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Curso
Derechos de la Naturaleza:
Un llamado a la transformación.
Tema 2.
Economías post-extractivistas y alternativas al Desarrollo.
En el mundo occidental hegemónico predomina la concepción de la Naturaleza
como mercancía, en el que no sabemos cómo sembrar ni cosechar nuestros
alimentos, en el que no conocemos de dónde viene nuestra comida, en el que
pagamos por una botella de agua, en el que cercamos la tierra y la llamamos
propiedad privada, en el que no distinguimos entre basura y desecho natural,
en el que no sentimos remordimientos por la forma como crecen y mueren los
cerdos, las vacas, los pollos, los peces que están en nuestra mesa, en el que
el sol nos quema la piel hasta darnos cáncer y lo aceptamos como normal, en
el que dependemos del plástico y en el que nuestro consumo de energía está
literalmente matando al planeta y a sus habitantes.
[Cormac Cullinam. "Wild law: A manifesto for earth justice." Trad. (2003).]
Nuestro pueblo y nuestra selva valen más que todas las petroleras del mundo
y sus magnates juntos. Nos hablan de una globalización que nos quiere
desechar por el hecho de que no hablamos el lenguaje del dinero y el
mercado.
Esto explica que las consideraciones sobre los derechos de la Naturaleza impliquen
también debatir sobre el desarrollo. Un abordaje muy común, pero indispensable, es
retomar las discusiones sobre desarrollo sostenible para examinar cuáles de sus
variantes pueden usarse desde una postura biocéntrica. A su vez, las discusiones
en los países andinos ubican a los derechos de la Naturaleza como uno de los
componentes en explorar alternativas al desarrollo englobadas bajo el rótulo de
«Buen Vivir». En el presente capítulo se examinan estas cuestiones.
Desarrollo sostenible
Esta posición es compatible con muchas posturas clásicas del desarrollo sostenible,
e incluso con las de la «ecología profunda», en la que no se pretende una
Naturaleza intocada. Pero sí se exige que ese aprovechamiento esté
específicamente orientado a resolver necesidades claves, y combate el consumo
suntuario o la acumulación de capital generado por la explotación de los recursos
naturales. Los procesos productivos que pueden desarrollarse bajo una óptica
biocéntrica son austeros, están más enfocados hacia una buena vida, por lo que se
hace necesario avanzar a una economía post-material.
Como se indicó arriba, con el paso del tiempo el desarrollo sostenible se convirtió en
un concepto plural. Bajo ese término se encontrarán distintas corrientes, que si bien
plantean un cambio frente al desarrollismo convencional, avanzan en las alternativas
con distinta profundidad, y sus perspectivas éticas son diferentes. Esas diferentes
corrientes pueden ser ordenadas en función de los distanciamientos y las críticas a
las estrategias de desarrollo convencionales.
Es importante tener presente que estas posturas no son opuestas entre sí, sino que
una contiene a la otra. De esa manera, la sustentabilidad superfuerte no rechaza la
noción de Capital Natural, sino que afirma que es insuficiente. Su postura basada en
el Patrimonio Natural incluye las valoraciones económicas que explican el Capital
Natural, pero lo colocan junto a otros tipos de valoración, y por lo tanto el proceso de
toma de decisión es necesariamente político en lugar de tecnocrático.
El cuestionamiento al desarrollismo
Los sueños del desarrollo como bienestar generalizado, chocan contra la evidencia
de su alto costo social y ambiental, la desigualdad o el consumismo. Todo esto hace
que el desarrollo se haya convertido en un término gelatinoso que alude a una
enorme variedad de cuestiones, y que en los países del sur ha estado detrás de la
ilusión de poder salir de la pobreza. El investigador mexicano Gustavo Esteva
(2009) afirma que «hoy es el emblema de un mito en agonía». Es cierto que el
desarrollo es diversificado, con varias corrientes, unas mejores y otras peores, unas
que posibilitan algunas mejoras y otras que siempre las impiden. Pero desde esta
nueva crítica, el foco está puesto en ese núcleo básico de ideas, posturas y
sensibilidades que se repiten en todas las corrientes. Son los elementos que hacen
que el programa de desarrollo de gobiernos conservadores sea similar al del
«progresismo marrón», en el cual la izquierda y la derecha convergen en postulados
parecidos, dejando en claro las profundas raíces culturales de estas posturas. Por lo
tanto, las perspectivas biocéntricas no sólo deben enfrentar disputas en el terreno
ambiental, sino que implican siempre una crítica a esas concepciones clásicas del
desarrollo.
