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TEMA 2

El Estado social y democrático de Derecho como estructura del


orden constitucional: Características del Estado de Derecho, del
Estado democrático y del Estado social.- La evolución del Estado
liberal de Derecho al Estado social y democrático de Derecho.

Como señalamos en el tema anterior, el artículo 1.1 de la


Constitución establece que “España se constituye en un Estado social y
democrático de Derecho”. Esta fórmula es considerada por muchos la
expresión del régimen político actual de nuestro país. Implica que el Estado
reúne tres características diferenciadas: la de ser “social”, la de ser
“democrático” y la de ser “de Derecho”, características perfectamente
conciliadas entre sí y que son producto de una evolución histórica
desarrollada entre los siglos XVIII y XX.

La primera de estas formas de Estado en aparecer históricamente es


el “Estado de Derecho”.

El Estado de Derecho.

Es aquel en el que los poderes públicos quedan sometidos al imperio


de la ley. En la Constitución, el carácter de Estado de Derecho de nuestro
país queda plasmado en el artículo 9.1 al establecer que “los ciudadanos y
los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del
ordenamiento jurídico”.

El Estado de Derecho aparece en el siglo XVIII como producto de la


Guerra de Independencia de los Estados Unidos y de la Revolución
Francesa, aunque será esta última la que con más fuerza extenderá esta
formula política por Europa desde finales del siglo XVIII y a lo largo del
siglo XIX.

El Estado de Derecho surge como contraposición a la monarquía


absoluta en la cual el Estado se personifica en la figura del Rey el cual tiene
en su mano todos los poderes. La ley es así un mero instrumento utilizado
por el Rey para gobernar a la nación. Es por tanto el monarca quien dicta
las leyes, las aplica y las interpreta a su propio criterio. El Rey queda de

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esta forma por encima de la ley que emana y tiene su justificación en el
propio monarca. Los ciudadanos se configuran así como súbditos del
monarca y quedan bajo su voluntad y autoridad.

Con la Revolución Francesa se invierten estos términos y son ahora


los poderes del Estado los que quedan bajo el dominio de la ley. Los
ciudadanos ya no deben obedecer a las personas que encarnan el poder,
sino que deben obedecer las leyes que también tendrán que ser acatadas por
aquellos que ocupan los cargos públicos. Los individuos dejan de
considerarse como súbditos de un monarca y pasan a ser considerados
como ciudadanos libres e iguales de una nación, de tal forma que el Estado
debe intervenir lo mínimo posible en la vida social y económica del país
que será regida por los propios ciudadanos en el ejercicio de su libertad.

El Estado de Derecho presenta las siguientes características:

1.- Sumisión del poder a la ley. La ley está por encima de aquellos
que detentan el poder.

2.- Proclamación de un conjunto de derechos y libertades


individuales. Se trata de derechos y libertades que garantizan al
individuo un suficiente grado de autonomía y libertad sin ingerencias
por parte del Estado (libertad ideológica, libre elección de profesión
u oficio, propiedad privada, libertad de empresa, libertad de
circulación, etc.) junto a los cuales también se incluyen derechos que
permiten al ciudadano participar en la vida política y social (libertad
de expresión, libertad de asociación, libertad de reunión, etc.)

3.- Separación de poderes. La efectividad de la sumisión del poder a


la ley requiere como condición establecer una separación de los
poderes del Estado. De esta forma será el poder legislativo, que
ostenta el Parlamento, el que dicte las leyes; será el poder ejecutivo,
ostentado por el Gobierno, quien las aplique; y será el poder judicial
(jueces y tribunales) el que interprete las leyes y resuelva, conforme
a éstas, los conflictos que puedan plantearse.

Sin embargo, el sistema sociopolítico surgido con la Revolución


Francesa, denominado “Estado liberal de Derecho” será insuficiente para
hacer frente a los profundos conflictos sociales que se generan a lo largo
del siglo XIX. La revolución industrial da lugar a la aparición de una nueva

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clase social, el proletariado, con intereses profundamente distintos a los de
la sociedad burguesa que estableció el Estado liberal de Derecho. La
mínima intervención del Estado en la economía y la absoluta libertad de
mercado generarán fuertes desigualdades sociales así como crisis
económicas periódicas, cuyo máximo exponente fue el crac de 1929. Por su
parte, la existencia de un sufragio censitario, basado en elecciones en las
que solo pueden participar determinados ciudadanos, genera gobiernos
alejados de las fuertes reivindicaciones sociales procedentes de las clases
más desfavorecidas, lo cual dará lugar a continuas guerras y revoluciones
de carácter social durante todo el siglo XIX y parte del siglo XX.

Esta situación dará lugar a la necesidad de dar entrada en la política a


estos nuevos grupos sociales, con sus intereses e ideologías distintos a los
de la sociedad burguesa, permitiendo su acceso al poder mediante
elecciones libres e iguales con participación de todos los ciudadanos. Todo
ello sin renunciar a los logros conseguidos por el “Estado de Derecho”.
Nace así el llamado “Estado Democrático de Derecho”.

El Estado democrático.

Las características esenciales del Estado democrático son las


siguientes:

1.- Soberanía nacional. Significa el reconocimiento de que la


soberanía reside en el pueblo del cual emanan los poderes del Estado.
Este principio viene así reconocido en el artículo 1.2 de nuestra
Constitución.

2.- Sufragio Universal. El sufragio universal implica que todos los


ciudadanos sin ningún tipo de discriminación, están llamados a
participar en las elecciones. El voto debe ser libre (sin coacciones de
ningún tipo), secreto (a fin de garantizar la ausencia de coacciones),
igual (a cada ciudadano corresponde un voto, teniendo todos los
votos, procedan de quien procedan, el mismo valor) y directo (cada
ciudadano vota por sí mismo sin posibilidad de delegar su voto en
otra persona). En España, no existió el sufragio universal sino hasta
el año 1931, en que, por primera vez, se reconoce el derecho al voto
de las mujeres. En nuestra Constitución, el sufragio universal se
consagra como un derecho fundamental en el art. 23.1.

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3.- Pluralismo Político. La existencia de una democracia requiere el
reconocimiento del pluralismo político, de forma que no puede
existir una verdadera democracia si solo se admiten determinadas
ideologías en el juego político, excluyendo las demás. En nuestra
Constitución, el artículo 6 configura a los partidos políticos como el
instrumento fundamental para la participación política y la formación
y manifestación de la voluntad popular.

4.- Democratización de la vida social. Un Estado democrático debe


fomentar el pluralismo y la democracia en todos los ámbitos de la
vida social. De esta manera, los ciudadanos no solo están llamados a
participar en la vida pública mediante su voto en las elecciones, sino
que disponen de muchos otros cauces para intervenir de forma activa
en la toma de decisiones (sindicatos, asociaciones, negociación
colectiva, derecho de huelga, de manifestación, de petición, etc.). Así
mismo, la propia Constitución exige que las instituciones creadas
para potenciar dicha participación tengan, a su vez, en su estructura
interna, un funcionamiento democrático. Así se exige, por ejemplo,
para los partidos políticos en el artículo 6, para los sindicatos de
trabajadores y las asociaciones empresariales en el artículo 7, o para
los colegios y las organizaciones profesionales en los artículos 36 y
52).

Continuando con el desarrollo histórico, la entrada en la política de


nuevas clases sociales tampoco fue suficiente para dar respuesta a los
conflictos sociales planteados de forma que, en varios países europeos,
tales conflictos desembocaron en la instalación de regímenes totalitarios de
uno u otro signo. La Revolución Rusa dará lugar al régimen totalitario de
Stalin, la República Alemana de entreguerras desembocará en el régimen
nazi de Hitler, en Italia se asentará el fascismo de Mussolini y, en España,
la democracia de la II República no podrá evitar el estallido de la guerra
civil y la instalación de un régimen totalitario a consecuencia de la guerra.

Se plantea así la necesidad de dar una respuesta eficaz a las


demandas sociales con independencia de quién ocupe en cada momento el
poder. De esta forma, los regímenes democráticos evolucionan hacia una
nueva fórmula de Estado que, manteniendo los logros tanto del Estado de
Derecho como del Estado democrático, confiera al sistema de suficiente
estabilidad fijando una serie de principios y objetivos a los poderes

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públicos que deberán ser respetados sea quien sea el que, en cada momento
y mediante elecciones libres, acceda al poder.

Aparece así el “Estado Social y Democrático de Derecho”.

Estado social

El Estado social es aquel en el que los poderes públicos tienen la


obligación de actuar en favor de los grupos sociales más desfavorecidos.
Para ello tendrán como objetivo, por un lado, promover el incremento de la
riqueza de la nación como condición indispensable para el progreso social,
y por otro lado, deben propiciar la más justa distribución de la riqueza de
forma que los beneficios del progreso económico conlleven el progreso,
muy especialmente, de los sectores más desfavorecidos.

El Estado social se caracteriza por lo siguiente:

1.- Intervencionismo económico por parte del Estado. La economía,


por tanto, no se rige únicamente por las reglas de libre mercado sino
que el Estado tiene la facultad de adoptar medidas para controlar la
economía, impidiendo o moderando las crisis económicas periódicas
y fomentando el crecimiento de la riqueza. Para intervenir en la
economía el Estado cuenta con dos instrumentos fundamentales:

-La planificación económica.

-El sostenimiento de un sector público muy desarrollado.

2.- Políticas sociales para garantizar un bienestar mínimo a todos los


ciudadanos. Ello supone que los poderes del Estado asumen la
obligación de favorecer el acceso de todos los ciudadanos a
determinados bienes y servicios, estableciendo un sistema de
prestaciones sociales que garanticen un mínimo nivel de vida. Se
busca, como objetivo, lo que algunos autores denominan “estado del
bienestar”.

3.- Proclamación constitucional de un conjunto de derechos sociales.


Junto a los derechos individuales conquistados por el Estado de
Derecho que garantizan al ciudadano un mínimo ámbito de libertad

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para el desarrollo de su personalidad y su participación en la
sociedad, el estado social implica el reconocimiento, dentro de la
propia Constitución, de una serie de derechos sociales que se
configuran como mandatos u obligaciones de los poderes públicos de
conseguir que todos los ciudadanos puedan acceder a una serie de
bienes y servicios (cultura, sanidad, educación, medio ambiente, etc.)
y de actuar especialmente en favor de los grupos sociales más
desfavorecidos. Para muchos autores unos y otros derechos están
íntimamente relacionados por cuanto no se puede hablar de una
verdadera libertad del individuo mientras éste no tenga cubiertas sus
necesidades más básicas.

Junto a las anteriores características esenciales del Estado social,


existen otras como la fuerte presión fiscal, que se configura como un
instrumento para redistribuir la riqueza, obteniendo recursos de las clases
más favorecidas que se invierten en prestaciones y servicios para los menos
favorecidos, o el crecimiento de una amplísima burocracia necesaria para el
sostenimiento de un sector público muy desarrollado. Dicha burocracia
deriva en los que algunos denominan “tecnocracia” y que supone la
incorporación de individuos cada vez más técnicos y preparados para
ocupar puestos de responsabilidad en las administraciones públicas. La
“eficacia” y no la “ideología” se convierte así en el criterio fundamental
para ocupar el poder.

El carácter marcadamente social de nuestra Constitución se plasma


en muchos de sus artículos, de entre los que podemos destacar el artículo
9.2 en cuanto que atribuye a los poderes públicos la obligación de
promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y
de los grupos en que se integra sean reales y efectivas, el artículo 33.2 que
atribuye una “función social” a los derechos de propiedad privada y
herencia, el artículo 40.1 que ordena a los poderes públicos promover las
condiciones favorables para el progreso social y económico y para una
distribución de la renta regional y personal mas equitativa, en el marco de
una política de estabilidad económica, el artículo 128 que subordina toda la
riqueza del país al interés general y reconoce la iniciativa pública en la
actividad económica, o el 131 que confiere al Estado la facultad de
planificar la actividad económica general para atender a las necesidades
colectivas, equilibrar y armonizar el desarrollo regional y sectorial y
estimular el crecimiento de la renta y de la riqueza y su más justa
distribución.

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En definitiva, el Estado social y democrático de Derecho conjuga
principios capitalistas con principios socialistas producto de una larga y
conflictiva evolución histórica, principios que en la actual Constitución
Española se combinan para garantizar que la libertad, la justicia, la
igualdad y el pluralismo político sean una realidad en nuestra sociedad.

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