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Ensayo de criminología.

Profesor: Carlos Ruiz


Estudiante: Royer Simón Quejada Peña.
LA EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE INDIVIDUO PELIGROSO EN LA
PSIQUIATRÍA LEGAL DEL SIGLO XIX.
Para comenzar debemos tener claro que el aparato judicial del año 1975 se
ocupaba de ordenar unos hechos delictivos, determinaban quien era el autor de
estos y así mismo eran sancionados con las penas que se encontraban
estipuladas en la ley. La teoría que nos planea el autor es que no se debe juzgar
de pena de muerte a una persona que no se conoce, que se deben buscar mas
factores que determinen quien es la persona y asi mismo se ve si se identifica
como un individuo peligroso y si verdaderamente merece la pena, el autor
primeramente nos muestra un ejemplo en el hay unos hechos que han sido
comprobados, y reconocidos por la persona, lo cual la misma también está
aceptando la pena que le van a imponer, pero esta persona calla ante el
interrogatorio le hace el presidente, ese silencio no está confirmando los hechos,
ni a las otras circunstancias que demuestren como se desarrollaron todos estos
hechos.
Después de este relato se deduce que el sistema penal no puede funcionar
solamente a base de la ley, con una infracción y con un autor. Se le exige al
acusado, mucho mas que reconozca sus acciones, también se le pide una
confesión y un examen de conciencia. Esto quiere decir que se necesitan otros
complementos y sin estos los agentes que se desenvuelvan dentro del marco
penal como lo son Los magistrados, los miembros del jurado, los abogados y el
ministerio público no pueden desempeñar su papel si no se le proporciona otra
clase de discursos, por ejemplo: recuerdos, confesiones y otros que pueda
sostener sobre él.
A base de esta teoría se determinó que conocer a la persona y el porqué de sus
acciones eran fundamentales y necesarios para el sistema judicial. Definen que no
se puede condenar a muerte a alguien que no conocen. Los diferentes elementos
metodológicos que se utilizaron para desarrollar esta teoría fueron acompañados
de la psiquiatría en el ámbito del derecho penal con casos que se presentaban
similares entre 1800 y 1835 plantearon :
Hasta finales del siglo XVIII el derecho penal no se planteaba la locura más que
en los casos en los que el código civil o el derecho canónico lo hacía; es decir,
cuando se presentaba como demencia o furor. Ya se tratase de un estado
definitivo o de una explosión pasajera, la locura se manifestaba a través de signos
fácilmente reconocibles. Estos problemas fueron reemplazados por el de los
crímenes que no han estado precedidos, acompañados de ninguno de los
síntomas visibles de la locura. El crimen surgía de un grado cero de locura. La
psiquiatría va a penetrar en la justicia penal enfrentándose con los grandes casos
criminales, violentos y raros. Se miraron unos grandes crímenes tienen en común
el hecho de que se desarrollan en la esfera doméstica. Se ven implicadas
personas de generaciones diferentes. La psiquiatría del crimen se inauguró con
una patología de lo monstruoso, estos crímenes han sido cometidos “sin razón”,
es decir, sin interés, sin motivo y sin estar fundados en una ilusión delirante.
El determinado asesinato monstruoso, sin razón ni preliminares, es la forma
singular y paradójica bajo la que se presenta la locura criminal o el crimen
patológico. Esto consiste que cuando el sujeto como responsable jurídico comete
el crimen y tiene esta condición de locura esto esta fuera de si responsabilidad ya
que no puede controlarla y en muy pocas ocasiones nunca es consciente de ella.
Lo que la psiquiatría del siglo XIX inventó es esa identidad ficticia de un crimen-
locura, de un crimen que es todo él locura, de una locura que no es otra cosa que
crimen. Tal es la monomanía homicida.
En realidad, la monomanía homicida, su diagnóstico, muestra lo siguiente:
a) Que la locura, bajo sus formas puras, extremas, intensas, es toda ella crimen y
nada más que crimen.
b) Que la locura es susceptible de acarrear no simplemente desórdenes de
conducta, sino el crimen absoluto, aquel que supera todas las leyes de la
naturaleza y de la sociedad.
