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Política
Dr. RILDO CAMPANA AÑASCO
La política es una ciencia por el hecho de ser una disciplina autónoma e independiente, con una
estructura sistemática y teórica propia. La autonomía de la ciencia política se refiere a una
reflexión particular sobre la política. Tiene el status científico porque ha alcanzado un nivel
especializado sobre lo político, con un objeto de conocimiento autónomo respecto de otras
disciplinas sociales. La ciencia política no es una ciencia especulativa en el estricto sentido de la
palabra, sino más bien una ciencia fáctica que pretende validarse a partir de la contrastación de
sus enunciados con la realidad.
Mediante la política se pueden encontrar formas para dirimir y solucionar los conflictos
que existen en toda actividad humana, que entrañan cooperación para la producción y
distribución de bienes y recursos. Todos estos diferentes aspectos de la política son temas
apropiados de la ciencia política. Con ella se examinan los intereses que se disputan en la política,
los actores participantes en ella, la naturaleza de los Estados y las naciones, las variedades del
pensamiento político, las funciones y estructuras del sistema político, el desarrollo,
administración y ejecución de las políticas, la toma de decisiones políticas y la evaluación de la
actuación política.
Según Max Weber distingue dos acepciones del término política, En un sentido amplio,
política es toda actividad directiva autónoma de cualquier grupo o comunidad, diríamos que es la
línea específica de su conducta: así puede hablase de política de una empresa, política de un
sindicato, etc. Con un mayor rigor y en un sentido más restrictivo se considera política solo la
dirección o la influencia sobre la dirección de una asociación política, es decir, en nuestro tiempo
de un Estado.
Así, se plantea una propia definición de política, entendida como actividad relacionada
con la adopción, de medidas o decisiones autoritarias sobre el modo de vida de la comunidad. La
política tiene que ver con la intervención, la preparación, la participación, critica, oposición, apoyo
de la adopción de medidas o la toma de decisiones. La política es, en efecto, una actividad dirigida
a reformar o mantener la realidad en un determinado sentido. Estas decisiones se cualifican por
su objeto, se refieren al status vivendi de la comunidad, son, por consiguiente, generales e
interesan a todo el grupo directa o indirectamente, se dirigen efectivamente al bien común o al
interés general de la sociedad.
Para Aristóteles el ser humano es un ser racional y un ser social, binomio que se apropia
de la función comunicadora de la palabra como fundamental para expresar lo que será justo o
injusto en la sociedad, lo que es valioso o no entre los hombres, lo que es dañino o bueno para el
bien común, conceptos que se irán desarrollando en cada ser desde la familia hasta su inserción
en la ciudad. (cfr. Aristóteles, 1982). En la Política, se dirige al ser humano como el zoon politikon,
el animal político, es decir, el que se socializa, en este sentido, para Aristóteles, el tener una vida
política y formar parte de la polis eran una misma actividad, que el hombre era político no
significaba una acción más en su vida, sino desde ella se definía, la política era una actividad
inherente a la naturaleza humana. Los ciudadanos formaban parte de las asambleas, pero se
encontraban sujetos a una autoridad y quienes no se dedicaban a ella, se consideraban seres
inferiores.
con otros animales-, debilidad que se soluciona a través de la razón con la que cuenta el ser
humano. Pero ella, no le basta sino requiere de los demás, de manera que está destinado por su
naturaleza a vivir en sociedad, lugar donde ha de realizarse. Es así, que el hombre ya no sólo
buscará su propio bien, sino, el bien común, aquel que pertenece a todos (cfr. Tomas de Aquino,
1995), quedando planteado así uno de los problemas centrales de la filosofía política: la relación
entre lo particular y lo universal, el individuo y la comunidad (cfr Dri Rubén 2000).
Hobbes afirma que el peor enemigo de un hombre es otro hombre, expresando así su
concepción de ser humano: de hombre es el lobo del hombre y sostiene que, al convivir con otros
hombres, lo vuelve peor. Desde esta postura construye el concepto de política relacionándola con
quien detenta el poder del gobierno, poder entendido como los medios para mantener una
ventaja, la política todo lo previene y todo lo genera (cfr. Hobbes 1980).
