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•• Capítulo JI

POSIBILIDAD Y LIMITACIÓN: LA COMPRENSIÓN

•• DE LAS INSTITUCIONES MODERNAS

•••
disciplina. Editorial Herder. 1997. Parte I: Los

Las i1Jstituciones sociales 'como conjuntos de reglas y acuerdos


La sociología de la modernidad: libertad y

La"visión modernista de nuestras sociedades actuales-ocent&.o;-como


el ya se ha dicho, la autonomía de las acciones de los individuos, llevadas a

• cabo de acuerdo con sus propias normas en esferas organizadas por

•.'•
separado. Dado que para este tipo de interacción social estructurada se
fundamentos de la modernidad

postula un resultado positivo, o incluso' óptimo, en el discurso de la


liberación de la mod rnidad debe comenzarse por la justificación del
7
.análisis. No se trata, por supuesto, de un método infundado, ya que es

•..
evidente que los hombres procuran justificar tanto sus actos como el
orden social al que estos actos contribuyen. Los significados imagina·

.'•-
rios repercuten en la organización de las prácticas sociales. Del mismo
'. modo que en las investigaciones antropológicas deben situarse los mitos en
su propio contexto, así también,-ttn análisis social de la modernidad-
debe~omenzar por las prácticas de los hombres; establecer la conexión
entre los mitos modernos y la organización de dichas práctic~n tér·

•• minos l,>arecidos Boltanski y Thévenot 1991, p.e. 44).


Las instituciones sociales se entienden aquí como conjuntos relati·
vamente permanentes de reglas y de recursos que los hombres pueden

•• tomar como punto de referencia de sus acciones. La~ instituciones pue·


den..preceder a c"ada uno de los individuos concretose pero han sido
• creadas en virtud de-scciones humana~y sólo pueden seguir"existiendo

•• 55


I!j~
cuando son continuamente recreadas mediante nuevas acciones, Se tra- "1an acn't u des..-,(Foucault Por esta, razón,
en cuanto qU_lml , ,1993,27),
" !imi'-
ta de prácticas ya convenidas en hábitos, cuyos acuerdos se transmiten ' "
las mStltUClOnes ac tu-an 'siempre abnendo poslbihdades y, a la,vez,
a través de interacciones, básicamente en virtud de los procesos de la
socialización y la educación, pero también, en general, por medio de las tándolas, 'if I
En términos históricamente más concretos esto slgn lca que as «es-
restantes prácticas cotidianas, Cuan de¡. decimos que estas •actividades se
1 los hombres parecen estar expuestos y a las que se
han convertido en 41ábito~queremos significar que son parte de una tructuras» a as que " bién materiales- de an-
r en en sus actos son consecuencIas -tam _ '
«conciencia práctica» -de un 'conocimientu de CÓmo hay que seguir re ler
' es acciones h umanas, son las fotmas' en - que cristalizan los habltos
1
haciendo las cosas- y no tanto de una conciencia discursiva, capaz de
indicar razones y de señalar objetivos, De todas formas, los hombres
te~~~r.cuerdos, Si, pues, las ~ostumbres
y convenios preestructura,n a
y 'bil' d d de utilizar las reglas sociales, pueden dlstmgUlrse dos tipOS
disponen de la, capacidad básica de aducir las causas de sus actos y de pOSI I a b 1 e abarcan la formación de los cltados con-
modificar tanto las motivaciones como las acciones, Actúan siempre crea- de~~~st~onue:Ú:ss:tr::'q:: convenciones~
qu una vez ya establecidas las
doramente y trabajan Con las reglas y los recursos de las instituciones, al
mismo tiempo que las modifican,'
~:~te:pl! sus consecuencias,' Estas cuestiones gener~n un b~en nu-
once tos nociones que se pueden emplear y esarro ar par~
--Be estas teorías de la constitución de la sociedad a través de la ac- mero de clogla
a SoCIO 7.
,Ph'Istonca de la modernidad, Se les describirá, en este
f dcapl-
ción humana se"afirma a veces que sobrevaloran la capacidad de conOci-
miento y de actuación de los hombres en lo concerniente al orden social
~~o en sus grandes rasgos generales, para reelaborar/os mas a on o en
los capítulos siguientes, ,I el
(cf, Collins 1992), Pero-entender las instituciones sociales a través de los
E n e1 capltu'lo de la "creación de convenciones ,socIa ul es, oC,!lpan
el b'o
conceptos de una dualidad de estructuras\lO'excluye en modo alguno
lugar central de la reflexión los lIcrores sociales que lmp , dsan d~am I ,
que puedan también reconocerse las limitaciones de la acción 'humana, , , S'I -como ocurnra e or mano a1
s s ideas directnces y sus mtereses,
Las acciones se llevan a cabo en COntextos en los que los individuos u d esta investigación- estas ideas rectoras se mueven en e
concretos ponen a contribución su conocimiento histórico (como hue- lo largod 1e "f cado imaginario de la modernidad y dirigen sus mtere-
lla en la memoria) de las reglas y de sus significados, de la posibilidad marco e sIgO! 1 , I dominio racional
ses hacia el objetivo de promover la autonomla y e , '
concreta de aplicar las reglas y de los probables resultados de su aplica- entonces podemos calificar a estos actores de moderntzad~res, Da~o que
ción o de' su modificación, y se ven enfrentados a las interpretaciones
que de estas mismas reglas o de orras parecidas dan orros hombres, La
estimación de la «aplicabilidad» -en el doble sentido de posibilidad y
se trata a m;n~ o , ~
tes dentro ~ a socle a ,
d
d de e ueños grupos que ocupan pOSICIones m uyen-
podemos hablar también d/elites moderniza-
- .¡. miuas de modernización a tra-
doras y refenrnos a su proyecto como o e , 1 ', d 1
necesidad de aplicación_ pide que se tenga un concepto de la estabili- vés de las cuales utilizan su poder para promover a penetraclon e
dad y la solidez de las reglas que permita saber si una modificación ' f do imaginario de la modernidad en el tejIdo SOCIal. , 1
tendrá consecuencias negativas, será indiferente o pondrá en marcha un sIgO!D Ica , , , en 1o que concIerne
b os preguntarnos a contmuaClon, , , a as
proceso positivo
o de cambio de las normas (d, Thévenor 1990),-En vir- e em de las convenciones, que' b
reperc~siones a rac a su actlVld~s
campos
tud de la estabilidad y la" consistencia, la~ instituciones forman y trans-
forman a los individuos, abarcan <determinadas formas de instrucción . o anificial, porque 1m acuerdos y las convencion.t":s han
2 Esta distincion es claramente un tan! I de los hombres Pero es neceSarIa para
y modificación de las personas, y no sólo en el evidente sentido de que sido siemp,. ,. desde siemp,.,emoddados por as .'-"onesDe todas formas, nunca serán excesivas
~ adquieren unas dererminadas--habilidades- crcapacidades~ sino también describir el origen y los cambiOS de algunas cd~n~en.~tones. e ha proporcionado la base par~ una
las precauClon~ que se tome
. n frente a esta IsunClon, porqu _ _. d 1 dad
. s cioló ¡ca en las teorías de la consntuclon e a. SOCle .
desdichada esCISión ent~e el pens~.mlentO Otro ~in uno de Jos dos parece ser capaz de anahzar por SI
i
por una parte y d de la diferencla.clon IX: e o . oas ~ 992a, capítulo 4). Se encomendaba. ~or tant,o,
r
solo de manera global los camblm; SOCiales (d. ] d I t ea de [ralar de superar esta diCotomia,
1. CE. para reflexiones sOcloteóric<ls de este tipo, Giddens (1988) Y Bourdieu (9878), AV<lnzan. a la sociología y a la economía histórica de los acuer osd a ar otros Jm; recientes trabajos franc~-
do un paso más respeCtO de estos trabajos de Giddens )' Bourdieu. Hans Joas (t 992a) ha dl"'sarrolla- tanto a nivel teórico como emplf .\. Al· D ie es del fallecido" Michae1Po11sck , de Fran~OlS
• ICO Así lo han mtenta o, en tre
do recientemente un ar~umento teórico sistematico a favor del carácter creador de la acción. ses de Boltanski. Thévenot, Robert Sa 815, . ~m eS,ros r ,
Eyrnard-Duvemay y otros, a los que aJudm' repetidas veces. .

