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LA POESÍA DE ANTONIO MACHADO

1. POÉTICA

1.1. Raíces: Romanticismo tardío, Simbolismo

Hoy día está solidamente establecido el arranque modernista de la poesía de Antonio Machado. Él mismo
habló en una ocasión de ese “modernista del año tres” que había sido. Como en otros modernistas españoles, la
poética machadiana tiene, esencialmente, una doble raíz: Romanticismo tardío y Simbolismo, ambos unidos con
el ejemplo de Rubén Darío.
Recordemos que el Simbolismo se proponía ir más allá de lo sensible. Para los simbolistas la realidad
encierra, tras sus apariencias, significaciones que el poeta debe captar, en sintonía con su propia alma. Ante un
paisaje, el simbolista traducirá la correspondencia de ese paisaje con su alma. Y para comunicar tales
experiencias, ha de cultivarse el arte de sugerir. Los símbolos serán, pues, imágenes físicas que sugieren algo no
perceptible físicamente: una idea, un sentimiento, una obsesión, una angustia.. (Recordemos que el símbolo,
según la definición de G. Salvador es “la representación de una abstracción por medio de una concreta
realidad”.)
Tal concepción de la poesía tenía precedentes en la literatura española, en la mística y también en Bécquer.
Machado cultiva la técnica becqueriana de la “construcción simbolista del poema”, en la cual las estrofas
presentan objetos simbólicos, cuyo sentido se desvela al final del poema.

1.2. La poesía: palabra en el tiempo

En diversos momentos hizo Machado declaraciones sobre su concepción de la poesía. Para él “la poesía es
la palabra esencial en el tiempo”. Esta definición encarna un doble objetivo para el poeta: por un lado, ahondar
en la esencia de las cosas (del hombre, del mundo...); por otro, captar su fluir temporal (el cambio, el vivir, el
devenir...).
Debemos atender a los imperativos de esencialidad y temporalidad, anhelo de apresar el misterio del vivir
desde la reflexión sobre la propia vida; propósito de conectar- desde las propias inquietudes, angustias y
esperanzas – con los “signos del tiempo”... He aquí, sin duda, ideas que debe tener continuamente presentes
quien se enfrente con la poesía de Antonio Machado.
Algunos años más tarde, Machado añadirá a estas ideas algún matiz particular. Así, cuando diga: “La poesía
es el diálogo del hombre, de un hombre, con su tiempo”, idea que se enlaza con su deseo de que el hombre y el
poeta estén “a la altura de las circunstancias” (es decir, comprometidos con su momento histórico). Pero acaso
estos matices no sean sino prolongación coherente de una concepción de la vida y de la poesía que le venía de
atrás.

