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a) Si los ingresos los obtiene el sector público de la renta del sujeto, se está en presencia
de un ingreso ordinario (vgr. el impuesto sobre la renta o cualquier otro impuesto, se paga con
cargo a la renta del sujeto). Si el ingreso se obtiene del patrimonio del ciudadano se está en
presencia de un ingreso extraordinario (vgr. la deuda pública es una forma de materializar el
ahorro de los ciudadanos y en tal sentido el ingreso para el sector público procede del
patrimonio del sujeto).
Este criterio de clasificación no parece del todo correcto, y puede conducir a algún error
de interpretación, por ejemplo, si con la renta del sujeto se adquiere deuda pública, ¿sería un
ingreso ordinario?, y si el sujeto vende unas acciones para comprar la deuda, ¿se está, entonces,
ante un ingreso extraordinario?, ¿y si vende para pagar el impuesto sobre la renta?.
Tal vez este sea el criterio más fácil de emplear, aunque dejaría fuera algunos ingresos
que tradicionalmente se han considerado ordinarios y que se recaudan de forma excepcional
(una contribución especial encajaría en este supuesto).
Este principio clásico fue abandonado hace años como elemento de decisión en las
emisiones de deuda pública y el criterio no es del todo útil.
Ninguno de los tres criterios es totalmente convincente y, por ello, se buscan otros
elementos de diferenciación. Podemos considerar los dos siguientes:
1) En los ingresos ordinarios del sector público no es precisa una autorización expresa
del Parlamento al aprobar la ley de Presupuestos, pues la existencia de los distintos ingresos
ordinarios está prevista por una norma jurídica anterior.
Así, la ley del impuesto sobre la renta de las personas físicas permite al sector público
obtener ingresos en el momento en que una persona obtenga una renta, sin necesidad de que las
Cortes Generales reiteren esa posibilidad cada año.
En cambio, si el sector público quiere emitir deuda, es precisa la autorización del
legislativo para cada ejercicio económico y el Parlamento establece un nivel máximo de
endeudamiento.
Por el contrario, cuando el Estado percibe ingresos ordinarios no se causa tal efecto
sobre el patrimonio neto.
De acuerdo con estos criterios, se pueden considerar como ingresos ordinarios los
siguientes:
1) Precios.
2) Tasas.
3) Contribuciones especiales.
4) Impuestos.
1) Emisiones de deuda.
2) Venta de patrimonio público o privatización de empresas públicas.
3) Acuñación de moneda (señoreaje).
1) Precios públicos.
Esta noción de precio público responde, así, a la realización de actividades que no son
esenciales, pero que tampoco son privadas y de ahí su sujeción al Derecho Público.
2) Tasas.
3) Contribuciones especiales.
4) Los impuestos.
Se rompe pues el nexo entre lo que pago (impuesto) y lo que recibo a cambio (servicio
público). De ahí que no se paguen más impuestos por recibir mayor cantidad de servicio
público, sino que la determinación del volumen de impuestos pagados por un ciudadano se basa
en su capacidad económica, puesta de manifiesto por su nivel de renta, su consumo o su
patrimonio (Bustos, 2015).
b) Sujeto pasivo (art. 36 LGT): es la persona natural o jurídica obligada al pago del
tributo como contribuyente o como su sustituto.
f) Cuota íntegra (art. 56.1 LGT): es el resultado de aplicar el tipo impositivo a la base
liquidable, salvo que sea una cantidad fija.
g) Cuota líquida (art. 56.5 LGT): es el resultado de restar a la cuota íntegra las
deducciones en la cuota que permite la Ley.
h) Deuda tributaria (art. 58 LGT): la constituye la cuota líquida más los recargos,
intereses de demora y sanciones, que, en su caso, tenga que satisfacer el contribuyente (Bustos,
2015).
Los impuestos pueden clasificarse de acuerdo con diferentes criterios, pero si hacemos
uso de la base imponible, se clasifican en directos e indirectos.
Aunque los límites de ambas categorías no son nítidos, pueden considerarse dentro de
los primeros aquellos que recaen sobre manifestaciones directas de la capacidad de pago del
contribuyente (su renta o su patrimonio), tienen en cuenta las circunstancias personales del
sujeto pasivo (cuya identidad es conocida por el Ministerio de Hacienda) y son de difícil
traslación.
