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ACTO JURÍDICO

PRIMER CAPÍTULO: TEORÍA DEL ACTO JURÍDICO


GENERALIDADES

Hecho es todo lo que sucede.

Los hechos pueden ser jurídicos o materiales, según si produzcan efectos jurídicos o
no.

Hecho jurídico es todo suceso de la naturaleza o del hombre que produce efectos
jurídicos. Estos efectos pueden ser la adquisición, la modificación o la extinción de
un derecho subjetivo.

Los hechos jurídicos del hombre pueden ser realizados con intención de producir
efectos jurídicos, como un contrato o un testamento. Son los llamados actos
jurídicos.

Pero también existen hechos jurídicos que producen efectos jurídicos


independientemente de la voluntad del hombre. Estos hechos producen efectos
jurídicos porque la ley lo señala. Si son lícitos son cuasicontratos, por ejemplo, el
pago de lo no debido. Si son ilícitos puede tratarse de un delito (ilícito cometido con
dolo) o de un cuasidelito (ilícito cometido con culpa, o sea, negligente o
imprudentemente).

Teoría del acto jurídico en el Código Civil

El Código Civil no sistematiza ni teoriza el acto jurídico. En el libro IV (de las


obligaciones en general y de los contratos) señala ciertas normas para un
determinado tipo de acto jurídico: los contratos. Más aún, desconoce la
nomenclatura de “acto jurídico”, ya que se refiere a los “actos”, “convenciones” o las
“declaraciones de voluntad”.

No obstante lo anterior, la doctrina nacional, siguiendo los rumbos de la francesa e


italiana, ha construido una teoría general sobre la base de los principios que
informan a los contratos y, en menor medida, a los actos testamentarios.

Asimismo, existe consenso, tanto en la doctrina como en la jurisprudencia, de que la


regulación de los actos jurídicos se gobierna por las normas del Libro IV, “a menos
que el tenor de la disposición o la naturaleza de las cosas las limiten solamente a las
convenciones o contratos (LEÓN HURTADO)”.

Concepto de acto jurídico. Terminología.

Según VIAL DEL RÍO, el acto jurídico “es la manifestación de voluntad hecha con el
propósito de crear, modificar o extinguir derechos, y que produce los efectos
queridos por su autor o por las partes”.
Tradicionalmente se denomina a la institución en comento como “acto jurídico”. No
obstante, también se utiliza la expresión “negocio jurídico” para conceptualizarla.

Sin embargo, debe tenerse muy presente que en el derecho comparado las
mencionadas expresiones no son sinónimas. En el negocio jurídico los efectos de
éste son precisamente los queridos por el autor o por las partes, de tal manera que
dichos efectos surgen como consecuencia inmediata y directa de la voluntad. No
ocurre lo mismo con el acto jurídico en sentido estricto, puesto que los efectos que
de él derivan no van necesariamente adheridos a la voluntad de sus autores y,
muchas veces, son independientes de ella.

Dicho de otra manera, en los actos jurídicos en sentido estricto los efectos jurídicos
se atribuyen por la ley (ex lege) con independencia de que el sujeto que lleva a cabo
el acto lo persiga o no. En cambio, en el negocio jurídico los efectos se producen
directamente por la voluntad de las partes (ex voluntate), no en el sentido de que no
se deriven también de la ley, sino en el que ésta los provoca porque así lo quiere
precisamente el sujeto y en la medida en que, según se deduce de su declaración,
son perseguidos por éste.

Para nuestros efectos, hablaremos de acto jurídico. La expresión negocio jurídico la


utilizaremos en este sentido.

Características del acto jurídico

1. Es la manifestación de voluntad de una o más personas. No basta con la


existencia de la voluntad interna, sino que es necesario expresarla o
exteriorizarla.

2. Esta manifestación de voluntad busca un propósito específico y determinado.


Según la doctrina tradicional, el objetivo perseguido sería el de producir efectos
jurídicos, singularidad que lo diferenciaría de los hechos materiales del hombre y
de los otros hechos jurídicos voluntarios, pero realizados sin la intención de
producir efectos jurídicos (delitos y cuasidelitos).

Ahora bien, existe otra tesis que sostiene que los propósitos perseguidos por el
autor del negocio jurídico no son justamente obtener efectos jurídicos, sino un
resultado económico o social: éste es el denominado propósito empírico o
práctico. Quien compra o quien vende, por ejemplo, pretende conseguir un
propósito práctico, y no obtener obligaciones y derechos. El acto jurídico, según
esta tendencia, consiste en una manifestación de voluntad, pero que se encamina
a la obtención de un fin práctico o económico, más que un efecto jurídico.

Por lo anterior, se ha afirmado que el propósito perseguido por el autor o las


partes es eminentemente práctico. El Derecho toma en cuenta ese propósito a fin
de regular los respectivos efectos jurídicos.

3. Esta manifestación de voluntad produce los efectos jurídicos queridos por el autor
o por las partes. Debemos señalar que se ha discutido si los efectos del acto
jurídico nacen directamente de la voluntad de las partes o se originan de la ley.
Según la concepción más extendida, los efectos derivan en forma inmediata de la
voluntad del autor o las partes del acto jurídico y, en forma mediata, de la ley, que
es la que otorga a los particulares la facultad de crear relaciones jurídicas a través
de la autonomía de la voluntad o autonomía privada.

El acto jurídico puede crear derechos y obligaciones (contrato); modificar


derechos (modificación del derecho de propiedad mediante la constitución de un
derecho de usufructo); transferir derechos (tradición); transmitir derechos y
obligaciones (testamento); o extinguir derecho y obligaciones, como el pago o la
renuncia de un derecho.

Autonomía privada y acto jurídico. Limitaciones.

Se entiende por autonomía privada al poder que el ordenamiento jurídico reconoce a


los particulares de regular por sí sus intereses o sus relaciones jurídicas con los
demás sujetos.

Este principio está recogido en diversas disposiciones de nuestro Código. Así, el


artículo 1545 CC – manifestación expresa de la libertad contractual –, reconoce el
valor de ley sólo a los contratos legalmente celebrados; y, los artículos 1445, 1461 y
1467 CC reconocen amplio valor a la voluntad, con tal que se respeten las leyes, las
buenas costumbres y el orden público.

No obstante, la autonomía privada no es absoluta sino que está sujeta a algunas


limitaciones:

a) Faculta a los particulares para disponer sólo de sus propios intereses y no de los
intereses ajenos.

b) Para que el acto jurídico produzca los efectos queridos por el autor o las partes,
es necesario que éste cumpla con los requisitos establecidos por la ley para
dotarlo de valor jurídico.

c) Debe respetar el orden público y las buenas costumbres. De lo contrario, el acto


jurídico sería nulo absolutamente.

d) Existen ciertos intereses superiores o públicos que no pueden ser alterados por
la voluntad de las partes. Por ejemplo, los modos de adquirir el dominio, la
regulación del matrimonio, etc.

CLASIFICACIÓN DE LOS ACTOS JURÍDICOS

El C.C., en los art. 1439 y siguientes, hace una clasificación de los contratos que se
ha generalizado a los actos jurídicos por medio de la doctrina.

De esta clasificación se pueden distinguir las siguientes categorías de actos


jurídicos:

1. Actos jurídicos unilaterales y bilaterales


Según el número de partes que se requieren para su formación, el acto jurídico
será unilateral cuando resulta de la declaración de voluntad de una sola parte
(ej., testamento); y si requiere la concurrencia de la voluntad de dos o más partes
se les denomina bilaterales (ej., compraventa).

Se habla de parte y no de persona, ya que una parte puede ser una o varias
personas (art. 1438). Parte es la persona o grupo de personas que constituyen
un solo centro de intereses.

Esta clasificación tiene importancia en diversos aspectos:

a) Según lo dicho, tiene importancia en la formación misma del acto.

b) En cuanto a las normas de interpretación del respectivo acto jurídico. El


legislador da distintas normas para la interpretación de los actos jurídicos
unilaterales y bilaterales, y es obvio que así sea, porque para interpretar los
bilaterales hay que buscar la intención común, y en los unilaterales la
voluntad única. Las reglas básicas en materia de interpretación de los actos
jurídicos bilaterales está en los arts. 1560 y siguientes. Luego, la
interpretación en los actos jurídicos bilaterales tiende a ser más objetiva, en
tanto que en los actos jurídicos unilaterales se presenta con un carácter
subjetivo.

c) En relación con el estatuto jurídico que va a regir a uno u otro acto. Se


establece por la ley un estatuto jurídico general para los actos jurídicos
bilaterales, establecido en los arts. 1438 y sgtes. del C. Civil a propósito de
los contratos, que no es enteramente aplicable a los unilaterales, los cuales
muchas veces tienen un estatuto propio (ej, testamento, artículos 999 y
sgtes.).

Acto jurídico unilateral

Son aquellos que para su formación requieren de la manifestación de voluntad de


una sola parte, la cual puede estar integrada por una o varias personas.
Excepcionalmente el testamento es un acto jurídico unilateral en que la parte
está integrada por una sola persona y que además requiere de la manifestación
de voluntad de una sola persona (arts. 999, 1003 y 1004).

En consecuencia, es acto unilateral aun la manifestación de voluntad de dos o


más personas si tienen un mismo interés, como, por ejemplo la renuncia de
varios copropietarios a la cosa común.

El acto jurídico unilateral se genera y es perfecto desde su otorgamiento, aun


cuando para producir sus efectos requiera de la manifestación de voluntad de
otra parte. Por ejemplo, el testamento es un acto jurídico unilateral típico, cuya
existencia depende exclusivamente de la voluntad del otorgante, pero para que el
testamento produzca efectos, el heredero debe aceptar la herencia; de lo
contrario el testamento no surtirá efectos.
La doctrina clasifica a los actos unilaterales en subjetivamente simples y
subjetivamente complejos.

Los actos jurídicos unilaterales subjetivamente simples son aquellos que exigen,
por disposición de la ley, el que concurra la manifestación de voluntad de una
sola persona. Por ejemplo, el testamento (arts. 999 y 1003 CC).

Los actos jurídicos unilaterales subjetivamente complejos son aquellos en que


concurren varias personas a la celebración del acto, en vista de un interés
común. Por ejemplo, el reconocimiento de un hijo que hacen conjuntamente el
padre y la madre. Algunos autores creen que en este tipo de acto hay una suma
de actos jurídicos subjetivamente simples.

Acto jurídico bilateral

Es aquel que para formarse requiere de la manifestación de voluntad de dos o


más partes, que representan intereses jurídicos contrapuestos o, al menos,
distintos. El acto bilateral nace cuando consienten las voluntades, de ahí el
nombre de consentimiento que recibe la manifestación de voluntad de las partes.

En doctrina, el acto jurídico bilateral es denominado convención, que es el


acuerdo de voluntades destinado a crear, modificar o extinguir derechos.

Cuando este acuerdo de voluntades tiene por objeto crear derechos toma el
nombre específico de contrato. Así, la convención es el género y el contrato la
especie; de ahí que todo contrato sea una convención, pero no toda convención
sea un contrato, solo lo será cuando tenga por objeto crear derechos. El pago es
una convención porque proviene de un concurso de voluntades; pero no es un
contrato, ya que su objeto no es crear obligaciones sino extinguirlas (art. 1568).
La compraventa, la sociedad, el arrendamiento, el mutuo, si que son contratos,
porque el acuerdo de voluntades que ellos entrañan va dirigido a crear derechos.

El C.C. en los arts. 1437 y 1438 hace sinónimos los términos convención y
contrato. Lo que sucede es que hay un error técnico del legislador que tiene
cierta relación con la realidad, porque la mayor parte de las convenciones que se
celebran son contratos, pero, jurídicamente, contrato y convención no son lo
mismo.

Unilateralidad y bilateralidad de los contratos

Todo contrato es un acto bilateral, porque para formarse necesita del acuerdo de
voluntades de dos partes.

Pero los contratos, a su vez, pueden ser unilaterales o bilaterales. El contrato es


unilateral cuando una de las partes se obliga para con otra que no contrae
obligación alguna; y el contrato es bilateral cuando las partes contratantes se
obligan recíprocamente (art. 1439).

Actos jurídicos plurilaterales


Son aquellos que para nacer requieren la manifestación de voluntad de más de
dos partes. Por ejemplo, el contrato de sociedad (2053) o la novación por cambio
de acreedor (1631 Nº2).

A diferencia de los actos bilaterales, que se caracterizan por ser una transacción
entre intereses contrapuestos, en los plurilaterales no siempre es así. En muchos
casos se presentan acuerdos entre voluntades que tienden a un mismo fin, sin
existir tal contraposición. Ejemplo típico de lo anterior es el contrato de sociedad.

Esto fue advertido por la doctrina italiana y por la doctrina alemana. En este
orden de ideas, los italianos distinguen entre los contratos y los acuerdos.
Contrato es el acto jurídico bilateral o plurilateral en el cual existen intereses
contrapuestos que tratan de encontrar una composición o un arreglo. Acuerdo es
el acto jurídico normalmente plurilateral, aunque también en ocasiones bilateral,
en el cual se concitan intereses paralelos que convergen hacia un propósito
común.

Por su parte, los alemanes distinguen entre contrato, acto conjunto, acuerdo o
decisión y convenio o convención. En el contrato (Vertrag), dos o más personas
emiten declaraciones de voluntad, intrínsecamente diferentes, pero que se
corresponden entre sí y que coinciden en el designio de alcanzar un mismo
efecto jurídico. En los actos conjuntos (Gesamtakte), varias personas que forman
en conjunto una sola parte, cooperan para alcanzar un mismo resultado jurídico
emitiendo declaraciones de voluntad paralelas. Los acuerdos o decisiones
(Beschlüsse) son declaraciones de voluntad de asociaciones, sociedades o
comunidades que persiguen la creación de un contenido unitario de voluntad
decisivo para el colectivo. Se diferencian de los actos conjuntos en el hecho de
que el acuerdo no requiere la declaración de todos los participantes, sino sólo de
la mayoría. Finalmente, convenio o convención (Vereinbarung) es un acto jurídico
plurilateral en la cual las partes declarantes no se enfrentan entre sí como
portadores de unos intereses contrapuestos y, por consiguiente, no emiten
declaraciones intrínsecamente diferentes, sino que sus declaraciones son
coincidentes e iguales.

Las distinciones anteriores han sido criticadas en España por DÍEZ-PICAZO,


quien ha sostenido que estas categorizaciones carecen de importancia en el
mundo práctico. Es más, el célebre jurista español señala que “… el criterio para
distinguir al contrato de los acuerdos no es tanto la contemplación del
paralelismo o de la contraposición de los intereses en juego, como la diversa
situación jurídica que las partes ocupan... el acuerdo es la declaración de
voluntad de una cotitularidad, con independencia de que los titulares persigan
unos mismos o distintos intereses… en el contrato, en cambio, las partes ocupan
siempre inicialmente posiciones jurídicas diversas, aunque éstas estén llamadas
a integrarse en un superior precepto de autonomía privada obligatorio para los
declarantes”.

2. Actos jurídicos entre vivos (inter vivos) y mortis causa


Actos mortis causa son aquellos en que la muerte del sujeto que los otorga es el
supuesto necesario para que ellos produzcan efecto. Acto mortis causa típico es
el testamento (art. 999).

Actos entre vivos son todos los demás, aunque sus efectos se subordinen a la
muerte de una de las partes, pues, en esta hipótesis, la muerte no es de la
esencia del acto, sino un elemento accidental del mismo. Por ejemplo, en un
contrato de arrendamiento se conviene que junto con la muerte de uno de los
contratantes se extingue para siempre el contrato. No obstante la muerte de uno
de los contratantes, el acto sigue siendo entre vivos.

3. Actos jurídicos patrimoniales y de familia

Actos jurídicos patrimoniales son aquellos cuyo contenido es de carácter


pecuniario. Tienen por finalidad la creación, modificación o extinción de un
derecho pecuniario, es decir, apreciable en dinero.

Actos jurídicos de familia son aquellos que se refieren a la situación del individuo
dentro de la familia y a las relaciones del mismo frente a los demás miembros del
grupo familiar e incluso de la sociedad. Ejemplos de este tipo de acto son el
matrimonio, la adopción, etc.

Debemos tener presente las siguientes diferencias entre ambas clases de actos:

a) Los actos jurídicos de familia están regidos por normas que consagran, por
regla general, derechos irrenunciables. Así, el marido no puede renunciar al
derecho de administrar los bienes de la sociedad conyugal, al derecho y
obligación de alimentar sus hijos. Más que al interés privado, esta clase de
actos mira al interés de la familia y de la sociedad.

En cambio, los actos jurídicos patrimoniales sólo miran al interés privado y


sus derechos son esencialmente renunciables (Art.12 CC).

b) En los actos jurídicos de familia, el principio de la autonomía de la voluntad se


encuentra fuertemente limitado. La voluntad o consentimiento se exige para
que el negocio se forme o nazca, pero sus efectos están regulados en la ley,
no pudiendo modificarse por las partes, por regla general.

Por el contrario, en los actos jurídicos patrimoniales el principio de la


autonomía de la voluntad o autonomía privada es plenamente eficaz, tanto
para dar nacimiento al acto como para regular sus efectos. En virtud de este
principio las partes pueden modificar o derogar las normas supletorias civiles,
e, incluso, pueden crear los llamados negocios innominados o atípicos, que
no se encuentran tipificados ni estructurados en la ley.

c) En cuanto a los fines que se persigue, en los actos de familia está


comprometido no sólo el interés de quienes realizan el acto, sino que también
el interés de la sociedad, porque se entiende que en ellos está en juego el
interés general. Ello porque los actos de familia dicen relación con la
constitución de la familia, y esto es algo que interesa a toda la colectividad,
porque se estima que mientras mejor esté constituida la familia, menos
problemas tendrá la sociedad.

En cambio, en los actos patrimoniales se señala que sólo está en juego el


interés de quienes concurren a su celebración.

4. Actos jurídicos a título gratuito y a título oneroso.

Esta es una subclasificación de los actos jurídicos patrimoniales, que atiende a la


ventaja o beneficio que reporta éste para las partes.

El acto es gratuito o de beneficencia cuando sólo tiene por objeto la utilidad de


una de las partes, sufriendo la otra el gravamen. Ej., donación.

Es oneroso cuando tiene por objeto la utilidad de ambos contratantes,


gravándose cada uno a beneficio del otro (art. 1440). Ej., compraventa.

Doctrinariamente, estos conceptos se han discutido mucho:

a) Según la teoría subjetiva, el acto es a título gratuito cuando el propósito de


una de las partes sea beneficiar a la otra, aunque en definitiva tal beneficio no
se produzca.

b) Para la teoría objetiva (Planiol), el acto jurídico será a título gratuito cuando el
beneficio realmente se produzca, de lo contrario el negocio no será gratuito.

Parece ser que nuestro C. C. sigue la concepción objetiva, según se desprende


de sus arts. 1398 y 1405, que se refieren a la donación con gravamen.

Importancia de esta distinción

a) Los requisitos de validez del acto jurídico son más estrictas para los actos
jurídicos a título gratuito, en razón del peligro que presentan para el que hace
el beneficio. Además, permite que los terceros cuenten con más medios para
controlar a las partes, pues bien puede realizarse el acto de liberalidad para
liberarse de sus obligaciones y no con un fin de beneficiencia.

b) La ley es más exigente para celebrar un negocio a título gratuito. Así,


tratándose de la donación la ley exige un trámite que la preceda, llamado
insinuación, que consiste en una autorización previa al acto, otorgada por
juez competente (Art. 1401).

Clasificación de los contratos onerosos

El contrato oneroso es conmutativo cuando cada una de las partes se obliga a


dar o hacer una cosa que se mira como equivalente a lo que la otra parte debe
dar o hacer a su vez. Si el equivalente consiste en una contingencia incierta de
ganancia o perdida se llama aleatorio (art. 1441).
La ley no dice “deben ser equivalentes”, sino que “se mira como equivalente”,
puesto que es imposible exigir una equivalencia matemática.

5. Actos jurídicos principales y accesorios

Esta clasificación atiende a si el acto puede o no subsistir por sí mismo, sin


necesidad de otra convención.

El contrato es principal cuando subsiste por sí mismo sin necesidad de otra


convención; y accesorio, cuando tiene por objeto asegurar el cumplimiento de
una obligación principal, de manera que no pueda subsistir sin ella (art.1442).

El acto principal subsiste por sí mismo; el accesorio, en cambio, asegura una


obligación principal, de manera que no pueda subsistir sin ella.

Refiriéndose al acto jurídico accesorio, el Código emplea el término “subsistir” y


no “existir”, ya que éste puede existir plenamente antes del acto jurídico que
contenga la obligación principal. Así, se puede constituir hipoteca (accesorio)
para garantizar una obligación futura (principal).

La clasificación de los actos en principales y accesorios sólo tiene importancia


para determinar la extinción de unos y otros, de acuerdo con el aforismo que dice
que “lo accesorio sigue la suerte de lo principal”. De ahí que el art. 2516 exprese:
“La acción hipotecaria, y las demás que proceden de una obligación accesoria,
prescriben junto a la obligación a que acceden”.

Actos jurídicos dependientes

Se denominan actos jurídicos dependientes a los que para existir o para producir
efectos están subordinados a la existencia de otro u otros, pero no para asegurar
el cumplimiento de estos últimos. Ejemplo: las capitulaciones matrimoniales (art.
1715) que se pactan antes del matrimonio, las que sólo tienen valor si se celebra
el matrimonio.

6. Actos jurídicos solemnes y no solemnes

También se les denomina negocios con forma obligada y negocios con forma
libre (ALBALADEJO), o negocios formales y no formales (denominación poco
exacta, ya que todo acto tiene la forma de declaración de voluntad, sea verbal o
escrita).

La regla general es que la sola voluntad o consentimiento manifestado de


cualquier forma (verbal o escrita) es suficiente para que el acto jurídico sea
perfecto, no requiriendo de solemnidad alguna para su perfección. Sólo interesa
que la voluntad sea exteriorizada. Este es el principio dominante en el CC.

El artículo 1443 dispone que el contrato es solemne cuando está sujeto a la


observancia de ciertas formalidades especiales, de manera que sin ellas no
produce ningún efecto civil. A modo meramente ejemplar, formalidades
especiales son la escrituración en la promesa de celebrar un contrato (1554 Nº1);
la escritura pública en la compraventa de un bien raíz (1801 inc.2); la presencia
de ciertos funcionarios y testigos, como en el matrimonio, cuya celebración
requiere la presencia del oficial del Registro Civil y dos testigos.

Justificación del acto solemne

a) Los actos solemnes se prueban por sí mismos: la solemnidad del acto facilita
la prueba, en términos que si no se ha cumplido con la solemnidad exigida por
la ley, no habrá forma de probar el acto. Por ejemplo, la compraventa de un
bien raíz puede probarse por su solemnidad, la escritura pública.

Al respecto, el art. 1701 inc.1 expresa que la falta de instrumento público no


puede suplirse por otra prueba en los actos y contratos en que la ley requiere
esa solemnidad; y se mirarán como no ejecutados o celebrados aún cuando
en ellos se prometa reducirlos a instrumento público dentro de cierto plazo,
bajo una cláusula penal: esta cláusula no tendrá efecto alguno.

b) Protección de terceros: al ser externa la solemnidad, pone en conocimiento de


terceros la celebración del acto.

c) Para algunos, la exigencia de la solemnidad da más tiempo a los celebrantes


del negocio para que reflexionen acerca del mismo.

Omisión de solemnidades

El art.1443 prescribe que el acto que adolece de solemnidades no produce


ningún efecto civil. Lo anterior, porque doctrinariamente sería un acto inexistente,
y, en nuestro derecho, nulo absolutamente, ya que al faltar la solemnidad falta la
voluntad (art. 1682).

Actos solemnes por determinación de las partes

La ley es la que da a un acto el carácter de solemne o no solemne. Pero las


partes pueden darle el carácter de solemne a un acto que por exigencia de la ley
no lo es, en virtud del principio de la autonomía de la voluntad. Así sucede con el
arrendamiento (art.1921) y con la compraventa de cosas muebles (art.1802),
cuando se pactan que se harán por escrito.

No es lo mismo que un acto sea solemne por mandato de la ley o porque lo


hayan pactado así las partes. Mientras en el primer caso la omisión de las
solemnidades acarrea la nulidad absoluta o inexistencia del acto, en el segundo
caso el acto puede producir efectos aún cuando falten las solemnidades, si se
ejecutan hechos que importen renuncia de éstas. La sanción para el caso de
infracción de la solemnidad acordada por las partes, será la que hayan
determinado las mismas, en virtud del principio de la autonomía de la voluntad.
En ningún caso será la nulidad.

Otras formalidades que exige la ley cuya omisión no acarrea la nulidad del
acto
En ciertos casos, la ley exige la concurrencia de ciertas formalidades con distinta
finalidad. Se distinguen a las solemnidades propiamente tales de las que
pasaremos a estudiar a continuación, a saber:

a) Formalidades habilitantes. Son los requisitos que exige la ley para la validez
o eficacia de ciertos actos en razón de la calidad o estado de la persona que
ejecuta o celebra el acto o contrato. Ej., art. 413 inc. 1º.

La inobservancia de la formalidad habilitante está sancionada con la nulidad


relativa del acto o contrato, según resulta de los arts. 1681 y 1682.

b) Formalidades por vía de prueba o ad aprobationem. Son aquellas


solemnidades que persiguen únicamente obtener la constatación del acto
celebrado. Ej., artículos 1708 y 1709.

La sanción que conlleva la inobservancia de esta clase de formalidades es


que se priva al acto de un medio de prueba. Esto no obsta a que el acto
pueda probarse por otros medios, en el ejemplo anterior, mediante prueba
confesional.

c) Formalidades por vía de publicidad. Son aquellas solemnidades que tienen


por objeto la divulgación de la celebración del acto jurídico con el fin que sea
oponible a terceros. Ejemplos, artículos 1901, 1707, 1723 inc.2.

Las consecuencias de la omisión de las formalidades referidas produce la


inoponibilidad, que consiste en la ineficacia del acto respecto de terceros.

7. Actos jurídicos puros y simples y sujetos a modalidades

Las modalidades son cláusulas especiales que se insertan en los actos jurídico
para modificar sus efectos, sea desde el punto de vista de la existencia, ejercicio
o extinción de los derechos que de ellos resultan.

Estos elementos accidentales son:

1. Condición, que es el hecho futuro e incierto del que depende el nacimiento o


extinción de un derecho. Puede ser suspensiva o resolutoria.

2. Plazo, que es el hecho futuro y cierto del cual depende el ejercicio o extinción
de un derecho. Puede ser suspensivo o extintivo.

3. Modo, que es el gravamen que se impone al beneficiario de una liberalidad.

De esta manera, acto jurídico puro y simple es aquel que en cuanto se


perfecciona da nacimiento a un derecho, cuyo ejercicio puede ser inmediato y su
duración indefinida (no se encuentra sujeto a modalidades); y, los actos sujetos a
modalidades son los que sus efectos están subordinados al cumplimiento de
ciertas cláusulas restrictivas particulares introducidas por las partes: condición,
plazo y modo (algunos agregan a la representación, art.1448, y la solidaridad, art.
1511).
8. Actos jurídicos típicos y atípicos o nominados e innominados

Actos jurídicos típicos o nominados, son los que están regulados y estructurados
por la ley; por ej., el matrimonio, la adopción, testamento, compraventa, hipoteca,
etc.

Actos jurídicos innominados o atípicos, son aquellos que no están configurados


por la ley. Surgen como creación de los particulares en virtud del principio de la
autonomía de la voluntad y de la libertad de las convenciones o libertad
contractual. Tienen pleno valor, siempre que se ajusten en general a las reglas
de los actos y declaraciones de voluntad conocidas: requisitos de existencia y de
validez.

9. Actos jurídicos constitutivos, declarativos y traslaticios

Actos constitutivos son aquellos que crean una situación jurídica o un derecho
nuevo que antes no existía. Ej., los contratos son constitutivos porque hace nacer
en las partes derechos que antes no tenían y crea las calidades de deudor y
acreedor.

Actos declarativos son los que no hacen nacer un nuevo derecho ni tampoco
crean una nueva situación jurídica, sino que se limitan a reconocer derechos y
situaciones jurídicas preexistentes. El acto declarativo se limita a reconocer un
derecho que la persona ya tenía con anterioridad. Ej., la adjudicación en la
partición de bienes.

Actos traslaticios son los que transfieren a un nuevo titular un derecho que ya
tenía existencia. Ej., tradición del derecho real de dominio.

10. Actos jurídicos recepticios y no recepticios

Actos recepticios son aquellos en que la declaración de voluntad que encierra,


para producir su eficacia, ha de dirigirse a un destinatario determinado, es decir,
debe comunicarse o notificarse. Por ej., la propuesta de celebración de un
contrato o el desahucio.

Actos no recepticios son los que la declaración de voluntad que encierra logra su
eficacia por el sólo hecho de su emisión, sin necesidad de notificarla a nadie. Por
ej., el testamento.

11. Actos jurídicos causados y abstractos

Toda manifestación de voluntad tiene una causa, motivo o razón. Existe una
relación entre la voluntad y la causa (art.1467).

La causa es el motivo que induce al acto o contrato.

Acto jurídico abstracto es aquél para cuyo perfeccionamiento no se requiere la


causa como elemento esencial. Se constituyen y funcionan separados de su
causa, desvinculados o abstraídos de ella. No es que no haya causa, sino que el
derecho no considera este requisito.

Acto jurídico causado es aquel que para perfeccionarse requiere como elemento
esencial a la causa. Es la regla general, art.1445.

12. Actos jurídicos consensuales y reales.

Actos jurídicos consensuales son los que se perfeccionan por la simple


manifestación de voluntad dirigida a producir efectos jurídicos. Ej., compraventa
de cosa mueble, arrendamiento, mandato.

Actos jurídicos reales son aquellos que para perfeccionarse requieren la entrega
de la cosa. Ej., comodato, mutuo, depósito. (Art. 1443).

ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DEL ACTO JURÍDICO

Abstractamente considerados, los elementos del acto jurídico son de tres especies:
esenciales, de la naturaleza y accidentales (art. 1444).

Elementos o cosas esenciales de un acto

Son todos aquellos sin los cuales no produce efecto alguno o degenera en otro acto
o contrato diferente.

Entre los elementos esenciales hay algunos que deben figurar en toda clase de
actos: son los elementos esenciales genéricos o comunes (voluntad, objeto y
causa), que deben estar en todo acto jurídico.

Hay otros que son indispensables sólo para la existencia de ciertos actos, no siendo
necesario ni figurando para nada en la vida de otros. Esta clase de elementos se
llaman elementos esenciales específicos; por ejemplo: el precio en la compraventa,
la gratuidad del contrato de comodato, la renta en el arrendamiento, el aporte en el
contrato de sociedad, etc.

Los elementos esenciales son denominados también como elementos constitutivos,


ya que miran a la estructura del acto jurídico.

Elementos o cosas de la naturaleza de un acto jurídico

Son los que, no siendo esenciales en él, se entienden pertenecerle sin necesidad de
una cláusula especial.

Las partes nada necesitan declarar para que estos elementos formen parte del acto,
ya que la ley los dispone en lugar de las mismas partes; la voluntad de éstas sólo es
necesaria para excluirlos.

De lo anterior se deduce que estos no son elementos constitutivos del acto jurídico,
son más bien efectos del mismo, que la ley supletoriamente señala en defecto de la
voluntad de las partes, lo que ocurre principalmente en el campo del Derecho
privado.

Ejemplos de cosas de la naturaleza de un contrato es el saneamiento de la evicción


y de los vicios ocultos de la cosa. Evicción es la pérdida total o parcial de la cosa
comprada, decretada por sentencia firme y en virtud de derechos de un tercero
anteriores a la compra (art.1838). El saneamiento de la evicción impone al vendedor
la obligación de amparar al comprador en el dominio y posesión pacífica de la cosa
vendida. Esto implica defenderlo de los terceros que pretenden tener sobre ésta
derechos anteriores a la compra e indemnizar a aquel de la evicción, si llega a
producirse. Puede renunciarse conforme a los artículos 1839 y 1842.

El saneamiento de los vicios redhibitorios (art. 1857 y sgtes.) es la obligación del


vendedor de responder de los defectos ocultos de la cosa vendida, llamados vicios
redhibitorios; esta responsabilidad lo obliga a soportar la resolución del contrato de
compraventa o la rebaja proporcional del precio (Art. 1860).

Si en la escritura de compraventa nada se dice sobre la obligación de saneamiento,


de todas maneras se entiende incorporada al contrato, pero no siendo de la esencia
del contrato, la compraventa puede subsistir sin la obligación que nos ocupa y las
partes pueden convenir que el vendedor no será obligado a dicha garantía. Puede
renunciarse conforme al artículo 1859.

Algunos autores señalan a la condición resolutoria (art. 1489) como elemento de la


naturaleza, pues en los contratos bilaterales va envuelta la condición resolutoria de
no cumplirse por uno de los contratantes lo pactado. La condición o evento incierto
es el cumplimiento o no del contrato. La condición resolutoria se cumple cuando uno
de los contratantes no cumple lo pactado (DOMÍNGUEZ ÁGUILA).

Elementos o cosas accidentales del acto

Son aquellas que ni esencial ni naturalmente le pertenecen, y que se le agregan por


medio de cláusulas especiales. Son las llamadas modalidades: plazo, condición y
modo, que constituyen una expresión del principio de la autonomía de la voluntad.

El efecto que producen es subordinar la eficacia o efectos del negocio jurídico en


particular al cumplimiento del elemento accidental, pero no modifica su naturaleza.
Por ejemplo: en un contrato de compraventa se pacta que el precio se pagará en 10
cuotas mensuales.

No obstante que el elemento accidental requiere de cláusula especial, la condición


resolutoria (elemento accidental) de carácter tácita se subentiende como elemento
de su naturaleza.

Hay por lo menos un caso en el CC en que el elemento accidental tiene la calidad de


elemento esencial específico. Según el art. 1554, la promesa de celebrar un contrato
no produce obligación alguna, salvo que concurran las circunstancias siguientes, y
entre ellas aparece en el Nº3 que la promesa contenga un plazo o condición que fije
la época de la celebración del contrato. Constituye un elemento esencial porque si
no hay condición o plazo, no hay contrato de promesa, y es específico porque se
refiere en particular al contrato de promesa.

De todos los mencionados, los únicos verdaderos elementos o requisitos


constitutivos del acto son los esenciales. Los naturales no forman parte de la
estructura del acto jurídico sino que dicen relación con sus efectos. Por su parte, los
llamados elementos accidentales no son requisitos del acto, sino de su eficacia,
pues a ellos queda subordinada la producción de efectos del acto, sin perjuicio de
que puedan tener lugar antes de que se cumplan los elementos accidentales
algunos efectos preliminares. Por lo anterior, a los últimos más propiamente se les
denomina cosas de la naturaleza y cosas accidentales.

CONDICIONES DE EXISTENCIA Y DE VALIDEZ DEL ACTO JURÍDICO

Condiciones de existencia del acto jurídico son aquellas sin las cuales éste no puede
formarse o que le impiden nacer a la vida del derecho. Ellos son:

1. Voluntad (en el caso de acuerdo de voluntades se llama consentimiento)


2. Objeto
3. Causa
4. Solemnidades en los actos que la ley las exige.

Condiciones de validez del acto jurídico son aquellas que si bien pueden faltar en el
acto, su concurrencia le da una existencia sana. La falta de un requisito de validez
no impide el nacimiento del acto, pero lo vicia y permite anularlo. Son (art.1445):

1. Voluntad no viciada.
2. Objeto lícito.
3. Causa lícita.
4. Capacidad de las partes.

El Código Civil no contempla de esta forma los requisitos del acto jurídico. Esta
formulación ha sido hecha por la doctrina.

I. VOLUNTAD O CONSENTIMIENTO

VOLUNTAD

De la definición de acto jurídico puede establecerse que la concepción de los actos


jurídicos es esencial y principalmente voluntarista. Está sustentada y elaborada
sobre la base y la idea de la voluntad, porque el acto jurídico es la proyección de la
voluntad del individuo hacia el exterior, proyección que va a producir consecuencias
de derecho.

La voluntad es el libre querer interno de lograr un fin determinado por medio de la


acción (ALESSANDRI, SOMARRIVA y VODANOVIC). En los actos jurídicos
unilaterales se habla propiamente de voluntad, pero en los bilaterales toma el
nombre de consentimiento, que es el acuerdo de voluntades destinado a producir
efectos jurídicos.
Requisitos de la voluntad

La voluntad debe ser seria y exteriorizarse o manifestarse.

1. Seriedad de la voluntad. Sostienen algunos autores que la voluntad es seria


cuando se emite por persona capaz y con el propósito de crear un vínculo
jurídico (art.1445 Nº2).

Se dice que no es seria y no hay voluntad en los actos de los absolutamente


incapaces.

2. Exteriorización de la voluntad. No hay voluntad mientras ella no se exprese o


manifieste hacia el exterior en alguna forma. Mientras el individuo la guarda para
sí, la voluntad no tiene relevancia para el derecho.

La manifestación de voluntad puede ser expresa o tácita:

a) Es expresa cuando el contenido del propósito es revelado explícita y


directamente, sin la ayuda de circunstancias concurrentes. Por ejemplo, el
otorgamiento de escritura pública cuando se celebra un contrato de
compraventa.

b) Es tácita cuando el contenido del propósito se deduce de ciertas


circunstancias concurrentes, cuando se infiere de ciertos hechos, conductas o
comportamientos. Pero el comportamiento y los hechos de los cuales se
deduce la voluntad deben ser concluyentes e inequívocos, es decir, no deben
ofrecer la posibilidad de diversas interpretaciones. Es la denominada
conducta concluyente. Por ejemplo, entro a una tienda y tomo un objeto
pidiendo al dependiente que lo envuelva.

Ejemplos de ambas clases de manifestaciones de voluntad encontramos en los


artículos 1241, 1242 y 1244, a propósito de la aceptación de la herencia.

Voluntad presunta

Un sector de la doctrina dice que fuera de estos dos casos de manifestación de


voluntad (expresa y tácita), existiría el de la voluntad presunta, que sería aquella
que la ley deduce o presume de ciertos hechos, esto es, que una conducta de un
sujeto es considerada por la ley como una manifestación de voluntad. Ejemplo:
art.1654, en este caso, de la conducta de entregar el título o la destrucción o
cancelación del mismo, se deduciría una aceptación presunta de remitir la deuda.
La misma situación se da en el art.1244.

No debe confundirse con la manifestación de voluntad tácita: “en la declaración


tácita es el sujeto que tiene conocimiento de ella el que, al tenor de la conducta
del declarante, establece que ésta encierra, sin duda, una determinada voluntad.
En la declaración presunta es la ley la que establece que la conducta del
declarante encierra probablemente una determinada voluntad (ALBALADEJO)”.
No obstante lo anterior, la opiniión generalizada es que los hechos constitutivos
de la voluntad tienen que manifestarse en forma inequívoca, en una forma que
no deje duda sobre el verdadero querer de la persona. Así, alguna jurisprudencia
ha resuelto que si el consentimiento puede ser tácito o implícito, no puede ser
presunto o supuesto, porque lo que se exige es la voluntad positiva de obligarse,
lo cual no coincide con una voluntad presunta.

El silencio como manifestación de voluntad

El silencio no es afirmación ni negación, por lo que no puede estimarse


manifestación de voluntad. Tampoco es manifestación de voluntad tácita, ya que en
ésta hay un hecho del que se infiere tal manifestación, en cambio, en el silencio no
hay hecho.

Excepcionalmente, el silencio constituye manifestación de voluntad en los siguientes


casos:

a) Cuando las partes, en virtud del principio de la autonomía privada, así lo han
convenido. Por ejemplo, en el contrato de sociedad o de arrendamiento se
estipula que éste se entiende prorrogado si ninguna de las partes manifiesta
voluntad en orden a poner término del contrato, se la llama cláusula de
renovación automática. Lo convenido obliga a las partes en virtud del art.1545.

b) Cuando la ley le da valor expresamente, como en los casos del artículo 2125 y
1956 inc. 3º del C. Civil.

En opinión de Alessandri, en el caso del art. 1956 no hay silencio como


manifestación de voluntad, porque el silencio supone necesariamente la ausencia
total y absoluta de manifestación del otro sujeto. Lo que hay es una voluntad
tácita que se desprende de la aceptación del pago de la renta por el arrendador
después de terminado el contrato de arrendamiento.

c) En el caso del silencio circunstanciado, cuando las circunstancias que


acompañan al silencio permiten atribuirle manifestación de voluntad. AVELINO
LEÓN HURTADO lo define “como aquel que necesariamente debe ir
acompañado de antecedentes o circunstancias externas que permitan atribuir al
silencio, inequívocamente, el valor de una manifestación de voluntad”. Por
ejemplo, el dueño de un negocio en Puerto Montt escribe a su proveedor
habitual, residente en Arica, que cuenta con los artículos que él le ha procurado
periódicamente en otras ocasiones para las fiestas de navidad. El silencio del
proveedor constituye aceptación del encargo.

d) Como fuente de obligaciones, cuando se ha abusado de él por dolo o negligencia


y este abuso genera daño a terceros. Si se guarda silencio con el propósito
deliberado de dañar a otro o sabiendo que actuando de esa forma se perjudicará
a un tercero, el silente comete un delito o cuasidelito civil que debe ser reparado.
Manifestación de este caso encontramos en el art. 368 del Cód. Comercio: “el
que tolera la inserción de su nombre en la razón de comercio de una sociedad
extraña, queda responsable a favor de las personas que hubieran contratado con
ella”. De haber hablado oportunamente, como lo haría un hombre de mediana
prudencia, habría evitado el perjuicio que irroga con su actitud.

Desacuerdos entre voluntad real y la voluntad declarada

Cuando la voluntad real coincide con la exteriorizada no existe problema alguno. La


dificultad se presenta cuando la voluntad declarada está en desacuerdo con la
voluntad interna o real. Por ejemplo, quiero regalar a Juan una bicicleta y le regalo
por distracción una moto.

Para determinar cuál de ellas prevalece en caso de desacuerdo, se han formulado


principalmente las siguientes teorías:

a) Teoría de la voluntad real o subjetiva. Fue desarrollada por SAVIGNY. La


voluntad interna es el principal elemento del acto jurídico; la declaración no es
más que el medio de revelar o exteriorizar aquélla. Según esta teoría prevalece
la voluntad interna, lo que el derecho protege y lo que da nacimiento al acto
jurídico es el verdadero querer de la persona.

Se critica esta tesis porque atenta contra la seguridad en las relaciones jurídicas,
puesto que éstas estarían expuestas siempre a ser destruidas por una hipotética
divergencia; la buena fe desaparecería.

Para paliar esto se enunció la teoría de la culpa in contrahendo (IHERING),


según la cual los contratantes deben poner diligencia no sólo en el cumplimiento
de las relaciones jurídicas ya formadas, sino también en las relaciones en
gestación y a las previas conducentes a la realización del acto jurídico. Así, si
una parte permite el perfeccionamiento de un contrato nulo, es responsable
frente a la otra por este hecho.

b) Teoría de la declaración de voluntad u objetiva. Surge como reacción a la


anterior. Se basa en la mayor seguridad jurídica y en la buena fe de terceros. No
es la voluntad interna la que forma el elemento constitutivo del acto jurídico, sino
que lo es la declaración de voluntad, ya que es justo suponer que quien recibe
una declaración de voluntad crea que esa declaración corresponde a la efectiva
voluntad del declarante. Según esta teoría, la declaración de voluntad debe
primar sobre la voluntad interna, porque aquélla determina la formación de los
actos. Supone que el querer interno del individuo sólo puede ser considerado por
el derecho en la medida que se declare.

Se critica a esta posición doctrinaria porque presenta el riesgo de que en ciertas


circunstancias no se considere para nada al elemento interno y se da eficacia a
una mera apariencia de voluntad.

c) Teorías eclécticas. Estas construcciones doctrinarias pretender conciliar las tesis


anteriores. Encontramos aquí a la teoría de la confianza y a la teoría de la
responsabilidad.

Según la teoría de la confianza, debe respetarse la voluntad declarada cuando el


que la recibe tiene razón para creer que corresponde a la voluntad real del
declarante, aunque en los hechos no exista esa supuesta congruencia. En caso
contrario, el acto simulado será nulo.

Por su parte, la teoría de la responsabilidad sostiene que quien hace una


declaración sabiendo deliberadamente que es disconforme con su voluntad real,
asume una responsabilidad frente al destinatario de la misma: éste tiene derecho
a considerar a la manifestación de voluntad como coincidente con la voluntad
interna, en virtud del principio de la buena fe.

¿Cuál teoría sigue nuestro Código?

Nuestro Código acepta la teoría de la voluntad o subjetiva, lo que se manifiesta en


los artículos 1560, 1445 y 1069 inc. 2º. No obstante, nuestro legislador pone límites
al predominio de la voluntad interna, protegiendo los intereses de terceros. Ejemplo
de ello lo constituye el artículo 1707.

Casos en que no existe voluntad

Jurídicamente, no existe voluntad en los siguientes casos:

a) Tratándose de los actos de los absolutamente incapaces, ya que sus condiciones


fisiológicas les impiden tener voluntad (art. 1447 inc. 1º y 2º).

b) Caso del error esencial, es decir, cuando las partes se equivocan en:
la naturaleza del acto que celebran (Juan entiende prestar un libro y Pedro
entiende que se trata de una donación del libro) (art. 1453)
la identidad específica de la cosa de que se trata (Juan entiende comprar el
caballo Picaflor y Pedro le vende el caballo Huracán) (art. 1453)
la causa de la obligación (Juan se obliga a pagar una pensión alimenticia a
Juan creyendo que éste su hijo, no siéndolo)

EL CONSENTIMIENTO

Formación del consentimiento

La palabra viene del latín “consentire”, cum, compañía, y sentire, sentir, que significa
traer un mismo sentimiento.

Dentro del derecho, se define al consentimiento como el acuerdo de dos o más


voluntades sobre un mismo objeto jurídico.

Se integra por dos actos: la oferta y la aceptación.

Reglamentación del consentimiento

El CC no lo define ni contiene normas relativas a su formación. Este silencio ha sido


suplido por el Código de Comercio, que en sus arts. 97 al 108 viene a llenar un
sensible vacío de nuestra legislación comercial y civil al regular en forma expresa la
formación del consentimiento.
No obstante lo anterior, estas reglas sólo se aplican a la formación del
consentimiento en los actos jurídicos consensuales, no aplicándose, en
consecuencia, a los actos jurídico solemnes ni reales (ver art.1443).

Estudiaremos los siguientes temas:

1. Actos que forman el consentimiento: oferta y aceptación.


2. Momento de la formación del consentimiento
3. Lugar de formación del consentimiento

A. Actos que forman el consentimiento: oferta y aceptación

Si el consentimiento se forma por dos o más voluntades sobre un objeto jurídico, se


integran entonces dos actos jurídicos unilaterales y copulativos: la oferta y la
aceptación.

La oferta

La oferta, propuesta o policitación es un acto jurídico unilateral por el cual una


persona (oferente, proponente o policitante) propone a otra la celebración de una
determinada convención, en términos tales que, para que éste se perfeccione, basta
con que el destinatario de la oferta la acepte pura y simplemente.

Clasificación de la oferta

a) Verbal o escrita, según se manifieste por la voz o la escrituración.

b) Expresa o tácita. Es expresa la que manifiesta el deseo de contratar en términos


formales y explícitos. Es tácita la que revela ese deseo en forma indirecta, pero
se desprende inequívocamente de ellos. Por ejemplo, la circulación de taxis
colectivos, que ofrecen la celebración del contrato de transporte.

c) A persona determinada o a persona indeterminada, según se manifieste a un


sujeto específico o al público en general. Ejemplos de lo último tenemos en los
gritos del vendedor de diarios.

Requisitos de la oferta

1. Debe ser seria o firme, o sea, debe expresar una voluntad decidida a celebrar un
negocio jurídico.

No cumplen esta exigencia las denominadas ofertas indeterminadas, que son las
ofertas contenidas en circulares, catálogos, notas de precios corrientes,
prospectos, o en cualquiera otra especie de anuncios impresos, las que no son
obligatorias para el que las hace, ya que no se indica la persona a quien va
dirigida (art.105 inc.1º C. Comercio).

2. Debe ser precisa y completa, es decir, comprender todos los elementos del
negocio que se va a concluir, de modo que la aceptación pueda darse pura y
simplemente. Se entiende por oferta incompleta aquella en que no se establecen
o determinan todas las condiciones del contrato.

Efectos de la oferta antes de la aceptación

Mientras la oferta no ha sido aceptada, no hay acto jurídico. La discusión estriba en


lo siguiente: ¿la oferta por sí misma no tendrá un efecto obligatorio respecto del
proponente?

En algunas legislaciones, como la alemana, dan a la oferta misma un carácter


obligatorio, de modo que el oferente está obligado por cierto tiempo a mantenerla,
aunque no se acepte de inmediato.

Otras legislaciones no le otorgan efecto alguno antes de la aceptación, de lo que


resulta que para ellas la oferta resulta esencialmente revocable y que, incluso,
pueda caducar, es decir, perder toda eficacia y dejar de existir automáticamente, en
caso de muerte o de incapacidad sobreviniente del oferente antes de la aceptación.

Nuestra legislación sigue esta última tesis, al aceptar la retractación y la caducidad


de la oferta, lo que queda en evidencia en el artículo 101 del C. Comercio: “Dada la
contestación, si en ella se aprobare pura y simplemente la propuesta, el contrato
queda en el acto perfeccionado y produce todos sus efectos legales, a no ser que
antes de darse la respuesta ocurra la retractación, muerte o incapacidad legal del
proponente”.

La aceptación

La aceptación es el acto jurídico unilateral por el cual la persona a quien va dirigida


la oferta manifiesta su conformidad con ella. La persona que acepta la oferta se
llama aceptante.

Clasificación de la aceptación

a) Expresa o tácita, al igual que la oferta. Ejemplos de aceptación tácita


encontramos en el subirse a un taxi colectivo, que implica aceptar la oferta de
celebrar el contrato de transporte.

Conforme al artículo 103 del C. Comercio, “la aceptación tácita produce los
mismos efectos y está sujeta a las mismas reglas que la expresa”.

b) Pura y simple o condicional. Es pura y simple la que es congruente con la oferta.


Es condicional cuando contiene reservas o modificaciones que alteran los
términos de la oferta.

En nuestra legislación, la aceptación condicional importa una nueva oferta o


propuesta (art. 102 C. Comercio).

Requisitos de la aceptación
1. Debe darse mientras esté vigente la oferta. La oferta puede dejar de estar
vigente por dos causas (art. 101 C. Comercio):

a) por la retractación de la oferta, que tiene lugar cuando el oferente revoca la


oferta o la deja sin efecto.
b) por la caducidad de la oferta, que tiene lugar cuando el oferente muere o se
incapacita legalmente.

Con relación a la retractación, el legislador ha establecido ciertos límites al


oferente que quiere dejar sin efecto su oferta, a saber:

si se hubiere comprometido a esperar contestación o a no disponer del objeto


del contrato sino después de desechada o transcurrido un determinado plazo,
no puede arrepentirse en el tiempo medio entre el envío de la propuesta y la
aceptación (art. 99 C. Comercio).

la retractación tempestiva impone al proponente la obligación de indemnizar


los gastos que la persona a quien fue encaminada la propuesta hubiere
hecho, y los daños y perjuicios que hubiere sufrido. Sin embargo, el
proponente podrá exonerarse de la obligación de indemnizar cumpliendo el
contrato propuesto (art. 100 C. Comercio). El fundamento de esta
indemnización sería la equidad (ALESSANDRI, SOMARRIVA y
VODANOVIC).

2. Debe ser pura y simple. Tiene que conformarse a la oferta sin introducirle
modificaciones. De lo contrario sería una contraoferta o nueva oferta (arts. 101 y
102 C. Comercio).

3. Debe ser oportuna. En términos generales, es oportuna cuando se da dentro del


plazo legal o voluntario señalado por el oferente.

Si el oferente ha señalado un plazo dentro del cual debe aceptarse la oferta, la


aceptación será oportuna cuando se formule en el término indicado por el
solicitante.

Si nada ha dicho, deberá serlo dentro de los plazos señalados por la ley, la cual
distingue:

a) si la propuesta es verbal, se requiere que sea aceptada en el momento de ser


conocida, de lo contrario el oferente quedará libre de todo compromiso (art.
97 C. Comercio).

b) si la propuesta es por escrito, se debe distinguir si el destinatario de la oferta


reside en el mismo lugar del oferente o en un lugar diferente. Si reside en el
mismo lugar, la oferta deberá ser aceptada o rechazada dentro de 24 horas;
si reside en lugar diferente, a vuelta de correo (art. 98 C. Comercio).

Aceptación extemporánea
Vencidos los plazos, la propuesta se entenderá por no hecha, aun cuando hubiere
sido aceptada (art. 98 C. Comercio).

El oferente queda liberado si la aceptación es extemporánea, no teniendo la virtud


de generar el contrato.

Salvo prueba en contrario, la aceptación se presume oportuna; al proponente


corresponde probar que la aceptación es extemporánea. Así se ha resuelto. Como lo
normal es que la aceptación sea oportuna, el peso de la prueba se traslada al que
alega algo anormal, esto es, al oferente.

Efectos de la aceptación extemporánea

No obstante la ineficacia de la aceptación extemporánea, la ley establece que en


caso de aceptación extemporánea, el proponente será obligado, bajo
responsabilidad de daños y perjuicios, a dar pronto aviso de su retractación (art. 98
C. Comercio).

Como se estima que la aceptación extemporánea es una nueva oferta, hay acuerdo
en la doctrina para estimar que el pronto aviso debe darse en el mismo plazo
otorgado para dar la aceptación, es decir, dentro de las 24 horas o a vuelta de
correo según el caso.

La doctrina entiende, además, que el pronto aviso sólo se debe dar en el caso de
que el proponente no haya dado plazo, ya que el artículo 98 se refiere a las ofertas
sin señalamiento de plazo y, porque si lleva un plazo. debe entenderse que la
voluntad del oferente no se mantiene más allá de dicho plazo.

B. Momento de la formación del consentimiento

Para determinar el momento en que se forma el consentimiento, es necesario


distinguir si el contrato es entre presentes o si es entre ausentes.

Existen dos criterios sobre el particular:

a) Según SOMARRIVA, contratos entre presentes son los que se celebran entre
personas que se encuentran reunidas en un mismo lugar, una frente a la otra; y,
contratos entre ausentes, los que se celebran entre personas que se encuentran
en distintos lugares.

b) Según ALESSANDRI, contratos entre presentes son aquellos en que la


aceptación puede ser conocida por la otra parte al tiempo o inmediatamente de
ser emitida; y, contratos entre ausentes, aquellos en que la aceptación puede ser
conocida por el oferente sólo después de cierto tiempo, más o menos largo, de
ser formulada.

Formación del consentimiento en los contratos entre presentes

Como en estos casos la aceptación es conocida por el oferente al tiempo de ser


emitida, el consentimiento se forma en el momento que se da la aceptación. Así se
desprende del artículo 97 del Cód. de Comercio: “Para que la propuesta verbal de un
negocio imponga al proponente la respectiva obligación, se requiere que sea
aceptada en el acto de ser conocida por la persona a quien se dirigiere; y no
mediando tal aceptación, queda el proponente libre de todo compromiso”.

Formación del consentimiento en los contratos entre ausentes

Existen diversas teorías sobre el particular:

a) Teoría de la aceptación, declaración o aprobación. El consentimiento se


perfecciona desde el momento en que el destinatario de la oferta da su
aceptación, aunque esta no sea conocida por el oferente. Se funda en que el
consentimiento se forma por el acuerdo de voluntades, y el acuerdo se produce
cuando el aceptante manifiesta su conformidad con la oferta que se le hizo.

El criterio propuesto no es seguro, ya que la formación del consentimiento y del


contrato queda sujeta al arbitrio del aceptante. Por ejemplo, se destruye la carta
en que se contiene la aceptación: ¿se formó el consentimiento?

b) Teoría de la expedición (variante de la anterior). Se exige cierta seguridad de


irrevocabilidad de la declaración de la aceptación: la expedición o envío de ésta
señala el tiempo en que el consentimiento se forma. El consentimiento se
formaría, no en el momento en que la declaración del aceptante se formula, sino
desde que el destinatario de la oferta se desprende de su manifestación de
voluntad enviando la respuesta al oferente.

Se critica esta tesis, por cuanto la expedición de la aceptación por alguno de los
medios señalados puede ser revocada, ya que según las Convenciones Postales
Internacionales y las Ordenanzas de Correos es posible retirar las cartas del
buzón, previa comprobación de que el reclamante es el autor de la carta.

c) Teoría de la información o del conocimiento. El consentimiento sólo existe


cuando el proponente ha recibido la aceptación y ha tomado conocimiento real y
efectivo de ella. Es una antítesis de la primera teoría. Tiene como fundamento el
acuerdo de voluntades que configura el consentimiento, el cual se produce
únicamente cuando cada una de las partes tiene conocimiento de la
determinación de la otra parte.

Se critica esta tesis porque bastaría al proponente con no tomar conocimiento de


la correspondencia para dejar en suspenso y a su arbitrio la formación del
contrato.

d) Teoría de la recepción (variante de la anterior). El consentimiento se forma


cuando la aceptación ha llegado a su destino, sin que sea menester averiguar si
el proponente tomó conocimiento de ella, pues es natural suponer que, recibida
la correspondencia, será leída.

¿Cuál teoría seguimos en Chile?


Se sigue la teoría de la aceptación o declaración, según se desprende de los arts.
99, 101 y 104 del C. Comercio:

1. Art. 99: “El proponente puede arrepentirse en el tiempo medio entre el envío de la
propuesta y la aceptación, salvo que al hacerla se hubiere comprometido a
esperar contestación o a no disponer del objeto del contrato, sino después de
desechada o de transcurrido un determinado plazo. El arrepentimiento no se
presume”.

No se refiere al envío de la aceptación, sino que lisa y llanamente a “la


aceptación”.

2. Art. 101: “Dada la contestación (aceptación), si en ella se aprobare pura y


simplemente la propuesta, el contrato queda en el acto perfeccionado y produce
todos sus efectos legales...”.

Basta manifestar la voluntad de aceptar.

3. Art. 104: “Residiendo los interesados en distintos lugares, se entenderá


celebrado el contrato, para todos sus efectos legales, en el de la residencia del
que hubiere aceptado la propuesta primitiva o la propuesta modificada”.

Esto es así porque en ese lugar se reputa dada la aceptación y perfeccionado el


consentimiento.

Excepciones a la teoría de la aceptación o declaración

a) Artículo 1412 del CC: “Mientras la donación entre vivos no ha sido aceptada, y
notificada la aceptación al donante, podrá este revocarla a su arbitrio”. Aquí se
sigue la teoría de la información.

b) En virtud del principio de la autonomía de la voluntad, nada obsta a que las


partes pacten que el contrato se estime perfecto en un momento distinto al
señalado por la ley, ya que la normas anteriores no son de orden público.

c) Tratándose de los contratos solemnes y reales, ellos se entienden celebrados al


momento del cumplimiento de la solemnidad o de la entrega, respectivamente.

Importancia de determinar el momento de la formación del consentimiento

1. La formación del consentimiento pone fin al derecho del oferente para


retractarse.

2. Los requisitos de validez, especialmente la capacidad de las partes para


contratar, se aprecian al tiempo de la formación del consentimiento.

3. Cuando hay cambio de legislación, el momento de la formación del


consentimiento determina las leyes aplicables al tiempo del contrato (art. 22
LER).
4. El contrato comienza a producir sus efectos desde el momento en que se
perfecciona.

5. Fija el punto de partida de la prescripción o de la caducidad de ciertas acciones.

6. Permite apreciar si hubo o no objeto ilícito.

C. Lugar de formación del consentimiento

Es importante determinar el lugar en que se perfecciona el consentimiento para los


siguientes efectos prácticos:

1. Fija la competencia de los tribunales.

2. Determina la legislación de que país es la aplicable.

3. Los casos en que la voluntad de las partes puede interpretarse por los usos o la
costumbre, el lugar del perfeccionamiento del consentimiento es el que señala el
uso o costumbre que tiene cabida.

Teorías sobre el lugar de formación del consentimiento

Se aplican las mismas teorías que estudiamos a propósito del momento de


formación del consentimiento. Los problemas sólo surgen respecto de los contratos
entre ausentes:

a) Tratándose de las teorías de la aceptación y de la expedición, el consentimiento


se forma en el lugar del domicilio del aceptante.

b) Tratándose de las teorías de la recepción y del conocimiento, el consentimiento


se forma en el lugar del domicilio del oferente.

¿Cuál teoría seguimos en Chile?

Seguimos la teoría de la aceptación o declaración, pues así lo dispone el art. 104 del
C. Comercio: “residiendo los interesados en distintos lugares, se entenderá
celebrado el contrato, para todos sus efectos legales, en el de la residencia del que
hubiere aceptado la propuesta primitiva o la propuesta modificada”.

Se considera que el término residencia es inapropiado, puesto que hubiera sido más
preciso que el legislador hubiera dicho el lugar en que se hubiera aceptado, ya que
este lugar donde se acepta no siempre coincide con el de la residencia.

Contratos celebrados entre intermediarios

Para determinar el momento y el lugar en que el consentimiento se perfecciona en


los contratos celebrados por intermediarios, debemos distinguir las siguientes
situaciones:
1. Si los intermediarios son representantes de las partes, es como si estas mismas
celebraran el acto, por aplicación del artículo 1448 del CC. O sea, se aplican las
normas de los artículos 97 y siguientes del C. Comercio que hemos ya visto.

2. Si los intermediarios no son representantes de las partes, aplicamos el artículo


106 del C. Comercio: “el contrato propuesto por el intermedio de corredor se
tendrá por perfecto desde el momento en que los interesados aceptaren pura y
simplemente la propuesta”.

VICIOS DE LA VOLUNTAD O DEL CONSENTIMIENTO

Enumeración

Conforme al artículo 1451 del CC, “los vicios de que puede adolecer el
consentimiento son error, fuerza y dolo”. Algunos autores agregan, para
determinados casos, otro vicio: la lesión.

Debemos hacer presente que el Código habla de “vicios del consentimiento”, pero
todo lo dicho respecto de éste debe entenderse también respecto de la voluntad, ya
que el primero es el acuerdo de voluntades. Así las cosas, las reglas sobre los vicios
del consentimiento se aplican tanto en los actos jurídicos unilaterales como en los
bilaterales.

EL ERROR

Concepto

El error es el concepto equivocado que se tiene de la ley, de una persona, de una


cosa o de un hecho. En lógica, es la disconformidad del pensamiento con la
realidad.

A diferencia con el error, la ignorancia es el estado de una persona que desconoce


un hecho real, que nada sabe. No obstante esto, el legislador equipara al ignorante
con el que incurre en error.

Error de derecho

Error de derecho (error iuris) es la ignorancia o falso concepto que se tiene de la ley,
en cuanto a su existencia, alcance, inteligencia o permanencia en vigor.

Efectos del error de derecho

Según el art. 1452 CC, “el error sobre un punto de derecho no vicia el
consentimiento”. Ello significa que el que ha contratado con una persona teniendo un
concepto equivocado de la ley o ignorando una disposición legal, no puede alegar
después este error para excusarse de cumplir sus obligaciones ni para pedir la
nulidad del contrato. Así se entendió en el Derecho Romano y en el Código de
Napoleón, que siguió en esta parte las ideas de POTHIER. De ahí nuestra solución.
Esta disposición viene a ser una consecuencia del art. 8 CC que expresa: “nadie
puede alegar ignorancia de la ley después que ésta haya entrado en vigencia”.
También está en concordancia con el art. 706 inc. final CC, que dice: “pero el error
en materia de derecho constituye una presunción de mala fe que no admite prueba
en contrario”.

Pero, para evitar el enriquecimiento injusto, el legislador admite un caso de error de


derecho que no vicia el consentimiento: es el art. 2297 que expresa: “se podrá
repetir aun lo que se ha pagado por error de derecho, cuando el pago no tenía por
fundamento ni aún una obligación puramente natural”. Por su parte, el art. 2299
señala: “del que da lo que no debe, no se presume que dona, a menos de probarse
que tuvo perfecto conocimiento de lo que hacía, tanto en el hecho como en el
derecho”.

El fundamento del error del derecho se encuentra en que no puede admitirse que
una persona alegue la ignorancia de la ley para justificar sus acciones, porque en
caso de permitirlo, la norma jurídica perdería su fuerza. Permitir que se declare sin
efecto una declaración de voluntad alegando que se hizo esa manifestación por no
tener conocimiento del ordenamiento jurídico equivale a permitir que el orden jurídico
pueda ser contrariado sin problemas.

Error de hecho

Error de hecho (error facti) es la ignorancia o el concepto equivocado que se tiene


de una persona, de una cosa o de un hecho.

Clasificación del error de hecho y sus efectos

Nuestro CC distingue:

1. Error esencial.
2. Error substancial.
3. Error sobre las cualidades accidentales de la cosa.
4. Error sobre la persona.

1. Error esencial, obstáculo o impediente (art.1453)

En este caso ocurre que el error es de tal magnitud que, más que viciar el
consentimiento, impide que éste se forme. Por eso se le llama impediente, porque
impide la formación del consentimiento.

De esto se desprende que el error esencial puede recaer sobre:

a) La naturaleza o especie del acto o contrato que se ejecuta o acuerda (error in


negotio). Las partes se equivocan en cuanto al acto que ellas celebran,
resultando que el acto celebrado es distinto del que pensaban celebrar. Más que
decir que hubo un vicio, no hay consentimiento porque no hubo acuerdo.
Ejemplo, artículo 677.
b) La identidad de la cosa específica de que se trata (error in corpore). El
consentimiento no ha podido formarse porque lo que una parte supone que es el
objeto del contrato en realidad no tenía ninguna relación con ese objeto. Ejemplo,
artículos 676 y 2457.

c) La doctrina agrega otro tipo de error esencial, y es el error de la causa (art.


1467). La causa es el motivo que induce al acto o contrato, de tal manera que si
hay error en la causa no habría causa y, por lo mismo, no habría una
manifestación de voluntad.

Sanción al error esencial, obstáculo o impediente

La sanción es discutida. Para algunos es nulidad absoluta y para otros es nulidad


relativa.

a) Nulidad absoluta. Para la jurisprudencia y la doctrina mayoritaria la sanción sería


la nulidad absoluta, y, aún, la inexistencia (Claro Solar). Se basan para esto en
que, al manifestar la voluntad, las partes incurren en un error de tal magnitud que
no pueden generar un acto jurídico. Tratándose de los actos bilaterales, el error
obstáculo impide el acuerdo de voluntades, pues las partes no se entienden.

Así, el error esencial, tendrá por sanción la nulidad absoluta, porque falta un
elemento esencial del acto: la voluntad o consentimiento; de ahí que en doctrina
este error sea denominado error obstáculo o impediente.

Esta opinión se funda en el art. 1682, que dice que la falta de un requisito de
existencia es sancionado con la nulidad absoluta; y no hay duda que cuando hay
error esencial no hay voluntad. Además, el art.1445 señala en su Nº2 que el
consentimiento es un requisito de existencia del acto jurídico, sin el cual no hay
acto jurídico.

b) Nulidad relativa. Según la doctrina minoritaria, la sanción para el error esencial


sería la nulidad relativa del acto, porque tal es la regla general en materia de
vicios del consentimiento.

Fundamentan su posición en la redacción del art. 1454, que expresa que “el error
de hecho vicia “asimismo” el consentimiento...” y se refiere a casos de error
sustancial que, de acuerdo con el Art.1682, está sancionado con la nulidad
relativa. El empleo de la expresión “asimismo” estaría manifestando que el error
obstáculo del art.1453 vicia de la misma manera el acto que el error substancial
del art. 1454 que trae la nulidad relativa, ya que dicha expresión indicaría que
debería aplicarse la misma nulidad para ambos casos.

Los partidarios de la nulidad absoluta alegan que la expresión “asimismo”


significa “también”, en el sentido de que también vicia el consentimiento.

2. Error substancial. (Art. 1454 inc. 1º)

“El error de hecho vicia asimismo el consentimiento cuando la sustancia o calidad


esencial del objeto sobre que versa el acto o contrato es diversa de lo que se cree;
como si por alguna de las partes se supone que el objeto es una barra de plata, y
realmente es una masa de algún otro metal semejante”.

POTHIER da un ejemplo clásico, y se refiere a la persona que compra un


candelabro de cobre plateado creyendo que se trata de plata pura. También hay
error substancial cuando se adquiere un caballo de carrera y el animal es de tiro. O
cuando se cree comprar lana animal y en realidad se adquirió lana sintética.

¿Qué debe entenderse por “sustancia o calidad esencial del objeto sobre que
versa el acto o contrato”?

Al respecto hay dos interpretaciones:

a) Interpretación objetiva: en este caso, la substancia se define como el conjunto de


elementos materiales y calidades que constituyen la naturaleza específica del
objeto, asimilándolo a un género determinado.

Substancia es la materia de que se compone el objeto sobre que recae la


obligación. Son cualidades esenciales las que dan al objeto una fisonomía propia
que lo distingue de los demás.

b) Interpretación subjetiva: en este caso, se atiende a la voluntad de las partes. La


calidad esencial y substancial debe buscarse no objetivamente en la cosa misma
(materialidad), sino subjetivamente en la apreciación de las partes.

El error substancial puede, entonces, no sólo recaer sobre la substancia de la cosa o


sobre su composición, sino cualquiera otra cualidad que es determinante para
contratar y que es conocida por las partes sin necesidad de cláusula especial, como
la antigüedad o el valor artístico de un objeto.

Las dos doctrinas tienen argumentos a favor. Así, se ha sostenido que POTHIER, a
quien BELLO sigue al incorporar el concepto de calidad esencial, considera como
relevante a la cualidad principal o esencial de la cosa, y que esa calidad esencial no
tiene que ser necesariamente la materia de que se compone la cosa. Pero, por otro
lado, nos encontramos que el ejemplo que da el Código no está referido a la calidad
esencial, sino que a la materia misma de que está compuesta la cosa. Y esa era la
opinión imperante en la doctrina francesa al dictarse el Code.

Por las anteriores interpretaciones, VIAL DEL RÍO nos indica que la doctrina
moderna ya “no habla de error sustancial, sino que de error sobre las cualidades
relevantes de una cosa, entendiéndose por tales las que son determinantes y
atrayentes para las partes; las que inducen a contratar y sin las cuales una de ellas,
a lo menos, no habría contratado”.

Sanción al error substancial

Produce la nulidad relativa del acto jurídico. Así resulta del artículo 1682 inc. final en
consonancia con el artículo 1454 inc. 1º, que no reserva para él otra forma de
nulidad, ya que este vicio no afecta la existencia del negocio jurídico, sino su validez.
3. Error sobre las cualidades accidentales

Cualidades accidentales son aquellas calidades que ordinariamente son indiferentes


o irrelevantes para determinar la voluntad o el consentimiento.

El art.1454 inc. 2º dice: “El error acerca de otra cualquiera calidad de la cosa no vicia
el consentimiento de los que contratan, sino cuando esa calidad es el principal
motivo de una de ellas para contratar, y este motivo ha sido conocido de la otra
parte”.

De aquí desprendemos una regla general y una regla excepcional:

a) Regla general: el error accidental no vicia el consentimiento.

b) Excepción: el error accidental vicia el consentimiento cuando concurren los


siguientes requisitos:
cuando esa calidad es el principal motivo que tuvo la parte para contratar.
cuando ese motivo ha sido conocido de la otra parte.

Sanción al error accidental

Concurriendo las exigencias señaladas, su sanción sería la nulidad relativa,


conforme al artículo 1682 inc. final.

4. Error acerca de la persona (art. 1455).

Conforme al artículo 1455 inc. 1º del Código, “el error acerca de la persona con
quien se tiene intención de contratar no vicia el consentimiento, salvo que la
consideración de esta persona sea la causa principal del contrato”.

Por regla general, el error in persona no vicia el consentimiento. Qué le importa al


comerciante que vendió al contado su mercadería que el comprador haya sido Pedro
o Juan, lo único que le interesa es el pago del precio.

Por excepción el error in persona vicia el consentimiento en los contratos intuito


personae, esto es, aquellos en que la consideración de la persona es la causa
principal del contrato. En estos eventos, la persona con quien erradamente se
hubiere contratado tendrá derecho a ser indemnizada de los perjuicios en que de
buena fe haya incurrido por la nulidad del contrato (art.1455 inc.2º).

Son particularmente intuito personae los actos jurídicos a título gratuito que son
realizados en relación a la persona, por ejemplo: los contratos de familia, como el
matrimonio (art. 8 Nº1 Ley de Matrimonio Civil, que se refiere al error acerca de la
identidad de la persona del otro contrayente).

En los actos jurídicos onerosos patrimoniales el error in persona no vicia el


consentimiento, salvo en aquellos celebrados en consideración a la persona, por
ejemplo: el mandato, sociedades colectivas, transacción (art.2456).
Se acostumbra en esta parte a señalar el caso del Art.1057 previene que “el error en
el nombre o calidad del asignatario no vicia la disposición, si no hubiera duda acerca
de la persona”. Por ejemplo, si el testador instituye un legado en favor del abogado
A, y éste es un ingeniero, el legado será válido, lo mismo ocurrirá si se incurre en
una equivocación relativa al apellido materno, siempre que no haya duda acerca de
la persona favorecida con el legado.

Sanción al error en la persona

Cumpliéndose la exigencia señalada, la sanción, además de la indemnización, será


la nulidad relativa (art. 1455 y 1682 inc. final).

¿Debe el error provenir de todas las partes?

La cuestión se reduce a saber si debe tratarse de un error de las partes o basta un


error unilateral para viciar el consentimiento (obviamente este problema se presenta
en los actos jurídicos bilaterales).

Por regla general, examinadas las disposiciones del Código, basta que una de las
partes haya incurrido en error.

No es indispensable tampoco que la contraria haya sabido que la otra estaba en el


error, salvo los casos en que la ley exige ese conocimiento, como en el artículo 1454
inc. 2º.

Error común

Es el compartido por un número considerable de personas. Su invocación no tiene


por objeto la nulidad del acto, sino que permite que el acto se considere válido, a
pesar de no estar ajustado a la ley.

Por regla general no se acepta sino en casos excepcionales, donde se aplica la


máxima error communis facit jus.

Tiene por fundamento el interés social, porque se estima que hay conveniencia de
fiarse de las apariencias compartidas por todos o por un grupo de personas.

Requisitos del error communis

a) Debe ser compartido por todas o la mayoría de las personas en la localidad en


que el acto se celebra, este es el elemento que le da su fisonomía.

b) Debe ser excusable, tener un justo motivo, como cuando se invoca un título con
apariencia de legítimo. Es lo que sucede con el funcionario público ilegalmente
nombrado por la autoridad competente. En este requisito se encuentra la validez
del acto: la apariencia que hace producir efectos jurídicos válidos.

c) Debe padecerse el error de buena fe, que es la amparada por la ley, es decir, que
quien lo invoque ignore la verdad.
En nuestra legislación el error común no se consagra en forma general, pero si en
forma excepcional, como en los artículos 704 Nº4; 1013 en relación con el 1012
Nº10; y 2058. En este último caso, el error común supone que terceros de buena fe
han contratado con la sociedad que existiendo de hecho, su contrato de constitución
es nulo.

LA FUERZA O VIOLENCIA

Concepto

Es la presión física o moral ejercida sobre la voluntad de una persona para


determinarla a ejecutar un acto jurídico.

Señalan los autores que no es la fuerza en sí misma la que constituye el vicio del
consentimiento, sino el miedo que motiva a la celebración del acto que de otra forma
no se habría realizado.

La fuerza puede ser de dos tipos: física o moral. La fuerza física consiste en el
empleo de procedimientos materiales de violencia; por ejemplo, al hombre que se le
toma la mano y se le obliga a firmar.

La fuerza moral consiste en amenazas o intimidaciones, las que pueden ser al


honor, dignidad, prestigio, patrimonio y la persona en sí. Es esta fuerza la que vicia
el consentimiento y no la fuerza física en la que no hay consentimiento y, por ende,
falta un requisito de existencia.

La fuerza como vicio del consentimiento siempre debe provenir del hombre.

Requisitos para que la fuerza vicie el consentimiento

Debe reunir los siguientes requisitos: grave, injusta o ilegítima y determinante.

1. Debe ser grave. La fuerza debe presentar cierta intensidad, cierta gravedad. La
fuerza es grave cuando es capaz de producir una impresión fuerte en una
persona de sano juicio, tomando en cuenta su edad, sexo y condición, aspectos
que deberá considerar un juez (art.1456).

Deben tenerse presente las siguientes consideraciones:

a) Debe tratarse de una amenaza suficiente y verosímil como para atemorizar a


la parte que va a celebrar el acto jurídico y obligarla a manifestar su voluntad
en sentido determinado. Es la denominada fuerza moral importante. De ahí
que un hecho que atemorice a una persona puede no serlo así para otra. O
sea, no se trata de medir objetivamente la entidad de los actos de amenaza.

b) La gravedad debe existir al momento de la manifestación de voluntad.

c) La ley no exige que el mal con que se amenaza recaiga directamente sobre la
persona del que hace la manifestación. Así, establece una presunción
simplemente legal en el artículo 1456 inc. 1º parte segunda, al señalar que “se
mira como una fuerza de este género todo acto que infunde a una persona un
justo temor de verse expuesta ella, su consorte o algunos de sus ascendientes
o descendientes a un mal irreparable o grave”. De esto se desprende que la
fuerza no sólo es grave cuando infunde temor a una persona de verse ella
misma expuesta a un mal, sino también su cónyuge, ascendientes y
descendientes.

La enumeración hecha en la presunción del art.1456 no obsta para que haya


otros casos en que el mal recaiga sobre una persona distinta de las
mencionadas, como por ejemplo sobre la novia o un hijo adoptivo del
contratante. Pero, en tal caso, quien alegue la fuerza deberá probar que se
produjo una impresión fuerte.

La amenaza puede recaer sobre la persona o los bienes.

d) El temor reverencial, esto es, el solo temor de desagradar a las personas a


quienes se debe sumisión o respeto, no basta para viciar el consentimiento
(art. 1456 inc. 2º). O sea, esta fuerza no es grave.

2. Debe ser injusta o ilegítima. La fuerza es injusta o ilegítima cuando el


procedimiento o la amenaza de que se vale la persona que la ejerce, no son
aceptados por la ley o el derecho.

La amenaza de ejercer una acción judicial en contra de una persona no será


constitutiva de fuerza. Para Claro Solar no hay fuerza cuando se ejerce
debidamente un derecho. No obstante, aún cuando se tenga el derecho de ejercer
la amenaza, ésta será injusta en cuanto sirva para obtener beneficios injustos, es
decir, beneficios a los que no se tiene derecho.

3. Debe ser determinante. La fuerza debe haberse ejercido con el objeto de obtener
la manifestación de voluntad, en términos tales que, de no mediar aquélla, no se
habría manifestado la voluntad.

Para que la fuerza vicie el consentimiento no es necesario que la ejerza aquel que
es beneficiado por ella; basta que se haya empleado la fuerza por cualquiera
persona con el objeto de obtener el consentimiento.

Prueba de la fuerza

Corresponde probar la fuerza al que alega su existencia, sin limitación de medios


probatorios.

Sanción a la fuerza

El acto jurídico adolece de nulidad relativa (art. 1682).

EL DOLO

Concepto
El dolo consiste en la intención positiva de inferir injuria a la persona o propiedad de
otro (art. 44 inc. final).

El dolo supone que una de las partes ha utilizado artificios o maniobras para inducir
a celebrar un negocio jurídico, o sea, para obtener una declaración de voluntad que
de otro modo no se habría producido.

