Estudiante: Royer Simón Quejada Peña. LA EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE INDIVIDUO PELIGROSO EN LA PSIQUIATRÍA LEGAL DEL SIGLO XIX. Para comenzar debemos tener claro que el aparato judicial del año 1975 se ocupaba de ordenar unos hechos delictivos, determinaban quien era el autor de estos y así mismo eran sancionados con las penas que se encontraban estipuladas en la ley. La teoría que nos planea el autor es que no se debe juzgar de pena de muerte a una persona que no se conoce, que se deben buscar mas factores que determinen quien es la persona y asi mismo se ve si se identifica como un individuo peligroso y si verdaderamente merece la pena, el autor primeramente nos muestra un ejemplo en el hay unos hechos que han sido comprobados, y reconocidos por la persona, lo cual la misma también está aceptando la pena que le van a imponer, pero esta persona calla ante el interrogatorio le hace el presidente, ese silencio no está confirmando los hechos, ni a las otras circunstancias que demuestren como se desarrollaron todos estos hechos. Después de este relato se deduce que el sistema penal no puede funcionar solamente a base de la ley, con una infracción y con un autor. Se le exige al acusado, mucho mas que reconozca sus acciones, también se le pide una confesión y un examen de conciencia. Esto quiere decir que se necesitan otros complementos y sin estos los agentes que se desenvuelvan dentro del marco penal como lo son Los magistrados, los miembros del jurado, los abogados y el ministerio público no pueden desempeñar su papel si no se le proporciona otra clase de discursos, por ejemplo: recuerdos, confesiones y otros que pueda sostener sobre él. A base de esta teoría se determinó que conocer a la persona y el porqué de sus acciones eran fundamentales y necesarios para el sistema judicial. Definen que no se puede condenar a muerte a alguien que no conocen. Los diferentes elementos metodológicos que se utilizaron para desarrollar esta teoría fueron acompañados de la psiquiatría en el ámbito del derecho penal con casos que se presentaban similares entre 1800 y 1835 plantearon : Hasta finales del siglo XVIII el derecho penal no se planteaba la locura más que en los casos en los que el código civil o el derecho canónico lo hacía; es decir, cuando se presentaba como demencia o furor. Ya se tratase de un estado definitivo o de una explosión pasajera, la locura se manifestaba a través de signos fácilmente reconocibles. Estos problemas fueron reemplazados por el de los crímenes que no han estado precedidos, acompañados de ninguno de los síntomas visibles de la locura. El crimen surgía de un grado cero de locura. La psiquiatría va a penetrar en la justicia penal enfrentándose con los grandes casos criminales, violentos y raros. Se miraron unos grandes crímenes tienen en común el hecho de que se desarrollan en la esfera doméstica. Se ven implicadas personas de generaciones diferentes. La psiquiatría del crimen se inauguró con una patología de lo monstruoso, estos crímenes han sido cometidos “sin razón”, es decir, sin interés, sin motivo y sin estar fundados en una ilusión delirante. El determinado asesinato monstruoso, sin razón ni preliminares, es la forma singular y paradójica bajo la que se presenta la locura criminal o el crimen patológico. Esto consiste que cuando el sujeto como responsable jurídico comete el crimen y tiene esta condición de locura esto esta fuera de si responsabilidad ya que no puede controlarla y en muy pocas ocasiones nunca es consciente de ella. Lo que la psiquiatría del siglo XIX inventó es esa identidad ficticia de un crimen- locura, de un crimen que es todo él locura, de una locura que no es otra cosa que crimen. Tal es la monomanía homicida. En realidad, la monomanía homicida, su diagnóstico, muestra lo siguiente: a) Que la locura, bajo sus formas puras, extremas, intensas, es toda ella crimen y nada más que crimen. b) Que la locura es susceptible de acarrear no simplemente desórdenes de conducta, sino el crimen absoluto, aquel que supera todas las leyes de la naturaleza y de la sociedad. c) Que esta locura, aunque posee una intensidad extraordinaria, puede permanecer invisible hasta el momento en el que estalla y sale a la luz; que nadie puede preverla, salvo un ojo experimentado. A través de esta discusión sobre los crímenes monstruosos o “sin razón”, la idea de un cierto parentesco entre la locura y la delincuencia se va aclimatando en la institución judicial. Los jueces de esta época rechazaron con mucha frecuencia estas definiciones dada por los médicos y solicitaron el diagnostico verídico de los psiquiatras, para determinar y evaluar estos crímenes sin razón, la posición político criminal tuvo que ver como la medicina mental se había penetrado en la penalidad y que de ella se podían determinar los mecanismos de castigo, en donde castigar se había vuelto en un método para modificar a los infractores. Con esta teoría y en estas condiciones llevo a que los jueces se plantearan la necesidad de condenar, pero no se veía la razón por la cual castigar. Y desde este momento ve necesaria ver la naturaleza del culpable, cuales son sus intereses o sus inclinaciones. Para que pueda funcionar el sistema punitivo no basta con que exista una infracción real que se pueda imputar a un culpable; es necesario establecer el motivo, es decir, una relación psicológicamente inteligible entre el acto y el autor. En la psiquiatría la noción de monomanía fue abandonada antes de 1870. Las razones de su abandono se dieron a través de La idea de una locura parcial centrada que sólo se desencadena en determinados momentos, fue sustituida por la idea de que una enfermedad mental. A partir de esto se dieron unas transformaciones, se desarrollaron controles policiales hubo una reorganización, de esta forma vigilar los espacios conllevo a la persecución eficaz y sistemática de la delincuencia. También se promocionó el encarcelamiento y el resultado de este se definía como un proceso para reformar a todos los condenados, lo cual tuvo la producción de un resultado totalmente contrario y determinaron que era una escuela para la delincuencia y todos estos mecanismos se consideró muy aparte de la protección contra el crimen. Se produjo una intensa demanda social y política de reacción contra el crimen y de represión; y por tanto, la responsabilidad parecía inadecuada para pensar este ámbito de la criminalidad médico-legal. La escuela de Antropología Criminal enfrenta un conflicto con la Asociación Internacional de Derecho Penal. Frente a los principios de la legislación criminal, los antropólogos de la criminalidad exigen una salida de las demarcaciones del derecho, una “despenalización” del crimen a través de la práctica de un engranaje distinto al previsto por los códigos. Lo que buscaba esta o era: cambiar la noción jurídica de responsabilidad y plantear el nivel de peligro que el grado de libertad del individuo constituía para la sociedad, también señalaban que los procesados que el derecho reconocía como irresponsables, considerados enfermos, locos, anormales, víctimas de impulsos irresistibles, eran quienes constituían el mayor peligro. Esta antropología criminal se ve descalificada por ciertas razones que la alejaban y eran incapaces de operar en la legislación penal y la practica judicial ya que contaba con el apoyo de una teoría basada en la neuropsiquiatra y se ve relevada por una psicosociología de la delincuencia la cual es más útil, pertinente para el derecho penal. En los comienzos del siglo XX Prins formula La “defensa social” esta se originó de la transferencia de la justicia criminal cuando se elaboraba un nuevo derecho civil esta noción fue fundamental para definir el riesgo a través del derecho poniéndose de acuerdo con la idea de la responsabilidad sin culpa que también puede ser tratada por la antropología, la psicología o la psiquiatría con su idea de la imputabilidad sin libertad. Con los grandes crímenes sin razón a comienzos del siglo XlX, se considero como el verdadero problema al individuo peligroso. El derecho penal a lo largo del siglo pasado organizó y codificó la sospecha y la detección de individuos peligrosos, desde la extraña figura de la monomanía hasta el perverso o desequilibrado constitucional.