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LA HISTORIA DE LA FAMILIA AEDES.

Había una vez una linda familia conformada por Papá Pedro, Mamá Ana
y dos lindos niños Felipe y Laura que vivían muy felices y unidos.
En una linda casa con un patio amplio con mucho espacio para jugar y
un gran tanque de agua donde les gustaba bañarse, como el patio era
tan amplio a ellos les gustaba jugar con juguetes que tenían en unos
baldes y una tapa con agua limpia que no desocupaban al terminar de
jugar.
Sin saberlo ellos convivían con la familia de mosquitos llamados AEDES,
conformada por tres lindas mosquitas que eran de color negro con manchas
blancas en sus patas y su pecho plateado. La familia AEDES había llegado el
día anterior a vivir en uno de los baldes llenos de agua limpia que Felipe y
Laura habían dejado en un rincón del patio después de terminar de jugar, la
familia AEDES no había comido aun, pues eran nuevos en su casa y tenían mucha
hambre, cuando de repente apareció Don Pedro el papa de Felipe y Laura, al
verlo la familia AEDES vieron tan suculento alimento que se lanzaron detrás de él
dándole una gran picadura, tomando un poco de sangre quedando muy satisfechas, Don
pedro solo sintió una leve picadura pero solo se rascó y siguió su camino normalmente. Al
pasar cuatro días Don pedro se empezó a sentirse mal, tenía mucha fiebre, dolor en sus
articulaciones y huesos, ganas de vomitar, dolor de cabeza y fatiga. Su esposa Ana lo
cuidaba muy preocupada, pero él la calmaba diciéndole que no se preocupara que solo era
un simple malestar de gripa.
Pero al pasar los días no vieron ninguna mejoría, además empezaron a
aparecer unos granos como erupciones en su cuerpo, al ver esto toda la
familia se preocupó, especialmente los niños quienes hicieron que el papá
fuera de inmediato a la médico.
Al llegar al centro de salud el medico al escuchar sus síntomas, que eran muy comunes en
esos días les dijo que él tenía el virus del DENGUE el cual se lo había
transmitido la familia AEDES, por sus picaduras, don Pedro recordó esa
tarde en el patio, cuando no le dio importancia, el doctor les dijo que
habían llegado a tiempo ya que no estaba avanzado el virus, que para
este no había ningún tratamiento que solo guardara reposo y tomara
mucho líquido, que no tomara ningún medicamento que no le hubiera
dado el doctor ya que podría llevarlo a la muerte.
La familia ya con más tranquilidad llegaron a la casa, y Don Pedro haciéndole
caso al médico se fue a guardar reposo.
Felipe y Laura se dieron cuenta que por haber dejado los baldes con los que
jugaban llenos de agua había llegado la familia AEDES, procedieron a
desocuparlos y a su vez le ayudan a su mamá Ana a lavar el tanque de agua ya que es la
única manera de prevenir que sigan llegando más familias de AEDES.
Como los niños no volvieron a dejar los baldes llenos de agua y doña Ana lava
cada ocho días el tanque de agua. La familia AEDES quedo sin vivienda y
salieron a buscar un nuevo hogar, pero como Felipe y Laura le contaron lo que
había sucedido a todos los vecinos del barrio, la familia AEDES no tuvo donde
vivir y no se volvieron a aparecer en el barrio.
Y así todos felices siguieron jugando y cuidando que no quede agua en ningún
recipiente y lavan el tanque de agua con más frecuencia para que no llegue la familia Aedes
a sus viviendas.
Fuente:file:///C:/Users/DREP/Downloads/CUENTO%20PARA%20COLOREAR%20DEL
%20DENGUE%20(1).pdf

MARIO Y EL DENGUE
Había una vez un niño llamado Mario, que vivía muy feliz en un lejano y tranquilo pueblo conocido como “Tierra Rica”,
donde reinaban la alegría, la felicidad y la tranquilidad, pues no había nada de que preocuparse. Era un sitio
encantador, los ríos llenos de peces corrían libremente, y sus aguas tan limpias permitían que la gente se bañara y
pescara en ellos. El cielo azul y las montañas verdes y llenas de árboles, flores y animales reflejaban el perfecto
equilibrio de ese ambiente; donde cada ser vivo sabía qué tenía que comer y quiénes eran sus adversarios. No existían
plagas, porque todos tenían enemigos que controlaban el tamaño de sus poblaciones. Los niños asistían normalmente
a la escuela y jugaban durante los recreos, hasta más no poder. Los padres y madres salían muy de mañana hacia sus
trabajos, para obtener el dinero necesario y seguir adelante.
