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UNIDAD 2
Plan de trabajo 3:
HALPERIN DONGHI, Tulio. Revolución y Guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla,
México, Siglo XXI, 2014 (1ª ed. 1979). Primera Parte, Cap. I “El Río de la Plata al comenzar el siglo XIX”
A inicios del siglo XIX se produce el ascenso de una Argentina litoral; el descenso de las regiones en que, por
dos siglos y medio, habían estado el centro de la vida española en este rincón de las indias. Esto es
consecuencia de la evolución diferenciada del bloque del Interior respecto del Litoral desde el siglo XVIII y
profundizada desde inicios del XIX.
Definición: El interior es la vasta zona que se extiende al este de los Andes, de la meseta altoperuana hasta
donde las estribaciones meridionales y orientales de las sierras pampeanas se pierden en la llanura. Ésta
región uniforme se abre al norte en la quebrada de Humahuaca.
El interior oriental sobrevive mejor a la instauración del libre comercio porque no amenaza la estructura
artesanal de la región.
Salta → aristocracia orgullosa de ser la élite de una estructura social polarizada y rica a partir de las grandes
estancias para la agricultura y el pastoreo. Tucumán → prestigio de los mercaderes, artesanos de la madera
y grandes comerciantes entre el Atlántico y el AP. Santiago del Estero → zona expulsora de población por su
pobreza y sostenida por la tejeduría doméstica y la recolección de la miel. Córdoba → peso creciente de la
ganadería sobre una actividad comercial aún predominante y con prestigio por sus magistraturas laicas y
eclesiásticas
La zona occidental del interior (interior andino) sufre las consecuencias del nuevo régimen comercial,
especialmente en la producción de vinos, aceites y frutas secas (el trigo sobrevive por los altos costos del
transporte marítimo).
Catamarca → proveedora de aguardiente y productos de huertas. La Rioja → ascenso ganadero mular en
sus llanos, donde se extiende la gran propiedad rural. Mendoza → práctica de la agricultura de regadío en
países productores de vinos, cereales y pasturas para ganado en el tránsito a Chile.
La “estabilidad del Interior” se refería a:
- El fuerte condicionante de paisajes y ecosistemas desde la Quebrada de Humahuaca al Norte hasta
las estribaciones meridionales y orientales de las sierras pampeanas.
- El mantenimiento del orden social polarizado, el prestigio de los mercaderes y el rol de la tejeduría
doméstica como base de la sociedad y economía de la antigua gobernación del Tucumán.
Hallamos aquí el clima típico del Litoral a principio del siglo XIX: una acelerada expansión económica deja
atrás las posibilidades de institucionalización jurídica como las del avance demográfico; una confusa y
revuelta realidad humana es la consecuencia necesaria de ello. p.31. Otro rasgo constante de la vida
campesina litoral: el trabajo asalariado tiene en ella un papel necesario, aún tratándose de los propietarios
más pobres. La carestía de tierra y la carestía de trabajo son dos dificultades importantes, otra aún más grave
es la carestía de dinero. pp 33.
Misiones → centro expulsor de población guaraní. Corrientes → crecimiento del comercio y la navegación a
partir del funcionamiento de puertos improvisados y desarrollo de una industria naval. Santa Fe →
decadencia como centro de comercio terrestre y fluvial pero con tendencia a la prosperidad ganadera vacuna
y mular. Buenos Aires → expansión de la frontera agropecuaria a través de la fundación de pueblos,
desarrollo de una sociedad de labradores y peso creciente de las estancias ganaderas y cerealeras.
El ascenso del Litoral en la segunda mitad del SXVIII se debe a:
- La apertura de nuevos puertos en las ciudades sobre el Paraná y Uruguay.
- La recepción de población que se traslada por la campaña y desde otras regiones.
- El marcado ascenso ganadero de la región y la llegada de ocupantes de tierras en zonas de nueva
colonización.
- La expansión de la estancia que combina producción ganadera y agricultura cerealera.
Consecuencias del librecambio en la agricultura: p. 34. El resultado de la libre exportación sería entonces una
acentuación del desequilibrio del mercado cerealero local. Los hechos van a confirmar las previsiones de
Vieytes; durante decenios el cereal local no podrá competir con el extranjero, y sólo podrá reservársele un
lugar en el mercado interno mediante prohibiciones de importar.
Otro rasgo duradero de la vida rural rioplatense: el hambre de tierras de los grandes propietarios, su
tendencia al monopolio fundiario, es menos la búsqueda de propiedades cada vez más extensas que el
intento constante de cerrar desemboques al trabajo humano, que juzgan colocado en situación ya
excesivamente favorable. Esta actitud se continúa en la simpatía por los proyectos de trabajo forzado. p. 36.
Entre Ríos → zona de grandes estancias sobre los ríos, donde convive la ganadería de rodeo y las cacerías
de ganado cimarrón o salvaje. Banda Oriental → zona con frontera abierta al comercio clandestino con
Brasil, explotación primitiva de la tierra y aprovechamiento del ganado cimarrón o salvaje; de población rural
guaraní.
Una sociedad menos renovada que su economía:
La sociedad rioplatense aún se ve a sí misma como dividida por líneas étnicas. En el Litoral la esclavitud
coloca a casi todos los pobladores de origen africano dentro de un grupo sometido a un régimen jurídico
especial. En el interior en cambio, una parte muy importante de la población africana ha logrado emanciparse
del régimen de esclavitud.
Por una parte los españoles, descendientes de la sangre pura de los conquistadores, por otra parte los indios,
descendientes de los pobladores prehispánicos, se hallaban excentos por derecho de las limitaciones a que
estaban sometidas las demás castas.
La inventiva desplegada para acrecentar provechos abusando de la propia posición jurídica y social fue en
ellas desde muy temprano uno de los rasgos más alarmantes de los grupos hegemónicos. También está muy
cercana a la situación tradicional la importancia decisiva que la utilización del poder político tiene en estos
planes de rápido enriquecimiento mediante métodos más cercanos a la rapiña que a la especulación. Estos
rasgos arcaigos corresponden muy bien al carácter menos dinámico que la realidad del Interior revela cada
vez más claramente en ese fin de siglo. En el Litoral, por el contrario, ya antes de la revolución las
innovaciones económicas comienzan a cambiar lentamente los datos de las relaciones sociales. p. 59.
Esa abundancia de pobres ociosos - característica de Buenos Aires y de casi todos los centros urbanos del
Litoral - se continúa en una mala vida relativamente densa, que se teme sobre todo podría ampliarse en
tiempos de crisis. p 61.
La rígida imagen que la sociedad rioplatense se forma de sí misma no es sino un aspecto de su
adhesión a un estilo de vida que sigue siendo sustancialmente barroco. p. 66
En el Litoral la falta de población densa llevaba a una suerte de disolución de los lazos sociales, cuyas
consecuencias lo alarmaban sobre todo en el aspecto político y religioso. p.69.
Estilo de vida sustancialmente barroco de la población:
- Uso de precedencias y cortesías, revitalizadas por los funcionarios borbónicos.
- Rol de la Iglesia y las órdenes en la vida pública, las propiedades rurales y las inmunidades jurídicas.
- Visión “andrajosa, despreocupada y alegre” de la plebe, perseguidos con legislación contra “vagos y
malentretenidos”.
La sociedad rioplatense se nos muestra entonces menos afectada por las corrientes renovadoras de la
economía de lo que a menudo se gusta presentar; por otra parte, el influjo renovadores sobre todo
destructivo; está lejos de haber surgido ni siquiera el esbozo de una ordenación social más moderna. Pero a
la vez, el orden tradicional aparece asediado por todas partes; su carta de triunfo sigue siendo el
mantenimiento del pacto colonial; mientras éste subsista, la hegemonía mercantil, que es su expresión local,
está destinada también a sobrevivir. La revolución va a significar, entre otras cosas, el fin de ese pacto
colonial (y a más largo plazo la instauración de uno nuevo, en que las relaciones con las nuevas metrópolis se
dan de modo diferente). Este dato esencial bastará para poner en crisis la ordenación social heredada de la
colonia; dicha crisis será todavía acelerada por otros portes menos previsibles de la revolución: en cuarenta
años aparentemente vacíos de realizaciones económicas se pasará de la hegemonía mercantil a la territo
teniente, de la importación de productos de lujo a la de artículos de consumo perecedero de masas, de una
exportación dominada por el metal precioso a otra marcada por el predominio aún Más exclusivo de los
productos pecuarios. Pero esa transformación no podrá darse sin cambios sociales cuyos primeros aspectos
evidentes serán los negativos; el aporte de la revolución aparecerá como una mutilación, como un
empobrecimiento del orden social de la colonia. (última pág).
y Cap. II “La revolución y la dislocación económica”.
Las consecuencias negativas del mismo proceso revolucionario fueron:
1, la mutilación y fragmentación del hinterland comercial de Buenos Aires;
2, la transformación profunda del comercio ultramarino, colocado ahora bajo el signo de la hegemonía
británica.
3, peso de un fisco empobrecido y exigido de nuevos esfuerzos por la guerra, la gravitación creciente
que alcanzaban sobre todo la economía las necesidades financieras de un estado lanzado por las
circunstancias a una agresiva mendicidad. P.76.
El nuevo reglamento provisorio le otorga a los británicos un papel complementario en el comercio local
por medio del empleo de consignatarios (pequeños comerciantes locales actuaban como sus auxiliares y
prestanombres), que resultan nominalmente independientes de sus colegas ingleses. Estos últimos se
insertan dentro de los circuitos de comercialización internos con un papel transformador, y a la vez, destructor.
Los nuevos circuitos de comercialización internos son más simples y baratos. pp 96
La consecuencia más importante de la presión importadora fue la aceleración y la agravación de un
desequilibrio en la balanza de comercio que ya la desaparición del principal rubro de las exportaciones de la
etapa virreinal (metálico) debía provocar. pp 104
El alto comercio porteño formaba el núcleo de la clase alta local desde las últimas décadas coloniales: esto le
aseguraba un influjo sobre el aparato político que aún era capaz de utilizar en su provecho. Así, el Consulado
de Comercio fue un órgano que actuó intentando proteger sus intereses individuales y grupales
La economía virreinal, era una economía lenta pero equilibrada; año a año el flujo de metálico y cueros
cubría con exceso las importaciones que la escasa demanda local hacía relativamente reducidas. Ahora, por
el contrario, a la crisis de las exportaciones metálicas acompaña un aumento de las importaciones provocado
por la presión de los nuevos dominadores del mercado, que lleva a la rápida ampliación del consumo. El
desequilibrio es permanente y acumulativo. P. 109.
Para los miembros del consulado el déficit de la balanza de comercio se explica por: 1, el carácter
monopólico del grupo exportador (inglés) 2, La escasez de metálico que se debe a la inclinación de los
ingleses a exportarlo y a la relación legal que desvaloriza el oro frente a la plata.
La penuria causada por la exportación de metálico se agrava por el acrecentamiento de las necesidades
locales de circulante debidas a la transformación de los procesos de intercambio. pp 111
La corrección del desequilibrio ha de venir del crecimiento de la producción que se inicia tardíamente y en
forma desigual. Esta transformación es rica en consecuencias políticas y sociales. La revolución mercantil
aportada por los nuevos dominadores británicos del mercado local incluye entre sus consecuencias la
liberación de los productores del predominio de los comercializadores del viejo estilo. pp 114.
La transformación incipiente de la ganadería porteña incluye a los saladeros, que otorgan fuerza a los nuevos
mecanismos de comercialización (pp 116). La prosperidad ganadera canaliza sus frutos en la ciudad, que se
vuelve dependiente de la campaña. así se produce el ascenso de la nueva clase terrateniente pp 120.
A partir de 1820 Buenos Aires acepta las posibilidades abiertas por la apertura comercial de 1809 (fecha de
inicio de la revolución económica): goza de una gran prosperidad comercial a partir del impresionante avance
sobre su frontera indígena. pp 118 y 119.
GOLDMAN Noemí. Cap. 1. “Crisis imperial, revolución y guerra (1806- 1820)” en Nueva Historia
Argentina, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1998, Tomo III.
El RP va a compartir un rasgo común con el resto de las posesiones hispanas: la emergencia de distintas
soberanías que se correspondían con el ámbito político de las ciudades.
Impacto de las reformas borbónicas en el Río de la Plata. El establecimiento del sistema de intendencias
de 1782 y 1783 constituyó la culminación de una política de integración jurisdiccional y administrativa que el
gobierno español anhelaba desde hacía años.
Con la creación del VRP (1776) la ciudad de BA se convirtió en la capital de un vasto territorio que abarcaba
las provincias de BA, Paraguay, Tucumán, Potosí, Santa Cruz de la Sierra, Charcas y los territorios de la
jurisdicción de las ciudades de Mendoza y San Juan del Pico. pp 26.
Podría decirse que la emancipación de las excolonias habría sido más bien el resultado conjugado del
derrumbe de los imperios ibéricos, la creciente presión de Inglaterra a lo largo del siglo XVIII, y de los factores
de resentimiento y disconformidad existentes en casi todas las capas sociales americanas hacia fines del
dominio colonial. Estos factores no explican por sí solos el desenlace del proceso pero son importantes. p 29
Las revoluciones de independencia en Hispanoamérica siguieron entonces, en lugar de preceder, a la crisis
de la monarquía ibérica que condujo al quebrantamiento de la unidad del origen colonial. P.29.
Las invasiones inglesas al RP (coexistencia de intereses militares y comerciales) fueron insospechadas y
revelaron la fragilidad del orden colonial debido al comportamiento sumiso de la Audiencia y del Cabildo y a la
inexistencia de un ejército de defensa. Para hacer frente a la ocupación inglesa se formaron por primera vez
cuerpos de milicianos voluntarios. pp 31 y 32.
A pesar de que la retirada del virrey Sobremonte al interior estaba dispuesta generó una importante crisis de
autoridad en el VRP. La pasividad de las autoridades peninsulares llevó actuar a Liniers, Pueyrredón y Alzaga.
Luego de la primera capitulación y frente a la posibilidad de una nueva invasión las fuerzas voluntarias (que
se habían organizado primero en forma precaria) se constituyeron en cuerpos militares que otorgaban
posibilidades de ascenso social para la plebe urbana. p34
La creación de las milicias, con su reclutamiento voluntario y la elección de la oficialidad por la tropa, modificó
el equilibrio de poder en BA. Como consecuencia de las invasiones inglesas la oficialidad criolla se
convirtió en un nuevo actor político de cuyo apoyo ya no se pudo prescindir. pp 35.
La crisis final del lazo colonial en el RP se producirá sólo cuando lleguen las noticias de una posible
derrota total de España en manos de las tropas francesas. Esto ocurre a mediados de mayo de 1810 cuando
se difunden las nuevas oficiales que anuncian el traspaso de la autoridad de la Junta Central al Consejo de
Regencia y el asedio francés a Cádiz, único bastión de la resistencia española. pp 38
En el vocablo pueblos se encuentra una de las claves de la cuestión de la identidad política emergente en el
proceso de emancipación, ya que refería a las ciudades convocadas a participar en la Primera Junta por
medio de sus cabildos. Estos protagonizaron gran parte de los acontecimientos políticos de la época. Con la
caída del Poder Central los pueblos tendieron a constituirse en Estados soberanos bajo la denominación
provincia. pp 41.
La revolución se desarrolla sobre la trama de la oposición entre las tendencias al autogobierno (existencia de
tanta soberanías como pueblos) y la tendencia a la creación de un único estado unitario en el cual residía la
soberanía luego de la constitución de los cuerpos representativos. pp 44.
Con la Revolución de Mayo se expandieron las corrientes de pensamiento derivadas de la Ilustración
racionalista. Lo cierto es que parte importante de los hombres públicos del período, formados en la
administración del clasicismo, no vieron en la Independencia un simple cambio de gobierno, sino la
responsabilidad de realizar el pensamiento filosófico en versión republicana. pp. 45
El proceso revolucionario comprendió dos períodos: 1, de 1810 a 1814 (intentos frustrados de los
morenistas de asociar la lucha de la independencia con la construcción de un nuevo orden), 2, de 1814 a
1820 (conservadurismo político del Directorio). 6 tipos de gobierno: Primera Junta, Junta Grande, Junta
Conservadora, 1er Triunvirato, 2do Triunvirato, Directorio p 45.
Juan José Castelli emprendió una política filoindígena al mando de la expedición libertadora del AP debido a
la urgente necesidad de hombres y de recursos.. Frente a las ruinas de Tiahuanaco proclamó el otorgamiento
de derechos políticos y sociales a los indígenas. Esta liberación se produce en detrimento de las clases
altoperuanas que vivían el trabajo indígena. El AP no sabe si ha sido liberado o conquistado por las tropas
porteñas. p 48.
Cita interesante para aludir al proceso revolucionario. Monteagudo: La revolución parece haber sido más la
obra de las circunstancias que de un plan meditado de ideas. Acerca de la disputa ideológica entre
Saavedristas y Morenistas. p 47.
La Asamblea General Constituyente de 1813 representa en parte el Triunfo de la línea esbozada por
Moreno (declaración de la Independencia y sanción de una constitución): en la fórmula de su juramento
queda excluida la fidelidad a Fernando VII y se declara la “independencia de toda autoridad eclesiástica
existente fuera del territorio”. Se dispone la libertad de prensa, extinción de tributo, la mita, el yanaconazgo, la
supresión de títulos y signos de nobleza y la eliminación de mayorazgos. Sin embargo, la independencia no
es declarada y ninguno de los proyectos de constitución presentados fueron aprobados. p 52.
Lo fundamental del Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas en Sudamérica fue la
declaración (bajo la dirección de Pueyrredón), en julio de 1816, de la Independencia de las Provincias Unidas
en Sudamérica y la afirmación de la voluntad de “investirse del alto carácter de una nación libre e
independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”. Hubo dos congresos constituyentes en la
primera década revolucionaria, el de 1813 (con la consiguiente asamblea del año XIII) y el segundo 1816-19
(Rechazado por los pueblos por su constitución centralista).
Los gobiernos revolucionarios se constituyeron en soluciones provisorias destinadas a durar hasta que
se reuniera la asamblea Constituyente que definiría y organizaría el nuevo gobierno. Sin embargo, hubo un
instrumento preconstitucional que fijó provisoriamente las bases para la organización del nuevo estado con
considerable trascendencia en todo el territorio: Reglamento Provisorio para la Administración y
Dirección del Estado (1817) p. 57
Por último, la cuestión de la soberanía se vinculó asimismo con otro rasgo sustancial de la vida política de los
meses posteriores a la revolución: las prácticas representativas inauguradas por el nuevo poder. Por
primera vez, los habitantes del Río de la Plata empiezan a ser periódicamente convocados para elegir juntas
gubernativas, diputados constituyentes, gobernadores y miembros de cabildos. Surge así un espacio de
actividad propiamente política inexistente en la sociedad colonial, donde la política no aparecía como
actividad diferenciada de la sociedad. Durante la primera década revolucionaria todo el sistema de
representación se encontraba regido por la ciudad y dentro de ésta limitado a la porción de habitantes que
eran considerados vecinos según la tradición hispana debido a la continuidad de las formas representativas
vigentes en España desde 1809. Con el Estatuto de 1815 se ajusta el principio de soberanía popular e
igualdad ante la Ley mediante la incorporación de la campaña en la representación. p 65.
De esta forma, entre 1810 y 1820, en Buenos Aires coexistieron conflictivamente el Cabildo y los
gobiernos centrales, dos ámbitos políticos de distinta naturaleza por su origen y por sus funciones. En
efecto, durante la primera década revolucionaria el Cabildo no podía ser suprimido porque representaba la
soberanía de la ciudad capital del territorio; al mismo tiempo, se intentaba erigir un poder “nacional”
depositado en las asambleas y en los poderes centrales. p.65.
Plan de trabajo 4:
DE TITTO, Ricardo (compilador). El pensamiento de los hombres de Mayo (selección), Buenos Aires, El
Ateneo, 2009.
El quiebre del orden colonial supuso el traspaso de poder de un sector social (burocracia colonial y
empresarios asociados) a otro (modernas y débiles burguesías emergentes) que implicó la crisis de todas las
instituciones anteriores (clero, estructura militar, burocracia administrativa y sectores de la jerarquía virreinal)
a escala “nacional”: a pesar de su epicentro en BA, las huellas de Mayo pueden ser halladas en todo el VRP.
pp 14 y 15.
El quiebre institucional produce un vacío (difícil de llenar) debido al derrocamiento del poder virreinal: surge
así el problema de cómo integrar nuevos gobiernos que rompan con el pasado. En el VRP la delicada
cuestión se agravaba por las tradiciones virreinales y coloniales. p 17
En la revolución de Mayo emergen grandes personalidades (allí donde se podía pensar que todo era
rutinario). Sin embargo, estos grandes hombres son rápidamente consumidos por la vorágine de los
acontecimientos revolucionarios y ninguno se propuso un proyecto como el de Napoleón Bonaparte o el de
Simón Bolívar. p 19
La revolución de mayo pagó su herencia hispánica con 50 años de luchas intestinas, hasta que el capitalismo
moderno comenzó su tardío proceso de acumulación, imprescindible para sentar las bases de un estado
moderno. p 20.
Hipótesis de la falta de tiempo para la consolidación de un grupo de trabajo: la sucesión de acontecimientos
constituye una escuela política acelerada que no permitió estabilizar a un grupo de hombres revolucionarios.
Además las grandes diferencias entre BA y las provincias sumadas a la debilidad estructural de la economía
marcaron un límite para el desarrollo de dirigentes proyectados en un plan de desarrollo común.
