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1. Naturaleza
La exigencia de la responsabilidad política del Gobierno por el Congreso tiene como últimas
manifestaciones la cuestión de confianza (art. 112 de la Constitución ) y la moción de
censura (art. 113 de la Norma Suprema ).
2. Composición del Gobierno en la Constitución Española
El artículo 98.1 de la Constitución española establece que el Gobierno “se compone del
Presidente, de los Vicepresidentes, en su caso, de los Ministros y de los demás miembros que
establezca la ley”. Dicho precepto se completa con lo dispuesto en la Ley del Gobierno (Ley
50/1997, de 27 de noviembre, del Gobierno), que, en su artículo 1.3 , establece que los
miembros del Gobierno “se reunirán en Consejo de Ministros y en Comisiones Delegadas del
Gobierno”. Aunque podría plantearse la duda de si algunos otros altos cargos, como los
Secretarios de Estado, podrían considerarse entre “los demás miembros que establezca la ley”
a que se hace referencia en la Constitución, lo cierto es que la Ley de Gobierno no los incluye
y, por tanto, no forman parte del Gobierno. No obstante, los Secretarios de Estado sí que
pueden asistir a las reuniones del Consejo de Ministros cuando sean convocados, según
establece el artículo 5.2 de la misma Ley de Gobierno . No suele ser habitual, sin embargo,
este supuesto.
Cabe plantearse también qué papel juega, en el ámbito del Gobierno, la Comisión General de
Secretarios de Estado y Subsecretarios, presidida por un Vicepresidente del Gobierno o por el
Ministro de la Presidencia. Esta Comisión se reúne con antelación al Consejo de Ministros,
para preparar el orden del día de esta última reunión. La cuestión radica en determinar si esta
Comisión es o no un órgano interno del Gobierno.
El Gobierno es un órgano político, integrado por personas con mandato sometido a caducidad
y políticamente responsable. Ha de distinguirse este concepto del de Administración Pública.
Ésta es permanente, integrada por funcionarios estables, subordinada al Gobierno,
políticamente neutra y responsable sólo jurídicamente. Lo que ocurre es que no es fácil
establecer una línea divisoria entre los dos, porque el Gobierno, en ocasiones, ejerce también
una función administrativa y no política, como por ejemplo cuando le corresponde resolver
algunos recursos. Lo mismo ocurre con las Comisiones Delegadas del Gobierno, que son
órganos colegiados restringidos del Gobierno como órgano complejo, que asumen
competencias de coordinación y de resolución de los asuntos que, afectando a varios
Departamentos, no son competencia del Consejo de Ministros.
En todo caso, como tónica general, puede decirse que, según se desciende en la escala
jerárquica de cargos, disminuye la carga política y se incremente la administrativa. Por eso
exige la ley que, a partir del rango de subsecretario, los nombramientos deben recaer en
funcionarios de carrera. La Ley de Organización y Funcionamiento de la Administración
General del Estado de 1997 califica como órganos directivos de la administración a los
subsecretarios, secretarios generales, secretarios generales técnicos, directores generales y
subdirectores generales. Estos cargos directivos, aunque de carácter más técnico y menos
político, están también condicionados por las decisiones políticas que toma el Gobierno que, al
fin y al cabo, es quien se encarga de la dirección de la Administración civil y militar, como
establece el artículo 97 de la Constitución .
Podemos distinguir:
Constituyen el grueso del órgano colegiado y, a la vez, son los que dirigen de modo inmediato
la Administración Pública. La Constitución no determina el número y áreas de trabajo de los
Ministerios. Tampoco exige que su creación, fusión o desaparición se tenga que hacer por Ley.
El artículo 8.2 de la Ley 6/1997, de 14 de abril, de Organización y Funcionamiento de la
Administración General del Estado , establece que “la determinación del número, la
denominación y el ámbito de competencias respectivo de los Ministerios y de las Secretarías
de estado se establecen mediante Real Decreto de la Presidencia del Gobierno”. Este sistema
es muy flexible, y ofrece la ventaja de que se pueden ejecutar rápidamente las decisiones que
tienen por objeto adaptar la organización y estructura del Gobierno a las cambiantes
necesidades de cada momento, por ejemplo, en función de si el Gobierno es de un único
partido o de coalición.
