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Las cuatro claves de la condición humana.

Un reconocimiento de las características

del hombre para ser investigadores con sentido crítico y estético

La investigación en el ámbito de las humanidades requiere conocer cada una de las


características distintivas del hombre. Tal situación se da por cuanto los estudiantes y
académicos de estas áreas abordan la producción artística e intelectual de otros seres
humanos, lo que conlleva que el enfoque de los estudios se deba fundamentar en una
profunda conciencia sobre aquello que le da humanidad al homo sapiens en relación al resto
de animales. Por tal motivo, a continuación se explican con brevedad cuáles son las cuatro
claves fundamentales de la condición humana. De esta manera se pretende fomentar la
reflexión en torno a la relevancia de estas nociones para llevar a cabo investigaciones en el
campo de las humanidades y, sobre todo, de la literatura, en la que la experiencia estética
no se puede comprender sin los conocimientos plasmados en esta relatoría.
La primera particularidad del ser humano es que el hombre es el ser de la brecha.
Esta noción proviene de la filosofía de los umbrales de Walter Benjamin. Para comprender
el concepto, primero hay que tener en cuenta sus bases fundamentales. Estas son: a) el
humano, al tener una vida finita, es un ser del límite; b) el hombre vive la experiencia del
pasaje: desde el momento de su nacimiento, cualquier persona está en un pasaje temporal
cuyo destino final será la muerte. A partir de esto, Benjamin plantea que el ser humano está
en la brecha o ruptura del límite. La esencia del hombre no permite que este se encuentre ni
más allá ni antes de los límites que se le han impuesto.
La segunda característica distintiva de la humanidad tiene que ver con el hombre es
el ser del orden. Según el profesor Víctor Bravo, Musil explica que “el hombre no sabe
vivir sino según un orden” (2005, p. 13). El profesor Víctor Bravo expone también que
“Ese orden proporciona horizontes de presuposiciones y normalidad, y se cohesiona en la
tendencia identitaria de sus elementos, establece correspondencias entre esas tendencias
identitarias y el bien y la moral” (p. 13-14). El orden, asimismo, es el que garantiza que se
limiten las acciones que las personas pueden llevar a cabo en sociedad. Ese límite se
evidencia en la forma cómo la libertad se subyuga ante las leyes racionales del Derecho.
En tercera instancia, se hace necesario exponer las nociones básicas de Nietzsche
sobre la naturaleza humana. En el párrafo anterior, se planteó que el hombre requiere de un
orden para vivir en sociedad, para evitar el caos y la barbarie en las relaciones humanas y
para formar una identidad. Sin embargo, no se puede obviar que el ser humano, tal y como
considera el filósofo alemán, es un animal no fijado con una naturaleza que no es
permanente en todo momento. Esto genera, de inmediato, que el hombre también sea el
animal de la paradoja: la humanidad necesita un orden, pero, al mismo tiempo, la esencia
misma de cada persona no permite que ese orden sea fijo y estable, porque la naturaleza del
hombre no funciona de esta manera.
Por último, cabe resaltar la consideración de Heidegger sobre la diferencia del
hombre respecto a los objetos y los animales partiendo de la relación que cada uno
establece con el mundo. El alemán postuló sobre este tema tres tesis: “1) la piedra (lo
material) es sin mundo; 2) el animal es pobre de mundo; 3) el hombre configura el mundo”
(Heidegger, 2007, p. 227). El autor, al emplear el concepto “configuración del mundo”,
quiere decir que el hombre: a) produce el mundo; b) da una imagen, una visión de él; c) lo
destaca. Este proceso es innato de la condición humana.
Al repasar estas nociones fundamentales, se evidencia que la esencia del ser
humano está marcada por características que parecen contrarias y conflictivas entre sí. El
motivo de esto es que el hombre ha de apegarse a un orden y, a su vez, tiene la capacidad
de configurar el mundo que lo rodea. No obstante, por su naturaleza no fijada y paradójica,
muchas veces resulta el orden y la configuración del mundo resultan insatisfactorias debido
a los cambios que sufre la humanidad, por lo que la sociedad se ve obligada a crear
postulados nuevos y reconfigurar su visión del mundo. A esta dificultad hay que sumarle
que el ser humano tiene una existencia finita cuyo destino ineludible es la muerte. Este
reconfiguración constante del orden, la identidad y la percepción del mundo puede resultar
angustiante, ya que ha sido perenne en la historia de la humanidad y no parece que nada
vaya a cambiar dicha situación.
Así pues, con el fin de que no se navegue a la deriva y se intente encontrar un
camino para seguir, comprender las modificaciones en la configuración del mundo y, con
ello, dejar un legado que nos permita superar los límites impuestos en tanto seres de la
brecha, debemos transitar el camino del conocimiento. Y, para afrontar este proceso, se
hace necesario formar la caja de herramientas que nos garantizará un trayecto menos
dificultoso por las aguas del saber.

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