Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Mediante el acto jurídico, las personas regulan sus intereses con el fin de
satisfacer sus diversas necesidades. Consiguientemente, el acto jurídico es
celebrado para que produzca efectos jurídicos (consecuencias jurídicas), y no
para que no los produzca (principio de conservación del acto jurídico), es por ello
que la ley lo define como la manifestación de voluntad destinada a crear, regular,
modificar o extinguir relaciones jurídicas (arts. 140 y 1351). La eficacia del acto
jurídico es el objetivo perseguido por la parte o partes que lo celebran y también
es el fin de la regulación legal de la autonomía privada.
La validez indica que el acto jurídico responde a las prescripciones legales, por el
contrario, la eficacia se refiere a la producción de sus efectos. La invalidez no
comporta siempre la ineficacia del acto jurídico, a este propósito es necesario
diferenciar entre nulidad y anulabilidad: el acto nulo es definitivamente ineficaz:
por su lado, el contrato anulable es eficaz hasta que no se dicte una sentencia que
declare su nulidad. Por otro lado, la validez no comporta necesariamente la
eficacia del acto jurídico, aunque por lo general el contrato válido es eficaz,
puede suceder que aun siendo válido, sea provisionalmente ineficaz cuando esté
sujeto, por ejemplo, a condición suspensiva[1]
Los efectos jurídicos producidos solo en virtud de la ley, por no haber sido
creados o acordados por las partes o ni siquiera pensados por estas, presuponen la
celebración del acto jurídico. Estos efectos son otorgados por el ordenamiento
jurídico en consideración y valoración del acto jurídico. Por ej., si el vendedor
destruye, dolosa o culposamente, el bien materia de la venta, antes de su entrega
al comprador, el contrato queda resuelto de pleno derecho, y el vendedor (deudor
de la entrega) no puede exigir el pago del precio y está sujeto a la indemnización
de daños (art. 1432). El efecto indemnización de daños se justifica por la
necesidad de colocar a la parte lesionada en la misma situación patrimonial que
tendría si se hubiera cumplido el contrato, es decir, la indemnización de daños
ocupa el lugar del efecto jurídico pactado porque este no se ha cumplido.
Los efectos determinados en el mismo acto jurídico y los dispuestos por ley
tienen su justificación en la celebración del acto jurídico y en la ley. Por ej., los
efectos de la compraventa encuentran su fundamento en la celebración del
contrato y en la ley que lo regula. Los efectos del acto jurídico son efectos
jurídicos legales, en la medida que el acto de autonomía privada solo tiene
eficacia en virtud del ordenamiento jurídico; y, de otro lado, el ordenamiento
jurídico solo atribuye eficacia a los actos jurídicos celebrados sin transgredirlo.
Por regla el acto jurídico solamente produce efectos para la parte cuando
es unilateral, o entre las partes cuando es bilateral o plurilateral (principio de
la relatividad del acto jurídico). En otros términos, el acto jurídico es una res
inter olios acta (principio de relatividad del acto jurídico), produce efectos entre
las partes, pero no los produce en favor ni en contra de terceros.
El acto jurídico tiene una eficacia relativa, porque surte sus efectos solamente
entre los sujetos que en él son partes por haber intervenido en su celebración por
sí o mediante representante y frente a los sujetos que sin haber intervenido en la
celebración son los destinatarios del acto jurídico (v. gr., el heredero
testamentario, el legatario), y no frente a terceros (personas ajenas al acto
jurídico).
Respecto de terceros, el acto jurídico es una res inter alias acta (una cosa hecha
por otros). Los terceros no pueden adquirir derechos ni contraer deberes u
obligaciones de un acto jurídico en el cual no son parte. El acto jurídico es un
acto de ejercicio de la autonomía de la voluntad privada para regular los intereses
propios, no para invadir la esfera jurídica ajena. Este principio está contenido en
el art. 1363 que dispone que «los contratos solo producen efectos entre las partes
que los otorgan y sus herederos». Aunque esta regla está referida solamente a los
contratos, puede aplicarse a todo tipo de acto jurídico, incluso puede ser
trasladada al campo del acto jurídico disponiendo: «El acto jurídico solo produce
sus efectos entre las partes que lo otorgan y sus herederos». Sin embargo, este
principio no es absoluto, puesto que se presentan casos en que con un acto
jurídico se puede afectar a personas que son ajenas a su celebración (en el
contrato en favor de tercero, los acreedores pueden solicitar que se declare la
invalidez de los actos de sus deudores con los cuales se perjudique el recupero de
sus créditos, etc.). Es decir, el acto jurídico tiene una eficacia inter partes y
también puede tener una eficacia respecto de terceros, en los casos previstos por
la ley.
El acto jurídico vincula a las partes como la ley misma, o sea surte efectos entre
las partes y sus herederos, salvo que se trate de derechos y obligaciones
intrasmisibles. No produce efectos respecto de terceros, salvo en los casos
previstos por la ley. Puede ser disuelto por mutuo disenso (art. 1313)[8] o
unilateralmente cuando se ha conferido, convencionalmente o por la ley, a una de
las partes el poder de liberarse unilateralmente del vínculo jurídico. (ej., arts.
1429, 1430)
El acreedor puede interferir en los actos que realice su deudor cuando con tales
actos se pone en peligro el recupero de la acreencia, por ej., la acción pauliana
(art. 195), la acción de nulidad por simulación (art. 219.5), o puede ejercer los
derechos de su deudor cuando este no los ejerce como sucede con la acción
oblicua o subrogatoria (art. 1219.4).
Celebrado el acto jurídico queda insertado como parte integrante del
ordenamiento jurídico de una comunidad, de modo que no es solamente de
interés de las partes, sino que puede también interesar y a afectar a terceros
porque los actos jurídicos se celebran sobre la base de las situaciones jurídicas
creadas por otros actos jurídicos ya celebrados anteriormente. Así, el matrimonio
celebrado es algo que no interesa solamente al marido o a la mujer, sino que otras
personas tienen que contar con este hecho para determinar, por ej., la calidad de
los bienes (si son propios o son comunes), la condición de los hijos (si son
matrimoniales o extramatrimoniales, nacionales o extranjeros). Si recibimos de
nuestro deudor un bien en garantía del pago de la deuda, lo hacemos sobre la
base de un acto jurídico anterior, en el cual no somos parte, en virtud del cual
nuestro deudor ha adquirido válidamente dicho bien.
El acto jurídico puede ser ineficaz entre las partes y frente a terceros (ej., art.
219); o puede ser eficaz en cuanto a determinadas personas, pero ineficaz
respecto a otras (ej., arts. 195,284). A estos actos se les conoce
como inoponibles, los mismos que no tienen efectos frente a terceros, excepto
los casos previstos por la ley (ej., arts. 194, 197,2014).
El acto jurídico es inválido cuando no reúne los requisitos exigidos por ley o
cuando esos requisitos están viciados. En cambio, es ineficaz cuando por
cualquier razón no produce ninguno de sus efectos o produce algunos, pero no
todos. La ineficacia puede provenir por fallas en la estructura misma del acto o
por causas ajenas. Un acto inválido puede ser ineficaz, pero no siempre un acto
ineficaz es inválido. Es más, puede ser válido e ineficaz inicialmente y dejar de
serlo con posterioridad, como ocurre, v. gr., con el acto sometido a condición
suspensiva. La ineficacia es un concepto amplio que comprende la invalidez, la
resolución, resolución, revocación, etc.
Por regla el acto jurídico válido es eficaz, pero también hay actos válidos
ineficaces, v. gr., cuando está sometido a condición suspensiva. Contrariamente,
todo acto jurídico inválido es ineficaz, pero, por excepción, hay actos inválidos
que son eficaces, por ejemplo, el acto inválido por anulable produce sus efectos
en tanto estos no sean destruidos mediante sentencia que lo declara nulo.
3. Causas de la ineficacia del acto jurídico