ojos de
Taehyung, diría que tuvo algo que ver.

—Tocó a mi hermana —sisea como si esto lo explicara todo.

—¡Pero lo hice por usted! —grita él.

El calor me quema, necesitando desesperadamente una liberación. Debe


sentir mi malevolencia ardiendo a su espalda, porque vuelve sus ojos
amplios y aterrorizados hacia mí.

—Su alteza...
—¡No! —espeto, cortándolo—. Has cometido el mayor pecado contra tu
rey. Eres un traidor. Elegiste un bando porque querías meter tus dedos
en una pequeña princesa. ¿Dónde están tus dedos ahora?

Solloza, todo su cuerpo temblando. Taehyung rodea la cama, latiendo


con energía. Sus ojos azules brillan más que nunca.

Nunca he visto nada más hermoso.

—Desaparecidos —gruñe, agitando la mano y lanzando cinco afiladas


hojas de diamante. Hace un movimiento en el aire—. Y ahora me
mantienen caliente. —Su cabeza asiente en dirección a la chimenea.

—De rodillas —espeto a Sehun—. Inclínate ante tu rey.

Cae rápidamente, sosteniendo su mano sangrante contra su pecho.

—Lo siento mucho. Por favor.

Caminando hacia él, coloco mis palmas a cada lado de su cabeza, que
está empapada de sudor. Lo agarro fuerte, inclinando su cabeza para
que se vea obligado a mirarme.

—Nadie. Me. Traiciona. —Convoco mis fuegos, mis ojos se clavan en los
suyos. Sus gritos son de otro mundo mientras envío calor a su cráneo. La
carne y el cabello quemados llenan la habitación. Observo con regocijo
su cabeza volverse roja por el calor. Cuando su cabello se incendia, doy
un paso atrás para admirar mi trabajo. Ya está muerto, pero permanece
sobre sus rodillas. Los globos oculares se derriten en sus órbitas y se
deslizan por sus mejillas antes de rodar por el suelo. Se pueden oír los
siseos y los chasquidos mientras el calor cocina el pequeño cerebro que
tenía en la cabeza. Con el tiempo, la gravedad toma el control y cae al
suelo.

No estoy seguro de cuánto tiempo me quedo mirando su cabeza


cocinada, pero finalmente busco a Taehyung. Quiero preguntarle cómo
fue capaz de acceder a su don. Siempre lo he llamado creador del clima
—porque es su linaje y sé que es capaz de hacerlo—, pero también es
un creador de espadas. Lo encuentro sentado junto a la ventana, dando
golpecitos mientras mira fijamente hacia afuera.

Tap. Tap. Tap. Tap. Y tap.


Una y otra vez. Me acerco a él. En su regazo acuna tres frascos. Su
hermana hizo todo esto para conseguir estos tónicos para él. La
misma princesa es tan despiadada como él mismo rey cruel. He
subestimado su habilidad para trabajar como un equipo.

—Amor fraternal —dice, una pequeña sonrisa en su rostro—. Ni siquiera


un rey del fuego puede interponerse en el camino. —Ladea la cabeza y
es entonces cuando veo que las hojas de diamante se han roto,
colocadas en una pila a su lado en la silla. Los frascos están vacíos.

—Taehyung —gruño, arrodillándome a su lado.

Sus párpados se agitan. —¿Mmm?

—¿Qué pasa?

Ojos llorosos se encuentran con los míos.

—Sabes lo que pasa, Volc. Me estoy muriendo. Esa es mi verdad,


Buscador de la Verdad. Te sugiero que dejes de jugar tus juegos y
vengas a mí con un plan que podamos acordar. —Su labio inferior
tiembla—. Nuestro tiempo es limitado. Quiero hacer la transacción para
poder pasar mis últimos días con ella. Dame eso, Jungkook, por favor.

Cuando se queda dormido, me vuelvo loco. Salgo de la habitación,


pisando el apestoso cuerpo de Sehun, en una misión para encontrar a
una persona.

Jimin.

Lo encuentro escondido en una de las habitaciones que parece ser


usada como biblioteca. Está preparando sus herramientas de espaldas a
mí. Jimin, es pequeño con cabello corto y gris. Pero es feroz y brillante.
Por lo que a mí respecta, Jimin nunca morirá. Rápidamente le informo
sobre el estado de Taehyung y lo que sé sobre él antes de enviarlo a
verlo. Luego, salgo de la habitación tras él.

—Su alteza —grita Hoseok.

Me detengo y me giro hacia él.

—¿Qué pasa? Estoy bastante ocupado en este momento. —Ocupado


manteniendo vivo a mi rey helado.
Frunce el ceño.

—He hablado con Seojoon, eh, Verde, y ya vienen.

—¿Quién? —exijo.

—Los condenados.

—¿Un nido? Tengo veinte mil hombres ahí afuera. ¿Y qué hay de los
Ojos del Blanco? ¿Se quedarán quietos y dejarán que esas cosas se
precipiten en el castillo? Eliminen a los locos.

Sus fosas nasales se inflan.—Señor, no es tan simple.

La irritación y la impaciencia me hacen ver rojo.

—Suéltalo ya —exploto—. No tengo todo el día.

—Estos son diferentes. Muchos más que los nidos que vemos a menudo.
Una horda entera de ellos, su majestad. —Frunce el ceño—. Un
explorador los descubrió mientras investigaba Norta Layke. Están más
allá de eso, entrando por el pasaje entre las montañas de las Tierras
Ocultas.

—Una horda. Una horda no es rival para veinte mil Volcs y los Ojos del
Blanco.

—Todavía nos superan en número —susurra Namjoon—. Hay


demasiados.

—¿Cuánto tiempo? —gruño.

—Dos o tres días.

—Nos reuniremos más tarde para idear un plan. Mientras tanto,


asegúrate de que nuestros hombres estén alimentados y entrenados.

—Sí, señor.

Una vez se ha ido, subo las escaleras de la torre. Sehun ya no está en el


suelo y el desorden ha sido limpiado gracias a dos sirvientes que
trabajan para mí. Taehyung ha sido trasladado a la cama donde Jimin lo
revisa. Su piel está pálida como la nieve. Son sus labios azules los que
hacen que el malestar se enrosque en la boca de mi estómago. Nunca lo
he visto tan cerca de la muerte.

—¿Cómo está? —exijo.

Gira su rostro curtido y frunce el ceño.

—Si no fuera el rey de las Tierras Heladas, ya habría perecido. Nada que
un poco de aceite de abeja no pueda arreglar.

—Elabora.

—Es increíblemente fuerte. Como alguien más que conozco.

—¿Fuerte? Se está muriendo, Jimin. Míralo. No puede abrir los ojos.

Asiente.—Estoy de acuerdo. Está débil.

Apretando los dientes, intento no estrangularlo. A veces sus acertijos son


fastidiosos.

—¿Recuerdas cuando tenías quince años? —pregunta. Fue hace quince


años. Lo recuerdo.

—Por supuesto.

—¿Recuerdas cuando tu primo y tú salieron del palacio a la caza de los


condenados?

Mi estómago se agita al recordar. Soobin era mi primo favorito. Mi mejor


amigo.

—Sí —gruño—. ¿A dónde va esto?

No quiero reproducir los recuerdos. Solo quiero que me diga lo que tiene
en mente. El viejo ignora mis deseos mientras continúa su historia.

—Eran niños rebeldes, siempre buscando problemas —dice con


nostalgia—. Los encontraron.

Habíamos caminado por callejones tras las casas y terminamos en el


jardín de una anciana. Olía dulce. Gotas de honnin. Pequeños sacos de
bondad dulce y amarilla. Algo que era demasiado delicioso para dejarlo
pasar. Soobin se los comió a puñados. Me las arreglé para comer
algunos cuando la mujer salió, persiguiéndonos con una escoba. Si
hubiera sabido que era un príncipe, lo habría pensado mejor. Pero en
ese momento, éramos dos chicos molestos que robaban en su jardín.

—¿Cómo tiene esto que ver con la condición de Taehyung? —exijo, con
ganas de cambiar de tema.

Jimin frunce el ceño.

—Apenas llegaron al final del camino...

Soobin empezó a echar espuma por la boca, agarrándose la garganta.


Empecé a tener arcadas. Cuando empezó a temblar incontrolablemente,
me desmayé por completo. Más tarde, me desperté en el castillo.
Originalmente pensé que era un mal sueño. Pero no lo fue. Soobin y yo
comimos algo mortal inadvertidamente.

—Las gotas de honnin han sido erradicadas para siempre —resoplo. Por
mi padre. Envió a todos sus hombres y quemó las casas y las tierras de
cualquiera que tuviera vides en crecimiento. Soobin murió ese día,
mientras que yo viví.

—¿Sí?

Miro a Jimin.

Me devuelve la mirada.
Angel

VII-T
El frío, que es mi regalo, es también mi maldición. La mayoría de los
días, odio que me consuma hasta el punto de casi morir.

Es un castigo.

Lo odio.

Así que, cuando me despierto con calor, me aferro a él. Envuelvo mi


brazo alrededor del calor sólido y entierro mi rostro contra su olor
masculino.

—Él vive —se burla una voz familiar, profunda y ronca, mientras pasa
sus dedos por mi cabello—. Larga vida al rey Kim.

Intento convocar el frío en la punta de mis dedos para darle un golpe en


su pecho desnudo y musculoso. En cambio, me debilito aún más. La
enfermedad se agita en mi estómago. Cierro mis ojos con fuerza,
luchando contra la ola de mareo.

—Cuando murió tu padre, ¿quién era tu consejero? —pregunta


Jungkook.

—Me aconsejé a mí mismo.

—Eso no me sorprende en lo más mínimo —dice con una risa que


mueve la cama—. Pero seguramente buscaste algún consejo. A los
quince años, no sabías todo sobre la manera de ser un rey.

Pienso en los días en que Seojoon, apenas tres años mayor que yo, me
mantuvo unido cuando me estaba desmoronando. Durante unos años,
nuestras líneas de Rey y soldado fueron borrosas con la de amigos. Pero
en el momento en que vi algo más que amistad brillando en sus ojos
verdes, supe que era hora de un retiro apresurado. Soy un Rey. Los
reyes no se distraen con los chicos guapos que quieren salvarlos. No,
lideran a esos chicos guapos a la batalla, sabiendo que están a sus
espaldas listos para luchar hasta la muerte por ellos.

—Seojoon, supongo. Era natural, ya que su padre era el hombre de más


confianza de mi padre.

—¿Verde? —se burla—. Es extremadamente territorial contigo, así que


eso tiene sentido.

—Él quería más —admito—. Por supuesto, nunca lo dijo. Solo lo supe.

—¿Querías más?

Giro mi cabeza para mirarlo. Sus ojos ámbar son intensos mientras me
perforan.

—Un rey no anhela cosas como el amor. Un rey anhela el poder.

Alza sus cejas.—Un rey podría tener ambos.

—No con alguien como Seojoon—murmuro.

Esboza una amplia sonrisa.

—Pero con un igual él podría.

Golpeando su pecho, resoplo.

—Te encanta burlarte, ¿no? ¿Te despiertas cada mañana preguntándote


cómo puedes aterrorizar a los que te rodean, Volc?

—Es parte de mi rutina de desayuno —bromea—. Hablando de eso. Te


has perdido el almuerzo. La cena llegará pronto.

Mi estómago se tensa ante la mención de la comida.

—No tengo hambre.

—No estoy realmente preocupado por lo que quieres o no, copo de


nieve. Te he asaltado y eres mi prisionero. Eso significa que, mientras
estés bajo mi custodia, te obligaré a hacer lo que considere oportuno. —
Desliza una palma hacia mi culo, apretando la carne mientras me
calienta a través de mi ropa—. Tengo planes para más tarde, si anhelas
algo un poco más abundante después de la cena.

Me apoyo sobre mi codo y lo fulmino con la mirada.

—¿Qué quieres de mí, Jungkook? Tus juegos son agotadores.

—Quiero casarme con tu hermana, ¿cierto? ¿No es eso lo que propuse?


—Levanta una ceja y sus ojos ámbar brillan con picardía.

—¿De verdad? —exijo.

—Ella es un poco difícil —dice distraídamente—. Aunque tengo algo por


las personas difíciles. —Me pellizca la mejilla y me provoca un gruñido.
El rugido de su risa me roba una pequeña sonrisa.

—Mi hermana merece amor —replico—. ¿Puedes darle eso?

Sus rasgos se vuelven tormentosos.—No. Nunca podría amarla. Lo


siento.

Parpadeo para alejar las lágrimas.

—¿Ni siquiera pudiste mentirme? ¿Enviarme a mi muerte sabiendo que


mi hermana será bien amada y cuidada? Eres un monstruo sádico.

—Tu hermana siempre fue una transacción para mí. Una ficha para
acceder a las Tierras Ocultas. Esto fue siempre sobre mi destino final: la
guerra final. No solo soy el "Buscador de la Verdad", soy un orador de la
verdad.

—Entonces dime la verdad —ruego—. ¿Qué quieres de mí?

Su cálida palma acuna mi mejilla. Baja su mirada hacia mis labios,


causando que el sudor estalle en mi piel.

—Quiero... —Sus palabras se desvanecen mientras pasa su pulgar por


mi labio inferior—. Quiero lo que vine a buscar.

—¿Mi hermana?

—Acceso a las Tierras Ocultas.


¿Por qué no me corta la garganta y cruza nuestras tierras, tomando lo
que quiere?
¿Por qué este Jungkook pide un trato? ¿Es un juego para él?

—Nunca —replico.

No porque me importe. Si quiere ir a una tierra misteriosa para luchar en


una guerra hecha de monstruos imaginarios, que así sea. Lucho contra él
en esto porque puedo decir que me seguirá molestando hasta que me
rinda. ¿Qué sucederá cuando me rinda? ¿Moriré? ¿Se irá con mi
hermana? Al menos cuando le digo que no, se queda a mi lado,
calentándome y volviéndome loco. Sus ojos ardientes brillan de placer.
Una pequeña emoción baila en mi columna vertebral y envuelve mi
corazón. ¿Por qué me importa si le agrado con mi naturaleza
argumentativa? Porque te gusta la expresión de su rostro. Su rostro
increíblemente guapo.

Estudio sus rasgos por un momento. Su cabello negro desordenado,


cejas oscuras y mejillas perfiladas. Una nariz fuerte y orgullosa. Ojos
marrones dorados traviesos que siguen cada uno de mis movimientos.
Sin embargo, amo más sus labios, especialmente él inferior. Lleno y
suave. Siempre curvándose con una sonrisa. Sus sonrisas son
agradables.

—Muy obsesionado con mi boca, rey muerto. ¿Te gustaría que la pusiera
a buen uso?¿Mantenerte caliente entre tus glúteos?

Frunzo el ceño y dirijo mis ojos a los suyos.

—¿Entre mis glúteos? ¿Por qué allí?

Se ríe como si estuviera bromeando y luego el humor se desvanece.

—¿Hablas en serio?

—Ahí es donde yo... —Me callo, avergonzado por mis palabras—. Ya


sabes.

—No lo sé.

—No me hagas decirlo.

—Honestamente no lo sé. Dime, copo de nieve.


—Donde hago mis necesidades. ¿Por qué debes ser tan asqueroso? —
espeto.

Su mano se desliza por mi cuerpo y agarra mi muslo, atrayéndolo sobre


su cadera.

—¿Debemos tener una lección, chico inocente?

Mis mejillas arden ante sus palabras.—No seas condescendiente


conmigo.

—Solo estoy tratando de educarte. —Su sonrisa es lobuna—. Tú, mi rey,


sabes lo que hay entre tus glúteos. La importancia de lo que hay.

Miro hacia otro lado, frunciendo el ceño.

—Déjame en paz.

Su pierna se desliza entre las mías, descansando en el lugar en cuestión.


Acerca su boca a mi rostro, pasando sus labios por mi mejilla. Mi
miembro se aprieta en respuesta.

—Sabes acerca de ser un mpreg, ¿sí?

—Sí —mascullo.

—¿Cómo puedes concebir?

Intento retorcerme para salir de su agarre, pero frota su muslo contra mí


pene. Un zumbido de placer me recorre. Moviendo mis ojos hacia los
suyos, lo miro confundido.

—Oh, mi dulce y frágil rey. Soy el "Buscador de la Verdad". Realmente


no tienes ni idea. —Besa mi nariz—. ¿Tu padre nunca te lo dijo?

Todo lo que mi padre me contó alguna vez fue sobre una horrible
maldición llamada mpreg que algún día resultaría en mí dando a luz un
hijo. No entró en detalles y me prohibieron hablar de esas cosas. Nunca
tuve un uso para este conocimiento. No era como si no supiera que se
necesitaban un hombre y una mujer o un hombre y un mpreg para
reproducirse. Había oído historias horrorosas de violaciones de otros
pueblos. Entiendo la idea, pero no los detalles.
—Déjame iluminarte, pequeño—se burla, haciéndome gruñir—. Cuando
un hombre quiere a un mpreg, le gusta lamer su miembro primero.

Chillo.—¡Cerdo! ¿Por qué debes ser tan escandaloso?

—Me encanta ver tu rostro sonrosarse. Te ves vivo, mi rey.

No creo que se dé cuenta de que me llamó suyo. Ciertamente ignoro la


forma en que sus palabras envían temblores de emoción a través de mí.

—Después, ¿qué? —exijo, ansioso por seguir adelante.

—Entonces gimes como un gatito que es acariciado, aunque en tu caso


sería más como un trigrito —gruñe. Su muslo se frota contra mí otra
vez—. Justo así. Pero con mi lengua.

Agarro su brazo desnudo, deleitándome con la firmeza de su músculo.


Mis caderas, por su propia voluntad, se mueven a la par que él.

—Te llevo al borde. Una y otra vez. No te dejo caer.

Cerrando mis ojos, entiendo lo que quiere decir sobre el borde. Pero
quiero caerme. Está muy cerca.

—¿Por qué no? —Exhalo.

—Es más satisfactorio provocar —replica, con una sonrisa en su voz—.


Porque cuando finalmente caigas, y lo harás, será como un cataclismo.

Un gemido escapa de mis labios.

—Quiero caerme.

Sus labios presionan mi mandíbula, su cálido aliento me hace cosquillas.


Inclino la cabeza porque quiero sentir su calor en mi cuello. No estoy
decepcionado cuando su lengua prueba la carne cerca de mi oído. Es
una sensación gloriosa que hace que mi miembro se apriete alrededor de
su pierna.

—Muy receptivo —canturrea, mordisqueando mi carne—. Me encanta


eso. Estoy completamente a su merced y, en este momento, no me
importa.
—¿Qué pasa cuando me caigo? —pregunto de repente.

—Gritas mi nombre de placer.

Una pequeña risita se me escapa. Puedo sentir su sonrisa en mi cuello.

—¿Eso es todo?

—Eso es solo el comienzo, copo de nieve.

—¿Qué pasa después?

—Deslizo mi polla gruesa y dura dentro de tu pequeño agujero apretado,


Taehyung. Te abro de par en par hasta el punto en que probablemente
llores. Te follaré en carne viva y luego derramaré mi semilla dentro de ti.
Entonces, darás a luz a mis hijos.

Imágenes de niños con Jungkook inundan mi mente. Me sorprende que


la idea me agrade. Antes de que pueda concentrarme en sus rostros o en
el hecho de que algunos tienen el cabello blanco y otros negro, él me
atrae hasta el presente, mordiéndome el cuello con fuerza. Se frota con
fuerza contra mi pene, empujándome hasta el borde que prometió
evitarme hasta que estuviera listo.

Demasiado pronto.

Quería que me provocara más.

El placer explosivo detona dentro de mí, cegándome. Grito su nombre, tal


como me dijo que haría, ya que el éxtasis blanco me roba a partir de este
momento. Todo mi cuerpo tiembla y mi espalda se arquea. Un escalofrío
se apodera de mí y me tranquiliza. Cuando vuelvo a abrir mis ojos, me
sorprende ver la nieve revoloteando a nuestro alrededor y pegándose a
sus pestañas. Me contempla con orgullo brillando en sus ojos.

—Ahí está mi creador del clima —dice, sonriendo—. Todo lo que tenía
que hacer era frotar tu miembro necesitado.

Suelto un resoplido agravado que lo hace reír cuando la puerta se abre.


En un instante, Jungkook sale disparado de la cama, toma su espada en
el camino y la apunta al intruso.
Seokjin entra, sin inmutarse por el intenso poder de Jungkook, con una
bandeja.
—La carne de venado se cae del hueso, se lo aseguro. No hay
necesidad de un cuchillo gigante, su alteza.

Mientras su chef deja la comida, admiro a Jungkook. Con nada más que
sus pantalones y sosteniendo su espada, no puedo evitar darme cuenta
de lo impresionantemente hermoso que es. Su polla se hincha contra la
tela, un indicador de su propia excitación por nuestras actividades solo
unos momentos antes. Quiere poner eso dentro de mí.

No en Jennie.

Podría convencerlo. Ya está medio convencido. Dejarlo en paz y tenerme


a mí en su lugar. Sería su rey en un instante si eso significara salvar a
Jennie de él. Un movimiento tan desinteresado de un rey amoroso. Ni
siquiera puedo engañarme a mí mismo.

Querer a Jungkook es puramente para mi propio placer egoísta. A pesar


de su personalidad enloquecedora, disfruto su presencia. Su voz. Su
toque. Sus esfuerzos por cuidarme.

Jungkook baja su espada y camina hacia la mesa donde Seokjin explica


lo que hay en nuestro menú. Los dolores de estómago son menores que
antes, pero todavía me pregunto cómo obtendré mis tónicos para
mañana. No puedo permitir que mi hermano se ofrezca a cada soldado
que pasa. Tendré que salir de esta habitación y dirigirme hacia él. Quizás
pueda convencer a Jungkook. Si realmente se preocupa por mí,
comprenderá mi necesidad de los tónicos.

Quizás Jimin pueda ayudar.

La esperanza se despliega dentro de mí como una flor brotando en


primavera. No he tenido una verdadera esperanza en mucho tiempo. Un
rey tenaz y un médico brillante podrían ser el punto de inflexión que
necesito. Jennie podría aprender de Jimin. Es prácticamente una
doctora. Aliarnos con los Volcs no es la peor idea. Cuando asumí que iba
a morir, dejé de pensar en un futuro. Pero con Jungkook, tal vez hay uno.