Para Kant (1974) la política nuevamente está ligada a la moral, no puede haber disputa
entre la política como aplicación de la doctrina del derecho y la moral, que es la teoría de esa
doctrina; no puede haber disputa entre la práctica y la teoría. Es necesario relacionar el concepto
de derecho al de política como su condición, así se concibe a un político moral –en la obra La Paz
Perpetua- como quien tiene en cuenta los principios de la prudencia política compatibles con la
moral; mas no se desarrollará así, en un moralista político, es decir, alguien que se forje una moral
aplicable a un fin especial, como, por ejemplo, una moral favorable a las conveniencias del Estado
(cfr. Kant, 1974). En esta misma obra, nos muestra la máxima que ha de regir a los políticos –en
especial a los gobernantes-: si en la constitución del Estado hay vicios que no pueden evitarse, se
deben solucionar según el derecho natural, tal y como la idea de la razón lo presenta –a los ojos-
aunque para ello, tenga que vencer su egoísmo.
Las referencias más utilizadas para la identificación de la actividad política es la relación de ésta
con el bien común, ya se utilice esta expresión u otra que en cualquier caso indica la dimensión
«global», general o colectiva de la política. En efecto, la prosecución del interés público, nacional,
bienestar general u otros se predica hoy en día de la actividad política, como antes no dejó de
utilizarse su conexión con la «razón de Estado».
No es difícil explicar esta referencia por su virtud legitimadora: la actividad del gobernante
pretende justificarse en razón de su orientación al bienestar general, y la propia racionalidad de
la ley se hace residir en su congruencia con la idea que la comunidad se hace de su conveniencia.
No es casualidad que el partidismo se equipare a la acepción más desacreditada de lo político. Sin
embargo, esta universal utilización del concepto de bien común no se acompaña de la
correspondiente claridad que no es nada fácil de alcanzar.
Ocurre con la idea de bien común en el orden político lo que sucede con la de justicia en el
orden jurídico, que la tarea de su definición deviene imposible. Es, en efecto, difícil alcanzar una
comunis opinio sobre la idea de bien común o de justicia de modo que se obtenga de una vez por
todas y para siempre el paradigma respecto del que juzgar sus concreciones históricas en las
situaciones que conocemos. Seremos capaces de alcanzar una definición formal de dichos
conceptos —del tipo del suum cuique tribuere, pero la tarea de conseguir un acuerdo sobre su
contenido mínimo será imposible. Ello, como veremos no debe implicar la consideración de estos
conceptos como inútiles, pues, aunque no alcancemos una idea definitiva del bien común, sí que
podemos apreciar la proximidad o alejamiento del mismo de órdenes políticos concretes; del
mismo modo que la no posesión de la idea de justicia no nos impide reconocer determinadas
situaciones como más o menos injustas que otras.
Efectivamente, el pensamiento político griego gira en torno a una idea muy próxima: la de
la vida buena en la ciudad. La sabiduría de la vida buena —conocimiento sólo dado a unos pocos—
os el verdadero título de gobierno en el pensamiento platónico. Para Aristóteles la vida buena —
la vida verdaderamente humana— solo será posible en la ciudad: la ciudad es el ámbito en que se
posibilita el desarrollo verdaderamente humano del hombre. Quien puede prescindir de la ciudad
o es más que un hombre —dios— o es menos que un hombre —una bestia.
El concepto del bien común sigue siendo importante en el pensamiento utilitario del siglo
XIX, si bien aparecerá como la mera suma de los bienes o los intereses particulares. Como es
previsible un conflicto entre intereses privados, Bentham considerará objetivo del gobierno la
consecución no de la felicidad de todos, que sería imposible, por cuanto la felicidad egoísta de
algunos causaría la desgracia de muchos, sino la «mayor felicidad del mayor número».
La política en tanto actividad reflexiva se extiende a toda persona como miembro que
conforma a una sociedad: se participa en las actividades que determinan la forma de gobierno, en
las condiciones que permiten o no el ejercicio de la elección libre, en el establecimiento de la
justicia... La política es un ámbito de lo más propio, tiene que ver la consideración de nuestra
libertad, en el sentido de una “actitud política” o sea, el establecer acuerdos con los otros sobre
aquello que nos afecta en común, se refiere a cómo se organizara la existencia del grupo social, ya
que “para ser plenamente humanos se tiene que vivir entre humanos, es decir, no sólo como
humanos sino también con los humanos, necesariamente en sociedad. Ya no es posible que se
desentienda uno de la sociedad humana a la que pertenece, y menos hoy [en época de
globalización] que ya no es del tamaño de mi barrio, ni de mi ciudad, ni de mi nación, sino que
abarca el mundo entero, hoy más que nunca los hombres no viven aislados y solitarios sino juntos
y en sociedad.” (Savater, 2004 p 15)
Al decir que “cada quien es libre de votar por sus candidatos” ¿qué significa ser libre?, libre
sólo aquel que con pleno conocimiento de todas las opciones elige lo que es mejor para sí y en este
caso: para todos. Para elegir conscientemente se necesita algo más que tener credencial de elector
y asistir a las urnas. En última instancia el compromiso es como persona y por lo tanto como ente
social, a colaborar para erradicar la injusticia en la que hoy viven los peruanos y en especial los
más necesitados.
Reflexionar sobre la política, sino es una obligación, por lo menos es un derecho y un deber
de todo sujeto social. Es imperativo participar en la forma en la que se establece el orden, cómo
se detenta el poder y la autoridad; porque, no solo hay que añorar la paz, la estabilidad y la
armonía, sino hay que hacer algo para instaurarlas, esto es, NO hay que participar de cualquier
modo, los cambios sociales los realizan individuos con conciencia política que buscan resolver
conflictos, hay que tomar posición para convertirse no sólo en un observador de los fenómenos
políticos sino, desde la muy particular forma de estudiarlos, participar con las propias destrezas
en su solución; porque no solo se es afectado sino causa de ellos. Participar en las soluciones no
nos transforma de una víctima más de la situación del país, sino en un actor reflexivo de lo que en
Perú está sucediendo en bien de las mayorías.
El espacio político surge desde los griegos en el ágora que se constituye como un lugar
público donde la vida política podía tomar forma: apto para la disputa, la oratoria, espacio común
donde son debatidos los temas de interés general como la ética y la educación, porque el terreno
político era para el griego el terreno de lo común, hacer política era participar en la vida en común,
una obligación de cada ciudadano para consigo y con los demás; renunciar a hacer política era
renunciar a gobernarse y por tanto, a ser libre (Rossi 2002 p 62); pasó este espacio político entre
los romanos al foro y en la sociedad actual el lugar público donde se delibera es en los medios
masivos de comunicación: el televisor -presente en la mayoría de los hogares peruanos- que se ha
convertido en el campo de batalla, en una sociedad cada vez más masificada, pero a través de él,
se gana el poder. Ahora la política tiene que adaptarse a un lenguaje mediático: simplificando el
comunicado personalizando la política y el predominio de los mensajes negativos de desprestigio
del adversario sobre los positivos que tiene poca credibilidad.
Hay que entender y teorizar lo que la política es, pero a fin de cuentas ¿qué está sucediendo
en estos tiempos entre nuestros políticos? calumnias, críticas y ataques de todo tipo ¿con eso están
conformando la política peruana actual?, algunos piden menos controversia y más propuesta, sí,
pero ¿para qué propuestas vacías? ¿Promesas vanas? ¿Les creemos? La pregunta real es ¿quién o
bajo qué ideología se está realmente gobernando a Perú?, ¿se vota por quien se está seguro forjará
principios en bien de los peruanos o se piensa “este es el menos peor”? A fin de cuentas, en la
práctica ¿qué está haciendo la política peruana? Y ¿quiénes se están beneficiando con ella? Sobran
ejemplos de quienes detentan hoy el poder político y han desencadenado incredulidad en la
ciudadanía ante su inconsistencia al cambiar de partido fácilmente en tanto éste no responde a
sus propios intereses, defendiendo con nueva bandera la misma lucha que se alternaba en la
ideología contrincante.
