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Capítulo XIV: Ineficacia del acto jurídico.

1. Acto jurídico eficaz

Mediante el acto jurídico, las personas regulan sus intereses con el fin de
satisfacer sus diversas necesidades. Consiguientemente, el acto jurídico es
celebrado para que produzca efectos jurídicos (consecuencias jurídicas), y no
para que no los produzca (principio de conservación del acto jurídico), es por ello
que la ley lo define como la manifestación de voluntad destinada a crear, regular,
modificar o extinguir relaciones jurídicas (arts. 140 y 1351). La eficacia del acto
jurídico es el objetivo perseguido por la parte o partes que lo celebran y también
es el fin de la regulación legal de la autonomía privada.

La validez indica que el acto jurídico responde a las prescripciones legales, por el
contrario, la eficacia se refiere a la producción de sus efectos. La invalidez no
comporta siempre la ineficacia del acto jurídico, a este propósito es necesario
diferenciar entre nulidad y anulabilidad: el acto nulo es definitivamente ineficaz:
por su lado, el contrato anulable es eficaz hasta que no se dicte una sentencia que
declare su nulidad. Por otro lado, la validez no comporta necesariamente la
eficacia del acto jurídico, aunque por lo general el contrato válido es eficaz,
puede suceder que aun siendo válido, sea provisionalmente ineficaz cuando esté
sujeto, por ejemplo, a condición suspensiva[1]

La eficacia es la cualidad que el acto jurídico posee en cuanto produce efectos.


El acto jurídico es eficaz cuando produce los efectos que le son propios,
consistentes en la creación, regulación, modificación o extinción de relaciones
jurídicas, es decir, de derechos y deberes. La figura del acto jurídico es regulada
por el ordenamiento jurídico para que produzca sus efectos peculiares, y con ese
fin realizan los sujetos los actos concretos[2] en la vida real. Tales efectos son los
queridos por las partes (efectos voluntarios), además de los contemplados por el
ordenamiento jurídico (efectos legales).

El acto jurídico produce sus efectos (derechos y obligaciones) cuando concurren


todos los elementos del supuesto normativo a los que la norma jurídica
condiciona la aparición o establecimiento de los derechos y deberes. Por ej., de
acuerdo con la norma del art. 1529, por la compraventa (supuesto de hecho
normativo) el vendedor se obliga a transferir la propiedad de un bien al
comprador y este a pagar su precio en dinero (efectos o consecuencias jurídicas).
Si en la realidad se celebra una compraventa, esta será tal si reúne todos los
requisitos del supuesto normativo (elementos esenciales y requisitos de validez:
acuerdo entre vendedor y comprador —art. 1351—, capacidad de las partes,
objeto, etc. —art. 140—, bien, precio —art. 1529—), solo si en el hecho de la
realidad se cumplen todos los elementos del supuesto normativo, la compraventa
se perfecciona y nacen los efectos (consecuencias) que le aneja la norma
mediante una relación de deber ser: obligación de transferir la propiedad del bien
y pago del precio en dinero.

En tanto falte uno de esos elementos previstos en el supuesto normativo, el


derecho no ha nacido aún, pero no es raro que en tales casos se admita ya algún
efecto preliminar, sobre el cual se desarrolla el derecho al cumplirse los
elementos ulteriores, como sucede con los derechos y obligaciones sujetos a
plazo o a condición. Lo mismo ha de decirse de la modificación y extinción de
los derechos y obligaciones, a propósito de los cuales se dan también grados
preliminares que son correlativos a los grados de desarrollo de los derechos.
Desde el momento mismo en que se perfecciona el acto jurídico produce sus
efectos definitivos o preliminares, y los produce para el futuro, pero a diferencia
de la ley, puede tener efectos retroactivos por voluntad de las partes o por
disposición de la ley.

Los derechos y obligaciones, efectos del acto jurídico, se producen porque la


manifestación de voluntad del agente o agentes está dirigida a crearlos,
modificarlos o extinguirlos. El ordenamiento jurídico valora y pone en vigor la
voluntad de las partes que han celebrado el acto jurídico. Por el contrario, en el
acto ilícito, el efecto indemnización de daños surge porque el ordenamiento
jurídico valora la conducta, dolosa o culposa, del que causa daño a otro, de modo
que el agente está en la obligación de indemnizar los daños.