El componente generacional es importante ya que en mayo confluyen dos generaciones: 1, una nacida entre
1760-1775 que maduró dentro del Antiguo régimen colonial (Saavedra, Paso, Funes, Álzaga, Liniers). 2, otra
nacida entre 1775-1990 que creció dentro del clima reformista del VRP y participó con mayor nivel de decisión
durante las invasiones inglesas (Belgrano, Castelli, Güemes, Berutti, Pueyrredón y Moreno). p 21.
Para comprender la revolución en su dimensión más amplia debemos reconocer que: 1, no hay proceso
revolucionario si éste no está avalado por el pueblo, si no cuenta con una base social de masas. 2, el
movimiento contó con líderes en casi todos los rincones del país (a pesar de que se inició en BA). 3, los
cambios profundos implican la existencia de matices y sectores diversos que confluyen en un interés común y
son imposibles sin esas crisis y luchas políticas. 4, lo social, lo geográfico, lo político, lo económico y el papel
de las grandes personalidades y los equipos de conducción son factores que confluyen para dar origen a algo
nuevo. p. 23
El ascenso de Güemes - aceptado desde 1815 como jefe por sus pares de la clase alta salteña - a un poder
cada vez menos compartido corre paralelo a la progresiva instalación de la guerra en Salta. La reconciliación
con el poder central no presenta dificiltades: Rondeau, debe reconciliarse con él. No surge desde Buenos
Aires ninguna oposición al orden político que se instala en Salta; a cambio de los servicios que Güemes
presta en el Norte contra la amenzada realista, su predominio local ya no le será disputado. p. 276.
La resistencia contra los realistas del Perú implicaba necesariamente la imposición de duras cargas que
fueron distribuidas desigualmente. El peso de las contribuciones cae sobre la clase alta salteña (cuyo apoyo a
la revolución no es unánime e incluso algunas de ellas apoyan al bando realista) amenazando sus fuentes de
riqueza y hegemonía. Esta tensión entre Güemes y la clase alta explica asimismo la intensa adhesión
plebeya al movimiento: este la transforma en la primera clase del estado en tanto el nuevo poder político
otorga reconocimiento a los gauchos patriotas.
Sin embargo este orden político sólido contaba en su interior con sus causas de progresivo debilitamiento. La
muerte de Güemes fue inesperada en ese sistema político que se gloría de haber quitado todo contenido
revolucionario a la revolución. Es la presencia constante de la guerra lo que constituye la originalidad del
curso político salteño. P. 278.
UNIDAD 3
Plan de trabajo 7:
GOLDMAN, Noemí. “Los orígenes del federalismo rioplatense (1820- 1831)”, en Nueva Historia
Argentina, Tomo III, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, cap. III.
Los Estados autónomos surgidos a partir de 1820 no fueron el producto de la disgregación de una nación
preexistente sino el punto de partida para una organización político-estatal sobre la única unidad socio-política
existente en el período: la ciudad provincia. p.105
La provincia autónoma no fue una prolongación de la antigua provincia de intendencia, sino una ampliación
del papel político de las ciudades soberanas - mediante la definición de un nuevo régimen representativo - al
punto de configurar una soberanía independiente. De modo que la tendencia a confluir en lo que será el futuro
Estado Nación argentino convivió durante la primera mitad del SXIX con la tendencia a la autonomía de la
provincia. p106
En enero de 1820 un grupo de oficiales, entre quienes se encontraban Juan B. Bustos, José M. Paz y
Alejandro Heredia, se sublevó en la Posta de Arequito en contra del Directorio, iniciando así el breve proceso
de derrumbe del poder central.
En febrero de 1820, el ejército porteño fue vencido en los Campos de Cepeda por las fuerzas del Litoral,
conducidas por Ramírez y López, que exigían la disolución del Congreso y la renuncia del director Rondeau.
El Cabildo de Buenos Aires asumió en febrero de ese año la función de gobernador y proclamó la disolución
del poder central, renunciando en nombre de Buenos Aires a su rol de capital de las Provincias Unidas. Surgió
la provincia de BA que en febrero de 1820 firmó el Tratado del Pilar (con Ramírez y López) que propuso como
futuro sistema de gobierno del país el de “federación”.
Consecuencias de la disolución del poder central: Aceleró el proceso de disgregación de la antigua
estructura virreinal que los gobiernos revolucionarios ya habían iniciado, para dar nacimiento a verdaderas
soberanías autónomas. Es importante distinguir el surgimiento de nuevas provincias durante la década
Revolucionaria de los movimientos autonomistas del 20’. El primero indica el surgimiento de nuevas
provincias en los límites de las ciudades y sus jurisdicciones a partir de la disgregación de las antiguas
provincias del régimen de intendencias pero no siempre implica la reforma del orden administrativo
intendencial y una ruptura con los esfuerzos de unidad emprendidos por los gobiernos revolucionarios.
En 1813 el IIT creó la Gobernación Intendencia de Cuyo, separando Mendoza, San Juan y San Luis de la
Intendencia de Córdoba. En 1814 el Director Posadas separó a Entre Ríos de Corrientes de la Intendencia de
BA quedando como provincias. En 1815 se divide la Intendencia de Salta en provincias de Salta y Tucumán.
En 1818 SF se separó de BA. Estos fueron intentos separatistas basados en el principio de retroversión de la
soberanía a los pueblos, que se fueron replicando a escala regional explicando la separación de
gobernaciones e intendencias en nuevas jurisdicciones. Estas provincias que se formaron no siempre
modificaron el orden administrativo heredado de las intendencias anteriores. Este es un elemento muy
importante para diferenciar esta fragmentación política que tiene lugar en la década revolucionaria y la que
tuvo lugar luego de la caída del poder central del Directorio. A partir de este momento se acelera la
disgregación de la antigua estructura virreinal y nacen verdaderas soberanías autónomas, transformando el
orden administrativo heredado de épocas anteriores.
A partir de 1820, otros instrumentos legales buscaron reorganizar un orden social viable en cada
espacio provincial y conciliar la autonomía de los Estados con la firma de pactos interprovinciales. El
pacto de 1831 tuvo al respecto un rol fundamental. p 108.
¿Federación o confederación? El uso indistinto de federalismo para designar formas diferentes de
asociación, tales como el Estado Federal, las confederaciones o simples ligas, se prolongó durante el siglo
XIX.
Parece entonces más adecuado designar como tendencias federales a las que se manifestaron con fuerza
durante el proceso de creación del Estado federal de 1853 y reservar la denominación de tendencias
confederales a las que predominaron durante la primera mitad del siglo XIX.
Luego del fracaso del Congreso Constituyente de 1824 y 1827 por el contenido unitario de la constitución en
el río de la plata sólo quedaron los estados provinciales que alcanzaron la formalización “provisoria” de sus
relaciones mediante la firma del pacto Federal. El pacto fue una alianza que se concibe a sí misma como
provisoria y que, de manera imprecisa, alude a la futura organización federal del país. En ella se expresó el
reconocimiento de la libertad y de la independencia de cada una de las provincias signatarias (inicialmente
Corrientes, BA, SF y ER y luego de vencida la liga unitaria adhieren todas las provincias), y se delega en una
“Comisión Representativa de los Gobiernos de las Provincias Litorales de la República Argentina” sólo la
concertación de la paz y la guerra y la organización de la fuerza militar necesaria en caso de guerra pero las
provincias se reservan para así el ejercicio de su soberanía con una escasa delegación de funciones
estatales. pp 109 y 110.
En suma, lo que se entendía por federalismo en el Río de la Plata, era alguna forma de confederación que
permitiese resignar lo menos posible el control político de su provincia frente a las tentativas de unificación
monárquicas, estatales o republicanas unitarias.
Con el surgimiento de los Estados autónomos, aparecieron los textos constitucionales provinciales. Éstas
constituciones y las leyes complementarias rigieron el desenvolvimiento institucional provincial. Estas eran
distintas entre sí y distintas del reglamento establecido en 1817.
En general, las constituciones provinciales rioplatenses, siguieron los lineamientos del constitucionalismo
republicano al establecer un poder legislativo basado en la soberanía popular. Este nuevo poder con
frecuencia rudimentario; la organización judicial, por otra parte, no llegó a constituirse en un tercer poder.
En la mayoría de las provincias, los nuevos textos constitucionales proclamados a partir de 1820 crearon las
Salas de Representantes, pero en otras, como fue el caso en Buenos Aires, la Sala surgió por una ley
especial, o por transformación de las Juntas Electorales convocadas para elegir diputados.
La oposición entre cabildos y Salas de Representantes derivó en ser dos instituciones de naturaleza histórica
diferente. Mientras el Cabildo era expresión del status de ciudad, de acuerdo con el ordenamiento comunal
hispánico, la legislatura representaba, con carácter de ciudad y campaña, a la nueva entidad política
“provincia”. Así, las nuevas soberanías autónomas fueron el resultado de la incorporación de la campaña en
la definición de un nuevo régimen representativo que, según el ordenamiento político del régimen español,
carecía como tal de representación en los cabildos.
La calidad estatal independiente de los Estados provinciales se manifestó al definir facultades para el ejercicio
de la soberanía. Estas prerrogativas se expresaron en los textos constitucionales y en la legislación provincial.
Un indicador de relevancia de la afirmación de una soberanía estatal provincial aparece en la definición de
ciudadanía. Las constituciones provinciales muestran la persistencia del sentimiento de identidad americana
en coexistencia con el provincial.
Existieron distintas formas de expresión de la relación entre esa afirmación de la soberanía Estatal provincial
y proyectos de mayor alcance (“rioplatense” o americano) Marco legal: constituciones de Santa Fe 1819,
Entre Ríos 1822, Corrientes 1824, Catamarca 1823, Jujuy 1839, Córdoba 1821-47, Proyecto de constitución
de Buenos Aires 1833, San Juan 1825, San Luis 1832, Tucumán 1852. Continuación p.114.
Fracaso del proyecto unitario en 1827. Con la firma del Pacto Federal se fortaleció la tendencia al ejercicio
de la soberanía, salvo en lo que concernía al manejo de las relaciones exteriores que fue delegado, no
definitivamente, en el gobierno de Buenos Aires.
Pero, aunque el afianzamiento del ejercicio de las soberanías provinciales tendió a consolidarse luego de
1831, creció paralelamente la influencia de Buenos Aires en la mayoría de los gobiernos provinciales,
mientras se fue debilitando, con la extensión de la práctica de las facultades extraordinarias, el desarrollo de
la legalidad constitucional. Desde 1835 en adelante se advierte que el aumento de atribuciones del ejecutivo
constituía un principio orgánico usado para la conservación y el desarrollo del régimen político (Mientras que
anteriormente el incremento de las facultades extraordinarias respondía a necesidades locales de cada
provincia). La ley bonaerense del 7 de marzo de 1835, que otorgó la suma del poder público al gobernador
Rosas, no contenía limitación alguna de carácter funcional, refiriéndose las restricciones impuestas al
cumplimiento de ciertos objetivos religiosos y políticos.p 117
“La debilidad de las provincias para constituir el país frente a la persistente negativa de la provincia de BA
reflejaba no sólo el poderío de esta última sino también la escasa posibilidad de trascender la débil relación
confederal” p 118.
El caudillismo, legalidad y legitimidad. Si se reubica a los caudillos dentro del proceso de desarrollo
de tendencias autonómica se puede obtener una mejor perspectiva para entender su dominio basado
en formas representativas y republicanas de gobierno. Lo cierto es que el conjunto de las soberanías
provinciales adoptó, ciertas formas “republicanas representativas”, a las cuales no escaparon los mismos
regímenes de caudillos, como solución provisional para legitimar un orden social y político luego de las luchas
de Independencia, pero también para resistir a las tendencias hegemónicas de Buenos Aires.
Quiroga. El evidente desplazamiento de las bases de poder hacia sectores rurales antes marginados de la
vida política no habría tenido consecuencias importantes en el equilibrio político-social provincial, debido a
que el caudillo habría surgido más como delegado del gobierno central que como representante de sus
hombres. Pero en los hechos la fuerza militar rural se constituyó en La Rioja en la nueva base de sustentación
del poder político
En 1826 Quiroga se lanzó a la conquista de las provincias del Norte, en oposición a los rivadavianos,
consolidando un bloque de las provincias centrales (La Rioja, Cuyo, Córdoba y Santiago del Estero) y
contribuyendo al fracaso del último intento de organización nacional ensayado desde Buenos Aires entre 1824
y 1827. Pero el interior al fin, no logró consolidar una unidad política estable.
Se puede constatar que, se mantuvo junto a Quiroga una rudimentaria estructura política, a veces de origen
colonial. Además, se advierte que el desarrollo de instituciones estatales en la provincia no fue una simple
formalidad. Estas instituciones aunque sumamente rudimentarias traducen el surgimiento de nuevas
condiciones políticas, que se inscribían dentro de los esfuerzos por consolidar soberanías provinciales
autónomas en el Río de la Plata durante la primera mitad del siglo XIX. (el caudillo no tenía un poder
omnímodo, total).
La Rioja, Buenos Aires y Mendoza no lograron darse una constitución para regular el funcionamiento de sus
poderes, lo que no significa que no existiese ningún tipo de normas.
Junto al poder del caudillo existieron efectivas funciones de gobierno, parte de ellas de origen colonial.
Numerosos son las evidencias que revelan la vigencia de una reglamentación articuladora de las relaciones
militares entre las milicias del caudillo y el gobierno provincial. El poder del caudillo se basó tanto en
relaciones informales (de tipo familiar, amistoso y comercial) como en relaciones formales.
Cabe reconocer la existencia de una relación más compleja entre legalidad y legitimidad en los
regímenes de caudillos, en un período en que la formación de liderazgos políticos se vinculó con la
afirmación de soberanías provinciales que coexistieron conflictivamente con proyectos de
organización nacional. p122.
Plan de Trabajo 8:
TERNAVASIO, Marcela. “Las reformas rivadavianas en Buenos Aires y el Congreso General
Constituyente (1820-1827)”, en Nueva Historia Argentina, Tomo III, Revolución, República, Confederación
(1806-1852), Buenos Aires, Sudamericana, 1998, pp. 159-197.
La disolución del Congreso primero - responsable de promulgar la resistida Constitución unitaria de 1819 - y
del Directorio después, abrieron un proceso de transformación política general, la formación de los Estados
provinciales autónomos. Luego, firma del tratado del pilar.
La lucha entre centralistas y confederacionistas se entrecruzó con una fuerte división facciosa y con un nuevo
foco de conflicto no menos importante: el que enfrentó a ciudad y campo en la configuración del nuevo
poder provincial.
En Bs As, la disputa entre centralistas y confederacionistas culminó en octubre de 1820 con la derrota militar
de una de las facciones del confederacionismo porteño frente a las milicias de campaña dirigidas por el
general Martín Rodríguez. Fueron derrotados los líderes del movimiento que buscaban imponer una mayoría
de representantes del campo en detrimento de la ciudad.
Se constituyó un grupo dirigente heterogéneo en su origen pero unido en un común objetivo: ordenar el “caos”
producido luego de la caída del poder.
La iniciativa atribuida a los ministros nombrados por el gobernador Rodríguez - Bernardino Rivadavia en la
cartera de Gobierno y Manuel García en la Hacienda - estuvo acompañada por el no menos importante
papel desarrollado por algunos miembros de la Sala de Representantes. El entonces llamado Partido del
Orden reunió en su seno a un heterogéneo grupo de la elite bonaerense empeñado en un plan de reformas
tendientes a modernizar la estructura administrativa heredada de la Colonia y a ordenar la sociedad surgida
de la Revolución. Para ello poseía los recursos necesarios.
Esta “feliz experiencia de Buenos Aires” no estaba destinada a perdurar.
Buenos Aires no tuvo carta orgánica que delimitara sus poderes hasta 1854. Por ende, el poder político se
organizó, por un lado, a través de un conjunto de leyes fundamentales encargadas de regir y regular el
funcionamiento de las instituciones de la provincia - la mayoría dictadas entre 1821-24 - y por otro, a través de
un conjunto de prácticas que se erigieron en principios constitutivos del régimen político. El Poder
Ejecutivo de la provincia debía ser elegido por la Junta de Representantes y se haría cada tres años. Papel
importante de la división de poderes, aunque sea una práctica no formalizada. Este era el principio sobre el
cual construir el andamiaje político. La difusión del ideario republicano consolidó una práctica que dio la
iniciativa a la legislatura de Buenos Aires.
La Sala de Representantes fue creada en el año 20’, luego se transformó en Poder Legislativo. Función de la
Sala de Representantes: además de elegir al gobernador, debía discutir y aprobar el plan de reformas, votar
el presupuesto del gasto anual, aceptar la creación de todo nuevo impuesto, evaluar lo actuado por el
Ejecutivo a partir del mensaje que el gobernador comenzó a presentar anualmente a la Sala y fijar el período
de las sesiones.
Nuevo régimen representativo instaurado a nivel provincial al dictarse la ley de sufragio de 1821 que
regularía el sistema electoral bonaerense durante más de tres décadas. La universalidad del sufragio
asumía su único significado: la inexistencia de una exclusión social legal del derecho de voto y en la ausencia
de criterios vinculados a la riqueza, la instrucción o la profesión.
La sanción de la ley electoral de 1821. Fue una respuesta pragmática a una situación política local que
requería de un nuevo régimen representativo para legitimar el poder surgido en la crisis del año 20’.
A la ausencia de restricciones legales respecto del voto activo se le contrapuso la limitación del voto pasivo.
La cláusula apuntaba a incluir en la Sala de Representantes a aquellos sectores que poseían en sus manos
los principales resortes de la economía provincial.
Para desempeñar cargos representativos era preciso poseer independencia económica porque era la única
garantía para emitir un juicio libre y autónomo.
La gran novedad del régimen representativo implantado en Buenos Aires fue que combinaba el sufragio
directo y el voto activo sin restricciones.
El mayor peso que la ciudad mantuvo tanto en el ámbito representativo como en el plano de la dinámica
política, no debe ocultar el significado que asumió la inclusión definitiva de la campaña al régimen
representativo.
Las reformas rivadavianas:
Una de las más discutidas fue la supresión de los cabildos existentes en la provincia de Buenos Aires.
El Cabildo de Luján y el de la antigua capital virreinal fueron suprimidos en diciembre de 1821, sin que se
manifestara una oposición por parte de los propios cabildantes ni de la prensa. La debilidad en la que había
quedado el Cabildo de Bs As luego de la derrota sufrida por los amotinados contra el poder provincial en
octubre de 1820, es una de las razones de ese desinterés por defender una institución ya muy desprestigiada.
Dos aspectos fueron destacados: El filosófico político y el de la realidad histórica precedente. El primero. La
contraposición entre vieja y nueva representación se erigió en el supuesto teórico básico para fundamentar la
incompatibilidad entre el espacio político tradicional y el nuevo. El segundo. Los ayuntamientos se habían
constituido durante la década revolucionaria en el símbolo de la tan amenazante práctica asambleísta. Los
cabildos abiertos, no desaparecerían si no se suprimía la institución que les había dado origen.
Los cabildos entonces, fueron abolidos en el espacio provincial bonaerense - luego siguieron las demás
provincias - con la promesa de dictar en un breve plazo una ley de municipalidades. Se cumplía un doble
objetivo: modernizar el aparato político institucional heredado de la colonia y centralizar la estructura
administrativa del Estado- Provincia.
También se eliminó el Consulado de Comercio y se intentó redistribuir funciones en el marco del
nuevo ordenamiento político que presuponía la división de poderes.
Dependientes del Poder Ejecutivo, se conformaron los ministerios de Gobierno, de Hacienda y de Guerra,
y se dictó una ley de retiro para empleados civiles en pos de racionalizar la administración pública,
exigiendo al nuevo personal capacitación para cumplir las tareas.
La reforma de la administración de justicia se plasmó en el marco descrito, dando lugar a un régimen
mixto: justicia de primera instancia, letrada y rentada, y justicia de paz, lega y gratuita. La reforma del
régimen de justicia intentaba separar la esfera de la justicia de menos cuantía de la de la policía.
Militares y clero. La reforma militar de 1821, redujo drásticamente el aparato militar heredado de la década
revolucionaria. El objetivo era reducir los gastos del fisco frente a un ejército que resultaba muy oneroso de
mantener post-guerras de independencia. Al reducirse el ejército, se recurrió al reclutamiento de vagos y
malentretenidos y al necesario complemento de milicias. Una de sus tareas fundamentales fue la defensa de
los ataques indígenas. La reforma eclesiástica se enmarcaba también en el intento de control que el nuevo
Estado provincial desplegaba. La supresión de algunas órdenes religiosas cuyos bienes pasaron al Estado, la
prescripción de normas rígidas para el ingreso a la vida conventual, la supresión de diezmos y el
sometimiento del personal eclesiástico a las leyes de magistratura civil buscaba centralizar el poder político.
Este nuevo clima, alimentado por la tendencia secularizadora presente en cada una de las reformas y por los
valores que el gobierno intentaba plasmar, se expresó a través de un significativo cambio en el espacio
público porteño. Adquirió un impulso desconocido. La explosión de nuevos periódicos protegidos por la ley
de prensa de 1821, como la creación de asociaciones en la esfera de la sociedad civil (sociedad literaria o soc
de beneficiencia) fueron manifestaciones elocuentes.
La expansión de un debate público y la creación de una nueva sociabilidad política en el interior de las
asociaciones acompañaron el proceso de transformación que la elite gobernante procuraba hacer visible. Las
nociones de libertad e igualdad debían hacerse visibles en las construcciones públicas.