Los Ministros ejercen funciones políticas y administrativas, en tanto que son, por un lado,
miembros y órganos unipersonales del Gobierno como órgano complejo (art. 98.1 CE ),
pero a la vez Jefes de sus respectivos Departamentos Ministeriales. Como miembros del
Gobierno colaboran en la dirección de los asuntos del Estado; como Jefes de un
Departamento, ocupan el supremo vértice administrativo. Ahora bien, además de los Ministros
titulares de un Departamento, pueden existir Ministros sin cartera, a los que se atribuirá la
responsabilidad de determinadas funciones gubernamentales. Estos se contemplan
específicamente en el art. 4.2 de la Ley de Gobierno .
El nombramiento de los Ministros se efectúa por real decreto expedido por el rey y refrendado
por el Presidente del Gobierno. El cese se produce, asimismo, por voluntad exclusiva del
Presidente del Gobierno, y puede ser también automático, en los casos de celebración de
elecciones generales, pérdida de la confianza parlamentaria, dimisión o fallecimiento del
Presidente (art. 101.1 Constitución española ). La reprobación parlamentaria de un Ministro
no le obliga a dimitir, en términos jurídicos, aunque políticamente es claro que supone un
desgaste.
El artículo 4 de la Ley de Gobierno enumera como propias de los Ministros las siguientes
funciones:
c) Ejercitan cuantas competencias les confieran las leyes u otras disposiciones o las normas
organizativas y funcionales del Gobierno.
Los ministros está sometidos también al control político de las Cortes Generales (art. 66.2 CE
), debiendo comparecer ante las mismas a su requerimiento y responder a las preguntas e
interpelaciones que se les formulen (arts. 110.1 y 111.1 CE ).
Parece que el precedente de este último inciso del art. 98.1 de la Constitución es un Real
Decreto de 1977 por el que se creaban los Secretarios de Estado como figura intermedia
entre el Ministro y el Subsecretario.
La puerta abierta de este artículo se dejó con el pensamiento puesto en los Secretarios de
Estado. Sin embargo, éstos no han alcanzado, desde que está vigente la CE, en ningún
momento, la condición de miembros del Gobierno. La vigente Ley del Gobierno reitera la
negativa cuando dice, en su Preámbulo: “Por lo que respecta a los Secretarios de Estado, se
opta por potenciar su status y su ámbito funcional sin llegar a incluirlos en el Gobierno. Serán
órganos de colaboración muy cualificados del Gobierno, pero no miembros, si bien su
importancia destaca sobre el resto de órganos de colaboración y apoyo en virtud de su
fundamental misión al frente de importantes parcelas de actividad política y administrativa, lo
que les convierte, junto con los Ministros, en un engarce fundamental entre el Gobierno y la
Administración”.
La actividad de los miembros del Gobierno reunidos en Consejo de Ministros goza de una
especial protección penal, y así, el Código penal tipifica toda coacción o perturbación de la
libertad de deliberación del órgano, así como las injurias y amenazas al Gobierno. También se
protege penalmente a los Ministros, tipificando como delito el atentado contra un Ministro en
el ejercicio de sus funciones.
Los miembros del Gobierno están sometidos a responsabilidad jurídica. Desde el punto de
vista penal, son responsables como cualquier otro ciudadano de una hipotética violación de
las leyes penales. Lo que ocurre es que gozan de un especial tratamiento procesal, al tratarse
de un personal aforado. El artículo 102.1 de la Constitución establece un fuero especial para
el Presidente y los miembros del Gobierno, similar al de los diputados y senadores: su
responsabilidad criminal será exigible, en su caso, ante la Sala de lo Penal del Tribunal
Supremo. No se distingue entre delitos cometidos en el ejercicio de su cargo, o en el ámbito
privado, por lo que hay que entender que están comprendidos todos.
Además, los miembros del Gobierno disponen de un procedimiento especial para prestar
declaración ante los tribunales, pudiendo hacerlo por escrito, o bien en su domicilio o en su
despacho oficial, lo cual les exime de la comparecencia personal.
El último apartado del artículo 102 citado establece que en ninguno de los supuestos
comentados se podrá aplicar la prerrogativa real de gracia.
Aunque nada se dice en la Constitución, los Ministros pueden incurrir también en
responsabilidad civil, susceptible de producir una indemnización cuando lesionen el patrimonio
del Estado o de los particulares. Asimismo, los actos del Gobierno y de la Administración que
contravengan la ley son enjuiciables ante la jurisdicción contencioso-administrativa.
