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Viernes 4 de Agosto de 2023

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE QUERÉTARO


FACULTAD DE PSICOLOGÍA
ÁREA CLÍNICA
Campus SJR
Materia: Antecedentes del Método Psicoanalítico.
Nombre del docente: María Guadalupe Reynoso Nieto.
Estudiante: Raldan Ruben Castillo Monroy.

Expediente: 308917.
Los Anormales. Sesión del 8 de enero de 1975
¿Qué es lo que quiero saber?
El título del texto deja mucho sobre que pensar ¿A qué se refiere precisamente
Foucault al poner ese título? Es más ¿Qué es lo que el autor define por anormal, en
suma, a qué es a lo que quiere llegar con dicho concepto? Y por último ¿Qué es
aquello que Foucault nombra como ‘anormal’?
¿Qué fue lo que aprendí?

De buenas a primeras, Foucault nos introduce a su discurso con dos informes de


pericias psiquiátricas en materia penal: El primero relata la historia de una mujer y
su amante que terminan matando a la hija de ella, el amante es acusado de cómplice
y por tanto, es penado por una supuesta responsabilidad en cuanto a la influencia
que este tuvo respecto al acto mencionado; en el otro, nos cuenta sobre tres
hombres que fueron acusados de chantaje sobre un asunto sexual, se da el informe
de sólo dos hombres, en el primero (X) se juzga su subjetividad como si esta
ya fuese criminal: “Quizá su aspecto afeminado agravó esta tendencia a la
homosexualidad, pero lo que lo llevó al chantaje fue el incentivo de la ganancia. X,
es totalmente inmoral, cínico e incluso charlatán…” [Enseguida, el segundo hombre
es metido en el asunto]”…Hay que reconocer que Y [esté es la víctima]…habría
merecido el mismo castigo. Puesto que en definitiva, es anciano, relativamente rico
y no tuvo mejor idea que proponer a X, instalarse en un cabaret de investidos…”
(Foucault, 1974-1975, pp.18-19)

Con esto basta para ponernos a pensar en lo siguiente ¿Qué es lo que caracteriza
a estos informes expuestos por el autor, y que, a mi parecer, fue motivo por el cual
Foucault los tomo como motor introductorio de su texto? A mi razonar, se muestra
una violencia simbólica, véase, suponer por los sujetos de manera grotesca sin
siquiera ahondar en ellos adecuadamente, clasificarlos como los peores hombres –
inclusive peores que Hitler- , y más inquietante aún, gracias a esta clase de
señalamientos vagos e ingenuos, fueron acusados y penados. En definitiva, hubo
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una imposición de poder. Tal y como señala Foucault (1974-1975) “Esos discursos
cotidianos de verdad que matan y dan risa están ahí, en el corazón mismo de
nuestra institución judicial. No es la primera vez que el funcionamiento de la verdad
judicial no sólo es problemático, sino que da risa. (pp. 20).

Para desglosar esto último, sería menester exponer la manera en cómo se


administraba la prueba de la verdad, ello, para seguir el hilo conductor del discurso:
En el siglo XVIII se realizaban pruebas que eran ponderadas de forma cualitativa y
cuantitativa; la primera era la prueba escolástica y aritmética, que aludía a tener una
serie de pruebas que sumadas dieran como resultado una prueba completa e
íntegra para determinar un castigo al acusado, de no llegar ni al grado mínimo de la
dicha, igualmente se concede el castigo, en otras palabras, con un solo elemento
de demostración era más que suficiente para dar penitencia. Como podemos
percatarnos, se dejaba de lado la palabra, la voluntad y la vida del sujeto en otro,
como si este otro tuviese la total libertad para escoger el destino del mismo. Empero,
por esta clase de motivos –a mi parecer- se cambió el paradigma de la mencionada
prueba, para cambiar a un enfoque denominado ‘principio de la íntima convicción’,
la cual, ya no condenaba sin contar con una certeza total, además, por más leve
que sea la pena, debe establecerse una prueba completa y exhaustiva, sin
mencionar que el juez podía decidir –con prueba o sin prueba- la pena del sujeto,
sin mencionar el rigor de la ley. A esté factor desencadenado por tal paradigma se
le conoció como las circunstancias atenúenses, es decir, el jurado podía poner
castigos leves si no existía una certeza total en cuanto a la penalidad del sujeto -por
más pruebas que hubiese- lo cual, denota una justicia injusta: cualquier acusado
recibía una pena leve sin importar lo que este hubiera acometido.