Reformas en educación y cultura. La fundación de la Universidad de Buenos Aires en 1821, el impulso
otorgado a la Biblioteca Pública abierta en los primeros años de la Revolución y dirigida luego por Moreno, la
creación de las academias de Medicina, Ciencias Físicas y Matemáticas, Jurisprudencia y Música, etc. La
enseñanza primaria fue delegada a la Universidad, ya que antes era responsabilidad del Cabildo.
¿Cuál fue el grado de éxito efectivo de las reformas aplicadas?
La voluntad política del gobierno no fue un impulso suficiente para motorizar el cambio que se esperaba en la
sociedad. Las tradicionales jerarquías sociales siguieron estando vigentes aunque se proclamaran los nuevos
valores de libertad e igualdad. El espacio público no logró separarse lo suficiente de la elite gobernante ni del
Estado. La intención de modernizar el aparato político administrativo chocó muchas veces con prácticas
antiguas.
No obstante, la transformación que en menos de un quinquenio afectó al Estado bonaerense no dejó de ser
notable. Especialmente visibles fueron los cambios en la esfera política.
La convocatoria del Congreso Constituyente de 1824 representó el comienzo del fin de la efímera
experiencia iniciada tres años antes. En mayo de 1824, la designación del sucesor de Rodríguez, el
general Las Heras, mostró las primeras fisuras. Rivadavia se negó a seguir colaborando.
En 1824 la iniciativa la tendría Buenos Aires, la que invocó como razón de urgencia la situación de la Banda
Oriental. Ocupada por las tropas portuguesas desde 1817, incorporada en 1821 al reino de Portugal, la Banda
Oriental pasó en 1822 a formar parte del nuevo Imperio del Brasil, separado de Portugal.
La definición del sujeto de la soberanía constituyó, en verdad, el centro de los debates en el seno del
Congreso y al mismo tiempo, la razón de su propio fracaso.
Entre las primeras disposiciones tomadas, se destaca la Ley Fundamental. Delegaba el Ejecutivo Nacional
provisorio en la provincia de Buenos Aires - al quedar ésta encargada de la guerra y relaciones exteriores -
fue muy cautelosa frente a las situaciones políticas provinciales. Renunciaba a toda intervención del poder
nacional frente a ellas, postergándose así la promulgación de una constitución.
Producto de esta actitud tan cautelosa fue también la promulgación de la Ley que creaba un Ejército
Nacional (1825). Debates arduos por la cuestión de la soberanía.
A la primera etapa, signada por la moderación y la prudencia, le sucedió otra caracterizada por la toma de
posiciones más radicales por parte de quienes dominaban el Congreso. La creación de un Banco Nacional,
la sanción de la Ley de Presidencia instauraba un Ejecutivo Nacional - para cuyo ejercicio fue llamado B.
Rivadavia, ausente en ese momento - la Ley de Capitalización y finalmente la promulgación de la
Constitución de 1826, fueron las medidas que jalonaron el segundo momento del Congreso y que por su
carácter impolítico llevaron a la creciente división entre unitarios y federales, entre el mismo Partido del
Orden.
La mayor discusión se dio en torno a la Ley de Capitalización, propuesta por los unitarios rivadavianos en
1826. El controvertido proyecto declaraba a Buenos Aires capital del poder nacional creado. Reorg. de
Buenos Aires geográfica pag. 184.
En este marco de creciente oposición, el sector unitario que dominaba el Congreso aprobó la Ley de
Capitalización y se lanzó, definitivamente, a elaborar una carta orgánica. La Constitución de 1826 fue
presentada al Congreso por la Comisión de Negocios Constitucionales en septiembre de ese mismo año.
Aprobada en diciembre.
La imposibilidad de acordar en el tema de la soberanía fue una de las claves del fracaso. ¿Soberanía nacional
o soberanía de provincias?
Respeto de la Guerra con el Brasil. En este contexto, se convocó al Congreso de 1824 y se emprendió
pocos meses después, en abril de 1825, la expedición de los 33 orientales. Comandada por Lavalleja,
la expedición obtuvo rápidos éxitos. En el Congreso en la Florida se declaraba la reincorporación de la
Banda Oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata.
La guerra con Brasil quedó declarada en 1826. Dirigidas por Alvear, las tropas cometieron errores
estratégicos y estaban indisciplinadas. Este desgaste de la guerra, llevó al creciente deterioro económico y
político de las Provincias Unidas.
La flota de Brown fue finalmente vencida, consolidándose no sólo la posición de Brasil, sino también la
potencial prolongación del conflicto. El ahogo financiero al que el bloqueo conducía, afectaban también a los
intereses comerciales ingleses.
Las vicisitudes de las tratativas de paz, mediadas por Inglaterra, llevaron primero a García a excederse en sus
instrucciones y admitir la devolución de la Banda Oriental al Imperio y la negativa posterior del Congreso y el
presidente a aceptar una paz deshonrosa, no hicieron más que sellar la suerte del gobierno. Rivadavia
renunció a su cargo y el Congreso - luego de abolir la Ley de Capitalización - nombró a Vicente López y
Planes presidente provisional.
De esta manera, el gobernador Dorrego recibía la pesada herencia de resolver definitivamente la paz con el
Brasil. Aunque en contra de sus principios federales, las tratativas culminaron con la proclamación de una
Estado independiente en la antigua provincia oriental. La República Oriental del Uruguay.
La situación interprovincial. El litoral, exhausto después de la devastadora guerra de independencia y de las
guerras civiles, adoptó una actitud más prudente y conciliadora, especialmente a partir de la firma del Tratado
de Cuadrilatero que aseguraba una alianza de paz, amistad y defensa mutua entre el Litoral y Buenos Aires.
Córdoba gobernada por Bustos, se erigió desde un principio resistente opositora de Buenos Aires y a la
política liderada por sus representantes en el seno del Congreso Constituyente.
La debilidad de las situaciones políticas provinciales sumada al creciente poderío del comandante de
armas de La Rioja, Quiroga, habían creado un equilibrio favorable a Buenos Aires.
No iba a perdurar. Los conflictos entre Catamarca y San Juan, precedieron a la guerra civil.
Se arribó a la crisis final del poder nacional. A la solución del Congreso y a la renuncia del presidente
provisorio - López y Planes - le sucedió la tentativa de convocar una Convención Nacional que se reuniría en
Sta. Fe. El gobierno de Dorrego 1827, fue depuesto el 1 de diciembre de 1828 por una revolución armada al
mando de Lavalle. Con ello se desata una guerra civil al interior del Estado bonaerense y un realineamiento
interprovincial. División tajante entre unitarios y federales.
CANDIOTI, Magdalena. “Hacia una historia de la esclavitud y la abolición en la ciudad de Santa Fe,
1810-1853” en Guzmán F., Geler L. Frigerio A. (Editores), Cartografías afrolatinoamericanas. Perspectivas
situadas desde la Argentina, Buenos Aires, Biblos, 2916, pp. 99-120.
Fuentes consultadas: se concentran fundamentalmente en el Archivo General de la Provincia de Santa Fe, el
Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales y el Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Santa Fe.
(3)
SXVII Baravalle. Registra un alto porcentaje de matrimonios entre estos esclavizados, el cual atribuye a una
estrategia de los amos de evitar las huidas. T. Suárez muestra que las presiones de la Iglesia así como los
intereses de los amos fueron centrales para promover tales matrimonios, especialmente entre esclavos del
mismo dueño. También fue importante la presión de la iglesia. La mayor parte de las familias habrían tenido
entre uno o dos, a lo sumo entre 3 y 7. Precio elevado. Los esclavos eran ocupados en tareas rurales y
urbanas. Los esclavos urbanos, por su parte, estaban dedicados a distintas tareas de servicio doméstico o
podían desarrollar alguna tarea específica para sus amos directamente o para otros, y por lo cual obtenían un
peculio.
Luego del traslado de la ciudad al nuevo sitio y lo largo del siglo XVIII la ciudad fue creciendo, afianzando su
control del territorio. Hacia fines de la colonia, la producción y los circuitos mercantiles fueron reorientándose
hacia Buenos Aires. Hacia fines del siglo la ciudad sufrió una decadencia como centro terrestre y fluvial: la
abolición del “puerto preciso” sobre el Paraná resintió la inestabilidad y precariedad económica y social,
agravada por la revolución.
La noticia de los sucesos de mayo en Bs As llegó a Santa Fe el 4 de junio de 1810 y fue recibida con
aceptación sino con satisfacción (SF sufría esporádicos pero persistentes ataques indígenas). Cualquiera
fueran los motivos, la ciudad y el cabildo aceptaron a las autoridades porteñas y aplicaron sus directivas. Pero
los conflictos no tardaron en llegar: en octubre la Junta le pidió a Santa Fe aportar a la expedición al Paraguay
las dos compañías de Blandengues que protegían su frontera. El malestar escaló. Junto a la alternativa que
representaba y promovía el artiguismo, cimentaron la opción autonomista de la ciudad y la provincia que, en
1815, decidió elegir a su propio gobernador. Mariano Vera fue electo gobernador pero acusado de tibieza en
sus relaciones con Artigas. En julio de 1818, la tensión estalló en forma de un enfrentamiento entre el
gobernador y el cabildo que vino a cerrar un hombre ajeno a la elite tradicional, Estanislao López: Asumir la
jefatura de la provincia y rápidamente disciplinó a la desgarrada élite. pp.103 y 104
En el caso del cuartel N2 de la ciudad de Santa Fe, poco más del 50% de estos hombres y mujeres eran
esclavos (289) y ellos constituían casi el 25% de la población del cuartel. Este alto porcentaje de esclavizados
entre la población afrodescendiente y mestiza se explica por el predominio en el cuartel de familiar de la élite
y de conventos que concentraban la propiedad de esclavos, mayormente para el servicio doméstico.
Los cuarteles 3 y 4, en cambio, eran los más poblados, con 28 manzanas cada uno y tenían un perfil popular
más heterogéneo. En el 3, 998 de los 2.576 fueron clasificados como pardos y morenos. En el 4, con 2.060
habitantes, 626 fueron anotados como pardos o morenos. La población parda y morena que era libre en cada
uno de estos dos cuarteles sobrepasaba así el 70%. Allí, alejado de los espacios de residencia y sociabilidad
de la élite, las familias de pardos y morenos libres compartían la vida cotidiana con blancos pobres, esclavos
que vivían fuera de la casa de sus amos e indios.
La población afrodescendiente, mestiza e indígena, entonces, ascendía al 50%. Esta cifra surge de
sumar los 2.760 llamados pardos y morenos a los 773 indios residentes en los cuatro cuarteles.
Nos permitimos repensar la idea de las supuestas mayores chances de mulatos y mestizos para alcanzar la
libertad e incorporar la posibilidad de que fuera la condición de libre la que impactara en la clasificación y
no al revés. Esta idea se refuerza al notar que haber nacido africano no se superponía exactamente con la
clasificación “negro” ya que encontramos africanos clasificados como “pardos” así como “negros” que no eran
africanos. Como han mostrado numerosos trabajos sobre clasificaciones “raciales” en el Río de la Plata
(Farberman, Ratto, Boixados, Guzmán) éstas siempre son más construidas que evidentes, y más
multidimensionales y situacionales que taxativas. p108.
Lugar de procedencia. Se anotaban centralmente dos orígenes: Angola (45) y Guinea (40) y sólo un caso de
Mozambique y otro de Mina. La mención de estos lugares debe tomarse como los puertos de embarque de
los esclavizados.La tarea más difícil que dejó abierta la revolución una vez que desapareció el sistema
colonial fue la de resolver la inestabilidad fiscal y monetaria. pp 104.
Si miramos las fuentes de las actas matrimoniales, hay mayor heterogeneidad. Congo, Mina, Angola,
Benguela, Mozambique, Guinea, Casanche, Lubolo, Imperio Turco, africanos en general. Estos grupos no se
correspondían necesariamente con grupos étnicos y solidaridades culturales claras preexistentes en el África
precolonial, sino que constituyeron denominaciones ligadas a los puertos de embarque o a solidaridades e
identidades forjadas en América para reconstruir lazos de parentesco sobre la base de culturas similares.
p109.
Con el establecimiento del libre comercio y la creación del virreinato a fines del siglo XVIII el ingreso de
esclavos africanos se multiplicó en la región. Santa Fe, como otros circuitos comerciales, fue un espacio de
paso y distribución hacia el Paraguay, Córdoba y el Alto Perú. En 1812, con la prohibición de la trata, el
ingreso directo y legal de esclavizados se detuvo (en cambio en otros puertos americanos presumiblemente el
tráfico lento e ilegal se incrementó).
Si bien no hay registros de buques negreros (ya fuera proveniente de África o Brasil) desembarcando en el
puerto local, en la ciudad se comercializaban esclavos africanos que habían sido comprados en su “primera
introducción”, fuera en Buenos Aires o, en menor medida, en Montevideo.
Por la edad de estos esclavos al momento de su reventa se revela la corta edad que tenían al tiempo de su
secuestro, traslado y arribo al nuevo mundo. Con la prohibición del comercio transatlántico, el mercado
esclavista rioplatense en tiempos republicanos debió reconfigurarse y el santafesino estuvo de hecho
alimentado por diversas vías. Tanto Buenos Aires como Montevideo, y la Banda Oriental en general, fueron
centros de donde provenían muchos esclavos comercializados en la ciudad, aunque no fueran bozales. Varios
santafesinos declaraban haber comprado directamente, o por intermedio de personas que viajaban
frecuentemente, esclavos en Buenos Aires. Otra fracción menor de los esclavos comercializados en Santa Fe
entre 1810 y 1853 había sido comprada originalmente en Córdoba, Paraguay, Corrientes o en Paraná. Los
escribanos cotidianamente certificaban el cambio de propietario de los esclavos existentes. pp 110 y 111.
La mayor parte de los esclavizados cumplían funciones de servicio en las casas y eran un “bien” suntuoso
sólo accesible para las familias de las elites. Una pequeña fracción de ellos, sin embargo, especialmente
varones, ejercían algún tipo de oficio, lo cual, por un lado, acrecentaba su valuación y, por otro, potenciaba
sus posibilidades de obtener peculio y eventualmente comprar su libertad.Las labores de los esclavos
varones, no se distinguen las de las mujeres fueron, por orden de importancia, las de zapatero, “servicio”,
albañil, platero, barbero, carpintero, carretillero, labrador, carnicero, botero, sastre, músico y hasta sacristán.
Tuvieron vigencia las principales leyes de abolición gradual sancionadas por las distintas autoridades
“nacionales” De este modo, tanto la abolición del tráfico desde 1812 como la libertad de vientres fueron
aplicadas en la ciudad. Los hijos de las esclavas no fueron inmediatamente libres sino que, en el mejor de los
casos, entraron en el limbo de la condición de libertos. Estos debían servir a los amos de sus madres hasta
los 16 años las mujeres y hasta los 20 los varones, salvo que se emanciparan (casándose) antes.
De todas formas, la situación jurídica y vital de estos libertos fue extremadamente frágil y confusa, sujeta a
múltiples posibilidades de abusos y de violación de sus derechos. Ello se evidencia en tres prácticas distintas:
1, muchos libertos siguieron siendo censados, tratados e incluso vendidos como esclavos (es decir, seguían
considerándose parte del patrimonio de los amos de sus madres), 2, la ambigüedad del estatus de los libertos
se potenciaba por el hecho de que los amos, que tenían el patronato, podían enajenarlo (los libertos
circulaban no sólo a través de ventas sino también de disposiciones testamentarias) y 3, el hecho de que la
misma ley que declaraba libres los vientres, era consideraba potencialmente reversible (la ley de libertad de
vientres era tematizada en términos de “indulto”, o sea como un beneficio de tipo excepcional). pp 113 y 114..
El segundo conjunto de decretos que afectó a los esclavos y posibilitó su emancipación a gran escala fueron
los rescates para participar en las guerras. La incorporación en el ejército constituyó una vía importante por
la que muchos africanos y afrodescendientes esclavizados accedieron a su libertad e incluso ascendieron
socialmente.
La guerra no fue la única forma de acceder a la libertad. En esos años los esclavos acudieron a la antigua
práctica de manumitirse. Podemos consignar algunas modalidades desplegadas así como el impacto de
ciertas políticas gubernamentales de promoción de las manumisiones. Algunas estrategias fueron ilegales,
como las fugas, y otras legales, como la compra de la libertad. Ésta solía realizarse con la ayuda de
familiares, en un contexto de negociación con los amos y era sólo accesible a algunos esclavos.
Políticas provinciales de promoción de la autocompra de la libertad: tres leyes exclusivas de la provincia
que buscaron favorecer las manumisiones. La primera fue decretada en 1816 por iniciativa de Vera que
sostenía facilitar a los esclavos la concesión de su libertad, con el menor gravamen de sus dueños
propietarios. El Estado abonaría un tercio del precio en que fuera tasado legalmente todo esclavo o
esclava que quisiera comprar su libertad. Una segunda medida se adoptó unos años más tarde para facilitar
las manumisiones. Se trató del establecimiento de la obligación a los amos de rebajar el diez por ciento de
la tasación que los peritos hicieron de sus esclavos. La tercera medida que se adoptó unos años más
tarde pero igualmente,fue la excepción del pago del derecho que alcabala por parte de los esclavos que
compraran su libertad.
La próxima política en relación con la emancipación de los esclavos tomada en Santa Fe, esta vez para las
provincias integrantes de la Confederación Argentina, sería la abolición de la institución de la esclavitud. La
carta sancionada en mayo de 1853 en Santa Fe declaró la abolición de la esclavitud en un proceso que tuvo
la singularidad de no presentar debates y regulaba los modos de compensación de los dueños de esclavos
aún existentes. Para este momento ya eran muchos los afroargentinos que habían alcanzado el estatus de
libres e incluso de ciudadanos. p 119.
Conclusiones
La población afrodescendiente y mestiza fue sistemáticamente subvaluada en la ciudad y que, lejos de
restringirse a un tercio, alcanzó con más seguridad el 50%. Pudimos resaltar la existencia de un fuerte
componente afrodescendiente dado que los pardos y morenos, excluidos chinos e indios, eran más del 45%
de la población urbana.
Complejizar ese panorama de las clasificaciones étnicas de la población habilitó la discusión en torno a la
relación entre raza y las posibilidades de libertad al mostrar que fue posible que fuera la condición de libre la
que impactara en la “visión” sobre el color de las personas, y no siempre éste el que condicionara el acceso a
la libertad.
Respecto de las vías de emancipación, en todas primó la misma lógica: los esclavos para ser libres debían
pagar por su libertad. La abolición de la institución muestra los mismos límites. Una abolición que previó la
indemnización de los amos.
UNIDAD 4:
Plan de trabajo 9:
PAGANI, Rosana, SOUTO, Nora y WASSERMAN, Fabio. “El ascenso de Rosas al poder y el surgimiento
de la Confederación (1827-1835)”, en Nueva Historia Argentina, Tomo III, Buenos Aires, Sudamericana,
1998, cap. VII.
Rosas fue gobernador de Buenos Aires desde 1829 a 1832 y de 1835 a 1852. Existen dos dificultades en la
historiografía al momento de pensar el rosismo. La primera es la dificultad de pensarlo como parte de las
alternativas sociopolíticas existentes en el Río de la Plata, razón por la cual se lo suele considerar como una
anomalía de nuestra historia. La segunda es la falta de periodización de sus prácticas y discursos.
El objetivo principal de Rosas era, en verdad, compartido por el conjunto de las élites rioplatenses: la
construcción de un orden social y político tras dos décadas de inestabilidad provocadas por las guerras de
independencia y civiles. p. 286.
Los instrumentos jurídicos y políticos con los que se edificó el régimen rosista en Buenos Aires habían
sido creados, mayormente, durante el proceso de constitución de la provincia de Estado autónomo en los
primeros años de la década de 1820. Los tres poderes y la ley electoral de 1821 siguieron en vigor, aunque
cobrarían un nuevo sentido durante sus mandatos. Estas instituciones brindaron, además del marco legal, la
legitimación a través de la práctica ininterrumpida del sufragio por un sector de un electorado que incluía a
una parte importante de la población masculina de la provincia. La opinión pública era componente
necesario también de esa legitimidad, aunque deba ser monolíticamente federal y rosista. La continuidad
principal del rosismo debe hallarse en la existencia misma del Estado de Buenos Aires como entidad
política autónoma. p 286
El orden rosista era uno que garantizara el predominio del sector mercantil-ganadero porteño del cual
él formaba parte. La inserción plena e irrestricta en el mercado mundial, el control de los recursos obtenidos
por este comercio a través del puerto y la aduana de Buenos Aires y el desarrollo de políticas que permitieran
la expansión de la producción pecuaria demandada por aquel mercado eran los intereses a cuyo servicio
debía responder el nuevo orden. Sin embargo, este proyecto rosista chocó con ideas, intereses y ambiciones
de otros sectores: de la constante pero heterogénea y poco articulada oposición al orden rosista p 287.
Rosas buscó y logró inhibir la creación de poderes políticos legales que pudieran situarse por encima de los
Estados provinciales. La solución institucional adoptada fue la creación de una Confederación que, a partir
del Pacto Federal de 1831 y hasta la sanción de la Constitución de 1853, reguló las relaciones entre las
provincias, a lo que se sumó la delegación en el gobierno de Buenos Aires de las relaciones exteriores. p 287.
Esta contiene en su seno a una pluralidad de Estados provinciales autónomos. Desde el fracaso del Congreso
Constituyente de 1826 existía una amplia aceptación entre las élites sobre la existencia de una multiplicidad
de soberanía. Entonces, el federal se convertía en el único sistema admitido como viable por las provincias. p
288.
Junto al armazón institucional, la verdadera solución al problema del orden aportada por Rosas fue su intento
de uniformar la sociedad rioplatense bajo el color de una facción política, la federal. Sólo una profunda
homogeneidad política, creía, podía garantizar la estabilidad. Su estrategia no dejaba ningún margen de
conciliación. El problema de esta política era que requería como condición indispensable la constante
existencia de adversarios. P. 288.