En Derecho Civil, el dolo lo encontramos en tres grandes campos:

a) como vicio del consentimiento, que es lo que estudiaremos a continuación.


b) como agravante de la responsabilidad del deudor en la ejecución de los
contratos.
c) como elemento de la responsabilidad extracontractual.

Clasificación del dolo

a) Dolo bueno y dolo malo. Dolo bueno (dolus bonus) es aquel comportamiento
lícito, realizado con astucia y sagacidad, por el cual normalmente se exageran las
cualidades o el valor de la cosa ofrecida. Se dice que es un engaño menor
producto de las exageraciones que son normales en el comercio (VIAL DEL
RÍO).

Dolo malo (dolus malus) es el que define y considera la ley, ya que es un engaño
que excede de la simple exageración de un contratante hábil. Aquí existe la
intención positiva de dañar a la persona o propiedad de otro.

b) Dolo positivo y dolo negativo. Dolo positivo es el que consiste en un hecho. Por
ejemplo, usurpar un nombre, usar una calidad que no se tiene. Se traduce en una
actitud activa del individuo.

En cambio, el dolo negativo consiste en una abstención. Es el silencio o


reticencia para hacer algo que engaña con el objeto de obtener la manifestación
de voluntad. El silencio constituye dolo en términos generales, cuando una
persona calla estando obligada a hablar por la ley, la costumbre y las
circunstancias del caso, y otra persona celebra un acto que no habría celebrado,
o lo habría hecho en otras condiciones si la primera hubiera hablado.

c) Dolo principal y dolo incidental. Dolo principal es el que determina o decide a una
persona a celebrar un acto jurídico. A no mediar este dolo la persona no habría
contratado. Ejemplo: cuando una persona pide que le vendan unos candelabros
de plata y el vendedor le entrega unos candelabros de cobre.

Dolo incidental es el que no determina a una persona a celebrar el acto jurídico,


pero si ha pactarlo en condiciones distintas, generalmente menos onerosas, si
las maniobras dolosas no hubieran existido. En el ejemplo anterior, la misma
persona pide sólo unos candelabros, y el vendedor, a fin de obtener un mejor
precio, le asegura que son de plata siendo realmente de cobre.

Relación dolo – error


Hay quienes creen que el dolo no es vicio del consentimiento, sino que el vicio
estaría constituido por un error o equivocación a que han conducido las
maquinaciones fraudulentas. En este entendido, por ejemplo, un error accidental que
no haya sido conocido por la otra parte pero que fue provocado como consecuencia
del dolo, es suficiente para demandar y obtener la nulidad del contrato. También un
error en la persona, aunque el contrato no sea de aquellos que se celebran en
consideración a la persona del otro contratante.

Con todo, nuestra legislación ha considerado al dolo como vicio particular (art.
1451), teniendo presente el carácter delictual y específico del que actúa (es el dolo
malo de los romanos y españoles).

Además, el dolo como vicio es más amplio, ya que no todos los errores vician el
consentimiento.

Requisitos para que el dolo vicie el consentimiento

Debe cumplir dos condiciones, conforme al artículo 1458:

1. Ser obra de una de las partes.


2. Ser determinante.

En los demás casos, el dolo da lugar solo a la acción de perjuicios contra la persona
o personas que lo hayan fraguado o que se han aprovechado de él; contra las
primeras por el total valor de los perjuicios, y contra las segundas hasta ocurrencia
del provecho que han reportado del dolo (art.1458).

Sanción al dolo vicio del consentimiento

Según lo prescrito en los arts.1681 y 1682, la sanción será la nulidad relativa.

En doctrina se plantea el siguiente problema: ¿podría el contratante víctima del dolo


pedir, además de la nulidad del acto jurídico, la indemnización de perjuicios?

Según algunos autores se podría pedir por las siguientes razones:

a) El art.1458 inc.2 dice que en los demás casos el dolo da lugar solamente a la
indemnización de perjuicios, por lo que el contratante tendría contemplada
además de la nulidad relativa del acto, la indemnización de perjuicios (inc.1º).

b) Se argumenta, además, que todo dolo es un delito civil, y según lo establece el


art. 2314, el que ha cometido un delito que ha inferido daño a otro, es obligado a
la indemnización.

Algunos temas relacionados con el dolo

1. El dolo en los actos jurídicos unilaterales.


2. El dolo no se presume sino en los casos especialmente previstos por la ley
3. El dolo no puede condonarse o renunciarse anticipadamente
1. El dolo en los actos jurídicos unilaterales.

El Art. 1458 sólo se refiere al dolo obra de una de las partes. Según se desprende
de diversas disposiciones, el dolo vicia la voluntad cuando es principal o
determinante, siendo indiferente que las maniobras dolosas sean obra del que se
beneficia con el acto o de un tercero.

Tratándose de los actos jurídicos unilaterales, el único requisito para que el dolo
vicie la voluntad es que sea determinante. Ejemplos, art. 968 Nº4, sobre
indignidades para suceder; art. 1237, sobre repudiación de asignaciones; art. 1782,
sobre renuncia de los gananciales.

2. El dolo no se presume sino en los casos especialmente previstos por la ley.

La ley presume la buena fe de los contratantes y no la mala fe. Así por lo demás lo
contempla el artículo 1459 del Código.

Sólo en casos excepcionales la ley presume la mala fe. Por ejemplo, en los arts.706
inc. final ; y 968 Nº5 en materia de indignidades para suceder.

En los demás casos, el dolo debe probarse por quien lo alega. Al respecto, no hay
límite de los medios de prueba. Consecuencia de lo anterior es que quien alegue el
dolo, por regla general, deberá probarlo.

3. El dolo no puede condonarse o renunciarse anticipadamente.

La maquinación existente en el dolo justifica que la ley no permita a los contratantes


condonar o perdonar anticipadamente el dolo futuro en virtud de una cláusula
especial. Se ve en esto una norma de orden público y, como tal, irrenunciable.

Así, no se puede estipular en un contrato que si la otra parte de cumplirlo


dolosamente, no podrá ejercerse acción en su contra; tal cláusula sería nula por
adolecer de objeto ilícito (art.1465 en relación con los arts. 10, 1466 y 1682).

Al contrario, los efectos del dolo, como derechos particulares pueden renunciarse
(art.12).

De esta manera, el artículo 1465 parte final da la regla: “la condonación del dolo
futuro no vale”.

LA LESIÓN

El art.1451 no consagra la lesión como vicio del consentimiento.

Según la doctrina, la lesión es el perjuicio que sufre una parte en razón del
desequilibrio entre las prestaciones recíprocamente estipuladas.

La figura de la lesión sólo tiene cabida en los contratos patrimoniales onerosos


conmutativos, ya que en ellos el beneficio o pérdida se puede determinar de
inmediato, excluyéndose por tanto los contratos onerosos aleatorios, gratuitos y de
familia.

¿Qué clase de vicio es la lesión dentro de nuestro derecho?

Existen tres concepciones:

a) Concepción subjetiva. Algunos autores consideran que la lesión en un vicio del


consentimiento porque, afirman, quien sufre lesión con el acto que celebra o
ejecuta es por presión de la circunstancias, circunstancias que de no mediar
habrían determinado que el contratante que sufre el detrimento patrimonial no
habría contratado o lo habría hecho en condiciones no tan desventajosas.

b) Concepción objetiva. Otros sostienen que la lesión es un simple vicio objetivo, en


que sólo basta probar o acreditar el desequilibrio o la desproporción matemática
de las prestaciones haciendo abstracción de las causas que han motivado la
manifestación de voluntad, esto es, si ha habido o no vicio del consentimiento.

c) Concepción mixta. Es una mezcla de las anteriores. Según esta tesis, para que
exista lesión es necesario que las prestaciones recíprocas de las partes
evidencien una desigualdad o falta de equivalencia que supere los límites
permitidos por la ley, y que esta desproporción provenga de la necesidad,
miseria, ligereza o inexperiencia de la víctima.

Quien alegue la concepción subjetiva debe probar que la voluntad esté viciada, en
cambio, el que alega la concepción objetiva solo debe probar el desequilibrio de las
prestaciones.

Razones para aseverar que seguimos la concepción objetiva

Para aseverar que nuestra legislación considera a la lesión como vicio objetivo, los
autores se apoyan en las siguientes razones:

1. La historia de la ley. El Proyecto de 1853, en su art.1629, enumeraba a la lesión


entre los vicios del consentimiento; su posterior supresión estaría demostrando la
intención del legislador de no considerarla entre estos vicios.

2. La naturaleza de la sanción. La sanción de los vicios del consentimiento es la


nulidad del acto, en cambio, tratándose de la lesión, la sanción es variada y
tiende a evitar el perjuicio de la parte lesionada. En la lesión hay una acción
rescisoria, pero de naturaleza especial, puesto que no produce la nulidad.

3. La lesión no es de aplicación general, sino que se aplica a determinados casos:


a) Compraventa de inmuebles (arts. 1889, 1890 y 1891)
b) Permuta (art. 1900)
c) Aceptación de una asignación hereditaria (art. 1234)
d) Partición de bienes (art. 1348)
e) Mutuo (art. 2206 en relación con el art.8 de la ley 18010)
f) Anticresis (art. 2443)
g) Cláusula penal (art. 1544)
Sanción a la lesión

Concluyendo, se debe apuntar a que la sanción de la lesión no es siempre la misma.


A veces puede comportar la nulidad del acto, de la cual puede librarse el
ganancioso, en ciertos casos, completando la prestación deficiente en los términos
señalados por la ley, cual ocurre en la compraventa (art. 1890).

En otras ocasiones, la sanción de la lesión es reducir la estipulación lesiva a


términos razonables, como sucede en el mutuo y en la cláusula penal.

En general, puede decirse que la sanción de la lesión es la nulidad del acto en que
incide o la reducción de la proporción de las prestaciones.

II. LA CAPACIDAD

Concepto

La capacidad se define como la aptitud de la persona para adquirir bienes, derechos


y acciones, tenerlos y ejercerlos. Para que una persona se obligue a otra por un acto
o declaración de voluntad es necesario que sea legalmente capaz (art. 1445 Nº1).

El Código no tiene una teoría general de la capacidad. Así, las reglas contenidas en
los artículos 1445, 1446 y 1447 se refieren a la capacidad exigida para los actos
jurídicos.

En materia contractual existen disposiciones especiales, al igual que en lo relativo al


matrimonio civil, la responsabilidad extracontractual y el testamento.

Clases de capacidad

Del concepto se deduce que la capacidad es de dos clases: de goce, de disfrute o


adquisitiva y de ejercicio o poder.

La capacidad de goce o adquisitiva es la aptitud legal para adquirir, gozar, ser titular
o sujeto de un derecho. El Código no la define. Todo individuo de la especie humana
tiene capacidad de goce, confundiéndose pues con la noción de personalidad. Es
por esto que las incapacidades de goce son excepcionales, en términos que no hay
incapacidades de goce de carácter general.

Excepcionalmente la ley reconoce ciertas incapacidades de goce particulares. Entre


éstas la doctrina menciona a la incapacidad para suceder a que se refieren los
artículos 963 a 965. Históricamente existió una incapacidad de carácter particular
que afectaba a los eclesiásticos (muerte civil) y que les impedía adquirir bienes.

La capacidad de ejercicio es la aptitud legal de una persona para ejercer por sí


misma los derechos que le competen, sin el ministerio o la autorización de otra. Está
contemplada en el artículo 1445 inc. final.

Regla general: la capacidad de ejercicio


La regla general es la capacidad, de ahí que el art. 1446 exprese: “toda persona es
legalmente capaz, excepto aquellas que la ley declara incapaces”.

Por ende, el estudio de la capacidad se limita a estudiar las incapacidades de


ejercicio, ya que la incapacidad de goce general no existe.

Incapacidades de ejercicio

La incapacidad de ejercicio puede ser absoluta o relativa. La incapacidad absoluta


impide ejecutar acto jurídico alguno. El incapaz absoluto no puede ejercitar el
derecho bajo ningún respecto ni circunstancia alguna.

La incapacidad relativa permite la celebración de actos jurídicos. El relativamente


incapaz puede ejercitar sus derechos bajo determinados respectos y ciertas
circunstancias.

Las incapacidades absoluta y relativa son generales, porque se refieren a la


generalidad de los actos.

Estas incapacidades se encuentran taxativamente señaladas en la ley. Sólo la ley


puede establecerlas y no pueden ser creadas convencionalmente por las partes. Al
ser de orden público, las incapacidades son irrenunciables.

Incapacidades absolutas (art. 1447 inc. 1º y 2º)

“Son absolutamente incapaces los dementes, los impúberes y los sordos o


sordomudos que no pueden darse a entender claramente (1447 inc. 1º)”. “Sus actos
no producen ni aun obligaciones naturales, y no admiten caución (1447 inc. 2º)”.

1. Los dementes

Se concuerda con don Arturo Alessandri en cuanto a que la expresión demente debe
tomarse en sentido amplio, es decir, como toda enfermedad mental privativa de
razón. Comprende las enajenaciones mentales en todas sus formas, cualquiera sea
su causa. La expresión demente ha sido tomada en un sentido diverso al técnico
(art. 21).

No es necesaria la interdicción, o sea, que judicialmente se haya declarado la


inhabilidad designándole un representante. La interdicción no configura la
incapacidad, sólo sirve para efectos probatorios.

Valor de los actos y contratos del demente (art. 465)

a) Aquellos posteriores al decreto de interdicción, serán nulos. Se trata de una


presunción de derecho.

b) Aquellos ejecutados o celebrados sin previa interdicción serán válidos, a menos


de probarse que el que los ejecutó o celebró estaba entonces demente.
Prueba de la demencia

Se pueden utilizar todos los medios probatorios que franquea la ley, en especial
peritos.

Se ha fallado que como es muy difícil probar que en el instante mismo de la


celebración del acto el demente estaba en tal estado, los hechos que configuran la
demencia, anteriores y posteriores al acto, hacen presumir que a la fecha de la
ejecución del acto se estaba demente. Por ejemplo: el acto de testar.

2. Impúberes

Llámase impúber al varón que no ha cumplido catorce años y la mujer que no ha


cumplido doce años (art. 26).

3. Sordos o sordomudos que no pueden darse a entender claramente.

En este caso la causa de la incapacidad radica en que dichas personas carecen de


un medio para expresar su voluntad con claridad. Fue objeto de reforma por la Ley
19.904, de fecha 03 de octubre de 2003.

¿Cómo actúan en la vida jurídica los absolutamente incapaces?

Los absolutamente incapaces sólo pueden actuar en la vida jurídica a través de sus
representantes legales (art. 43)

Sanción a los actos ejecutados por los incapaces absolutos

Su sanción es la nulidad absoluta (art.1682 inc.2), pues en estricto derecho tales


actos son inexistentes por falta de voluntad.

Incapacidades relativas (1447 inc. 3º)

Son relativamente incapaces los menores adultos y los disipadores que se hallen
bajo interdicción de administrar lo suyo.

1. Menores adultos

Según se desprende del art. 26, son menores adultos la mujer mayor de 12 y menor
de 18 años y el varón mayor de 14 y menor de 18 años.

2. Disipadores que se hallen bajo interdicción de administrar lo suyo


(disipadores o pródigos).

Se denomina disipador o pródigo al individuo que gasta habitualmente en forma


desproporcionada a sus haberes y sin finalidad lógica. Si el disipador no ha sido
puesto bajo interdicción es plenamente capaz.

¿Cómo debe actuar en la vida jurídica el relativamente incapaz?


A diferencia del absolutamente incapaz, el relativamente incapaz puede actuar en la
vida jurídica, ya que en el inc. 3º parte final del art. 1447 establece que “sus actos
pueden tener valor bajo ciertas circunstancias y bajo cierto respectos determinados
por las leyes”.

Para actuar debe hacerlo representado o autorizado por su representante legal. En


el primer caso, éste ejecuta el acto en nombre y lugar de aquél. En el segundo, es el
incapaz mismo el que obra, pero con la aquiescencia del representante, manifestada
en la forma prescrita por la ley.

No obstante lo anterior, según la ley los relativamente incapaces pueden y deben


actuar personalmente en ciertas circunstancias. Tal sucede con los actos de familia
en general, por ejemplo, el menor adulto que reconoce un hijo.

Sanción de los actos de los relativamente incapaces

La ley determina las formalidades a que deben sujetarse estas personas en la


celebración de los actos jurídicos. Estas formalidades se llaman habilitantes, y son
exigidas en consideración al estado o calidad de las personas que los ejecutan o
celebran. De manera que si en el acto se observan las formalidades, el acto es
válido.

Pero si se omiten, es nulo de nulidad relativa, porque de conformidad al art.1682


produce nulidad relativa la omisión de los requisitos que la ley exige en
consideración al estado o calidad de las personas.

Incapacidades especiales o particulares del artículo 1447 inciso final

Además de estas incapacidades (absolutas y relativas) hay otras incapacidades


particulares que consisten en la prohibición que la ley ha impuesto a ciertas
personas para ejecutar ciertos actos.(art.1447 inc. final).

Estas incapacidades se refieren a ciertos actos y a ciertas personas, por ejemplo art.
1796, 412 inc. 2º, 1798, etc.

La sanción varía según la disposición de que se trate. En algunos casos será la


nulidad absoluta, otras veces la relativa. Es más, existen otras sanciones diversas:
así por ejemplo, no hay nulidad sino otra sanción en el caso del art.114 del Código.

Lo anterior es así porque la palabra “prohibición” que emplea el Código en el art.


1447 no está empleada en el sentido de ley prohibitiva, sino como sinónimo de
impedimento.

III. EL OBJETO

Generalidades

En un estricto análisis, no es lo mismo el objeto del acto jurídico que el objeto de la


obligación.
El objeto del acto jurídico, al menos en su concepción tradicional, son los derechos y
obligaciones que éste genera.

El objeto de la obligación son las prestaciones que deben hacerse las partes, o sea,
las cosas que se deben dar, hacer o no hacer.

No obstante, nuestro Código no hace tales distingos, limitándose a señalar que “toda
declaración de voluntad debe tener por objeto una o más cosas que se trata de dar,
hacer o no hacer (art. 1460)”. Es decir, identifica el objeto del acto jurídico con el
objeto de la obligación.

Concepto

Según lo sostenido anteriormente, el objeto del acto jurídico viene a ser la cosa o la
prestación sobre la que versa. En palabras de BAUDRY LACANTINERIE, “el objeto
de la obligación es la cosa o el hecho a que el derecho se aplica”.

Requisitos que debe reunir el objeto

Debemos distinguir los requisitos según si el objeto recae sobre cosas materiales o
sobre hechos:

Requisitos que debe reunir el objeto que recae sobre cosas materiales (art.
1461 inc. 1º y 2º)

Debe ser real, comerciable y determinado.

1. Debe ser real.

Es decir, existir al celebrar el acto o contrato, o que se espera que exista.

Si el objeto no existe pero se espera que exista, se deben distinguir dos situaciones:

a) Si la cosa existe pero perece antes de contratar, no hay obligación porque carece
de objeto. Por ello que el artículo 1814 inc. 1º ha señalado que “la venta de una
cosa que al tiempo de perfeccionarse el contrato se supone existente y no existe,
no produce efecto alguno”.

b) Si la cosa no existe al tiempo del contrato, pero se espera que exista el contrato
es válido, pudiendo revestir dos formas, según se venda la suerte o la cosa futura
misma (art. 1813).

Cuando se vende una cosa que no existe, pero se espera que exista (cosa
futura), el contrato es condicional, y se reputa celebrado bajo la condición
suspensiva de que la cosa llegue a existir.

Pero si lo que se vende no es la cosa futura sino la suerte o la contingencia de


que una cosa llegue a existir, el contrato es puro y simple – aleatorio.

2. Debe ser comerciable.


Se entiende por comerciable el que la cosa sea susceptible de dominio y posesión
privada.

El principio general es que todas las cosas son comerciables, es decir, susceptibles
de dominio o posesión privada.

Excepcionalmente, no son comerciables algunas cosas en razón de su naturaleza


misma (como las comunes a todos los hombres: alta mar, aire, art. 585), las que son
absolutamente incomerciables; en virtud de su destinación (como los bienes
nacionales de uso público, art. 589), las que son relativamente incomerciables, pues
su uso exclusivo puede entregarse, en determinadas circunstancias, a ciertos
particulares.

3. Debe ser determinado.

La cosa sobre que versa el acto o contrato debe ser determinada, a lo menos, en
cuanto a su género (art.1461 inc.1º).

En derecho, las determinaciones pueden ser en especie o en género. En especie es


la máxima determinación de una cosa, ya que se la individualiza con todas las
particularidades que las distinguen de las demás. Se individualiza determinadamente
un individuo de un género también determinado. Por ejemplo, el caballo Picaflor.

La determinación en género se refiere a la clase que tiene mayor extensión. La


determinación es genérica cuando se indica indeterminadamente un individuo de un
género determinado. Por ejemplo, un caballo.

La determinación en género exige una doble limitación:

a) El género debe limitarse cualitativamente. Si se admitiera la determinación en


cuanto a un género ilimitado cualitativamente, no podría decirse que hay una
declaración seria de voluntad. Así, si sólo se dice que se debe un animal, bien
podría entregarse un elefante como una mosca.

b) El género debe limitarse cuantitativamente, pero la cantidad puede ser incierta


con tal que el acto o contrato fije reglas o contenga datos que sirvan que sirvan
para determinarla (art. 1461 inc.2º).

Si el objeto no está determinado en la forma exigida por la ley, falta un requisito de


existencia del acto o contrato: carece de objeto.

Requisitos del objeto que recae sobre un hecho (art. 1461 inc. final)

La prestación de una obligación puede consistir en que el deudor ejecute algo o en


que no ejecute algo: en ambos casos se trata de un hecho, positivo en uno, negativo
en otro.

Cualquiera sea el caso, el hecho para poder ser objeto de una declaración de
voluntad debe reunir ciertos requisitos:
1. Debe ser determinado o posible de determinar.

De lo contrario, no habría declaración seria de voluntad. Si el objeto es


indeterminado, el acto jurídico carece de obligación. Debe saberse en que consiste
el hecho.

2. Debe ser físicamente posible.

Es físicamente imposible el que es contrario a la naturaleza.

Sostiene la doctrina que esta imposibilidad debe ser absoluta, esto es, el hecho a
que se refiere debe ser irrealizable por todos, pues en tal caso no hay obligación,
pues “a lo imposible nadie está obligado”.

3. Debe ser moralmente posible.

Es moralmente imposible el prohibido por las leyes, o contrario a las buenas


costumbres o al orden público. El objeto moralmente imposible se vincula al objeto
ilícito del art. 1466.

Las buenas costumbres “son las ideas morales generalmente admitidas en un


estado social dado, independientemente de toda idea religiosa o filosófica, y con
prescindencia de las ideas u opiniones individuales (ALESSANDRI)”. También ha
sido denominada como “exigencias de moralidad de una civilización (MARTY y
RAYNAUD). Se trata de un concepto impreciso y esencialmente cambiante. Debe
ser dilucidado en cada caso por el juez.

El orden público – otro concepto impreciso, cambiante y en evolución – ha sido


definido por la jurisprudencia como “la organización necesaria para el buen
funcionamiento general de la sociedad (Gaceta 1946, 2º sem., Nº70, pág. 391)”. Es
el conjunto de normas que tienden a asegurar un mínimo de orden considerado
necesario para el mantenimiento de una organización social. Tiende a regular los
intereses generales de la sociedad para su buen y adecuado funcionamiento, noción
que se encuentra tanto en el derecho público como en el derecho privado.

El objeto lícito como requisito de validez

Para que el acto jurídico sea válido, el objeto no sólo debe existir, sino que además
debe ser lícito, ya que según lo establece el art.1445 Nº3, para que una persona se
obligue a otra por un acto o declaración de voluntad es necesario que recaiga sobre
un objeto lícito.

Los autores discrepan en cuanto a lo que debe entenderse por objeto ilícito:

a) Para CLARO SOLAR, objeto lícito es el que está conforme a la ley, reconocido y
amparado por ella.

b) Para SOMARRIVA, objeto lícito es el conforme a la ley, las buenas costumbres y


el orden público.
c) Para ALESSANDRI el término lícito es sinónimo de comerciable.

d) Para VELASCO LETELIER, el objeto lícito es aquel que está conforme con la ley,
es decir, que cumple con todas las cualidades determinadas por ellas (en el art.
1461). No obstante, en los artículos 1464 y 1466 el legislador no da al concepto
de objeto ilícito su verdadera acepción, pues lo hace sinónimo de cosas
incomerciables, en cuanto dichas disposiciones llevan envuelto, a más del
significado verdadero, la idea de la causal de ilicitud a que aluden.

e) Para LEÓN HURTADO, el objeto ilícito es el que versa sobre cosas


incomerciables o sobre hechos o contratos prohibidos por las leyes o sobre
hechos contrarios a las buenas costumbres o al orden público. Cuando el objeto
es indeterminado o físicamente imposible, el acto carece de objeto por omitir un
requisito de existencia.

No obstante las opiniones anteriores, hay que estarse a los casos de objeto ilícito
que concretamente ha señalado el legislador.

Casos de objeto ilícito contemplados en el Código Civil

1. Actos o contratos contrarios al Derecho Público Chileno (art.1462)

“Hay un objeto ilícito en todo lo que contraviene al derecho público chileno. Así la
promesa de someterse en Chile a una jurisdicción no reconocida por las leyes
chilenas, es nula por el vicio del objeto”.

El derecho público es el conjunto de normas que rigen la organización y la actividad


del Estado y demás órganos públicos y las relaciones entre los particulares y estos
organismos, en cuanto actúan en su calidad de poder político o soberano.

2. Derecho a suceder por causa de muerte a una persona viva o pactos sobre
sucesión futura (art.1463)

“El derecho de suceder por causa de muerte a una persona viva no puede ser objeto
de una donación o contrato, aun cuando intervenga el consentimiento de la misma
persona (art 1463 inc.1º)”.

Con la expresión donación o contrato, el legislador ha querido significar que el


derecho de suceder a una persona viva no puede ser objeto de una convención, sea
gratuito o a título oneroso, ya que la donación también es un contrato.

La prohibición comprende, además de los actos bilaterales, a los actos unilaterales.


Esto porque, por ejemplo, las asignaciones no pueden aceptarse o repudiarse sino
una vez muerta la persona (art. 956 y 1226), de manera a que si en un testamento
se deja una asignación a una persona, ésta no puede aceptarla en vida del
declarante. Tal aceptación sería nula por objeto ilícito.

El fundamento de la prohibición de los pactos sobre sucesión futura se encuentra en


la inmoralidad que encierran, porque se especula con la muerte de una persona y en
la peligrosidad, que envuelven, pues las partes, movidas por el interés, podrían
precipitar o favorecer la ocurrencia del hecho.

No obstante lo anterior, el art. 1463 inc. 2º abre paso a una excepción: “Las
convenciones entre la persona que debe una legítima y el legitimario, relativa a la
misma legítimas o a mejoras, están sujetas a las reglas especiales contenidas en el
título ‘De las asignaciones forzosas”.

Por regla general, en toda sucesión existen asignatarios forzosos, que en tal virtud
no pueden ser excluidos de la sucesión del causante. Además, la ley hace una
distribución de la herencia en una mitad legitimaria, una cuarta de mejoras y una
cuarta de libre disposición.

Hecha esta explicación, la excepción referida no es otra que la señalada en el


artículo 1204, llamado pacto de no mejorar. Conforme a esta disposición, el
causante puede disponer de la cuarta de mejoras a su entera voluntad para mejorar
a su cónyuge o a alguno de sus descendientes o ascendientes, que a la sazón era
legitimario. Este pacto consiste en que un legitimario comprometa al causante a no
disponer de la cuarta de mejoras. El objeto de este pacto es privar al testador de la
facultad de efectuar asignaciones en la cuarta de mejoras.

3. Condonación del dolo futuro (art.1465)

El artículo 1465 parte final dispone que “la condonación del dolo futuro no vale”.

La condonación del dolo futuro no se admite porque perdonar anticipadamente los


actos dolosos que pueda cometer una parte sería autorizar una inmoralidad y
proteger la mala fe.

El dolo sólo puede condonarse después de cometido, nunca antes, y además el


perdón debe ser expreso, según se deduce de la primera parte del art. 1465.

4. Deudas contraídas en juegos de azar (art. 1466)

Los juegos de azar son aquellos en que no interviene la destreza, la fuerza o el


ingenio, sino la pura casualidad. Según se desprende del art. 2259, no sólo se
sanciona el juego de azar, sino que también las apuestas.

La razón de la prohibición se encuentra en que, como fuente de lucro, es contrario a


las buenas costumbres y al orden social, porque fomenta las pasiones e impele a los
individuos a confiar no en el trabajo, sino en el acaso como medio de lograr bienes.

La ley acepta los juegos de azar cuando en ella interviene la destreza, así lo señala
el art. 2263 del Código.

Hay juegos de azar que la ley permite a fin de atender con su producto a fines de
beneficencia o de interés general: Lotería de la Universidad de Concepción, Polla
Chilena de Beneficencia, etc., entendiendo que las normas que regulan estos juegos
derogan tácitamente el art. 1466.
5. Venta de libros cuya circulación es prohibida y otros objetos inmorales
(art.1466)

La norma se extiende a láminas, pinturas y estatuas obscenas, y de impresos


condenados como abusivos de la ley de libertad de prensa.

6. Contratos y actos prohibidos por la ley (art.1466)

Es esta una norma genérica que no sólo comprende a los contratos sino que a todo
acto prohibido por la ley.

Se ha criticado esta disposición porque en muchos casos el objeto de un contrato


prohibido por la ley nada de ilícito tiene. Así, el art.1796 prohíbe el contrato de
compraventa entre cónyuges no separados judicialmente, y si el contrato se
efectuara no podría afirmarse que la cosa vendida y el precio, en sí mismos, son
ilícitos. Lo que ocurre es que la ley prohíbe el contrato por las circunstancias en que
se celebra.

Por esto, algunos autores sostienen que la ley debió limitarse a sancionar con la
nulidad absoluta los actos que prohíbe, sin establecer que ellos adolecen de objeto
ilícito, afirmación que, doctrinariamente puede ser errada en muchos casos.
(VELASCO LETELIER).

7. Enajenación de las cosas enumeradas en el art.1464

Sentido del vocablo enajenación

El artículo 1464 dice que hay objeto ilícito en la enajenación de ciertas cosas y
derechos que enumera.

La palabra enajenación tiene dos sentidos. En un sentido amplio, enajenación


significa todo acto de disposición entre vivos por el cual el titular transfiere su
derecho a otra persona, o constituye sobre él un nuevo derecho a favor de un
tercero que viene a limitar o gravar el suyo ya existente (constitución de un derecho
real sobre la cosa).

En un sentido restringido, enajenación es el acto por el cual el titular transfiere su


derecho a otra persona. Es decir, la enajenación en sentido estricto es el acto que
hace salir de un patrimonio un derecho para que pase a formar parte de otro
patrimonio diverso.

En la acepción amplia, tanto se enajena cuando se transfiere el dominio como


cuando se hipoteca, empeña o constituye una servidumbre en el sentido técnico y
propio. En el sentido restringido, sólo se enajena cuando se transfiere el derecho: en
los demás casos sólo debe hablarse de limitar o gravar el derecho.

Sentido en que está tomada la expresión enajenación en el art. 1464

La doctrina mayoritaria al igual que la jurisprudencia, se inclina por la acepción


amplia. Se fundan en los arts. 2387 y 2414 que hacen sinónimos las expresiones
enajenar y gravar (prenda e hipoteca). Una nota de don ANDRÉS BELLO parece
pronunciarse por la acepción amplia, al decir que la hipoteca equivale a la
enajenación condicionada. Se entiende que hipotecar es enajenar (argumento
histórico). A este argumento se une la finalidad propia de la norma (art. 1464), lo que
le otorga un sentido amplio.

No obstante, CLARO SOLAR entiende que el Código toma la expresión enajenar en


sentido restringido, y funda su aserto en que el legislador ha separado en varias
disposiciones el vocablo enajenar del de gravar o constituir otros derechos reales.
Cita como ejemplos los arts. 393, 1135, 1749 y 1754.

La venta no es enajenación

La compraventa es un contrato en que una de las partes se obliga a dar una cosa y
la otra a pagarla en dinero (art. 1793).

En Chile, el sistema de transferencia del dominio (al igual que la constitución de los
derechos reales) opera a través de la dualidad título – modo. El título es el contrato,
del que nace una acción personal de cumplimiento de contrato, y surge además la
obligación de hacer la tradición de la cosa vendida. El modo de adquirir está
constituido por la tradición que es la segunda etapa de la transferencia del dominio.
De esta manera el solo título no transfiere derecho real alguno si no ha operado el
modo. Si sólo se otorga el contrato (venta, donación, etc.) de las cosas mencionadas
en el art.1464 no habrá enajenación y, por tanto, el contrato no adolecerá de objeto
ilícito.

Así las cosas, la enajenación se producirá cuando opere el modo de adquirir.

De la definición misma se deduce que la venta no es enajenación, ya que el


vendedor, por el solo hecho de celebrar el contrato, no transfiere el dominio de la
cosa ni constituye sobre ella un derecho real que lo limite; sólo se obliga a transferir
el dominio de la cosa. La enajenación viene a estar constituida por la tradición, que
sigue a la compraventa y mediante la cual el vendedor cumple su obligación de dar
la cosa vendida.

¿Hay objeto ilícito en la venta de las cosas que señala el art.1464?

Autores como ALESSANDRI y SOMARRIVA y la mayor parte de las sentencias de


los tribunales, responden afirmativamente. La razón no está en el art.1464, dentro
del cual la palabra enajenación no comprende a la venta, sino en la referencia
implícita que el art. 1810 hace al art. 1464. En efecto, el art. 1810 dice: “pueden
venderse las cosas corporales o incorporales, cuya enajenación no esté prohibida
por ley”.

Si se realiza un contrato de compraventa sobre cosas cuya enajenación se prohíbe


(1464), se contraviene un precepto prohibitivo (1810), y según el art. 1466 tal
contrato adolece de objeto ilícito y según el art. 1682 tiene por sanción la nulidad
absoluta.
Pero otros no aceptan esta interpretación, como VELASCO LETELIER, y hacen una
distinción. Empiezan por recordar que un acto es prohibido por la ley cuando no se
puede realizar en forma alguna, en ninguna circunstancia, ni bajo respecto alguno.
Siendo así, el art. 1464 sólo sería prohibitivo en las disposiciones de sus dos
primeros números, que dicen que hay objeto ilícito en la enajenación de las cosas
que no están en el comercio y en la de los derechos y privilegios que no pueden
transferirse a otra persona. Pero, tratándose de los números 3 y 4, el art.1464 no
sería prohibitivo sino imperativo, porque permite bajo ciertas circunstancias la
enajenación de las cosas que ahí señala, esto es, si el juez lo autoriza o el acreedor
consiente en ello, según los casos. En consecuencia, la remisión del artículo 1810 al
artículo 1464 sería sólo parcial, sólo a los dos primeros casos de la última
disposición citada.

Concluye VELASCO LETELIER sosteniendo que la compraventa de las cosas


contempladas en los números 1 y 2 son nulas, de nulidad absoluta, por adolecer de
objeto ilícito. No sucede lo mismo tratándose de las cosas a que se refieren los
números 3 y 4, en que las ventas son válidas.

Especial importancia reviste determinar si la compraventa es válida o no. Si se


compra una cosa embargada o una cosa litigiosa, según la opinión mayoritaria, el
contrato es nulo y al levantarse el embargo se presentaría el problema de la validez
de la tradición. No sucede lo mismo si se sigue la teoría de VELASCO LETELIER,
según el cual, el contrato de compraventa sobre las cosas referidas en los números
3 y 4 es válida, de manera que al levantarse la prohibición respectiva se podría
efectuar la tradición, operando el título y modo requerido para que opere la
enajenación, la cual sería plenamente válida. Pero si antes de levantarse el
impedimento se efectúa la tradición, el contrato sería nulo por cuanto habría
enajenación de objeto ilícito.

Contrato de promesa de compraventa

El contrato de promesa de compraventa es un negocio jurídico por el cual las partes


convienen en celebrar, en el futuro y en las condiciones que allí se fijan, un
determinado contrato. Está consagrado en el artículo 1554 del Código Civil.

Una de las exigencias de este contrato es la del Nº2, que exige que el contrato
prometido no sea de aquellos que las leyes declaren ineficaces. Una parte de la
doctrina estima que la promesa de compraventa de las cosas enumeradas en el
artículo 1464, por aplicación del artículo 1810, es nula, por cuanto la ley declara
ineficaz el contrato prometido.

Esta solución es clara respecto de los dos primeros números del artículo 1464,
porque claramente no pueden venderse ni las cosas incomerciables ni los derechos
personalísimos, ya que son cosas no susceptibles de negocio jurídico alguno, pero
no es tan evidente respecto de los números 3 y 4 de la citada disposición.

Es por ello, que otra doctrina ha sostenido la validez de las promesas de


compraventa de las cosas contempladas en los números 3 y 4 del artículo 1464,
porque la promesa no es enajenación ni importa transferencia de dominio, por lo que
no habría objeto ilícito a su respecto. Se justifica en razón de la función jurídica y
económica que desempeña la promesa de compraventa.

Adjudicación de las cosas enumeradas en el art.1464

Existen casos en que las cosas pertenecen a varios dueños, entonces se habla de
comunidad. La comunidad, en general, es la situación que se presenta cuando dos o
más partes son titulares de derechos de igual naturaleza jurídica sobre una misma
cosa o sobre un mismo conjunto de cosas.

Al legislador no le gustan las comunidades, por ellos concede acción a cualquier


comunero para terminarla (art. 1317).

La adjudicación es el acto por el cual el derecho que cada comunero tenía en su


totalidad de la cosa o el conjunto de cosas se singulariza o determina en forma
exclusiva con respecto a un bien. Cabe preguntarse si la adjudicación constituye
enajenación.

La jurisprudencia responde negativamente. De diversas disposiciones (arts. 703 inc.


4º, 718, 1344 y 2417) aparece que la adjudicación no importa enajenación, pues es
simplemente declarativa de dominio y no traslaticia. Con la adjudicación (título
declarativo con efecto retroactivo) se declara un dominio preexistente. O sea, el
adjudicatario no está adquiriendo un dominio que no tenía.

Por consiguiente, la adjudicación de alguno de los bienes señalados en el art.1464


no adolece de objeto ilícito.

Casos del artículo 1464

a) De las cosas que no están en el comercio.

Es decir, de las cosas que no pueden ser objeto de dominio o posesión privada
(cosas comunes a todos los hombres y los bienes nacionales de uso público).

Según CLARO SOLAR, existe un contrasentido entre el art. 1461, que considera la
comercialidad del objeto como requisito de existencia, y el art.1464 Nº1 que la
considera como requisito de validez. En el primer caso lisa y llanamente el acto
jurídico no tendría objeto, en el segundo sí, pero ilícito. Claro Solar sostiene que el
art.1461 está en lo cierto.

Por su parte, VELASCO LETELIER también critica este hecho, pero no por ser
contradictorio sino por innecesario, ya que estima que el art.1464 Nº1 repite la
misma idea que el art.1461, en cuanto a que el objeto que es incomerciable es ilícito.
Pero, a diferencia de Claro Solar, no los considera contradictorios, ya que en los
términos del art.1461 aparece la comerciabilidad como requisito de validez, esto es,
como requisito de cosas que existen o se espera que existan. Así, si las cosas son
incomerciables hacen que el objeto sea ilícito.

b) De los derechos y privilegios que no pueden transferirse a otra persona.


Es decir, de los derechos personalísimos como los derechos de uso o habitación
(art. 819), el de alimentos (art. 334), etc.

Según VELASCO LETELIER, los derechos personalísimos, por ser intransferibles,


son incomerciables, en consecuencia, caben en el Nº1 del art.1464. El Nº2 estaría
demás.

c) De las cosas embargadas por decreto judicial, a menos que el juez lo


autorice o el acreedor consienta en ello.

En nuestra legislación, la palabra embargo no está definida. Según se desprende de


varias disposiciones (arts. 1618, 2465, 2466 del CC; 443, 458, 479 a 482, 500, 501
del CPC; 53 Ns. 3 y 59 del Reglamento del Conservador de Bienes Raíces) el
embargo es una actuación judicial propia del juicio ejecutivo que, según la
jurisprudencia, consiste en la aprehensión compulsiva, hecha por mandamiento del
juez que conoce de la ejecución, de uno o más bienes determinados del deudor y en
su entrega a un depositario que debe mantenerlos a disposición del tribunal, todo
con el fin de asegurar el pago de la deuda.

Pero, hay una acepción más amplia, que según la doctrina es la que considera el
art.1464. Según esta concepción, se comprende dentro del término embargo al
embargo propiamente tal y otras instituciones que persiguen el mismo fin de
asegurar el resultado del juicio: medidas precautorias de enajenar y gravar bienes,
de secuestro, retención de bienes y, en el sentir mayoritario de los autores, la
prohibición judicial de celebrar actos y contratos sobre bienes determinados,
medidas que son propias del juicio ordinario (art. 290, 296, 297 y 298 del CPC).

Existe unanimidad entre los autores en considerar todas estas medidas como
propias del embargo, menos en cuanto a la prohibición judicial de celebrar actos y
contratos respecto de determinados bienes. En este punto, VELASCO LETELIER
disiente de los demás autores, por las siguientes razones:

El art. 1464 regla la enajenación de las cosas que señala, determinando que en
ella hay objeto ilícito. Y si es cierto e indiscutible que muchos y muy importantes
contratos - la compraventa y el arrendamiento, por ejemplo - no constituyen
enajenación, no vemos como la prohibición de celebrarlos que pueda dictar el juez,
debe regirse por este artículo.

Si se prohíbe judicialmente arrendar una propiedad y el deudor violando la


prohibición la arrienda, no es posible sostener que en tal contrato hay objeto ilícito
en conformidad al Nº3 del art.1464, porque éste se refiere exclusivamente a la
enajenación y el arrendamiento está muy lejos de constituirlo; ni podría afirmarse
que lo hay de acuerdo con el art.1466, puesto que esta disposición alude a los
contratos prohibidos por las leyes, y no por las autoridades judiciales.

Tratándose de la compraventa y en el supuesto de aceptar la doctrina que dice que


hay objeto ilícito en la compraventa de las cosas y derechos enumerados en el
art.1464, no sería tampoco valedero el argumento de que según el art.1810 no
pueden venderse las cosas que se prohíbe enajenar, porque este art. dice en
forma expresa que pueden venderse las cosas cuya enajenación no esté prohibida
por la ley, y no por la justicia.

Publicidad del embargo

Debemos distinguir, según se trate de las partes o de terceros. Tratándose de las


partes, según se desprende de los arts. 297 y 493 del CPC, el embargo y la
prohibición de celebrar actos y contratos, ya se refieran a muebles o inmuebles,
producen sus efectos desde que llegan a noticia del afectado por la notificación
hecha con arreglo a la ley.

Respecto de terceros, hay que distinguir entre bienes muebles e inmuebles. Si la


medida recae sobre un mueble, sólo afecta a los terceros desde que toman
conocimiento del embargo o la prohibición.

Si recae sobre un inmueble, el embargo o la prohibición es oponible desde la fecha


en que se inscribe en el Registro de Prohibiciones e Interdicciones del Conservador
de Bienes Raíces donde está situado ese inmueble (formalidad por vía de
publicidad, art. 53 Nº3 del Reglamento del Registro Conservatorio). Si el embargo no
se ha inscrito y si ya lo ha sido la compraventa del inmueble embargado, el tercero
adquiere la cosa, porque el embargo no inscrito le es inoponible y el acreedor ya
nada podrá hacer en cuanto a la persecución de ese bien.

Enajenaciones voluntarias y enajenaciones forzadas

El problema consiste en dilucidar el siguiente planteamiento: ¿hay objeto ilícito tanto


en la enajenación voluntaria como en la enajenación forzada de las cosas
embargadas?

CLARO SOLAR y LEÓN HURTADO sostiene que la ley se refiere sólo a la


enajenación que el deudor pudiera realizar privadamente y no a la enajenación
forzada en pública subasta de la cosa embargada.

SOMARRIVA y VELASCO LETELIER piensan, por el contrario, que el Nº3 del art.
1464 se aplica tanto a las enajenaciones voluntarias como a las forzadas, porque:

La ley no distingue y, por lo tanto, no es lícito al intérprete distinguir


(comprendiéndose ambas formas de enajenación).

La única manera de lograr el fin perseguido por la ley (evitar que el derecho que
el acreedor ha puesto en ejercicio sea burlado mediante la enajenación que el
deudor pueda hacer de sus bienes), está en sancionar tanto la enajenación
voluntaria como la forzada.

Según CLARO SOLAR no adolece de objeto ilícito y es válida la enajenación forzada


que se realice en otro juicio. Tal conclusión deriva del art. 528 del CPC. Del contexto
de éste resulta que puede haber dos o más ejecuciones y la enajenación que se
haga en cualquiera de ellas es válida. El acreedor que hubiere embargado primero el
mismo bien no sufre perjuicio alguno, pues la ley le permite hacer valer sus derechos
de acuerdo con lo dispuesto en el mencionado art. 528 y, en general, mediante el
procedimiento de las tercerías.

Si bien existe jurisprudencia contradictoria, podemos constatar que decretado un


embargo en una ejecución y trabado éste sobre un bien del deudor, nada impide que
otros deudores traben un nuevo embargo sobre el mismo bien; es legalmente
permitida la realización de él en cualquiera de las ejecuciones que lleguen primero a
la etapa de venta, sin perjuicio de que los demás acreedores hagan uso de los
derechos que les confieren los arts. 527, 528 y 529 del CPC. En conclusión,
creemos que puede rematarse en cualquiera de los juicios el bien embargado, aún
cuando existan embargos de otros tribunales. En el mismo sentido se

Medios para enajenar válidamente las cosas embargadas

Autorización del juez que ha decretado la prohibición o embargo. El juez debe


dar la autorización con conocimiento de causa, o sea, tomando en consideración
los antecedentes que motivaron dicha prohibición. La autorización del juez tiene
que ser previa a la enajenación, es decir, tiene que haberse dado antes de que la
enajenación se efectúe.

Si se hace la enajenación sin autorización judicial y el juez confiere la


autorización con posterioridad, el acto no es válido, porque al procederse a la
enajenación sin la autorización del juez ha habido objeto ilícito y la sanción es la
nulidad absoluta y ésta no se sanea por cumplirse las solemnidades
posteriormente.

Consentimiento del acreedor. Ya que si el embargo o prohibición está establecido


en su beneficio, es lógico que su consentimiento elimine el objeto ilícito a la
prohibición. Como la ley no distingue, el consentimiento puede ser manifestado
en forma expresa o tácita. Habría esta última clase de consentimiento, por
ejemplo, si el comprador es el propio acreedor embargante o si el acreedor que
tiene embargo pendiente toma conocimiento del remate a efectuarse en otro
juicio ejecutivo y no aduce oposición. También debe ser previo a la enajenación.

d) De especies cuya propiedad se litiga, sin permiso del juez que conoce en el
litigio

Cosas o especies litigiosas son los bienes muebles o inmuebles sobre cuyo dominio
discuten en un juicio demandante y demandado.

No deben confundirse con los “derechos litigiosos” de los artículos 1911 y siguientes,
que son los que se discuten o debaten en un juicio. Los derechos litigiosos son
cosas incorporales, mientras que las cosas litigiosas son corporales.

La cosa debe considerarse litigiosa desde que está trabada la litis, lo cual ocurre una
vez contestada la demanda. El Código de Procedimiento Civil exige requisitos
adicionales para tener una cosa por litigiosa para los efectos del Nº4 del art. 1464:

Se requiere que el tribunal haya decretado la prohibición de celebrar actos y


contratos sobre la cosa litigiosa (art. 296 inc. 2º del CPC).
En su art. 297 agrega: “Cuando la prohibición recaiga sobre bienes raíces se
inscribirá en el Registro Conservador respectivo (medida de publicidad como
requisito de oponibilidad), y sin este requisito no producirá requisito respecto de
terceros. Cuando verse sobre cosas muebles, sólo producirá efectos respecto de
terceros que tengan conocimiento de ella al tiempo del contrato, pero el
demandado será en todo caso responsable de fraude, si ha procedido a
sabiendas”.

Diferencias entre los números 3 y 4 del artículo 1464

Las cosas del Nº3 son ajenas al juicio mismo. Las cosas del Nº4, en cambio, son
objeto directo de la litis.

Debe señalarse que se ha sostenido por algunos autores, dada la exigencia del
artículo 297 del C.P.C. acerca de la declaración de prohibición e inscripción a que
debe sujetarse la cosa, no existiría diferencia entre los bienes embargados y las
cosas cuya propiedad se litiga, ya que siendo necesario que el juez decrete
prohibición para que las cosas se consideren comprendidas en el Nº4 del art.1464 y
considerando el alcance que a la locución cosas embargadas le ha dado la
jurisprudencia, en el sentido de que en ella se comprenden los bienes sobre los
cuales pesa prohibición de enajenar, resulta que el Nº4 está de más, las cosas
litigiosas deben comprenderse en el Nº3 de dicho artículo.

Medios para enajenar válidamente las cosas litigiosas

Requiere del permiso del juez que conoce en el litigio.

VIAL DEL RÍO sostiene que bien podría conceder este permiso perfectamente
también el litigante en cuyo favor se estableció, ya que él es el único beneficiario de
la medida. Por aplicación de los principios generales que rigen la renunciabilidad de
los derechos, el favorecido por la medida estaría renunciando tácitamente a los
efectos de dicha prohibición si autoriza la enajenación. Por lo demás, se trata de una
situación semejante a la del art. 1464 Nº3.

Prohibiciones de enajenar voluntarias o convencionales

Es discutida en doctrina la cláusula contractual de prohibición de enajenar o gravar


el bien o cosa objeto del contrato, por cuanto atentaría contra el principio de la libre
circulación de los bienes.

Partiendo de la base que la cláusula de no enajenar es sólo por cierto tiempo,


determinado por un plazo o condición, hay que concluir que la violación de dicha
cláusula no acarrea la nulidad del contrato ni tiene objeto ilícito, ya que según lo
prescribe el art. 1464 la prohibición debe ser judicial y no contractual.

La violación de dicha cláusula traerá la sanción que resulte de la aplicación de las


reglas de responsabilidad contractual. Al respecto, la jurisprudencia se ha
uniformado en cuanto a que la enajenación o gravamen impuesto a un bien en
contravención a lo dispuesto en el contrato no adolecería de objeto ilícito, sólo
habría incumplimiento; se trataría de una obligación de no hacer: no enajenar ni
gravar y que sólo facultaría a la otra parte para pedir la resolución del contrato
(art.1489) por incumplimiento de obligación, con la correspondiente indemnización
de perjuicios (art.1455).

IV. LA CAUSA

Conforme al artículo 1445 Nº4 y 1467, el cuarto requisito indispensable a todo acto o
declaración de voluntad es la causa.

Existe mucha disparidad de opiniones respecto a este concepto, a tal punto que
muchos autores estiman a la teoría de la causa como una falsa interpretación del
Derecho Romano que a nada conduce y que debiera desaparecer (LAURENT,
BAUDRY LACANTINERIE, BARDE, PLANIOL. En Chile, ALESSANDRI).

¿Es un requisito del acto o contrato o es un requisito de la obligación?

El Código se refiere a la causa como un requisito de la declaración de voluntad y


como un requisito de la obligación: aparece como un requisito de la declaración de
voluntad en el art. 1445, pero en el art. 1467 dice que es la obligación la que debe
tener una causa lícita.

Un gran sector de la doctrina señala que la causa tiene cabida tratándose de


aquellos actos jurídicos que generan obligaciones y que, en cambio, el elemento
causa no sería exigible respecto de aquellos actos jurídicos que no generan
obligaciones.

Estrictamente considerada la causa como el fin que tienen las partes en vista, cabe
sólo en las obligaciones. Pero hay quienes sostienen que hay una naturaleza
determinante no en la obligación, sino que en la declaración de voluntad, porque las
partes realizan el acto en consideración a una causa que la obligación está
destinada a realizar.

Más adelante nos ocuparemos de resolver este problema.

Concepto de causa

El art. 1467 inc. 2º la define como “el motivo que induce al acto o contrato”. Esta
definición se ha prestado para numerosas dudas acerca de su exactitud y alcance.

Acepciones de la palabra causa

a) Causa eficiente. Es la fuente jurídica de la cual emana la obligación, es decir, el


elemento que da vida a lo que antes no existía. En este sentido, se puede decir
que las fuentes de las obligaciones son la causa eficiente de éstas.

No obstante que se dice que éste sería el sentido en que los romanos la
consideraban (CLARO SOLAR), esta noción de causa debe descartarse, ya que
la causa es un requisito de existencia y de validez, por lo que de aceptarse esta
noción resultaría que la causa sería el acto jurídico mismo.
b) Causa impulsiva u ocasional, denominada también del motivo psicológico o,
simplemente, del motivo. Causa sería el fin remoto, variable, personalísimo y
sicológico que lleva a un individuo a celebrar un acto jurídico. Luego, un mismo
acto puede tener diversas causas atendiendo a los motivos que haya tenido cada
individuo al celebrar el acto.

En este sentido la concibe SOMARRIVA, quien rechaza la crítica que


generalmente se hace al artículo 1467 al usar la expresión “motivo” en la
definición. Este autor sostiene que el legislador no ha confundido los conceptos
de causa y motivo psicológico sino que, deliberadamente, ha sancionado el
concepto de la causa ocasional.

c) Causa final. Se concibe bajo la idea de fin próximo, inmediato e invariable que la
parte se propone alcanzar mediante la celebración del contrato y que siempre se
puede encontrar en la estructura del contrato. La causa final es común a ambos
contratantes.

Esta causa final es idéntica para todos los actos o contratos de una misma
especie. No varía de individuo a individuo. Por ejemplo, si yo compro, la causa
del porqué yo me obligo en el contrato de compraventa va a ser porque la
contraparte se ha obligado a entregarme la cosa; esta causa va a ser la misma
en todos los contratos de compraventa.

Esta sería la acepción que seguiría nuestro CC.

Principales teorías respecto de la causa

1. Teoría clásica de la causa

Fue moldeada por el francés DOMAT. Años después, POTHIER reprodujo y


desarrolló sus ideas en su Tratado de las Obligaciones. De ahí pasaron al Código de
Napoleón. Éste no definió ni precisó el concepto de causa, y, por eso, la
jurisprudencia y la doctrina francesa, sin alterar la ley, han podido darle el contenido
cambiante que las circunstancias determinan.

Para entender esta teoría, debe tenerse en cuenta que ella postula que la obligación
que nace de un contrato debe tener una causa, con lo que se centra en la causa de
las obligaciones que emanan de los contratos.

A fin de determinar la causa de la obligación que contraen las partes, esta teoría se
efectúa la siguiente pregunta: ¿por qué se obliga una de las partes que celebra un
contrato? La respuesta a dicha pregunta es lo que constituye la causa de la
obligación.

Esta tesis sostiene que la causa del contrato se encuentra en el fin perseguido por
las partes, distinguiendo fin de motivos. Los motivos son individuales, propios de
cada parte, tal vez desconocidos para la otra y distintos en cada caso. La causa, por
el contrario, es siempre la misma para cada tipo de negocio.
Es importante resaltar que para la teoría clásica la causa es siempre la misma
tratándose de especies iguales de contratos, y, en consideración a ello y para
determinar la causa, agrupa los contratos y distingue:

a) Contratos a título gratuito. La causa está en la pura o mera liberalidad. Así, en la


donación el único que se obliga es el donante y la causa de su obligación es la
intención o propósito de efectuar una liberalidad.

b) Contratos onerosos bilaterales. La causa de la obligación de cada parte reside en


la obligación de la contraparte, es decir, la obligación de una de las partes sirve
de causa a la obligación de la otra. Luego, en los contratos bilaterales ambas
obligaciones se sirven recíprocamente de causa de las partes contratantes. La
causa de la obligación de una de las partes constituye el objeto de la obligación
de la otra (por ejemplo, artículos 1552 y 1489).

c) Contratos onerosos unilaterales. La causa de la obligación de la única parte que


se obliga es la prestación realizada por la otra al momento de celebrarse el
contrato. Es lo que sucede en los contratos reales como el mutuo, comodato,
depósito y prenda. Por ejemplo, en el caso del comodato la causa está en la
entrega de la cosa que hizo el comodante.

Este fue la teoría que siguió Bello, por las siguientes razones:

La historia fidedigna de la ley. El Code y las doctrinas imperantes a la época de


dictación del Código Francés eran uniformes en el sentido de que la causa es la
razón o interés jurídico y no el motivo que induce a obligarse. El Código de Bello,
que siguió rigurosamente al de Napoleón en esta parte, nada dijo en orden a
efectuar una innovación en esta materia, lo que tendría que haberse hecho en las
actas de las sesiones o en el Mensaje, lo que no ocurrió.

Así quedaría demostrado en lo sostenido en el art. 1467 inc. 1º, al sostener que
“la pura liberalidad o beneficencia es causa suficiente”. Lo mismo por los
ejemplos del inciso final de la misma disposición, que se refieren a casos de
causa final.

2. Teoría anticausalista

Sus principales exponentes son LAURENT, BAUDRY LACANTINERIE, BARDE,


PLANIOL. En Chile, ALESSANDRI.

Sostienen que la elaboración de la causa se funda en un error en cuanto a la


interpretación de los textos romanos, puesto que en el Derecho Romano no se
conoció la idea de causa. En resumen, sustentan que la causa no es elemento del
acto jurídico ni de validez ni de existencia.

Señalan que la doctrina de la causa es falsa, ilógica e inútil. Es falsa, porque en


Roma no se conoció la idea de causa.
Es ilógica, porque si la causa de la obligación tiene soporte en la obligación que
contrae la otra parte, la causa moriría con el contrato, al mismo tiempo que éste o
con posterioridad a él, y ello no puede ser porque la causa supone eternidad.

Es inútil, porque siendo la misma para cada negocio, no presta ninguna utilidad al
juez, confundiéndose a veces con el objeto del negocio y otras con el
consentimiento. Suprimiéndola da el mismo resultado siempre. Por ejemplo, en los
contratos unilaterales, la causa se confunde con el objeto, ya que la entrega de la
cosa tiene tal carácter; y en los contratos a título gratuito, si no hay intención de
liberalidad, lo que falta es el consentimiento, porque la intención de liberalidad va
incorporada en la voluntad.

3. Doctrina del móvil o motivo determinante

Esta tesis estructura un concepto de causa con un criterio eminentemente subjetivo.


A diferencia de la teoría clásica de la causa, esta posición doctrinaria pone su acento
en la causa del acto y contrato y no en el de la obligación.

Causa del acto o contrato sería el móvil o motivo determinante que impulsó al autor
o a las partes a su celebración. Además, dicho móvil debe conformarse con el
Derecho, ya que de lo contrario el acto podría invalidarse. Así, en los contratos
gratuitos, basta que el móvil ilícito exista en el autor de la liberalidad para que pueda
anularse. Y, en los contratos onerosos, el móvil ilícito que movió a la parte a
contratar debe ser compartido por la otra o, al menos, conocido por ésta.

Esta teoría rechaza la posibilidad de formular un concepto de causa abstracta,


aplicable a una misma especie o categoría de actos jurídicos. Ello, porque los
motivos psicológicos son particulares de cada individuo.

4. Teoría de la función económica - social del acto jurídico

Recogida por el Código Civil italiano de 1942, está inspirada en un fuerte sector
doctrinario que pone el acento en la idea de que el Derecho acepta que ciertos
intereses sean regulados por los particulares, pero para cumplir ciertos valores
sociales o económicos.

La causa sería un requisito del acto jurídico y no de la obligación.

Así las cosas, la causa sería “la función económica – social del acto jurídico”. De
este modo, en los actos bilaterales la causa consiste no en motivos personales ni en
motivos individuales de equivalencia, sino en su función propia de producir un
cambio de prestaciones. Por ejemplo, es causa de la compraventa su función de
producir un cambio de la cosa vendida por el precio; es causa de la donación su
función de lograr un enriquecimiento para el donatario, etc.

La teoría de la causa y el Derecho Chileno

Tal como lo señaláramos, es claro que en nuestro país se siguió la teoría clásica, lo
que se aprecia en los ejemplos del inciso final del artículo 1467, propios de esa
doctrina.
En este mismo sentido se ha pronunciado nuestra jurisprudencia: “la causa de un
contrato es el interés jurídico que induce a las partes a contratar, interés que es
distinto e independiente del móvil unitario o subjetivo y que las partes hayan podido
tener en cuenta al momento de celebrar el contrato. Así, en los contratos bilaterales,
la causa para una de las partes la constituye la obligación contraída por la otra, la
prestación que ésta debe satisfacer. Son ajenas a la determinación de la causa las
modalidades de la obligación contraída (RDJ, Tomo 24, secc. 1ª, pág. 678; RDJ,
Tomo 30, secc. 2ª, pág. 1)”.

Está reglamentada en los arts. 1445, 1467, 1468 y 1682.

Requisitos de la causa (art. 1467)

1. Debe ser real.


La causa es real cuando existe efectivamente. No lo es cuando no existe o es falsa.

Cuando la causa no existe de ninguna forma, se dice que hay ausencia o falta de
causa. Por ejemplo, la compraventa en que no se pacta precio, mutuo sin que se
haya entregado al deudor cosa alguna.

Cuando la causa sólo existe en la mente de los sujetos y no corresponde a la verdad


objetiva, se dice que es falsa o errónea.

“No es necesario expresarla”. Esta frase del artículo 1467 inc. 1º significa que los
actos o contratos se presumen causados, luego, corresponderá probar su falta a
aquel que la alega.

La regla general es que en los actos aparezca de manifiesto la causa, o bien, ella se
manifieste: estos son los actos causados.

2. Debe ser lícita.

El Código nos dice que es ilícita cuando es contraria a la ley, a las buenas
costumbres o al orden público. Respecto de la causa ilícita contraria a la ley, no hay
casos de esta situación en el CC.

DOMÍNGUEZ ÁGUILA sostiene que no es posible hacer un catálogo de causas


ilícitas, pues la ilicitud es una noción variable, como lo es las buenas costumbres, o
mejor dicho, como lo son las costumbres aceptadas por la sociedad.

Sanción al objeto y causa ilícita del artículo 1468 del Código Civil

El art. 1468 señala que “no podrá repetirse lo que se haya dado o pagado por un
objeto o causa ilícita a sabiendas”.

Declarada la nulidad de un acto jurídico o contrato, su efecto entre las partes es de


volver al estado anterior a la celebración del acto o contrato, y por esto deben
proceder a las restituciones recíprocas.
Si se declara la nulidad por objeto o causa ilícita, respecto del contratante que
celebra el acto o contrato a sabiendas de que el acto adolecía de objeto o causa
ilícita, la ley lo castiga y no le permite la restitución, es decir, lo priva de la restitución
de lo que hubiese dado o pagado.

Es una sanción al contratante que actúa maliciosamente, al cual la ley no considera


es digno de ser escuchado, ya que no puede invocar su propio dolo o torpeza para
beneficiarse.

Teorías sobre la causa en nuestro Código Civil

Respecto de la causa, se han esbozado las siguientes posiciones doctrinarias:

a) Teoría dual de la causa. Planteada por AVELINO LEÓN HURTADO y VIAL DEL RÍO y
siguiendo a la doctrina y la jurisprudencia francesa, distingue dos conceptos de
causa.

En efecto, causa del acto o contrato, tal como lo define la ley, sería el motivo que
induce a su celebración. La palabra “motivo” significa la razón que induce a algo, y
estas razones no son más que los móviles psicológicos, individuales y subjetivos
que se ha representado el sujeto y que lo inducen a actuar.

De diversas disposiciones del CC se desprende que, además del acto o contrato, la


obligación también debe tener una causa. En este escenario, se entendería por
causa de la obligación a lo postulado por la teoría clásica de la causa, lo que lleva a
considerar un concepto de causa abstracto e idéntico para cada categoría de
contratos.

b) Teoría unitaria de la causa. Planteada, entre otros, por RODRÍGUEZ GREZ,


sostiene que la causa está referida siempre al contrato y no a la obligación
contractual, la cual tiene siempre una misma causa que se identifica con la fuente
que la genera.

La causa que considera nuestro CC es la que la conceptualiza como el motivo que


induce a contratar, o sea, los motivos individuales que impulsan a ejecutar e acto o
contrato. Son estos motivos los que la ley exige que no sean contrarios a la ley, las
buenas costumbres y el orden público.

c) Teoría amplia de la causa. Formulada por ALCALDE RODRÍGUEZ, sostiene que las
tesis tradicionales (teorías unitaria y dual de la causa) postulan un concepto de
causa restringido.

En efecto, tales teorías refieren el concepto de causa exclusivamente al contrato o a


la obligación que nace de él, sin considerar que existen otros institutos cuya
estructura se explica precisamente en razón de su causa. Por ejemplo, el pago de
una obligación natural (1470), en las cuales el acreedor no tiene derecho para exigir
su cumplimiento (no hay obligación “civil”), pero que cumplidas autorizan para
retener lo que se ha dado o pagado en razón de ellas.
En este sentido, se ha definido a la causa como “aquel supuesto de hecho
legalmente suficiente para justificar un determinado efecto jurídico”, la cual no se
restringe sólo al contrato o a las obligaciones que nacen de él.

Actos jurídicos abstractos

Hay ciertos actos jurídicos que tienen perfecta y plena eficacia jurídica,
independientemente de la causa que los ha generado. Como dice la doctrina, ciertos
negocios que se denominan abstractos, que valen separados o independientemente
de su causa: se constituyen y funcionan desvinculados de la causa.

El acto jurídico abstracto no es que carezca de causa, pero lo que sucede es que se
independiza de su causa.

Todo acto abstracto supone como presupuesto otra relación jurídica, denominada
relación fundamental o subyacente o negocio causal.

Ejemplo típico de los actos abstractos son los títulos de crédito, como los pagarés,
letras de cambio, cheques, etc. En estos casos, para la seguridad de las relaciones
comerciales, se desliga la causa del negocio causal que les dio origen. Así, cuando
se ha endosado varias veces una letra de cambio nadie va a preguntar si la causa
que le dio origen existió o no, ya que el instrumento vale en sí por la propia
obligación de que da cuenta.

V. LAS SOLEMNIDADES

Nos remitiremos sobre el particular a lo estudiado a propósito de la clasificación de


los actos jurídicos solemnes y no solemnes.

EFECTOS DE LOS ACTOS JURÍDICOS

El principio general es que los actos jurídicos sólo producen efecto (derechos y
obligaciones) entre las partes, y no aprovechan ni perjudican a los terceros, es decir,
a los extraños a la formación del acto o contrato. Este hecho es denominado
también como el “efecto relativo de los actos jurídicos”.

Efectos de los actos jurídicos entre las partes

Partes son las personas que, personalmente o representadas, concurren a la


formación del acto. Respecto de ellas, el acto o contrato produce todos sus efectos
(art. 1545).

Doctrinariamente se distingue entre el autor y las partes. Específicamente, autor es


la persona que con su voluntad genera un acto jurídico. Las personas que con su
voluntad forman un acto bilateral, se denominan propiamente partes.

La circunstancia de que los efectos de los actos jurídicos se limiten a las partes que
lo celebraron es una lógica derivación del principio de la autonomía privada o
autonomía de la voluntad.
De la misma manera que las partes pueden generar el acto jurídico y determinar su
contenido y alcance en virtud del citado principio, también pueden sustituirlo por otro
o dejarlo sin efecto.

Tratándose de la revocación del acto, para que sea eficaz es necesario que emane
del autor o las partes que le dieron vida y que se haga observando las mismas
formas y requisitos del acto jurídico que se deja sin efecto.

Efectos de los actos jurídicos respecto de terceros

Terceros son las personas que no han participado ni han sido válidamente
representadas en la generación del acto.

Debe distinguirse entre los terceros absolutos y los terceros relativos.

1. Terceros absolutos

Son las personas extrañas a la formación del acto y que no están ni estarán en
relaciones jurídicas con las partes.

Respecto de ellas, el acto jurídico no produce efecto alguno.

Por excepción, existen algunos actos jurídicos que afectan a ciertos terceros
absolutos. Por ejemplo, art. 1449, art. 1576 inc. 2º, los actos de familia, etc.

2. Terceros relativos o interesados

Son las personas que están o estarán en relaciones jurídicas con las partes, sea por
su propia voluntad, sea por la ley.

La doctrina considera en esta categoría a los siguientes:

a) Los herederos, sucesores o causahabientes a título universal.

Son aquellas personas que suceden al difunto en la totalidad de sus bienes o en


una cuota de ellos.

Desde un punto de vista material, son terceros en relación con los actos jurídicos
que hubiere realizado el causante.

No obstante, jurídicamente no pueden ser calificados de terceros, ya que


representan a la persona del causante y son los continuadores de su
personalidad (art. 1097). Es decir, tienen la calidad de parte.

Todos los derechos adquiridos por el causante, a excepción de los derechos


personalísimos, les aprovechan y deben cumplir todas sus obligaciones sin
atender para nada a la fecha de su formación.

b) Los sucesores o causahabientes a título singular


Son aquellas personas que han adquirido de otra una cosa o una relación jurídica
determinada. Por ejemplo, el legatario en relación con la cosa legada, el
comprador respecto de la cosa comparada, etc.

Estos sucesores se ven afectados por los actos o contratos realizados por su
antecesor y que tengan por objeto la cosa o relación jurídica antedicha.

c) Los acreedores de las partes.

Los acreedores de las partes pueden verse afectados por los actos que éstas
realicen. Por ejemplo, Juan contrata un mutuo con un banco y lo garantiza con
una hipoteca sobre su casa. Con anterioridad, Juan había contratado un mutuo
con Pedro, pero sin garantía alguna. Juan cae en insolvencia y Pedro, para
recuperar su dinero, lo demanda, embargándole el inmueble para pagarse con el
producto del remate. En este caso, el contrato de hipoteca con el banco
perjudicará a Pedro, por cuanto el acreedor banco tiene preferencia para pagarse
con el producto de la subasta en virtud de la hipoteca.

INEFICACIA DEL ACTO JURÍDICO O SANCIONES CIVILES

Un acto es ineficaz cuando no produce totalmente los efectos deseados por las
partes.

Se distingue un concepto amplio y uno restringido. Ineficacia en sentido amplio es la


que tiene lugar cuando el acto jurídico no genera sus efectos propios o deja de
producirlos por cualquier causa, sea por una causa interna relativa a la estructura del
acto, sea por una causa externa o ajena a él.

Cuando la causal de ineficacia tiene su origen en la celebración del acto y consiste


en la omisión de requisitos de existencia o validez, la sanción será la invalidez del
acto. La invalidez, a su vez, puede consistir en la inexistencia del acto o en la
nulidad del mismo.

Ineficacia en sentido estricto, en cambio, supone un acto jurídico existente y


válidamente formado, pero que no produce efectos o queda privado de ellos por
causa de un hecho posterior y ajeno al acto mismo. Debe destacarse el carácter
autónomo de esta forma de ineficacia, ya que no depende de la invalidez del acto,
además de ser muy genérica. Especies de esta ineficacia son la inoponibilidad, la
resolución de los contratos bilaterales, etc.

En consecuencia, se pueden distinguir las siguientes especies de ineficacia del acto


jurídico:

d) por haberse omitido un requisito esencial para su existencia jurídica, en cuyo


caso el acto no produce efecto alguno porque se estima que no llegó a
constituirse como tal.
e) por haberse omitido un requisito determinado para la validez del acto. En este
caso, el acto produce efectos, pero ellos pueden cesar por la declaración de
nulidad.

f) tratándose de actos válidamente formados, por la ocurrencia de circunstancias o


eventos coetáneos o posteriores a su celebración. Así, el acto pierde la eficacia
que habría tenido de no acontecer tales circunstancias.

Analizaremos brevemente algunas, poniendo énfasis en la ineficacia por invalidez,


en especial, la inexistencia jurídica y la nulidad.

RESCILIACIÓN O MUTUO DISENSO (1567 INC. 1º)

En este caso, las partes acuerdan dejar sin efecto un contrato, esto es, privar de
efectos al contrato que habían celebrado. Se trata, por tanto, de una causal
sobreviviente de ineficacia del acto jurídico.

Ello es perfectamente posible en orden al principio de la autonomía privada o


autonomía de la voluntad. Así lo señala el artículo 1545: “todo contrato legalmente
celebrado es una ley para los contratantes, y no puede ser invalidado sino por su
consentimiento mutuo o por causas legales.”

La disposición incurre en una imprecisión al señalar que las partes “consienten en


darla por nula”, por cuanto el consentimiento mutuo de las partes no permite
invalidar el contrato sino restarle eficacia a través de su resciliación. No existe
invalidez (en este caso, de nulidad), ya que ella tiene lugar por causales originarias
determinadas por la ley, cuando se han omitido requisitos de existencia o validez del
acto jurídico, lo que no ocurre en este caso.

RESOLUCIÓN DEL CONTRATO BILATERAL

Esta sanción se origina por una causal sobreviviente que opera en los contratos
bilaterales, cual es el incumplimiento de alguna de las partes de su obligación
correlativa.

En efecto, de acuerdo al artículo 1489 del CC, “en los contratos bilaterales va
envuelta la condición resolutoria de no cumplirse por uno de los contratantes lo
pactado”. Por lo tanto, el contratante diligente puede usar de esta especie de
ineficacia para resolver el contrato.

REVOCACIÓN

Se habla de revocación en distintas situaciones:

a) Puede haber revocación cuando opera la acción pauliana, en cuya virtud los
acreedores pueden obtener que se dejen sin efecto los actos celebrados por el
deudor en perjuicio de sus intereses (art. 2468).

b) También se habla de revocación en la donación por ingratitud del donatario. En


efecto, el artículo 1428 señala que la donación entre vivos puede revocarse por
ingratitud, y que se tiene por acto de ingratitud cualquiera hecho ofensivo del
donatario, que le hiciere indigno de heredar al donante, es decir, cuando se
incurre en causal de indignidad para suceder.

c) En tercer lugar, se habla de revocación respecto de los actos unilaterales cuando


su autor puede dejarlo sin efecto según su voluntad. La regla general es que, aún
tratándose de actos unilaterales, ellos no puedan ser dejados sin efectos por la
sola voluntad de su autor. Excepcionalmente el testamento es un acto
esencialmente revocable.

d) Respecto de los contratos de tracto sucesivo, la ley permite que, en algunos


casos, ellos puedan ser dejados sin efecto por la voluntad de una de las partes.
Por ejemplo, el arrendamiento puede terminar por desahucio; y el mandato por
revocación del mandato o por renuncia del mandatario.

INOPONIBILIDAD

Se le ha definido como la ineficacia respecto de terceros de un derecho nacido no


tan sólo de la celebración de un acto sino también de la nulidad de aquél.

El acto inoponible es válido, pero no afecta a los terceros por haberse omitido ciertos
requisitos de publicidad. Es decir, la inoponibilidad no vicia el acto, pero no afecta al
tercero.

Este concepto viene del Derecho Romano, pero quien lo desarrolló fue BASTIAN. En
Chile, quien lo trató con mayor profundidad fue BALTRA.

Los terceros que pueden hacer valer la inoponibilidad son, en términos generales,
los llamados terceros interesados, o sea, aquellas personas que no participan ni
personalmente ni representadas en el acto de que se trate, pero que estarán en
relaciones jurídicas con las partes, ya sea por su propia voluntad o por el ministerio
de la ley.

La inoponibilidad es una medida de protección para el tercero, de manera que él


puede renunciar a ella y reconocer los efectos del acto o de su nulidad.

Algunos casos de inoponibilidad

a) El artículo 1707 señala que las contraescrituras privadas y las contraescrituras


públicas de las que se no se halla tomado razón de su contenido al margen de la
escritura matriz cuyas disposiciones se alteran en la contraescritura, y del
traslado en cuya virtud ha obrado el tercero, no producirán efectos contra
terceros.

b) El artículo 1902 dice, en relación con la cesión de créditos, que ella no produce
efectos contra el deudor ni contra terceros, mientras no ha sido notificada por el
cesionario al deudor o aceptada por éste.
c) El artículo 2058 establece que la nulidad del contrato de sociedad no perjudica
las acciones que corresponden a los terceros de buena fe contra todos y cada
uno de los asociados por las operaciones de la sociedad, si existiere de hecho.

INEXISTENCIA JURÍDICA

Generalidades

Un acto jurídico será inexistente cuando se ha omitido un requisito de existencia.


Cuando se omite una condición de existencia, el acto es, ante el Derecho,
inexistente: se está ante una apariencia, ante una tentativa de acto más que ante un
acto; podría decirse que el acto ha nacido muerto y desprovisto, por lo tanto, de
existencia legal.

Y será nulo cuando se ha omitido un requisito de validez. Si un acto se otorga o


celebra con prescindencia de una de las condiciones de validez, es nulo. El acto
nace, pero de forma viciada, pudiendo declararse su nulidad, cuyos efectos se
retrotraen a la época de celebración del acto, debiendo las partes volver al estado
anterior a dicha celebración como si el acto jamás se hubiere celebrado.

Concepto

Como dijimos, la inexistencia es la sanción que tienen los actos celebrados con
omisión de alguno de los requisitos exigidos para su existencia jurídica.

En otras palabras, el acto es inexistente cuando falta el consentimiento, el objeto, la


causa o las solemnidades establecidas por la ley para la existencia del acto. Y,
todavía, puede decirse que acto inexistente es aquel que carece de un elemento
esencial, de tal manera que no corresponde a la definición genérica que para él da la
ley. Y así, no puede haber compraventa sin precio, una sociedad sin aportes, etc.

La teoría de la inexistencia fue formulada por el jurisconsulto alemán ZACHARIE


VON APPEL a principios del siglo XIX, a propósito del matrimonio. Razonó lo
siguiente: no existe nulidad sin ley que la establezca. Pues no existía ley que
dispusiere la nulidad del matrimonio entre dos personas del mismo sexo, sin
embargo, no podía ser válido un matrimonio de esta naturaleza.

Se distinguió así, entre actos nulos y actos inexistentes, siendo estos últimos
aquellos en que se ha omitido algún requisito de existencia del acto.

Esta teoría fue luego desarrollada por los juristas franceses y más tarde se extendió
la noción de inexistencia a los actos patrimoniales.

Diferencias entre la inexistencia y la nulidad

1. Los requisitos omitidos. Tratándose de la inexistencia ella opera cuando se han


omitido requisitos de existencia del acto jurídico, en cambio, en el caso de la
nulidad, ella se produce cuando se han omitido requisitos de validez.
2. Efectos del acto. En caso de inexistencia, se entiende que el acto nunca ha
nacido a la vida del derecho y, por lo tanto, no ha producido ningún efecto. En
caso de nulidad, el acto produce todos sus efectos mientras ella no sea
declarada judicialmente.

3. Saneamiento. La nulidad es susceptible de ser saneada por transcurso del


tiempo, en cambio, la inexistencia no.

4. Ratificación. La nulidad relativa puede sanearse por ratificación de las partes; en


cambio, si hay inexistencia no hay ninguna posibilidad de ratificación porque no
existe nada que ratificar. La nulidad absoluta tampoco puede sanearse por
ratificación de las partes, pero ello obedece a una razón distinta, cual es que la
nulidad absoluta es una institución de orden público establecida no en el interés
exclusivo de las partes sino en el interés general.

5. Titulares de la acción. La nulidad relativa no puede alegarse sino por aquellos en


cuyo beneficio la han establecido las leyes o por sus herederos o cesionarios; y
la nulidad absoluta puede alegarse por todo el tenga interés, excepto por el que
ha ejecutado el acto sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba. En
cambio, la inexistencia pueden alegarla absolutamente todos, sin excepción
alguna.

6. Ante quien se solicita. Si bien en ambos casos debe recurrirse a los tribunales de
justicia, la nulidad necesariamente debe ser declarada judicialmente. En cambio,
la inexistencia no se declara judicialmente, sólo se constata por los tribunales.

7. Efectos de la sanción. Declarada la nulidad, ella afectará únicamente a las partes


que intervinieron en el contrato y a cuyo respecto se ha declarado. En cambio, la
inexistencia, una vez constatada judicialmente, permite a todo interesado
aprovecharse de ella.

8. Posibilidad de conversión. El acto nulo es susceptible de conversión; pero no el


acto inexistente.

En efecto, en ciertos casos el acto nulo puede subsistir como válido, pero en otro
carácter. Por ejemplo, de acuerdo con el inciso 2° del artículo 1701, “fuera de los
casos indicados en este artículo (cuando el instrumento público se exige como
solemnidad), el instrumento defectuoso por incompetencia del funcionario o por
otra falta en la forma, valdrá como instrumento privado si estuviere firmado por
las partes.” De manera que el instrumento público nulo, salvo en caso que
constituya solemnidad, es válido como instrumento privado. Pero si no estuviere
firmado por las partes, es decir, siendo inexistente por faltar la manifestación de
voluntad – requisito de existencia –, no puede operar la conversión, porque la
nada por sí misma no puede transformarse en algo existencial.

La inexistencia jurídica en Chile

1. Tesis que niega la teoría de la inexistencia.


La generalidad de la doctrina, encabezada por ALESSANDRI, opina que en Chile no
se reconoce la inexistencia. Ello, atendidos los siguientes argumentos:

a) Así lo da a entender el artículo 1682 cuando dice que es nulidad absoluta “la
producida por la omisión de algún requisito o formalidad que las leyes prescriben
para el valor de ciertos actos o contratos en consideración a la naturaleza de
ellos, y no a la calidad o estado de las personas que los ejecutan o acuerdan”,
con lo cual quedan englobados tanto los requisitos de existencia como de validez
de los actos jurídicos.

b) El Código Civil trata la nulidad y la rescisión (nulidad relativa) y les dedica un


título especial, en cambio, nada dice de la inexistencia. El CC no se ha
preocupado siquiera de reglamentar los efectos que produce la inexistencia del
acto, de manera que los actos que en doctrina son inexistentes entre nosotros
son nulos de nulidad absoluta.

c) Corrobora lo anterior lo prescrito en el artículo 1682, que señala que hay nulidad
en los actos celebrados por los absolutamente incapaces, siendo que el requisito
omitido en tal caso es la voluntad, o sea, un requisito de existencia.

2. Tesis que afirma la teoría de la inexistencia.

Sin embargo, existen autores que estiman que nuestra legislación si admite la
inexistencia. Son de esta opinión LUIS CLARO SOLAR y ENRIQUE ROSSEL, entre
otros, para lo cual se fundan en lo siguiente:

a) Si bien es cierto que el Código Civil no trata la inexistencia, ello es lógico pues
resulta claro que si un acto es inexistente no produce efectos y, por lo tanto, no
existen efectos que regular; la nada no cabe ser regulada.

b) Existen numerosas disposiciones del CC en que se distingue la inexistencia de la


nulidad.

Así, el art. 1444 define los elementos esenciales genéricos como aquellos sin los
cuales el acto no produce efecto alguno. No dice que tal acto sea nulo, más aún
si se considera que los actos que adolecen de un vicio de nulidad producen todos
sus efectos mientras la nulidad no se declare judicialmente.

En otras palabras, el CC partiría del supuesto de que el acto o contrato anulable


existe, lo que implica necesariamente que haya cumplido con los requisitos
esenciales para su existencia jurídica.

Por su parte, el artículo 1681 expresa que “es nulo todo acto o contrato a que
falta alguno de los requisitos que la ley prescribe para el valor mismo del acto o
contrato según su especie y la calidad de las partes”. Es decir, la sanción de
nulidad está referida a la omisión de los requisitos establecidos para “el valor” o
validez del acto, y no a la inobservancia de los requisitos de existencia del
mismo.
De acuerdo al artículo 1701, en caso de omitirse el instrumento público cuando la
ley exige esa solemnidad (constituye requisito de existencia), el acto se mirará
como no ejecutado o celebrado. En otras palabras, habría inexistencia.

Lo mismo está dicho respecto de la compraventa cuando la ley exige que se


celebre por escritura pública (compraventa de bienes raíces, servidumbres,
censos y del derecho real de herencia). Mientras no se otorgue escritura pública,
la venta no se reputará perfecta antes la ley, es decir, no tendrá existencia
(artículo 1801).

Conforme al artículo 2.055, “no hay sociedad si cada uno de los socios no pone
alguna cosa en común”, esto es, la sociedad no existe si se omite un requisito de
la esencia del contrato de sociedad como lo son los aportes. No se trata de una
sociedad nula, sino de una sociedad inexistente.

c) En relación al argumento de la doctrina contraria en orden a que el CC sólo


reglamenta la nulidad y la rescisión y no la inexistencia, ello se debe a que dichas
instituciones están tratadas como modos de extinguir obligaciones. Ello no pude
acontecer con la inexistencia jurídica, debido a que el acto inexistente, al no
producir efecto alguno, no engendra obligaciones.

d) Finalmente, respecto al hecho de que el Código sanciona con la nulidad absoluta


los actos y contratos de los absolutamente incapaces, CLARO SOLAR justifica
esta solución legal indicando que, si bien es cierto que tratándose de los actos de
los absolutamente incapaces falta la voluntad, no es menos cierto que aquellos
pueden aparentemente consentir, de manera que la ley expresamente declara
que adolece de nulidad absoluta el acto o contrato del absolutamente incapaz, y
ya había dicho ya que sus acto no producen ni aún obligaciones naturales y no
admiten caución.

En palabras de ORTUZAR ESCOBAR, este argumento se justifica de la siguiente


forma: “… si el legislador bien pudo privar de todo valor a la declaración de
voluntad de estos incapaces, no pudo desconocer que la hacen y en algunos
casos con discernimiento y voluntad. De aquí que haya preferido no establecer la
inexistencia directa del acto o contrato que celebren”.

A modo de conclusión, podemos señalar que ambas teorías tienen razones bastante
sólidas para ser acogidas. Pero, como lo dice VODANOVIC, la tendencia en el
derecho comparado es la de incluir la inexistencia dentro de la nulidad absoluta.

NULIDAD DE LOS ACTOS JURÍDICOS

La nulidad es la sanción legal establecida para la omisión de los requisitos y


formalidades que se prescriben para el valor de un acto según su especie y la
calidad o estado de las partes.

El artículo 1681 dispone que “es nulo todo acto o contrato a que falta alguno de los
requisitos que la ley prescribe para el valor mismo del acto o contrato, según su
especie y la calidad o estado de las partes”.
Clasificaciones de la nulidad

La nulidad puede clasificarse desde distintos puntos de vista:

a) Nulidad total y nulidad parcial

La nulidad será total cuando afecta la totalidad del acto jurídico.

La nulidad será parcial cuando se refiere únicamente a cierta parte o determinadas


cláusulas del acto jurídico. Por ejemplo, si son nulas tan sólo ciertas disposiciones
testamentarias, es válido el testamento en lo demás.

Nuestro CC no contiene norma alguna que solucione el problema de la nulidad


parcial. No obstante, existen varias disposiciones donde determina la no extensión
de la invalidez a todo el acto jurídico. Por ejemplo, los artículos 770 inc. final, 966,
1058, 1401 inc. 1º, 1409, 2344.

La doctrina italiana aplica los siguientes principios en caso de nulidad parcial:

la parte o cláusula inválida se separa del acto jurídico, quedando éste válido en
todo lo no afectado por el vicio de nulidad.

la parte de la cláusula afectada por la nulidad se tiene por no existente,


reduciéndose la cláusula (“reducción interna de la cláusula”).

Sin embargo, estos principios no pueden aplicarse cuando la parte del acto jurídico
no afectada por la nulidad es dependiente o accesoria de la parte inválida. Tampoco
si se acredita que sin la parte nula el acto jurídico no se habría realizado o la
cláusula no se habría estipulado.

b) Nulidad principal, consecuencial y refleja

La nulidad es principal cuando afecta al acto jurídico por vicios en su propia


formación.

La nulidad consecuencial tiene lugar cuando se declara la nulidad del acto jurídico
principal, ya que en tal caso es también nulo el acto accesorio. Ello, por el principio
de que “lo accesorio sigue la suerte de lo principal”. Así lo establece expresamente
el Código Civil a propósito de la cláusula penal: “la nulidad de la obligación principal
acarrea la de la cláusula penal, pero la nulidad de ésta no acarrea la de la obligación
principal (art. 1536 inc.1º)”.

La nulidad refleja se da en aquellos actos jurídicos solemnes, especialmente en


aquellos en que la solemnidad es la escritura pública. Producida la nulidad del acto
que constituye la solemnidad, por vía refleja se produce la nulidad del acto principal
solemne.
c) Nulidad absoluta y nulidad relativa.

Las analizaremos en detalle a continuación, por ser la clasificación más importante.

Nulidad absoluta y nulidad relativa

De acuerdo al artículo 1681 “es nulo todo acto o contrato a que falta alguno de los
requisitos que la ley prescribe para el valor mismo del acto o contrato, según su
especie y la calidad o estado de las partes. La nulidad puede ser absoluta o relativa”.

Nulidad absoluta es la sanción legal impuesta a los actos celebrados con omisión de
un requisito exigido en consideración a su naturaleza o especie.

Nulidad relativa o rescisión es la sanción impuesta a todo acto o contrato a que falta
algunos de los requisitos que la ley prescribe para su valor, según la calidad o
estado de las partes.

Así se desprende del artículo 1682.

La regla general es la nulidad relativa (1682 inc. final).

Principios aplicables para ambas clases de nulidad

1. La nulidad es una sanción de derecho estricto, lo que implica que no puede ser
aplicada por analogía. No existen más casos de nulidad que los expresamente
establecidos en la ley.
2. La nulidad no puede renunciarse anticipadamente, ya que con ella se protegen
los intereses superiores de la colectividad (1469).
3. Conforme al artículo 1690, “cuando dos o más personas han contratado con un
tercero, la nulidad declarada a favor de una de ellas no aprovechará a las otras”.
4. La nulidad puede hacerse valer en juicio como acción o como excepción.

Diferencias entre la nulidad absoluta y la nulidad relativa

La diferencia entre la nulidad absoluta y la nulidad relativa no tiene que ver con los
efectos de la nulidad: los efectos de una y otra son los mismos.

Las diferencias entre una y otra nulidad apuntan a los siguientes aspectos:

- Las causales de nulidad


- El titular de la acción
- La posibilidad de declararla de oficio
- El saneamiento de la nulidad

A. Causales de nulidad

1. Nulidad absoluta (1682 inc. 1º y 2º):


a) Cuando hay objeto ilícito.
b) Cuando hay causa ilícita.
c) Cuando se omite algún requisito o formalidad que las leyes prescriben para el
valor de ciertos actos o contratos en consideración a la naturaleza de ellos.
d) Cuando los actos o contratos los celebran personas absolutamente
incapaces.
e) A estos casos se agregan, por parte de quienes niegan la teoría de la
inexistencia en Chile, los siguientes:
- error esencial
- falta de objeto
- falta de causa

2. Nulidad relativa (1682 inc. final):

De acuerdo con el inciso final del artículo 1682, los casos de nulidad están dados
por cualquier otra clase de vicios.

B. Titulares de la acción de nulidad

1. Nulidad absoluta (1683)

Conforme al artículo 1683, “puede alegarse por todo el que tenga interés en ello,
excepto el que ha ejecutado el acto o celebrado el contrato, sabiendo o debiendo
saber el vicio que lo invalidaba; puede asimismo pedirse su declaración por el
ministerio público en el interés de la moral o de la ley.”

O sea, pueden alegarla:

a) todo el que tenga interés en ello.


b) el ministerio público en el interés de la moral o de la ley.
c) debe agregarse al juez, ya que la nulidad absoluta puede ser declarada por
éste, aún sin petición de parte, cuando aparece de manifiesto en el acto o
contrato.

Interés. Carácter patrimonial y tiempo en que debe apreciarse.

Tienen interés las partes, sus acreedores y sus herederos.

El interés consiste en obtener la invalidez del acto que produce efectos que
perjudican al peticionario.

Tanto la doctrina como la jurisprudencia mayoritaria han entendido que el interés


a que se refiere la norma es un interés de tipo patrimonial o pecuniario, es decir,
susceptible de ser apreciado en dinero. Por lo tanto, no bastaría un interés
meramente moral o afectivo (en contra, DOMÍNGUEZ ÁGUILA, LÓPEZ SANTA MARÍA).

También se ha entendido que ese interés debe ser actual. Sobre este requisito,
la última tendencia de la Corte Suprema precisa que el interés debe existir al
tiempo de producirse el vicio respectivo y no con posterioridad a su verificación,
porque se exige una correlación entre el vicio y el interés. Como dice ALESSANDRI
BESA, “el que alega la nulidad absoluta debe tener interés en ello en el momento
en que se ejecuta el acto o se celebra el contrato en que se comete la infracción
que acarrea su nulidad. Si ese interés se manifiesta posteriormente, como
consecuencia de actos efectuados después de la celebración del acto o contrato
nulo, debe rechazarse la petición de nulidad”.

Sobre la actualidad del interés, debe señalarse que otra tesis entendía por
interés actual aquél que existía al momento de alegarse la nulidad.

Ministerio Público

El ministerio público actúa en interés de la moral o de la ley, basta este interés,


no se exige interés pecuniario. Hoy este ministerio público esta referido a la
Fiscalía Judicial, la que no existe en primera instancia; sólo están los fiscales
judiciales de Corte de Apelaciones y los fiscales judiciales de la Corte Suprema.

No puede alegarla el que ha ejecutado el acto o celebrado el contrato


sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba

En cuanto a quienes se encuentran impedidos de alegar la nulidad, esta


excepción se fundamenta en que “nadie puede aprovecharse de su propio dolo o
torpeza (nemo auditur suma turpitudinem allegans)”.

La jurisprudencia ha dado las siguientes interpretaciones a las expresiones en


comento:

a) la expresión “sabiendo” se refiere al conocimiento directo, personal y efectivo


del vicio de nulidad absoluta.

b) la expresión “debiendo saber” hace referencia a aquellos casos en que las


personas no pueden alegar ignorancia del vicio en atención a que las
circunstancias obligan a presumir lo contrario.

No basta el conocimiento presunto de la ley a que se refiere el artículo 8, sino


que es necesario un conocimiento real y efectivo del vicio que invalidaba el
acto. Esta misma idea se desprende del 1468.

Situación de los contratos celebrados por medio de representantes

El problema es el siguiente: ¿puede el representado demandar al otro


contratante pidiendo la nulidad del contrato celebrado por su representante con
dolo?

Una primera postura jurisprudencial estimó que no podía hacerlo, ya que,


conforme al artículo 1448, lo hecho por el representante se estima hecho por el
representado.

Otra tesis jurisprudencial resolvió que sí podía demandar la nulidad, ya que el


dolo es un acto personalísimo y el representante sólo está autorizado para
ejecutar actos lícitos. Esta posición fue abonada por otro fallo que sostuvo que la
norma del artículo 1683 se refiere al que ha intervenido directamente en el acto o
contrato, salvo que se compruebe la concurrencia inequívoca de la voluntad del
representado.

Situación de los herederos

Si el causante no podía alegar la nulidad porque sabía o debía saber el vicio, en


principio, sus herederos no pueden alegar el vicio porque ellos son continuadores
de la persona del causante y les afectaría la imposibilidad. No podrían ejercer un
derecho que no les fue transmitido por el difunto. Esto estaría corroborado por el
artículo 1685, que impide alegar la nulidad al heredero o cesionario del incapaz
que ha actuado con dolo para inducir al acto o contrato.

Sin embargo, DOMÍNGUEZ ÁGUILA sostiene que si los herederos actúan a título
propio, invocando un interés distinto al del causante, entonces sí podrían alegar
la nulidad.

Más aún, hay quienes sostienen que siempre podrían los herederos alegar la
nulidad, ya que la imposibilidad de alegarla es una sanción y, como tal, de
derecho estricto y personal, por lo que no se transmite.

VIAL DEL RÍO sostiene que es prácticamente imposible pensar que el heredero
pudiera tener un interés distinto al de su causante. La única excepción sería
aquel acto en que el vicio de nulidad conocido por el causante hubiera tenido
precisamente por objeto el derecho de sucederlo por causa de muerte y se
tratara de un testamento.

2. Nulidad relativa (1684)

De acuerdo con lo dispuesto en el artículo 1684, ella sólo puede alegarse por
aquellos en cuyo beneficio la han establecido las leyes o por sus herederos o
cesionarios. No puede pedirse se declaración por el ministerio público.

Pueden, entonces, alegar la nulidad relativa:

a) aquellos en cuyo beneficio la han establecido las leyes


b) sus herederos
c) sus cesionarios

En estos casos la nulidad no sólo es una sanción, sino también una protección
que la ley establece en favor de aquellos que han sufrido el vicio.

C. En cuanto a la posibilidad de declararla de oficio

Es importante tener muy presente que toda nulidad debe ser declarada
judicialmente.

1. Nulidad absoluta (1683)


Ella no sólo “puede” sino que “debe” ser declarada de oficio por el juez sin
petición de parte, cuando aparece de manifiesto en el acto o contrato (artículo
1683).

Ahora bien, ¿qué se entiende por que el vicio aparezca de manifiesto en el acto o
contrato?

Ello quiere decir que debe aparecer de la sola lectura del acto o contrato,
propiamente, del instrumento que da cuenta de él. De manera que si debe
recurrirse a otros antecedentes fuera del contrato mismo, entonces no puede
declararse de oficio.

2. Nulidad relativa (1684)

El artículo 1684 señala expresamente que “la nulidad relativa no puede ser
declarada por el juez sino a pedimento de parte.”

Vale decir, la nulidad relativa no puede ser declarada de oficio por el tribunal
aunque aparezca de manifiesto en el acto o contrato.

D. El saneamiento de la nulidad

1. Nulidad absoluta (1683)

La nulidad absoluta sólo puede sanearse por el transcurso del tiempo, en este
caso, 10 años contados desde la celebración del acto o contrato: “no puede
sanearse por la ratificación de las partes, ni por un lapso de tiempo que no pase
de diez años (artículo 1683)”.

En este caso, como nos dice JOSÉ CLEMENTE FABRES, no se produce


propiamente un saneamiento de la nulidad absoluta, sino, más bien, lo que
ocurre es que la acción de nulidad absoluta se extingue por prescripción.

2. Nulidad relativa

La nulidad relativa se puede sanear por 2 vías: por el transcurso del tiempo o la
ratificación de las partes.

a) Transcurso de tiempo (1684, 1691 y 1692)

Es decir, por prescripción de la acción de rescisión, que es de 4 años (artículo


1691).

La forma de computar los 4 años depende del vicio de que se trate:

- en caso de violencia o incapacidad legal, se cuenta desde el día en que ésta


hubiere cesado.

Respecto de la incapacidad, debe tenerse presente la norma del artículo


1692: “Los herederos mayores de edad gozarán del cuadrienio entero si no
hubiere principiado a correr; y gozarán del residuo en caso contrario. A los
herederos menores empieza a correr el cuadrienio o su residuo, desde que
hubieren llegado a mayor edad. Pero en este caso no se podrá pedir la
declaración de nulidad pasados diez años desde la celebración del acto o
contrato”.

De manera que el plazo para pedir la nulidad relativa se suspende a favor de


los herederos menores. En tal caso, el plazo comienza a correr desde el día
en que lleguen a la mayor edad, pero no podrá pedirse la nulidad después de
10 años desde la celebración del acto o contrato.

- en caso de error o dolo, desde el día de la celebración del acto o contrato.

- todo lo anterior, siempre que una ley especial no hubiere designado otro plazo
(1691 inc. final).

b) Ratificación de las partes

De acuerdo al artículo 1684, la nulidad relativa puede sanearse por la ratificación


de las partes.

El término ratificación se encuentra mal empleado, sería técnicamente correcto


utilizar el término confirmación. Ratificación en este caso está referido al acto
jurídico unilateral en virtud del cual la parte que puede alegar la nulidad de un
acto o contrato acepta los efectos de dicho acto.

La ratificación es, propiamente, la aceptación de los efectos de un acto o contrato


que es inoponible.

Clases de ratificación o confirmación

La ratificación puede ser expresa o tácita.

Ratificación expresa es la efectuada en términos formales y explícitos.

La ratificación tácita tiene lugar cuando se procede a la ejecución voluntaria de la


obligación contratada (1695).

Según VIAL DEL RÍO, la ejecución voluntaria de la obligación contratada supone


que ella se efectúe no sólo libre, espontáneamente y exenta de vicios: implica,
además, que el confirmante la ejecute “a sabiendas de que el acto adolece de un
vicio que autoriza para demandar la rescisión”.

Finalmente, como la ley no distingue entre ejecución total o parcial de la


obligación contratada, bastaría la ejecución parcial para configurar esta especie
de confirmación.

Características de la ratificación o confirmación

- Es un acto jurídico unilateral.


- Es un acto jurídico accesorio, pues no puede subsistir sin el acto o contrato
que se convalida.

- Es irrevocable. Con posterioridad no puede solicitarse la rescisión del acto


que ha confirmado.

- Opera con efecto retroactivo. Por una ficción legal se supone que siempre ha
sido válido y que nunca tuvo un vicio de nulidad relativa.

Requisitos de la ratificación o confirmación

- El vicio que afecte el acto o contrato debe ser un vicio de nulidad relativa
(1683 y 1684).

- La confirmación debe efectuarse por aquel que tenga derecho a alegar la


nulidad (1696).

- La persona que ratifica debe ser capaz de contratar (1697). Se entiende que
la capacidad para ratificar es la misma que se requería para la celebración del
acto viciado.

- La confirmación debe efectuarse con las mismas solemnidades exigidas para


el acto viciado (1694).

- La confirmación debe efectuarse en tiempo oportuno, es decir, en el tiempo


que media entre la celebración del acto rescindible y la declaración de
nulidad. Lo anterior, porque declarada judicialmente la nulidad relativa se
supone que el acto nunca existió.

- La confirmación debe efectuarse después de haber cesado la causa de


invalidez. De lo contrario, se daría vida a un acto también anulable.

¿Por qué “nulidad relativa”?

Como dice BARAONA GONZÁLEZ, “en nuestro Derecho la palabra “relativa” parece
explicarse por la manera en que ella opera, pues el acto sólo puede ser impugnado
por la persona que ha sido legitimada por la ley y nadie más.

Esta manera de operar la nulidad da cuenta de la relativa eficacia del acto, en el


sentido de que un acto que es relativamente nulo lo es sólo para una de las partes –
la que puede pedir la nulidad – y no para la otra. Para quien puede pedir la nulidad,
el acto no genera obligaciones exigibles, sí las produce para la contraparte.

Por lo mismo, quien está legitimado para pedir la nulidad relativa tiene la opción de
perseverar en el contrato, en cuyo caso puede arrastrar a su contraparte a cumplirlo,
o bien impugnar por nulidad relativa el acto o contrato cuyo cumplimiento se le
exige”.
Nulidad de los actos de los incapaces

Deben tenerse presente las siguientes reglas:

1. El artículo 1686 abolió la institución de la in integrum restitutio, que permitía a los


incapaces pedir la nulidad del acto o contrato cuando se sintieren perjudicados
en sus intereses, aún cuando se hubieren cumplido todos los requisitos legales.
Por ello, el artículo 1686 señala que los actos de los incapaces sólo podrán
anularse o rescindirse sino por las causas que permitirían gozar de este beneficio
a las personas que administran libremente sus bienes.

2. Desde otro punto de vista, puede ocurrir que el incapaz, deseoso de celebrar un
contrato, se haga pasar por capaz. Si se limita a aseverar que es mayor de edad
o que no existe la incapacidad, puede más tarde igual pedir la nulidad del
contrato: se sanciona la negligencia del otro contratante (1685 p. final).

3. Pero, si ha existido dolo del incapaz para inducir al acto o contrato (por ejemplo,
falsifica una partida de nacimiento), la ley no permite al incapaz ni a sus
herederos o cesionarios a alegar la nulidad, pues ninguna negligencia ha existido
por el otro contratante y no se puede amparar la mala fe (1685 p. 1ª).

Efectos de la nulidad

Los efectos de la nulidad son los mismos tratándose de la nulidad absoluta y de la


nulidad relativa.

Para que se produzcan los efectos de la nulidad, se requiere necesariamente la


existencia de una sentencia judicial firme y ejecutoriada que declare la nulidad del
acto o contrato. No opera de pleno derecho o ipso iure.

Así las cosas, los actos o contratos producen todos sus efectos normales mientras
no se declare su nulidad por sentencia judicial firme.

Para estudiar los efectos de la declaración de nulidad debemos distinguir los efectos
entre las partes y respecto de terceros:

A. Efectos entre las partes

Tradicionalmente y para efectos didácticos, se acostumbra a distinguir si las


obligaciones del contrato se han cumplido o no.

1. Contrato nulo no cumplido

Si el contrato no ha sido cumplido, no podrá pedirse su ejecución, ya que el contrato


y sus obligaciones desaparecen por la declaración de nulidad. La nulidad actúa
como modo de extinguir las obligaciones, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo
1567 N°8.

2. Contrato nulo cumplido


a) Regla general. Si no existen obligaciones pendientes sino que el contrato se
encuentra cumplido, el efecto es la restitución al estado anterior al de la
celebración del acto o contrato, conforme al art. 1687: “La nulidad pronunciada
en sentencia que tiene la fuerza de cosa juzgada, da a las partes derecho para
ser restituidas al mismo estado en que se hallarían si no hubiese existido el acto
o contrato nulo; sin perjuicio de lo prevenido sobre el objeto o causa ilícita.”

Volver al estado anterior a la celebración del acto o contrato implica una serie de
prestaciones mutuas, las que se encuentran reguladas en los artículos 904 y
siguientes a propósito de las prestaciones que proceden en caso de acogerse la
acción reivindicatoria.

Veremos en su oportunidad que se distingue para ellos entre poseedores de


buena o mala fe; y mejoras necesarias, útiles o voluptuarias.

b) Excepciones. Son los siguientes:

- Casos de objeto o causa ilícita. De acuerdo con el artículo 1468 “no podrá
repetirse lo que se haya dado o pagado por un objeto o causa ilícita a
sabiendas”.

- Nulidad del contrato celebrado con una persona incapaz sin los requisitos que
la ley exige. Conforme al artículo 1688, el que contrató con ella no puede
pedir restitución o reembolso de lo que gastó o pagó en virtud del contrato,
sino en cuanto probare haberse hecho más rica con ella la persona incapaz.
Se entenderá haberse hecho ésta más rica, en cuanto las cosas pagadas o
las adquiridas por medio de ellas, le hubieren sido necesarias; o en cuanto las
cosas pagadas o las adquiridas por medio de ellas, que no le hubieren sido
necesarias, subsistan y se quisiere retenerlas.

- Caso del poseedor de buena fe. Ello porque el poseedor de buena fe no está
obligado a restituir los frutos que ha percibido de la cosa obligada a restituir
mientras estuvo de buena fe (art. 907).

- Caso del que adquiere el dominio de la cosa por prescripción. Quien ha


ganado el dominio de la cosa objeto de la restitución por el modo prescripción
adquisitiva, puede legítimamente retenerla en su poder si a la fecha en que se
le exige su restitución es dueño por dicho modo de adquirir.

Esta distinción entre contrato nulo cumplido y no cumplido ha sido criticada, por ser
imprecisa y ajena al CC. Quienes formulan la crítica no hacen tal distinción, y
señalan que el efecto entre las partes de la nulidad judicialmente declarada es que,
conforme al artículo 1687, les da derecho “para ser restituidas al mismo estado o
situación en que se hallarían si no hubiese existido el acto o contrato nulo, para lo
cual la ley establece dos mecanismos: la extinción de las obligaciones que engendró
el acto y la obligación, correlativa al derecho antes mencionado, de efectuar
determinadas prestaciones (VIAL DEL RÍO)”.

Se justifica la anterior crítica en el hecho de que la clásica distinción sería imprecisa


en el caso de la declaración de nulidad de un contrato real que engendraba la
obligación de restituir la cosa, pues en tal caso, como no ha existido la restitución de
ella a su dueño (obligación no cumplida), podría llegar a sostenerse que dicha
obligación se extingue.

B. Efectos respecto de terceros

En principio, los terceros no deberían verse afectados por la declaración de nulidad.

Sin embargo, ellos pueden resultar afectados cuando han adquirido la cosa objeto
del contrato o cuando sobre ella se ha constituido un derecho real a su favor.

Declarada la nulidad, atendido su efecto retroactivo y la ficción legal de que el


contrato nulo nunca tuvo existencia, se entiende que el dominio de la cosa ha
permanecido siempre en las manos del contratante que lo tenía en un principio y,
por lo tanto, la venta a este tercero o la constitución de derecho real a su favor se
entiende hecha sobre cosa ajena.

Por ello, el artículo 1689 dispone que “la nulidad judicialmente pronunciada da
acción reivindicatoria contra terceros poseedores; sin perjuicio de las excepciones
legales.”

Ejercicio conjunto de la acción de nulidad y la acción reivindicatoria

Generalmente la acción de nulidad se interpone conjuntamente con la acción


reivindicatoria. Ésta última se hace valer para el caso de acogerse la nulidad. Sin
embargo, no existen inconvenientes legales para que puedan demandarse en forma
separada.

Resulta sí necesario emplazar al tercer poseedor para que le afecte la sentencia de


nulidad. Es preferible demandar la nulidad conjuntamente con la acción
reivindicatoria pues durante el juicio el tercero podría adquirir la cosa por
prescripción.

Excepciones al artículo 1689

En consecuencia, no hay acción reivindicatoria contra terceros poseedores en los


siguientes casos:

1. La situación en que el tercero poseedor ha adquirido la cosa por el modo


prescripción.

2. Caso del heredero indigno que enajena bienes de la herencia. Si un indigno de


suceder a otro le ha sucedido y ha enajenado los bienes de la sucesión, los
verdaderos herederos no tendrán acción contra terceros poseedores, de acuerdo
con el artículo 976, que dice que “la acción de indignidad no pasa contra terceros
de buena fe.”

3. La rescisión por lesión enorme. Rescindido un contrato de compraventa por


lesión enorme no caducan las hipotecas y gravámenes constituidos sobre la
cosa, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 1895: “El comprador que se halle
en el caso de restituir la cosa, deberá previamente purificarla de las hipotecas u
otros derechos reales que haya constituido en ella.”

Algunos autores agregan el caso de rescisión del decreto de posesión definitiva de


los bienes del desaparecido (94 Nº4) y la rescisión de las donaciones (1432). Pero
se dice que en dichos casos no existe ningún vicio de nulidad y constituyen más bien
casos de resolución de derechos sobre la cosa.

Características de la acción de nulidad

1. Es personal, por lo tanto, hay que demandar a todas las partes que han
intervenido en el acto o contrato cuya declaración de nulidad se pretende.

2. Es una acción patrimonial y, por lo tanto, renunciable, transmisible y prescriptible.

3. Se discute si la nulidad puede alegarse tanto por la vía de acción y de excepción,


o si sólo cabe alegarla por la vía de acción y no de excepción.

a) ALESSANDRI no ve ningún inconveniente en que la nulidad pueda alegarse


tanto por la vía de acción como de excepción.

b) DOMÍNGUEZ ÁGUILA sostiene que no cabe alegar la nulidad por vía de


excepción.

c) La jurisprudencia se ha pronunciado en ambos sentidos.

Tratándose del juicio ejecutivo, por disposición expresa, es posible alegar como
excepción la nulidad. Así lo señala el artículo 464 N°14 del CPC. Igual a nuestro
juicio es discutible.

LA SIMULACIÓN

Lo normal es que la voluntad real de las partes se manifieste en los actos jurídicos.
Sin embargo, hay casos excepcionales en que una persona, intencionadamente,
declara lo que no quiere.

Tres hipótesis pueden distinguirse: la reserva tácita o reservatio mentalis; la


declaración iocandi causa; y, la simulación.

La reserva tácita o reservatio mentalis

Hay reserva tácita cuando el declarante, a sabiendas de que lo declarado no


responde a su intención, reserva en secreto o en su mente su verdadera voluntad.

En este caso el acto jurídico es plenamente válido, aunque la reserva no responda,


como generalmente responde, a motivos inmorales. La seguridad jurídica lo exige
así.

El acto sólo será nulo cuando el destinatario de la declaración de voluntad sepa que
la voluntad verdadera no es la manifestada.
Pero la seriedad de la voluntad manifestada se presume; el principio general de la
presunción de seriedad de los actos jurídicos en nuestra legislación es plenamente
aceptado. La dificultad residirá en la prueba de que la otra parte conocía la reserva
tácita del declarante.

La declaración iocandi causa

En la declaración iocandi causa, la falta de seriedad se manifiesta en forma


evidente, de modo que no pasa inadvertida para la otra parte. Entran en esta
categoría las frases corteses o jactanciosas, las promesas cuya inconsistencia es
evidente, las declaraciones hechas propiamente en broma, etc.

La declaración iocandi causa impide que nazca el acto jurídico y que produzca
derechos y obligaciones.

ALESSANDRI señala que, “en ciertos casos, muy raros, la declaración iocandi causa
puede producir efectos jurídicos, cuando por las circunstancias en que se hace o la
torpeza del declarante, la persona o personas a quienes se dirige toman en serio la
declaración”. Habría aquí, a su juicio, culpa del declarante y si produjo daños,
procedería la indemnización de perjuicios fundada en el artículo 2314 del Código
Civil.

La simulación

FERRARA la define como “la declaración de un contenido de voluntad no real,


emitido conscientemente y de acuerdo entre las partes o entre el declarante y la
persona a quién va dirigida la declaración, para producir con fines de engaño, la
apariencia de un acto jurídico que no existe o es distinto de aquel que realmente se
ha llevado a cabo”.

Elementos de la simulación

1. Disconformidad entre la voluntad real y la declarada o manifestada.


2. Conciencia de esta disconformidad.
3. Concierto entre las partes.
4. La intención de engañar a los terceros.

El concierto entre las partes constituye la diferencia entre la simulación y la reserva


mental. Si una de las partes no comunica a la otra la disconformidad entre su
voluntad real y lo manifestado, habrá reserva mental (pudiendo también llegar a
configurarse dolo) pero no simulación.

En cuanto a la intención de engañar como requisito de la simulación, el profesor


PEÑAILILLO estima que dicha exigencia es innecesaria en la medida que si las
partes, de común acuerdo, declararon algo que no quieren, todo tercero que tome
conocimiento de ese acto resultará engañado, tengan o no las partes intención de
engañar.
Simulación lícita y simulación ilícita

La simulación puede ser lícita o ilícita, según haya o no intención de defraudar a


terceros.

Simulación lícita es aquella que no persigue defraudar a un tercero. La simulación


lícita no persigue fines dolosos, es determinada por motivos inocentes, de modestia,
etc.

Simulación ilícita existirá en cuanto con ella se busque defraudar a terceros. La ley
sanciona la simulación ilícita, la que constituye un tipo de estafa, tipificada en el
artículo 471 N°2 del Código Penal.

Simulación absoluta y simulación relativa

La simulación absoluta tiene lugar cuando se celebra un acto jurídico que no tiene
nada de real y que es ficticio en su totalidad. En tal caso, el acto tiene todas las
apariencias de válido, pero en realidad no ha existido ningún acto.

La simulación relativa se produce cuando se ha querido realizar un acto diferente del


manifestado, sea total o parcialmente, sea por su carácter, por los sujetos o su
contenido.

Hay simulación relativa por el carácter del acto cuando, por ejemplo, aparentemente
se celebra una venta cuando en realidad se trata de una donación y no existe precio.

Hay simulación relativa por razón de los sujetos del acto cuando, por ejemplo, se
hace una venta a favor de A para que éste, a su vez, venda la cosa a la mujer del
primer vendedor.

Hay simulación relativa por razón del contenido, cuando el objeto del acto o contrato,
tal como resulta de la declaración, es diverso de aquél (por ejemplo, se dice que se
contrata a una mujer para que preste servicios de empleada y en realidad se dedica
a la prostitución), o cuando se introducen cláusulas que no son sinceras (por
ejemplo, en una compraventa se hace aparecer un precio superior o inferior al
convenido), o cuando el acto contiene fechas falsas o se hace figurar que ha sido
celebrado en otro lugar distinto del verdadero.

En el caso de la simulación relativa hay dos actos jurídicos:

a) El ostensible, simulado, ficticio o aparente, que es el que las partes han fingido
realizar.

b) El acto oculto, real o disimulado, que es el que las partes verdaderamente han
querido celebrar y destinado a quedar en secreto.

La simulación por interposición de persona

La simulación por interpósita persona consiste en hacer figurar en un acto jurídico


como contratante a quien no lo es en realidad, el cual presta su nombre y persona
para encubrir ante terceros el nombre y persona del que real y directamente se ha
obligado con los demás contratantes.

Nuestro Código Civil no define la interposición de persona ni sienta reglas generales


al respecto. Pero en algunos casos alude a ella:

a) Artículo 966: “será nula la disposición (testamentaria) a favor de un incapaz,


aunque se disfrace bajo la forma de un contrato oneroso o por interposición de
persona”.

b) Artículo 2144: “no podrá el mandatario por sí mismo ni por interpuesta persona,
comprar las cosas que el mandante le ha ordenado vender, ni vender de lo suyo
al mandante lo que éste le ha ordenado comprar, si no fuere con aprobación
expresa del mandante.”

Efectos de la simulación

1. Respecto de las partes debe prevalecer la voluntad real, ya que en las relaciones
recíprocas de las partes el acto simulado no existe. Así se desprende del artículo
1707.

Se ha fallado que, como la simulación absoluta supone ausencia de


consentimiento, el acto simulado es nulo de nulidad absoluta.

2. Frente a los terceros de buena fe, el acto simulado o público debe considerarse
como existente. En otras palabras, los terceros se estarán a la voluntad
declarada. Así también se desprende del artículo 1707.

Si la simulación es absoluta, no hay ningún inconveniente en que pueda alegarla.

Si la simulación es relativa y existe un tercero interesado en ello, podrá


demandarse que prevalezca el acto real. No obstante, puede ocurrir que respecto
del acto real se haya omitido una solemnidad o requisito de validez y, en tal caso,
él también será nulo.

Prueba de la simulación

Corresponde al que lo alega, pues los actos y contratos se presumen sinceros


(1698).

a) Respecto de las partes. Se ha sostenido que como la simulación es una forma de


manifestar la voluntad o consentimiento, su prueba queda regulada por las
normas de la responsabilidad contractual.

b) Respecto de terceros. Como lo ha resuelto la jurisprudencia, la simulación ilícita


es un verdadero delito civil, de manera que los terceros se rigen por las reglas
que rigen la prueba en materia extracontractual y pueden, por tanto, valerse de
todos los medios de prueba legal pues se trata de probar un hecho ilícito y no
una obligación.
Acción de simulación. Requisitos

Doctrinariamente, se denomina acción de simulación a la que ejercen los terceros a


quienes la simulación perjudica para que el juez declare la voluntad real de las
partes.

Se exigen los siguientes requisitos:

1. Solamente la puede entablar el tercero que tenga un interés en oponerse al


contrato simulado. Es decir, el tercero que tenga un derecho subjetivo o una
posición jurídica amenazada o afectada por el contrato simulado.

2. El actor debe probar el daño sufrido como consecuencia de la incertidumbre


ocasionada. Es precisamente ese daño el que autoriza a invocar la tutela jurídica.

Prescripción de la acción de simulación

Con respecto a la prescripción de la acción de simulación, la ley nada dice. Por lo


tanto, es un tema discutible.

Algunos estiman que se trata de una acción imprescriptible, ya que, cualquiera que
sea el tiempo transcurrido, un acto que no existe no puede adquirir existencia:
siempre podría demandarse que no existe.

Otros estiman que no existen razones para no aplicar el principio general de la


prescriptibilidad de las acciones y derechos, que sólo tiene como excepción los
casos expresamente señalados por la ley.

VIAL DEL RÍO propugna que el tiempo de prescripción sería el general para las
acciones personales (5 años, art. 2515), a menos que se estimara que la acción de
simulación emanare de un delito civil, en cuyo caso sería de 4 años (art. 2332).

Con respecto al inicio del cómputo del plazo, VODANOVIC indica que éste debe
computarse desde el momento en que los terceros tuvieron conocimiento del acto
disimulado u oculto. VIAL DEL RÍO indica que en el caso que la acción de
simulación emanare de un delito civil, este plazo se contaría desde la fecha del
contrato simulado.

Finalmente, se dice que esta acción no podría entablarse después que hubiera
operado la prescripción adquisitiva de la cosa por la persona que la adquirió
basándose en el contrato simulado o manifestado.

MODALIDADES DE LOS ACTOS JURÍDICOS

La palabra modalidad tiene una acepción amplia y otra restringida. En su acepción


amplia, significa toda modificación introducida por las partes o la ley en las
consecuencias naturales de un acto jurídico. Desde este punto de vista engloba
todas las maneras de ser, todas las variantes que los derechos pueden presentar y
sufrir.
En su acepción restringida, la palabra modalidad se encuentra referida a las
variantes más significativas que puede presentar el acto jurídico: la condición, el
plazo y el modo.

El estudio de la condición, el plazo y el modo lo haremos durante el curso de teoría


general de las obligaciones.

Características de las modalidades

1. Se trata de elementos accidentales de los actos jurídicos, es decir, pueden o no


encontrarse incorporados al acto jurídico, sin que afecten su validez o existencia.

2. Son de carácter excepcional. La regla general es que los actos sean puros y
simples, esto es, que produzcan sus efectos inmediatamente y para siempre.

3. No se presumen, característica ésta derivada de la anterior. Es necesario que las


partes expresen claramente las modalidades, porque de lo contrario no se
subentienden; sólo por excepción, en ciertos casos, la ley las presume, como
ocurre en los artículos 738 y 1489.

Actos jurídicos que pueden sujetarse a modalidades

Para dilucidar este punto, es menester distinguir entre actos patrimoniales y actos de
familia.

Tratándose de los actos patrimoniales, la regla general es que son susceptibles de


someterse a las modalidades, ya que en derecho privado puede hacerse todo
aquello que la ley no prohíba expresamente.

Excepcionalmente, algunos actos patrimoniales no admiten modalidades:

a) Artículo 1227: “no se puede aceptar o repudiar (una herencia) condicionalmente,


ni hasta o desde cierto día”.

b) Artículo 1.192: “La legítima rigorosa no es susceptible de condición, plazo, modo


o gravamen alguno.” Sin embargo, en este caso debe tenerse presente que
podrá sujetarse a la administración de los bancos la administración de los bienes
que constituyen la legítima rigorosa durante la incapacidad del legitimario.

Los actos de familia, en cambio, no admiten modalidades, porque sus efectos son
fijados por el legislador en forma expresa e imperativa, sin que las partes
intervengan en ellos y sin que les puedan modificar, pues se trata de materias de
orden público.

Lugar en que el Código Civil se ocupa de las modalidades

El Código Civil se ocupa de las modalidades en:

a) Título preliminar, art. 48 y sgtes.


b) El Libro Tercero, título 4°, párrafos 2, 3 y 4; “De las asignaciones testamentarias
condicionales”; “De las asignaciones testamentarias a día”; y, “De las
asignaciones modales”.

c) El Libro Cuarto, título 4° y 5°; “De las obligaciones condicionales y modales” y


“De las obligaciones a plazo”.

Por lo tanto, las principales modalidades son la condición, el plazo y el modo. Ellas
se estudiarán con detención cuando se estudie la teoría general de las obligaciones.
A continuación nos referiremos a otras modalidades: la representación en los actos
jurídicos y la solidaridad.

LA REPRESENTACIÓN EN LOS ACTOS JURÍDICOS

La voluntad, condición de existencia de todo acto jurídico, puede manifestarse


personalmente o por medio de otra persona, llamada representante.

Los actos jurídicos pueden celebrarse o ejecutarse directamente por su autor o


parte, o bien, por medio de representantes.

Existe representación, entonces, cuando un acto jurídico es celebrado por una


persona por cuenta de otra, en condiciones tales que los efectos del acto se
producen directa e inmediatamente para el representado, como si este mismo
hubiera celebrado el acto.

El artículo 1448 del Código Civil señala que “lo que una persona ejecuta a nombre
de otra, estando facultada por ella o por la ley para representarla, produce respecto
del representado iguales efectos que si hubiese contratado él mismo.”

Por todo lo anterior, la representación es definida como la institución jurídica en


virtud de la cual los efectos de un acto que celebra una persona que actúa a nombre
o en lugar de otra, se radican en forma inmediata y directa en esta última, como si
ella personalmente lo hubiera celebrado.

Utilidad de la representación

a) Permite celebrar o ejecutar un acto cuando hay imposibilidad para el interesado


de encontrarse en el lugar en que el acto debe celebrase o ejecutarse.

b) Es la única forma en que pueden actuar los absolutamente incapaces en la vida


jurídica.

c) Por razones de utilidad práctica.

Naturaleza jurídica de la representación de los actos jurídicos

Diversas teorías tratan de explicar la naturaleza jurídica de la representación. Entre


las principales pueden mencionarse:
1. Teoría de la ficción. Atribuida a POTHIER, en su virtud se reputa que el
representado ha manifestado su voluntad por mediación del representante; no
siendo éste más que el vehículo de la voluntad de aquél.

Esta teoría ha sido abandonada por cuanto no logra explicar los casos de
representación legal del demente o del impúber, ya que resulta imposible admitir
que el representante expresa la voluntad de éstos, ya que la ley les da
precisamente un representante porque carecen de voluntad.

2. Teoría del nuncio o mensajero. Formulada por SAVIGNY, sostiene que el


representante no es más que un mensajero que transmite más o menos
mecánicamente la voluntad del representado, de manera que el acto se celebra
real y efectivamente entre éste y el tercero.

Esta teoría tampoco es satisfactoria, pues decir que el representante es un


simple mensajero es negarle su calidad de representante. Además, mal puede
éste transmitir una voluntad que no existe, como en el caso del demente o del
impúber.

3. Teoría de la cooperación de voluntades. Dice que la representación se explica


por la cooperación de voluntades del representante y del representado,
concurriendo ambas en la formación del acto jurídico que sólo ha de afectar a
éste último.

Esta tesis surge como crítica a la teoría del doble contrato de THOL, que
sostiene que en la representación no existe un acto jurídico, sino dos: uno entre
el representante y el tercero y, otro, el que se entiende que celebra el
representado con el tercero.

La posición doctrinaria que comentamos señala que sólo existe un acto jurídico,
que el representante y el representado celebran conjuntamente.

Esta teoría ha sido criticada por las complicaciones a que da origen y porque no
explica los casos de representación legal aludidos: ¿qué cooperación de
voluntades cabe entre el demente o el impúber, que carecen de voluntad, y su
representante?

4. Teoría de la modalidad del acto jurídico. Elaborada por la doctrina francesa,


Sostiene que, desde que las modalidades alteran los efectos normales del acto
jurídico, ya sea por la voluntad de las partes o por la ley, la representación viene
a ser una modalidad del acto jurídico pues altera los efectos normales de éste.

En principio, los actos jurídicos sólo producen efectos, esto es, derechos y
obligaciones, entre las partes, y no aprovechan ni perjudican a las personas que
no contribuyeron a generarlos. De manera que lo normal será que las
consecuencias de un acto afecten a quien lo celebra, lo cual se altera por la
representación, modalidad en virtud de la cual los efectos del acto celebrado por
una persona (el representante) se radican directa e inmediatamente en otra
persona distinta (el representado).
La voluntad que celebra el acto jurídico es la del representante, pero los efectos
de éste se producen respecto del representado. Siendo la voluntad del
representante la que concurre a la celebración del acto, a ella habrá que estarse
para determinar la capacidad y la existencia de vicios del consentimiento.

Teoría que sigue nuestro Código Civil

No hay duda que nuestro Código sigue la teoría de la modalidad del acto jurídico:

a) De los mismos términos del artículo 1448 aparece claramente que es el


representante el que celebra el acto, pero atribuyéndole los mismos efectos que
si hubiese sido ejecutado por el representado; no considera la ley que el acto ha
sido consentido por el representado, sino que estima que los efectos del acto se
radican en el representado.

b) Así se desprende también de la ubicación del mismo artículo 1448, pues se


encuentra junto a otras dos disposiciones que también establecen excepciones
en que los actos celebrados por una persona afectan a otra (artículos 1449 y
1450).

c) Numerosos artículos ponen de manifiesto que es la voluntad del representante la


que la ley requiere cuando hay representación. Por ejemplo: artículos 672, 673,
678. De acuerdo a estas disposiciones, la tradición requiere del consentimiento
del tradente o su representante y del adquirente o su representante; y el error del
mandatario o representante invalida la tradición.

Conforme al inciso 1° del artículo 721 “si una persona toma la posesión de una
cosa en lugar o a nombre de otra de quien es mandatario o representante legal,
la posesión del mandante o representado principia en el mismo acto, aún sin su
conocimiento.”

Fuentes de la representación. Poder de representación

Son dos: la voluntad de las partes y la ley.

La sentencia judicial no es fuente de la representación. Cuando el carácter de


representante emana de una resolución judicial, es la ley la que se lo atribuye a la
persona designada; el juez no hace más que determinar ésta.

La representación legal es la que emana de la ley. Los representantes legales son


las personas que, por mandato del legislador, actúan en nombre y por cuenta de
otras que no pueden valerse por sí mismas. Los casos más comunes de
representantes legales están enumerados en el artículo 43. Otro caso es el del
artículo 671 inc. 3º.

La representación voluntaria es la que emana de la voluntad de las partes.


Normalmente emanará de un contrato de mandato, pero no puede identificarse este
contrato con la representación voluntaria por las siguientes razones:
a) El poder de representar es distinto e independiente del contrato de mandato, ya
que puede existir con anterioridad al perfeccionamiento del mandato.

b) Mientras el mandato es un contrato, la representación además de poder


originarse en un contrato, puede ser legal y no tener su origen en la voluntad de
las partes.

c) El poder de representación no es de la esencia del contrato de mandato, ya que


es perfectamente posible que el mandatario no represente al mandante. Ello
ocurre cuando el mandatario contrata a su propio nombre, aunque sea en interés
del mandante (art. 2151).

De esta manera, la representación es un elemento de la naturaleza del contrato


de mandato y las partes pueden eliminarlo.

Requisitos para que exista representación

1. Declaración de voluntad del representante

El representante debe declarar su propia voluntad, ya que es él quien contrata,


es él quien ejecuta el acto a nombre de otra persona.

Según ha dicho la doctrina y la jurisprudencia, no se exige capacidad plena al


mandatario, pues no comprometerá sus propios derechos. Esta conclusión se
extrae de los artículos 1581 y 2128, que admiten que los relativamente incapaces
sean mandatarios.

2. Que el representante actúe a nombre del representado (contemplatio


domini)

El representante ha de manifestar de un modo inequívoco su intención de obrar


por cuenta de otro.

La contemplatio domini es la intención de actuar a nombre y en lugar de otro. Si


esta intención falta, el acto jurídico va a producir efectos para el representante y
no para el representado.

Finalmente, la contemplatio domini constituye el requisito esencial de la


representación, la que no existe en el mandato sin representación antes visto.

3. Existencia de poder suficiente.

El representante debe estar debidamente facultado, por ley o por la convención,


para representar.

La extensión de la representación legal está determinada por el título de cual


emana, y la de la convencional por el contrato respectivo.
No hay representación si una persona ejecuta algo por cuenta de otra sin tener
poder o excediendo sus límites. Pero puede el representado aceptar lo hecho por
el representante, ratificar o confirmar lo obrado.

Efectos de la representación

En virtud de la representación, sea ésta legal o convencional, los efectos del acto
celebrado por el representante radican en el representado; esto es, los derechos y
las obligaciones que emanan del acto se radican en el representado como si hubiese
contratado el mismo (art. 1448).

La ratificación. Definición y características

Se define como el acto mediante el cual el interesado por sí hace eficaz el acto que
ha sido concluido en su nombre. Es decir, se apropia de los efectos del acto
realizado a nombre suyo, pero con exceso o defecto de poder.

El acto jurídico celebrado con defecto o exceso de poder no es nulo, sino que es
inoponible al interesado. A través de la ratificación hace suyos los efectos del acto.

Las características de la ratificación son las siguientes:

1. Es un acto jurídico unilateral. Debe emanar del interesado o sus herederos.

2. Es un acto jurídico irrevocable.

3. Opera con efecto retroactivo. Por una ficción legal, se supone que el acto obliga
a quien ratifica desde la fecha de celebración del mismo y no desde la fecha en
que se ratifica. Esta solución se deduce de los artículos 672, 673, 721 y 1577.

LA SOLIDARIDAD

Esta modalidad se estudiará con profundidad en el curso de teoría general de las


obligaciones.

Conceptos previos

La obligación es el vínculo jurídico por el cual una persona denominada deudor se


encuentra en la necesidad de dar, hacer o no hacer algo en beneficio de una
persona denominada acreedor.

Obligaciones con unidad de sujeto son aquellas en que existe un deudor y un


acreedor.

Obligaciones con pluralidad de sujetos aquellas en que:

a) hay un acreedor y varios deudores (pluralidad pasiva);


b) varios acreedores y un deudor (pluralidad activa); o,
c) varios acreedores y varios deudores (pluralidad mixta).

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