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COMITÉ DE SELECCIÓN
EDICIONES
AGRADECIMIENTOS
EPÍGRAFE
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
I. PARA QUÉ CLASIFICAR LOS SERES VIVOS, O
...¿QUÉ DIABLOS ES AGRUPAR ESPECIES?
II. CÓMO CLASIFICABAN LOS MAYAS Y LOS FORE LAS
...PLANTAS Y LOS ANIMALES
III. LINNEO Y ADANSON:
...¿ DOS CLASIFICADORES DE PLANTAS CON PUNTOS
...DE VISTA ENCONTRADOS?
IV. LAMARCK, DARWIN Y SUS HEREDEROS O ¿CÓMO
...CONSIDERAR LAS TEORÍAS DE LA EVOLUCIÓN
...CUANDO HAY QUE CLASIFICAR TANTAS ESPECIES?
V. HACIA LA NUEVA SISTEMÁTICA:
...LA TAXONOMÍA EXPERIMENTAL, HUXLEY, LOS ATRIBUTOS MOLECULARES
...Y MICROSCÓPICOS Y OTROS CARACTERES DE LAS ESPECIES
VI. CON LAS CUENTAS CLARAS SE CONSERVAN LOS AMIGOS, O RECORDAR
...A MICHEL Y PERDERSE ENTRE NÚMEROS
VII. MADRE... SÓLO HAY UNA. HENNING, NELSON Y WILEY:
...PROPUESTA Y EVOLUCIÓN DEL MÉTODO PARA ELABORAR
...CLASIFICACIONES NATURALES
VIII. MÁS ALLÁ DEL MÉTODO
EPÍLOGO
GLOSARIO
MATERIAL DE LECTURA
CONTRAPORTADA
C O M I T É D E S E L E C C I Ó N
Coordinadora fundadora:
Coordinadora:
Dibujos de:
La Ciencia para todos, es proyecto y propiedad del Fondo de Cultura Económica, al que
pertenecen también sus derechos. Se publica con los auspicios de la Subsecretaría de
Educación Superior e Investigación Científica de la SEP y del Consejo Nacional de Ciencia
y Tecnología.
ISBN 968-16-3420-9
Impreso en México
A G R A D E C I M I E N T O S
La primera vez que se emprende la tarea de escribir un libro surgen muchas dificultades,
como sucede en muchas otras actividades que requieren del ejercicio permanente y
cotidiano, además del talento y habilidad que cada tarea exige. Para mí ha sido difícil, por
insuficiencia de los atributos citados y la ausencia de práctica en la redacción; sin embargo,
no quiero que tales aseveraciones sean una disculpa de los resultados alcanzados por el
presente libro, los cuales serán juzgados, finalmente, por los lectores. Por este medio
quiero agradecer a todas las personas que contribuyeron entusiasta y críticamente a
revisar la redacción de diversos borradores de partes de este libro: Juan Luis Cifuentes,
Antonio Lacano, Gerardo Guerra, Juan Pedro Laclette, Adolfo Navarro, Óscar Sánchez y,
muy especialmente, Otilia Arroyo, Jesús Manuel León y mi compañera Isolda Luna,
quienes me ayudaron a hacer comprensibles algunas ideas de este libro. Cuando lo
concluí, advertí que era necesario ilustrarlo, para lo cual decidí pedir la ayuda de mis
siempre solícitos colegas Adolfo Navarro, Óscar Sánchez y Hugo Ponce, quienes con su
fino sentido del humor, a través de sus caricaturas, rescataron para el amplio público varios
pasajes de la obra aparentemente complicados.
Durante la estructura del presente tomo siempre estuvo la exhortación constante de Anita
Hoffmann y la paciente y amable espera de María del Carmen Farías, Juan Luis Cifuentes
y Alejandra Jáidar.
E P Í G R A F E
Por un principio suyo empezaremos: ninguna cosa nace de la nada; no puede hacerlo la
divina esencia: aunque reprime a todos los mortales el miedo de manera que se inclinen
a creer producidas por los dioses muchas cosas del cielo y de la tierra, por no llegar a
comprender sus causas. Por lo que cuando hubiéremos probado que de la nada nada
puede hacerse entonces quedaremos convencidos del origen que tiene cada cosa; y sin
la ayuda de los inmortales de qué modo los seres son formados. Porque si de la nada
fuesen hechos, podría todo género formarse de toda cosa sin semilla alguna. Los hombres
de la mar nacer podrían, de la tierra los peces y las aves, lanzáranse del cielo los ganados,
y las bestias feroces como hijos de la casualidad habitarían los lugares desiertos y
poblados: los mismos frutos no daría el árbol, antes bien diferentes los daría: todos los
cuerpos produjeran frutos; pues careciendo de principios ciertos, a las cosas ¿qué madre
señalamos? Pero es porque los seres son formados de unas ciertas semillas de que nacen
y salen a la luz en donde se hallan sus elementos y primeros cuerpos: por lo que esta
energía circunscribe la generación propia a cada especie. La doctrina fundamental. De la
naturaleza de las cosas TITO LUCRECIO CARO (99-55 a.C.)
P R Ó L O G O
La necesidad de clasificar a los seres vivos siempre ha sido una preocupación importante
de las culturas y civilizaciones, y se ve reflejada en la enorme riqueza de términos
zoológicos y botánicos del vocabulario de los lenguajes y dialectos hablados por varias
etnias y culturas. Lo cual se debe, precisamente, a que las clasificaciones constituyen
sistemas de palabras y símbolos que denotan conceptos y, en el campo de la biología
tratan de ofrecer un estimado de la diversidad, las relaciones y la organización de la vida.
El hombre y las sociedades que forma han tenido que reconocer su entorno biótico y
describir sus discontinuidades, a la vez que denominar cada una de las unidades que
componen la diversidad de los seres vivos, para así formular un arreglo clasificatorio de
los organismos.
En las últimas décadas, parece haberse alcanzado un mejor entendimiento de lo que las
clasificaciones de los organismos han sido y deben ser con respecto a sus estructuras,
funciones y propiedades; también en cuanto a sus usos y a la necesidad como patrón de
referencia fundamental en las ciencias biológicas. Además, hay un conocimiento mayor
de la sistemática y/o taxonomía de las especies, lo que significa un mejor entendimiento
de los atributos biológicos de los organismos o grupos de ellos y de su historia evolutiva
(filogenia).
Por otra parte, en las últimas tres décadas el debate de innumerables aspectos
emprendidos por las tres escuelas de taxonomia biológica contemporánea ha permitido
grandes avances en el esclarecimiento de los fundamentos, conceptos y métodos de las
clasificaciones biológicas, a saber: 1) Taxonomía fenética, numericista o neoadansoniana.
2) Taxonomía filogenética, genealogista o cladista. 3) Taxonomía evolucionista, filista,
gradista o tradicional
En este libro se pretende ofrecer un panorama breve, una visión histórica del quehacer de
la taxonomía biológica contemporánea; por ello se tratan algunos rasgos sobresalientes
de su historia, sus funciones, necesidades, herramientas técnicas y de análisis, así como
sus propiedades, la polémica y aspectos del debate reciente.
I N T R O D U C C I Ó N
Hasta fines del siglo XVI, la semejanza ha desempeñado un papel constructivo en el saber
de la cultura occidental [...] permitió el conocimiento de las cosas [...] Si es verdad que las
cosas que se asemejaban eran infinitas ¿podemos, cuando menos, establecer las formas
según las cuales podían llegar a ser semejantes unas a otras? [...] las figuras principales
que prescriben sus articulaciones al saber de la semejanza. Hay cuatro que son, con toda
certeza, esenciales [...] la convenientia. A decir verdad, la vecindad de los lugares se
encuentra designada con más fuerza por esta palabra que la similitud. Son "convenientes
las cosas que, acercándose una a otra, se unen, sus bordes se tocan, sus franjas se
mezclan, la extremidad de una traza el principio de la otra". Así se comunica el movimiento,
las influencias y las pasiones, lo mismo que las propiedades [...] a la similitud, en cuanto
razón sorda de la vecindad, se superpone una semejanza que es el efecto visible de la
proximidad [...] La semejanza impone vecindades que, a su vez, aseguran semejanzas...
La convenientia es una semejanza ligada al espacio en la forma de "cerca y más cerca".
Pertenece al orden de la conjunción y del ajuste. Por ello, pertenece menos a las cosas
mismas que al mundo en el que ellas se encuentran. El mundo es la "conveniencia"
universal de las cosas... Así, por el encadenamiento de la semejanza y del espacio, por la
fuerza de esta conveniencia que avecina lo semejante y asimila lo cercano, el mundo forma
una cadena consigo mismo. En cada punto de contacto comienza y termina un anillo que
se asemeja al anterior y se asemeja al siguiente; y las similitudes se persiguen de círculo
en círculo... el mundo permanece idéntico; las semejanzas siguen siendo lo que son y
asemejándose. Lo mismo sigue lo mismo, encerrado en sí mismo.
"La prosa del mundo-Las cuatro similitudes" en Las palabras y las cosas,
Releía hace algún tiempo un periódico donde Arthur Koestler señalaba varios criterios
populares para calificar un procedimiento o estudio como científicos. Destacaba la
descripción, la sistematización, la medida, la explicación, la predicción y al conocimiento
del Universo. Después de un brevísimo análisis, descartaba estos criterios como
elementos que caracterizan exclusivamente a la ciencia; sin embargo, sostenía que es
difícil concebirla sin las acciones de contar, medir, ordenar, organizar, clasificar y
sistematizar.
Con este planteamiento inconcluso volví a numerosas lecturas sobre lo que se debe
entender por ciencia, la clase de preguntas que plantea, sus métodos y los tipos de
conocimientos que produce. Desde luego, de acuerdo con mis intereses e inquietudes, me
circunscribí tanto como pude a la biología, particularmente a la taxonomía, todo ello para
responder la pregunta de si el clasificar a los seres vivos podría considerarse como una
actividad científica, si suponemos que la clasificación es la tarea central de la taxonomía.
Como acontece a menudo, antes de dar una respuesta, una rápida reflexión conduce al
reconocimiento de que la pregunta es imprecisa o está mal planteada, por lo que la
respuesta puede ser irrelevante, en este caso por dos razones fundamentales: 1) la
taxonomía biológica no es sinónimo de clasificación biológica, aunque la incluye, y 2) la
taxonomía biológica comprende otras dos disciplinas que son a la vez una base muy
importante en la biología y en la clasificación de los seres vivos: a) el reconocimiento de
especies, conceptos de especie y patrones de especiación, y b) la historia evolutiva de los
organismos o filogenia, particularmente el aspecto de relaciones de consanguinidad o
genealogía. Sin estas disciplinas, la taxonomía de los seres vivos podría equivaler a
clasificar cualquier conjunto de objetos. ¿Quiere esto decir que los seres vivos son distintos
de otros objetos o fenómenos, de modo que puedan y deban clasificarse de manera
distinta?
La respuesta sería positiva si se considera que entre los seres vivos pueden descubrirse
—objetivamente— unidades distintas y discontinuas llamadas especies, que tienen o han
tenido una posición definida en la escala del tiempo y un lugar determinado en la biósfera.
La respuesta sería afirmativa si se acepta también que estas especies se originaron como
una modificación a partir de otras, es decir, que tienen genealogía reconocible.
Lo anterior significa que las especies existen y se diferenciaron a partir de otras por
evolución; en consecuencia, las asociaciones de similitud que se reconozcan entre las
especies con fines de ordenamiento y sistematización deben ser mejor entendidas a través
de la teoría de la descendencia con modificacion. De esta forma, similitud de los caracteres
o atributos de los organismos debe ser interpretada a la luz de la evolución.
La respuesta pudiera ser negativa si se considera que los seres vivos pueden agruparse
no únicamente de acuerdo con su historial de descendencia, sino con otras propiedades
de lo vivo, por ejemplo: en función de determinados atributos ecológicos, la presencia de
determinados caracteres moleculares y otros aspectos más; así, los organismos se
pueden clasificar —por simple similitud— en asociaciones bióticas o bajo otros conceptos
ecológicos o bioquímicos como ecosistemas, comunidades; o por poseer o no alguna
molécula.
De acuerdo con los anteriores puntos de vista podemos reconocer que la ciencia no
pretende decir mentiras ni ocultar verdades y busca distinguir entre hechos y
especulaciones y a la vez puede aceptarse que clasificar a los seres vivos en una
perspectiva evolutiva es una actividad científica, puesto que no es una tarea de mero
ordenamiento, ya que para ello se necesita postular o suponer mucho más que la suma
de similitudes y diferencias; por ejemplo, del conocimiento de hipótesis y teorías sobre las
afinidades de las especies, de sus características y de su evolución en el tiempo y en el
espacio. Por lo tanto, con el fin de clasificar especies siempre se requerirá del
planteamiento de hipótesis de relación genealógica (relaciones sanguíneas). Establecer
una clasificación filogenética de los seres vivos demanda métodos y procedimientos
racionales que permitan reconocer, como partes constitutivas del universo biológico, a
conjuntos de entidades afines o taxa, con el fin de descubrir sus relaciones de ancestría-
descendencia. Ésa es la forma de descubrir una parte del orden orgánico entre los seres
vivos, y de acuerdo con este orden histórico es posible expresar su clasificación.
La relectura del artículo de Koestler citado en un principio estuvo unida a dos anécdotas
que necesito relatar aquí para esclarecer mi preocupación original sobre si el clasificar a
los seres vivos es o no una actividad científica.
La primera data de hace algunos años, cuando mi tutor científico, el doctor Alfredo Barrera
—quien me guió en los primeros pasos en taxonomía y me ayudó a efectuar mis primeras
lecturas críticas en esta disciplina— nos platicaba a un grupo de aprendices lo siguiente:
en una ranchería del estado de Puebla, en los alrededores de los volcanes Iztaccíhuatl y
Popocatépetl, durante un trabajo de recolección de mamíferos y sus pulgas, se hizo de
varios amigos locales; uno de ellos pidió que le diera trabajo a su hija en la ciudad, una
joven de escasos 15 años, a lo cual él accedió. Como taxónomo del Museo de Historia
Natural de la ciudad de México en Chapultepec le enseñó los caracteres
macromorfológicos de los insectos, que permitían asignarlos a un grupo taxonómico de
nivel de familia dentro de una clasificación de insectos adoptada (hay varios cientos de
familias entre los insectos); con el tiempo y el examen de muchos insectos, la joven
adquirió tal pericia que pronto aventajó a todos los aprendices del maestro y a menudo
ocupaba menos tiempo que el maestro rnismo, sin requerir de microscopio, para separar
en familias las decenas o cientos de insectos que ingresaban en la colección del museo.
Esto era un ejemplo que entre burlas y chistes nos servía a los aprendices a dedicar más
tiempo para alcanzar las mismas habilidades que la joven de nuestro ejemplo.
En las dos anécdotas anteriores, los conjuntos de muestras de seres vivos fueron
ordenados de acuerdo con similitudes, sin que hubiera de por medio alguna hipótesis de
relación o teoría biológica. Los elementos de los grupos formados en insectos, conchas y
caracoles eran adjudicados por la similitud observada; entre los distintos grupos sólo
mediaba la discontinuidad en forma, tamaño y color.
Ambas personas clasifican objetos sin reconocer que las formas, tamaños y colores que
poseen están ligados o interrelacionados por fenómenos biológicos; las similitudes que
exhiben los seres vivos son el resultado de tales fenómenos.
Un taxónomo que pretenda hacer una clasificación filogenética necesita conocer diversas
teorías biológicas para interpretar los atributos de los organismos, asignar cada organismo
a una especie y descubrir las relaciones genealógicas o de ancestría-descendencia de las
especies objeto de estudio.
Si clasificáramos las especies por simple similitud, sin interpretar evolutivamente los
organismos y la similitud de sus caracteres, podrían encontrarse muchos sistemas de
clasificación, por ejemplo: la similitud morfológica, fisiológica, genética y ecológica
desembocarían en sistemas de clasificación morfológica, fisiológica, etc. Todos estos
sistemas y otros más son posibles y necesarios en la biología, pero el fundamental que
parece responder al fenómeno más universal en la biología y bajo el que son mejor
entendidas todas las similitudes es el sistema filogenético, al que pueden ser referidos
otros sistemas de clasificación.
Deseo señalar, finalmente, que la meta del libro es mostrar varios problemas acerca de la
clasificación de los seres vivos, para lo cual tuve a disposición dos alternativas: la primera
era intuitiva y consistía en formalizar los conceptos e ideas, mientras que la segunda —
que es la elegida— consiste en examinar con una secuencia histórica los conceptos e
ideas en la taxonomía de los seres vivos, es decir, seguir el camino de "la búsqueda del
método natural".