2. OBRAS

2.1. Las primeras “Soledades” (1903)

Entre 1898y 1902, compone Machado su primer libro, Soledades, publicado a principios de 1903, que
recogía un conjunto de cuarenta y dos poesías. Años más tarde recordaba cuáles eran sus propósitos con esta
obra. Reconocía el magisterio de Rubén Darío, pero aclaraba que había pretendido seguir un camino bien
distinto.
“Pensaba yo que el elemento poético no era la palabra por su valor fónico, ni el color, ni la línea, ni un
complejo de sensaciones, sino una honda palpitación del espíritu; lo que pone el alma, si es que algo pone, o
lo que dice, si es que algo dice, con voz propia, en respuesta animada al contacto del mundo”
Así pues, buscará la hondura y la autenticidad, ante todo. Y en coincidencia con la concepción simbolista,
intentará transmitir las palpitaciones de su alma a la vez que recoja las del mundo exterior. Añádase a ello su
adscripción a una línea intimista: habla de “un íntimo monólogo”, de una poesía hecha “mirando hacia dentro”
que nos ponga en contacto con “los universales del sentimiento”.
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La temática de Soledades gira en torno a unas hondas cuestiones: el tiempo y el fluir de la vida humana, la
muerte y el problema de qué hay más allá, el problema de Dios... En suma, las cuestiones centrales de la
condición humana, vista como una existencia doliente azarosa. Con estos temas centrales se engarzan otros: la
infancia perdida, los sueños, los paisajes que enmarcan sus meditaciones... y el amor. El tema del amor da a su
poesía momentos muy intensos, si no muy abundantes. Y parece más bien un amor soñado y no realizado, o un
amor perdido, mustio, muerto.
Los sentimientos (“universales del sentimiento”) que, en consonancia con tales temas, dominan en el libro,
serán, ante todo, ese sentimiento de soledad que le da título, y la melancolía, la tristeza, el hastío ante la
monotonía o el vacío del vivir, la angustia vital, en fin... Sentimientos “universales”, si se quiere, pero que
llegan a Machado y a los poetas modernistas como herencia inequívocamente romántica. Temas y sentimientos,
pues, compartidos con otros, con una tradición.
La “voz propia” de Machado radicará en una peculiar organización de su mundo interior y en un
inconfundible acento expresivo. Cuando mira la realidad exterior, Machado la empaña con su estado emocional,
con sus obsesiones. Aquel principio simbolista de que “el paisaje es un estado de ánimo” puede aplicársele
perfectamente. Insistentemente se comprobará cómo, en sus poemas, las realidades evocadas se cargan de un
intenso sentido simbólico,
Cualquier lector que se aproxime a la poesía de Machado no tarda en percibir una serie de motivos
temáticos que aparecen con insistencia y dan una configuración particular a aquellos temas fundamentales antes
mencionados. Así, el camino será el símbolo del vivir, concebido como “devenir” y búsqueda. El jardín
representará la intimidad, a la par que el espejo, la cripta o el laberinto (luego, las galerías) recogerán el bucear
del poeta en su alma. El alma del poeta se proyecta asimismo en uno de sus más importantes símbolos: la tarde,
que no es sólo un momento propicio para la meditación, sino algo con lo que se identifica Machado por las
connotaciones de “decaimiento, apagamiento, melancolía, premonición de muerte”(Aguirre). No menos
importantes son los diversos símbolos del agua: de una lado, la fuente (el agua que brota), Símbolo de anhelos,
de ilusiones (aunque en algún caso, exprese la monotonía del vivir); de otro lado, esos dos grandes símbolos de
raíz manriqueña: el río (el agua que fluye), símbolo del fluir de la vida hacia la muerte, muerte simbolizada –a
su vez- por el mar (o por el agua quieta).
Pero, junto a la abundancia de símbolos y a su papel, ha de señalarse también cómo aparecen éstos en el
poema. Sobre todo se tendrá presente el tipo de “construcción simbólica” que Machado aprendió sobre todo de
Bécquer.
Pese al deseo de evitar los esplendores sensoriales, hay en Soledades inconfundibles notas de estilo
modernista; incluso se podría hablar, en algún momento, de “complejo de sensaciones”. Con todo, debe
señalarse una veta de expresión más sobria. Del repertorio modernista de metros, Machado escogerá los ritmos
más tenues y matizados. La forma métrica más utilizada ya en este primer libro es la sencilla silva asonantada.

2.2. “Soledades. Galerías. Otros poemas” (1907) [SGOP]

De los cuarenta y dos poemas de la primera edición de Soledades sólo veintinueve se mantendrán en SGOP;
en cambio, hay más de sesenta poemas nuevos, en los que es fundamental la nueva sección titulada Galerías,
compuesta por 31 poemas.
Los poemas suprimidos son aquellos en los que se apreciaba un Modernismo más extremo y más mimético.
En cuanto a los numerosos poemas nuevos, se observará un decisivo avance en la línea intimista, en el proceso
de acendramiento formal y, en suma, de la densidad y de la calidad poéticas.
En lo esencial, todo lo dicho sobre los temas, sentimientos, simbología, etc., de Soledades, sigue siendo válido.
Pero sobre todo la serie Galerías significa un incremento del intimismo. Esas galerías son “galerías del alma”,
caminos de la introspección. Y pueden llevar en dos direcciones: una, la del recuerdo (el pasado, la nostalgia);
otra, la de los sueños (el futuro, la esperanza). Antonio Machado se nos presenta, pues, cada vez más inmerso en
su mundo íntimo, en sus obsesiones, en el misterio de su vida y de la vida.
Así, se ha acentuado la nostalgia de la infancia, los poemas que aluden al amor presentan tonos más graves.
El tema de Dios, apenas insinuado en 1903, aparece ahora con la máxima fuerza. Con todo esto, alcanzan
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acentos lancinantes la melancolía y la angustia ante la vida, el tiempo y la muerte. En los nuevos poemas de
SGOP, será significativo el incremento de lo triste, lo sombrío, lo otoñal, lo crepuscular...
La simbología machadiana se prolonga, se precisa y se enriquece. Volveremos a encontrar los motivos del
camino, de la tarde, del jardín, etc. Otros, como los del agua o la noria, recibirán troquelaciones inolvidables.
Y aparecerán algunos nuevos, como el de la colmena o los que recogen la idea del desvalimiento existencial.
El proceso de depuración formal es también comprobable. Muestra de ello son ciertos poemas en versos de
arte menor, en los que es perceptible el gusto de Machado por una poesía de sabor popular. Opta cada vez más
por formas más sencillas, aunque no se desecha totalmente el empleo de otros versos y estrofas típicamente
modernistas.
SGOP es un paso capital en la trayectoria poética de Machado. Y hoy la crítica tiende a considerar que la
cima de la poesía machadiana se encuentra en esos poemas añadidos en la edición de 1907.

