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“EL TAWANTISUYO”
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T.P N 5
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dominio incaico este esquema varió, ya que los jefes principales aceptaron la preeminencia del
Sapa Inca y reconocieron el nuevo ordenamiento estatal. Este grupo de señores regionales, a
los que se agregaban los mayores funcionarios del imperio, los sacerdotes y algunos
mercaderes, conformaban la élite del Tahuantinsuyo. Se distinguían de los demás por el uso de
llamativos aros, por lo cual recibieron el nombre de "orejones", cuando arribaron los españoles.
El pueblo, por su parte, estaba constituido por una serie de grupos que desempeñaban
distintas funciones. Ahí se ubicaban los artesanos; los hatun runas, que eran la gran masa
campesina; los mitmaq, súbditos trasladados por los incas para colonizar zonas conflictivas
dentro del imperio; los pescadores y, finalmente, los yanas quienes eran utilizados como
servidores personales de la élite. El pueblo y la élite se vinculaban a través de los curacas
locales y la burocracia estatal
El ayllu era la unidad básica de toda la organización social, cuyos miembros reconocían
antepasados comunes, aunque no constituían ni un clan ni un linaje. Cada ayllu, formado por
aproximadamente cien familias encabezadas por un curaca, poseía tierras comunales que eran
trabajadas por todos sus integrantes. Las familias tenían, asimismo, una porción de tierra
(tupu), para satisfacer sus necesidades. A partir del dominio incaico, los ayllus también
debieron cultivar tierras para el Sol (religión) y para el Inca (estado). La familia, formada por la
pareja y sus hijos solteros, era, en síntesis, una unidad de producción y de consumo dentro de
la cual se establecía la división del trabajo
La conquista del Tahuantinsuyo. Significado
• Invasión del Tahuantinsuyo por los españoles bajo las órdenes de Francisco Pizarro.
• El despojo de sus tierras a la población aborigen, a la que redujeron a cruel explotación.
• La pérdida de su independencia. El Perú pasó a ser colonia de España.
• Inicio del proceso del mestizaje.
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Proceso: Representación del requerimiento según un dibujo del cronista indígena Guamán
Poma de Ayala. El rechazo del requerimiento fue el pretexto para legitimar la invasión
del Tahuantinsuyo.
La Empresa del Levante: Pacto firmado en Panamá que reunió a los llamados socios de la
conquista. Los integrantes fueron Francisco Pizarro (líder y capitán), Diego de
Almagro (encargado de la logística alimenticia y pertrechos militares), Hernando de
Luque (clérigo que gestionó el apoyo económico de Gaspar de Espinosa) y Pedrarias (quien
brindó apoyo político).
Los viajes de Pizarro: Pizarro en total hizo tres viajes
Primer viaje: exploratorio (1524 - 1525)
Partieron de Panamá y llegaron a las islas Las Perlas, al puerto Piñas y puerto del Hambre.
Fueron emboscados por el cacique del fortín de las Piedras. Ahí Almagro pierde un ojo debido
a un flechazo a causa del atraque de los nativos, posteriormente regresan y destruyen el lugar
(pueblo quemado). Este viaje fracasó.
Segundo viaje: descubridor (1526 - 1528)
Llegaron al río San Juan, pero, ante la falta de alimentos y lo hostil del lugar, Pizarro envió
a Almagro por provisiones a Panamá. Secretamente, un soldado envió una copla acusatoria
contra Pizarro y Almagro: "Señor gobernador, miradlo bien por entero allá va el recogedor
(Almagro) y acá queda el carnicero (Pizarro)". El nuevo gobernador Pedro de los Ríos envió a
Juan Tafur a recoger a los expedicionarios. Se produce el episodio de la isla del Gallo,
donde Pizarro se quedó solo con trece hombres (Pizarro desafió a sus hombres, exhaustos y
enfermos, a continuar con la expedición. Solo trece de ellos decidieron continuar, estos fueron
conocidos como los trece de la isla del Gallo). Bartolomé Ruiz capturó una balsa con indios
comerciantes tallanes (posteriores traductores de los españoles). Tras llegar a la altura del río
Santa y comprobar la existencia del Tahuantinsuyo, regresaron a Panamá.
Tercer viaje: invasor (desde 1531)
Desembarcaron en la bahía de San Mateo y de ahí se trasladaron a Tumbes, donde pactaron
con el cacique Chilimasa. Llegan a Piura y fundan San Miguel de Tangarará en 1532 (primera
ciudad española en el Perú). Pizarro recibe la noticia de que el inca se encuentra
en Cajamarca y fue a su encuentro.
Captura y ejecución del inca Atahualpa: Pizarro envió a sus representantes a pedir
audiencia con Atahualpa.
Se ideó un plan para capturar al inca, para lo cual Pizarro ocultó a sus soldados en los
alrededores de la plaza de Cajamarca. El padre Vicente de Valverde realizó la ceremonia del
requerimiento en la cual le pide al inca someterse a la religión cristiana y al rey de España.
Atahualpa rechazó el pedido y Pizarro ordenó el sorpresivo ataque. Los caballos, las
armaduras y el ruido de las armas de fuego facilitaron la captura del inca.
Atahualpa fue juzgado con las leyes españolas y se le halló culpable de idolatría, adulterio y
asesinato de su hermano Huáscar. Fue condenado a morir en la hoguera, pero, a cambio de
que se bautice como cristiano, se le cambió la pena y fue ejecutado mediante el garrote
(ahorcamiento).
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La marcha al Cusco: Pizarro necesitaba reemplazar a Atahualpa y realizó un pacto con los
partidarios de Huáscar. Nombró a Túpac Huallpa (Toparpa) como nuevo monarca
del Tahuantinsuyo. Sin embargo, este sería un inca títere que estaría al servicio de los
invasores. Con él se inició la marcha al Cusco.
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4) Graficar el mapa del Tahuantisuyo
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5) Como fue la organización Social?
El ayllu fue la célula social básica de la organización inca. En él se unían los individuos que
tenían parentesco común por línea paterna. En la cima de la organización social y política
estaba el Inca, gobernante por derecho divino, junto a su familia, ocupaba el lugar más alto
en la Sociedad, podían tener muchas esposas, pero para mantener la pureza de sangre,
debía casarse con su hermana. Ella era la esposa principal o Coya y entre sus hijos se
elegía el heredero (El Auqui ) el que era entrenado en las labores de gobierno
acompañando al soberano en las diferentes jornadas de administración pública y algunas
veces tomaba determinaciones en el co-reinado, de esta manera era preparado para asumir
el gobierno de su padre. El Inca era asistido en su gobierno por selectos integrantes de la
aristocracia llamados “orejones”, y por funcionarios y sacerdotes pertenecientes a la
nobleza. Los “orejones” eran llamados de esta forma debido a los grandes adornos que les
deformaban las orejas. Los Incas tenían una sociedad muy jerarquizada. Existían los
siguientes grupos sociales:
a) El Sapa Inca o Inca: Gobernante con derecho divino junto con la nobleza constituían el
grupo privilegiado, el resto de la población integraba el grupo no privilegiado.
b) La nobleza: Se componía de los familiares del emperador y poseían las mejores tierras.
c) Los curacas: Eran nobles de carácter local, jefe político y administrativo del ayllu, quién
organizaba las tareas agrícolas, hacía de juez y consejero, administraba los bienes, la
mita, los rituales y ceremonias.
e) Las Aqllasqa (Aclla): Eran llamadas también escogidas, eran mujeres de singular
belleza, fueron escogidas en varios lugares del Imperio para servir al Inca o al dios del Sol o
Inti. Existían tres tipos de acllas: Aclla del Sol, Aclla del Estado, Taquiaclla. Su preparación
se llevaba a cabo en el acllahuasi (edificios residenciales de las acllas) donde vivían las
mujeres bajo la vigilancia de las Mamaconas aisladas en un servicio de alto honor. Entre
sus funciones, ejercían un rol importante en el culto, podían llegar a ser mujeres del inca o
ser entregadas a la élite y a los curacas que el inca quisiera privilegiar.
