Está en la página 1de 3

SAN JUAN Y LA POÉTICA DE LA «INCOHERENCIA» 259

modo de oración y las mercedes que el Señor me ha hecho»; la


oración es inseparable de una virtud básica: la humildad, tema
recurrente en el Libro de la vida y fundamento del indispensable
«conoscimiento de sí mismo» ponderado por fray Luis de Granada
y otros escritores religiosos.]
En suma: los trazos psicológicos y muchos rasgos biográficos
del Libro de la vida responden, más que a una realidad, a un
patrón preestablecido, de suerte que la obra no es únicamente un
tratado de la oración, sino un tratado acerca de la humildad, sólo
que este último se desarrolla en forma práctica, a través de la
misma ejecución de la obra, mediante la contextura del personaje
delineado y las informaciones que de él se proporcionan. La origi-
nalidad reside en que el tratado adopta la novedosa forma de la
autobiografía o, si se quiere, del autorretrato. Dicho de otro modo:
lo original del Libro de la vida es que no es el «libro de la vida» de
Santa Teresa.

LUCE LÓPEZ BARALT

SAN JUAN DE LA CRUZ


Y LA POÉTICA DE LA «INCOHERENCIA»

San Juan comenta sus propios poemas desarrollando los signifi-


cados del texto de manera ilimitada y caótica. Infla y ensancha su
propio lenguaje en lugar de imponer cierta estructura ordenadora y
fija de comentario a sus versos. Parecería más añadir que legítima-
mente descubrir significados, tarea esta última de los exegetas bíbli-
cos. La prosa aclaratoria de San Juan parece pues tan enigmática
como los versos que pretende explicar. Pero es justamente en el
conjunto articulado de esta prosa y de esta poesía donde hemos de
ir a buscar las claves de la nueva y singular concepción del lenguaje

Luce López Baralt, San Juan de la Cruz y el Islam (Estudio sobre las filiaciones
semíticas de su literatura mística), El Colegio de México-Universidad de Puerto
Rico, México, 1985, pp. 57-58, 79-80.
260 LA LITERATURA ESPIRITUAL

del santo. Veremos una vez más que el misterio mismo de la litera-
tura de San Juan de la Cruz le será esencial para comunicar eficaz-
mente su éxtasis inaprehensible e infinito. [...]
San Juan confiesa las limitaciones —y aun la derrota— de sus
comentarios poéticos desde el prólogo al Cántico. Es muy significa-
tiva su posición, que lo aleja de comentaristas eruditos como Herre-
ra o el Brócense, a quienes jamás oiríamos palabras pesimistas
como estas: «no pienso yo ahora declarar toda la anchura y copia
que el espíritu fecundo de el amor en ellas [las canciones] lleva;
antes sería ignorancia pensar que los dichos de amor en inteligencia
mística... con alguna manera de palabras se puedan bien explicar».
Un examen minucioso del Cántico y sus glosas nos inclina a darle
la razón al santo y a ir advirtiendo las curiosas irregularidades
de su comentario. [...] Contra lo esperable, San Juan asigna signi-
ficados e intenciones distintas a unos mismos vocablos y versos. Es
más: al salirse de estas constelaciones de sentidos, es arbitrario
respecto de su propia arbitrariedad. Las glosas, que deberían ayu-
dar a iluminar las intenciones poéticas y teológicas del santo, no
hacen sino sumirnos en una confusión aún más profunda, que nos
obliga a preguntarnos cuál es el modo peculiar de comunicación en
esta poesía comentada que tanta libertad creadora parece ofrecer al
lector.
[En sus comentarios, San Juan asigna significados e intenciones
distintas a unos mismos vocablos (son muy escasas, en efecto, las
palabras usadas varias veces con el mismo sentido); también puede
invertir el proceso y asignar un único sentido a los vocablos más
diversos; altera las modalidades habituales de la alegoría (haciendo
muy difícil encontrar un vínculo legítimo entre los versos y su
justificación en prosa), y utiliza indistintamente imágenes (es decir,
metáforas o símiles) tradicionales junto a otras más complejas o
irracionales.]
Los aparentes «dislates» verbales de la poesía y de la prosa de
San Juan resultan de una fecundidad inesperada. Con esta poesía
comentada especialísima, San Juan logra comunicar su trance extá-
tico. El poeta nunca acertó a entender lo que sentía durante su
trance místico y nos hace vivir su «nescivi» mediante una poesía de
intermitente delirio. Pero el prodigio continuado de la obra conjun-
ta con la que San Juan intenta comunicarse se sigue manifestando
ante nosotros: la prosa «aclaratoria», ese «savant contrepoint» que
SAN JUAN Y LA POÉTICA DE LA «INCOHERENCIA» 261

llamara Valéry, en un plano estrictamente intelectual, muy poco


nos «aclara» de los misteriosos poemas que intenta explicar. La
poesía parecería continuar en la prosa, que, aunque convencional-
mente unívoca, San Juan obliga a hablar de manera múltiple, inde-
terminada, contradictoria. Casi podríamos decir que el santo mane-
ja su prosa como poesía, que convierte su prosa en poesía; en
nuevo, inesperado, acertadísimo «poema» de su experiencia espiri-
tual. En cualquier caso, las glosas del poeta nos obligan a repetir
—no a aclarar— la esencial sensación de perplejidad y misterio que
sentimos ante sus versos. En otras palabras: nuestra confusión de
lectores, ahora irremediable y por partida doble, nos acerca aún
más al trance inenarrable del reformador. Con todo esto San Juan
de la Cruz no hace sino subrayar su mensaje más urgente: la inefa-
bilidad (entendámoslo en sentido etimológico) de su proceso místi-
co. No podemos decir que San Juan no nos había prevenido: «Sería
ignorancia pensar que los dichos de amor en inteligencia mística...
con alguna manera de palabras se puedan bien explicar». Parecería
que el santo nunca tomó en serio, racionalmente hablando, sus
glosas «aclaratorias». Cuánta sabiduría espiritual y artística. San
Juan sabe demasiado bien que mientras «el entendimiento va enten-
diendo, no va llegando a Dios, antes, apartando». Y él no quiere
apartarnos de su experiencia, quiere comunicarla. Por qué caminos
tan oblicuos pero tan acertados lo va logrando. El poeta ha com-
prendido como nadie que una prosa perfectamente inteligible nos
alejaría de una experiencia ininteligible. Así, opta por transformar
esa prosa, por negarle racionalidad y por obligarla, como tan a
menudo a su poesía, al delirio. Mejor esta revolución lingüística
que el fracaso comunicativo. No hay tal. Antes, precisamente gra-
cias a esta poesía y prosa en cuyo complejo enlace descubrimos
secretas armonías y congruencias, San Juan nos permite a los lecto-
res, en nuestra humilde y variable medida y —digámoslo una vez
más— «desde esta ladera», participar fecundamente en su «enten-
der no entendiendo».

18. — LÓPEZ ESTRADA, SUP.

También podría gustarte