Dice el artículo 62, e) de la Constitución que corresponde al Rey nombrar y separar a los
demás miembros del gobierno (Vicepresidentes, en su caso y Ministros) a propuesta de su
Presidente. La decisión, por tanto, es una decisión política adoptada por el presidente, a la
que sólo le falta para convertirse en un acto estatal su formalización como tal por el Rey en su
calidad de Jefe de Estado.
Finalmente, el artículo 2.2, j) de la Ley del Gobierno atribuye al Presidente, como ya hemos
visto, la facultad de crear, modificar y suprimir por Real Decreto los Departamentos
Ministeriales y las Secretarías de Estado. En este sentido, hay que apuntar que la separación
o cese de los Vicepresidentes o Ministros sin cartera comportará la automática desaparición
de dichos órganos (art. 12 Ley del Gobierno ).
La dirección implica fijar un programa político de gobierno, establecido por el Presidente, que
determina las directrices de la política interior y exterior y vela por su cumplimiento. Con base
en dicho programa, el candidato a Presidente solicita la confianza al Congreso de los
Diputados en el debate de investidura, según lo dispuesto en el art. 99 de la Constitución .
Dicho programa debería ser ejecutado a lo largo de la legislatura, y para controlar dicha tarea
se viene realizando un debate anual (algunos consideran que se trata ya de una convención
constitucional), sobre el Estado de la Nación, en el Congreso de los Diputados. Tras dicho
debate se aprueban mociones que comprometen al Gobierno, con lo cual el Congreso de los
Diputados se corresponsabiliza activamente en la orientación general de la política. Otro
momento en el que el Presidente vincula su permanencia al respaldo de su programa es el de
la cuestión de confianza regulada por el art. 112 de nuestra Carta Magna .
El principal instrumento que el Gobierno tiene en sus manos para ejecutar el programa y, por
tanto, ejercer la función de dirección política, es la ley. En consecuencia, la iniciativa
legislativa es una facultad directamente relacionada con esta función gubernamental (artículo
87.1 de la Constitución ). El propio programa de gobierno se ordena, en buena medida,
como una previsión de iniciativas legislativas. El Gobierno dirige la política, decidiendo el
momento oportuno para abrir un procedimiento parlamentario y utilizando en el transcurso
del mismo los mecanismos parlamentarios a su disposición, pero no al margen de las Cortes
Generales. Por lo demás, a éstas les corresponde el control de toda la acción del Gobierno.
Por lo que se refiere al Presidente del Gobierno, le corresponde, previa deliberación del
Consejo de Ministros, la disolución de las Cortes Generales (art. 115 CE ). Asimismo, previa
autorización del Congreso, puede proponer un referéndum consultivo sobre una cuestión de
especial trascendencia política (art. 92 CE ).
En relación con las Comunidades Autónomas, el Gobierno puede impugnar ante el tribunal
Constitucional las leyes y disposiciones aprobadas por los órganos de éstas, impugnación que
produce efectos suspensivos inmediatos (art. 161.2 CE ). Además, se le atribuye al
Gobierno el principio de ejecución federal, es decir, la facultad de adoptar las medidas
necesarias para obligar a una Comunidad Autónoma al cumplimiento de las obligaciones que
la Constitución o las leyes le impongan. Para abordar este objetivo, se faculta al Gobierno a
dar instrucciones a todas las autoridades y funcionarios de las Comunidades Autónomas (art.
155 CE ).
Por último, entre las facultades correspondientes a la función de dirección política citaremos
también la de provisión de personal de otros órganos, como son la propuesta de
nombramiento de Fiscal General del Estado (art. 124.4 CE ) y de dos magistrados del
Tribunal Constitucional cuando le corresponde por el turno de las vacantes (art. 159.1 CE ),
que serán nombrados por el Rey.
Hasta aquí hemos hablado de política interior. El artículo 97 atribuye también al Gobierno la
dirección de la política exterior, lo cual se manifiesta especialmente en la iniciativa atribuida al
Ejecutivo en materia de tratados y convenios, y la dirección de la defensa del Estado, función
importante, que se complementa con la de dirigir la Administración militar. En este sentido,
aunque el artículo 62.h) atribuye al Rey el mando supremo de las Fuerzas Armadas, éste
debe entenderse en sentido simbólico, pues el mando real y efectivo corresponde al Gobierno.
También corresponde al Rey la más alta representación del Estado en las relaciones
internacionales (art. 56.1 CE ), pero estamos hablando siempre de uan representación
simbólica. Las decisiones en política exterior las toma el Gobierno, con independencia de que,
en ocasiones, el Rey formalice dichas decisiones.