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Estaban organizados en Ayllus o comunidades, pagaban tributo con un sistema de turnos
de trabajo llamado MITA. La Mita era un sistema de trabajo obligatorio por turnos, como
forma de pagar impuestos cada año los mitayos destinaban algunos meses a trabajar para
el Imperio, ya fuera en las minas, en el ejército, en las construcciones, etc.
h) Los Yanacona: Era el nombre que recibían los esclavos de los Incas. Eran siervos,
hombres y mujeres respectivamente. Ellos vendían su trabajo y no tenían vínculo con
ninguna comunidad. Tenían a su cargo el cuidado del ganado de los nobles, la pesca y
estaban dedicados a la alfarería y la construcción. Esta condición de servidumbre era
heredada por sus hijos.
i) Mamacona: Suma sacerdotisa que recluía y vigilaba a las acllas, las vírgenes del Sur
durante el Imperio Inca, para que se dedicaran a su deber religioso. Su centro de acción fue
la casa de las escogidas, dedicada a la preparación femenina para el hogar, las tareas
domésticas o el sacerdocio.
j) Los Mitimaes: Eran grupos de familias extraídas de sus comunidades por autoridades
del Imperio Inca y trasladadas de pueblos leales o conquistados o viceversa para cumplir
funciones económicas, sociales, culturales y políticas.
k) Los Piñas: Eran prisioneros de guerra peligrosos, los cuales estaban destinados al
cuidado de los cocales en zonas insalubres, en condiciones muy duras, ya que eran
castigados por haberse revelado al poder del Inca.
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Se plantea, entonces, una ruptura política e histórica que es, a la vez, un entronque que intenta
continuar y prolongar una imaginaria y conflictiva “historia patria”, excluyendo a los “godos”,
“gachupines” o “chapetones” (extranjeros), pero sin incluir a los “indios” a los “pardos” o a los
“morenos”. El incaísmo tenía una recepción favorable en distintos sectores sometidos a la
dominación peninsular. Para las masas de indígenas (y mestizos postergados) representaba la
posibilidad de una redención racial (ensayada por los levantamientos indígenas de fines del
siglo XVIII). Estas numerosas rebeliones fueron conocidas y tuvieron un importante respaldo
ideológico a través de los pasquines cuya función comunicativa evoluciona de una crítica
velada a un abierto desconocimiento del orden colonial.
El Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII en los Campos Elíseos [1809] atribuido a Bernardo
Monteagudo “el genio sombrío de la revolución americana” según Galván Moreno (1950)8, es
un texto clave que además de ilustrar la siempre conflictiva y productiva relación entre literatura
y política en la entonces Real Audiencia de Charcas, recoge y continúa una rica, aunque
velada tradición incaísta entre intelectuales progresistas de la Universidad de San Francisco
Xavier y la Academia Carolina de Charcas en la actual ciudad de Sucre en Bolivia.
Antes de analizar este fascinante escrito literario–filosófico–político conviene precisar los
conceptos de patria y nación en el contexto colonial. Las definiciones provenían de diccionarios
peninsulares. En el Tesoro de la lengua castellana [1611], Sebastián Covarrubias establece
que patria es: “La tierra donde vino ha nacido”. El Diccionario de autoridades [1726–1739]
confirma y especifica este término como: “El Lugar, Ciudad o País en que se ha nacido”. Patria,
por consiguiente, es indisoluble del lugar de nacimiento; y, por eso, define una identidad de
lealtad asociada en principio a un espacio local pero que puede ser parte de una organización
territorial más extensa: “Como un sentimiento moral la patria tiene un sentido de solidaridad
con la familia, la sociedad local y el lugar. Respecto al lugar este tipo de lealtad territorializada
podía ser una aldea, una ciudad, una provincia, un reino o un imperio”.
Nación era un concepto más ambiguo. En algunas definiciones se infiere a un contenido
territorial, étnico, cultural e institucional asociado a una colectividad con una lengua, historia,
leyes y lenguas comunes: “Reyno, o Provincia extendida, como la nación Española”.
Para esta explicación todo habitante de un espacio geográfico pertenece a la nación sin
importar su origen, su religión, su idioma o sus costumbres y tradiciones. Esta ambigüedad
conceptual se acentúa a principios del siglo XIX con la consolidación de nuevos estados
independientes de España que enfrentan problemas epistemológicos: ¿Pero de qué nación se
trata? El término se presta en esa época a una exaltación no exenta de ambigüedad, pues
remite tanto a una comunidad humana singular como a un nuevo tipo de comunidad política, a
un pueblo de individuos–ciudadanos. En esa época ninguno de los sentidos del término puede
predicar con certeza las realidades latinoamericanas. Buena parte de la historia
latinoamericana contemporánea lleva la marca de los conflictos provocados por esas
soberanías rivales. Sólo el Brasil escapa a la fragmentación política mientras que la América
hispánica estalla en una pluralidad de estados.
La imprecisión y vaguedad de “nación” justificaba, incluso entre las capas intelectuales, la
“justeza” de la lucha por la independencia “americana” localizada en regiones unidas por un
imaginario común: el imperio incaico. Era suficiente y más conveniente “saber” — así fuese
vagamente— por qué y para qué se luchaba (“América” o “patria”) que precisar los alcances o
limitaciones de un término de por sí conflictivo e imposible de clasificar. En efecto, “nación” es
un concepto tan resbaladizo que muchas veces se confunde con “Estado” o con un grupo
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étnico10. Lo único seguro es que, al igual que la “novela”, es una idea inacabada: en proceso
de construcción.
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cambio moderado. En 1960-1965, por otra parte, las violentas conmociones que agitaban los
Andes peruanos situaron a los campesinos de las comunidades entre los actores principales
del proceso de ocupación de las tierras de los grandes latifundios serranos, en nombre de la
recuperación de las tierras usurpadas a su comunidad por la voracidad de los latifundistas
vecinos. El 17 de febrero de 1970, finalmente, el actual gobierno de las Fuerzas Armadas
promulgó un nuevo Estatuto de Comunidades Campesinas, propugnando que estas adopten el
sistema cooperativo de producción.
La comunidad de indígenas es una creación colonial, es decir que en sus orígenes es el
resultado de una imposición y no de una elaboración propia. Estos hechos hoy indiscutibles
deben sin embargo ser enfatizado una y varias veces, a fin de enfrentar la predica ideológica
de un cierto indigenismo, según el cual estas comunidades serían la presencia viviente, en
pleno siglo XX, de los antiguos ayllus de los Incas. En tanto creación colonial, su estructura y
las posteriores transformaciones de la misma deben pues ser entendidas a partir de su
particular situación en el Perú colonial de los siglos XVI al XVIII.
La sociedad Inca en el momento de la conquista, como se señaló en las páginas anteriores,
empezaba a adoptar formas de desarrollo esencialmente nuevas, en la medida en que su
modelo tradicional de funcionamiento no podía dar respuesta satisfactoria a las nuevas
tensiones internas, las que nacieron, en parte, por el incremento del peso del Estado. La
aparición de nuevos grupos como los yana, las aklla y los mitimaes, por una parte, y la
aparición segmentaria de la propiedad privada de los principales recursos, por otra parte,
fueron los signos y los comienzos de estos cambios. La irrupción de los españoles dentro de
este proceso, significó la aceleración de estos cambios. Con una diferencia fundamental. En el
primer caso, se trató de cambios al interior del mismo modelo, nacidos de la tensión interna del
mismo; los cambios impuestos por la conquista, los nuevos y los que no eran si no la
acentuación de un proceso anterior, en cambio, se producen y se desarrollan dentro de un
marco social totalmente ajeno al mundo andino. Pero la palabra cambios es demasiado débil
para dar cuenta del virtual derrumbe de la civilización andina, ya que la conquista hispánica no
fue cualquier tipo de conquista, como tampoco se limitó a la sola apropiación material de los
recursos de aquella sino que condujo a una destrucción virtual de los fundamentos materiales y
espirituales del mundo andino. Al afirmar este juicio no se trata en modo alguno de reeditar o
rejuvenecer la leyenda negra que acompaña la conquista; no se trata tampoco de emitir o de
confirmar condenas morales: simplemente, de analizar los resultados objetivos de un hecho
histórico de una importancia considerable.