2.3. “Campos de Castilla”, 1ª ed. (1912)

Los años que van de 1907 a 1912 son decisivos para Machado.

“Cinco años en tierras de Soria, hoy para mí sagrada –allí me casé, allí perdí a mi esposa, a quien adoraba-,
orientaron mis ojos y mi corazón hacia lo esencial castellano.”

Fruto de aquellos años es Campos de Castilla, publicado a mediados de 1912, poco antes de morir Leonor.
El libro ofrecía: once poemas inspirados en las tierras castellanas, el largo poema “La tierra de Alvargonzález”,
veintinueve cantarcillos de la sección “Proverbios y cantares” y dos de las “Parábolas, dos poemas de la
sección “Elogios”.
El mismo Machado señalaría la variedad de preocupaciones que inspiraban aquella serie de composiciones.
“A una preocupación patriótica responden muchas de ellas; otras, al simple amor de la Naturaleza, que en
mí supera infinitamente al del Arte. Por último, algunas rimas revelan las muchas horas de mi vida gastadas
[...] en meditar sobre los enigmas del hombre y del mundo.”

Lo que da perfiles nuevos a este libro son los poemas sobre las tierras de Soria y las meditaciones sobre
Castilla y, por extensión, sobre España. Cabe preguntarse en primer lugar: ¿Se ha producido en estos poemas un
giro hacia una poesía objetivista?. En ciertos poemas el poeta sale de sus adentro y se vuelca hacia fuera,
recogiendo la realidad exterior, el paisaje. Se produce ciertamente una apertura “del yo al nosotros”. Pero una
mirada más detenida ha de descubrirnos no la objetividad sino la subjetividad en la descripción. Tal como decía
Pedro Salinas “en Campos de Castilla, Machado nos muestra que, por muy en la realidad geográfica que se
esté, se puede seguir buscando el alma”.
En realidad enlazamos aquí con esa fundamental interrelación paisaje-alma, observada ya en Soledades. La
mirada de Machado no se limitará a recibir y a reproducir objetivamente lo que le llegue de fuera (paisaje,
gentes); más bien será la suya una mirada que “proyecta” sobre el paisaje lo que lleva él en su alma. Machado
nos dará una interpretación del “alma” de esa tierra en sintonía con su propia alma.
Esa proyección del yo sobre la realidad exterior nos llevará a descubrir cómo Machado realiza una
selección, selección que apuntará a destacar también el alma de Castilla vista desde su peculiar sensibilidad. Así
recoge de una parte, lo pobre, lo austero; de otra, lo recio, lo duro, lo fuerte. En suma, lo ascético y lo épico.
Con todo, la visión machadiana de Castilla no se reduce a esa cordial identificación con ella. Tal vez nos
sea útil distinguir dos maneras de mirar a Castilla: una visión lírica y una visión crítica (aunque pueden aparecer
juntas en un mismo poema).
Llamamos visión lírica a una emocionada captación de la belleza o la majestad del paisaje castellano, fruto
de aquel “amor de la Naturaleza” o de esa fusión de paisaje y alma ya señalada. La visión crítica, nace de
aquella “preocupación patriótica de la que hablaba Machado. Aparece un poeta que da testimonio de la miseria
y la decadencia de Castilla: frente a esplendores pasados, alude al despoblamiento, la desertización, la dureza de
la vida, la necesidad de emigrar, las ruinas de los pueblos... Se trata de una toma de conciencia sobre la
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situación nacional. Y es esta visión crítica la que relaciona a Machado con el “regeneracionismo” y con los
escritores de la generación del 98”.
“La tierra de Alvargonzález” es una extensa leyenda en forma de romance. Enlaza con la visión crítica de
Castilla: miseria, envidia, codicia, cainismo, vistos como consecuencia de la miseria; pero parece responder a
una intención no continuada de “escribir un nuevo romancero”
La serie de “Proverbios y cantares” recoge meditaciones sobre “los enigmas del hombre y del mundo”: el
vivir como camino, el yo, la creación, el tiempo, la muerte, Dios... Son testimonio de su nueva afición por la
Filosofía, pero también de su renovado fervor por las coplas populares.
Como novedades de Campos de Castilla cabe destacar la tendencia hacia los poemas más largos y la
aparición de un tono más recio, más fuerte. Estas novedades de tono suponen un alejamiento en buena parte de
la lírica modernista anterior. Pero también es curiosa la abundante presencia de alejandrinos, así como de
inconfundibles rasgos léxicos modernistas.

