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Teodorico el Grande y los visigodos: dinámica y herencia cultural romana

(páginas 39-44 del libro de Salinero)

La tutela ostrogoda de Teodorico el Grande


(En esta primera parte, para hacer la introducción de la pregunta, es aconsejable
reelaborar cómo se produce la llegada de Teodorico el Grande a los territorios del
reino de Tolosa) – Sin extenderse demasiado

Tras la victoria conseguida en Vouillé (año 507), el dominio territorial de los francos
se aproximaba peligrosamente a la demarcación política de los ostrogodos. Si estos
se hicieron con el control de las posesiones meridionales de los visigodos bañadas
por el Mediterráneo no fue exclusivamente para preservar los últimos territorios que
estos últimos conservaban en la Galia, sino, sobre todo, para evitar verse cercados
por los francos y los bizantinos, quienes estaban empeñados en expulsar a los
bárbaros de Italia. Aunque, como sostenía el historiador Jordanes, existían evidentes
lazos de consanguinidad entre ostrogodos y visigodos, la razón principal que impulsó a
Teodorico el Grande (454-526) a intervenir en el conflictivo escenario galo-hispano a
principios del siglo VI no sería otra que la de mantener alejados a francos y burgundios
del ámbito geográfico en el que ejercía su influencia y autoridad política y al que, a la
postre, terminaría por incorporar los dominios aún conservados, gracias a su ayuda,
por los visigodos.
Los problemas sobrevenidos en la sucesión regia de los visigodos con la muerte de
Alarico II fueron aprovechados por Teodorico el Grande para asumir la tarea de
gobernar los territorios del antiguo reino de Tolosa que aún subsistían. Es cierto que,
en un primer momento, el rey ostrogodo reconoció a Gesaleico (507-511/513), hijo
bastardo de Alarico II, como el nuevo monarca elegido legítimamente por la
aristocracia que integraba la corte visigoda. Sin embargo, la cobardía que mostró en el
año 509 ante el ataque del rey burgundio Gundobado, huyendo a Barcelona, ofreció a
Teodorico el pretexto que necesitaba para acosarle militarmente y defender los
derechos sucesorios que asistían a su nieto Amalarico (511/513-531), el hijo legítimo
que Alarico II había tenido de su matrimonio con Tudigota, hija del monarca
ostrogodo. En este sentido, Teodorico no tardó en dirigirse a Carcasona, ciudad
asediada por los francos en la que se encontraba su nieto Amalarico. Una vez liberada
del cerco enemigo, se alzó oficialmente como protector de su nieto, todavía menor de
edad, a quien presentó como candidato legítimo a la corona visigoda. Según el
testimonio de Procopio, allí se apoderó de la parte del tesoro regio que se había
salvado tras la caída de Tolosa, hecho simbólico que le otorgaba una posición
privilegiada frente a Gesaleico y sus partidarios. De hecho, algunos de ellos, que en su
huida le habían acompañado a Barcelona, comenzaron a cuestionar la legitimidad de
quien había sido elegido en primera instancia, y quizás de manera precipitada, para
ocupar el trono visigodo. Solo así pueden explicarse las ejecuciones de algunos
destacados dignatarios de su corte, tales como el vir inluster Goyarico (noble que había
presidido la comisión encargada de recopilar la Lex Romana Visigothorum) o el comes
Veila, que, según la llamada Crónica de Zaragoza (Pseudo Chronica Caesaraugustana)
se produjeron por orden de Gesaleico. Su inestable situación le obligaría en el 510 a
una nueva huida, que le llevó esta vez a la corte del rey vándalo Trasamundo, ante la
imposibilidad de hacer frente al ejército que Teodorico había enviado para
derrocarlo bajo el mando, una vez más, del dux Ibba, quien, por su parte, acababa de