No existe hasta ahora ningún estudio serio sobre la historia demográfica de la población
andina. Cálculos más o menos razonables concuerdan en atribuir al espacio andino, en tiempo
de los Incas, una población entre los doce y diez millones de habitantes. Ahora bien, en 1560
esta población descendió a dos millones y medio, para finalmente cae era a millón y medio de
habitantes en 1590. Un descenso de tal naturaleza, en la proporción de 10 a 1 y en menos de
50 años, no tiene prácticamente ningún paralelo en la historia. Conviene sin embargo señalar
que este derrumbe no afectó por igual a todas las regiones andinas.
Cálculos recientes de Nathan Wachtel (1972: 137-139) permiten concluir que las regiones más
afectadas fueron las del Norte, donde la población decayó en un 60%, mientras que esta
proporción en las regiones centrales fue del 30% y sólo de un 13% en las regiones del sur
andino. La situación excepcional de esta área, más tarde dependiente de la audiencia de
Charcas, se explica porque su población india estuvo sometida directamente al control de la
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Corona española y no a los encomenderos, como era el caso en las otras regiones del Perú,
Pero no es sólo una cuestión de descenso de cifras, por muy brutales que ellas puedan ser.
Una caída demográfica de esta naturaleza tuvo su repercusión inmediata en la dislocación
absoluta de todas las formas de organización tradicional de la población andina. En una
palabra, al desaparecer nueve de diez familias, es toda la estructura andina de parentesco que
se encuentra irremediablemente comprometida y profundamente alterada. Si se recuerda que
el parentesco organizaba no solamente la vida social de los indios, sino también la económica,
la política y la espiritual, en una profunda e inextricable unidad, entonces uno puede
comprender el sentido y la fuerza conmovedora de estos lamentos.
Las reducciones de Toledo o el nacimiento de la comunidad de indígenas colonial Es pues,
sobre el trasfondo de una profunda crisis colonial que el Virrey Toledo empieza a diseñar la
primera política colonial. Esta política, básicamente, debía perseguir un doble objetivo: por una
parte, rescatar para la Corona el control político indiscutible sobre las tierras americanas y, por
otra, crear los mecanismos necesarios para una eficiente explotación económica de las
colonias.
De diferentes maneras el logro de estos objetivos suponía una redefinición del problema de la
población conquistada. En otras palabras, en el horizonte de la política toledana figuraba el
reemplazo de las encomiendas por las haciendas y las minas, en tanto centros de explotación
económica y, manteniendo celosamente la división entre las "repúblicas" de indios y de
españoles, la constitución de las instancias administrativas y jerárquicos de control global e
independiente de los estamentos de la social colonial. Para los indios, la institución pensada
para cumplir esto objetivos fue la reducción, mientras que el corregimiento establecía el nexo
entre ambas "repúblicas".
"Reducir" significó concentrar la población india que permanecía dispersa como consecuencia
de la crisis demográfica y la desorganización nacida con la conquista. Esta consolidación del
desarraigo provocó nuevas conmociones entre la población india, al mismo tiempo que su
traslado posibilitaba que la administración colonial o españoles particulares tomasen las tierras
abandonadas. La primera reducción se establece en 1557, era el Valle de Lima, por el marqués
de Cañete, quien reduce a las parcialidades de Lima, Maranga y Huatica para formar el pueblo
de Santa María Magdalena de Chacalca, pero es el Virrey Toledo quien emprende a base de
ellas una política más orgánica. Durante su administración, en efecto, fueron organizadas 614
reducciones con una población total aproximada de un millón y medio de tributarios. La
organización interna de estos grupos se inspiró directamente en el funcionamiento de los
pueblos españoles y en el cual se incorporaron subsidiariamente ciertas instituciones andinas.
Así emerge históricamente una de las instituciones clásicas de la sociedad rural de los Andes.
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Las fuentes hispánicas tempranas no dejan dudas acerca de la habilidad incaica para
estructurar la defensa, la producción y la administración basadas en dos formas básicas de
prestaciones de servicios:
1) la mita o trabajo por turnos, que implica solo el desplazamiento temporal para cumplir con la
obligación impuesta, sea esta "civil" o "militar"; y
2) el mitimae o la instalación permanente de colonos agrícolas, artesanos especialistas o
soldados, en centros, tierras o fortalezas administrados directamente por el Tawantinsuyu.
Incluso hubo gente destinada a integrar guardias o batallones especiales y permanentes en un
ejército casi profesional. En algunos casos, ciertas categorías de mitimaes, entre ellos los
militares, pudieron gozar de privilegios especiales.
Son conocidos también como mitmakuna o mitmaqkuna. Fueron grupos de familias separadas
de sus comunidades por el Imperio inca y trasladadas de pueblos leales a conquistados o
viceversa para cumplir funciones económicas, sociales, culturales, políticas y militares.
Nos interesa analizar el NOA como parte de una unidad política-económica y étnica del
Qollasuyu, que habría sido anexado por Topa Inca según sostienen cronistas como Betanzos,
Cieza y Sarmiento de Gamboa y que se extendía por el Altiplano, los valles mesotérmicos
intermontanos, el piedemonte, las montañas, el desierto de Atacama y las yungas. Para el NOA
llama la atención la escasez de datos en la obra de los cronistas. Si bien hay razones históricas
vinculadas al tipo de ocupación hispánica, lo cierto es que las noticias sobre la conquista inca
son muy vagas en cuanto a detalles sobre las particularidades de su dominio en esta región;
las cuales son indirectas y casi circunstanciales. El NOA presenta una gran diversidad
ambiental, ya que conforma un variado mosaico donde alternan espacios elevados con áreas
bajas y ambientes húmedos con semiáridos. Las precipitaciones, de tipo monzónico,
disminuyen en una secuencia climática de este a oeste y de norte a sur.
Las principales unidades ambientales, para este sector de los Andes, son la puna, los valles y
las yungas. La puna fue una zona de intenso tránsito desde y hacia los diferentes ambientes
que la circundan y era atravesada como paso obligado entre los oasis del norte chileno, único
nexo con la costa pacífica, y los grandes valles y quebradas que se interponen y que
comunican con la selva y el Chaco. Otra característica importante es que en estas latitudes se
modifica la relación altura/clima si la comparamos con los Andes centrales. Los pisos
equivalentes a los “quechwas”, en general, se encuentran entre los 1700 y los 2300 msnm los
cuales, por su clima y el manejo de las técnicas agrícolas, son aptos para los cultivos meso
térmicos como maíz, poroto, pallar, zapallo, ají, calabaza y achira. Los valles más altos, cuya
cota promedio es de 3000 msnm, son más aptos para los vegetales microtérmicos, como la
quínoa, papa, oca y ulluco.
En el área de estudio, durante el periodo inmediatamente anterior a la expansión inca, que se
denomina Desarrollos Regionales, PDR, (900-1400 d.C), de acuerdo a la secuencia cro-
nológica del NOA, establecida por Alberto Rex González a fines de la década de 1950, habría
existido un estado de conflicto (aunque no necesariamente constante), fragmentación política y
el surgimiento de jerarquías sociales no desarrolladas, que se materializa en la aparición de
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asentamientos defensivos, los pukara, refugio temporal y/o de ocupación permanente, como
consecuencia de un fuerte crecimiento demográfico y la aparición de sociedades con territorios
bien controlados y defendidos en todos los oasis de puna y valles mesotermales, además de
armas, parafernalia de guerra, iconografía y evidencia de trauma en restos humanos.
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