Capta mi mirada sobre su hombro y le sonrío brillantemente. El aire se


enfría y más nieve revolotea a mi alrededor. Su expresión se suaviza
mientras me mira. Agito mi mano en el aire y pruebo uno de los trucos de
mi padre. Un soplo de aire. Sale como una pequeña bocanada y luego se
congela en mi palma.
Seokjin se excusa.

—Taehyung —gruñe Jungkook, acercándose a mí. Extiende su mano


sobre la mía y convoca su fuego. El calor derrite el orbe congelado,
causando que agua fría corra por mi brazo.

—Lo hice —digo triunfante—. Nunca había podido hacer eso.

Sus cejas se fruncen como si estuviera enojado.

—Por eso, lo siento.

—¿Por qué lo sientes? No es tu culpa.

Toma mi mano fría en la suya cálida.—Puedes hacer mucho más de lo


que crees.

Cuando abro mi boca, niega.

—No más charla. Voy a alimentarte. —Me sonríe vorazmente—. Y luego


te voy a bañar.

Angel
VIII-J
Él fuego en sus ojos es Volc por naturaleza. Brillante. Furioso. Poderoso.
No puedo evitar sonreír más, sabiendo que lo enfurecerá más.

—Olvidas con quién estás hablando —dice, el aire chisporroteando a


nuestro alrededor mientras hojas de diamante se disparan de sus dedos.

Eso es, copo de nieve.

Accede a ese poder y domínalo. Nunca lo dejes ir.

—La última vez que revisé, estaba hablando con un rey —replico
mientras camino hacia la mesa para llenar un plato con comida. Lo miro
por encima del hombro—. Y la última vez que revisé, soy un rey. Nos
pone en terreno parejo, rey muerto.

Pero no está muerto. Ni de cerca. Ya no.

Jimin brillante. Un maestro de la medicina. Una herramienta en manos


del "Buscador de la Verdad".

—¿Puedes levantarte? —Levanto una ceja hacia él.

—No lo creo. Cuando tengo un desvanecimiento, generalmente me lleva


unas horas recuperarme —admite, con vergüenza en sus bonitos ojos
azules.

—Un desvanecimiento, ¿mmm? —Me acerco a él y coloco el plato en la


cama a su lado antes de sentarme—. ¿Con qué frecuencia tienes estos
desvanecimientos?

—Por lo general, todos los días —murmura mientras sacude las hojas de
diamante.

Sus dedos toman un panecillo mantecoso antes de arrancar un pedazo y


masticarlo.

—A diario. ¿Lo mismo todos los días? Jimin querrá saberlo.


—Principalmente, es lo mismo. Ha habido algunas veces que el
desvanecimiento fue demasiado. Apenas me recuperé. —Traga saliva y
luego toma la carne de venado—. Seokjin es un cocinero maravilloso. No
he probado comida tan decadente en años.

Mi pobre y dulce rey.

—Años, ¿sí?

—Ha pasado un tiempo.

—¿Cómo te sientes ahora?

—Débil, pero... —Su voz se desvanece.

—¿Pero qué?

—Lo siento. —Sus ojos azules se clavan en mí—. Siento el frío. Y ya no


duele como solía hacerlo.

—Voy a enseñarte muchas cosas —murmuro, levantando el pulgar para


pasarlo por los jugos de su labio inferior—. Tu padre te dejó tan mal
equipado para liderar.

Estrecha sus ojos.

—Vigila tu lengua, Volc.

—Eres demasiado suave —me burlo—. Quiero mostrarte cómo ser duro.

Inclinándome hacia adelante, agarro su barbilla y abro su boca. Jadea


cuando presiono mi boca contra la de él. Inhalo su dulce aroma antes de
hundir mi lengua en su boca. Sabe salado como la carne de venado,
pero los toques de dulce son todo él. Poniéndolo de pie, no rompo el
beso. Su cuerpo tiembla, todavía débil de antes, y lo abrazo con fuerza
para que no colapse.

Para ser inocente, ciertamente besa como un maestro. Brevemente, se


aleja y susurra:

—Quiero tu promesa de que puedo ver a mi hermana mañana. —Me


muerde el labio inferior—. Di que sí, Jungkook.
Gimo por sus palabras. Tal vez no es tan inocente como parece. Él
hombre está usando sus suaves labios y lengua para salirse con la suya.

—¿Qué pasa si digo que no?

—Ambos queremos que digas que sí —ronronea.

—¿Por qué es eso?

—Porque es parte del trato. —Rompe nuestro beso y me mira con ojos
azules ardientes—. Dices que sí y me lo prometes. Entonces, te diré que
sí.

Mi pene se engrosa ante sus palabras.

—¿Y qué es exactamente lo que estoy recibiendo? ¿A qué dices sí?

—Querías enseñarme. Entonces enséñame.

Fantasías de él desnudo y montando mi polla me consumen. Rey


inteligente y cruel. Es mucho más inteligente de lo que le di crédito.
Engañando al rey más despiadado de todos a través de su polla.
Taehyung ha ganado esta batalla. Todavía estoy haciendo estrategias
para la guerra.

—Sí —prometo—. Puedes ver a Jennie mañana. ¿Pero esta noche?


Esta noche, eres mío.

Después de nuestros besos y la cena, Taehyung tomó una siesta. Su


cuerpo se está regenerando, así que lo dejé dormir en lugar de hacerlo
cumplir su parte del trato. Mientras dormía, verifiqué con mis hombres el
estado de la horda de las Tierras Ocultas. Progresando lentamente,
gracias a una repentina ventisca. Había encontrado a Verde, o Seojoon
como lo llaman, y quise meter mi mano ardiente en su pecho para extraer
todos sus órganos uno por uno. Qué clase de consejero era. Ni siquiera
podía encontrarle un médico de verdad. Cualquier médico podría curarlo
si lo intentaran. Me enfurece saber que nadie lo intentó.

Una vez termino de ver a mis hombres, llamo a sus sirvientas, dos
mujeres corpulentas con ojos brillantes.

—Preparen un baño —indico.


—¿Lo de siempre, señor? —pregunta la más pequeña.

—¿Qué es lo habitual?

—Las hierbas y pétalos perfumados —responde.

—No —espeto, haciéndola sobresaltar—. Agua. Solo agua. —


Entonces, entrecierro mis ojos, moviendo mi mirada entre las dos—.
Probarán el agua después de haberla llenado.

Asiente, aunque su irritación es evidente.

—Por supuesto, su alteza.

Por un tiempo, las observo mientras traen balde tras balde de agua para
llenar la bañera. Una vez que está llena, no dejo que se vayan.

—Pruébenla —espeto.

Las mujeres intercambian miradas, pero luego se arrodillan para recoger


el agua. Después de beber un poco, me miran confundidas. Como no se
han derrumbado, les doy un pequeño asentimiento. Meto mis dedos en el
agua para asegurarme de que no está muy caliente y saco mi mano
bruscamente.

—¿Qué es esto? —rujo, mi pecho agitándose con furia. La más pequeña


me frunce el ceño.

—Agua, señor.

—Debería arrancarte la lengua de tu garganta por eso —espeto—. No


me faltes al respeto, mujer. Quiero saber si te bañas en agua helada.

—Así es como siempre se nos ha ordenado hacerlo, señor.

La otra mujer interviene:

—No se permite el fuego, alteza. Extraemos el agua de los pozos


subterráneos para el rey.

—Salgan de mi vista antes de que las convierta a ambas en cenizas —


gruño.
Se escabullen de la habitación. Estoy más que enojado. Estoy a
segundos de llamar a todos los sirvientes de este horrible castillo y
decapitarlos. Taehyung es un buen rey atrapado en una jaula llena de
monstruos. No se saldrán con la suya. Exhalando mi furia, entro en la
habitación donde duerme. Retiro las pieles y luego levanto su cuerpo
ligero en mis brazos. Sus ojos se abren con confusión, pero luego una
pequeña sonrisa tira de sus labios.

Tan hermoso.

—Hora de bañarte —le recuerdo mientras camino hacia la otra


habitación. Lo dejo de pie. Echa un vistazo al baño y hace una mueca.
Yo también lo haría si tomara baños helados. Estoy furioso de nuevo por
él.

Me agacho y sumerjo mi mano en el agua. Invocando mis fuegos, giro mi


mano, calentando el agua hasta el punto de vapor. Cuando saco mi
mano y miro a Taehyung, está asombrado.

—Nunca más tendrás que tomar baños fríos —prometo, tragando mi ira.
Sus ojos azules se clavan en los míos.

—Actúas como si fueras a conservarme.

Pasa un momento sin que ninguno de los dos hable, dejando que su
declaración cuelgue en el aire.

—¿Cómo te sientes? —exijo finalmente, ignorando sus palabras.

—Lo suficientemente bien para hacer esto —responde, apuntando algo


frío y afilado debajo de mi barbilla, lo bastante fuerte para ser
amenazante pero no para que corte la piel. Una sonrisa diabólica baila en
su rostro, haciendo que sus ojos azules brillen.

Agarro la hoja afilada en mi palma, deleitándome con la picadura.


Nuestros ojos están cerrados mientras derrito su hoja y cae al suelo.
Antes de que pueda curar mi herida, agarra mi muñeca, acercándola
hacia él. La punta de su dedo golpea la carne, fría y dolorosa, mientras lo
arrastra a lo largo de mi corte. Se ilumina en azul cuando lo cierra
herméticamente.
—Gracias por el baño caliente. —Su rostro brilla de felicidad. Alegría.
Esperanza. Vida.

Cómo se atreven aquellos que alguna vez trataron de mantener a este


poderoso rey débil y de rodillas. Estaba destinado a estar por encima de
todos los hombres, incluyéndome.
Tiro de las ataduras a ambos lados de sus costillas. Afloja su traje lo
suficiente para que pueda alejarlo un poco de su cuerpo. Con mis ojos en
los de él, engancho mi dedo en la parte superior del material y convoco
mis fuegos. Mientras arrastro mi dedo hacia abajo, rasgo la tela y la
quemo. Su traje cae, revelando a un rey desnudo ante mí. Mis palmas
encuentran sus costillas desnudas y reprimo un gruñido. Sus costillas
sobresalen de manera enfermiza.

Tan cerca de la muerte, mi rey. Simplemente necesitabas un rey oscuro


para devolverte la vida.

Apartando mi mirada de la de él, vuelvo a admirar su cuerpo. Sus pecho


esta adornado con duros pezones rozados pidiendo ser mordidos y
chupados. Especialmente salivo sobre su pálida piel blanca. Quiero
chupar cada centímetro de él hasta que esté rosado, rojo y púrpura por
todas partes, un testimonio de que la sangre aún fluye a través de este
deslumbrante hombre. Entre sus delgados muslos hay una mata de
pequeño vello rubio, tan claro que es casi opaco y de este cuelga un fino
miembro semi erecto.

Mi pene se tensa en mis pantalones. Quiero hacerle tantas cosas


malvadas. A un hombre no se le puede dar un lienzo perfecto y esperar
que no salpique color sobre él. Ofreciéndole mi brazo, lo ayudo a
meterse en la bañera. En el momento en que su pie se hunde en las
cálidas aguas, deja escapar una ráfaga de aire.

—¿Demasiado caliente? —pregunto, frunciendo el ceño.

Sus ojos azules encuentran los míos, parpadeando con una emoción
oculta.

—Perfecta.

Mete su otro pie en la bañera y se aleja de mí. Mi mirada se desliza por


los huesos de su columna vertebral que son visibles por la agradable
hinchazón de su culo. Es como si estuviera hecho de porcelana.
Exquisito, pero frágil.

No por mucho tiempo. Él rey está volviendo a la vida. Me ocuparé de que


sea tan poderoso como nació para ser.

¿Por qué?

Porque soy un rey y no me asocio con los débiles.

Se sienta en el agua y deja escapar un suave gemido de placer. Mi pene


se sacude, recordándome nuestro trato. Lo llevaré con su hermana
mañana, pero mientras tanto, puedo complacer a este hombre. No estoy
seguro de por qué la gente siempre asume que hacer un trato con el
diablo es algo malo. Este demonio hace buenos tratos. Ofertas donde
ambas partes involucradas salen ganando.

Me acerco a una cesta en la esquina de la habitación que está llena de


jabones. Después de inspeccionarlos todos, encuentro uno que huele y
parece familiar. Cuando Taehyung lo ve, arruga la nariz con desagrado.

—Hay otros que huelen mejor —me dice con sorna, como si fuera su
sirviente.

—Tal vez —digo mientras me arrodillo al lado de la bañera—, pero este


es el único con el que estoy familiarizado. Quiero asegurarme de lavarte
con algo seguro.

Una sonrisa curva sus labios.

—Para un rey loco y mandón, a veces eres dulce.

—Y para un rey de corazón frío, eres terriblemente ardiente.

Su risa es angelical. Los sonidos son como espadas de diamante para mi


corazón, cada uno penetrante y mortal. Este hombre tiene poder sobre
mí, un poder que ni siquiera sabía que existía en este mundo. Hacer que
un hombre poderoso como yo se sienta impotente es un movimiento muy
peligroso.

Sumerjo el jabón en el agua y luego lo paso por su muslo. Sus ojos se


encuentran con los míos, ardiendo con lujuria. Gimo por la forma en que
mi polla se tensa por ser liberada. En cambio, me concentro en lavarlo
lentamente de una manera provocadora que lo hace retorcerse y salpicar
agua tibia por los lados.

—Jungkook—susurra.

Deliberadamente, rozo su miembro con mi nudillo. Grita y ya no puedo


mover mi brazo.
Una ráfaga de aire frío me sube por el brazo y me enfría. Reprimo una
risa. En su excitación, congeló el agua. Sus brillantes ojos azules casi
resplandecen mientras me mira boquiabierto.
Con una sonrisa maliciosa, invoco mis fuegos y derrito el hielo hasta que
el vapor vuelve a nublar el aire que nos rodea.

—No has usado tu don en algún tiempo. Querrás controlarlo. —Le


sonrío—. Esta noche, planeo hacer mucho más que rozarte el pene con
la mano. No puedo dejar que me conviertas en un bloque de hielo en el
momento en que te corras gritando mi nombre.

—Insufrible. —Exhala, sus labios temblando con diversión—. Vuelve a tu


palacio,
Jungkook.

—Pero entonces, ¿quién haría que los dedos de tus pies se curvaran, rey
helado?

Ciertamente no Verde. Aunque puedo apostar que desearía tener tales


habilidades.

—¿Verde?

—Tu inútil líder de los Ojos del Blanco.

—Seojoon—dice con el ceño fruncido.

No me gusta su nombre en sus labios. Él no me gusta. No me gusta


ninguna de las personas que están aquí para protegerlo y cuidarlo.

—Vamos a lavarte el cabello ahora —gruño.

Frunce los labios.—No lo necesito.

—Hay ceniza en tu cabello. Por supuesto que lo necesitas.


Sus mejillas arden carmesí. Cuán encantador es ver color en su hermoso
rostro.

—No quiero ver los mechones azules.

Aprieto la mandíbula. Después de hablar con Jimin, sé por qué son


causadas las hebras azules. La furia burbujea dentro de mí.

—Me permitirás lavarte el cabello y luego mostrarás con orgullo el azul


en tu cabello. ¿Quieres saber por qué, Taehyung?

Me fulmina con la mirada.—Ilumíname.

Paso mi pulgar a lo largo de su mandíbula, dejando un rastro de


humedad en el camino.

—Es una prueba de que eres un superviviente.

Su ira se disipa cuando me mira.—Apenas.

—Es suficiente. Más que suficiente. Ahora que has sobrevivido, es hora
de empezar a vivir.

—Actúas como si estuviera curado. —Exhala, poco convencido. Todo lo


que puedo hacer es sonreírle.

Mientras me encuentre aquí, está curado. Y cuando se recupere por


completo, las Tierras Heladas de Norta serán salpicadas de rojo por su
rey.

Finalmente lo liberaré de su jaula.


Angel

IX-T
Me acuesto de costado, mirando el fuego delante de mí mientras destella
y crepita. Jungkook está detrás de mí, peinando suavemente mis
mechones mojados. Me había negado a mirar mi cabello con mechas
azules.

Es un recordatorio de mi enfermedad.

Hoy temprano, pensé que estaba en el lecho de la muerte. Tan débil. Tan
cansado. Sentí que la vida se me escapaba. Pero cuando desperté,
había cambiado. El poder vibraba por mis venas. Con cada segundo que
pasa, soy más fuerte.

¿Qué me has hecho, pelinegro terriblemente guapo?

Sea lo que sea, no puedo estar enojado con él. Jamás me he sentido tan
vivo y capaz de acceder a mi don tan fácilmente. Ha despertado algo
dentro de mí.

—Hazme una espada, rey helado.

Pongo los ojos en blanco ante su orden.

—Por supuesto, real dolor en el culo.

Se ríe, su aliento cálido contra mi cabeza. Extiendo mis dedos frente a


mí, sorprendido de que ya no sean azules, sino rosa pálido. Un
verdadero signo de que la sangre fluye por mis venas. Extiendo el dedo
índice, disparando una hoja de diamante con el movimiento. Se acerca y
la rompe. Vuelvo a mirar el fuego hasta que me doy cuenta de que me
está cortando el cabello.

—¿Qué estás haciendo? —grito. Pone un mechón azul delante de mí.

—Matar dos pájaros de un tiro, copo de nieve.

Bastardo críptico.—Elabora, Volc.

Otra risa detrás de mí retumba en la cama. Mentiría si dijera que odio su


risa. Me encanta. Me desconcierta cuánto la amo. Corta otro mechón
antes de ponerlo frente a mí junto al otro.

—Estoy librándote de las rayas azules más notables ya que las odias —
explica mientras corta un tercer mechón—. Un pájaro.

—¿Y el otro pájaro?

—Estoy haciendo una cuerda para atar a mi rey desnudo a su cama.

Mi corazón tartamudea en mi pecho.—¿Vas a atarme con mi propio


cabello?

Las yemas de sus dedos, calientes al tacto, pasan a lo largo de mi brazo


desnudo.

—No puedo dejar que me empales con tus picos fríos. —Me muerde el
hombro—.
Además, prefiero tener todo el control.

—Tal vez quiero el control —discuto, pero rápidamente me derrito ante


su toque. Sus labios presionan besos en el costado de mi cuello.

—En el dormitorio, cuando somos solo nosotros dos, tengo el control. No


sabrías qué hacer con él de todos modos. Permíteme complacerte, rey
helado. Es en lo que soy bueno.

Desliza una mano cálida para tomar mi pezon. Respiro hondo.

—Rogarme para que te capture y te ate —gruñe—. Rogarme para que te


folle hasta que grites.

Sus palabras me hacen endurecerme de forma intensa.


—Tienes una boca sucia, Jungkook.

—Soy un rey sucio, mi amor.

Ata los tres extremos en un nudo apretado que hace que sus antebrazos
se flexionen de una manera gloriosa. Luego, me insta a aferrarme al
extremo anudado. Observo con fascinación embelesado mientras lo
trenza pulcramente.

—¿Dónde aprendiste a trenzar?

Sonríe.—Prefiero no decirlo.

—Somos solo nosotros, Jungkook—digo en voz baja—. Dime tus


secretos.

Sus ojos ámbar destellan.

—Solía amar el cabello de mi madre. Desde el día que nací, jugaba con
su cabello. Cuando crecí, me enseñó a trenzarlo.

Me duele el corazón. Me hace extrañar a mi propia madre.

—Eso es dulce.

Pero la mirada malvada en sus ojos es todo lo contrario. Hace un trabajo


rápido en atarme las muñecas. Una vez ata mis muñecas, se sienta de
rodillas y se inclina hacia adelante, poniendo mis brazos por encima de
mi cabeza.

—Aférrate a esa barandilla —ordena, su voz ronca y profunda.

Ata mis manos a la cama y luego pasa sus dedos cálidos por mis brazos.
Un estremecimiento de excitación recorre mi espalda. Su aliento sale en
una nube blanca.

—Alguien disfruta esto —se burla.

Una ráfaga de copos de nieve revolotea a su alrededor como si estuviera


de acuerdo con él. Sin inmutarse por el frío en la habitación, continúa
provocando, pero esta vez con la punta de un dedo. Lo calienta para que
esté cálido al tacto. Suelto un fuerte suspiro, mi piel se vuelve más azul
de lo normal, protegiéndome contra su quemadura. Dirige sus ojos
ardientes hacia mí, haciendo que cada parte helada dentro de mí se
derrita bajo su mirada.

Su dedo rodea uno de mis pezones y se endurece. Ansío que me toque


allí, pero ignora mis súplicas silenciosas. En cambio, acaricia mis
clavículas con un solo dedo, ignorando una vez más mi pezón duro.
Cuando su cabeza baja, su aliento caliente haciéndome cosquillas en mi
carne desnuda, dejo escapar un gemido mientras tiro de mis ataduras.

—Jungkook —digo con voz ahogada, arqueando la espalda para


animarlo a poner su boca sobre mí.

—Pídelo, copo de nieve.

Me muerdo el labio inferior y niego. Oh, cómo me encanta devolvérselo.


Sus ojos color ámbar se oscurecen con lujuria antes de que muerda
suavemente mi pezón y tire de él.

—Haz lo que quieras —gruñe acaloradamente contra mi carne.

Un fuerte gemido escapa de mí cuando se aleja de mi pecho. Me roba el


aliento en el momento en que sus suaves labios presionan mis costillas.
El calor irradia de su boca y me pregunto si está convocando sus fuegos
o si realmente está tan caliente. Separa sus labios y saca su lengua,
haciéndome cosquillas. Me retuerzo y dejo salir una risita que hace
temblar mi pecho. Dirige sus ojos a los míos. Destellan brevemente con
una mirada amable y gentil. Una que contradice al hombre audaz que me
tiene atado a mi cama. En una expresión fugaz, se compromete a cuidar
de mí.

—Extiende tus bonitos muslos para mí —gruñe—. Necesito ver lo que es


mío.

Cómo me reduce a un desastre suplicante, tembloroso y doliente me


supera. Si fuera alguien más, lo mataría. No a Jungkook, rey de los
Volcs. "Buscador de la Verdad" y creador de fuego.

Hombre mandón e irritante.

Impresionantemente hermoso.
Cuando no le obedezco, clava sus poderosos dedos en mis muslos y los
separa. Un calor vergonzoso recorre mi piel, calentándome sin su ayuda.
El aroma de mi excitación es espeso en el aire y quiero alejarme de él.
Sin embargo, una mirada a sus facciones hambrientas y me enfrento al
momento incómodo. Se coloca entre mis piernas, llevando su boca a mi
miembro.

—Estás duro y goteando—gruñe, con sus labios curvados en una sonrisa


siniestra—.Conveniente ya que estoy sediento, mi rey.

Mi rey.

No puedo evitar cerrar los ojos en el momento en que sus labios rozan mi
sexo. Su lengua lame a lo largo de mi miembro y luego gira alrededor del
brote de placer que ya posee. En el grande grueso.

—¡Jungkook! —grito, abriendo mis ojos para mirarlo.

Empuja mis muslos hacia arriba y los separa, abriéndome a él. Este rey
voraz no pierde el tiempo yendo tras lo que quiere. Y tampoco tiene
problemas para encontrarlo. El hombre chupa, muerde y lame lugares
prohibidos que casi me hacen llorar de placer. Cuando su grueso dedo
rompe mi abertura, gimoteo.

—Shhh, precioso—susurra contra el lugar que duele por él—. Quiero


hacerte gritar.

El ardor de su dedo cuando llega a mis profundidades hace que cálidas


lágrimas caigan por mis sienes. A pesar del dolor que está causando, no
lo está haciendo cruelmente. Pronto aprendo que su sondeo tiene un
propósito. Dentro de mí, encuentra un lugar que parece palpitar por su
toque. Cuando presiona contra eso, pierdo todo sentido de la realidad.
Me levanto de la cama, dejo escapar un grito de placer y giro en la
oscura niebla del éxtasis. No es hasta que lo escucho reírse que vuelvo
en mí. Parpadeo y abro los ojos para ver que su cabello está cubierto de
nieve y que toda la habitación resplandece en un azul claro. El fuego ha
sido apagado en la chimenea.

—No vayas a ningún lado —dice, retirando su dedo y dándome un guiño


juguetón que hace que mis paredes se aprieten por la necesidad.
En lugar de responder a su comentario, sabiendo que no iré a ningún
lado hasta que lo permita, lo observo mientras se dirige a la chimenea.
Sus dos manos brillan en color rojo anaranjado y se arrodilla ante la
chimenea. Un destello caliente estalla en la habitación mientras enciende
el fuego nuevamente. Luego, se pone de pie y comienza a quitarse la
ropa. No puedo evitar contemplar su forma perfecta.

Hombros anchos. Pecho musculoso. Brazos fuertes.

Se baja los pantalones y su polla se agita ansiosamente. Estoy


obsesionado con eso. Nunca he visto otra de cerca. Claro, he visto a los
Ojos del Blanco orinando afuera, pero nunca he visto una que se vea así.
Rebota mientras él merodea en mi dirección, una gota de humedad
brillando desde la punta. Sus bolas cuelgan pesadas debajo de su
longitud impresionante.

—¿Qué, copo de nieve? —bromea mientras se arrastra hacia la cama—.


¿Te gustaría mirar más de cerca?

Me conoce mejor que yo mismo.

En lugar de negarlo, simplemente asiento. Sus ojos se amplían una


fracción antes de sentarse a horcajadas sobre mi cuerpo desnudo con
sus poderosos muslos. Lentamente, sube por la cama hasta que está
prácticamente sentado en mi pecho. Agarra su polla con una de sus
manos fuertes y se inclina hacia adelante. Su otra mano agarra las mías
atadas, su pulgar acariciándome suavemente.

—¿Quieres probar, rey helado?

Lamo mis labios.

—No me provoques.

Arquea una ceja y se ríe.—Como desees.

Lleva la punta de su polla a mis labios y la pasa de un lado a otro a lo


largo del inferior. Saco la lengua y busco la humedad para ver a qué
sabe. Salado y masculino. Mi lengua rodea la suave corona de su polla,
ansioso por aprender más de él. Gime de una manera que me hace doler
por él. No entiendo su poder sobre mí, pero con gusto me rendiría ante él
una y otra vez. Anhelo estar a su voluntad. Desesperado por probar más
de él, envuelvo mis labios a su alrededor, amando el siseo que se le
escapa.

—Te has ganado el título de castigador —gruñe—. Me provocarás hasta


la locura, mi rey.

Mi rey.

Paso mi lengua por la parte inferior de su longitud, ansiando debilitarlo a


pesar de que soy el que está atado y debajo de él. Me permite probarlo
un momento más antes de alejarse de mí.

Pura furia contorsiona su hermoso rostro.

¿Hice algo mal?

Un escalofrío recorre mi espina dorsal mientras se desliza lentamente por


la cama, sus ojos enojados nunca dejan los míos.

—¿Qué hice mal? —exijo en un susurro. Su mirada feroz se suaviza.

—Absolutamente nada.

—¿Entonces qué?

Separa mis muslos.

—Estabas a punto de terminar las cosas pronto y me gustaría estar


profundamente dentro de ti cuando eso suceda.

Mi corazón errático se ralentiza con sus palabras. No hice nada malo


porque lo hice exactamente bien. El orgullo hace que vuelva la confianza
mientras se instala entre mis piernas. Clavo mis talones en su espalda,
instándolo a acercarse a mí. Su cálida polla se desliza por mi sexo duro,
burlándose de mí.

—¿Harás esto con mi hermana una vez que te hayas saciado? —


murmuro, intentando y fallando en evitar el dolor de mi voz.

En lugar de contestarme, se inclina hacia adelante para tomar mi boca


con la suya. Pruebo mi propio almizcle. Estoy curioso y distraído por lo
que está haciendo en el sur hasta que su grosor me empuja brutalmente.
Me arranca un fuerte sollozo mientras se conduce en el interior. El
cabello quemado se puede oler cuando me libera de mis ataduras. Sus
dedos se sumergen en mi cabello y no se mueve ni un centímetro.

—Mírame, mi bello y dulce rey —ordena, con voz ronca. Parpadeo las
lágrimas y encuentro su intensa mirada ámbar. Mi labio inferior tiembla y
le da un suave beso. —Escúchame, y escúchame bien. —Sus cejas se
fruncen cuando me mira—. Solo te quiero a ti.

Mi corazón aletea en mi pecho.

—Esto duele, Jungkook.

—He tomado tu inocencia, copo de nieve. Es un asunto brutal. Pero


pronto, tu cuerpo se adaptará al mío. Te darás cuenta de que encajamos
perfectamente. —Sus labios urgen a los míos a separarse y me besa
profundamente, su lengua deslizándose contra la mía de una manera
gentil—. El dolor se desvanecerá y el fuego se encenderá. Arde conmigo,
mi rey.

Me distrae con otro beso mientras se desliza fuera de mí. Luego, con otro
fuerte empuje de sus caderas, vuelve a entrar en mí. Gimo contra su
boca. El dolor se contorsiona en una inusual sensación de placer.
Aunque me lastima, me gusta ser empalado por él. Nunca he estado tan
cerca de otra persona. Es surrealista. Bordeando lo mágico. Temo que
podría despertarme de un sueño en cualquier momento y todo este
encuentro con Jungkook habrá sido un sueño.

Entonces volvería al solitario frío.

Triste y débil.

Una rey moribundo.

—Estás llorando —dice con voz ronca—. Mi rey, por favor, no llores. Solo
deseo darte placer.

Mis dedos se deslizan en su cabello y lo beso profundamente. Que esté


en mis brazos, dentro de mí, es más placer del que he conocido jamás.
No quiero que sea un sueño. Necesito que sea real. Lo necesito.

—No te detengas —suplico—. Hazme tuyo.


Sus caderas se mueven contra mí, desesperadas y salvajes. Me entrego
a él en todos los sentidos. Mi boca, mi cuerpo, mi corazón. Puedo
lamentar esto por la mañana, pero en este momento, no me arrepiento
de nada. Arañando sus hombros, me deleito en el siseo que se le
escapa. Me embiste más fuerte. Tomando y poseyendo. Un rey
reclamando al otro. Salgo de mi mente y recuerdo lo que le está
haciendo a mi cuerpo cuando su mano se desliza entre nosotros. Sus
dedos rozan mi pene de una manera fácil que me hace explotar en
segundos.

Cuando llego al clímax, las hojas de diamante se extraen lentamente de


la punta de mis dedos, apenas perforando su carne. Se necesita toda la
cantidad de autocontrol que tengo para evitar apuñalar a mi oscuro rey
amante. La bestia dentro de mí se enfurece y golpea, aparentemente
emocionada por su escape. Mi don se siente como si pudiera verlo,
tocarlo, aprovecharlo.

—Taehyung—gime, sus caderas flexionándose un momento antes de


que su calor fluya dentro de mí. Empuja unas cuantas veces más antes
de colapsar sobre mí. Una pequeña risa retumba de él, calentando mi
cuello donde está enterrado su rostro—. Me cortaste.

Paso mis dedos por sus heridas, sellándolas sin esfuerzo. Me vigoriza la
facilidad con la que puedo usar mi don. Cuando la emoción se
desvanece, me doy cuenta de que ha vertido su semilla en mí. Mi cuerpo
se pone rígido mientras me pregunto qué pasará.

—¿Te arriesgarías a llenar a un mpreg moribundo? —le pregunto, con la


voz temblorosa de emoción—. Temerario y horrible rey.

No lo digo en serio.

No es horrible en absoluto.

—Mientras me tengas, copo de nieve, no irás a ningún lado.

Sus palabras, aunque promesas vacías, me llenan de calidez, alegría y


esperanza.

—No eres horrible. —Exhalo, acariciando su espalda con mis dedos. No


responde, simplemente besa mi cuello.
Besos y besos y besos hasta que vuelve a estar duro dentro de mí. Este
creador de fuego planea mantenerme caliente toda la noche.

No es horrible en absoluto.

Ni siquiera un poquito.

No quiero morir.

Quiero vivir.

Y quiero quedarme con este hombre.

Angel

X-J
Es adorable cuando se esconde de mí. Como si su cortina de cabello con
rayas blancas y azules de alguna manera ocultara sus mejillas carmesí
de mis ojos. Veo a mi ruborizado rey. Con el rostro rojo y recientemente
complacido. Finge que no lo estoy mirando descaradamente mientras se
pone uno de sus elegantes trajes adornados con diamantes y
transparencias en los brazos.
Durante toda la noche, lo tomé. Una y otra vez. No protestó, ni una sola
vez. No, clavó sus uñas en mi carne y rogó. Mi dulce y bello rey rogó por
más.

Gimo porque mi polla se está endureciendo una vez más. El momento es


malo, considerando que tenemos deberes esta mañana. He decidido que
compartiremos nuestro desayuno en el comedor antes de dirigirnos a una
reunión con mis hombres. Los condenados están llegando y quiero
asegurarme de que tengamos un plan de ataque. Y entonces está la
cuestión de permitirle ver a su hermano.

La ira, ardiente y violenta, surge a través de mí. Quiero mantener a mi


rey para mí solo. Está más seguro de esa manera.

—Estoy listo—dice, levantando la barbilla para finalmente mirarme a los


ojos.

Su color ya no es pálido y azulado. Está rosado y sonrojado. Hermoso.


Pero muy poco vestido.

—¿Dónde está tu capa? —demando.

—No uso nada para cubrir mis brazos... —Frunce el ceño, con expresión
preocupada en su bonito rostro.

—¿Y por qué no te pones nada para cubrirte los brazos? —imploro. Sus
cejas se fruncen aún más.

—No te veo ofreciendo tu capa —dice bruscamente, yendo furiosamente


hacia la puerta.

El fuego corre por la sangre del rey helado.

—No tan rápido —gruño, aferrando su brazo cuando pasa. Carne fría y
helado.

La ira por la situación me hace convocar mis fuegos para calentarlo con
mi toque. Su postura rígida se relaja. Lo libero para desabrocharme la
capa. Una vez me la quito, la ato alrededor de él, dejándolo caer sobre
sus hombros.

—Déjame verte, copo de nieve.


Se da vuelta para mirarme, sus ojos azules tormentosos.

—Huele a ti.

—Intenta no inhalarlo toda la mañana —bromeo. Una sonrisa juega en


sus labios.

—No quise gritarte.

—Ya está olvidado. —Estirando la mano, tiro de un mechón de su


cabello blanco—. Sin embargo, necesitaré mi capa en el campo de
batalla. Puedo prescindir de ella para el desayuno. Mientras tanto, haré
que mis sirvientes te hagan algo cálido.

Sus ojos se elevan a la corona que he colocado en mi cabeza. Entonces,


la emoción brilla en sus ojos.

—Hace mucho tiempo —dice con una sonrisa—, podía crear hojas de
diamante impenetrables como mi padre y su padre, etc. Tan pronto como
gané mi don, me fue arrebatado abruptamente. —Sus dedos se
contonean y los mira—. Pero lo siento, Jungkook. Siento el hielo y el
acero en mis venas. —Levanta su mirada para encontrarse con la mía—.
Creo que puedo hacerlo de nuevo.

El hecho de que esta rey perdiera su don en primer lugar me enferma.


No puedo imaginar perder mis habilidades de crear fuego.

—Enséñame —animo.

Su mano resplandece en azul brillante como la mía se vuelve rojo


anaranjado. El siseo de lo que suena como una piedra contra el acero
retumba al unísono con la hoja de diamante que se desliza desde su
dedo índice. Es filosa y fuerte. Esta hoja nunca se derretirá. La tomo en
mi mano y la rompo antes de ponerla en la cama.

—Otra vez, Taehyung.

Una y otra vez, me muestra su don hasta que la cama está llena de
hojas. Entonces, observo con cautivada atención cómo forma un círculo
en el aire aparentemente de la nada, pero puedo decir que es del hielo.
Una por una, une sus hojas de diamante al círculo, fijándolas con más
hielo. Cuando termina, me doy cuenta de que ha creado una nueva
corona. Grande. Afilada. Fuerte. Apta para un rey cruel y poderoso.

Me arrodillo ante él y beso el dorso de su mano antes de levantarme


nuevamente.

—Permíteme —gruño, tomando la corona de su otra mano. Coloco la


pesada corona sobre su cabeza. Queda perfecta—. Te escoltaré —digo,
ofreciéndole mi brazo.

Levanta una ceja.

—¿Vamos a bajar juntos como un frente unido?

—Necesitamos serlo si pretendemos combinar nuestros ejércitos y


derrotar a una horda de condenados.

—Quiero ver a Jennie —me recuerda mientras rodea mi brazo con el


suyo.

—La verás. No rompo mis promesas.

Aparentemente complacido con esa respuesta, me permite guiarlo fuera


de la habitación. Una sensación de satisfacción me invade al ver su ropa
blanca escondida debajo de mi capa negra. Es como si me perteneciera.
El pensamiento me emociona. Vine aquí para casarme con una
princesa y encontrar un camino hacia las Tierras Ocultas en busca de
una guerra.

En cambio, me follé a un rey y me estoy uniendo en una batalla con él.


Soy un hombre de oportunidades.

Entramos al comedor, ganándonos las miradas de todos. Namjoon


apenas levanta una ceja con sutil diversión. Los ojos de Yoongi y
Hoseok se abren con sorpresa. Lo que me da ganas de golpearme el
pecho con orgullo es la forma en que los ojos verdes de Seojoon arden
detrás de su máscara blanca. Desearía poder ver todos sus rasgos. Oh,
estar dentro de la cabeza de ese hombre por un segundo mientras me
observa reclamar lo que desearía que fuera suyo.

—El estado de los condenados —espeto a modo de saludo mientras guío


a Taehyung a la cabeza de la mesa. Retiro su silla para que se siente.
—Sobre nosotros —informa Hoseok—. Antes del anochecer.

—¿Sabemos el número? —pregunto, sentándome en la silla al lado de


Taehyung.

Hoseok explica lo que vio el explorador. No tantos como nuestros dos


ejércitos combinados, pero doblemente despiadados y salvajes. Los
condenados no son disuadidos por el frío. Una flecha en el pecho no los
detendrá. Cada bastardo sin alma tiene que ser masacrado con fuerza
bruta. No podemos darles margen de maniobra o nos invadirán antes de
que nos demos cuenta.

—También hay noticias de la Guerra Moral —dice Hoseok, en voz baja—


. Continúa más allá de los condenados.

—¿Sabemos algo de las bestias que se deleitan con los humanos? —He
estado estudiando rumores durante años, tratando de aprender más
sobre lo que hay en tierras desconocidas.

—Voraces y brutales. Machos.

—¿Dónde están las hembras?

—No hay información sobre eso, mi rey.

Continúa hablando de lo que aprendió del explorador. Estoy escuchando


su informe cuando mis ojos captan los de un sirviente. Es una de las
mujeres pesadas de anoche que trajo a mi dulce rey agua fría para
bañarse. Clavando los ojos en ella, observo cada movimiento. Otros
sirvientes colocan platos familiares frente a nosotros, mientras que a
Taehyung se le da un plato con tres pequeñas pastas alineadas en una
fila.

Antes de que pueda alejarse, agarro la gruesa muñeca de la mujer.

—¿Qué es esto?

Taehyung distraídamente toma la pasta, pero alejo el plato de él mientras


también acerco a la mujer.

—¿Qué. Es. Esto? —exijo, mi tono enfatizado con una furia candente.

—Su comida, su alteza —dice la mujer.


Aparto su mano y señalo el plato. La sala se ha quedado en silencio
mientras todos observan el extraño intercambio.

—¿Eso es suficiente comida para ti?

La mujer me mira furiosa.

—No.

—¿No qué?

—No, su alteza.

Levanto el plato y lo huelo antes de dejarlo caer con un fuerte sonido


metálico.

—Comételo.

Los ojos de la mujer se abren.

—¿Le ruego me disculpe?

Mostrándole los dientes, me inclino más cerca.

—Quiero que comas todo en ese plato.

Mira a Taehyung como si fuera a librarle de mi ira.—No lo mires —le


digo—. No me llaman el "Buscador de la Verdad" sin razón, mujer. Come
las malditas pastas.

—S-señor, no puedo comer el...

Recojo una de las pastas y se la lanzo.

—Cométela.

Niega, desafiándome, mientras se aleja de mí. Me levanto de la mesa y


merodeo detrás de ella con las pastas.

—¿Por qué no te la comes, mujer?

—Es para el Rey —sisea—. Ya comí.


—Quiero que escuches algo —gruño—. Tres pastas para tu rey es un
insulto. Es traicionero porque lo estás alimentando mal. Intentando
lentamente matar a tú rey.

La mujer se ahoga con sus palabras.

—N-no, es lo que siempre come.

Le clavo una mirada fría. —Hoy es lo que tú comes.

Sus ojos se dirigen hacia la salida, como si fuera a escapar de mí. La


reto a que lo intente.

—No puedo comerlo —dice—. No me gustan esas pastas.

—Métela en tu boca o, ayúdame, te mataré donde estás parada.

La mujer, temblorosa, toma la pasta y le hace una mueca. Como si la


pasta la hubiera perjudicado personalmente. Sus ojos van a la puerta de
nuevo. Se la lleva a la boca y luego la huele. El pánico contorsiona sus
rasgos regordetes en una expresión agria. En lugar de morder, me la
arroja y se va corriendo.
Apenas ha dado tres pasos antes de que desenvaine mi espada y la
lance.

¡Golpe!

Ruido sordo.

El golpe de su pesado cuerpo sobre el suelo de piedra resuena


ruidosamente en el comedor. Su cabeza cortada rueda unos metros
antes de detenerse, los ojos abiertos de la mujer me devuelven la
mirada. Envaino mi espada ensangrentada antes de girar para mirar a
todos en la habitación. Los sirvientes me miran boquiabiertos, Seojoon
me mira con los ojos entrecerrados y Namjoon sonríe. Son los ojos de
Taehyung los que atrapo y sostengo.

Sorpresa. Gratitud. Hambre.

Me sonríe y le devuelvo la sonrisa.


—¡Seokjin! —exclamo, mi voz sonando desde el comedor hacia la
cocina. El hombre entra, con el rostro rojo y cubierto de sudor por la
cocina.

—¿Sí, su alteza?

—Al Rey Kim le gustaría una de tus deliciosas comidas. No lo que fuera
que su sirviente haya intentado servirle. —Miro fijamente a los sirvientes
restantes—. Cualquiera de ustedes intenta alimentarlo y sus cabezas
serán las próximas. Seokjin le traerá sus comidas. Nadie más.

Pasamos el resto de nuestra comida discutiendo la situación de los


condenados. Y mi rey se come cada maldito bocado en su plato. Las
cosas están cambiando por aquí.

El "Buscador de la Verdad" aún no ha terminado.

Angel
XI-T
El hombre de Jungkook, Namjoon, lidera el camino por el pasillo hasta
una habitación protegida por dos guardias. Al menos nadie entrará para
lastimar a mi hermana. Ambos hombres se ven feroces y dedicados a su
rey, a diferencia del cobarde sin carácter de ayer. Namjoon saca una
llave de su bolsillo y abre la puerta. Tan pronto como se abre, escucho su
voz.

—Ustedes, monstruos, mejor déjenme ver a mi hermano —chilla,


golpeando a Namjoon frente a mí—. ¡O si no los mataré a todos!

Mi corazón se hincha al escuchar a mi protectora hermana arriesgar la


vida al enfrentar a uno de los hombres más letales de Jungkook. La
sonrisa en mi rostro cae cuando miro más allá de ella al fuego que
destella en la chimenea.

—¡Jennie! —grito, pasando a empujones.

Mi hermana deja escapar un sollozo de dolor al escucharme y cae en mis


brazos. Su abrazo es fuerte, como si se negara a separarse de mí nunca
más.

—Oh, hermana querida —murmuro—. Estoy aquí. No te preocupes.

Sin embargo, soy yo quien se preocupa. El fuego. Las orugas sichee.

—¿Estás enfermo? —cuestiono, alejándome para palmear sus cálidas y


rosadas mejillas.
Sus cejas se fruncen con confusión.

—No. —Exhala—. Estoy furioso porque nos han separado. ¿Cómo


estás? ¿El hombre te dio tus tónicos? ¿Has comido hoy?

La forma familiar en la que se preocupa por mí me calienta. Durante


mucho tiempo, sus palabras y acciones afectuosas fueron lo único que
me calentó. Ahora tengo a Jungkook. Solo pensar en él me hace arder
por dentro.

—Estoy bien —le aseguro, sonriendo—. Me siento bien. Comí bastante


en el desayuno.
Se inclina.—¿Los tónicos? Los necesitas.

—Me siento mejor. No creo que los necesite más. El médico del rey Jeon
es muy talentoso. Me ha curado...