Enseguida de este tremendo lío, las pruebas comenzaron a tener efectos de poder
en sí mismas, valores demostrativos que tienen un peso mucho mayor que otros, e
independientemente de la propia estructura racional. Vamos a decir, la evidencia y
el rigor de la prueba estaba en función del sujeto que las enuncia. Es así como unos
cuantos privilegiados podían enunciar una verdad –por así decirlo-, como por
ejemplo: los informes policiales o los funcionarios de policía juramentados.
Asimismo, este brevísimo y caótico resumen, nos explica la problemática que tiene
el funcionamiento de la verdad judicial: falta de criterio y raciocinio para condenar,
y además, sale a luz la siguiente pregunta ¿Cuáles deben ser los objetos que deben
ser penales, y por tanto –tomando de referencia los informes penales expuestos-
desencadenan el delito? En lo personal, respondo: Todo aquello que es “anormal”,
véase, “inmadurez psicológica, personalidad poco estructurada, mala apreciación
de lo real…profundo desequilibrio afectivo, serias perturbaciones
emocionales…erostratismo…donjuanismo, etc.” (Foucault, 1974-1975, pp. 29).
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¿Qué es lo que despierta la ‘anormalidad’ en este otro como para dar toda clase de
calificaciones violentas y escandalosas? Y ¿bajo qué criterio se dieron tales
etiquetas, y tales juicios de valor en base a estas? ¿Quién es el responsable de
tales afirmaciones? Está claro que el responsable es la ley, pero ¿Por qué comete
tales actos? ¿Qué infringen los sujetos mencionados y otros tantos como para llegar
a los extremos de darles penitencia?

Bueno, para tratar de responder esta pregunta -y otras tantas- retomaré de


referencia una cuestión del autor de lo más interesante: “…si lo que estas conductas
infringen no es la ley ¿qué es?...Son calificaciones morales, es decir, la modestia,
la fidelidad. Son, además, reglas éticas. En resumen, la pericia psiquiátrica permite
construir un doblete psicológico ético del delito.” (Foucault, 1974-1975, pp. 29). Con
todo, podría decir que se trata de un asunto meramente moral, de lo que la
psiquiatría, el jurado –e inclusive, la cultura- quieren de los demás sujetos: Un
comportamiento perfecto, y pobre de aquel que no lo tenga, ya que, será juzgado y
puesto en tela de juicio bajo etiquetas escandalosas, súmese lo siguiente: Si bajo
estas circunstancias los sujetos son juzgados con rigurosidad y otros tanto sin
riguridad ¿Qué quiere decir este fundamento? A mi razón expresa “deshacernos de
unos completamente, y dejar de lado a otros para no tomar cartas en el asunto, para
no responsabilizarse del problema”, paradójica contradicción.

Es así como Foucault (1974-1975) llega a la siguiente conclusión: Lo que el jurado


sancionará serán las conductas irregulares, mismas que son la causa del origen del
crimen, y no fueron más que el doblete psicológico y moral. Empero, también puedo
exponer una contradicción de la afirmación anterior: El artículo 63 del código penal
manifestó que no hay crimen ni delito cuanto el acusado se encuentre en estado de
demencia en el momento del delito o de cometer un acto ilícito. (Foucault, 1974-
1975). Esto abona a lo que mencione anteriormente “Deshacernos de unos, y dejar
de lado a otros”, es decir, que el jurado hará con su poder lo que le convenga, en
un momento actuará, y en otro no –y si lo hace, es probable que lo haga mal-. Que
falta de responsabilidad y de criterio.

Quiero volver al primer punto del anterior párrafo, para hacer énfasis en algo: el
jurado tratará de rastrear “la serie de lo que podría llamarse faltas sin infracción o
defectos sin ilegalidad”. Es decir, mostrar cómo el individuo se parecía ya a su
crimen antes de llevarlo al acto. Por ello, lo que el magistrado y el jurado tienen ante
sí, no es un sujeto jurídico, sino un objeto, el objeto de una tecnología y un saber de
reparación, readaptación, reinserción, corrección. En síntesis, la función de la
pericia es duplicar al autor, responsable o no, del crimen, con un sujeto delincuente
que será objeto de una tecnología específica. (Foucault, 1974-1975, pp. 34)
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Y ya para ir concluyendo, la pericia psiquiátrica tendió a dar valor de demostración


de la criminalidad posible, es decir, describir el carácter delincuente, describir el
fondo de las conductas criminales que arrastró con él desde la niñez.

Si bien, el autor mostró la problemática de la psiquiatría y del jurado, yo abonó a


unas cuantas problemáticas más ¿Cuál es la necesidad de exigir un
comportamiento perfecto? ¿Por qué castigar algo que siempre nos ha acompañado
a través de toda nuestra historia: la demencia? ¿Por qué destruir al otro –catalogado
como loco- desde nuestra subjetividad? Pienso que se trata de un asunto de
completud proyectada en los demás: Todos tienen que ser como yo, solo así se
logrará una sociedad justa y ética –a modo de ejemplo-. Finalmente, dejo la
siguiente pregunta a modo de despedida ¿Cuál es la finalidad de joder al otro en
este asunto de poder?

Foucault, M. (1975). Clase del 8 de enero de 1975. Los anormales. Ed. Fondo de la cultura

económica. (Pág. 15-38).

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