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••

•• decir, indagar su amplitud y sus límites), en qué medida cubren el espacio
social al que se extienden (cobertura), hasta que profundidad penetran
do, Y cuando se haga, en fin, referencia a los instrumentos con ayuda de
los cuales los hombres actúan sobre la naturaleza y la materia e interac-

•• en las prácticas de los hombres (penetración), con qué fuerza y rigor


determinan las posibilidades de las personas que se sirven de ellas (so-
metimiento y formalización) y qué relación guardan entre sí las distintas
túan entre sí o sobre sí, hablaré de las' tecnologías de la asignación de
recursos materiales, del poder autoritario y de la significación.-
A las maneras formalizadas de la' producción y deI"intercambio en la
;i

e
•• prácticas y su espacio social común (coherencia) .
Antes de analizar detalladamente todos estos' conceptos, debe intro-
ducirse una observación acerca de la manerjl de hablar de las distintas
sociedad se las denomina instituciones para la asignación de los recursos
materta/es. Regulan la adquisición material de los bienes y la transfor-
mación del trabajo en medio de reproducción física y cultural que, en

•• actividades humanas. Las concepciones de una ontología social funda-


mental como la antes descrita parecen coincidir ampliamente -aunque
con algunas variantes- en distinguir diferentes aspectos básicos en las
las condiciones capitalistas, se lleva a cabo sobre todo bajo la forma de
transformación de la fuerza laboral en rentas y de las rentas en bienes
(de consumo) y servicios. El dinero y los mercados son medios impor-

•• actividades humanas y en proyectar estas diferencias en diversas fó~mas


de prácticas habituales: Emest Gellner, por ejemplo, ha distinguido siem-
pre entre «poder, riqueza y fe» como los tres vinculas del hombre con el
rial en las sociedades con .
tantes (aunque no, ni mucho menos, los únicos) de la asignación mate-
, convenciones básicamente capitalistas. Son
también importantes las burocracias y, sobre todo, el Estado moderno.

•• mundo, y ha dado a los tres modos como los hombres cultivan la tierra
las denominaciones metafóricas de «arado, espada y libro» (d. Ge!iner
pero no son instituciones del poder autoritario exclusivas de la moderni-
dad. En las sociedades occidentales, que siguen la estela del significado

•• 1990; Hall y Jarvie 1991). De m~era parecida~Michael Mann ha habla-


do del poder ideológico, el económico y e! político, al que añade e! mi-
litar, como de las cuatro formas con las que los hombres organizan las
imaginario de la autonomía y de! dominio, hay que preguntarse especí-
ficamente sobre el carácter del sistema de Gobierno en el «punto de
sutura entre el ejercicio del poder y el ejercicio de la libertad» y analizar

•• sociedades como redes de poder (Mann 1990, capítulo 1) .


De acuerdo con estas y otras reflexiones cla~ificatorias, el siguiente
análisis de la modernidad se centrará en tres tipos de prácticas: las de
si el Estado es «un mecanismo de individualización a la vez que de tota-
lización» (Gordon 1987, 296s, citando a Foucault), Denomin~ institu-
ciones de deSlgnaciónde ngnificado a los modos de llegar a la autocom-


••
~ asignación de recursos materiales, las del 'poder autoritario (o de! domi-
nio) y las de Li'significación (o de la representación simbólica).' Y, si-
guiendo este esquema, cuando estas prácticas se hayan convertido ya en
prensión de las formas de la organización social y de las relaciones entre
e! individuo y la sociedad. En las sociedades actuales existe una gran
abundancia de tales medios (incluidas las religiones y las psicotecnolo-
hábitos y se hayan implantado reglas en el ámbito de la sociedae;-se gías, cf. Kaufmann 1989, Rose 1989). Mi exposición pondrá el acento


••
hablará de las institucione5 de la asignación de recursos materiales, ,o,
respectivamente del poder autoritario o de la designadSn de significa-
en las representaciones discursivas de la sociedad, tanto en los «discur,
sos legos» como en los académicos de la sociología y de las ciencias del
espíritu.
3. La patente selectividad de este punto de vista se bllsa sobre codo en ¡..Si limitaciones de mis No es mi intención iniciar un debate en torno a la elección precisa-

••
conocimientos y de mi capacidad para desarrollar el argumento. Menc:ionare, de todas formas, [res
ámbitos al menos cuyo rdativo olvido ha podido dañar sistemáticamente la siguiente exposición de mente de esta terminología y a la delimitación de estos géneros de prácti-
la modernidad. La primera importante categoría e51aria formada por los cambios en las reglas socia- cas, es preciso explicitar los tres objetivos que subyacen bajo mis
les de las prácticas de la reprodu"ió" SOCÚJI, entre las que se incluye la organizaci6n de li. intimidad
(familia, sexualidad, educación de los hijos). Sólo su análisis permitirá descubrir el pleno alcance de reflexiones. Por un lado, intento evitar los conceptos de «económico»,


••
la relación entre el trabajo doméstico y las práclÍcas asignativas. (En su libro Soziologle für Frauen
[19891, Dorothy Smith ofrece un fecundo punto de partida. Pero, a cuanto sé, su autora no ha
desarrollado el argumento.) Aunque no me considero en condicione:¡' para un estudio sistemático,
indicaré en diversos lugares que una reflexi6n más generalizada sobre estos temas podría contribuir
a una comprensión más correcta de la modernidad. En segundo lugar, en mi exposición apllrecen las
«político» o «científico-ideológico» utilizados tanto en el discurso de la
liberación de la modernidad como en sus críticas más destacadas. Di-

guerras, y sobre todo la primera guerra mundial, como acontecimientol de gran importancia, pero
4. Las citas de fuentes no alemanas han sido traduciJas por el autor, que introduce a veces

••
no puede acometerse aquí el intento de un análisis sistemático de las prácticas ",¡liJart!s. Y, en tercer
lugar, tal vez sea demasiado restringida la selección de las prácticas de designación de significlldos . algunas modificaciones cuan~o ~e sirve de traducciones J.nti!rtr:>res .