c) Que esta locura, aunque posee una intensidad extraordinaria, puede
permanecer invisible hasta el momento en el que estalla y sale a la luz; que nadie
puede preverla, salvo un ojo experimentado.
A través de esta discusión sobre los crímenes monstruosos o “sin razón”, la idea
de un cierto parentesco entre la locura y la delincuencia se va aclimatando en la
institución judicial. Los jueces de esta época rechazaron con mucha frecuencia
estas definiciones dada por los médicos y solicitaron el diagnostico verídico de los
psiquiatras, para determinar y evaluar estos crímenes sin razón, la posición
político criminal tuvo que ver como la medicina mental se había penetrado en la
penalidad y que de ella se podían determinar los mecanismos de castigo, en
donde castigar se había vuelto en un método para modificar a los infractores.
Con esta teoría y en estas condiciones llevo a que los jueces se plantearan la
necesidad de condenar, pero no se veía la razón por la cual castigar. Y desde este
momento ve necesaria ver la naturaleza del culpable, cuales son sus intereses o
sus inclinaciones. Para que pueda funcionar el sistema punitivo no basta con que
exista una infracción real que se pueda imputar a un culpable; es necesario
establecer el motivo, es decir, una relación psicológicamente inteligible entre el
acto y el autor.
En la psiquiatría la noción de monomanía fue abandonada antes de 1870. Las
razones de su abandono se dieron a través de La idea de una locura parcial
centrada que sólo se desencadena en determinados momentos, fue sustituida por
la idea de que una enfermedad mental.
A partir de esto se dieron unas transformaciones, se desarrollaron controles
policiales hubo una reorganización, de esta forma vigilar los espacios conllevo a la
persecución eficaz y sistemática de la delincuencia. También se promocionó el
encarcelamiento y el resultado de este se definía como un proceso para reformar
a todos los condenados, lo cual tuvo la producción de un resultado totalmente
contrario y determinaron que era una escuela para la delincuencia y todos estos
mecanismos se consideró muy aparte de la protección contra el crimen. Se
produjo una intensa demanda social y política de reacción contra el crimen y de
represión; y por tanto, la responsabilidad parecía inadecuada para pensar este
ámbito de la criminalidad médico-legal.
La escuela de Antropología Criminal enfrenta un conflicto con la Asociación
Internacional de Derecho Penal. Frente a los principios de la legislación criminal,
los antropólogos de la criminalidad exigen una salida de las demarcaciones del
derecho, una “despenalización” del crimen a través de la práctica de un engranaje
distinto al previsto por los códigos. Lo que buscaba esta o era: cambiar la noción
jurídica de responsabilidad y plantear el nivel de peligro que el grado de libertad
del individuo constituía para la sociedad, también señalaban que los procesados
que el derecho reconocía como irresponsables, considerados enfermos, locos,
anormales, víctimas de impulsos irresistibles, eran quienes constituían el mayor
peligro. Esta antropología criminal se ve descalificada por ciertas razones que la
alejaban y eran incapaces de operar en la legislación penal y la practica judicial ya
que contaba con el apoyo de una teoría basada en la neuropsiquiatra y se ve
relevada por una psicosociología de la delincuencia la cual es más útil, pertinente
para el derecho penal.
En los comienzos del siglo XX Prins formula La “defensa social” esta se originó de
la transferencia de la justicia criminal cuando se elaboraba un nuevo derecho civil
esta noción fue fundamental para definir el riesgo a través del derecho poniéndose
de acuerdo con la idea de la responsabilidad sin culpa que también puede ser
tratada por la antropología, la psicología o la psiquiatría con su idea de la
imputabilidad sin libertad. Con los grandes crímenes sin razón a comienzos del
siglo XlX, se considero como el verdadero problema al individuo peligroso. El
derecho penal a lo largo del siglo pasado organizó y codificó la sospecha y la
detección de individuos peligrosos, desde la extraña figura de la monomanía hasta
el perverso o desequilibrado constitucional.

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