Podemos distinguir entre variables flujo y variables stock. Las primeras son aquellas
magnitudes económicas que se definen para un período de tiempo, así la renta nacional, o el
consumo, son variables que se refieren a un año, normalmente. Las segundas son aquellas que
se definen para un momento del tiempo, así la riqueza o el patrimonio de una persona se
establecen en una fecha concreta.
A partir de estas definiciones, se puede considerar que la imposición sobre las dos
variables flujo permite las posibilidades señaladas en la tabla1 .
1 ?
En negrita, figuras tributarias vigentes. En grafía normal, impuestos que han existido en la tradición
tributaria. En cursiva, propuestas teóricas o de comisiones de reforma, sin que se hayan llevado a cabo.
IMPUESTOS SOBRE IMPUESTOS ESPECIFICOS.
FUENTES DE RENTA Impuesto de lujo.
CONCRETA. Impuestos especiales.
Cotización sobre los salarios a Impuestos sobre los seguros.
cargo de los trabajadores. Cotizaciones sobre los salarios a
cargo de la empresa.
IMPOSICION Impuesto sobre la renta de las Impuesto personal sobre el gasto.
PERSONAL personas físicas (IRPF).
Impuesto sobre el beneficio de
las Sociedades (IS).
Fuente: Bustos (2017).
Esta imposición real se complementó después con un impuesto general sobre la renta
que sí tenía en cuenta las circunstancias personales del sujeto pasivo, pero la integración
definitiva en un único impuesto progresivo y general sobre la renta se produjo en la reforma de
Fernández Ordóñez.
La caracterización del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas como un tributo
que recae sobre la renta global de los ciudadanos ha cambiado en los últimos tiempos.
En tal sentido, puede apuntarse una primera modificación del impuesto sobre la renta,
por la que la tributación de las plusvalías y minusvalías quedaba sometido a un impuesto
distinto, aunque formalmente aparecía dentro del impuesto sobre la renta, y, posteriormente, la
última reforma del impuesto ha establecido un impuesto sobre la renta de carácter dual, en el
que todas las rentas procedentes del capital son sometidas a un gravamen proporcional.
Igualmente, la cotización sobre los salarios que paga el trabajador se puede considerar
como un impuesto de producto sobre un tipo de renta, que no tiene en cuenta la situación
personal del sujeto pasivo.
Existe una propuesta teórica de sustituir el impuesto sobre la renta por un impuesto
personal sobre el consumo. Se trataría de un impuesto directo y personal, en el que del total de
la renta del individuo se descontaría en la base todo el ahorro realizado por el contribuyente.
En cuanto a la imposición sobre variables stock, podemos hacernos una idea cabal de la
situación en nuestro sistema tributario, a partir del contenido de la siguiente tabla donde
distinguimos entre impuestos que recaen sobre la tenencia del patrimonio y las figuras
tributarias que se establecen sobre la transmisión del mismo. La tabla se divide en dos apartados
el primero referente a la propiedad y el segundo a la transmisión, ya sea esta onerosa o gratuita.
Además de esta distinción, el impuesto puede tener un carácter general, recayendo sobre
la totalidad del patrimonio, o bien sobre determinados elementos de la riqueza de una persona.
Así, en el caso de la tributación por la mera tenencia, se distingue el impuesto sobre el
patrimonio neto que recae sobre el conjunto de la riqueza neta del contribuyente de los
diferentes tributos que gravan algunos de los integrantes del patrimonio, como pueden ser las
propiedades inmobiliarias o los vehículos a motor.
En cuanto a los impuestos que recaen sobre la transmisión onerosa del patrimonio,
nuestro sistema tributario incluye el Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos
Jurídicos Documentados, uno de cuyos hechos imponibles es la transmisión onerosa de
elementos patrimoniales incluyendo no solo la compraventa o la permuta, sino también la
constitución de derechos reales, los préstamos, fianzas arrendamientos, pensiones, etc. (Bustos,
2015).
A) PROGRESIVIDAD LEGAL.
∆T
tmg = tipo marginal de gravamen = ───── 100
∆B
Si el impuesto no tiene un tipo impositivo, sino que la cuota es una cantidad fija, se
denomina impuesto de cuota fija o de capitación.
La progresividad legal puede adoptar tres formas distintas: La progresividad por clases,
la progresividad por escalones y el impuesto proporcional con un mínimo exento.
a) Progresividad por clases: En este caso, todas las bases
imponibles se agrupan en clases, a cada una de las cuales
corresponden un tipo impositivo que se aplica a la totalidad
de la base. Es decir, sería lo siguiente:
Clase Base Imponible Tipo aplicable
1ª 0-6.000 10%
2ª 6.001-12.000 12%
3ª 12.001-18.000 14%
... ... - ... ...