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••
--
~"III,
c~~s conceptos no sólo presuponen, en virtud de su propia lógica, una históricas constituye un medio para determinar el lugar específico de la
nglda concepción de la separación de las correspondientes esferas, sino condición moderna dentro de este marco. La clasificación general de las
que llevan, además, a supuestos -para afirmarlos o para negarlos- sobre prácticas se apoya aquí en el supuesto de que es posible detectar y des-
los fundamentos normativos y sobre los resultados empíricos de estas cribir las características más destacadas de las configuraciones sociales
prácticas sociales en la medida en que éstas son desem peñadas de acuerdo de la modernidad como combinaciones variables de las instituciones
con su propia lógica. Como ya he intentado explicar más arriba, apenas modernas. Sobre e! telón de fondo de estas reflexiones, cuya justifica-
es posible evitar estos supuestos cuando no se contempla el mito de la ción se irá percibiendo con creciente claridad (así, al menos, lo espero)
modernidad desde la debida distancia. Procuraré, por tanto, analizar a lo largo de la investigación, puede tal vez aceptarse esta tipología como
«simétricamente» todas las prácticas sociales.' Con esto no se pretende punto de arranque.
negar que esté'justificada la búsqueda de la eficiencia, de! bien común y
de la verdad, s100 que sImplemente se rechazan las predecisiones sobre
el modo de alcanzar estos objetivos. Modernidad y poder: ofensivas de modernización
En segundo lugar, mi ojeada a las prácticas sociales no presupone
que sean SUjetos prototípicos de la burguesía humanista quienes las lle- 1:os conceptos de '«interés», «control>, y:<medio», que vinculan ¡a~
van a cabo. En mi sociología, las·personaSo,-@!l su existencia corpóre".,... ideas de la autonomía a las de dominio, tienen una fundamental impor-
son una magnItud ontológica capital y el interés se centra en las condi- tancia en la modernidad. Los medios desarrollados y empleados por y
ciones de las prácticas sociales como interacciones de los individuos para la propia persona o un grupo autodef1Oido, es decir, autónomo, con el
concretos. Debe explorarse la organización y la transformación de estas propósito de conocer mejor y dominar la naturaleza, las relaciones so-
prácticas, justamente con la mirada puesta en sus consecuenclas para la ciales o el propio yo, se justifican prácticamente por y en sí mismas. En
capaCIdad humana de conocimiento y de acción. Probablemente los tres las condiciones modernas, apenas cabe la posibilidad de argumentar en
tipos de instituc!ones crean y modifican, a lo largo del tiempo, la idea y contra de tales medios. Éste es justamente el fenómeno que Castoriadis
la reahdad del SI mlSino de! yo humano. De ahí que uno de los resulta- pretende captar con el concepto de designación de significado imagina-
dos posible~ -:-aunque ciertamente ~tremo- de la investigación sea el rio de la modernidad. Estos significados crean una base común para la
«fl~. dell.ndlvlduo» o e! «fin del sujeto» --<J, a la inversa. la hegemonía fundamentación de las actividades humanas.
del 1OdlVlduo autónomo y racional, tan celebrada en los planteamientos Importa aquí advertir que tedas las prácticas «modernas".-contienen
económicos y racionalistas. Pero ninguno de los dos conceptos entran dos impulsos, el de aumento de la autonomía y el de ampliación del do-
como Supuestos en el análisis. I minio racional, y que ambos significados pueden incorporarse a todas las
Parece al mismo tiempo, y en tercer lugar, difícilmente imaginable prácticas sociales convertidas en hábito en todas las instiruciones modernas.
que como punto final de un análisis soeiohistórico de la modernidad Esta via de acceso prohibe la utilización de ciertas estrategias argumen-
aparezca el predominio absoll\to de una de las concepciones extremas tativas a que -una vez más con supuestos previos problemáticos- cier-
del ser humano. Estas concepciones delimitan más bien el marco dentro toS teorizadores críticos de la sociedad (y los prácticos con compromiso
del cual puede dibujarse históricamente la condición de modernidad. crítico) han recurrido con alguna frecuencia: no puede aducirse la forma
En este sentido, un boceto de las formas más importantes de las prácticas de socialización de un tipo de instituciones contra la forma de otro. En
\
SOCIales y de sus transformaciones en el decurso de varias situaciones la tradición socialista, por ejemplo, un conocido movimiento retórico ha
salido al campo de batalla izando el estandarte de «la política contra el
.5. P~ra utilizar un concepto d~ll:,rol1g pro1'.ramml' de la sociología. eLla exposición de la nueva mercado». Tras la creciente aceptación de la crítica a la burocracia, en el
soclOlogla d~ la C)~~Cla y el ~,onOClmlento ~n \Xfagner y \X'inrock (1987J. El antes mencionado «en- curso de las experiencias sociales del siglo XX se resaltó la diversidad de
foque frances» uuhz.a tamblen el conceplo de «simetría» apuntado po·r Bruno Latou" (cf D d
1991, 442). '''' o ter
los mundos de vida, las comunidades o las culturas tanto frente a la políti-

60 61
..•


•• ca como frente a los mercados. Puede mencionarse, como e! más recien-
te ejemplo dentro de esta tradición intelectual, el renacimiento de! con-
cepto de sociedad civil (cf. in/ra, capítulo Xl). Aunque comparto en gran
Hay, por lo demás, en las aporraciones postmodernistas una inclina-
ción a unir la crítica de la modernidad con su rechazo total. En este
punto se incurre en e! error contrario, sobre todo cuando se crea una

•• medida las problemáticas en que centran su atención estos autores, no deja


de parecerme que este tipo de argumentos unen a menudo un análisis su-
perficial de la sociedad y/o construcciones teóricas excesivamente aleja-
imagen de la modernidad bastante unidimensional y con escasas contra-
dicciones. De hecho, la mayoría de los postmodernistas no critican la
modernidad como deberían. Su tarea tendría que consistir en hacer com-
•• das de la realidad con un pensamiento puramente desiderativo.
Puede darse otra descripción del problema conceptual: A algunos
prensible, tanto a través de conceptos analíticos como normativos, la
innegable ambigüedad de la modernidad.

te intelect\lales postmodernistas, sobre todo franceses, se les ha objetado


que confunden la crítica de! capitalismo con un rechazo generalizado de
La"perspectiva que intento desarrollar en estas páginas se halla cerca
de las concepciones postmodernistas en al menos un aspecto funda-

• la modernidad. Pero, a mi parecer, si la controversia se concibe en estos mental, mientras quese aleja radicalmente de las-eoncepciones cosifica-

•• términos, son los postmodernistas los que esgrimen los argumentos más
sólidos. El «capitalismo» se refiere a sólo algunas -aunque destaca·
das- de las prácticas modernas, pero todas éstas tienen, en conjunto,
doras de la teoría sociológica modernistlI:'aquí no se entienden las insti-
tuciones modernas ni como autónomas y autorreguladoras ni como
, esferas especiales de la vida o de la sociedad, sino como acuerdos o

•• ciertos rasgos comunes. Si e! debate sobre el postmodernismo se ha


centrado en el segundo punto de vista, el esfuerzo ha merecido la pena .
Lo que se requiere es una crítica de la modernidad que incluya, como
convenciones que se estructuran en la vida cotidiana y la vez la estructu-
ran y crean formas de vida. La vida cotidiana no está separada de las
instituciones sociales, sino que es vivida, con diferentes intensidades, a

• uno de sus temas centrales, la crítica de! capitalismo' través de y con estas formas de conocimiento y praxis ya convertidas en

•• Las\eorías sociales críticas, en un amplio espectro 'que abarca desde


los planteamientos liberales hasta los marxistas, tienden a tomar como
punto de parrida.dos supuestos normativos fundamentales. Por un lado,
hábito (cE. Smith 1989; Wallace 1989) .
Una sociología de la modernidad debe ser capaz de dar e! paso des,
de el análisis de la multiplicidad de las prácticas sociales existentes a la

•• se' elogia la autonomía de! individuo, su deseo de autorrealización, y,


por e! otro, se rechaza el dominio, el sometimiento de unos hombres al
poder de otros. El análisis de estas teorías topa con e! problema de
identificación de las peculiaridades de las instituciones de las socieda"
des occidentales. Debe interrogarse sobre las características que llevan
al establecimiento y la conservación de dichas instituciones e investigar

•• tener que afrontar e! hecho de que eI"ejercicio de la autonomía de una


persoM-puede implicar e! sojuzgamiento de otra. La; teorí.,s críticas del
cómo estructuran la vida, cómo abren posibilidades e imponen limita-
ciones. La suma de estas posibilidades y limitaciones en las~ácticas

•• capitalismo han intentado explicar este irrefutable ferromeno mediante


razones y mecanismos que se sitúan fuera de los verdaderos esfuerzos
humanos, como residuos históricos, por poner un ejemplo, o afirmando
cotidianas de los individuos en la sociedad es la que determina y"define
la. condición moderna.
Si las instituciones sólo existen cuando y en la medida en que los hombres

•• que e! orden fundamental moderno se alza sobre ciertos Jefectuosos e


incompletos supuestos. Tras siglos de experiencia con las prácticas
modernas, ha llegado ya la hora de reconocer que el problema hunde
'las crean y recrean una y otra vez, entonces es preciso dirigir la atención
crítica a sus posibles'repercusiones para (al menos algunos) individuos y
grupos. Parece impensable --en contra de lo que algunas teorías críticas

•• sus raíces en el seno mismo de la modernidad, en la radical ambigüedad


de la argumentación moderna y de las modernas prácticas sociales .
admiten- que pueda existir y llegue a imponer su dominio sobre todos
los hombres un sujeto capital trascendental o alguna otra institución total-
n¡ente cosificada. Pero es, en cambio, perfectamente imaginable que al

•••
6. Esta perspec~iva niega que los críticos puedan ocupar una posiCIón «más. dev<lda» y tal vez
p.O! eso no desea establecer relaciones con la crítica. En cualquier caso, considero que la suposición,
Vinculada al concepto de crítica, $obre el pue~ro de observación del crítico, men~ce una reflexión (d.
Ernct 1992, Boltanski 1993)
aceptar y utilizar las personas las posibilidades que las instituciones ofre-
cen, es decir, mediante sus acciones y sus correspondientes repercusiones,
dejen de recorrer otros senderos de acción y los hagan intransitables,

