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• En el campo de la poesía es de suma importancia el cultivo de formas poéticas tradicionales escritas para ser
cantadas. Entre estas destaca especialmente el villancico destinado a los oficios de vísperas de las principales
fiestas del año litúrgico. Esta era la única ocasión litúrgica en la que era permitido cantar en idiomas
vernáculos, mientras todas las demás celebraciones eran exclusivamente en latín. En Guatemala como en todo
el imperio español se compusieron sainetes, jácaras, tonadas, cantatas y villancicos sobre letras en castellano.
Entre los autores de estos poemas, que fueron puestas en música por ellos mismos, sobresalen Manuel José
de Quirós (ca. 1765-1790), Pedro Nolasco Estrada Aristondo, Pedro Antonio Rojas y Rafael Antonio Castellanos
(ca. 1725-1791). Este último es uno de los más importantes en el mundo hispano y en la música de Guatemala.
• Durante el siglo XVIII la literatura guatemalteca recibió la influencia del Neoclasicismo francés, como
demuestran las obras didácticas y filosóficas de autores como Rafael García Goyena130 o Fray Matías de
Córdova.
• Rafael Landívar (1731-1793): poeta y sacerdote jesuita guatemalteco
que describió a la Guatemala colonial del siglo XVIII en sus versos en
latín de «Rusticatio Mexicana». El jesuita Landívar es considerado
como el primer gran poeta de Guatemala. Obligado a exiliarse por la
orden del expulsión dictada por Carlos III, viajó a México primero, y a
Italia después, donde falleció. Escribió originalmente en latín su
Rusticatio mexicana, de gran éxito, así como sus poesías de elogio al
obispo Figueredo y Victoria.
• Durante el siglo xix comienza a desarrollarse la literatura guatemalteca independiente de la española, aunque
siguieron recibiéndose importantes influencias europeas. Entre los escritores de esta época cabe mencionar a
María Josefa García Granados y José Batres Montúfar -conocido simplemente como «Pepe Batres»-, quienes
escribieron conjuntamente el Sermón para José María Castilla, una obra que resultó escandalosa para la época.
El segundo es además autor del poema Yo pienso en ti, uno de los más conocidos de la literatura guatemalteca.
• En la segunda mitad del siglo XIX triunfa el género novelesco, merced en especial a José Milla y Vidaurre,
considerado como el "padre de la novela guatemalteca", que firmó algunas de sus obras con el seudónimo de
"Salomé Jil", anagrama de su nombre. Entre sus obras destacan La hija del Adelantado (1866), Los Nazarenos
(1867), El visitador (1867) y El libro sin nombre.
• El modernismo hispanoamericano, heredero del simbolismo y del parnasianismo franceses e impulsado por el
nicaragüense Rubén Darío, también tuvo sus representantes en Guatemala a finales del siglo XIX. En el campo
de la poesía, cabe mencionar a Domingo Estrada, Máximo Soto Hall o María Cruz. Enrique Gómez Carrillo,
escritor polifacético y conocido en Europa como el príncipe de los cronistas, representa el modernismo en la
prosa.
En el siglo XX, la literatura de Guatemala alcanza un nivel comparable al de las demás literaturas de
Hispanoamérica, gracias a la aparición de varias generaciones de escritores, y en especial a cuatro escritores
fundamentales: el novelista Miguel Ángel Asturias (Premio Nobel de Literatura en 1967), autor de novelas como El
Señor Presidente u Hombres de Maíz; el poeta Luis Cardoza y Aragón; el cuentista y novelista Augusto Monterroso
(Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2000) y el dramaturgo Carlos Solórzano. En general, la literatura
guatemalteca del siglo XX tiene una fuerte influencia de la vida política, como prueba el hecho de que sus
principales autores debieran exiliarse durante las sucesivas dictaduras y guerras civiles que sufrió Guatemala.
Suele dividirse la literatura guatemalteca del siglo XX por generaciones o décadas. Las más importantes son: