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En estos ejemplos puede notarse cómo el narrador juega con nosotros, divagaba que,
quizás sí, quizás no, sea el destino de Mendizábal morir allí. Durante toda la obra
Mendizábal cree ser el verdugo de Külpe, sin embargo, no puede encontrarse más lejos de
la verdad: Es Külpe quien lo acecha, quién depreda a Mendizábal, es quien ha trazado el
espacio perfecto —el lugar de su infancia— para acabar con él. Nosotros estamos
presenciando una ejecución, la ejecución de Mendizábal y estos son sus últimos días. El
narrador es consciente de esta información que aún no nos revela, mas deja "migajas",
"guiños", "signos" al lector que en una primera lectura son pasados por alto, pero que en
una relectura cobran un significado.
El narrador no solo presta atención a los acontecimientos que narra, también hace énfasis
en ciertas palabras u oraciones, marcándolos con cursiva bastardilla. Pero…
—Hola.
—¿Cómo estás?
—Bien, ¿y tú?
Este saludo no lo he creado yo, ni tú ni nadie en particular, puede ser encontrado en ciento
de miles de textos escritos y orales, quizás alguien esté empezando una conversación de
esta misma forma, y es porque el habla nos introduce estas fórmulas verbales para
comunicarnos, las cuales aprendemos durante nuestro desarrollo en la comunidad
lingüística. Los hablantes nos construimos en base a lo que escuchamos, a lo que leemos,
oímos y no podemos evitarlo, es más, no tenemos control sobre el lenguaje, el lenguaje
tiene control sobre nosotros.
Debido a esto, el narrador de Últimos días de la víctima intenta tener dominio sobre lo que
narra, utiliza la "heterogeneidad discursiva mostrada", propuesta por Jacqueline
Authier-Revuz en 1954. Es decir, selecciona ciertas partes del texto a fin de señalar que es
un discurso ajeno a este. Como por momentos selecciona elementos importantes y otros
más bien al azar, probablemente lo haga para depistar al lector, tal cual lo hacía Jorge Luis
Borges en sus obras. Este narrador intenta de forma constante mantenernos distraídos de
los hechos que ocurren tras el telón de la trama principal.
Ricardo Piglia (1941-2017), escritor, crítico literario y teórico, ha propuesto que toda buena
historia cuenta, en realidad, dos historias: La historia "A", la superficial, la que el lector
puede percibir a simple vista, y la "B", que se encuentra latente, de forma tácita, que el
lector no persive hasta el final de la obra. Últimos días de la víctima sigue esta propuesta:
Hay una historia "A", Mendizábal persiguiendo a Külpe, y una historia "B", Külpe
persiguiendo a Mendizábal, esta última no se revela hasta las últimas dos hojas de la
novela.
TAREA:
Encontrar algunas inferencias ilógicas de Mendizábal en Últimos días de la víctima.