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Un supuesto mínimo para el desarrollo de esta perspectiva ewl co- «culturas de autonomía personal basadas en una situación de libertad»
nocimiento de las desigualdades sociohistóricas de la modernidact-Cuan- (Gordon 1987, 296).'
do se habla de la"«sociedad moderna» se escamotea el hecho de que las Si se inttoduce la idea de una inevitable dialéctica entre las posibili-
¡ dades y las limitaciones derivaJas de las instituciones modernas y de la
orientaciones y las prácticas en un contexto social dade-deben poder
contar, en mayor o menor grado, coh el respaldo de los significados diferencia de poder como fuerza impulsora del cambio institucional, se
imaginarios de la modernidad. En sus inicios, esta designación de signi- advierte de qué inadecuada manera queda socialmente neutralizado el
ficado fue ptopagada por unos pocos intelectuales que -por razones concepto de un «proceso de modernización». Debería hablars~ más bien
en parte totalmente diferentes- contaron con el respaldo de algunos d/'ofensivas modernizadoras, desencadenadas a menudo por pequeños
sectores de la spciedad. La «modernidad» contaba hacia el 1800 con grupos con una~ determinadas expectativas, mientras que otros grupos,
muy pocos seguidores, y tampoco eran muchos hacia el 1900. Incluso con frecuencia mayoritarios, conocen con menor exactitud los efectos de la
hoy día, no se.ría adecuado aplicar este concepto a muchas prácticas. modernización, depositan en ella, al menos a corto plazo, escasas ex-
Bien al contrario, algunas podrían ser muy bien entendidas como recha- pectativas y actúan en su contra, o lo harían si dispusieran del corres-
zo -parcial o total- de los significados imaginarios de la modernidad pondiente poder y conocimiento.' ,
bajo cuyos efectos se desarrollaron. Por estas razones, tan sólo la inves- Debe señalarse aquí una-primera diferencia -aunque muy poCb
tigación de la medida en que ha penetrado el'! la sociedad la intelección matizada- entre dos formas históricas de ofensivas modernizadoras.
«moderna» de la vida individual y social, juntO con el asentimiento de Las ofensivas modernizadoras desde arriba utilizan el diferencial de po-
los actores que la impulsan, proporciona una clave para la interpre- der existente para crear instituciones que abren oportunidades, en las
tación de los cambios históricos registrados durante los dos últimos que más tarde participarán otros, en parte en contra de los intereses de
siglos en la cuarta parte del mundo ocupada por las regiones nordoc- los primeros fundadores. Las ofensivas modernizadoras desde abajO son
cidentales. movimientos de oposición para defender a los grupos frente a los efec-
Aparecen elementos de esta argumentación en los trabajos de tos de limitación y exclusión que aquellas modernizaciones llevan consi-
• •
Norbert Elias y Miche! Foucault.La -teoría de la civilización de Elias go.'·Incluyen de ordinario-tm-mas de acción colectivas y m~vilizan a las
eS básicamente una teoría de! poder, en la que el deseo de aumentar personae-que, en virtud de un: n~ev~ clasificación,-;;~n defmida-s-'como
los controles -sobre la naturaleza, sobre los demás y sobre sí mismo-- iguales y quedan expuestas a unas mismas reglas. Los efectos de la m~­
es la clave de la interpretación de la historia. 'Esta teoría dirige a la vez demización-eonsisten en este cas&en la aceptación de esta nueva claslfl'
una mirada a la dialéctica de! poder, en la que el aumento de la c~a­ cación como la propia de un grupo «postradicional», en la formación
cidad de control de un individuo puede significar la pérdida di libero de'un colectivo como «comunidad imaginada» (Benedict Anderson).':'
tad de otro. Dado que Elias nunca ha formalízado su triple distinción «clase para sí» (Karl Marx) a consecuencia de aquella moviliz~ción y,
(y a pesar de su perspectiva evolutiva general), deja abierta la posibi- fmalmente, en la plena consideración otorgada a este grupo aSI repre-
lidad de repercusiones que se solapan, de mado que, por ejemplo, e!
aumento del control de un grupo de individuos sobre la naturaleza
7. Gordon destaca también que el interés de Foucault está muy ceru ~e lo que Weber denomi·
puede limitar e! control de otras personas sobre sus relaciones sociales naba eltilo de viJ¡¡. Rose y Miller han intemado aprovechar algunos esCritos de Fouc:auh para un
o sobre sí mismas (Elias 1970, 173s). L; teoría de Foucault -acertada análisis del liberalismo actual. . . d 1
8. El concepto de «ofensiva de modernización» se basa e? las nuevaS mrerpr:'ttclOnes . ,e os
en s.us elementos esenciale~- debe ser leída como inscrita en e! grupo trabajos de Weber, Eliasy Foueauh (eL ~itzman 1987, van Kneken 198?), Pero la IntrodUCClon de
este concepto no debería significar una mmu~valor~clón de las repercu~lOnes no buscadas de estas
del sometimiento y de la sojuzgación. Foucault era plenamente cons- ofensivas que, a menudo, sobrevivieron a las intenCIOnes de los modeml~ad~res. .
ciente, sobre todo en sus trabajos posteriores,. de las peculiares carac- 9. La muestra hisrórica aportó datos I'obre el rechaw de: las modemJZIlClOn~S ~esde arrl.ba. De
una forma más general (y con I~ .m,iraJa puesra .sobre todo ~n los nuevos *mOVlmlentOS soclales~),
terísticas de este proceso bajo las condiciones·modernas. Las tecnolo- podría decirse que es posible dmglr. unas ofens.tvas lTIodernlz.adora~ contra otras (cuando no es m·
gías sojuzgadoras se desarrollan en las sociedaDes modernas en y para equívoca la posición jerárquica preVIa en la SOCiedad).

64 65
••
•• sentado en los nuevos convenios sociales, como resultado de esta acción se el dinero como medio modélico de la prolongación de las cadenas de

•• colectiva.
Las ofensivas de modernización traen consigo nuevas reglas para las
prácticas sociales. La introducción de nuevas regulaciones formales se
acciones .
El mercado mundial ofrece, en este sentido, un ejemplo sumamente
ilustrativo. Existen para toda un. a serie de bienes, desde hJce siglos, y

•• apoya siempre en el poder y provoca, además, cambios en las relaciones


de poder. Habría que añadir la obviedad de que las condiciones para la
introducción de nuevas reglas serán favorables si las expectativas res-
parecen penetrar cada vez más profundamente, las práctids asignativas
locales a través de las reglas del mercado mundial. 'o El Estado moderno
ofrece otro ejemplo, aunque en un primer momento parece dar a enten-

• pecto de sus repercusiones en lo concerniente a la apertura de posibili-


dades son mayores que las limitaciones esperadas, ponderadas con el
der lo contrario. Los imperios antiguos fueron más extensos y duraderos
que los del pasado reciente, pero acuñaron mucho menos las prácticas

• poder relativo de quienes alimentan las expectativas. Los diferenciales


de poder aluden a la posibilidad de dejar que otros hagan algo y de
cotidianas. Sólo los Estados modernos, a partir de la época del Absolu-
tismo, se han caracterizado por la ampliación de las repercusiones de las

• recibir cosas hechas, pero incluyen asimismo diferencias en el acceso a reglas administrativas hasta muy dentro de la vida cotidiana de sus súb-

••
los conocimientos válidos sobre las consecuencias de las modificaciones ditos y ciudadanos."
de las reglas y en el acceso a los medios por los que se consiguen acuer- Puede establecerse sin duda una conexión entre la ampliación del
dos acerca de la imposición de normas. alcance en el espacio y en las prácticas sociales y las innovaciones técni-
Debe acentuarse, pues, el aspecto de las expectativas, porque es di- cas,sobre todo las del ámbito de los transportes y las comunicaciones."
ficil encontrar un proyecto moderno de alguna envergadura en el que Un transporte marítimo más rápido y más seguro, o los nuevos instru-
los resultados no se alejen claramente de las esperanzas inmediatas de mentos de comunicación a larga distancia, son ejemplos históricos de
sus patrocinadores. Como el significado imaginario de la modernidad gran importancia para el desarrollo del mercado mundial y, respectiva-
no permite limitaciones generales y duraderas en la utilización dé tecno- mente, de los Estados. Aquí, de todas formas, debe entenderse el pro-
logías que amplían las posibilidades, se dará una tendencia hacia la ge- greso técnico en un sentido muy amplio, para incluir todas las formas
neralización de nuevos acuerdos institucionales en la sociedad. Pero de acción formalizadas, más allá incluso de las promovidas por los nue-
apenas un conjunto de nuevas normas se generaliza (ya me'I:Judo preci- vos conocimientos o los materiales técnicos. La contabilidad por parti-
samente porque se generaliza más allá del grupo originariQ de usuarios), da doble puede proporcionar un claro ejemplo a este propósito, y no

