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I.S.F.D.

N°41 HISTORIA 2-2

Parcial Domiciliario de
Historia Americana Y Argentina I

Profesora: Valiñas Gabriela María


Alumno: Naselli Mauro Uriel
DNI: 41.065.851
1. A fines del siglo XVIII, encontramos un Virreinato del Río de la Plata
configurado en dos grandes sectores, un vasto Interior con complejas arquitecturas
geográficas, que se extienden desde las mesetas altoperuanas al este de los Andes
hasta las sierras pampeanas, y un Litoral con grandes estructuras demográficas y
fuertemente influenciada por las culturas locales mediante el mestizaje. Debido al
contexto colonial, la construcción de estos espacios y sus economías estaban a
disposición de las necesidades del Potosí, el yacimiento argentífero más importante
del Alto Perú que brindaban constantes ingresos a las arcas de la Corona española.
Sin embargo, tanto el Interior como el Litoral, eran estructuras
intrínsecamente heterogéneas, la constitución de la distintas comarcas y sus
economías variaban regionalmente en función de las ventajas comparativas que
ofrecían las determinaciones geográficas y como producto de distintas configuraciones
sociales que permitieron a distintos sectores establecerse como las elites dominantes
según su prestigio e importancia en el circuito económico.
El Interior, en rasgos generales, no se beneficia de tierras fértiles y se dedicara
en su mayoría a la ganadería mular como vacuno. Es por estos motivos que
encontramos casos como en la jurisdicción de Salta cuya estructura social basada en
diferencias de sangre, otorga a la aristocracia peninsular posesión de las limitadas
tierras fértiles de las zonas bajas destinadas a la agricultura mientras que las tierras
altas son dedicadas a la ganadería. Ambos tipos de producto generan grandes
riquezas y son altamente demandados en el mercado del altiplano reproduciendo aún
más la riqueza de las elites. La estructura social salteña basada en la polarización de
la plebe mestiza y los grupos dirigentes se traducirá en el repudio hacía los esfuerzos
revolucionarios y su carácter de lucha social contra el Rey.
Por otro lado, la jurisdicción de Tucumán se presenta en este marco como el
nexo entre los dos polos comerciales más importantes, Buenos Aires y el Perú. A
diferencia de la alta concentración de la propiedad salteña, en Tucumán el prestigio
social es obtenido mediante la prosperidad generada en el comercio. Así, grupos de
artesanos y mercaderes se alzan como las elites dominantes las cuales dirigirán sus
esfuerzos a mantener sus vínculos comerciales con Buenos Aires y el Alto Perú.
En este sentido, el ejemplo de Salta y Tucumán representa que tan complejas
eran la organización social y económica, variando en cada ciudad y sus jurisdicciones.
Mientras Santiago del Estero se desarrollará como un núcleo exportador de mano de
obra debido a su pobreza interna, Córdoba encontrará en la ganadería una salida
económica rentable como alternativa o actividad complementaria al comercio urbano.
Otras actividades económicas como la minería, el transporte o la producción de
bebidas alcohólicas como el vino o el aguardiente serán explotadas en La Rioja,
Mendoza, San Luis y San Juan, siendo en el panorama del Virreinato, economías
enfocadas a la exportación y no al consumo local.
La otra cara de la coyuntura rioplatense, el Litoral, se verá remarcada por un
proceso de prosperidad comercial, en tanto que Buenos Aires se establecerá como la
capital y puerto meridional del imperio español. Las Reformas Borbónicas habrán
configurado un nuevo Litoral, principalmente mediante la destitución de los jesuitas,
dejando a las grandes comunidades que habían establecido bajo administración
española y volcando los excesos demográficos hacia el sur en las estancias del Alto
Uruguay y Entre Ríos. Esta área del virreinato se enfocaba en la exportación de
materias como el algodón y la yerba mate dejando a sus vecinos, como Santa Fe,
como importantes intermediarios de este tráfico y a su vez propenso al contrabando
por los circuitos brasileros. Por otro lado, la oficialización de Buenos Aires como puerto
del Imperio, habría integrado a las economías del interior y el litoral a los mercados
europeos mediante las rutas del Atlántico. En este contexto, el Litoral se enfocará en la
cría del ganado haciendo de la hacienda la principal unidad de producción del
virreinato. El ascenso de la ganadería, por un lado, se impondrá en la coyuntura
económica contemporánea como uno de los medios para el mantenimiento de los
esclavos, sujetos privados de derechos que serían el mayor aporte de mano de obra
en las estancias o en las propiedades urbanas de la aristocracia. Y, por otro lado, esta
actividad progresa debido a su posibilidad de competir ante la crisis de los precios
bajos producto del Tratado de Libre Comercio de 1778 que empobrecería al Interior en
conjunto con la crisis metalífera del Potosí contemporánea a aquellos sucesos. En
este marco, la estancia es el centro de la vida económica en el Litoral, combinando
ocasionalmente con la agricultura cerealera.
La hegemonía de Buenos Aires como centro de comercio ultramarino facilitó el
establecimiento de grandes comerciantes peninsulares cuyo modus operandi está
basado en la distribución de importaciones europea cobrando en metálico, asegurando
ganancias muy altas. Este esquema fomentaría la reproducción de la riqueza a través
de los vínculos con los agentes comerciales españoles recalcando las diferencias
sociales entre los criollos y los peninsulares. Esta situación daría luz a la consolidación
de un grupo de comerciantes altamente dependientes del orden colonial y sus
circuitos, los cuales entrarán en crisis mediante las distintas guerras en Europa que
obligaran a Buenos Aires buscar alternativas de autonomía comercial para paliar las
consecuencias económicas, mientras que por otro lado otros sectores sociales de
criollos ganarían las oportunidades para consolidarse en el poder mediante la
reivindicación de la libertad de comercio y la autonomía política.
La crisis revolucionaria enfrentara con recelo a los sectores mercantiles cuyos
vínculos de dependencia económica radicaban en las estructuras coloniales y sus
vínculos con los puertos españoles. Sin embargo, eran las limitaciones que el mismo
monopolio español implantaba, lo que impulso la necesidad de la autonomía comercial
del Río de la plata. Los constantes esfuerzos destinados a la lucha contra los realistas
y su peso fiscal, habrían afectado al progreso económico de Buenos Aires, mientras
que la interrupción de los circuitos lícitos con el Alto Perú habría favorecido a la
emergencia del contrabando por parte del Interior para paliar la escasez de metálico.
La fragmentación de intereses y del virreinato en sí mismo era acompañado por las
distintas políticas que chocarían con los intereses de los criollos porteños, así nuevos
actores como los comerciantes en Chile rivalizarían con Buenos Aires por el control
comercial mientras que la emergencia de una Confederación Federal en el Litoral se
impondría como otro proyecto de autonomía regional.
2. Los factores que constituyeron la crisis del orden colonial en el virreinato del
Río de la Plata se deben contextualizar en un marco internacional. A comienzos del
siglo XIX el contexto europeo se encuentra sumergido en una serie de conflictos a
gran escala entre las principales potencias coloniales. España, en la búsqueda de
mantener su hegemonía, se encuentra en una situación incómoda acosada por el
predominio comercial británico y los ideales revolucionarios franceses. En este
panorama se produce en 1804 la derrota de la Gran Armada española por los
británicos en Trafalgar.
La derrota en Trafalgar es un hecho culminante de la crisis de la hegemonía
española, un proceso que se venía gestando décadas antes. Ya en 1790, comienza a
emerger una nueva estructura comercial de mundo, en esta nueva coyuntura Buenos
Aires obtendrá distintas libertades económicas que permitirán a sus mercados subsistir
en detrimento de la autoridad española. Este liberalismo económico dotara a Buenos
Aires de una autonomía que, aunque en teoría se la ha denominado temporal, en la
práctica dejar una huella de los ideales revolucionarios a los sectores de criollos más
beneficiados y los enfrentará con los otros grupos burocráticos peninsulares y
comerciantes que se beneficiaban del régimen colonial.
La destrucción de la flota española es la materialización de la vulnerabilidad
española, con este suceso España no solo pierde uno de sus símbolos más
importantes con los cuales imponía la legitimidad del dominio sobre el Atlántico, sino
que también la Gran Armada era uno de los medios más importantes para llevar a
cabo las tareas logísticas entre la Corona y sus dominios transoceánicos.
La fragilidad de las comunicaciones que tendrá España con Buenos Aires,
facilitará que, en 1806, Gran Bretaña invada al puerto porteño denotando la disolución
de las instituciones coloniales. La conquista de la ciudad, efímera, por parte de los
ingleses se tradujo en la sumisión voluntaria de los grandes comerciantes y
autoridades eclesiásticas que veían en el dominio inglés la reproducción de sus
intereses personales y por otro lado la huida del Virrey Sobremonte se ha calcado en
el imaginario popular como el abandono de la corona a sus responsabilidades ante sus
súbditos y por ende la finalización del pacto colonial.
En este clima, no fueron los estudios burocráticos en prestigiosas
universidades, ni las hábiles formas de comerciar lo que lograrán reconquistar a
Buenos Aires, si no la preparación militar de hombres como Liniers quien dirigió a las
distintas milicias locales conformadas por criollos, auxiliada por indígenas y esclavos,
estos últimos obligados a formar parte de la conscripción.
La victoria ante los ingleses influyó en un proceso de militarización para la
defensa del virreinato y será la herramienta principal para las futuras guerras de la
independencia coloniales. El prestigio que condecoraba ser partícipe de las milicias
permitió a los actores criollos obtener posiciones de poder político que en el contexto
de quiebre de las autoridades peninsulares y sus instituciones continentales, serán el
catalizador de la denuncia hacia el régimen colonial y su legitimidad, dando pie a un
nuevo ambiente de transformaciones políticas, sociales y económicas fomentado,
además, por la invasión napoleónica a España en 1808 y la destitución de la
monarquía peninsular.
3. El proceso revolucionario se presenta en el Interior de las Provincias Unidas
como un proyecto perturbador del orden tradicional basado en el sistema de castas y
sangre que favorecía a las elites locales. Para integrar el Interior al nuevo orden
político, Buenos Aires empleara distintas estrategias que variaban entre la cohesión
social, mediante el envió de representantes de los intereses revolucionarios a los
distintos cabildos provinciales y la mediación con las autoridades, y la coacción militar
mediante el uso de los ejércitos para subyugar las resistencias locales.
En el panorama revolucionario, desde 1810, la guerra ha transformado a las
Provincias Unidas. El Interior representa para Buenos Aires la posibilidad de sostener
los esfuerzos bélicos, esfuerzos que cada vez se hacen más imperantes resolver.
Debido a la gran carga que ha generado las estrategias llevadas a cabo para liberar el
Alto Perú, Buenos Aires tomará una postura que parecería ir en contra de sus propios
ideales revolucionarios con respecto al interior. Siendo mantener la estabilidad
regional una de las mayores prioridades del nuevo gobierno, se han concedido
mayores libertades hacia el interior, conservando de esta manera el equilibrio ya
establecido tradicionalmente mediante las distintas familias locales.
En la coyuntura bélica, el entramado social del Interior ha permitido el ascenso
de figuras dedicadas a la actividad militar que fomentarán el clima de conflictos entre
las mismas familias de renombre por el control local. En este ambiente, Buenos Aires
concibe que mantenerse neutral sobre las familias generaría la menor discordia, en
tanto que, al mismo tiempo, en el Litoral, se producía un movimiento revolucionario
que amenazaba el nuevo orden porteño que podría influenciar en las políticas del
Interior.
En los últimos años contra la resistencia realista, las milicias locales para el
ejercito patriota son indispensables. Exhaustos de lucha, el gobierno central se vuelva
hacia los nuevos actores de trasfondo militar para dirigir a las milicias del Interior, sin
embargo, este medio serán el embrión de un poder autónomo que competirá por la
autoridad del Interior ante el gobierno central.
La disolución del orden establecido por el proceso revolucionario será un
proceso consecuente de los eventos que venimos describiendo. La ineficacia que ha
presentado el nuevo aparato gubernamental ha resultado en grandes fracasos para
subyugar las áreas del litoral que imponían todavía su propia resistencia ante las
autoridades de Buenos Aires. El enfoque hacia el Alto Perú y las fronteras indígenas,
han dejado el paso libre en el Litoral para que en 1815 nos encontremos una
confederación consolidada bajo el poder de Artigas.
Durante estos años, la creciente autonomía de los grupos del interior generará
conflictos con los mandatos centrales del Directorio. Si a este factor le agregamos la
ruina del comercio altoperuano el cual se encuentra completamente estancado y las
onerosas consecuencias que la guerra provoca en la economía como el déficit de
mano de obra, los impuestos y el escaso comercio, la fragmentación del orden
revolucionario, ya para 1820, se hace evidente en el creciente sentimiento opositor a
Buenos Aires y el temor disidente del Interior.
El gobierno directorial, finalmente se disolverá luego de la Batalla de Cepeda,
en la cual la victoria federal permitirá una transformación profunda a las estructuras
que habían implantado los revolucionarios en Buenos Aires. En estos cambios, se
hacen presentes como las elites criollas que habían dirigido las políticas del Directorio,
no eran idénticas entre sí, denotando grandes conflictos internos entre los intereses de
cada clase social y el temor a una rebelión plebeya que confronte a estas elites.

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