aquellos tipicos sueños inducidos por las fotonovelas o revistas decine tipicas de los años sesenta; nace un romance entre ella y un chofer de micro (Carlos Valenzuela), casado y maduro, que Ile- ga a instalarla en un altillo de su casa. Un hecho policial de esa índole llamó la atención a Fernando Cuadra mientras lefa el diario en un micro Bil- bao-Lo Franco, y aquél fue el punto de partida de la obra de teatro, que, pre- sentada por el Teatro de la Universidad Católica, tuvo un considerable éxito de - público en 1967. Sin embargo, aquel año, ERCILLA expresó sus reparos an- 1 te la obra: % “Lanza personajes y situaciones sin elaborarlos, y el conjunto de la acción .\ no adquiere sentido más allá de los hechos mismos. El resultado es un me- lodrama disfrazado de naturalismo costumbrista ..., una crónica que nope- netra en los uersonaies ni en el am- biente. ” Eso también es, en lineas generales, válido para la película. Lo que ésa tiene de positivo es la buena ambientación de barrio en un Santiago de hace un cuarto de siglo y asimismo-el vestuario. En ese plano sólo cabe un reparo: en la fuente Mnrcdo Vrorio: brcn, hoslo dorid, (4 piiión s(2 de soda donde transcurren varias esce- lo permile. nas, las amplias estanterías sólo exhiben Director: Alfredo RaIes interminables hileras de botellas de Con Marcela Osario y Carlos Vslenziiela. Coca-Cola y ningún otro brebaje; ni si- Chile, 1990. Mayores de 18. quiera una solitaria Pilsener. Entre los intérpretes, Marcela Osorio Podría describirse como una teleno- -mientras el guión se lo permite- se vela que no se atreve a pulsar de lleno las desempeña con considerable naturali- teclas del género, pero la faceta más Ila- dad. mativa de esta Niña en la palomera es El resto del elenco en gran parte actúa que un hombre joven como Alfredo Ra- en forma demasiado teatral, sin proyec- tes haya hecho una peiicula tan conven- tar la naturalidad que requiere el cine. cional yantigua. Es la historia de una adolescente me- H.E.