Y así fue por mucho tiempo... Sin embargo, la comunidad se descuidó y las personas comenzaron a utilizar mal los
recursos naturales. Pensaron que lo que es de todos no es nadie y por lo tanto contaminaron el agua, provocando la
muerte de los peces. Cortaron los árboles y lastimaron los suelos, con basura y exceso de venenos, eliminando los
insectos, lombrices de tierra y aves.
Ellos no creyeron que sus actividades individuales tendrían consecuencias colectivas, tan graves para el ambiente.
Hasta que en un día, un invasor proveniente de un lejano pueblo, se aprovechó de esa situación, y llegó a Tierra Rica
con el propósito de provocar daños, confiado en que tendría éxito, porque habían eliminado a sus enemigos naturales.
Este temido invasor, era un zancudo que se caracterizaba por ser muy malo, y por vivir en lugares donde había agua
estancada. Le fascinaba refugiarse en los envases botados por la gente y poner ahí sus huevecillos. Las llantas viejas las
consideraba uno de sus sitios favoritos, porque además de tener agua, conservaban el calor durante la noche. Lo
máximo eran los barriles o estañones con agua limpia, similares a un paraíso, para desarrollar ahí miles de sus crías.
Aedes aegypti que era el nombre verdadero de este mosquito, concentraba sus esfuerzos en dos áreas bien definidas:
la primera, el agua y la segunda, los sitios en donde se acumulaban los residuos sólidos.
Aunque el zancudo es el malo de este cuento, la realidad es que él también estaba infectado por el virus que produce
la enfermedad llamada DENGUE. Sus hembras necesitan la sangre de los humanos para madurar sus huevecillos y
cuando nos pican y están infectadas por el virus, también nos lo transmiten. El Aedes aegypti al ver tanta
contaminación y suciedad en el pueblo, no dudó en empezar a causar daños a los niños y a los adultos.
Se fue para la casa de Mario, un niño muy estudioso; pero con una familia que no se preocupaba por depositar la
basura donde correspondía. Esto provocó que existieran en su hogar numerosos sitios, donde el zancudo podía vivir. Y
así fue como Aedes pasaba los días en los floreros, en las llantas viejas, en los envases localizados en el patio para
almacenar agua y en otros lugares más, poniendo ahí cientos de huevecillos. Mario y su familia no se daban cuenta del
peligro al que estaban expuestos y por lo tanto seguían su vida con tranquilidad. Pero, poco a poco el zancudo se fue
reproduciendo más y más y fue invadiendo también las casas de los amigos de Mario y de todas las personas que
habitaban “Tierra Rica”.
Andrea, la hermana menor de Mario, estaba jugando en el patio, y no se percató, que un zancudo hambriento la picó.
Ella siguió jugando normalmente sin darse cuenta, que en su interior se empezaba a desarrollar una horrible
enfermedad. A los pocos días la niña no pudo asistir a la escuela, pues tenía dolor de cabeza, de ojos, de huesos, de
cuerpo, fiebre y se sentía muy mal.