Generalmente el acto jurídico no contiene la absolutidad de sus efectos. Es


verdad que la manifestación de voluntad es la primera fuente de los efectos, pero
cuando el agente o agentes han guardado silencio respecto a algunos efectos
concernientes al acto, se abre la vía de la integración mediante la ley de los
efectos no cubiertos por la manifestación. Por ej., si en el contrato de
compraventa las partes no han acordado nada sobre las obligaciones de
saneamiento por evicción, por vicios ocultos o por hecho propio del enajenante,
ese vacío se integra por las normas dispositivas contenidas en el art. 1491 y ss.
(integración dispositiva), y si la manifestación de voluntad confiere efectos
contrarios a normas imperativas, estas destruyen esos efectos y confieren al acto
los efectos que ellas prescriben (integración imperativa), v. gr., el
arrendamiento de duración determinada no puede exceder de diez años, todo
exceso se entiende reducido a dicho plazo (art. 1688).

Los efectos jurídicos producidos en virtud de la autonomía privada, como dice


Flume[6], son siempre efectos jurídicos legales, en la medida en que el acto de
autonomía privada solo tiene eficacia jurídica en virtud del ordenamiento
jurídico. El ordenamiento jurídico se limita, sin embargo, a atribuir eficacia
jurídica a la configuración autónomo-privada en la medida en que la reconoce.
Por eso, con razón se puede hablar de efectos jurídicos en virtud de la autonomía
privada. Por otro lado, son consecuencias jurídicas legales aquéllas que se
producen solo en virtud de la Ley, en cuanto que la Ley determina la
consecuencia jurídica valorando jurídicamente relaciones y acontecimientos, en
especial actos humanos.

Los efectos jurídicos producidos solo en virtud de la ley, por no haber sido
creados o acordados por las partes o ni siquiera pensados por estas, presuponen la
celebración del acto jurídico. Estos efectos son otorgados por el ordenamiento
jurídico en consideración y valoración del acto jurídico. Por ej., si el vendedor
destruye, dolosa o culposamente, el bien materia de la venta, antes de su entrega
al comprador, el contrato queda resuelto de pleno derecho, y el vendedor (deudor
de la entrega) no puede exigir el pago del precio y está sujeto a la indemnización
de daños (art. 1432). El efecto indemnización de daños se justifica por la
necesidad de colocar a la parte lesionada en la misma situación patrimonial que
tendría si se hubiera cumplido el contrato, es decir, la indemnización de daños
ocupa el lugar del efecto jurídico pactado porque este no se ha cumplido.

Los efectos determinados en el mismo acto jurídico y los dispuestos por ley
tienen su justificación en la celebración del acto jurídico y en la ley. Por ej., los
efectos de la compraventa encuentran su fundamento en la celebración del
contrato y en la ley que lo regula. Los efectos del acto jurídico son efectos
jurídicos legales, en la medida que el acto de autonomía privada solo tiene
eficacia en virtud del ordenamiento jurídico; y, de otro lado, el ordenamiento
jurídico solo atribuye eficacia a los actos jurídicos celebrados sin transgredirlo.

Por regla el acto jurídico solamente produce efectos para la parte cuando
es unilateral, o entre las partes cuando es bilateral o plurilateral (principio de
la relatividad del acto jurídico). En otros términos, el acto jurídico es una res
inter olios acta (principio de relatividad del acto jurídico), produce efectos entre
las partes, pero no los produce en favor ni en contra de terceros.

Excepcionalmente, el acto jurídico puede surtir efectos respecto de terceros


(extraños al acto jurídico). Por ej., el contrato de seguro de vida; el de seguro de
crédito; el de seguro de responsabilidad civil; el contrato de fideicomiso; el
copropietario puede adquirir servidumbres en beneficio del predio común,
aunque lo ignoren los demás copropietarios (art. 1042). En fin, quedan
comprendidos en las excepciones al principio de la relatividad del acto
jurídico, todo acto por el cual una de las partes (el promitente) se obliga frente a
la otra (el estipulante) a cumplir una prestación en beneficio de tercera persona
(art. 1457), así como los casos en los cuales es un tercero el que asume una
obligación derivada de un acto en el cual no es parte, v. gr., en las compras
mediante tarjeta de crédito, el deudor primario del precio no es el comprador,
sino la entidad emisora de la tarjeta de crédito.

Los modos de eficacia de un acto jurídico son los siguientes[7]:

1) Eficacia constitutiva de relaciones jurídicas. Con el acto jurídico el sujeto o


sujetos que lo celebran crean una relación jurídica que antes no existía. Ej., con el
matrimonio se crea una relación jurídica entre marido y mujer; con el contrato de
arrendamiento se crea una relación jurídica entre arrendador y arrendatario.

2) Eficacia modificativa de relaciones jurídicas. Con el acto jurídico se puede


alterar la estructura o el contenido de un acto jurídico preexistente. Ej., cuando se
incrementa o reduce la renta que viene pagando el arrendatario; la renovación de
una obligación a su vencimiento por el plazo que acuerden las partes; el acreedor
recibe como cancelación total o parcial un bien distinto del que se le debía.

3) Eficacia preceptiva de la relación jurídica. Con el acto jurídico no se crea


una simple relación social, sino que se crea, modifica o extingue una relación
jurídica que no es otra cosa que un conjunto de derechos y deberes u
obligaciones, respaldados por la fuerza coercitiva del Estado. Por eso, el acto
jurídico es una norma particular vinculante para las partes en él involucradas. Las
partes deben cumplir todo lo que el acto jurídico les impone y pueden hacer todo
lo que les autoriza. Por ej., en un contrato de compraventa se establece que el
vendedor está obligado a transferir la propiedad del bien vendido y el comprador
está obligado a pagar el precio pactado. Las partes contratantes deben adecuar su
conducta a esta norma particular porque si el vendedor no entrega el bien
vendido o el comprador no paga el precio, pueden ser obligados a ello incluso
coercitivamente. Las estipulaciones o cláusulas del acto jurídico no constituyen
simples consejos o ruegos para las partes; por el contrario, son mandatos
imperativos de obligatorio cumplimiento.

4) Eficacia declarativa. Mediante el acto jurídico se puede constatar la


existencia de una relación jurídica preexistente (como reconocer un hijo;
reconocer una deuda) o aclarar su significado (esto sucede cuando se interpreta el
acto jurídico).

5) Eficacia extintiva de relaciones jurídicas. Con el acto jurídico se puede


poner fin a una relación jurídica. Ej., por el mutuo disenso las partes que han
celebrado un acto jurídico acuerdan dejarlo sin efecto (art. 1313).

6) Eficacia preliminar o previa. A diferencia de los casos anteriores de eficacia


definitiva del acto jurídico, es posible también una eficacia preliminar (o pre
eficacia o eficacia prodrómica). Por ej., en los actos sometidos a condición
suspensiva, pendiente esta no surge la relación jurídica final (eficacia pendiente)
que el acto debe producir; sin embargo, las partes están vinculadas por una
relación preliminar consistente en derechos y deberes que no son los
correspondientes a la situación final, sino que consisten en el deber que tienen las
partes de no impedir o forzar de mala fe el cumplimiento de la condición y el
derecho a los actos conservatorios del acreedor condicional. El contenido de la
relación preliminar es compatible con el efecto final, que, en el caso del ejemplo,
se alcanzará si es que se verifica la condición. Alcanzado el efecto final se
extingue la relación preliminar. Otro ej., en el contrato por persona a nombrar
(art. 1473), la relación contractual existe y es eficaz entre las personas que lo
celebraron, pero la eficacia con relación al estipulante (el contratante que se
reservó el derecho de nombrar a un tercero que asuma los derechos y
obligaciones) se extingue en cuanto este comunique a la otra parte indicándole al
sujeto diferente al cual le son imputados tales efectos desde la celebración del
contrato (art. 1476).

7) Eficacia pendiente. La eficacia está pendiente a que se verifique la condición


suspensiva o la conditio iuris (ej., art. 1534) o a que se produzca el vencimiento
del plazo suspensivo. En estos casos el acto jurídico subordina su eficacia, no su
validez, a la verificación de un acontecimiento futuro. Si el plazo es de eficacia y
el efecto no se produce al vencimiento, el acto deviene en ineficaz, v. gr., la
aceptación de una oferta de contrato debe llegar a conocimiento del oferente
dentro del plazo establecido por él (art. 1375), si la aceptación llega tardíamente
es inadecuada para perfeccionar el contrato; en todo caso, valdrá como una
contraoferta (art. 1376).

El acto jurídico tiene una eficacia relativa, porque surte sus efectos solamente
entre los sujetos que en él son partes por haber intervenido en su celebración por
sí o mediante representante y frente a los sujetos que sin haber intervenido en la
celebración son los destinatarios del acto jurídico (v. gr., el heredero
testamentario, el legatario), y no frente a terceros (personas ajenas al acto
jurídico).

Respecto de terceros, el acto jurídico es una res inter alias acta (una cosa hecha
por otros). Los terceros no pueden adquirir derechos ni contraer deberes u
obligaciones de un acto jurídico en el cual no son parte. El acto jurídico es un
acto de ejercicio de la autonomía de la voluntad privada para regular los intereses
propios, no para invadir la esfera jurídica ajena. Este principio está contenido en
el art. 1363 que dispone que «los contratos solo producen efectos entre las partes
que los otorgan y sus herederos». Aunque esta regla está referida solamente a los
contratos, puede aplicarse a todo tipo de acto jurídico, incluso puede ser
trasladada al campo del acto jurídico disponiendo: «El acto jurídico solo produce
sus efectos entre las partes que lo otorgan y sus herederos». Sin embargo, este
principio no es absoluto, puesto que se presentan casos en que con un acto
jurídico se puede afectar a personas que son ajenas a su celebración (en el
contrato en favor de tercero, los acreedores pueden solicitar que se declare la
invalidez de los actos de sus deudores con los cuales se perjudique el recupero de
sus créditos, etc.). Es decir, el acto jurídico tiene una eficacia inter partes y
también puede tener una eficacia respecto de terceros, en los casos previstos por
la ley.

El acto jurídico vincula a las partes como la ley misma, o sea surte efectos entre
las partes y sus herederos, salvo que se trate de derechos y obligaciones
intrasmisibles. No produce efectos respecto de terceros, salvo en los casos
previstos por la ley. Puede ser disuelto por mutuo disenso (art. 1313)[8] o
unilateralmente cuando se ha conferido, convencionalmente o por la ley, a una de
las partes el poder de liberarse unilateralmente del vínculo jurídico. (ej., arts.
1429, 1430)

Tercero es toda persona que no es parte en la celebración de un acto jurídico.


Los terceros se clasifican en terceros absolutos o penitus extranei que son los
que no tienen ninguna relación con los que son parte en un acto jurídico, por
tanto, este no les afecta ni favorable ni desfavorablemente; y terceros
relativos son los que a la celebración del acto jurídico o con posterioridad entran
en relación con las partes.

Los terceros relativos se subclasifican en sucesores (causahabientes) a título


universal o a título particular.

Los sucesores a título universal suceden a su causante en todos sus derechos y


obligaciones. La sucesión a título universal es la herencia. Como el sucesor a
título universal asume el activo y el pasivo de su causante, se convierte en parte
del acto jurídico, por ello se dice que el acto jurídico produce sus efectos entre las
partes y sus herederos.

El sucesor a título particular sucede a una persona en determinado derecho, pero


es extraño a los otros actos jurídicos realizados por su antecesor, los cuales no lo
tocan para beneficiarlo ni para perjudicarlo (el comprador, el legatario, etc.).

El acreedor puede interferir en los actos que realice su deudor cuando con tales
actos se pone en peligro el recupero de la acreencia, por ej., la acción pauliana
(art. 195), la acción de nulidad por simulación (art. 219.5), o puede ejercer los
derechos de su deudor cuando este no los ejerce como sucede con la acción
oblicua o subrogatoria (art. 1219.4).
Celebrado el acto jurídico queda insertado como parte integrante del
ordenamiento jurídico de una comunidad, de modo que no es solamente de
interés de las partes, sino que puede también interesar y a afectar a terceros
porque los actos jurídicos se celebran sobre la base de las situaciones jurídicas
creadas por otros actos jurídicos ya celebrados anteriormente. Así, el matrimonio
celebrado es algo que no interesa solamente al marido o a la mujer, sino que otras
personas tienen que contar con este hecho para determinar, por ej., la calidad de
los bienes (si son propios o son comunes), la condición de los hijos (si son
matrimoniales o extramatrimoniales, nacionales o extranjeros). Si recibimos de
nuestro deudor un bien en garantía del pago de la deuda, lo hacemos sobre la
base de un acto jurídico anterior, en el cual no somos parte, en virtud del cual
nuestro deudor ha adquirido válidamente dicho bien.

Como el acto jurídico despliega alguna eficacia respecto de terceros, se puede


clasificar a la eficacia en directa e indirecta. La directa se produce entre las
partes y solo excepcionalmente respecto de terceros, cuando las partes o la ley así
lo disponen. La eficacia indirecta se produce cuando el acto jurídico repercute
en la esfera jurídica ajena como consecuencia de la conexión entre las diversas
relaciones jurídicas, ya sea porque estas se encuentran en una relación de
supraordinación o subordinación, o ya porque se condicionan recíprocamente
(eficacia refleja). Por ej., la venta del bien arrendado puede poner fin al
arrendamiento no inscrito (art. 1708); si el acreedor acepta del deudor un bien en
pago de la deuda, queda liberado el fiador (art. 1900). O, también, la
eficacia indirecta se da cuando las partes fundan en el acto jurídico una
pretensión frente a terceros o bien que opongan la celebración del acto jurídico a
la pretensión mantenida por terceros frente a ellas, o bien que terceros se valgan
de la celebración del acto jurídico para fundar sus pretensiones frente a las partes.

2. Acto jurídico ineficaz

Si el acto jurídico no produce sus efectos normales (todos o algunos de ellos) o


deja de producir los efectos que se han venido produciendo, es calificado
de ineficaz. Dicho de otro modo, el acto es ineficaz tanto cuando no se dan los
efectos (sociales, económicos, etc.) perseguidos como cuando se hacen cesar, o
los efectos no pueden hacerse valer frente a ciertas personas[9].

El acto jurídico es ineficaz:


1) en razón de su nulidad o cuando siendo anulable ha sido declarado, en la vía
judicial o arbitral, nulo (ineficacia estructural); y

2) cuando, no estando en ninguna de los supuestos anteriores, no cumple con


algún requisito de eficacia (condición suspensiva, el testador vive, etc.) o por
circunstancias sobrevenidas que hacen ineficaz un acto que al inicio es eficaz
(ineficacia funcional: resolución, rescisión, caducidad, etc.).

El acto jurídico ineficaz no produce los efectos que normalmente debería


producir, es decir, los que se deducen de su contenido o los efectos legales
cuando las partes han guardado silencio o ni siquiera los han pensado. Ello no
impide que el acto ineficaz produzca otros efectos dispuestos por la ley, aunque
no sean deseados por las partes (ej., la obligación de pagar los daños derivados
del incumplimiento de un contrato).

El acto jurídico puede ser ineficaz entre las partes y frente a terceros (ej., art.
219); o puede ser eficaz en cuanto a determinadas personas, pero ineficaz
respecto a otras (ej., arts. 195,284). A estos actos se les conoce
como inoponibles, los mismos que no tienen efectos frente a terceros, excepto
los casos previstos por la ley (ej., arts. 194, 197,2014).

El acto jurídico es inválido cuando no reúne los requisitos exigidos por ley o
cuando esos requisitos están viciados. En cambio, es ineficaz cuando por
cualquier razón no produce ninguno de sus efectos o produce algunos, pero no
todos. La ineficacia puede provenir por fallas en la estructura misma del acto o
por causas ajenas. Un acto inválido puede ser ineficaz, pero no siempre un acto
ineficaz es inválido. Es más, puede ser válido e ineficaz inicialmente y dejar de
serlo con posterioridad, como ocurre, v. gr., con el acto sometido a condición
suspensiva. La ineficacia es un concepto amplio que comprende la invalidez, la
resolución, resolución, revocación, etc.

Por regla el acto jurídico válido es eficaz, pero también hay actos válidos
ineficaces, v. gr., cuando está sometido a condición suspensiva. Contrariamente,
todo acto jurídico inválido es ineficaz, pero, por excepción, hay actos inválidos
que son eficaces, por ejemplo, el acto inválido por anulable produce sus efectos
en tanto estos no sean destruidos mediante sentencia que lo declara nulo.
3. Causas de la ineficacia del acto jurídico

La ineficacia puede provenir:

1. De la invalidez (del latín invalidus).

2. De causas extrañas al acto jurídico válido.

En el primero de estos casos estamos frente a la denominada ineficacia


estructural (denominada también ineficacia por invalidez o ineficacia
intrínseca) y en el segundo nos encontramos ante la ineficacia
funcional[10] (llamada también ineficacia por causa extrínseca o ineficacia
sobreviniente).

Un sector de la doctrina distingue entre ineficacia e invalidez.


Windscheid[11] dice que el negocio no vale si no reúne los requisitos exigidos
por la ley, será ineficaz cuando por cualquier razón no produce efectos.
Betti[12] manifiesta que un negocio: «en el cual falta o se encuentra viciado
alguno de los elementos esenciales, o un contrato que carece de uno de los
presupuestos necesarios, constitutivos del tipo negocial al que pertenece» es
inválido. En cambio, es ineficaz el negocio en el cual están en regla los
elementos esenciales y los presupuestos de validez, y sin embargo impide su
eficacia una circunstancia extrínseca a él.

Hoy se siente la necesidad de superar el binomio ineficacia-invalidez, por


aparecer como dos categorías diferentes, cuando en realidad la relación es de
género a especie, puesto que el contrato inválido es también ineficaz[13]. El
género es la ineficacia, y la nulidad y anulabilidad, como dos manifestaciones de
la invalidez, son solo dos especies de ineficacia estructural.

En el ordenamiento jurídico peruano, a un mismo acto se le llama, a veces,


inválido y otras, ineficaz. Por ejemplo, a las cláusulas abusivas en los contratos
concluidos por adhesión o mediante cláusulas generales de contratación,
el Código Civil las sanciona con la invalidez (nulas): el art. 1398 establece:

En los contratos celebrados por adhesión y en las cláusulas generales de


contratación no aprobadas administrativamente, no son válidas las estipulaciones
que establezcan, en favor de quien las ha redactado, exoneraciones o limitaciones
de responsabilidad; facultades de suspender la ejecución del contrato, de
rescindirlo o de resolverlo, y de prohibir a la otra parte el derecho de oponer
excepciones o de prorrogar o de renovar tácitamente el contrato.

El Código de protección y defensa del consumidor, Ley 29571, se refiere a las


«cláusulas abusivas de ineficacia absoluta»[14] y a las «Cláusulas abusivas de
ineficacia relativa[15].

En el segundo caso, la ineficacia por causas extrañas a la celebración del acto


jurídico válido, o ineficacia funcional, se debe a la falta de algún requisito de
eficacia (no se ha verificado la condición o no se ha vencido el plazo suspensivo,
o el testador vive, etc.) o a circunstancias sobrevenidas que hacen ineficaz un
acto jurídico que al inicio es eficaz (resolución, rescisión, revocación, caducidad
inoponibilidad, etc.).

La falta de un requisito de eficacia determina una ineficacia temporal, por


ejemplo, mientras no se verifique la condición suspensiva acto es ineficaz, pero
una vez cumplida la condición deviene en eficaz. En cambio, cuando sobreviene
un factor de ineficacia (resolución, revocación, etc.) origina una ineficacia
definitiva, el acto eficaz desde el inicio deviene en ineficaz.

La ineficacia funcional puede deberse a un factor existente desde el momento del


otorgamiento del acto, pero que la ley no sanciona con la invalidez, por ejemplo,
la rescisión deja sin efecto un contrato por causal existente al momento de su
celebración (art. 1370), pero que la ley no sanciona con la invalidez La ineficacia
del acto rescindido se retrotrae al momento de su celebración (ex tunc), pero no
por ello se convierte en una ineficacia originaria.

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