No obstante, aunque hoy sabemos que la simple descripción científica no puede ser
completamente "objetiva", los biólogos consideran como una tarea primordial encontrar
criterios racionales para agrupar ciertos individuos o procesos y distinguirlos de otros. Esta
tarea es fundamental para la sistemática. Los biólogos deseamos ofrecer enunciados
válidos en relación con nuestro mundo material, pues reconocemos que la vida es
"controlada" por un programa, el cual coordina la construcción real del organismo y su
duplicación, que incluye el propio programa coordinador, como una autoorganización. Y
deseamos formular estos enunciados a pesar de que reconocemos la variabilidad de las
formas de vida.
En esta obra se sigue más o menos un orden histórico, pero a la vez se analizan o se
ponen de relieve las ideas más sobresalienes en biología con implicaciones en la
taxonomía. A lo largo de este libro el lector reconocerá que me refiero sólo a determinados
protagonistas, ciertas obras, contados países y algunas fechas o periodos; no quisiera que
el lector entendiese que la historia de la ciencia debe interpretarse así. Simplemente
compréndase que la extensión del libro y la audiencia a la que principalmente va dirigido
impone fuertes limitantes, además de las propias del autor, las cuales me conducen a ser
selectivo y adoptar estilos cómodos y hasta cómicos para narrar pasajes históricos en la
ciencia. Sin embargo, el lector debe advertir que las ideas, conceptos y términos usados
en la ciencia de hoy con frecuencia tiene una larga y accidentada historia.
CLASIFICAR a los seres vivos o hablar de su clasificación no es ofrecer una larga lista de
términos latinos ordenados y asignados de algún modo a los hongos, las plantas, los
animales y los organismos microscópicos, como algunos podrían esperar. Para enumerar
los cerca de tres millones de especies de seres vivos que habitan la Tierra, si tuviéramos
el afán de "darlos a conocer" —cada nombre con un promedio de veinte letras, que incluya
los signos de puntuación y escritos seguidamente sin dejar espacios— se requerirían 1
500 páginas impresas como las de este libro. Sólo para enumerar del mismo modo las
aproximadamente 200 000 especies de seres vivos que habitan en México se necesitaría
un mínimo de 122 páginas. Aunque esto se pudiera hacer, ¿qué utilidad tendría? Tal vez
alguna para varios biólogos y otros científicos, pero ninguna para las demás personas.
Es más productivo saber que hay una clasificación principal y otras de "menor
importancia". Resulta de mayor trascendencia el reconocer los problemas, las
necesidades, algo sobre los métodos y un poco sobre la historia de las ideas y de los
autores que han trabajado en las clasificaciones de los organismos, además de saber
quiénes son y dónde clasifican a los seres vivos. Por otra parte es reconocer la
indispensable relación que existe entre la clasificación y otras disciplinas científicas
estrechamente afines, expresadas por los términos taxonomía-sistemática, filogenia, así
como destacar las unidades básicas en la clasificación de los seres vivos: individuos,
organismos, demos, poblaciones, especies y grupos taxonómicos superiores o
supraespecíficos.
La clasificación de los organismos siempre ha sido una actividad importante en todas las
culturas, lo cual se ve reflejado en la enorme riqueza de términos botánicos y zoológicos
existentes y en los vocabularios encontrados de los diferentes dialectos y lenguajes de
todos los rincones de la Tierra. Esto se debe a que las clasificaciones son sistemas de
palabras o símbolos que denotan conceptos, ya que tales sistemas ponen en contacto y
comunicación a todo miembro de una comunidad con su entorno biótico y con el estado
del conocimiento de éste.
Hoy en día, las clasificaciones biológicas intentan ofrecer una estimación de la diversidad,
las relaciones y la organización de la vida, que sea consecuente con las ideas de la historia
evolutiva.
El hombre, ya sea individualmente o en las sociedades que forma, ha tenido que reconocer
su universo biológico y describir sus similitudes y discontinuidades, a la vez que descubrir
y establecer las unidades, principios y leyes que subyacen en la variedad y el número de
los seres vivos. De esta manera, se han formulado arreglos clasificatorios que han
permitido entender a los seres vivos. Los fundamentos que han servido a los taxónomos
o naturalistas de antaño para proponer clasificaciones biológicas han variado a lo largo de
la historia de la humanidad y de la ciencia.
Las clasificaciones del pasado tenían como objeto principal reunir especies por comunidad
de parecido (similitud general) y no por comunidad de origen (ancestría-descendencia).
Ayer se percibían las discontinuidades de formas y funciones con base en las cuales eran
reconocidas las especies y se construían clasificaciones; actualmente, dado que estas
formas y funciones se reconocen como un producto heredado, se plantea la pregunta de
cuál fue la especie parental, esto es, la especie primigenia —la madre—, de tal modo que
aquellas especies que provienen de una misma especie ancestral se reúnen en un mismo
grupo de especies o taxón, aun cuando aparentemente difieran en la similitud de varios
caracteres, porque cada especie puede transformar sus caracteres de modo
independiente durante la evolución, pues al ser diferentes y al estar sometidas a presiones
diferenciales por su medio ambiente, sus rutas o direcciones y su cantidad de cambio en
la evolución pueden diferir.
Los caracteres de un mismo origen que comparten las especies son de dos tipos: aquellos
que eran exclusivos y que heredaron de la especie que les dio origen — la especie
madre— y aquellos que son compartidos con sus especies hermanas pero provienen
desde la especie "abuela" u otra más antigua. Por otra parte, en la clasificación se refleja
el carácter cambiante y progresista de la ciencia, pues un mejor conocimiento de la
evolución y por ende de las relaciones de ancestría-descendencia de las especies, así
como el nuevo conocimiento de especies y caracteres, ocasionan necesariamente
cambios en las clasificaciones antiguas y en las contemporáneas.
Otros científicos han sostenido que cualquiera que sea la clasificación, debería ser estable.
Con esto quieren decir que sufra el menor número posible de cambios, lo cual es
congruente con la necesidad de que las clasificaciones tengan poder de predicción, por
ejemplo: que si se llegasen a conocer más especies o a usar más caracteres o atributos
en los estudios de los organismos, las clasificaciones y los nombres usados debieran
observar pocos cambios, pues la predictibilidad y la estabilidad de la clasificación lo haría
posible. Algunos taxónomos asocian estrechamente el criterio de comunicabilidad con el
de estabilidad; sostienen que una clasificación inestable, que constantemente pasa por
muchos cambios, no puede servir para la comunicación de las propiedades o
interrelaciones entre los seres vivos, lo cual intuitivamente no es aceptable. En este caso
no sólo se trata de un problema de estructura de las clasificaciones sino de algo más
fundamental.
Actualmente no existe una solución ideal, óptima o "la mejor" para tales demandas en su
conjunto. Sin embargo, los científicos no han cejado en su búsqueda para resolver esos
problemas y han ofrecido algunas soluciones; aunque el problema central persiste debido
a que se continuarán descubriendo nuevas especies y no podemos predecir cómo alterará
esto las relaciones de ancestría-descendencia hasta ahora establecidas entre las especies
que se conocen. Por otra parte, debe tomarse en cuenta que el estudio de nuevos
caracteres (micromorfológicos, químicos y genéticos) no analizados todavía en
muchísimos grupos de organismos promete cambios en las supuestas relaciones
genealógicas basadas exclusivamente en unos cuantos caracteres.
Ante tal situación, los taxónomos o sistematas han convenido en algunas fórmulas para
traducir las relaciones de ancestría-descendencia —expresadas en unos diagramas de
ramificación llamados árboles evolutivos o cladogramas— mediante los cuales se apliquen
modificaciones mínimas en los sistemas de palabras (clasificaciones). Por otra parte, el
uso cada vez más difundido de las computadoras en la taxonomía ha permitido dar
diversas soluciones a los problemas de comunicación y estabilidad de las clasificaciones.
El uso de estas máquinas de hacer cuentas rápidas y almacenar grandes cantidades de
información también ha ofrecido soluciones significativas a dos problemas en clasificación:
uno de ellos respecto al proceso de construcción de los árboles evolutivos y sus
clasificaciones, cuando éstos están basados en muchísimos caracteres o son muchas las
especies de un grupo que hay que clasificar; otro problema es cuando ya tenemos
construida una clasificación, pues los biólogos requieren "identificar" cotidianamente
diversos organismos de manera rápida.
De cualquier modo, no todas las soluciones a los problemas que necesitan por ahora
numerosos científicos son soluciones a problemas cotidianos que reciben soluciones
prácticas y operacionales por medios electrónicos. Existen otros problemas mucho más
complejos y profundos en taxonomía, como el de la comparación de las categorías
clasificatorias y clasificaciones y el de la congruencia entre las clasificaciones basadas en
caracteres distintos —moleculares y morfológicos— y de fases distintas —juveniles y
adultos— que serán tratados en otro momento.
En países como el nuestro y también en otros donde la ciencia se encuentra mucho más
avanzada, la taxonomía o sistemática biológica están íntimamente asociadas con
instituciones de investigación científica, museos, universidades y sociedades científicas.
Sin embargo, una parte importante de los avances en el conocimiento de la clasificación
de los seres vivos se debe, como en el caso de tantas disciplinas científicas, a una
compleja mezcla de voluntad, disciplina, talento, sacrificio y resistencia de los biólogos que
entregan su vida a tal actividad. Los premios principales de los hombres de ciencia son
sobrevivir, y una supuestamente "mejor" comprensión del mundo orgánico al que han
enfocado sus intereses. Otro premio moral, no menos importante y que se recibe después
de largos años, es haber despertado o madurado intereses similares en algunos
aprendices de la biología. El producto de su trabajo puede o no tener un impacto positivo,
inmediato o a largo plazo, en la ciencia misma, en la economía y en la sociedad.
Se ha dicho que los taxónomos trabajan con organismos o seres vivos; sin embargo,
acabamos de señalar que frecuentemente están asociados a museos donde hay
colecciones de matas o bichos muertos, conservados en seco o en alcohol. ¿Acaso ambas
cosas se oponen? La respuesta es no, y para ello tendríamos que comentar algo sobre
los museos y las colecciones que albergan.
A menudo se dice que el "corazón" de los museos son las colecciones. Por dos razones
principales, éstas tienen un enorme valor: a) a partir de ellas se ha producido gran parte
del conocimiento que se tiene sobre la diversidad de los organismos. Valen tanto por lo
que contienen como por lo que han ofrecido y ofrecen a todos los investigadores dedicados
a su estudio, y b) contienen una información que de otro modo estaría dispersa en el
tiempo y espacio. Las poblaciones ahí representadas en ocasiones están extintas o han
sido diezmadas. De esta manera, las muestras así reunidas son relativamente perennes
o de larga preservación, lo cual facilita y agiliza su estudio. Las colecciones, para el
taxónomo, son a la vez "herramienta fundamental", "producto terminado" y "objeto de
estudio", pues son muestras de la diversidad biológica.
Actualmente existe una seria preocupación en los círculos científicos, culturales y artísticos
acerca de la conservación de los biota (flora y fauna) y su medio ambiente, ante la
persistente degradación y desaparición de numerosas áreas naturales. Sabemos que los
especialistas que estudian la diversidad organísmica son los que pueden ofrecer las
soluciones académicas de mayor valor. Estos especialistas son los taxónomos, los
biogeógrafos, los ecólogos y los genetistas.
Hemos expuesto una síntesis sobre los centros donde se hace la taxonomía, pero poco
se ha comentado sobre algunas de las actividades de los taxónomos, propiamente de las
tareas cotidianas del taxónomo práctico. Una de las tareas más frecuentes de los
taxónomos está relacionada con la elaboración de los inventarios bióticos regionales, el
listado de especies que habitan un lugar, el reconocimiento de su asociación con otras
especies en un hábitat determinado y los aspectos más sobresalientes de su distribución
local. Es importante y laboriosa la tarea de recolectar y observar en una región los
organismos y poblaciones, formular claves para su identificación, registrar parámetros
geográficos y ecológicos de su distribución, así como ilustrar las especies o grupos de
ellas. Por otra parte, muchos especialistas en otras disciplinas biológicas y muchos
tecnólogos y científicos requieren saber la identidad de los organismos, poblaciones y
especies o grupos de ellas cuando se encuentran realizando una investigación o están
trabajando en un aspecto de aplicación. Normalmente, este tipo de personas envían parte
de las muestras con las que trabajan a los taxónomos para su identificación. Los
taxónomos, según el sistema de clasificación aceptado o de uso corriente, ubican el lugar
de las muestras y les asignan el nombre que les corresponde en el sistema en práctica.
Debe tenerse en cuenta que al asignarse un nombre a una especie o a un grupo de ellas,
es posible que simultáneamente se reconozca bajo éste la información biológica conocida.
En relación con otro terreno más complejo, los taxónomos cotidianamente se enfrentan a
describir y bautizar especies, para lo cual mínimamente proponen las hipótesis de que la
especie que están denominando es nueva por un conjunto de caracteres. Se plantean
preguntas como ésta: ¿Cuál especie es la hermana de A?, que tiene cuando menos un
par de especies alternativamente posibles. Con esta tarea se tienen que analizar varias
hipótesis en juego y examinar o reinvestigar los caracteres, y surgen las preguntas: ¿Cómo
se comparten éstos entre las especies examinadas? ¿Cuáles caracteres muestran una
mayor cercanía genealógica de la especie A con la B, la A con la C y así sucesivamente?
Esto es, se plantean preguntas o hipótesis de afinidad filogenética y se examinan los
caracteres para apoyar o responder los cuestionamientos. Con frecuencia se investiga un
conjunto de caracteres previamente no analizados en un grupo de organismos, lo que
conduce a efectuar un nuevo análisis filogenético y a reestructurar o proponer una
clasificación consecuente con los nuevos resultados obtenidos.
Las relaciones genealógicas reconocidas o descubiertas entre las especies bajo estudio
tienen una enorme utilidad en el análisis de la historia de la distribución de organismos. En
las hipótesis de relación genealógica a menudo subyace la explicación de los patrones de
distribución de flora y fauna, de tal modo que las clasificaciones de los seres vivos pueden
tener una amplia correspondencia con las clasificaciones de las áreas que ocupan. Éstos
son aspectos que comparten estrechamente la taxonomía y la biogeografía, que unifican
las historias de la vida y de la Tierra.
I I . C Ó M O C L A S I F I C A B A N L O S M A Y A S Y L O S
F O R E L A S P L A N T A S Y L O S A N I M A L E S
Otros casos de jerarquía los tenemos en los diversos grados de la iglesia y de la marina:
una organización de individuos dentro de niveles de autoridad; en este patrón de
clasificaciones hay un arreglo piramidal y subordinado de las categorías o niveles
clasificatorios.
Durante la década de 1960, el Museo Americano de Historia Natural en Nueva York integró
una expedición zoológica para d estudio de los vertebrados, principalmente pájaros, en
una isla de la región áustraliana: la Nueva Guinea. Los estudios se llevarían a cabo en el
área montañosa oriental de esa isla, donde habitan los fore. Los antecedentes básicos que
se tenían de este grupo humano eran tres; 1) su población padece una rara enfermedad
llamada "kuru" que se caracteriza por una degeneración del sistema nervioso central y es
responsable de la mitad de las muertes que ocurren entre ellos; 2) su dieta consiste en
vegetales cultivados y de vez en cuando carne de puerco; sin embargo, todavía usan
ampliamente plantas y animales silvestres, tanto para alimento como para decoración,
y 3) los nombres de los animales tenían algunas variaciones de un pueblo a otro entre los
fore, de tal modo que para este estudio se escogió al pueblo de Awande. Los dos últimos
puntos fueron importantes para determinar el conocimiento del entorno biótico de esta
comunidad en relación con aspectos de taxonomía.
Mientras que los fore reconocieron y designaron 110 nombres para las aves, los
taxónomos del Museo Americano admitieron 120. En 93 casos hubo una correspondencia
uno a uno entre los ámana aké de los fore con las especies de los científicos. Ocho ámana
aké designaban a los machos y a las hembras de cuatro especies fuertemente dimórficas
reconocidas por los taxonomos del museo; en estas especies, las plumas del macho son
usadas por los nativos para decoración. En nueve casos un ámana aké se aplica a dos o
más especies de pájaros estrechamente relacionadas; sin embargo, a menudo los fore
dieron nombres distintos a especies muy parecidas, que los taxónomos en el campo
confundían, pero que los fore diferenciaban fácilmente por el canto y los patrones
conductuales. En varios casos los nombres adjudicados a las especies de pájaros fueron
descripciones onomatopéyicas, es decir, derivadas de los cantos de las especies; en otros
casos los nombres se referían al hábitat, hábitos o algún carácter de forma y color, pero la
gran mayoría no tuvieron etimologías obvias.
Nos podemos juntar y nos podemos dividir según sea nuestro parecido y nuestra jerarquía,
¡por supuesto!
Muchos otros resultados se obtuvieron de estas experiencias con los fore, pero hablar
sobre ellos no forma parte de los propósitos de este libro. Las conclusiones más generales
que pueden obtenerse del estudio con los fore son varias: 1) la estrecha correspondencia
en el reconocimiento de las discontinuidades, tanto desde el punto de vista científico como
en la cosmovisión fore del mundo biótico, se relaciona con la gran objetividad del concepto
de especie; 2) cuando una comunidad cultural usa más una parte del universo zoológico,
ésta tiene mayores significados utilitarios para ella y las discontinuidades son percibidas y
denominadas con mayor precisión, como fue el caso de los machos y las hembras de aves
del paraíso, que tienen gran significancia entre los fore; 3) muchas especies difíciles de
observar, como los chotacabras y las ranas de hábitos nocturnos, son bien distinguidas y
denominadas de manera distinta, aunque no con la precisión aplicada a los que son muy
utilizados; 4) las categorías de clasificación superior son pocas (nueve) y se relacionan
ampliamente con las distintas "formas de vida" o "tipos" de animales, y 5) puede
descubrirse una incipiente jerarquía de las categorías clasificatorias en la clasificación de
los fore.
Como puede verse, los resultados de este estudio son algo limitados por varias razones.
Una de ellas se debe a que hizo falta un mayor conocimiento antropológico y lingüístico
para efectuar un análisis más detallado de la nomenclatura utilizada por los fore. Ahora
pasemos a otros casos donde la taxonomía folk o precientífica —como también se le
llama— tuvo mayor desarrollo, en los que es posible reconocer numerosos principios y
fundamentos.
El lector debe saber que México es pionero en los estudios de sistemática popular o
taxonomías folk, tradicionales o precientíficas. A fines del siglo pasado, Del Paso y
Troncoso publicó una obra sobre la taxonomía botánica náhuatl, que se encuentra incluida
en su estudio acerca de la historia de la medicina. Dada la enorme cantidad de dialectos
y lenguajes de numerosos grupos culturales (etnias) originarios de México, hay muchos
diccionarios y estudios antropológicos relacionados con el tema. Así también, desde la
década pasada varios biólogos, antropólogos y agrónomos nacionales y extranjeros han
trabajado diversos problemas en sistemática folk, fundamentalmente con distintos grupos
mayas, pero también con grupos del altiplano mexicano y de otras áreas etnoculturales.
De particular importancia son los estudios de Berlin, Breedlove, Raven y Hunn con los
tzeltales de las tierras altas de Chiapas, los de Barrera con los mayas de Yucatán y de
varios de sus discípulos en distintos lugares de México, así como las investigaciones de
Hernández o sus discípulos con grupos mayas y nahuas. Por todos estos antecedentes,
por el progreso y posibilidades de la etnociencia en nuestro país, y también por el interés
en tales aspectos de nuestra identidad nacional, que han mostrado muchos grupos de
jóvenes investigadores, México podría ser una potencia en líneas de investigación de
taxonomías tradicionales. Tómese en cuenta que en este tipo de estudios se avanza en el
conocimiento de las clasificaciones y nomenclatura de las diversas etnias de nuestro país
y así también se "rescata" el saber tradicional, cuyas implicaciones en medicina, ecología
y manejo de los recursos bióticos puede ser de gran valor e importancia para la ciencia y
la economía nacionales.
Primero nos vamos a referir a las investigaciones de Berlin y su grupo con los tzeltales.
Sus trabajos revisten gran interés debido a que de sus resultados se derivan varias
características comunes a la mayoría de las clasificaciones tradicionales, lo cual ha
proporcionado una síntesis de muchas otras publicaciones de investigadores que
trabajaron con diversos grupos aborígenes de distintas partes del mundo, por ejemplo, los
hanunóo de las Filipinas, los cantoneses de Hong Kong, los guaraníes de Argentina, los
navajos de los Estados Unidos y otros más. Los principios descubiertos por este grupo de
investigadores son los siguientes: 1) en todos los lenguajes se reconocen grupos de
organismos en la naturaleza que son tratados como unidades discontinuas (taxa); 2) estos
taxa se agrupan en un número reducido de clases, que se pueden denominar categorías
taxonómicas etnobiológicas, las cuales pueden definirse en términos de criterios
lingüísticos y taxonómicos, que son: iniciador único, forma de vida, género, especie y
variedad; 3) las cinco categorías tienen un orden jerárquico y los grupos de organismos
(taxa) asignables a cada rango son mutuamente excluyentes; 4) a menudo al taxón en la
categoría más incluyente o iniciador único no le es asignada alguna palabra, por ejemplo:
las palabras planta o animal raramente se utilizan —en este punto es importante que el
lector atienda que una cosa son las categorías o niveles en una clasificación jerárquica y
otra son los taxa, por ejemplo: en la categoría coronel de una jerarquía militar pueden estar
varios taxa, los coroneles Jorge Soberón, Miguel Franco y Juan Labougle—; 5) los taxa
de la categoría "forma de vida" invariablemente son pocos en número, cinco a diez, los
cuales incluyen a la mayoría de todos los taxa nombrados de rango inferior —recuerde el
lector el punto 4 en el subtítulo de los fore de Nueva Guinea—; 6) en la mayor parte de las
taxonomías folk, los taxa miembros de la categoría de género son siempre más numerosos
—aproximadamente 400— que los taxa forma de vida; 7) los taxa de especie y variedad
existen en un número reducido dentro de cada género y los conjuntos de más de dos
especies dentro de cada género a menudo son grupos de organismos de la mayor
importancia económica y cultural. Los taxa de especie y variedad se reconocen
lingüísticamente en lo que se llama por lo común un binomio, que incluye los nombres de
género y especie a los que pertenecen, y cuando es un trinomio incluye el nombre de la
variedad; y 8) los taxa intermedios entre la forma de vida y los géneros son muy raros y
no se les asigna un nombre, por lo cual se pueden admitir categorías encubiertas.
Yo los clasifico de acuerdo con lo que me sirve... o al menos eso les hago creer. No saben
mi cosmovisión.
También descubrieron que los nombres genéricos botánicos mayas son nombres-frase
que a veces tienen significados múltiples (polisémicos), por ejemplo: Chakah: chab + ak +
-ah = el casposo, el de la cubierta descascarada; cha' + ak + 'ah = el gomoso o resinoso,
el de la cubierta o superficie resinosa, gomosa; chak + ah = el rojeante chakah = Bursera,
que tiene todos los atributos citados.
Se podrían resumir varios aspectos de las taxonomías tradicionales hasta ahora tratadas,
en relación con algunas taxonomías científicas: 1) congruencia para reconocer las
discontinuidades entre los grupos de organismos o taxa a través de similitudes y
diferencias (semejanza); 2) equivalencia lingüística para denominar las especies con un
binomio compuesto con el nombre del género (un sustantivo) y el nombre de la especie
(un adjetivo); 3) en ambas taxonomías las clasificaciones biológicas construidas pretenden
ser consecuentes con un sistema de conocimiento más universal (por un lado, las
taxonomías tradicionales se basan a menudo en concepciones que llamaríamos mágico-
religiosas inmersas en su cosmogonía, es decir, en una forma integrada de concebir el
Universo; por otro lado, en la taxonomía biológica occidental o científica se requiere que
la clasificación biológica corresponda o se derive de la historia evolutiva delos organismos
o de la "similitud total" exhibida por las poblaciones o especies, además de ser congruente
con el conocimiento producido por el resto de las ciencias, sin un sentido mágico-religioso),
y 4) ambas taxonomías construyen clasificaciones jerárquicas.
Conviene insistir en una diferencia básica que existe entre las taxonomías biológicas folk
y la taxonomía biológica evolutiva: en las primeras la construcción del sistema de
clasificación se hace por semejanza y en la segunda, al menos en la más importante, que
sirve como sistema de referencia, se hace por comunidad de origen o afinidad sanguínea
(genealogía); y la interpretación de la similitud y la diferencia se realiza en términos
filogenéticos. Una concepción de la evolución del mundo orgánico como en la ciencia
actual no se registra en las culturas precientíficas hasta ahora conocidas.
Se ha explicado que entre las distintas etnias se presentan sistemas de clasificación que
cumplen con una serie de reglas generales, expresadas en orden por primera vez en los
trabajos de Berlin y sus colaboradores, las cuales cumplen a la vez con las visiones
cosmogónicas mágico-religiosas de cada comunidad cultural, de acuerdo con los
hallazgos de Barrera y su grupo. De particular interés son los estudios de Cristina Mapes
y sus colaboradores sobre el conocimiento y uso de los hongos en la cuenca del lago de
Pátzcuaro en Michoacán, que se utilizarán como un ejemplo en este libro.
El término terekuicha abarcaba a todos los hongos; así, pareciera que el iniciador único o
taxón de la categoría inicial en las clasificaciones tradicionales de plantas y animales, sí
estuviera nombrado para hongos, aunque posiblemente el término sólo fuera una forma
de vida así denominada, pero no incluida en ninguna de las categorías iniciales. La
palabra cikinte' designa cualquier hongo entre los huastecos, como canul te' tik entre los
tzotziles, ccho entre los matlatzincas, tai entre los mazatecas y nanacatlente entre los
nahuas.
La clasificación de los hongos en grandes grupos, efectuada por los informantes, fue por
semejanza. De acuerdo con su forma, color y consistencia cuando estaban frescos, se
consideraba el hábitat donde crecían; más o menos los mismos procedimientos que son
usados en la micología científica. Las catégorías de familia-orden descubiertas fueron tres,
correspondientes a los grandes grupos de hongos percibidos por los purépechas:
kux (trompas de
puerco)
tepejkua (llaveritos)
tsupata (flor de
durazno)
I. Carnosos
con costillas
tiripiti (amarillos)
t'sapk'i (gavilán o
paragüitas)
paxakuas
En casi todos los casos los nombres "genéricos" se relacionan con una descripción propia
del grupo de hongos que son denominados. Cada género representa e incluye a varias
especies de hongos. Se hace referencia a una especie como la principal o representativa
y dentro de cada grupo se pueden reconocer tres categorías utilitarias, que definen el
sistema de clasificación en los géneros: los que se comen, los malos (que no se comen) y
los que emborrachan.
Mapes y sus colaboradores consideraron que la clasificación de los hongos por los
purépechas era algo atípica, pero que en términos generales cumplía los principios
propuestos por Berlin, aunque reconocieron que posiblemente haya habido errores de
procedimiento por carencia de un análisis lingüístico, que es básico para el estudio de los
léxicos que se desee interpretar con el fin de descubrir aspectos etnotaxonómicos.
En la etnotaxonomía hay mucha, muchísima tela de dónde cortar aún. Todos los
investigadores que han publicado sobre este tema han dejado numerosas preguntas por
responder. En México existe un territorio rico en etnias, floras y faunas, que son parte de
nuestra riqueza cultural y de un mosaico de identidad nacional que debemos investigar.
I I I . L I N N E O Y A D A N S O N : ¿ D O S
C L A S I F I C A D O R E S D E P L A N T A S C O N P U N T O S
D E V I S T A E N C O N T R A D O S ?
EN EL capítulo anterior se han visto varios aspectos de las clasificaciones folk del universo
biológico en algunas culturas, así como los principios generales de todas ellas; nos hemos
dado cuenta de las ideas de algunos historiadores de la ciencia sobre tales clasificaciones,
y hemos visto que no es verdad que están basadas únicamente en aspectos prácticos y
utilitarios. Sólo se puede aceptar que, en aquellos grupos de organismos más significativos
por razones de alimento, vestido, medicinas, ornamento, etc., y que hayan sido usados
por un tiempo prolongado y constante por una comunidad cultural, la percepción y
denominación de sus discontinuidades se hace más precisa y desarrollada.
Se ha señalado la gran semejanza que existe entre las taxonomías tradicionales y las
primeras conocidas en la antigüedad, lo cual vamos a comentar ampliamente a
continuación.
Aristóteles (384-322 a.C), además de filósofo, también puede considerarse como un gran
biólogo; junto con su compañero Teofrasto —de quien hablaremos más adelante— fue un
notable observador de las plantas y animales. Aristóteles apreciaba tanto la observación
de la naturaleza que atendía a consideraciones de raciocinio, siempre y cuando sus
resultados estuvieran de acuerdo con los fenómenos percibidos. Son tres sus obras
zoológicas más importantes: Historia de los animales, Las partes de los animales y La
generación de los animales. En sus escritos hace detalladas descripciones de los seres
vivos, que incluyen aspectos de anatomía comparada, hábitos y la génesis de las formas.
Lo más importante para nosotros es la clasificación de los animales que se ha interpretado
posteriormente con base en sus escritos, pues nunca hizo explícita alguna, o bien ésta se
perdió.
El grupo de los enaima está formado por los siguientes subgrupos: 1.1: cuadrúpedos que
generan dentro de sí seres semejantes (los mamíferos de hoy), que incluye a las ballenas,
delfines, cachalotes, focas, murciélagos, monos, etc., y al hombre; 1.2: cuadrúpedos que
generan seres poniendo huevos (algunos pueden carecer de patas, como los reptiles y
anfibios de ahora); 1.3: bípedos con plumas, grupo que admitía similitudes homólogas
entre las alas y las patas anteriores de los cuadrúpedos (incluye aves de la clasificación
actual), y 1.4: peces o ápodos, que admitían similitudes homólogas entre los cuadrúpedos
y las aletas: incluye a los peces de hoy.
Y respecto al grupo de los anaima, estaba dividido de la siguiente forma: 2.1: Malackia,
organismos con cuerpo blando y a veces una parte dura interna (cefalópodos, pulpos y
calamares de hoy); 2.2: Malakostraka, aquéllos con cuerpo blando interno cubierto de
escamas flexibles (crustáceos, camarones y cangrejos de ahora); 2.3: Ostrakoderma,
cuerpo blando interno cubierto de caparazón duro y quebradizo (moluscos y
equinodermos, caracoles y estrellas de rnar de las clasificaciones actuales), y 2.4: Entoma,
los que tienen el cuerpo segmentado (artrópodos, helmintos y otros —grillos, arañas y
gusanos— de las clasificaciones de hoy).
Mieli señaló que estas ocho clases de animales se subdividen en géneros y especies,
como en las clasificaciones tradicionales. Así, también se reconocen ocho formas de vida.
Las especies aristotélicas corresponden a las especies de las clasificaciones de hoy, a la
clasificación jerárquica, etc. La clasificación de Aristóteles coincide en lo general con la de
Lamarck en el siglo XVIII el primer grupo coincide en general con los vertebrados y el
segundo con los invertebrados.
Hay dos aspectos que es importante notar en la clasificación de Aristóteles; primero, usa
un principio que se denomina de "división lógica", separa al conjunto por clasificar —los
animales— en función de que un subconjunto tiene un carácter y el otro subconjunto no lo
tiene (enaima-anaima). Así, forma lo que llámamos dicotomías. Además, asocia un
concepto de esencia y causas —final, eficiente, formal y material— a los grupos de seres
vivos del nivel especie, lo cual se puede descubrir y definir al observarlos. Aristóteles fue
muy claro para las esencias de las especies en que no bastaba un solo carácter para
definirlas, pero no lo fue respecto a las esencias de los grupos de especies o taxa por
arriba del nivel especie: sólo ofreció caracteres que los definieran, como los ocho grupos
citados. Una regla en la clasificación aristotélica es que los géneros se definen por
parecido o comunidad de caracteres, mientras que las especies se reconocen por lo que
difieren o por cómo se dividen.
Las esencias de Aristóteles se pueden interpretar como estudios razonablemente
"completos y apropiados" de las especies, lo cual se traduce en el conocimiento de muchos
caracteres y una causa final o propósito inteligible en el orden de la naturaleza. Lo anterior
se refiere al marco teórico, o bien a la cosmogonía aristotélica, con la cual sería
consecuente su sistema de clasificación de los animales.
Como se sabe, la Edad Media en Europa —que duró doce siglos aproximadamente— se
caracteriza por la escasa producción de conocimiento. Se toma en cuenta casi de modo
exclusivo lo que conocieron los griegos y romanos de la Antigüedad. Los principios de la
clasificación aristotélica citados en líneas anteriores fueron tan influyentes a lo largo de la
historia que alcanzaron a Linneo y a muchos otros clasificadores de plantas y animales.
Antes de hablar de ello sin embargo, es importante revisar algunos otros aspectos
históricos.
Aristóteles en Lesbos
Hay varios elementos en la historia de la biología que permitieron cambios en la cantidad
de plantas y animales conocidos durante el Renacimiento y siglos posteriores. La
invención de la imprenta de tipos móviles, que permitió superar los escritos antiguos y el
sistema de comunicación verbal que no permitían que los nombres se multiplicaran más
allá de límites significativos que debían pasar de generación en generación, a través de
los hablantes del idioma. En segundo lugar, tenemos la proliferación de jardines botánicos
y colecciones de animales conservados, todos con sus raíces históricas, en el Museion,
que era un término usado para una especie de universidad -centro de investigación-
biblioteca, donde además se conservaban herramientas poco comunes y había un jardín
botánico y animales en cautiverio para estudio entre los sabios de la Grecia
antigua.Museion = museo, significaba lugar de las musas, una institución que a la fecha
tiene gran importancia para el desarrollo de la taxonomía, como se mencionó en el capítulo
II.
