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L A B Ú S Q U E D A D E L M É T O D O N A T U R A L

Autor: JORGE LLORENTE BOUSQUETS

COMITÉ DE SELECCIÓN
EDICIONES
AGRADECIMIENTOS
EPÍGRAFE
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
I. PARA QUÉ CLASIFICAR LOS SERES VIVOS, O
...¿QUÉ DIABLOS ES AGRUPAR ESPECIES?
II. CÓMO CLASIFICABAN LOS MAYAS Y LOS FORE LAS
...PLANTAS Y LOS ANIMALES
III. LINNEO Y ADANSON:
...¿ DOS CLASIFICADORES DE PLANTAS CON PUNTOS
...DE VISTA ENCONTRADOS?
IV. LAMARCK, DARWIN Y SUS HEREDEROS O ¿CÓMO
...CONSIDERAR LAS TEORÍAS DE LA EVOLUCIÓN
...CUANDO HAY QUE CLASIFICAR TANTAS ESPECIES?
V. HACIA LA NUEVA SISTEMÁTICA:
...LA TAXONOMÍA EXPERIMENTAL, HUXLEY, LOS ATRIBUTOS MOLECULARES
...Y MICROSCÓPICOS Y OTROS CARACTERES DE LAS ESPECIES
VI. CON LAS CUENTAS CLARAS SE CONSERVAN LOS AMIGOS, O RECORDAR
...A MICHEL Y PERDERSE ENTRE NÚMEROS
VII. MADRE... SÓLO HAY UNA. HENNING, NELSON Y WILEY:
...PROPUESTA Y EVOLUCIÓN DEL MÉTODO PARA ELABORAR
...CLASIFICACIONES NATURALES
VIII. MÁS ALLÁ DEL MÉTODO
EPÍLOGO
GLOSARIO
MATERIAL DE LECTURA
CONTRAPORTADA
C O M I T É D E S E L E C C I Ó N

Dr. Jorge Flores

Dr. Leopoldo García-Colín Scherer

Dr. Tomás Garza

Dr. Gonzalo Halffter

Dr. Guillermo Haro †

Dr. Jaime Martuscelli

Dr. Marcos Moshinsky

Dr. Arcadio Poveda

Dr. Héctor Nava Jaimes

Dr. Juan José Rivaud

Dr. José Sarukhán K.

Coordinadora fundadora:

Física Alejandra Jaidar †

Coordinadora:

María del Carmen Farías


E D I C I O N E S

Primera edición, 1990

Dibujos de:

ADOLFO NAVARRO SIGÜENZA

ÓSCAR SÁNCHEZ HERRERA

HUGO PONCE ULLOA

La Ciencia para todos, es proyecto y propiedad del Fondo de Cultura Económica, al que
pertenecen también sus derechos. Se publica con los auspicios de la Subsecretaría de
Educación Superior e Investigación Científica de la SEP y del Consejo Nacional de Ciencia
y Tecnología.

D.R. © 1990, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA, S. A. DE C. V.

Av. de la Universidad, 975; 03100 México, D. F.

ISBN 968-16-3420-9

Impreso en México
A G R A D E C I M I E N T O S

A ALFREDO BARRERA M.†, GONZALO HALFFTER S., JUAN LUIS CIFUENTES L. y


JESÚS MANUEL LEÓN C., cuyas enseñanzas y orientación en biología comparada, al
principio de mi carrera, fueron de indudable significación en mi formación como aprendiz
científico. A GARETH NELSON, que ha dejado huella imborrable en la nueva generación
de taxónomos y biogeógrafos.

La primera vez que se emprende la tarea de escribir un libro surgen muchas dificultades,
como sucede en muchas otras actividades que requieren del ejercicio permanente y
cotidiano, además del talento y habilidad que cada tarea exige. Para mí ha sido difícil, por
insuficiencia de los atributos citados y la ausencia de práctica en la redacción; sin embargo,
no quiero que tales aseveraciones sean una disculpa de los resultados alcanzados por el
presente libro, los cuales serán juzgados, finalmente, por los lectores. Por este medio
quiero agradecer a todas las personas que contribuyeron entusiasta y críticamente a
revisar la redacción de diversos borradores de partes de este libro: Juan Luis Cifuentes,
Antonio Lacano, Gerardo Guerra, Juan Pedro Laclette, Adolfo Navarro, Óscar Sánchez y,
muy especialmente, Otilia Arroyo, Jesús Manuel León y mi compañera Isolda Luna,
quienes me ayudaron a hacer comprensibles algunas ideas de este libro. Cuando lo
concluí, advertí que era necesario ilustrarlo, para lo cual decidí pedir la ayuda de mis
siempre solícitos colegas Adolfo Navarro, Óscar Sánchez y Hugo Ponce, quienes con su
fino sentido del humor, a través de sus caricaturas, rescataron para el amplio público varios
pasajes de la obra aparentemente complicados.

Durante la estructura del presente tomo siempre estuvo la exhortación constante de Anita
Hoffmann y la paciente y amable espera de María del Carmen Farías, Juan Luis Cifuentes
y Alejandra Jáidar.
E P Í G R A F E

Por un principio suyo empezaremos: ninguna cosa nace de la nada; no puede hacerlo la
divina esencia: aunque reprime a todos los mortales el miedo de manera que se inclinen
a creer producidas por los dioses muchas cosas del cielo y de la tierra, por no llegar a
comprender sus causas. Por lo que cuando hubiéremos probado que de la nada nada
puede hacerse entonces quedaremos convencidos del origen que tiene cada cosa; y sin
la ayuda de los inmortales de qué modo los seres son formados. Porque si de la nada
fuesen hechos, podría todo género formarse de toda cosa sin semilla alguna. Los hombres
de la mar nacer podrían, de la tierra los peces y las aves, lanzáranse del cielo los ganados,
y las bestias feroces como hijos de la casualidad habitarían los lugares desiertos y
poblados: los mismos frutos no daría el árbol, antes bien diferentes los daría: todos los
cuerpos produjeran frutos; pues careciendo de principios ciertos, a las cosas ¿qué madre
señalamos? Pero es porque los seres son formados de unas ciertas semillas de que nacen
y salen a la luz en donde se hallan sus elementos y primeros cuerpos: por lo que esta
energía circunscribe la generación propia a cada especie. La doctrina fundamental. De la
naturaleza de las cosas TITO LUCRECIO CARO (99-55 a.C.)
P R Ó L O G O

La necesidad de clasificar a los seres vivos siempre ha sido una preocupación importante
de las culturas y civilizaciones, y se ve reflejada en la enorme riqueza de términos
zoológicos y botánicos del vocabulario de los lenguajes y dialectos hablados por varias
etnias y culturas. Lo cual se debe, precisamente, a que las clasificaciones constituyen
sistemas de palabras y símbolos que denotan conceptos y, en el campo de la biología
tratan de ofrecer un estimado de la diversidad, las relaciones y la organización de la vida.

El hombre y las sociedades que forma han tenido que reconocer su entorno biótico y
describir sus discontinuidades, a la vez que denominar cada una de las unidades que
componen la diversidad de los seres vivos, para así formular un arreglo clasificatorio de
los organismos.

Los fundamentos aplicados a las clasificaciones biológicas han variado notablemente a lo


largo de la historia; de acuerdo con algunos investigadores en función de las creencias,
religión o cosmovisión, en el caso del hombre precientífico, o bien, de acuerdo con las
concepciones de la especie y sus atributos, de las teorías acerca de la historia evolutiva
de los organismos, del reconocimiento de patrones bióticos y de la necesidad de clasificar
fenómenos, procesos, acontecimientos y características de los seres vivientes, esto ya en
tiempos más "modernos" o postlinneanos. En ambos casos, las filosofías prevalecientes
han desempeñado un papel muy importante, como marcos de referencia de esas
clasificaciones.

En las últimas décadas, parece haberse alcanzado un mejor entendimiento de lo que las
clasificaciones de los organismos han sido y deben ser con respecto a sus estructuras,
funciones y propiedades; también en cuanto a sus usos y a la necesidad como patrón de
referencia fundamental en las ciencias biológicas. Además, hay un conocimiento mayor
de la sistemática y/o taxonomía de las especies, lo que significa un mejor entendimiento
de los atributos biológicos de los organismos o grupos de ellos y de su historia evolutiva
(filogenia).

Lo anterior ha venido acompañado de grandes avances tecnológicos en las herramientas


taxonómicas, tanto de aquellas que nos permiten reconocer variados y complejos
caracteres o propiedades de los organismos, más allá de la macromorfología tradicional,
por ejemplo: morfofisiología, técnicas bioquímicas o de biología molecular para el estudio
de macromoléculas, microscopio electrónico, estudios finos de embriología, ecología y
etología, como de aquellas herramientas que nos permiten un manejo tremendamente
expedito y ágil de la dispersa información recabada, por ejemplo: computadoras y
construcción de enormes colecciones de ejemplares en museos o instituciones de
investigación que incluyen una amplia representación geográfica y estacional de
poblaciones y especies.

Por otra parte, en las últimas tres décadas el debate de innumerables aspectos
emprendidos por las tres escuelas de taxonomia biológica contemporánea ha permitido
grandes avances en el esclarecimiento de los fundamentos, conceptos y métodos de las
clasificaciones biológicas, a saber: 1) Taxonomía fenética, numericista o neoadansoniana.
2) Taxonomía filogenética, genealogista o cladista. 3) Taxonomía evolucionista, filista,
gradista o tradicional

Las tres escuelas taxonómicas han transformado la sistemática biológica y su repercusión


abarca, en mayor o menor grado, a todas las disciplinas biológicas; pero, sin duda, el
descubrimiento de algunos de los fundamentos de las taxonomías folk contribuyó
sobremanera a la historia de la taxonomía de las ciencias biológicas, al ver en las
clasificaciones de Linneo —el padre de la taxonomía moderna— los mismos principios y
una categorización jerárquica similar a la de aquéllas de las culturas mayas estudiadas
por Berlin, Breediove, Raven y Barrera.

En este libro se pretende ofrecer un panorama breve, una visión histórica del quehacer de
la taxonomía biológica contemporánea; por ello se tratan algunos rasgos sobresalientes
de su historia, sus funciones, necesidades, herramientas técnicas y de análisis, así como
sus propiedades, la polémica y aspectos del debate reciente.
I N T R O D U C C I Ó N

Hasta fines del siglo XVI, la semejanza ha desempeñado un papel constructivo en el saber
de la cultura occidental [...] permitió el conocimiento de las cosas [...] Si es verdad que las
cosas que se asemejaban eran infinitas ¿podemos, cuando menos, establecer las formas
según las cuales podían llegar a ser semejantes unas a otras? [...] las figuras principales
que prescriben sus articulaciones al saber de la semejanza. Hay cuatro que son, con toda
certeza, esenciales [...] la convenientia. A decir verdad, la vecindad de los lugares se
encuentra designada con más fuerza por esta palabra que la similitud. Son "convenientes
las cosas que, acercándose una a otra, se unen, sus bordes se tocan, sus franjas se
mezclan, la extremidad de una traza el principio de la otra". Así se comunica el movimiento,
las influencias y las pasiones, lo mismo que las propiedades [...] a la similitud, en cuanto
razón sorda de la vecindad, se superpone una semejanza que es el efecto visible de la
proximidad [...] La semejanza impone vecindades que, a su vez, aseguran semejanzas...
La convenientia es una semejanza ligada al espacio en la forma de "cerca y más cerca".
Pertenece al orden de la conjunción y del ajuste. Por ello, pertenece menos a las cosas
mismas que al mundo en el que ellas se encuentran. El mundo es la "conveniencia"
universal de las cosas... Así, por el encadenamiento de la semejanza y del espacio, por la
fuerza de esta conveniencia que avecina lo semejante y asimila lo cercano, el mundo forma
una cadena consigo mismo. En cada punto de contacto comienza y termina un anillo que
se asemeja al anterior y se asemeja al siguiente; y las similitudes se persiguen de círculo
en círculo... el mundo permanece idéntico; las semejanzas siguen siendo lo que son y
asemejándose. Lo mismo sigue lo mismo, encerrado en sí mismo.

"La prosa del mundo-Las cuatro similitudes" en Las palabras y las cosas,

MICHEL FOUCAULT (1968)

Releía hace algún tiempo un periódico donde Arthur Koestler señalaba varios criterios
populares para calificar un procedimiento o estudio como científicos. Destacaba la
descripción, la sistematización, la medida, la explicación, la predicción y al conocimiento
del Universo. Después de un brevísimo análisis, descartaba estos criterios como
elementos que caracterizan exclusivamente a la ciencia; sin embargo, sostenía que es
difícil concebirla sin las acciones de contar, medir, ordenar, organizar, clasificar y
sistematizar.

Con este planteamiento inconcluso volví a numerosas lecturas sobre lo que se debe
entender por ciencia, la clase de preguntas que plantea, sus métodos y los tipos de
conocimientos que produce. Desde luego, de acuerdo con mis intereses e inquietudes, me
circunscribí tanto como pude a la biología, particularmente a la taxonomía, todo ello para
responder la pregunta de si el clasificar a los seres vivos podría considerarse como una
actividad científica, si suponemos que la clasificación es la tarea central de la taxonomía.

Como acontece a menudo, antes de dar una respuesta, una rápida reflexión conduce al
reconocimiento de que la pregunta es imprecisa o está mal planteada, por lo que la
respuesta puede ser irrelevante, en este caso por dos razones fundamentales: 1) la
taxonomía biológica no es sinónimo de clasificación biológica, aunque la incluye, y 2) la
taxonomía biológica comprende otras dos disciplinas que son a la vez una base muy
importante en la biología y en la clasificación de los seres vivos: a) el reconocimiento de
especies, conceptos de especie y patrones de especiación, y b) la historia evolutiva de los
organismos o filogenia, particularmente el aspecto de relaciones de consanguinidad o
genealogía. Sin estas disciplinas, la taxonomía de los seres vivos podría equivaler a
clasificar cualquier conjunto de objetos. ¿Quiere esto decir que los seres vivos son distintos
de otros objetos o fenómenos, de modo que puedan y deban clasificarse de manera
distinta?

La respuesta sería positiva si se considera que entre los seres vivos pueden descubrirse
—objetivamente— unidades distintas y discontinuas llamadas especies, que tienen o han
tenido una posición definida en la escala del tiempo y un lugar determinado en la biósfera.
La respuesta sería afirmativa si se acepta también que estas especies se originaron como
una modificación a partir de otras, es decir, que tienen genealogía reconocible.

Lo anterior significa que las especies existen y se diferenciaron a partir de otras por
evolución; en consecuencia, las asociaciones de similitud que se reconozcan entre las
especies con fines de ordenamiento y sistematización deben ser mejor entendidas a través
de la teoría de la descendencia con modificacion. De esta forma, similitud de los caracteres
o atributos de los organismos debe ser interpretada a la luz de la evolución.

La respuesta pudiera ser negativa si se considera que los seres vivos pueden agruparse
no únicamente de acuerdo con su historial de descendencia, sino con otras propiedades
de lo vivo, por ejemplo: en función de determinados atributos ecológicos, la presencia de
determinados caracteres moleculares y otros aspectos más; así, los organismos se
pueden clasificar —por simple similitud— en asociaciones bióticas o bajo otros conceptos
ecológicos o bioquímicos como ecosistemas, comunidades; o por poseer o no alguna
molécula.

De acuerdo con los anteriores puntos de vista podemos reconocer que la ciencia no
pretende decir mentiras ni ocultar verdades y busca distinguir entre hechos y
especulaciones y a la vez puede aceptarse que clasificar a los seres vivos en una
perspectiva evolutiva es una actividad científica, puesto que no es una tarea de mero
ordenamiento, ya que para ello se necesita postular o suponer mucho más que la suma
de similitudes y diferencias; por ejemplo, del conocimiento de hipótesis y teorías sobre las
afinidades de las especies, de sus características y de su evolución en el tiempo y en el
espacio. Por lo tanto, con el fin de clasificar especies siempre se requerirá del
planteamiento de hipótesis de relación genealógica (relaciones sanguíneas). Establecer
una clasificación filogenética de los seres vivos demanda métodos y procedimientos
racionales que permitan reconocer, como partes constitutivas del universo biológico, a
conjuntos de entidades afines o taxa, con el fin de descubrir sus relaciones de ancestría-
descendencia. Ésa es la forma de descubrir una parte del orden orgánico entre los seres
vivos, y de acuerdo con este orden histórico es posible expresar su clasificación.

La relectura del artículo de Koestler citado en un principio estuvo unida a dos anécdotas
que necesito relatar aquí para esclarecer mi preocupación original sobre si el clasificar a
los seres vivos es o no una actividad científica.

La primera data de hace algunos años, cuando mi tutor científico, el doctor Alfredo Barrera
—quien me guió en los primeros pasos en taxonomía y me ayudó a efectuar mis primeras
lecturas críticas en esta disciplina— nos platicaba a un grupo de aprendices lo siguiente:
en una ranchería del estado de Puebla, en los alrededores de los volcanes Iztaccíhuatl y
Popocatépetl, durante un trabajo de recolección de mamíferos y sus pulgas, se hizo de
varios amigos locales; uno de ellos pidió que le diera trabajo a su hija en la ciudad, una
joven de escasos 15 años, a lo cual él accedió. Como taxónomo del Museo de Historia
Natural de la ciudad de México en Chapultepec le enseñó los caracteres
macromorfológicos de los insectos, que permitían asignarlos a un grupo taxonómico de
nivel de familia dentro de una clasificación de insectos adoptada (hay varios cientos de
familias entre los insectos); con el tiempo y el examen de muchos insectos, la joven
adquirió tal pericia que pronto aventajó a todos los aprendices del maestro y a menudo
ocupaba menos tiempo que el maestro rnismo, sin requerir de microscopio, para separar
en familias las decenas o cientos de insectos que ingresaban en la colección del museo.

Esto era un ejemplo que entre burlas y chistes nos servía a los aprendices a dedicar más
tiempo para alcanzar las mismas habilidades que la joven de nuestro ejemplo.

La segunda anécdota ocurrió algunos días después de un viaje de vacaciones con mi


familia, donde mi hija y yo dedicamos tiempo a la recolección de pequeñas conchas y
caracoles en las playas de Acapulco. Al regresar a México nos dimos a la tarea de
separarlos, ordenarlos o clasificarlos, para ella es lo mismo, pues lo entiende como
subconjuntos de conchas o caracoles agrupados por tamaños, colores o formas. Con
extraordinaria rapidez Isolda, de casi seis años, formó pequeños montones de caracoles
y conchas, los cuales separaba por alguna propiedad fácilmente observable y de modo
que, en cada montón, los uniera al menos algún atributo en común.

En las dos anécdotas anteriores, los conjuntos de muestras de seres vivos fueron
ordenados de acuerdo con similitudes, sin que hubiera de por medio alguna hipótesis de
relación o teoría biológica. Los elementos de los grupos formados en insectos, conchas y
caracoles eran adjudicados por la similitud observada; entre los distintos grupos sólo
mediaba la discontinuidad en forma, tamaño y color.

Ambas personas clasifican objetos sin reconocer que las formas, tamaños y colores que
poseen están ligados o interrelacionados por fenómenos biológicos; las similitudes que
exhiben los seres vivos son el resultado de tales fenómenos.

Un taxónomo que pretenda hacer una clasificación filogenética necesita conocer diversas
teorías biológicas para interpretar los atributos de los organismos, asignar cada organismo
a una especie y descubrir las relaciones genealógicas o de ancestría-descendencia de las
especies objeto de estudio.

Si clasificáramos las especies por simple similitud, sin interpretar evolutivamente los
organismos y la similitud de sus caracteres, podrían encontrarse muchos sistemas de
clasificación, por ejemplo: la similitud morfológica, fisiológica, genética y ecológica
desembocarían en sistemas de clasificación morfológica, fisiológica, etc. Todos estos
sistemas y otros más son posibles y necesarios en la biología, pero el fundamental que
parece responder al fenómeno más universal en la biología y bajo el que son mejor
entendidas todas las similitudes es el sistema filogenético, al que pueden ser referidos
otros sistemas de clasificación.

Deseo señalar, finalmente, que la meta del libro es mostrar varios problemas acerca de la
clasificación de los seres vivos, para lo cual tuve a disposición dos alternativas: la primera
era intuitiva y consistía en formalizar los conceptos e ideas, mientras que la segunda —
que es la elegida— consiste en examinar con una secuencia histórica los conceptos e
ideas en la taxonomía de los seres vivos, es decir, seguir el camino de "la búsqueda del
método natural".

Quiero terminar esta introducción parafraseando a Barrera, Woodger y Koestler. El primero


decía que frecuentemente se afirma que sistematizar los datos obtenidos en una
investigación no es "hacer ciencia", porque no implica la interpretación de los mismos.
Pocas veces se reconoce —aunque éste sea el principal objetivo de la ciencia— que el
descubrimiento del orden orgánico del universo que se estudia no sólo comprende
procesos de identificación, sino que en dicho orden se refleja la naturaleza de los
componentes del universo y se explica la índole de las relaciones que pueden guardar
entre sí. De todos modos, sin la paciente labor de los compiladores, clasificadores y
descriptores —que aún hace mucha falta para el desarrollo de diferentes campos de las
ciencias naturales y sociales en México— no sería posible encontrar relaciones, establecer
orígenes y trazar líneas de desarrollo evolutivo aplicables a los hechos o fenómenos
observados. Por otra parte, el biólogo inglés Woodger opinaba que una ciencia es un
conjunto sistematizado de proposiciones que se refieren a un tema determinado, a lo cual
Koestler respondía que, de acuerdo con esta definición, una colección de chistes sobre
los pericos donde los chistes aparecieran en orden alfabético sería un tratado científico.

Trataré de mostrar aquí que realizar investigaciones en taxonomía biológica, es decir,


clasificar a los seres vivos, no es una mera sistematización de proposiciones, de modo
que no puede aplicarse a esta actividad la ridiculización de Koestler sobre los chistes de
pericos; más bien estoy de acuerdo con Barrera y Sokal en que la clasificación es una de
las tareas fundamentales de la ciencia; es necesario ofrecer los objetos, procesos y
fenómenos de un modo ordenado durante, o antes, de poder descubrir las relaciones,
principios y leyes que los regulan. Una gran cantidad de hechos tienen lugar con tal
variedad y número que si no son ordenados sistemáticamente es imposible obtener
información sobre ellos. Los compuestos químicos, los grupos de estrellas y los centenares
de miles de especies que habitan en nuestro planeta, constituyen ejemplos de tales
hechos. El mundo es infinitamente complejo pero, en la práctica, como biólogos, nos
incluimos en una esfera particular de interés con una gama de fenómenos restringidos, a
los cuales ordenamos y sistematizamos de acuerdo con la multitud de datos generados
por nuestras observaciones, con la pretensión de descubrir su orden orgánico de un modo
racional.

No obstante, aunque hoy sabemos que la simple descripción científica no puede ser
completamente "objetiva", los biólogos consideran como una tarea primordial encontrar
criterios racionales para agrupar ciertos individuos o procesos y distinguirlos de otros. Esta
tarea es fundamental para la sistemática. Los biólogos deseamos ofrecer enunciados
válidos en relación con nuestro mundo material, pues reconocemos que la vida es
"controlada" por un programa, el cual coordina la construcción real del organismo y su
duplicación, que incluye el propio programa coordinador, como una autoorganización. Y
deseamos formular estos enunciados a pesar de que reconocemos la variabilidad de las
formas de vida.

En esta obra se sigue más o menos un orden histórico, pero a la vez se analizan o se
ponen de relieve las ideas más sobresalienes en biología con implicaciones en la
taxonomía. A lo largo de este libro el lector reconocerá que me refiero sólo a determinados
protagonistas, ciertas obras, contados países y algunas fechas o periodos; no quisiera que
el lector entendiese que la historia de la ciencia debe interpretarse así. Simplemente
compréndase que la extensión del libro y la audiencia a la que principalmente va dirigido
impone fuertes limitantes, además de las propias del autor, las cuales me conducen a ser
selectivo y adoptar estilos cómodos y hasta cómicos para narrar pasajes históricos en la
ciencia. Sin embargo, el lector debe advertir que las ideas, conceptos y términos usados
en la ciencia de hoy con frecuencia tiene una larga y accidentada historia.

La ciencia no es solamente la unión de voluntades y genialidades de los científicos, sino


que estos personajes están condicionados en su trabajo por cosmovisiones y
cotidianeidades religiosas, filosóficas, políticas y económicas del entorno social en que
viven. Además, dependen de la evidencia u observaciones producidas por todos sus
demás colegas (anteriores y contemporáneos) y de las posibilidades tecnológicas a su
alcance. Esto también forma parte de la historia de las clasificaciones de los organismos.
I . P A R A Q U É C L A S I F I C A R L O S S E R E S
V I V O S , O ¿ Q U É D I A B L O S E S A G R U P A R
E S P E C I E S ?

Las taxonomías no son percheros neutrales o arbitrarios para un conjunto de conceptos


inmutables, ellas reflejan (o aun crean) diferentes teorías acerca de la estructura del
mundo. Como Michel Foucault mostró en varios excelentes libros [...] cuando usted conoce
por qué clasifica a la gente en cierta forma, usted entiende cómo piensa ella. GOULD y
VRBA, 1982

CLASIFICAR a los seres vivos o hablar de su clasificación no es ofrecer una larga lista de
términos latinos ordenados y asignados de algún modo a los hongos, las plantas, los
animales y los organismos microscópicos, como algunos podrían esperar. Para enumerar
los cerca de tres millones de especies de seres vivos que habitan la Tierra, si tuviéramos
el afán de "darlos a conocer" —cada nombre con un promedio de veinte letras, que incluya
los signos de puntuación y escritos seguidamente sin dejar espacios— se requerirían 1
500 páginas impresas como las de este libro. Sólo para enumerar del mismo modo las
aproximadamente 200 000 especies de seres vivos que habitan en México se necesitaría
un mínimo de 122 páginas. Aunque esto se pudiera hacer, ¿qué utilidad tendría? Tal vez
alguna para varios biólogos y otros científicos, pero ninguna para las demás personas.

Es más productivo saber que hay una clasificación principal y otras de "menor
importancia". Resulta de mayor trascendencia el reconocer los problemas, las
necesidades, algo sobre los métodos y un poco sobre la historia de las ideas y de los
autores que han trabajado en las clasificaciones de los organismos, además de saber
quiénes son y dónde clasifican a los seres vivos. Por otra parte es reconocer la
indispensable relación que existe entre la clasificación y otras disciplinas científicas
estrechamente afines, expresadas por los términos taxonomía-sistemática, filogenia, así
como destacar las unidades básicas en la clasificación de los seres vivos: individuos,
organismos, demos, poblaciones, especies y grupos taxonómicos superiores o
supraespecíficos.

LA CLASIFICACIÓN DE LOS SERES VIVOS: UN PROBLEMA DE AYER, HOY Y


MAÑANA

La clasificación de los organismos siempre ha sido una actividad importante en todas las
culturas, lo cual se ve reflejado en la enorme riqueza de términos botánicos y zoológicos
existentes y en los vocabularios encontrados de los diferentes dialectos y lenguajes de
todos los rincones de la Tierra. Esto se debe a que las clasificaciones son sistemas de
palabras o símbolos que denotan conceptos, ya que tales sistemas ponen en contacto y
comunicación a todo miembro de una comunidad con su entorno biótico y con el estado
del conocimiento de éste.

Hoy en día, las clasificaciones biológicas intentan ofrecer una estimación de la diversidad,
las relaciones y la organización de la vida, que sea consecuente con las ideas de la historia
evolutiva.

El hombre, ya sea individualmente o en las sociedades que forma, ha tenido que reconocer
su universo biológico y describir sus similitudes y discontinuidades, a la vez que descubrir
y establecer las unidades, principios y leyes que subyacen en la variedad y el número de
los seres vivos. De esta manera, se han formulado arreglos clasificatorios que han
permitido entender a los seres vivos. Los fundamentos que han servido a los taxónomos
o naturalistas de antaño para proponer clasificaciones biológicas han variado a lo largo de
la historia de la humanidad y de la ciencia.

Los biólogos en la actualidad siguen descubriendo especies de virus, algas, caracoles,


mariposas o palomillas y otros insectos. Ocasionalmente, incluso, se publican
descripciones de nuevas especies de peces, ranas, salamandras, víboras, culebras y
animales de pelo o pluma. Cada día tiene mayor arraigo la idea ya mencionada en la
introducción de este libro, a saber, que la clasificación fundamental de los seres vivos es
aquella que se conoce como evolutiva o filogenética, lo cual quiere decir que las similitudes
y diferencias entre los organismos son un producto o consecuencia de las relaciones de
ancestría o descendencia de las poblaciones y especies a las que pertenecen. No se
clasifica a las especies de acuerdo con qué tanto se parecen o difieren en su conjunto de
características, sino en función de las especies que les dieron origen, cuyo resultado es
que haya especies hermanas derivadas de una especie ancestral común.

El colega entomólogo, mencionado por el autor de este libro.

El descubrimiento de más especies y las hipótesis de relación de descendencia son las


que demandan modificaciones a las clasificaciones de ayer y hoy. Las clasificaciones muy
antiguas trataban con varios cientos de especies, aquéllas efectuadas en un pasado
reciente, con decenas de millares, y las actuales clasifican centenas de millares de
especies. En el futuro, según cálculos aproximados, se clasificarán varios millones.
Clasificar todas estas especies no es una mera sumatoria, pues hay que postular su
ubicación dentro de la historia de la vida, esto es, debe reconocerse a su posible especie
parental y sus especies hermanas —la madre y las hijas—, lo cual puede implicar cambios
importantes en las clasificaciones anteriores y en las actuales.

Las clasificaciones del pasado tenían como objeto principal reunir especies por comunidad
de parecido (similitud general) y no por comunidad de origen (ancestría-descendencia).
Ayer se percibían las discontinuidades de formas y funciones con base en las cuales eran
reconocidas las especies y se construían clasificaciones; actualmente, dado que estas
formas y funciones se reconocen como un producto heredado, se plantea la pregunta de
cuál fue la especie parental, esto es, la especie primigenia —la madre—, de tal modo que
aquellas especies que provienen de una misma especie ancestral se reúnen en un mismo
grupo de especies o taxón, aun cuando aparentemente difieran en la similitud de varios
caracteres, porque cada especie puede transformar sus caracteres de modo
independiente durante la evolución, pues al ser diferentes y al estar sometidas a presiones
diferenciales por su medio ambiente, sus rutas o direcciones y su cantidad de cambio en
la evolución pueden diferir.

Los caracteres de un mismo origen que comparten las especies son de dos tipos: aquellos
que eran exclusivos y que heredaron de la especie que les dio origen — la especie
madre— y aquellos que son compartidos con sus especies hermanas pero provienen
desde la especie "abuela" u otra más antigua. Por otra parte, en la clasificación se refleja
el carácter cambiante y progresista de la ciencia, pues un mejor conocimiento de la
evolución y por ende de las relaciones de ancestría-descendencia de las especies, así
como el nuevo conocimiento de especies y caracteres, ocasionan necesariamente
cambios en las clasificaciones antiguas y en las contemporáneas.