.... puede desencadenar un cambio social más amplio, con independencia


de las intenciones de sus promotores o de los posteriores usuarios .
sólo porque su invención coincidió con el «descubrimiento» de Améri-
ca. Las estadísticas de la población fueron otro ejemplo parecido en el
ámbito de las prácticas administrativas .
El elemento común a todas estas invenciones es precisamente la for-
Disciplina y formalización malización de las formas de acción. La formalización es una especie de
reinterpretación del mundo y de reclasificación de sus elementos con la
¿Es, pues, posible, hablar de una peculiar forma moderna de estruc-

..
turación de la relación entre la apertura de posibilidades y la imposición lO Los cstudl()S histórlu)·,mtropológicos dcmue~tran amhas cosas con arg.um!!ntos convinq:ntes
(¡J, Ik,l1,Jdel 199-1; \\lylie 1957, Capítulo 2. como cl~$icos de dos diferentes ¡,teneros). Pern en la
de limitaciones? En términos muy generales se diría que-una de las ca- discusión posterior sobre la modermdad organizada se demostrara hasta qué punlo Lt imposición de
racterísticas de la modernidad es la difusión espacial y temporal de sus fromera~ put"de moddJr y limit:H 1.1 penetraCión de los merclIdos mundiales.
tI. Me limito aqui a remitirme a los trabajos de Mann, Foucaulr y Giddens sobre la \~gilancia y el
instituciones. También este rasgo ha sido destacado po; Norbert Elias, control.
12. BalO el doble influjo del pOHestru(turalismo y de [as nuevOls tecnologías. ba acabado por bo-
que ha hablado de la prolongación de las cadenas de interacción en el rrar~t::
III diferenci¡¡ entre tr.ifico y comunicaclón. ToJo trafico -puede argumentar~e. y con razón-
proceso de la civilización. Ya antes había aludido Georg Simmel, y tam- incluye d tran~portt' de inf{Jrmaclon - ya ~e tr:ue de personas que rdatan cómo se vive en Americ.a
o de «biene~». que aportan «informes» sobre la!i condiciones de las practicas asignativas de otras
bién, aunque bajo otra perspectiva, Karl Marx, a que podía considerar- regiones (eL por ejemplo Vin!in [992, Pos ter 1990, Kaplan 1991)

66 67
mirada puesta en el aumento de la capacidad de control y dirección. En A través de las clasificaciones se alzan barreras respecto a los otros
estas formalizaciones se apoyan normalmente las conquistas de las insti- fenómenos, de distinto signo, del mundo, mientras que se igualan yequi-
tuciones modernas en lo concerniente a la ampliación de su campo de paran los fenómenos de una misma clase. Para imaginarse, por ejemplo,
acción. Utilizo este concepto en cercaníac()gnitiva con la idea de racio- una economía monetaria y de mercado, el primer paso conceptual es
nalización de Weber, bajo el supuesto de que se mantenga toda la pro- considerar los fenómenos sociales como «bienes» a los que se les pueden
funda carga de la conocida sentencia weberiana: «La creciente intelec- atribuir valores monetarios y pueden, por consiguiente, ser descritos
tualización y racionalización no significa un conocimiento creciente y bajo la forma de cantidades de una unidad básica. Este paso podría muy
generalizado de las condiciones existenciales bajo las que nos encontra- bien ser mucho más importante que los conceptos, de él derivados, de
mos.» Significa simplemente -según el propio Weber- que se cree . autorregulación del mercado y aumento del bienestar de las naciones."
que es posible conocerlas y, de acuerdo con ello, que es posible dominar El hecho de que en el debate en torno a la teoría del valor del trabajo
el mundo a través del cálculo (Weber 1973,594). Si se lee hoya Weber no se haya llegado a una conclusión generalmente aceptada muestra la
a través de la reciente sociología del conocimiento y del postmodernis- infradeterminación teórica (si no ya la arbitrariedad) y la apertura relati-
mo, es preciso confesar la desconexión explícita entre las pretensiones va de estas descripciones en conceptos unitarios." En cambio, desde
de validez epistemológica y las observaciones sociológicas sobre la ex- una perspectiva 5ociológica la creciente utilización del dinero ha signifi-
pansión de las técnicas de cálculo que han cambiado eficazmente el cado un convenio social sobre la formalización de un determinado gé-
mundo y la visión humana del mismo. A partir de aquí, no se está ya nero de permuta económica. Este acuerdo ha ampliado, en general, de
demasiado lejos de la insistencia (analítica, no normativa) con que Lyotard una manera tan «eficaz» que sobrepasa toda medida, el alcance de las
acentuaba la capacidad de rendimiento como criterio dominante de la prácticas asignativas y ha posibilitado además a los poseedores indivi-
valoración del conocimiento." duales de unidades de valor el acceso a un abanico mayor de intercam-
La• formalización se basa siempre en el método de 'Hw:lasijicai!fim-: Se bio de asignaciones. Pero 1; formalización significa, manteniéndonos
otdenan y catalogan unos determinados fenómenos de la realidad y se dentro de esta imagen ilustrativa, que sólo los fenómenos que pueden
les presta una expresión lingüística. Se da ásí un primer paso hacia la expresarse en términos monetarios y que así se expresan de hecho con-
separación de los mencionados fenómenos de su contexto. La clasifica- • siguen el acceso a este orden de trueque de alcance mayor. Un proceso
ción exige la construcción de conceptos que representan determinados, social de valoración plantearía con absoluta tranquilidad, partiendo de
aspectos del mundo. Las prácticas modernas contienen siempre, en viro este descriptor unificador, la pregunta de qué cualidades quedarían así
tud no en último término de su difusión, un fuerte elemento de repre- incluidas o excluidas. Y otrO tanto puede decirse en lo que atañe a los
sentación, de actualización de algo que no está en sí y por sí mismo actores de las prácticas asignativas, respecto de los cuales el único crite·
presente - por ejemplo, el dinero para las mercancías o el trabajo, un rio relevante sería si tienen --o no tienen- dinero u otras cualidades
impulso eléctrico para un sonido, un grupo elegido en virtud de unas monetariamente valorables. l '
determinadas reglas para la voluntad colectiva de la comunidad política L;' formalización es un método reductivo. Al quedar la realidad re-
ducida a unas pocas cualidades determinantes, se la hace comprensible .!
o un concepto sociológico para toda una sección de la vida social. Las
reglas de la formalización se refieren a la forma, la rigidez y el alcance de
las representaciones. Un cambio de estas reglas significa de ordinario J4. Marx subraya este aspecto en Kopilol. Es absolutamente daro que esta clasificación sigue
suscitando desde entonces (o de nuevo) discusiones. como demuestran 105 debates en torno al traba·
una reestructuración del mundo social. jo doméstico y la valoración monetaria de la calidad medi?ambiema.L . .,
15. La revolución marginalista en el pensamiento e'ConórnlCo puede mterpretarse como forrnah2aoon
teórica y. al mismo tiempo, 'como desustantivaClón del problema del valor en el sentido antes indicad~
16. A diferencia de la economía neoclásica, la economía francesa de Jos acuerdos o las convencIo-
1.3. Cuando hablo de formalizaci{m, querrÍll evitar las casi in~it.ables mnnotaciones de racionali-
za.Clón, inteJecruahzación y progreso. Debe insistirse:, al mismo tiempo, en la forma de este canoó" nes presupone que «110 es posible un acuerdo entre individuos, inc.luso cuando se ~i,mita a la. si~ple
concertación de un trueque de mercado, Sin un marco común, Sin una convenClon conslltutlv¡I»
miento. Charles Tumer 0990. 108·116) ha demostrado que existe una cierta afinidad intelectual
entre Weber y Lyotard. {Dupu}' y otros, 1989. 142)
I

¡ 68 69
y manejable. En virtud de estas repercusiones, la formalización actúa dente histórico desde ningún punto de vista. Y, sin embargo, nunca se
abriendo posibilidades. Al mismo tiempo, disponer de estas cualidades ha sometido esta realidad a un análisis sociológico explícito a través de
se convierte en el criterio decisivo de acceso a estos aspectos posibilita- los conceptos. de la «modernización».
dores. A través de la tareas de clasificación se fijan firmes normas de Podrían analizarse, como una importante institución moderna, las
inclusión y exclusión y se estrucruran posibilidades de acción. Los efec- autopistas intraurbanas, por ejemplo, el Robert Moses' Cross-Bronx