Mario y sus padres preocupados asistieron a la clínica del pueblo, para tratar de aliviar los males de Andrea. Cuando
llegaron al consultorio se dieron cuenta de una terrible noticia: casi todo los vecinos padecían la misma enfermedad y
no se había encontrado ninguna cura inmediata. Al poco tiempo la madre y el padre de Mario también estaban
enfermos y la tranquilidad de aquel pueblo se terminó, lo que hizo que nuestro amiguito se sintiera muy triste. Mario
de una forma muy perspicaz, pasó bastante tiempo tratando de descifrar la causa de dicho mal, hasta que observó
dentro de la palangana en la que jugaba con sus barquitos de papel, pequeños gusanos y mosquitos que nunca antes
había visto. Él entusiasmado los recolectó y llevó a la clínica para que los analizaran. Los encargados de la salud, le
explicaron que este zancudo es el responsable de transmitir el virus del dengue, provocando todos los síntomas que
afectaban a su comunidad y, que los gusanitos en el agua eran sus larvas. Entonces Mario, lleno de coraje, reunió a sus
conocidos y juntos empezaron a eliminar el agua estancada de los posibles criaderos, recogieron los envases botados
por todos los lados como tarros, latas, frascos, tapas y botellas y cambiaron diariamente el agua de sus mascotas y
otros animales. Los adultos al ver el ejemplo de los chiquillos, les dio vergüenza y también empezaron a colaborar con
el ornato y limpieza del pueblo. Vaciaron las canoas y recogieron toda la basura que estaba en los lotes baldíos.
Además se organizaron, dieron charlas a sus vecinos para explicarles el problema y decidieron mantener una vigilancia
permanente en el lugar, que permitiera detectar rápidamente cualquier nuevo brote de la enfermedad y al insecto
vector.
Se dieron cuenta de que para cuidar los recursos naturales y manejar adecuadamente la basura se necesita de la
colaboración de todos. Por lo que se organizaron y pusieron en práctica las siguientes medidas. En los hogares donde
carecían de agua potable, le enseñaron a las personas a proteger los estañones con tapas, para que no se llenaran de
zancudos con dengue. También elaboraron un mapa y detectaron los sitios más visitados por los mosquitos, los cuales
vigilaban semanalmente para cerciorarse de la ausencia de estos insectos; e hicieron una campaña para ver cuantos
días libres de dengue lograban y competían con otras comunidades, para definir la comunidad más limpia y sana.
En la escuela, las maestras y madres organizaron ferias y concursos sobre el tema y los niños y niñas vigilaban sus
hogares para evitar que se desarrollara otra vez el enemigo. Hasta la dueña del abastecedor se integró y apoyó la
campaña con regalos. Todos tomaron conciencia del papel que cada uno tenía que desempeñar en su comunidad y se
sintieron orgullosos de participar en los comités, vigilando que nadie botara basura en las orillas de los ríos, en las
carreteras, o en los lotes baldíos. Sus casas aunque muy humildes, brillaban de limpias. Fue entonces cuando se
percataron de que casi no tenían áreas verdes, que poco a poco habían pavimentado todas sus tierras. Y decidieron
sembrar plantas chiquitas y grandes, que tuvieran muchas flores y produjeran ricas frutas, pero lo mejor pasó
después... Pues el pueblo que había ido tomando un color gris, de pronto se coloreó de verde y con manchas de rojos,
amarillos y anaranjados, por las flores que existían en todos lados. Y aparecieron otra vez los pájaros, las mariposas, las
abejas, los milpiés y hasta las ardillas. Cuando empezaron a trabajar por la comunidad de esa manera, se emocionaron
y cada día inventaban más actividades para mejorar su entorno.
Y no lo hicieron solo por un mes o una semana porque aprendieron que tenía que ser un esfuerzo permanente, para
asegurar la calidad de vida de todos los integrantes por mucho tiempo. Los encargados de salud realizaron varias
fumigaciones con plaguicidas, para eliminar los mosquitos que todavía quedaban. Y poco a poco se empezó a disminuir
la cantidad de personas enfermas y la tranquilidad y la felicidad empezaron a retornar. Mario, Andrea y su familia se
recuperaron, así como todos los habitantes del pueblo, que reanudaron sus actividades normales. El niño quedó como
un héroe y se le quería mucho, pues devolvió la alegría al pueblo.
No obstante, el recuerdo del dengue siempre está presente en sus mentes, pues saben que si este zancudo transmisor
vuelve a atacarlos, la enfermedad será mucho peor. Mario y su comunidad ahora conocen los peligros de la
enfermedad del dengue, y saben que producirá daño solo si se le permite avanzar al zancudo transmisor, por lo que es
necesario que las comunidades, tal como lo hizo “Tierra Rica”, se organicen para luchar contra él.

https://repositoriotec.tec.ac.cr/bitstream/handle/2238/6741/mario-dengue.pdf?sequence=1&isAllowed=y

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