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Nómadas (Col)

ISSN: 0121-7550
nomadas@ucentral.edu.co
Universidad Central
Colombia

Ruiz A., Javier Omar


LOS CITADINOS DE LA CALLE, NOMADAS URBANOS
Nómadas (Col), núm. 10, abril, 1999, pp. 172-177
Universidad Central
Bogotá, Colombia

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105114274014

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LOS CITADINOS DE LA
CALLE, NOMADAS
URBANOS

Javier Omar Ruiz A.*

La ciudad es uno de los puntos de llegada del proceso civilizatorio que ha


seguido la humanidad, pero es un punto de llegada que no es uniforme ni
homogéneo. La ciudad es tan diversa como las dinámicas de vida de los ciuda-
danos.
La manera como sus habitantes habitan la ciudad hace una de esas diferen-
cias: Unos de manera sedentaria, otros como nómadas. La mayoría movién-
dose puertas adentro, desde categorías de lo privado y lo público que no son las
mismas para quienes viven explorando permanentemente la cara “callejera” de
la ciudad.
Junto a la ciudad sedentaria circula una ciudad nómada a otros ritmos, a
otras velocidades, con otra lógica; como si un atavismo convocara a la libertad
de las calles.

* Pedagogo, Educador popular, Gerente social. Trabajo con habitantes de la calle en Perú
y Colombia. Consultor y asesor en entidades privadas y paraestatales que trabajan con
esta población. Acompañamiento a proyectos juveniles (VIH-SIDA, participación so-
cial, organización). Publicaciones varias.

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Hay muchas razones y de los orígenes de la capital, niños, suficientes. Quienes habitan las ca-
una historia jóvenes y adultos de ambos sexos lles llegaron a ellas por múltiples
vinculados a la calle, han ido junto a razones, no todas del orden estruc-
Los llamados desde hace pocos nosotros por la ciudad, pero no de tural. También llegaron por razones
años habitantes de la calle, van jun- la misma manera, no con la misma personales y culturales.
to a nosotros por las aceras o están intensidad ni el mismo propósito.
en la esquina, en el semáforo, Una razón de orden cultural –
jalando un carro esferado lleno de La presencia de habitantes de todavía hipótesis muy poco investi-
cartón, generalmente sucios, a ve- la calle (gamines, ñeros, recicladores gada– es que muchas personas se
ces joviales, otras veces han sentido convocadas por
amenazantes. Van so- la calle, atendiendo segura-
los o en grupo, en pare- mente un llamado atávico al
ja o con niños, van nomadismo, independiente-
buscando en las basuras mente de que la salida del
o esperando la oportu- hogar haya podido ser
nidad de una cartera detonada por una acción de
prometedora mientras maltrato familiar o por una
aspiran “pegante” en aventura eventual.
un frasco o en una bol-
sa de plástico. En un texto que recoge
su historia, dice Comanche:
Desde hace más de
350 años están ahí, jun- “Siempre he sido de la calle,
to a nosotros, tan llenos desde la edad de nueve años.
de historia como todos Me volé, me salí de mi casa
y tan reflejo de la injus- tras una bizquita. La historia
ticia y las desigualdades fue así: se murió una herma-
como el chofer que se na mía y como la bizquita vi-
alquila por horas, la se- vía con ella, fue los nueve
ñora que lava ropa aje- días a la novena. Ahí me pe-
na o el vigilante de un gué de la bizquita. Cuando se
banco. acabó la novena se fue de la
casa, entonces ahí me dio
Junto a nosotros también por volarme tras
vienen haciendo parte ella y me salí de la casa”
de Santafé de Bogotá (Herrera 1995: 47). “Con mi
desde cuando ésta em- mamá la relación era muy
pezó a crecer al amparo buena...(...) Con mis herma-
de la Corona española. nos y mis padres siempre la
Todavía éramos Virrei- fui bien, lo único es que fui
nato cuando en 1642, al “Comanche”. Archivo privado. Foto: Luis F. Lozano. tan desprendido que me iba
lado de la catedral se y no les avisaba, duraba
abrió un hospicio –tal vez el prime- y familias de la calle) en nuestras ciu- tiempo sin que ellos supieran de
ro– para personas en abandono y en- dades y en muchas otras del mun- mí (...) Yo creo que me tiraba
tre ellas, para “chinos de la calle”. do, tiene varias explicaciones. No se irme de la casa” (51).
Desde 1565 las autoridades españo- aclara solamente por lo de la injusti-
las habían solicitado a la Real Au- cia social y/o por la disfuncionalidad De hecho, “el análisis causa-
diencia abrir un refugio para mujeres familiar. Éstas son evidentemente ra- efecto (injusticia social – calle) que-
desamparadas y sus hijos. Así, des- zones ciertas, pero en mucho no son da corto para responder por la

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Una cultura nómada

En las actuales calles encontra-


mos que todos los grupos que la ha-
bitan, independientemente de su
razón de estar en ellas, viven y re-
crean una cultura de la calle que se
desarrolla necesariamente dentro
de patrones nomádicos. De este
modo estos habitantes adquieren la
connotación de ser “cazadores” y
“recolectores” de bienes y servi-
cios urbanos (alimentos, monedas,
relojes, collares, basuras, institucio-
nes), viviendo siempre al día en
medio de una gran población “cul-
tivadora”, constructora de futuros.
Foto: Carlos Silva. Cortesía Corporación Extramuros.
Desde allí, este grupo humano
persistencia de un fenómeno que, nómada. Esta exclusión convirtió desarrolla otro modo de asumir y
independientemente de las condicio- la vida trashumante en un estilo de entender la vida, otro modo de
nes de miseria de las que se ha re- vida marginal y para marginados, construir el mundo, de percibir el
vestido, ha estado presente de una llena de deterioro y de miseria. tiempo y de ubicarse en el espacio
u otra forma en la génesis y desa- físico y social, otra racionalidad,
rrollo de las ciudades como forma Así, la vida nómada en las ca- otra lógica. Esta forma de
de vida de los grupos humanos” lles de las ciudades quedó asocia- nomadismo se ofrece como otro
(Ruiz 1998: 59). Esto quiere apun- da per se a patología tanto personal espacio ético y moral, económico,
tar a la idea de que el proceso de como social. Por esta razón, se afectivo y sexual. Un espacio en
urbanización de la vida humana, que deben deslindar en el fenómeno de donde la vida tiene otra dinámica,
significó un estilo específico y cada la calle los factores que remiten a lo privado otros códigos y otros
vez más sofisticado de sedentari- un orden social injusto, de aque- espacios, la cotidianidad otros rit-
zación, no tiene por qué significar la llos que remiten a una convocato- mos. La calle es otro lenguaje de
eliminación de la alternativa nóma- ria atávica. Distinguir entre calle la ciudad y sobre la ciudad, otro
da como una posibilidad de vida den- –injusticia y calle– cultura. lenguaje desde el que se han tejido
tro de las ciudades. La evolución tradiciones y generado ritos con
civilizatoria no tiene por qué ir ex- Esto significa distinguir entre soportes simbólicos significativos.
clusivamente en línea de la seden- los habitantes de las vías, a aque-
tarización. De hecho, la historia ha llos para quienes ésta es un extra- En este otro modo de ser ciudad,
mostrado que el sedentarismo no ha vío, por cuanto llegaron a ella la sobrevivencia es el eje que estruc-
sido el único relato de la ciudad. La expulsados por razones sociales, tura la vida, una vida en permanente
literatura universal lo testimonia: de aquellos para quienes la calle urgencia, siempre demasiado cerca-
Mark Twain, Charles Dickens, puede ser una posibilidad ya que na a la muerte. Por eso el tiempo es
Máximo Gorki, entre otros. la buscaron por aventura o por solamente el hoy. Mañana se puede
protesta, y de aquellos para quie- estar muerto. La vida queda en el cada
Otra cosa es que por razones nes es una opción porque se sien- día como el esfuerzo por hacer del
que deben seguirse estudiando, esta ten trashumantes de la vida. Es hoy una experiencia única y total que
evolución ha privilegiado el proce- decir, esto significa que en la calle debe aprovecharse al máximo.
so de sedentarización y ha exclui- “no están todos los que son ni son Comanche lo explica de una manera
do de sus beneficios a la posibilidad todos los que están”. admirable: “El futuro para mí es has-

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ta el momento que yo viva. Ese es mi que las fronteras son simultánea- La ciudad de la calle es heterogé-
futuro, porque hoy me puedo acos- mente particulares y universales. No nea, llena de matices, con historias
tar y amanecer muerto. El futuro es existe una pared que limite su hori- y tradiciones que se complementan
hasta el presente” (Herrera, 27). zonte visual, y las leyes que regulan o contradicen. Sin embargo todas
su permanencia configuran una es- estas historias particulares están ar-
La vida se reconoce desde otros cala de valores que responde a lo co- ticuladas en la funcionalidad que de-
límites, desde el asedio de la intole- tidiano”. (Zárate 1993: 5). ben tener respecto a la dinámica de
rancia, desde el asedio de la miseria, la calle. Una dinámica que está en
pero también desde los no- límites Estas características pintan un permanente cambio porque debe
que ofrece una libertad percibida común denominador en el modo de adecuarse constantemente a lo que
como ruptura con todo lo estableci- ser y estar de los habitantes de la traiga el día. Estas características
do y lo formal. Es ese sentido de li- calle, pero no son el “uniforme”. Así constituyen la racionalidad de un
bertad el que define al nómada como la ciudad sedentaria, la calle nomadismo urbano que si bien pre-
urbano, el que perfila lo que es el no es homogénea. Confluyen en ella senta formas que por las condicio-
nomadismo en cuanto tal. En pala- diversas historias nomádicas como nes de miseria son circunstanciales,
bras de Comanche la idea generali- las de los caminantes, las de los men- deja reconocer fácilmente una lógi-
zada entre los habitantes de la calle digos, las de los “gamines”, las del ca trashumante de vida que le es es-
es que “Uno sin libertad es totalmen- mundo de la delincuencia y la dro- tructural.
te nulo, muerto...” (Herrera: 93). ga. “Si el reciclador vive en la calle,
puede ser ñero, pero ñero trabaja- De esta manera, se trata en-
La vida en sus distintas necesi- dor, porque es que hay ñeros delin- tonces de legitimar la calle, no las
dades, se “adapta” a las posibilida- cuentes y ñeros trabajadores, ñeros condiciones en las que se la vive,
des que desde la libertad se puedan drogadictos y ñeros sanos. De esa así como tampoco se quiere legiti-
tener: “Es lo que más le preocupa a rama se derivan muchos, hay mu- mar las condiciones en las que se
uno en la calle: la libertad. Y siem- chos rangos en eso de ñero” vive en un barrio popular. La calle
pre va uno con ese ideal de ser inde- (Herrera, 104), lo dice Comanche como espacio de vida debe ser po-
pendiente, de ser libre. Y se vuelve con esa sabiduría de cincuenta y tan- sible en una ciudad en la que el
tan libre uno que si comió, comió, y tos años que un día de septiembre estilo sedentario no tiene que ser
si no comió, pues no comió. Hay se desvaneció con la muerte. el único. De lo que sí se trata es de
que ver lo grande que es la constitu-
ción del de la calle. A una persona
de la calle poco la vemos acudiendo
a pedir medicina o a pedir algo para
su cuerpo. Podemos pensar que vive
enfermo y no, vive alentado. Ahí es
donde digo, tiene que haber un po-
der de Dios que le de esa gran cons-
titución a una persona de la calle”
(92), vuelve a decir Comanche.

Siguiendo el mismo guión, la


racionalidad económica se estructu-
ra desde expectativas de corto pla-
zo. Es una racionalidad de gasto más
que de acumulación. De usos y sa-
tisfacciones inmediatas. La econo-
mía sexual y afectiva tiene la misma
lógica: las relaciones se fundan más
sobre el criterio de la intensidad que
de la duración. “Es un mundo en el Entierro del “poeta ñero”. Foto: Carlos Silva. Cortesía: C.E.

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convencionales, que proponen
la calle como espacio social,
político y educativo.
5- Las nuevas tendencias de los
movimientos sociales implican
trabajar con los pobladores mar-
ginados de las ciudades desde la
perspectiva cultural.” (183).

Alberto, un teatrero que se hizo


después habitante de la calle, decía
en un foro en la Universidad
Javeriana en 1994, que “la calle
debe dejar de ser una anécdota de
los periódicos y el chisme del día en
los buses, para ser un estilo de vida
estudiable en las facultades de an-
Foto: Carlos Silva. C.E.
tropología y de sociología. Ya no
queremos que sólo nos estén estu-
diando en las facultades de sicología
lograr que se pueda vivir el Este modo de ver las cosas tie- como enfermos mentales. No lo so-
nomadismo o el sedentarismo en ne no pocas resistencias tanto en el mos. Somos normales. Somos locos
condiciones de justicia. campo de las ciencias sociales como pero es por la vida, locos de vida.
en el de los educadores y trabajado- Nosotros necesitamos es que las uni-
res sociales que realizan actividades versidades nos ayuden a entender
Es posible una lectura con esta población. Sin embargo, en
desde la ciencia mejor nuestro mundo y a cambiar
palabras de Herrera, ya hay condi- lo que debemos cambiar, pero déje-
ciones para el surgimiento de discur- nos en la calle porque no somos
Este proceso de legitimación se
sos y reflexiones acerca de lo que anormales.” (Ruiz, notas de campo).
inicia cuando los citadinos de la ca-
significa la cultura nomádica. A su manera, Comanche quiere de-
lle son vistos como sujetos socia-
les, hacedores también de un cir lo mismo cuando plantea: “Ten-
“1- Existe un sentido común res- go la cualidad que mi mente se
proceso cultural susceptible de ser pecto a la realidad de la calle,
estudiado desde criterios científi- desenvuelve a veces breve, creo que
como ordenamiento empírico sus-
cos. “Los pobladores de la calle actualmente las cualidades más de-
ceptible de ser criticado desde una
constituyen cultura por el hecho de sarrolladas que tengo pueden ser
o varias disciplinas científicas.
comprender y significar su mundo; sicología y filosofía” (Herrera, 26).
2- Existe la intención de buscar
el discurso sobre la cultura de la nuevos caminos para compren-
calle apuntaría a explicitar esa com- der la realidad de la calle. Esto Sin embargo, desde la
prensión e interpretación. (...) El es lo que hace posible la ruptu- perspectiva del nomadismo urbano,
poblador de la calle tiene una ma- ra epistemológica con el senti- prácticamente no se han desarro-
nera específica de abrirse a la tota- do común. llado investigaciones sobre la reali-
lidad de lo real, tiene un aparato 3- La sociología y antropología dad de la calle ni mucho menos
simbólico que le permite compren- urbanas, desde sus especifici- sobre la ciudad en cuanto tal. La
der eso real, él lo interpreta, lo co- dades, van teniendo en cuenta pobreza en este campo es una puer-
munica, lo transmite en cada acto la realidad de la calle como ta abierta para que los estudiosos
de su vida. Tiene también una for- configurante de la ciudad. puedan atreverse a pensar, desde un
ma de transformar las condiciones 4- Existe la intencionalidad de acercamiento científico que rompa
de su existencia en la calle” orientar teóricamente, prácti- los estereotipos desde los que tra-
(Herrera, 178). cas sociales y educativas no dicionalmente se ha leído la calle.

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Por lo menos dos cios abiertos, deben cumplir una fun- partes de una misma idea. Una ciu-
ciudades ción decorativa respecto a lo seden- dad son varias ciudades funcionan-
tario, deben ser funcionales para los do, cruzándose, complementándose,
La visión desde el nomadismo, sedentarios en sus recorridos even- contradiciéndose, yuxtaponiéndose,
significa cambiar la mirada que se tie- tuales por estos espacios pensados a veces afirmando, a veces negan-
ne no sólo sobre los habitantes de la para descansar puntualmente cuan- do, en un movimiento incesante de
calle, sino también sobre lo que es do las paredes angustian o cansan. ser desde todas las posibilidades.
espacio público y aún, sobre lo que Las calles y los parques aparecen
es ser ciudad. Indudablemente la con- como los complementos de la urba- Junto a los habitantes de la calle
cepción de ciudad como un todo ho- nística sedentaria. también transcurrimos los sedenta-
mogéneo, cambia. Realidades como En esta lógica el espacio público rios, recorriendo nuestros cotidianos
la dinámica de la calle obligan a pen- se piensa como espacio para estar circuitos de circulación, soñando mu-
sar la ciudad como un espacio de en- siempre de paso, nunca para “que- chas veces con un pedazo de libertad
cuentro de múltiples redes y circuitos darse”. Es el modo que el espacio que nos pudiera permitir desen-
sociales. Como ciudad que no tie- tendernos de los ajetreos que nos
ne un solo rostro y tiene muchas impone el tener un televisor en
miradas. Que es heterogénea, una pieza, un equipo de sonido
poliforme y que lo seguirá siendo en la sala, un carro en el garaje y
a pesar de las concepciones totali- una casa que pagar cada mes. En-
zantes, de los esfuerzos homoge- tonces unos con otros nos senta-
nizadores, de las cruzadas por ríamos a mirar las estrellas por
uniformizar el modo de ser habi- entre los árboles de un parque
tante de la ciudad. cualquiera de la misma ciudad.

Esta realidad obliga a replan-


tear aquel modelo de ciudad cuyo
símbolo es la pared-que-mira-ha- Bibliografía
cia-adentro. En este imaginario, a
la ciudad se la ha desprovisto de HERRERA, José Darío y M. Antonia
Zárate, Comanche, comandante de El
la calle. La pared representa la Cartucho, Fondo Editorial para la Paz,
frontera con la calle porque la ciu- Santafé de Bogotá, 1995.
dad ha sido asimilada y reducida “Comanche” en el entierro del “poeta ñero”. PÉRGOLIS, Juan Carlos, Deseo y es-
Foto: Caluca. tética del fragmento en la ciudad co-
a sedentariedad, a espacio cerra-
lombiana, Magazín Dominical El Espec-
do, a casa, a estabilidad. La público adquiere para los dueños tador # 636, 23 julio /95.
sedentariedad es el único estilo legí- sedentarios de la ciudad. Entonces RESTREPO J, Mariluz, Simbología urbana
timo y legal de vivir la ciudad. Lo que los de la calle deberán apropiarse del en la propuesta de Armando Silva, Sig-
esté por fuera, en los extramuros, espacio público mediante acciones no y Pensamiento, Facultad de Comu-
nicación Social, Universidad Javeriana,
debe ser re-socializado, re-habilitado “privadas” e “íntimas” que harán #22/93, Santafé de Bogotá.
para poder incorporarse a lo hege- que ellos puedan quedarse con el es- RUIZ, Javier Omar, José M. Hernández y
mónico (que se cree es lo absoluto). pacio público. Entonces allí duer- Luis A. Bolaños, Gamines, institucio-
nes y cultura de la calle, Corporación
men, “trabajan”, defecan, ríen, Extramuros, Santafé de Bogotá, 1998.
La calle termina siendo un sim- aman y mueren.
ple recurso físico que los alcaldes de- SALCEDO, María Teresa, La gente del par-
che, Revista Ecología #10, marzo-abril
ben administrar en términos de La ciudad no es entonces un 1992, Santafé de Bogotá.
defensa del espacio público. Hasta todo, único y homogéneo, sino un ZÁRATE, M. Antonia. Cultura de la calle.
ahí parece llegar el ejercicio de la ciu- conjunto de “partes” que tampoco Una interpretación desde lo urbano,
dad como ciudad: hacer de polícía. necesariamente buscan armonizarse Programa Nueva Vida –Corporación
SOS Aldea de Niños, Santafé de Bogo-
En este esquema, los parques, las para definir una unidad. No es la ciu- tá, Abril 1993.
aceras, las calles, es decir los espa- dad un rompecabezas expresando

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