LAS DEMANDAS A LAS CLASIFICACIONES DE AYER, HOY Y MAÑANA

Desde la Introducción y en párrafos anteriores se ha insistido en que la clasificación


filogenética, fundamental para la biología y la ciencia, es un marco de referencia contra el
cual puede confrontarse cualquier otro sistema de clasificación de organismos basado
sobre la mera similitud y sus interrelaciones.

Todo estudio comparado en biología requerirá un sistema biológico general de referencia.


La biología actual es un vasto conglomerado de subdisciplinas que a menudo hacen
frontera con muy diversas ciencias, como la química y la física, la antropología y la
medicina. Un sistema general de referencia, basado en el fenómeno más central de la vida
—la evolución organísmica—, permitirá las más diversas comparaciones que pueden partir
de la biología o de cualquier otra ciencia. Este tipo de clasificación puede considerarse un
resumen de datos sobre la evolución de los organismos clasificados, esto es, como
hipótesis acerca de su orden en la naturaleza.

También se ha señalado anteriormente que puede haber otros sistemas de clasificación


necesarios y posibles, según sea el tipo de evidencia, semejanza o interrelación de los
organismos biológicos que deben clasificarse, pero tales sistemas se fincarán
esencialmente en el grado de semejanza (similitud-diferencia) y no en la afinidad de los
seres vivos, que proviene de su proximidad de origen o de derivación genealógica. De otro
modo, esos sistemas particulares se basarán en propiedades de generalidad reducida en
los seres vivos.

Independientemente del sistema general de referencia y de otros sistemas particulares,


los científicos han discutido acerca de los pronósticos o fines de la clasificación biológica
y sostenido que de acuerdo con tales fines se deben construir clasificaciones.

Muchos científicos sostienen que la función principal de las clasificaciones biológicas es


la comunicación sintética a través de ellas de las propiedades o atributos de las
poblaciones, especies o grupos de especies. Algunos han añadido la posibilidad de poder
integrar nueva información a las clasificaciones, sean caracteres o especies nuevas; esto
es, una función que sirva como reservorio o memoria. También se ha planteado que la
información en las clasificaciones pueda ser fácilmente recuperada. Puede pensarse que
esta demanda a la clasificación biológica pretende relegar como secundario el
establecimiento de un sistema general de referencia; el problema no debe verse así, dado
que ambos asuntos no son opuestos y la necesidad de información planteada es real y
legítima, pero está relacionada en mayor medida con una estructura de clasificación que
haga posible su manejo por medios computarizados para que, además de cumplir con los
requisitos señalados, se pueda usar de modo práctico y rápido.

Otros científicos han sostenido que cualquiera que sea la clasificación, debería ser estable.
Con esto quieren decir que sufra el menor número posible de cambios, lo cual es
congruente con la necesidad de que las clasificaciones tengan poder de predicción, por
ejemplo: que si se llegasen a conocer más especies o a usar más caracteres o atributos
en los estudios de los organismos, las clasificaciones y los nombres usados debieran
observar pocos cambios, pues la predictibilidad y la estabilidad de la clasificación lo haría
posible. Algunos taxónomos asocian estrechamente el criterio de comunicabilidad con el
de estabilidad; sostienen que una clasificación inestable, que constantemente pasa por
muchos cambios, no puede servir para la comunicación de las propiedades o
interrelaciones entre los seres vivos, lo cual intuitivamente no es aceptable. En este caso
no sólo se trata de un problema de estructura de las clasificaciones sino de algo más
fundamental.

Actualmente no existe una solución ideal, óptima o "la mejor" para tales demandas en su
conjunto. Sin embargo, los científicos no han cejado en su búsqueda para resolver esos
problemas y han ofrecido algunas soluciones; aunque el problema central persiste debido
a que se continuarán descubriendo nuevas especies y no podemos predecir cómo alterará
esto las relaciones de ancestría-descendencia hasta ahora establecidas entre las especies
que se conocen. Por otra parte, debe tomarse en cuenta que el estudio de nuevos
caracteres (micromorfológicos, químicos y genéticos) no analizados todavía en
muchísimos grupos de organismos promete cambios en las supuestas relaciones
genealógicas basadas exclusivamente en unos cuantos caracteres.

Tómese en cuenta que es posible progresar en el conocimiento del proceso y los


mecanismos de la evolución de los seres vivos, de modo que sus resultados también
afecten la interpretación de la similitud de los caracteres en las filogenias de los taxa o
grupos de organismos. Estos tres tipos de avance o progreso en la biología tendrán sus
consecuencias en la genealogía que hoy postulamos para los organismos conocidos y,
por ende, afectarán en mayor o menor grado las clasificaciones en la biología.

Ante tal situación, los taxónomos o sistematas han convenido en algunas fórmulas para
traducir las relaciones de ancestría-descendencia —expresadas en unos diagramas de
ramificación llamados árboles evolutivos o cladogramas— mediante los cuales se apliquen
modificaciones mínimas en los sistemas de palabras (clasificaciones). Por otra parte, el
uso cada vez más difundido de las computadoras en la taxonomía ha permitido dar
diversas soluciones a los problemas de comunicación y estabilidad de las clasificaciones.
El uso de estas máquinas de hacer cuentas rápidas y almacenar grandes cantidades de
información también ha ofrecido soluciones significativas a dos problemas en clasificación:
uno de ellos respecto al proceso de construcción de los árboles evolutivos y sus
clasificaciones, cuando éstos están basados en muchísimos caracteres o son muchas las
especies de un grupo que hay que clasificar; otro problema es cuando ya tenemos
construida una clasificación, pues los biólogos requieren "identificar" cotidianamente
diversos organismos de manera rápida.

De cualquier modo, no todas las soluciones a los problemas que necesitan por ahora
numerosos científicos son soluciones a problemas cotidianos que reciben soluciones
prácticas y operacionales por medios electrónicos. Existen otros problemas mucho más
complejos y profundos en taxonomía, como el de la comparación de las categorías
clasificatorias y clasificaciones y el de la congruencia entre las clasificaciones basadas en
caracteres distintos —moleculares y morfológicos— y de fases distintas —juveniles y
adultos— que serán tratados en otro momento.

¿DÓNDE Y QUIÉNES CLASIFICAN A LOS SERES VIVOS?

En países como el nuestro y también en otros donde la ciencia se encuentra mucho más
avanzada, la taxonomía o sistemática biológica están íntimamente asociadas con
instituciones de investigación científica, museos, universidades y sociedades científicas.
Sin embargo, una parte importante de los avances en el conocimiento de la clasificación
de los seres vivos se debe, como en el caso de tantas disciplinas científicas, a una
compleja mezcla de voluntad, disciplina, talento, sacrificio y resistencia de los biólogos que
entregan su vida a tal actividad. Los premios principales de los hombres de ciencia son
sobrevivir, y una supuestamente "mejor" comprensión del mundo orgánico al que han
enfocado sus intereses. Otro premio moral, no menos importante y que se recibe después
de largos años, es haber despertado o madurado intereses similares en algunos
aprendices de la biología. El producto de su trabajo puede o no tener un impacto positivo,
inmediato o a largo plazo, en la ciencia misma, en la economía y en la sociedad.

Los taxónomos de tiempo completo comúnmente trabajan en relación con centros de


colecciones o museos, donde su actividad se dirige a la biología comparada, que estudia
tres temas diferentes: 1) similitudes y diferencias en los atributos de los organismos; 2) la
historia de los organismos en el tiempo y 3) la historia de los organismos en el espacio.
Las dos primeras ramas básicamente desembocan en la taxonomía; la tercera, como las
dos primeras, se relaciona con la biogeografía, ciencia que estudia la distribución de los
seres vivos.

Se ha dicho que los taxónomos trabajan con organismos o seres vivos; sin embargo,
acabamos de señalar que frecuentemente están asociados a museos donde hay
colecciones de matas o bichos muertos, conservados en seco o en alcohol. ¿Acaso ambas
cosas se oponen? La respuesta es no, y para ello tendríamos que comentar algo sobre
los museos y las colecciones que albergan.

Un museo biológico puede concebirse como un espacio donde se alojan colecciones de


organismos, así como la información escrita e iconográfica sobre ellos; estos organismos
se adquieren, registran, investigan y preservan por los taxónomos en sus estudios
florísticos y faunísticos. Al hacerlo, deben cumplirse diferentes principios, dos de ellos muy
importantes: 1) que ocupen el menor espacio posible, pero a la vez conserven y muestren
las estructuras o propiedades conceptuadas de valor para su clasificación; 2) que en su
recolección y estudio sean aplicadas las mismas técnicas, procedimientos, equipos y
materiales, de modo que la comparación de atributos entre los distintos organismos sea
estandarizada y no se oculten o compliquen las comparaciones, como resultado de no
cuidar este "principio de homogeneidad". Los museos con colecciones biológicas pueden
definirse como centros de información donde la literatura especializada, los especialistas
—taxónomos y personal técnico— y las colecciones guardan una estrecha
interdependencia, cuya meta primordial es el estudio de la diversidad organísmica y la
contribución para formular un sistema general de referencia en la ciencia de la biología.

A menudo se dice que el "corazón" de los museos son las colecciones. Por dos razones
principales, éstas tienen un enorme valor: a) a partir de ellas se ha producido gran parte
del conocimiento que se tiene sobre la diversidad de los organismos. Valen tanto por lo
que contienen como por lo que han ofrecido y ofrecen a todos los investigadores dedicados
a su estudio, y b) contienen una información que de otro modo estaría dispersa en el
tiempo y espacio. Las poblaciones ahí representadas en ocasiones están extintas o han
sido diezmadas. De esta manera, las muestras así reunidas son relativamente perennes
o de larga preservación, lo cual facilita y agiliza su estudio. Las colecciones, para el
taxónomo, son a la vez "herramienta fundamental", "producto terminado" y "objeto de
estudio", pues son muestras de la diversidad biológica.

La calidad de la información en las colecciones biológicas depende de varias fases en su


proceso de integración. A continuación se enumeran algunas:

1) De la calidad o condiciones de los ejemplares recolectados y de las técnicas y


materiales usados en su recolección.

2) De la exactitud, amplitud y conservación de los datos tomados en la recolección de los


ejemplares.

3) De las técnicas y materiales usados en su conservación.

4) Del número de ejemplares, de la representación adecuada de ambos sexos, de la


riqueza de fases larvarias y adultas, así como de la variedad de procedencia estacional y
geográfica de los ejemplares.

5) De la correcta identificación y ordenamiento de los ejemplares en las colecciones, así


como del mayor número de contribuciones originales que se hayan publicado con base en
el estudio de las colecciones.

6) Del cuidado y mantenimiento de la colección y de las particularidades del espacio de


alojamiento, en el sentido de prevención contra los efectos físicos, químicos, mecánicos y
biológicos que pudieran alterar y deteriorar a los especímenes.

7) De la rápida localización de los ejemplares, de las bitácoras de campo de las


expediciones y recolectores, así como de qué tan completa, disponible y fácil sea la
localización de la literatura especializada que se tiene anexa.

8) De los materiales, instrumentos y equipos disponibles para el estudio de los ejemplares.


Cementerio biológico: "Los tesoros del taxónomo Si te mata".

En los museos y sus colecciones descritos como se ha sintetizado aquí, el común


denominador es que se trata de centros de información e investigación. Los ejemplares
conservados guardan amplios espectros de información que investigar, potencialmente
abiertos a expectativas presentes y futuras si se cumple con colecciones reunidas que
sean una "muestra apropiada" para el estudio de la diversidad organísmica. No obstante,
mucha información de gran valor en los estudios taxonómicos no se encuentra en los
organismos preservados; multitud de propiedades privativas de los seres vivos se pierden
cuando éstos mueren. Quienes ofrecen ese conocimiento ausente son todos aquellos
especialistas de la biología —bioquímicos, biólogos moleulares, etólogos, ecólogos,
fisiólogos, genetistas, embriólogos, etc.— que se ocupan de eventos, fenómenos y
propiedades con otra perspectva e intención, pero quienes ordenan, analizan e investigan
los especímenes en términos taxonómicos son los sistematas. Habría que añadir también
que los taxónomos trabajan a menudo con colecciones de seres vivos en parques
zoológicos, jardines botánicos, acuarios, insectarios y toda una variedad de áreas bióticas
protegidas que albergan una muestra significativa de la diversidad organísmica, de tal
modo que el concepto de museo de los taxónomos se ha extendido muchas veces para
abarcar tales reservorios bióticos.

Actualmente existe una seria preocupación en los círculos científicos, culturales y artísticos
acerca de la conservación de los biota (flora y fauna) y su medio ambiente, ante la
persistente degradación y desaparición de numerosas áreas naturales. Sabemos que los
especialistas que estudian la diversidad organísmica son los que pueden ofrecer las
soluciones académicas de mayor valor. Estos especialistas son los taxónomos, los
biogeógrafos, los ecólogos y los genetistas.
Hemos expuesto una síntesis sobre los centros donde se hace la taxonomía, pero poco
se ha comentado sobre algunas de las actividades de los taxónomos, propiamente de las
tareas cotidianas del taxónomo práctico. Una de las tareas más frecuentes de los
taxónomos está relacionada con la elaboración de los inventarios bióticos regionales, el
listado de especies que habitan un lugar, el reconocimiento de su asociación con otras
especies en un hábitat determinado y los aspectos más sobresalientes de su distribución
local. Es importante y laboriosa la tarea de recolectar y observar en una región los
organismos y poblaciones, formular claves para su identificación, registrar parámetros
geográficos y ecológicos de su distribución, así como ilustrar las especies o grupos de
ellas. Por otra parte, muchos especialistas en otras disciplinas biológicas y muchos
tecnólogos y científicos requieren saber la identidad de los organismos, poblaciones y
especies o grupos de ellas cuando se encuentran realizando una investigación o están
trabajando en un aspecto de aplicación. Normalmente, este tipo de personas envían parte
de las muestras con las que trabajan a los taxónomos para su identificación. Los
taxónomos, según el sistema de clasificación aceptado o de uso corriente, ubican el lugar
de las muestras y les asignan el nombre que les corresponde en el sistema en práctica.

Debe tenerse en cuenta que al asignarse un nombre a una especie o a un grupo de ellas,
es posible que simultáneamente se reconozca bajo éste la información biológica conocida.

En relación con otro terreno más complejo, los taxónomos cotidianamente se enfrentan a
describir y bautizar especies, para lo cual mínimamente proponen las hipótesis de que la
especie que están denominando es nueva por un conjunto de caracteres. Se plantean
preguntas como ésta: ¿Cuál especie es la hermana de A?, que tiene cuando menos un
par de especies alternativamente posibles. Con esta tarea se tienen que analizar varias
hipótesis en juego y examinar o reinvestigar los caracteres, y surgen las preguntas: ¿Cómo
se comparten éstos entre las especies examinadas? ¿Cuáles caracteres muestran una
mayor cercanía genealógica de la especie A con la B, la A con la C y así sucesivamente?
Esto es, se plantean preguntas o hipótesis de afinidad filogenética y se examinan los
caracteres para apoyar o responder los cuestionamientos. Con frecuencia se investiga un
conjunto de caracteres previamente no analizados en un grupo de organismos, lo que
conduce a efectuar un nuevo análisis filogenético y a reestructurar o proponer una
clasificación consecuente con los nuevos resultados obtenidos.

Las relaciones genealógicas reconocidas o descubiertas entre las especies bajo estudio
tienen una enorme utilidad en el análisis de la historia de la distribución de organismos. En
las hipótesis de relación genealógica a menudo subyace la explicación de los patrones de
distribución de flora y fauna, de tal modo que las clasificaciones de los seres vivos pueden
tener una amplia correspondencia con las clasificaciones de las áreas que ocupan. Éstos
son aspectos que comparten estrechamente la taxonomía y la biogeografía, que unifican
las historias de la vida y de la Tierra.
I I . C Ó M O C L A S I F I C A B A N L O S M A Y A S Y L O S
F O R E L A S P L A N T A S Y L O S A N I M A L E S

El método, alma de la ciencia, designa a primera vista cualquier cuerpo de la naturaleza,


de tal manera que este cuerpo enuncie el nombre que le es propio y que este nombre haga
recordar todos los conocimientos que hayan podido adquirirse en el curso del tiempo sobre
el cuerpo así denominado: tanto que en la confusión extrema se descubre el orden
soberano de la naturaleza. Systema naturae, LINNEO (1766)

JERARQUÍAS COMO INTRODUCCIÓN

JERARQUÍA es un término muy en boga de la biología, en disciplinas tales como


evolución, taxonomía, ecología y otras más. Es una palabra asociada a clasificaciones
donde hay rangos o grados, que denota grupos ordenados en una secuencia de conjuntos
y subconjuntos incluidos sucesivamente, por ejemplo: en el ejército existen generales,
coroneles, tenientes, sargentos y soldados, con subrangos en cada una de estas
categorías o niveles (sargento primero, sargento segundo y cabo).

Otros casos de jerarquía los tenemos en los diversos grados de la iglesia y de la marina:
una organización de individuos dentro de niveles de autoridad; en este patrón de
clasificaciones hay un arreglo piramidal y subordinado de las categorías o niveles
clasificatorios.

En el caso de la conocida jerarquía linneana, ampliamente usada en biología, se comienza


con la categoría clasificatoria del nivel de especie, cuyos elementos se subordinan a la
siguiente categoría del nivel género, y sucesivamente se puede continuar con los niveles
de familia, orden, clase, phylum y reino. Se conjuntan así las siete categorías o niveles
básicos de la clasificación moderna.

Hoy se habla de jerarquías en la historia evolutiva, en la filogenia de los seres vivos, al


igual que en jerarquías ecológicas. Las jerarquías filogenéticas se estructuran desde el
material hereditario hasta los grupos de especies con una misma historia evolutiva, es
decir, con los codones, genes, organismos, demos, especies y grupos de especies o taxa
con comunidad de origen y, en la cúspide, toda la vida; mientras que las jerarquías
ecológicas se integran con los niveles de enzimas, células, organismos, poblaciones,
ecosistemas locales y regiones bióticas, y tienen en su vértice a la biósfera entera, de
acuerdo con el punto de vista del paleontólogo y evolucionista Niles Eldredge, quien
discute en sus últimos libros y publicaciones una teoría de las jerarquías para la biología.
Durante la década pasada, cuando me iniciaba como aprendiz de sistemata (hoy continúo
siéndolo), durante la famosa cátedra de taxonomía avanzada que impartía el finado doctor
Alfredo Barrera, discutíamos estos aspectos de la jerarquía, que se resumen en la
afirmación del médico español Faustino Cordón: los seres vivientes son un conjunto que
se deja clasificar por sí solo de modo jerárquico. Con esta fórmula nos podíamos explicar
que las clasificaciones construidas con base en genealogía (relaciones sanguíneas) o con
base en semejanza a menudo son extraordinariamente similares. Así también nos
respondíamos y nos explicábamos el sorprendente parecido que presentan las
clasificaciones botánicas y zoológicas desarrolladas por gran cantidad de comunidades
culturales —las cuales están construidas también con base en diferencias y similitudes—
con las clasificaciones occidentales modernas. Por ejemplo, en muchísimos casos
distinguían con extraordinaria precisión el mismo número y las mismas especies de
pájaros, ranas o plantas; nombraban a las especies como Linneo, mediante un sustantivo
(género) y un adjetivo (especie). Se trata, pues, de un sistema binominal de nomenclatura.
A veces reconocían otras categorías superiores en donde se podía descubrir el arreglo
jerárquico o piramidal, el cual ya era expresado mínimamente en los binomios género-
especie de los grupos de organismos que se reconocían.
EL CASO DEL SISTEMA DE CLASIFICACIÓN DE LA COMUNIDAD CULTURAL
FORE DE AWANDE EN NUEVA GUINEA

Durante la década de 1960, el Museo Americano de Historia Natural en Nueva York integró
una expedición zoológica para d estudio de los vertebrados, principalmente pájaros, en
una isla de la región áustraliana: la Nueva Guinea. Los estudios se llevarían a cabo en el
área montañosa oriental de esa isla, donde habitan los fore. Los antecedentes básicos que
se tenían de este grupo humano eran tres; 1) su población padece una rara enfermedad
llamada "kuru" que se caracteriza por una degeneración del sistema nervioso central y es
responsable de la mitad de las muertes que ocurren entre ellos; 2) su dieta consiste en
vegetales cultivados y de vez en cuando carne de puerco; sin embargo, todavía usan
ampliamente plantas y animales silvestres, tanto para alimento como para decoración,
y 3) los nombres de los animales tenían algunas variaciones de un pueblo a otro entre los
fore, de tal modo que para este estudio se escogió al pueblo de Awande. Los dos últimos
puntos fueron importantes para determinar el conocimiento del entorno biótico de esta
comunidad en relación con aspectos de taxonomía.

Diamond, quien era el investigador responsable de este estudio etnotaxonómico,


consideró como sistema de clasificación de referencia al conocido y usado en la ciencia
occidental, a fin de comparar los resultados obtenidos con los fore; de este modo
estableció tres procedimientos para estudiar la clasificación zoológica fore: 1) pidió a
varias personas que le enumeraran —con descripción y nombre— todas las especies de
vertebrados que conocieran; 2) después de las recolecciones efectuadas diariamente por
la expedición, mostraba los ejemplares a varios fore y les preguntaba el nombre de cada
organismo, sus hábitos y las voces o sonidos que emitían; 3) mientras efectuaba censos
y observaciones de campo, se hacía acompañar de algunos fore a los que preguntaba los
nombres de los organismos que veían y acerca de los cantos correspondientes. Con base
en los tres procedimientos descritos obtuvo 192 descripciones de grupos animales
(especies) y 188 nombres fore; todas las especies de pájaros de Awande tuvieron un
nombre fore. Al analizar los 192 nombres para estudiar el sistema de clasificación de este
pueblo, se encontró que todos los animales se incluían en una de las nueve categorías
superiores que llamaban tábe aké, que a su vez se subdividían en unidades
llamadas ámana aké, que en su mayor parte correspondieron a las especies reconocidas
por los científicos. Las categorías superiores y el número de ámana aké que incluían eran
las siguientes: 1) kábara (110 ámana aké), que incluía a las aves menos al casuario, que
es más parecido al avestruz que al resto de los pájaros; 2) ámanani (1 ámana aké), el
casuario; 3) úmu (15 ámana aké), los pequeños roedores y marsupiales; 4) íga (20 ámana
aké), grandes mamíferos, marsupiales y ratas gigantes; 5) ísimi (2 ámana aké),
murciélagos; 6) idro (16 ámana aké), las ranas; 7) kwiyágine (16 ámana aké), las lagartijas
y las víboras; 8) úba (1 ámana aké), el pez, y 9) kabágina (número de ámana aké incierto),
los insectos, las arañas y los gusanos.

Mientras que los fore reconocieron y designaron 110 nombres para las aves, los
taxónomos del Museo Americano admitieron 120. En 93 casos hubo una correspondencia
uno a uno entre los ámana aké de los fore con las especies de los científicos. Ocho ámana
aké designaban a los machos y a las hembras de cuatro especies fuertemente dimórficas
reconocidas por los taxonomos del museo; en estas especies, las plumas del macho son
usadas por los nativos para decoración. En nueve casos un ámana aké se aplica a dos o
más especies de pájaros estrechamente relacionadas; sin embargo, a menudo los fore
dieron nombres distintos a especies muy parecidas, que los taxónomos en el campo
confundían, pero que los fore diferenciaban fácilmente por el canto y los patrones
conductuales. En varios casos los nombres adjudicados a las especies de pájaros fueron
descripciones onomatopéyicas, es decir, derivadas de los cantos de las especies; en otros
casos los nombres se referían al hábitat, hábitos o algún carácter de forma y color, pero la
gran mayoría no tuvieron etimologías obvias.

Nos podemos juntar y nos podemos dividir según sea nuestro parecido y nuestra jerarquía,
¡por supuesto!

Muchos otros resultados se obtuvieron de estas experiencias con los fore, pero hablar
sobre ellos no forma parte de los propósitos de este libro. Las conclusiones más generales
que pueden obtenerse del estudio con los fore son varias: 1) la estrecha correspondencia
en el reconocimiento de las discontinuidades, tanto desde el punto de vista científico como
en la cosmovisión fore del mundo biótico, se relaciona con la gran objetividad del concepto
de especie; 2) cuando una comunidad cultural usa más una parte del universo zoológico,
ésta tiene mayores significados utilitarios para ella y las discontinuidades son percibidas y
denominadas con mayor precisión, como fue el caso de los machos y las hembras de aves
del paraíso, que tienen gran significancia entre los fore; 3) muchas especies difíciles de
observar, como los chotacabras y las ranas de hábitos nocturnos, son bien distinguidas y
denominadas de manera distinta, aunque no con la precisión aplicada a los que son muy
utilizados; 4) las categorías de clasificación superior son pocas (nueve) y se relacionan
ampliamente con las distintas "formas de vida" o "tipos" de animales, y 5) puede
descubrirse una incipiente jerarquía de las categorías clasificatorias en la clasificación de
los fore.

Como puede verse, los resultados de este estudio son algo limitados por varias razones.
Una de ellas se debe a que hizo falta un mayor conocimiento antropológico y lingüístico
para efectuar un análisis más detallado de la nomenclatura utilizada por los fore. Ahora
pasemos a otros casos donde la taxonomía folk o precientífica —como también se le
llama— tuvo mayor desarrollo, en los que es posible reconocer numerosos principios y
fundamentos.

LA TAXONOMÍA VEGETAL ENTRE LOS MAYAS

El lector debe saber que México es pionero en los estudios de sistemática popular o
taxonomías folk, tradicionales o precientíficas. A fines del siglo pasado, Del Paso y
Troncoso publicó una obra sobre la taxonomía botánica náhuatl, que se encuentra incluida
en su estudio acerca de la historia de la medicina. Dada la enorme cantidad de dialectos
y lenguajes de numerosos grupos culturales (etnias) originarios de México, hay muchos
diccionarios y estudios antropológicos relacionados con el tema. Así también, desde la
década pasada varios biólogos, antropólogos y agrónomos nacionales y extranjeros han
trabajado diversos problemas en sistemática folk, fundamentalmente con distintos grupos
mayas, pero también con grupos del altiplano mexicano y de otras áreas etnoculturales.
De particular importancia son los estudios de Berlin, Breedlove, Raven y Hunn con los
tzeltales de las tierras altas de Chiapas, los de Barrera con los mayas de Yucatán y de
varios de sus discípulos en distintos lugares de México, así como las investigaciones de
Hernández o sus discípulos con grupos mayas y nahuas. Por todos estos antecedentes,
por el progreso y posibilidades de la etnociencia en nuestro país, y también por el interés
en tales aspectos de nuestra identidad nacional, que han mostrado muchos grupos de
jóvenes investigadores, México podría ser una potencia en líneas de investigación de
taxonomías tradicionales. Tómese en cuenta que en este tipo de estudios se avanza en el
conocimiento de las clasificaciones y nomenclatura de las diversas etnias de nuestro país
y así también se "rescata" el saber tradicional, cuyas implicaciones en medicina, ecología
y manejo de los recursos bióticos puede ser de gran valor e importancia para la ciencia y
la economía nacionales.

Primero nos vamos a referir a las investigaciones de Berlin y su grupo con los tzeltales.
Sus trabajos revisten gran interés debido a que de sus resultados se derivan varias
características comunes a la mayoría de las clasificaciones tradicionales, lo cual ha
proporcionado una síntesis de muchas otras publicaciones de investigadores que
trabajaron con diversos grupos aborígenes de distintas partes del mundo, por ejemplo, los
hanunóo de las Filipinas, los cantoneses de Hong Kong, los guaraníes de Argentina, los
navajos de los Estados Unidos y otros más. Los principios descubiertos por este grupo de
investigadores son los siguientes: 1) en todos los lenguajes se reconocen grupos de
organismos en la naturaleza que son tratados como unidades discontinuas (taxa); 2) estos
taxa se agrupan en un número reducido de clases, que se pueden denominar categorías
taxonómicas etnobiológicas, las cuales pueden definirse en términos de criterios
lingüísticos y taxonómicos, que son: iniciador único, forma de vida, género, especie y
variedad; 3) las cinco categorías tienen un orden jerárquico y los grupos de organismos
(taxa) asignables a cada rango son mutuamente excluyentes; 4) a menudo al taxón en la
categoría más incluyente o iniciador único no le es asignada alguna palabra, por ejemplo:
las palabras planta o animal raramente se utilizan —en este punto es importante que el
lector atienda que una cosa son las categorías o niveles en una clasificación jerárquica y
otra son los taxa, por ejemplo: en la categoría coronel de una jerarquía militar pueden estar
varios taxa, los coroneles Jorge Soberón, Miguel Franco y Juan Labougle—; 5) los taxa
de la categoría "forma de vida" invariablemente son pocos en número, cinco a diez, los
cuales incluyen a la mayoría de todos los taxa nombrados de rango inferior —recuerde el
lector el punto 4 en el subtítulo de los fore de Nueva Guinea—; 6) en la mayor parte de las
taxonomías folk, los taxa miembros de la categoría de género son siempre más numerosos
—aproximadamente 400— que los taxa forma de vida; 7) los taxa de especie y variedad
existen en un número reducido dentro de cada género y los conjuntos de más de dos
especies dentro de cada género a menudo son grupos de organismos de la mayor
importancia económica y cultural. Los taxa de especie y variedad se reconocen
lingüísticamente en lo que se llama por lo común un binomio, que incluye los nombres de
género y especie a los que pertenecen, y cuando es un trinomio incluye el nombre de la
variedad; y 8) los taxa intermedios entre la forma de vida y los géneros son muy raros y
no se les asigna un nombre, por lo cual se pueden admitir categorías encubiertas.

Yo los clasifico de acuerdo con lo que me sirve... o al menos eso les hago creer. No saben
mi cosmovisión.

De las ocho reglas generales enunciadas en el párrafo previo, se esperaría que se


cumplieran en las primeras clasificaciones botánicas o zoológicas e igualmente en
aquellas clasificaciones de otras comunidades culturales. Efectivamente así ocurre, con
modificaciones menores, en los escritos botánicos y médicos de Dioscórides y Teofrasto
de la Grecia antigua: la variación de nombres genéricos de 250 a 800, en aparente
contraposición con el principio número 6 señalado, sólo es consecuencia de la riqueza
biótica del medio ambiente en donde se desarrolla una cultura determinada.
Barrera, con los mayas de Yucatán, estudió los mismos ocho principios y el mismo Berlin
los volvió a reconocer tiempo después en los aguarunas y jívaros del Perú. Una explicación
basada en razones lingüísticas, en función de las posibilidades de memoria humana y la
facilidad de manejo de un número de nombres de un área biótica limitada parece tener
lugar para entender los números de taxa y las categorías clasificatorias folk. Si lo vemos
en relación con que los grandes viajes de los naturalistas durante los siglos XVIII y XIX
expandieron notablemente los límites de un área a toda la Tierra, la invención de la
imprenta y el microscopio tiempo antes, las posibilidades de formación de colecciones de
animales y plantas conservados (con todas las ventajas y propiedades que se citaron)
vinieron a romper con las limitaciones impuestas al conocimiento de las culturas
regionales.