" tos limitadores parten de este trazado de fronteras y de la subsiguiente


exclusión de unos determinados aspectos y de unas determinadas per-
sonas del ámbito de entendimiento y valoración de las posibilidades de
Expressway de Nueva York (para lo que sigue cf. Berman 1982, capítu·
lo V). Bastaría para ello tener en cuenta su conexión con· reglas que
abren y cierran posibilidades de actividad social. La transformación del
acción: Estas fronteras son siempre acuerdos o convenciones sociales, interior de la ciudades en la segunda mitad del siglo XIX, de la que el
creadas por los hombres en condiciones determinables. Pero cuando barón Haussmann, arquitecto de los bulevares de París, fue uno de los
llevan existiendo cierto tiempo, les pueden parecer ya a todas o a la más destacados promotores, y que tuvo como contexto social el rápido
. mayoría de las personas relacionadas con ellas que son naturales. ¡; crecimiento de las zonas urbanas industriales, creó un nuevo tipo de
Las limitaciones pueden surgir de diversas maneras (d. Giddens contactos en las relaciones públicas. La variedad de los encuentros fugi-
1988,228-233). Puede haber, sencillamente, para empezar, una imposi· tivos, el incesante flujo de los movimientos, el enigma de tantas caras
bilidad material. Donde se ha construido una ciudad no hay espacio desconocidas, esta singular privacidad pública, han sido entendidos por
para la agricultura. En segundo lugar, las ventajas y desventajas pueden hombres de la talla de Charles Baudelaire, pasando por·Georg Simmel y
llegando hasta Walter Benjamin, como la síntesis de la experiencia mo·
• estar reestructuradas de tal modo que parezca improbable que se persi-
gan determinadas opciones. Cuando una regla que abre~unas determi-
nadas posibilidades está muy difundida (por ejemplo, el dinero o los
mercados), aquel que, tal vez con muy buenas razones, habría preferido
derna. Es una experiencia que dependía de la existencia de espacios que
invitaban a la mirada contemplativa de la presencia corporal relativa·
mente distendida, a sentarse, a pasear, charlar, observar, ver.
seguir otras normas (el trueque directo, por citar un caso) tiene que Aquel ambiente sobrevivió y floreció incluso durante la etapa de
soportar desventajas ya por la simple difusión de las otras reglas. Puede, crecimiento de numerosas ciudades, entre 1870 y 1920. Pero la presen·
en tercer lugar, darse el caso de que una institución actúe abriendo tales cia física de aquella vida urbana se convirtió en un obstáculo para nue-
posibilidades (en lo concerniente al contenido o a la distribución de sus vas conquístas, por ejemplo, las materializadas en los automóviles parti·
conquistas) de una manera tal que sea muy improbable un cambio hacia culares y los vehículos para el transporte de mercancías. Los proyectos
otros acuerdos, a la vista de l¡¡ estructura y de la firmeza de las intencio· de Robert Mose, el Haussmann de Nueva York del siglo XX, estaban

• nes de los sujetos particulares y de la necesidad de una clara manifesta-


ción de la voluntad colectiva. A esta última forma se refiere el concepto
de autodisolución (d. capítulos 1 y X).
claramente marcados por la visión modernista de la ampliación del do-
minio y de la autonomía humana. Mose amaba la ciudad moderna y
quiso mejorarla. Debía ser rápida, ordenada, limpia y bella. Y las auto·
Tal vez esta descripción y estos conceptos parezcan excesivamente pistas urbanas ofrecían un excelente medio para conseguirlo. A diferen·
abstractos, si no se le presta el apoyo de una investigación histórica. cia de algunos de sus sucesores, que buscaban una nueva «sensibilidad
Intentaré, por tanto, aportar alguna claridad de la mano de un ejemplo espacio· temporal>, basada en el «flujo incesante» del tráfico rodado

• tomado de un campo totalmente diferente. La transformación material


de los paisajes a consecuencia de la construcción de autopistas durante
(Berman 1982, 302), tal vez el propio Mose no advertía que sus ideas,
llevadas hasta el punto de la perfección, destruirían no sólo las raíces

....
los últimos cincuenta años no tiene, muy probablemente, ningún prece· sociales de muchas personas concretas en el espacio, sino también toda
una forma de vida. La autopista, que abría posibilidades, ponía una
17. En perspectiva antropológica, el trazado de fronteras t's una manera básica y universal de barrera -en un sentido literal- a muchas interacciones. Se imponían
orientarse ~n el mundo, de hllcer posibles las avenencias y crear identidad social (d. por ejemplo
eohen 1985,115: Douglas 1988) limites físicos y materiales a las personas q;'e no tenían la posibilidad de

lA 70 71
lA
le
r
acceso (el auto) o que no sentían el deseo de utilizar esta especial conquista
, nes peculiares incluibles y aumenta la rigidez de los curso~ de.l,as accio-
nes. Uno de los distintivos fundamentales de esta formalizaclon de ac-
(de llegar más rápido y más lejos a los distintos barrios), Muy al contra-
rio, a ellos la autopista les impedía realizar su actividades preferidas. ciones y posibilidades de acción consiste en que a medida que aumenta
Aplicar la piqueta demoledora a una zona densamente poblada, Como la difusión y la rigidez de una institución, a los individuos les parecerá
el Bronx, significaba derribar muchas barreras y ayudar a conseguir un cada vez más útil plegarse a sus reglas. Merece la pena adaptarse a ellas,
tráfico fluido a través de la ciudad. Pero incluía la creación de barreras mientras que los costes de las desviaciones son tanto mayores cuanto
nuevas, absolutamente físicas, como consecuencia de la construcción de más rígida y difundida (o más penetrante) es una institución.
la autopista. Estas barreras tienen la misión de garantizar la formaliza- Prolongando mi argumentación, ampliaré la imagen del derribo de
ción de las acciones dentro de las nuevas instituciones y de regular --es barreras tradicionales y la creación de otras nuevas para hacer com-
decir, de excluir- a quienes, por las razones que fueren, no se les conside- prensibles los procesos históricos de la liberación yel sometimiento. N o
raba capacitados para cumplir las reglas. Y así, aquellas limitaciones hay en el hecho de que esta imagen esté vinculada a los conceptos de
disciplinan tanto alas usuarios como a los excluidos. posibilidades y limitaciones, de formalizaciones de acciones y amplia-
Sería erróneo modelar las instituciones modernas, en general, según ción de las cadenas de acción, una elección arbitraria, sino una forma de
el esquema de una técnica objetiva." Pero impona mucho advertir que expresión típica de la creación histórica de configuraciones sociales bajo
. se emplean de hecho tales técnicas para la creación de instituciones el signo del significado imaginario de la modernidad. Es acertado con-
modernas, a cuyas metas de formalización contribuyen. Cuando se utili- templar la liberación no sólo bajo el signo de la autonomía y del sornen-
zan técnicas, vinculan de tal modo las actividades humanas con reglas miento, ni sólo bajo la modalidad de un dominio impuesto. En el curso
formalizadas que incluso las actividades «anexas» quedan formalizadas, de la historia se han implantado a veces libertades tal vez no queridas
de una manera más o menos rígida Uoerges 1989a). Las normas de 1; por aquellos que están expuestos a sus consecuencias. y los someti-
circulación en autopista incluyen, por ejemplo, la prohibición de dete- ~ mientos que corren paralelos a una acción colectiva pueden entenderse
nerse o de bajarse del vehículo e imponen una misma velocidad, elevada como movimientos contra las determinaciones decretadas desde el
y uniforme, a todos los usuarios. No sólo son inconcialiables con los exterior.
bulevares: es que son también, ya la vez, más rígidas y más inflexibles.
Durante las fases de utilización normal. es imposible pretender, mien-
tras se circula, llegar a un acuerdo sobre la aplicación de las normas. Las Cambios de reglas y crisis de la modernidad
limitaciones aseguran el cumplimiento de las reglas mientras se está «den-
tro» y mantienen «fuera» a los que no quieren o no pueden cumplirlas. En esta perspectiva, las quiebras históricas de la modernidad deben
y crean así una praxis formalizada. entenderse como consecuencia de grandes cambios de reglas, de inno-
La limitación del acuerdo.a un pequeño número de señales oficial- vaciones institucionales Y de transformaciones en las configuraciones de
mente reconocidas y la total exclusión de la metacomunicación durante las instituciones. Es preciso identificar a los promotores de las nuevas
las fases regulares son las características de la introducción de reglas regulaciones y definir las características de las nuevas posibilidadesy las
«modernas» en general. La formalización reduce el número de situacio- limitaciones nuevas que traen para los diferentes grupos en los dlstmtos
momentos de su aplicación y ampliación. A pesar de las posibles reper-
.18: Las ~ormaJ¡zaciones pue.den ser entendidas en general como rt'cnología en el sentido de me- cusiones no queridas y permanentes, que pueden estar muy alejadas de
diOS mtenClonal.ment~ construIdos para alcanzar unos determinados objetivos. Así Jo hace Michael
Foucault. Convle.ne, ,de ~odas formas, añadir dos observaciones precaulOrias. Por un lado, en 1a5
las intenciones de sus impulsores, las «modernizaciones» no se entien-
reglas y recursos institUCIOnales debe verse, a menudo, algo más gue el simple resultado inesperado den como procesos autopropulsados, sino como ofensivas de moderni-
de muchas acciones mdividuales. Por otro, el concepto de tecnología se refiere básicamente, en el
I~nlluaj.e cotidi~no. a objetos materiales, miemras que las msnmciones sociales pueden ser combina. zación promovidas por unos determinados grupos de actores guiados
Clones. ¡nmat~rlales o --en la mayor parte de los casos- combinaciones caracterí~tjcas de elementos por motivos declarados. Para anclar esta forma descriptiva en una so-
materiales e 1nmateriales (cf. sobre esto Joerges 1989a y bl