Los jardines botánicos permitieron preservar las plantas vivas, con una parte enorme de
sus propiedades que podían ser estudiadas y corroboradas constantemente por médicos,
botánicos y cualquier otro estudioso de la época. Se superó el método de los "herbalistas"
usado durante el Medioevo. Los herbalistas copiaban los dibujos, los nombres y las
pequeñas descripciones de las especies a partir de los primeros escritos y figuras, pero lo
hacían de modo tal que las modificaban, haciendo que, por ejemplo, una vid descrita e
ilustrada inicialmente terminaba siendo un olivo. La conservación de las plantas o partes
de ellas —flores, frutos, hojas, etc.— también ayudó muchísimo para superar los
procedimientos de los herbalistas.
La invención del microscopio fue muy significativa para el avance de muchas disciplinas
biológicas, pues las posibilidades de observación crecieron y en consecuencia sus efectos
sobre la clasificación de los seres vivos. El siguiente cuadro, que reúne los grandes grupos
de animales (Phylum-Clase) recientes, nos da una idea del número de especies zoológicas
en la Tierra.
Este número total se incrementa notablemente si le sumamos todas las plantas, algas
hongos, virus, riketsias, arqueo-bacterias y bacterias que requieren ser clasificados.
Durante ese tiempo los cientos de especies por clasificar aumentaron a miles de especies.
Se comenzó a discutir el sistema aristotélico, que se adaptó y modernizó a las necesidades
de esa época.
La herencia de Aristóteles a los clasificadores fue tan importante que resultó imposible
prescindir de sus ideas, principalmente de su principio de división lógica y del reflejo de
las clases naturales del filósofo, a partir de la materia inanimada al hombre, que se
traducían en la noción de la progresión.
LA CLASIFICACIÓN DE TOURNEFORT
1.
Campaniformes
2.
Regulares
Infundibuliformes
Monopétalas
Irregulares 3. Personadas
4. Labiadas
Simples 5. Cruciformes
6. Rosáceas
Regulares 7. Umbelíferas
8. Cariofiláceas
Polipétalas 9. Liliáceas
Con
flores y
con 10.
Irregulares
pétalos Papilionáceas
11. Anómalas
12. Flosculosas
13.
Hierbas
Semiflosculosas
15. Aestamíneas
Sin
pétalos
y
arbustos Monopétalas 20. Monopétalas
Pétalas
La revolución que de la sistemática hizo Linneo fue paralela al escándalo que su sistema
sexual provocó. Algunas personas se deleitaron elaborando decenas de comparaciones,
por ejemplo, Erasmus Darwin (contemporáneo de Linneo y abuelo de Carlos Darwin), que
compuso versos a los géneros de plantas, trató a los estambres como jóvenes, hermanos,
amantes, maridos o caballeros y a los pistilos como ninfas, esposas o vírgenes. Había que
salvar a las más puras y castas, no atentar al pudor femenino, decían Goethe y Smith. Aun
así, o tal vez por su misma cualidad erótica, el sistema sexual de Linneo tuvo un gran éxito.
Ante el caos producido en la nomenclatura durante los dos siglos que le antecedieron, el
trabajo de Linneo estableció un orden universal para denominar a las especies. Linneo
describió miles de especies vegetales y animales que hoy, por acuerdo internacional, son
el punto de partida para la nomenclatura botánica y zoológica. Las obras que contienen
las descripciones y denominaciones son tres, pero básicamente es Systema Naturae el
más conocido. A pesar de su nombre, se trata de un sistema artificial.
Los términos
griegos adelphos (hermano), andros (macho), dynamis (potencia), gamos (matrimonio), g
enesis (nacimiento), gyne (hembra), oikos (casa), más lo sufijos aritméticos mono-, di-, tri-
, etc., sirvieron a Linneo para denominar los órdenes y las clases vegetales. CLAVE PARA
LAS CLASES DEL SISTEMA LINNEANO Plantas con flores conspicuas
(PHANEROGAMIA) Estambres y pistilos en la misma flor: Órganos masculinos y
femeninos visibles: Estambres no soldados ni por arriba ni por abajo:
Estambre
I. Monandria
solitario:
5 estambres: V. Pentandria
6 estambres
iguales o si son
distintos 3 VI. Hexandria
largos y 3
cortos:
10 y 11
X. Decandria
estambres:
12 estambres
o cualquier
XI. Dodecandria
número entre 12
y 19:
20 estambres o más:
filamentos
XII. Icosandria
unidos al cáliz:
filamentos no
XIII. Polyandria
unidos al cáliz:
2 estambres
largos y 2 XIV. Didynamia
cortos:
4 estambres
largos y 2 XV. Tetradynamia
cortos:
Estambres
soldados:
La unión de los estambres se
presenta en los filamentos:
Estambres en
XVI. Monadelphia
fascículo o haz:
Estambres en
dos fascículos o XVII. Diadelphia
haces:
Estambres en
tres o más XVIII. Polyadelphia
fascículos:
La unión de los
estambres está
XIX. Syngenesia
circunscrita a
las anteras:
Los órganos
masculinos
están unidos a y XX. Gynandria
se sitúan sobre
los femeninos:
Estambres y pistilos en diferentes
flores:
Flores
masculinas y XXI. Monoecia
femeninas en la
misma planta
(individuo):
Flores
masculinas y
femeninas en XXII. Diecia
distintas plantas
(individuos):
Flores
masculinas y
femeninas
asociadas con
flores
hermafroditas;
XXIII. Polygamia
flores
unisexuales
unas en la
misma planta,
otras en plantas
distintas:
Plantas sin
verdaderas XXIV. Criptogamia
flores:
Como puede verse, Linneo siguió un esquema alusivo al amor, al matrimonio y al adulterio,
por ejemplo: la clase de organismos asignados a DODECANDRIA incluía de 12 a 19
maridos en el mismo matrimonio (12 a 19 estambres en una flor hermafrodita);
MONADELPHIA era una "hermandad" de maridos en un mismo matrimonio, pero Linneo
lo decía en su "latín medieval": mariti propinqui & cognati sunt; MONOECIA significaba,
metafóricamente, que los maridos vivían con sus esposas en la misma casa pero tenían
diferentes camas; la CRIPTOGAMIA estaba reservada para los matrimonios furtivos o
clandestinos.
Durante la época de Linneo los centros de estudio taxonómico fueron los jardines
botánicos, los parques zoológicos, los gabinetes de historia natural y las universidades,
pero pronto vendrían los grandes museos, que hasta la fecha son los principales centros
de investigación de la diversidad de los seres vivos y muertos.
La personalidad de Linneo es descrita por sus biógrafos (él mismo escribió ¡cinco
autobiografias!) como la de un ser extraordinariamente metódico, pues todo lo que hacía
y decía guardaba un orden dentro de su sistema.
Conviene resumir y comentar las aportaciones que Linneo hizo a la taxonomía antes de
volver a discutir el problema central de este capítulo (sistemas naturales vs. sistemas
artificiales) con base en el pensamiento de los franceses Adanson y los De Jussieu.
Por otra parte, Linneo sugirió una serie de reglas para formar los nombres de las especies
que, por su sencillez y consistencia, aún son de gran uso. Para los géneros, aconsejaba
que debían de emplearse nombres cortos, que se oyeran agradablemente (eufónicos), y
de preferencia se derivaran de características muy sustantivas al grupo de especies que
incluían, o bien se basaran en los nombres de los sistematas más destacados o de la
mitología griega o romana, como el mismo Linneo estableció en los nombres genéricos de
las mariposas. Lo mismo opinaba respecto a los nombres específicos, al insistir en que el
carácter elegido como denominador no fuera un carácter variable. Recomendaba que,
preferentemente, se derivara de la proporción, forma y posición de las partes de la planta,
aunque en ocasiones los datos geográficos, de origen de la especie o planta huésped para
animales serían de igual valor en la formación de los nombres. La nomenclatura binomial
y el sistema de Linneo contribuyeron a la popularización del estudio de la historia natural,
particularmente de la botánica.
Con Linneo y sus colegas se fomentaron expediciones en las que la tripulación de los
barcos participaba en el trabajo de recolección, preparación y toma de datos. Dichas
expediciones serían de gran importancia y se harían frecuentes posteriormente. En México
se realizaron las reales expediciones españolas, la expedición de Humboldt y Bonplandt,
a fines del siglo XVIII y principios del XIX respectivamente. El viaje del Beagle en donde
participó el famoso Carlos Darwin, los célebres viajes en el Pacífico sur del capitán y
botánico inglés Hooker y los viajes de Wallace, Bates y otros más son muy buenos
ejemplos de ello.
Las contribuciones de Linneo a la clasificación de los seres vivos abarcan tanto a las miles
de especies descritas y denominadas como a la enseñanza de sus ideas y su sistema a
varios aprendices, que lo adoptaron en sus trabajos y describieron sucesivamente otros
miles de especies más.
El orden impuesto por las obras de Linneo a la nomenclatura en las clasificaciones de los
seres vivos es de tal importancia que se toma como punto de partida —por convención
mundial— para la nomenclatura científica. Sin embargo, el lector debe saber que Linneo,
antes de editar esas obras básicas, había publicado otras en que empleó nombres
científicos muy largos, comparables a letanías, por ejemplo: Plantago foliis ovatis glabris,
nudo scapo tereti, spica flosculis imbricatis, mientras que otra especie similar se
llamaba Plantago foliis ovatis glabris, scapo angulato, spica flosculis distinctis; así, Linneo
dio una base de referencia para estabilizar la nomenclatura. Su sistema aritmético-sexual
de características sumamente ordenadas o metódicas, muy práctico y eficiente,
revolucionó la botánica y la zoología y, desde luego, la disposición al sexo de algunas
mentes. Su sistema tenía la propiedad de ser jerárquico e incluía varios niveles de
clasificación por encima del género; éste, sin embargo, continuaba siendo artificial —como
él mismo lo admitía—, pero no representaba un problema de su sistema sirio de todos los
sistemas basados hasta esa fecha en las ideas esencialistas aristotélicas. Más que un
problema en el sistema de Linneo, hay que reconocer que él pudo distinguir dos tipos de
sistemas que hasta esa época se mantenían confundidos.
Mientras tanto, las clasificaciones de Linneo se vieron superadas por las de los franceses
De Jussieu en plantas y por las de Buffon y Cuvier en animales, pero todos los
postlinneanos en general siguieron su sistema. El ordenamiento que él seguía, que
colocaba al hombre (Homo sapiens) en la cúspide, aún implicaba la idea de progresión de
los seres vivos planteada por Aristóteles. Las analogías entre las partes de las plantas y
los animales requerían una teoría que las explicase.
Con el concepto de lo 'natural' explicado previamente, esto es, por medio del examen de
todos los caracteres de todas las partes del organismo reconocidos en las plantas,
Adanson pretendía encontrar los grupos que se debían formar naturalmente e integrarlos
en una clasificación; así, rechazó el método de elegir arbitrariamente una sucesión de
caracteres que le permitieran subdividir y clasificar el universo de los seres vivos, con base
en esencias establecidas por similitud total contra principio de división lógica, dos
principios no contrapuestos. Así, reconoció muchísimos caracteres (598) en las plantas,
examinó su distribución —uno por uno— en 58 "familias" y formó 65 sistemas artificiales
de acuerdo con varias clases establecidas que se señalaban por cada carácter.
De cualquier manera, ambos procedimientos eran equivocados: tanto los caracteres como
los "grupos naturales", sin un proceso que explicase su origen y modificaciones en el
tiempo (evolución), hacen que se olvide la finalidad de encontrar las interrelaciones de
parentesco entre los grupos.
En otro sentido, Antoine De Jussieu, que era sobrino del maestro de Adanson, hizo una
crítica importante al mencionar sus ideas en relación con el método de investigar todos los
caracteres para descubrir el sistema natural. Postuló que los seres vivos presentan
similitudes y diferencias basadas en la situación, el número y la configuración de sus
partes; los caracteres no deben ser contados como unidades sino cada uno según su valor
relativo, de modo que un solo carácter puede ser superior a varios juntos. La investigación
de los caracteres es la base de la sistemática para descubrir el orden entre los organismos,
pero éstos tienen una subordinación, una jerarquía.
Los problemas acerca de la expresión de los caracteres, las diferencias entre los
organismos de una misma población, la modificación de los caracteres durante el
desarrollo de los individuos y otros fenómenos más que tienen implicaciones en la
taxonomía biológica, habrían de esperar más tiempo para ser abordados, hasta la
maduración de teorías morfológicas, embriológicas, genéticas y evolutivas.
I V . L A M A R C K , D A R W I N Y S U S H E R E D E R O S
O ¿ C Ó M O C O N S I D E R A R L A S T E O R Í A S D E L A
E V O L U C I Ó N C U A N D O H A Y Q U E C L A S I F I C A R
T A N T A S E S P E C I E S ?
SE HA dicho que el ciudadano francés Lamarck, llamado el Guardián de los Herbarios del
Rey, inició el método histórico en biología, también se menciona la oposición de la teoría
de Lamarck a aquélla más exitosa, progresista y popular de Carlos Darwin. Esto último es
tan poco afortunado como oponer a Adanson con Linneo. En ambos casos, los
protagonistas nacieron con una diferencia de varias décadas (aunque haya habido cierta
contemporaneidad), estuvieron enfrentados a condiciones políticas y sociales distintas que
determinaron en gran medida su quehacer científico; y todos trataron —cada quien por su
parte— de resolver problemas muy similares planteándolos de modo diferente y con
distintas posibilidades de información. Pero, como siempre, nunca faltan aquellos que
pretenden confrontar las personalidades y su valor histórico sólo por algunas diferencias
en su producción científica. Dada la gran importancia de Lamarck y Darwin, conviene
examinar el origen de las teorías transformistas o evolucionistas que elaboraron y su efecto
en la taxonomía de los organismos.
Lamarck fue un filósofo de la taxonomía zoológica; sus ideas sobre el sistema o método
natural, como él lo llamaba, son un buen ejemplo de su genio para la clasificación. Definió
cada uno de los niveles principales en la clasificación que hoy conocemos: clase, orden,
familia, género y especie. Estas categorías o rangos de la clasificación jerárquica
"linneana" las entendió muy bien como elementos de "arte", que a menudo sólo servían
para separar artificialinente o arbitrariamente a los conjuntos de seres vivos. Su concepto
de naturalidad en la clasificación iba un poco más allá de la simple intuición linneana,
referente a que no bastaba con elegir un conjunto de caracteres arbitrarios para clasificar
a las especies. Para él, lo natural era lo que existía y había existido en la naturaleza; lo
natural tenía un origen y se transformaba con el tiempo, no obstante que su teoría
transformista estuviera equivocada. Sus clasificaciones seguían un orden de acuerdo con
el método natural, de lo más simple a lo más complejo, que manifiesta la idea de progresión
en la escala natural de los seres. Para Lamarck, la idea de complejidad en la organización
de las partes era la consideración fundamental para orientar un arreglo metódico y natural
de los animales.
Varios son los ejemplos de los que Lamarck se valió para sustentar sus ideas. Uno
de ellos es el del oso hormiguero, el cual, debido a un proceso hereditario, había
perdido sus dientes y alargado su lengua porque ya no masticaba sino atrapaba
insectos para comer, como el medio ambiente se lo exigía.
No obstante, Jean Baptiste de Monet Lamarck pensaba que las clasificaciones artificiales
eran sin duda necesarias y posibles, que la finalidad de éstas era evidente e indispensable.
Sin embargo, no habría que abusar en el establecimiento de numerosas subcategorías en
tales clasificaciones, por ejemplo: superclase, subclase, superorden y suborden, ya que
para ello se deberían establecer reglas que lo regulasen. De lo contrario, al cabo del tiempo
—con tanto rango en la clasificación— se podría crear más caos que orden y mayor
dificultad en la comunicación, aun entre los mismos naturalistas. Recuerde el lector que
las categorías de "forma de vida", género y especie se encuentran en todos los lenguajes
de todas las taxonomías folk. A partir de Linneo se establecieron las categorías de orden
y clase, con De Jussieu y Magnol la categoría familia, de tal modo que algunos naturalistas
de su época comenzaron a subdividir aún más cada uno de estos niveles en la
clasificación, lo que a Lamarck le pareció arbitrario y desordenado.
Como podemos reconocer, el caballero Lamarck definió muy bien los niveles jerárquicos
de una clasificación biológica (categorías taxonómicas), como meras invenciones o
convenciones y a los grupos de especies (taxa) como los conjuntos reales y objetivos que
son ubicados de acuerdo con sus relaciones en esos niveles de clasificación. Discrepó de
la anarquía en la nomenclatura biológica de su tiempo, esto es, de las reglas para asignar
los sistemas de nombres empleados en la denominación de los taxa. Decía que la
nomenclatura era necesaria como un medio para fijar nuestros conceptos de los grupos
de organismos observados y para transmitirlos, pero de modo equivalente a los rangos
clasificatorios, debía sujetarse a reglas convenidas. Pensaba que los cambios de nombres
habrían de ser mínimos pues si proliferaran la nomenclatura perdería su utilidad y se
volvería confusa.
En esa época era un gran problema el dar nombres estables a más o menos varias
decenas de miles de especies, algunos miles de géneros y cientos de familias, así como
registrar la constante subdivisión en subgrupos para órdenes y clases, a los cuales debía
adjudicarse un nombre o etiqueta con el cual fuera posible reconocerlos. Todas estas ideas
y otras provenientes de la época posterior a Lamarck, durante los siglos XIX y XX, son
retomadas actualmente en los códigos internacionales de nomenclatura biológica vigentes
que son, básicamente tres: el de la bacteriología, la botánica y la zoología.
Mientras Linneo produjo una clasificación de plantas muy bien estructuradas, la de los
animales fue más deficiente que la de Aristóteles; en cambio Lamarck estructuró una
clasificación notabilísima de los animales sin vértebras. Él mismo introdujo la separación
entre dos grandes grupos de animales que se organizan de modo muy distinto:
vertebrados e invertebrados. Téngase en cuenta que en los dos siglos anteriores a
Lamarck se había progresado bastante en las clasificaciones botánicas, pero no en las
zoológicas.
A Lamarck le tocaron los problemas heredados de Linneo, pues a pesar de que el maestro
sueco aportó ideas muy significativas a la taxonomía biológica, insistió en la inmutabilidad
y en la invariabilidad generalizada de las especies, no obstante haber reconocido la
hibridación con descendencia fértil entre dos especies distintas, al igual que la presencia
de variedades en algunas especies. Las ideas bíblicas de la estabilidad de las especies
fueron aceptadas tácitamente, sin ningún cuestionamiento.
Debido a lo anterior, Lamarck, en la advertencia o introducción a su obra magna Filosofía
zoológica (1809), se preguntó: ¿Debemos reconocer como fundadas sólo las opiniones
admitidas más generalmente? y escribió:
No crea el lector que como resultado de los trabajos de Lamarck todos los demás
naturalistas se dieron a la tarea de reflexionar sobre su teoría.
En primer lugar, Lamarck creyó en la inmutabilidad de las especies, aun ya entrado en los
cincuenta años; fue poco antes de su obra Filosofía zoológica, casi a los sesenta años,
cuando dio el viraje hacia la teoría transformista de los seres vivos, en un tiempo en que
la influencia de los grandes intelectuales franceses se debilitaba o declinaba.
En consecuencia, las ideas de que las especies provienen de otras por cambios graduales
y acumulativos tuvo que esperar a que hubiera una mayor madurez científica y social,
mayor número de hechos reconocidos y mucho mejor estructurados a través de una teoría
más elaborada y convincente. Había que esperar a Malthus, a Lyell, a Darwin, a teorías
geológicas y biológicas en donde se explicase la historia conjunta de la Tierra y de la vida.
Pero tampoco crea el lector que, al tener tal teoría, automáticamente se podrían clasificar
de modo natural las especies; lo que debemos subrayar aquí es que cada vez quedaban
mejor fincados los pilares para entender con mayor claridad lo que debía ser lo natural en
la clasificación de los seres vivos. Se estaba, pues, en el camino de comprender la idea
de descendencia con modificación, que se traduciría después, con el tiempo, en el origen
de nuevas especies a partir de otras que las habían antecedido.
Entre las representaciones gráficas de las afinidades de las plantas o de los animales
durante las primeras décadas del siglo XIX, tenemos a menudo aquellas que ilustran
sistemas quinarios. La idea artificiosa que algunos naturalistas comenzaron a adoptar era
que los grupos naturales de las categorías de clase, orden y familia estaban compuestos
de cinco subgrupos que se arreglaban en un diagrama circular de tal modo que mostraban
sus interrelaciones de similitud y en ocasiones incluso exhibían simultáneamente las
afinidades de los subgrupos subordinados en cada uno de los cinco subgrupos principales
o primarios. Estos naturalistas creyeron que el sistema quinario en un arreglo circular era
producto de un orden natural, pero pronto fueron criticados con base en la ausencia de un
proceso o teoría que explicase el patrón que proponían, y aunque ya había varios
diagramas propuestos, no prosperaron.
Es importante señalar las dos tendencias reconocibles a principios del siglo XIX: por una
parte, un grupo de naturalistas estaba preocupado por clasificar los grupos de seres vivos
en un sistema jerárquico, cómodo y fácil, en el que se pudieran ubicar las nuevas especies,
géneros y familias que se iban descubriendo, como el sistema sexual de Linneo-De
Jussieu y perfeccionado por De Candolle para las plantas; desde luego, este sistema de
clasificación es artificial. Por otra parte, varios naturalistas estaban ocupados en analizar
las interrelaciones o afinidades de los grupos de seres, con el propósito de descubrir el
orden natural e intentar recuperarlo en un sistema de clasificación que lo representara.
Como resultado de esto y de las distribuciones geográficas conocidas para las especies,
los grupos y subgrupos de organismos pudieron ser subdivididos con mayor especificidad,
lo cual planteaba problemas a las clasificaciones, pero a su vez había más información
para estudiar las interrelaciones y afinidades entre los seres. La anatomía y la fisiología
de los invertebrados permitió conocer la organización de estos animales y después de
haber permanecido ignorados casi en su totalidad —desde Aristóteles a Linneo y sus
contemporáneos— Lamarck escribió una enciclopedia de ellos, la cual conformó su obra
más importante, junto con su Filosofía zoológica.
El planteamiento de descubrir las afinidades naturales entre los grupos de seres vivos hizo
olvidar durante varias décadas la idea de dicotomía —división en dos partes— en la
clasificación y se pensó en la posibilidad de encontrar un sistema natural que
verdaderamente lo fuera. La idea de división lógica para las clasificaciones que provenía
desde Aristóteles y se conservó hasta Lamarck, se abandonó "momentáneamente" por las
representaciones gráficas que pretendían mostrar una "escala de grados de afinidad" de
tal modo que si un grupo se interrelacionaba con muchos otros, como en la idea de similitud
general de Adanson ("naturalidad por similitud total"), su representación gráfica tenía que
indicarlo.
A principios del siglo XIX, el concepto de afinidad natural tenía dos significados
principales: 1) el plan de la creación y 2) la idea de progresión de los seres vivos o las
verdaderas afinidades que las especies tienen y no las escogidas arbitrariamente. El
segundo significado ayudó a distinguir entre similitudes comparables y no comparables en
el establecimiento de afinidades para formar grupos naturales. Por ejemplo: las
extremidades de los cuadrúpedos (caracteres homólogos) permitirían reconocer grupos
naturales, pero la comparación entre alas de insectos con alas de algún grupo de
vertebrados (caracteres análogos) conduciría a la formación de grupos artificiales.
Lamarck, junto con Cuvier y otros grandes anatomistas de la época, había sembrado la
semilla de este concepto al ofrecer a la humanidad la idea de que las especies se originan
unas de otras por transformación de sus partes, aumentando progresivamente su
organización. Sólo quedaba unir esta idea a la búsqueda de lo natural.
Fue Darwin quien pudo ofrecer argumentos más convincentes para explicar las ideas de
progresión; no obstante, los postulados de los embriólogos alemanes tuvieron gran
importancia, pues observaban que los embriones de los vertebrados pasan
secuencialmente por una serie de estados progresivos, a partir de condiciones
equivalentes a las formas más simples en la escala animal. La jerarquía de los caracteres
se expresaba también en la progresión de desarrollo embriológico.
El reconocimiento de que los fósiles podían corresponder a grupos que alguna vez habían
vivido sobre la faz de la Tierra abrió una gran perspectiva a la biología y a la taxonomía.
El estudio de los seres vivos recolectados y conservados por los naturalistas de los
museos había provisto de muchos conocimientos científicos a la humanidad. Ahora los
fósiles, los "conservados" por la naturaleza, abrirían ampliamente la dimensión temporal
que las escasas decenas de siglos bíblicos imponían.
Los fósiles fueron de gran ayuda para poder fincar, sobre bases cronológicas amplias, las
ideas de la evolución de los organismos, pero simultáneamente nos han conducido a
arrastrar la idea errónea de que toda especie fósil pertenece a un grupo ancestral de las
especies vivientes.
En la ciencia ocurre con frecuencia que se "resuelven" varios problemas que traen
aparejado el nacimiento de otros, de mitos o de malentendidos, como el caso citado, el
cual tiene serias implicaciones en el análisis de las relaciones sanguíneas de las especies
y de los grupos naturales de especies.
De cualquier modo, la relación entre fósiles y seres vivos actuales quedó aceptada y, aún
más, con el pronunciado desarrollo de la anatomía comparada, que produjo la ley de la
correlación de las formas —que decía que partes de huesos, dientes y otros restos, sólo
corresponden a determinado tipo de animal—, fue posible establecer, con sólo vestigios o
algunas partes, la existencia de muchas especies hoy extintas. Curiosamente, son
progresos que se le deben a Cuvier, el detractor de la teoría transformista de Lamarck.
Por otra parte, si bien no todos los fósiles representan grupos ancestrales, muchos sí lo
son y, además, manifiestan caracteres o pertenecen a faunas o floras hoy desaparecidas
casi en su totalidad, como es el caso de los dinosaurios, los trilobites y algunos órdenes
de plantas o de insectos gigantes que vivieron hace decenas o cientos de millones de
años.
El reconocimiento de que los fósiles podían corresponder a grupos que alguna vez
habían vivido sobre la faz de la Tierra abrió una gran perspectiva a la biología y a la
taxonomía. En la figura aparece Cuvier, exponiendo su principio de correlación
funcional de las partes. Con base en una pieza dental o un hueso, podía deducir la
forma completa de un organismo fósil. Casi siempre tenía razón, y descubrimientos
posteriores de fósiles confirmaron sus teorías.
El carácter pétreo reunía a un conjunto de objetos variado, que incluía a los fósiles, pero
no se conocía el proceso natural de petrificación, de modo que aunque el carácter pétreo
era el natural para cualquier tipo de fósiles, su forma parecía representar otro problema, a
saber: la existencia de cualquier tipo de semejanza. Tal reconocimiento de semejanza
provenía de las analogías y correspondencias con el mundo de lo vivo y, así, se organizaba
a los fósiles en el mismo esquema jerárquico que las plantas y los animales.
La necesidad de una escala de tiempo mayor para explicar los cambios orgánicos y el
análisis del fenómeno de la extinción propició un debate donde se plantearon intentos para
hallar explicaciones de la historia de la vida, lo que hizo nacer la idea de una historia
natural, a la que contribuyeron ampliamente los paleontólogos y los anatomistas. Una
íntima relación entre la geología y la biología se gestó a fines del siglo XVIII y principios
del XIX a través de la paleontología, en la cronología de la historia de la vida y sus
explicaciones. Tal relación se hizo más y más estrecha conforme avanzaba el siglo XIX,
hasta desembocar en naturalistas de la talla de Humboldt, Darwin y Hooker, quienes
además de ser grandes viajeros produjeron teorías para explicar la geografía y la historia
de la vida en la Tierra como un todo, como un asunto en el que la clasificación de las
especies y la de sus grupos constituía un mismo problema.
Por otra parte, la concepción del organismo vivo en las mentes de los anatomistas de la
época estaba integrada a los aspectos de funcionamiento de los órganos y sus partes, y
la comparación de cada una de ellas en los reinos animal y vegetal. Se reconocía la idea
de interdependencia de los órganos, la correlación entre las partes y el medio para
desarrollar las funciones como individuo. De estas ideas se derivaban conceptos tales
como la subordinación de los caracteres, debido a que a pesar de la organización
anatómica se concebían funciones más fundamentales asignadas a algunos órganos, de
modo que se podrían reconocer caracteres de mayor peso que otros al establecer
afinidades naturales.
Con base en el estudio de la anatomía, Cuvier llegaba a conclusiones sobre las especies:
su realidad y objetividad. Para él no eran meras abstracciones sino unidades
genuinamente discretas, cuyo fundamento radicaba en las necesidades ineludibles de las
condiciones de existencia. Entendía que la variación en las especies se circunscribía a las
partes funcionalmente superficiales, pero no a la "maquinaria esencial" del organismo, lo
cual concordaba con las ideas referentes a la subordinación de caracteres, donde subyace
la idea de jerarquía orgánica.
El enfoque de comparación anatómica tuvo dos tendencias: una fue la funcional, seguida
por Cuvier; la otra, seguida por Geoffroy Saint Hilaire, se fundamentaba en comparaciones
formales u homológicas. Mientras Cuvier utilizaba su principio de correlación funcional de
las partes, Geoffroy usaba su principio de conexiones homológicas, que se traducía en la
posición relativa de los órganos.
Para Cuvier la diversidad animal se manifestaba en relación con las variadas adaptaciones
funcionales y ecológicas; para Saint Hilaire consistía en el resultado de las distintas
transformaciones topológicas que se daban a partir de un plan anatómico general y único.
Ambas tendencias parecen unificarse en la teoría de Darwin acerca de la descendencia
con modificación.
Cuatro capítulos del libro clásico de Darwin —El origen de las especies— son
fundamentales en relación con la taxonomía y la biogeografía: "De la sucesión geológica
de los seres vivos"; los dos capítulos de distribución geográfica y el capítulo catorce,
"Sobre afinidades mutuas de los seres orgánicos, morfología, embriología y órganos
rudimentarios". En este último capítulo de su libro expresa ideas sobre la clasificación de
los seres vivos.
Darwin también llama la atención hacia cierta arbitrariedad que consiste en ubicar en
categorías taxonómicas a los grupos de seres vivientes:
Entre los criterios que esboza para el descubrimiento de homologías —caracteres que
definen ancestría común— están: 1)admitir sólo caracteres no adaptativos; 2) analizar la
posición y topología de los caracteres rudimentarios; 3) investigar en los caracteres
embriológicos como la ontogenia recapitula a la filogenia, esto es: la progresión de
desarrollo y su secuencia, la ley de Haeckel; 4) definir la sucesión geológica de los fósiles
—series estratigráficas—, y 5) examinar la repetición de secuencias o progresiones de
caracteres en las especies, esto es, las mismas series de transformación de los caracteres
en los grupos a clasificar.
Sin palabras
En los últimos cuarenta años del presente siglo se ha retomado parte de las ideas
originales de Darwin, cuando se añade la importante distinción entre homólogos recientes
y homólogos antiguos en un taxón monofilético: jerarquía de homólogos.
A pesar de estas afirmaciones textuales de Darwin, una carta que dirigió a Hooker en 1859,
donde señala explícitamente que la genealogía no resuelve la clasificación, ha sido
tomada como la opinión de Darwin sobre lo que debían ser las clasificaciones naturales
de los organismos. Es cierto que en sus trabajos se elige el nivel de los grupos en función
de la similitud, en lugar de la proximidad genealógica. También es cierto que sus trabajos
taxonómicos con los percebes consideran secundaria a la genealogía como argumento de
naturalidad, y que muchos postdarwinistas especularon sobre la producción de
clasificaciones con supuestas bases genealógicas. Sin embargo, debe reconocerse que
en Darwin había ideas reminiscentes de lo que significaba natural en términos de cantidad
de similitud-diferencia y carecía de conceptos bien definidos respecto a los distintos
componentes de la filogenia, entre los que la genealogía es el principal. No obstante,
Darwin fue reiterativo en su opinión respecto a la genealogía como elemento fundamental
de las clasificaciones que debían ser naturales. Con todo, en sus trabajos taxonómicos
con los percebes, continuó la confusión entre filogenia y genealogía, entre cantidad y
calidad de semejanza: el cómo distinguir el origen común de caracteres a partir de un
ancestro inmediato.
V . H A C I A L A N U E V A S I S T E M Á T I C A : L A
T A X O N O M Í A E X P E R I M E N T A L , H U X L E Y , L O S
A T R I B U T O S M O L E C U L A R E S Y
M I C R O S C Ó P I C O S Y O T R O S C A R A C T E R E S D E
L A S E S P E C I E S
EN EL importante libro editado por Ho y Saunders, Más allá del neodarwinismo, Gerry
Webster afirma que la teoría darwiniana de la evolución explica la similitud entre
organismos en términos de descendencia a partir de un ancestro común y su diferencia
en términos de selección natural o por adaptación. Este autor ha señalado también que,
con el espejismo de la genealogía —que todo parece explicar— se vinieron abajo las
posibilidades de generar una teoría morfológica y descubrir leyes de la forma por los
biólogos anatomistas del siglo XIX. La influencia que tuvo la teoría de Darwin colocó en un
segundo plano los logros de Cuvier y Saint Hilaire en teoría morfológica.
Un genio del estudio de las formas en biología, el inglés D'Arcy Wentworth Thompson, ya
había expresado la preocupación de Webster, y desarrollado sus ideas matemáticas y
físicas en las relaciones de las formas en biología con su libro Sobre el crecimiento y la
forma, editado a principios de este siglo. Manifestaba su preocupación de que la similitud
de formas tenía varias facetas:
Me atrevo a decir que sería una exageración no ver en cada hueso más
que una resultante de condiciones físicas y mecánicas inmediatas y
directas; hacerlo así sería negar la existencia de un principio de herencia
[...] Pero sostengo que no es menos exagerado tender a olvidar por
completo estas causas directas, mecánicas y físicas, y pretender no ver
en los caracteres de un hueso más que los resultados de la variación y la
herencia, y por consiguiente confiar en estos caracteres como una guía
segura e incuestionable para estúdiar el parentesco y la filogenia. La
anatomía comparada tiene su lado fisiológico que ya ocupó la mente de
los investigadores en los tiempos de John Hunter y de Owen; tiene su
aspecto clasificatorio y filogenético, que ya fue objeto de atención en los
primeros días del darwinismo, y no podemos perder de vista ninguno de
estos aspectos sin riesgo de errores y malentendidos.
A pesar del valor que Darwin imprimió a la historia evolutiva como factor explicativo de la
similitud y la diferencia en los seres vivos, su progreso en la invención de conceptos con
trascendencia metodólógica, útiles en el análisis de la genealogía de especies y su
clasificación, en realidad fue deficiente y lo veremos a continuación. Las sugerencias que
dejó para relacionar las formas son intuitivas y de poco rigor, según se apuntó en el
capítulo anterior.
Entre los aspectos taxonómicos que prosperaron después de la publicación del Origen de
las especies de Darwin, estuvieron: 1) la búsqueda de ancestros o eslabones perdidos a
través de formas fósiles o de grupos vivientes con caracteres intermedios; 2) la producción
de diagramas filogenéticos que conectasen los distintos "tipos" de seres vivos; 3) la
descripción y análisis de las variaciones morfológicas en las poblaciones y las diversas
razas geográficas que componen a una especie; 4) el estudio de caracteres no
morfológicos o no tradicionales en la taxonomía de muchos grupos, y 5) el significado de
la hibridización en la generación y mantenimiento de las especies. Paulatinamente se
estableció una vinculación cada vez más estrecha entre las distintas disciplinas de la
biología con la taxonomía, de modo que la base comparativa de cualquier hallazgo en
biología subyacía en la evolución y podía adoptar una interpretación en términos
taxonómicos. La frase de los neodarwinianos de que nada tiene sentido en la biología si
no es a través de la evolución, se manifestaba con nitidez.
La síntesis efectuada por Huxley en el libro que editó bajo el título de La nueva
sistemática en 1940 es un buen ejemplo del tipo de problemas que en la taxonomía
posdarwiniana eran de interés.
La especie ya no tenía el sentido estático que prevaleció hasta los días de Darwin; se llegó
a aceptar que la especie estaba formada por poblaciones que variaban geográfica y
morfológicamente. Sin embargo, a principios de este siglo se reconocieron casos en que
organismos morfológicamente muy parecidos no se reproducían, de modo que la
comunidad o compatibilidad reproductiva se adoptó como un principio más fundamental
que la similitud morfológica. Se reconocía una similitud subyacente a la reproducción que
era más importante que la semejanza morfológica gruesa, para entender la cohesión entre
los organismos que formaban a la especie. Lo anterior dio origen a la noción de
mecanismos de aislamiento en la reproducción entre las especies distintas hacia la década
de 1930.
La aceptación del punto de vista gradualista en la evolución de las especies que defendía
Darwin pronto permitió la aceptación del concepto de subespecie = raza geográfica, en el
contexto de la especie politípica: ésta era la conformación de una especie por varias
poblaciones separadas geográficamente y diferenciadas en su fenotipo. La especiación o
generación de nuevas especies a partir de las preexistentes se concebía como un proceso
continuo en el tiempo y en el espacio, de modo que era posible admitir una sucesión de
estados poblacionales desde especies incipientes hasta especies plenamente
discontinuas.
La idea del continuo en la evolución de los seres vivos también quedaba manifiesta en el
estudio de la genealogía; la búsqueda de los "eslabones perdidos" era una expresión de
esta idea que aún actualmente está muy arraigada. Sólo que en este caso el buscar
eslabones perdidos equivalía a la búsqueda de los ancestros, pero como a éstos había
que buscarlos en el registro fósil, se llegó a la idea errónea de que un fósil era un ancestro
de una de las especies vivientes o de otro fósil más reciente dentro de la sucesión
estratigráfica. No se comprendía que un fósil sólo representaba restos de un organismo
que podía pertenecer a una especie hermana o grupo hermano vivientes; un fósil podía
ser el representante de una especie extinta que no hubiera dejado especies
descendientes. Desde este punto de vista era factible apreciar cierta distorsión de las ideas
originales de Darwin, por un abuso o una malinterpretación de los fósiles y su consiguiente
valor en la reconstrucción genealógica. En los mismos diagramas de las relaciones
genealógicas de los seres vivos se apreciaban tales distorsiones. No había una distinción
clara entre la generación de nuevas especies —cladogénesis o especiación— y otros
componentes de una filogenia de organismos, por ejemplo: las relaciones cronísticas, las
relaciones biogeográficas, la cantidad de cambio (divergencia evolutiva = evolución
filética), etc. Recuérdese que la filogenia de los organismos es la historia evolutiva de esos
organismos y su genealogía sólo es una parte de dicha historia, aunque es su componente
más importante, ya que permite entender las relaciones de parentesco —de padres a
hijos— entre las entidades evolutivas discretas o independientes que llamamos especies,
que consideran secundarios los otros tipos de relación en términos de espacio geográfico,
tiempo y cantidad de divergencia.
Aun sin una teoría de la herencia suficientemente elaborada, fue un éxito la idea darwinista
de variación entre las poblaciones. El estudio de la variación en el reconocimiento de las
especies y subespecies se hizo indispensable, lo cual se filtró y se aceptó en los códigos
de nomenclatura biológica que hoy se utilizan. A pesar de que la idea del tipo que
representa a la especie había sido abandonada, se consideró que —en aras de una
estabilidad nomenclatural y la necesidad de puntos de referencia materiales para los
nombres de las especies— se continuara indicando la selección de un ejemplar "tipo de la
especie", buena práctica que sin intenciones teóricas aún hoy se conserva. Las mismas
ideas tipológicas se hicieron extensivas para los grupos a nivel de género y de familia,
donde es una especie tipo para un género, o un género tipo para una familia. Estas
designaciones se hacen por conveniencia a juicio del sistemata y de acuerdo con los
códigos de nomenclatura.
Creo que todos nos sentimos culpables: por causa nuestra, el taxónomo que nos
estudia ha tenido que cambiar su concepto de especie. Ya no le importan nuestras
formas, sólo nuestros cromosomas.
Cabe recordar que Julian Huxley era el nieto del famoso Thomas Huxley, el
contemporáneo de Darwin y apasionado defensor de las ideas de evolución por medio de
selección natural. Julian escribió también un libro sobre evolución, que llamó La síntesis
moderna, pues se consideraba que a la teoría darwinista se le "integraba" una teoría de la
herencia que se desarrolló durante la primera mitad de este siglo por grandes científicos
de la talla de De Vries, Morgan, Haldane, Fisher y Sewall Wright. Con tal integración la
visión gradualista de la evolución orgánica se reafirmaba, lo que condujo al nombre de
neodarwinismo.
La fusión de las ideas en genética y la primacía del concepto de especie basado sobre
comunidad reproductiva tuvieron tal éxito que a la fecha se practican, aun cuando para la
aplicación de este concepto sea necesario incluir en él organismos con sexualidad, por lo
cual no es posible aplicarlo a muchísimos grupos de organismos, principalmente a
bacterias, virus, algas, algunos protozoarios y otros más. Por otra parte, los resultados que
se obtuvieron en estudios de hibridización artificial y natural hacían difícil establecer límites
a las especies en la práctica. Reconocer a las especies es una de las tareas más
fundamentales en el edificio de la sistemática y la hibridización proponía problemas no
fáciles de resolver en lo nomenclatural y en lo evolutivo.
La aceptación de una fase gama en la taxonomía implicó una fase alfa y una fase beta
previas. La taxonomía alfa se caracterizó por la etapa de exploración, descripción,
colección y denominación de taxa, en la que no era absolutamente necesario ser biólogo;
en ella se estudiaban las floras y faunas locales. Seguía a ésta la taxonomía beta o de
síntesis, en donde había una preocupación por la distribución que los caracteres presentan
en los diferentes grupos taxonómicos; se caracterizaba por estudios florísticos y
faunísticos, cuyos resultados ofrecían medios para la identificación e ilustración de
animales y plantas de una región dada, y se decía que en la etapa beta se perfeccionaba
la clasificación.
Muchos ejemplos podrían citarse como resultado de esta vorágine de datos que se
estaban produciendo, y vale la pena que el lector conozca algunos de los más significativos
para la producción de nuevas teorías en algunas disciplinas de la biología, en el
reconocimiento de procesos evolutivos entre los organismos, y en el mayor
perfeccionamiento de la teoría de la herencia, entre otros aspectos. Algunos de estos
resultados dieron lugar a una nomenclatura de disciplinas científicas en la taxonomía que
puede considerarse aberrante: citotaxonomía, quimiotaxonomía, taxonomía numérica y
otras, que enfatizaban únicamente algunos de los caracteres citológicos y moleculares, o
la evaluación cuantitativa y estadística de los caracteres.
Dentro de las familias de substancias que han sido estudiadas con fines taxonómicos
están: alcaloides, terpenoides, compuestos fenólicos, glucosinolatos, animoácidos,
algunos ácidos grasos y muchas otras, que por su peso molecular menor a 1 000 se han
denominado micromoléculas, para diferenciarlas de las macromoléculas —proteínas y
ácidos nucleicos—, que en tiempos más recientes han sido de inapreciable valor
taxonómico.
Muchos grupos de plantas y sus respectivos subgrupos estaban caracterizados por un tipo
de micromolécula. En las décadas de 1940 y de 1950, el uso de patrones de micromolécula
presentes en una planta fue de gran valor en su reconocimiento. Aun en la actualidad
continúan siendo de valor, aunque se ha reconocido que tanto las sustancias como los
mismos mecanismos biosintéticos donde se producen pueden tener una evolución
convergente y paralela, lo cual, si resulta difícil de advertir y evaluar a nivel de los
caracteres morfológicos, a nivel molecular lo es mucho más. Por ésta y otras razones, la
idea de encontrar los mejores caracteres para la clasificación de los organismos perdió el
mito que se le había concedido: no había tal "toque de Midas", no había tal "piedra
filosofal".
La idea proveniente de la teoría de la herencia producida a lo largo del siglo XX, en la que
se concibe a los organismos compuestos por un fenotipo (caracteres que se expresan de
acuerdo con el medio y el estado de desarrollo de los organismos) y un genotipo (el
material hereditario que posee un potencial de expresión fenotípica), así como la creciente
popularidad del estudio ecológico de las poblaciones de organismos, imprimieron gran
interés al estudio de la variación de las especies. Los factores físicos y químicos del medio
ambiente, como luz, humedad, temperatura, alcalinidad-acidez de suelos, salinidad del
agua, y otros factores simples y complejos fueron estudiados en relación con la
adaptabilidad de los organismos y su variabilidad. Con estos conceptos y la especie
definida con base en comunidad reproductiva, se quiso desechar la idea del tipo, sin
considerar que lo que había quedado del tipologismo en la nueva sistemática sólo era un
estado de referencia nomenclatural, un punto de referencia para contrastar nuevos
hallazgos, un señalamiento tridimensional para la comparación de resultados, esto es, la
confrontación de hipótesis sobre la distinción de las especies y su clasificación.
El tipo de estudios efectuados en hibridización permitió definir con mayor precisión las
barreras de aislamiento reproductivo que existen naturalmente entre las poblaciones de
especies distintas. Desde los mecanismos a nivel de individuo, por ejemplo: secuencia
diferencial en el cortejo de distintas especies de animales, o florecimiento en distintos
tiempos en vegetales, hasta los mecanismos a nivel celular o genético, por ejemplo:
esterilidad y degeneración de los híbridos o muerte de los gametos antes de la
fecundación.
En términos más generales se puede decir que los estudios del flujo vertical
(descendencia) del material hereditario (genes) entre las poblaciones y las especies
permitieron un conocimiento más exacto de la naturaleza de la variación y del origen de
nuevas especies.
Era como un sueño; más que eso, era como una terrible pesadilla. Se tenía a la mano lo
impensable, lo increíble apenas pocas décadas atrás. Se podía tener infinidad de
caracteres a distintos niveles: molecular, subcelular, celular, tisular, orgánico, sistémico,
individual y poblacional. Los caracteres podían ser cuantificados y comparados con mayor
precisión, pero no se tenía un método suficientemente riguroso y formal, aceptablemente
fino, que de modo racional correspondiera con el análisis de los eventos de evolución, de
ancestría-descendencia de las especies, que permitiese su clasificación en esos términos.
Era como tenerlo todo y no tener nada.
Era como tener todos los ingredientes y no saber la receta para hacer el pastel; alguien
debía inventarla. El nombre lo había dado Darwin, "sistema genealógico" = "sistema
natural"; los ingredientes se habían estado produciendo a lo largo de la historia de la
biología, lo que había culminado con las potencialidades experimentales y de la diversidad
de caracteres suministrados a través de la nueva sistemática. Pero la receta para hacer el
pastel continuaba en la oscuridad.
Los millones de especies aguardaban aún una aproximación clasificatoria con bases
evolutivas; no había bastado el decreto darwinista de formular las clasificaciones de los
seres vivientes con base en su genealogía y de no extraviarse o confundirse con la
cantidad de divergencia. Seguía estando ausente un método para establecer las
clasificaciones naturales, si es que éstas existían.
El filosófo de la biología, David Hull, expuso lo anterior en las siguientes palabras: "Una
cosa es el reconocimiento de la existencia de la variación entre las formas
contemporáneas, como una consecuencia necesaria de la Teoría Sintética de la
Evolución, y otra cosa es la formulación de una metodología en taxonomía que sea
suficiente para manejar tal variación [...] La historia del concepto de especie biológica es
una historia de intentos sucesivos para definir la especie, de tal forma que resulte en
grupos que sean significativos como unidades en la evolución."
V I . C O N L A S C U E N T A S C L A R A S S E
C O N S E R V A N L O S A M I G O S , O R E C O R D A R A
M I C H E L Y P E R D E R S E E N T R E N Ú M E R O S
Sokal, de quien hablaremos más adelante, señaló: "En algunos de los recientes congresos
sobre biología, las sesiones correspondientes a la taxonomía numérica se han visto muy
concurridas, en muchas ocasiones por personas remotamente interesadas en el asunto,
que habían oído decir que 'iba a haber una buena pelea'. ¿A qué viene todo este ruido?"
¿NUEVAS SOLUCIONES?
Hoy nadie rechaza el valor importante que los tratamientos numéricos poseen para hacer
más rigurosos y formales los procedimientos clasificatorios. En lo que se difiere es en la
aplicación de tales tratamientos según sean los procesos, objetos y fenómenos que se
quieren clasificar. No es lo mismo clasificar a estrellas, átomos y moléculas que a seres
vivos. Cada conjunto tiene propiedades distintas que deben tomarse en cuenta; no
obstante, Roberto Sokal tiene razón cuando dice: "La naturaleza de la semejanza es,
desde luego, uno de los problemas fundamentales de la taxonomía, cualquiera que sea el
enfoque teórico de partida."
Una de las dificultades por la que la taxonomía se privaba de su carácter científico y estaba
imposibilitada de encontrar la tan cacareada clasificación natural estribaba en sus
prácticas imprecisas que no permitían la cuantificación. No es que los feneticistas tuvieran
la obsesión pitagórica de los números, el interés de encontrar números mágicos en la
naturaleza, como Linneo con su sistema sexual que expresaba el orden en números. Se
deseaba reducir las decisiones taxonómicas vagas, difusas e intuitivas que hacían de la
taxonomía un "arte".
Por otra parte, la teoría de la evolución de Darwin no explicaba muchos aspectos, sino que
se extrapolaban conclusiones que muchos no estaban dispuestos a aceptar. Tales
extrapolaciones eran vistas como extraordinariamente subjetivas, sin ninguna base de
observación, sin evidencia. Darwin había puesto la semilla en la búsqueda de
explicaciones racionales en el estudio de la evolución, pero no todo era adaptación y
selección natural.
Aquellos que creían que la clasificación no podía sustentarse en teorías, debido a que
consideraban que era aceptar especulaciones que incluso rayaban en la fantasía, se
opusieron en principio a usar numerosos conceptos, principalmente evolutivos. Pensaban
que la clasificación de los seres vivos debía enfrentarse en una posición de franco
empirismo.
Una segunda posición fue la de admitir sólo las teorías más aceptadas, es decir rechazar
básicamente a la evolución como idea rectora de las decisiones clasificatorias y como
fundamento de las relaciones taxonómicas. En esta segunda toma de posiciones se señaló
que las interpretaciones evolutivas deberían basarse en las clasificaciones fenéticas. La
sistemática fue concebida como una ciencia sin relación alguna con el tiempo y el espacio
o con causa alguna, divorciada de los procesos y de las teorías que podían explicar a esos
procesos.
Para los seguidores de Sneath y Sokal el grado de similitud hacia los grupos o taxa; ése
era su fundamento más solicitado.
Una primera definición de especie evolutiva fue propuesta por el paleontólogo George
Gaylord Simpson. La carencia de la dimensión temporal en el concepto de especie
biológica tenía limitaciones para el análisis del proceso evolutivo; por ello, Simpson incluyó
en su definición el concepto de secuencia de poblaciones ancestro-descendientes, que
sería desarrollado por otra escuela de pensamiento taxonómico, como se verá en el
capítulo siguiente.
Mientras que algunos, los feneticistas, continuaron con sus pretensiones de diferenciar a
las especies con base en definiciones numéricas, los taxónomos evolutivos siguieron
buscando razones biológicas para efectuarlas. Mientras que para los evolucionistas ciertos
conceptos eran centrales a las teorías biológicas, para los feneticistas —que seguían una
posición empirista—no tenían significado alguno, ya que éstos preferían una clasificación
artificial basada en la mera aritmética de los caracteres que podía ser irrelevante
biológicamente.
Los numericistas sólo reconocían individuos, puesto que los agrupamientos en términos
de poblaciones, especies y grupos superiores, o todas las clases y conceptos de este tipo,
sólo significaban para ellos artificios de la mente humana, meras convenciones o
especulaciones teóricas que no guardaban un orden de operaciones para que tales
conceptos pudieran ser reconocidos. Debido a ello, Sokal, Sneath, Colless, Camin y
muchos otros feneticistas, señalaban que los nombres dados a los grupos de especies,
por ejemplo: ratón, elefante, aves y muchos otros, únicamente eran nombres inventados
por el hombre para grupos de individuos que él consideraba similares. Por tales puntos de
vista también fueron llamados nominalistas.
Colless decía —como resultado de esta situación— que la taxonomía numérica a menudo
erraba por la rigidez de confinar su atención hacia la taxonomía como mera tecnología, sin
relacionarla a la ciencia de la sistemática a la cual debe servir.
Hay poca duda ahora de la enorme ayuda que las técnicas de la taxonomía numérica
pueden ofrecer en este campo, sobre todo en la clasificación de entidades que no
provienen de un proceso de ancestría-descendencia. En el estudio de la reconstrucción
genealógica de las especies, hoy existen métodos más coherentes con el proceso
evolutivo, tan robustos como las técnicas meramente numéricas y más consecuentes con
las bases teóricas de la clasificación biológica.
La polémica aún no concluye, aunque ha menguado su ánimo original; recientemente, las
proposiciones de los feneticistas son más moderadas y ya no significan la panacea como
se propuso en un principio. No obstante, el impulso que generó la taxonomía numérica
cumplió con el propósito de que los taxónomos fueran más rigurosos y formales en sus
juicios; además, se logró avanzar en conceptos de gran valor para el estudio de las
relaciones filogenéticas entre los seres vivos.
Los ideales feneticistas aún no desaparecen. Algunos podrían hacerse realidad con el
enorme progreso de la informática y la robótica, al aplicarse a las diversas tareas
taxonómicas que aún nos esperan.
V I I . M A D R E . . . S Ó L O H A Y U N A . H E N N I N G ,
N E L S O N Y W I L E Y : P R O P U E S T A Y
E V O L U C I Ó N D E L M É T O D O P A R A E L A B O R A R
C L A S I F I C A C I O N E S N A T U R A L E S
Los taxónomos son más parecidos a los artistas que a los críticos de arte, ellos practican
su oficio y no lo discuten. He aquí un ejemplo de la actitud que sustentan ciertas corrientes
frente a un examen profundo de las bases teóricas y los métodos de su ciencia. Pero, a
pesar de ello, es evidente que la sistemática es una ciencia, y no un arte; para toda ciencia
llega alguna vez el momento a partir del cual no hay progreso sin exámenes de tal
naturaleza. Elementos de una sistemática filogenética (1968) WILLIE HENNIG El lenguaje
de una ciencia debe ajustarse al contenido de la misma... Una de las tareas del biólogo es
encontrar criterios racionales para agrupar juntos ciertos individuos o procesos y
distinguirlos de otros... La sede del alma (1968) LONGUET-HIGGINS La objetividad
debiera analizarse en función de criterios como la precisión y la coherencia. La tensión
esencial (1982) THOMAS KHUN
Hacia finales de la década de 1960, Ernst Mayr sostenía que las tendencias en la
sistemática se caracterizaban por tres líneas de desarrollo: 1) un gran interés en el examen
de la teoría taxonómica, 2) el uso de las computadoras electrónicas y, 3) la introducción
vigorosa de técnicas bioquímicas, con un gran interés en la comprensión de la filogenia de
los organismos como punto de partida para entender la evolución de las macromoléculas.
Sin duda alguna es el primer aspecto el más trascendente en la sistemática, ya que las
opiniones de los feneticistas, así como la proposición de un nuevo método y terminología
para el análisis filogenético de los organismos cautivaban la atención de la mayoría de los
taxónomos.
La disputa entre dos grupos de taxónomos que consideraban a la historia evolutiva de los
organismos como elemento fundamental de las clasificaciones biológicas tuvo lugar a
partir de la proposición que hiciera Hennig en su libro de 1950. Originalmente, la discusión
no tuvo el ímpetu que debiera esperarse de acuerdo con el panorama que se ha planteado
a grandes rasgos hasta este momento, pero tenía una explicación. El libro de Hennig
originalmente se publicó en idioma alemán, lo cual dificultó mucho la lectura y el análisis
para la mayoría de los taxónomos. Es por ello que hasta finales de la década de 1960 —
cuando existía traducción al inglés y al castellano— se inició una de las polémicas más
excitantes en el mundo de la biología y que aún no termina.
Por ejemplo, la palabra clasificación era usada con muy diversas connotaciones, y en
algunos casos implicaba meramente un sistema de palabras, pero podía ser la monografía
biológica entera. Lo anterior ocurría porque no se diferenciaba entre proceso y resultados
del quehacer clasificatorio. Entonces, cuando se hablaba del aspecto de predictibilidad y
recuperación de información en las clasificaciones, cuya discusión dependía de lo que se
entendiera por clasificación, se podían prestar oídos sordos a los planteamientos de los
taxónomos en pugna, sin acordar nada ante la carencia de términos claros.
La pregunta central en torno a la discusión, la que más discrepancia generaba entre los
taxónomos de formación darwiniana, consistía en la precedencia de la genealogía de otro
componente de la filogenia, como alternativas para la clasificación de referencia universal
en la biología. Había aún numerosas confusiones conceptuales respecto a la relación de
la historia evolutiva con la clasificación, lo que podría considerarse conveniente y lo que
se aceptaba como natural.
Los puntos de vista de Hennig fueron fuertemente criticados, sobre todo en relación con
la clasificación, y a que en un principio planteó un mecanismo muy simple de generación
de nuevas especies, donde la especie generadora se extinguía después del evento
generador de especies. Pero él arguía que sólo se trataba de una regla metodológica y no
de un juicio sobre los hechos.
El ejemplo de los cocodrilos y las aves puede permitir un mejor entendimiento de las
diferencias entre genealogistas vs. gradistas: aves y cocodrilos comparten un ancestro
común inmediato, los seudosuquios (una especie de ellos, desde luego). Sin embargo,
aves y cocodrilos han divergido tanto que a pesar de tener una historia común de
descendencia, los gradistas los ubican en grupos separados mientras que los cladistas
son consecuentes en este sentido y los colocan en un mismo grupo.
De lo que se trata es de ubicar la diferencia entre dejar que la similitud por sí sola —como
cantidad de cambio de un grupo a otro— tome precedencia sore el aspecto cualitativo de
comunidad de descendencia, definida ésta sobre la base de una interpretación evolutiva
de la similitud. Cantidad de diferencia vs. calidad de diferencia.
Para los feneticistas la similitud total resolvía la naturalidad de los grupos a clasificar; para
los gradistas era la comunidad de descendencia la que lo resolvía, siempre y cuando la
cantidad de similitud se conservara dentro de ciertos márgenes, sin decir qué tanto, y para
los genealogistas o cladistas la comunidad de descendencia —en donde todos los
descendientes de un ancestro se integraban al grupo— resolvía la naturalidad, sin hacer
excepciones. Debido a estas consideraciones, los feneticistas afirmaban que las
clasificaciones de los gradistas mostraban una mezcla indefinida de grupos con relaciones
fenéticas y cladistas.
En aspectos terminológicos los cladistas decían a los gradistas que su concepto de grupo
con una misma historia de descendencia estaba mezclado, pues no era una definición
estricta y consecuente. Cuando sus grupos incluían al ancestro y todos sus descendientes,
eran realmente aceptables o monoféticos y servían para reconstruir los aspectos
cualitativos más fundamentales de la evolución. Pero cuando sustraían de un grupo de
descendientes, a una o más especies —por grado de divergencia—, estaban cercenando
la unidad de historia, es decir, estaban formando grupos parafiléticos que no son
aceptables para reconstruir los aspectos más estructurales de la evolución. Una
clasificación que contuviera grupos parafiléticos reflejaría decisiones arbitrarias y
subjetivas, por tanto, no podía funcionar como el sistema de referencia general para la
biología, cuando justo eso se deseaba descubrir.
El quid del asunto estribaba en que decisiones arbitrarias sobre la cantidad de divergencia
generarían más de una clasificación con supuestas bases evolutivas, aunque fueran
pretendidamente naturales; mientras que las clasificaciones cladistas —con base en
grupos estrictamente monofiléticos— garantizaban una sola clasificación, pues sólo hay
una historia de descendencia de los organismos por descubrir.
Hacia mediados de la década de 1970 la idea principal de Hennig había sido aceptada por
la sistemática, y varios taxónomos evolutivos reconocían la importancia sin precedente
que adquirían los conceptos de caracteres derivados compartidos para el análisis de las
filogenias de organismos. Desde luego, no había acuerdo en una relación directa entre
filogenia y clasificación; no obstante, sus implicaciones como fundamento de
reconstrucción de historia no se ponían en duda. Pronto sus implicaciones en biogeografía
y cronística —otros componentes de la filogenia— causaron grandes controversias que
aún continúan en las revistas más prestigiadas acerca de la biología comparada.
En palabras del ya célebre divulgador de la ciencia, Stephen Jay Gould, el planteamiento
del debate estaba en los términos siguientes:
Desde tiempos posdarwinianos y hasta la nueva sistemática, los caracteres utilizados para
determinar ancestría común fueron los homólogos, aquellos que por definición provenían
de una misma ruta de descendencia. Los caracteres convergentes provenían de ancestros
distintos y, por ende, no servían para reconocer historia común de descendencia. Los
caracteres que variaban de modo paralelo presentaban una enorme dificultad para
distinguirlos de los convergentes, pero de cualquier modo la procedencia a partir de
ancestros distintos los eliminaba, como evidencia útil a la definición de descendencia
común.
¿Pero qué eran los homólogos en la perspectiva de cambio evolutivo de los caracteres en
las especies? ¿Qué relación tenían respecto a los nuevos caracteres y las novedades
evolutivas? ¿Cómo era la ruta evolutiva de los caracteres? ¿Qué relevancia filogenética
podía tener el que se compartieran homólogos primitivos en lugar de homólogos recientes?
¿Cuáles eran los caracteres que demostraban ancestría común inmediata? Las
respuestas a estas preguntas llevaron a la invención de nuevos conceptos en análisis
filogenético con sus correspondientes términos; del mismo modo que los taxónomos
numéricos habían denotado a sus conceptos con nuevas palabras, lo mismo hicieron los
hennigianos. Es lo que naturalmente ocurre en la ciencia con el surgimiento de nuevas
teorías y métodos; inventar y aprender nuevos términos para los mismos conceptos,
aunque sea en otro contexto teórico, es algo que causa mucho disgusto incluso entre los
científicos, pues eso fue una de las críticas más sonadas hacia la sistemática cladista.
En el ejemplo, el carácter pasa por una sucesión de estados diferentes desde a hasta a" y
de b en b', lo cual forma dos series de transformación de estados de carácter que pueden
escribirse así: a a' a" y b b'. Los estados de carácter
originales en estas series de transformación se denominan primitivos o plesiomorfos
(a yb), mientras que los subsiguientes se denominan derivados o apomorfos (a', a" y b').
Estos conceptos sólo son utilizados en un sentido relativo, esto es, cuando hay una serie
de transformación conocida en la que los caracteres se pueden comparar: a es plesiomorfo
de a', pero a' es plesiomorfo frente a a".
Con base en esta línea de razonamiento Hennig distinguió dos tipos de homologías: las
plesiomórficas y las sinapomórficas; sólo las homologías sinapomórficas podían definir
grupos monofiléticos. Obsérvese que si se sustrae a la especie E del grupo aquí ilustrado,
como en el caso de las aves y los cocodrilos, se eliminaría a uno de los descendientes de
un grupo monofilético, que sólo quedaría definido por el carácter b, que es una
simplesiomorfía; por esa razón se determinó que un grupo parafilético está definido por
simplesiomorfías. Era un grupo que, como puede advertirse, aunque sólo incluía taxa de
una sola historia de descendencia, no contenía todas las especies que compartían esa
historia.
Un carácter o atributo que aparecía por primera vez en un grupo de especies se llamaba
autapomorfía o novedad evolutiva, era un carácter derivado de un ancestral. A partir de
ahí, la autapomorfía, si se heredaba a las especies descendientes, tomaba el papel de
sinapomorfía respecto al carácter original; los cambios subsecuentes en dos o más
eventos de especiación convertían a la autapomorfía en un carácter relativamente
primitivo, esto es, una simplesiomorfía. La secuencia era la
siguiente: autapomorfía sinapomorfía simplesiomorfía, una
secuencia que se determinaba en forma relativa. No existen caracteres apomorfos sin
relación a otro que le antecede y es simplesiomorfo, en una misma línea de descendencia
de homólogos. Los caracteres autapomorfos, simplesiomorfos y sinapomorfos no existen
por sí solos, sino en relación con otros en una misma ruta de descendencia con
modificación.
Se había puesto al descubierto que la semejanza o parecido en los seres vivos podía
deberse a sinapomorfías, simplesiomorfías y convergencias (también reversiones y
paralelismo). Tres rutas evolutivas distintas que explicaban el parecido en los atributos de
los organismos. Cuando el parecido era resultado de convergencias evolutivas significaba
que se reunían grupos con ancestros distintos, por lo que se denominaban grupos
polifiléticos, esto es, de origen en distintas ramas, el mismo caso para reversiones y
paralelismo.
Sin embargo, el método era aún incompleto, pues faltaba aclarar cómo se determinaba el
origen de una serie de transformación en el caso de conocer sólo la relación de caracteres
en nuestro ejemplo a a' a", sin las flechas correspondientes que
señalasen el orden de los cambios.
Las reglas o consejos para determinar la homología usadas desde tiempos de Darwin y
Haeckel podían ser usadas para plantear hipótesis de relación genealógica: 1) sucesión
estratigráfica o paleontológica; 2) sucesión del desarrollo ontogenético; 3) correlación de
series de transformación, y 4) anatomía comparada (posición morfológica, calidad de
parecido y similitud por formas intermediarias). ¿Pero cómo examinar estas hipótesis sin
llegar a razonamientos circulares?
Precisamente, este elemento de análisis —aparentemente tan sencillo— fue el que Hennig
introdujo para examinar las hipótesis de parentesco. Las hipótesis de ancestría-
descendencia entre los organismos podían probarse de una manera independiente a las
reglas o consejos que Darwin daba para generarlas, y así podía evitarse el razonamiento
circular; el análisis de la similitud era el examen de la distribución de los caracteres
homólogos en los taxa. Esta regla se conoció como regla del grupo externo y al método
general que propuso Hennig se le llamó método de posición filogenética. ¿Acaso se había
alcanzado al fin el método natural que con tanta ansia se había perseguido a través del
tiempo? Cuando menos se había inventado un método consecuente con las ideas
evolutivas prevalecientes, un método extraordinariamente persuasivo y convincente, y la
genealogía era la mejor consecuencia de las relaciones de ancestría-descendencia entre
los organismos.
Otro aspecto que hay que observar es que ahora los fósiles no funcionan como la prueba
dura de las relaciones genealógicas. Los fósiles, como cualquier otro tipo de especies,
cualquiera que sea la evidencia que la apoye, deben probar su posición filogenética. La
idea de que un fósil siempre es un ancestro, un eslabón perdido, tiende a ser
reconsiderada con la posibilidad de que se trate de un grupo hermano extinto, de acuerdo
con el método de análisis cladístico mostrado aquí. Un fósil prueba relaciones cronísticas,
aunque nunca muestra edades absolutas, sólo mínimas.
Aquellos que insistían e insisten en que la filogenia incorpora varios componentes tan
importantes como la genealogía pueden tener una respuesta más detallada de acuerdo
con el conocimiento que se ha alcanzado en teoría evolutiva: el proceso anagenético, el
que causa la divergencia de los caracteres o disimilitud, puede ser independiente al
proceso cladogenético, la especiación; aunque también puede causar la generación de
nuevas especies al avanzar simultáneamente de modo gradual, por medio de la
acumulación de cambios.
La controvertida palabra 'especie' en biología ha pasado por uno y mil debates, no obstante
sigue siendo la misma. El problema del origen de las especies y la conceptualización de
lo que es una especie, es desde cierta perspectiva un mismo problema sobre el que han
girado cientos de disputas en la historia de la biología.
Las líneas anteriores quieren decir que nadie debe creer la última y definitiva palabra
acerca de la especie, pues no hay finalismos en la ciencia. Debe esperarse una
retroalimentación entre el estudio de la generación de especies las teorías de los procesos
biológicos y el concepto de especie mismo, como ha ocurrido siempre.
El concepto de especie más popular en los últimos cincuenta años es concebido como un
conjunto de poblaciones que integran una comunidad reproductiva separada de otras
comunidades reproductivas por mecanismos de aislamiento, es decir, propiedades
morfológicas, fisiológicas, genéticas, conductuales y otras, que impiden a las poblaciones
de distintas especies que pierdan su identidad mediante la fusión o una hibridación
poblacional completa.
Este concepto carece de una relación con el factor tiempo y el proceso de herencia de los
caracteres; por ende, carece de aspectos de relación de ancestría-descendencia de las
poblaciones. Al estar fundamentado en las relaciones reproductivas y, por consiguiente,
en términos de sexualidad como vehículo que permite el flujo del material hereditario, deja
de lado aspectos más generales en la biología de las poblaciones. Es un concepto que
hace énfasis únicamente en los contenidos genéticos de las poblaciones, y no toma en
cuenta los aspectos filogenéticos.
Un nuevo concepto de especie debe probar que, dado un grupo de organismos cualquiera,
se puede comprender o no a una especie. Debe permitir el trabajo con especies
reconocidas en función de sus propiedades genéticas, fenéticas, espaciales, temporales,
ecofisiológicas y conductuales. También debe tomar en cuenta las rutas posibles de
generación de especies.
A partir de una definición del paleontólogo George Gaylord Simpson, Wiley efectuó la
siguiente: una especie es un solo linaje de poblaciones de organismos ancestro-
descendientes que mantienen su identidad de otros linajes y tienen sus propias tendencias
evolutivas y destino histórico. Linaje significa una sola o una serie de poblaciones
pequeñas que comparten una historia común de descendencia no compartida por otras
poblaciones, e identidad es un conjunto de cualidades que una entidad posee como
producto de su origen y su capacidad para permanecer distinta y aislada evolutivamente
de otras entidades. Puede fácilmente advertirse que es un concepto muy abstracto y difícil.
Una crítica constante a los conceptos de especie proviene de aquellos biólogos que
trabajan con conjuntos de seres vivos ausentes de reproducción sexual, en donde la
cohesión de los organismos en las poblaciones en una misma especie puede deberse a
otros mecanismos distintos; en nuestra definición parece que otra vez ocurre lo mismo.
Sin embargo, observe el lector que tal vez no se trata de lo inadecuado del concepto de
especie evolutiva, sino que puede deberse a nuestras limitaciones de observación y
método. Con las técnicas de estudios de macromoléculas (proteínas y DNA), su sucesión
evolutiva y los métodos de comparación cuantitativa tal vez sea factible resolver este
problema práctico.
Para terminar este capítulo, es importante referir una implicación lógica del concepto de
especie evolutiva en relación con la especiación. Los paleontólogos a menudo clasifican
un mismo linaje de poblaciones ancestro-descendientes como especies distintas. Este
problema fue reconocido por Mayr y Simpson. La contradicción es clara cuando se
reconoce que a menor cantidad de fósiles (datos) es más fácil la decisión de separar a las
especies paleóntológicas; a mayor cantidad de fósiles tendríamos un continuo que haría
más arbitraria nuestra decisión de división de especies. La ausencia de objetividad en
estos procedimientos ha provocado que cada vez más biólogos rechacen a las
paleoespecies subdivididas arbitrariamente.
V I I I . M Á S A L L Á D E L M É T O D O
La cladística no es la panacea... pero... ahora tenemos una metodología explícita que nos
permite evaluar hipótesis de monofilia. Sistemática y paleobiología (1985) NILES
ELDREDGE y MICHAEL NOVACECK No ha habido ningún debate más intenso en el seno
de la teoría evolutiva en la última década que el desafío planteado por los cladistas a los
sistemas tradicionales de clasificación. El problema surge de la complejidad del mundo,
no de la confusión del pensamiento humano, aunque ésta también ha hecho su habitual
contribución. Dientes de gallina y dedos de caballo (1984) STEPHEN JAY GOULD No
tenemos forma de evaluar científicamente nuestros métodos. Puede parecer paradójico
sugerir que la biología comparada, o cualquier ciencia, debe adoptar métodos sin que
pueda ser capaz de evaluar su eficacia. Pero el hecho es que usamos nuestros métodos
en un intento de resolver los problemas. Si ya conocemos las soluciones correctas a esos
problemas, fácilmente podemos evaluar y elegir entre varias metodologías en
competencia: aquellos métodos que consistentemente ofrezcan las soluciones correctas
obviamente serán preferidos. Pero, desde luego, si ya conociéramos las soluciones
correctas, no tendríamos la necesidad de los métodos. Sistemática y biogeografía (1981)
GARETH NELSON y NORMAN PLATNICK La idea de un método que contenga principios
científicos, inalterables y absolutamente obligatorios que rijan los asuntos científicos, entra
en dificultades al ser confrontada con los resultados de la investigación histórica. En ese
momento nos encontramos con que no hay una sola regla, por plausible que sea, ni por
firmemente basada en la epistemología que venga, que no sea infringida en una ocasión
o en otra. Llega a ser evidente que tales infracciones no ocurren accidentalmente, que no
son el resultado del conocimiento insuficiente o de una falta de atención que pudieran
haberse evitado. Contra el método (1981) PAUL FEYERABEND
En nuestro caso, los estudios en biología molecular han permitido el análisis del origen de
varios grupos relativamente antiguos y poco complejos, que posiblemente fueron de los
primeros organismos existentes en la Tierra, tales como una variedad de bacterias, virus,
algunos organelos celulares: la mitocondria y el cloroplasto, y hasta la misma investigación
del origen de los ácidos nucleicos —desoxirribonucleico (DNA) y ribonucleico (RNA)— que
se encuentran en todos los seres vivos, lo cual ha conducido a un serio examen de sus
orígenes, interrelaciones y evolución.
Simbiosis. Una teoría de los setenta que ahora se tiene bien apoyada con evidencia de
biología molecular, es la que plantea el origen de los organelos en la célula "típica" o
eucarionte: membrana nuclear bien definida y citoplasma con organelos.
Es difícil que un suceso evolutivo complejo, como el origen de la célula con núcleo, haya
ocurrido en varias ocasiones en la filogenia de la vida; a pesar de esto, no es posible dejar
de cuestionarnos acerca de su origen "no monofilético", lo cual pone en tela de juicio en
cierto modo nuestras ideas de monofilia o historia de descendencia única para todos los
organismos. No obstante, la alternativa de varios sucesos pudiese quedar abierta.
Una hipótesis alternativa, en la que tal evento pudiera haber acontecido varias veces y a
distintos tiempos durante la historia terrestre, causaría un cisma mayor en nuestras
concepciones y dificultaría el análisis filogenético de tales casos. Para fortuna de la
investigación biológica, no existen datos que sugieran la posibilidad de tal hipótesis, de
modo que por ahora hay cierta seguridad en la concepción monofilética de los eucariontes.
Como el caso anterior, también pudiera considerarse, en cierto modo, la íntima asociación
de algunas bacterias fijadoras de nitrógeno (Rhizobium) con varias plantas leguminosas;
por ejemplo: el frijol (Phaseolus). En éste y en muchos otros casos de parasitismo, la
dependencia o interdependencia de la relación decide la existencia y la descendencia de
los organismos comprendidos. Cada elemento que se integra a la asociación tiene una
historia; el patrón de historia coevolutiva puede examinarse para cada constituyente. En
otras palabras, cada elemento tiene una genealogía reconocible.
La aplicación del método hennigiano no tiene una aplicación universal a todos los
organismos, pues requiere que éstos representen historias de descendencia únicas, de lo
contrario la búsqueda se hace intrascendente. Su aplicación exige el reconocimiento de
los posibles eventos endosimbióticos ocurridos en la formación de organismos durante la
historia de la vida en la Tierra.
No es una debilidad del método, sino simplemente que se deben admitir otros hechos
ecológicos y evolutivos, los cuales nuestro método no puede abordar libremente. Los
procedimientos hennigianos no fallarían si se aplicaran a los constituyentes del organismo
endosimbiótico si lo que se quisiera fuera encontrar las líneas de relación y descendencia
evolutiva de los organelos con sus antecesores de vida libre. Igualmente, nuestro método
no falla si se aplica a cualquier caso de organismos con historias monofiléticas, e incluso,
podría servir para reconocer patrones reticulados.
Se planteaban varias incógnitas: ¿Qué tan extendido se hallaba este fenómeno entre los
seres vivientes? ¿La migración horizontal de DNA se presentaba sólo en organismos
procariontes? ¿Era posible esperar tales movimientos horizontales entre especies
distintas? ¿Cualquier clase de información del DNA podía moverse entre las especies?
Para esta clase de preguntas existen ahora algunas respuestas parciales, las cuales han
pueso en advertencia la aplicación generalizada del método, que no parece ser apropiado
para casos de movimiento de caracteres entre los descendientes.
En el caso de los virus, que casi siempre están asociados a determinados grupos de
especies, pudiera tratarse de entidades coevolucionadas con los grupos a los que están
asociados, del mismo modo que los líquenes; sin embargo, otros casos de movimiento
horizontal, si los hubiera entre eucariontes, serían de gran interés para el análisis de su
genealogía.
El fenómeno genealógico de los seres vivos, que genera el patrón de referencia para la
biología, puede verse obstruido metodológicamente debido a que el método hennigiano
basado en el análisis de caracteres —fundado en el axioma de descendencia vertical de
los caracteres—, no da cuenta de fenómenos de movimiento horizontal.
Hoy se acepta ya el hecho de que no toda la genealogía de los organismos es divergente,
sino que en muchos casos hay cierto grado de reticulación, que puede ser mucho más
pronunciado en organismos procariontes. Sin embargo, la posible migración de caracteres
considerados sinapomórficos en una hipótesis de descendencia por analizar, previene en
la aplicación indiscriminada del método hennigiano.
Fenómenos inexplorados. Como los dos casos anteriores, numerosos fenómenos más se
han dado a conocer respecto a los ácidos nucleicos, de gran significancia para aspectos
taxonómicos, ya sea para el reconocimiento de especies, el análisis filogenético o la
clasificación de organismos.
Bajo esta perspectiva, puede observarse que el método y sus posibilidades no están en
entredicho; éste tiene un uso más o menos bien delimitado, pero lo que se cuestiona es la
utilización indiscriminada de los ácidos nucleicos con un conocimiento aún inadecuado de
ellos.
Los líquenes son una asociación entre un alga y un hongo; dos entidades cuyos
componentes tienen ancestros distintos, pero que para funcionar como organismos
necesitan integrarse, haciéndose complementarios...
Bajo otra perspectiva puede advertirse que el cuestionamiento al que conducen los
descubrimientos recientes de movimiento horizontal del DNA apunta hacia la idea de que
los caracteres se heredan de ancestro a descendientes, pero se ignora el movimiento
genético entre organismos de especies distintas, con lo cual el método debiera caer en
desuso y, tal vez, sería mejor regresar a la idea de semejanza total de los feneticistas, ya
que la posibilidad de reconocer la genealogía de los organismos no es más que una
quimera.
Mientras hay más resultados, la práctica consiste en el empleo del método hennigiano
para caracteres morfológicos, sean micro o macro, externos o internos, de juveniles o de
adultos; y por otra parte, el análisis de caracteres macromoleculares (ácidos nucleicos y
proteínas). Ambos deben ser congruentes y una incongruencia indica datos erróneos o
bien método o decisiones arbitrarias, pues a pesar del dilema planteado por el movimiento
horizontal del DNA hay una sola historia de los hechos de interrelación filogenética entre
los organismos, la cual está por descubrirse.
Por el momento, muchos biólogos moleculares no están preocupados por este problema
metodológico, y con frecuencia establecen interrelaciones mediante métodos hoy en
desuso o de bajo poder de resolución entre los taxónomos modernos. Aunque siendo
justos en la crítica, muchos taxónomos "modernos" practican métodos anticuados e
improcedentes para los problemas que los ocupan. Nos espera aún una polémica
incesante, plena de vigor y creatividad, sobre todo si se recuperan las enseñanzas de la
historia de la taxonomía y si se tratan de hacer preguntas de relevancia a los nuevos
problemas planteados.
Señalo con convicción que se requiere hacer un gran esfuerzo institucional y colectivo para
construir un gran museo nacional de historia natural, a través del cual se pueda hacer
realidad el cultivo y la difusión de una ciencia fundamental para el desarrollo de la biología,
una disciplina indispensable para un conocimiento adecuado de los recursos naturales y
culturales de la nación.
E P Í L O G O
ORA procede que tu mente indague las cualidades de los elementos, cuán diferentes sean
en sus formas y cuál la variedad de sus figuras: no porque haya un gran número que sea
de formas diferentes; mas los seres que ellos componen nunca se asemejan tampoco esto
es extrańo, pues he dicho ser su número inmenso, ilimitado; no deben, pues, tener las
mismas formas exactamente con igual contorno. Considera además la raza humana y
mudos nadadores escamosos, y los hermosos árboles, y fieras, y variedad de aves que
frecuentan los sitios deleitosos de las aguas, las riberas y fuentes y lagunas, y las que
corren bosques solitarios con raudo vuelo; en general compara los individuos de cualquier
especie, y encontrarás en ellos diferencia: el hijo no podría de otro modo conocer a la
madre, ni ésta al hijo; vemos que se conocen mutuamente como el hombre conoce sus
hijuelos. De la naturaleza de las cosas, "La doctrina fundamental" TITO LUCRECIO CARO
(99-55 a.C.)
G L O S A R I O
analogía. Par de caracteres de especies distintas que tienen igual función pero son de
distinto origen.
autapomorfía. Carácter diferenciado que es propio o único de un solo grupo o una sola
especie en un análisis de caracteres.
curador. Científico o técnico que cuida o cura las colecciones dentro de un museo; efectúa
las tareas curatoriales que se requieren para hacer posible el estudio de los ejemplares de
las colecciones.
monofilia. Un grupo de especies que comprende una ancestral con todas sus especies
descendientes.
parafilia. Un grupo de especies que comprende una ancestral y parte de sus especies
descendientes.
polifilia. Un grupo de especies que comprende más de una especie ancestral, lo cual
produce la conjunción de especies de distinto origen.
sistemática. La ciencia que investiga la diversidad y las relaciones d los organismos, cuyo
propósito principal es producir un sistema de referencia general, bajo el cual se examinen
las relaciones existentes entre los distintos sistemas particulares.
taxonomía. La ciencia que estudia las teorías, los fundamentos y las leyes para generar
clasificaciones. Dado que este término y el precedente se han usado indistintamente, y a
que no hay acuerdo respecto al significado de sus etimologías, se recomienda tomar en
cuenta la existencia de dos tareas en la clasificación que se relacionan entre sí, pero no
se prefiere ninguno de estos dos términos y pueden utilizarse ambos.
M A T E R I A L D E L E C T U R A
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LECTURAS AVANZADAS
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"Ninguna cosa nace de la nada;/ no puede hacerlo la divina esencia:/ aunque reprime a
todos los mortales/ el miedo, de manera que se inclinen / a creer producidas por los dioses
/ muchas cosas del cielo y de la tierra, /por no llegar a comprender sus causas.../ Pero es
porque los seres son formados/ de unas ciertas semillas de que nacen/ y salen a la luz; en
donde se hallan/ sus elementos y primeros cuerpos..." Esto escribía Tito Lucrecio Caro
hace ya casi dos mil años. Bien podía afirmar que nada nace de la nada y,
justificadamente, crear las genealogías que daban lugar a los seres vivos aproximándose
en actitud y enfoque a los biólogos contemporáneos.
La necesidad de clasificar los organismos que pueblan el planeta ha sido desde siempre
preocupación de las diversas culturas y civilizaciones enfrentadas a la aventura de —en
términos modernos— reconocer su entorno biótico, describir sus discontinuidades y
denominar cada una de las unidades que componen la diversidad de los seres vivos.
Por supuesto, los fundamentos aplicados a las clasificaciones biológicas han variado
notablemente a lo largo de la historia: de acuerdo con su cosmovisión, en el caso del
hombre precientífico o de acuerdo con la concepción de especie, de la historia evolutiva
de los organismos, del conocimiento de los patrones bióticos y de la necesidad de clasificar
fenómenos, procesos y características de los seres vivientes en tiempos "poslinneanos".