—Toma —me corta, metiendo la mano en el bolsillo de su pantalón y


sacando tres pequeños viales—. Tómalos. Me niego a dejarte perecer
porque piensan que su médico es especial. He estudiado tu condición.
Sé lo que necesitas, hermano.

Jungkook entra en la habitación y nos separa, tomando los viales de mi


mano.

—Taehyung no los necesitará más. —Se los guarda antes de mirar a


Jennie—. ¿Estás lo suficientemente caliente aquí? Tal vez deberías
haberle dado esta habitación al Rey.

Jennie se pone rígida y sus pequeñas manos se hacen puños.

—Necesita los tónicos.

—Quizás no tienes tanto conocimiento como crees —desafía—. Porque


creías ser alérgica a las orugas sichee y estabas segura de que las
esporas estaban en todas las chimeneas. Y sin embargo... —Su mirada
se dirige al fuego—. Todavía veo una.

—¿Qué estás diciendo? —resopla Jennie, claramente insultada por sus


palabras.

—Tu hermano está a salvo conmigo —dice simplemente, volviéndose


para mirarme—. Ven, Rey. Tenemos que planear la batalla.

—¿Batalla? —grita Jennie—. No es seguro. Taehyung, no puedes entrar


en una batalla. No estás bien. —Lágrimas pesadas aparecen en sus ojos
y se derraman—. Por favor, no me dejes. Eres todo lo que me queda.

Me duele el pecho y me trago la emoción.

—No debes preocuparte por mí. Soy "El Castigador de los Condenados".
Me necesitan en esta batalla.

—Por favor —ruega—. Tu enfermedad es inconstante. ¿Qué pasa si


golpea cuando necesitas ser fuerte?
Jungkook mueve un brazo posesivo alrededor de mi cintura, enviando
hilos de deseo a través de mí.

—Entonces seré fuerte por él.

Tomo la mano de Jennie y la aprieto.

—Todo esto terminará pronto —le aseguro. Pero espero que termine de
manera diferente a lo que pensaba. Soy lo suficientemente egoísta para
desear sanar y que Jungkook me tome en lugar de a mi hermana. De
todos modos, los condenados estarán aquí antes de que nos demos
cuenta. Y o moriré o no lo haré. El final está definitivamente cerca.

Después de salir de la habitación de mi hermano, Jungkook le entrega


los tónicos a Namjoon y se inclina para darle una orden. Namjoon se va
en un instante. La furia se apodera de Jungkook y agarra mi mano con
rudeza. Le frunzo el ceño mientras casi me arrastra a mi torre.

Tan pronto como se cierra la puerta, me suelta y se acerca a la


chimenea. Me cruzo de brazos y lo observo desahogar su ira con los
troncos. Uno por uno los avienta en la chimenea como si fueran dignos
de su castigo. Como si decapitar a un sirviente no fuera suficiente por un
día. Lanza su puño hacia los troncos y luego estallan en una gran llama
que envía ondas de calor bailando sobre mi piel.

Cuando se da la vuelta para mirarme, se ve al límite del mal. Un brillo


oscuro en sus ojos ambarinos. Una siniestra sonrisa curvando un lado de
sus labios. Su cabello oscuro está despeinado y un mechón rebelde cae
sobre su frente. Acecha en mi dirección, su expresión ilegible. En el
momento en que me alcanza, toma su capa que está a mi alrededor y la
tira al suelo antes de que sus manos agarren mi cintura. Sus labios
chocan con los míos de una manera castigadora que me tiene sin aliento.
Deslizo mis palmas sobre su pecho, uniendo mis dedos detrás de su
cuello. Comienza a bajar mi pantalón con una mano y levanta mi culo con
la otra. Grito cuando me clava con fuerza contra la pared de piedra.
Nuestros ojos se encuentran en el momento en que su erección se
aprieta contra mí. Alcanza entre nosotros para desabrocharse los
pantalones y agarrar su polla. Gimo cuando apenas presiona su dureza
en mi dolorido miembro. Mis uñas se clavan en la carne de su nuca de
una manera amenazante.
—Necesito estar dentro de ti —gruñe, sus labios rozando mi mandíbula
hasta mi oreja—. Pero no estás listo, ¿verdad?

Gimo cuando me gira sobre él, para ponerme inclinado sobre la pared.
Luego, tira de mis glúteos con sus dientes, provocándome. Cuanto se
acerca a mi entrada rugosa me lame y chupa, su aliento caliente
abriéndome y estirándome, me excita a niveles superiores. Cuando me
tiene listo, me levanta y le clavo los talones en el culo, acercándolo. La
punta de su polla se desliza fácilmente dentro de mí.

—Estoy listo ahora, mi rey. —Exhalo, moviendo mis caderas de una


manera necesitada—. Tómame duro como quieres hacer.

Me muerde el cuello mientras me embiste. Sin advertencia. Solo un


empuje brutal. Grito y lo acerco, desesperado por la conexión. Los copos
de nieve revolotean a nuestro alrededor, pero luego una ola de intenso
calor que emana de él los derrite y me empapa en sudor.

—Tan caliente —digo con voz ahogada, echando la cabeza hacia atrás
para jadear por aire más frío.

Como un hombre loco, me embiste duro y fuerte. La pared dejará


hematomas en mi espalda y ni siquiera me importa. Me encanta este
lado salvaje e indómito de él. El lado que lo tiene a punto de explotar la
habitación con su calor. Un cálido dedo quema la parte delantera de mi
camisa, exponiendo mi pecho cuando se abre. El aroma a tela quemada
se puede oler mientras destroza mi traje con dedos ardientes. Su toque
me chamusca, pero me gusta su dolor. Un recordatorio de quién me tiene
en sus manos. Una vez que me quita por completo mi ropa, me aleja de
la pared, sus manos agarran mi culo con fuerza. Frotando mi miembro
contra él. Me carga como si no pesara nada, me hace rebotar sobre su
longitud, tomando cada centímetro de mí como suyo.

—Taehyung—gruñe, retirando su palpitante pene.

Me arroja sobre la cama, haciéndome perder el aliento, sin darme un


segundo para recuperarme antes de agarrarme las caderas y voltearme.
Grito cuando me mueve rudamente al lado de la cama para que mi culo
quede desnudo ante él. Su bota empuja mi pierna derecha, separándome
para él, y luego su pene me está invadiendo una vez más. Cálidas
manos agarran mi trasero, enviando sensaciones de ardor a través de mi
carne.
Tanto calor. Tanto calor. Tan bueno. Me aprieto a su alrededor,
desesperado por el inminente orgasmo que se está burlando de mí.

Debe sentir mi necesidad porque desliza su mano hacia mi frente


mientras me empuja brutalmente desde atrás. Sus dedos están calientes
al tacto y temo que quemará mi miembro. Pero su agarré es demasiado
rápido para quedarse en un lugar el tiempo suficiente como para hacer
daño. El dolor rápidamente se convierte en placer mientras me embiste
cada vez más cerca del borde del acantilado que me enviará en espiral
hacia el infierno de la dicha.

—¡Ah! —grito, presionando contra él. Tan cerca.

Su palma golpea mi culo, resonando ruidosamente en la habitación. Es


suficiente para empujarme de inmediato. Un grito escapa de mí un
segundo antes de que mi placer se apodere de mí, sacudiéndome con
fuerza. Mi cuerpo se aprieta a su alrededor, haciéndolo perderlo. Un
gruñido sobrenatural retumba de él.

Fuego.

Puedo sentir que me quema mis palmas, mi pecho, mi cabello. Y, sin


embargo, permanezco en él, a salvo en los brazos del creador de fuego.
Las llamas lamen mi torso debajo de mí. Las pieles están en llamas. La
sala se está cocinando con nosotros dentro. Cuando su semilla ardiente
se vierte en mí, me rindo a sus fuegos.

Me rindo a él.

El dolor casi se hace insoportable en mi carne, pero luego me arranca de


la cama. Jungkook me toma en sus brazos y me saca de la habitación
hacia el baño que habíamos abandonado esta mañana. El agua fría es
una sorpresa para mi sistema cuando me arroja en ella, sumergiéndome
debajo de la superficie.

Golpeo y farfullo cuando salgo a tiempo para verlo quitarse la ropa. Una
vez está gloriosamente desnudo, entra al agua fría conmigo. Su piel
sisea cuando entra en contacto con el agua. Se acomoda antes de atraer
mi espalda a su pecho. Manos cálidas buscan mis quemaduras debajo
del agua y su toque curativo me quita el dolor. Sus labios encuentran mis
orejas y me besa.
—Lo siento —gruñe—. Perdí el control. Nunca te haría daño.

Un escalofrío me recorre. Invoca sus fuegos y calienta el agua.

—Me gustó —digo, volviéndome para mirarlo—. Todavía me sentía


seguro contigo.

La locura en sus ojos se desvanece cuando el hombre que he llegado a


adorar vuelve a mí. Me acaricia el cabello y me da besos en el rostro.

—Ojalá no estuviéramos a punto de luchar contra los condenados.


Nuestro tiempo juntos se siente demasiado corto —se queja. Es
entrañable ver a un fuerte y poderoso rey creador de fuego hacer un
puchero. Un destello de un niño de cabello negro con brillantes ojos
azules y una sonrisa perversa baila en mi mente.

Taehyung tonto.

Los finales felices no son para los reyes helados, casi muertos.

Su boca presiona la mía en un beso que roba el alma. Sin embargo, un


Taehyung tonto puede fingir. Mientras me besa hasta que me mareo,
permito que imágenes de niños con un hombre como Jungkook pasen
por mi mente. Puede que no tenga una larga vida por delante, pero tengo
el poder de desear una.

Y hasta que tome mi último aliento, seguiré deseando.


Angel

XII-J

—Debemos irnos ya —dice Namjoon, el filo en su voz me hace entrar en


acción.

—¿Ya están sobre nosotros? —Miro a mi hombre de mayor confianza


brevemente antes de inspeccionar mi espada de nuevo.

—Lo están.

—¿Él rey Kim?

—Ya se despidió de su hermanita y se está poniendo la armadura.

Arqueo una ceja.

—¿Cómo fue su reunión de despedida?

—Fue un asunto lloroso —gruñe—. Jennie le susurró algunas cosas al


rey que no logré escuchar.

Mi columna se pone rígida. —¿Él rey está bien?

—Perfectamente.

Exhalando profundamente, envaino mi espada y me pongo la capa.


Namjoon y yo ya estamos usando nuestra armadura de batalla. Su casco
de metal revela sus ojos oscuros y boca. Mi propio casco está diseñado
más como una corona con puntas altas, negras e irregulares en la parte
superior para que mis hombres puedan distinguir a su rey del resto.
Namjoon y mis otros hombres destacan contra las paredes blancas y el
ejército del Rey.
—No debería ir —gruñe Seojoon, haciéndose eco por el pasillo hacia
nosotros en conjunto con pasos.

—Y no deberías mandarle a tu Rey —responde Taehyung entre


dientes—. Los Ojos del Blanco me necesitan guiándolos.

—Yo puedo guiarlos —replica, sin importarle su lugar en su mundo, el


cual es debajo de las botas de Taehyung.

Aparecen a la vista y en mi rostro surge una amplia sonrisa.

Hermoso.

Es una visión increíble.

Y mío.

En lugar de sus trajes elegantes o blancos, Taehyung está equipado con


pantalones negros ajustados, botas negras que le llegan hasta las
rodillas, una camisa negra y una capa negra más grande que él. Lo que
hace que mi pene se levante para la ocasión es la armadura de metal
sobre su torso con la forma de una llama tallada en el metal. Su cabello
rubio blanco cuelga frente a su frente, un marcado contraste con el
negro. El hombre es hermoso en su gloria natural, pero este día es
extraordinario. Sombras negras y grises delinean sus ojos y hacen que el
azul parezca explotar. Sus mejillas están rosadas con color natural y sus
labios una vez azules son del color de la sangre. Si tan solo tuviéramos
más tiempo... me encantaría ver esos labios envueltos alrededor de mi
polla.

Como si me hubiera atrapado dentro de mi cabeza, Taehyung sonríe, sus


ojos brillando perversamente hacia mí.

—Su alteza —saluda, su voz un ronroneo seductor—. Oí que debemos


irnos de inmediato.

—No le va a permitir ir, ¿verdad? —exige Seojoon, sus ojos verdes


ardiendo en mí con odio y acusación—. Está débil. Enfermo. Muriendo.
—Pronuncia la última palabra para que solo nosotros cuatro podamos
escuchar. Rápido como un rayo, lo golpeo, agarrando su cuello. Invoco
mis fuegos hasta que sus ojos brillan con pánico.
—No le hables a tu rey como si fuera frágil y débil —rujo, gruñéndole—.
Debes llevar a cabo sus órdenes sin dudar. Es poderoso y nuestra mejor
oportunidad contra la horda de los condenados. —Girando la cabeza, le
sonrío a él —. ¿Te parece débil ahora? ¿O parece al hombre que va a
hacer que todos y cada uno de sus enemigos, tanto enloquecidos como
completamente conscientes, sangren a sus pies con botas? —Lo vuelvo
a mirar—. Tu rey no es débil, ni estúpido. Como un buen rey, hace
movimientos estratégicos que nunca podrías entender completamente,
Verde. Cuestiona a tu rey de nuevo y haré rodar tu cabeza como hice
con su sirviente sin valor. ¿Entendido?

Los ojos verdes de Seojoon prácticamente brillan. —Por supuesto, su


alteza.

Lo libero y se frota la garganta. Las marcas negras de la quemadura


arruinan su atuendo, por lo demás perfectamente blanco. Me agrada
saber que lo arruiné un poco. Un día no amaría nada más que arruinarlo
por completo.

—Dennos un momento —instruyo a Seojoon y Namjoon.

—No tenemos tiempo para los actos nefastos que estás conjurando en
esa malvada cabeza tuya —bromea él, con los labios curvados en una
sonrisa brillante.

Me acerco a él y luego lo hago retroceder hasta la pared más cercana.


Presionándolo, lo dejo sentir exactamente lo que me hace simplemente
por estar cerca. Huele a las fresas de canela que tuvimos de postre. No
hojas de billibone o voxin o bayas amarillas. No, huele a vida y poder y
un toque de ira.

Deslizando mis manos en su cabello, lo atraigo hacia mí en un beso


castigador para asegurarme de que sepa como huele. Uno nunca puede
ser demasiado cuidadoso. Lo beso profundamente como si pudiera
consumirlo. Ciertamente lo intento. Trago sus gemidos con avidez. Mis
caderas se mueven contra él, sintiéndolo, desesperado por la fricción que
solo su dulce cuerpo puede proporcionar.

—Si muero en el campo de batalla... —murmura contra mis labios.

Entonces también moriré.


El pensamiento es repentino y feroz. Consumidor. La verdad más
verdadera que jamás he conocido. Es bueno que ninguno de nosotros
vaya a morir pronto.

—Entonces me compadezco del que te ponga un dedo encima. —


Mordisqueo su carnoso labio inferior—. Porque lo quemaré vivo
lentamente para poder saborear el aroma de su piel cocinándose.

Se ríe.

Rey malvado.

—Y si yo muero... —Levanto una ceja en cuestión.

La ira destella en sus ojos azules, la temperatura se enfría a un nivel


incómodo.

—Enviaré mil hojas de diamante para perforar su cuerpo y clavarlo en la


tierra mientras los condenados se alimentan de su inútil cuerpo asesino
del rey.

—¿Estás seguro de que no tenemos tiempo? —gruño—. Realmente


quiero acostarme con mi rey oscuro, sucio y malvado.

—¿Tuyo? —Exhala. —Será mejor que lo creas.

Uno de los hombres grita desde cerca, robando nuestro momento, pero
no antes de que robe un beso más.

—Vamos a matar, Castigador.

[...]

Uno al lado del otro, Taehyung y yo montamos en dos de mis caballos


negros. Nuestros hombres, tanto en negro como en blanco, son un frente
unido detrás de nosotros. Todos y cada uno de nosotros somos letales.
El rugido de los condenados se puede escuchar más allá de Norta Layke.
Tendrán que rodear el cuerpo de agua para alcanzarnos, dividiendo su
ejército de inmediato. Hombres con flechas, esperando ser prendidas y
lanzadas, esperan en la cubierta de los árboles. Hombres vestidos de
blanco se camuflan en el paisaje cubierto de nieve. Y hombres con
antorchas se paran detrás de mí, atrayendo a los locos hacia nosotros.

El tiempo pasa lentamente mientras los esperamos. Un enorme ejército


silencioso, pacientemente parado mientras monstruos despiadados y
descerebrados corren hacia nosotros. El fuego en mis venas se calienta
a temperaturas increíbles, esperando ser desatado.

Dejo de mirar al blanco más allá donde los gritos se hacen más fuertes, y
miro a Taehyung. Su corona de hoja de diamante se asienta
orgullosamente en su cabeza y su capa negra ondea detrás de él. Es
poderoso y más fuerte que cualquier otra persona que haya conocido.

¿Cómo se atreven a insultarlo?

¿Cómo se atreven a tratar de mantenerlo encerrado en una torre,


malnutrido y peor?

Todos pagarán con sus cabezas al final.

Debe sentir mis ojos en él porque ladea su cabeza ligeramente,


moviendo sus ojos azul helado en mi camino. Una sonrisa juega en sus
labios carmesí.

—Ya vienen —advierte, su voz dura y sin miedo—. ¿Estás listo, creador
de fuego?

—Los condenados son lo único que se interpone entre las Tierras


Ocultas y yo. Nací listo, rey cruel. —Le sonrío—. La Guerra Moral me
espera. El final está cerca.

Frunce los labios.

—Todavía me interpongo en tu camino. Cuando todos estén muertos y


sus cadáveres inunden mi tierra, seré yo quien se interponga en tu
camino. ¿Crees que te permitiré casarte con mi hermana ahora?

El caballo en el que se encuentra resopla y sacude la cabeza. Pasa su


palma por el costado de su cabeza para calmarlo.

—¿Estás celoso, Castigador?

—Soy inteligente, Volc. Y dejarte escapar con mi hermana no lo es.


—Tu hermana siempre iba a ser una transacción comercial. Nada más.

—¿Y yo?

—Se suponía que morirías —le digo con suavidad, ganándome una
mirada de odio de Seojoon a su lado—. Pero no moriste, ¿verdad? ¿Y
ahora qué, rey Kim?

—No te dejaré ir —dice.

¿A las Tierras Ocultas?

¿O en general?

—Lo bueno es que no me inclino ante nadie, ni siquiera ante ti —me


burlo, amando la forma en que sus labios se curvan en un lado—. Tengo
otros planes.

—No me matarás —dice con descaro, levantando la barbilla de esa


manera tan real que me dan ganas de besarlo.

—No, rey helado —digo con una sonrisa malvada—. Todavía no he


terminado de follarte.

Seojoon ruñe a su lado y luego señala.

—Están aquí.

Al principio, es solo un ligero borrón gris. Luego, bastante rápido, el


borrón emerge de la fuerte nevada que cae y pinta la distancia de negro.
Los rugidos son sobrenaturales e inhumanos. La locura alimenta a estos
monstruos. No habrá negociaciones y no tomaremos prisioneros. Han
venido a morir.
Justo cuando alcanzan el lado norte de Norta Layke, un resplandor de
color rojo anaranjado brota a través de los árboles hacia la horda. Una
flecha ardiente no matará a veinte mil condenados. Pero los cientos de
flechas que siguen, que iluminan el cielo blanco con fuego, ciertamente
los afectarán.

Los gritos se hacen más fuertes cuando la mayoría de las flechas dan en
el blanco, haciendo que cientos de personas se desplomen mientras
caminan. Los condenados cargan justo sobre los que han caído, una
fuerza imparable dirigida hacia nosotros. Mientras otros cientos de
flechas vuelan hacia ellos, miro a Taehyung.

Resplandece.

Brillante.

Azul.

Una Rey a punto de aniquilar a quienes amenazan su reino. Alejando mi


mirada del hermoso rey, veo a la horda dividirse en dos alrededor de los
lados exteriores de Norta Layke. Esta vez, se pueden escuchar gritos de
nuestro lado como un mar de cargas blancas y negras. Los hombres con
espadas actúan como una barrera entre los locos y sus reyes.

Los minutos pasan mientras nuestros hombres rodean el cuerpo de agua


en ambos lados. Y luego un fuerte choque de espadas que se
encuentran con carne y gritos enloquecidos resuena en el aire.

—¡Adelante! —grita Taehyung, pateando su caballo a la acción.

Su capa ondea detrás de él debajo de un desorden de cabello blanco


mientras cabalga a toda velocidad hacia la más grande de las dos hordas
que se acercan a un lado. Pongo mi propio caballo en acción y galopo
tras él. Los gránulos de hielo me golpean en el rostro, pero se derriten
rápidamente mientras mis fuegos me consumen.

Un destello azul explota frente a mí y quedo brevemente aturdido por la


magia. Él castigador aprovecha su bestia interior y se convierte en el
arma. Afilado como una espada. Letal como una serpiente. Más fuerte
que una gran tormenta de nieve. Sus brazos se alzan frente a él,
tornándose azul brillante mientras convoca su hielo, y luego lanza sus
manos hacia adelante, disparando docenas de hojas de diamante hacia
sus enemigos. Atraviesan el aire helado y alcanzan su objetivo, haciendo
caer a muchos de los condenados a la vez.

Es "Él Castigador de los Condenados" y no decepciona.

Me adelanto a él, convocando mis fuegos mientras agarro la empuñadura


de mi espada. Desenvainándola, dejo que el fuego caliente el metal y lo
prenda en llamas. Los condenados se encontrarán con su creador este
día. Todos ellos. Uno a uno. Los eliminaremos.
Corto el cráneo de uno de los enloquecidos, arrojando un trozo de cuero
cabelludo fibroso a la nieve. Antes de que este pueda caer, expirado, otro
lo atropella en su camino hacia mí.

Corte. Corte. Corte.

Uno carga hacia mí con una hoja de diamante que sobresale de su ojo.
Antes de que pueda usar mi espada, varias hojas de diamante lo
atraviesan y lo derriban. Muevo la cabeza hacia la derecha justo a tiempo
para ver la sonrisa presumida de Taehyung antes de que vuelva a lanzar
más hojas.

Rey valiente.

Mi hermoso, ardiente y feroz amante.

Podría mirarlo para siempre.

Desafortunadamente, tengo una masacre que liderar.

Apenas he eliminado seis más antes de que algo atraviese mi estómago.


Gimo de dolor, bajando la mirada para ver una espada de diamante
saliendo de mi estómago. Mi instinto es mirar a Taehyung. Sus ojos
están iluminados con más odio del que jamás he visto. Aún ardiente.

Aún feroz.

Aún hermoso.

Pero también malévoló, malvado y perverso.

Y cruel.

Me deslizo de mi caballo, aterrizando de rodillas en la nieve mientras el


dolor me inmoviliza. Si puedo quitar la espada... Alguien me la arranca y
luego me la vuelve a clavar por la espalda. El blanco se confunde con el
negro.
Parpadeando para alejar el aturdimiento, clavo los ojos en mi rey.

Un rey siempre se arrodilla ante su igual.

Es mío.
Desde el momento en que lo vi, supe que era mío. Nunca planeé tomar a
su hermana o dejarlo. No, iba a hacerlo mi rey de todas las maneras
posibles.

Y esa es mi verdad.

Lástima que nunca llegue a oírlo. Mis ojos se oscurecen y, esta vez, no
se abren.

Singularity

XIII-T
Odio como nunca antes he conocido me consume.

Me enloquece.

Me transforma.
El grito que sale de mí es peor que todos los condenados juntos.

La traición corta profundamente. Los que dicen que nos aman cortan lo
más profundo.
Un rugido aparece detrás de mí y Namjoon pasa junto a mí rápidamente,
más allá de su rey caído, para matar a los locos. Protegiendo a su nuevo
rey. Mi batalla está delante de mí.

—Envenenó tu mente. —Los celosos ojos verdes me fulminan. Como si


esto lo absolviera de su monstruosa acción.

—Me liberó —chillo, la nieve espesándose a nuestro alrededor,


ocultándonos en un vórtice de venganza, la escena solo para nosotros
tres.

—Te engañó —dice Seojoon, sosteniendo su espada de diamante frente


a él, la sangre de Jungkook goteando de ella—. Es un embaucador,
Taehyung. No puede amarte como yo.

Mis ojos caen al perfecto rey oscuro. Su sangre empapa la nieve blanca.
Puede curarse a sí mismo, entonces, ¿por qué permanece inmóvil?

No te mueras por mí ahora, Jungkook.

No después de todo lo que hemos pasado.

—¿Qué has hecho? —exijo por lo bajo, el hielo congela cada centímetro
de mi alma con la necesidad de venganza.

Seojoon e quita la máscara para revelar su hermoso rostro. Durante un


tiempo, me sentí atraído por él, secretamente deseé una vida con él.
Pero algo, en el fondo, siempre me advirtió. Pensé que era por su
posición dentro de mi ejército. Sin sangre real. Eso no fue todo. Sabía
que algo estaba mal, por lo que la confianza nunca estuvo
completamente allí. No suficiente para ir más allá de amigos.

—No es ningún secreto que el rey Jeon casi muere envenenado por
gotas de honnin cuando era más joven y que su padre hizo que las
plantas fueran destruidas — dice Seojoon, con los labios curvados de
una manera cruel. Inspecciona su espada y sonríe—. Parece que
encontré algunas.
Jimin.

Necesito llevar a Jungkook a Jimin.

Pero primero...

—Esto no quedará impune, Seojoon—digo en tono frío—. Es como si ya


no supieras quién soy.

Frunce el ceño.

—Podríamos haber sido todo —comenta—. Podría haber sido tu


protector y el padre de tus hijos. Podría haber envejecido contigo.

Mi odio se ha manifestado en una gran tormenta arremolinándose a


nuestro alrededor. Puedo sentir el hielo atrayéndome como un imán.
Creciendo, endureciéndose, afilándose. La violencia en el aire coincide
con la que hay dentro de mi corazón. El traidor ha intentado arrancar lo
único bueno en mi vida. Ha intentado envenenarlo y destruirlo.

Un pequeño gemido de Jungkook hace que una oleada de esperanza me


invada. Puede curarse. La espada se ha ido, así que tal vez con la ayuda
de Jimin, pueda sanar. Así que ayúdame, Jungkook, si no vuelves de
esto, te perseguiré al inframundo y te arrastraré de regreso a mí.

Otro gemido.

—Eres débil —digo a Seojoon, riéndome de él—. Un animalito pobre,


maltratado y no amado. Los hombres como tú no pueden estar con
personas como yo. Un rey es demasiado para ti.

—Puedo manejarte —discute—. ¿Crees que no sé cómo usar mi pene,


Taehyung? Follé por todo tu castillo, así sería bueno para ti. Mejor que
bueno. El mejor.

—Eres patético. No importa lo bueno que seas en la cama, nunca


tendrás lo que se necesita para ser el mejor. No como Jungkook—siseo,
levantando mis brazos en el aire.

—¿Qué es eso? —gruñe Seojoon —. Te puedo asegurar que tengo lo


que él tiene y más. ¿Un gran pene? Te haría pedazos con él mío, alteza.

Niego hacia él.


—No, Seojoon. No tienes mi amor. Nunca lo tendrás. El amor es lo que
hace que follar a mi rey sea mágico —me burlo—. Ahora dobla la rodilla
por última vez.

Empieza por mí, levantando su espada.

Silbido. Silbido. Silbido. Silbido. Silbido.

Seojoon hace una pausa y mira su torso, donde cinco hojas de diamante
nuevas perforan su pecho. Carmesí mancha su traje blanco. Sus ojos
verdes se lanzan a los míos, la traición destellando en ellos.

Oh, qué terrible debe sentirse.

Hace un sonido ahogado y balancea su espada hacia mí. Su brazo no


llega lejos antes de que una lámina gigante de hielo caiga desde arriba,
cortando su bíceps. El brazo y la espada caen al suelo, la sangre rocía
un arco a través del paisaje helado desde su apéndice cortado.

—Taehyung—gime.

—Arrodíllate —grito, atrayendo el fuerte viento hacia mí.

La ráfaga lo obliga a caer hacia adelante, haciéndolo caer de rodillas.


Avanzando por la nieve, curvo mi mano en un puño y convoco mi hielo.
En lugar de cinco hojas, se forma un garrote de hielo en mi puño y luego
se sacude en una afilada y gran espada de diamante. Agarro su cabello
castaño empapado y echo su cabeza hacia atrás para que pueda ver mi
rostro.

—Traicionaste al Rey equivocado y estás oficialmente relevado de tus


deberes hacia mí —susurro mientras muevo mi brazo por el aire.

Continúa mirándome con conmoción, incluso después de que su cuerpo


caiga al suelo. Miro fijamente su cabeza cortada por un largo momento
antes de arrojarla fuera del vórtice de viento y hielo que nos rodea.

—¡Namjoon! —grito—. ¡Ven rápido!

Calmo la furia dentro de mí el tiempo suficiente para hacer que el viento


amaine un poco. Namjoon está luchando contra la horda que nos rodea,
pero necesito que atienda a su rey.
—Jimin—espeto—. Llévalo al castillo. Haz que Jimin le dé gappenoil. No
tenemos tiempo. ¡Date prisa!

Namjoon mata a varios más de los condenados antes de gruñirme:

—Hay demasiados. No puedo dejarlo aquí.

—Como tu rey, te ordeno que lleves a mi rey de regreso a mi castillo.


Ahora, Namjoon—ordeno, volviéndome hacia la horda—. Puedo con
esto.

Hace una pausa para matar a otro de los condenados antes de inclinar la
cabeza.

—Por supuesto, mi rey.

Respiro hondo y enfrento a los enemigos que una vez me asustaron.


Ahora no. Soy su peor pesadilla. Los erradicaré a todos. Con un fuerte
grito, derramo mi ira en la tormenta que nos rodea. Soy un Kim. Él rey
helado. Creador de espadas de diamante. Creador del clima.
El Castigador de los Condenados.

Y libero a mi bestia.

Entre el blanco y negro, encuentro a los sórdidos y sucios locos. Bajo mi


puño y hago que llueva... hielo, eso es. Mi arma es el clima y le ordeno
que me obedezca. Como flechas afiladas hechas de hielo, mis armas
caen del cielo con una fuerza increíble. Una fuerza alimentada por la
furia, la venganza y la claridad. El mundo es un caos a mi alrededor, pero
veo con absoluta certeza lo que hay que hacer. Ahora, luego, siempre.
Debo convertirme en mi don. Convertirme en la espada de diamante.
Arruinarlos a todos.

¡Twhip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-
twhip-thwip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-
twhip-thwip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-
twhip-thwip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-
twhip-thwip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-
twhip-thwip!

El sonido de las espadas de diamante cayendo a mi alrededor con


precisión exacta hace que mi alma se regocije con felicidad.
Él sabía.

Jungkook vio dentro de mí y supo que todo esto era posible. El único que
cree. El único que ama a la bestia, que la acaricia, que la saca de su
jaula. El único que me hizo ver que ser poderosa era un don, no una
maldición.

Jungkook no me mimó.

Me provocó y enloqueció.

Me salvó. Me amó.

A mi alrededor, los condenados caen. Los Ojos del Blanco y el ejército


Volc avanzan, eliminando los que pueden. Bajo el puño de nuevo.

¡Twhip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-
twhip-thwip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-
twhip-thwip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-
twhip-thwip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-
twhip-thwip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-twhip-thwip-thwip-twhip-
twhip-thwip!

Caen, caen y caen. Avanzamos. Ellos caen.


Sigo caminando hasta estar frente a los hombres, eliminando a los
condenados ahora mucho más fácilmente sin la distracción de mantener
a algunos vivos. La horda se desmorona a mis pies, asesinada en mi
tierra, destruida por "El Castigador de los Condenados".

Estoy escudriñando el horizonte en busca de más cuando una mano toca


suavemente mi hombro. Girando, extraigo cinco hojas de diamante y las
apunto a la garganta del que se escabulle detrás de mí.

—Soy yo, Yoongi —dice con voz tranquila—. Han muerto. Los ha matado
a todos.

Su caballo resopla detrás de él.

—Necesito ver al rey Jeon —siseo, todavía vibrando de rabia.

Me sonríe ampliamente.

—Y he venido para escoltarlo de regreso, su alteza.


Yoongi me levanta fácilmente sobre su caballo y luego se sube detrás de
mí. Pone al caballo en acción y galopamos a lo largo de la tierra que está
cubierta con la sangre de los soldados caídos, pero en su mayoría
cadáveres de los condenados. Cuando pasamos junto a una cabeza que
parece pertenecer a Seojoon, me siento más erguido, el odio me hiela las
venas.

—Tranquilo, su alteza —dice Yoongi detrás de mí—. Ya está muerto y


usted está creando otra tormenta. Si quiere que lo lleve rápido con
nuestro rey, le aconsejo que se relaje.

Nuestro rey.

No lo corrijo porque es mi rey y yo suyo. El castillo aparece a la vista


cuando las nubes se disipan. Es un lugar formidable. Mis ojos se dirigen
a la torre, donde he estado encerrado durante demasiado tiempo. El
tiempo de la debilidad, el ocultamiento y la negación ha terminado.

Cuando nos acercamos a la entrada principal, bajo del caballo y camino


fatigosamente por la nieve. Namjoon se encuentra conmigo, una
expresión preocupada en su rostro.

—¿Cómo está? —exijo mientras nos apresuramos a entrar.

—A veces coquetea con la muerte —gruñe


Namjoon—. Más bien desearía que no lo hiciera.

Agarro el brazo de Namjoon y sonrío.

—No sería ese Volc insufrible si no fuera así.

Me sonríe antes de guiarme a la habitación que Jimin ha requisado como


su sala de curación. Me despejo al ver a Jimin preocupado por el cuerpo
sin vida de Jungkook .

—¿El gappenoil? —pregunto mientras me apresuro al lado de Jungkook.

Sus ojos están cerrados y sus cejas fruncidas como si tuviera dolor. Ya
no usa su capa o camisa. Las heridas de puñalada están abiertas y
luciendo mal, sangre teñida de amarillo rodando por sus costados.

—Se bebió el gappenoil. El resto depende de él —dice Jimin. Pero no es


así.
Depende de mí.

Invoco mi hielo y paso la punta del dedo por su cuchillada, cerrando su


primera herida. Luego, trabajo en la otra. Los dos hombres en la
habitación permanecen callados mientras yo trabajo.

—Pónganlo de lado para que pueda hacer la parte de atrás —espeto—.


Rápido.

Namjoon y Jimin lo mueven y repito mi acción sobre su espalda. Una vez


que ya no está sangrando, lo acuestan mientras tomo su mano en la mía.

—¿Eso es todo lo que podemos hacer? —pregunto a Jimin. Deja


escapar un suspiro.

—Mientras su cuerpo combate el veneno y sana, sus fuegos saldrán a la


superficie.
Debemos mantener baja la fiebre.

Esto lo puedo hacer.

—Atiende a los otros hombres heridos —instruyo—. Me quedaré con el


rey.

Jimin me sonríe antes de agarrar su bolsa y marcharse. Namjoon me


mira con curiosidad.

—Está a salvo conmigo —le aseguro mientras presiono una de mis


manos contra su pecho y la otra contra su frente.

—Por supuesto que lo está —dice en acuerdo—. Y usted se encuentra a


salvo con él.

Invoco mi don y enfrío su carne bajo mis palmas para refrescar el ardor
que emana de él.

—¿Hay algo que te gustaría señalar, Namjoon, o estamos jugando?


Acabo de matar a miles de los condenados. Estoy bastante agotado.
¿Quizás en otro momento?

—Quizás en otro momento —dice, sonriendo—. Manténgalo vivo. Es el


hijo que nunca tuve.
Tan pronto como se va, me concentro en Jungkook. Hermoso, fuerte y
poderoso Jungkook. Me salvó y me trajo de vuelta de una muerte
cercana. Haré lo mismo por él. Después de todo, es lo que un rey hace
por él suyo.

Angel

XIV-J
Lo odio.

Cruel y despreciable bastardo.

El amor es para los débiles. Al menos, eso es lo que mi padre siempre


me decía. Y cuando mi madre fue atrapada con otro hombre,
desesperada por el amor y afecto que mi padre nunca le dio, fue
expulsada de nuestras tierras. Ni siquiera fue lo suficientemente hombre
para hacerlo él mismo. Sus hombres simplemente la sacaron de su cama
una mañana, la llevaron a Equatoria y la forzaron a la locura junto con los
demás que lo habían perjudicado de alguna manera. Cuando me lo dijo,
casi me volví loco. Pasé semanas luchando contra los condenados en
busca de ella. Tal vez había sobrevivido. Tal vez no había sucumbido
como el resto de ellos. Pero entonces la vi. Su cabello castaño suave y
sedoso que una vez me había enseñado a trenzar era fibroso. Sus ojos
amorosos estaban vacíos. Y tenía hambre. En un día cálido con el
corazón roto, había matado a mi madre porque mi padre era demasiado
débil para hacerlo.

Misericordia.

Le mostré la misericordia que él debería haber tenido. Con su sangre en


mis manos, irrumpí en el castillo en busca de mi padre. Todos y cada uno
de los hombres a sus órdenes asintieron hacia mí mientras pasaba en mi
búsqueda para verlo. Vieron la mirada en mis ojos. La furia. El odio. La
sed de venganza. Y me dejaron pasar porque también amaban a mi
madre. Era la dulzura, el amor y la amabilidad de la que nuestro reino
siempre careció. Sin ella, éramos solo otro reino bajo el gobierno de un
tirano cruel.

No más.

Mientras miro su forma dormida, sé que debe acabar. Termina con él.
Prometo ser como mi madre, eligiendo más que solo matar fríamente. Un
"Buscador de la Verdad" exige respuestas, no sangre. Siempre exigiré
respuestas. Desenvaino mi espada que hasta hace poco era demasiado
pesada. Soy casi un hombre ahora, apenas unos meses antes de cumplir
dieciocho años, y finalmente he aprovechado mi don. Sin embargo, mi
edad es irrelevante. Soy el heredero del trono sin importar mi edad, y con
mis poderes recién descubiertos, soy una fuerza a tener en cuenta.

Invoco mis fuegos, más calientes ahora debido a mi ira, y prendo mi


espada en llamas. Padre se agita y presiono la punta de mi espada sobre
la piel desnuda sobre su corazón.

—¿Por qué? —exijo, despertando al hombre que robó mi único atisbo de


felicidad—. ¿Por qué la enviaste a Equatoria?

Verdad, no sangre.

Ese es mi último anhelo.

Sus ojos ámbar se abren y se encuentran con los míos.


—Siempre supe que con el tiempo esto llegaría. Estás intentando tomar
mi trono.

Presiono la punta de la espada contra su piel, deleitándome en la forma


en que la sangre se filtra de la nueva herida que he creado. El pánico
parpadea brevemente en la mirada feroz de mi padre.

—Responde la pregunta —gruño. Mi don es una bestia furiosa dentro de


mí, una bestia con la que solo he tratado con moderación, pero que
ahora libero voluntariamente de su jaula.

—Era una puta, muchacho —se burla mi padre—. Y embarazada del


bebé de otro hombre.

El dolor me recorre.

—¿Y la enviaste a su muerte? ¿Sabiendo que llevaba a mí hermano?


¡Podría haber sido tuyo!

—Un rey solo necesita un heredero —responde—. Y el mío me amenaza


con una espada. Imagina si hubiera más. Caos.

—Me quitaste lo único que amé. ¿Por qué?

—No se trataba de ti, Jungkook. Esto era sobre traición. Y recibió lo que
merecía.

Mi ira me consume mientras empujo hacia abajo. El sonido húmedo de


mi espada atravesando su músculo hasta su corazón es algo que nunca
olvidaré. Un creador de fuego puede curarse a sí mismo, pero una
espada en el corazón lo matará. Mi espada da en el blanco porque sus
ojos parpadean cuando la vida literalmente sangra de él.

—También me traicionaste, padre —le digo con voz fría—. Y también


recibiste lo que te merecías.

Tomo su corona de la mesa y robo su espada que es más afilada y mejor


que la mía. Al salir, encuentro a su hombre de más confianza. Sus ojos
están húmedos con lágrimas, el dolor lo abruma.

—Podrías haberme detenido —desafío, levantando mi espada.


Este hombre podría haberlo hecho. Fácilmente. Es el luchador más
fuerte y rápido del ejército Volc.

—Jihee no hubiera querido que lo hiciera. —Sus ojos arden en los míos,
destellando con amor mientras habla de ella—. Siempre supo que usted
era un buen hombre.

—Estaba embarazada —murmuro—. Tu hijo, ¿mmm?

Cálidas lágrimas bajan por sus mejillas mientras asiente. Agarro su


hombro.

—La encontré. La saqué de su miseria. El alivio lo hace desplomarse.

—Gracias.

Cae de rodillas e inclina la cabeza.

—Le prometo mi lealtad, mi rey. Su madre lo hubiera querido así.

—Toma la cabeza de mi padre y quema su cuerpo —le ordeno—. Esta


noche, tendremos una fiesta de coronación. Asegúrate de que todos lo
sepan.

—Sí, mi rey. —Se pone de pie—. ¿Algo más, su alteza?

—No soy como él, Namjoon—le aseguro al hombre—. No soy como él.

—No, tu madre se aseguró de eso.

[...]

Me despierto en sudor frío, desorientado y atontado, pero vivo. Me toma


un momento entender mi entorno. Paredes de piedra gruesa cubierta de
hielo. Un frío en el aire que llega hasta los huesos.

Un Rey dormido a mi lado.

Lo último que recuerdo es una espada atravesándome el pecho. Había


visto el hermoso odio en los ojos de Taehyung dirigido a quien me había
hecho daño. Lo sentí como un puñetazo en el corazón. Aunque sobreviví.
Por un momento, mientras yacía en la nieve, me pregunté si lo haría. He
recibido muchos estoques en mi cuerpo a lo largo de los años y me he
curado fácilmente. Esto fue diferente. La espada estaba empapada de
algo dañino para mí. Mirando hacia mi pecho, una delatada mano
descansa sobre mis nuevas cicatrices rosadas. Debe haberme curado
con su toque. Su cuerpo se paraliza mientras se despierta y luego se
levanta para poder mirarme.

Ojos azules amplios y preocupados. Los labios más hermosos de todos


los reinos, su forma de corazón me vuelve loco.

—Taehyung—gruño, mi voz seca y rota.

—Shhh —canta mientras se sienta y toma una taza de la mesa junto a la


cama—. No hables, bebe.

La ternura con la que lleva la taza a mis labios hace que mi corazón se
apriete en mi pecho. Ese bastardo casi me aleja de él. Trago unos sorbos
largos y luego hago la pregunta de la que más necesito una respuesta.

—¿Está muerto?

Su expresión se vuelve asesina, el azul en sus ojos ardiendo.

—Le arranqué la cabeza.

Extendiendo la mano, la deslizo en su cabello rubio y lo atraigo hacia mí


para un beso.

—Tan feroz —digo contra sus labios—. Cruel y hermoso rey.

—Solo protejo a mi rey.

[...]

—¿Cómo se siente? —inquiere Namjoon cuando entra en la habitación


de Taehyung.

—Han pasado tres días —me quejo—. Estoy bien.


Taehyung pone los ojos en blanco.—El veneno tarda en abandonar tu
sistema. Jimin cree que deberías estar en reposo en cama durante una
semana.

—¿Por qué está en el suelo entonces? —pregunta Namjoon, con la


diversión levantando las comisuras de sus labios.

—Es un necio terco —explica Taehyung.

—Un necio terco que está fortaleciendo sus músculos abdominales —


espeto mientras me doblo, sentándome y apretando mis abdominales—.
Estaré listo para la batalla dentro de dos días.

Taehyung se levanta de su silla junto a la ventana y se acerca a mí. No


lleva puesto un traje de gala. De hecho, desde la batalla con los
condenados, ha hecho que mis sastres hagan sus trajes ajustados en
negro. Me duele la polla cada vez que vislumbro su culo al que la tela se
amolda. El peso que está ganando le queda bien. Sano. Fuerte.

—¿Batalla? —pregunta, alzando su pie y posándolo en el centro de mi


pecho para evitar que me vuelva a sentar—. Los matamos a todos. La
batalla fue ganada.

Agarro su tobillo y lo alejo para poder continuar con mi ejercicio.

—La batalla sí, pero no la guerra.

—¿Todavía quiere ir allí? —cuestiona Namjoon—. ¿Incluso ahora?


Incluso después...

Se refiere a él. Taehyung.

