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1.1 Planteamiento
a) Es un derecho estricto. Sus normas se manifiestan por escrito en los distintos diarios
oficiales y las relaciones entre la Administración y los ciudadanos han de estar plasmadas de
forma escrita para tener validez. La palabra, a diferencia de lo que ocurre en el derecho
privado, no tiene, como regla, consecuencias jurídicas.
En el derecho administrativo, la forma escrita se impone como regla “los actos administrativos
se producirán por escrito” (art. 36 LPACAP)
La costumbre, como regla de conducta nacida de la práctica social, se consideran con fuerza a
obligar para todos, y sólo tiene valor supletorio de la ley o normas escritas (art. 1.3 CC).
Ejemplo: las asambleas vecinales de los pequeños municipios que funcionan en régimen de
concejo abierto se rigen por los “usos, costumbres y tradiciones locales” (art. 29.3 LBRL, art.
73.1 Ley municipal y de régimen local de Cataluña, art. 32 Ley Foral de la Administración Local
de Navara, etc.); también rige la costumbre local en el aprovechamiento de los bienes
comunales (art. 75 Real Decreto Legislativo 781/1986, de 18 de abril, por el que se aprueba el
Texto Refundido de las disposiciones legales vigentes en materia de régimen local , y leyes
concordantes d las comunidades autónomas).
b) Es un derecho motorizado, en el sentido que está nutrido por una serie de leyes que varían
de forma constante e inevitable. El derecho administrativo es un derecho cambiante,
contingente y variable.
c) Es un derecho complejo, puesto que, al dato anterior, se le unen las reglas de reparto
competencial entre el Estado y las comunidades autónomas, no sólo por la función legislativa,
ejecutiva o de inspección y control, sino también ratione materia o por la materia. Esta
cuestión afecta de lleno al derecho administrativo, a diferencia de otras ramas del
ordenamiento, en que el Estado se reserva la competencia exclusiva (legislación mercantil,
penal, procesal, laboral, civil con las especialidades forales, art. 149.1-6, 7 y 8 CE).
d) Es un derecho autónomo se integra él mismo por sus propios mecanismos, por sus propias
técnicas de aplicación e interpretación. En este sentido, tienen gran importancia los principios
generales del derecho y las sentencias de los jueces y tribunales del orden contencioso-
administrativo, como fundamentos integradores de todo el sistema
La Constitución
El derecho comunitario europeo y, en particular, el Tratado de la Unión Europe (TUE) y
el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE)
Los estatutos de autonomía de las CCAA
La Ley 7/1985, de 2 de abril, de bases del régimen local (LBRL), junto con el TRRL,
modificadas por la Ley 27/2013, de racionalización y sostenibilidad de la
Administración
La Ley 39/2015, de 1 de octubre, de Procedimiento Administrativo Común de las
Administraciones Públicas (LPACAP)
Las leyes sobre organización, en la Administración General del Estado (Ley 50/1997, de
organización, competencias y funcionamiento del gobierno (LG) y la LRJSP.
La Ley 29/1998, de 28 de julio, reguladora de la jurisdicción contencioso-administrativa
(LJCA9, respecto al control judicial.
La constitución no es sólo una mera norma jurídica. Es un texto que fija los objetivos y fines del
Estado, que se funda en un conjunto de valores superiores del ordenamiento: la libertad, la
justicia, la igualdad y el pluralismo político (art. 1.1 CE), y que regula las relaciones entre los
poderes públicos y los ciudadanos.
Diseña un sistema de Administración Pública que sirve con objetividad a los intereses
generales (art. 103.1 y 9.3 CE) y que debe actuar respetando siempre los principios de
participación de los ciudadanos (art. 1.1 CE, Estado social, y art. 9.2 y 105.b CE) en las
decisiones administrativas, dando la máxima información a los mismos, haciendo realidad el
principio de transparencia, como fruto del estado democrático. Es una organización plural en
la que se reconocen distintos entes administrativos, diferentes niveles, que deben respetar
una serie de (autonomía, descentralización, desconcentración, sometimiento pleno a la ley y al
derecho).
En primer lugar, todo el ordenamiento jurídico administrativo debe ser interpretado a la luz de
los principios constitucionales. Así, si la Administración, al aplicar la norma, si tiene diversas
opciones entre las cuales escoger, optará por aquélla más favorable al texto constitucional.
En segundo lugar, han quedado derogadas por inconstitucionalidad sobrevenida todas aquellas
normas que se opusieron a los preceptos constitucionales tras su entrada en vigor el 27 de
diciembre de 1978.
En tercer lugar, los derechos fundamentales y las libertades publicas son reconocidos en el
título I de la CE. Vinculan a todos los poderes públicos y a los ciudadanos (art. 53 CE). De este
modo, la Administración, al actuar, debe respetar el conjunto de derechos recogidos en lors
art. 1 a 29 y 30.2 CE.
En quinto lugar y para que las administraciones publicas actuen de manera objetiva, se
imponen una serie de principios organizativos y de actuación de las mismas, que derivan,
muchos de ellos, del art. 103 CE CE: “1. La Administración Pública sirve con objetividad los
intereses generales y actúa de acuerdo con los principios de eficacia, jerarquía,
descentralización, desconcentración y coordinación, con sometimiento pleno a la ley y al
Derecho. 2. Los órganos de la Administración del Estado son creados, regidos y coordinados de
acuerdo con la ley”. También del art 3 LRJSP.
La administración sólo puede ejercer sus potestades, su poder, para fines de interés
público y, en concreto, para atender al fin previsto por las normas que regulan cada
actividad. De lo contrario, incurriría en desviación de poder (art. 106.1 CE)
Se garantiza la participación de los ciudadanos en los asuntos que les afectan (art.
9.2, 23.2 y 105.b CE) (trámite de audiencia a los interesados en los procedimiento
administrativos, democracia directa o referéndum o consulta popular, etc). Participar
no es decidir, sino influir en las decisiones.
Principio de transparencia, según el cual el ciudadano tiene derecho a conocer por
qué la Administración ha actuado de una manera u otra, y los motivos o razones por
las que ha acordado esa decisión.
Esta actuación objetiva debe ser conseguida mediante una organización
profesionalizada en virtud de la estricta aplicación de los principios de mérito y
capacidad en el acceso a la misma y en la imparcialidad en el ejercicio de sus
funciones.
Tanto las reglas organizativas como de actuación deben servir a su vez a los principios de
eficacia y coordinación, no sólo entre los órganos de cada Administración Pública sino en la
actuación de las distintas administraciones públicas.
Art. 24.1 CE: tutela judicial efectiva o protección real a los ciudadanos de los jueces y
tribunales
Art, 106.1: Control de la legalidad de la actuación administrativa y sometimiento de
ésta a los fines que la justifican, así como el control de la potestad reglamentaria
Art. 117.5: Principio de unidad jurisdiccional
Art. 117.1: Integración del poder judicial por jueces y magistrados independientes,
inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la ley.
A) Planteamiento
El sistema europeo se basa en una estructura institucional propia en la que se reconocen (art.
13 a 19 TUE):
El derecho derivado es el creado por los órganos de la propia Unión, desarrollando los
preceptos de los tratados.
Así, de acuerdo con el art. 288 TFUE se encuentran las siguientes fuentes del derecho
derivado:
Para que el sistema legislativo de la UE funcione, debe respetar una serie de reglas y principios
que constituyen el marco donde se desenvuelven las normas, las reglas de legalidad que
controla el TJUE:
D) Los principios generales del derecho comunitario. Los métodos de interpretación del TJUE.
Los principios generales del derecho comunitario son aquellos principios comunes a distinto
países y que sirven a las finalidades de la integración europea, que han sido reconocidos por el
TJUE. Se imponen a las actuaciones de las instituciones europeas y a las administraciones de
los estados miembros y sus jueces cuando aplican derecho europeo.
Entre los principios generales del derecho europeo, el TJUE ha incorporado los principios de
seguridad jurídica: imposibilidad de invocar un acto que no ha sido objeto de una publicidad
adecuada y confianza legítima.
Los principios audi alteram partem y los derechos de defensa en los procedimientos
administrativo o simplemente en decisiones concretas que afectan “de manera sensible a los
intereses de las personas afectadas”
Entre los principios generales del derecho positivizados en los textos escritos se destacan:
El TJUE utiliza en su interpretación los métodos sistemático y tecnológico para dar sentido y
finalidad a sus resoluciones.
E) Los principios del derecho comunitario y sus relaciones con el derecho interno
En consecuencia, “el concepto de primacía significa que las reglas con efecto directo, en tanto
son parte integrante, con rango de prioridad, del orden jurídico aplicable en el territorio de
cada uno de los estados miembros, deben ser aplicadas una vez entran en vigor, a pesar de la
eventual preexistencia de una ley nacional incompatible durante todo el período en el que
siguen en vigor, a pesar de la adopción ulterior de una ley incompatible.
Las reglas de adaptación del derecho interno a las normas del derecho comunitario se realizan
de acuerdo con las reglas constitucionales de cada país. En el ordenamiento español el deber
de adaptar el derecho interno al comunitario europeo no supone un título competencial
específico a favor del Estado. La entidad competente para realizar la adaptación es aquella que
ostente la competencia para legislar sobre la materia de que se trate, pudiendo, por tanto, ser
el propio Estado o una comunidad autónoma.
Son las administraciones públicas y los jueces internos los encargados de la aplicación
cotidiana del derecho europeo.
Así, el efecto de la primacía y el efecto directo obligan al juez ordinario deje inaplicada, si fuese
necesaria, cualquier norma interna, incluso con rango de ley y posterior, contraria al derecho
europeo “sin que para ello sea necesario pedir o esperar su previa eliminación por vía
legislativa o por cualquier otro procedimiento constitucional”.
Lo tribunales españoles han acogido esa doctrina de la siguiente forma:
La soberanía reside en el puelo. Son las Cortes, el parlamento estatal y los autonómicos, los
que ejercen en su nombre la potestad legislativa. La ley tiene fuerza de obligar porque es fruto
del poder legislativo y los parlamentarios son nuestros representantes elegidos
democráticamente.
La Constitución establece que, sobre las materias más importante, es decir, las que afectan a la
libertad y a los derechos fundamentales de los ciudadanos, existen distintas reservas de ley.
Sólo pueden ser reguladas por ley.
Las leyes orgánicas se distinguen de las ordinarias por las materias que regulan y por el
procedimiento de aprobación, modificación o derogación, ya que requieren la mayoría
absoluta del Congreso de los Diputados (art. 81.2 CE). Por razón de la materia, “son leyes
orgánicas las relativas al desarrollo de los derechos fundamentales y libertades públicas, las
que aprueban los estatutos de autonomía, las de régimen electoral general y otras previstas
por la Constitución” (art 81.1 CE).
El TC ha declarado que es lícito que complementen la ley orgánica, en aspectos de detalle, un
reglamento o cualquier otra ley, incluso una ley ordinaria o autonómica.
La aprobación de la ley orgánica requiere mayoría absoluta del Congreso en una votación final
sobre el conjunto del proyecto (ar. 81.2 CE)
Por su parte, las leyes ordinarias son toda norma aprobada por las Cortes Generales
(Congreso y Senado) por el procedimiento descrito en lo art. 87 a 91 CE, y por mayoría simple,
que puede versar sobre cualquier materia competencia del Estado que no esté reservada por
la Constitución a otro tipo de ley.
Entre esta leyes odinarias, se distinguen distintos tipos de leyes, con diferentes nominaciones y
particularidades pero que pertenecen a esta categoría:
Existen una serie de materias que son reserva de ley, es decir, que para su regulación hace
falta una ley previa que habilite al Gobierno o a la Administración a concretar posteriormente
mediante una norma reglamentaria aspectos puntuales o de detale. Con carácter general, la
Constitución y los estatutos de autonomía prevén un reserva de ley, en particular cuando se
afecte a la libretad y la propiedad de los ciudadanos.
La estructura de los estatutos de nueva generación, es decir, aquellos cuya reforma fuer
realizada hacia el año 2006 y cuyo ejemplo paradigmático es el Estatuto catalán son textos
jurídicos complejos semejantes a una Constitución.
Así, como norma institucional que son, disponen de un preámbulo y un título preliminar.
También tienen un título dedicado a derechos, deberes y principios rectores.
Que los estatutos de autonomía pueden reconocer derechos, pero éstos no tendrán
carácter de derechos fundamentales, ya que esa es una función de la Constitución.
Que los derechos estatuarios que impliquen el establecimiento de mandatos de
actuación a los poderes públicos deberán entenderse referidos sólo a los poderes
autonómicos.
Que el sistema constitucional permite el trato diferente (principio de diferenciación)
entre las distintas comunidades autónomas, pero este principio no puede confundirse
con el de desigualdad o el establecimiento de privilegios económicos o sociales.
Que los estatutos, aún siendo leyes orgánicas, no pueden acometer el desarrollo de los
derechos fundamentales de la Constitución.
Referido al ámbito local, el art. 84.3 EAC establece: “La distribución de las responsabilidades
administrativas en las materias a que se refiere el apartado 2 entre las distintas
administraciones locales debe tener en cuenta su capacidad de gestión y se rige por las leyes
aprobadas por el Parlamento, por el principio de subsidiaridad, de acuerdo con lo establecido
por la Carta europea de la autonomía local, por el principio de diferenciación, de acuerdo con
las características que presenta la realidad municipal y, por el principio de suficiencia
financiera”.
“En las materias que el Estatuto atribuye a la Generalitat de forma compartida con el
Estado, corresponden a la Generalitat la potestad legislativa, la potestad reglamentaria
y la función ejecutiva, en el marco de las bases que fije el Estado como principios o
mínimo común normativo en normas con rango de ley, excepto en los supuestos que
se determinen de acuerdo con la Constitución y el presente Estatuto. En el ejercicio de
estas competencias, la Generalitat puede establecer políticas propias. El Parlamento
debe desarrollar y concretar a través de una ley aquellas previsiones básicas”
El estado y las CCAA pueden compartir diferentes potestades y funciones sobre un mismo
ámbito material, bien correspondiéndole al Estado la competencia legislativa y a las
comunidades autónomas las competencias de ejecución o, en segundo lugar, reservándose el
Estado la competencia de establecer normas básicas, correspondiendo a la comunidad
autónoma el desarrollo legislativo de dichas bases, así como las potestades de reglamentación
y ejecución.
El título VII (de la reforma del Estatuto) distingue entre la reforma de los títulos que no afectan
a las relaciones con el Estado (título I y II) y los que sí lo hacen.
En ambos casos, se requiere la aprobación por mayoría de dos tercios del Parlamento de
Cataluña, la aprobación de las Cortes mediante ley orgánica y la convocatoria de un
referéndum para ratificar la reforma.
Por su parte, la ley autonómica tiene el mismo concepto y funcionalidad que la ley ordinaria
estatal. Cumple también el principio de reserva de ley cuando lo exige la Constitución y el
propio estatuto en relación a las materias comprendidas en dicha reserva que son
competencia de la comunidad autónoma.
El EAC (art. 62.2) prevé las leyes de desarrollo básico del Estatuto, es decir, aquéllas, que
regulan directamente las materias más importantes y cuya aprobación, modificación y
derogación, requiere el voto favorable de la mayoría absoluta del pleno del Parlamento en una
votación final sobre el conjunto del texto.
El resto de leyes se aprueban por mayoría simple. La ley autonómica se publica tanto en el
boletín oficial de la comunidad (en Cataluña, el DOGC), como en el BOE, pero los plazos de
entrada en vigor se computan desde la publicación en el primero de ellos (art. 65 EAC).
6. Las disposiciones normativas con rango de ley: decreto legislativo y decreto ley
A) Rasgos comunes
B) El decreto ley
El art. 86.1 CE dice: “En caso de extraordinaria y urgente necesidad, el Gobierno podrá dictar
disposiciones legislativas provisionales que toarán la forma de decretos leyes y que no podrán
afectar al ordenamiento de las instituciones básicas del Estado, a los derechos, deberes y
libertades de los ciudadanos regulados en el título primero, al régimen de las comunidades
autónomas, ni al derecho electoral general”.
El decreto ley es una disposición normativa con rango de ley dictada por el Gobierno en casos
de extraordinaria y urgente necesidad. El TC puede controlar la concurrencia, o no, del hecho
extraordinario y de urgente necesidad mediante el estudio de la justificación que hace el
Gobierno de la urgencia o de la situación extraordinaria en la memoria del expediente, los
antecedentes e incluso los debates parlamentarios, declarando nulo el decreto ley cuyo
contenido vaya dirigido a modificar de forma instantánea la situación jurídica existente.
Un segundo límite al decreto ley impuesto por la Constitución (y los estatutos que recogen la
figura) e el de las materias excluidas de regulación por decreto ley. El decreto no puede
afectar a:
Una vez dictado y publicado, el decreto ley entra en vigor y debe ser convalidado por el
Congreso sin introducir modificación alguna. Si no lo convalida, el Decreto-Ley queda
automáticamente derogado, entendiéndose que la norma no ha existido nunca (efectos ex
tunc), no manteniéndose los efectos creados durante el período de su provisional vigencia.
Es una incorporación de la figura tal y como está prevista en la Constitución. Pero el poder
dictar decretos leyes no tiene nada que ver con la mayor o menor capacidad de autogobierno
de un territorio, sino que significa la mayor sumisión del ciudadano al poder. En segundo lugar,
el control de este tipo de decretos leyes queda reducido a la mínima expresión por cuanto
resulta de aplicación el recurso de inconstitucionalidad (art. 161 CE) y únicamente pueden
presentarlo los sujetos allí legitimados (El presidente del Gobierno, el Defensor del Pueblo, 50
diputados, 50 senadores, los gobiernos autonómicos o las asambleas legislativas de las
comunidades autónomas).
En tercer lugar, y como ocurre con los decretos leyes estatales, se ha producido un abuso de
los mismos y se está produciendo una devaluación de la calidad normativa.
Los decretos legislativos son también normas del poder ejecutivo con rango de ley, pero en el
ámbito de una colaboración habitual o no excepcional, como el decreto ley, entre el
parlamento y el Gobierno en materias que no son reserva de ley orgánica.
Regulados en el art. 82 CE, los decretos legislativos pueden ser estatales y autonómicos, figura
ésta última recogida en muchos estatutos de autonomía (art. 63 EAC).
Respecto al control de los decretos legislativos, además de los controles parlamentarios que,
en su caso, se establezcan, pueden ser impugnadas ante el TC como toda norma con rango de
ley. Pero también ante los tribunales de lo contencioso-administrativo cuando el Gobierno se
exceda de la delegación. La Constitución (art. 82.6) ha entendido que, si el Gobierno se excede
de la delegación del Parlamento, no está cubierto por esta, es ultra vires (fuera de la vida). Por
tanto, esa parte es un mero reglamento (norma que puede aprobar el Gobierno) y como tal
puede ser controlada por los tribunales de lo contencioso y declara su nulidad.
En él se residencian ciertos tipos de recursos contra leyes o normas con rango de ley con el fin
de garantizar la preeminencia constitucional: recurso de inconstitucionalidad en el seno del
recurso de amparo (art. 55.2 LOTC); conflictos de competencia (art. 161.1.c) CE); y la vía del
art. 161.2 CE.
B) El recurso de inconstitucionalidad
Están legitimados para interponer dicho recurso el presidente del Gobierno, el Defensor del
Pueblo, 50 diputados, 50 senadores, los gobiernos de las comunidades autónomas afectadas
de alguna manera por la norma impugnada y, en su caso, los parlamentos autonómicos.
El recurso debe interponerse en el plazo máximo de tres meses desde la publicación de la
norma impugnada. No obstante, se puede alargar hasta nueve meses por el presidente del
Gobierno y los órganos colegiados ejecutivos de las comunidades autónomas si se cumplen
ciertos requisitos.
Admitida a trámite la demanda, se dará traslado al Congreso, Senado, Gobierno y, si fuese una
ley autonómica o disposición con rango de ley, al parlamento y al gobierno autonómicos, a fin
de que puedan personarse en el procedimiento. Asimismo, si existiera algún interesado
(persona física o jurídica), deberá dársele la oportunidad de defenderse.
C) La cuestión de inconstitucionalidad
Según el art. 163 CE, “Cuando un órgano judicial considere, en algún proceso, que una norma
con rango de ley, aplicable al caso, de cuya validez dependa el fallo, pueda ser contraria a la
Constitución, planteará la cuestión ante el Tribunal Constitucional en los supuestos, en la
forma y con los efectos que establezca la ley, que en ningún caso serán suspensivos”. Lo hará
el juez o el tribunal (de oficio o a instancia de las partes) una vez concluso el procedimiento y
dentro del plazo para dictar sentencia, justificando la posible inconstitucionalidad del percepto
o preceptos impugnados. Se dará audiencia a las partes afectadas y al Ministerio Fiscal y se
planteará la cuestión mediante ato.
La sentencia que estime la cuestión de inconstitucionalidad tendrá los mismos efectos que el
recurso de inconstitucionalidad. El juez que plantee la cuestión obrará en consecuencia. El juez
o tribunal no tienen discrecionalidad en plantearla o no; es un acto reglado.
Los conflictos en defensa de la autonomía local es una vía procesal destinada a impugnar las
normas del Estado con rango de ley o las disposiciones con rango de ley de las comunidades
autónomas que lesionen la autonomía local constitucionalmente garantizada (art. 75.bis LOTC)
Están legitimados el municipio o provincia que sea destinatario único de la ley, un número de
municipios que se supongan al menos una séptima parte de los existentes en el ámbito de
aplicación de la norma legal, y que representen u mínimo una sexta parte de la población, o un
número de provincias que supongan al menos la mitad d las existentes en el ámbito territorial
de aplicación de la disposición con rango de ley, y representen como mínimo la mitad de la
población oficial.
Una vez seguidos los trámites previstos en la LOTC, el proceso acaba con una sentencia que
declara si existe o no vulneración de la autonomía local constitucionalmente garantizada,
declarando a quién le corresponde la competencia cuestionada y la declaración de
inconstitucionalidad de la ley, en su caso.
E) La auto cuestión de inconstitucionalidad en el seno del recurso de aparo
Previstos en el art. 161,1.c CE, los conflictos de competencia entre el Estado y las comunidades
autónomas, o de éstas entre sí, supone la existencia de una controversia relativa al orden de
competencias establecido en la Constitución. El procedimiento sigue lo establecido en los art.
59 y ss. LOTC.
G) La previsión del art. 161.2 CE. La suspensión de la norma con rango legal autonómica
“El Gobierno podrá impugnar ante el Tribunal Constitucional las disposiciones y resoluciones
adoptadas por los órganos de las Comunidades Autónomas. La impugnación producirá la
suspensión de la disposición o resolución recurrida, pero el Tribunal, en su caso, deberá
ratificarla o levantarla en un plazo no superior a cinco meses”
Según el TC, este precepto permite al Gobierno suspender las leyes y normas con rango de ley
provenientes de las comunidades autónomas impugnadas mediante los recursos de
inconstitucionalidad o los conflictos de competencia y durante la substanciación del recurso.
La duración de la suspensión es de cinco meses y puede prorrogarse. No existe un instrumento
similar para cuando sean las CCAA las que impugnen una ley estatal.
II. EL REGLAMENTO
1. Concepto
El fundamento lógico es que el poder legislativo, la ley, no puede prever todas las
contingencias y tareas desplegadas por la Administración. Incluso cuestiones más técnicas es
preferible que estén en un reglamento y no en la ley, pues la Administración conoce mejor ese
campo (por ejemplo, reglamento de verificaciones electicas o reglamentación de la
composición de los productos alimenticios).
Por último, el fundamento jurídico, según el cual es la propia Constitución, los estatutos de
autonomía y las leyes las que otorgan a la Administración la potestad reglamentaria.
Entre la distinta tipología de reglamento existe también una jerarquía normativa por la cual el
reglamento emanado de un órgano inferior no puede contravenir, modificar o derogar
reglamentos de rango superior, so pena de nulidad (art. 51.2 Y 62.2 LRJPAC). Entre los reales
decretos del presidente y del Consejo de Ministros, sin embargo, existe un criterio de
competencia, no de jerarquía.
4. Clases de reglamentos.
Reglamentos estatales
Reglamentos autonómicos
Reglamentos locales y
Reglamentos corporativos, dictados por ejemplo por un colegio profesional.
Según sus destinatarios, se han diferenciado dos tipos de disposiciones de carácter general:
La potestad reglamentaria debe ser ejercida por los órganos que la tengan atribuida como
propia, en concreto, el Gobierno, el Consejo de Ministros (art. 97 CE, art. 22 Ley de Gobierno),
los gobiernos autonómicos (en Cataluña, el Consejo Ejecutivo, art. 68 EAC) o, en el ámbito
local, el pleno del ayuntamiento (art. 22.2.d LBRL).
Las infracciones de dichas reglas pueden dar lugar a la nulidad del reglamento por
incompetencia ratione materia y, por tanto, a la nulidad de la disposición así dictada (art. 47.2
LPACAP).
B) El procedimiento de elaboración
Aunque los arts. 128 y siguientes LPACAP no regulan todos los trámites que deben seguirse
durante la tramitación y aprobación de un reglamento, si establecen importantes directrices
en este ámbito. La intención del legislador era que el Titulo VI LPACAP, de manera íntegra,
tuviera carácter básico y se aplicara tanto a la iniciativa legislativa como a la potestad
reglamentaria de todas las Administraciones Públicas. Sin embargo, con motivo del recurso de
inconstitucionalidad interpuesto por la Generalitat de Cataluña resuelto por la STC 5/2018, de
24 de mayo, son diversas las previsiones que se han declarado no aplicables a nivel
autonómico.
Entre estos trámites previos que preceden a la elaboración del texto, destaca la consulta
previa a través del cual se recaba la opinión de los sujetos potencialmente afectados por el
futuro reglamento y de las organizaciones más representativas acerca de: los problemas que
se pretenden solucionar con la nueva norma: la necesidad y oportunidad de su aprobación; los
objetivos de la norma; y las posibles soluciones alternativas regulatorias y no regulatorias (art.
133 LPACAP y art. 26.2 LG).
Permite que los futuros destinatarios del reglamento pueden pronunciar sobre la iniciativa
normativa sin un texto que condicione sus aportaciones, lo que permite detectar, antes de que
se ponga en marcha toda la maquinaria necesaria para aprobar un reglamento, aquellos
supuestos en los que la norma que quiere aprobar la Administración resultante innecesaria, en
todo o en parte, no va a ser bien recibida por sus destinatarios; o existen otras alternativas
regulatorias mejores.
Todas las Administraciones Públicas deben llevar a cabo una consulta previa de cabo. Asi, de
acuerdo con el art. 133 LPAC, para los reglamentos estatales y locales, la consulta previa debe
realizar tal forma que todos los destinatarios potenciales del reglamento tengan la posibilidad
de emitir su opinión, para lo cual debe proporcionarse un tiempo suficiente, que en ningún
caso puede ser inferior a quince días naturaleza.
El acuerdo de tramitación urgente, así como las que le sirven de fundamento se deberán
mencionar en la MAIN.
En relación con los reglamentos autonómicos, la STC 55/2018 ha declarado que las cuestiones
procedimentales que recoge el art. 133 sobre los términos en los que debe sustanciarse este
trámite participativo y las excepciones a su realización, no resultan de aplicación a la
Administración autonómica.
En cualquier caso, la consulta previa es un trámite que tiene carácter preceptivo y sólo puede
prescindirse del mismo cuando ello se justifique de forma adecuada, basándose en las
excepciones a su realización previsto legalmente.
EI Plan Normativo (art. 132 LPACAP y art. 25 LG) es un instrumento que se publica en el Portal
de la Transparencia de la Administración Pública y en el que se incluyen las iniciativas legales
o reglamentarias que se análisis van a ser elevadas para su aprobación en el próximo año;
siendo el objetivo asegurar la congruencia de todas las iniciativas que se tramiten y evitar
sucesivas modificaciones de la normativa aplicable en un determinado sector o área de
actividad en un corto espacio de tiempo. El contenido de dicho Plan tiene carácter vinculante
para la Administración, en el sentido de que, cuando el órgano competente eleve para su
aprobación una propuesta normativa que no figura en el mismo, será necesario justificar este
hecho (art. 25.3 LG). De conformidad con la STC 55/2018, las previsiones relativas al Plan
Normativo que incorpora el art. 132 LPACAP no son de aplicación a las Administraciones
Autonómicas, ya que se trata de una regulación que tiene un «carácter marcadamente formal
o procedimental que desciende a cuestiones de detalle (periodicidad, contenido y lugar de
publicación del plan normativo)», que no puede entenderse amparada en el título de bases del
régimen jurídico de las Administraciones Públicas y. por tanto, invaden las competencias
autonómicas.
Respecto a cada proyecto normativo, debe valorarse su impacto económico, es decir, cuánto
costará ponerlo en marcha e, incluso, qué ahorro significará en la economía productiva:
debiéndose supeditar al cumplimiento de los principios de estabilidad presupuestaria y
sostenibilidad financiera (art. 129.7 LPACAP). Se trata de una cuestión de suma importancia y
que ha justificado que el Tribunal Supremo anule reglamentos que no incorporan las
disposiciones presupuestarias de las actuaciones a desarrollar en virtud del mismo.
Además de este informe, el centro directivo competente debe recabar todos aquellos
informes, dictámenes, estudios y consultas que se estimen convenientes para garantizar el
acierto y la legalidad del texto.
d) Elaborado el texto de una disposición que afecte a los derechos e intereses legítimos de las
personas, y sin perjuicio de la consulta previa a la redacción del proyecto de reglamento, se les
permitirá participar en la elaboración de la norma a través de los trámites de audiencia de
información pública. Para el correcto desarrollo de estos trámites participativos, el proyecto
de reglamento se publica en el portal web correspondiente, y se lleva a cabo de tal forma que
los potenciales destinatarios de la norma y quienes quieran realizar aportaciones sobre ella
tengan posibilidad de emitir su opinión, para lo cual se ponen a su destinatarios de la norma
yo de aportaciones sobre ella disposición los documentos necesarios, que deben ser claros,
concisos y reunir toda la formación precisa para pronunciar sobre la materia (art. 133.3
LPACAP; art. 67.1 LPC).
Con carácter general, estos trámites se desarrollan en un plazo no inferior a quince días
hábiles, que puede ser reducido hasta un mínimo de siete días hábiles cuando razones
debidamente motivadas así lo justifiquen, así como cuando se aplique la tramitación urgente
de iniciativas normativas (art. 26.6 LG; art. 67.4 y 68.1 LPC).
Mientras que la audiencia va dirigida a los ciudadanos afectados o interesados, que pueden
hacer sus observaciones a la norma directamente o a través de las organizaciones o
asociaciones reconocidas por ley que los agrupen o representen y cuyas multas guarden
relación directa con su objeto ( art., 1. 9 y 105 a CE: art. 133.2 LPACAP; art. 26.6 LG: art.
67.3LPC; art. 49 LBRL): la información pública es un trámite participativo a través del cual se
recaban cuantas aportaciones adicionales pueden hacerse por otras personas o entidades
(tengan o no la condición de interesados).
Según lo previsto en el art. 133.4 LPACAP, la apertura de ambos trámites participativos tiene,
como regla, carácter preceptivo, pues sólo podrá prescindirse de los mismos cuando se trate
de normas presupuestarias u organizativas de la Administración General del Estado, la
Administración autonómica, la Administración local o de las organizaciones dependientes o
vinculadas a individuos; o cuando concurran razones graves de interés público.
e) Con posterioridad, se evacua el informe del Consejo de Estado (art. 107 CE; art. 26.7 LG) u
órgano equivalente de la comunidad autónoma (en Cataluña, por ejemplo, la Comisión Jurídica
Asesora, art. 69 LPC).
Este es un órgano consultivo, que actúa con autonomía orgánica y funcional (art. 107 CE y Ley
Orgánica 3/1980, de 22 de abril, modificada varias veces, la más importante por la Ley 3/2004,
de 28 de diciembre) y emite su informe sobre la legalidad del reglamento. Su dictamen es
preceptivo para los reglamentos estatales. Para los autonómicos, la STC 204/1992, de 26 de
diciembre, ponente: Carios de la Vega Benayas, (Reglamento del Bingo de Valencia) ha
declarado que puede pedirse el dictamen del órgano consultivo autonómico de similares
características (por tanto, que tenga garantizada su autonomía orgánica y funcional), allí
donde exista. Así, en Cataluña, la Comisión Jurídica Asesora, (art. 64 EAC). Si no, deberá
someterse al Consejo de Estado.
Dada su función de control jurídico del texto, la aprobación de un reglamento sin evacuarse
ese dictamen comporta la nulidad de la disposición (art. 62.2 Ley 30/1992; STC 204/1992, de
26 de noviembre, ya citada; SSTS de 9 de febrero de 1996, Ar. 1812).
Si el órgano encargado de aprobar el reglamento sigue el dictamen del órgano consultivo, hará
constar la leyenda «de acuerdo con el Consejo de Estado»; si no, «oído Consejo de Estado”.
Ello tendrá importancia de cara a una posible impugnación en contencioso-administrativa.
f) La aprobación del reglamento por parte del órgano competente que, como ya hemos
señalado, es el Consejo de Ministros o los gobiernos autonómicos; sin perjuicio de aquellos
supuestos en que los ministros ejercen la potestad reglamentaria respecto a cuestiones de
organización interna del propio departamento.
En el ámbito estatal, después del Dictamen del Consejo de Estado, la Ley del Gobierno prevé
aún un último trámite, consistente en la intervención en el procedimiento del Ministerio de la
Presidencia, con el objeto de asegurar la coordinación y la calidad de la actividad normativa del
Gobierno (art. 26.9 LG).
En concreto, los aspectos que son objeto de análisis son los siguientes:
Finalmente, cabe señalar que la elaboración de las ordenanzas locales se regula en un arte. 49
LRBRL. que analiza el siguiente procedimiento: aprobación inicial por el pleno; información
pública y a los interesados por el plazo mínimo de treinta días para presentación de
reclamaciones y sugerencias, y resolución de todas las reclamaciones y sugerencias
presentadas dentro del plazo y aprobación definitiva por el pleno. En el caso de que no se
presente ninguna reclamación o sugerencia, se entiende definitivamente adoptado el acuerdo
inicial que hasta entonces tenía carácter provisional. En los municipios de gran población, la
aprobación de los proyectos de ordenanzas y de los reglamentos correspondientes a la junta
de gobierno local (art. 127 LRBRL). Una vez completados esos trámites, el reglamento es
objeto de publicación y entrada en vigor.
También entre los propios reglamentos hay una jerarquía (art. 24 LG) que se aplica dentro de
cada ordenamiento (estatal, autonómico, local), dependiendo a su vez de la jerarquía del
órgano que aprobó el reglamento.
Así, el art. 23.3 LG establece la siguiente jerarquía para los reglamentos estatales:
Así, en Catalunya:
b) Por otro lado, el reglamento debe respetar el principio de reserva de ley, que impone que
determinadas materias sólo pueden ser reguladas por ley, por el parlamento. Así, existe
reserva de ley cuando se restringe el principio general de libertad que preside el Estado de
Derecho (art. 1.1 CE), se regulan los derechos fundamenta- les del capítulo II del título I CE (art.
53.1), la potestad originaria para establecer tributos (art. 133 en relación con el art. 31 CE), la
regulación de las distintas formas de propiedad pública (art. 132), entre muchas otras que se
recogen de forma saltuaria a lo largo del texto constitucional y también en los estatutos de
autonomía. (art. 37 EAC)
También, de forma saltuaria, se recogen distintas reservas de ley para la regulación de los
órganos estatutarios y las relaciones de los poderes públicos, autonómicos ciudadanos de
Cataluña.
En este sentido, el art. 128.2 LPACAP establece que los reglamentos no podrán tipificar
delitos, faltas o infracciones administrativas, establecer penas o sanciones como tributos,
exacciones parafiscales u otras cargas o prestaciones personales patrimoniales de carácter
público.
En estas materias objeto de reserva de ley, se permite que la propia ley se remita reglamento,
para que este regule cuestiones puntuales o de detalle. Es la llamada téncia de remisión al
reglamento o doctrina del complemento indispensable de la ley llama al reglamento para que
complemente sólo lo indispensable y nada más d indispensable.
La ley contiene los elementos esenciales de la materia regulada llama al reglamento para que
complete cuestiones de detalle, menores (STC 6/1983, de 4 de febrero). Esta doctrina ha sido
concretada en el siguiente sentido:
- Es inconstitucional por infringir los límites de la reserva de ley la técnica de la deslegalización
de la materia, según la cual la ley, aprobada por el parlamento, no tiene contenido material
propio, no puede ser aplicada sin la ayuda inexcusable del reglamento. Por tanto, es el
reglamento el que regula la globalidad de la materia, pues la ley carece de sustancia propia, de
contenido. En estos supuestos, tanto la ley como el reglamento son inconstitucionales por
vulnerar la reserva de ley. Así lo ha declarado el TC en materia tributaria en referencia a una
ley «que se limita a la creación de los tributos, pero no a la regulación de otros extremos» (STC
6/1983, de 4 de febrero, precitada).
Así, es nula la determinación del tipo de gravamen por los municipios, ya que es un elemento
esencial del tributo (STC 19/1987, de 17 de febrero). Asimismo, en materia sancionadora
administrativa, es nulo el reglamento que, teniendo una mínima ley de cobertura, se remite
en bloque a la regulación de la materia sancionadora al reglamento y es éste el que tipifica
las infracciones y las sanciones (STC 341 / 1993. de 18 de noviembre, Ley de seguridad
ciudadana; STC 42/1987, de 7 de abril, reglamento casino Mallorca, precitada).
A modo de ejemplo, sería inconstitucional que la ley establezca que: «las infracciones a esta
ley se clasifican en leves, graves y muy graves», el reglamento las concretara y concretara
igualmente las sanciones que resultan de la aplicación. Esa no es una remisión al reglamento,
es una deslegalización de la materia. normas vigentes con anterioridad a la Constitución, es
decir, antes del 27 de diciembre de 1978 (STC 117/1995, de 17 de julio, ponente: Rafael de
Mendizábal Allende). Por tanto, esas podrán continuar aplicándose, aunque no tengan rango
de ley.
- El principio de reserva de ley, al ser una garantía formal, no se puede aplicar a normas
vigentes con anterioridad a la Constitución, es decir, antes del 27 de diciembre de 1978 (STC
117/1995, de 17 de julio). Por tanto, esas podrán continuar aplicándose, aunque no tengan
rango de ley.
Los principios generales del derecho son aquellas reglas básicas de un ordenamiento que
informal la globalidad del mismo. Se denominan principios porque son los fundamentos del
sistema, están incluso por encima de las leyes, ayudan a interpretarlas; son generales porque
ultrapasan una norma concreta, y dan sentido a todo el sistema jurídico.
a) Necesidad y eficacia: La iniciativa debe estar justificada por una razón de interés
general, basarse en una identificación clara de los fines perseguidos y ser el
instrumento más adecuado para garantizar su consecución.
b) Proporcionalidad: La iniciativa debe contener la regulación imprescindible para
atender a la necesidad a cubrir con la norma, tras constatar que no existen otras
medidas menos restrictivas de derechos, o que impongan menos obligaciones a los
destinatarios.
c) Seguridad jurídica: se exige que la iniciativa normativa se ejerza de manera coherente
con el resto del ordenamiento jurídico, nacional y de la UE, para generar un marco
normativo estable, predecible, integrado, claro y de certidumbre, que facilite su
conocimiento y comprensión y, en consecuencia, la actuación y toma de decisiones de
las personas y empresas.
a. Cuando un reglamento incorpore, en materia de procedimiento
administrativo, trámites adicionales o distintos de los contemplados en la
LPACAP, éstos deben justificarse atendiendo a la singularidad de la materia o a
los fines perseguidos por la propuesta.
d) Transparencia: Este principio tiene diversas manifestaciones:
a. En primer lugar, es una exigencia que deriva del principio de transparencia y
que está expresamente prevista en el art. 7 LTBG, la necesidad de que las
Administraciones Públicas posibiliten el acceso sencillo, universal y actualizado
a la normativa en vigor; así como también a los proyectos de reglamentos, a la
MAIN y a las restantes memorias e informes que conforman los expedientes
de elaboración de los textos normativo. Todos estos documentos deben
publicarse en el Portal de Transparencia correspondiente.
b. En segundo, este principio exige que las Administraciones Públicas definan
claramente los objetivos de las iniciativas normativas y su justificación en el
preámbulo o exposición de motivos.
c. Finalmente, en virtud del principio de transparencia, las Administraciones
Publicas deben posibilitar que los potenciales destinatarios de los reglamentos
tengan una participación activa en su elaboración
e) Eficiencia: La iniciativa normativa evite cargas administrativas innecesarias o
accesorias y racionalizar, en su aplicación, la gestión de los recursos públicos. Deban
tenerse presente los principios de estabilidad presupuestaria y sostenibilidad
financiera.
Se entiende por desviación de poder el ejercicio de potestades administrativas (en este caso,
de la potestad reglamentaria) para fines distintos de los fijados por el ordenamiento jurídico
(art. 106.1 CE, art. 48 LPACAP, art. 70.2 LJCA y art. 63.1 LPC). La jurisprudencia ha declarado la
aplicabilidad de esta técnica de control a los reglamentos e el sentido que, si el reglamento
persigue un fin que no es el interés público o siendo un interés público es ajena al de la
potestad concreta por la que se atributó el poder reglamentario.
G) El derecho europeo como límite (remisión)
Las normas reglamentarias deben respetar el derecho europeo, el acervo comunitario. Las
reglas de la primacía y la aplicabilidad directa son un límite más al ejercicio de la potestad
reglamentaria del Gobierno y a las administraciones públicas.
Los reglamentos, para que entren en vigor y producir efectos jurídicos, deben publicarse en
el diario oficial correspondiente (art. 131 LPACAP). Así, para los reglamentos estatales, el BOE;
para los autonómicos, el diario oficial de la comunidad (para Cataluña el DOGC), y para las
normas locales, el BOP; publicaciones oficiales que disponen de una versión electrónica que
tiene carácter oficial y auténtico y de la que se derivan, por tanto los mismo efectos que de su
edición impresa.
La derogación del reglamento sigue las reglas generales de derogación de normas. El art 37
LPACAP se encarga de aclarar que las resoluciones administrativas individuales (los actos
administrativos) no podrán vulnerar lo establecido en una disposición de carácter general. Su
apartado segundo afirma que son nulas las resoluciones administrativas (individuales) que
vulneren lo establecido en un reglamento, aunque hayan sido dictadas por órganos de igual o
superior jerarquía que el que lo haya aprobado. Es la regla que se conoce como
“inderogabilidad singular de los reglamentos”. Es simplemente la aplicación de la
subordinación del acto administrativo a las normas reglamentarias.
Se trata, por tanto, de que la Administración lleve a cabo, de forma constante, una evaluación
de las normas que aprueba, siendo la finalidad conseguir un marco informativo lo más
simplificado posible, en el que los reglamentos en vigor sean realmente necesario.
Cualquier reglamento que no ha respetado los límites es un reglamento ilegal y, por tanto,
nulo de pleno derecho: “serán nulas de pleno derecho las disposiciones administrativas que
vulneren la Constitución, las leyes u otras disposiciones administrativas de rango superior,
las que regulen materias reservadas a la ley, las que establezcan la retroactividad de
disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales” (art. 47.2
LPACAP).
Ha de ser declarado contario al ordenamiento jurídico para no incorporarse a él. Existen tres
sujetos encargados de declarar la ilegalidad del reglamento: la propia Administración; los
tribunales de justicia y, en particular, los del orden jurisdiccional contencioso-administrativo, y
el Tribunal Constitucional.
La propia Administración que ha dictado el reglamento puede controlarlo mediante tres vías:
B) El control por los tribunales de justicia. EL papel los tribunales de los contencioso-
administrativo
Está legitimado para la presentación del recurso cualquier ciudadano afectado por el
reglamento. Las reglas de legitimación son las habituales del proceso contencioso (art. 19 LJCA
“los que ostenten un derecho o interés legítimo”), interpretadas a la luz del art. 24.1 CE,
excepto en los casos que se permite la acción pública o popular (art. 109 Ley de costas y art. 12
Ley de urbanismo de Cataluña)
La cuestión de ilegalidad o recurso indirecto contra reglamentos es una vía procesal por la que
no se ataca inicialmente de manera directa la disposición general, sino sólo de forma indirecta,
con ocasión de la impugnación de un acto de aplicación de la misma, invocando su ilegalidad
por ser también ilegal el reglamento en que se funda (art. 26,27, 123 a 126 LJCA y art. 112.3
LPACAP)
Dicha posibilidad está reconocida en el art. 26.1 LJCA: “también es admisible (la impugnación)
de los actos que se produzcan en aplicación de los mismos, fundada en que tales disposiciones
no son conformes a derecho”.
2. Cuando el Juez o Tribunal competente para conocer de un recurso contra un acto fundado
en la invalidez de una disposición general lo fuere también para conocer del recurso directo
contra ésta, la sentencia declarará la validez o nulidad de la disposición general.
La mecánica normal del sistema será que el juez o tribunal planteará mediante auto la cuestión
de ilegalidad dentro de los cinco días siguientes a que conste en las actuaciones la firmeza de
la sentencia respecto al acto individual. Esta cuestión se ceñirá al precepto o preceptos
reglamentarios cuya declaración de ilegalidad ha servido de base para la estimación de la
demanda (art. 123 LJCA).
Tras los trámites previstos en la LJCA (Art. 123 a 126) se dictará sentencia que resolverá la
cuestión de ilegalidad, no afectando a la situación jurídica concreta derivada de la sentencia
dictada por el juez o tribunal que la planteó y se declarará la ilegalidad total o parcial del
reglamento. Teniendo efectos erga omnes, deberá publicarse también en el boletín oficial y
deberá publicarse también la disposición anulada.
Tanto el recurso directo como el indirecto, además de poderse interponer por la vía
contencioso-administrativa originaria, pueden presentarse por la vía preferente y sumaria de
protección de los derechos fundamentales recogida en los art. 114 a 122 LJCA cuando el
reglamento vulnere los derechos fundamentales recogidos en los art. 14 a 29 y 30.2 CE.
Esta técnica se encuentra recogida en el art. 6 LOPJ y sirve para que el resto de jueces y
tribunales de otros órdenes jurisdiccionales (civil, penal, laboral, militar) no apliquen en un
caso concreto un reglamento por considerarse ilegal. Este artículo dice: “Los jueces y
tribunales no aplicarán los reglamentos o cualquier otra disposición contrarios a la
Constitución, a la ley o al principio de jerarquía normativa”.
Ante el Tribunal Constitucional, existen tres vías diseñadas por el ordenamiento jurídico para
controlar los reglamentos contrarios a la Constitución:
Sólo lo podrá anular por cuestiones de forma (incompetencia del órgano que lo ha dictado,
infracción de la reserva de ley, del procedimiento legalmente establecido), pero no del
contenido cuando, como decimos, sea una mera reproducción del derecho europeo.
Por otro lado, y como hemos dicho, en caso de colisión entre un reglamento y cualquier norma
europea, debe aplicarse ésta última y para esa labor está facultado cualquier juez o tribunal,
incluso la propia Administración Pública
III. Otras fuentes del Derecho. En particular, los principios generales del Derecho
1. Los principios generales del derecho
Los principios generales del derecho son aquellas reglas básicas de un ordenamiento jurídico
que excede de la aplicación e interpretación de una concreta norma o precepto, para informar
la globalización del ordenamiento. Dan sentido a todo el ordenamiento jurídico (art. 1.4 CC).
A lo largo de la historia ha habido dos posturas sobre la naturaleza jurídica de los principios
generales:
Entre los principios generales del derecho más frecuentemente utilizados en el derecho
administrativo hay muchos de ellos positivizados en los arts. 3 y 4 LRJSP, están:
En ocasiones, cuando una disposición específica así lo establezca, o se estime conveniente por
razón de los destinatarios o de los efectos que puedan producirse, las instrucciones y órdenes
de servicio se publicarán en el diario oficial que corresponda.
Con cierta frecuencia, sin embargo, bajo la apariencia de una instrucción u orden de servicio se
camuflan auténticos reglamentos, normas jurídicas que crean derechos y obligaciones.
Cuando esto ocurra, independientemente de la denominación que se le dé, estaremos ante
normas reglamentarias, que no han respetado los requisitos de validez y, en concreto, han
menospreciado el procedimiento legalmente establecido y la competencia del órgano para su
aprobación. Ello puede comportar la nulidad o instrucción u orden de servicio de que se trate.
Por otro lado, y de forma reciente, el legislador utiliza la acepción de circular o instrucción para
ciertos reglamentos que aprueban determinados entes institucionales o administraciones
independientes (Banco de España, Comisión Nacional del Mercado de Valores, Comisión
Nacional de los Mercados y la Competencia, Junta Electoral Central). La atribución a estos
entes de potestades normativas tiene su fundamento en las propias leyes de creación con
distinto alcance según el tipo de entidad. En unos casos, pueden dictar circulares desarrollando
reglamentos previos del Gobierno o del ministerio, más próximos según la materia sobre la
que inciden; en otros, la potestad reglamentaria bajo la denominación de circular es propia
(Banco de España); en algunas otras, la propia ley permite concretar sus preceptos mediante
instrucciones.