POLÍTICA E IDEOLOGÍA
Ideología
Las ideologías políticas son un conjunto de ideas o postulados que buscan regir todo el conjunto
de instituciones políticas de un Estado, una sociedad o una población. Estas ideologías no
funcionan solo en un momento determinado, por el contrario, buscan perdurar en el tiempo y
nacen como respuesta, la mayoría de veces, a otra ideología política en furor en una época
determinada.
Puede afirmarse que la mayoría de las ideologías políticas nacieron luego de finalizado el
periodo feudal (siglo XIV), como lo prueba el liberalismo, que nació gracias a las transformaciones
sociales, económicas, culturales y políticas del Renacimiento; en contraposición a esta ideología
nació el socialismo, que precisamente critica los fundamentos teóricos del liberalismo económico.
Como ejemplos de ideologías podrían nombrarse al nazismo, al fascismo y al liberalismo, entre
otras.
comunidades que de esa manera representan sus intereses fundamentales. La teoría que explica
tales creencias ideológicas es compleja y multidisciplinaria, y puede ser resumida como sigue:
Las ideologías son explicadas en términos sociocognitivos más que emocionales, porque
ellos son por definición socialmente compartidos, y en nuestra definición de emociones, sólo las
personas individuales y no los grupos pueden tener, emociones basadas físicamente. Cuando a
veces hablamos de ideologías del "odio", como es el caso de las ideologías sexistas o racistas, no
hablamos de emociones, sino de evaluaciones negativas (opiniones) compartidas. Las emociones
son temporales, contextuales y personales; son acontecimientos fisiológicamente basados, y
cognoscitivamente interpretados.
Ideología y política
Algunas ideologías son idealistas y otras materialistas, y entrañan una forma de ver el
mundo muy particular. Desde el punto de vista filosófico, las ideologías entienden y valoran de
distinta forma la libertad, la justicia social, el equilibrio entre la libertad y la autoridad, las
tensiones entre la libertad y la igualdad, la organización del Estado, sus fines y función en el
proceso económico de la sociedad, los linderos del concepto democrático, la organización y
participación popular, la distribución del ingreso, los límites y responsabilidad social del derecho
de propiedad y otros temas cardinales de la convivencia humana.
En los últimos tiempos, se ha dicho una y otra vez que las ideologías han muerto. Esto es
falso, y peligroso. Falso, porque las ideologías están indisolublemente ligadas a la teoría y práctica
del gobierno de los pueblos. Sin ellas, la tarea de gobernar no pasaría de ser una tosca faena
artesanal, sin trascendencia ni significación histórica. Y peligroso, porque alienta, entre otras
anomalías políticas, el golpismo ideológicamente amorfo, surgido de cualquier aventura
cuartelera de media noche, o el populismo que es el arrebañamiento de las multitudes, sin brújula
ni bandera, en torno de ese hechicero del siglo XXI que es el caudillo populista, en trance siempre
de ofrecer el paraíso terrenal a la vuelta de la esquina.
La distinción entre Izquierdas y Derechas se remonta a la Revolución Francesa (1789), cuando los
diputados debían decidir si el Rey podía prohibir una ley (mecanismo de veto real) o solamente
retardarla (veto suspensivo). Los que estaban a favor del veto se ubicaron a la derecha del
presidente de la Asamblea, y los que estaban en contra se ubicaron a su izquierda. Los aristócratas,
defensores del antiguo régimen (Monarquía) fueron quienes votaron a favor del veto, con el
objetivo de limitar los poderes de la Asamblea. La derecha se convierte así en el emblema de los
conservadores.
La Izquierda
La izquierda propone invertir la perspectiva. Constata que no todos partimos en la vida con las
mismas armas, y que la capacidad autorreguladora del mercado no funcionará a menos que todos
arranquemos con las mismas oportunidades. Propone que cada uno disponga desde el inicio de
un capital financiero, cultural y simbólico equivalente. Es por ello que las cuestiones sobre
educación, protección social, infraestructura y vivienda están tan presentes en su discurso.
La Derecha
Para la derecha, la iniciativa individual es el motor de la sociedad. El deseo de tener éxito, las
ganas de enriquecerse, la voluntad de escalar socialmente son las motivaciones que la derecha
reconoce como los principales motores de las iniciativas individuales, las cuales deben ser
favorecidas por el Estado dándoles los medios para que florezcan sin ningún tipo de trabas.
Las ideologías de Derecha están a favor de una limitación del rol del Estado y para proteger
las libertades individuales. Se oponen a los cambios culturales y sociales, pero son favorables a
una economía liberal. Este deseo por conservar el orden establecido hace que los partidos de
derecha sean calificados como conservadores. La derecha se ha diversificado y en la actualidad
agrupa a los liberales, los demócrata-cristianos, los conservadores, etc. La extrema derecha
Para decirlo, en resumen: la derecha piensa que para que la sociedad mejore, los
individuos deben mejorar. La izquierda, por el contrario, piensa que para que los individuos
mejoren la sociedad debe mejorar. La derecha parte del individuo y considera que una sociedad
harmoniosa es el fruto o la suma de los logros y del bienestar de todos los individuos. La izquierda
toma el camino contrario y considera que solamente puede haber bienestar individual en el seno
de una sociedad harmoniosa, y para ello los logros colectivos son más importantes que los logros
individuales.
El Centro
Las ideologías centristas comparten algunos valores de izquierda (como la redistribución de las
riquezas) y de derecha (como la defensa de las libertades individuales), llamándose centristas
porque se ubican entre las ideas de izquierda y de derecha. El liberalismo es un ejemplo de
ideología centrista.
El profesor Raphael (1996, p. 13) escribe que la filosofía tiene dos funciones primordiales: la
aclaración de conceptos y la valoración de las creencias. Así, el papel de la filosofía política
consiste en buscar una justificación racional de los diferentes problemas planteados en la
sociedad. Esto lo hace por medio de dos criterios: el de la coherencia lógica y el de la concordancia
con los hechos. Así, el filósofo político se vale de una interpretación lógica de los presupuestos de
una teoría política y los confronta con los datos empíricos que, a su vez, extrae de la realidad. (pp.
18-20).
En esa línea, Raphael (1996, pp. 16-19) considera que la filosofía política –y las demás
ramas de la filosofía práctica– tiene como finalidad establecer un juicio acerca de si determinados
principios y creencias son buenos y justos para el hombre y la sociedad. No si son verdad, toda
vez que “no se trata de determinar qué es verdadero o falso, sino de establecer qué es correcto o
incorrecto, bueno o malo”. La razón es que los valores no son hechos, y aunque lo fueran, no existe
un procedimiento para decidir en un conjunto de valores en conflicto, cuál ha de ser considerado
objetivo o fáctico.
La ciencia política
La ciencia política comienza a separarse del tronco común de las ciencias, que es la filosofía,
cuando se ve en la necesidad de lograr una comprensión más “real” de la política. Muchos
atribuyen a Maquiavelo y sus obras el haber logrado lo anterior, aunque no existe un consenso al
respecto.1 En lo particular considero a la ciencia política como una ciencia relativamente joven (y
de hecho lo es), que ha podido desarrollar con el paso del tiempo su propia metodología debido al
intercambio interdisciplinario que existe en las ciencias sociales, aunque sigue tomando de ellas
lo que considera necesario para realizar sus actividades. Me atrevo a afirmar que la ciencia política
no es tanto “ciencia” por su metodología, más sí por su objeto de estudio.
En los últimos años, la filosofía política, esta actividad corre de nuevo el riesgo de
someterse a un procedimiento de exclusión mucho más complejo, ese que con poder no solo de
ignorar sino también de domesticar absorbe su existencia sin anularla, subordinándola a
determinaciones externas, haciendo así de la filosofía política un apéndice conformista de las
políticas del “nuevo orden” (1993: 56). Es por ello que el reto consiste encontrar puntos de
convergencia que hagan posible una reconciliación entre ambas. En suma, la ciencia política, a
diferencia de la filosofía política:
1. Posee un carácter descriptivo. Busca explicar la política tal como es, y no como
debería serlo.
2. Busca ser lo más objetiva posible. Esto implica observar tendencias, tratar de realizar
generalizaciones a partir de ellas y establecer leyes que puedan ser aplicadas a un gran
número de casos, pero sobre todo y lo más importante es el que trata de dejar a un lado a
los valores.
3. Ha desarrollado una metodología propia. En algunas áreas de estudio de la ciencia
política se ha desarrollado una metodología propia para estudiar los fenómenos políticos,
como es posible observar en el campo electoral.
4. Trabaja con conceptos que ya han sido definidos con anterioridad. Punto que
tienen en común con la filosofía, sólo que ella tiene la posibilidad de redefinirlos.
Weber consideraba que para que una ciencia fuera considerada como tal, tenía que hacer
a un lado los valores. De no ser así, al no separar los valores de la ciencia se corre el riesgo de
1
Me refiero al hecho de que no existe un consenso respecto a quién puede ser considerado el padre de la ciencia política.
Sartori menciona que lo anterior se vuelve posible cuando el científico considera que su
ciencia no afronta los problemas “importantes” y que por lo tanto es necesario resolver. La
filosofía al contrario de la ciencia, tiene la libertad de emitir juicios de valor. Si se discute, por
ejemplo, las formas de gobierno, el filósofo podrá argumentar sobre aquella que considere mejor,
e incluso puede trazar el camino que se ha de seguir para alcanzarla. Puede permitirse también
hablar sobre la que considere peor, sin que se vea obligado argumentar porque la considera la
peor, como de hecho sucede en muchas obras de filosofía política.
La filosofía política
Definir la filosofía política es difícil. Wolin considera a tal tarea una misión imposible, por ello,
para analizarla, propone un análisis de sus características sobre distintos puntos, especialmente
respecto a la política. Sin embargo, si queremos comprenderla, necesitamos definirla para poder
diferenciar qué es y qué no es la filosofía política. Esto significa establecer sus límites, no podemos
dejar de lado el hecho de que difícilmente encontraremos un consenso sobre los fines y la tarea
de la filosofía política.
En sentido similar, Bobbio considera que la razón de ser de la filosofía política es el estudio
y el análisis de los que él denomina “temas recurrentes”, siendo el concepto de política el más
importante a su parecer.2 Por otro lado Leo Strauss consideró que la filosofía política debía
ocuparse de las concepciones del bien que tiene el hombre y los problemas que surgen a raíz de
ellas. Por último, Raphael tenía claro que a la filosofía política le correspondía aclarar conceptos
y realizar una valoración crítica de las creencias.
Entiendo por filosofía política a aquella empresa racional que tiene como objeto de estudio
lo político, sus problemas, valores y fundamentos, con miras a mejorar la práctica de la política
desde una perspectiva normativa y mediante respuestas holísticas y universales.4 En cuanto a su
metodología, los filósofos políticos no sienten la necesidad de acudir a las técnicas de estudios
sociales ni a las pretensiones de exhaustividad y objetividad científica de los hombres de ciencia
(Grueso: 2007).
La definición expuesta significa que la filosofía política trata del “deber ser”, pero que
también puede ser del “ser”: esto en es en cuanto asume una postura de denuncia y crítica al orden
establecido. En este sentido, Ignacio Grueso considera que los filósofos políticos se dividen en
dos: los que se ocupan de establecer los fundamentos racionales o morales del poder político, y
los que se dedican a denunciar al poder político por carecer de fundamentos racionales o morales.
Complementando lo anterior, Pablo Ródenas señala que: La filosofía política no puede aceptar a
la política tardomoderna sin previamente someterla a una exigencia crítica, y esta crítica no puede
detenerse siquiera ante los regímenes democráticos-liberales –como algunos postulan– sin
mostrar, a la vez que sus aciertos, sus desafueros, esto es, su carácter real limitadamente
democrático (1993: 53).
Una vez definida es necesario señalar las características que la diferencian de la ciencia
política. La filosofía política:
2
Los otros “temas recurrentes” son: la mejor forma de gobierno, el fundamento del poder político y la filosofía como metaciencia de la política.
4. No es una disciplina. Constituye una forma de “ver” los fenómenos políticos, y el modo
de visualizar los fenómenos depende, en gran medida, del lugar donde se “sitúe” el
observador (Wolin, 2001).
Dada la versión actual dominante de la ciencia política (básicamente positivista), parece no ser
posible encontrar puntos en común entre filosofía política y la ciencia política. Por su parte Bobbio
señala que, de la acepción que se tenga de la filosofía política, dependerá la relación que se
establezca con la ciencia política. De lo anterior es posible observar que las relaciones entre ciencia
política y filosofía política sean conflictivas o vayan de la mano, complementándose una a la otra.
El primer punto de convergencia sería que ambas tratan de erigirse como opciones que
superan la opinión política. Ambas buscan adquirir y generar conocimiento sobre lo político y la
política, aunque no comparten las formas, pero sobre todo se trata de un conocimiento que es
verdadero y válido. La opinión puede dar lugar a la especulación, dado que todo el mundo puede
opinar sobre “la política” sin tener conocimientos sobre ella.
El segundo punto de conciliación es que los cuentistas políticos pueden llegar a realizar
respuestas de orden universal, al igual que los filósofos políticos, al contrario de lo que
comúnmente se cree. La política tiene como características ser una construcción del hombre, y
como tal es posible observar que no todas las respuestas ni las soluciones son aplicables a todos
los casos (ya que dependen del tiempo y el lugar).3 A pesar de ello, el politólogo puede hacer
aseveraciones universales que son de carácter antropológico.4
El tercer punto de convergencia entre filosofía política y ciencia política es la tradición del
lenguaje y la abstracción que pueden realizar a partir de los conceptos para comprender la
realidad política. La realidad política es más compleja de lo que parece. No todo se encuentra
sujeto a medición. Tomando eso en cuenta, el politólogo requiere ser formado en filosofía política
para que pueda ser capaz de comprender su realidad política de una manera más amplia.
Cuestiones como la libertad y la igualdad se muestran complicadas de medir, y aunque en
ocasiones es posible hacerlo mediante la elaboración de índices, nos ofrecen tan solo un panorama
parcial del todo el conjunto. De esta manera la filosofía política viene a complementar a la ciencia
política.
3
Un ejemplo actual de ello sería el fracaso de la colombianización de México.
4
De acuerdo a Garzón Vallejo, como el politólogo se ocupa de asuntos sobre los cuales nunca existe consenso, se ve en la necesidad de buscar
premisas que apliquen en todos los casos. Dicha propiedad la cumplen las premisas antropológicas, tales como que un gobierno justo es
mejor que uno despótico, la libertad mejor que la esclavitud y más congruente con la dignidad del hombre, etcétera.
La forma del mito es aquella de un cuento: el carruaje es jalado por ocho caballos o por
cuatro bueyes; es conducido por algún individuo en especial; es devorad por un ave gigantesca
(durante un eclipse) para resurgir después. La forma de la ciencia es un principio abstracto, una
descripción estrictamente científica. Nótese que en el mito verdadero la historia no es una
descripción simbólica, sino literal. Para los antiguos egipcios el Sol no simbolizaba ni
representaba a ninguna deidad ni era controlado por algún dios invisible y todo poderoso en
particular (éste fue descubrimiento de los hebreos), sino que el sol (Ra) era un dios. Es propia de
la mentalidad moderna la capacidad de crear explícitamente un ―mito‖ como forma de influir en
los demás (como lo hace, por ejemplo, Platón en La República). En su forma original, un mito es
una descripción literal.
REFERENCIAS