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Antropología Teológica II 02 / 08 / 2023

Pbro. Maykol Mendoza


CLASE INTRODUCTORIA

Trabajo en grupo # 2 Tema: La gracia como perdón de los pecados


1. EYNNER
2. BISMARCK La justificación por la fe en la reforma pág. 200
3. LUIS ENRRIQUE
4. CARLOS IVAN
5. VICTOR MANTILLA

Don Sobrenatural
GRACIA Criaturas racionales
Salvación (Vida Eterna)

Atricción Imperfecta
Arrepentimiento
Contrición Perfecta

DIVISIÓN DE LA GRACIA
No estas lejos del Reino de los cielos

Gracia Actal
Gracia habitual
LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE EN LA REFORMA
Para entender el concepto de la justificación en Lutero hay que insertarlo en el
conjunto de su pensamiento teológico. Se admite por regla general que el punto básico
en torno al que gira la teología de Lutero es la distinción entre la «ley» y el «evangelio».
La ley es la expresión de la voluntad de Dios sobre el hombre, pero, dado que éste ha
pecado, es imposible su perfecto cumplimiento; los manda mientras dicen lo que hay
que hacer, pero no dan fuerza para ello. Lutero se opone al concepto de «nueva ley»,
como si en el Evangelio se sustituyera la ley antigua por otra distinta; pero Cristo no
es legislador, sino propiciador, salvador.
La ley ejerce así una función pedagógica hacia Cristo, no porque prepare directamente
al encuentro con él, sino porque muestra el fracaso del intento de justificación por las
obras propias y la necesidad de esperarlo todo de la gracia.
La ley ya no es camino de salvación, pero continúa teniendo un significado, porque el
tránsito del pecado a la salvación, de la acusación a la absolución, etc., nunca puede
darse por concluido. Por otra parte, con el Evangelio se cumple lo que la ley ante todo
ordena, es decir, amar a Dios sobre todas las cosas; con la fe se cumple este primer
mandamiento, porque creer es excluir la afirmación de uno mismo por sus obras. La
ley y el Evangelio, en sus mutuas implicaciones, son la única palabra de Dios, que
tiene una doble eficacia: la condena para el que quiere autojustificarse, la salvación
para el que cree en Jesús.
Esta estructura fundamental de la teología de Lutero se refleja en su doctrina de la
justificación. Aun con el riesgo de alguna repetición, debemos completar lo que ya
dijimos cuando hablamos del pecado original para poder entender el alcance de la
teología luterana de la justificación.
El pecado es aquello que la libertad humana hace con sus propias fuerzas, incluso y
particularmente lo que llamamos las «buenas obras». Abarca así toda la existencia
humana porque todo el ser del hombre es resistencia contra Dios, «carne» en el sentido
bíblico de la palabra. El pecado fundamental, raíz de todos los demás, es la falta de fe,
manifestada en la ingratitud, el egoísmo, el orgullo; ella nos cierra el camino hacia la
justificación, hacia Cristo salvador.
El hombre será pecador mientras no se encuentre en el ámbito del Evangelio. La
voluntad del hombre es «esclava», está dominada por el poder del pecado, no puede
obrar el bien, ni siquiera quererlo. Pensar que el hombre puede hacer el bien por sus
fuerzas o en virtud de su libertad equivale a restar valor a la redención de Cristo.
Esta reconciliación llevada a cabo por la obra de Cristo acontece fuera de nosotros,
extra nos, pero no tiene más finalidad que nuestra salvación, se realiza pro nobis.
Ahora bien, este acontecimiento ha de tener en cada uno una repercusión subjetiva,
irt me. La muerte y resurrección de Cristo tienen sentido por su efecto en nosotros y
en sí mismas piden que cada uno se las «apropie», es decir, que esté dispuesto a que
en él se realice el juicio de Dios. De ahí la necesidad de la fe. Para Lutero, el sujeto de
la fe es el mismo Cristo; éste se hace la «persona» del creyente: «la fe hace de Cristo y
del creyente una sola cosa». Creer en Jesús es hacerse uno con él; el creyente vive así
totalmente inmerso en Cristo. La fe, que el mismo Cristo actúa en nosotros, es el
medio para acoger la salvación de Dios. Cristo, a la vez que objeto de nuestra
salvación, es también en cierto modo el sujeto de la misma.
La justificación por la fe constituye para Lutero el «articulus stantis et cadentis
ecclesiae»; no es un tema teológico entre otros, sino que constituye el centro de toda la
predicación cristiana. El mismo anuncio de Cristo, si no va acompañado del de la
justificación por la fe, quedaría sin relación al hombre destinatario de la salvación;
faltaría el pro nobis. De ahí que la insistencia en la justificación por la fe sea una
consecuencia de la doctrina cristológica; de ésta deriva la doctrina de la justificación.
En la acción de Cristo actúa Dios, que es quien nos justifica al imputarnos la justicia
de Cristo.
El hombre recibe de Dios la justificación, pero a la vez, en el reconocimiento de
nuestros pecados, Dios es también «justificado» por nosotros, que reconocemos su
justicia. La justicia que hay en nosotros es «ajena» también por una segunda razón: el
nombre justificado es valorado por Dios de un modo nuevo porque no tiene en cuenta
sus pecados, no se los imputa. No se trata primariamente de que el hombre sea justo,
sino de que Dios lo considere tal.
El pecado continúa existiendo en el hombre, éste es a la vez justo y pecador, y por ello
la justificación es un acontecimiento continuado, ya que necesitamos un continuo
perdón de Dios. Con ello queda claro que esta justificación tiene de algún modo el
carácter de declaración «forense». Con todo, algunos estudiosos actuales de Lutero nos
ponen en guardia contra una interpretación de este término que lo reduzca a un
«como si», de manera que resulte una ficción. La justificación es algo que Dios obra, no
imputa el pecado al pecador, lo considera justo en virtud de los méritos de Cristo; y lo
que Dios considera, es; lo que somos ante Dios define la verdad de nuestro ser.
Dado que la justificación es un acontecimiento que sucede entre Dios y el hombre, hay
que dar mucha importancia a la relación que se establece entre ambos. En todo caso
hay que tener en cuenta que Lutero trata de excluir por todos los medios que el
hombre pueda alguna vez considerar la justicia como algo «propio». La acentuación de
la obra de Dios y del carácter «ajeno» de la justicia ha hecho que se haya planteado el
problema de si en el pensamiento de Lutero se valora debidamente el efecto de la
justificación en el hombre.
La «gracia», por tanto, es para Lutero, más que una cualidad del hombre, una nueva
relación del mismo con Dios. Hemos aludido ya a su reacción contra las doctrinas de
la gracia creada como cualidad, del mérito. Un punto muy importante en la doctrina
luterana de la justificación por la fe es el que afecta a la seguridad de la salvación o de
la gracia. No se trata de una seguridad basada en las fuerzas del hombre, sino sólo en
la acción de Dios. Esta seguridad quiere decir que en la fe está presente la salvación
verdadera; no tener esta certeza equivale a no tener fe.
La justificación por la fe supone una renovación del hombre que es anterior a los
«frutos» que se producen en su vida por la acogida de la palabra de Dios; significa un
cambio en la orientación de la existencia del «hombre viejo». Es un proceso que nunca
llegará a su fin en este mundo y que pide un continuo crecimiento. De este cambio
nacen las buenas obras, que son consecuencia de la fe y nunca anteriores a ella; por
ello no pueden constituir ningún mérito en or- x den a la justificación.
Este rápido recorrido por los principales temas de la doctrina de la justificación en
Lutero nos ha permitido ver la complejidad de su pensamiento, la dificultad de
interpretarlo desde categorías distintas a las suyas o de hacerlo entrar en ellas. Es un
hecho que en el campo de la teología católica ha variado no poco en estos últimos años
la actitud frente a la doctrina de la justificación de Lutero, no sólo por el clima general
del movimiento ecuménico, sino también por el esfuerzo de comprenderlo desde sus
propios presupuestos. En Lutero reaparecen muchos temas paulinos y agustinianos
que tal vez la teología de su tiempo tenía algo olvidados. Junto a las diferencias en los
contenidos teológicos, hay que tener presentes las de mentalidad y de presupuestos.
Esto no significa que todos los problemas estén resueltos. A nosotros nos toca ahora
estudiar con detenimiento el decreto sobre la justificación del concilio de Trento para
ver qué se quiso afirmar, y se afirmó de hecho, como doctrina católica en aquel
momento de crisis.

TRABAJO / ENSAYO
Parámetros
- 4 paginas
- Times Newt
- 12 y Introducción 1.0
¿Formular pregunta cómo tema?
- Introducción
- Desarrollo
- Conclusión
Se entrega el día del Examen

GRACIA
Dos tipos de Gracia
- La gracia Santificante: Proceso de acercarse a Dios
- La gracia Actual:
Divisiones de la gracia

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