recuperar con éxito la Narbonense. Es muy posible que los vándalos le ayudasen
entonces a recomponer sus fuerzas para regresar con garantías a la Galia, donde logró
formar un ejército con el apoyo, o al menos el consentimiento de los francos, los
cuales deseaban impedir a toda costa que Teodorico ejerciera su tutela sobre el reino
visigodo. Bajo estas condiciones, Gesaleico se dirigió a Hispania para enfrentarse a las
fuerzas ostrogodas, pero, en el año 511 o bien 513, fue derrotado a doce milia (20
km) de Barcelona y apresado cuando, una vez más, trataba de huir buscando refugio
entre los burgundios. Sus enemigos no le concedieron esta vez más oportunidades y
fue ejecutado de inmediato.
Aunque Amalarico fue elevado a la dignidad regia, su abuelo Teodorico el Grande
asumiría pronto todas las tareas de gobierno. El traslado a Rávena de la parte del
tesoro visigodo que se había salvado de la depredación de los francos suponía, en sí
mismo, una especie de «secuestro» de la soberanía visigoda, hecho supuestamente
justificado por la teórica regencia que Teodorico ejercía en los territorios visigodos
debido a la juventud de su nieto Amalarico. Las actas de los concilios de Tarragona
(516) y Gerona (517) fueron fechadas según el año a partir del que el rey ostrogodo
comenzó a regir los destinos peninsulares (sexto y séptimo respectivamente). No es de
extrañar, en este mismo sentido, que el Laterculus regum Visigothorum, una lista de
los reyes visigodos redactada en el siglo VII, sitúe el nombre de Teodorico a
continuación del de Gesaleico, dado que, en la práctica, fue él quien, hasta su muerte
en el año 526, actuó como verdadero monarca del reino visigodo. Incluso antes de la
eliminación de Gesaleico, había comenzado ya a reorganizar la administración de sus
nuevas «posesiones», en las que impuso la misma política de separación de poderes
que había establecido para el gobierno de sus dominios en Italia. Es decir, el poder
militar estuvo reservado a dignatarios de origen ostrogodo, mientras que las
competencias de carácter civil fueron asignadas a funcionarios romanos, sistema con
el que pretendía contentar a los dos principales grupos que componían las élites
dirigentes del reino. Con ello se aseguraba, por un lado, la fidelidad de los cuadros
militares y, por otro, la eficacia propia de la estructura administrativa romana. El
mando del ejército asentado en la parte visigoda de la Galia fue concedido a Ibba hasta
que, en los años veinte, fue sustituido por un tal Tuluin. Emulando la antigua
estructura administrativa romana, recuperó, a su vez, la Prefectura del Pretorio para
la Galia con sede en Arlés, la cual sería ocupada por Félix Liberio, un miembro de la
aristocracia senatorial romana, bajo cuyo mando situó a un vicario de origen romano
llamado Gemelo. En los territorios hispanos la máxima autoridad militar fue asumida
por el ostrogodo Teudis, quien contraería matrimonio con una rica heredera
hispanorromana, adquiriendo así la posibilidad de disponer de varios miles de
campesinos de sus tierras que, debidamente armados, podían configurar un buen
ejército (en realidad, una formidable guardia personal), lo que le otorgaría en un
momento determinado cierto grado de independencia respecto de la corte ostrogoda
de Rávena. Gracias a las cartas conservadas en las Variae de Casiodoro, sabemos que
la administración civil hispana fue confiada a los gobernadores Ampelio y Liuvirito,
cuya autoridad se extendía fundamentalmente a la Tarraconense, la meseta central
(desde el Tajo hasta el límite septentrional del reino suevo) y la región de Mérida.
A partir de aquí vendría el cuerpo central de la pregunta. Habría que reelaborarlo
con nuestras palabras

Teodorico se propuso extender también en los dominios visigodos el principio de


restauratio Romani nominis que había inspirado su actuación política en Italia. Con la
intención de atraerse las simpatías de la aristocracia galorromana, el rey ostrogodo
envió entre los años 508 y 510 considerables sumas de dinero para reparar los daños
ocasionados durante las campañas militares por el avance de sus tropas a través de
la campiña meridional de la Galia que se encontraba bajo control visigodo, al mismo
tiempo que abasteció con grano itálico los mercados desprovistos debido al reciente
conflicto. Condonó tributos a las poblaciones que más habían sufrido los desastres
de la guerra y favoreció la restitución a sus antiguos propietarios de los esclavos que,
durante los momentos de confusión, hubiesen aprovechado las circunstancias para
huir o para cambiar ilegítimamente de dueño. Promovió la restauración de las
construcciones dañadas y obligó a la restitución de los bienes y derechos de
propiedad de aquellos possessores que, tras haberse aliado con los francos, hubiesen
manifestado abiertamente su arrepentimiento (conocemos al menos un caso).
Exhortó al ejército para que, a través de su moderado comportamiento, fuese
percibido por la población como un instrumento de liberación y no de opresión. Y, de
igual forma, tomó medidas para que los encargados de la administración civil
actuasen conforme a derecho. En una carta conservada por Casiodoro se muestra
inflexible ante los defectos y abusos detectados en la administración hispana,
ordenando que fuesen corregidos de inmediato con la correspondiente depuración de
responsabilidades, al tiempo que castigaba severamente todo tipo de homicidios.
Tomó también importantes medidas en el orden económico y fiscal, como las
relativas a los impuestos territoriales pagados en especie, para evitar que los
funcionarios de turno cometiesen fraude al utilizar pesas que no se ajustaban a los
modelos oficiales. Asimismo, castigó la acuñación de moneda a nivel particular,
recordando que la fabricación de numerario y su puesta en circulación debían ser un
monopolio exclusivo del Estado conforme a la antigua práctica romana. Según
Procopio de Cesarea, sabemos que los tributos recaudados iban directamente a parar
a la corte de Rávena. Respecto al patrimonio regio, que había sido reorganizado en
esta época y se componía eventualmente de tierras confiscadas y, sobre todo, de los
antiguos dominios imperiales, se hallaba en Hispania bajo la supervisión directa de uno
de los dos grandes dignatarios civiles encargados de la administración del reino.
Con su equilibrado ejercicio del poder, Teodorico se había convertido (o, al menos
esta era la imagen que él deseaba presentar ante sus súbditos) en el auténtico
heredero de la tradición romana: tras haber recuperado los antiguos territorios
imperiales, se afanó por restaurar la vieja y añorada civilitas, un concepto a partir del
que quiso definir toda su obra política. Este programa regenerador propiamente
romano fue, sin embargo, en detrimento de muchas de las ancestrales tradiciones de
los visigodos que aún sobrevivían en la esfera del liderazgo ejercido por algunos de
sus jefes militares. De hecho, la aristocracia visigoda fue privada de los principales
puestos de mando en la misma medida en que se frenó su rapacidad al limitar
considerablemente su libertad de acción y sus ingresos económicos. El ataque sufrido
por el praefectus Liberio a manos de guerreros visigodos en algún momento entre los
años 512 y 523 confirmaría la existencia de tensiones latentes que afloraban de
manera ocasional cuando las circunstancias locales lo permitían.
Sin embargo, durante este periodo debieron de estrecharse mucho los vínculos entre
los dos pueblos godos. Este era el objetivo último que perseguía Teodorico el Grande
y, por ello, trató de buscar un sucesor que pudiese ser aceptado sin problemas por
todos.

Hasta aquí la pregunta, dejo la sucesión por si a alguien le interesa

En un primer momento, parece que lo encontró en la figura de Eutarico, un joven


noble de estirpe ostrogoda que, sin embargo, se había criado entre los visigodos. Su
abuelo Beremudo había llegado a la corte de Tolosa en época de Teodorico I,
convirtiéndose en consejero real y en miembro de la familia gobernante por medio del
matrimonio de su hijo con una nieta del rey visigodo, hija de Turismundo. Es muy
posible, no obstante, que la genealogía de Eutarico fuese intencionadamente
manipulada por los consejeros de la corte ostrogoda. En todo caso, Teodorico el
Grande le casó en el 515 con su hija Amalasunta y consiguió que su designación
como heredero de la corona fuese reconocida por el emperador de Constantinopla,
Justino, quien, como era costumbre bárbara, le adoptó como hijo de armas, le
concedió la ciudadanía romana e incluso le nombró cónsul para el año 519 con el
nombre romanizado de Flavius Eutharicus Cilliga. Sin embargo, la muerte prematura
de Eutarico desbarató todos estos planes, lo que permitió a Amalarico el acceso al
trono con plenitud de derechos tras la muerte de su abuelo, acaecida el 30 de agosto
del año 526.

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