En suma, la creación del régimen rosista fue parte de un proceso de ascenso de los sectores dominantes
bonaerenses. p.289.
¿Por qué el rosismo logró imponerse sobre estas otras alternativas políticas? Quizá el éxito de Rosas radicó
en haber sido quien mejor supo comprender las agudas transformaciones provocadas en veinte años
de convulsionada vida independiente; entre otras, la necesidad de contar con los sectores populares
para llevar a cabo cualquier emprendimiento político.
Este intento sistemático por acumular poder, sumado a la estrategia de disciplinamiento y a la búsqueda de
una unificación política de la sociedad, explican en parte uno de los fenómenos más notorios del régimen: el
terror. Constituye un aspecto importante de la política de disciplinamiento social y político emprendido por
Rosas. Su momento de mayor Intensidad se produjo entre 1838 a 1842, momento de crisis de la hegemonía
del orden rosista.
A pesar de esto, Rosas siempre procuró que su figura no quedara fuera de la legalidad. Así construyó su
imagen de Restaurador de las Leyes desde 1829. la adopción de esta figura le permitió obtener la adhesión
de diversos sectores sociales que legitimaron en Buenos Aires su acceso al poder.
Uno de los rasgos más destacables del rosismo fue su empirismo, es decir, la incorporación de los datos
más inmediatos de la realidad para el desarrollo de su accionar.p. 290.
Derrotados los unitarios, debió esperarse hasta 1835 para que se produjera una homogeneización política
bajo el signo federal rosista en la provincia porteña. Esta fue la base que le permitió extender el
predominio de su provincia sobre el Interior y el Litoral. Estos conflictos hacen que, para entender la aparición
de Rosas como protagonista central de la vida pública porteña, deba prestarse particular atención al estado
de guerra civil, en la que bajo el rótulo de unitarios y federales, se hallaban involucrados tanto Buenos Aires
como la República.
A fines de 1827 fue nombrado gobernador de la provincia de Buenos Aires el legendario coronel Manuel
Dorrego, cuyos seguidores se reclutaban mayormente entre los sectores populares urbanos. p.291. El
restablecimiento del vínculo con Córdoba, provincia.eje del interior, facilitó la concreción de una Convención
Nacional en Santa Fe, cuyo objetivo inmediato era unificar las acciones en la guerra contra el Brasil, para
luego convocar a un Congreso Constituyente.
La firma de la paz con Brasil no hizo más que acrecentar los conflictos internos que estaba afrontando la
administración de Dorrego. El clima hostil al gobierno federal había sido alentada desde sus comienzos por la
prensa unitaria. Insultos, hasta soeces, caracterizaban a esta prensa de opinión que tuvo a sus principales
representantes en El tiempo (unitario) y El Correo Político y Mercantil (federal).
Inserto en este convulsionado momento político y económico, se desarrollaba sin solución de continuidad el
proceso político militar de ascenso de Juan Manuel de Rosas al poder. Había afianzado su poder militar con
la designación como comandante general de Milicias de Campaña que en 1827 le hiciera el presidente López
y Planes. p.293.
Mientras las tensiones se agudizaban, cobraba forma una acción conspirativa contra el gobierno de Dorrego.
Desembocó en un motín militar liderado por Juan Lavalle, que contó con el apoyo de reconocidos unitarios.
De modo que, en el amanecer del 1° de diciembre de 1828, se vio sorprendido por el avance de las tropas
sublevadas sobre la plaza de la Victoria, que encabezaron el movimiento conocido de allí en más como
decembrista. p.294
En tanto la Convención Nacional desconocía a las nuevas autoridades porteñas y convocaba a la
organización de un ejército bajo la dirección de Estanislao López, en la campaña bonaerense se venía
produciendo, desde fines de 1828, un levantamiento rural de vastos alcances que erosionaría el poder de
Lavalle. Grupos indígenas, gauchos, seminómades y gauchos soldados protagonizaron este alzamiento,
dirigido aparentemente por Rosas.
La necesidad imperiosa de una frontera segura condujo al Estado a intensificar las levas y volcar
principalmente sobre los sectores populares los costos de la incorporación de nuevas tierras mediante
impuestos indirectos .
La intencionada identificación cultural de Rosas con los sectores populares rurales permitió la unificación en
su persona de los roles de integrador social y de protector de una comunidad que, ante las agudas
transformaciones que sufría la campaña, sentía peligrar las bases de su existencia. p.296.
El levantamiento rural de 1829 concluyó en abril, tras la derrota del General Lavalle en el Puente de
Márquez por las fuerzas conjuntas de López y Rosas. p.296.
El estado de conmoción generalizado que vivía Buenos Aires decidió a Lavalle a proponer a Rosas la paz.
Desde el inicio de las negociaciones, este último vio reconocido su poder al otorgársele la custodia de la
seguridad y tranquilidad de la campaña. Todas las facultades que estimara conveniente ejercer con este fin le
fueron concedidas. Como resultado de tales negociaciones, Rosas y Lavalle acordaron en Cañuelas el cese
de las hostilidades y la pronta elección de representantes.
En tal sentido, la designación del general Viamonte como gobernador provisorio pareció abrir un horizonte de
conciliación general. Mediante un Decreto de Reparto de Tierras, Viamonte obligó a todos aquellos hombres
que quisieran establecerse en la nueva línea de frontera a presentarse ante el comandante general de la
Campaña, dejando al arbitrio de éste la clasificación de los pobladores, la elección del punto para las
poblaciones y la distribución de tierras. Las amplias atribuciones concedidas a Rosas llegaban hasta la
prohibición de enajenar la propiedad del terreno sin su consentimiento.297.
Las facultades extraordinarias con que contaba el gobernador bonaerense,(Viamonte en este caso) por
decisión de los firmantes del pacto de Barracas, fueron discretamente utilizadas. Viamonte creyó adecuado
que todas las medidas que emanaran del poder ejecutivo fueran sometidas a la consideración de la próxima
Legislatura. En lugar de la Junta de Representantes, que continuaba suspendida, el gobierno contaba con la
asesoría del Senado Consultivo. El Senado nucleó a las personalidades más reconocidas de la política de
Buenos Aires (como Paso, López y Planes, Alzaga, Anchorena, etc). p.298.
Los federales pedían el restablecimiento de la Sala de Representantes, disuelta por la revolución
decembrista. Rosas se opone a esta propuesta y, en cambio, bregó por la convocatoria a elecciones para
luego ceder a la postura de reinstalación de la legislatura de Dorrego (aclarando que lo hacía como
desagravio al Mártir del federalismo popular).
Esta situación marca las profundas disputas que acarreaba la apropiación del legado de Dorrego, las cuales
se proyectarían durante el primer gobierno de Juan Manuel de Rosas, una vez derrotada la opción unitaria en
la provincia de Buenos Aires.
La Liga Unitaria y el Pacto Federal de 1831:
Cuando Juan Manuel de Rosas fue electo gobernador de la Provincia de Buenos Aires el 8 de dic. de
1829, asumió investido de las facultades extraordinarias, otorgadas por la Legislatura unos días antes;
estas facultades eran conferidas hasta tanto se inaugurase la nueva Sala en mayo del año entrante y
ante la cual el gobierno debía rendir cuentas de su uso.
Rosas y las facultades extraordinarias: El otorgamiento de facultades extraordinarias entre cuyas atribuciones
más importantes se encontraba la suspensión de las garantías individuales, tenía antecedentes en la historia
política rioplatense. Martín Rodríguez y Viamonte las ejercieron oportunamente. La novedad se introdujo con
la ley del 2 de agosto de 1830, luego de la evaluación que la nueva Sala realizó del informe rendido por los
ministros de Rosas, ausente en ese momento. Aquella consistía en dejar librado el uso de esos poderes a “su
ciencia y conciencia” sin establecer un plazo, vencido el cual caducaría la autorización concedida. p.300.
Fracasadas las misiones para lograr el entendimiento entre Quiroga y Paz (Luego del fracaso del gobierno
decembrista reemplaza al gobernador cordobés Bustos), enviadas primero por López y luego por los
gobernadores Viamonte y Rosas, Paz despachó a su vez comisionados que firmaron sendos tratados con
esas provincias con el objeto de garantizar las comunicaciones entre el Interior y el Litoral. p.299.
Paz buscaba asegurar una buena relación con Buenos Aires desde el momento en que por el tratado
delegaba en el gobierno porteño el manejo de las relaciones exteriores.
De este modo, la disputa con Quiroga, defensor del orden federal en el Interior y abandonado a su suerte por
López y Rosas, sólo pudo dirimirse en el campo de batalla cuando Paz derrotó por segunda vez al caudillo
riojano en Oncativo a comienzos de 1830. A partir de entonces, la influencia de Paz se extendió a las demás
provincias interiores a través de la intervención militar de sus lugartenientes. El 5 de Julio se firmó un tratado
de paz y amistad entre las provincias de Córdoba, La Rioja, Catamarca, San Luis y Mendoza, por el cual se
estableció una alianza ofensiva y defensiva amén de la promesa de reunir un congreso.p.300.
El 31 de agosto de 1830 los agentes diplomáticos de Córdoba, Mendoza, San Luis, San Juan, Salta,
Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca y La Rioja instituyeron un Supremo Poder Militar a cargo del
gobernador cordobés, quien hasta el establecimiento de una autoridad nacional quedaba al mando de los
ejércitos de las provincias signatarias a fin de defenderlas de agresiones internas o externas. Fundó las bases
de la Liga del Interior. p.301.
La debilidad de esta alianza, se cimentaba en que carecía de suficientes recursos y arraigo en la población.
Entretanto, las provincias del Litoral no cejaron en sus esfuerzos por constituir una liga; entre el 20 y el 30 de
julio de 1830 se congregaron en Santa Fe representantes de las cuatro provincias; José María Rojas y Patrón
por Buenos Aires, Domingo Cullen por Santa Fe, Diego Miranda por Entre Ríos y Ferré por Corrientes.
A raíz del proteccionismo que sostenía, Corrientes se retiró entonces de las negociaciones, que continuaron
entre las demás provincias para concretarse por fin en la firma del Pacto Federal el 4 de enero de 1831. El
pacto partía del reconocimiento de la libertad e independencia de las provincias signatarias y creaba un
cuerpo que con el nombre de Comisión Representativa de los Gobiernos de las Provincias Litorales de la
República Argentina que ejercería por delegación expresa de éstas una serie de atribuciones, entre las cuales
se encontraban celebrar tratados, declarar la guerra, etc. El congreso debía organizar el país bajo el sistema
federal y resolver las cuestiones relacionadas con el comercio interno y externo, la navegación de los ríos
interiores, el cobro y la distribución de las rentas generales y el pago de la deuda que la República mantenía
con el extranjero. p. 303.
La Liga del Interior fue vencida con la victoria de Quiroga (esto le devuelve al caudillo riojano parte de su
antiguo poder) sobre el general Lamadrid en noviembre de 1831.
Tanto la permanencia de la Comisión Representativa como la convocatoria a un congreso fueron resistidas
por Buenos Aires ya que ésta quería conservar su mayor instrumento: el manejo exclusivo del puerto y la
aduana. De este modo, el Pacto Federal dio lugar a la organización de las provincias rioplatenses en una laxa
confederación que, sin perder su carácter provisorio, se prolongó en el tiempo hasta la caída de Rosas y la
sanción de la Constitución de 1853. p.304.
Tradicionalmente la historiografía ha interpretado este proceso en términos de una verdadera unificación
nacional. Sin embargo, fue el carácter soberano de las provincias el que dio lugar a la forma confederal del
pacto de 1831. al mismo tiempo que se evidenciaba un respeto por la autonomía institucional de las
provincias, Buenos Aires cobraba cada vez mayor injerencia en su vida interna. En 1832 la hegemonía
porteña todavía estaba lejos de vislumbrarse con claridad.
El primer gobierno de Rosas (1829-1832)
Rosas inauguró su gobierno provincial con un sólido consenso tanto entre los sectores propietarios agobiados
por la incesante guerra civil, como entre los sectores populares rurales y urbanos. El magnífico espectáculo
de los funerales de Dorrego marcó el comienzo de una política que, conducente a extremar el enfrentamiento
entre las facciones federal y unitaria, buscaba garantizar la fidelidad de la movilizada plebe porteña y la
cohesión interna del partido Federal.Sin embargo, la divergencia de opiniones en el seno de ese partido, y
aún en el gabinete mismo del gobernador, fue corriente durante los primeros años del régimen rosista.
En enero de 1832 El Cometa y El Clasificador fueron suspendidos por haber abogado en pro de una
organización constitucional para la República, y de allí en más, la demanda de un permiso oficial para la
publicación de un periódico fue exigida como condición indispensable. En febrero del mismo año el uso
obligatorio de la divisa punzó entre los empleados del Estado, hizo que la adhesión al federalismo tal como lo
entendía el gobierno pudiera conocerse a simple vista. p.307.
Mientras el rosismo buscaba así afirmarse en la ciudad, la campaña motivó la intermitente presencia del
gobernador, que buscó extender y afianzar la acción del Estado. Es por eso que, tras la inauguración de
escuelas, cementerios e iglesias, se percibe su intención de consolidar el orden rural, procurando suprimir
todo vestigio de bandolerismo legado por la movilización de 1829.
El gobierno de Balcarce y la división del federalismo porteño:
Luego de la derrota de la unitaria Liga del interior empezó a plantearse en el seno del partido Federal la
necesidad de retornar a la normalidad institucional. En Buenos Aires existió la discusión en torno a la no
renovación de las facultades extraordinarias ejercidas por Rosas. Para la figura política más importante y más
poderosa de Buenos Aires,La normalidad institucional sólo podría tener como consecuencia el resurgimiento
de la inestabilidad fomentada por pasiones políticas. Quienes se oponían a la concentración del poder en su
persona, lograron limitar sus intenciones, por lo menos en la Sala de Representantes. Es por eso que ese
ámbito se transformó, una vez más, en una caja de resonancia de la lucha política que animaba a la ya de por
sí agitada vida pública porteña.
A fines de 1832, la mayoría de la Sala decidió que las facultades extraordinarias no le serían renovadas, pero
al mismo tiempo, le ofrecía ser reelecto como gobernador de la provincia de Buenos Aires. Rosas no estaba
dispuesto, obviamente. En consecuencia, la Junta eligió a su ministro de Guerra, Juan Ramón Balcarce,
quien, en principio tampoco aceptó el cargo. Asumió el 17 de diciembre de 1832.
Balcarce contraba en su haber con el prestigio político y militar adquirido no sólo en su extensa participación
en las luchas independentistas sino también por su decidida actuación federal durante las guerras civiles. En
consecuencia Rosas, reasumió su antiguo cargo de comandante general de la Campaña y emprendió durante
1833 y 1834 la Campaña del Desierto, que ya había sido planificada durante su gobierno. p. 311. El otro
rasgo de Balcarce era su permeabilidad a distintas influencias; debilidad que transformaba esa fidelidad en
algo fácilmente mutable. Su primo, el general Enrique Martínez, crea una intriga que tiene como objetivo
iniciar un conflicto que polarizara a Balcarce con Rosas
Rosas reasume su antiguo cargo de comandante general de campaña y emprendió durante 1833 y 1834 la
campaña del desierto, empresa que le permiten vincular en forma ventajosa sus intereses particulares con los
públicos y se vio coronada con el doble éxito de asegurar la línea de frontera y alimentar una crisis política
cuya resolución lo encumbraría a su regreso.
A lo largo de esa crisis política, se manifestaron un conjunto de fenómenos que suelen ser considerados
distintivos de la facción y de los gobiernos rosistas. Se destacan dos. En primer lugar, la creación de La
Mazorca, habitualmente confundida con la Sociedad Popular Restauradora. Mientras que esta última
estaba compuesta por miembros de la elite porteña adherentes al rosismo, la primera era su grupo de choque
reclutado entre los sectores populares y utilizado para amedrentar a los opositores. En segundo lugar, una
hábil guerra propagandística que buscaba catalogar a los amigos y a los enemigos: buenos federales/
decembristas unitarios.Ambos fenómenos - la Mazorca y la guerra propagandística - más que
expresiones de una voluntad que se deleitaba en el puro terror, eran armas de lucha política utilizadas
a conciencia. Deben ser entendidos a la luz del proceso de movilización de los sectores populares rurales y
urbanos desencadenados por más de 20 años de guerra p.313.
Luego de la Revolución de los Restauradores. Tres fallidos intentos de volcar en su favor el aparato militar de
la campaña, Martínez, seguido por Ugarteche, se vio obligado a renunciar el 30 de octubre. Mientras tanto,
Balcarce se obstinaba en seguir en su cargo en medio de nerviosas tratativas que sólo lograban prolongar su
agónico gobierno, aunque sin poder sumar ninguna figura de relieve que pudiera sustentarlo. Finalmente, el 3
de noviembre de 1833 presentó su dimisión y salió de la ciudad, no sin haber distribuido fondos del erario y
asegurado en puestos clave a algunos allegados. p315
La Sala eligió como gobernador al general Viamonte, quien asumió al día siguiente. Rosas públicamente
apoyaba al gobierno, pero en privado lo hostilizaba. Es que su desacuerdo era más profundo que una simple
querella institucional o legalista: lo que deploraba era la política de Viamonte que buscaba la conciliación
entre las facciones.
El 28 de abril de 1834 Rivadavia retornaba a Buenos Aires, en medio de fuertes rumores sobre la existencia
de complots unitarios. Al día siguiente se produjeron nuevos y más graves hechos de violencia. Finalmente, el
5 de junio, Viamonte presentó su renuncia, dejando asentada la existencia de fuerzas perturbadoras que le
impedían gobernar, en una clara alusión a Rosas y sus seguidores. Asumió interinamente el presidente de
la Sala, Manuel Maza.
El conflicto en el Noroeste y el asesinato de Quiroga:
En el interior las distensiones ponían en peligro el frágil equilibrio alcanzado tras la firma del pacto Federal.
Manuel Maza, había encomendado a Facundo Quiroga la tarea de mediar entre el tucumano Heredia y el
salteño de la Torre. Luego de asesinado de la Torre, se conformó con mediar entre Heredia y las nuevas
autoridades salteñas. A su regreso, en febrero de 1835, fue asesinado en Barranca Yaco, provincia de
Córdoba.
En Buenos Aires, la noticia de la muerte de Quiroga provocó un profundo temor. Esta situación del “complot
unitario” fue aprovechada hábilmente por Rosas, quien obtuvo por fin los instrumentos legales que él
consideraba necesarios para ejercer el poder. El 6 de marzo de 1835, la Sala que durante varios años se
había resistido a investirlo de poderes excepcionales, lo nombró gobernador y capitán general de la Provincia
por cinco años con la suma del poder público y, por supuesto, las facultades extraordinarias. p. 319.
Se suprimía así, la disidencia externa e interna de la provincia. Desde el mismo día de su asunción la
provincia comenzó a mostrarse monolíticamente Federal. Ahora sí, estaba en condiciones de avanzar sobre
el resto de las provincias rioplatenses.
SALVATORE, Ricardo. “Consolidación del régimen rosista (1835- 1852)”, en Nueva Historia Argentina,
Tomo III, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, cap. VIII.
Una manera de apartarse de estas visiones antagónicas (la de sus detractores vs. sus admiradores) - ambas
exageradas y parciales - y, por ende, de un debate irresoluble, es considerar cómo los sectores populares
vivieron este período. Es decir, examinar qué fue la “experiencia rosista” para los soldados, los peones, los
labradores y criadores, las mujeres trabajadoras, los sirvientes y los comerciantes que debieron trabajar... (La
visión de Salvatores es matizada, perspectiva de una “historia desde abajo”).
Para aquellos que vivieron en este período, el régimen político en que vivían era definitivamente una
República: un lugar en el que los ciudadanos elegían a sus representantes y en el que éstos llevaban
adelante los mandatos de sus representados.Si la mayoría de los habitantes de Buenos Aires no hubiese
apoyado esta posición, es poco probable es que las guerras federales hubieran podido mantenerse y
ganarse. Además, aquellos que vivieron durante el período de la energía no tenían duda de que las
instituciones judiciales se habían tornado más efectivas y que la campaña de los años 30’ y 40’ era más
ordenada y estable.
En comparación con los regímenes europeos contemporáneos, el Estado rosista parecía bastante menos
sangriento y garantizaba derechos a sus ciudadanos que aquellos estados no reconocían o que otorgaban
muy selectivamente, en especial el derecho al voto y a la libertad de trabajo e industria, los que al menos en
la provincia de Buenos Aires fueron bastante amplios. p. 327.
Tanto los representantes que votaron la ley del 7 de marzo, como los vecinos que ovacionaron a Rosas en la
ceremonia de asunción del mando, parecieron aceptar que el costo de salvar la Confederación sería un alto
grado de intolerancia política y de violencia de Estado.
Por mecanismos legales y con todo el ceremonial se había establecido un gobierno republicano de
excepción, un gobierno que, para garantizar la sustentabilidad del sistema representativo/electoral, debió
concentrar buena parte de las facultades de otros poderes y suspender ciertas libertades individuales. p. 328.
Ciertamente, el orden político instaurado en 1835 no era liberal: no pretendía defender los derechos de las
minorías ni de los individuos. Sólo interesaba defender el sistema federal y, por medio de éste, los derechos
adquiridos de los pueblos; esto es, la independencia de la Confederación, el gobierno republicano y la
igualdad ante la ley. Pero sí era republicano en la medida en que la legitimidad del gobierno, aunque
dotado de poderes extraordinarios, estaba basada en la voluntad popular y había sido elegido dentro del
marco de las instituciones de la República. La “opinión pública” constituía la base de legitimidad y poder
del régimen. La Sala de representantes había concedido poderes extraordinarios a Rosas interpretando el
“sentir de la opinión pública” y, cada año, Rosas refrendaba su autoridad por medio de elecciones en las que
participaba una altísima proporción de votantes.
Si bien estos instrumentos indican la existencia de un régimen dictatorial en tanto es el gobierno de
una persona con monopolio de los poderes públicos, ejercido sin restricciones, no alcanzan para
caracterizar al gobierno de Rosas de totalitario. p. 329.
En la práctica, Rosas no pudo erradicar el disenso ni la crítica. Cierto, Rosas trató de construir un sistema de
información orientado a controlar las acciones y expresiones de todos los ciudadanos. Pero el incipiente
desarrollo del aparato estatal impidió que el Estado controlara la totalidad de la vida social y privada de los
ciudadanos. p.329.
Para un régimen comprometido en una guerra “Santa” contra los unitarios, una forma efectiva de excluir a
los opositores consistió en etiquetarlos de “unitarios”. Listas de unitarios, confeccionadas por los jueces de
paz, circulaban entre los distintos juzgados y policías. Usadas por primera vez en 1831, estas listas se
reiteraron cada año a partir de 1836, como una forma de reafirmar la comunidad federal y de identificar a los
posibles unitarios. p. 330.
Otra manera de debilitar a la oposición consistió en confiscar las propiedades de aquellos sospechados de
unitarios. El uso mandatorio de la divisa y el cintillo federal, así como la prohibición de expresar opiniones
contrarias a la Federación, constituyeron otras formas de exclusión política. Pero fue el terror ejercido desde
el gobierno lo que contribuyó más poderosamente a crear el estado de miedo que hizo gobernable a la
provincia. p.331.
La Sociedad Popular Restauradora, una organización para-policial formada por alrededor de 200 federales,
estaba encargada de llevar adelante la identificación y separación de los unitarios del cuerpo de la República.
Su fuerza de choque, la Mazorca, llevaba adelante las intimidaciones y asesinatos políticos ordenados por
aquella Sociedad. p.331.
El terror de estado era aplicado en forma selectiva (las principales víctimas del terror de Estado fueron
miembros de los sectores acomodados o ilustrados de la sociedad) e inconstante en su magnitud e
intensidad: cuando la federación parecía amenazada el terror se intensificaba. Buenos Aires vivió su período
de mayor terror entre los años 1838 a 1842. La caída del gobierno de Oribe en Uruguay, la conspiración de
Maza en 1939, la Rebelión del Sur en octubre, la seguidilla de asesinatos a opositores (crímenes del año 40’).
Cuando el régimen y el sistema Federal parecían volver a la calma, el terror se atenuaba visiblemente. Hacia
1846 el régimen se sintió tan seguro que Rosas ordenó el desmantelamiento de la Mazorca y el ingreso de
sus miembros a las milicias.
El orden republicano en el discurso y en las prácticas:
Los que siguieron a Rosas creían que el federalismo representaba una continuidad con la república
imaginada por los hombres de mayo, sólo que adaptada a las circunstancias históricas. El federalismo
rosista era, en este sentido, una adecuación de los principios abstractos del republicanismo a la
realidad política de la Argentina posindependiente.
Creencias esenciales del federalismo rosista: la independencia nacional frente a las amenazas de
potencias extranjeras, la preservación de un orden político federal que impidiese el desmembramiento de las
Provincias Unidas en unidades auto-suficientes, el restablecimiento del orden social a fin de proteger la
propiedad privada y la seguridad personal, y la adhesión a un principio de representación basado en la
voluntad popular.
El discurso republicano del rosismo estuvo asentado sobre cuatro componentes:
- mundo rural armónico. el primero de ellos fue el ideal de un mundo rural estable y armónico, con
fronteras claras a la propiedad y con jerarquías sociales bien delimitadas, una sociedad en que cada
uno tenía un rol social “natural”. El ideal de virtud era aquel gran ciudadano que, siendo meramente un
labrador o pastor, entregase su tiempo y esfuerzo a la construcción de un orden social.
- conspiradores. un segundo componente importante de este imaginario fue la imagen de una república
amenazada por una banda de conspiradores de clase alta que no sólo se habían levantado contra el
gobierno elegido por voluntad popular sino que además se habían asociado con potencias extranjeras.
- sistema americano. un tercer componente del republicanismo rosista fue la defensa del “Sistema
Americano”. Una confraternidad de repúblicas americanas enfrentadas con las ambiciosas monarquías
europeas. Era una especie de patriotismo ampliado, de extensión continental, con la cual se suplía la
inexistencia de una identidad nacional más precisa.
- ley y orden. un último componente del discurso republicano rosista se refería principalmente a esta
adaptación entre teoría y realidad políticas. El orden republicano requería restaurar el orden social,
calmar las pasiones de la revolución, para poder funcionar. Se trataba de reconstruir el entramado de
relaciones sociales en base al imperio de la ley, a la difusión de la propiedad privada y a la civilización
de las costumbres.
El orden que prometía restaurar el federalismo rosista era a la vez un orden económico, político y
social: Se trataba de restablecer la autoridad dentro de los sitios productivos e imponer a los habitantes de la
provincia la obediencia a las leyes, así y erradicar las costumbres bárbaras de los habitantes de la campaña.
Es decir, pacificar de alguna manera a las naciones indígenas y reconstruir sobre esta base relaciones
armónicas entre los diferentes estados provinciales. p.337.
Se buscaba la construcción de un orden propietario en el que los pequeños “pastores y labradores”
eran la garantía del régimen. Porque sólo entre ellos, los propietarios-ciudadanos, podía encontrarse la
virtud que sostendría el sistema republicano de gobierno. La gran propiedad terrateniente, no era
ideológicamente consistente con el orden republicano.
El orden rosista tampoco era un orden católico. El federalismo rosista trató de ordenar las costumbres de los
habitantes de la campaña, haciendo que los paisanos respetaran los domingos y las fiestas religiosas, que se
diera cierta sacralidad a los cementerios y a las iglesias, y que los pueblos contaran con los esenciales
servicios religiosos. Si el federalismo rosista defendía la religión de los ataques de los “ateos” unitarios lo
hacía en nombre de una no definida religiosidad popular y no a nombre de la iglesia católica (con la cual
Rosas se enfrentó en más de una ocasión). Más que fortalecer la fe católica, el federalismo rosista hizo uso
de la religión para afianzar su propio catecismo político. p. 338.
Era una orden Federal que implicaba un supuesto acuerdo previo entre los estados provinciales que debía
mantenerse a toda costa. La invocación recurrente a los pactos federales no podía esconder esta paradójica
contradicción básica del ideario federal: el hecho de que la declarada defensa de un orden “federal” sólo
fuese posible mediante la centralización del poder político en Buenos Aires.
Rosas se oponía a la convención de un Congreso Constituyente a nivel nacional porque consideraba que,
mientras no se apaciguaron las pasiones encendidas una Constitución no se solucionaría por sí las
diferencias entre provincias, facciones y clases
Celebraciones: Semana Santa, fiestas mayas y julianas conforman prácticas políticas que hicieron creíble el
imaginario rosista. p. 340.
La ley, el delito y el castigo:
Por haber ayudado a la recuperación del orden institucional en la provincia en 1820, Rosas fue denominado
“Restaurador de las leyes”. No existía una justicia independiente del Poder Ejecutivo y el debido proceso no
constituía un derecho de todos los ciudadanos. La “restauración de las leyes” se refería casi exclusivamente a
la elevada legitimidad de que gozaron la ley y sus agentes entre los ciudadanos federales.
Existió durante este período un sistema de justicia que funcionaba regularmente, Y aunque sostenido por el
miedo al castigo, también se dio un elevado grado de acatamiento por parte de la ciudadanía. esta condición
no debe confundirse con el estado de derecho (porque no existía una justicia independiente del poder
ejecutivo y porque el debido proceso no constituía un derecho de todos los ciudadanos).El sistema judicial de
la época de Rosas era, en muchos sentidos, la continuación del instrumentado en el período 1821-1825. p
341.
Los cambios que introdujo Rosas se verificaron en el terreno de la aplicación. Las leyes adquirieron un
carácter regulador de las relaciones sociales entre los individuos y entre éstos y el Estado, porque los jueces
se preocuparon por hacer que aquellas se cumplieran. La ley se había tornado más visible y tangible p.341.
Conocimiento de las leyes por parte de la población. Para que los paisanos conocieran la letra de la ley, los
jueces daban “reconvenciones”, advertencias o penalizaban con multas a los que infringían las disposiciones
por primera vez, siempre que sean faltas leves. Para los reincidentes, recurrían a la didáctica del castigo
ejemplar y público. Rosas se reservaba las sentencias de los delitos mayores.
La efectividad del sistema de justicia dependió también de la estabilidad de los jueces. En la campaña, los
jueces de paz que cumplían con las disposiciones del gobernador eran reelegidos por varios períodos
consecutivos.
¿Quiénes eran estos jueces de paz? La ley establecía que serían designados por el gobernador a partir de
ternas confeccionadas por el juez de paz saliente. En realidad, la residencia en el lugar se volvía entonces
determinante: aquellos que tenían casa en el pueblo eran preferidos. Si a la residencia local el candidato
sumaba el atributo de ser “federal neto” la designación era casi segura. La mayoría no eran grandes
estancieros sino que eran de buena o mediana fortuna. Eran entonces vecinos propietarios en defensa de la
propiedad privada y la seguridad de los pueblos.
¿Cuáles eran las leyes que velaban los jueces? Rosas llamaba “leyes” a un conjunto de disposiciones,
leyes, decretos, circulares, nunca codificadas ni ordenadas. Había normas inherentes a la marcha de la
administración, normas sobre el cuidado de los bienes públicos, y las obligaciones fiscales de los ciudadanos,
normas relativas a la propiedad, transporte, y comercio, y normas que reprimían los delitos contra el Estado.
Además, debían controlar la aplicación de las normas que regulaban las “buenas costumbres” de los pueblos
de la campaña. Revisar también que los paisanos llevaran la divisa punzó o el cintillo punzó, informar sobre
simpatías unitarias, etc. Menos frecuentemente se involucraban en la operación del reclutamiento y sólo lo
hacían cuando ellos mismos eran los comandantes de milicia. Debían enviar cada tanto un contingente de
jóvenes para el ejército. La labor de “pacificación” realizada por los jueces de paz fue importante.
El bajo nivel de criminalidad estuvo asociado en parte a la efectividad de este sistema de justicia, pero
también al bajo grado de conflictos posibles de juicio que generaba la sociedad de la época. Las
guerras civiles y el reclutamiento forzoso fueron los procesos que generaron mayores conflictos y violencias.
el hecho de que la deserción fuese el delito más recurrente del período es indicativo de que la resistencia de
las masas rurales se dirigió a contrarrestar la violencia del estado. p346
Las leyes gozaron, de un elevado grado de legitimidad durante el período de Rosas. Era sobre todo una
cuestión de percepción. Fue importante la impresión de que Rosas no toleraría resistencias o incumplimientos
(por ejemplo, la orden dada a los jueces de paz para que persiguieran a quienes daban protección a los
desertores y Fugitivos de la justicia sin importar la riqueza y el poder de los implicados). Pero algunas de las
decisiones del gobernador ayudaron a dar credibilidad a la idea de que el federalismo respetaba la práctica el
principio de igualdad ante la ley.
Rosas sin duda, trató de reivindicar la igualdad ante la ley como uno de los logros de su gobierno. En la
práctica, sin embargo, existieron importantes desigualdades. Los vecinos propietarios, aun pequeños
labradores y criadores, estaban menos expuestos a estos arrestos arbitrarios. Los estancieros y grandes
propietarios raramente figuraban en las listas de presos comunes. p. 348.
Vivir las guerras civiles:
El segundo gobierno de Rosas fue un tiempo de guerra. Rosas mantuvo a la población en pie de guerra
durante buena parte de su mandato: las campañas fueron constantes y en todo el territorio. el reclutamiento
constante se debió a: la frecuencia de los enfrentamientos, la diversidad de frentes de batalla y las
deserciones.
Los varones de 15 a 45 pasaron parte de su tiempo en actividades ligadas con la defensa. Esta militarización
de la vida cotidiana constituye un elemento importante de la experiencia de las personas que pertenecían a
los sectores populares durante el segundo gobierno de Rosas.
¿Quiénes soportaron la carga del servicio militar? En la práctica, los milicianos o vecinos-ciudadanos,
prestaron servicios menos arriesgados y por tiempos más reducidos que los soldados regulares o de línea.
Los peones y jornaleros fueron más fuertemente seleccionados para el servicio activo que los pequeños
productores rurales y éstos, a su vez, más que los comerciantes o hacendados, quienes casi no prestaron
ningún servicio de combate en los ejércitos federales.Capataces y moyordomos al igual que extranjeros
residentes, exceptuados del servicio activo. La edad daba ciertos privilegios: los mayores de 45 años debían
prestar sólo servicios pasivos.
Las milicias, eran la base sobre la que se distribuían los derechos y obligaciones de los ciudadanos.
Todo habitante rural hombre residente de una población debía registrarse en las milicias, ya fuera en forma
activa o pasiva. p.350. Las milicias debían complementarse con fuerzas del ejército regular o de línea.
Se sabe que hubo tres formas de ingresar al ejército federal: en primer lugar estaban los “destinados”,
condenados por algún delito. En segundo lugar, los “levados” o reclutados a la fuerza. En tercer lugar estaban
los “enganchados”, quienes ingresaban voluntariamente al servicio mediante un adelanto de dinero y la
promesa de un puesto pago. p352. El cambio importante que se dio durante los gobiernos de Rosas fue que
el sistema judicial comenzó a operar como fuente principal de nuevos reclutas.
El ejército rosista estaba compuesto por una mayoría de veteranos, muchos de los cuales habían participado
de varias campañas y de numerosas batallas. La vida dentro del ejército era dura, pero lejos de aceptar su
suerte los veteranos trataron de negociar mejores condiciones con sus oficiales.
¿Constituyó el ejército una institución disciplinadora de los hábitos y costumbres de los paisanos? En
general, no. Sirvió para socializar a personas nacidas en diferentes provincias y por lo tanto, para crear
sentimientos de pertenencia más amplios que la provincia o pueblo de origen. Tal vez para hacerlos
conscientes políticamente. La experiencia del ejército acostumbró a los soldados a vivir como dependientes
asalariados durante largos períodos. Pero no puede decirse que el ejército disciplina a los soldados: los
castigos corporales no consiguieron cambiar las personalidades de los reclutas en el sentido deseado por
Rosas.
Las mujeres participaron directa e indirectamente de la vida militar.También fue importante la participación de
las mujeres en la confección y reparación de uniformes. p.353.
Expresiones, identidades y prácticas políticas
La historia tradicional ha maximizado el papel de Rosas minimizando consecuentemente el de la sociedad
civil y patriótica. La ausencia o pasividad de la masa ciudadana en el período pos-independencia resulta hoy
poco convincente. Ni la “dictadura” ni las guerras civiles eliminaron a la “política”. p.355.
Las visiones heredadas de la historia del período rosista requieren al menos dos importantes correcciones. En
primer lugar, es necesario recuperar el protagonismo de las “masas” rurales y urbanas en la conformación del
régimen rosista. En segundo lugar, es preciso comprender la relación entre Rosas y los líderes federales con
las masas de ciudadanos en el contexto de la cultura política propia del período, es decir, teniendo en cuenta
las particulares concepciones que sobre “la política” tenían sus participantes, y a las formas en que era
aceptable o posible “expresar” opiniones políticas. p.355.
La participación política de la población de menores recursos se dió sobre todo en las elecciones, las fiestas
públicas y las actividades asociativas. Sirvieron para definir las identidades de los grupos sociales subalternos
como morenos, mujeres, peones rurales y pequeños propietarios en sus relaciones, no sólo con el Estado
sino también con la política.¿Qué era “la política” en esta época? En este período la “política” no estaba
separada de la vida cotidiana y por lo tanto, se “hacía política” en múltiples ámbitos y de diversa forma. No
olvidemos que era una sociedad sin partidos políticos, con formas de comunicación escrita muy limitadas y
con un electorado prácticamente analfabeto. Los rumores, las canciones y los chistes que circulaban en las
pulperías, los cuarteles y fogones formaban parte de la política. Las expresiones políticas se reflejaban
directamente en las formas de vestir, hablar y de comportarse
Las elecciones constituyen la práctica ciudadana por excelencia. Después de 1835, el sistema de
competencia electoral entre notables fue reemplazado por un régimen de unanimidad, con reducida o nula
competencia entre líderes y con listas únicas de candidatos aprobados por el gobernador. Esto coincidió sin
duda con el triunfo de los “federales netos” sobre los “federales doctrinarios”, únicos defensores de la
separación de poderes y opuestos a conceder al Ejecutivo facultades extraordinarias. Entonces, el sistema de
lista única sirvió para excluir de la contienda política a los opositores de Rosas.
¿Cómo se llevaban a cabo estas elecciones? Rosas hacía imprimir boletas con los nombres de los
candidatos para cada partido y las distribuía a los distintos distritos electorales. A fin de movilizar el mayor
número posible de sufragantes, el gobernador insistía en que los jueces de paz dieran suficiente publicidad al
acto eleccionario. Al día siguiente, los votantes concurrían a las mesas electorales dando su firma, marca en
cruz o consentimiento verbal a la lista de candidatos. Arriados o no, el poder de elección de los sufragantes
era muy limitado: con el sistema vigente la única oposición posible consistía en no votar. p. 357.
Otro método usado por Rosas para consolidar su hegemonía fue el plebiscito, empleado en muchos otros
casos como complemento de las elecciones. Se trataba más bien de amplios listados de firmas pidiendo la
reelección de Rosas. Ambos sistemas servían para testear el consenso popular de Rosas y del partido federal
en momentos clave para la Confederación. El hecho de que el derecho de voto recayera sobre los milicianos,
es decir, sobre todos los “vecinos” o residentes hombres en edad de defender activa o pasivamente a la
Patria, hablaba de la importancia que tenían los ciudadanos-vecinos para el orden republicano rosista.
Fuera de las elecciones, la “política” se localizaba en una serie de festividades en las cuales Dictador y
“pueblo” reafirmaban su compromiso de continuar luchando por la “Santa Causa”. Existían carnavales, bailes.
Estas acciones y expresiones, festivas y brutales, servían para identificar al adversario político, reafirmar las
razones del liderazgo de Rosas y clarificar la naturaleza de la lucha entre federales y unitarios.
De modo similar, las fiestas patrias servían al gobierno como un escenario donde se representaban ante el
pueblo los principios del federalismo, la necesidad de continuar el esfuerzo de guerra y la gratitud del pueblo
federal a Rosas y sus jefes militares. Ej, fiestas mayas o julianas. En ninguno de estos eventos la
participación era coercitiva: la realización o no de las fiestas mayas o julianas quedaba supeditada a la
capacidad organizativa y a la generosidad financiera de los residentes. p.359.
Quienes presenciaban estas fiestas no podían evitar asociar la continuidad de la república y de la
independencia con el éxito de la lucha contra los unitarios. De hecho, la política estaba constituida por una
serie de prácticas tendientes a que los ciudadanos federales acompañaran las decisiones gubernamentales.
Los principios de mayo (independencia, derechos de los pueblos, igualdad ante la ley, y fraternidad),
adaptados a las nuevas circunstancias históricas, parecían continuar vigentes en la nueva era del
federalismo. p360
Hubo en realidad, diversas formas de “ser federal”, relacionadas en cierta medida con los recursos y la
posición social de los sujetos. Algunos eran despectivamente llamados “federales de bolsillo”, simplemente
porque su adhesión a la causa federal era motivada por el interés y porque sus muestras de federalismo
consistían sólo en donaciones de caballos y reses para el ejército. En el otro extremo estaban los llamados
“federales de servicios”, quienes se habían unido al federalismo por sus convicciones y estaban dispuestos
a contribuir a la causa no sólo con bienes sino también con sus personas. p.362.
También existían “federales de opinión”, que se expresaban públicamente por la causa federal. Las listas de
federales y unitarios recogían esta memoria colectiva, haciendo notar que personas de la comunidad se
habían expresado en forma clara e inequívoca por la causa federal.
Para acceder a los cargos públicos se requería ser “federal decidido”, es decir, haberse pronunciado
públicamente en favor de la causa federal. Si, además el candidato resultaba ser “adicto a la persona de
Rosas” sus chances de resultar favorecido con un cargo aumentaban. Pero en realidad se esperaba que
todos fueran “federales de apariencia”. La uniformidad en materia de colores y de estilos constituía un
sustituto de la investigación policial, muchas veces ineficaz y costosa, acerca de quién era verdaderamente
federal. La apariencia federal protegía o escondía las opiniones e identidad política de una persona: en tanto
uno vistiera como federal, no era necesario pronunciarse como adepto al federalismo. La vestimenta federal
incluía, para los hombres usar la divisa en la chaqueta y el cintillo en el sombrero, y para las mujeres, la
necesidad de llevar un moño federal en el cabello.
Es que el igualitarismo en materia de vestimenta traducía a la vida cotidiana uno de los principios del
federalismo: la igualdad social.
Las diferentes prácticas políticas de la época y las formas de expresar la adhesión federal dan cuenta de la
importancia de los sectores medios y bajos en el sostenimiento del régimen rosista. Por lo general fueron
pequeños productores rurales, labradores y “criadores” y los miembros de las clases bajas urbanas
quienes apoyaron a Rosas. El compromiso de los estancieros fue más circunstancial y condicionado. Fueron
aquellos pequeños propietarios rurales que por obra de Rosas ascendieron a posiciones de relevancia política
y social, los que brindaron un apoyo más sólido y decidido a la causa Federal.
Los desafíos internos y externos:
Los desafíos internos al poder de Rosas entre los años 1839 y 1841 tuvieron diversos orígenes. Las
provincias de Salta y Tucumán, respondieron formando la Coalición del Norte y llevando la guerra a varios
gobernadores federales. Razones económicas y constitucionales movieron a la provincia de Corrientes a
alzarse contra Buenos Aires. Los estancieros del sur bonaerense, reaccionaron contra las políticas de tierras
y los abusos de poder del gobierno. Lavalle, con el apoyo de la escuadra francesa, lanzó una invasión
infructuosa sobre la provincia de Buenos Aires. Todos estos desafíos resultaron a la postre no exitosos debido
a la falta de cooperación de la población con los ejércitos libertadores y a la impericia militar de algunos de
sus principales generales.
1) El conflicto con Berón de Astrada. En febrero de 1839 el gobernador de Corrientes, Berón de
Astrada, le declaró la guerra a Buenos Aires y Entre Ríos. Las razones de su oposición deben
buscarse en los perjuicios económicos que producía la aduana de Buenos Aires al comercio de
Corrientes y en diferencias entre las dos provincias respecto a la cuestión constitucional. Berón de
Astrada buscó apoyo en Rivera, lo que lo convirtió en enemigo de Rosas. Echagüe invadió Corrientes
y estableció un gobierno leal a Rosas.
2) La conspiración de Maza. En Buenos Aires, miembros de la Asociación de Mayo decididos a
derrocar a Rosas planearon un alzamiento militar en la ciudad que sería encabezado por Ramón
Maza. En junio de 1839 el plan estaba listo para ser llevado a cabo cuando Rosas se enteró de la
conspiración e hizo arrestar a sus principales mentores: Maza, Alvarracín, Ladines y Tejedor.
3) La rebelión del sur. El plan de provocar un levantamiento en la campaña, también fracasó. Consistía
en aprovechar el descontento que la política de tierras de Rosas había provocado entre los
hacendados sureños y las expectativas de cambio generadas por la anunciada invasión de Lavalle
para provocar una rebelión. La reacción federal no se hizo esperar y los comandantes sofocaron
fácilmente la rebelión. Luego de la batalla de Chascomús el 7 de noviembre y de otras pequeñas
escaramuzas, la rebelión quedó virtualmente eliminada. p.369.
4) La coalición del norte. Liderada por las provincias de Tucumán y Salta, gobernadas por Marco
Avellaneda y Manuel Solá, se constituyó a fines de 1839 la coalición del norte, a la que adhirieron las
provincias de Catamarca, La Rioja y Jujuy. El general Lamadrid, fue el comandante de las más
importantes acciones militares de la coalición. Lamadrid trató luego de reunirse con las fuerzas de
Lavalle pero, para entonces, éstas ya habían sido derrotadas por el ejército de Oribe. Hacia noviembre
del año 40’, las expectativas de derrotar a Rosas parecían inviables. Y Rosas, ya había logrado la paz
con Francia.
5) La invasión de Lavalle. En agosto de 1840, Lavalle invadió la provincia de Buenos Aires y estuvo a
punto de atacar la ciudad. Lavalle se detuvo diez días a esperar refuerzos de los franceses. Rosas,
mientras tanto, consiguió reunir una enorme fuerza. No tuvo que utilizarla porque, al no recibir los
esfuerzos esperados, Lavalle decidió abandonar la provincia y marchar hacia Santa Fe. En retirada
hacia Córdoba sus tropas fueron diezmadas por el ejército federal al mando de Oribe en la batalla de
Quebracho Herrado el 28 de noviembre de 1840.
Los ejércitos federales no sólo eran más numerosos y disciplinados sino que, contando con el apoyo de la
población campesina, tenían menos problemas de aprovisionamiento, comunicaciones y transporte. Para
ganar la guerra era necesario contar con el apoyo de provincias clave como Entre Ríos, Córdoba y Santiago
del Estero, las que, por el momento, permanecían controladas por los federales. La alianza con los franceses
había aportado pocos recursos financieros y mucha oposición, aun dentro de las filas unitarias.
Encargado de las relaciones internacionales de la Confederación, Rosas tuvo que afrontar una serie
de desafíos externos a la integridad territorial y a la soberanía de la incipiente nación.
Para impedir la intromisión del dictador Santa Cruz en asuntos internos de la Confederación y la posible
anexión de dos provincias argentinas, Rosas sostuvo una guerra con la república de Bolivia en 1837. La
guerra se extendió hasta 1839. El intento del gobierno francés de obtener privilegios para sus súbditos
residentes en la Argentina junto a la influencia que ejercieron los unitarios desde Montevideo, llevaron a
Rosas a una confrontación con Francia entre 1838-40. El bloqueo mantenido por las fuerzas combinadas de
Francia y Gran Bretaña entre 1845 y 1848. Ligado a la independencia del gob de Uruguay.
1) La guerra con Bolivia. La guerra contra la confederación peruano-boliviana (1837-1839) fue una
campaña corta, a la que puso fin la propia inactividad de los ejércitos argentinos. Es indudable que la
cuestión de Tarija, reclamada por Salta y retenida por Bolivia, fue uno de los detonantes. Los
obstáculos que el dictador Santa Cruz ponía a la importación de artículos de ultramar vía Salta o Jujuy
también contribuyeron a empeorar las relaciones. Un tercer factor fue la sospecha de Rosas de que
Santa Cruz continuaba brindando asilo y tal vez ayuda militar a los unitarios. Chile declaró la guerra a
Bolivia en 1836 y buscó apoyo en la Confederación Argentina. Respondiendo, Rosas le declaró la
guerra en mayo de 1837. Los resultados de esta guerra fueron desfavorables para los ejércitos
federales. La guerra en el norte argentino terminó en abril de 1838. Luego se produjo la victoria del
ejército chileno al mando de Gamara en Yungay en 1839. Rosas festejó esta victoria como propia.
2) El bloqueo francés. Durante el corto gobierno de Lavalle, en 1829, se dispuso conceder la exención
del servicio de armas a los franceses como premio a su decidido apoyo a las fuerzas rebeldes. Luego,
con Rosas, los franceses residentes quedaron obligados a prestar servicio militar, de acuerdo a una
ley de 1821. Las protestas impuestas por el gobierno francés desde 1830 no tuvieron resultado. Ante
la negativa de Rosas a considerar la demanda de Francia, en marzo de 1838 el almirante Le Branc
inició el bloqueo del puerto de Buenos Aires. Por el tratado de Arana-Mackau, Rosas consiguió la
devolución de la isla Martín García, el levantamiento del bloqueo y el reconocimiento francés de la
independencia de Uruguay a cambio de muy pocas y ambiguas concesiones. Los residentes franceses
gozarían de los derechos concedidos a la nación más favorecida, etc.
3) La intervención anglo-francesa. La intervención de las fuerzas navales combinadas de Gran Bretaña
y Francia durante el período 1845-1848, para terminar la guerra con el Uruguay, fue uno de los
conflictos más complejos. El general Oribe, estaba a punto de tomar Montevideo cuando los unitarios
residentes en esa ciudad solicitaron la intervención armada de Gran Bretaña y Francia. El ministro
inglés Aberdeen, decidió forzar la resolución del conflicto. Ordenó que la flota inglesa impidiera el
ataque final a Montevideo y exigió del gobierno de Buenos Aires que se levantara el sitio a Montevideo
y que se retiraran las fuerzas argentinas del territorio. Ante la negativa de Rosas, el 29 de septiembre
de 1845 la flota anglo-francesa declaró el bloqueo de Buenos Aires. Las diferencias de criterio entre
Francia y Gran Bretaña llevaron a esta última a levantar unilateralmente el bloqueo en marzo de 1848
(tratado Arana-Southern 1849). Inglaterra y Francia se comprometieron a evacuar Martín García, a
devolver los buques de guerra tomados y a reconocer la navegación del río Paraná como un problema
interno a la Confederación.
Los conflictos de estos tres estados estuvieron muy relacionados con las actividades de los unitarios. La
figura de Rosas se engrandecía con el mérito de ser el único jefe americano que había resistido las presiones
de las dos naciones más poderosas. De esta forma, el federalismo rosista conseguiría imponer su hegemonía
en las provincias del Norte a partir de 1846 y en las provincias del litoral a partir de 1848. Los años 1844-1846
fueron años de relativa tranquilidad, en los que se devolvieron propiedades confiscadas, se disolvió la
mazorca y se permitió el regreso de los emigrados. En los años siguientes a la intervención anglo francesa,
Rosas pareció consolidar su control sobre la vida política de la confederación. Luego de ello, se fortificó el
“unamismo”, se extendió el uso de las divisas federales y las provincias dejaron de insistir en la necesidad de
una organización constitucional del país.
4) La Gran Alianza y la caída de la “tiranía”. En febrero de 1850, las tensiones con el Imperio del Brasil
recrudecieron cuando el barón de Jacuhy, invadió el norte de la Banda Oriental, arrasando con las
haciendas de la zona. El problema de la Banda Oriental llevó al rompimiento de relaciones entre la
Confederación y el Brasil un año después. El desenlace de la guerra debió esperar a que, surgiera un
líder capaz de disputar el poder a Rosas.
El 1 de mayo de 1851, Urquiza publicó un pronunciamiento, en el que expresaba la decisión de su provincia
de reasumir el ejercicio de las facultades delegadas en Buenos Aires hasta tanto se produjera la organización
constitucional de la República.
El pronunciamiento sólo es apoyado por Corrientes. Estas provincias carecían de los recursos necesarios
para costear un ejército capaz de enfrentarse al ejército de Buenos Aires. Urquiza buscó apoyo en el Brasil. El
gobierno de Montevideo también sería parte. La alianza entre los gobiernos de Brasil, Uruguay y Entre Ríos
quedó consolidada en un tratado el 29 de mayo. Consolidaba la independencia de Uruguay y se respaldaba
de Buenos Aires militarmente. Buscaban el derrocamiento de Rosas y Oribe.
En Buenos Aires, el pronunciamiento de Urquiza desató una reacción popular en favor de Rosas. El propio
Rosas no creía que Urquiza representara una amenaza importante a su poder y por ello, no ordenó ningún
preparativo militar hasta noviembre de 1851, cuando naves brasileras comenzaron a bombardear las costas
del Paraná. En realidad, la movilización para la defensa de Buenos Aires fue tardía y desorganizada.
Finalmente el 3 de febrero de 1852 se batieron en los campos de Caseros las fuerzas principales de ambos
ejércitos, resultando victorioso el ejército aliado.
La batalla de Caseros puso fin al régimen rosista, un experimento republicano que había involucrado a los
sectores populares en prácticas electorales, festividades patrióticas y una “Guerra Santa” muy costosa en
términos humanos y materiales, un régimen en cierta medida paradójico que defendía el sistema Federal
mediante el centralismo político. Sin comprender demasiado las causas de su caída, Rosas aceptó los
hechos y emprendió el camino del exilio.
BECHIS, Martha. “Fuerzas indígenas en la política criolla del siglo XIX”, en Caudillismos rioplatenses.
Nuevas miradas a un viejo problema, Buenos Aires, EUDEBA, 2da. Ed. 2005.
Los criollos solicitaban a los caciques la participación bélica en el conflicto civil. Las fuerzas indígenas
actuaban anexadas a las fuerzas criollas aunque en unas pocas circunstancias se planeaban ataques por
separado. Tanto la incitación como la negociación que habían antecedido al ataque, muchas veces quedaban
desconocidas.
Noción de aculturación antagónica. Consiste en incorporar elementos culturales materiales y no materiales
del otro con el fin de hacer más eficaz su propia resistencia.
En su compromiso con la política criolla, los indígenas hicieron desde ataques masivos devastadores dirigidos
por sus caciques hasta el despliegue de las fuerzas como mera ostentación de su presencia y levantamientos
repentinos durante la marcha de una columna o división de soldados al mando de un jefe criollo a la que se le
habían incorporado como parte de esas fuerzas.
La participación de las fuerzas aborígenes tomó variadas formas respecto de la cantidad de aborígenes
comprometidos, la dirección o mando de la fuerza, las motivaciones de la sociedad indígena, el momento en
que se manifestaba la adhesión a uno u otro bando civil, el mantenimiento de la adhesión y otras formas
determinadas más por las circunstancias que por los proyectos de los mismos indígenas o los proyectos
criollos. p294
Indios aliados: indios soberanos cuyas alianzas con los criollos pudieron durar días o años según la
conveniencia y las posibilidades endógenas de cada una de las sociedades aliadas.
Indios amigos: reducidos o sometidos, amparados por la institución del “negocio pacífico”, fueron
militarizados y sólo respondían a los mandos militares de la milicia o de las fuerzas regulares del gobierno de
turno, mientras habitan campos cedidos por el Estado dentro de las fronteras criollas.
En este trabajo trataremos sólo la participación de indígenas “aliados” es decir, indios soberanos, cuyas
alianzas con los criollos pudieron durar días o años según la conveniencia y las posibilidades endógenas de
cada una de las sociedades aliadas. Contamos en general, aunque no exclusivamente, con fuentes escritas
por una cultura criolla que veía una enorme ambivalencia, cuando no rechazo total, con respecto a los
indígenas pampeanos.
La sociedad indígena pampeana, soberana desde que cesara la autoridad del rey español, se encontró
rodeada por pueblos que buscaban y construían una nueva forma política de regir sus vidas en común.
La sociedad indígena de toda el área Arauco-pampeana de una paz de décadas, pasó a los violentos
conflictos del siglo XIX.
Los indígenas habían hecho alianzas y parlamentos con el rey que reconocieron su autonomía en Chile desde
1641 y “esta nueva república” en las pampas de 1790 con Calpisqui como Cacique principal de todas las
pampas.
Esta situación de autonomía constituida por los indios y los españoles durante los siglos de conflictos de toda
naturaleza y origen, es la que no reconocieron los primeros gobiernos patriotas tanto en Chile como en la
Argentina.En Buenos Aires comenzaron los proyectos oficiales de expansión sobre tierras indias apenas
instalada la primera junta.
Para 1818 los distintos factores produjeron una mezcla explosiva dentro de la sociedad indígena en las que
las posiciones de las agrupaciones en pro o en contra de Buenos Aires o de los criollos patriotas en general
originó más de un crimen y casi una guerra interétnica.
Todas las acomodaciones y acomodamientos recíprocos durante veinticinco o treinta años de relaciones
interétnicas bastante amables, fueron interrumpidas a partir de 1814 por factores externos a la sociedad
indígena.
Hubo agrupaciones soberanas que se integraron y desaparecieron como agrupaciones y otras que,
manteniendo su autonomía, deseaban integrarse a los estados criollos. Tanto unas como otras intervenían en
las guerras civiles.
A aquel ambiente indígena politizado y en conflicto tanto en el ámbito intraétnico como internacional se
sumó el levantamiento de caudillos rivereños contra el centralismo porteño.
Carrera y Alvear fueron acusados por Buenos Aires de agitar y levantar los indígenas pampeanos. Nos
muestra este caso, no sólo el éxito sino también el fracaso de las manipulaciones del caudillo con el indígena,
así como una decepción del indígena con sus aliados criollos.
Los indígenas misioneros y correntinos estaban más aculturados y volvían eventualmente a la provincia de
donde había partido. El indio pampeano era también diferente al chaqueño. Este último era más
independiente, más autosuficiente y con caballos seleccionados y especialmente entrenados.
La incorporación de los indígenas a las fuerzas rosistas fue importantísima para el éxito de los
defensores del gobierno constitucional.
El indígena, aunque aliado y coparticipante, no sólo no cede sus reglas sino que pelea su guerra. Aprende
hasta qué y hasta dónde puede llegar, pero aprovecha todas las ambigüedades y las debilidades de sus
“camaradas” de montonera. Los caudillos federales, tal vez más experimentados que los unitarios en tratar
con tropas irregulares o no veteranas, y por su acceso social a la gente común, se acercaban al indio a pedir
su intervención con poca cuenta sobre el desprestigio social en que incurría pero con la prudencia que no
tuvo Carreras.
Unitarios y federales desarrollaron una guerra de influencias sobre los indígenas como un aspecto más de la
guerra civil. Hacia 1830, los federales estaban identificados con el indio abstracto como símbolo de la
nacionalidad que se estaba construyendo. También tenían una interacción, tanto conflictiva como amistosa.
Los unitarios, en cambio, conservaban una distancia social y cultural mayor: para ellos todo indígena era un
“salvaje” sin valor alguno.
Echeverría y Blas Videla, apoyados por Paz desarrollaron una gran actividad de captación sobre todos los
ranqueles. Rosas tenía “los pampas”, ellos los ranqueles. Pero los indígenas de tierra adentro del centro
pampeano no eran fáciles de controlar debido a su lejanía, su vitalidad y porque parte de los ranqueles y los
dos últimos aún luchaban por reinstalar al rey español. La guerra civil tenía ahora un apéndice muy
importante: la guerra por la captación del aborigen, para neutralizarlo, desplazarlo o usarlo contra el
enemigo… y los indígenas lo sabían.
¿Cómo logró rosas la adhesión indígena? Contaba con los excelentes servicios diplomáticos del indio
Mariano, con ganados de toda especie y $4000 en prendas de plata que envió a Pablo.Se sumaba su dominio
de la lengua araucana y la experiencia acumulada por generaciones. Es indudable que los caudillos federales
conocían bien la idiosincrasia indígena. Lo más importante fue que rosas hizo la promesa de retirar la
guarnición y el fuerte de Tandil. Rosas sabía lo importante que Tandil era para los indígenas.
Mientras los unitarios intentaban neutralizar o hacer alianzas e incorporadas al indígena ranquel y a los
pincheirinos, Rosas los utilizó a distancia y en forma de acoso directo contra el enemigo
A Rosas le faltaba aún adquirir algunos conocimientos respecto de las características de la participación
indígena en compromisos con su propia gente y con los criollos. El año 1831 fue un año aciago para Rosas
en sus relaciones con los indígenas. 2.000 indios chilenos quienes habían sido convocados por Rosas,
atacaron la frontera de Buenos Aires por incumplimiento con lo pactado (proyecto del gdor. de no entrar a
tierra india). Aprendió que una vez puestos en marcha era muy difícil hacer cambiar de opinión a los indios y
más difícil aún, controlarlos.
En resumen, era muy fácil movilizar a los indígenas soberanos. Su alta motivación contra todos los
“cristianos”, su política de sacar provecho de toda situación conflictiva entre los criollos y a veces, sus
necesidades resueltas por una sociedad con más recursos que las de ellos, hacía esa tarea relativamente
fácil. Pero sus técnicas, sus motivaciones más profundas, sus decisiones y juicios sobre lo que más les
convenía eran difíciles de cambiar y controlar, aun para los más hábiles líderes criollos.
Características generales de las fuerzas armadas indígenas pampeanas durante el siglo XIX
El guerrero indígena soberano era el hombre o joven común que se autorreclutaba cuando podía y cuando
quería sin que hubiera ninguna fuerza física coercitiva que lo obligara. Entre los indígenas no había levas. La
familia extensa o poligínica cuidaba de sus posesiones durante su ausencia y continuaba la producción de
bienes que él luego cambiaría por lo que quisiera. La propiedad común de las aguas y la tierra le aseguraba
de por vida los medios de producción.
El indígena era el productor de sus armas aunque algunas veces la madera y las partes de hierro, tenía que
conseguirlas por medio del trueque o el robo. El arma más importante era su caballo, al que domaba por
contacto y seleccionaba por medio de un entrenamiento riguroso.
En este mocetón y en este capitaneo está la clave para entender tanto la enorme flexibilidad adaptativa de
la sociedad indígena, como sus limitaciones en la posibilidad de conservar estrictamente los acuerdos que
desarrollaban sus caciques principales con sus pares de otras agrupaciones y con las sociedades
republicanas que los rodeaban.
La apropiación individual de lo capturado constituía la única remuneración del soldado indio. Esos bienes
podrían o no entrar en los circuitos de intercambio a los tres niveles: tribal, intertribal e interétnico.
Este interés económico del extranjero sumado a la crónica debilidad institucional y económica de la línea de
frontera favorecía la frecuencia de extracciones forzosas por parte de los indígenas.
El malón era fundamentalmente una empresa económica. Una vez decidido, detenerlo le costaba al cacique
su prestigio y su fortuna. El secuestro de bienes ya se transformaba en guerra de recursos. El manejo del
pánico sobre su enemigo era un arma más de la que fácilmente disponía por medio de sus ataques sorpresa,
sus pinturas corporales, su griterío, su peinado con los cabellos hacia delante. Dado su estructura básica, el
ejército indígena no era una fuerza de ocupación y apenas si podía servir para sitiar campamentos o
pueblos. De ahí también el uso limitado que los caudillos a las autoridades de las sociedades estratificadas
podían hacer de esas fuerzas. p313
Una vez acordados los términos y condiciones, el indígena obedecía a sus superiores en quienes había
delegado la organización de la empresa. Su marcha era por momentos aparentemente desordenada. La
ritualización en la toma de decisiones y de las marchas conspiraban contra la improvisación que a
veces será necesario hacer en el medio del camino o ya en la cercanía del objetivo
Las fuerzas indígenas en el contexto de su sociedad. La institucionalización de su violencia.
La sociedad pampeana aborigen en el siglo XIX era ya una sociedad de guerreros o si se quiere “militarizada”,
con una violencia ya institucionalizada. Entendemos un estado individual y social en el que la preparación, la
disponibilidad y las técnicas materiales y no materiales para la acción bélica dominan gran parte del
entramado social y el contenido cultural de un pueblo no sometido.