En relación con los principios taxonómicos folk enumerados previamente, Barrera y


colaboradores encontraron que en el maya yucatanense no existe una palabra equivalente
a planta; los biotipos o formas de vida en plantas son sólo nueve: ché (árboles y arbustos,
plantas leñosas), xiw (hierbas), ak'/ kan (plantas trepadoras o rastreras), su'uk (zacates:
gramíneas y ciperáceas), xa'an (palmas), ki (agaves o
magueyes), ts'ipil (nolinas), tuk (yucas) y tsaham (cactos). Respecto a los nombres
genéricos encontraron lo siguiente: la mayoría de los géneros correspondieron a géneros
reconocidos por la taxonomía botánica científica, aunque a veces reunían a dos géneros,
estuvieran o no relacionados por lazos evolutivos, por ejemplo: abal (Spondias, ciruelo),
chakah (Bursera), ki (Agave); muy (Annona, Malmea y Uvaria). Los autores advirtieron que
los nombres de los géneros son de difícil análisis etimológico, pero al conocer el idioma es
posible reconocer el significado de algunos términos, los que a menudo describen alguna
propiedad del grupo de organismos, por ejemplo: Abal: a + ab + al/ ab + al = que se pone
blando, aguanoso; ab= aguado; -al = sufijo de abstracción; abal = Spondias (ciruelo).

También descubrieron que los nombres genéricos botánicos mayas son nombres-frase
que a veces tienen significados múltiples (polisémicos), por ejemplo: Chakah: chab + ak +
-ah = el casposo, el de la cubierta descascarada; cha' + ak + 'ah = el gomoso o resinoso,
el de la cubierta o superficie resinosa, gomosa; chak + ah = el rojeante chakah = Bursera,
que tiene todos los atributos citados.

Con respecto a la formación de los nombres específicos distinguieron varias


modalidades: 1) a los nombres genéricos se les añade el nombre de un color (chak-
rojo, ek'-negro, ya 'ax verde, k'an-amarillo y sak-blanco), asociados a los cuatro puntos
cardinales (oriente, poniente, sur y norte) y el centro; la tercera parte de las plantas fueron
registradas de este modo y la formación del nombre no sólo era descriptiva sino también
ritual, lo cual parece formar parte de un sistema hoy desaparecido, inscrito en la
concepción cosmogónica maya, junto con sus correspondientes atributos y
simbología; 2) a los nombres genéricos se les agrega un nombre descriptivo (no color)
para formar el binomio; 3) en los casos de géneros con un sola especie no se agrega
ningún nombre especifico; 4) los nombres de género se relacionan con las antiguas
deidades mayas, y 5) los nombres donde no se señala el género son nombres-frase
descriptivos de una similitud o resultado de un proceso por analogía.

El siguiente es un ejemplo que sirve para advertir el funcionamiento de la clasificación por


colores de los términos genéricos. Los mayas, para denominar y diferenciar especies, usan
el género abal = Spondias (ciruelo): chak-abal (Spondias purpurea), ek'abal (Spondias sp)
y k'an-abal (Spondias lutea); en una cuarta especie, k'an k'an-abal (Spondias mombim) se
duplica el calificativo k'an, que indica mayor intensidad del color amarillo del fruto del
ciruelo, como en los otros casos es descriptivo y se asocia al color del fruto.

Se podrían resumir varios aspectos de las taxonomías tradicionales hasta ahora tratadas,
en relación con algunas taxonomías científicas: 1) congruencia para reconocer las
discontinuidades entre los grupos de organismos o taxa a través de similitudes y
diferencias (semejanza); 2) equivalencia lingüística para denominar las especies con un
binomio compuesto con el nombre del género (un sustantivo) y el nombre de la especie
(un adjetivo); 3) en ambas taxonomías las clasificaciones biológicas construidas pretenden
ser consecuentes con un sistema de conocimiento más universal (por un lado, las
taxonomías tradicionales se basan a menudo en concepciones que llamaríamos mágico-
religiosas inmersas en su cosmogonía, es decir, en una forma integrada de concebir el
Universo; por otro lado, en la taxonomía biológica occidental o científica se requiere que
la clasificación biológica corresponda o se derive de la historia evolutiva delos organismos
o de la "similitud total" exhibida por las poblaciones o especies, además de ser congruente
con el conocimiento producido por el resto de las ciencias, sin un sentido mágico-religioso),
y 4) ambas taxonomías construyen clasificaciones jerárquicas.

Conviene insistir en una diferencia básica que existe entre las taxonomías biológicas folk
y la taxonomía biológica evolutiva: en las primeras la construcción del sistema de
clasificación se hace por semejanza y en la segunda, al menos en la más importante, que
sirve como sistema de referencia, se hace por comunidad de origen o afinidad sanguínea
(genealogía); y la interpretación de la similitud y la diferencia se realiza en términos
filogenéticos. Una concepción de la evolución del mundo orgánico como en la ciencia
actual no se registra en las culturas precientíficas hasta ahora conocidas.

LA CLASIFICACIÓN DE LOS HONGOS ENTRE LOS PURÉPECHAS DE LA CUENCA


DE PÁTZCUARO

Se ha explicado que entre las distintas etnias se presentan sistemas de clasificación que
cumplen con una serie de reglas generales, expresadas en orden por primera vez en los
trabajos de Berlin y sus colaboradores, las cuales cumplen a la vez con las visiones
cosmogónicas mágico-religiosas de cada comunidad cultural, de acuerdo con los
hallazgos de Barrera y su grupo. De particular interés son los estudios de Cristina Mapes
y sus colaboradores sobre el conocimiento y uso de los hongos en la cuenca del lago de
Pátzcuaro en Michoacán, que se utilizarán como un ejemplo en este libro.

La etnobióloga Mapes y su informante purépecha.


En la investigación efectuada por Mapes se pusieron en práctica las técnicas usadas por
Diamond. Mapes, con base en fotografías, sintetizó la literatura sobre hongos y sus usos
en la región. Formó con ello un catálogo nomenclatural que le sirvió para el análisis de la
clasificación de los hongos por ese grupo humano. Obtuvo 99 nombres populares para los
hongos, de los cuales 53 fueron dados en purépecha. Los informantes a los que entrevistó
separaron siempre los hongos de las plantas, como en la clasificación moderna. Ellos
decían que los hongos no son planta, sino que en una frase les llamaban "flor de tierra"
(echeri, uetsikuaro, enganaka o terékua); sólo el cuitlacoche u hongo de la mazorca del
maíz fue clasificado aparte de ambos grupos.

El término terekuicha abarcaba a todos los hongos; así, pareciera que el iniciador único o
taxón de la categoría inicial en las clasificaciones tradicionales de plantas y animales, sí
estuviera nombrado para hongos, aunque posiblemente el término sólo fuera una forma
de vida así denominada, pero no incluida en ninguna de las categorías iniciales. La
palabra cikinte' designa cualquier hongo entre los huastecos, como canul te' tik entre los
tzotziles, ccho entre los matlatzincas, tai entre los mazatecas y nanacatlente entre los
nahuas.

La clasificación de los hongos en grandes grupos, efectuada por los informantes, fue por
semejanza. De acuerdo con su forma, color y consistencia cuando estaban frescos, se
consideraba el hábitat donde crecían; más o menos los mismos procedimientos que son
usados en la micología científica. Las catégorías de familia-orden descubiertas fueron tres,
correspondientes a los grandes grupos de hongos percibidos por los purépechas:

I. Carnosos, con costillas


(o laminillas) debajo de la
espalda o sombrero.
(Orden Agaricales de la
clasificación científica.)

II. Carnosos, con poros


debajo del sombrero.
(Familia Boletaceae de la
clasificación occidental.)
Terekuicha
(todos los
III. Carnosos, duros o
hongos)
gelatinosos; cuando son
carnosos, sin presencia de
costillas o poros debajo
del sombrero. Grupo
heterogéneo de hongos
en la clasificación
científica.)
A continuación se presenta la clasificación de los hongos subordinados a la primera
categoría:

kux (trompas de
puerco)

tepejkua (llaveritos)

tsupata (flor de
durazno)
I. Carnosos
con costillas
tiripiti (amarillos)

t'sapk'i (gavilán o
paragüitas)

paxakuas

En casi todos los casos los nombres "genéricos" se relacionan con una descripción propia
del grupo de hongos que son denominados. Cada género representa e incluye a varias
especies de hongos. Se hace referencia a una especie como la principal o representativa
y dentro de cada grupo se pueden reconocer tres categorías utilitarias, que definen el
sistema de clasificación en los géneros: los que se comen, los malos (que no se comen) y
los que emborrachan.

Mapes y sus colaboradores consideraron que la clasificación de los hongos por los
purépechas era algo atípica, pero que en términos generales cumplía los principios
propuestos por Berlin, aunque reconocieron que posiblemente haya habido errores de
procedimiento por carencia de un análisis lingüístico, que es básico para el estudio de los
léxicos que se desee interpretar con el fin de descubrir aspectos etnotaxonómicos.

En la etnotaxonomía hay mucha, muchísima tela de dónde cortar aún. Todos los
investigadores que han publicado sobre este tema han dejado numerosas preguntas por
responder. En México existe un territorio rico en etnias, floras y faunas, que son parte de
nuestra riqueza cultural y de un mosaico de identidad nacional que debemos investigar.
I I I . L I N N E O Y A D A N S O N : ¿ D O S
C L A S I F I C A D O R E S D E P L A N T A S C O N P U N T O S
D E V I S T A E N C O N T R A D O S ?

Históricamente, la biología comparada creció a través de la firme acumulación de datos


sobre la diversidad de los atributos de los organismos, y sus primeros practicantes tuvieron
en sus manos una cantidad enorme de entidades y procesos biológicos recientemente
descubiertos, para diferenciar describir y denominar. Estas actividades han sido de
tremenda importancia, pero no terminan en sí mismas. La mera compilación de datos
acerca del mundo en que vivimos, no importa cuán altamente ordenados se ofrezcan, no
es suficiente para entender el mundo. Los datos así compilados y ordenados son sólo
datos en busca de interpretación. Sistemática y biogeografía (1981) GARETH NELSON y
NORMAN PLATNICK Un aspecto esencial de la investigación científica es la
discriminación de eventos en el mundo 'real' y la invención de abstracciones para su
clasificación. Epigenética (1974) SOREN LOVTRUP

EN EL capítulo anterior se han visto varios aspectos de las clasificaciones folk del universo
biológico en algunas culturas, así como los principios generales de todas ellas; nos hemos
dado cuenta de las ideas de algunos historiadores de la ciencia sobre tales clasificaciones,
y hemos visto que no es verdad que están basadas únicamente en aspectos prácticos y
utilitarios. Sólo se puede aceptar que, en aquellos grupos de organismos más significativos
por razones de alimento, vestido, medicinas, ornamento, etc., y que hayan sido usados
por un tiempo prolongado y constante por una comunidad cultural, la percepción y
denominación de sus discontinuidades se hace más precisa y desarrollada.

Un ejemplo de esta afirmación puede ser la enorme cantidad de variedades y de nombres


trinominales (género + especie + variedad) para las papas en las tierras altas del Perú, en
donde se originó este cultivo, y lo mismo puede decirse en los casos del chile y el tomate
en México. Sin embargo, muchos hongos, plantas y animales son denominados e
integrados al sistema de clasificación de cada cultura, aun cuando no sean de gran utilidad
para el hombre. Por otra parte, se ha reafirmado que la percepción de las discontinuidades
del mundo orgánico que se expresa en las clasificaciones folk se fundamenta básicamente
en las formas y los colores, pero también en los aspectos del hábitat y en otros atributos
de los organismos como los sonidos, los olores y sabores o los efectos de éstos. La
denominación de las especies se basa a menudo en una descripción de sus propiedades,
sobre todo si están relacionadas con el hombre, principalmente bajo la forma de medicina
o alimento. Tal vez esto explique la composición de los primeros tratados botánicos de la
Grecia antigua, que tenían una gran base gastronómica, culinaria y farmacológica.

ALGUNAS NOTAS RESPECTO A LAS CLASIFICACIONES BIOLÓGICAS


EN EL OCCIDENTE ANTIGUO

La historia de las ciencias se interpreta o se reconstruye muy a menudo en función de las


discusiones sobre las ideas, los conceptos, las unidades naturales, los métodos y las
teorías prevalecientes a lo largo del tiempo. Desde luego, se toman en cuenta las
condiciones económicas y políticas por las que pasaron los científicos y la sociedad en la
que vivieron, aunque en este libro no nos es posible ser tan ambiciosos y sólo nos interesa
referir grandes rasgos la historia de la taxonomíá en la biología, ya que la taxonomía
contiene unidades naturales, conceptos y teorías fundamentales para la biología.

Se ha señalado la gran semejanza que existe entre las taxonomías tradicionales y las
primeras conocidas en la antigüedad, lo cual vamos a comentar ampliamente a
continuación.
Aristóteles (384-322 a.C), además de filósofo, también puede considerarse como un gran
biólogo; junto con su compañero Teofrasto —de quien hablaremos más adelante— fue un
notable observador de las plantas y animales. Aristóteles apreciaba tanto la observación
de la naturaleza que atendía a consideraciones de raciocinio, siempre y cuando sus
resultados estuvieran de acuerdo con los fenómenos percibidos. Son tres sus obras
zoológicas más importantes: Historia de los animales, Las partes de los animales y La
generación de los animales. En sus escritos hace detalladas descripciones de los seres
vivos, que incluyen aspectos de anatomía comparada, hábitos y la génesis de las formas.
Lo más importante para nosotros es la clasificación de los animales que se ha interpretado
posteriormente con base en sus escritos, pues nunca hizo explícita alguna, o bien ésta se
perdió.

Aristóteles distinguió una discontinuidad principal, la cual conducía a la formación de dos


grandes conjuntos de animales: 1) aquéllos con sangre roja (enaima); 2) aquéllos sin
sangre (anaima). Dividió cada grupo a su vez en cuatro, de acuerdo con A. Mieli, que hizo
una interpretación de sus escritos.

El grupo de los enaima está formado por los siguientes subgrupos: 1.1: cuadrúpedos que
generan dentro de sí seres semejantes (los mamíferos de hoy), que incluye a las ballenas,
delfines, cachalotes, focas, murciélagos, monos, etc., y al hombre; 1.2: cuadrúpedos que
generan seres poniendo huevos (algunos pueden carecer de patas, como los reptiles y
anfibios de ahora); 1.3: bípedos con plumas, grupo que admitía similitudes homólogas
entre las alas y las patas anteriores de los cuadrúpedos (incluye aves de la clasificación
actual), y 1.4: peces o ápodos, que admitían similitudes homólogas entre los cuadrúpedos
y las aletas: incluye a los peces de hoy.

Y respecto al grupo de los anaima, estaba dividido de la siguiente forma: 2.1: Malackia,
organismos con cuerpo blando y a veces una parte dura interna (cefalópodos, pulpos y
calamares de hoy); 2.2: Malakostraka, aquéllos con cuerpo blando interno cubierto de
escamas flexibles (crustáceos, camarones y cangrejos de ahora); 2.3: Ostrakoderma,
cuerpo blando interno cubierto de caparazón duro y quebradizo (moluscos y
equinodermos, caracoles y estrellas de rnar de las clasificaciones actuales), y 2.4: Entoma,
los que tienen el cuerpo segmentado (artrópodos, helmintos y otros —grillos, arañas y
gusanos— de las clasificaciones de hoy).

Mieli señaló que estas ocho clases de animales se subdividen en géneros y especies,
como en las clasificaciones tradicionales. Así, también se reconocen ocho formas de vida.
Las especies aristotélicas corresponden a las especies de las clasificaciones de hoy, a la
clasificación jerárquica, etc. La clasificación de Aristóteles coincide en lo general con la de
Lamarck en el siglo XVIII el primer grupo coincide en general con los vertebrados y el
segundo con los invertebrados.

Hay dos aspectos que es importante notar en la clasificación de Aristóteles; primero, usa
un principio que se denomina de "división lógica", separa al conjunto por clasificar —los
animales— en función de que un subconjunto tiene un carácter y el otro subconjunto no lo
tiene (enaima-anaima). Así, forma lo que llámamos dicotomías. Además, asocia un
concepto de esencia y causas —final, eficiente, formal y material— a los grupos de seres
vivos del nivel especie, lo cual se puede descubrir y definir al observarlos. Aristóteles fue
muy claro para las esencias de las especies en que no bastaba un solo carácter para
definirlas, pero no lo fue respecto a las esencias de los grupos de especies o taxa por
arriba del nivel especie: sólo ofreció caracteres que los definieran, como los ocho grupos
citados. Una regla en la clasificación aristotélica es que los géneros se definen por
parecido o comunidad de caracteres, mientras que las especies se reconocen por lo que
difieren o por cómo se dividen.
Las esencias de Aristóteles se pueden interpretar como estudios razonablemente
"completos y apropiados" de las especies, lo cual se traduce en el conocimiento de muchos
caracteres y una causa final o propósito inteligible en el orden de la naturaleza. Lo anterior
se refiere al marco teórico, o bien a la cosmogonía aristotélica, con la cual sería
consecuente su sistema de clasificación de los animales.

Como se sabe, la Edad Media en Europa —que duró doce siglos aproximadamente— se
caracteriza por la escasa producción de conocimiento. Se toma en cuenta casi de modo
exclusivo lo que conocieron los griegos y romanos de la Antigüedad. Los principios de la
clasificación aristotélica citados en líneas anteriores fueron tan influyentes a lo largo de la
historia que alcanzaron a Linneo y a muchos otros clasificadores de plantas y animales.
Antes de hablar de ello sin embargo, es importante revisar algunos otros aspectos
históricos.

En la Antigüedad hubo notables taxónomos griegos de plantas, como Hipócrates,


Teofrasto, Dioscórides y del romano Plinio el Viejo. La necesidad que siempre ha tenido
el hombre de conservar su salud o combatir las enfermedades con ayuda de las plantas
explica la íntima relación entre la botánica sistemática y la medicina desde tiempos
antiguos. Las clasificaciones de las plantas durante ese periodo a menudo contenían un
número de 600 a 900 especies aproximadamente. Muchas veces éstas se enumeraban
en orden alfabético, se describían brevemente y se compendiaban los conocimientos
farmacológicos y culinarios de la época. De cualquier modo, estas obras son la base de
los primeros ensayos sobre la clasificación de las plantas en Occidente.

Aristóteles en Lesbos
Hay varios elementos en la historia de la biología que permitieron cambios en la cantidad
de plantas y animales conocidos durante el Renacimiento y siglos posteriores. La
invención de la imprenta de tipos móviles, que permitió superar los escritos antiguos y el
sistema de comunicación verbal que no permitían que los nombres se multiplicaran más
allá de límites significativos que debían pasar de generación en generación, a través de
los hablantes del idioma. En segundo lugar, tenemos la proliferación de jardines botánicos
y colecciones de animales conservados, todos con sus raíces históricas, en el Museion,
que era un término usado para una especie de universidad -centro de investigación-
biblioteca, donde además se conservaban herramientas poco comunes y había un jardín
botánico y animales en cautiverio para estudio entre los sabios de la Grecia
antigua.Museion = museo, significaba lugar de las musas, una institución que a la fecha
tiene gran importancia para el desarrollo de la taxonomía, como se mencionó en el capítulo
II.

Los jardines botánicos permitieron preservar las plantas vivas, con una parte enorme de
sus propiedades que podían ser estudiadas y corroboradas constantemente por médicos,
botánicos y cualquier otro estudioso de la época. Se superó el método de los "herbalistas"
usado durante el Medioevo. Los herbalistas copiaban los dibujos, los nombres y las
pequeñas descripciones de las especies a partir de los primeros escritos y figuras, pero lo
hacían de modo tal que las modificaban, haciendo que, por ejemplo, una vid descrita e
ilustrada inicialmente terminaba siendo un olivo. La conservación de las plantas o partes
de ellas —flores, frutos, hojas, etc.— también ayudó muchísimo para superar los
procedimientos de los herbalistas.

En tercer lugar, los grandes viajeros y expedicionarios —italianos y portugueses primero;


españoles, franceses, ingleses, alemanes, belgas, holandeses, austriacos y suecos
después— aportaron al conocimiento occidental una enorme cantidad de especies
vegetales y animales que diferían notablemente entre sí mientras más distantes les se
encontraban geográficamente. Así se incrementaron de modo rápido las colecciones de
los jardines botánicos y las de animales conservados en los gabinetes de historia natural.
Con todo ello empezaron a pulular los nombres y pronto se hizo necesaria una revisión del
sistema de clasificación.

La invención del microscopio fue muy significativa para el avance de muchas disciplinas
biológicas, pues las posibilidades de observación crecieron y en consecuencia sus efectos
sobre la clasificación de los seres vivos. El siguiente cuadro, que reúne los grandes grupos
de animales (Phylum-Clase) recientes, nos da una idea del número de especies zoológicas
en la Tierra.

Protozoarios 60 000 Nematomorfos 200


Mesozoarios l00 Nemátodos 30 000
Poríferos 9 000 Priapúlidos 5
Celenterados 18000 Nemertinos 1 000
Ctenóforos 180 Entoproctos 100
Platelmintos 12000 Anélidos 15 000
Acantocéfalos 600 Equiúridos 100
Rotíferos 3 000 Sipuncúlidos 500
Gastrotricos 350 Tardígrados 250
Kinorrincos 200 Onicóforos 70
Linguatúlidos 80 Braquiópodos 400
40 000 Equinodermos 6 000
Quelicerados
(excepto Foronideos 5
ácaros)
Ácaros 500 000 Quetognatos 40
Crustáceos 60 000 Hemicordados 100
Miriápodos y Tunicados 2 000
otros 30 000
artrópodos Peces 30 000
Reptiles y
Insectos 1 500 000 8 000
anfibios
Moluscos 100 000 Aves 9 000
Pogonóforos 2 Mamíferos 4 000
2 444
Briozoarios 4 000 TOTAL
282

Este número total se incrementa notablemente si le sumamos todas las plantas, algas
hongos, virus, riketsias, arqueo-bacterias y bacterias que requieren ser clasificados.

En el campo de la taxonomía de las plantas fueron célebres los botánicos franceses de


los siglos XVI, XVII y XVIII: Ruel, Robin, Belou, los hermanos Bauhin, Dalechamps,
Tournefort, Magnol, De Jussieu, Adanson, Lamarck y otros. Sus importantes jardines
botánicos y su aportación a los sistemas de clasificación les dieron un lugar en la historia
de la taxonomía vegetal.

Durante ese tiempo los cientos de especies por clasificar aumentaron a miles de especies.
Se comenzó a discutir el sistema aristotélico, que se adaptó y modernizó a las necesidades
de esa época.

La herencia de Aristóteles a los clasificadores fue tan importante que resultó imposible
prescindir de sus ideas, principalmente de su principio de división lógica y del reflejo de
las clases naturales del filósofo, a partir de la materia inanimada al hombre, que se
traducían en la noción de la progresión.

Para ejemplificar varios aspectos que hemos señalado, veamos la clasificación de


Tournefort, quien describió en el siglo XVII más de 10 000 especies de plantas.

La clasificación de Tournefort está alejada del utilitarismo, pues no considera a la


farmacología y al arte culinario, como algunos de los listados anteriores en la historia de
la botánica. Expresa las grandes divisiones que aun en las clasificaciones folk se advierten
—hierbas, arbustos y árboles— y es una clasificación jerárquica que se basa en el análisis
del número y disposición de los pétalos. La discusión que de ella hicieron otros botánicos
generó muchas más clasificaciones, por ejemplo: la del francés Magnol, que inventó la
categoría familia; la del británico Ray; quien ordenó 18 000 especies y tomó como
elemento principal a los cotiledones de la semilla para su clasificación de las plantas, etc.
Todas estas clasificaciones y discusiones llevaron al debate de un concepto que es de
gran importancia en la taxonomía biológica: ¿Qué es una clasificación natural?

¿QUÉ ES UNA CLASIFICACIÓN NATURAL? ¡VIVA EL SEXO EN LA TAXONOMÍA!

El concepto de clasificación natural en oposición a las clasificaciones artificiales ha variado


con el tiempo. Para la época de Linneo, clasificar naturalmente quería decir la construcción
de un ordenamiento de seres vivos que compartiesen el máximo número de características
o el hallazgo de las esencias como patrón para su ordenamiento; mientras que la
producción de clasificaciones artificiales se fundaba en la elección de aquellos caracteres
fáciles de observar, elegidos y ordenados de un modo arbitrario, cuyo propósito central
era básicamente la identificación, es decir la ubicación de especies ya clasificadas con el
objeto de conocer su nombre y las propiedades que les habían sido reconocidas por otros
especialistas. Este planteamiento es comprensible y aceptable cuando se advierte que en
esa época los sistemas habían descrito y denominado alrededor de 20 000 especies de
plantas y varios miles de animales.

LA CLASIFICACIÓN DE TOURNEFORT

1.
Campaniformes

2.
Regulares
Infundibuliformes

Monopétalas

Irregulares 3. Personadas

4. Labiadas

Simples 5. Cruciformes

6. Rosáceas

Regulares 7. Umbelíferas

8. Cariofiláceas

Polipétalas 9. Liliáceas
Con
flores y

con 10.
Irregulares
pétalos Papilionáceas

11. Anómalas

12. Flosculosas

13.
Hierbas
Semiflosculosas

Compuestas 14. Radiadas

15. Aestamíneas

Sin
pétalos

Sin flores 16. Sin flores

17. Sin flores ni


frutos

Apétalas 18. Apétalas

Árboles 19. Amentáceas

y
arbustos Monopétalas 20. Monopétalas

Pétalas

Polipétalas Regulares 21. Rosáceas

Irregulares 22. Papilonáceas

Linneo, el padre de la taxonomía moderna según algunos autores, se vio fuertemente


influido por los descubrimientos de Vaillant acerca de la sexualidad de las plantas en la
construcción de su sistema de clasificación. Este influyente autor admite la importancia de
los granos de polen en las anteras de los estambres como órganos masculinos de la flor
y su papel en la fecundación de las flores. Con esto se había descubierto en las plantas a
los protagonistas de la reproducción, esto es, se conocían las condiciones para que se
generara el mecanismo en que lo similar produce lo similar.

El sistema de Linneo se basa precisamente en la distribución de los sexos en los individuos


y en las flores, principalmente en las características de número, disposición y tamaño del
conjunto de los estambres o androceo; es por ello que al sistema de clasificación de este
autor se le conoce como sistema sexual. Hasta ese momento, Linneo había logrado
construir con base en su clasificación el más perfecto de los sistemas de clasificación
artificial de las plantas. Concebía el mundo de las flores como Croizat señaló hace más de
cuarenta años, como maridos y esposas con una libertad sin trabas. Así, monandria (un
estambre) significaría un marido en el matrimonio, diandria (dos estambres) dos maridos
en un mismo matrimonio y poliandria (muchos estambres) veinte o más machos en un
mismo lecho con una hembra, como en la amapola y el tilo.

La revolución que de la sistemática hizo Linneo fue paralela al escándalo que su sistema
sexual provocó. Algunas personas se deleitaron elaborando decenas de comparaciones,
por ejemplo, Erasmus Darwin (contemporáneo de Linneo y abuelo de Carlos Darwin), que
compuso versos a los géneros de plantas, trató a los estambres como jóvenes, hermanos,
amantes, maridos o caballeros y a los pistilos como ninfas, esposas o vírgenes. Había que
salvar a las más puras y castas, no atentar al pudor femenino, decían Goethe y Smith. Aun
así, o tal vez por su misma cualidad erótica, el sistema sexual de Linneo tuvo un gran éxito.

A Linneo se le asigna un lugar destacado en la historia de la biología y en la taxonomía


por el uso de la nomenclatura binominal para caracterizar las especies de plantas y
animales (nombre científico de una especie = nombre del género + nombre de la especie),
y se incluyeron en ese binomio los nombres genérico y específico. Gracias a los estudios
de Berlin sabemos que esa forma de denominación estuvo —y aún está— muy extendida
en muchas de las culturas y lenguajes. La nomenclatura binominal muestra el principio de
jerarquía, pues señala el género, que incluye subordinadamente a varias especies. El
género también es incluido en una categoría superior, al igual que otros géneros.

Ante el caos producido en la nomenclatura durante los dos siglos que le antecedieron, el
trabajo de Linneo estableció un orden universal para denominar a las especies. Linneo
describió miles de especies vegetales y animales que hoy, por acuerdo internacional, son
el punto de partida para la nomenclatura botánica y zoológica. Las obras que contienen
las descripciones y denominaciones son tres, pero básicamente es Systema Naturae el
más conocido. A pesar de su nombre, se trata de un sistema artificial.

Los términos
griegos adelphos (hermano), andros (macho), dynamis (potencia), gamos (matrimonio), g
enesis (nacimiento), gyne (hembra), oikos (casa), más lo sufijos aritméticos mono-, di-, tri-
, etc., sirvieron a Linneo para denominar los órdenes y las clases vegetales. CLAVE PARA
LAS CLASES DEL SISTEMA LINNEANO Plantas con flores conspicuas
(PHANEROGAMIA) Estambres y pistilos en la misma flor: Órganos masculinos y
femeninos visibles: Estambres no soldados ni por arriba ni por abajo:

Estambre
I. Monandria
solitario:

2 estambres: II. Diandria

3 estambres: III. Triandria

4 estambres: IV. Tetrandria

5 estambres: V. Pentandria

6 estambres
iguales o si son
distintos 3 VI. Hexandria
largos y 3
cortos:

7 estambres: VII. Heptandria

8 estambres: VIII. Octandria

9 estambres: IX. Enneandria

10 y 11
X. Decandria
estambres:

12 estambres
o cualquier
XI. Dodecandria
número entre 12
y 19:
20 estambres o más:

filamentos
XII. Icosandria
unidos al cáliz:

filamentos no
XIII. Polyandria
unidos al cáliz:

Estambres notablemente desiguales


en longitud:

2 estambres
largos y 2 XIV. Didynamia
cortos:

4 estambres
largos y 2 XV. Tetradynamia
cortos:

Estambres
soldados:
La unión de los estambres se
presenta en los filamentos:
Estambres en
XVI. Monadelphia
fascículo o haz:
Estambres en
dos fascículos o XVII. Diadelphia
haces:
Estambres en
tres o más XVIII. Polyadelphia
fascículos:
La unión de los
estambres está
XIX. Syngenesia
circunscrita a
las anteras:
Los órganos
masculinos
están unidos a y XX. Gynandria
se sitúan sobre
los femeninos:
Estambres y pistilos en diferentes
flores:
Flores
masculinas y XXI. Monoecia
femeninas en la
misma planta
(individuo):
Flores
masculinas y
femeninas en XXII. Diecia
distintas plantas
(individuos):
Flores
masculinas y
femeninas
asociadas con
flores
hermafroditas;
XXIII. Polygamia
flores
unisexuales
unas en la
misma planta,
otras en plantas
distintas:
Plantas sin
verdaderas XXIV. Criptogamia
flores:

Como puede verse, Linneo siguió un esquema alusivo al amor, al matrimonio y al adulterio,
por ejemplo: la clase de organismos asignados a DODECANDRIA incluía de 12 a 19
maridos en el mismo matrimonio (12 a 19 estambres en una flor hermafrodita);
MONADELPHIA era una "hermandad" de maridos en un mismo matrimonio, pero Linneo
lo decía en su "latín medieval": mariti propinqui & cognati sunt; MONOECIA significaba,
metafóricamente, que los maridos vivían con sus esposas en la misma casa pero tenían
diferentes camas; la CRIPTOGAMIA estaba reservada para los matrimonios furtivos o
clandestinos.

Don Carlangas y sus soluciones.


El sistema sexual de Linneo podía seguir subdividiéndose; de las clases I a XIII se obtenían
los órdenes en función del número de elementos femeninos o pistilos (Monogynia, Dyginia,
Trigynia, etc.). Como puede notar el lector había algo más que matrimonio y adulterio. La
clase DIDYNAMIA incluía dos órdenes: Gymnospermia y Angiospermia, semillas
desnudas o encerradas en un pericarpio respectivamente.

Durante la época de Linneo los centros de estudio taxonómico fueron los jardines
botánicos, los parques zoológicos, los gabinetes de historia natural y las universidades,
pero pronto vendrían los grandes museos, que hasta la fecha son los principales centros
de investigación de la diversidad de los seres vivos y muertos.

La personalidad de Linneo es descrita por sus biógrafos (él mismo escribió ¡cinco
autobiografias!) como la de un ser extraordinariamente metódico, pues todo lo que hacía
y decía guardaba un orden dentro de su sistema.

Conviene resumir y comentar las aportaciones que Linneo hizo a la taxonomía antes de
volver a discutir el problema central de este capítulo (sistemas naturales vs. sistemas
artificiales) con base en el pensamiento de los franceses Adanson y los De Jussieu.

Cuando se revisan las clasificaciones o "textos" botánicos de tiempos de Linneo es posible


observar muy a menudo los larguísimos listados de nombres aplicados a cada especie.
Con la nomenclatura binominal Linneo resolvió ese problema en gran medida, pues el
nombre específico o epíteto específico seguido del nombre del género acortaba los
nombres-frase que eran usados para las especies, que a veces crecían hasta llegar a
formar doce palabras juntas. Otros botánicos confundían el nombre —como etiqueta— con
una descripción resumida de la especie; Linneo separó la función descriptiva de los
nombres-frase de la denominativa.

Por otra parte, Linneo sugirió una serie de reglas para formar los nombres de las especies
que, por su sencillez y consistencia, aún son de gran uso. Para los géneros, aconsejaba
que debían de emplearse nombres cortos, que se oyeran agradablemente (eufónicos), y
de preferencia se derivaran de características muy sustantivas al grupo de especies que
incluían, o bien se basaran en los nombres de los sistematas más destacados o de la
mitología griega o romana, como el mismo Linneo estableció en los nombres genéricos de
las mariposas. Lo mismo opinaba respecto a los nombres específicos, al insistir en que el
carácter elegido como denominador no fuera un carácter variable. Recomendaba que,
preferentemente, se derivara de la proporción, forma y posición de las partes de la planta,
aunque en ocasiones los datos geográficos, de origen de la especie o planta huésped para
animales serían de igual valor en la formación de los nombres. La nomenclatura binomial
y el sistema de Linneo contribuyeron a la popularización del estudio de la historia natural,
particularmente de la botánica.

Con Linneo y sus colegas se fomentaron expediciones en las que la tripulación de los
barcos participaba en el trabajo de recolección, preparación y toma de datos. Dichas
expediciones serían de gran importancia y se harían frecuentes posteriormente. En México
se realizaron las reales expediciones españolas, la expedición de Humboldt y Bonplandt,
a fines del siglo XVIII y principios del XIX respectivamente. El viaje del Beagle en donde
participó el famoso Carlos Darwin, los célebres viajes en el Pacífico sur del capitán y
botánico inglés Hooker y los viajes de Wallace, Bates y otros más son muy buenos
ejemplos de ello.

Las contribuciones de Linneo a la clasificación de los seres vivos abarcan tanto a las miles
de especies descritas y denominadas como a la enseñanza de sus ideas y su sistema a
varios aprendices, que lo adoptaron en sus trabajos y describieron sucesivamente otros
miles de especies más.
El orden impuesto por las obras de Linneo a la nomenclatura en las clasificaciones de los
seres vivos es de tal importancia que se toma como punto de partida —por convención
mundial— para la nomenclatura científica. Sin embargo, el lector debe saber que Linneo,
antes de editar esas obras básicas, había publicado otras en que empleó nombres
científicos muy largos, comparables a letanías, por ejemplo: Plantago foliis ovatis glabris,
nudo scapo tereti, spica flosculis imbricatis, mientras que otra especie similar se
llamaba Plantago foliis ovatis glabris, scapo angulato, spica flosculis distinctis; así, Linneo
dio una base de referencia para estabilizar la nomenclatura. Su sistema aritmético-sexual
de características sumamente ordenadas o metódicas, muy práctico y eficiente,
revolucionó la botánica y la zoología y, desde luego, la disposición al sexo de algunas
mentes. Su sistema tenía la propiedad de ser jerárquico e incluía varios niveles de
clasificación por encima del género; éste, sin embargo, continuaba siendo artificial —como
él mismo lo admitía—, pero no representaba un problema de su sistema sirio de todos los
sistemas basados hasta esa fecha en las ideas esencialistas aristotélicas. Más que un
problema en el sistema de Linneo, hay que reconocer que él pudo distinguir dos tipos de
sistemas que hasta esa época se mantenían confundidos.

Otro problema analizado retrospectivamente a la luz de la historia, y que persiste en la


obra de Linneo, es la inmutabilidad de las especies. Según uno de sus más importantes
críticos, Linneo consideraba a los géneros y a las especies como unidades establecidas
por la naturaleza (¿Dios?), pero las clases y órdenes de los seres vivos los creaba el
intelecto, aunque fueran reunidos de acuerdo con los hechos o la similitud de los
caracteres. Desde su punto de vista las especies no habían cambiado desde su creación
y no reconocía la variación entre los individuos; descubrir el orden orgánico del universo
de los seres vivos significaba reconocer el plan del creador. Muy posiblemente sus
opiniones estuvieron influidas por la religión y el ambiente de su época.

Las ideas sobre la transformación de las especies, el concepto de variación en las


poblaciones y las primeras teorías científicas, más o menos bien estructuradas para
explicar la evolución tuvieron que esperar a Lamarck y a Darwin. Antes de estos autores
existieron ideas evolucionistas en los griegos, en los enciclopedistas y en algunos otros
científicos como Erasmus Darwin, abuelo de Carlos.

Mientras tanto, las clasificaciones de Linneo se vieron superadas por las de los franceses
De Jussieu en plantas y por las de Buffon y Cuvier en animales, pero todos los
postlinneanos en general siguieron su sistema. El ordenamiento que él seguía, que
colocaba al hombre (Homo sapiens) en la cúspide, aún implicaba la idea de progresión de
los seres vivos planteada por Aristóteles. Las analogías entre las partes de las plantas y
los animales requerían una teoría que las explicase.

Michel Adanson se apartó de los sistemas de clasificación artificiales y se abocó a la tarea


de encontrar un sistema natural. Además tenía el propósito de detectar en el universo de
las plantas sus esencias respectivas; pensaba que tal búsqueda del sistema debería
hacerse —muy atinadamente— en la naturaleza misma, si en efecto tiene una. Extendió
el concepto de especie tipológica, que se reconoce por un conjunto de características
esenciales, a los agrupamientos de especies en grupos superiores, de tal modo que
pretendía encontrar las esencias de dichos agrupamientos que en esos términos serían
naturales.

Con el concepto de lo 'natural' explicado previamente, esto es, por medio del examen de
todos los caracteres de todas las partes del organismo reconocidos en las plantas,
Adanson pretendía encontrar los grupos que se debían formar naturalmente e integrarlos
en una clasificación; así, rechazó el método de elegir arbitrariamente una sucesión de
caracteres que le permitieran subdividir y clasificar el universo de los seres vivos, con base
en esencias establecidas por similitud total contra principio de división lógica, dos
principios no contrapuestos. Así, reconoció muchísimos caracteres (598) en las plantas,
examinó su distribución —uno por uno— en 58 "familias" y formó 65 sistemas artificiales
de acuerdo con varias clases establecidas que se señalaban por cada carácter.

Ninguno de los caracteres examinados —598 reunidos en 65 conjuntos— resolvió la


"naturalidad" de sus 58 familias, y no encontró esencias, de modo que su idea original de
encontrar el sistema natural mediante el examen de "todos" los caracteres falló.
Finalmente, de acuerdo con De Candolle, el único propósito y resultado que los sistemas
artificiales tienen es hacer posible aprender con relativa facilidad los nombres de las
especies a los que se les aplican los sistemas. Adanson concluyó que la búsqueda de
caracteres que definan grupos naturales es inútil, debido a que no parecen existir. El
método de Linneo también falló, pero era inverso al de Adanson, pues el primero creía que
los caracteres que definen a los grupos naturales únicamente se pueden encontrar
después de que se han descubierto los grupos con la mayoría o todas las especies que
los constituyen; siguió el refrán según el cual un género debe proporcionar al menos un
carácter y no a la inversa.

De cualquier manera, ambos procedimientos eran equivocados: tanto los caracteres como
los "grupos naturales", sin un proceso que explicase su origen y modificaciones en el
tiempo (evolución), hacen que se olvide la finalidad de encontrar las interrelaciones de
parentesco entre los grupos.

Linneo y Adanson erraron en encontrar, descubrir o establecer el sistema natural de


clasificación de los seres vivos; como muchos de sus contemporáneos, entregaron su vida
a la ciencia, profundizaron conscientemente en los sistemas artificiales y pusieron orden y
perspectiva en la taxonomía biológica, ya que aun habiendo examinado el uso de
caracteres elegidos arbitrariamente de muy variadas formas o aun examinando "todos" los
caracteres, como procedimientos para el descubrimiento de un orden en los seres vivos,
se fallaba irremediablemente. No obstante, se había avanzado en muchos aspectos
nomenclaturales y los grandes progresos que en muchas disciplinas biológicas se estaban
obteniendo repercutían en la madurez científica para generar una explicación transformista
de la idea de progesión entre los organismos.

En otro sentido, Antoine De Jussieu, que era sobrino del maestro de Adanson, hizo una
crítica importante al mencionar sus ideas en relación con el método de investigar todos los
caracteres para descubrir el sistema natural. Postuló que los seres vivos presentan
similitudes y diferencias basadas en la situación, el número y la configuración de sus
partes; los caracteres no deben ser contados como unidades sino cada uno según su valor
relativo, de modo que un solo carácter puede ser superior a varios juntos. La investigación
de los caracteres es la base de la sistemática para descubrir el orden entre los organismos,
pero éstos tienen una subordinación, una jerarquía.

Los problemas acerca de la expresión de los caracteres, las diferencias entre los
organismos de una misma población, la modificación de los caracteres durante el
desarrollo de los individuos y otros fenómenos más que tienen implicaciones en la
taxonomía biológica, habrían de esperar más tiempo para ser abordados, hasta la
maduración de teorías morfológicas, embriológicas, genéticas y evolutivas.
I V . L A M A R C K , D A R W I N Y S U S H E R E D E R O S
O ¿ C Ó M O C O N S I D E R A R L A S T E O R Í A S D E L A
E V O L U C I Ó N C U A N D O H A Y Q U E C L A S I F I C A R
T A N T A S E S P E C I E S ?

Actualmente estamos perfectamente fundados al reconocer que un orden establecido por


la naturaleza existe entre sus producciones en cada reino de los cuerpos vivos; este orden
es aquel en que cada uno de estos cuerpos ha sido formado en su origen [...] Este mismo
orden deberá remplazar, a medida que lo conozcamos, estas distribuciones sistemáticas
o artificiales que nos hemos visto forzados a crear para clasificar de una manera cómoda
los diferentes cuerpos naturales que hemos observado. Filosofía zoológica LAMARCK
(1744-1829)

LAMARCK Y SUS IDEAS CLASIFICATORIAS

SE HA dicho que el ciudadano francés Lamarck, llamado el Guardián de los Herbarios del
Rey, inició el método histórico en biología, también se menciona la oposición de la teoría
de Lamarck a aquélla más exitosa, progresista y popular de Carlos Darwin. Esto último es
tan poco afortunado como oponer a Adanson con Linneo. En ambos casos, los
protagonistas nacieron con una diferencia de varias décadas (aunque haya habido cierta
contemporaneidad), estuvieron enfrentados a condiciones políticas y sociales distintas que
determinaron en gran medida su quehacer científico; y todos trataron —cada quien por su
parte— de resolver problemas muy similares planteándolos de modo diferente y con
distintas posibilidades de información. Pero, como siempre, nunca faltan aquellos que
pretenden confrontar las personalidades y su valor histórico sólo por algunas diferencias
en su producción científica. Dada la gran importancia de Lamarck y Darwin, conviene
examinar el origen de las teorías transformistas o evolucionistas que elaboraron y su efecto
en la taxonomía de los organismos.

Lamarck fue un desertor involuntario de la vocación militar de su familia, debido a una


enfermedad que lo llevó a París, donde conoció a importantes intelectuales de su época.
Nos referimos a enciclopedistas con gran vocación hacia la naturaleza, como Rousseau y
Buffon. Gracias a ellos Lamarck pudo ingresar a la Academia de Ciencias. Al morir Buffon,
Daubenton lo sucede en la dirección del Jardín Botánico, y otorga a Lamarck el cuidado
de los herbarios por siete años, pues con la memorable Revolución francesa se gestiona
ante la Asamblea Nacional la transformación del Jardín del Rey en una institución al
servicio del pueblo, nace así el Museo Nacional de Historia Natural en París, uno de los
grandes museos y de los más importantes hasta la fecha.

En Lamarck se conjugan el botánico, el zoólogo y el primer naturalista que ofrece ideas


estructuradas sobre la transmutación de las especies. Algunos de los lectores pueden
conocer una versión simple de su teoría, la cual decía que las condiciones
medioambientales provocaban cambios en las partes de los organismos y que éstos las
heredaban; ello significaba que un órgano era creado por su necesidad y constante uso y
se desarrollaba conforme más se usaba, o también podía perderse por su desuso.

Su paisano Cuvier, cuya teoría se oponía a la transformación de las especies, se burlaba


de Lamarck cuando éste quedo ciego por el uso constante del microscopio, señalándole
que en sus ojos estaba la mejor prueba en contra de la teoría transmutacionista de las
especies, pues la función no creaba el órgano.
Varios son los ejemplos de los que Lamarck se valió para sustentar sus ideas; una de las
más conocidas es la de la jirafa, que llegó a tener un cuello tan grande como resultado de
que cada vez requería estirarse más para obtener su alimento de los árboles, lo cual fue
heredado a sus descendientes de generación en generación. En cambio, debido al mismo
proceso de herencia, el oso hormiguero había perdido sus dientes y alargado su lengua
porque ya no masticaba sino que atrapaba insectos para comer, como el medio ambiente
se lo exigía.

Lamarck fue un filósofo de la taxonomía zoológica; sus ideas sobre el sistema o método
natural, como él lo llamaba, son un buen ejemplo de su genio para la clasificación. Definió
cada uno de los niveles principales en la clasificación que hoy conocemos: clase, orden,
familia, género y especie. Estas categorías o rangos de la clasificación jerárquica
"linneana" las entendió muy bien como elementos de "arte", que a menudo sólo servían
para separar artificialinente o arbitrariamente a los conjuntos de seres vivos. Su concepto
de naturalidad en la clasificación iba un poco más allá de la simple intuición linneana,
referente a que no bastaba con elegir un conjunto de caracteres arbitrarios para clasificar
a las especies. Para él, lo natural era lo que existía y había existido en la naturaleza; lo
natural tenía un origen y se transformaba con el tiempo, no obstante que su teoría
transformista estuviera equivocada. Sus clasificaciones seguían un orden de acuerdo con
el método natural, de lo más simple a lo más complejo, que manifiesta la idea de progresión
en la escala natural de los seres. Para Lamarck, la idea de complejidad en la organización
de las partes era la consideración fundamental para orientar un arreglo metódico y natural
de los animales.

Varios son los ejemplos de los que Lamarck se valió para sustentar sus ideas. Uno
de ellos es el del oso hormiguero, el cual, debido a un proceso hereditario, había
perdido sus dientes y alargado su lengua porque ya no masticaba sino atrapaba
insectos para comer, como el medio ambiente se lo exigía.
No obstante, Jean Baptiste de Monet Lamarck pensaba que las clasificaciones artificiales
eran sin duda necesarias y posibles, que la finalidad de éstas era evidente e indispensable.
Sin embargo, no habría que abusar en el establecimiento de numerosas subcategorías en
tales clasificaciones, por ejemplo: superclase, subclase, superorden y suborden, ya que
para ello se deberían establecer reglas que lo regulasen. De lo contrario, al cabo del tiempo
—con tanto rango en la clasificación— se podría crear más caos que orden y mayor
dificultad en la comunicación, aun entre los mismos naturalistas. Recuerde el lector que
las categorías de "forma de vida", género y especie se encuentran en todos los lenguajes
de todas las taxonomías folk. A partir de Linneo se establecieron las categorías de orden
y clase, con De Jussieu y Magnol la categoría familia, de tal modo que algunos naturalistas
de su época comenzaron a subdividir aún más cada uno de estos niveles en la
clasificación, lo que a Lamarck le pareció arbitrario y desordenado.

Como podemos reconocer, el caballero Lamarck definió muy bien los niveles jerárquicos
de una clasificación biológica (categorías taxonómicas), como meras invenciones o
convenciones y a los grupos de especies (taxa) como los conjuntos reales y objetivos que
son ubicados de acuerdo con sus relaciones en esos niveles de clasificación. Discrepó de
la anarquía en la nomenclatura biológica de su tiempo, esto es, de las reglas para asignar
los sistemas de nombres empleados en la denominación de los taxa. Decía que la
nomenclatura era necesaria como un medio para fijar nuestros conceptos de los grupos
de organismos observados y para transmitirlos, pero de modo equivalente a los rangos
clasificatorios, debía sujetarse a reglas convenidas. Pensaba que los cambios de nombres
habrían de ser mínimos pues si proliferaran la nomenclatura perdería su utilidad y se
volvería confusa.

En esa época era un gran problema el dar nombres estables a más o menos varias
decenas de miles de especies, algunos miles de géneros y cientos de familias, así como
registrar la constante subdivisión en subgrupos para órdenes y clases, a los cuales debía
adjudicarse un nombre o etiqueta con el cual fuera posible reconocerlos. Todas estas ideas
y otras provenientes de la época posterior a Lamarck, durante los siglos XIX y XX, son
retomadas actualmente en los códigos internacionales de nomenclatura biológica vigentes
que son, básicamente tres: el de la bacteriología, la botánica y la zoología.

Para propósitos de taxonomía biológica, una de las principales contribuciones de Lamarck


fue el primer árbol filogenético de los seres vivos. Este árbol venía a sustituir la famosa
escala natural progresiva expuesta desde Aristóteles y afinada por Bonnet en el siglo XVIII.
En la escala natural se concebían los seres dispuestos en un orden progresivo pero lineal;
en cambio Lamarck expresó una representación de descendencia ramificada de los seres
vivos.

Mientras Linneo produjo una clasificación de plantas muy bien estructuradas, la de los
animales fue más deficiente que la de Aristóteles; en cambio Lamarck estructuró una
clasificación notabilísima de los animales sin vértebras. Él mismo introdujo la separación
entre dos grandes grupos de animales que se organizan de modo muy distinto:
vertebrados e invertebrados. Téngase en cuenta que en los dos siglos anteriores a
Lamarck se había progresado bastante en las clasificaciones botánicas, pero no en las
zoológicas.

A Lamarck le tocaron los problemas heredados de Linneo, pues a pesar de que el maestro
sueco aportó ideas muy significativas a la taxonomía biológica, insistió en la inmutabilidad
y en la invariabilidad generalizada de las especies, no obstante haber reconocido la
hibridación con descendencia fértil entre dos especies distintas, al igual que la presencia
de variedades en algunas especies. Las ideas bíblicas de la estabilidad de las especies
fueron aceptadas tácitamente, sin ningún cuestionamiento.
Debido a lo anterior, Lamarck, en la advertencia o introducción a su obra magna Filosofía
zoológica (1809), se preguntó: ¿Debemos reconocer como fundadas sólo las opiniones
admitidas más generalmente? y escribió:

...gran cantidad de consideraciones nuevas, expuestas en esta


obra, deben naturalmente, desde su primer enunciado, prevenir
desfavorablemente al lector, sólo por el ascendiente que tienen
siempre las que están admitidas, en general, sobre las nuevas,
que tienden a ser rechazadas. Así pues, como este poder de las
viejas ideas sobre las que aparecen por primera vez favorece esta
prevención, sobre todo cuando ocurre un mínimo de interés,
resulta que, además de las dificultades que existen para descubrir
verdades nuevas, estudiando la naturaleza, encontramos otras
mayores todavía para hacerlas reconocer... tengo como objetivo
invitar a los hombres más esclarecidos que aman el estudio de la
naturaleza a seguirlas y verificarlas y a sacar por su cuenta las
conclusiones que juzguen convenientes.

El Guardián de los Herbarios del Rey, un gran intérprete de la naturaleza, fue un


revolucionario de su tiempo, del mismo modo que lo fueron sus ideas incomprendidas,
tanto en taxonomía como en la progresión de los seres vivos (evolución). Actualmente
algunas de sus ideas nos parecerían fantasiosas, erróneas o cuando menos muy
"primitivas", pero han desempeñado un papel rnuy importante en la historia de la biología.

No crea el lector que como resultado de los trabajos de Lamarck todos los demás
naturalistas se dieron a la tarea de reflexionar sobre su teoría.

En primer lugar, Lamarck creyó en la inmutabilidad de las especies, aun ya entrado en los
cincuenta años; fue poco antes de su obra Filosofía zoológica, casi a los sesenta años,
cuando dio el viraje hacia la teoría transformista de los seres vivos, en un tiempo en que
la influencia de los grandes intelectuales franceses se debilitaba o declinaba.

En segundo lugar, la mayoría de los naturalistas, viajeros y expedicioriarios continuaron


recolectando especies en todos los rincones del globo terráqueo. Este fue el caso de
Mociño, Humboldt, Hooker, el mismo Darwin y muchos otros; en consecuencia se seguían
descubriendo enormidad de especies de plantas y animales que eran estudiadas,
descritas y denominadas en los museos de Europa; como en la "vieja escuela" linneana,
era y es necesario continuar con el reconocimiento de todas las discontinuidades de lo
vivo.

En tercer lugar, a pesar de la gran influencia de Linneo, muchos naturalistas continuaron


inventando otros métodos artificiales que pretendían —a través de ellos y de las relaciones
de los grupos reconocidos— descubrir el orden natural; así tenemos a principios del siglo
XIX numerosas representaciones gráficas de las clasificaciones de seres vivos, por
ejemplo, los sistemas quinarios.

En cuarto y último lugar, tanto Lamarck como su correligionario Saint-Hilaire sostuvieron


ideas que fueron "derrotadas" por Cuvier, quien sostenía una idea estática de las especies,
aunque admitía catástrofes apocalípticas que habían ocurrido en la Tierra, la última de las
cuales había sido el diluvio bíblico, posiblemente asociable —en términos científicos— con
las glaciaciones recientes en el Pleistoceno.

En consecuencia, las ideas de que las especies provienen de otras por cambios graduales
y acumulativos tuvo que esperar a que hubiera una mayor madurez científica y social,
mayor número de hechos reconocidos y mucho mejor estructurados a través de una teoría
más elaborada y convincente. Había que esperar a Malthus, a Lyell, a Darwin, a teorías
geológicas y biológicas en donde se explicase la historia conjunta de la Tierra y de la vida.

Pero tampoco crea el lector que, al tener tal teoría, automáticamente se podrían clasificar
de modo natural las especies; lo que debemos subrayar aquí es que cada vez quedaban
mejor fincados los pilares para entender con mayor claridad lo que debía ser lo natural en
la clasificación de los seres vivos. Se estaba, pues, en el camino de comprender la idea
de descendencia con modificación, que se traduciría después, con el tiempo, en el origen
de nuevas especies a partir de otras que las habían antecedido.

Entre las representaciones gráficas de las afinidades de las plantas o de los animales
durante las primeras décadas del siglo XIX, tenemos a menudo aquellas que ilustran
sistemas quinarios. La idea artificiosa que algunos naturalistas comenzaron a adoptar era
que los grupos naturales de las categorías de clase, orden y familia estaban compuestos
de cinco subgrupos que se arreglaban en un diagrama circular de tal modo que mostraban
sus interrelaciones de similitud y en ocasiones incluso exhibían simultáneamente las
afinidades de los subgrupos subordinados en cada uno de los cinco subgrupos principales
o primarios. Estos naturalistas creyeron que el sistema quinario en un arreglo circular era
producto de un orden natural, pero pronto fueron criticados con base en la ausencia de un
proceso o teoría que explicase el patrón que proponían, y aunque ya había varios
diagramas propuestos, no prosperaron.

Es importante señalar las dos tendencias reconocibles a principios del siglo XIX: por una
parte, un grupo de naturalistas estaba preocupado por clasificar los grupos de seres vivos
en un sistema jerárquico, cómodo y fácil, en el que se pudieran ubicar las nuevas especies,
géneros y familias que se iban descubriendo, como el sistema sexual de Linneo-De
Jussieu y perfeccionado por De Candolle para las plantas; desde luego, este sistema de
clasificación es artificial. Por otra parte, varios naturalistas estaban ocupados en analizar
las interrelaciones o afinidades de los grupos de seres, con el propósito de descubrir el
orden natural e intentar recuperarlo en un sistema de clasificación que lo representara.

Los conocimientos en anatomía, fisiología y morfología (macro y microscópica) que se


fueron produciendo desde el siglo XVII pronto se asignaron al subconjunto de seres a los
que correspondían; cada grupo de seres poseía un patrón morfológico y fisiológico
particular o la variación de un determinado patrón.

Como resultado de esto y de las distribuciones geográficas conocidas para las especies,
los grupos y subgrupos de organismos pudieron ser subdivididos con mayor especificidad,
lo cual planteaba problemas a las clasificaciones, pero a su vez había más información
para estudiar las interrelaciones y afinidades entre los seres. La anatomía y la fisiología
de los invertebrados permitió conocer la organización de estos animales y después de
haber permanecido ignorados casi en su totalidad —desde Aristóteles a Linneo y sus
contemporáneos— Lamarck escribió una enciclopedia de ellos, la cual conformó su obra
más importante, junto con su Filosofía zoológica.

LOS FÓSILES Y LOS PRINCIPIOS DE LA CLASIFICACIÓN BIOLÓGICA

El planteamiento de descubrir las afinidades naturales entre los grupos de seres vivos hizo
olvidar durante varias décadas la idea de dicotomía —división en dos partes— en la
clasificación y se pensó en la posibilidad de encontrar un sistema natural que
verdaderamente lo fuera. La idea de división lógica para las clasificaciones que provenía
desde Aristóteles y se conservó hasta Lamarck, se abandonó "momentáneamente" por las
representaciones gráficas que pretendían mostrar una "escala de grados de afinidad" de
tal modo que si un grupo se interrelacionaba con muchos otros, como en la idea de similitud
general de Adanson ("naturalidad por similitud total"), su representación gráfica tenía que
indicarlo.

A principios del siglo XIX, el concepto de afinidad natural tenía dos significados
principales: 1) el plan de la creación y 2) la idea de progresión de los seres vivos o las
verdaderas afinidades que las especies tienen y no las escogidas arbitrariamente. El
segundo significado ayudó a distinguir entre similitudes comparables y no comparables en
el establecimiento de afinidades para formar grupos naturales. Por ejemplo: las
extremidades de los cuadrúpedos (caracteres homólogos) permitirían reconocer grupos
naturales, pero la comparación entre alas de insectos con alas de algún grupo de
vertebrados (caracteres análogos) conduciría a la formación de grupos artificiales.

Lamarck, junto con Cuvier y otros grandes anatomistas de la época, había sembrado la
semilla de este concepto al ofrecer a la humanidad la idea de que las especies se originan
unas de otras por transformación de sus partes, aumentando progresivamente su
organización. Sólo quedaba unir esta idea a la búsqueda de lo natural.

Los diagramas de afinidad ya no pretendían descubrir el plan de creación, ya no


inventarían tríadas o sistemas quinarios ni plantearían la afinidad natural en términos de
similitud general; los diagramas de relaciones naturales deberían mostrar la progresión
entre los seres vivos, esto es, afinidades sanguíneas que fueran resultado de la evolución.

Fue Darwin quien pudo ofrecer argumentos más convincentes para explicar las ideas de
progresión; no obstante, los postulados de los embriólogos alemanes tuvieron gran
importancia, pues observaban que los embriones de los vertebrados pasan
secuencialmente por una serie de estados progresivos, a partir de condiciones
equivalentes a las formas más simples en la escala animal. La jerarquía de los caracteres
se expresaba también en la progresión de desarrollo embriológico.

El reconocimiento de que los fósiles podían corresponder a grupos que alguna vez habían
vivido sobre la faz de la Tierra abrió una gran perspectiva a la biología y a la taxonomía.
El estudio de los seres vivos recolectados y conservados por los naturalistas de los
museos había provisto de muchos conocimientos científicos a la humanidad. Ahora los
fósiles, los "conservados" por la naturaleza, abrirían ampliamente la dimensión temporal
que las escasas decenas de siglos bíblicos imponían.

Los fósiles fueron de gran ayuda para poder fincar, sobre bases cronológicas amplias, las
ideas de la evolución de los organismos, pero simultáneamente nos han conducido a
arrastrar la idea errónea de que toda especie fósil pertenece a un grupo ancestral de las
especies vivientes.

En la ciencia ocurre con frecuencia que se "resuelven" varios problemas que traen
aparejado el nacimiento de otros, de mitos o de malentendidos, como el caso citado, el
cual tiene serias implicaciones en el análisis de las relaciones sanguíneas de las especies
y de los grupos naturales de especies.

La imaginación de Cuvier y de D'Orbigny desbordó en la fantasía cuando después de


interpretar correctamente las morfologías de cientos de fósiles sustentaron la teoría de
grandes cataclismos o revoluciones naturales, a cada una de las cuales había
correspondido un plan del creador.

De cualquier modo, la relación entre fósiles y seres vivos actuales quedó aceptada y, aún
más, con el pronunciado desarrollo de la anatomía comparada, que produjo la ley de la
correlación de las formas —que decía que partes de huesos, dientes y otros restos, sólo
corresponden a determinado tipo de animal—, fue posible establecer, con sólo vestigios o
algunas partes, la existencia de muchas especies hoy extintas. Curiosamente, son
progresos que se le deben a Cuvier, el detractor de la teoría transformista de Lamarck.

Por otra parte, si bien no todos los fósiles representan grupos ancestrales, muchos sí lo
son y, además, manifiestan caracteres o pertenecen a faunas o floras hoy desaparecidas
casi en su totalidad, como es el caso de los dinosaurios, los trilobites y algunos órdenes
de plantas o de insectos gigantes que vivieron hace decenas o cientos de millones de
años.

El reconocimiento de que los fósiles podían corresponder a grupos que alguna vez
habían vivido sobre la faz de la Tierra abrió una gran perspectiva a la biología y a la
taxonomía. En la figura aparece Cuvier, exponiendo su principio de correlación
funcional de las partes. Con base en una pieza dental o un hueso, podía deducir la
forma completa de un organismo fósil. Casi siempre tenía razón, y descubrimientos
posteriores de fósiles confirmaron sus teorías.

El nacimiento de la paleontología, la ciencia que estudia los fósiles, no fue súbito ni


simultáneo a los trabajos de Lamarck, Cuvier y sus contemporáneos, sino que proviene
de muchos años atrás. Algunos historiadores de dicha ciencia ubican su origen alrededor
de mediados del siglo XVI, con la obra de Conrad Gesner, Sobre los objetos fósiles, en
cuyo tiempo se inauguraron colecciones de fósiles, publicaciones ilustradas y el
mantenimiento de una comunidad que se comunicaba por correspondencia.
¿Catastrofismo o gradualismo?

La obra de Rudwick El significado de los fósiles sintetiza una actractiva interpretación


histórica de los puntos de vista que prevalecían en esa época, en relación con lo que nos
ocupa: la taxonomía.

Los problemas de la interpretación de los fósiles no


fueron, ni para Gesner ni para sus coetáneos,
cuesión de distinguir ene lo orgánico y lo inorgánico
dentro de un amplio espectro de objetos excavados
[...] los naturalistas del siglo XVI se preocupaban, con
todo, por los problemas de clasificación de sus
fósiles. Resultaba esencial, como primera medida,
algún tipo de agrupamiento para poder obtener
cualquier información acerca de su naturaleza, pero
no había método de clasificación capaz de evitar un
cierto grado de interpretación, si se quería evitar que
los criterios a utilizar fueran arbitrarios.

El carácter pétreo reunía a un conjunto de objetos variado, que incluía a los fósiles, pero
no se conocía el proceso natural de petrificación, de modo que aunque el carácter pétreo
era el natural para cualquier tipo de fósiles, su forma parecía representar otro problema, a
saber: la existencia de cualquier tipo de semejanza. Tal reconocimiento de semejanza
provenía de las analogías y correspondencias con el mundo de lo vivo y, así, se organizaba
a los fósiles en el mismo esquema jerárquico que las plantas y los animales.

El problema más conflictivo en el estudio de los fósiles no consistía en su clasificación sino


en la interpretación del lugar donde se encontraban. Como siempre, a lo largo de la historia
de la biología, el proceso de cambio orgánico (evolución) y el espacio geográfico
(biogeografía) iban entrelazados a los problemas de clasificación; por ello se dice —con
mucha razón— que una interpretación adecuada del parecido orgánico de los fósiles se
veía obstruida por la carencia de una explicación satisfactoria de los cambios geográficos,
por la ausencia de una teoría de la petrificación y criterios universales en la clasificación.
A su vez, tales limitantes pueden comprenderse debido al constreñido universo de tiempo,
que se circunscribía en esa época, a causa de la influencia religiosa. La visión de un
conjunto de estratos fosilíferos que ayudasen a explicar la historia de la Tierra y sus biotas
era secundaria a la idea del diluvio universal, como una teoría que esclareciera el origen,
el lugar y la historia de los fósiles. De cualquier modo, se reconocía la secuencia de
cambios en los estratos, secuencia que seguía un incremento en la complejidad
morfológica, con etapas progresivas.

La necesidad de una escala de tiempo mayor para explicar los cambios orgánicos y el
análisis del fenómeno de la extinción propició un debate donde se plantearon intentos para
hallar explicaciones de la historia de la vida, lo que hizo nacer la idea de una historia
natural, a la que contribuyeron ampliamente los paleontólogos y los anatomistas. Una
íntima relación entre la geología y la biología se gestó a fines del siglo XVIII y principios
del XIX a través de la paleontología, en la cronología de la historia de la vida y sus
explicaciones. Tal relación se hizo más y más estrecha conforme avanzaba el siglo XIX,
hasta desembocar en naturalistas de la talla de Humboldt, Darwin y Hooker, quienes
además de ser grandes viajeros produjeron teorías para explicar la geografía y la historia
de la vida en la Tierra como un todo, como un asunto en el que la clasificación de las
especies y la de sus grupos constituía un mismo problema.

Por otra parte, la concepción del organismo vivo en las mentes de los anatomistas de la
época estaba integrada a los aspectos de funcionamiento de los órganos y sus partes, y
la comparación de cada una de ellas en los reinos animal y vegetal. Se reconocía la idea
de interdependencia de los órganos, la correlación entre las partes y el medio para
desarrollar las funciones como individuo. De estas ideas se derivaban conceptos tales
como la subordinación de los caracteres, debido a que a pesar de la organización
anatómica se concebían funciones más fundamentales asignadas a algunos órganos, de
modo que se podrían reconocer caracteres de mayor peso que otros al establecer
afinidades naturales.

Con base en el estudio de la anatomía, Cuvier llegaba a conclusiones sobre las especies:
su realidad y objetividad. Para él no eran meras abstracciones sino unidades
genuinamente discretas, cuyo fundamento radicaba en las necesidades ineludibles de las
condiciones de existencia. Entendía que la variación en las especies se circunscribía a las
partes funcionalmente superficiales, pero no a la "maquinaria esencial" del organismo, lo
cual concordaba con las ideas referentes a la subordinación de caracteres, donde subyace
la idea de jerarquía orgánica.

El enfoque de comparación anatómica tuvo dos tendencias: una fue la funcional, seguida
por Cuvier; la otra, seguida por Geoffroy Saint Hilaire, se fundamentaba en comparaciones
formales u homológicas. Mientras Cuvier utilizaba su principio de correlación funcional de
las partes, Geoffroy usaba su principio de conexiones homológicas, que se traducía en la
posición relativa de los órganos.

Para Cuvier la diversidad animal se manifestaba en relación con las variadas adaptaciones
funcionales y ecológicas; para Saint Hilaire consistía en el resultado de las distintas
transformaciones topológicas que se daban a partir de un plan anatómico general y único.
Ambas tendencias parecen unificarse en la teoría de Darwin acerca de la descendencia
con modificación.

En condiciones de gran acumulación de hechos, de sistematización de observaciones y


de generación de nuevas ideas, se originaron las teorías transformistas acerca de las
especies, donde la paleontología, la anatomía comparada y la embriología se configuraban
como ciencias basales de tales teorías. Pero resultaba necesaria una teoría de la Tierra y
sus biotas, una teoría que explicase la extinción, la evolución y la migración: el patrón
histórico de diferenciación de Gaia, donde la genealogía de la gea y su biota es
fundamental.

La propuesta de una historia de la Tierra y de la vida, con cambios catastróficos y


remplazamientos súbitos en la flora y la fauna se debe principalmente a Cuvier; el punto
de vista gradualista y continuo es posterior, y se le debe a Lyell y Darwin, aunque posee
ciertas raíces en Lamarck.

El abanico de entidades naturales, fueran minerales, fósiles, vegetales o animales,


requería un ordenamiento sistemático; en los días de la historia natural, del siglo XVI a
mediados del XIX, la clasificación parecía constituir un fin en sí misma, y con ello parecía
descubrirse el conocimiento del orden de la naturaleza. Pero poco a poco la confluencia
del reconocimiento de relaciones de afinidad natural entre esas entidades y su
ordenamiento fue tomando precedencia; investigar las ideas del sentido de progresión en
la naturaleza y los organismos que la habían compuesto ganaba primacía sobre la
clasificación per se. Un punto de vista estático o conservador versus uno dinámico que se
venía imponiendo; un esquema contra una visión de origen y desarrollo fueron contrarios
aparentes durante esa época.

Como el exponente significativo de la tradición cuvieriana, Owen concebía dos


componentes del orden y la diversidad orgánica que podían ser integrados: 1) el diseño
de adaptación funcional, que era un componente de la forma orgánica, o sea la percepción
de una adaptación diseñada en la estructura de todo organismo, y 2) el principio de la
unidad de composición, esto es, el principio de comparación biológica válida entre
estructuras u órganos que, aunque diferentes, ocupaban una misma posición en el
organismo, es decir las homologías. De modo que huesos, músculos, estructuras, órganos
o sistemas eran admitidos como variaciones de posición o de forma de un plan único
original, el arquetipo ideal sobre el que se basaba toda la diversidad de un grupo de
especies.

Sin embargo, esta cosmogonía de teorías del arquetipo, su adaptabilidad y variación, no


explicaba cómo se alcanzaban o conservaban las similitudes; el cómo y el porqué de las
modificaciones "adquiridas" por cada tipo, por cada especie. Se requería de un mecanismo
causal que diera cuenta de la aparición de la diversida que se presentaba. Tal situación
conduciría a un nuevo y excitante episodio de la biología, particularmente en los problemas
de la clasificación de organismos, el origen de las especies y grupos de ellas. Otra vez se
requería un nuevo análisis integral de varias manitestaciones del mundo orgánico, de
acuerdo con el inmenso volumen de datos morfológicos, embriológicos, biogeográficos y
de otras disciplinas, que se habían venido acumulando por una gama amplia de viajeros,
naturalistas, curadores de colecciones de museos, anatomistas y paleontólogos.

DARWIN: SU TEORÍA DE LA DESCENDENCIA Y SUS IDEAS CLASIFICATORIAS

Cuatro capítulos del libro clásico de Darwin —El origen de las especies— son
fundamentales en relación con la taxonomía y la biogeografía: "De la sucesión geológica
de los seres vivos"; los dos capítulos de distribución geográfica y el capítulo catorce,
"Sobre afinidades mutuas de los seres orgánicos, morfología, embriología y órganos
rudimentarios". En este último capítulo de su libro expresa ideas sobre la clasificación de
los seres vivos.

Desde el principio hace mención al fundamento jerárquico en la clasificación de los


organismos, al destacar su característica de natural: "Desde el periodo más remoto en la
historia del mundo se ha visto que los seres vivos se parecen entre sí en grados
descendientes, de manera que pueden ser clasificados en grupos subordinados unos a
otros. Esta clasificación no es arbitraria." A pesar de que insiste en que la naturalidad de
una clasificación de los seres vivos debe ser consecuente con la genealogía de las
especies, aún quedan en Darwin reminiscencias del concepto de naturalidad de Linneo-
Adanson: "...los seres orgánicos pueden clasificarse de muchas maneras, ya
artificialmente por caracteres aislados, ya más naturalmente por numerosos caracteres".
No obstante, al cuestionarse sobre lo que debe significar un sistema natural de
clasificación señala: "en nuestras clasificaciones hay un lazo más profundo que la
semejanza. Creo yo que así es, y que la comunidad de descendencia —única causa
conocida de estrecha semejanza en los seres vivos— es el lazo que, si bien observado en
diferentes grados de modificación, nos revela, en parte, nuestras clasificaciones".

Bajo la perspectiva genealogista de Darwin se interpretaron los conceptos de analogía y


homología de los anatomistas como Owen. Los caracteres analógicos u homoplásicos se
explican en términos de adaptación a un medio ambiente determinado; mientras que los
caracteres homológicos y homogéneos —los que muestran afinidades reales—,
independientemente de las transformaciones que ocurren, se explican en función de la
descendencia a partir de un ancestro común.

Darwin, a lo largo del capítulo catorce de su famoso libro, se refiere insistentemente y de


diversas maneras a la comunidad de descendencia como principio fundamental para la
clasificación biológica:

... toda verdadera clasificación es genealógica... comunidad de


descendencia es el lazo oculto que los naturalistas han estado buscando
inconscientemente, y no un plan desconocido de creación o el enunciado
de proposiciones generales al juntar y separar simplemente objetos más o
menos semejantes [...] la ordenación de los grupos dentro de cada clase,
con la debida subordinación y relación mutuas, para que sea natural, ha
de ser rigurosamente genealógica; pero de la cantidad de diferencia en las
diversas ramas y grupos, aun cuando sean parientes en el mismo grado
de consanguinidad con su antepasado común, puede diferir mucho; esto
es debido a los distintos grados de modificación que hayan experimentado.

Darwin también llama la atención hacia cierta arbitrariedad que consiste en ubicar en
categorías taxonómicas a los grupos de seres vivientes:

... valor relativo de los diferentes grupos de órdenes, subórdenes, familias,


subfamilias y géneros, me parece, por lo menos actualmente, casi
arbitrario [...] el sistema natural es genealógico en su ordenación, como un
árbol genealógico; pero la cantidad de modificación que han
experimentado los diferentes grupos no puede expresarse al distribuirlos
en los llamados géneros, subfamilias, famlias, secciones, órdenes y
clases.

En las referencias previas puede advertirse la posición implícita y explícita de Darwin


respecto al valor de la cantidad de similitud en el reconocimiento de clasificaciones
naturales; para él, una clasificación basada en mera similitud-diferencia era artificial.

Aunque Darwin propuso que la genealogía es esencial en la elaboración de clasificaciones


naturales, no desarrolló un método riguroso y lógico para el descubrimiento de tales
genealogías de organismos; sólo dio meros consejos y esbozos de criterios para
establecer el reconocimiento de hipótesis de descendencia común entre los organismos,
como se puede advertir en esta frase: "Como no hay genealogías escritas, nos vemos
forzados a deducir la comunidad de origen por semejanzas de todas clases. Sin embargo,
escogemos aquellos caracteres menos a propósito para ser modificados, en relación con
las condiciones de vida a que ha estado recientemente sometida cada especie."

Entre los criterios que esboza para el descubrimiento de homologías —caracteres que
definen ancestría común— están: 1)admitir sólo caracteres no adaptativos; 2) analizar la
posición y topología de los caracteres rudimentarios; 3) investigar en los caracteres
embriológicos como la ontogenia recapitula a la filogenia, esto es: la progresión de
desarrollo y su secuencia, la ley de Haeckel; 4) definir la sucesión geológica de los fósiles
—series estratigráficas—, y 5) examinar la repetición de secuencias o progresiones de
caracteres en las especies, esto es, las mismas series de transformación de los caracteres
en los grupos a clasificar.

Sin palabras

La carencia de un método para descubrir genealogías, la inexistencia de un concepto de


especie en términos evolutivos, la debilidad de su teoría en ausencia de una teoría de la
herencia más o menos bien estructurada, la interpretación imprecisa de varios de sus
seguidores, la desarticulación entre su teoría de la descendencia con una teoría geológica
movilista —que tuvo que esperar más de cien años para ser planteada y aceptada— y
otros aspectos, hicieron que el pensamiento de Darwin acerca de la clasificación se
apartara de sus fundamentos.

En los últimos cuarenta años del presente siglo se ha retomado parte de las ideas
originales de Darwin, cuando se añade la importante distinción entre homólogos recientes
y homólogos antiguos en un taxón monofilético: jerarquía de homólogos.

Mayr, Simpson y otros importantes neodarwinistas han defendido métodos de clasificación


con base en la definición de grupos de seres vivos por cantidad de similitud-diferencia,
clasificaciones no genealógicas en el sentido de Darwin. Tal vez una moraleja para estos
autores, después del examen de las ideas previas, sea que no se puede ser más papista
que el papa, o en otros términos, que la ortodoxia tal vez sea un mito. Curiosamente,
grupos de biólogos actuales que son "antidarwinistas" (no antievolucionistas) en el sentido
de su teoría de la selección natural, siguen su principal precepto en clasificación: "...este
principio genealógico o de descendencia es el oculto lazo de unión que los naturalistas
han buscado con el nombre de sistema natural".

A pesar de estas afirmaciones textuales de Darwin, una carta que dirigió a Hooker en 1859,
donde señala explícitamente que la genealogía no resuelve la clasificación, ha sido
tomada como la opinión de Darwin sobre lo que debían ser las clasificaciones naturales
de los organismos. Es cierto que en sus trabajos se elige el nivel de los grupos en función
de la similitud, en lugar de la proximidad genealógica. También es cierto que sus trabajos
taxonómicos con los percebes consideran secundaria a la genealogía como argumento de
naturalidad, y que muchos postdarwinistas especularon sobre la producción de
clasificaciones con supuestas bases genealógicas. Sin embargo, debe reconocerse que
en Darwin había ideas reminiscentes de lo que significaba natural en términos de cantidad
de similitud-diferencia y carecía de conceptos bien definidos respecto a los distintos
componentes de la filogenia, entre los que la genealogía es el principal. No obstante,
Darwin fue reiterativo en su opinión respecto a la genealogía como elemento fundamental
de las clasificaciones que debían ser naturales. Con todo, en sus trabajos taxonómicos
con los percebes, continuó la confusión entre filogenia y genealogía, entre cantidad y
calidad de semejanza: el cómo distinguir el origen común de caracteres a partir de un
ancestro inmediato.
V . H A C I A L A N U E V A S I S T E M Á T I C A : L A
T A X O N O M Í A E X P E R I M E N T A L , H U X L E Y , L O S
A T R I B U T O S M O L E C U L A R E S Y
M I C R O S C Ó P I C O S Y O T R O S C A R A C T E R E S D E
L A S E S P E C I E S

La esencia de la investigación taxonómica original es el análisis del material y la síntesis de los


resultados dentro de una clasificación. Aunque en la práctica estos pasos son a menudo
combinados, realmente éstas son dos operaciones separadas. La primera de ellas consiste del
hallazgo y la evaluación de las diferencias, la segunda del descubrimiento de puntos de
semejanza. Methods and Principles of Sistematic Zoology (1953) ERNST MAYR, GORTON
LINSLEY Y ROBERT USINGER

EN EL importante libro editado por Ho y Saunders, Más allá del neodarwinismo, Gerry
Webster afirma que la teoría darwiniana de la evolución explica la similitud entre
organismos en términos de descendencia a partir de un ancestro común y su diferencia
en términos de selección natural o por adaptación. Este autor ha señalado también que,
con el espejismo de la genealogía —que todo parece explicar— se vinieron abajo las
posibilidades de generar una teoría morfológica y descubrir leyes de la forma por los
biólogos anatomistas del siglo XIX. La influencia que tuvo la teoría de Darwin colocó en un
segundo plano los logros de Cuvier y Saint Hilaire en teoría morfológica.

Un genio del estudio de las formas en biología, el inglés D'Arcy Wentworth Thompson, ya
había expresado la preocupación de Webster, y desarrollado sus ideas matemáticas y
físicas en las relaciones de las formas en biología con su libro Sobre el crecimiento y la
forma, editado a principios de este siglo. Manifestaba su preocupación de que la similitud
de formas tenía varias facetas:

Me atrevo a decir que sería una exageración no ver en cada hueso más
que una resultante de condiciones físicas y mecánicas inmediatas y
directas; hacerlo así sería negar la existencia de un principio de herencia
[...] Pero sostengo que no es menos exagerado tender a olvidar por
completo estas causas directas, mecánicas y físicas, y pretender no ver
en los caracteres de un hueso más que los resultados de la variación y la
herencia, y por consiguiente confiar en estos caracteres como una guía
segura e incuestionable para estúdiar el parentesco y la filogenia. La
anatomía comparada tiene su lado fisiológico que ya ocupó la mente de
los investigadores en los tiempos de John Hunter y de Owen; tiene su
aspecto clasificatorio y filogenético, que ya fue objeto de atención en los
primeros días del darwinismo, y no podemos perder de vista ninguno de
estos aspectos sin riesgo de errores y malentendidos.

Las similitudes y diferencias en sistemática eran explicadas por Darwin en términos de


adaptación funcional o en términos de historia evolutiva, esto es por limitaciones externas,
sin ver consideraciones internas, ni tomar en cuenta los aspectos físicos, químicos y
meramente mecánicos o geométricos que les subyacen y son parte importante para
explicar la semejanza. Retomaremos este punto hacia finales del libro, por ahora volvamos
a Darwin y su efecto en la taxonomía de finales del siglo XIX y principios de este siglo.
LA AUSENCIA DE UN MÉTODO DE RECONSTRUCCIÓN GENEALÓGICA
EN EL NEODARWINISMO

A pesar del valor que Darwin imprimió a la historia evolutiva como factor explicativo de la
similitud y la diferencia en los seres vivos, su progreso en la invención de conceptos con
trascendencia metodólógica, útiles en el análisis de la genealogía de especies y su
clasificación, en realidad fue deficiente y lo veremos a continuación. Las sugerencias que
dejó para relacionar las formas son intuitivas y de poco rigor, según se apuntó en el
capítulo anterior.

Entre los aspectos taxonómicos que prosperaron después de la publicación del Origen de
las especies de Darwin, estuvieron: 1) la búsqueda de ancestros o eslabones perdidos a
través de formas fósiles o de grupos vivientes con caracteres intermedios; 2) la producción
de diagramas filogenéticos que conectasen los distintos "tipos" de seres vivos; 3) la
descripción y análisis de las variaciones morfológicas en las poblaciones y las diversas
razas geográficas que componen a una especie; 4) el estudio de caracteres no
morfológicos o no tradicionales en la taxonomía de muchos grupos, y 5) el significado de
la hibridización en la generación y mantenimiento de las especies. Paulatinamente se
estableció una vinculación cada vez más estrecha entre las distintas disciplinas de la
biología con la taxonomía, de modo que la base comparativa de cualquier hallazgo en
biología subyacía en la evolución y podía adoptar una interpretación en términos
taxonómicos. La frase de los neodarwinianos de que nada tiene sentido en la biología si
no es a través de la evolución, se manifestaba con nitidez.

No obstante, la vasta tarea de descubrimiento de especies nuevas, su descripción,


ilustración y denominación continuó predominando, como acontece aún hoy en día, y en
la misma forma clásica de antes, investigando las propiedades o atributos de forma, patrón
de coloración y lugar geográfico; sólo que se empezó a considerar el principio de definir la
población con base en una muestra que incluyese los extremos de la variación.

La síntesis efectuada por Huxley en el libro que editó bajo el título de La nueva
sistemática en 1940 es un buen ejemplo del tipo de problemas que en la taxonomía
posdarwiniana eran de interés.

La especie ya no tenía el sentido estático que prevaleció hasta los días de Darwin; se llegó
a aceptar que la especie estaba formada por poblaciones que variaban geográfica y
morfológicamente. Sin embargo, a principios de este siglo se reconocieron casos en que
organismos morfológicamente muy parecidos no se reproducían, de modo que la
comunidad o compatibilidad reproductiva se adoptó como un principio más fundamental
que la similitud morfológica. Se reconocía una similitud subyacente a la reproducción que
era más importante que la semejanza morfológica gruesa, para entender la cohesión entre
los organismos que formaban a la especie. Lo anterior dio origen a la noción de
mecanismos de aislamiento en la reproducción entre las especies distintas hacia la década
de 1930.

La aceptación del punto de vista gradualista en la evolución de las especies que defendía
Darwin pronto permitió la aceptación del concepto de subespecie = raza geográfica, en el
contexto de la especie politípica: ésta era la conformación de una especie por varias
poblaciones separadas geográficamente y diferenciadas en su fenotipo. La especiación o
generación de nuevas especies a partir de las preexistentes se concebía como un proceso
continuo en el tiempo y en el espacio, de modo que era posible admitir una sucesión de
estados poblacionales desde especies incipientes hasta especies plenamente
discontinuas.

La idea del continuo en la evolución de los seres vivos también quedaba manifiesta en el
estudio de la genealogía; la búsqueda de los "eslabones perdidos" era una expresión de
esta idea que aún actualmente está muy arraigada. Sólo que en este caso el buscar
eslabones perdidos equivalía a la búsqueda de los ancestros, pero como a éstos había
que buscarlos en el registro fósil, se llegó a la idea errónea de que un fósil era un ancestro
de una de las especies vivientes o de otro fósil más reciente dentro de la sucesión
estratigráfica. No se comprendía que un fósil sólo representaba restos de un organismo
que podía pertenecer a una especie hermana o grupo hermano vivientes; un fósil podía
ser el representante de una especie extinta que no hubiera dejado especies
descendientes. Desde este punto de vista era factible apreciar cierta distorsión de las ideas
originales de Darwin, por un abuso o una malinterpretación de los fósiles y su consiguiente
valor en la reconstrucción genealógica. En los mismos diagramas de las relaciones
genealógicas de los seres vivos se apreciaban tales distorsiones. No había una distinción
clara entre la generación de nuevas especies —cladogénesis o especiación— y otros
componentes de una filogenia de organismos, por ejemplo: las relaciones cronísticas, las
relaciones biogeográficas, la cantidad de cambio (divergencia evolutiva = evolución
filética), etc. Recuérdese que la filogenia de los organismos es la historia evolutiva de esos
organismos y su genealogía sólo es una parte de dicha historia, aunque es su componente
más importante, ya que permite entender las relaciones de parentesco —de padres a
hijos— entre las entidades evolutivas discretas o independientes que llamamos especies,
que consideran secundarios los otros tipos de relación en términos de espacio geográfico,
tiempo y cantidad de divergencia.

El hallazgo de organismos o fósiles que tuvieran morfologías intermedias se traducía en


su ubicación como ancestros. Había una justa preocupación de conectar los diferentes
grupos de seres vivos en términos sistemáticos con bases evolutivas. El investigador
alemán Haeckel produjo muchos árboles de este tipo, integrando bosques de esta clase
de diagramas, a los que se les llamó árboles filogenéticos. Una crítica actual a tal clase de
diagramas es que la conexión entre las distintas ramas del árbol no indica el proceso de
especiación que debe incluir en su explicación; por otra parte, la conexión parecía
efectuarse por un análisis intuitivo de las similitudes y diferencias entre los seres vivos que
se conectan como ancestro descendientes, pero no se indica el análisis de caracteres que
llevó a proponer tal conexión. No obstante, muchos de los árboles muestran la idea de
progresión, el aumento en complejidad y las relaciones de aparición de los grupos a través
del tiempo.

Aun sin una teoría de la herencia suficientemente elaborada, fue un éxito la idea darwinista
de variación entre las poblaciones. El estudio de la variación en el reconocimiento de las
especies y subespecies se hizo indispensable, lo cual se filtró y se aceptó en los códigos
de nomenclatura biológica que hoy se utilizan. A pesar de que la idea del tipo que
representa a la especie había sido abandonada, se consideró que —en aras de una
estabilidad nomenclatural y la necesidad de puntos de referencia materiales para los
nombres de las especies— se continuara indicando la selección de un ejemplar "tipo de la
especie", buena práctica que sin intenciones teóricas aún hoy se conserva. Las mismas
ideas tipológicas se hicieron extensivas para los grupos a nivel de género y de familia,
donde es una especie tipo para un género, o un género tipo para una familia. Estas
designaciones se hacen por conveniencia a juicio del sistemata y de acuerdo con los
códigos de nomenclatura.

La ausencia de un método para la reconstrucción de la genealogía de los organismos


puede reconocerse fácilmente a través de la idea que Gilmour expuso en su artículo de
1940, "Taxonomía y filosofía". Señaló que en ese tiempo había dos escuelas de
pensamiento acerca de los métodos para la clasificación de los seres vivos: una era
propugnada principalmente por zoólogos y defendía que la clasificación debía ser natural
y por lo tanto habría de basarse en la filogenia de los grupos por clasificar; la otra escuela
expresaba dudas relativas a si una clasificación lógica de los organismos debía ser
filogenética, pues proponía —como mejor método— una clasificación fundamentada en la
correlación o coherencia de los caracteres.
Después de ochenta años de haberse publicado la magna obra de Darwin, Gilmour
señalaba: "Actualmente las clasificaciones de animales y plantas, aunque basadas sobre
diferentes datos, son esencialmente similares en principio a la clasificación de los objetos
inanimados." Ante la ausencia de un método para la reconstrucción de genealogías, la
proposición de un concepto de naturalidad basada sobre historia evolutiva, en lugar de
cantidad de semejanza (como citaba Darwin), no podía darse pues tal proposición en los
hechos no se había llevado a la práctica. Por eso Gilmour expresaba: "Es dudoso si la
significancia real del término 'relación filogenética' ha sido plenamente entendida. Una
resolución de estas diferencias seguramente es una de las mayores necesidades de la
biología sistemática." Se requirió de la discusión de las proposiciones más formales de
análisis de la similitud (taxonomía numérica y de análisis de la genealogía, taxonomía
cladista), en los siguientes treinta años, para dar una respuesta satisfactoria al
planteamiento de Gilmour.

Creo que todos nos sentimos culpables: por causa nuestra, el taxónomo que nos
estudia ha tenido que cambiar su concepto de especie. Ya no le importan nuestras
formas, sólo nuestros cromosomas.

Hacia la década de 1940 la taxonomía había adquirido un lugar central dentro de la


biología. Huxley propuso varias sugerencias con base en la opinión y discusión generadas
por los autores incluidos en su libro. Algunas de ellas son las siguientes: 1) incrementar el
personal científico en los grandes museos; 2) establecer una mayor relación entre la
taxonomía de los museos y otras ramas de la biología, principalmente de genetistas y
ecólogos; 3) preparar museos con laboratorios apropiados y estaciones de campo, así
como con personal que desarrolle investigaciones en biología comparada; 4) emplear la
estadística en las medidas de los organismos, así como muestras grandes de éstos en el
trabajo taxonómico, para un conocimiento más preciso de la variabilidad, contando con
matemáticos que asesoren ese tipo de trabajo; 5) usar métodos de correlación de
caracteres; 6) practicar el análisis de las cualidades genéticas si fuera posible; 7) analizar
la distribución geográfica y la aplicabilidad de reglas ecogeográficas en las poblaciones
estudiadas; 8) en los grupos poco conocidos continuar con el trabajo de exploración y de
formación de colecciones, pero en vertebrados y otros grupos orientar el trabajo
taxonómico a subgrupos, áreas geográficas y problemas especiales, y 9) la elección de
los grupos debe tener una base de interés filogenético, aspectos de variabilidad y otros
tópicos. En suma, sus consejos versaban sobre la necesidad de practicar una taxonomía
que se entrelazara estrechamente con las distintas disciplinas biológicas, cuya orientación
permitiese conocer más acerca de la microevolución, es decir, de la generación de
especies nuevas o la acumulación de datos citológicos, genéticos, ecológicos, fisiológicos
y conductuales con una perspectiva sistemática. Estos principios fueron denominados
como Nueva Sistemática, la cual afirmaba que sólo con una visión más detallada de los,
hechos de la diversidad orgánica y su distribución en los taxa se podrían alcanzar
principios de importancia en la biología general.

Los propósitos, consejos y profecías de Huxley en buena parte se han cumplido. La


taxonomía ha tomado diversos senderos en su desarrollo, pero el principal ha sido el de
la biología comparada, aquel en que las diversas disciplinas biológicas examinan los
organismos, sus acontecimientos, procesos y fenómenos biológicos con una base
comparativa, en una unión indisoluble entre la unidad de un grupo y la diversidad que en
él prevalece. Sin embargo, los propósitos de Huxley cobraron realidad en la ciencia con el
surgimiento, después de 1950, de las dos escuelas de pensamiento moderno en
sistemática: numérica o feneticista y cladista o hennigiana.

Cabe recordar que Julian Huxley era el nieto del famoso Thomas Huxley, el
contemporáneo de Darwin y apasionado defensor de las ideas de evolución por medio de
selección natural. Julian escribió también un libro sobre evolución, que llamó La síntesis
moderna, pues se consideraba que a la teoría darwinista se le "integraba" una teoría de la
herencia que se desarrolló durante la primera mitad de este siglo por grandes científicos
de la talla de De Vries, Morgan, Haldane, Fisher y Sewall Wright. Con tal integración la
visión gradualista de la evolución orgánica se reafirmaba, lo que condujo al nombre de
neodarwinismo.

La fusión de las ideas en genética y la primacía del concepto de especie basado sobre
comunidad reproductiva tuvieron tal éxito que a la fecha se practican, aun cuando para la
aplicación de este concepto sea necesario incluir en él organismos con sexualidad, por lo
cual no es posible aplicarlo a muchísimos grupos de organismos, principalmente a
bacterias, virus, algas, algunos protozoarios y otros más. Por otra parte, los resultados que
se obtuvieron en estudios de hibridización artificial y natural hacían difícil establecer límites
a las especies en la práctica. Reconocer a las especies es una de las tareas más
fundamentales en el edificio de la sistemática y la hibridización proponía problemas no
fáciles de resolver en lo nomenclatural y en lo evolutivo.

Recapitulando, el uso de experimentos de hibridización, el reconocimiento de las


propiedades ecológicas de las poblaciones, los estudios cromosómicos, serológicos y
químicos, definieron lo que varios contemporáneos de Julian Huxley denominaron
taxonomía experimental o taxonomía gama. Se pretendía destacar con esto una fase del
conocimiento en la sistemática, la cual se caracterizaría por la combinación de datos que
permitieran una interpretación en términos evolutivos, ya que entre los datos estaban
incluidos hechos genéticos que se creían superiores a los datos morfológicos. Se
comenzaba a pensar que entre más se estudiara el material hereditario o genoma, sería
más fácil efectuar las reconstrucciones filogenéticas apropiadas para el establecimiento
de una clasificación natural.

Ante la ausencia de un método de reconstrucción genealógica se creía en los "mejores"


caracteres. Los taxónomos olvidaban que la meta es clasificar organismos acorde con su
genealogía, para lo cual el análisis de los caracteres en términos evolutivos era el medio
y no el fin. Los organismos portan caracteres muy diversos, desde el material hereditario,
los rasgos celulares, tisulares, orgánicos y sistémicos de los individuos juveniles, hasta la
multiplicidad de caracteres que se expresan en el estado adulto cuando los individuos son
maduros sexualmente. Todos los caracteres pueden ser de importancia para el análisis
filogenético de las especies, aunque sólo algunos prueban hipótesis genealógicas.
La idea de que un gene era igual a un carácter llevaba a creer que, al conocer el genoma,
se tendrían todos los caracteres y esto evitaría la interpretación a la que conducía el
aceptar la idea del fenotipo, por lo que se podría llegar más fácilmente a la clasificación
natural. Tal idea prospera aún hoy entre muchos biólogos poco versados en taxonomía,
principalmente entre algunos genetistas, bioquímicos y biólogos moleculares.

La aceptación de una fase gama en la taxonomía implicó una fase alfa y una fase beta
previas. La taxonomía alfa se caracterizó por la etapa de exploración, descripción,
colección y denominación de taxa, en la que no era absolutamente necesario ser biólogo;
en ella se estudiaban las floras y faunas locales. Seguía a ésta la taxonomía beta o de
síntesis, en donde había una preocupación por la distribución que los caracteres presentan
en los diferentes grupos taxonómicos; se caracterizaba por estudios florísticos y
faunísticos, cuyos resultados ofrecían medios para la identificación e ilustración de
animales y plantas de una región dada, y se decía que en la etapa beta se perfeccionaba
la clasificación.

Así como hubo distinciones en el grado de madurez científica de la taxonomía, diversos


autores escribieron ensayos sobre la historia de la taxonomía y la dividieron en varios
periodos. Mayr, por ejemplo, dividió la historia de la taxonomía en seis periodos: 1) el
estudio de las biotas locales, 2) Linneo y sus contemporáneos, 3) el enfoque empírico
(antes de Darwin), 4) Darwin y la filogenia, 5) sistemática de poblaciones, y 6) las
tendencias actuales. Pero la historia de la taxonomía aún está por escribirse, como el
mismo Mayr afirmó.

UNA DIVERSIDAD DE CARACTERES

El desarrollo de nuevos conocimientos en distintas disciplinas biológicas que enriquecieron


a la biología comparada se efectuó paralelamente a la aparición de nuevas posibilidades
de observación y experimentación de los organismos biológicos y sus partes. La
posibilidad de observar rasgos nunca antes vistos gracias a microscopios cada vez más
variados y potentes permitía descubrir un nuevo mundo de estructuras biológicas; desde
los cromosomas hasta rasgos microscópicos de gran significación fisiológica y conductual.
Nuevas técnicas, materiales de mejor calidad, equipos más precisos para amplificar
nuestras percepciones en las investigaciones de lo vivo abrieron un nuevo universo de
alternativas en el estudio de las especies, su filogenia y clasificación. Surgió una explosión
de nuevas modas en técnicas de experimentación y observación en el estudio de los
caracteres que, vistos comparativamente, ofrecían numerosos filones para la exploración
clasificatoria de los organismos.

Muchos ejemplos podrían citarse como resultado de esta vorágine de datos que se
estaban produciendo, y vale la pena que el lector conozca algunos de los más significativos
para la producción de nuevas teorías en algunas disciplinas de la biología, en el
reconocimiento de procesos evolutivos entre los organismos, y en el mayor
perfeccionamiento de la teoría de la herencia, entre otros aspectos. Algunos de estos
resultados dieron lugar a una nomenclatura de disciplinas científicas en la taxonomía que
puede considerarse aberrante: citotaxonomía, quimiotaxonomía, taxonomía numérica y
otras, que enfatizaban únicamente algunos de los caracteres citológicos y moleculares, o
la evaluación cuantitativa y estadística de los caracteres.

A pesar de los avances en distintas áreas de la biología, la morfología comparada, la


embriología y la paleontología continuaron como áreas fundamentales en el estudio de la
evoluloción de los organismos y, por tanto, se les siguió considerando básicas para la
taxonomía.
Otras líneas de investigación

Contar, medir y estudiar la morfología de los cromosomas se convirtió en un área de gran


atracción para evolucionistas y taxonómos. Tener la posibilidad de analizar los elementos
relacionados con la herencia de los caracteres morfológicos entre los organismos fue una
experiencia que aún es importante como fuente de estudio taxonómico en determinados
grupos de organismos, por ejemplo: plantas con flores, en algunos insectos y en
mamíferos. La rama de la citogenética floreció al parejo de la citotaxonomía; tales estudios
han revelado procesos "instantáneos" en el origen de nuevas especies. Esto ha llevado a
una polémica entre el gradualismo y el saltacionismo en la evolución, durante la última
década.

El estudio de la ultraestuctura y de la micromorfología de los organismos a través de los


microscopios electrónicos de barrido y de transmisión permitió reconocer y estudiar partes
y subpartes estructurales de los organismos no imaginadas por los biólogos. Los distintos
componentes subcelulares como la mitocondria, el aparato de Golgi, el cloroplasto, el
núcleo, entre otros, podían investigarse tanto a nivel molecular como a nivel de las
microestructuras de que están compuestos; en las plantas, en los insectos y en los ácaros,
aquellas estructuras que antes eran desechadas como de "poco valor taxonómico", por
ejemplo: esporas, polen, elementos muy pequeños de la cutícula de los artrópodos, ahora
se aprecian mucho en diversos estudios fisiológicos, conductuales, paleontológicos y otros
más, y se les atribuyen amplias implicaciones para el estudio de la evolución y de la
taxonomía de los organismos.

El análisis de la microestructura en los insectos ha llegado a ser una veta de investigación


que requiere muchos años de dedicación entre los entomólogos, quienes los han
correlacionado con diversos mecanismos de comportamiento de tales seres y con
propiedades de algunos grupos de especies. Lo mismo ocurre entre los botánicos que
estudian los granos de polen de las plantas con flores (palinólogos); la estructura de la
pared del polen, sus dimensiones, la forma, la simetría, el tamaño, entre otros rasgos, son
de gran significación en el estudio de las especies, géneros, familias y órdenes de las
plantas. La influencia de la palinología en la paleobotánica ha sido de gran importancia, ya
que el polen puede conservarse en grandes cantidades en condiciones de
microfosilización, lo cual permite trazar líneas de desarrollo posibles entre los distintos
granos de polen de las secuencias fosilíferas, y con ello es posible dilucidar la composición
de las floras en el pasado y determinar condiciones ecológicas antiguas.

De alguna manera, el valor taxonómico de las diversas sustancias químicas y moléculas


de las que están compuestos los seres vivos siempre ha sido reconocido; sabores, olores
y colores de plantas y animales son caracteres que componen los sistemas taxonómicos
folk o precientíficos. El desarrollo del conocimiento químico de las plantas por medio de
variadas técnicas y equipos complejos, con propósitos de utilización o de aplicación en
diversas ramas industriales, produjo una enorme cantidad de datos potencialmente útiles
para estudios sistemáticos de las plantas. El avance en el conocimiento del metabolismo
generó muchos caracteres de valor para el análisis de las relaciones evolutivas entre los
seres vivos.

Dentro de las familias de substancias que han sido estudiadas con fines taxonómicos
están: alcaloides, terpenoides, compuestos fenólicos, glucosinolatos, animoácidos,
algunos ácidos grasos y muchas otras, que por su peso molecular menor a 1 000 se han
denominado micromoléculas, para diferenciarlas de las macromoléculas —proteínas y
ácidos nucleicos—, que en tiempos más recientes han sido de inapreciable valor
taxonómico.

Muchos grupos de plantas y sus respectivos subgrupos estaban caracterizados por un tipo
de micromolécula. En las décadas de 1940 y de 1950, el uso de patrones de micromolécula
presentes en una planta fue de gran valor en su reconocimiento. Aun en la actualidad
continúan siendo de valor, aunque se ha reconocido que tanto las sustancias como los
mismos mecanismos biosintéticos donde se producen pueden tener una evolución
convergente y paralela, lo cual, si resulta difícil de advertir y evaluar a nivel de los
caracteres morfológicos, a nivel molecular lo es mucho más. Por ésta y otras razones, la
idea de encontrar los mejores caracteres para la clasificación de los organismos perdió el
mito que se le había concedido: no había tal "toque de Midas", no había tal "piedra
filosofal".

La idea proveniente de la teoría de la herencia producida a lo largo del siglo XX, en la que
se concibe a los organismos compuestos por un fenotipo (caracteres que se expresan de
acuerdo con el medio y el estado de desarrollo de los organismos) y un genotipo (el
material hereditario que posee un potencial de expresión fenotípica), así como la creciente
popularidad del estudio ecológico de las poblaciones de organismos, imprimieron gran
interés al estudio de la variación de las especies. Los factores físicos y químicos del medio
ambiente, como luz, humedad, temperatura, alcalinidad-acidez de suelos, salinidad del
agua, y otros factores simples y complejos fueron estudiados en relación con la
adaptabilidad de los organismos y su variabilidad. Con estos conceptos y la especie
definida con base en comunidad reproductiva, se quiso desechar la idea del tipo, sin
considerar que lo que había quedado del tipologismo en la nueva sistemática sólo era un
estado de referencia nomenclatural, un punto de referencia para contrastar nuevos
hallazgos, un señalamiento tridimensional para la comparación de resultados, esto es, la
confrontación de hipótesis sobre la distinción de las especies y su clasificación.

La influencia de la ecología en la sistemática biológica no sólo ocurrió en términos de


evaluar y definir la variabilidad y adaptabilidad de las poblaciones a distintas condiciones
medioambientales, sino también en la comparación de las áreas de distribución de las
especies y sus capacidades de diseminación o dispersión, así como sus potencialidades
de colonización a nuevos ambientes. La correlación de hechos morfológicos, fisiológicos
y distribucionales fue ganando terreno en las actividades de investigación con
implicaciones taxonómicas y biogeográficas.

Desde luego, los estudios de hibridización experimental y natural, permitieron profundizar


sobre diversos problemas genéticos, ecológicos y evolutivos, todos ellos con implicaciones
en los mecanismos de especiación, en los procesos por medio de los cuales se generan
nuevas especies. El conocimiento de cómo se da el mantenimiento o escisión de los lazos
reproductivos entre las especies era fundamenfal para alcanzar un concepto más acabado
de la especie en términos evolutivos, así como para definir en la práctica a aquellos
ejemplares híbridos que no podían ser asignados a las especies parentales y que sin
haberse constituido en poblaciones residentes que dejasen progenie más o menos
exitosa, tampoco era posible concebirlos como nuevas especies.

El tipo de estudios efectuados en hibridización permitió definir con mayor precisión las
barreras de aislamiento reproductivo que existen naturalmente entre las poblaciones de
especies distintas. Desde los mecanismos a nivel de individuo, por ejemplo: secuencia
diferencial en el cortejo de distintas especies de animales, o florecimiento en distintos
tiempos en vegetales, hasta los mecanismos a nivel celular o genético, por ejemplo:
esterilidad y degeneración de los híbridos o muerte de los gametos antes de la
fecundación.

En términos más generales se puede decir que los estudios del flujo vertical
(descendencia) del material hereditario (genes) entre las poblaciones y las especies
permitieron un conocimiento más exacto de la naturaleza de la variación y del origen de
nuevas especies.

Lo sueños de un gringo... y lo sueños —a la inversa— de un taxónomo latinoamericano


UNA RECAPITULACIÓN NECESARIA

Era como un sueño; más que eso, era como una terrible pesadilla. Se tenía a la mano lo
impensable, lo increíble apenas pocas décadas atrás. Se podía tener infinidad de
caracteres a distintos niveles: molecular, subcelular, celular, tisular, orgánico, sistémico,
individual y poblacional. Los caracteres podían ser cuantificados y comparados con mayor
precisión, pero no se tenía un método suficientemente riguroso y formal, aceptablemente
fino, que de modo racional correspondiera con el análisis de los eventos de evolución, de
ancestría-descendencia de las especies, que permitiese su clasificación en esos términos.
Era como tenerlo todo y no tener nada.

Muchos estaban prestos y dispuestos para desentrañar la historia evolutiva de los


organismos, había una multiplicidad de estudios biológicos sobre los organismos, pero no
se sabía cómo conducirlos de modo que no continuaran en la línea que criticaba Gilmour,
la de clasificar los organismos en un sentido predarwiniano, por medio de una evaluación
intuitiva o cuantitativa de la diferencia o la similitud entre los caracteres de las especies.

Era como tener todos los ingredientes y no saber la receta para hacer el pastel; alguien
debía inventarla. El nombre lo había dado Darwin, "sistema genealógico" = "sistema
natural"; los ingredientes se habían estado produciendo a lo largo de la historia de la
biología, lo que había culminado con las potencialidades experimentales y de la diversidad
de caracteres suministrados a través de la nueva sistemática. Pero la receta para hacer el
pastel continuaba en la oscuridad.

Los millones de especies aguardaban aún una aproximación clasificatoria con bases
evolutivas; no había bastado el decreto darwinista de formular las clasificaciones de los
seres vivientes con base en su genealogía y de no extraviarse o confundirse con la
cantidad de divergencia. Seguía estando ausente un método para establecer las
clasificaciones naturales, si es que éstas existían.

El filosófo de la biología, David Hull, expuso lo anterior en las siguientes palabras: "Una
cosa es el reconocimiento de la existencia de la variación entre las formas
contemporáneas, como una consecuencia necesaria de la Teoría Sintética de la
Evolución, y otra cosa es la formulación de una metodología en taxonomía que sea
suficiente para manejar tal variación [...] La historia del concepto de especie biológica es
una historia de intentos sucesivos para definir la especie, de tal forma que resulte en
grupos que sean significativos como unidades en la evolución."
V I . C O N L A S C U E N T A S C L A R A S S E
C O N S E R V A N L O S A M I G O S , O R E C O R D A R A
M I C H E L Y P E R D E R S E E N T R E N Ú M E R O S

El propósito de la taxonomía es agrupar en clases "naturales" los objetos a clasificar. Esta


noción de "natural" ha sido definida de distintas formas, pero detrás de todas ellas está la
idea común de que un miembro cualquiera de una de estas clases naturales está más
próximo a los de su misma clase que a cualquier otro. Esto nos lleva a intentar definir lo
que queremos indicar por "relación taxonómica". Los taxonomistas tradicionales pretenden
identificar las relaciones taxonómicas con las relaciones evolutivas, pero, por otra parte,
los taxonomistas numéricos han señalado que las relaciones taxonómicas son de tres
clases. Reciben el nombre de "fenéticas" aquellas relaciones basadas en una semejanza
general entre los objetos a clasificar, y "cladísticas" aquellas otras basadas en líneas
comunes de descendencia ... La tercera clase de relación taxonómica es la "cronística" o
temporal, relación de varias ramas de la evolución... Las clasificaciones "filogenéticas" de
la taxonomía convencional se basan, en general, en una mezcla indefinida de relaciones
fenéticas y cladísticas, y en muchos casos sólo representan una semejanza general entre
los organismos clasificados, disfrazadas con una terminología evolucionista. Taxonomía
numérica (1968) ROBERT SOKAL

LA AUSENCIA de un método generó numerosas disputas conceptuales, y los debates


sobre los aspectos más controversiales de la taxonomía no hallaban una solución
satisfactoria. Los procedimientos en taxonomía biológica eran severamente criticados por
otros científicos, pues afirmaciones de "autoridad científica" como aquélla de que una
especie es el conjunto de poblaciones que un taxónomo experimentado dice reconocer,
sin señalar más requisito que la mera opinión del especialista, hacían que el conjunto de
los científicos advirtiera que la clasificación biológica no distaba mucho de lo arbitrario y
subjetivo.

Algunos de los representantes más destacados en el estudio de la evolución y de la


taxonomía opinaron que ésta era una mezcla entre arte y ciencia; lo cual logró encender
los ánimos aún más, y despertar en muchas mentes la inquietud de la búsqueda de un
método natural que basara sus procedimientos clasificatorios en argumentaciones más
rigurosas y formales.

Las polémicas son el común denominador en la ciencia; siempre existen diferencias en el


estudio de los problemas. No hay ni se llega a menudo a opiniones monolíticas o
exclusivas; durante el debate de las distintas opiniones se alcanzan algunos acuerdos, se
aclaran los conceptos, se proponen nuevas teorías o explicaciones que permiten un mejor
entendimiento de las cosas, de los fenómenos, de los eventos y de los procesos. Las ideas
también evolucionan; nunca se quedan quietas.

Sokal, de quien hablaremos más adelante, señaló: "En algunos de los recientes congresos
sobre biología, las sesiones correspondientes a la taxonomía numérica se han visto muy
concurridas, en muchas ocasiones por personas remotamente interesadas en el asunto,
que habían oído decir que 'iba a haber una buena pelea'. ¿A qué viene todo este ruido?"

Con frecuencia se tiene la idea de que la ciencia produce, verdades eternas e


incuestionables; nada más lejos de la verdad. La ciencia se aprecia, desde un ángulo
mítico, como infalible. Sin embargo, esto no significa que no tiene pretensiones acerca de
encontrar un modo racional de explicar la naturaleza. Para ello parte de suposiciones tales
como: el mundo es ordenado, hay patrones de orden y los patrones requieren
explicaciones causales. En este sentido, la clasificación es una de las tareas
fundamentales de la ciencia.
La ciencia es ambiciosa, y en el sendero de la historia que recorre, en agrias o amigables
discusiones de sus practicantes, consigue paulatinamente una explicación de los hechos
o, cuando menos, se alcanza algún progreso en el planteamiento de lo que se reconoce
como problemas.

¿NUEVAS SOLUCIONES?

En aras de restar arbitrariedad o subjetividad a los procedimientos de la clasificación


biológica, emergieron nuevas teorías taxonómicas. Fueron propuestas nociones inéditas
por varias de las corrientes de pensamiento que se estaban gestando; una de las
tendencias que apareció fue la llamada taxonomía numérica, fenética o neoadansoniana.
Este último término no está bien aplicado, pues si bien los feneticistas tenían la idea de
clasificar los organismos mediante el examen de todos los caracteres, sin darles valores
distintos, ellos no pretendían encontrar las esencias de las especies, de los géneros y de
las familias, como lo intentó Adanson. Había diferencias de intención, aunque la
evaluación de la semejanza general constituyera la constante.

Hoy nadie rechaza el valor importante que los tratamientos numéricos poseen para hacer
más rigurosos y formales los procedimientos clasificatorios. En lo que se difiere es en la
aplicación de tales tratamientos según sean los procesos, objetos y fenómenos que se
quieren clasificar. No es lo mismo clasificar a estrellas, átomos y moléculas que a seres
vivos. Cada conjunto tiene propiedades distintas que deben tomarse en cuenta; no
obstante, Roberto Sokal tiene razón cuando dice: "La naturaleza de la semejanza es,
desde luego, uno de los problemas fundamentales de la taxonomía, cualquiera que sea el
enfoque teórico de partida."

ENTRE ÁRBITROS Y CUENTACHILES: EL ¿POR QUÉ? ETERNO DE LOS NIÑOS

La imaginación y la intuición no son ajenas a la ciencia. Aunque pretendidamente


distanciadas del rigor y del sentido "estricto" del científico, son base importante en los
descubrimientos y en las invenciones. Esto no quiere decir que sean el último "misterio"
del intelecto humano, pero cuando menos les atribuimos el "genio" del científico. Se
reconoce cada vez más que la capacidad de imaginar o de intuir descansa en el
conocimiento de condiciones análogas sobre las que pensamos; inferimos
comportamientos o relaciones equivalentes a partir de aspectos que conocemos. Señala
un dicho que la imaginación es el sentido común glorificado.

Al tomar conciencia de esta situación, los taxónomos numéricos exigieron a la sistemática


tradicional que hiciera explícitos sus razonamientos en las decisiones y procedimientos
que se efectuaban. Era el destino inexorable de la ciencia según ellos: formalizar,
cuantificar y medir: la periferia del sentido común.

Una de las dificultades por la que la taxonomía se privaba de su carácter científico y estaba
imposibilitada de encontrar la tan cacareada clasificación natural estribaba en sus
prácticas imprecisas que no permitían la cuantificación. No es que los feneticistas tuvieran
la obsesión pitagórica de los números, el interés de encontrar números mágicos en la
naturaleza, como Linneo con su sistema sexual que expresaba el orden en números. Se
deseaba reducir las decisiones taxonómicas vagas, difusas e intuitivas que hacían de la
taxonomía un "arte".

Por otra parte, la teoría de la evolución de Darwin no explicaba muchos aspectos, sino que
se extrapolaban conclusiones que muchos no estaban dispuestos a aceptar. Tales
extrapolaciones eran vistas como extraordinariamente subjetivas, sin ninguna base de
observación, sin evidencia. Darwin había puesto la semilla en la búsqueda de
explicaciones racionales en el estudio de la evolución, pero no todo era adaptación y
selección natural.

Aquellos que creían que la clasificación no podía sustentarse en teorías, debido a que
consideraban que era aceptar especulaciones que incluso rayaban en la fantasía, se
opusieron en principio a usar numerosos conceptos, principalmente evolutivos. Pensaban
que la clasificación de los seres vivos debía enfrentarse en una posición de franco
empirismo.

Los antagonismos entre las dos corrientes de pensamiento más conspicuas en la


clasificación incidían en concepciones muy distintas de lo que debía ser una clasificación
natural y en las formas de encontrarla o descubrirla.

De lo "natural" en el descubrimiento de las esencias, a través del estudio de todos los


caracteres para la construcción de las clasificaciones —como lo intentó Michel Adanson—
, se había pasado al estudio de la semejanza total como una opción posible en la
clasificación en tiempos darwinistas, pero que nunca se desarrolló debido a que muy
pronto comenzó a erigirse la idea rectora de la genealogía como fundamento de la
clasificación biológica. Dado que ésta no había desarrollado un método y conceptos
teóricos que permitieran reconstrucciones filogenéticas rigurosas, con estricta lógica,
alejadas de la "intuición" y de posiciones de seudoautoridad científica, la postura
numericista planteaba una fórmula que equivalía al regreso del concepto de naturalidad
por semejanza total, que hacía un siglo parecía haberse superado.

Ni Adanson ni los coetáneos de Darwin pudieron hacer prosperar la idea de manejar


muchos caracteres, debido a un pobre desarrollo de las matemáticas de aquel tiempo y a
la ausencia de computadoras, entre otros aspectos. Pero cuando ciencia y tecnología se
encontraron en condiciones de ejecutarla, la idea de semejanza total se veía como una
alternativa potencial para enfrentar el estudio de la diversidad organísmica, bajo una
perspectiva empírica, "desprovista" de la teoría so pretexto de erradicar la especulación y
las dificultades que no se habían podido superar en historia evolutiva, por ejemplo: un
concepto de especie suficientemente general para todos los organismos y consecuente
con el proceso evolutivo, así como un método y conceptos que admitieran la
reconstrucción genealógica ausente de decisiones evidentemente subjetivas o arbitrarias.

Se pensaba que con el uso de la estadística y las probabilidades se podrían erradicar


decisiones tendientes a la subjetividad; la estadística recién había mostrado su gran
potencial e importancia en el estudio de la genética, de la selección natural y de la
variación. Dicha posición tenía posibilidad de ganar adeptos.

La teoría sintética de la evolución y la nueva sistemática garantizaban muchos


ingredientes y su calidad, pero en el momento de hacer el pastel no existía receta para
explicar el orden y la relación de los ingredientes en los términos requeridos. No había un
método con sustento teórico necesario y suficiente. Por tales motivos, la idealización
estadística pareció atractiva a muchas mentes. Resultaba oportuna para sustituir
temporalmente el principio de descendencia con modificación por el de semejanza total en
la clasificación biológica.

Se había convertido en un mito la creencia de que la filogenia o la genealogía podían


inferirse a partir de la clasificación y viceversa. Se alejaba la posibilidad de considerar que
la proximidad de los nombres en una clasificación era la indicación de proximidad de
descendencia, debido a que la proximidad de nombres en una clasificación significaría
para los numericistas proximidad de semejanza total. Vistas así, eran dos posturas
irreconciliables.
Para los feneticistas la clasificación era un asunto de ver y no de observar, la distinción
aquí era para eliminar la "carga" teórica y conceptual que el resto de la ciencia incorporaba
al quehacer clasificatorio tradicional. Ésta fue una posición que en sus orígenes
sostuvieron los feneticistas o neoadansonianos, pero que tuvo que desecharse por
ilusoria. Hablar de sexos, organismos, individuos, numerosas estructuras, formas,
funciones, conductas y otros atributos de los seres vivos implícitamente incorporaba
conceptos teóricos. Los numericistas no podían evadir las teorías científicas al considerar
innumerables caracteres. No era posible reducir el conocimiento al mero ver y escudriñar,
ya que las teorías no son reductibles a conjuntos de observaciones. La neutralidad teórica
era una fantasía. La directriz teórica que sostenía las clasificaciones de los elementos, de
los compuestos orgánicos e inorgánicos, de las estrellas y otras entidades, significaba una
muestra de su desatinada concepción que pronto fue parcialmente abandonada.

Una segunda posición fue la de admitir sólo las teorías más aceptadas, es decir rechazar
básicamente a la evolución como idea rectora de las decisiones clasificatorias y como
fundamento de las relaciones taxonómicas. En esta segunda toma de posiciones se señaló
que las interpretaciones evolutivas deberían basarse en las clasificaciones fenéticas. La
sistemática fue concebida como una ciencia sin relación alguna con el tiempo y el espacio
o con causa alguna, divorciada de los procesos y de las teorías que podían explicar a esos
procesos.

Estas opiniones, que fundamentaban su forma de conceptuar a la sistemática, los


obligaban a mantener que la valoración a priori de los caracteres era un error. La
valoración de los caracteres a posteriori sería la forma adecuada de comparar la jerarquía
de las propiedades en los seres vivos. No había razón, según ellos, para dar mayor valor
o peso a los caracteres previamente al análisis de la semejanza total. El pesaje o la
importancia de los caracteres debería demostrarse después d análisis de la semejanza,
donde se consideraban con el mismo peso a todos; fuera un pelo, un estómago o una
aleta, todos valían lo mismo a priori.

Para ellos la similitud era la homología; la comunidad de descendencia no tenía significado


alguno para la homología, si no era evaluada a partir de un examen de caracteres. Los
sokalianos confundían las similitudes análogas con las homólogas. Las primeras eran
resultado de convergencias evolutivas y de homoplasias en general, las segundas
resultaban de la proximidad de ancestría.

Uno de los taxónomos y evolucionistas más importantes de la corriente de la síntesis


moderna de la evolución, Ernst Mayr, señaló el modo de razonamiento de los numericistas
a través del ejemplo de los gemelos idénticos: "... dos hermanos no son gemelos idénticos
debido a que ellos sean similares, sino que son similares debido a que se derivan de una
sola célula, que es a lo que se debe que sean gemelos idénticos". Como puede advertirse,
una falacia básica de los nominalistas es su interpretación desviada de la relación causal
entre la similitud y la relación. En el caso de los gemelos, la relación de afinidad es lo que
causa la similitud y no a la inversa.
Ya lo decía yo, los números no engañan: ¡la similitud causa la afinidad!

Para los seguidores de Sneath y Sokal el grado de similitud hacia los grupos o taxa; ése
era su fundamento más solicitado.

LAS ESPECIES MATEMÁTICAMENTE DEFINIDAS Y LOS BIÓLOGOS


RECOLECTORES DE VECTORES, MATRICES Y ECUACIONES

El reconocimiento de que en la especie existe variación, que no hay un solo organismo de


la misma especie igual a otro y que si ocurriese podrían llegar a ser diferentes según sean
las condiciones en donde se desarrollen, fueron conocimientos que se adquirieron con el
abandono del concepto linneano de especie, un concepto esencialista. Darwin usó tal
conocimiento para inventar su teoría de la selección natural. La genética de Mendel y los
estudios poblacionales apoyaron su teoría con las consecuencias que se han señalado en
el capítulo anterior, entre ellas, la de sustituir el concepto de especie esencialista con base
en la idea de comunidad reproductiva y la separación de otras especies mediante
mecanismos de aislamiento. Precisamente estas ideas demarcaron la noción de
continuidad morfológica entre los distintos miembros de una especie, lo cual fomentó el
uso de la estadística para reconocer en términos de números y medidas los caracteres de
las especies. Se trataba de una respuesta de los feneticistas al criterio de autoridad con el
que algunos taxónomos definían a la especie. La ausencia de un umbral de diferencia
reconocible en la aplicación del concepto de especie biológica era lo que aparentemente
permitía aceptar que había decisiones arbitrarias.

La opinión de los feneticistas de explicitar los procedimientos taxonómicos adquiría


vigencia en la práctica del reconocimiento de especies, de su determinación o
identificación y su clasificación. Las especies muy próximas en su parecido general y
aquellas que llegaban a hibridizar planteaban serios problemas; los numericistas
demandaron procedimientos explícitos que se traducían en echarle cuentas al asunto.
Otros biólogos continuaron en dos senderos: 1) reconocer los atributos no estudiados que
permitían diferenciar a las especies, esto es, ampliar el conocimiento biológico de las
especies, "micromorfología, rasgos subcelulares y propiedades químicas" (este camino
era el de Julian Huxley, quien opinaba que las especies podían ser de muy variados tipos
y significancia en diferentes grupos; para él no había un criterio sencillo de especie),
y 2) ya que el concepto de especie biológica tenía deficiencias en aspectos de estudios
del proceso evolutivo, habría que perfeccionar un concepto de especie que sirviera para
el análisis de la reconstrucción evolutiva, esto es, desarrollar un concepto filogenético de
especie que tuviese aplicación en organismos que no presentaran sexualidad y, por ende,
no tuvieran comunidad reproductiva.

Se requería inventar un nuevo concepto teórico de especie y un método para la


reconstrucción genealógica. Como se señaló previamente, el filósofo de la biología David
Hull expuso el problema en los términos siguientes: "Una cosa es el reconocimiento de la
existencia de la variación entre formas contemporáneas como una consecuencia
necesaria de la teoría sintética de la evolución, y otra es formular una metodología en
taxonomía suficiente para manejar tal variación", e insistía:

La historia del concepto de especie biológica es una historia


de intentos sucesivos para definir la especie, tal que los
grupos resultantes sean unidades significativas en
evolución.

Una primera definición de especie evolutiva fue propuesta por el paleontólogo George
Gaylord Simpson. La carencia de la dimensión temporal en el concepto de especie
biológica tenía limitaciones para el análisis del proceso evolutivo; por ello, Simpson incluyó
en su definición el concepto de secuencia de poblaciones ancestro-descendientes, que
sería desarrollado por otra escuela de pensamiento taxonómico, como se verá en el
capítulo siguiente.

En la tendencia numericista se prosiguió con el desarrollo de importantes procedimientos


estadísticos que aún hoy tienen gran aplicación en el estudio de la variación de las
poblaciones y las especies. Desde luego, no fueron pocos los que usaron sus
procedimientos para diferenciar a las especies en función de cantidad de parecido, una
medida de distancia matemática. No había criterios biológicos en la demarcación de sus
unidades.

Mientras que algunos, los feneticistas, continuaron con sus pretensiones de diferenciar a
las especies con base en definiciones numéricas, los taxónomos evolutivos siguieron
buscando razones biológicas para efectuarlas. Mientras que para los evolucionistas ciertos
conceptos eran centrales a las teorías biológicas, para los feneticistas —que seguían una
posición empirista—no tenían significado alguno, ya que éstos preferían una clasificación
artificial basada en la mera aritmética de los caracteres que podía ser irrelevante
biológicamente.

El proceso de especiación (generación de nuevas especies) era concebido como algo


gradual de acuerdo con la teoría darwinista. En consecuencia, existía un continuo de
especies incipientes que era más fácil diferenciar por métodos matemáticos, decían los
neoadansonianos. Como la práctica era interpretar ciertas diferencias morfológicas en
términos de discontinuidad reproductiva, entonces las medidas cuantitativas y métricas
propuestas constituían una alternativa. En vez de especies hablaban de unidades
taxonómicas operacionales, con su acrónimo: UTO's. Con las especies biológicas no
podían operar, y consideraban que las prácticas subjetivas y arbitrarias en su
reconocimiento prohibían su uso en la taxonomía numérica.

Los numericistas sólo reconocían individuos, puesto que los agrupamientos en términos
de poblaciones, especies y grupos superiores, o todas las clases y conceptos de este tipo,
sólo significaban para ellos artificios de la mente humana, meras convenciones o
especulaciones teóricas que no guardaban un orden de operaciones para que tales
conceptos pudieran ser reconocidos. Debido a ello, Sokal, Sneath, Colless, Camin y
muchos otros feneticistas, señalaban que los nombres dados a los grupos de especies,
por ejemplo: ratón, elefante, aves y muchos otros, únicamente eran nombres inventados
por el hombre para grupos de individuos que él consideraba similares. Por tales puntos de
vista también fueron llamados nominalistas.

ANIMALES FANTÁSTICOS: LOS CAMINÁLCULOS Y LOS ARTIGÁLCULOS

A principios de la década de 1960 Joseph Camin, investigador de la Universidad de


Kansas de los Estados Unidos, inventó un grupo de animales imaginarios, con el propósito
de examinar las relaciones evolutivas entre ellos y obtener principios aplicables en la
reconstrucción de la evolución de organismos reales, a través de las técnicas numéricas
desarrolladas por los feneticistas. En honor e irreverencia simultánea, los 29 animales
"actuales" y los 48 "fósiles" inventados fueron llamados caminálculos por los estudiantes
de Camin. Tal modelo de animales había sido producido al seguir reglas que respetaran
los principios evolutivos conocidos y que simularan el proceso de evolución real. Eran
animales hipotéticos de los que su inventor sabía la "filogenia" bajo la cual se habían
generado, pero los usuarios del modelo lo ignoraban. Animales menos complejos fueron
inventados por Artigas en Argentina con fines equivalentes, a los que él mismo llamó
artigálculos; una autoirreverencia inaudita en un argentino, aunque también puede
interpretarse como una respuesta hacia la indiferencia dé los taxónomos latinos
tradicionales, para no pasar inadvertido ante la moda.

De este modo los neoadansonianos deseaban examinar los diversos métodos de


reconstrucción evolutiva que estaban en práctica, con el fin de contrastar la capacidad de
alcanzar la "verdadera" filogenia por medio de distintos métodos. Se esperaba que los
resultados de este modelo pudieran convencer a los taxónomos del poderío metodológico
de la sistemática numérica; cuando menos eran de valor pedagógico y heurístico. Es
importante mencionar que incluso feneticistas influyentes como Colless no admitieron el
uso de los caminálculos para investigar la historia evolutiva, pues existía una gran aversión
al estudio de la evolución. Por otra parte, esto muestra que no existe escuela de
pensamiento en taxonomía que sea plenamente monolítica, ya que muchas ideas se
imbrican; lo mismo ocurre con genealogistas y gradistas.
Aunque no lo crean, no somos artigálculos ni caminálculos. Somo animálculos, en vísperas
de la modernidad.

Los estudios efectuados condujeron a ramificaciones evolutivas diferentes, aunque los


datos fueran consistentes —en cada método— con los resultados obtenidos. La elección
de los distintos resultados no era fácil ni obvia. En la supuesta realidad subyacía una sola
respuesta, una sola historia evolutiva; sin embargo, los esquemas que más se acercaban
a la solución eran aquellos que presentaban el menor número de cambios evolutivos.

El procesamiento por medio de técnicas numéricas, ayudado por computadoras, se


efectuaba con mayor rapidez, lo que les confería desde un principio ventajas adicionales.

El punto de partida de estos taxónomos, al no reconocer las especies y no asignar una


valoración ponderada de los caracteres, hace la diferencia con investigadores posteriores
que también han usado las matemáticas para hacer formales y rigurosos los análisis de la
filogenia de organismos. La diferencia no se hace por el uso de las matemáticas, sino por
los supuestos que conlleva en su uso.

Colless decía —como resultado de esta situación— que la taxonomía numérica a menudo
erraba por la rigidez de confinar su atención hacia la taxonomía como mera tecnología, sin
relacionarla a la ciencia de la sistemática a la cual debe servir.

Hay poca duda ahora de la enorme ayuda que las técnicas de la taxonomía numérica
pueden ofrecer en este campo, sobre todo en la clasificación de entidades que no
provienen de un proceso de ancestría-descendencia. En el estudio de la reconstrucción
genealógica de las especies, hoy existen métodos más coherentes con el proceso
evolutivo, tan robustos como las técnicas meramente numéricas y más consecuentes con
las bases teóricas de la clasificación biológica.
La polémica aún no concluye, aunque ha menguado su ánimo original; recientemente, las
proposiciones de los feneticistas son más moderadas y ya no significan la panacea como
se propuso en un principio. No obstante, el impulso que generó la taxonomía numérica
cumplió con el propósito de que los taxónomos fueran más rigurosos y formales en sus
juicios; además, se logró avanzar en conceptos de gran valor para el estudio de las
relaciones filogenéticas entre los seres vivos.

Con la introducción de la taxonomía numérica se insistió más en otros aspectos de las


clasificaciones biológicas a los que se había atendido poco, por ejemplo: compatibilidad,
congruencia y consenso de los caracteres, los diagramas de ramificación o las
clasificaciones, predictibilidad de las clasificaciones, valor explicatorio de las
clasificaciones y provisionalidad de tales explicaciones; pero, sobre todo, se discutió
mucho si una clasificación de organismos debería reflejar la filogenia de éstos.

Es obvio que con las tecnologías disponibles actualmente, el incremento y la recuperación


de información en las clasificaciones biológicas ha avanzado casi en términos fantásticos.
La ayuda de medios electrónicos hace reales ciertas visiones futuristas de un cuarto de
siglo atrás. No está lejano el día en que efectuemos "identificaciones" de organismos de
forma automatizada, de modo expedito. Parece obvio que nuestra destreza en gran
cantidad de tareas curatoriales aumentará con la disponibilidad de nuevos elementos
tecnológicos; esto es, las tareas de obtención de muestras de seres vivos, su estudio y
análisis en museos y laboratorios de investigación, progresarán conforme la ciencia y las
tecnologías mejoren.

Los ideales feneticistas aún no desaparecen. Algunos podrían hacerse realidad con el
enorme progreso de la informática y la robótica, al aplicarse a las diversas tareas
taxonómicas que aún nos esperan.
V I I . M A D R E . . . S Ó L O H A Y U N A . H E N N I N G ,
N E L S O N Y W I L E Y : P R O P U E S T A Y
E V O L U C I Ó N D E L M É T O D O P A R A E L A B O R A R
C L A S I F I C A C I O N E S N A T U R A L E S

Los taxónomos son más parecidos a los artistas que a los críticos de arte, ellos practican
su oficio y no lo discuten. He aquí un ejemplo de la actitud que sustentan ciertas corrientes
frente a un examen profundo de las bases teóricas y los métodos de su ciencia. Pero, a
pesar de ello, es evidente que la sistemática es una ciencia, y no un arte; para toda ciencia
llega alguna vez el momento a partir del cual no hay progreso sin exámenes de tal
naturaleza. Elementos de una sistemática filogenética (1968) WILLIE HENNIG El lenguaje
de una ciencia debe ajustarse al contenido de la misma... Una de las tareas del biólogo es
encontrar criterios racionales para agrupar juntos ciertos individuos o procesos y
distinguirlos de otros... La sede del alma (1968) LONGUET-HIGGINS La objetividad
debiera analizarse en función de criterios como la precisión y la coherencia. La tensión
esencial (1982) THOMAS KHUN

A PESAR de la importancia práctica y teórica de la sistemática biológica, el estudio de


otras ciencias experimentales en la biología había atraído la atención de los científicos y
de quienes comenzaban a interesarse en la ciencia. Taxónomos de gran importancia como
Willie Hennig opinaban de la sistemática que: "...no ha logrado una apropiada arquitectura
doctrinal de sus problemas, tareas y métodos, acorde con la importancia real que tiene en
el contexto general de las disciplinas biológicas".

Hacia finales de la década de 1960, Ernst Mayr sostenía que las tendencias en la
sistemática se caracterizaban por tres líneas de desarrollo: 1) un gran interés en el examen
de la teoría taxonómica, 2) el uso de las computadoras electrónicas y, 3) la introducción
vigorosa de técnicas bioquímicas, con un gran interés en la comprensión de la filogenia de
los organismos como punto de partida para entender la evolución de las macromoléculas.

Sin duda alguna es el primer aspecto el más trascendente en la sistemática, ya que las
opiniones de los feneticistas, así como la proposición de un nuevo método y terminología
para el análisis filogenético de los organismos cautivaban la atención de la mayoría de los
taxónomos.

Desde luego no sólo se trataba de un método desprovisto de argumentos teóricos pues


incluía conceptualizaciones diferentes respecto a la historia evolutiva de los organismos.

Si prácticamente no se había dicho nada nuevo y significativo sobre métodos, conceptos


y teoría de la reconstrucción de la evolución de los organismos desde tiempos darwinianos,
era obvio que lo que se propusiera causaría enorme prurito. El largo periodo sin examen
de la teoría evolutiva causaría muchos desacuerdos; no iba a ser fácil convencer a los
viejos sistematas ni a los nuevos e inexpertos deslumbrados por la impresionante
tecnología que se ponía en boga. El lema evolutivo de corte darwiniano aún esta muy
arraigado en los medios científicos.

No obstante, las debilidades metodológicas eran de tal magnitud que demandaban un


serio debate sobre los fundamentos de la sistemática biológica; así, resultaba factible
recibir proposiciones que desempantanaran el estilo arbitrario de las decisiones
taxonómicas por un lado, como también sería posible examinar la relación entre historia
evolutiva y clasificación. Se necesitaba dar una respuesta a la crítica de los feneticistas y
superar las subjetividades del juicio taxonómico prevaleciente.
ESCINDIRSE O CAMBIARSE DE ROPAJES: ¿CUÁNDO CONSIGO SER DIFERENTE?

La disputa entre dos grupos de taxónomos que consideraban a la historia evolutiva de los
organismos como elemento fundamental de las clasificaciones biológicas tuvo lugar a
partir de la proposición que hiciera Hennig en su libro de 1950. Originalmente, la discusión
no tuvo el ímpetu que debiera esperarse de acuerdo con el panorama que se ha planteado
a grandes rasgos hasta este momento, pero tenía una explicación. El libro de Hennig
originalmente se publicó en idioma alemán, lo cual dificultó mucho la lectura y el análisis
para la mayoría de los taxónomos. Es por ello que hasta finales de la década de 1960 —
cuando existía traducción al inglés y al castellano— se inició una de las polémicas más
excitantes en el mundo de la biología y que aún no termina.

La rica discusión que se generó a partir de dicha polémica permitió la aclaración de


numerosos conceptos y, como es frecuente en estas controversias, se llegaron a construir
más conceptos con sus respectivos términos que los denotan. El calor de la discusión
obligaba a eliminar la ambigüedad de las palabras que se usaban, pues sólo así sería
posible avanzar; sin líos de significado que encubrieran las diferencias de concepción
entre los contendientes intelectuales.

Por ejemplo, la palabra clasificación era usada con muy diversas connotaciones, y en
algunos casos implicaba meramente un sistema de palabras, pero podía ser la monografía
biológica entera. Lo anterior ocurría porque no se diferenciaba entre proceso y resultados
del quehacer clasificatorio. Entonces, cuando se hablaba del aspecto de predictibilidad y
recuperación de información en las clasificaciones, cuya discusión dependía de lo que se
entendiera por clasificación, se podían prestar oídos sordos a los planteamientos de los
taxónomos en pugna, sin acordar nada ante la carencia de términos claros.

La pregunta central en torno a la discusión, la que más discrepancia generaba entre los
taxónomos de formación darwiniana, consistía en la precedencia de la genealogía de otro
componente de la filogenia, como alternativas para la clasificación de referencia universal
en la biología. Había aún numerosas confusiones conceptuales respecto a la relación de
la historia evolutiva con la clasificación, lo que podría considerarse conveniente y lo que
se aceptaba como natural.

Si una clasificación de organismos producía grandes asimetrías, si hacía inestable la


nomenclatura en mayor o menor grado u otro problema, eran asuntos secundarios,
posibles consecuencias del principal dilema planteado.

Resultaba claro que no había un método apropiado para la reconstrucción genealógica, y


tampoco existía acuerdo en que la genealogía fuera el aspecto más fundamental de la
filogenia. Habría de transcurrir más de una década para aclarar esta controversia. Entre
las objeciones más importantes de los taxónomos tradicionales estaba precisamente el
hecho de que sus principales representantes defendían que la genealogía sólo
representaba uno de los procesos de la evolución. Argumentaban que la ramificación de
los linajes o cladogénesis sólo es un proceso en filogénesis.

El mismo Hennig había desarrollado su teoría de reconstrucción filogenética con base en


un concepto teórico que limitaba el análisis genealógico: el concepto de especie biológica.
Era necesario inventar un concepto más general en términos de proceso filogenético que
fuera utilizable —sin contradicciones— para el estudio de la cladogénesis o
especialización, es decir, el origen de las distintas ramas evolutivas independientes que
se habían generado durante la evolución.

Los puntos de vista de Hennig fueron fuertemente criticados, sobre todo en relación con
la clasificación, y a que en un principio planteó un mecanismo muy simple de generación
de nuevas especies, donde la especie generadora se extinguía después del evento
generador de especies. Pero él arguía que sólo se trataba de una regla metodológica y no
de un juicio sobre los hechos.

Las diferencias en concepción respecto a la filogenia y sus componentes estaban


íntimamente relacionadas con la apreciación diferencial del valor de la cantidad de
similitud-diferencia para reconocer grupos con una única historia evolutiva.

La historia evolutiva —filogenia— de un conjunto de organismos se caracteriza por poseer


varios componentes: la dirección o polaridad evolutiva, la cantidad de cambio genético
(cantidad de divergencia evolutiva o relaciones patrísticas), el tiempo de evolución
(relaciones temporales o cronísticas), la diversificación o radiación evolutiva, la
especiación o cladogénesis y las relaciones espaciales o biogeográficas. Los taxónomos
tradicionales daban gran valor a la cantidad de divergencia debido a que decían que la
magnitud de las diferencias (grado de divergencia) podía ser más importante que la
proximidad de descendencia evolutiva. De aquí se deriva el nombre de gradistas. De
hecho, con esto se generaban concepciones distintas de lo que significaba un grupo con
una historia evolutiva única y su importancia para la reconstrucción filogenética y su
aplicación o relación con la clasificación.

El ejemplo de los cocodrilos y las aves puede permitir un mejor entendimiento de las
diferencias entre genealogistas vs. gradistas: aves y cocodrilos comparten un ancestro
común inmediato, los seudosuquios (una especie de ellos, desde luego). Sin embargo,
aves y cocodrilos han divergido tanto que a pesar de tener una historia común de
descendencia, los gradistas los ubican en grupos separados mientras que los cladistas
son consecuentes en este sentido y los colocan en un mismo grupo.

La razón es que la cantidad de divergencia es una cuestión de variación en la velocidad


de evolución, que es distinta para cada rama evolutiva en cada especie o grupo de
especies. Por lo tanto, una decisión sobre la cantidad de divergencia es arbitraria y
subjetiva, y no hay un umbral que nos permita ser homogéneos en nuestras decisiones o
resoluciones. ¿Qué tantas diferencias y similitudes podemos reconocer y qué grado o
porcentaje deberíamos admitir, para respetar o no la descendencia común en el
reconocimiento de grupos con una misma historia? Los gradistas no tendrían una
respuesta satisfactoria a esta pregunta para sostener su punto de vista.
Estudios actuales muestran que, a pesar de sus diferencias aparentes, las aves son
parientes cercanas de los extintos dinosaurios, y hermanas de los cocodrilos.

De lo que se trata es de ubicar la diferencia entre dejar que la similitud por sí sola —como
cantidad de cambio de un grupo a otro— tome precedencia sore el aspecto cualitativo de
comunidad de descendencia, definida ésta sobre la base de una interpretación evolutiva
de la similitud. Cantidad de diferencia vs. calidad de diferencia.

Ambas escuelas de pensamiento en sistemática biológica mantenían concepciones


distintas respecto a la apreciación de lo que significaba una misma historia evolutiva.

Para los feneticistas la similitud total resolvía la naturalidad de los grupos a clasificar; para
los gradistas era la comunidad de descendencia la que lo resolvía, siempre y cuando la
cantidad de similitud se conservara dentro de ciertos márgenes, sin decir qué tanto, y para
los genealogistas o cladistas la comunidad de descendencia —en donde todos los
descendientes de un ancestro se integraban al grupo— resolvía la naturalidad, sin hacer
excepciones. Debido a estas consideraciones, los feneticistas afirmaban que las
clasificaciones de los gradistas mostraban una mezcla indefinida de grupos con relaciones
fenéticas y cladistas.

En aspectos terminológicos los cladistas decían a los gradistas que su concepto de grupo
con una misma historia de descendencia estaba mezclado, pues no era una definición
estricta y consecuente. Cuando sus grupos incluían al ancestro y todos sus descendientes,
eran realmente aceptables o monoféticos y servían para reconstruir los aspectos
cualitativos más fundamentales de la evolución. Pero cuando sustraían de un grupo de
descendientes, a una o más especies —por grado de divergencia—, estaban cercenando
la unidad de historia, es decir, estaban formando grupos parafiléticos que no son
aceptables para reconstruir los aspectos más estructurales de la evolución. Una
clasificación que contuviera grupos parafiléticos reflejaría decisiones arbitrarias y
subjetivas, por tanto, no podía funcionar como el sistema de referencia general para la
biología, cuando justo eso se deseaba descubrir.

El quid del asunto estribaba en que decisiones arbitrarias sobre la cantidad de divergencia
generarían más de una clasificación con supuestas bases evolutivas, aunque fueran
pretendidamente naturales; mientras que las clasificaciones cladistas —con base en
grupos estrictamente monofiléticos— garantizaban una sola clasificación, pues sólo hay
una historia de descendencia de los organismos por descubrir.

La idea rectora de la teoría taxonómica de Hennig y algunos de sus descendientes


intelectuales consistía en que las relaciones que permiten la cohesión de organismos y
especies, vivientes y extintas, son relaciones genealógicas. Otros tipos de relación —
fenotípicas y genéticas—, abarcan fenómenos correlacionados con la descendencia
genealógica con modificación, y por ende, son mejor entendidos dentro de ese contexto.
La similitud por sí sola, cualquiera que sea, no nos permite el establecimiento de relaciones
genealógicas. Los caracteres deben ser interpretados a la luz de la evolución y sólo
algunos de ellos pueden utilizarse para el descubrimiento de la ancestría común inmediata.

Hacia mediados de la década de 1970 la idea principal de Hennig había sido aceptada por
la sistemática, y varios taxónomos evolutivos reconocían la importancia sin precedente
que adquirían los conceptos de caracteres derivados compartidos para el análisis de las
filogenias de organismos. Desde luego, no había acuerdo en una relación directa entre
filogenia y clasificación; no obstante, sus implicaciones como fundamento de
reconstrucción de historia no se ponían en duda. Pronto sus implicaciones en biogeografía
y cronística —otros componentes de la filogenia— causaron grandes controversias que
aún continúan en las revistas más prestigiadas acerca de la biología comparada.
En palabras del ya célebre divulgador de la ciencia, Stephen Jay Gould, el planteamiento
del debate estaba en los términos siguientes:

Por desgracia, estos dos tipos de información —el orden de ramificación y


la similitud global— no siempre dan resultados congruentes. Los cladistas
rechazan la similitud global como una trampa y una ilusión, y trabajan
exclusivamente con el orden de ramificación; los feneticistas intentan
trabajar exclusivamente con la similitud global e intentan medirla en una
vana búsqueda de objetividad. El sistema tradicional intenta equilibrar los
dos tipos de información, pero a menudo caé en una confusión imposible
porque realmente ambos entran en conflicto [...] Así, los cladistas compran
su objetividad potencial a cambio de 'ignorar' una información
biológicamente importante, y los tradicionalistas se arriesgan a la
confusión y la subjetividad, al intentar un equilibrio de dos fuentes de
información legítimas aunque a menudo dispares. ¿Qué se puede hacer?

Grupos hermanos son aquellos que provienen de un ancestro común inmediato.

TIPOS DE CARACTERES EN FILOGENIA Y SU JERARQUÍA

Desde tiempos posdarwinianos y hasta la nueva sistemática, los caracteres utilizados para
determinar ancestría común fueron los homólogos, aquellos que por definición provenían
de una misma ruta de descendencia. Los caracteres convergentes provenían de ancestros
distintos y, por ende, no servían para reconocer historia común de descendencia. Los
caracteres que variaban de modo paralelo presentaban una enorme dificultad para
distinguirlos de los convergentes, pero de cualquier modo la procedencia a partir de
ancestros distintos los eliminaba, como evidencia útil a la definición de descendencia
común.

Los feneticistas interpretaban los caracteres homólogos como producto de la similitud


general que identificaban y evaluaban, y no como los gradistas la entendían, en el sentido
tradicional de ancestría común. ¿Era la homología —así entendida— suficiente para
descubrir grupos monofiléticos que permitieran reconocer la columna vertebral de la
filogenia, esto es, la genealogía? La respuesta era no, pues se quería reconocer un tipo
de homologías que ayudaran a descubrir una ancestría común inmediata, no cualquier tipo
de ancestría. Se requería precisión en la postulación de posibles ancestros y los hermanos
descendientes; había hipótesis generales e hipótesis particulares de descendencia
genealógica, habría entonces homólogos para cada tipo de hipótesis. Se imponía efectuar
una evaluación de los caracteres como indicadores del nivel de ancestría que
documentaban en las relaciones filogenéticas de los organismos. La distribución de los
homólogos y su jerarquía era la clave.

¿Pero qué eran los homólogos en la perspectiva de cambio evolutivo de los caracteres en
las especies? ¿Qué relación tenían respecto a los nuevos caracteres y las novedades
evolutivas? ¿Cómo era la ruta evolutiva de los caracteres? ¿Qué relevancia filogenética
podía tener el que se compartieran homólogos primitivos en lugar de homólogos recientes?
¿Cuáles eran los caracteres que demostraban ancestría común inmediata? Las
respuestas a estas preguntas llevaron a la invención de nuevos conceptos en análisis
filogenético con sus correspondientes términos; del mismo modo que los taxónomos
numéricos habían denotado a sus conceptos con nuevas palabras, lo mismo hicieron los
hennigianos. Es lo que naturalmente ocurre en la ciencia con el surgimiento de nuevas
teorías y métodos; inventar y aprender nuevos términos para los mismos conceptos,
aunque sea en otro contexto teórico, es algo que causa mucho disgusto incluso entre los
científicos, pues eso fue una de las críticas más sonadas hacia la sistemática cladista.

El razonamiento que siguió Hennig es relativamente sencilío, si se toma en cuenta que la


especiación es una transformación de los organismos en la que los descendientes se
tornan específicamente diferentes de los progenitores. En el caso más simple, cuando una
especie se divide y produce otra especie, por lo menos hay un cambio o transformación
de un carácter en la especie descendiente, esto es, un carácter a cambia
en a' (a a'). Si a su vez surge otro fenómeno de especiación simple en la
especie que es portadora de a, puede esperarse un cambio de a' en a" (a' a"),
pero si a' no se transforma en a", un carácter b puede transformarse en b', incluso
supóngase que b estaba presente en la especie original que portaba el carácter a, pero
que sólo se transformó después del cambio a a'. En la figura siguiente se
ilustran estos cambios:

En el ejemplo, el carácter pasa por una sucesión de estados diferentes desde a hasta a" y
de b en b', lo cual forma dos series de transformación de estados de carácter que pueden
escribirse así: a a' a" y b b'. Los estados de carácter
originales en estas series de transformación se denominan primitivos o plesiomorfos
(a yb), mientras que los subsiguientes se denominan derivados o apomorfos (a', a" y b').
Estos conceptos sólo son utilizados en un sentido relativo, esto es, cuando hay una serie
de transformación conocida en la que los caracteres se pueden comparar: a es plesiomorfo
de a', pero a' es plesiomorfo frente a a".

La explicación de este hecho y la posesión común de estos caracteres como resultado de


la herencia, es lo que Hennig reconoció para el análisis filogenético. Vuélvase al ejemplo
y adviértase que las especies B y D comparten el carácter b, por lo que se llama
simplesiomorfo a un grupo unido por homologías primitivas. Las especies D y E están
unidas con base en las apomorfías a' a", que son sinapomorfas respecto al carácter a', y
es un grupo unido por caracteres derivados. No obstante, puede señalarse que a" es un
carácter autapomórfico, como el de aquellos caracteres derivados que son exclusivos a
un grupo o a una especie.

Con base en esta línea de razonamiento Hennig distinguió dos tipos de homologías: las
plesiomórficas y las sinapomórficas; sólo las homologías sinapomórficas podían definir
grupos monofiléticos. Obsérvese que si se sustrae a la especie E del grupo aquí ilustrado,
como en el caso de las aves y los cocodrilos, se eliminaría a uno de los descendientes de
un grupo monofilético, que sólo quedaría definido por el carácter b, que es una
simplesiomorfía; por esa razón se determinó que un grupo parafilético está definido por
simplesiomorfías. Era un grupo que, como puede advertirse, aunque sólo incluía taxa de
una sola historia de descendencia, no contenía todas las especies que compartían esa
historia.

Un carácter o atributo que aparecía por primera vez en un grupo de especies se llamaba
autapomorfía o novedad evolutiva, era un carácter derivado de un ancestral. A partir de
ahí, la autapomorfía, si se heredaba a las especies descendientes, tomaba el papel de
sinapomorfía respecto al carácter original; los cambios subsecuentes en dos o más
eventos de especiación convertían a la autapomorfía en un carácter relativamente
primitivo, esto es, una simplesiomorfía. La secuencia era la
siguiente: autapomorfía sinapomorfía simplesiomorfía, una
secuencia que se determinaba en forma relativa. No existen caracteres apomorfos sin
relación a otro que le antecede y es simplesiomorfo, en una misma línea de descendencia
de homólogos. Los caracteres autapomorfos, simplesiomorfos y sinapomorfos no existen
por sí solos, sino en relación con otros en una misma ruta de descendencia con
modificación.

Se había puesto al descubierto que la semejanza o parecido en los seres vivos podía
deberse a sinapomorfías, simplesiomorfías y convergencias (también reversiones y
paralelismo). Tres rutas evolutivas distintas que explicaban el parecido en los atributos de
los organismos. Cuando el parecido era resultado de convergencias evolutivas significaba
que se reunían grupos con ancestros distintos, por lo que se denominaban grupos
polifiléticos, esto es, de origen en distintas ramas, el mismo caso para reversiones y
paralelismo.

Sin embargo, el método era aún incompleto, pues faltaba aclarar cómo se determinaba el
origen de una serie de transformación en el caso de conocer sólo la relación de caracteres
en nuestro ejemplo a a' a", sin las flechas correspondientes que
señalasen el orden de los cambios.

¿Cómo se determinarían las homologías? La definición teórica era impracticable, pues si


se definían como toda similitud debida a un antecesor común, no se daría una verdadera
solución, pues no se conocían a los antecesores independientemente del análisis de las
similitudes.

Las reglas o consejos para determinar la homología usadas desde tiempos de Darwin y
Haeckel podían ser usadas para plantear hipótesis de relación genealógica: 1) sucesión
estratigráfica o paleontológica; 2) sucesión del desarrollo ontogenético; 3) correlación de
series de transformación, y 4) anatomía comparada (posición morfológica, calidad de
parecido y similitud por formas intermediarias). ¿Pero cómo examinar estas hipótesis sin
llegar a razonamientos circulares?

En nuestro ejemplo, todas las especies y caracteres estaban contenidos en un conjunto


sin referencia a otros. Confiamos en los caracteres a y b como los más primitivos, ¿pero
qué ocurriría si nuestro carácter a' o b' se encontrase en una especie cercana a B, D o E?,
nuestra serie de transformación de caracteres estaría equivocada y nuestras conclusiones
acerca de la ancestría-descendencia de las especies no serían las correctas.

Precisamente, este elemento de análisis —aparentemente tan sencillo— fue el que Hennig
introdujo para examinar las hipótesis de parentesco. Las hipótesis de ancestría-
descendencia entre los organismos podían probarse de una manera independiente a las
reglas o consejos que Darwin daba para generarlas, y así podía evitarse el razonamiento
circular; el análisis de la similitud era el examen de la distribución de los caracteres
homólogos en los taxa. Esta regla se conoció como regla del grupo externo y al método
general que propuso Hennig se le llamó método de posición filogenética. ¿Acaso se había
alcanzado al fin el método natural que con tanta ansia se había perseguido a través del
tiempo? Cuando menos se había inventado un método consecuente con las ideas
evolutivas prevalecientes, un método extraordinariamente persuasivo y convincente, y la
genealogía era la mejor consecuencia de las relaciones de ancestría-descendencia entre
los organismos.

Lo que se ha mostrado hasta aquí es que las relaciones de ancestro-descendiente sólo


pueden documentarse o demostrarse con base en las especies descendientes, esto es,
con base en la similitud compartida que demuestre una hermandad de especies. Son las
hermanas las que presentan las sinapomorfías, que son el elemento de demostración en
el problema.

Otro aspecto que hay que observar es que ahora los fósiles no funcionan como la prueba
dura de las relaciones genealógicas. Los fósiles, como cualquier otro tipo de especies,
cualquiera que sea la evidencia que la apoye, deben probar su posición filogenética. La
idea de que un fósil siempre es un ancestro, un eslabón perdido, tiende a ser
reconsiderada con la posibilidad de que se trate de un grupo hermano extinto, de acuerdo
con el método de análisis cladístico mostrado aquí. Un fósil prueba relaciones cronísticas,
aunque nunca muestra edades absolutas, sólo mínimas.

Aquellos que insistían e insisten en que la filogenia incorpora varios componentes tan
importantes como la genealogía pueden tener una respuesta más detallada de acuerdo
con el conocimiento que se ha alcanzado en teoría evolutiva: el proceso anagenético, el
que causa la divergencia de los caracteres o disimilitud, puede ser independiente al
proceso cladogenético, la especiación; aunque también puede causar la generación de
nuevas especies al avanzar simultáneamente de modo gradual, por medio de la
acumulación de cambios.

¿HACIA UN NUEVO CONCEPTO DE ESPECIE?

El taxónomo, biogeógrafo y evolucionista E. Wiley, discípulo en el departamento de


ictiología del Museo de Historia Natural de Nueva York en la década de 1970, es hoy
investigador en la Universidad de Kansas. Ha sido un incesante estudioso de la biología
comparada y propuso una revisión del concepto de especie hace escasos años. Señaló
que, con toda probabilidad, no hay tema en sistemática y evolución que haya consumido
más papel que los trabajos sobre la naturaleza y la definición de la especie.

La controvertida palabra 'especie' en biología ha pasado por uno y mil debates, no obstante
sigue siendo la misma. El problema del origen de las especies y la conceptualización de
lo que es una especie, es desde cierta perspectiva un mismo problema sobre el que han
girado cientos de disputas en la historia de la biología.

De cualquier manera, el concepto de la especie es igualmente problemático que la mayoría


de los conceptos en la ciencia. Aquel que dice tener una idea de la objetividad absoluta en
la ciencia tiene una concepción ahistórica y fundamentos desviados del quehacer
científico; a menudo se trata de personas plenas de fe, en busca de una religión a la moda.

Las líneas anteriores quieren decir que nadie debe creer la última y definitiva palabra
acerca de la especie, pues no hay finalismos en la ciencia. Debe esperarse una
retroalimentación entre el estudio de la generación de especies las teorías de los procesos
biológicos y el concepto de especie mismo, como ha ocurrido siempre.

El concepto de especie más popular en los últimos cincuenta años es concebido como un
conjunto de poblaciones que integran una comunidad reproductiva separada de otras
comunidades reproductivas por mecanismos de aislamiento, es decir, propiedades
morfológicas, fisiológicas, genéticas, conductuales y otras, que impiden a las poblaciones
de distintas especies que pierdan su identidad mediante la fusión o una hibridación
poblacional completa.
Este concepto carece de una relación con el factor tiempo y el proceso de herencia de los
caracteres; por ende, carece de aspectos de relación de ancestría-descendencia de las
poblaciones. Al estar fundamentado en las relaciones reproductivas y, por consiguiente,
en términos de sexualidad como vehículo que permite el flujo del material hereditario, deja
de lado aspectos más generales en la biología de las poblaciones. Es un concepto que
hace énfasis únicamente en los contenidos genéticos de las poblaciones, y no toma en
cuenta los aspectos filogenéticos.

De Aristóteles a Linneo, de Darwin a Mayr, siempre se ha deseado tener un concepto


universal de la especie aplicable a todos los seres vivos, en función de los hechos y teorías
más lógicos, aceptados y disponibles hasta ese momento. Entonces, la proposición de un
nuevo concepto de especie debería pretender una aplicabilidad que considere el
parámetro tiempo, la herencia de los caracteres e incluya organismos que no presentan
sexualidad. En este caso debiera considerar el flujo horizontal de material hereditario, no
el vertical de padres a hijos, sino el de cualquier otro organismo que es capaz de incorporar
material hereditario a otro organismo.

Un nuevo concepto de especie debe probar que, dado un grupo de organismos cualquiera,
se puede comprender o no a una especie. Debe permitir el trabajo con especies
reconocidas en función de sus propiedades genéticas, fenéticas, espaciales, temporales,
ecofisiológicas y conductuales. También debe tomar en cuenta las rutas posibles de
generación de especies.

A partir de una definición del paleontólogo George Gaylord Simpson, Wiley efectuó la
siguiente: una especie es un solo linaje de poblaciones de organismos ancestro-
descendientes que mantienen su identidad de otros linajes y tienen sus propias tendencias
evolutivas y destino histórico. Linaje significa una sola o una serie de poblaciones
pequeñas que comparten una historia común de descendencia no compartida por otras
poblaciones, e identidad es un conjunto de cualidades que una entidad posee como
producto de su origen y su capacidad para permanecer distinta y aislada evolutivamente
de otras entidades. Puede fácilmente advertirse que es un concepto muy abstracto y difícil.

Una crítica constante a los conceptos de especie proviene de aquellos biólogos que
trabajan con conjuntos de seres vivos ausentes de reproducción sexual, en donde la
cohesión de los organismos en las poblaciones en una misma especie puede deberse a
otros mecanismos distintos; en nuestra definición parece que otra vez ocurre lo mismo.
Sin embargo, observe el lector que tal vez no se trata de lo inadecuado del concepto de
especie evolutiva, sino que puede deberse a nuestras limitaciones de observación y
método. Con las técnicas de estudios de macromoléculas (proteínas y DNA), su sucesión
evolutiva y los métodos de comparación cuantitativa tal vez sea factible resolver este
problema práctico.

Para terminar este capítulo, es importante referir una implicación lógica del concepto de
especie evolutiva en relación con la especiación. Los paleontólogos a menudo clasifican
un mismo linaje de poblaciones ancestro-descendientes como especies distintas. Este
problema fue reconocido por Mayr y Simpson. La contradicción es clara cuando se
reconoce que a menor cantidad de fósiles (datos) es más fácil la decisión de separar a las
especies paleóntológicas; a mayor cantidad de fósiles tendríamos un continuo que haría
más arbitraria nuestra decisión de división de especies. La ausencia de objetividad en
estos procedimientos ha provocado que cada vez más biólogos rechacen a las
paleoespecies subdivididas arbitrariamente.
V I I I . M Á S A L L Á D E L M É T O D O

La cladística no es la panacea... pero... ahora tenemos una metodología explícita que nos
permite evaluar hipótesis de monofilia. Sistemática y paleobiología (1985) NILES
ELDREDGE y MICHAEL NOVACECK No ha habido ningún debate más intenso en el seno
de la teoría evolutiva en la última década que el desafío planteado por los cladistas a los
sistemas tradicionales de clasificación. El problema surge de la complejidad del mundo,
no de la confusión del pensamiento humano, aunque ésta también ha hecho su habitual
contribución. Dientes de gallina y dedos de caballo (1984) STEPHEN JAY GOULD No
tenemos forma de evaluar científicamente nuestros métodos. Puede parecer paradójico
sugerir que la biología comparada, o cualquier ciencia, debe adoptar métodos sin que
pueda ser capaz de evaluar su eficacia. Pero el hecho es que usamos nuestros métodos
en un intento de resolver los problemas. Si ya conocemos las soluciones correctas a esos
problemas, fácilmente podemos evaluar y elegir entre varias metodologías en
competencia: aquellos métodos que consistentemente ofrezcan las soluciones correctas
obviamente serán preferidos. Pero, desde luego, si ya conociéramos las soluciones
correctas, no tendríamos la necesidad de los métodos. Sistemática y biogeografía (1981)
GARETH NELSON y NORMAN PLATNICK La idea de un método que contenga principios
científicos, inalterables y absolutamente obligatorios que rijan los asuntos científicos, entra
en dificultades al ser confrontada con los resultados de la investigación histórica. En ese
momento nos encontramos con que no hay una sola regla, por plausible que sea, ni por
firmemente basada en la epistemología que venga, que no sea infringida en una ocasión
o en otra. Llega a ser evidente que tales infracciones no ocurren accidentalmente, que no
son el resultado del conocimiento insuficiente o de una falta de atención que pudieran
haberse evitado. Contra el método (1981) PAUL FEYERABEND

OCURRE frecuentemente que investigaciones más profundas y descubrimientos de cierta


relevancia revolucionan el conocimiento acerca de los objetos o fenómenos bajo estudio;
esto acontece a tal grado, que nos obliga a reevaluar los métodos en aplicación, las
unidades naturales utilizadas y nuestras concepciones de tales entidades.

El origen, las interrelaciones y sus líneas de desarrollo son puestos nuevamente en la


mesa de las discusiones; así, se inicia un nuevo debate sobre las implicaciones que los
nuevos hallazgos producen.

En nuestro caso, los estudios en biología molecular han permitido el análisis del origen de
varios grupos relativamente antiguos y poco complejos, que posiblemente fueron de los
primeros organismos existentes en la Tierra, tales como una variedad de bacterias, virus,
algunos organelos celulares: la mitocondria y el cloroplasto, y hasta la misma investigación
del origen de los ácidos nucleicos —desoxirribonucleico (DNA) y ribonucleico (RNA)— que
se encuentran en todos los seres vivos, lo cual ha conducido a un serio examen de sus
orígenes, interrelaciones y evolución.

Los temas de estudio en esa área de investigación se encuentran en la frontera del


conocimiento actual y no es fácil transmitir algo de lo que apenas se tienen algunas
respuestas. Sin embargo, es necesario dar cuenta de algunas de éstas, pues nos
conducirán a las nuevas avenidas de la ciencia que hoy y en un futuro cercano se
construirán.
DONDE EL MÉTODO NO FUNCIONA TOTALMENTE

Simbiosis. Una teoría de los setenta que ahora se tiene bien apoyada con evidencia de
biología molecular, es la que plantea el origen de los organelos en la célula "típica" o
eucarionte: membrana nuclear bien definida y citoplasma con organelos.

En cualquier texto de biología del nivel secundario se acepta ya la teoría endosimbiótica


propuesta por Lynn Margulis, la cual afirma que organelos como la mitocondria y el
cloroplasto en algún tiempo fueron bacterias de vida libre que paulatinamente se
integraron como parte de un consorcio celular. Dentro de ésta, endosimbióticamente,
evolucionaron al especializarse y perder varias de sus propiedades originales; sin
embargo, la existencia de DNA ha permitido el estudio de sus interrelaciones y posibles
orígenes, por lo cual se sabe de sus relaciones y origen bacterianos. Es decir, la
organización entre varias bacterias con distintas propiedades metabólicas condujo a la
formación de los primeros eucariontes.

Es difícil que un suceso evolutivo complejo, como el origen de la célula con núcleo, haya
ocurrido en varias ocasiones en la filogenia de la vida; a pesar de esto, no es posible dejar
de cuestionarnos acerca de su origen "no monofilético", lo cual pone en tela de juicio en
cierto modo nuestras ideas de monofilia o historia de descendencia única para todos los
organismos. No obstante, la alternativa de varios sucesos pudiese quedar abierta.

Las células eucariontes representan la asociación de varias entidades con historias de


descendencia distintas —células procariontes— que se han integrado en una sola, a partir
de la cual ha descendido el resto de los eucariontes.

Una hipótesis alternativa, en la que tal evento pudiera haber acontecido varias veces y a
distintos tiempos durante la historia terrestre, causaría un cisma mayor en nuestras
concepciones y dificultaría el análisis filogenético de tales casos. Para fortuna de la
investigación biológica, no existen datos que sugieran la posibilidad de tal hipótesis, de
modo que por ahora hay cierta seguridad en la concepción monofilética de los eucariontes.

De modo contrario, si la hipótesis alternativa señalada tuviera posibilidades, el método


inventado por Hennig no podría aplicarse con plena confianza y certidumbre, ya que
primero se tendría que examinar la generalidad de su aplicación. Esto es debido a que el
problema no es sólo el evento evolutivo reconocido por Margulis, sino que si estas
endosimbiosis exitosas se hubieran repetido, entonces nuestras intenciones de encontrar
grupos de organismos con historias de descendencia únicas se convierten en irrelevantes
o, cuando menos, nuestro problema se vuelve más complejo. Por ello, es muy importante
saber qué tan extendido está ese fenómeno de endosimbiósis, para aplicar nuestro
método a las entidades correctas, sean organismos completos o parte de éstos.

Es imprescindible reconocer que los organismos no existen de modo natural con


independencia de otros; nuestros conceptos de ecosistema y de comunidad nos previenen
de esto y nos obligan a pensar en los sistemas de relaciones que mantienen los
organismos. Algunas de éstas significan relaciones interdependientes, que son producto
de muchos millones de años de evolución. Con base en lo anterior podemos explicarnos
casos como el de los líquenes, que debieran considerarse como una asociación
endosimbiótica entre una alga y un hongo, es decir, dos entidades cuyos componentes
tienen ancestros distintos, pero que para funcionar como organismos (líquenes) necesitan
integrarse, haciéndose complementarios. Por supuesto, también pueden existir de manera
independiente, como individuos que pertenecen a especies de taxa bastante diferentes.

Como el caso anterior, también pudiera considerarse, en cierto modo, la íntima asociación
de algunas bacterias fijadoras de nitrógeno (Rhizobium) con varias plantas leguminosas;
por ejemplo: el frijol (Phaseolus). En éste y en muchos otros casos de parasitismo, la
dependencia o interdependencia de la relación decide la existencia y la descendencia de
los organismos comprendidos. Cada elemento que se integra a la asociación tiene una
historia; el patrón de historia coevolutiva puede examinarse para cada constituyente. En
otras palabras, cada elemento tiene una genealogía reconocible.

La aplicación del método hennigiano no tiene una aplicación universal a todos los
organismos, pues requiere que éstos representen historias de descendencia únicas, de lo
contrario la búsqueda se hace intrascendente. Su aplicación exige el reconocimiento de
los posibles eventos endosimbióticos ocurridos en la formación de organismos durante la
historia de la vida en la Tierra.

No es una debilidad del método, sino simplemente que se deben admitir otros hechos
ecológicos y evolutivos, los cuales nuestro método no puede abordar libremente. Los
procedimientos hennigianos no fallarían si se aplicaran a los constituyentes del organismo
endosimbiótico si lo que se quisiera fuera encontrar las líneas de relación y descendencia
evolutiva de los organelos con sus antecesores de vida libre. Igualmente, nuestro método
no falla si se aplica a cualquier caso de organismos con historias monofiléticas, e incluso,
podría servir para reconocer patrones reticulados.

Plásmidos y episomas. Desde la década de 1960 se descubrió la presencia de DNA de


origen distinto dentro de las células procariontes y asociado a su cromosoma bacteriano.
En algunos casos se supo que eran de origen viral, en otros casos se les supuso un origen
bacteriano a partir de otras células de la misma especie. Cualquiera de ambas hipótesis
planteaba el hecho de un movimiento horizontal del material genético entre los
organismos.

Con tal fenómeno al descubierto se reconocía la posibilidad de que el material genético no


se heredara o moviera sólo de padres a hijos, de ancestro a descendiente, es decir
verticalmente, sino que también había otro movimiento posible: el horizontal.

Se planteaban varias incógnitas: ¿Qué tan extendido se hallaba este fenómeno entre los
seres vivientes? ¿La migración horizontal de DNA se presentaba sólo en organismos
procariontes? ¿Era posible esperar tales movimientos horizontales entre especies
distintas? ¿Cualquier clase de información del DNA podía moverse entre las especies?
Para esta clase de preguntas existen ahora algunas respuestas parciales, las cuales han
pueso en advertencia la aplicación generalizada del método, que no parece ser apropiado
para casos de movimiento de caracteres entre los descendientes.

No se sabe aún la extensión y la magnitud de tales fenómenos, aunque se sabe que


existen. En algunos casos virales están más o menos bien reconocidos, pero todavía se
ignora mucho en este terreno y se requiere mucha más investigación sobre esta clase de
tópicos. Las implicaciones para la historia evolutiva pueden ser significativas y, al menos,
nos podrán prevenir sobre el uso indiscriminado de algunos caracteres que —
supuestamente— se planteaban como superiores para el análisis filogenético.

En el caso de los virus, que casi siempre están asociados a determinados grupos de
especies, pudiera tratarse de entidades coevolucionadas con los grupos a los que están
asociados, del mismo modo que los líquenes; sin embargo, otros casos de movimiento
horizontal, si los hubiera entre eucariontes, serían de gran interés para el análisis de su
genealogía.

El fenómeno genealógico de los seres vivos, que genera el patrón de referencia para la
biología, puede verse obstruido metodológicamente debido a que el método hennigiano
basado en el análisis de caracteres —fundado en el axioma de descendencia vertical de
los caracteres—, no da cuenta de fenómenos de movimiento horizontal.
Hoy se acepta ya el hecho de que no toda la genealogía de los organismos es divergente,
sino que en muchos casos hay cierto grado de reticulación, que puede ser mucho más
pronunciado en organismos procariontes. Sin embargo, la posible migración de caracteres
considerados sinapomórficos en una hipótesis de descendencia por analizar, previene en
la aplicación indiscriminada del método hennigiano.

Recuérdese que el medio para descubrir hipótesis de descendencia únicas es mediante


el análisis de los caracteres del modo planteado por Hennig, pero éste funciona bajo el
axioma de que los caracteres se mueven verticalmente, de padres a hijos; si se viola esta
suposición nuestro método cae en dificultades, pues se requiere saber qué tipo de
caracteres pasan por movimiento horizontal para evitar su uso en el análisis de caracteres.

Fenómenos inexplorados. Como los dos casos anteriores, numerosos fenómenos más se
han dado a conocer respecto a los ácidos nucleicos, de gran significancia para aspectos
taxonómicos, ya sea para el reconocimiento de especies, el análisis filogenético o la
clasificación de organismos.

La investigación sobre la regulación de la expresión del DNA, su duplicación, constancia,


repetitividad y modificación, así como muchos otros aspectos, ha puesto al descubierto
una amplia gama de hechos de importancia potencial en taxonomía.

A pesar de todos estos descubrimientos, la historia de la taxonomía ha dejado a sus


practicantes el entendido de que no hay que perder de vista la interrelación de nuestras
tareas fundamentales: 1) la clasificación de organismos con base en su genealogía, y 2) la
distribución de las propiedades, caracteres o atributos entre los organismos. Ambas tareas
se interrelacionan aún más debido a los fenómenos macromoleculares que se han
descubierto en tiempos recientes. Se requiere clasificar organismos que pertenecen a
especies que se crean a partir de un proceso de ancestría-descendencia con modificación,
donde los ácidos nucleicos son fundamentales pero no son los únicos. Como caracteres,
no están bien conocidos aún, pues por los resultados recientes se considera que todavía
no termina la larga cadena de descubrimientos espectaculares.

El uso de la adjetivación respecto a los caracteres, es decir, la aplicación de la terminología


y las consecuencias de ésta a los caracteres, no es del todo posible en los ácidos nucleicos
y por ende se dificulta la aplicación del método.

Bajo esta perspectiva, puede observarse que el método y sus posibilidades no están en
entredicho; éste tiene un uso más o menos bien delimitado, pero lo que se cuestiona es la
utilización indiscriminada de los ácidos nucleicos con un conocimiento aún inadecuado de
ellos.
Los líquenes son una asociación entre un alga y un hongo; dos entidades cuyos
componentes tienen ancestros distintos, pero que para funcionar como organismos
necesitan integrarse, haciéndose complementarios...

Bajo otra perspectiva puede advertirse que el cuestionamiento al que conducen los
descubrimientos recientes de movimiento horizontal del DNA apunta hacia la idea de que
los caracteres se heredan de ancestro a descendientes, pero se ignora el movimiento
genético entre organismos de especies distintas, con lo cual el método debiera caer en
desuso y, tal vez, sería mejor regresar a la idea de semejanza total de los feneticistas, ya
que la posibilidad de reconocer la genealogía de los organismos no es más que una
quimera.

Mientras hay más resultados, la práctica consiste en el empleo del método hennigiano
para caracteres morfológicos, sean micro o macro, externos o internos, de juveniles o de
adultos; y por otra parte, el análisis de caracteres macromoleculares (ácidos nucleicos y
proteínas). Ambos deben ser congruentes y una incongruencia indica datos erróneos o
bien método o decisiones arbitrarias, pues a pesar del dilema planteado por el movimiento
horizontal del DNA hay una sola historia de los hechos de interrelación filogenética entre
los organismos, la cual está por descubrirse.

Por el momento, muchos biólogos moleculares no están preocupados por este problema
metodológico, y con frecuencia establecen interrelaciones mediante métodos hoy en
desuso o de bajo poder de resolución entre los taxónomos modernos. Aunque siendo
justos en la crítica, muchos taxónomos "modernos" practican métodos anticuados e
improcedentes para los problemas que los ocupan. Nos espera aún una polémica
incesante, plena de vigor y creatividad, sobre todo si se recuperan las enseñanzas de la
historia de la taxonomía y si se tratan de hacer preguntas de relevancia a los nuevos
problemas planteados.

Sin menospreciar el debate internacional de estos problemas científicos, pues éstos


determinarán los quehaceres próximos, tenemos ante nosotros una situación harto
compleja. Queremos ser partícipes creativos de la ciencia, pero en México nos espera la
resolución de problemas más preocupantes, pues somos testigos del decaimiento de la
taxonomía y de su falta de madurez en la última década. La causa de esto ha sido también
la falta de madurez de la ciencia mexicana, pero sin duda alguna también lo ha sido la
incomprensión de otros colegas científicos y la carencia de medios y recursos para su
desarrollo.

Señalo con convicción que se requiere hacer un gran esfuerzo institucional y colectivo para
construir un gran museo nacional de historia natural, a través del cual se pueda hacer
realidad el cultivo y la difusión de una ciencia fundamental para el desarrollo de la biología,
una disciplina indispensable para un conocimiento adecuado de los recursos naturales y
culturales de la nación.
E P Í L O G O

ORA procede que tu mente indague las cualidades de los elementos, cuán diferentes sean
en sus formas y cuál la variedad de sus figuras: no porque haya un gran número que sea
de formas diferentes; mas los seres que ellos componen nunca se asemejan tampoco esto
es extrańo, pues he dicho ser su número inmenso, ilimitado; no deben, pues, tener las
mismas formas exactamente con igual contorno. Considera además la raza humana y
mudos nadadores escamosos, y los hermosos árboles, y fieras, y variedad de aves que
frecuentan los sitios deleitosos de las aguas, las riberas y fuentes y lagunas, y las que
corren bosques solitarios con raudo vuelo; en general compara los individuos de cualquier
especie, y encontrarás en ellos diferencia: el hijo no podría de otro modo conocer a la
madre, ni ésta al hijo; vemos que se conocen mutuamente como el hombre conoce sus
hijuelos. De la naturaleza de las cosas, "La doctrina fundamental" TITO LUCRECIO CARO
(99-55 a.C.)
G L O S A R I O

analogía. Par de caracteres de especies distintas que tienen igual función pero son de
distinto origen.

apomorfía. Dentro de un par de caracteres con un mismo origen, es el diferenciado o


posterior a partir del preexistente.

autapomorfía. Carácter diferenciado que es propio o único de un solo grupo o una sola
especie en un análisis de caracteres.

convergencia. Dentro de un par de caracteres con distinto origen, se expresa semejanza


de éstos.

curador. Científico o técnico que cuida o cura las colecciones dentro de un museo; efectúa
las tareas curatoriales que se requieren para hacer posible el estudio de los ejemplares de
las colecciones.

curatorial. Tareas técnicas que se practican en la adecuación y el mantenimiento de los


ejemplares, las muestras y las colecciones en los museos.

homología. Dos caracteres que presentan un patrón de ancestría-descendencia entre


ellos, son del mismo origen.

homoplasía. Dos caracteres que no presentan un patrón de ancestría-descendencia entre


ellos, son de distinto origen (analogías, convergencias, reversiones y paralelismos).

monofilia. Un grupo de especies que comprende una ancestral con todas sus especies
descendientes.

parafilia. Un grupo de especies que comprende una ancestral y parte de sus especies
descendientes.

plesiomorfía. Dentro de un par de caracteres homólogos, el de origen anterior y menos


diferenciado es el que da lugar al siguiente en la serie de transformación: el apomórfico.

polifilia. Un grupo de especies que comprende más de una especie ancestral, lo cual
produce la conjunción de especies de distinto origen.

simplesiomorfía. Un carácter homólogo que se encuentra en dos o más grupos de


especies. Se considera que éste se emitió de una especie ancestral que no es la más
cercana a esos grupos de especies.

sinapomorfía. Un carácter homólogo que se encuentra en un par de especies o grupos


de ellas. Se considera que éste se emitió de la especie ancestral más cercana de ese
grupo de especies y no existía en una especie o grupo más antiguo.

sistemática. La ciencia que investiga la diversidad y las relaciones d los organismos, cuyo
propósito principal es producir un sistema de referencia general, bajo el cual se examinen
las relaciones existentes entre los distintos sistemas particulares.

taxonomía. La ciencia que estudia las teorías, los fundamentos y las leyes para generar
clasificaciones. Dado que este término y el precedente se han usado indistintamente, y a
que no hay acuerdo respecto al significado de sus etimologías, se recomienda tomar en
cuenta la existencia de dos tareas en la clasificación que se relacionan entre sí, pero no
se prefiere ninguno de estos dos términos y pueden utilizarse ambos.
M A T E R I A L D E L E C T U R A

PARA CONTINUAR LEYENDO

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C O N T R A P O R T A D A

"Ninguna cosa nace de la nada;/ no puede hacerlo la divina esencia:/ aunque reprime a
todos los mortales/ el miedo, de manera que se inclinen / a creer producidas por los dioses
/ muchas cosas del cielo y de la tierra, /por no llegar a comprender sus causas.../ Pero es
porque los seres son formados/ de unas ciertas semillas de que nacen/ y salen a la luz; en
donde se hallan/ sus elementos y primeros cuerpos..." Esto escribía Tito Lucrecio Caro
hace ya casi dos mil años. Bien podía afirmar que nada nace de la nada y,
justificadamente, crear las genealogías que daban lugar a los seres vivos aproximándose
en actitud y enfoque a los biólogos contemporáneos.

La necesidad de clasificar los organismos que pueblan el planeta ha sido desde siempre
preocupación de las diversas culturas y civilizaciones enfrentadas a la aventura de —en
términos modernos— reconocer su entorno biótico, describir sus discontinuidades y
denominar cada una de las unidades que componen la diversidad de los seres vivos.

Por supuesto, los fundamentos aplicados a las clasificaciones biológicas han variado
notablemente a lo largo de la historia: de acuerdo con su cosmovisión, en el caso del
hombre precientífico o de acuerdo con la concepción de especie, de la historia evolutiva
de los organismos, del conocimiento de los patrones bióticos y de la necesidad de clasificar
fenómenos, procesos y características de los seres vivientes en tiempos "poslinneanos".

En las últimas décadas, sin embargo, es cuando se ha alcanzado un conocimiento mejor


de lo que debe ser la clasificación de los organismos. Además, hay un mayor conocimiento
de la sistemática o taxonomía de las especies que se traduce en una noción más clara de
los atributos biológicos de los organismos y de su historia evolutiva. Así, el debate entre
las tres escuelas taxonómicas actuales: genética, filogenética y evolucionista, ha permitido
grandes avances en el esclarecimiento de los fundamentos, conceptos y métodos de las
clasificaciones biológicas, tema que con suma claridad aborda este libro.

El maestro Jorge Llorente se licenció en biología en la Facultad de Ciencias de la UNAM,


donde también cursó su maestría y prepara su tesis doctoral y, desde 1978, es coordinador
del Museo de Zoología de la Facultad de Ciencias. Ha publicado numerosos trabajos de
su especialidad en revistas nacionales y extranjeras y se desempeña como investigador
nacional.

Diseño: Carlos Haces / Fotografía: Carlos Franco.

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