—Vine aquí con una misión: invadir las Tierras Ocultas —les recuerdo a
los dos.

—Y tomar una princesa de un rey moribundo —sisea Taehyung, la furia


emanando en olas frías.

Me pongo de pie y agarro su mandíbula.

—Sí. Por eso vine aquí.


—Prepararé a las tropas para partir en dos días —dice Namjoon con
frialdad, en absoluto impresionado con mi respuesta.

Tan pronto como la puerta se cierra detrás de él, Taehyung se libra de mi


agarre. Se aleja, dirigiéndose a la ventana. Sus manos agarran la repisa
y mira por la ventana, un ligero temblor recorre su cuerpo. Lo sigo,
encerrándolo.

Afuera, mis hombres están acampando y todavía celebran nuestra


victoria liderada por un cruel rey y su ejército de blanco.

—En dos días, lo de esconderse en una torre contigo terminará —


gruño—. ¿Y deseas pasar ese tiempo enojado conmigo?

Se le corta la respiración cuando alcanzo su parte delantera para


desabrochar sus pantalones. Los bajo rudamente por sus muslos y luego
imito la acción con mis propios pantalones. Una vez mi polla está en mi
agarre, lo provoco desde atrás, frotándolo entre sus glúteos hasta que
siento su necesidad.

—Ruega por esto, rey.

—Nunca —sisea—. Si lo quieres tan desesperadamente, tómalo.

Azoto su carnoso culo, amando el grito que se le escapa.

—Lo quiero desesperadamente —digo en acuerdo, mi voz un ronco


gruñido—. Y lo tomaré tantas veces como pueda hasta que viaje hacia
las Tierras Ocultas con una pareja en mi caballo conmigo.

Agarrando un puñado de su cabello, lo empujo hacia la ventana y lo


penetro con fuerza. El aire que nos rodea se arremolina con nieve. Lo
embisto lo bastante fuerte para que su frente golpee el cristal. Gimotea
pero presiona su culo hacia atrás, queriendo cada largo y duro
centímetro que le estoy ofreciendo.

En dos días, todo termina.

Se retuerce cuando se acerca su orgasmo.

Pobre, pobre rey.


Lamento mucho que tenga que ser así.

Angel

XV-T

Dos días después...

El cuento de hadas ha terminado.

Es fácil permanecer en un mundo imaginario cuando estás encerrado en


una torre que es asaltada por un rey despiadadamente apuesto y cruel.

Ahora ha vuelto a la realidad.

Debo enfrentar las partes difíciles de mi vida. Las que desearía poder
evitar. Decir adiós a un capítulo de mi historia. El dolor arde dentro de mí,
enojado y devastado, pero mi bestia lo congela y rechina los dientes. No
hay tiempo para la debilidad. He pasado todo mi reinado siendo débil. Ya
no soy el Taehyung que era.

He cambiado.
Mi corona pesa sobre mi cabeza, recordándome mi lugar en este reino.
Cuando entro al comedor, Jungkook se sienta a la cabecera de la mesa,
con una expresión impasible en su rostro. Lo único que indica que siente
algo por mí es una pequeña contracción en su mandíbula.

—Buscador de la Verdad —saludo fríamente.

—Castigador.

Me trago mi ira y aparto los ojos de él mientras espero.

—¿Dónde está mi hermana?

—En camino —me asegura, poniéndose de pie.

La temperatura baja unos pocos grados mientras intento mantener mis


sentimientos bajo control. Cuando escucho la voz de Jennie mientras le
grita a Namjoon, mi ritmo cardíaco se acelera. Sus pasos se aceleran y
me giro a tiempo para atraparla en un abrazo.

—Mi hermano —grita, apretándome fuerte.

—Hermanita —digo con voz ahogada—. Aquí estás.

Se aleja, sus manos sobre mis hombros, y me inspecciona.

—¿Cómo estás? ¿Te ha lastimado?

Tan hermosa.

Una réplica exacta de su madre, incluso hasta la forma en que sus


pechos casi se derraman de la parte superior de su vestido, atrayendo a
cualquier hombre con una polla que funcione. Sus labios están pintados
de rojo y sus ojos están delineados de negro. Su belleza siempre fue
algo de lo que tuve envidia.

—Eso es suficiente —espeta Jungkook, agarrando mi brazo y tirando de


mí hacia atrás. Jennie lo fulmina con la mirada.

—¡Quita tus manos de mi hermano, monstruo!

Jungkook convoca sus fuegos y su palma arde al rojo vivo, haciendo a


Jennie retroceder varios pasos. Apaga su calor y luego saca una tela de
su bolsillo. Cuando estira la mano y retira mi corona de mi cabeza,
Jennie grita con horror.

—Taehyung—gime, con miedo en su voz—. Corre.

—Si corre, lo atraparé —promete Jungkook en un tono perverso,


enviando un escalofrío por mi columna vertebral. Pone la corona a mis
pies y luego ata la tela alrededor de mi cabeza, silenciándome para que
no hable.

No peleo con él.

Sabía que esto iba a suceder.

Usa su látigo para atar mis manos detrás de mí, recordándome nuestro
primer encuentro.

—Los Reyes se ven bonitos de rodillas —gruñe, empujando la parte


posterior de mis piernas con las rodillas, obligándome a caer hacia
adelante. Me agarra del cabello antes de que aterrice dolorosamente y
me mueve con cuidado el resto del camino—. Encantador.

—Taehyung—dice Jennie entre lágrimas—. Lo siento mucho.

Jungkook resopla mientras se acerca a él. Juega con un mechón oscuro


de su cabello, su calor hace que el aire a su alrededor se ondule.

—¿Por qué lo sientes? —pregunta, su voz suena un poco divertida—.


¿Porque no puedes salvarlo?

Asiente, con lágrimas gruesas bajando por su bonito rostro.

—Todo lo que has hecho toda tu vida es tratar de salvar la suya —dice
como si sintiera pena por él—. Has dedicado toda tu vida a este
moribundo rey helado. ¿Es eso cierto, princesa?

Las cejas de Jennie se fruncen y mueve sus ojos hacia los de él.

—Es mi hermano.

—Es el presente. — Jungkook me mira, sus ojos ardientes fríos—. ¿Qué


hay del futuro, mmm? Cuando él rey frígido haya exhalado su último
aliento y ya no sea un rey, ¿dónde deja eso a la hermana desinteresada?
—No sé —murmura, mirándolo desde debajo de sus pestañas. Sus
labios carnosos se separan y sus pechos se estremecen con cada
respiración que toma.

La punta de los dedos de él acaricia la humedad de su mejilla.

—Quizás una princesa esté lista para ser promovida a reina.

Él la mira, sus labios curvándose con una sonrisa.

—¿Una reina?

—Hermosa y temida —dice Jungkook—. Una feroz reina de los Volcs. —


Su cabeza asiente en mi dirección y camina hacia mí para pasar sus
dedos por mi cabello—. ¿Eres débil, Jennie, como tu querido hermano
aquí de rodillas y sin su corona?

Es entonces cuando mis ojos se cruzan con los de Jennie. El amor se ha


endurecido en algo mucho más sólido que el hielo, la piedra o la hoja de
diamante.

Odio.

Su risa es cruel cuando resuena en el comedor.

—¿Débil? Nunca seré débil... como él.

Me pongo rígido, más afectado de lo que imaginaba al escuchar las


palabras caer de su boca.

—Es su culpa, sabes —dice Jennie con amargura.

—¿Su culpa? —incita Jungkook—. ¿La muerte de tu madre?

Jennie tiembla de ira.

—No, el favor de nuestro padre. Era la tela que cubría sus ojos.
Taehyung, lo cegaste.

Jungkook hace la pregunta que me gustaría hacer.

—¿Cómo es eso, princesa?


—Estaba cegado por su amor hacia él. Su seguridad en el hecho de que
se convertiría en un gran rey algún día. Lo favoreció y me trató como a
una hija insignificante. Una niña ignorante que no es digna de amor o de
futuro. —Sus rasgos se tensan con ira—. Cuando murieron, juré
destronar al brujo—se burla—. Mi madre se aseguró de eso.

La bestia dentro de mí vibra, desesperada por devastar el mundo que me


rodea. En cambio, la contengo con firmeza.

—¿Tu madre? —pregunta Jungkook—. ¿Traicionó al rey?

Niega.—No, lo amaba. Tanto es así que se lo robó a la madre de


Taehyung.

¿Qué?

—Continúa —insta él.

—La envenenó lentamente. Muy a menudo, antes de acostarse,


susurraba cómo lo había hecho. Yo escuchaba con asombro —explica
Jennie soñadoramente, haciendo que mi estómago se apriete con
horror—. Aprendí.

Mi pobre madre. No padecía alguna enfermedad incurable. Mi madre fue


atacada por una amiga que quería a su esposo.

—Eras una niña, ¿sí? —indaga Jungkook.

—El reino iba a ser mío —sisea Jennie—. Madre me lo prometió muchas
veces. Iba a ser la reina de las Tierras Heladas de Norta.

Su traición es peor que la de Seojoon. Esta corta hasta el alma.


Jungkook se acerca a ella y se inclina para inhalarla. Ella se relaja ante
su proximidad.

—¿Y ahora, princesa?

—Yo también podría ser tu reina. —Exhala, claramente cautivada por su


belleza y su olor decadente.

Jungkook le sonríe, iluminando toda la habitación con su calidez.


—Me gustaría eso —canta—. Pero primero, princesa, debes probarte
para mí. La lealtad es enorme en lo que a mí respecta. La confianza es
aún mayor.

Ella asiente rápidamente, su pecho rebotando con su asentimiento.

—Cualquier cosa, mi rey.

Una avalancha de furia envía una ola de copos de nieve ondeando por la
habitación. Jungkook me corta con una mirada dura. Respiro hondo y
calmo mis emociones. Me mira por un momento más antes de volverse
hacia él.

—Mata a Taehyung. Aquí. Ahora. Y luego me casaré contigo.


Gobernaremos sobre ambos reinos uno al lado del otro. —Le sonríe de
nuevo—. Casi lo logras, ¿no? ¿Sin mi intervención?

Jennie me mira, el odio brilla en sus ojos.

—Lo intenté. —Exhala, con el cuello rojo de ira—. Oh, cómo lo intenté.

—¿Los tónicos? —indaga Jungkook. Ella le frunce el ceño.

—¿Cómo lo sabes?

—No me llaman "Buscador de la Verdad" por nada, princesa. —Mete un


mechón de cabello detrás de su oreja—. Sigue.

—El tónico billibone quita los dolores en su estómago. El tónico de hojas


de voxin le da energía. El tónico de bayas amarillas es conocido por
atacar enfermedades ocultas. Cuando los tomaba a diario, podía
mantener a raya a la muerte. — Jennie se ríe cruelmente—. Veneno,
veneno y más veneno.

—¿Bayas amarillas? —inquiere él—. ¿Gotas honnin?

Ella sonríe.

—Tu padre las hizo erradicar, pero mi madre las hizo crecer en los
terrenos del castillo. Seguimos cultivando y cosechando.

Mi estómago se sacude, pero por una vez, no por dolor o enfermedad. Es


porque fui tan estúpido todos estos años. No fue hasta que apareció
Jungkook que comencé a ver los hechos que silenciosamente me
presentó. Sabía de mi terquedad y me permitió llegar a mis propias
conclusiones. Puede que las alcanzara lentamente, pero no obstante lo
hice.

—Los baños fríos —continúa, alimentada por su odio hacia mí—. La falta
de fuego. Todo destinado a enviarlo a la muerte más pronto. Incluso
intenté matarlo de hambre. —Me mira furiosa—. Pero no morías,
hermano.

Otra ola de helada rabia me consume.


Jungkook se acerca a mí y se arrodilla detrás de mí, gruñendo en mi
oído:

—Permanecerás de rodillas, Castigador. Me obedecerás. —Sus fuegos


me abrasan entre las muñecas y el olor a cabello quemado llena mis
fosas nasales. Se levanta de nuevo y camina hacia Jennie, tomando su
mano entre las suyas—. Vamos a cenar juntos, ¿de acuerdo?

Lágrimas heladas caen por mis mejillas. Es doloroso contenerse. Para no


destruirla por su traición. En cambio, me quedo arrodillado junto a mi
corona, un rey deshonrado. Él retira una silla y la ayuda a sentarse antes
de ordenar a los sirvientes para que traigan la comida. Rostros familiares
que han trabajado para mí toda mi vida entran en la habitación con platos
cubiertos, su desdén fijo en mí. Cuando ven a Jennie, sonríen y asienten,
orgullosos de su trabajo sucio. Jungkook se sienta en el borde de la
mesa cerca de Jennie.

—¿Estos son tus sirvientes leales que traicionaron a tu rey para


ayudarte? —
pregunta, mirando a cada uno.

—Lo son —dice con orgullo.

El aire a nuestro alrededor se enfría cuando mi furia se vuelve


incontrolable. El raspado de acero es el sonido que se puede oír mientras
produzco mis hojas de diamante. Las arrojo, apuntando a los sirvientes
que intentaron matarme. Sonidos repugnantes resuenan cuando las
hojas hacen un blanco mortal, derribándolos a todos. Jungkook me lanza
una mirada malévola cuando saca una hoja de su omóplato. Si no
hubiera estado sentado donde está, la hoja habría ido a la princesa
despreciable y traidora. Lástima.
—No te preocupes —ronronea Jungkook mientras levanta la tapa de un
plato—. No dejaré que te lastime. Todavía no hemos desayunado. —Se
desliza de la mesa y se ríe—.
¿Qué? ¿No te gustan las pastas?

Ella parpadea confundida ante el plato. El mismo plato que me ofreció


todos estos años cuando intentaba que comiera para que no me
consumiera y muriera. Poco a poco, me envenenó con pastas y té.
Succionó mi vida con baños fríos y sin fuego. Y la dejé. La dejé porque
era mi hermana y no podía ver la verdad. Sin embargo, el "Buscador de
la Verdad" vio lo que yo no pude. Nos separó y me curó. Me mantuvo
alejado de mi asesina. Me amó cuando más lo necesitaba.

—¿Qué? —inquiere Jungkook—. ¿No es de tu gusto? —Se acerca a mí


y me acaricia el cabello—. Tal vez podamos encontrar una forma más
creativa para que mueras.

Los ojos de Jennie se ensanchan cuando agarro mi corona y me pongo


de pie. Jungkook me la quita, la coloca sobre mi cabeza y luego pasa sus
labios sobre los míos.

—Consigue tu venganza, esposo.

—¿Esposo? —balbucea ella—. ¿De qué estás hablando?

Le sonrío perversamente.

—Mientras Jungkook y yo estábamos negociando, me abrió los ojos.


Entonces, me hizo el amor. Lentamente liberó tu veneno de mis venas.
—Me giro para aceptar un beso más profundo de él—. Y después de
estar a punto de morir por el veneno que Seojoon claramente obtuvo de
ti, nos casamos ayer en una ceremonia silenciosa porque no podía
soportar pasar otro segundo sin él.

—Brujo —susurra.

—¿Realmente pensaste que alguien como él podría amar a alguien


como tú? —me burlo, amando ver a la traidora retorcerse—. Dime,
hermana, ¿puedes hacer que llueva hielo del cielo?
Hago un gesto hacia abajo y dejo escapar un grito de rabia. El hielo
golpea desde el aire hacia la piedra a su alrededor, altos picos que la
enjaulan.

—Dime, hermana, ¿puedes hacer que la temperatura baje con el


chasquido de tus dedos? —Me rio cuando chasqueo los dedos y el aire
se vuelve mortalmente frío.

Sus dientes castañetean mientras el aire se nubla por su respiración


pesada.

—¡D-deberías haber muerto! ¡S-seojoon fue débil! ¡Tu r-rey es débil!


¡Nuestro p- padre era débil! ¡Soy l-la única fuerte a-aquí! ¡M-merezco s-
ser la reina!

Me apresuro hacia adelante, convocando mi frío a través de mi puño y


formando una espada forjada de hoja de diamante. Sus ojos se
ensanchan cuando me acerco, pero no tiene a dónde huir. Entre los
barrotes de su prisión de carámbanos, deslizo mi espada de diamante
directamente en su estómago. Jadea y me mira boquiabierta como si no
pudiera creer que la haya apuñalado.

—No moría porque estaba destinado a convertirme en esto —gruño,


retirando mi espada solo para volver a clavarla en su pecho—. Un rey, un
esposo, un monstruo.

Echando mi brazo hacia atrás, golpeo de nuevo, esta vez justo debajo de
su corazón. Lo hago a propósito para poder prolongar su muerte. La
sangre brota de su boca y luego corre por su barbilla. La miro sin
pestañear hasta que sus párpados caen y puedo sentir la vida
drenándose de ella. El latido de su corazón, que se podía sentir vibrar a
través de la hoja de diamante, se detiene lentamente. Ya no respira. Lo
último que vio fue la furia de un rey que creyó poder destruir. La traidora
fue traicionado por su propia carne y sangre.
El calor me envuelve desde atrás.

La mano de Jungkook agarra mi puño mientras convoca sus fuegos.


Derrite la espada de diamante lo suficiente para desconectarme de ella y
luego me aleja de la carnicería que creé.

—¿Cómo te sientes? —pregunta, su rostro acariciando un lado de mi


cabeza mientras inhala mi aroma.
—Como si el futuro estuviera aquí y estuviéramos listos para
embarcarnos juntos.

Muerde mi oreja.

—A las Tierras Ocultas vamos, mi esposo. Hemos ganado la batalla de


los condenados, pero la Guerra Moral nos espera.

Angel

XVI-J
Él día anterior...

—Estás melancólico —dice Taehyung desde la ventana, con su postura


rígida y su tono frío—. Un hombre que planea dejar a la persona que
ama se vuelve melancólico. ¿Realmente estás planeando dejarme?

Maldito hombre exasperante. Abre los malditos ojos. Algunas verdades


necesitan ser encontradas, no reveladas como un regalo. El buscador
debe cazarlas y encontrarlas solo. Este es el camino de Taehyung, no el
mío para forjar.
—Si realmente creyeras eso, estaría muerto —afirmo—. Ambos sabemos
que nunca me dejarías marchar.

Se da la vuelta y me frunce el ceño. Sus ojos azules brillan con lágrimas.


Una pausa mientras el dolor de corazón destella en su mirada.
Reconozco la verdad que está descubriendo, tanto si quiere encontrar
dicha verdad como si no.

—Las gotas de honnin... —Su labio inferior tiembla—. ¿Son redondas y


amarillas?

Ah, rey inteligente.

—Lo son. Creo que he oído que aquí se les llama "bayas amarillas". —
Ese es mi regalo para ti, mi rey. Una pista. Aunque no creo que necesites
más indirectas.

Una lágrima baja por su mejilla y se la limpia rápidamente.

—¿Billibone y hojas de voxin? ¿Sabías que también son venenosas?

Me acerco a él y tomo sus manos con las mías.

—Al principio no, pero Jimin me lo confirmó.

—¿Por qué no me lo dijiste? —exige—. ¿Por qué dejarme descubrir esto


por mí mismo?

—¿Me habrías creído si te hubiera dicho que tu propia hermana


intentaba matarte? —pregunto, frunciendo las cejas—. Me habrías
atravesado el corazón con un carámbano.

Deja salir una risa llorosa.

—Lo habría hecho.

Inclinándome hacia adelante, le beso la frente.

—Este castillo es una tumba. ¿De verdad quieres quedarte aquí después
de que intentara matarte?

Un pesado suspiro se le escapa.


—No. Quiero ir contigo a las Tierras Ocultas y luego... —Frunce el
ceño—. ¿Volver a tu reino?

—Mi castillo es una reliquia. Una representación de mi padre y de las


formas arcaicas de mi linaje. No pertenezco a ese lugar, Taehyung, como
tampoco tú perteneces a este. —Beso sus labios carnosos y sexys.

Antes eran fríos y azules, pero ya no.

—¿Un castillo en las Tierras Ocultas? Ni siquiera sabemos lo que existe


por allí —
argumenta.

—He estudiado libros de historia y he reconstruido lo que creo que son


las antiguas tierras de los dioses antes de que los humanos vagaran por
la tierra. Tierras en las que gente como tú y yo, con nuestros dones,
vivieron alguna vez. Tierras que ahora están invadidas por monstruos
que comen carne humana. Son inteligentes y calculadores, a diferencia
de los condenados. No descansaré hasta que haya rastreado esas
tierras y las haya hecho mías. Hasta que haya matado a todas las
bestias y ganado la Guerra Moral. —Rozo con mi pulgar su labio
inferior—. Solo lo mejor para nuestros hijos.

—¿Nuestros hijos? —Sus ojos azules se abren de par en par mientras


me contempla con esperanza brillando en su mirada.

—Planeo casarme contigo, el rey helado de las Tierras Heladas de Norta,


y espero que ya estés impregnado con mi semilla. Si es lo que quieres
también, entonces nos casaremos esta noche.

Su sonrisa es fugaz antes de que se eche atrás y se abrace el abdomen;


su dolor es evidente.

—No puedo dejarla vivir. Tendré que matar a mi propia hermana.

—Ha estado intentando toda su vida matarte. Debe hacerse, mi rey.

Suspira profundamente.

—El fuego...
—Los dos sabemos que no es alérgica a las orugas sichee. Usó tu amor
y protección sobre ella como un arma contra ti.

—Los baños...

—Fríos con la esperanza de que te murieras de frío.

Se limpia otra lágrima.—En el fondo sabía que algo no iba bien. La forma
en que te habías comportado con mi hermana y cómo había estado tan
empeñada en darme mis tónicos... lo sabía. — Su cabeza se inclina—. Y,
sin embargo, seguí en negación.

—Es fácil estar en negación cuando se trata de los que amas.

Sorbe.

—No fue hasta que Seojoon te apuñaló que mi mundo se aclaró. En el


momento en que caíste a la nieve y no te levantaste, lo supe. Te había
envenenado y todos los pensamientos que había estado negando se
estrellaron contra mí. Le dije a Jimin que te diera el gappenoil porque era
lo mismo que usaba para tratarme. Seojoon accedió a ese veneno a
través de mi hermana. Simplemente lo supe. —El aire baja varios grados
de temperatura—. ¿Cómo pude estar tan ciego? ¿Con ambos?

—Eras un niño cuando tu padre fue asesinado y fuiste forzado a ser rey
—digo suavemente, agarrándole las caderas para acercarlo a mí
donde pertenece—. Te aferraste a las dos personas en tu mundo y
confiaste en ellos con todo tu corazón. No hay culpa en el amor, mi rey.

—¿Cómo sé que no me traicionarás algún día, Volc? —exige, volviendo


su ira hacia mí.

Sonrío.

—Porque, si lo hiciera, me empalarías con tus espadas de diamante.

—Tampoco lo olvides, Jungkook.

—Nunca —juro.

Su cuerpo se relaja bajo mi mano.—Quiero que confiese. Luego, quiero


hacerla pagar.
Pasamos la siguiente hora planeando la muerte de su hermana. Y
cuando terminamos, llevo a mi rey a una pintoresca habitación donde un
sacerdote espera. Es sencillo, dado que dos reinos se están uniendo.
Ninguno de los dos es dado a la extravagancia, por lo tanto estamos
ansiosos por la unión y lo que representa.
Le pregunté a Taehyung si quería un diamante o una joya en su dedo,
pero tenía algo mejor en mente.

—Marca a tu rey como tuyo ahora, por siempre jamás —instruye el


sacerdote.

Tomo su mano izquierda y extiendo su dedo anular. Invocando mis


fuegos, lo miro antes de hacer lo que debo. Levanta la barbilla de esa
manera tan poderosa que me endurece la polla y sonríe. El olor a carne
quemada se filtra en el aire que nos rodea mientras el rey de hielo aprieta
los dientes por el dolor. Cuando termino de quemar un anillo alrededor de
su dedo, lo sigo con mi poder de curación, sellando la quemadura y
dejando una cicatriz levantada y rosada a su paso. Retira la mano y
sonríe ante su nueva marca antes de volver sus ojos diabólicos hacia mí.

—Tu turno, Jungkook.

El sacerdote resopla y luego dice la siguiente parte:

—Marca a tu rey como tuyo ahora, por siempre jamás.

Toma mi mano y, en lugar de quemarme, congela la carne de mi dedo


hasta que se vuelve negra. Duele, pero no me atrevo a apartarme.
Cuando termina, me cura, dejándome una cicatriz rosa que coincide con
la suya.

—Un rey oscuro y un rey blanco, unidos en matrimonio hasta que tomen
sus últimos alientos. Los declaro los reyes Jeon, los primeros de su
nombre, gobernantes de las Tierras Heladas de Norta y de los Volcanes
de Souta. Fuego y hielo. Una unión poderosa que ningún ejército, ningún
gobernante, ningún humano podrá romper. Ahora bese a su rey y selle
su destino, su alteza.

Acerco a mi rey y deslizo mis manos en su sedoso cabello. Su aliento se


agita cuando tiro de las raíces de manera posesiva, levantándole la
cabeza para poder ver su hermoso rostro. Sus ojos azules brillan con un
amor que la mayoría de las uniones de la realeza no tienen. Somos los
afortunados. Nuestras bestias se encontraron. Mis labios presionan con
fuerza los suyos mientras lo beso de forma posesiva. Separa los labios y
permite que mi lengua busque la suya.

Frío y caliente.

Un choque de dos opuestos que de alguna manera son perfectos juntos.

Beso al rey, que cada día se hace más fuerte sin el veneno corriendo por
sus venas. Mío. Es mío y lo llevaré por todo el mundo para que lo
conquistemos juntos.

—¿Eso es todo? —le gruño al sacerdote.

—Eso es todo —dice el sacerdote, riéndose entre dientes.

Tomo a Taehyung en mis brazos y salgo de la habitación, encantado con


sus dulces risas mientras resuenan por el pasillo. Una vez dentro de su
torre, lo desnudo rápidamente y lo tiro sobre la cama. Sus ojos azules me
miran hambrientos mientras me despojo de mi propia ropa.

Muerde su labio inferior antes de separar sus delgados muslos. Su


excitación esta dura y brilla, y se lo ansioso que esta su orificio por mi y
mi polla se llena de necesidad. Me abalanzo sobre él, deseoso de
devorar cada parte de él.

—Quiero devorarte —gruño, mordisqueándole el estómago mientras me


dirijo a su miembro—. Empezaré aquí.

Un chillido se le escapa mientras paso mi lengua por la abertura de


glande, probando sus dulces jugos. Su espalda se arquea, alejándose de
la cama. Se me eriza la piel de la espalda por el frío, pero todo lo que se
necesita es una mirada ardiente a mi rey para que se caliente.

—La próxima vez que tenga mi pene dentro de ti, será como mi esposo.
—Le chupo el pene hasta que grita—. Ruega por ello, esposo. Ruega
que te llene y te dé un pequeño príncipe.

Sus ojos azules brillan con amor y adoración.

—Por favor. Por favor, dame una familia.


Chupo su pene una y otra vez hasta que tiene espasmos de placer y su
orgasmo lo invade violentamente. No espero a que mi esposo se
recupere mientras subo lentamente por su cuerpo retorciéndose. Gime
cuando embisto en su interior sin avisar, empujando mis caderas lo
bastante fuerte para magullarlo por dentro. Agarrándole las muñecas, lo
sujeto a la cama mientras me muevo contra él. Nuestras bocas se
encuentran y lo beso hasta que sabe con cada gramo de su ser que le
daré lo que sea que anhele... especialmente una familia. Me muevo en
su contra de la manera correcta que lo hace correrse una vez más. Esta
vez, con sus paredes apretado alrededor de mi polla, gimo con mi
liberación. El semen caliente brota en lo profundo de su interior y les rezo
a todos los dioses que están ahí fuera para que un pequeño heredero
empiece a crecer dentro de él antes de la mañana.

Saliendo de mi rey, lo tomo en mis brazos y lo llevo contra mi pecho


mientras descanso sobre mi espalda. Acaricio con mis dedos su suave
cabello.

—¿Qué serás cuando no haya más condenados que castigar? —le


pregunto distraídamente.

Con el tiempo, me adueñaré de Easta y Westa, prohibiendo tal práctica


en todos los rincones de nuestro mundo.

Se incorpora y frunce el ceño.

—Siempre ha habido y siempre habrá condenados. Te aseguras de ello.

—No. Mi padre. Su padre. Y así sucesivamente. Nunca yo.

—¿Por qué no?

—Mi madre... —Mi voz se quiebra cuando la menciono—. Era salvaje y


hambrienta. Una reina verdaderamente deshonrada, enviada lejos por su
tirano marido porque amaba a otro.

—Oh, Jungkook—susurra— Lo siento mucho.

—La maté. Lo que quedaba de ella, de todos modos. Juré entonces que
encontraría una manera más civilizada de castigar a los que
desobedecieran la ley. Namjoon siempre me ha ayudado a gobernar con
justicia, como mi madre hubiera querido. Soy el "Buscador de la Verdad",
no un creador de condenados como mi padre.

Se inclina hacia adelante y me besa.

—Siempre habrá traidores, asesinos y violadores. Alguien tendrá que


castigarlos.

—¿Simplemente serás "El Castigador"?

—Simplemente, sí.

—No sé qué me espera en las Tierras Ocultas, pero te aseguro que mi


corazón no descansará hasta que lo busque por mí mismo.

—Lo buscaremos juntos. Siempre juntos, Jungkook.

Lo pongo sobre mí y hacemos el amor para que pueda ver su pene


perfecto rebotar mientras la nieve cae a su alrededor.

Hermoso.

Mi ardiente y helado rey.


Angel

XVII-T

Unos días después...

La cabalgada pasando por Norta Layke y por el pasaje de montaña hacia


las Tierras Ocultas es tranquila. Jungkook es decidido, consciente y feroz
como siempre. A pesar de haber ganado un esposo de todo esto, no
puedo evitar sentir la dolorosa pérdida dentro de mí.

Mi hermana. Seojoon.

Las dos personas a las que más quería en este mundo me traicionaron.
No es algo que simplemente se supere. Solo el tiempo curará esas
heridas. Hasta que llegue ese momento, seguiré adelante con mi rey.
Como si estuviera dentro de mi cabeza, gira la cabeza hacia mí de golpe
y sus ojos ámbar brillan con preocupación.

Antes de que pueda hablar, Yoongi galopa hacia nosotros desde el


frente.

—Hubo unos pocos rezagados de los condenados, pero ese no es


nuestro problema.

Jungkook desenrolla su látigo de su cadera y trota hacia Yoongi.

—¿Cuál es nuestro problema?

—Parias. Intocables. Perdidos. No tienen la locura, pero son igual de


indómitos y salvajes —explica Yoongi.

—Pensé que podríamos encontrarnos con estos grupos —refunfuña


Jungkook—. ¿Cuántos?

—Están en grupos —explica Yoongi—. Pequeños. Pero no podemos


simplemente
ma...
Despego a todo galope, con el sonido de mi caballo agitándose en la
nieve silenciando el resto de sus palabras. Si estos perdidos necesitan
ser destruidos, se encontrarán con "El Castigador".

Jungkook me grita, pero me inclino más cerca del caballo e inspecciono


los árboles delante de mí. Un hombre sale de la línea de árboles y
sostiene un arco, apuntándome. Se prende fuego antes de que pueda
disparar y Jungkook pasa de largo. Varios hombres más emergen de los
árboles y Jungkook los ataca con su poderoso látigo, derribándolos lo
suficiente para que yo les dispare hojas de diamante a través de sus
corazones. Cuando escucho sonidos que vienen de más allá de la línea
de árboles, guío a mi caballo hacia allí.

—¡Mamá! —grita una pequeña voz.

Me acerco al trote, mirando con horror a la gente enjaulada en las


cárceles de madera. Todas mujeres y niños pequeños. Me miran como si
estuviera aquí para salvarlos.

—¡Agarren al perro de cabello blanco! —grita un hombre corpulento


detrás de mí.

Su cabeza sale volando de sus hombros y rueda hacia una de las jaulas.
Mi mirada se encuentra con la de la Namjoon y asiente mientras limpia la
sangre de su espada. Namjoon y Jungkook despegan, persiguiendo a un
grupo de hombres con armas. Me bajo de mi caballo y me acerco a la
jaula donde una mujer cercana a mi edad me mira con recelo.

—¿Eres su prisionera? —exijo.

Asiente.—Injustamente.

—¿Cuál fue tu crimen?

—Ser mujer. Los intocables ven a las mujeres como moneda. —Mira por
encima del hombro a un niño pequeño que gime en la esquina—. Los
niños están peor.

—¿Son usados como moneda? ¿Qué pasa cuando son intercambiados?

La mujer se frota el estómago.


—Y los niños están peor, ¿por qué? —susurro.

—Los hombres disfrutan la carne fresca y los condenados limpiaron la


mayor parte de las tierras de caza —dice con dureza, y su voz se quiebra
ligeramente—. Estoy cultivando comida para los monstruos.

Mi estómago se tensa violentamente. Los intocables se comen a los


suyos. Se comen a los niños.

No.

No. No. No. No.

Estos son los legendarios "monstruos" de la Guerra Moral.

Cuando era niño, pregunté por las Tierras Ocultas. Padre dijo que fue
invadida por los condenados, pero que estaban atrapados allí. Que la
Guerra Moral no era real. Nunca me dijo que la gente que vivía allí era
peor que los condenados.

Me siento engañado.

Gente, a solo un par de días de viaje, es cautiva de monstruos. Los


alimentan. Y son peores que las bestias porque son humanos.

—¿Siempre has vivido aquí? ¿Atrapada con ellos? —pregunto, y la nieve


se espesa a mi alrededor por mi propia voluntad.

—No siempre. Mis padres me mantuvieron a salvo, en lo profundo del


bosque, hasta que un grupo nos encontró. Masacraron a mi padre y
luego... a mi madre... —Su barbilla tiembla—. No quieres saber lo que le
hicieron a mi madre. En cuanto a mí, bueno, puedes ver lo que me
hicieron. —Se frota el estómago y, aunque no puedo notarlo, está
indicando su embarazo.

La rabia me quema por dentro. Tantos niños pequeños y mujeres


encerrados dentro de estas jaulas. Empiezo a avanzar, listo para destruir
la cerradura, cuando la mujer grita.

—¡Cuidado!

Miro detrás de mí mientras un hombre se acerca sigilosamente. Con un


rugido de furia, lanzo casi una docena de hojas de diamante que le
atraviesan el corazón. Cae con un golpe sordo en la nieve. Cuando me
doy la vuelta, la mujer está arrodillada y la esperanza brilla en sus ojos
marrones.

—Eres un rey, ¿sí? Salva a esta gente y tendrás nuestra lealtad eterna.
Necesitamos protección, la cual puedes ofrecer. Y necesitas información,
la cual podemos ofrecer. Por favor. Te lo ruego.

Todas las demás mujeres y los niños mayores asienten rápidamente.

—¿Puedes luchar? —pregunto, rompiendo una hoja de diamante de mi


corona y ofreciéndosela.

Sus ojos marrones brillan con violencia mientras la toma.

—Puedo, su alteza. —Con esas palabras, me lanza la hoja directamente


a mí. Pasa silbando a mi lado y apuñala la garganta de uno de sus
captores.

Ya me gusta.

Invocando mi hielo, creo una larga hoja con el puño y luego sierro la
cuerda que mantiene la jaula cerrada. Tan pronto como se libera, abro la
puerta. La mujer ayuda a todos a salir y sale la última. Le agarro el brazo
antes de que pueda llegar lejos.

—¿Cómo te llamas?

—Seoyeji.

Resuenan cascos estruendosos y luego una ola de calor me inunda.


Jungkook se baja de su caballo y avanza hacia mí, su rostro
transformado con ira.

—La zona está despejada. —Su mirada se posa en Seoyeji antes de


levantar las cejas inquisitivamente.

—Cautivos. ¿Y los intocables?

Gruñe.—Los matamos a todos.


—Los que están en este grupo, su alteza, pero muchos están en estos
bosques entre aquí y el castillo Highland. —Seoyeji punta hacia una
montaña en la distancia.

—¿Y qué hay en el castillo? —pregunto—. ¿Más de ellos?

—Los intocables, sí —espeta—. Reinan aquí.

Jungkook y yo compartimos una mirada oscura.

—Ya no —le digo a Seoyeji.

Jungkook sonríe y me toma de la mano.

—Ahora reinamos nosotros.

[...]

Durante meses, hemos estado viajando al castillo Highland. Los grupos,


aunque no están organizados, son abundantes. Rescatar a las mujeres y
los niños es un esfuerzo que consume mucho tiempo. Pero nunca me he
sentido tan vivo. Tan lleno de propósito.

Los Ojos del Blanco han llegado a confiar en el ejército Volc. Ambos
lados se han aclimatado el uno al otro. Se han forjado amistades. La
confianza fortalece al ejército como uno solo. Jungkook ha empezado a
llamarlos los Taekook. Cuando fusionó nuestros nombres, al principio
pensé que era una tontería. Y estaba un poco enfadado. Yo era
Taehyung. Él Jungkook. ¿Por qué arruinar cientos de años mezclando
nuestros nombres? Pero me recordó amablemente que somos mejores
que los anteriores. Como Taekook, somos algo nuevo y más poderoso.
Reinaremos juntos como iguales sobre todas las tierras que elijamos
reclamar como nuestras.

—Su alteza —dice Seoyeji, emergiendo de un bosquecillo de árboles,


arrastrando un ciervo detrás de ella.

—Ahh, alguien ha estado cazando. —Me rio cuando deja caer la cosa
muerta a mis pies—. ¿Mejor que la hora de la siesta para los niños?

Pone una expresión amarga.

—Estaba destinada a estar ahí afuera, no atada a los pequeños.


Me acerco y le toco el estómago, que se ha hecho más grande. A veces
se puede sentir el movimiento del bebé.

—¿Y este pequeño?

—Pertenece a la naturaleza.

Namjoon ale de los árboles con una mirada furiosa que transforma sus
rasgos, normalmente impasibles.

—Te dije que me esperaras, mujer. No me diste ni un minuto para bajar


del maldito árbol. No deberías estar arrastrando ese pesado cadáver tú
sola.

—Debes ser más rápido que eso, viejo —replica ella, lanzándole una
sonrisa engreída antes de alejarse.

Sus ojos se estrechan.

—Me vuelve loco.

—Te gusta —me burlo—. Quieres hacerla tuya.

Se acerca a mí.—Si fuera mía, estaría en una tienda de campaña


descansando mientras se vuelve más grande por su embarazo.

El calor de Jungkook me envuelve por detrás y me besa la cabeza. El


calor viaja a mi estómago, donde toca a nuestro pequeño, que está
creciendo dentro.

—Imagina si le hubiera dicho a mi rey que tenía que quedarse encerrado


en un castillo mientras yo hacía todo por él.

Namjoon gime.

—Seoyeji no es mi reina. No es nada para mí.

—Es tu compañera en el ejército —le recuerdo, me encanta la forma en


que pone los ojos en blanco de una manera descaradamente
irrespetuosa. Si algo aprendí de Jungkook es que me encanta un desafío
de aquellos más cercanos a mí. Hace las cosas más interesantes.

Entretenidas.
—Solo soy soldado porque usted lo ordenó. —La voz de Namjoon gotea
sarcasmo—. Mi rey.

Jungkook se ríe y luego le prende fuego a las botas de Namjoon. Este


frunce el ceño mientras apaga el fuego en la nieve.

—Un par de niños —refunfuña Namjoon mientras se aleja—. Sirvo a un


par de niños.

Tan pronto como se ha ido, miro a través de los árboles al castillo


Highland. Otro día de viaje y estaremos allí.

—¿Estarán seguros aquí mientras seguimos adelante? —pregunto,


girando para mirar a Jungkook.

—Tendrán que estarlo. No podemos asaltar un castillo lleno de


intocables con un puñado de niños quisquillosos. Ya he instruido a
algunos de los hombres mayores para que se queden atrás y los cuiden.
Necesitaremos a los más jóvenes y fuertes. —Sus ojos caen sobre mi
estómago y la preocupación nubla sus ojos ámbar.

—¿Vas a pedirme que me quede atrás? —desafío, levantando la barbilla.

Sus labios se levantan por una comisura de una manera diabólicamente


hermosa.

—Ni se me ocurriría, Castigador.


Angel

XVIII-J

Nuestro plan es uno de sorpresa. Tienen que saber que estamos yendo,
pero están esperando un ataque extravagante. Arrasar la puerta frontal.
No están esperando que subamos por las ventanas y los asesinemos
mientras duermen. Miro hacia Taehyung, que está de pie junto a una
ventana. La luz de la luna brilla sobre él y me tomo un momento para
admirar su belleza.

Durante un tiempo, sus ojos estuvieron hundidos y sus huesos


sobresalían. Sus labios, dedos y piel eran azules. Incluso su cabello se
había vuelto azul. Mi rey cruel estaba muriendo a manos de otros. Ahora,
es fuerte y su cuerpo se ha llenado, especialmente desde que lleva a
nuestro hijo. Su cabello, una vez blanco hielo con mechones azules, ha
cambiado. Oscuros mechones negros están mezclados con los rubios. Al
principio, me preocupaba que algo terrible le estuviese sucediendo, pero
Jimin me aseguró que es porque el fuego cursa por sus venas.

Nuestro hijo es un creador de fuego.

Me dirijo hacia mi esposo y lo beso lo bastante fuerte para robarle el


aliento. Entrelaza los dedos en mi cabello, dándome una suave imagen
de lo que normalmente está reservado para mí cuando estamos solos y
tengo sus muslos envueltos alrededor de mi cabeza.

—¿Qué pasa? —susurra.

—Si muero hoy —gruño—. Que sepas que cada segundo contigo fue un
gran regalo.

—Quien te mate tendrá que conocer mi ira. —Curva sus labios llenos en
una sonrisa—. Morir por decapitación parece demasiado fácil. Quizás
esta vez los congelaré de dentro hacia fuera.
Mordisqueo su labio carnoso.

—Me pone duro cuando me dices cómo llevarás a cabo tu venganza por
mi muerte, Castigador.

—Siempre fuiste retorcido —bromea, luego su expresión se


ensombrece—. ¿Y qué hay de mí? ¿Qué harás a quien mate a tu rey y a
tu hijo no nato?

El calor me invade, mis ojos ardiendo en los suyos.

—Quemaré todo el maldito mundo hasta los cimientos. Si no puedes


existir en mi mundo, entonces a nadie se le permite hacerlo.

Mi rey cruel sonríe.

—Nuestro amor es destructivo.

—Solo para aquellos que intentan interponerse.

Estoy a punto de lanzar al viento la responsabilidad y tomar a mi rey


ahora mismo, pero Namjoon me sisea que debemos hacer nuestro
movimiento ahora. Alzo a Taehyung y lo empujo por la ventana, antes de
seguirlo silenciosamente. La base del castillo está vacía. La habitación
está en silencio salvo por un incinerador en la esquina que brilla en rojo
desde el cuadro abierto. Solo será cuestión de tiempo hasta que el
hombre del incinerador regrese.

Cuando me giro, veinte hombres, incluidos Namjoon y Seoyeji, se han


deslizado en la habitación con nosotros. Seoyeji camina hacia mí y
señala una pila de escombros. Sigo la mirada hacia los huesos. Muy
pequeños. ¿De un zorro, tal vez? Una mirada a los labios apretados de
Seoyeji y lo sé.

Niños.

Taehyung se tensa. La calma antes de la tormenta. Su rabia lo consume


hasta el punto de que la nieve comienza a caer intensamente en la
habitación. Le toco el hombro en un gesto calmante.

Cálmate hasta que acabemos con cada uno de ellos, mi rey.


No podemos dejarles saber que estamos aquí, y que pierda su frialdad —
literalmente—, es la peor idea de todas. Me dirijo a la escalera y todos
me siguen. Más hombres hacen fila detrás de nosotros. Subimos las
escaleras que finalmente llevan a la gran habitación donde todavía arde
un fuego. El hedor a carne cocinada hace que se me revuelva el
estómago. Varios hombres gordos están roncando fuertemente,
desmayados sobre la mesa. Seoyeji y Namjoon hacen un trabajo rápido
apuñalándolos en la base del cráneo. Rápido, violento, silencioso.

—Sepárense —ordeno—. Recuerden el plan.

Seoyeji y algunos otros han estado dentro del castillo antes. Una vez
establecido donde estaban los intocables, decidimos la mejor forma
posible de matarlos sin herir a mujeres ni niños.

Por mucho que me desagrade el plan, Seoyeji y Taehyung van a buscar


el nido de inocentes mientras los demás matan a los monstruos. Sé que
él quería la satisfacción de derramar su sangre, pero hay más en ser un
rey que solo castigar a los malos. Salvar a los buenos es igual de
importante.

—Por aquí —apremia Seoyeji, adelantándose silenciosamente.


Taehyung la sigue con cinco soldados tras él. Desaparecen por la
esquina.
Todo en mí suplica ir con ellos, pero el castillo es demasiado grande.
Taehyung y Seoyeji son capaces. Namjoon y yo tenemos nuestras
propias batallas que luchar.

Subimos otro tramo de escaleras. Arriba, arriba y arriba. No necesitaba


que Seoyeji me dijese que los que lideran a los intocables viven en la
cima, a salvo en su torre. Namjoon y yo nos movemos silenciosamente
por las escaleras y pasillos, cortando las gargantas de los hombres a lo
largo del camino.

Cuando alcanzamos lo que parece la habitación real y matamos a dos


guardas, me adentro suavemente por la puerta. Un fuego brilla en la
chimenea. En la cama, un hombre con una gran barriga folla a una
pequeña mujer que está ahí tumbada y no hace nada. Él está perdido en
sus envites de placer, inconsciente de que dos hombres letales han
entrado en su espacio. Mientras me acerco, noto que la mujer tiene
marcas de mordeduras por todo su cuerpo y su estómago está hinchado
con un hijo. Ha perdido varios dedos de las manos y los pies. Lo peor es
que le han sacado los ojos de las cuencas.

—Sí —gruñe el hombre, mostrando sus dientes que están cubiertos de


sangre.

Me acerco y le golpeo con el látigo, satisfecho con la forma en que se


abre su estómago. Se ahoga de dolor antes de tambalearse hacia atrás,
sosteniéndose el abdomen. Lo azoto de nuevo, arrancando su polla
húmeda de su patético cuerpo. Justo he alzado el látigo cuando el
hombre gimotea una confusa súplica. Un destello de cabello negro pasa
junto a mí y la chica se lanza por la ventana. Namjoon no logra llegar a la
ventana a tiempo. El enfermizo golpe seco puede escucharse unos
momentos después cuando golpea el suelo.

—Mi reina. —El hombre solloza—. La dejaron ir.

Al menos la pobre mujer ha encontrado la paz.

—No eres un rey, cerdo. Los reyes tienen pollas.

El hombre lloriquea mientras se agarra donde solía estar su polla.


Namjoon se adelanta y clava la espada en el estómago del hombre antes
de arrastrarla hacia arriba con fuerza. El estómago del hombre se abre y
todo su interior se extiende por el suelo con un fuerte golpe. Cae con un
ruido sordo.

Invocando mi fuego, quemo al cerdo muerto y todas sus partes


corporales. El olor a carne humana no es algo que disfrute, pero mirar a
la pobre excusa de humano arder es satisfactorio. Inhalo su dulce olor a
muerte. Una vez está carbonizado, salgo para asistir al resto de mis
hombres en apoderarse del castillo Highland.
Angel

XIX-T

Cuando nos acercamos a una puerta cerrada, invoco mi hielo. La


cerradura se vuelve azul antes de partirse por la mitad. La saco y la dejo
suavemente en el suelo. Seoyeji entra en la habitación. Lo que vemos
me asquea.

Cuatro hombres.

Dos están follando a mujeres muertas, mientras los otros dos están
desollando carne de cadáveres. Carne humana. No animales. Pequeños
cuerpos humanos. Seoyeji, sobrepasada por la rabia, se acerca a uno de
los hombres sobre una mujer de cabello castaño, un grito de guerra
escapando de ella. Antes de que pueda ayudar, algo me golpea en la
parte trasera de la cabeza. Mi corona se rompe y repiquetea en la piedra.
Caigo al suelo a su lado, mis ojos pesados mientras un quinto hombre
aparece a la vista. Su espada está húmeda. Los cinco soldados que
vinieron con nosotros están muertos.

Intento invocar mi hielo, pero una nube de oscuridad cae sobre mí.

[...]

Cuando logro abrir los ojos pestañeando, me doy cuenta de que tengo
los brazos atados a mi espalda. Miro a Seoyeji al otro lado de la
habitación. La han desnudado y atado sus muñecas a las cuerdas
colgando del techo. Sus cortas piernas hacen que se balancee sobre los
dedos de sus pies. La forma en que su barriga embarazada sobresale
hace que la preocupación se alce dentro de mí. Es muy vulnerable a
esos monstruos.

—Ah, así que el rey está despierto —declara el que asesinó a cinco de
mis hombres, revelando su sonrisa sin dientes hacia mí—. Eres un rey,
¿verdad? —Alza los trozos de mi corona rota he inspecciona los
pedazos—. No pareces tan regio sin tu corona. De hecho, pareces otro
puto incubando mi comida.

Mi bestia dentro de mí está en silencio.

Nada de hielo. Vacío, frialdad.

El miedo aferra mi corazón. He confiado tanto en mi don que sin él me


siento tan vulnerable como Seoyeji.

—Déjanos ir —exijo—. Déjanos ir y tu muerte será rápida e indolora.

El hombre resopla, ganándose algunas risas de sus cuatro hombres.

—No los vamos a soltar. Ahora vamos a tomarnos turnos con sus
apretadas entradas antes de darnos un pequeño aperitivo de
medianoche. —Se acerca a Seoyeji y clava la punta del cuchillo en su
barriga—. Apuesto que este sabe dulce. Siempre saben más dulces
cuando están frescos y todavía pataleando.

La furia surge dentro de mí. Ardiente, blanca, violenta.

Una rabia como nunca he conocido estalla a través de mí como un fuego


salvaje en un bosque denso. Consume todos mis pensamientos. La
habitación se calienta varios grados.

¡Jungkook!

La emoción amenaza con sobrepasarme, pero permanezco fuerte.


Aprovecho mi furia. Atrayendo a la bestia desde su lugar escondido.
Jungkook nunca aparece. Siseo. Estallido.

Mis manos están liberadas y las llevo frente a mí con confusión. Brillan
en rojo. Fuego. Quema a través de mis venas como si fuese mi propio
don. Se siente nuevo, indómito e innato. Salvaje, libre e incontrolable.
Seoyeji abre los ojos con sorpresa. Los cinco hombres dan un paso atrás
cuando me pongo en pie.

—No se queden ahí —grita el líder—. ¡Maten al


puto!

Uno de los cinco hombres gordos carga en mi dirección. Lo azoto con un


látigo de fuego cortando al hombre limpiamente en dos. Cada una de sus
dos mitades se separa y golpea el suelo con un sonido pegajoso. El más
pequeño de los hombres sale corriendo hacia la puerta. Seoyeji salta y lo
agarra por la cabeza, envolviendo sus muslos desnudos a su alrededor
en un intento de ahogarlo. Envío dos bolas ardientes de furia a través del
pecho de dos hombres permaneciendo a cada lado de su líder. Gritan,
aferrándose el pecho antes de caer al suelo. Luego doy un paso hacia el
hombre a cargo. Desenvaina la espada, ganándose una carcajada por mi
parte.

—¿Qué planeas hacer con ese gran cuchillo, monstruo? —me burlo—.
¿Cortarme como hiciste con esos pobres niños inocentes?

Mi dolor de cabeza comienza a desaparecer mientras mi propia bestia se


adelanta. En lugar de alejarse del fuego, mi bestia lo usa. Cierro la mano
en un puño y me maravillo por la forma en que una hoja de diamante se
forma como una larga espada, llamas azules en su interior.

—Qué dem... —El hombre deja la frase a medias, horrorizado por mis
poderes.

Con un rápido gesto del brazo en un movimiento giratorio, veo a través


del cuello del hombre. Su cabeza cae al suelo de piedra a mis pies. La
aparto de mi camino de una patada y luego empujo el cuerpo quieto de
pie antes de dirigirme hacia Seoyeji. Golpeo sobre ella, cortando la
cuerda con mi hoja de diamante sangrante. En cuanto sus manos están
libres, tira del cabello del tipo. Me agacho y deslizo la hoja sobre sus
pantorrillas, cortando sus piernas en dos. Su grito es de otro mundo justo
cuando la puerta se abre. Se tambalea en sus piernas cercenadas. Con
ligero movimiento, su cuerpo se separará por debajo de sus rodillas. Es
inevitable.

Namjoon se lanza hacia nosotros con alarmante velocidad, apartando a


Seoyeji de la cabeza del hombre. Uso el momento para patear al hombre
al suelo y luego me cierno sobre él con mi fiera hoja de diamante azul
sobre su garganta. La parte baja de sus piernas yace a su lado mientras
la sangre sale a borbotones de sus extremidades. Solloza audiblemente,
así que empujo la espada entre sus labios, haciendo que la hoja de fuego
azulado brille más. Su rostro estalla en fuego y se quema, sacándolo de
su miseria demasiado pronto. Una vez está muerto y ya no se mueve,
alzo la mirada para encontrar a Jungkook observándome con una intensa
mirada desde la puerta.

Doy un tembloroso paso en su dirección y recorre el resto del camino


hacia mí. Me toma en sus brazos, apretándome con fuerza contra él.

—No sé qué sucedió —susurro—. Pensé que estabas aquí, pero era yo,
Jungkook. Tenía fuego. De algún modo tenía fuego.

Lleva su mano a mi estómago.

—Parece que tuviste un poco de ayuda de nuestro creador de fuego.

Jadeo mientras aferro mi barriga. Mi bebé. Mi bebé me protegió cuando


más lo necesitaba. Cálidas lágrimas llenan mis ojos.

—Eran hombres malos —susurro, encontrando los labios de Jungkook


con los míos.

—Ahora todos han desaparecido.

Hoseok entra en la habitación y admira la escena a nuestro alrededor.

—Todos han desaparecido, mi altezas —Posa la mirada en las dos


mujeres acobardadas en la esquina—. ¿Qué hay de ellas?

—Las llevaré al campamento y las acomodaré —comenta Seoyeji,


tirando de los restos de su ropa—. Ahora están a salvo con nosotros —
asegura a las mujeres—. Cuando sirven a los Jeon, están a salvo y
protegidas.

Cuando las mujeres parecen inseguras, Seoyeji se ríe entre dientes.

—¿Creen que los intocables o los condenados son rival contra un rey
que es hielo y fuego? —inquiere Seoyeji.

Las mujeres me sonríen con esperanza en sus ojos.


—Están a salvo —confirmo—. Namjoon, Hoseok, acompañen a Seoyeji y
cualquier inocente que encuentren.

En cuanto se han ido, Jungkook me sonríe.

—Así que, ¿supongo que solo soy leña? ¿Algo para mantener caliente al
todo poderoso rey por la noche?

Beso su hermosa boca.

—Todo el mundo tiene su labor. Me alegra que descubrieses cuál es la


tuya.

Sonríe.—Eres un rey cruel.

—Me elegiste —replico con descaro. Pasa el pulgar sobre mi labio.

—Te elegiría una y otra vez. Te amo, Taehyung.

—También te amo, Jungkook.

Angel

XX-J
Catorce años después...

—Por favor, padre —suplica mi hijo mayor y heredero al trono.

—Soobin, suplicar está por debajo de ti.

Soobin me frunce el ceño, su corona negra pesada sobre su cabeza. Su


cabello negro se curva bajo el metal, recordándome cuando todavía era
un bebé. Aunque nada en la forma en que sus ojos azul hielo arden con
furia es infantil. Mi hijo se está convirtiendo en un hombre. Mi hijo
llamado en honor a mi primo.

—Dime, hijo, ¿deseas visitar los Canales de Easta porque quieres luchar
en la Guerra de las Guerras o es porque estás siguiendo a un chico allí?
— Sonrío cuando su ceño se profundiza.

—No sigo a nadie —contesta obstinadamente, pero su mirada lo sigue.

Yeonjun e sienta al lado de su padre —no su verdadero padre, pero


nadie habla de ello—, y su madre Seoyeji en el gran comedor donde
todos nuestros hombres y mujeres de mayor confianza comen juntos.
Como si sintiese la mirada del joven príncipe, alza sus ojos marrones y le
lanza la más breve de las sonrisas, suavizando sus normalmente rasgos
endurecidos.

Donde Soobin había sido criado para ser un príncipe, fiero y fuerte para
proteger a su gente, Yeonjun fue criado para ser un guerrero. Para
encontrar a los malvados antes de que ellos nos encuentren. Puede que
hubiésemos ganado la Guerra Moral después de años recorriendo las
Tierras Ocultas, pero la Guerra de Guerras continúa. Un día, los reinos
de Easta y Westa también nos pertenecerán. Yeonjun recientemente
alcanzó la edad en que Namjoon lo lleva con él en misiones. Pronto será
tan fiero como su padre. La gente sin dones debe depender de habilidad.

Ciertamente tiene habilidad a su edad.

Soobin sacude la muñeca, rodando ausentemente una bola de fuego


azul alrededor de la palma de la mano, su mirada fija en él. De mis ocho
hijos, es el único que presenta señales de tener ambos dones de fuego y
hielo. Jimin cree que sucedió cuando Taehyung lo tenía dentro de él,
cuando su padre necesitó acceso al don de él para protegerse. Cree que
en ese momento intercambiaron don por don, pero realmente nunca
devolviéndolo. Mi rey nunca perdió sus habilidades de crear fuego. Sigue
siendo la persona más poderosa que he conocido jamás.

Y con dos dones, mi hijo necesitará entrenamiento extra para


perfeccionar ambos. Un día, cuando sus padres hayan desaparecido
hace tiempo, gobernará sobre los dos reinos restantes —Easta y
Westa—, junto con los que ya están bajo el reino.

—¡Papá!

Me giro a tiempo para atrapar a Bae cuando se lanza a mis brazos. Es mi


pequeña ambulante. Le encanta merodear y causar problemas. Su
cabello rubio hielo y ojos ambarinos la convierten en una visión
arrebatadora. Es fácil perdonar sus travesuras cuando me sonríe.

—Pequeña Bae —regaño—. No deberías estar corriendo sola. ¿Dónde


están tus hermanos y padre?

—Son lentos, papá. —Hace un puchero.

Ruying se apresura en la habitación, sus ojos ambarinos llenos de furia.


Mi hija, nacida justo después de Soobin, a pesar de parecerse a mí, es
como su Taehyung. Te cortará con una cruel mirada y si eso no funciona,
te quemará donde estés. Perdimos muchos sirvientes cuando tenía
rabietas de pequeña.

—Mi hermosa niña —saludo cuando atrapo su mirada con la mía. Pierde
su mirada heladora lo suficiente para lanzarme una rara sonrisa.

—Buenas noches, papá. —Soobin y ella normalmente me llaman padre,


pero a veces me recuerda que siempre será mi niña pequeña cuando se
descuida y me llama papá.

Las gemelas, Jihee y Heejin, entran de la mano. Ambas con su cabello


blanco hielo y ojos azul pálido, son una réplica en miniatura de
Taehyung. Son calladas y hurañas, dos chicas unidas al compartir el
vientre. Por lo que pasó con su hermana, Taehyung las vigila por
cualquier señal de animosidad. Pero el amor brilla entre esas dos. Confío
en que estarán juntas hasta el fin de sus días, como mejores amigas.
Beso a cada una de las gemelas y luego encuentran su lugar en la mesa
con sus hermanas y hermano.
Beomgyu y Taehyun entran después, justo tras las gemelas. Dos
hermanos de once y diez años que son como uña y carne. Me recuerdan
a mi primo y a mí mientras crecíamos. Mantengo un ojo extra en ellos,
así no se meten en problemas como hicimos nosotros. Son
sobreprotectores con las gemelas y los más pequeños, pero no pueden
ocultar su furia contra Soobin. No estoy seguro de qué sucedió entre los
tres chicos, pero lo que fuese es algo que ninguno discute. Soobin los
fulmina con la mirada y ellos hacen exactamente lo mismo. Supongo que
si los chicos fuesen más grandes, intentarían atacar a Soobin.

—Chicos —saludo, sonriéndoles—. Seokjin hizo su plato favorito esta


noche.

Ambos me sonríen, perdiendo sus ceños antes de colocarse al lado de


las gemelas. Se hace el silencio en el comedor mientras todo el mundo
agacha la cabeza con respeto. Mi esposo, el rey Taehyung, entra, con mi
hija más joven mamando su biberón en sus brazos. El cabello de
Taehyung está escondido bajo una enorme corona de hojas de diamante.
Esta noche lleva un traje negro brillando con diamantes. Hermoso.
Quizás enviaremos a la pequeña con Seoyeji esta noche e intentaré
poner otro en su barriga.

Unos brillantes ojos azules se encuentran con los míos, resplandeciendo


con advertencia. No más niños, había dicho después de que Sohyn casi
lo matase durante el parto. Pero Sohyn fue un regalo. ¿Por qué los reyes
deberían negarse más de esos preciosos regalos?

A pesar de la mirada fiera en el rostro de Taehyung, puedo ver su


fachada derritiéndose. Después de que todo el mundo se vaya a dormir,
me dejará separarle las piernas y expandir mi semilla dentro de él. Me
dará otro hijo. Me dará tantos como su cuerpo permita. Él ama a los
niños.

—Por favor, papá —murmura Soobin de nuevo, su voz suave.

Aparto la mirada de mi hermoso esposo para inspeccionar a mi hijo.


Quiere esto desesperadamente. Sería estúpido enviar al heredero al
trono a Otras Tierras, como llamamos ahora a todo fuera de las Tierras
Ocultas. Si fuese asesinado, ¿entonces qué?
Ruying se sienta derecha y me sonríe. Una princesa con una columna de
fuego. Las reinas han demostrado ser tan poderosas como los reyes.
Dejo salir un fuerte suspiro.
—Accederé con una condición, Soobin.

Se endereza, una amplia sonrisa extendiéndose en sus labios.

—Cualquier cosa, papá. Haré cualquier cosa.

—¿Cualquier cosa?

Asiente rápidamente. No le gustará esto. Ni una pizca.

—Puedes ir con Namjoon y el ejercito a los Canales de Easta —


accedo—. Pero debes llevar a Beomgyu y Taehyun contigo. Es tu labor
proteger a tus hermanos sobre todo lo demás.

La sonrisa desaparece del rostro de mi hijo mayor.

—Padre —gruñe, su voz muy profunda para su edad—. No puedes


pedirme eso.

Estirando el brazo, aparto uno de sus rizos de su ceño.

—Un rey hace sacrificios. Si debo sacrificar a mi heredero al trono para


que pueda perseguir a un chico a Otras Tierras, entonces debes
sacrificar un poco de ti mismo, joven príncipe. Son tus hermanos y lo que
sea que se interpone entre los tres se solucionará en el viaje.
¿Entendido?

Aprieta la mandíbula.

—No los consentiré, padre.

—No espero que lo hagas. Además, te odiarían si lo hicieses.

—Beomgyu apenas sabe cómo usar una espada —se queja—. Taehyun
probablemente todavía moja la cama.

—Te reto a que les digas eso —me burlo—. Beomgyu es excelente con
un látigo. Y Taehyun hace hojas de diamante más afiladas de lo que tu
padre pudo jamás.

Los ojos azules de Soobin brillan maliciosamente.

—¿Pero pueden hacer ambas cosas?


—Yo no puedo hacer ambas cosas —gruño, acercándome—, y puedo
asegurarte, chico, que todavía puedo vencerte.

En lugar de asustarse, mi príncipe valiente sonríe.

—Gracias, papá. No te decepcionaré.

Lo acerco a mí y beso a mi pequeño chico, que desea


desesperadamente ya ser un hombre, justo en la frente. Farfulla y me
aleja de un empujón, sus mejillas ardiendo de vergüenza, pero sigue
sonriendo. Cuando Yeonjun se acerca a mi hijo, me giro para mirar a
Taehyung, que está sentado a mi otro lado. Sus ojos brillan con
diversión.

—¿Has terminado de aterrorizar a mis hijos? —cuestiona, sonriendo.

—Nunca —gruño—. ¿No es cierto, Sohyn?

Mi hija pequeña se aparta de su biberón para sonreírme. Alzo mi dedo y


me lo agarra con sorprendente fuerza. Se me escapa un siseo cuando su
puño arde con una llama azul.

—Ay —me quejo, apartando el dedo de mi hija con dos dones—.


¿Cuándo sucedió esto?

Taehyung se ríe.—Simplemente ahora.

Me encuentro con la mirada de mi esposo.

—Mejor esperamos a que Soobin regrese de los Canales de Easta antes


de decírselo. Está extasiado siendo el Jeon mejor dotado de momento.

—Chicos arrogantes —canturrea Taehyung—. ¿Cuándo aprenderán?

Sohyn me sonríe, alcanzando mi mano de nuevo. No lo creo, fiera y


sádica creadora de hielo. Inclinándome, le beso la frente. Luego beso los
gruesos y mohínos labios rojos de mi rey.

—Estaba pensando —murmuro, clavándole una mirada abrasadora—.


Con los chicos yéndose pronto de viaje, el castillo estará muy vacío.

—Insaciable e insufrible Volc —gruñe Taehyung juguetonamente.


—¿Tu corazón está congelado, rey cruel? ¿No quieres hacerme el
hombre más feliz del mundo?

Su mirada se suaviza.

—Supongo que es justo. Me has hecho la persona más feliz.

—Come —gruño mientras le robo un beso—. Necesitarás la fuerza para


más tarde.

—No me inclino ante nadie —susurra—. Nadie me dice qué hacer.

—Esta noche te inclinarás para mí, rey helado. Y luego pasaré el resto
de la noche adorándote entre tus glúteos.

Uno de los chicos mayores gime a nuestro lado, haciéndonos reír. Me


siento derecho y dejo que el bebé retorciéndose agarre mi dedo de
nuevo, solo encogiéndome ligeramente cuando me quema con su puño
ardiente. Mirando sobre la mesa, admiro a todos mis hermosos hijos.
Algunos con cabello blanco, otros con cabello negro.

Todos hermosos, poderosos y amados.

Cuando me marché en mi viaje a las Tierras Ocultas hace años para


luchar en la Guerra Moral, esperaba endurecer un imperio y tomar una
princesa para hacerla mi reina. Nunca soñé que me enamoraría de un
Rey cruel y frío al borde de la muerte y le daría ocho hijos perfectos.
Nunca llegué a esperar que amaría no a una persona, sino a ocho más,
con cada parte de mi ser.

Hay espacio en mi corazón para muchos más.

Y esa es mi verdad.
The end

🅰️➖➕🌖
Kapitel: 21Font size: 18
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