72 73
"......
........
..,.,.".,
......... ciología histórica de la modernidad, es necesario algún tipo de periodi- y apoyadas en sí mismas. Hubo también -lo que tal vez no sea menos
.......
--..
ficación. En ruta hacia este objetivo, propondré un concepto de «crisis importante- prácticas intelectuales orientadas hacia la nación y ancla-
de la modernidad». das en instituciones nacionales. En todo caso, a partir de este momento,
La idea de «crisis» está tan ampliamente difundida en sociología los sociólogós se inclinaron por situar bajo el epígrafe general de «socie-
......... que no se la puede utilizar inocentemente. En sus orígenes griegos, se
trataba de un concepto tomado de la medicina, y señalaba la fase de una
dad» el problema del fenómeno empírico de prácticas sociales vincula-
das a un territorio. Pero la coherencia de las prácticas sociales no es algo
.~
enfermedad en la que o se iniciaba la mejoría o se corría hacia la muerte . que pueda darse por'supuesto, como si fuera un postulado, sino que
En la vida cotidiana, este concepto ha perdido su neutralidad y se le debe ser sometida a investigaciones empíricas.

.. asocia más bien con la idea de amenaza y peligro, de ocaso y declive,


posiblemente definitivo. En la sociología estuvo al principio vinculado
al pensamiento organizativo, en e! que la crisis se identificaba con la fase
crítica de una enfermedad. l ' Pero luego se le reactivó en el'pensamiento
Es, por consiguiente, más adecuado desde un punto de vista con-
ceptual considerar abiertamente a las sociedades como configuraciones
de instituciones, punto en el que, úna vez más, dichas instituciones de-
ben ser analizadas como prácticas ya convenidas en hábitos. Si pueden

.. sistémico, según e! cual hay una crisis cuando no se cumplen los requi-
sitos para la reproducción de un sistema. Como en el caso de un orga-
nismo vivo, e! pensamiento sistémico habla también de un nivel crítico
entenderse las instituciones como organizaciones de convenciones so-
ciales relativamente permanentes, entonces podemos concebir la for-
mación de instituciones como el proceso de convencionalúación y una

.. de realización por debajo del cual es ya imposible su reproducción (ef.


también Habermas 1973,9-49) .
Pero no puede mantenerse una intelección tan estri~ta de! concep-
to, porque de ordinario no es correcto concebir las sociedades a modo
crisis como una tendencia hacia la desconvencionalización, que puede
ser seguida de la formación de un nuevo juego de convenciones. Aquí,
las cadenas de ,interacción pueden reorientarse o ampliarse y puede
modificarse su tipo de conexión, de tal suerte que por este camino las

..•
de organismos vivos o de sistemas. Sólo cuando puede darse por su· sociedades cambien de forma y de tamaño. Las crisis son, por tanto,
puesta la coherencia orgánica o la relación recíproca funcional constitu- períodos durante los que los individuos y los grupos modifican sus prác-
tiva y la autorreferencia puede describirse la enfermedad o la crisis como ticas sociales hasta un punto tal que las grandes instituciones, y con ellas
un problema de conservación o mantenimiento del sistema y la muerte las configuraciones institucionales, se hallan sujetas a una profunda trans-

....•
o el colapso como fallo de este mantenimiento. Difícilmente pueden formación .
trasladarse a las prácticas sociales de una multitud de individuos las Estas crisis van con frecuencia unidas a un sentimiento de ruptura y
condiciones de coherencia que se dan en los organismos vivos o en los
mecanismos técnicos diseñados con un objetivo especifico. Mientras el
I
f ocaso, de punto final de un orden. Este «sentimiento de crisis» (en el
sentido que le da el lenguaje cotidiano) puede explicar que muchos de
pensamiento sociológico permanezca apegado a estos conceptos, segui- los que no modifican activamente sus hábitos se vean expuestos a las
•• rá prisionero de las dos acuñaciones erróneas de su fase constituyente.
La primera de ellas surgió en la tradición ilustrada, en la que la integra-
consecuencias de las decisiones de otros durante esta fase de cambio.
Dicho en términos muy generales, estas profundas quiebras están, a los
ción y la coherencia se concebían de forma normativa y eran el resultado ojos de quienes las viven, cargadas de problemas, simplemente porque-
sr necesario e inevitable del uso de la razón. La segunda tuvo sus orígenes es difícil fijar el momento exacto en que hacen acto de presencia las
rl un siglo más tarde, en el período clásico del pensamiento sociológico, repercusiones colectivas de las múltiples modificaciones realizadas a un
cuando con los Estados nacionales parecían darse empíricamente estos mismo tiempo. Pero también, en fin, acontece a menudo que el senti·
rl casos de prácticas sociales bien ordenadas, con espacios bien definidos miento de crisis se circunscriba a los observadores permanentes de la
« sociedad, a los llamados ~desde los inicios del siglo XX- intelectuales.
rl
19. Por cüar sólo un ejemplo. Wilhelm R6pke de~cribe programátlcamente su Geseitschaftskrists
der Gegenwart (t979. 9) cumo rdle.'<iones de un economista sobre ~t1a e:nfermedlid de nuestro mun·
do civilizado y el modo de curarla».
. .
Los •intelectuales se indinan a subrayar la necesidad de coherencia
--
--v1nculaf"-estrechamente los órdenes a las designaciones de significados.
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--
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¡, Es posible que la falta de integración y de significado «social» afecte a concepciones del pensamiento evolucionista. Podría darse el caso de
los intelectuales de una manera enteramente distinta que a los restantes í,
, que en sus repetidas tentativas de convencionalización y desconvencio-
n:iembros de lasociedad. Püeden valorarse, pues, de nuevo las proba- nalización de prácticas, los hombres prefieran coherentemente unos de-
bilIdades de ascenso o de descenso social que entrañan las propias prácti- terminados tipos de normas frente a otras, de modo que éstas últimas se
cas y adaptarlas convenientemente, de ral suene que a menudo se acelera vayan conviniendo poco a poco en inalcanzables en el curso de la historia.
aún más, por esta vía, el proceso de cambio de las configuraciones. . Como ya se ha discutido antes~ la historia de la modernidad ha sido
Intentaré mostrar que las sociedades occidentales han cruzado ya --€scri_ menudo como la ampliación continuada ~ persistente de la }
por dos grandes crisis --entendidas en este sentido _ de la moderni. presencia y la intervención de las instituciortes. Se extiende cada vez
dad desde los días de su inauguración.'o Los numerosos intentos por más y de forma ininterrumpi~mpo de aplicación de un conjunto
reestructurar de nuevo el orden social registrados durante la segunda homogéneo de reglas sociales y son cada vez más las prácticas que se
mitad del siglo XIX y entre los últimos años del citado siglo y el final de atienen a ellar.La zona de entrada es cada vez más dilatada y la penetra-
la primera guerra mundial encauzaron las 'prácticas de la modernidad ción más profunda. Y a continuación se interpreta esta expansión glo-
por nuevos derroteros evolutivos. Desde los años finales de la década bal de los pocos acuerdos o convenciones modernas verdaderamente
de los sesenta del siglo XX han ido creciendo las dudas acerca de si la características como destr~cción de los tipos histórica y geográficamen-
forma de organización social hoy dominante es adecuada y deseable. De te específicos de trazados de fronteras y de formación de reglas.
hecho, las prácticas sociales están siendo sometidas a una nueva rees- Hasta cierto punta;-este cuadro de la eliminación de todas las fron-
tructuración. Recurriendo a conceptos del campo cultural intelectual, tera&-es, sin duda'-correcto. La ~ceptación de la idea de la-autonomía
puede decirse que las nuevas orientaciones fueron, en el primer caso, el individu~omo base de la designación de significados imaginarios ha
fin de siecle y, en el segundo, desembocaron en los debates sobre la modificado de forma irreversible -en un sentido limitado, pero impor-
postmodernidad. Pero a pesar de que figuran de vez en cuando en algu- tante- las condiciones de la evolución social. «Cuando se le concibe
nos de los discursos reflexivos, estas crisis no tienen, en primera línea, como independiente, el individuo [. .. ] no gana ninguna nueva ceneza
carácter filosófico o epistemológico. Los temas filosóficos apenas se re- en sustitución de la antigua. [ ... ] Está, además, condenado a sentirse
nuevan. Sencillamente, algunos de ellos afloran de nuevo a la superficie atormentado por una inseguridad interior. [ .. .] Y la aparición del indio
o concitan una nueva atención.
viduo no significa solamente que está destinado a controlar sus propias
decisiones; se le ha despojado, además, de seguridad respecto de su
identidad - de la seguridad que antes parecía extraer de su ciudad, de
Moderntdad), contingencia
su situación social o de la posibilidad de coordinarse con una autoridad
legítima» (Lefort 1988a, 180).
Ha llegado ya el momento de abordar el problema de si las sucesivas No cabe sino asentir a estas afirmaciones, entendidas ,fama expre-
crisis y cambios de la modernidad apuntan hacia una orientación de- sión de una filosofía política de la modernidad. Por tanto, modernidad
terminada. La pregunta está justificada incluso aunque se rechacen las significa, de hecho, contingencia. Pero si estas frases pretenden descri-
bir una forma de vida social, apenas son :,plicables a ningún grupo hu-
20. Tam~~én puede a,d~jtirse. un~ primera crisis d~ la modernidad ya en los inicios del siglo XIX, mano, ni del pasado ni del presente. Los hombres desarrollan -y así
como r~accJon, ~o en ultImo t~rmmo, a la RevolUCIón Francesa. La enumeración de las grandes
con~ulsJOnes sO.C1a!es nos llt~\'arla a un, segunda criSIS en torno a las postrimerías de este siglo y deben hacerlo-- medios para reducir la contingencia. La pregunta que
comIenzos d~l slguleo.te, y a una tercera. despu¿:s de 1960. Tamo Bennan (1982, 16sJ, como TouraJOe a un análisis sociohistórico realmente le interesa es saber si de este modo
(19~2) trabaJan a partIr de ~na perJOd.if¡cación de la modernidad, que admite uria primera transición
bacla 1.1 90 y u~a segunda so.Jo despues de 1960. ES13 construcción no me convence, porgue amena- se modifican sus condiciones históricas.
~a ventese abaJO apenas se uenen en cuema, además de las consideraciones .sobre la hislOria de las
Ideas, ~as reg~as de las prácticas sociales. De hecho, Touraine proporCIOna elementos para una ínter- Aunque algunos procesos históricos pueden ser entendidos a través
prt'taclón mas ~rcana ala que yo propongo (p. e. 216, 302, 364) de los conceptos de una ampliación de la contingencia, este teorema es

76 77
••
•• insostenible como explicación sociológica global de la modernidad .
Pueden darse -en especial durante las fases de crisis- fuertes impul-
construcción social del múndo como de la conciencia de esta capacidad
complica en grado sumo e! problema político de su fundamentación y

•• sos a reducir el alcance de las reglas, aludiendo a las peculiares condi- justificación.
ciones sociales imperantes e invocando autoridades. Las instituciones Así, pues, una sociología política de la modernidad debe investigar
ampliamente difundidas son -casi per de/initionem- menos accesi- también los dispositivos -cambiantes a lo largo de la historia- de la

•• bles a la intervención y al control de los concretos grupos humanos que


trabajan en su campo de ·aplicación. Pero precisamente por esta razón
han podido acometerse renovadas y firmes tentativas sociopolíticas (y
justificación. Las instituciones modernas pueden distinguirse entre sí
también en razón de la medida en que han intentado definir los eler~en­
tos de la vida social como situaciones que deben afrontarse y manejarse

•• también individuales) para reducir la contingencia. Estas instituciones


promueven los esfuerzos encaminados a la limitación y la imposición de
conjuntamente (Boltanski y Thévenot 1991, 51). Mi hipótesis histórica
asume que a finales de! siglo XIX un gran conjunto de situaciones caían
bajo esta definición y que a la nación se la consideraba como la comuni-

••
nuevás barreras que en modo alguno pueden ser condenados de ante-
mano, en nombre, por ejemplo. de una ineludible lógica de la moderni- dad relevante. Hoy día, parece darse el caso contrario, al menos en Oc-
dad. Las tentativas, coronadas por el éxito, de reducir el alcance de las cident<:. Un rasgo sorprendente de los actuales debates consiste en que
instituciones modernas han marcado su profunda huella en la historia se considera que sólo necesitan fundamentación las normas consciente-

• de la modernidad,-como mostraré más·adelante. Y no hay razón alguna mente impuestas. mientras que el resultado «no sujeto a reglas» de mu-

•• para suponer que no será también así en el futuro.


Pero si ahora -anticipándonos a la siguiente argumentación- qui-
siéramos lanzar una rápida ojeada a la historia de lá modernidad, po-
chas prácticas individuales -por ejemplo, el caso de la circulación ro-
dada- debe ser considerado «naturah>, porque concuerda con el
supuesto básico de la autonomía individual. Las propuestas a favor de

•• dríamos comprobar urrerecimiento global de la contingencr..-:-El debate


político normativo sobre el comunitarismo puede servir de indicador
decisiones colectivas en las cuestiones sustanciales tienen sobre sí «la
carga de la prueba» (Taylor 1994,349 y 888). Para poder comprender

• de las actuales condiciones de la modernidad. El comunitarismo es el con mayor claridad qué argumentos se adujeron en el pasado y pueden
intento más reciente que se pronuncia a favor de los límites, de la limi- aducirse en e! presente y para qué géneros de objetivos colectivos y sus-

•• tación de las repercusiones del liberalismo individualista. Pero, compa-


rado con anteriores teorías políticas animadas por parecidas ambicio-
tanciales, deberemos dedicarnos ahora al análisis sociohistórico.

••
nes, es el menos determinado cuanto al contenido. Mientras que es fácil
advertir los problemas del liberalismo, . resulta extremadamente difícil
en las actuales circunstancias abogar por algún tipo de norma o de regla

•• general que ponga límites a la autonomía individual y dé nombre válido


a la forma y al contenido de la comunidad (cE. Lefort 1988a, 180),
Son muy pocas las cosas de las que se descubre que son naturales. Y


••
es difícil justificar una regla colectiva o un resultado perseguido a través
de la actividad social si no puede aducirse que es «natura],>:r\:floran con
frecuencia aporías en la teoría política cuando en el proceso de desnatu-
ralización de las normas de la interacción social se hace preciso rechazar

•• los supuestos implícitos de las teorías precedentes:""Las norma.; relati-


vas, por ejemplo, a una nación o a una cultura específica sólo se hacen
perceptibles cuando son cuestionadas en el curso de las interacciones

,.•
internacionales e interculturales. El aumento tanto de la capacidad de

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