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Tras la victoria conseguida en Vouillé (año 507), el dominio territorial de los francos
se aproximaba peligrosamente a la demarcación política de los ostrogodos. Si estos
se hicieron con el control de las posesiones meridionales de los visigodos bañadas
por el Mediterráneo no fue exclusivamente para preservar los últimos territorios que
estos últimos conservaban en la Galia, sino, sobre todo, para evitar verse cercados
por los francos y los bizantinos, quienes estaban empeñados en expulsar a los
bárbaros de Italia. Aunque, como sostenía el historiador Jordanes, existían evidentes
lazos de consanguinidad entre ostrogodos y visigodos, la razón principal que impulsó a
Teodorico el Grande (454-526) a intervenir en el conflictivo escenario galo-hispano a
principios del siglo VI no sería otra que la de mantener alejados a francos y burgundios
del ámbito geográfico en el que ejercía su influencia y autoridad política y al que, a la
postre, terminaría por incorporar los dominios aún conservados, gracias a su ayuda,
por los visigodos.
Los problemas sobrevenidos en la sucesión regia de los visigodos con la muerte de
Alarico II fueron aprovechados por Teodorico el Grande para asumir la tarea de
gobernar los territorios del antiguo reino de Tolosa que aún subsistían. Es cierto que,
en un primer momento, el rey ostrogodo reconoció a Gesaleico (507-511/513), hijo
bastardo de Alarico II, como el nuevo monarca elegido legítimamente por la
aristocracia que integraba la corte visigoda. Sin embargo, la cobardía que mostró en el
año 509 ante el ataque del rey burgundio Gundobado, huyendo a Barcelona, ofreció a
Teodorico el pretexto que necesitaba para acosarle militarmente y defender los
derechos sucesorios que asistían a su nieto Amalarico (511/513-531), el hijo legítimo
que Alarico II había tenido de su matrimonio con Tudigota, hija del monarca
ostrogodo. En este sentido, Teodorico no tardó en dirigirse a Carcasona, ciudad
asediada por los francos en la que se encontraba su nieto Amalarico. Una vez liberada
del cerco enemigo, se alzó oficialmente como protector de su nieto, todavía menor de
edad, a quien presentó como candidato legítimo a la corona visigoda. Según el
testimonio de Procopio, allí se apoderó de la parte del tesoro regio que se había
salvado tras la caída de Tolosa, hecho simbólico que le otorgaba una posición
privilegiada frente a Gesaleico y sus partidarios. De hecho, algunos de ellos, que en su
huida le habían acompañado a Barcelona, comenzaron a cuestionar la legitimidad de
quien había sido elegido en primera instancia, y quizás de manera precipitada, para
ocupar el trono visigodo. Solo así pueden explicarse las ejecuciones de algunos
destacados dignatarios de su corte, tales como el vir inluster Goyarico (noble que había
presidido la comisión encargada de recopilar la Lex Romana Visigothorum) o el comes
Veila, que, según la llamada Crónica de Zaragoza (Pseudo Chronica Caesaraugustana)
se produjeron por orden de Gesaleico. Su inestable situación le obligaría en el 510 a
una nueva huida, que le llevó esta vez a la corte del rey vándalo Trasamundo, ante la
imposibilidad de hacer frente al ejército que Teodorico había enviado para
derrocarlo bajo el mando, una vez más, del dux Ibba, quien, por su parte, acababa de
recuperar con éxito la Narbonense. Es muy posible que los vándalos le ayudasen
entonces a recomponer sus fuerzas para regresar con garantías a la Galia, donde logró
formar un ejército con el apoyo, o al menos el consentimiento de los francos, los
cuales deseaban impedir a toda costa que Teodorico ejerciera su tutela sobre el reino
visigodo. Bajo estas condiciones, Gesaleico se dirigió a Hispania para enfrentarse a las
fuerzas ostrogodas, pero, en el año 511 o bien 513, fue derrotado a doce milia (20
km) de Barcelona y apresado cuando, una vez más, trataba de huir buscando refugio
entre los burgundios. Sus enemigos no le concedieron esta vez más oportunidades y
fue ejecutado de inmediato.
Aunque Amalarico fue elevado a la dignidad regia, su abuelo Teodorico el Grande
asumiría pronto todas las tareas de gobierno. El traslado a Rávena de la parte del
tesoro visigodo que se había salvado de la depredación de los francos suponía, en sí
mismo, una especie de «secuestro» de la soberanía visigoda, hecho supuestamente
justificado por la teórica regencia que Teodorico ejercía en los territorios visigodos
debido a la juventud de su nieto Amalarico. Las actas de los concilios de Tarragona
(516) y Gerona (517) fueron fechadas según el año a partir del que el rey ostrogodo
comenzó a regir los destinos peninsulares (sexto y séptimo respectivamente). No es de
extrañar, en este mismo sentido, que el Laterculus regum Visigothorum, una lista de
los reyes visigodos redactada en el siglo VII, sitúe el nombre de Teodorico a
continuación del de Gesaleico, dado que, en la práctica, fue él quien, hasta su muerte
en el año 526, actuó como verdadero monarca del reino visigodo. Incluso antes de la
eliminación de Gesaleico, había comenzado ya a reorganizar la administración de sus
nuevas «posesiones», en las que impuso la misma política de separación de poderes
que había establecido para el gobierno de sus dominios en Italia. Es decir, el poder
militar estuvo reservado a dignatarios de origen ostrogodo, mientras que las
competencias de carácter civil fueron asignadas a funcionarios romanos, sistema con
el que pretendía contentar a los dos principales grupos que componían las élites
dirigentes del reino. Con ello se aseguraba, por un lado, la fidelidad de los cuadros
militares y, por otro, la eficacia propia de la estructura administrativa romana. El
mando del ejército asentado en la parte visigoda de la Galia fue concedido a Ibba hasta
que, en los años veinte, fue sustituido por un tal Tuluin. Emulando la antigua
estructura administrativa romana, recuperó, a su vez, la Prefectura del Pretorio para
la Galia con sede en Arlés, la cual sería ocupada por Félix Liberio, un miembro de la
aristocracia senatorial romana, bajo cuyo mando situó a un vicario de origen romano
llamado Gemelo. En los territorios hispanos la máxima autoridad militar fue asumida
por el ostrogodo Teudis, quien contraería matrimonio con una rica heredera
hispanorromana, adquiriendo así la posibilidad de disponer de varios miles de
campesinos de sus tierras que, debidamente armados, podían configurar un buen
ejército (en realidad, una formidable guardia personal), lo que le otorgaría en un
momento determinado cierto grado de independencia respecto de la corte ostrogoda
de Rávena. Gracias a las cartas conservadas en las Variae de Casiodoro, sabemos que
la administración civil hispana fue confiada a los gobernadores Ampelio y Liuvirito,
cuya autoridad se extendía fundamentalmente a la Tarraconense, la meseta central
(desde el Tajo hasta el límite septentrional del reino suevo) y la región de Mérida.
A partir de aquí vendría el cuerpo central de la pregunta. Habría que reelaborarlo
con nuestras palabras