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Escrutad la Escritura 1.

Historia Sagrada

San Pablo había tenido ya un primer encontronazo con los judaizantes, ante-
rior cronológicamente a la segunda Epístola a los Corintios, y que motivó la pre-
sente Epístola a los Gálatas, en la que el Apóstol detallaba mucho más minucio-
samente las pretensiones de esos «superapóstoles», a los que desenmascara por
completo y desarma para siempre.

1º Las Iglesias de Galacia.


Etimológicamente, Gálatas –– viene de Celtas ––. En efecto,
Galacia –– era la región del Asia Menor ocupada por una porción de la
poderosa raza céltica, que ya había ocupado una parte considerable del centro y
oeste de Europa –la Galia– entre los siglos VI y IV a.C., y desde allí se había
desplazado en el siglo III a.C. hacia el Asia, primero con el intento de ocupar
Grecia, para acabar instalándose finalmente en las llanuras montañosas del cen-
tro de Asia Menor; es lo que se llamó País de los gálatas, Galogrecia o Galacia
septentrional. Más tarde Galacia pasaría a ser una provincia romana, creada el
año 25 a.C. por Antonio y Augusto.
Por las alusiones contenidas en la Epístola a los Gálatas, sabemos que las Igle-
sias de Galacia habían sido fundadas por San Pablo mismo, el cual había sido aco-
gido «como un ángel de Dios, como Cristo Jesús», y su predicación había produ-
cido prontos y abundantes frutos (Gal. 1 8-9; 4 13; 4 14; 3 1-5). El Apóstol aún se
acordaba de los testimonios de afección de los gálatas, a quienes llama hijitos su-
yos (Gal. 4 15, 19). Era en su segundo viaje apostólico (Act. 16 6). Unos tres años
más tarde, durante su tercer viaje, había visitado de nuevo a sus queridos neófitos,
para confirmarlos en la fe (Act. 18 23). Estos eran, en su mayoría, paganos con-
vertidos, ya que los habitantes de Galacia pertenecían en masa al paganismo.

2º Ocasión y fin de la epístola a los Gálatas.


La situación inicialmente floreciente de las Iglesias de Galacia había dejado
el paso a la turbación y a algunas defecciones. Después de la partida de Pablo,
habían entrado en estas jóvenes cristiandades algunos hombres fácilmente reco-
nocibles por el retrato que de ellos nos deja el Apóstol: eran doctores judaizantes,
cristianos de origen judío, que, predicando una doctrina totalmente contraria a la
Hojitas de Fe nº 522 –2– HISTORIA SAGRADA

de San Pablo en un punto esencial, el de la justificación por la fe en Jesucristo,


acabaron sembrando la confusión. Enseñaban dichos judaizantes: • que los pri-
meros Apóstoles, Pedro, Santiago y Juan, habían sido observantes de la Ley, y
que, comparado con ellos, Pablo no era nadie; • igualmente, que la doctrina de
Pablo sobre la libertad respecto de la Ley no estaba en armonía ni con el Evan-
gelio de los primeros Apóstoles, que nada decía sobre la cesación de la Ley, ni
con la revelación divina manifestada en la Ley promulgada en el Sinaí; • final-
mente, que si se abandona la Ley, toda la moral quedaba vacilante; y así Pablo,
al predicar la libertad respecto a la Ley, comprometía la salvación de los cristia-
nos procedentes de la gentilidad. En suma, sólo mediante el judaísmo podía la
gentilidad llegar a la salvación mesiánica; y así, la observancia de la Ley mosaica
era tan necesaria para la salvación como la fe en Jesucristo.
Tales argumentos impresionaron a los gálatas, que empezaron a practicar las
fiestas judaicas y la circuncisión; y la Iglesia hubiese accedido a las exigencias de
los judaizantes si San Pablo, enterado del progreso de lo que él llama «otro Evan-
gelio», no les hubiese escrito esta Epístola, probablemente desde Efeso, durante
su estancia en dicha ciudad entre el 54 y 56.
Para reducir a la nada la influencia perniciosa que los judaizantes habían ad-
quirido entre los cristianos de Galacia, y restablecer sobre bases firmes la verdad
dogmática amenazada, San Pablo procede a rebatir los tres cargos de acusación
que contra él lanzaban los judaizantes. Por eso:
1º Ante todo, se dedica a probar el origen divino de su autoridad apostólica,
vilmente negada por sus adversarios: de ahí una primera parte, apologética (1-2).
2º Pasa luego a demostrar el origen divino de su Evangelio, esto es, la tesis de
la justificación por la fe en Jesucristo, independientemente de la Ley, que no ha-
bía sido más que una institución transitoria: es la segunda parte, dogmática (3-4).
3º Finalmente, como se afirmaba que Pablo, al proclamar la inutilidad de la
Ley, quitaba todas las barreras al pecado, el Apóstol debía probar que la caridad,
de ahora en más, será la regla del obrar mucho más eficazmente que la misma
Ley: es la tercera parte, moral (5-6).

3º Plan de la Epístola a los Gálatas.


La Epístola a los Gálatas es la más densa de las Epístolas de San Pablo. Más
tarde, en la Epístola a los Romanos, desarrollará San Pablo, de modo más exten-
so y sereno, la tesis que aquí defiende, a saber, la justificación por la fe en Jesu-
cristo, y no por las obras de la Ley.
1º Empieza San Pablo con un exordio (1 1-10), en el que, después del saludo, en que
afirma ser apóstol por vocación divina, dirige a Dios una acción de gracias y entra
abruptamente en el tema de la Epístola, reprochando a los gálatas su inconstancia en
permanecer en el Evangelio recibido de él –el de la justificación por la fe en Jesu-
cristo–, y lanzando un doble anatema para quien anuncie un Evangelio distinto –el
de la justificación por las obras de la Ley–.
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2º PRIMERA PARTE, APOLOGÉTICA: autoridad apostólica de San Pablo (1 11 – 2 21). El
Evangelio de Pablo, y con él su misión apostólica, vienen directamente de Cristo, y
tiene tanta autoridad como el de Pedro, con el cual coincide.
a) Pablo recibió directamente de Dios su misión y su Evangelio (1 11-24). Pablo
declara que ha recibido su Evangelio directamente de Jesucristo por revelación,
y no de ningún maestro cristiano, ni antes de su conversión –cuando perseguía a
la Iglesia de Dios–, ni en su conversión –que no se debió a ningún contacto con
los Apóstoles–, ni después de su conversión –pues no recibió de Pedro ni del cole-
gio apostólico delegación o mandato alguno–.
b) Los Apóstoles ratificaron la misión apostólica y el Evangelio de Pablo (2 1-10),
no obligando a Tito a la circuncisión –y así, ni Pedro, ni Santiago ni Juan obli-
gaban a someterse a la Ley–, y reconociendo que, así como Pedro había recibido
la misión de predicar a los creyentes venidos de la circuncisión, así Pablo la ha-
bía recibido para predicar a los gentiles.
c) Pablo reivindica en Antioquía, ante Pedro, la verdad de su Evangelio (2 11-21).
Es el famoso incidente de Antioquía, con el que San Pablo confirma su apología:
San Pedro fue hallado «judaizando», esto es, no caminando según la verdad del
Evangelio, y Pablo se lo reprochó públicamente.
3º SEGUNDA PARTE, DOGMÁTICA: el procedimiento de la justicia (3 1 – 4 31). San Pablo,
para asentar la base doctrinal de la libertad de los gentiles respecto a la Ley mosaica,
demuestra que el procedimiento de la justicia es ahora el mismo que en el Antiguo
Testamento, a saber, el régimen de la fe en Cristo.
a) La justicia viene por la Fe, no por la Ley (3 1-14). La justificación es el paso
del estado de pecado al de paz y amistad con Dios. Los judaizantes pretenden que
este estado de justicia sólo puede otorgarlo la observancia de la Ley; San Pablo,
al contrario, afirma que el cristiano recibe toda su justicia de su unión a Cristo
por la fe y la caridad. • ¿Qué ha llevado a los gálatas a creer que valor del sacri-
ficio de la Cruz ha de ser completado por las obras de la Ley en orden a la justi-
cia? ¿Acaso ellos mismos no han recibido esa justicia por la predicación de la fe,
y no por la Ley, que no conocían? Y la misma Escritura, ¿no afirma que el proce-
dimiento de la justificación es el mismo que el de Abraham, al cual Dios justificó
por su fe, y ello cuatrocientos treinta años antes que la Ley? • La Ley era más bien
un régimen de maldición, pues procedía por vía de cumplimiento, y al prescribir
muchas cosas al hombre, y no aportarle el socorro necesario para cumplirlas, lo
hacía transgresor ante Dios. • Vino entonces Cristo para librarnos, por su muerte,
de la maldición de la Ley, y otorgarnos la justicia en virtud de la fe. Desde enton-
ces, tanto judíos como gentiles pueden alcanzar la justicia y la bendición de Abra-
ham, pero en Jesucristo y por la Fe.
b) Papel de la Ley en la economía de la salvación (3 15 – 4 20). Pero entonces,
¿Dios prescribió inútilmente la economía antigua? No; pero hay que distinguir
en ella dos cosas: la Promesa y la Ley. • La Promesa, hecha a Abraham, es su
elemento esencial que, lejos de anularse, halla su plena realización en el Evange-
lio, por la Fe. • La Ley, en cambio, es un régimen provisional destinado a darle al
hombre la conciencia de sus muchas transgresiones, y a preparar progresivamen-
te las almas a la realización de la Promesa, que se cumple en Cristo. Por eso, al
llegar el Evangelio, la Ley pierde su razón de ser.
c) Esta inutilidad de la Ley viene demostrada por la Escritura (4 21-31). La Ley se
condena proféticamente a sí misma en un episodio de gran valor simbólico: las dos
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esposas y los dos hijos de Abraham. Agar, y su hijo Ismael, son figura de la Sina-
goga, que engendra para la esclavitud; Sara, y su hijo Isaac, son figura de la Igle-
sia, que engendra para la libertad y es nuestra madre. Y así como Isaac fue perse-
guido por Ismael, también los cristianos son perseguidos por los judíos. Pero, a fin
de cuentas, los hijos de la Ley no han de heredar la Promesa con los hijos de la Fe:
serán excluidos con su Madre, la Sinagoga, de la nueva economía de salvación.
4º TERCERA PARTE, MORAL: la libertad cristiana (5 1 – 6 10). Los judaizantes acusaban
al Apóstol de conducir con su doctrina a la depravación moral, pues sin Ley no hay
freno para las pasiones ni para el pecado. San Pablo debía refutar estas calumnias
exponiendo la moral evangélica, derivada de su doctrina.
a) Exhortación a los gálatas a conservar la libertad cristiana (5 1-12). San Pablo
afirma a los gálatas que si se hacen circuncidar: • se ponen fuera de la gracia y
se separan de Cristo, pues ese rito supone el reconocimiento de la Ley como me-
dio de salvación, y así injuria gravemente a Cristo; • se obligan a observar toda
la Ley, y caen de nuevo en la antigua esclavitud. Resguárdense cuidadosamente,
por lo tanto, de los falsos doctores.
b) Naturaleza de la libertad cristiana (5 13-26). Para que esta libertad no degenere
en licencia, el Apóstol señala a los gálatas dos principios poderosos que la orien-
tan hacia el bien: la caridad y la vida según el espíritu. • La libertad cristiana no
degenera en licencia porque somete todos los movimientos a la caridad más ínte-
gra, de modo que se cumpla perfectísimamente la Ley, que se resume en el precep-
to de amar al prójimo como a sí mismo. • Para practicar la caridad según las exi-
gencias de la libertad cristiana, hay que sustraerse a las influencias de la carne,
o naturaleza humana herida después del pecado, y seguir la conducta del espíritu,
o naturaleza humana regenerada por la gracia de Jesucristo. Para vivir en la li-
bertad cristiana, los gálatas deben evitar las obras de la carne, crucificándola con
sus concupiscencias, y esforzarse por producir las obras del espíritu.
c) Aplicaciones prácticas (6 1-10). San Pablo da finalmente algunos consejos,
aplicando las exigencias de la libertad cristiana al caso especial de los gálatas:
• soportar con paciencia los defectos del prójimo; • tener una justa y humilde
estima de sí mismo; • practicar todo el bien posible; • y les hace una advertencia
severa: Dios no permite que nadie se burle impunemente de El, por lo que casti-
gará con la condenación eterna al que siembre en la carne, mientras que dará la
vida eterna al que siembre en el espíritu.
5º Pablo concluye su Epístola con un epílogo (6 11-18) en forma de amonestación, en
el que: • desenmascara a los falsos doctores, a los que acusa de no observar la Ley que
imponen a otros; • declara gloriarse tan sólo en la cruz de Jesucristo, por la cual él ha
muerto para el mundo y el mundo para él; • y recuerda que en la nueva economía sal-
vífica lo único que importa es la nueva criatura, el hombre regenerado por Jesucristo,
y la circuncisión nada tiene que ver en orden a esta regeneración. Que nadie más lo
importune sobre este punto: Pablo ha dicho la última palabra, y tiene autoridad para
obrar así, porque es servidor y Apóstol de Cristo, como lo muestran las mismas cica-
trices de las heridas recibidas en el servicio de su Señor. La Epístola se cierra con una
bendición en la que Pablo implora sobre los gálatas la gracia de Jesucristo.1

© Fundación San Pío X – Casa San José


Carretera M-404, km. 4,2 – 28607 El Alamo (Madrid)
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