2.4. Poemas añadidos a “Campos de Castilla” (1912-1917)

Más de cuarenta poemas añadirá Machado a “Campos de Castilla” en su primera edición de sus “Poesías
completas” (1917). Entre ellos: nueve poemas sobre Castilla, los poemas del “ciclo de Leonor” y diversos
poemas críticos, escritos ya en Andalucía, sobre la sociedad andaluza en concreto o sobre la situación de España
en general.
En los poemas dedicados a Leonor, Machado vuelve, por brutal imposición de las circunstancias a la línea
intimista más dolorida.
En otros poemas vuelve aparecer el tema de España. El paisaje de Andalucía no despierta la inspiración del
poeta; en cambio, sí lo hacen sus aspectos humanos y sociales. En Andalucía, ve los más agudos ejemplos de
desigualdad social, junto a una lamentable atonía espiritual. Hay en esos poemas varias dimensiones. Desde una
observación satírica de la vida cotidiana andaluza, pasará a generalizar sobre España. Muchas composiciones
encierran una meditación cada vez más intensa sobre el pasado, presente y futuro de España. Aparecerá en esos
poemas una actitud beligerante, un tono combativo que ha llevado a hablar de conciencia social del poeta..
Desde su mirada crítica pasamos a una visión histórico-política cada vez más concreta.

2.5. “Nuevas canciones” (1917-1924)

Nuevas canciones fue publicado en 1924 y fue acogido por la crítica con más respeto que entusiasmo. Se
ha hablado del lento freno del impulso creador de Machado. La decadencia del poeta aumenta a la vez que crece
su interés por la filosofía.
Un buen lugar de Nuevas canciones corresponde a los nuevos “Proverbios y cantares”, que ofrecen
diferencias notables con los publicados en Campos de Castilla. Adquieren especial desarrollo los temas de la
persona, la identidad, la amistad. Estos cantarcillos son más escuetos y, sobre todo, más conceptuales, menos
líricos: ahora merecen más el nombre de “proverbios” que el de “cantares”. Y su interés poético es muy
variable.
En suma, y pese a ciertos islotes de pureza poética las novedades de Nuevas canciones no parecen añadir
mucho a lo que ya había aportado nuestro autor.

2.6. Últimos poemas

Tras Nuevas canciones¸ Machado no publicará ya, en libro independiente, ningún poemario: se limitará a
añadir composiciones en las sucesivas ediciones de sus Poesías completas. Continúa la sequedad creadora en el
campo propiamente lírico, y es que Machado se siente cada vez más al margen de los caminos que sigue la
poesía por aquellos años. La escasa producción poética machadiana de los últimos quince años de su vida puede
agruparse en dos sectores: los poemas agrupados en De un cancionero apócrifo y las Poesías de guerra.
De un cancionero apócrifo agrupa textos de diversa índole. Ante todo, las composiciones de los dos poetas
inventados: Abel Martín y Juan de Mairena; también se incluyen las dos series de “Canciones a Guiomar”,
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nombre ficticio de Pilar Valderrama, con la que mantuvo una relación en secreto. Las canciones que inspiró
aquel largo episodio de amor difícil son también escasas en número y de valor desigual: hay versos triviales y
hasta expresiones que rozan la cursilería, pero también encontraremos momentos muy intensos en que la
meditación sobre el amor alcanza gran hondura y el lirismo recobra densidad y calidad.
En las Poesías de guerra muestra Machado su voluntad de estar “a la altura de las circunstancias”. Su
compromiso con la España republicana le lleva a poner su voz al servicio de la lucha, aunque sin dejar de
recoger emociones muy personales. De ahí la variedad de esos poemas: los hay que son himnos; otros son
homenajes y elogios muy circunstanciales; pero también hay meditaciones sobre la guerra y sus horrorosas
consecuencias.
Tras su muerte en tierras francesas, en un bolsillo suyo se encontró una papel arrugado con varias notas.
Entre ellas está su último verso, postrera expresión de la nostalgia de su tierra, de su infancia, del paraíso
definitivamente perdido. Es un verso que no puede leerse sin un escalofrío:
Estos días azules y este sol de la infancia...

[Apuntes elaborados a partir de la introducción crítica de Vicente Tusón en Poesías escogidas, Antonio
Machado, editorial Castalia Didáctica.]

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