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Conquista de México
La conquista de México fue un importante acontecimiento que se inició en 1519 y se consumó en
1521, cuando el pueblo mexica fue sometido por un reducido grupo de españoles que contó con el
apoyo de otros pueblos indígenas aliados.
Hernán Cortés fue el español que lideró la expedición, en representación de la corona de Castilla, y
quien persuadió a varias poblaciones indígenas enemistadas con los mexicas para conquistar a la
fuerza Tenochtitlán, la capital del Imperio azteca (también denominado Imperio mexica).
Se desconoce la verdadera magnitud de la invasión debido a que fue reconstruida con base en
crónicas escritas casi exclusivamente por españoles (conocidas como “crónicas de Indias”) y en
unos pocos vestigios que pudieron reunir los historiadores mucho tiempo después del
acontecimiento. Algunas fuentes ofrecen también la mirada de los indígenas vencidos, como la
obra del misionero franciscano Bernardo de Sahagún (1499-1590).
La conquista de México fue una de las consecuencias de los viajes de exploración que siguieron a
la expedición liderada por el navegante genovés Cristóbal Colón, quien gracias al patrocinio de
los Reyes Católicos llegó a América en 1492 cuando planeaba alcanzar el continente asiático por
una ruta alternativa.
Conquista de Sudamerica
Ignacio de Loyola se había trasladado a Venecia,
donde el 8 de enero de 1537 se le unieron sus seis
compañeros de París, a los que se habían
añadido Claudio Le Jay, Paschase Broët, Jean
Codure y Diego de Hoces, aunque el último no tardó
en morir. Los que no eran aún sacerdotes se
ordenaron ese mismo año.
Tras una marcha muy penosa en la que
sobrevivieron apenas 166 hombres y 59 caballos,
Gonzalo Jiménez de Quesada llegó a las tierras de
los chibcha. El jefe Zipa salió a su encuentro con más
de 500 hombres, pero fue derrotado por la caballería española. Los españoles admiraron el palacio
de Zipa y sus templos, construidos de barro, caña y ramajes, revestidos por una cubierta de cañas
sujetas por cuerdas de colores y láminas de oro. Indudablemente habían descubierto El Dorado, y
pasaron los años siguientes luchando con diferentes tribus para apropiarse de su oro y sus
esmeraldas.
Juan de Ayolas, que seguía remontando el Paraguay, fundó en febrero la ciudad
de Candelaria, que dejó bajo el mando de Domingo Martínez de Irala con la orden de custodiar las
naves, mientras él siguó avanzando a pie hacia el noroeste. Mientras tanto, Pedro de Mendoza
había regresado a Buenos Aires, y desde allí envió una expedición al mando de Juan de
Salazar para que ayudara a Martínez de Irala. Después, sintiéndose enfermo, decidió regresar a
España. Dejó el gobierno a Juan de Ayalas y, en su ausencia, a Francisco Ruiz de Galán. Mendoza
no pudo llegar a España, ya que murió durante el viaje de regreso.
En Ginebra había surgido una fuerte oposición a la dictadura teocrática de Calvino y Farel, que
consiguió una sentencia de exilio para ambos el 23 de abril, aunque fue apelada y no se aplicó.
El Papa Paulo III había convocado un concilio en Mantua al que había invitado al propio Martín
Lutero. Sin embargo, los príncipes alemanes que formaban parte de la Liga de Smalkalda, reunidos
en Frankfurt, se opusieron a que se celebrara, e instaron a Lutero a que se ratificara en los
principios de la reforma. Como respuesta, Lutero redactó los llamados Artículos de
Smalkalda, que, junto con la confesión de Augsburgo, siguen siendo hoy en día la base doctrinal de
las iglesias luteranas. Los artículos tratan sobre cuestiones en torno a la naturaleza divina (en las
que los luteranos estaban de acuerdo con los católicos), exponen la teoría luterana de la salvación
por la fe y rechazan la misa, el purgatorio, las reliquias, las indulgencias, el monacato y el origen
divino del papado. Otros artículos tratan de cuestiones que podrían ser objeto de negociaciones
con "hombres sabios y prudentes", entre las que se encuentran el pecado original, la confesión y la
penitencia. Por su parte, la Iglesia Anglicana publicaba el Book of articles, que definía un
evangelismo con muchos elementos católicos.
Independencia de América
la mayor parte de los territorios españoles en Hispanoamérica ganaron su independencia en el
primer cuarto del siglo xix. Paraguay fue uno de los primeros países en independizarse en 1811 en
Sudamérica. En el año 1810 Miguel Hidalgo en México, Simón Bolívar y José de San
Martín en Sudamérica, entre muchos otros libertadores, condujeron las luchas por
la independencia.
En Argentina, José de San Martín formó un Ejército Libertador en Mendoza como parte de su plan
para liberar el territorio de las tropas Realistas. Cruzó la Cordillera de Los Andes, ayudó a la
independencia de Chile y, utilizando una flota organizada en dicho país, atacó el centro del poder
español en Sudamérica, la ciudad de Lima, declarando la independencia del Perú en 1821.
Poco después se encontró en Guayaquil con Simón Bolívar, y tras una breve entrevista le cedió su
ejército y la meta de finalizar la liberación del Perú. Argentina proclamó su Independencia el 9 de
julio de 1816.
Durante la Guerra de la Independencia Española, varias asambleas fueron establecidas por criollos
para gobernar las tierras en nombre de Fernando VII de España. Esta experiencia de la autonomía
y la influencia del liberalismo, la francmasonería y las ideas de las Revoluciones francesa y
estadounidense fueron generando un desapego contra la España europea, reconduciéndose hacia
la lucha por la independencia, conducida por los libertadores, también conocidos como
autonomistas. Los territorios hispanoamericanos se separaron de la Madre Patria, a menudo con
la ayuda del Imperio Británico, que pretendió comerciar con América sin el monopolio español.
Un proceso similar ocurrió en los territorios del norte y Centroamérica de España en los años 1820
tras la Independencia de México.