Muchos factores contribuyeron a desarrollar estas características. se sumaron factores históricos, naturales y
básicamente, la organización no estatal de estas sociedades aborígenes de toda el área arauco pampeana.
La frontera militar permanecía crónicamente empobrecida con una capacidad mínima de control, el cual
rivalizaban no pocas veces con las fuerzas privadas de defensa de los estancieros fronterizos. La frontera
social fue recibiendo desertores resultado de los conflictivos sucesos de los últimos años que encontraban
refugio en la sociedad indígena.
Todo este conflicto durante la construcción del Estado nacional originaba una falta generalizada de seguridad
aprovechada por las sociedades indígenas las que, desde el centro de la platea, contemplaban el escenario
casi caótico en que se movían los criollos de ambos lados de la cordillera. Las lealtades indígenas se dividían
estratégicamente pero sin un diseño centralizado.
El guerrero indígena llegó a incidir en la prosperidad económica y política de individuos, grupos y pueblos
criollos que usaban su capacidad combativa con la modalidad de guerra de recursos, en beneficio propio. La
violencia institucionalizada aborigen se convirtió en una mercancía en el mercado criollo de violencia.
La reocupación española en Chile implicó que los españoles usaran a los Indígenas y su potencial bélico no
sólo contra el pueblo chileno sino también contra Buenos Aires
Los criollos no estaban capacitados ni legal ni militarmente para ocupar el área indígena la que, sin embargo,
necesitaban para su expansión ganadera. Los indígenas vieron poco a poco que se los iba despojando de su
territorio a través de levas decretadas por el estado y la guardia de frontera. Además, por su cercanía, es
posible que los estancieros hayan sido los más eficaces mediadores entre el estado y la sociedad indígena.
El indio, acuciado por la historia y solicitado por los mismos criollos, instaló sus habilidades como mercancía
en el mercado criollo. Para el indígea, tanto españoles como criollos estaban en deuda histórica por los
despojos De su tierra, la esclavitud es urgente y la sangre de sus héroes.
HALPERIN DONGHI, Tulio. “El surgimiento de los caudillos en el marco de la sociedad rioplatense
post-revolucionaria”, en Estudios de Historia Social, Nº 1, UNBA, 1965.
La expresión “régimen de caudillos” es una etiqueta común para realidades irreductiblemente diversas.Se
trata de uno de los rasgos más notables de la primera etapa independiente de más de una comarca
hispanoamericana
Además del uso peyorativo al comienzo de su aparición, la palabra “caudillo” no parece haber alcanzado,
hasta fines del siglo XIX, uso popular.
Examinaremos entonces algunos procesos que rematan en la instalación de regímenes de caudillos: en la
primera década revolucionaria los vinculados con Güemes (1) y Ramírez (2) ; luego de 1820 el que lleva al
poder a Ibarra y el que hace de Quiroga figura dominante en el interior argentino. Esta elección no es
arbitraria: los dos primeros se dan en plena expansión revolucionaria y se vinculan en la medida diversa con
el ciclo de defensa de sus fronteras. Los últimos se presentan en el marco del derrumbe del poder central, en
un contexto político-social del todo diferente. p.122.
1) Salta era en tiempos coloniales y a mediados del siglo XIX la comarca rioplatense que repetía mejor el
modelo altoperuano: gran distancia social entre una clase alta a la vez terrateniente y mercantil, una plebe
rural de labradores en tierra ajena y una plebe urbana dedicada sobre todo al servicio de casas y
conventos.Esa distancia estaba consagrada por una imagen jerárquica en la que las diferencias sociales eran
identificadas con las de casta. Durante más de cinco años esa tierra ha podido sin embargo ser gobernada en
nombre de esa despreciada plebe, en contra de los linajes ricos y viejos; luego todo eso desapareció sin dejar
rastros aparentes.
Lo que Güemes llamaba el sistema, su peculiar estilo de gobierno, era en efecto en nombre de los pobres y
en contra de los ricos. Esa hostilidad proclamada no era la única que debía enfrentar la aristocracia salteña.
Debía ver sin alegría el desencadenarse de una guerra que la aislaba en un extremo del área revolucionaria,
que cortaba esa ruta peruana a la que debía su prosperidad, creciente desde que, la atracción del Atlántico se
hizo sentir más intensamente. El sector mercantil prerrevolucionario pudo mantener con el Perú un comercio
nominalmente prohibido e irregular. Además, existían otros cambios menos visibles: la rehabilitación de la ruta
del Cabo de Hornos, la emancipación de Chile y el Alto Perú, antes englobados en el hinterland comercial de
Buenos Aires. Con los días de Salta como gran nudo mercantil terminados, el futuro de la clase alta estaba en
la tierra. Esta reorientación es acelerada por las vicisitudes de la lucha revolucionaria
Los decretos emanados de Güemes: la requisa de ganados, la obligación de mantenerlos sin cargo en los
potreros con su modo habitual de costear la guerra; las contribuciones forzosas, las confiscaciones son su
modo también habitual de enfrentar las disidencias en los sectores altos. El tono popular del régimen de
Güemes es entonces una cosa sola con su modo de hacer la guerra. Más aún, ese tono popular es una
consecuencia de la guerra; es ella la que cava un abismo entre el gobernante y los grupos altos salteños.
La ascendencia de Güemes hace de él en efecto un ejemplo bastante típico de la clase alta salteña. Además,
su carrera es la típica de los sectores menos afortunados de la clase alta: militar desde casi niño, pertenece
desde 1806 a la guardia personal del Virrey; vuelto a Salta luego de la revolución permanece todavía hasta
1815 dentro de la estructura del ejército nacional. p. 125.
La revolución ha dado lugar a la formación de milicias (especialmente en Salta por su exposición al peligro
realista). Bajo la égida de Güemes la organización de las milicias rurales se transforma: surgen ahora
milicianos reclutados en toda la provincia, más numerosos y aguerridos, que reemplazan la lealtad al señor
local con la prestada a su jefe militar. P.126.
Todavía en sus comienzos, esta fuerza nueva convive con las viejas; en el momento de romper con el ejército
nacional Güemes cuenta con el apoyo decisivo de un partido dentro del Cabildo de Salta; la previa división de
la clase alta salteña entre sectores realistas y patriotas es tan enconada que los últimos aceptan, por lo
menos en su punto de partida, el sistema de Güemes. Esta adhesión dura poco; es el desenvolvimiento del
sistema el que lo priva progresivamente de sus apoyos en las clases altas y por ello mismo lo radicaliza.
Cuenta entre otras cosas con el apoyo del poder central. Güemes asegura a mínimo costo la defensa de la
frontera altoperuana. La caída del poder nacional trae consigo la del sistema salteño; ésta es
consecuencia de una lenta deterioración que, a la vez que exaspera a las clases altas, fatiga el
entusiasmo de la plebe revolucionaria.
En efecto, el sistema de Güemes, populista en la medida en que asignaba al sector alto el costo de la guerra,
sí contribuía eficazmente a empobrecerlo no aseguraba en cambio ninguna prosperidad al resto de la
población salteña. Por el contrario, el empobrecimiento terminó por hacerse general e inocultable. Con tanto
mayor decisión le siguió la oposición señorial contra Güemes; muerto éste sus milicias rústicas, en
aborrecimiento al nuevo régimen dominado por sus adversarios, se presentaron en 1823 a Olañeta para jurar
su adhesión a la causa del rey. p.127.
El sistema de Güemes es a la vez el más radical y el mejor tolerado por el gobierno central.
2) Entre Ríos era menos rico en antagonismos. En esta tierra de nueva colonización, sumariamente
poblada, en que diminutos poblados sirven de puertos fluviales para zonas ganaderas en rápida expansión,
los más ricos elementos locales hacen de figura modesta al lado de los que en verdad dominan la economía
entrerriana: son los comerciantes de Buenos Aires y en menor medida, en la costa occidental, de Santa Fe.
Estos elementos son sin embargo los dirigentes de la sociedad local. Francisco Ramírez es uno de ellos.
Hasta ahora, muy poco ha cambiado en la distribución del poder político en Entre Ríos; las alternativas que
crea la expansión del artiguismo harán en cambio de Ramírez un jefe provincial. El otro cambio es que
instalarán la guerra en Entre Ríos, hasta entonces sólo visitada por ella. De allí, como en Salta, una
militarización que exige consumo desenfrenado de hombres y ganado, una crisis de la antes floreciente
ganadería que necesitará más de un decenio para comenzar su recuperación.
En Entre Ríos Ramírez puede hablar en nombre de la sociedad en su conjunto, el igualitarismo político Qué
es legado del artiguismo no parece incompatible con el reconocimiento de las diferencias existentes ahora
como en los tiempos pre revolucionarios. Las oposiciones no se dan entre sectores sociales, sino entre
regiones y son más fácilmente superadas. Representativo de la sociedad entrerriana en su conjunto, el
régimen de Ramírez puede ser condenado a un olvido tácito cuando la provincia se coloque bajo la égida de
Buenos Aires y Santa Fe, que lo han vencido. Pero todavía en 1826 en una campaña que sigue siendo
miserable, el coronel Paz descubre, en la coexistencia de un autoritarismo político aceptado sin protesta y un
vivo y universal sentimiento de adhesión a la libertad y la igualdad, el legado todavía actuante de la primera
experiencia política vivida por Entre Ríos.
3) Salta y ER tenían en común su relativa homogeneidad. En Salta una clase alta de raíces a la vez
urbanas y rurales domina sin rivales; en Entre Ríos el sector dominante es igualmente único. En Santiago del
Estero, encontraremos una situación más compleja. Son los comerciantes de la ciudad, los propietarios de
tierras regadas, los que dominan el Cabildo; los que animan, luego de 1810, una política de rivalidad con
Tucumán en ascenso. Pero este sector va a ser el más perjudicado por las consecuencias de la revolución
porque la ciudad vivía principalmente del comercio con el Alto Perú. El sector ganadero, hasta ahora
secundario, es menos perjudicado, si también él debe contribuir a la remonta y alimentación de los ejércitos,
la apertura del comercio libre es favorable junto con la demanda más sostenida de cueros santiagueños.
Además, la presión indígena acrecida obliga a un esfuerzo mayor en las fronteras, que pone a disposición de
las autoridades locales tropas más abundantes y aguerridas.
El cambio político local se inserta, en las crisis de las relaciones con el poder central. Sometimiento por
el gob. de Buenos Aires al predominio de Tucumán.
Matará es la capital de la frontera, desde 1810 su comandante es Juan Felipe Ibarra, capitán del ejército
nacional. Los Ibarra forman una familia hegemónica en ese rincón fronterizo. Es Juan Felipe el primero que
supera decididamente la gravitación local.
Ahora su situación es extremadamente difícil, el gobierno central al que debe su ascenso no existe ya; la
República de Tucumán a la que ha apoyado contra la clase política tradicional no ha de sobrevivirle por
mucho tiempo. Sin embargo, el cambio en el equilibrio económico y militar santiagueño es un dato destinado
a durar. En su avance el comandante de la frontera invoca la desidia de las autoridades para atender las
necesidades de sus milicias fronterizas. Ibarra se apodera de la ciudad y durante treinta años, salvo dos
interrupciones, gobernará desde ella a la provincia, aunque con sobresaltos por los intentos de restauración
de la vieja clase política. Sin embargo, los “bravos milicianos” bastarán para aventarlas: el ascenso de Ibarra
debilita por otra parte a sus adversarios.
4) Diferentes es el panorama de los Llanos riojanos con Facundo Quiroga. Los Llanos son en rigor las
sierras de los Llanos. Las sierras abundan en breves oasis, donde se crían cabras y ovejas; a partir de la
segunda mitad del siglo XVIII una ganadería más lucrativa da una prosperidad nueva a la comarca llanera.
Los llanos son el sector más dinámico de La Rioja al abrirse la revolución.
La estructura social es más homogénea que la económica: toda la Rioja es tierra de gran propiedad rural;
su campaña está dominada por grandes linajes propietarios demasiado frecuentemente en lucha entre sí; esa
aristocracia es más pobre que la salteña y carece de las raíces urbanas que en esta complementaban con las
rurales.
Esta provincia era en primer término interés de hombres y ganados-(caballos, mulas y vacas) que eran
requeridos para la guerra. Más tarde entró a contar su riqueza minera. La plata de Famatina. La Rioja es
sobre todo proveedora de hombres, caballos, mulas y vacas; familias capitulares prosiguen sus viejas
rivalidades. La Rioja se separa de la intendencia cordobesa en este proceso.
Toda la vida llanista parece preparar así un foco de poder militar: riqueza de ganado mayor, excepcional en la
zona andina, relativa abundancia de hombres acostumbrados a dejar su rincón y sumarse a la vasta
población itinerante. La revolución ha militarizado profundamente la vida local: este reservorio de
hombres y ganados, del que bien pronto se abusa, debe ser enérgicamente gobernado; las autoridades
locales adquieren poderes nuevos en la medida en que satisfacen las exigencias que la política revolucionaria
impone. p.135.
Qué significa en cada jurisdicción el comandante de milicias? es sin duda el que tiene la autoridad para
despojar a sus administrados de su principal riqueza; es también el que puede misericordiosamente salvarla,
fijando su atención en otra parte. Para los pobres, la autoridad del capital, la de su superior el comandante,
encierran amenazas más directas: ellos son los destinados al servicios de las armas. Los vagos son objeto de
una intensa presión reclutadora. p.136.
El caudillo surge aquí entonces, no frente a las estructuras de poder que tiene su cima en Buenos
Aires, sino dentro de ellas. Su ascenso posterior del nivel local al nacional se da de la misma manera. No
extenderá su área de influencia sino a partir de solicitaciones muy vivas de los poderes establecidos en áreas
vecinas, que quieren contar su apoyo. Este prototipo del caudillo no se coloca en contra sino dentro de un
orden en el que participan los herederos políticos del caído régimen central y los futuros dirigentes de la
renovada tentativa unitaria. p. 137.
-----Examinaremos en primer término, las innovaciones económicas. Los cambios están lejos de ser los
mismos en todos los casos. En Salta como en Sgo. del Estero hallamos los ecos locales de un derrumbe de
estructuras comerciales que es para todo el Interior la consecuencia primera de la revolución. En
ambas zonas la solución a largo plazo debía ser un triunfo de la producción sobre el comercio. En Salta, el
triunfo ganadero se da bajo el signo de una restauración del orden social (aristocrático?) contra el que se
había elevado el sistema de Güemes. En Sgo., por el contrario, el desplazamiento de la hegemonía político
social hacia grupos nuevos es un dato destinado a durar.
Y en la Rioja y en Entre Ríos los cambios económicos se hicieron sentir en las devastaciones que trae la
guerra. En La Rioja, la ganaderia, el transporte y el comercio no podrían separarse y las tres son afectadas
por la guerra. Resistió mejor la economía del oeste de La Rioja de esos pueblos de indios encerrados entre
las altas montañas y consagrados a una agricultura de oasis. ER es destruida hasta sus cimientos por la
guerra y sus consecuencias; en la década del 20’ la costa entrerriana del Uruguay será zona de hambres
periódicas.
Respuesta segura: El federalismo litoral es - entre otras cosas- una protesta de zonas productoras
contra centros comercializadores.
------Consecuencias político-administrativas. En los cuarenta años posteriores a la ruptura revolucionaria
los grandes cuerpos administrativos y judiciales conocen una rápida decadencia. Se simplifica la actividad
administrativa, sumada a la subordinación a la política. El poder revolucionario no sólo destruirá el de las
magistraturas que deben su investidura a la corona; el sustituirlas cuidará prudentemente de no hacer
tampoco de las nuevas centros rivales de aspiraciones políticas. La intensidad de esta decadencia de los
grandes cuerpos administrativos y judiciales. La Iglesia, las órdenes, viven un proceso análogo. Al lado de
esta pérdida de poder se hace sentir un empobrecimiento que es el fruto de las exacciones revolucionarias;
estas instituciones de riqueza conocida e inventariada, administrada por quienes deben su poder al favor de
los nuevos gobernantes, están particularmente indefensas frente a la voracidad de un gobierno abrumado por
el costo de la guerra. p.141.
La disminución de poder, de riqueza, de prestigio de estos grandes cuerpos es un aspecto particularmente
grave de la disolución del orden colonial, uno de cuyos rasgos era su capacidad de sostenerse con un mínimo
apoyo militar.
Pero esta innovación otorga una prima a aquellas instituciones que en efecto cuentan con fuerza bajo su
control directo: el poder revolucionario, que ha humillado a obispos y oidores, que luego de diez años ha
terminado con ese único rival serio que le llega del orden colonial - el Cabildo - sólo puede imponerse
apoyándose de modo creciente en autoridades locales de ejecución en las que debe delegar porciones
crecientes de su poder. p.141.
----Este ascenso de las autoridades locales de ejecución va acompañado de una militarización creciente de
las mismas. En otros casos no es la ausencia de las tropas regulares, sino el surgimiento de necesidades
nuevas, lo que impulsa a esa militarización.
Ese ascenso, esa militarización son ricos en consecuencias. La primera es la fragmentación misma del
poder político. Lo que surge luego de la caída del gobierno central son poderes regionales apoyados de
modo muy directo en cuerpos armados. Esa regionalización, esta militarización se hacen visibles en 1820.
Las consecuencias político-sociales son dos: una ruralización, una democratización del poder político. Son
los sectores mayoritarios y más homogéneos de población los que pueden proporcionar los recursos
humanos indispensables para la fuerza militar que es ahora la base última del poder político. Dada la
estructura social y ecológica ese predominio del número se daba en favor de los sectores populares y en el de
los rurales.
La relación de origen entre el poder central que cae y el caudillo no es más que una más en un sistema de
relaciones jerárquicas y autoritarias, gravita decisivamente aun en etapas posteriores para definir el estilo de
autoridad de un caudillo, que sólo parcialmente se basa en el carácter representativo que en él reconocen sus
seguidores. Puede hablarse entonces, de una democratización de poder que es consecuencia de la
militarización y acompaña al surgimiento de los regímenes de caudillos, pero a condición de tener presente
que esta democratización afecta sólo parcialmente estructuras que le son previas. Esta democratización
política tiene por otra parte, una intensidad variable. p144.
Esta democratización así limitada tiene eco aun más limitado en otros aspectos del equilibrio social porque del
mismo modo que la autoridad del caudillo es heredera de un estilo político sólo parcialmente renovado por el
proceso del que esa autoridad misma ha surgido,ella se da dentro de un marco social tampoco
sustancialmente cambiado y sólo excepcionalmente se afirma en oposición contra él. En particular, parece
que el surgimiento de caudillos se vincula con un rasgo previo y destinado a durar: la existencia de la gran
propiedad. Esta revela que todas las regiones de las que surgieron caudillos de ámbito algo más que local
son zonas de propiedad poco divididas.
La relación entre caudillismo y gran propiedad se debe, en parte, a que la gran propiedad es un elemento de
homogeneización social, sobre todo a que proporciona un sistema de relaciones autoritarias sobre las cuales
la esencialmente político-militar que será la del caudillo podrá insertarse.
Es la existencia de la gran propiedad la que confirma e intensifica los lazos autoritarios que la ampliación de
las funciones de las milicias y judicaturas rurales había ido fijando luego de la revolución.
El surgimiento de los caudillos se da en un clima sin duda transformado por la crisis revolucionaria, en el cual
sin embargo mucho sobrevive del viejo orden: la autoridad nueva debe demasiado a esas supervivencias para
que pueda lanzarse a combatirlas sin reticencias. Expresión de una democratización política limitada, los
caudillos son fruto de una democratización social más limitada aún: el conservadorismo que en este aspecto
suele caracterizarlos no tiene entonces nada de sorprendente. p.147.
Surgido de la guerra, el régimen de caudillos pudo sobrevivir a la paz porque se transformó en
expresión fiel de las fuerzas a las que esa paz daba la supremacía. p.149.
¿Por qué el grueso de la acción de este famoso grupo (La Mazorca) se centró en la ciudad y no en la
campaña? A diferencia de las clases populares, la elite porteña era un grupo de difícil disciplinamiento a
través de los dependientes del gobierno, como la policía.
Una de las claves del orden rosista fue el traslado a la ciudad de un sistema surgido y moldeado en la
campaña. Sin embargo, la existencia del llamado terror no estuvo presente en la campaña. Esta serie de
crímenes políticos no fueron cometidos por agentes del Estado o por personas que ejercieran algún tipo de
actividad pública legal, sino por una suerte de cuerpo parapolicial que se hizo famoso con el nombre de
Mazorca. Este artículo se centra en el período de crisis iniciado en abril de 1838 cuando Francia, que buscaba
volver a los primeros planos de la política internacional a través de empresas en lugares alejados del centro
de poder europeo, decidió bloquear el puerto de Buenos Aires tras un incidente diplomático.
Rosas y la ciudad. El régimen que encabezaba Rosas parecía sólido en la campaña pero estaba
evidentemente menos consolidado en el ámbito urbano. Por eso, buscó afianzar el régimen en la ciudad a
través de la eliminación del disenso y la competencia política. Quitó todo el peso a la hasta entonces
importante Legislatura provincial, arrestó a su enemigos, despidió a sujetos para él poco confiables, mandó a
ejecutar a unos pocos supuestos conspiradores y fusiló a ochenta indígenas cautivos en un sólo día. Había
una nueva dureza gubernamental.
Unanimidad total. Ese era el objetivo del gobierno. El control no era pura rutina: el Gobernador sabía que
pese a que contaba con muchos partidarios fervorosos también tenía opositores que se manifestaban
públicamente como tales. Había asimismo, gente que buscaba quedar afuera de la política.Las presunciones
de antipatía hacia el sistema federal empezaron a ser determinantes en decisiones de la Policía sobre
cuestiones que no tenían que ver con la política. Si una persona era acusada de un delito y se agregaba que
era sospechoso de unitario o de haber sido federal cismático, ese último aspecto era un poderoso agravante.
Otro modo que eligió Rosas para consolidarse en la ciudad fue afianzar su relación con la población negra
de la ciudad, iniciada en su primer gobierno, atendiendo a sus demandas y proveyendo asistencia a las
Sociedades Africanas. Tanto él como su esposa, su hija y su cuñada concurrieron a menudo a bailes
organizados por las Sociedades, lo que les valió gran prestigio. Varios de los negros porteños estaba insertos
en una red de contactos Plebeyos que manejaba Encarnación. La red funcionaba como una especie de
asistencia social privada: los que llevaban noticias útiles a las señoras Ezcurra obtenían algunos beneficios,
no necesariamente como un pago directo sino que en otro momento podían conseguir ayuda de ellas para
conseguir bienes, perdones, favores, etc.
En el proceso de consolidación del orden, fue importante para Rosas obtener el apoyo de los artesanos,
categoría en la que entraba una buena parte de la población masculina, incluyendo a muchos negros. Los
artesanos habían estado entre los grupos menos favorecidos por el librecambio de la década de 1810. Rosas
tomó en cuenta esas posiciones cuando sancionó una Ley de Aduana en diciembre de 1835. En general,
cuando se habla de la ley se pone el foco en la intención del Restaurador de mantener una buena relación
con las provincias del Litoral y el interior, donde había sectores perjudicados por el librecambio. Pero también
fue importante la protección que se hizo a las tareas artesanales, que en ningún lugar eran tan fuertes como
en la ciudad de Buenos Aires.
De todos modos, el mayor problema del régimen en la ciudad era la elite. Estaba marcadamente politizada
desde hacía años y en 1838 Rosas no había logrado disciplinarla. El mismo pertenecía a esa elite y sabía que
contaba con una fuerte base en los estancieros. Para las funciones de gobierno tuvo el respaldo del
políticamente experimentado círculo federal apostólico que formaban Anchorena, Arana, Maza, Mansilla, etc.
Rosas confiaba en ellos, pero el resto de la elite era en buena medida un enigma. El principal recurso del
gobernador para conseguir la aprobación de la elite era el mantenimiento de un orden, el preciado orden que
la sociedad venía buscando desde que terminó la Revolución y que le había costado mucho construir. Pero
cuando el bloque francés llegó, la aparente unanimidad empezó a resquebrajarse.
El gobierno podía usar su poder coercitivo ante esos descontentos, apelando a la Policía. Rosas estaba
habilitado a hacerlo debido a que contaba con facultades extraordinarias. Sin embargo Rosas no podía
simplemente matar a mansalva a sus opositores usando sus facultades extraordinarias por una cuestión de
legitimidad. Es ahí donde entra en juego, decisivamente, La Mazorca. No tenía límites. Nadie podía
ponérselos a un cuerpo que actuaba fuera de todo orden, vinculado sólo con la persona de Rosas y con la
Sociedad Popular Restauradora, a la que pertenecía. Su acción podía ser presentada como un conjunto de
excesos populares.
La Mazorca
El origen de la Mazorca no estuvo ligado a una iniciativa gubernamental sino a una asociación política, la
Sociedad Popular Restauradora, nacida a fines de 1833. Los orígenes son oscuros, aunque recibió
influencia de los clubes adherentes semejantes a las sociedades patrióticas españolas de Cádiz durante el
trienio liberal (1820-1823). Estaban dirigidas generalmente por personas de buena posición social pero
contaron con una importante participación popular, principalmente de artesanos. Constituía una novedad en la
escena política de Buenos Aires. Por un lado, porque se afiliaba abiertamente con una facción. A la vez, la
Sociedad Popular tenía un importante elemento distintivo: la presencia entre sus integrantes de individuos que
no formaban parte de la elite de Buenos Aires. Es decir que era la primera vez que la gente decente no
era mayoría en una asociación política.
La actividad política rutinaria de la Sociedad consistía en reuniones de los miembros que se llevaban a cabo
en una sede, que después de un tiempo resultó ser la pulpería de su presidente, Julian González Salomón.
Los otros menesteres del club: gritaban a favor de Rosas en las calles, importunaban a sus enemigos,
concurrían a la Sala de Representantes a presionar a los antirrosistas.
Una vez que Rosas volvió al gobierno en 1835, la actividad de la Sociedad, importante entre su aparición y en
ese momento, fue menor. Cuando estalló la crisis, Rosas comenzó a darle órdenes directas a su club, que se
volvió cada vez menos espontáneo. La tirante situación provocó un aumento de la membresía de la Sociedad
Popular Restauradora y cambió su perfil social. Cada vez más, eran individuos de lo más granado de la elite
porteña los que solicitaban ser incorporados. Pero en la mayoría de los casos de adhesión estuvo ligada
seguramente a que con el auge de los conflictos y el consiguiente aumento de la violencia en la ciudad,
muchos miembros de la elite de Buenos Aires temieron por sus vidas y bienes, por ende, se afiliaron a modo
de seguro contra cualquier duda acerca de su fidelidad federal y la gran posibilidad de sufrir una agresión. A
esto apunta un pasaje de Amalia en el que se describe una supuesta reunión de la Sociedad Popular
Restauradora.
Los mazorqueros eran originalmente miembros de la Sociedad Popular Restauradora: eran federales
decididos. Lo que los convirtió en un ala ejecutora de ella, una entidad separada, fue la reaparición de la
violencia política abierta. He ahí lo que distinguió a los mazorqueros; ellos eran miembros de la Sociedad
Popular Restauradora, pero los otros socios no mataban. Es altamente probable que no fueran un grupo
monolítico sino que a un pequeño elenco estable se sumaran en diversas ocasiones otros individuos más
periféricos e incluso ocasionales. Lo que distinguió a los mazorqueros fue que casi todos ellos eran a la
vez parte de la Policía. La Mazorca fue un grupo que podemos llamar parapolicial, integrado
mayormente por empleados de la Policía en actividad.
Cosecha Roja
El bloqueo dio inicio a una pesadilla para el rosismo. La ciudad se pobló de pesquines contra el gobierno. La
respuesta fue rápidamente apelar a un recurso clave: el apoyo popular. Eso no lo inventó Rosas, fue un
efecto inmediato del bloqueo. Lo que logró el Gobernador fue que el odio popular se encauzara no contra los
franceses residentes en Buenos Aires, sino en una crítica al rey Luis Felipe, a quien gritaban “mueras” por las
calles, y sobre todo a los aliados rioplatenses de los bloqueadores. Una agresión contra franceses residentes
en la ciudad hubiera dado una excusa perfecta para la intervención directa de Francia en el terreno militar,
posibilidad que el Gobernador quería evitar. La reacción contra los extranjeros no pasó entonces de
amenazas verbales. p77
El gobierno preparó cuidadosamente la fiesta del 25 de mayo de 1838 para que fuera una demostración
pública de la fidelidad general a la causa y graficara la popularidad del régimen. La concurrencia fue muy
numerosa y Rosas usó la ocasión para reforzar sus vínculos hacia abajo: invitó a las Sociedades Africanas a
organizar un baile en la Plaza de la Victoria como número fuerte de la celebración. Simultáneamente, el
Restaurador cuidó el orden de la campaña. Nuevas muestras de adhesión federal se expresaron en octubre
cuando murió Encarnación Ezcurra. Los funerales fueron masivos.
En la última parte de 1838 la situación se clarificó: Corrientes, el Estado Oriental y los agentes franceses
acordaron una alianza. A este trío se agregó el apoyo de los emigrados que se encontraban en Montevideo.
Al iniciarse 1839 entonces, el rosismo enfrentaba el mayor desafío que había tenido hasta entonces. El
control se volvió más obsesivo y los sospechados de ser desafectos al sistema empezaron a mostrarse cada
vez menos en público.
La guerra empezó bien para los rosistas, que vencieron a Corrientes y recibieron la buena noticia de que la
derrota de la Confederación peruano-boliviana a manos de los chilenos ponía fin a la guerra que las
provincias del norte venían librando contra ella. Además, el 25 de mayo firmó un tratado con Gran Bretaña
prohibiendo el tráfico de esclavos. Así buscaba reforzar su relación con la mayor potencia como contrapeso a
los franceses y la medida le servía también para afianzar aún más su vínculo con los negros porteños.
Quienes estaban descontentos habían empezado a reunirse al menos desde marzo, pese a la vigilancia del
régimen. Muchos eran jovenes de la elite influenciados por la Asociación de la Joven Argentina. Un resultado
fue la formación del “Club de los Cinco”, una pequeñisima sociedad secreta. Luego el líder fue Ramón Maza,
hijo de Manuel, el dirigente rosista. Uno de los que fue convocados a unirse delató todos los planos a Rosas,
quien inmediatamente hizo prender a Maza.
Si bien el gobernador ejercía un poder autocrático y supervisaba lo más posible las acciones de sus
seguidores, eso no implica que los manejara como títeres. Por más que los federales netos, como se
autoproclamaban, solían obedecerlo ciegamente, también tenían iniciativas propias y hacían sus
interpretaciones de las órdenes que bajaba el gobierno. El rosismo no se reducía a Juan Manuel de Rosas.
En septiembre de 1839 parecía que la tensión descendía, pero a fines de octubre en Dolores y Chascomús se
alzaron en armas muchos de los antiguos soportes de Rosas. El levantamiento no llegó a durar dos semanas
y con él se fue el último intento realizado en Buenos Aires de terminar con Rosas hasta 1852.
La oposición había quedado muy debilitada, aunque el gobierno sabía que mientras continuara el bloqueo
francés y Lavalle estuviera en campaña, tendría un aliciente para conspirar.
Después de eso fue evidente que cualquier actividad política se había vuelto casi imposible en la
ciudad. Por eso, 1839 fue un año clave porque con él terminó prácticamente la acción antirrosista en
el ámbito urbano. p.83.
Por convencimiento o para no ser molestados, muchos mostraban explícitamente su adhesión al régimen. En
primer lugar, existía un atuendo/ vestimenta federal: Somellera se vistió como tal con una chaqueta, chaleco
colorado y sombrero, llamados de panza de burro. Muchas puertas y ventanas fueron también incluidas en el
furor por el rojo punzó.
En agosto de 1840 Lavalle inició su demorado ataque a Buenos Aires. En el norte de la provincia consiguió
varias adhesiones. Este trató de ocultar lo más posible el impopular apoyo francés y sostuvo que no venía a
representar a una forma de gobierno, para así evitar chocar con el preponderante federalismo; la lucha era
contra la “tiranía” de Rosas.
Luego de la retirada de Lavalle hacia santa fe, llegó la noticia de que un enviado del Rey de Francia había
llegado a Montevideo para negociar con el gobierno porteño. Lo peor de la crisis parecía estar superado.
Durante todo ese período, la Sociedad Popular Restauradora se reunía con regularidad, convocaba a misas
por la Santa Causa y organizaba frecuentes guardias de honor para el gobernador, en fechas como el
comienzo de las sesiones de la Sala de Representantes.
Diferenciar el terror de 1842 del de 1840. En ese año, las muertes fueron si no ordenadas por Rosas,
toleradas por él. Los asesinatos de 1840 fueron para Rosas una forma de descomprimir, a través de la
acción de la Mazorca, la tensión que vivía la ciudad. Pero sobre todo fue una forma de aterrorizar a la elite
porteña. No bastaba ya con usar la divisa punzó y mostrar una total neutralidad. Era una solución a la
tradición de actividad política de la élite, una forma de terminar de disciplinarla. Sin duda, fue efectiva.
En 1842, en cambio, la Mazorca parece haber actuado por su cuenta. La matanza de abril de 1842 parece
haber sido una venganza llevada a cabo por los federales extremos contra aquellos a quienes volvieron a
indicar como unitarios, producida por el hastío de la guerra y en algunos casos, posiblemente, por el deseo de
apoderarse de algunos bienes de las víctimas. Las muertes dependían de Rosas, pues apenas lo ordenó las
muertes cesaron
Las muertes del terror no fueron tantas como las que provocaron los enfrentamientos bélicos y los
fusilamientos. Lo que horrorizó a la población afectada fue el método: asesinatos “a domicilio”, la
sensación de total indefensión y de estar expuestos a gente capaz de todo. En la campaña hubo represiones
y fusilamientos que el Gobierno llevó adelante abiertamente, pero en general no hubo actividades importantes
de grupos no oficiales como La Mazorca.
La crisis del sistema rosista iba a concluir durante 1842 con el rotundo triunfo rosista en Arroyo
Grande.
La ciudad había sido disciplinada. En junio de 1846, la entonces innecesaria Mazorca dejó de existir.
Podría aventurarse que la década de 1840 fue políticamente la menos agitada de esa urbe durante
todo el siglo XIX.
Conclusión:
Hubo tres elementos que legitimaron y permitieron el accionar del rosismo: 1, la sacralización de la causa
federal (combatir a una causa santa demonizaba a quienes lo hacían y justificaba que se los eliminara); 2, la
identificación de Rosas como salvador y defensor de la patria ante la agresión extranjera; 3, el clasismo.
Los opositores a Rosas señalaron el apoyo plebeyo y el igualitarismo como uno de los rasgos claves del
régimen. Había una identificación popular con el federalismo que contribuyó a que se viera la presión política
ejercida sobre la elite como una suerte de revancha social.
También Rosas aseguró que los momentos de terror fueron protagonizados por la plebe. La diferencia era que
él la consideraba espontánea, mientras que sus enemigos, al igual que la mayoría de los historiadores
posteriores, se encargaron de enfatizar que fue el Restaurador el que dirigió la represión. También pudo ser
usada para legitimarse ante la misma plebe y a la vez contribuir a su desmovilización real. Porque si la plebe
rosista se consideraba en algún punto representada por las acciones de los mazorqueros, entonces Rosas
también avanzaba en su principal objetivo, la construcción de un orden.
Mientras que a la plebe porteña se la vigilaba y disciplinaba con las pocas herramientas estatales existentes,
fundamentalmente la policía, a la elite disidente se la perseguía apelando a grupos que de alguna manera se
arrogaban una representatividad popular.
El terror fue sólo parcialmente popular, de hecho quedó en pocas manos y se convirtió en una política
de gobierno.
A través de las actividades de la SPR y sobre todo de la Mazorca, el régimen rosista desmovilizó cualquier
posibilidad de acción colectiva de sus mismos partidarios plebeyos y fue moldeando una sociedad con una
agitación política muy inferior a la que había dado lugar al ascenso del Restaurador. Y el terror fue urbano,
fundamentalmente porque en la ciudad se concentraba la élite en la Buenos Aires de la época.
-FRADKIN Raúl, GELMAN Jorge Juan Manuel de Rosas. La construcción de un liderazgo político, Buenos
Aires, EDHASA, 2015, Cap. 10 El sistema de Rosas y su dinámica histórica (pp. 383-402).
---Rosas estanciero. La imagen que nos presenta Rosas de sí mismo como propietario y administrador de
estancias es la de un patrón todopoderoso que va a terminar de manera autoritaria con todas estas prácticas,
imponiendo definitivamente su potestad sobre sus trabajadores y el respeto de sus derechos de propiedad a
toda la población rural de su entorno. p387 errónea.
¿Qué encontramos entonces en las estancias de Rosas? Las estancias de Rosas incluían en los años veinte,
en los años treinta y en los años cuarenta a una gran cantidad de pobladores que desarrollaban en ellas
actividades por cuenta propia, ya fuera en ganadería o en agricultura. Y no solamente Rosas debía tolerar,
contra su voluntad, a aquellos pobladores que desde años antes habían ocupado de favor una parte de sus
terrenos, sino que a lo largo del tiempo bajo análisis lo vemos teniendo que aceptar a nuevos ocupantes que
clamaban por misericordia, le pedían un pedazo de terreno para paliar el hambre de su familia o reivindicaban
servicios a la patria y a la Federación. Rosas tenía que aceptar estos argumentos y usaba estos recursos
para construir su autoridad, como herramientas en la lucha política y como una forma de conseguir hacerse
“un nombre” entre los paisanos.
Esta debilidad del estanciero para imponer sus derechos de propiedad sobre sus tierras se vincula con la
cuestión central de la economía agraria de la región en esta época, la escasez de mano de obra.
Este fenómeno estructural no sólo se relacionaba con la escasez de la población para un territorio muy amplio
y que en este período conoce una fuerte expansión, sino con las posibilidades de un acceso más o menos
fluido a la tierra para gran parte de esa población. p391
La mayor parte del tiempo el trabajo era realizado principalmente por trabajadores libres, capataces y peones
de diversas calidades y experiencias. Las relaciones laborales estaban sometidas a una frecuente
negociación y renegociación. p392
Conclusión: Rosas se convirtió en un riquísimo estanciero y tal experiencia debe haber influido en su manera
de acercarse a la política. No caben dudas de que Rosas quiso imponer cambios radicales en la forma de
organizar las reglas del juego del mundo rural, en particular en lo que atiene a los criterios de propiedad y en
los sistemas de trabajo. Pero rápidamente tuvo que darse cuenta del poder de negociación de los sectores
subalternos, tanto los pequeños propietarios como los ocupantes de hecho, peones, indígenas, con quienes
debía transar si quería conservar algo de orden, hacerse de algunos trabajadores y obtener algún
rendimiento de los cuantiosos emprendimientos rurales que gerenciaba. p393
---Rosas, ¿Representante de las clases propietarias o líder popular? Además de las posiciones de
Sarmiento, Lynch y la corriente revisionista, todas tienen algo en común: ya sea para defender los intereses
de las elites o los intereses de la nación, Rosas aparece como el líder que guía a unas masas que le siguen
fielmente y que carecen de la más mínima capacidad autónoma de intervención. Es decir que en todos los
casos la popularidad que unos y otros reconocen en este líder se debe a la subordinación de las masas ya
sea por la jerarquía natural que Rosas tenía en tanto gran propietario o en tanto jefe político de la nación
amenazada.
Respecto de las invasiones inglesas de 1806 y 1807, la cuestión es capital pues las experiencias políticas que
hacen posible comprender la emergencia del rosismo no pueden ser entendidas sin inscribirlas en el ciclo de
movilización política de las clases populares porteñas, urbanas y rurales, que se desarrolló al menos entre
1806 y 1833, y que tuvo enorme incidencia en la configuración de sus culturas políticas. Para el sector rural
podemos referir una larga experiencia de investigación que desde los años ochenta del siglo XX comenzó
cuestionando la presencia dominante de una elite terrateniente en el sector rural porteño colonial y que
postuló y demostró la existencia de una sociedad dominada por la pequeña y mediana explotación de
tipo campesina.
¿Cuál era la sociedad rosista? Esta sociedad, no era una en la que frente a un grupo muy rico de
estancieros sólo había peones y gauchos demundios de todo recurso, sino que se trataba de una sociedad
con un fuerte peso de esos actores humildes o intermedios, con fuertes lazos en las comunidades locales,
con una cultura común que favorecía su reproducción social y que en muchos cuestionaban los intereses de
los grandes propietarios. Se trataba de una sociedad con importante movilidad social y con escasas
jerarquías establecidas.
Sin restablecer el orden político alterado por la revolución y las incesantes disputas entre las élites, no hay
ninguna posibilidad de restaurar un orden social alteradísimo ni desarrollar algún negocio rural próspero. La
obsesión central de Rosas son justamente el orden y la subordinación, el respeto del orden político
diseñado y de las jerarquías sociales y del derecho de propiedad.
El primer gobierno de Rosas se sustentaba en una amplia coalición integrada, o al menos apoyada, por una
diversidad de sectores. Era una suerte de reconstrucción de aquella coalición que había permitido superar la
crisis porteña de 1820 aglutinando a casi todas las clases propietarias.
Por supuesto en toda ocasión posible Rosas tratará de limitar la intervención autónoma de los sectores
populares y de construir herramientas para “encauzarla y dirigirla”. Y en los momentos en los que logra
consolidar su alianza con los sectores propietarios buscará limitar incluso cualquier tipo de intervención
política popular.
Orientaciones de las políticas implementadas hacia la base de la pirámide social en el primer
gobierno:
- Una apuntaba al restablecimiento del orden y la disciplina social de modo que la persecución de
bandidos y salteadores se transformó en una clave prioritaria del gobierno.
- Una segunda se orientó a decisiones destinadas a reparar la situación de las familias pobres de
la campaña que habían sostenido la resistencia federal.
- Una tercera dirección estuvo destinada a consolidar sus relaciones con la población
afrodescendiente implementando la formación de batallones milicianos de libertos como los
“Defensores de Buenos Aires” y “Libertos de Buenos Aires”, entre 1830-31 y el batallón de
“Restaurador de las Leyes” en 1835.En los años siguientes, estas orientaciones se mantuvieron y en
particular se acentuó el lugar social y político de la población de color como sostén del rosismo.
Lo que define las acciones de Rosas no es ni la defensa sistemática de los sectores propietarios ni la de los
sectores populares, sino la construcción o reconstrucción del orden social y político y su lugar
liderando ese proceso. Y en el contexto que describimos eso podía significar en ciertos momentos hacer un
esfuerzo por disciplinar a los sectores populares y en ello podía incluir la represión más dura sobre las
conductas que consideraba “desviadas” de los subalternos, pero en otros apoyarse en esos sectores
populares para someter a unas elites que lo cuestionaron o que Rosas considera que alteran la capacidad de
construir un orden estable.