Las relaciones internacionales son, en principio, competencia exclusiva del Gobierno central
(art. 149.1.3 CE ), aunque alguna sentencia del Tribunal Constitucional haya matizado
dicha afirmación (STC 165/1994, de 26 de mayo ). Una de las manifestaciones
principales de la política exterior del Estado es la firma de tratados internacionales con otros
Estados, los cuales, válidamente celebrados y publicados en nuestro país, forman parte del
derecho interno vigente (art. 96.1 CE ). En algunos casos es necesario el consentimiento o
la autorización de las Cortes generales (arts. 93 y 94 CE ). En otros, de contenido menos
relevante, sólo se exige que el Gobierno informe a las Cortes de la firma de dichos tratados.
Esta función ejecutiva no consiste en una simple actividad mecánica o automática, con base
en la cual el Gobierno aplica las consecuencias jurídicas previstas ante supuestos de hecho
previstos en la norma. Tanto en la valoración de los hechos que pone en marcha la actividad
estatal, como en la determinación de la concreta respuesta que corresponde conforme a
Derecho, existe un margen de discrecionalidad, que permite una libertad de actuación y de
decisión, siempre en el marco fijado por el ordenamiento jurídico. Para ello, se requiere una
planificación previa, técnica y organizativa, la configuración de órganos y la previsión de actos
para desarrollar los procesos, y una definición y ordenación de los objetivos de la actuación
administrativa, teniendo en cuenta las prioridades que la Administración establezca.
El artículo 101 de la Constitución establece que “El Gobierno cesa tras la celebración de
elecciones generales, en los casos de pérdida de confianza parlamentaria previstos en la
Constitución, o por dimisión o fallecimiento de su presidente. El Gobierno cesante continúa en
funciones hasta la toma de posesión del nuevo Gobierno”. Vamos a estudiar las diferentes
posibilidades de cese que se contemplan en este artículo.
Los motivos van desde los puramente personales hasta valoraciones de corrección
constitucional, pasando por consideraciones políticas. entre éstas cabe mencionar la quiebra
de la cohesión interna del gobierno, las fricciones entre éste y el partido de apoyo, la derrota
gubernamental en votaciones parlamentarias importantes, en elecciones locales o en un
refrendo. La dimisión comporta el cese del Gobierno y se perfecciona con un Real Decreto por
el que el Rey la acepta, Decreto que ha de refrendar el propio Presidente saliente.
b) la pérdida de la confianza del Congreso de los Diputados. Ello sucede por rechazo de una
cuestión de confianza o por aprobación de una moción de censura.
b) La incapacidad sobrevenida del Presidente para ejercer su cargo, siempre que ésta sea
total y previsiblemente duradera, y su procesamiento por determinados delitos. Esto último
únicamente sucede cuando la imputación es por delito de traición o contra la seguridad del
Estado, puesto que es el propio Congreso de los Diputados el que asume la acusación, lo que
significa una retirada de su confianza.
La mera autorización del procesamiento por cualquier otro delito no implica desconfianza
porque la Cámara no juzga el fondo de la acusación, sino solamente si los motivos del
procesamiento son jurídico-penales o políticos.
La Ley del Gobierno de 1997 precisa tan sólo que el Gobierno no puede ejercer la iniciativa
legislativa, que suspenderá las delegaciones legislativas que le hubieran hecho las Cortes y
que, en general y salvo razones de urgencia y de interés general, limitará su gestión al
despacho ordinario de los asuntos públicos. De modo más completo y sistemático, la Ley
establece:
b) El Gobierno en funciones no debe adoptar cualesquiera otras medidas que las arriba
indicadas, sin perjuicio de las excepciones motivadas por casos de urgencia debidamente
acreditados o por razones de interés general cuya acreditación expresa así lo justifique.
3. Las delegaciones legislativas otorgadas por las Cortes Generales quedarán en suspenso,
durante todo el tiempo en que el Gobierno esté en funciones como consecuencia de la
celebración de elecciones generales.
NOTA BIBLIOGRÁFICA
DÍEZ PICAZO, L.M., “La estructura del Gobierno en el derecho español”, en Documentación
Administrativa, 1988, núm. 215.
PÉREZ FRANCESCH, J.L., “El Gobierno”, tecnos, Madrid, 2ª. ed., 1996.
REVENGA SÁNCHEZ, M., “La formación del Gobierno en la Constitución española de 1978”,
Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1988.