Bajo estas condiciones no puede sorprender que se generen fuertes debates sobre
los impactos que tendría reconocer los derechos de la Naturaleza sobre las
estrategias de desarrollo. Los intentos de imponer una moratoria petrolera para
defender la biodiversidad amazónica lo dejan en claro. Estas discusiones tienen
unos cuantos antecedentes en América Latina, aunque casi siempre prevalece la
apetencia por el desarrollo convencional. Se puede rescatar el temprano
biocentrismo del empresa rio estadounidense Douglas Tompkins, quien ante
incisivas preguntas de un periodista defiende su ética de la tierra. Cuando se le
pregunta si propone detener la modernización, Tompkins responde: «Hay que definir
el significado de la modernización, y romper el mito del progreso. Yo quiero vivir en
un mundo que tenga una naturaleza vibrante y sana, con sociedad y culturas
prósperas». Cuando se le recuerda que fue un gran empresario y por ello parte de la
globalización, contesta: «Sí, por eso aprendí bien cómo funcionan todos los
sistemas. Por eso sé que apuntan en una sola dirección; monopolios y
monoculturas. Yo no quiero vivir en una monocultura». Cuando el periodista insiste,
preguntándole si eso significa cuidar a las arañas, dice: «Significa saber que
necesitamos a todas las especies que compartimos el mundo ahora, y necesitamos
mantenerlas en gran número.
Este valor está siendo cada día más importante en el mundo. Porque también
encierra la diversidad cultural»28. Este ejemplo deja muy en claro buena parte de
los debates actuales, y los repetidos intentos de presentar al biocentrismo como una
traba para cualquier tipo de desarrollo.
La nueva crítica establece una distinción esencial: por un lado encontramos los
diferentes «desarrollos alternativos», en el sentido de las diferencias entre, por
ejemplo, el papel del Estado en gobiernos conservadores o progresistas; por otro
lado, se exploran «alternativas al desarrollo» con las que se desea ir más allá de las
ideas compartidas entre esas distintas corrientes políticas. Esta distinción es clave, y
en buena medida resulta del trabajo pionero de Arturo Escobar. El desarrollo
sustentable superfuerte o muchas de las propuestas ciudadanas sobre el Buen Vivir,
son ejemplos de «alternativas al desarrollo», en tanto postulan cambios radicales
sobre cómo se entiende el bienestar, las relaciones con el entorno, la historia, etc.
El pasaje desde una posición a la otra, desde los desarrollos alternativos a una
alternativa al desarrollo, en buena medida se debe a un cambio en la perspectiva
ética. El reconocimiento de los valores intrínsecos genera una cascada de cambios
que las ideas clásicas de desarrollo ya no pueden contener, y se vuelve necesario el
cambio radical.
Esto explica la importancia de las ideas englobadas bajo el Buen Vivir que se
discuten en varios países, y que llegaron a las constituciones en Bolivia y Ecuador.
Este es un concepto plural, en construcción, intercultural, que expresa por un lado
una crítica a las bases conceptuales de las ideas de desarrollo, y por el otro apuesta
a alternativas que no están centradas en el antropocentrismo. Bajo el Buen Vivir se
abandonan las posturas centradas en la manipulación, control y utilidad, se
reconocen los valores intrínsecos en la Naturaleza, deja de entenderse a la historia
como un proceso general lineal, y rescatan las posturas de comunidades ampliadas.
Todo esto hace que el Buen Vivir exprese una alternativa al desarrollo (Gudynas,
2012).
Más allá de las precisiones ecuatorianas, el concepto de Buen Vivir en las opciones
que son defendidas desde organizaciones ciudadanas, especialmente aquellas
propias de pueblos indígenas, se basan en un amplio diálogo o encuentro
intercultural, en el que se superponen concepciones alternas sobre el mundo social
y natural (Gudynas, 2011a; Acosta, 2012). Por lo tanto, bajo el Buen Vivir no existen
guías rígidas a ser aplicadas en todos los países, al modo de las recetas de
desarrollo que defienden muchos en la academia o en instituciones como el Banco
Mundial, donde se debía seguir el mismo patrón de progreso sea en Colombia,
Rwanda o Hungría.
Así como lidiamos con una gran diversidad cultural, otro tanto ocurre con el marco
ecológico, el que es muy diversificado en América Latina. La diversidad cultural va
de la mano de la heterogeneidad ecológica. Cada uno de esos contextos ecológico
ofrece distintas condiciones y oportunidades para los usos humanos, y a su vez,
expresa distintas exigencias de conservación, abriendo distintas rutas para el Buen
Vivir.
Bibliografía
■ Acosta, A. 2012. Buen Vivir. Sumak kawsay. Una oportunidad para imaginar
otros mundos. AbyaYala, Quito.
■ Esteva, G. 2009. Más allá del desarrollo: la buena vida. América Latina en
Movimiento, ALAI, Quito No 445: 1-5.
■ Gudynas, E. 2012. Buen Vivir y críticas al desarrollo: saliendo de la
Modernidad por izquierda, pp. 71-91, En: Contrahegemonía y Buen Vivir (F.
Hidalgo Flor y A. Márquez Fernández, eds.). Universidad Central del Ecuador
y Universidad del Zulia, Quito, 2012.
■ Nova Laverde, Mariluz. "El" Buen Vivir": redefiniendo los debates sobre el"
Desarrollo" y la" Justicia" 1." Trayectorias Humanas Trascontinentales 3
(2018).
Para profundizar: