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En las tres últimas reglas San Ignacio nos proporciona una visión de
conjunto de la estrategia general del enemigo: «el enemigo se hace
como...», es el comienzo de cada una de las reglas. Con estas pistas se
persigue preparar al ejercitante para la lucha haciéndolo más lúcido y más
resuelto para rechazarlas. El conocimiento del enemigo, de cómo actúa
y de cómo hacerle contra reduce la dimensión de miedo, disminuye el sen-
timiento de impotencia y proporciona mayor seguridad.
En un momento en que el ejercitante está recorriendo el camino de la
primera semana de ejercicios, sintiendo el ánimo y la fuerza de Dios (53),
pidiendo el conocimiento experiencial del enemigo (63), y viviendo con tanta
intensidad la historia del mal (1.° ejercicio) y el proceso de sus pecados
(56)..., la simple exposición de estas tres reglas permite inmediatamente
al ejercitante a experiencias presentes o pasadas que se le iluminan desde
aquí y le hacen captar experiencialmente su verdad y su sentido.
Es bueno tener presentes estas reglas siempre, en desolación para
«hacer contra» y en consolación para prevenir.
7 Expresiones de Ignacio que a lo largo de esta primera semana van caracterizando la actua-
ción del «enemigo»: «cosas mundanas y vanas» (63), «delectaciones y placeres sensuales» (314),
«falsas razones» (315), «flaco por fuerza y fuerte de grado» (325), «se hace como vano enamora-
do» (326), «querer ser secreto y no descubierto» (326).
4.7.3. Los puntos flacos (327)
Es una de las reglas donde más claramente formulada aparece la dimen-
sión personal de la vida del hombre de fe. Cada uno es cada uno. El ejer-
citante, con su nombre y apellidos, es distinto de todos los demás. Y lo
mismo Dios que el «enemigo» actúan teniéndolo en cuenta. Podemos for-
mular modos generales de comportamiento, pero estos se concretarán al
aparecer la persona concreta a la que se dirigen. Pongamos algún ejem-
plo: «Mi madre es mi madre y es como es. Nosotros somos seis herma-
nos y cada uno es distinto de los demás. Ella es siempre la misma, pero
su relación con cada uno de nosotros se personaliza de modos diferentes
porque cada uno de nosotros es como es». Otro ejemplo: «Supongamos
un vendedor, un buen vendedor. No solamente debe tener una serie de
cualidades, las cualidades del buen vendedor, y saber una serie de técni-
cas, las técnicas de venta, ha de tener además la capacidad de captar
al cliente concreto que tiene delante, descubrir sus debilidades o sus nece-
sidades, ofrecer una respuesta atractiva a ellas y de una manera que resulte
atractiva para esa persona concreta...»
El ejercitante de primera semana se encuentra también en un proceso
de personalización. Del primer ejercicio, «meditación del 1 .°, 2 .° y 3.°
pecado», pasando por el coloquio (53), llega al segundo ejercicio, «medi-
tación de los pecados», y en su punto primero (56) se detiene en ver el
«proceso de sus pecados». En este ir viendo el proceso de sus pecados,
el ejercitante va a ir descubriendo también los puntos débiles de su estruc-
tura personal. Descubriendo también lo constante y repetitivo, tantas veces,
de sus pecados. Y desde esta experiencia percibe la verdad expresada
en esta regla por Ignacio: «Asimismo se hace como un caudillo, para ven-
cer y robar lo que desea; porque así como un capitán y caudillo del cam-
po, asentando su real y mirando las fuerzas o disposición de un castillo,
le combate por la parte más flaca; de la misma manera el enemigo de natura
humana, rodeando mira en torno todas nuestras virtudes teologales, car-
dinales y morales; y por donde nos halla más flacos y más necesitados
para nuestra salud eterna, por allí nos bate y procura tomarnos».
Hay una llamada clara a personalizar la fe, a estar atento a lo que uno
es y uno vive, tanto para percibir la voz de Dios como para descubrir las
maquinaciones del enemigo. Un estar atento no obsesivo, sino desde la
paz y la serenidad de quien vive su vida y su lucha descansando en los
brazos de Dios (322)®.
RESUMEN
® No es este el momento para tratar de los exámenes general y particular de los Ejercicios
(24)-(43). Pero permítaseme al menos apuntar como desde el caminar «intensamente purgando
los pecados y en el servicio de Dios nuestro Señor de bien en mejor subiendo» y en la perspecti-
va del discernimiento ambos exámenes se densifican y enriquecen. Y quizás el más devaluado
de los dos, el examen particular, visto desde esta regla 14 9327) cobra mucho más sentido como
fruto del discernimiento de la voluntad de Dios y en una aplicación del «agere contra» frente al
enemigo. Quede como apunte.
¿Saber unas reglas y aplicarlas? ¿Qué fue para Ignacio? A Ignacio le fue
la vida en ello. Es fruto de la experiencia expresado en reglas y otros docu-
mentos pero desde su experiencia fundamental, la «ilustración del
Cardoner».
2. El discernimiento es un don, es una gracia que hay que buscar
y pedir, y no tanto unas reglas y un método: es la «sabiduría».
3. El discernimiento supone una dinámica fundamental de conver-
sión: io realmente fundamental para ser una persona de discernimiento
es el estar unido a Dios. El «saber» depende fundamentalmente de esto.
4. Contexto clave de discernimiento: la única historia, la historia de
salvación; el sujeto protagonista en y de la historia de salvación.
— Dios ama al hombre, a todos, a cada uno. Dios es la VERDAD y
la VIDA. Así se presentará al hombre y así lo experimentará éste.
— El «enemigo de natura humana» es la MUERTE y la MENTIRA. Por
tanto, se presentará al hombre como verdad y como vida, pero el
resultado para el hombre será la muerte.
— El hombre es fundamentalmente un buscador empedernido de vida.
Irá allí donde crea encontrarla. Y experimenta y siente en sí mismo
cuándo encuentra la muerte y cuándo la vida.
Discernir es desenmascarar al «enemigo» y descubrir a Dios en lo que
nos pasa, y actuar en consecuencia. Las reglas de discreción de espíritus
no son sino la formulación del sentido común del hombre de Dios en este
contexto.
5. Tres situaciones tipo en que el sujeto se puede encontrar: en diná-
mica de pecado, en dinámica de conversión y en dinámica de seguimiento.
6. Reglas para en alguna manera sentir y conocer las varias mocio-
nes que en la ánima se causan: las buenas para recibir, y las malas para
lanzar; y son más propias para la primera semana, es decir, para las per-
sonas que van intensamente purgando sus pecados y en el servicio de
Dios nuestro Señor de bien en mejor subiendo.
La experiencia da que el ir apartándose de Dios o el ir buscándole pro-
vocan mociones contradictorias. En el primer caso, en dinámica de peca-
do, el Mundo tienta por placeres aparentes y el Buen espíritu provoca inquie-
tudes razonables. En ei segundo caso, en dinámica de conversión, el Mundo
actúa en contra del sujeto con falsas razones y el Buen espíritu ciando áni-
mo y fuerza.
Este ánimo, esta fuerza, etc., es lo que llamamos consolación. La deso-
lación es lo contrario.
¿Qué hacer cuando uno está en desolación No cambiar; reaccionar
en contra; saberse en prueba; y tener paciencia. E interpretar la desola-
ción, porque también en la desolación habla Dios. Es una llamada a la con-
versión y a no descansar en las propias fuerzas sino en los brazos de Dios.
¿Qué hacer cuando uno está en consolación? Prepararse y ser humilde.
¿Y cuando se detecta la presencia del «enemigo»? No asustarse, ser
animoso; y no mantenerlo secreto, sino comunicarlo.
Y estar atento a los puntos flacos.