De acuerdo con esta tabla, un ciudadano cuya base imponible fuera 6.100 euros,
pertenecería a la 2ª clase, le correspondería el tipo del 12% y su cuota sería 732 euros (6.100 x
12%).
Otro contribuyente cuya base fuera 12.400 euros, pertenecería la 3ª clase, se le aplicaría
el tipo impositivo del 14% y su cuota sería 1.736 euros (12.400 x 14%).
De acuerdo con esta tabla, si un contribuyente tuviera una base imponible de 6.100
pagaría:
De ahí que los impuestos progresivos se presenten con una tarifa o escala de gravamen
como la contenida en la tabla 5.3, que coincide con la que se aplica en España tras la reforma
del IRPF, sumando la tarifa estatal con la autonómica.
8.665,5
tme = ────────── 100 = 24,76%
35.000
Para otro contribuyente que tenga una base imponible de 58.000 tendríamos que
empezar en la cuarta línea, calculando la cuota y tipo medio de gravamen correspondiente:
17.161,5
tme = ─────────── 100 = 29,59%
58.000
El tipo impositivo es constante, pero hay una porción de la base imponible que está
exenta de gravamen. Puede comprobarse que, en realidad, nos encontramos ante un impuesto
progresivo por escalones con dos únicos escalones, el primero entre cero y el mínimo exento y
el segundo a partir del mínimo. La tarifa sería la siguiente, por ejemplo:
Su aplicación es sencilla, pues tan solo hay que eliminar el mínimo exento de la base
imponible y aplicar el impuesto proporcional correspondiente.
B) PROGRESIVIDAD REAL.
∆%T ∆T Y0
ET,Y = ────── = ───── . ─────
∆ %Y ∆Y T0
A) Principio de simplicidad.
Indica que el sistema tributario debe ser sencillo y cómodo tanto para el contribuyente
como para la Administración. La idea fundamental que subyace a este principio es que el pago
de los tributos genera dos tipos de costes para el contribuyente. De un lado, satisfacer el
impuesto supone una reducción de los ingresos disponibles para el individuo. De otro, el mero
cumplimiento de las obligaciones tributarias también causa un conjunto de costes, no
necesariamente monetarios. El principio de simplicidad exige que estos últimos costes sean lo
más reducidos posibles.
En cuanto a las implicaciones del principio de simplicidad para el diseño del sistema
tributario, podemos resumirlas en las siguientes:
- Las normas tributarias deben ser lo suficientemente claras y transparentes como para
que el ciudadano conozca fácilmente cuáles son sus obligaciones tributarias y pueda, en su caso,
liquidar el impuesto. Esta consecuencia se une al deseo de que tales normas no presenten
contradicciones que dificulten su comprensión por parte del contribuyente.
- La normativa tributaria debe tener una cierta continuidad y no ser objeto de reformas
frecuentes. Tales reformas no solo hacen más compleja la regulación de los impuestos sino que
además introducen un elevado grado de inseguridad jurídica para los ciudadanos.
- Los impuestos no solo deben resultar fáciles para el contribuyente, sino también para la
propia administración tributaria. En efecto, si es difícil la gestión del impuesto, puede ocurrir
que, transcurrido un largo plazo después de que el ciudadano haya liquidado el tributo, la
administración comunique al interesado que se han detectado errores o infracciones y que debe
completar o modificar la liquidación realizada. Ello, además, supone una quiebra en la
seguridad jurídica, con los consiguientes perjuicios para el ciudadano.
Hasta cierto punto, se puede afirmar que este principio se desprende de la regla del
equilibrio presupuestario. Señala que el conjunto de impuestos debe ser capaz de generar
recursos capaces de cubrir los gastos del sector público. Las principales implicaciones de este
principio son las siguientes:
- En primer término, si se cumple la llamada Ley de Wagner, la elasticidad del gasto con
respecto a la renta es mayor que 1, y de ello se deduce que la elasticidad renta de los impuestos
también deberá ser mayor que la unidad. Por tanto, el sistema tributario debe ser realmente
progresivo, porque, en caso contrario, el crecimiento del país llevaría indefectiblemente al
déficit público.
Aunque este conclusión parece bien fundamentada, debe tenerse en cuenta que el
análisis de las funciones del sector público arroja ciertas dudas sobre su validez. El
cumplimiento de la citada "ley" exige que la evolución del gasto sea coherente con los cambios
en la renta, creciendo al aumentar esta y disminuyendo al bajar el nivel de actividad económica.
Ahora bien, los gastos de transferencias tienden a aumentar, precisamente, en los momentos de
recesión económica, y, si el sistema tributario es realmente progresivo, podemos encontrarnos
con una situación en la que no se producirán déficits públicos cuando se incremente la renta,
pero sí cuando esta disminuya.
- Una tercera consecuencia del principio de suficiencia es que los tributos deben ser
claramente percibidos por los ciudadanos. Ello se debe a que las presiones a favor de un mayor
gasto público se fundamentan, en ocasiones, sobre la idea de que otros agentes económicos
acaban suministrando los recursos necesarios para financiarlos. Si los impuestos no son
percibidos claramente por los ciudadanos, es más fácil que se genere este fenómeno de ilusión
financiera y que el sistema tributario llegue a ser incapaz de financiar el conjunto del gasto
público. En tal sentido, son más defendibles los impuestos directos sobre el nivel de renta que
los indirectos sobre el consumo.
C) Principio de equidad.
Ahora bien, no resulta tan sencillo dar un contenido específico a la noción de equidad,
cuando se aplica al análisis del sistema tributario. A pesar de ello, se pueden avanzar algunas
consideraciones, entre las que reseñamos las siguientes:
- En primer lugar, una indudable exigencia de la justicia del sistema tributario debe ser
la generalidad en el pago de los impuestos. La propia CE lo señala en el art. 31, al indicar que
"todos" deben contribuir al sostenimiento de los gastos públicos. La importancia de este aspecto
se hace más relevante al considerar el fenómeno del fraude fiscal, al que podemos señalar como
el más grave incumplimiento del principio de equidad en la situación actual de nuestro sistema
tributario.
1) El sistema tributario debe ser sensible a las diferencias en las situaciones personales
de los contribuyentes, pues solo así puede dar un trato que cumpla con las exigencias de
igualdad horizontal y vertical. Ello nos llevaría a preferir la imposición directa a la indirecta y a
considerar más adecuados los tributos personales que los que tienen un carácter real. No es
extraño, entonces, que cuando las consideraciones de equidad son prioritarias en una sociedad,
se intente fundamentar el sistema tributario en la imposición personal sobre la renta.
De una parte, podemos considerar el pago de los impuestos con independencia de las
actividades realizadas por el sector público. En tal caso, la proporcionalidad se entiende
considerando que lo justo es que paguen más quienes tienen una mayor capacidad económica y,
en este caso, estamos utilizando el criterio de la capacidad de pago.
De ello se deduce que si la renta y el patrimonio personal son los mejores indicadores de
capacidad económica, entonces la imposición directa debe ser la base del sistema tributario.
Asimismo, si partimos de la idea de que el sacrificio marginal realizado por los contribuyentes
debe ser similar y de que la utilidad marginal de la renta es decreciente, entonces deben
defenderse los impuestos progresivos o al menos proporcionales.
D) Principio de neutralidad.
Indica que los impuestos deben alterar lo menos posible las decisiones de los agentes
económicos. La idea fundamental, en este caso, es que los individuos eligen, de forma óptima,
utilizando los precios generados por el funcionamiento del sistema económico. Como estos
precios se ven alterados como consecuencia de los impuestos, se pretende que tales distorsiones
sean mínimas.
El único impuesto que no altera ningún precio relativo de la economía es el de cuota fija
o de capitación. Sin embargo, un sistema tributario basado en este tipo de gravámenes no
cumpliría con otros principios tributarios, de ahí que se hayan buscados otras formas más
operativas de conseguir la neutralidad. En tal sentido, la neutralidad de un impuesto se mide a
partir del concepto de exceso de carga fiscal. Para ello, consideramos el gráfico.
El área A tiene como base la cantidad vendida en el mercado y como altura el impuesto
cobrado por el sector público. En tales circunstancias, podemos identificar fácilmente esta área
con la recaudación obtenida por el Estado. Se trata, pues de una pérdida de excedente para el
consumidor que se convierte en recaudación para el sector público.
base x altura
Area = ───────────────
2
altura = impuesto = T = t x P0
Base = ∆ Q
∆Q P0
Ed = ───── . ─────
∆P Q0
pero el incremento en los precios no es más que el impuesto cobrado por el sector público, es
decir t P0. Sustituyendo, tendremos:
∆Q P0 ∆Q
E = ─────── . ──── = ──────
d
t.P0 Q0 t.Q0
∆Q = Ed . t. Q0
donde, el valor de la elasticidad de la demanda está en términos absolutos, es decir, sin tener en
cuenta el signo menos. Esta expresión es conocida como Fórmula de Harberger.
2) Cuanto mayor sea el tipo impositivo, lo que avala la moderación en los impuestos
sobre la venta del producto.
3) Cuanto mayor sea el término P 0Q0, que no es más que el gasto inicial de los
consumidores. De este aspecto se deduce que los productos que representan un fuerte gasto de
las familias deberían ser gravados de forma más moderada.
1) Cuanto mayor sea la elasticidad de la oferta de trabajo. En este caso, resultaría que el
gravamen debería ser superior para aquellos perceptores de renta cuya capacidad de reducción
en su esfuerzo laboral sea más pequeña y en cambio inferior para los contribuyentes que
renuncien a un mayor número de horas de trabajo al enfrentarse con la pérdida de ingresos
salariales causada por el impuesto.
3) Cuanto mayor sea la renta inicial del sujeto, representada por el término W 1 N1, lo
que, de nuevo favorece el establecimiento de límites a la progresividad en la imposición
personal sobre la renta.
Un sistema tributario que trate de cumplir con los diferentes principios no puede
descansar en una única figura impositiva.
* Como los recursos que pierde el sector privado al emprenderse un proyecto público
que se financia con deuda pública.
Reflejando las distintas posiciones mantenidas por los economistas al plantear este tema,
se pueden distinguir cuatro grandes teorías:
1) Los clásicos consideraban a la deuda pública de un modo negativo. Igual que cuando
un padre de familia deja deudas está trasladando hacia sus herederos la carga de su consumo
presente, del mismo modo un gobierno que emite deuda está trasladando a las generaciones
futuras la carga del gasto realizado en la actualidad. Dicho en otros términos, la deuda pública es
análoga a las deudas privadas y, por ello, solo debe utilizarse este método de financiación del
gasto cuando se cubran inversiones suficientemente rentables como para que no suponga una
carga en el futuro o, cuando por aplicación del criterio del beneficio, el gasto financiado por la
emisión de deuda sea disfrutado por las generaciones futuras.
Además de estos argumentos contrarios a la deuda pública, se apuntaban otros
inconvenientes, pues al ser un procedimiento para trasladar la carga hacia el futuro, puede
contribuir a un mayor despilfarro en el gasto público.
2) Los keynesianos no se oponen al déficit público como un instrumento de política
fiscal, y para abordar el problema de la carga de la deuda, que arrojaba dudas sobre la
conveniencia de incurrir en el déficit, recurren a un planteamiento ya defendido por el
mercantilismo.
En todo caso, de producirse algún tipo de carga por la emisión de deuda, esta recae
sobre la generación presente que hará un mayor esfuerzo de ahorro para adquirir los títulos de la
deuda. En el caso de la deuda exterior, la generación presente no sufre carga alguna, pues
permite el uso de recursos ajenos, sin renunciar a los propios o afectar a la economía nacional.
En cambio, las generaciones futuras sí sufren la carga de la deuda porque con sus
impuestos tendrán que pagar los intereses y la amortización, o se verán obligados a sufrir un
recorte en el nivel de prestaciones públicas, con la misma finalidad. Ese aumento de impuestos
no se habría producido si la generación actual hubiera pagado todos los gastos públicos con sus
propios tributos y, en tal sentido, la generación futura sufre la carga de la deuda, y con
independencia de que sea interna o exterior.
Este último aspecto es crucial para valorar adecuadamente la hipótesis de Barro, porque
su análisis olvida los aspectos de crecimiento de la economía y de sostenibilidad de la deuda. La
evolución a lo largo del tiempo de la ratio deuda/renta depende de la tasa de crecimiento de la
economía y del tipo de interés del mercado, de tal modo, que puede ocurrir que, aun teniendo el
sector público un déficit primario, el endeudamiento se vaya eliminando paulatinamente, sin
necesidad de elevar los impuestos. En esas circunstancias, ni la generación actual sufre la carga
de la deuda, ni tampoco la futura se enfrentará a impuestos mayores. La ratio entre deuda y
renta nacional puede disminuir o aumentar a lo largo del tiempo, dependiendo de la tasa de
crecimiento de la economía y del tipo de interés al que se emitan los títulos. Si la ratio crece se
dice que la deuda sigue una senda explosiva, mientras que si disminuye se afirma que la deuda
es sostenible.
α = d + e0 (r - gy)
donde d es la relación existente entre el déficit primario del sector público y el PIB,
entendiendo como déficit primario aquél que no incluye en los gastos el pago de intereses de la
deuda, e0 es el nivel de deuda acumulada sobre PIB, r es el tipo de interés en el mercado y gy la
tasa de crecimiento de la economía. Si α > 0, la deuda sigue una senda explosiva, mientras que
en caso contrario, la deuda es sostenible. La ecuación indica los elementos de los que depende
que α sea positivo o negativo, que son:
- El valor del déficit primario como porcentaje de la renta nacional, de tal modo que
cuanto mayor sea d, más fácil que la deuda siga una senda explosiva. Por ello, la reducción del
endeudamiento acumulado pasa por la superación de los problemas de déficit público.
- El endeudamiento inicial, medido por la ratio deuda-renta e0, lo que indica que una
política de reducción del endeudamiento acumulado es más dificultosa si se parte de un nivel
inicial muy elevado.
- El tipo de interés, r, al que se emitan los títulos, pues si es muy elevado representará
una grave carga de gastos financieros y será más fácil que la deuda siga una senda explosiva.
- La tasa de crecimiento económico, gy, que actúa compensando al tipo de interés, de tal
modo que puede ocurrir que aun siendo d > 0, el endeudamiento acumulado pueda disminuir.
B) La venta de patrimonio público.
Además, en el caso de que el sector público emita deuda, se verá obligado a realizar un
pago de intereses futuros a los que, en su caso, habrá de hacer frente con los impuestos que
recaude, mientras que si privatiza empresas públicas rentables, las únicas que pueden venderse
en el mercado, dejará de percibir una serie de ingresos patrimoniales, y esta pérdida de ingresos
deberá ser compensada, del mismo modo, con un mayor nivel de imposición. Dicho en otros
términos, si se cumplen las condiciones para que exista una carga de la deuda para las
generaciones futuras, también la privatización de empresas la genera.
Respondiendo a la segunda cuestión planteada, existen razones por las que puede ser
preferible la privatización de empresas públicas rentables a la emisión de deuda pública. Entre
ellas, podemos citar las siguientes:
Esto es así porque el valor de un título en los mercados financieros puede estimarse a
partir de la relación siguiente:
D
Valor en mercado= ───── .
r
en donde D es el dividendo que se podría repartir por acción y r el tipo de interés vigente
en el mercado. Si la privatización conduce a un mayor valor estimado de D, el valor de las
acciones se elevaría y el sector público lograría mayores ingresos (Bustos, 2017).
1) ¿Qué explica que los ahorradores absorban la emisión de dinero como forma de
materializar su ahorro?. En principio, el sector público no puede obligar a nadie a mantener
saldos monetarios ociosos y, si un ahorrador lo hace, será porque la alternativa de comprar
activos financieros es menos atractiva. Ello obliga diferenciar dos casos distintos.
Si el ahorrador es ciudadano del país que emitió dinero, la explicación puede deberse a
que el tipo de interés del mercado sea demasiado bajo y que, por ello, considere que va a subir
en el futuro. En ese caso, si compra activos financieros antes de la elevación de los tipos de
interés, puede enfrentarse a una pérdida o minusvalía en el futuro y de ahí que opte por
mantener su ahorro en forma de dinero hasta que se produzca la subida de los tipos de interés.
2) ¿Cuáles son los costes de la financiación pública por medio del señoreaje?. Los
impuestos causan un coste de bienestar medido a través del exceso de gravamen. Del mismo
modo, la emisión de deuda pública puede generar una carga que puede recaer sobre las
generaciones futuras. En el caso de la emisión de dinero el coste de este medio de financiación
se relaciona con la influencia que tiene la cantidad de dinero sobre la tasa de inflación del país.
Si consideramos que se cumple la ecuación cuantitativa del dinero, tendremos que:
Mo. V = P.Y
donde
Mo = oferta monetaria.
P = índice de precios.
Y = renta nacional.
m = π + gy
π = m - gy
A partir de esta idea, se pueden identificar los costes para la sociedad de este
procedimiento de financiación extraordinaria. En tal sentido, podemos hacer las consideraciones
siguientes: