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Clase 9. Dinámica Demográfica 2
Clase 9. Dinámica Demográfica 2
Fecha: 13/10/20
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social, entre otros. Sin embargo, Estados Unidos y Canadá, según los indicadores económicos mundiales
cuentan con una buena calidad de vida.
La calidad de vida en los países de América latina tuvo mejoras significativas; sin embargo, sigue siendo
una de las regiones más desiguales del mundo. La conjunción de la llegada al poder, en gran parte del
continente, de gobiernos con una marcada preocupación social y de un contexto internacional favorable
para la economía de los países latinoamericanos, redundó en una mejora de las condiciones de vida. El
nuevo contexto internacional favoreció el crecimiento económico, principalmente, sobre la base de las
exportaciones de materias primas. Los ingresos generados de esta manera permitieron incrementar la
inversión de los gobiernos en materia social.
La educación
Cada sociedad tiene capacidad para satisfacer las necesidades básicas de su población y mejorar su calidad
de vida, y también de generar las condiciones y oportunidades para que los ciudadanos alcancen todo su
potencial. A partir del gasto público que realiza cada Estado, se lleva a cabo la prestación de subsidios y
adquisición de bienes y servicios, entre otros, con el objetivo de contribuir a la redistribución de la riqueza.
Cuando el gasto público es mayor que el ingreso se produce déficit, y en esos casos, el Estado debe acudir
a la deuda pública para financiarse. Cada país destina una parte de esto a educación, salud, asistencia
social, y otros.
En América latina, en la última década, las políticas sociales predominantes apuntan a combatir la
reproducción intergeneracional de la pobreza. Es decir, se busca que niños y jóvenes provenientes de
familias cuyos padres y abuelos han sido pobres, tengan posibilidades de dejar de serlo. La mejor
herramienta para ayudar a niños y jóvenes es la educación y la capacitación. Por ejemplo, para contener
desde temprano a los niños con deficiencias alimentarias y de salud, y para asegurar el acceso y la
continuidad en el sistema educativo.
En América del Norte, las estrategias que adoptan para superar las crisis económicas no afectan la
participación en la enseñanza primaria y secundaria. Sin embargo, estos países redujeron el apoyo en
infraestructura y materiales didácticos, pero sobre todo trasladaron los costos a los padres. A medida que
declinan los recursos, los grupos marginados o desfavorecidos son los más afectados. Por ejemplo, en
Estados Unidos, los programas y las instalaciones que se dedican a la educación especial son los más
afectados por las reducciones presupuestarias.
La pobreza y la indigencia
La pobreza es la carencia de medios materiales para satisfacer las necesidades básicas de las personas.
Puede medirse teniendo en cuenta los ingresos monetarios de una persona o de una familia, o
considerando las condiciones materiales en que se desarrolla la vida de esas personas: los materiales y el
tamaño de la vivienda, el acceso al agua potable, entre otras.
Todos los países del mundo utilizan el método del ingreso, que calcula cuánto es el mínimo de dinero que
necesita mensualmente una familia tipo para alimentarse, vestirse, pagar los servicios, el transporte
público, los útiles escolares, la atención de la salud.
A partir del valor obtenido, se considera que las familias con ingresos inferiores a ese mínimo son pobres. Y
entre las personas pobres, aquellos que ni siquiera pueden cubrir sus necesidades alimentarias son
considerados indigentes.
La desigualdad
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La desigualdad social es la condición por la cual las personas tienen un acceso diferencial a los recursos de
todo tipo, a los servicios y a ciertas posiciones que valora la sociedad. La pobreza y la desigualdad
repercuten sobre las poblaciones más vulnerables y afectan la distribución entre personas dentro de los
países, entre países y entre generaciones.
En el continente, la desigualdad entre ricos y pobres es significativa. Según el Banco Mundial, 73 millones
de personas dejaron de ser pobres durante la última década en América latina; sin embargo, como ya
vimos, el continente sigue siendo el más desigual del mundo, es decir, donde hay mayores diferencias
entre los más ricos y los más pobres. Además, la desigualdad no es solamente un asunto de distribución:
también existen desigualdades en cuanto al acceso y la calidad de la educación, la salud, la vivienda y la
seguridad pública. En este sentido, en los últimos años la distribución de los ingresos mejoró, por la
implementación de programas y ayuda estatal.
En cuanto a América del Norte, Estados Unidos registra una desigualdad mucho mayor que el resto de las
economías desarrolladas, superando a Canadá y a Europa.
Para esta parte del continente, el principal factor determinante de la desigualdad no es el trabajo, sino las
rentas del capital. Los países del sur también se enfrentan a condiciones crecientes de desigualdad, es
decir, a la concentración de riqueza en pocas personas, al mismo tiempo que importantes sectores de su
sociedad están excluidos.
Si bien trabajo y empleo suelen ser tomados como sinónimos, expresan fenómenos diferentes. El trabajo
refiere a una actividad humana, socialmente útil, orientada a la producción de un bien o a la prestación de
un servicio. El empleo es únicamente aquel trabajo que se realiza con la finalidad de obtener a cambio un
ingreso; de esta manera, este concepto abarca el trabajo del asalariado, el del cuentapropista y el del
empleador, pero excluye muchas formas de trabajo no remuneradas, actuales o históricas, como el trabajo
familiar, el solidario o el esclavo. Por ello, cuando se utilice el término empleo, se deberá recordar que
refiere fundamentalmente al mundo del trabajo mercantil.
Luego, debe tenerse en cuenta que la mayoría de las tasas e indicadores se calculan únicamente sobre la
población a partir de los 14 años de edad, ya que se supone esta como la edad suficiente para trabajar.
Este segmento poblacional se divide en población económicamente activa (PEA) y población
económicamente inactiva (PEI). La PEA está compuesta por aquellas personas, con 14 años de edad como
mínimo, que tienen una ocupación o que, sin tenerla, la están buscando activamente. La PEI está
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compuesta únicamente por personas de 14 o más años de edad que no tienen ni buscan ocupación:
incluye mayormente estudiantes de dedicación exclusiva y jubilados. Es por ello que, cuando se analiza el
empleo desde las estadísticas, se excluye a la población inactiva.
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distinguir también entre subocupados demandantes y no demandantes: los primeros son aquellos que
buscan activamente otra ocupación, mientras que los segundos, aquellos que no lo hacen.
Los censos también permiten analizar el mercado laboral desagregando la población ocupada en diferentes
categorías ocupacionales, niveles de calificación y ramas económicas. Las categorías ocupacionales
permiten distinguir entre trabajadores asalariados, trabajadores cuentapropistas, trabajadores familiares y
empleadores. El nivel de calificación permite distinguir entre aquellas ocupaciones que demandan una
preparación profesional, técnica, operativa o no calificada. Por último, la ocupación por sectores permite
distinguir entre aquellas personas ocupadas en los sectores primario, secundario, terciario y cuaternario,
diferenciando incluso ramas en el interior de cada sector (pesca, minería, etcétera).
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La ciencia económica considera usual que una pequeña porción de la PEA siempre esté desocupada por
motivos circunstancial es que tienen que ver con cambios de trabajo, demoras en las contrataciones, etc.
No obstante, lo aceptable es que esta desocupación, denominada friccional, no represente más del 5%.
Los efectos directos de la desocupación repercuten sobre los ingresos de los que disponen los hogares, sus
aportes jubilatorios y las posibilidades de acceso a la salud; en otras palabras, inciden sobre la situación de
privación actual y futura de las personas. Sin embargo, existen otras consecuencias menos evidentes
aunque igualmente perjudiciales para la integración social. En primer lugar, la descalificación que conlleva
la marginación del mercado laboral, es decir, la pérdida y desactualización de conocimientos en las
distintas profesiones. En segundo término, la pérdida de la cultura del trabajo, esto es, un acervo de
valores y actitudes fundamentados en la idea de que el trabajo es una expresión creadora y que a través de
él se puede alcanzar el bienestar individual y social. En tercer lugar, la pérdida de la práctica sindical,
entendida como un conjunto de saberes solidarios y asociativos que ayudan a la defensa de los derechos
del trabajador. Por último, el menoscabo de los ámbitos de socialización vinculados al trabajo formal, es
decir, la desaparición del mundo laboral como espacio de aprendizaje de valores y normas a través de la
interacción entre pares.
En nuestro país, entre 1991 y 1995 se sancionó una serie de leyes de flexibilización laboral que debilitaron
y vulneraron muchos de los derechos de los trabajadores. Sus efectos fueron, entre otros, reducción
salarial, limitaciones a la negociación colectiva con los empleadores y al derecho a huelga,
desmejoramiento del ambiente laboral, flexibilización horaria, contrataciones temporales y con períodos
de prueba, reducción de las indemnizaciones por despidos y accidentes.
El conjunto de estas medidas respondió a la creación de un marco jurídico que impulsaba la subordinación
del país a la lógica económica de la globalización. Las posibilidades de subcontratación, flexibilización
horaria, reducción salarial, etc., redundaron en beneficios para las grandes empresas, que obtuvieron
ganancias extraordinarias, pero tuvieron impactos negativos sobre el empleo.
El resultado final fue un escenario de alta precarización laboral, es decir, situaciones laborales
caracterizadas por la falta de estabilidad o seguridad de los trabajos, así como por la insuficiencia de los
ingresos que estos generaban.
Además de la precariedad laboral, el mercado de trabajo comenzó a mostrar crecientes niveles de
desocupación y subocupación.
La subocupación presenta un comportamiento similar a la desocupación, solo que con cifras aún más
elevadas. Así, este fenómeno acompañó el incremento de la desocupación a lo largo de las décadas de
1980 y 1990. En 1983, la tasa de desocupación era del 5,3% y la de subocupación, del 6,5%; estas cifras
subieron al 7,0%y el 8,2%, respectivamente, en 1993, y al 16,7%y el 19,3% en 2003.
El trabajo infantil
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define trabajo infantil como todo trabajo que prive a los
niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que sea perjudicial tanto para su desarrollo físico y
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psicológico como para su escolarización. Vale aclarar que no todas las tareas realizadas por niños y
adolescentes se corresponden con esta clasificación, ya que muchos trabajos desempeñados en ámbitos
familiares o de amistad no atentan contra su bienestar y pueden, además, suponer experiencias útiles para
la vida laboral adulta futura.
En la Argentina, desde el momento en que no se contempla la población menor de 14 años de edad para
los cálculos sobre empleo, la estadística censal prácticamente no arroja datos sobre el trabajo infantil. Sin
embargo, la ley 26.390 sobre Prohibición del Trabajo Infantil y Protección del Trabajo Adolescente eleva a
16 años la edad mínima para emplear a una persona, a la vez que establece máximos de horas por día y
por semana para el trabajo en ámbitos familiares.
ACTIVIDADES
a) Clase N°:
b) Fecha:
c) Tema:
d) Tenés que redactar con tus palabras una breve síntesis sobre la explicación del
tema
e) Tenés que hacer las Actividades que son para realizar en tu casa. Tienen que
estar completas en tu carpeta de la materia.
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f) Leer y hacer las siguientes consignas:
a. Observar el siguiente cuadro y contestar:
c. Los niveles de desocupación que presenta la Argentina entre los diferentes períodos
identificados pueden ser considerados “friccionales”. ¿Por qué?
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