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Francisco Jálics
Aprendien
do
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la
3? edición
lüliciones
Paulinas
Distribuyen:
EDICIONES PAULINAS
I S II N 950 09 0389-X
Introducción
Capítulo 1
III
11
III
i’
II
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II
17
II
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descubrió el remedio.
Yo ya llevaba unos ocho años de dirección
espiritual. Siempre había escuchado a los que venían
a pedirme consejos. Nunca había hablado sin escuchar
por lo menos una hora. Pero aquí descubrí algo
fundamentalmente nuevo. No se trataba de escuchar
para comprender y poder dar una orientación sino de
acompañar a alguien en su toma de conciencia,
confiando en que si llega a expresarse enteramente,
alcanza a tomar conciencia de lo que le pesa y, si
tiene claridad acerca de sí misma, puede solucionar
sus problemas. Es una manera muy distinta de ayudar
que el modo de dar consejos de los antiguos
consejeros y directores espirituales. Se trata sólo de
crear el ambiente de confianza donde el otro pueda
manifestarse sin tener que limitar su expresión por el
temor a las consecuencias. Esta manera de proceder
aumenta la autonomía del otro, y una persona más
autónoma está en mejores condiciones para dialogar,
para servir y para amar.
En la actitud anterior escuchaba, pero lo
importantes- era la solución que yo podía dar. Ahora
la importancia pasó a la otra persona y a su
capacidad de clarificarse-y de solucionar sus
problemas. Significaba poner a la otra persona más
en el centro. Era una nueva conversión hacia el
prójimo. ¡Qué actitud más cristiana! -=
Me acordé poco después, de haber escuchado
algo acerca de esta actitud. En un tiempo se había
hablado de un libro de un jesuíta belga: André
Goldin'. Busqué el libro y lo leí. El libro me remitió a
la enseñanza de Carlos Rogers. Tenía dos tomos de
sus libros que un notable director espiritual de
Holanda me había recomendado personalmente
después de una larga y muy provechosa entrevista.
En el momento no le había dado importancia y el
polvo los cubría en mi biblioteca. Es el libro que cité
en la introducción.
Empecé a estudiarlo. Pronto descubrí que no
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i ii/Ulnlo 2
Apoyar el
< • me i miento autónomo
O yo y la Imagen '
que uno tiene de •( miirno
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•yy
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de
• II experiencia. Les resta importancia y trata de
olvidarlos.
I I inconsciente le fortalece este deseo y cierra sus ojos
ante 1 aspectos negativos de su experiencia. De eso resulta
al- . . grave: la imagen del yo empieza a deformarse.
Tomemos un ejemplo. Un niño tiene celos porque
le nació un hermanito. Dice que el hermanito es malo y
que hay que echarlo o que hay que matarlo. El hecho
de que pueda expresarlo es muy sano porque
representa su experiencia correctamente ubicada en
su conciencia. Se da cuenta de lo que siente. Los
padres dejan expresar su sentimiento y limitan
únicamente su acción exterior, cuando amenaza causar
daño al hermanito. En poco tiempo, acepta la
existencia de su hermanito y desaparecen los celos. La
imagen que tiene de sí mismo se adaptó a la realidad
porque se acepta, no ya como hijo único, sino como
uno de los dos hermanos.
Si, en cambio, los padres le dicen que es malo por
sentir celos y por no aceptar al hermanito o añaden
que, por eso mismo, no lo quieren más, entonces, el
chico se siente amenazado. El peligro de perder el
cariño de sus padres, es para él una amenaza poderosa
que lo angustia porque no puede subsistir sin el afecto
de ellos. Tratará de alejar la amenaza. Ante todo, no
expresará más sus celos. Pero como la amenaza,
además de dirigirse contra la expresión de los celos,
apuntó a los mismos sentimientos de celo. El niño se
sentirá malo por tener tales efectos. Estos
sentimientos lo desvalorizan ante sí mismo: empeora la
imagen de su yo. Intentará eliminar estos
sentimientos. Tratará de no sentirlos y, de a poco, se
convencerá de que no los siente. Los celos pasan a ser
menos conscientes. Retroceden al subconsciente y
comenzarán a actuar indirectamente. Agredirá a su
hermano, pero ya no sabrá por qué. Tiene una imagen
falsa de sí y, por tanto, no entiende lo que le pasa. El
juicio condenatorio de quienes depende causó una
deformación de la imagen que tiene de sí mismo.
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prohibidos,
-7 descontando pocas excepciones, siempre
((iie,
tenemos. Su autonomía es condición para que pueda
reorganizar su experiencia, pueda tomar conciencia
de los elementos que”Io tienen alejado de la fe,
pero son condición también para poder asimilar
algo nuevo y escuchar sin prejuicios.
Pero más que todo, este ejercicio de su
autonomía, sin el menor signo de amenaza, es la
condición para que el interlocutor pueda
sumergirse en sí mismo, hasta su zona religiosa,
hasta su interioridad donde comunica con Dios.
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■ri cLe_
7o
El precio de este ambiente de comprensión es
renunciar a todo tipo de intervencionalismo: no juzgar,
no interpretar, no investigar, no aconsejar. Más aún: dar
al otro libertad de hablar o no hablar, cambiar el tema o
seguir con lo mismo. Y si cambia el tema, pueda hacerlo
sin justificar por qué lo hizo. Todo debe estar dirigido a
favorecer su autonomía.
La autonomía no se puede enseñar. Todas las demás
actitudes pueden ser enseñadas; la autonomía no. Se
aprende cuando uno está en un ambiente donde puede
dar pasos autónomos.
Hay que comprender que, en este momento del
diálogo, no es uno el agente principal. Uno crea
condiciones para que el otro jmeda_ dar pasos
autónomosT^Uno—crea eTUrrrñ mente de"seguridad
donde el otro, fuera de todo peligro de amenaza, pueda
empezar a ser actor de su propia clarificación, de su propia
búsqueda o, en todo caso, parte autónoma de un
diálogo entre dos personas libres. Eso es activar las
fuerzas internas del otro, indispensable para entrar,
luego, en un ambiente religioso.
Quiero subrayar que el dar esta seguridad no es.
todavía un diálogo completo. Es sólo un componente de
él, pero el componente más descuidado y que más hace
fracasar los diálogos religiosos.
2. La inseguridad es el resultado de la amenaza
con- > tra la imagen del yo. Recordemos que el deseo de
felicidad quiere elevar continuamente esta imagen y a
duras penas puede tolerar una disminución de ella. Todo
juicio que lo disminuya crea un sentimiento de amenaza.
Cuando la amenaza se hace continua y sistemática,
provoca un repliegue muy grande del campo de
percepción. Por ¿SO, la inseguridad anda siempre
dominada por la angustia tic- no poder darse cuenta de
la situación. La inseguridad no permite percibir los
elementos__negativos de la experien- ■ I.I para que la
imagen positiva del yo no sufra más daño.
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-7La ayuda
insegura,
que se puede prestar a una persona
es darle seguridad. En vez de un clima de
excesiva amenaza, crear una seguridad sólida. Si el
otro siente su yo libre de la amenaza más mínima,
empieza a bajar las defensas y advierte elementos
de su situación que antes no tenían acceso a su
conciencia. Empieza a verse a sí mismo con más
realismo. La seguridad le permite vencer la
vergüenza an- te sí mismo y ante otro. Esta
seguridad le permite reorganizar su conciencia, sus
actividades y las soluciones que debe dar a sus
problemas.
Ó<Lo'
Veamos cómo se puede transmitir esta seguridad.
El primer modo es “asegurar”. Consiste en disminuir la
importancia del problema, alentar y animar. Decir
que el problema no es tan grave; que todo el
mundo vive situaciones parecidas; que no tiene que
agrandar el problema; que es normal que tenga tal
preocupación o, según el caso, afirmar que el
problema sólo existe en su imaginación. Damos el
mismo tipo de seguridad cuando alabamos y
cuando aprobamos. -
Todas estas maneras de dar seguridad tienen graves
inconvenientes. Actúan como la anestesia. Los
motivos que dan para disminuir la inseguridad son
exteriores: comparación con otros, datos
estadísticos, sugestión, etc. Más aún, su defecto
propiamente dicho es crear un lazo de dependencia
con quien le da la seguridad y es muy grave porque
socava la base de la verdadera seguridad, que
consiste en sentirse capaz de solucionar sus
propios problemas. Afirma que algo no es grave,
cuando el otro durante mucho tiempo lo ha
considerado grave. Le hace sentirse incapaz de
formar un juicio correcto de su situación y, por lo tanto7
le da mucha inseguridad, aunque momentánea- mente
pueda sentir una cierta seguridad apoyada en el
juicio de quien así lo asegura. Supongamos que
alguien nos dice que no se atreve a ir a recibir la
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id
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Capitulo 3
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Primer caso
Marcela, diecinueve años, estudiante
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Siguttdo caso
Juan, treinta años, abogado, casado, con tres hijos.
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Tercer caso
Podro, dieciséis años.
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Las respuestas:
1.¿Quién dirige este grupo juvenil?
2.Sigan adelante. Deseo que les vaya muy bien.
3.Te sentís muy contento con este grupo.
4.Ustedes, los jóvenes, tienen necesidad de
estar juntos para no sentirse solos.
5.Es realmente bueno tener un grupo juvenil;
más aún si hacen un trabajo útil en el
verano. Así van aprendiendo a servir a sus
hermanos.
Cuarto caso
Susana, casada, cincuenta y tres años, con tres hijos grandes.
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Las respuestas:
1. Señora, no tenemos que condenar a la
juventud.
Los jóvenes viven en un mundo distinto del
nuestro. Si los comprendemos, van a poder
cambiar su actitud.
2. ¿A qué atribuye usted que los jóvenes
piensen así?
3. Usted se siente rechazada por los jóvenes.
4. Bueno, señora, la cosa no es para tanto. Los
jóvenes hablan mucho, pero en el fondo, no
son tan radicales como parecen. Cuando
salen de la universidad y se tienen que
ganar la vida, cambian mucho su actitud.
5. Señora, a usted le parece tremenda la
juventud pero tendría que ver si los jóvenes
no se burlan de los mayores porque
perciben en ellos cierta "intolerancia.
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Respuesta A
Podría ser cierto que el Vaticano posee
riquezas, pero es igualmente cierto que hay
muchos sacerdotes y obispos pobres.
Respuesta B
Vos te sentís indignado contra el Vaticano.
Notemos que no niego la posibilidad de
conversar acerca de las riquezas del Vaticano. Pero,
antes de hacerlo, conviene reflejar el aspecto
subjetivo. Eso permite crear un ambiente de
comprensión y disminuir la agresividad que el
interlocutor suele sentir en estos casos. He
escuchado Innumerables veces la objeción del oro
del Vaticano. Generalmente aparece en forma de
agresión contra aquella persona a la que se
identifica con la Iglesia. Si no me equivoco, fue
Carlos Marx quien habló primero de esos tesoros
escondidos. Desde entonces, la instrucción
marxista lo repite como si fuera una evidencia
comprobada todos los días. Es comprensible que
detrás de tal objeción se escondan odios con- I ra la
Iglesia. Conviene, por lo tanto, ayudar a que el odio
se exprese y sea reconocido y conversado como
odio y no disfrazado detrás de algo tan lejano como
los sótanos del Vaticano.
Sexto caso
lKmlel, cuarenta y dos años, casado.
I memos un grupo de matrimonios y ya
llevamos van o . . m u s reuniéndonos mensualmente.
Nos hicimos muy
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Respuesta A
Sí, de veras, el padre Isidoro es un poco
autoritario, pero hay que comprenderlo. Su
intención es que ustedes acepten la doctrina de la
Iglesia.
Respuesta B
Ustedes se sienten molestos por la actitud
autoritaria del padre Isidoro.
Séptimo caso
Adelina, trece años.
Las clases de catequesis en nuestro colegio son
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Respuesta A
Sí, habría que renovar el modo de dar la
catequesis.
Respuesta B
Te sentís muy descontenta con la clase de
religión.
Octavo caso
Delia, treinta años, casada.
No sé si mandar a mi hija, Magdalena, a la
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Respuesta A
Claro, Magdalena no se da cuenta que la
situación ha cambiado y ya no es como el año
pasado. Es cierto que a nadie le hace bien el
participar en algo contra su voluntad, pero me
parece que se le podría ir explicando más la
necesidad de la catequesis y, sobre todo, hablarle de
la comunión que surtirá su efecto. O sea, hay que
crearle las ganas.
Respuesta B
Vos estás dudando de mandarla o no.
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Respuesta A
Bueno, él dice que no le gusta... yo lo llamo
muchas veces...
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a OJTX -a
He\puesta B
Te preocupa eso. Quisieras que papi viniese con
noso-
11 OH.
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Décimo caso
Jucobo, cincuenta años, casado.
Mensajes explícitos
• Deseo que sean más religiosos.
• Tendría ganas de hacer algo.
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dominical. 5
• Y;i no doy más. Estoy totalmente desanimado.
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sentís así.
Este reflejo explícita otro aspecto: la experiencia es
pasajera. El interlocutor puede tomar conciencia de la
relatividad de su problema. Puede ser, sin
embargo, que no lo reconozca como parte de su
mensaje:
• No, eso no es un problema del momento. No
se trata de un sentimiento pasajero.
• Te sentís desesperado.
• No sentís ninguna esperanza.
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de comunicación tácita:
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—Tenés miedo.
—Sí, miedo porque ya estuve en un grupo que no
anduvo. Perdí mucho tiempo y al final tuve que irme. No
quiero un nuevo fracaso. ..
—Tenés miedo de un nuevo fracaso.
—Sí, no quiero. . . Además temo que con el otro
grupo haya pasado algo más... Mi miedo es. .. también,
por otra cosa...
—Por otra cosa.
—Sí, porque a veces tengo la impresión de que
nunca voy a poder integrarme a un grupo. . .
—Nunca.
—Sí, los otros tienen facilidad de palabra. Yo me
quedo callado. Me cuesta hablar en presencia de
otros..". no me sale. ..
Te cuesta.
Esta conversación parece abreviada porque el amigo
invitado al grupo expresa con increíble rapidez sus
motivos reales y llega en poco tiempo a discurrir
abiertamente acerca de su timidez. Poniéndose el otro
en una actitud de escuchar y haciendo reflejos, no es
algo excepcional. En esta conversación se puede
observar que el reflejo de reiteración retoma las
palabras que se refieren a su vivencia dominante. Con
eso guía,de alguna manera la conversación. En la
primera respuesta retoma la duda de la aceptación. Ha
sido expresamente formulada. Por eso, es reflejo de
reiteración. La segunda respuesta (“Vas a la casa de
ellos”) es una reiteración simple. Aprovecha un
momento de silencio para dar testimonio de que lo
sigue. En la tercera reiteración ("Te lleva mucho
tiempo”), retoma la preocupación recien- temente
aparecida. Se puede observar que la reiteración
reloma, normalmente, las últimas palabras. Si uno
retoma una li.r.r anterior, interrumpe el hilo de los
pensamientos. Pue-
^JlJUUyo <ju_ <^*2
CJ •TI C_ C-<-^ t^iJ> 00
de ser útil cuando, con eso, resume toda una larga
descrip- i ion o cuando retoma el sentimiento que
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• Si entiendo bien...
• Me parece que usted quiere decir que...
• Si no me equivoco...
• No estoy seguro de seguirlo bien; me parece que
quiere decir...
• ... no sé si es eso lo que usted quiere decir.
La finalidad de estas expresiones, además de la
verificación o de la comprobación, consiste en mantener
la estructura de la relación: escuchar, captar, aceptar y,
con eso, acompañar. Como la elucidación se acerca a la
interpretación, recomiendo usarla muy de vez en
cuando. Elucidaciones son, por ejemplo, todos los
reflejos que hemos hecho más arriba a la persona que se
quejaba porque en su parroquia nadie quería colaborar.
Eran elucidaciones porque mostraban cómo él se definía
a través de su juicio referente a la gente de su
parroquia.
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—No me gusta.
—Lo comprendo, Tony.
—Y después de la clase, se van y dan vueltas. Se
divierten y luego, vienen y cuentan lo que han hecho y
lo divertido que era...
—Vos te sentís excluido.
—Sí, y ellos me preguntan por qué vos no me
comprás una...
Te lo preguntan.
—Hm —pausa.
—¿No podría tener una bicicleta?
—Yo sé muy bien, Tony, que te gustaría mucho
tener una bicicleta. A mí me gustaría regalarte una.
Pero en este momento, no puedo comprártela. Todavía
nos faltan muchas cosas de verdadera necesidad. ¿Lo
comprendes? -
—Hm —y después de una pausa— Pero yo quisiera
tener una. .. ¿No podrías comprarla y pagarla en
cuotas?
—Ya vendrá el momento. Sí, Tony, es posible
comprarla en cuotas. Pero tu padre y tu madre no
compran cosas a crédito. Pensamos que no conviene
comprar las cosas cuando uno no tiene todavía el
dinero, a no ser que sean realmente necesarias.
Pagarlo más tarde, no es tan fácil. Lo verás cuando
seas grande. (Quedan un momento en silencio). Pero
yo comprendo que, mientras tanto, eso no te adelanta
mucho. Seguís sin bicicleta. Vos sabés que te regalaría
una si tuviera el dinero, ¿no es cierto?
Analicemos este diálogo porque tiene un valor muy
grande en su sencillez. El padre crea un ambiente
INCLUDEPICTURE tener una bicicleta no es cosa
"/Users/marcela/Down cálido, i * ‘ ’ a
loads/media/image11. verbalmente, le da
jpeg" \* seguridad.
MERGEFORMATINET Veamos las respuestas
una por una. Tony propone
muy grave.
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Sugerencias
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Capítulo 4
Dar testimonio
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Testimonio en la enseñanza
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to-
i.i d i mi . tml de lectura antes del fin del curso. Era
con-
. ..... pai a aprobar la materia. Este libro—que
muchas
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Sugerencias
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calamidad.
Acostúmbrese a manifestar algo religioso que
usted vive. Experimente modos de introducir en su
catcquesis, en
Mit reuniones y en cualquier ambiente de
apostolado en el ■ |iii se desempeñe, el clima
testimonial con todo lo que exi- IH de preparación,
capacitando a los presentes para escu- i IMI v para
aceptar lo que comunica. Intente manifestar al- i<ii
tvlii’ioso que usted ha vivido. Aprenda a hablar de
Jesús.
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Capítulo 5
Algunas conversaciones
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comunicar con
• I por medio de un vivo testimonio de fe.
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P. 5:
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p. 11
: Sí, eso es. . . después de todo, usted no
T. 11 puede sustraerse a los efectos de su
: profesión.
Dicho de otro modo, el que no está
P. 12 especializado puede juzgar las cosas con
:
más objetividad.
T. 12 Desde cierto punto de vista, sí. No desde
: todo punto de vista. Desde el punto de vista
13 técnico no tengo ninguna competencia. Lo
P. : adelanto.
T. 13 Pero desde otro punto de vista, usted está
: mejor ubicada.
P. 14
: Sí, pienso que sí.
Hhm.
T. 14 Me doy cuenta de que, al decir esto, doy
: una imagen terriblemente pretenciosa. Sin
embargo, pienso que es un hecho.
P. 15 No le gusta parecer pretenciosa pero le
:
parece que se trata, innegablemente, de
T. 15 hechos.
:
Innegablemente, por supuesto, así como lo
expresé, muchos no estarán de acuerdo. Eso
P. 16
: es inevitable. Que diferentes personas
puedan ver el asunto de diferente manera.
T. 16 Ciertas personas no encontrarán nada malo
:
en estos libros. Más aún, encontrarán la
justificación a su mala conducta.
P. 17
: Los que son... es decir, la gente mala lo
17 encontrará muy natural. (Pausa).
T. : No digo que todos los que ven estos libros
P. 18 de otra manera que yo, sean gente mala.
:
Eso no es justamente el nombre que usted
les daría.
18 No sé qué calificación les daría. Los que
T. : los leen v aquellos a quienes les gustan
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ir asumiendo su destino.
Jesucristo hizo con nosotros lo mismo. Muchas
personas me han preguntado qué explicación daba el
Evangelio al hecho de que existieran injusticias,
sufrimientos injustificables, como el hecho de que
mueren niños inocentes y, por otra parte, los que han
causado males incalculables viven felices. A veces
contesto que no sé. Quedan sorprendidos. ¿Cómo un
sacerdote no sabe dar una explicación? No hay
explicación, digo a veces. Lo único que sé es que
Jesús, en vez de dar explicaciones o justificar el
sentido del dolor, lo compartió. Nos acompañó. En
Getsemaní se angustió mientras estaba logrando su
conformidad con su dolor. Quiso compartir nuestras
penas.
Me acuerdo que durante mis primeros años dg
sacerdocio, me encontré con innumerables tragedias
humanas. Gran parte de ellas se presentaron en el
confesionario. Descontando raras excepciones, no
pude cambiar el curso de los acontecimientos. En
algunos casos, hubiera sido posible ayudar pero sólo
con una dedicación asidua. Pero mis estudios y mis
obligaciones me absorbían por completo y no podía
brindar esa dedicación. El conocimiento de más y más
tragedias significaba un desgaste que iba en aumento
porque cada una de ellas me angustiaba y me hacía
sentir mi impotencia para solucionarlas. No quería
hacerme insensible ante los infortunios. Ya había
conocido la rutina de algunas personas que,
neutralizando sus sentimientos, podían pronunciar
palabras estereotipadas y repetirlas invariablemente
en cada caso. No quería seguir su ejemplo y, por otra
parte, la angustia tampoco era solución. Luego de dos
o tres años, aprendí que no era necesario
angustiarme para compartir. Sólo hacía falta aceptar
que no podía suprimir lodo sufrimiento y que había
gente que tenía que padecer aunque yo quisiera
ahorrarles el dolor. Con esta actitud, pu de brindar un
favor muy importante a muchos. Me sentí haciendo
un servicio fraternal muy útil para los que sufrían y
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heiInd.
Oirá ayuda suele ser una imaginación. Aconsejo
que el nmigo que duda entre dos alternativas elija
una y du- i.míe varios días vaya haciéndose la
imagen de que ha iipindo por ella.-Deje su fantasía
suelta para ver qué va a li.is.ir, bagase la idea de
que ya está decidido. Conjeture ¡nena de los
detalles. Por ejemplo, si tiene que optar en- 1 1 e ii al
extranjero o no, imagine que aceptó la ida. Ima-
eiiie como reacciona su esposa, cómo venden la
casa o qué
11 .. . con ella. Suponga que se despide de sus
parientes y
d i M I S amigos, que tiene que hablar todo el día el
idioma di I nuevo país, cómo vive en su nuevo
ambiente, qué sa- le.lm i iones encuentra, cómo es
su nueva casa, sus relacio- ncs, qué alegrías y qué
añoranzas sentiría. Al cabo de un liempo, observe lo
que siente, si le gusta, si está contento, si le crea
una sensación agradable. Deje que afloren todos
sus sentimientos. Luego tome la otra parte de la
alternativa y haga lo mismo. Imagine todas las
circunstancias durante un tiempo previsto y
observe qué pasa. Tome conciencia de sus
sensaciones y hasta qué punto está contento con
esta determinación. Luego, compare las dos
sensaciones y trate de percibir cuál de las dos lo
deja más contento, con más paz, con cuál siente
más afinidad. Esta imaginación puede cristalizar y
asentar los motivos que están en juego.
Una persona que está debatiéndose con una
opción, está absorbida consigo misma. Hablarle de
lo que a uno le pasa, es interferir su proceso
inútilmente. De la misma manera, no es el momento
para darle testimonio. Lo más que se puede hacer,
es preguntarle cómo siente las alternativas cuando
se pone en la presencia de Dios.
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I[| orador
('<ii>íltilo 6
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El rumbo
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Ln dinámica de la conducción
Una catequista me contó que daba clases de
religión en dos colegios distintos. En uno de ellos,
existía una disciplina férrea. Lo que no era prescrito
era prohibido. En los corredores y en las clases
reinaba un orden perfecto. Era muy cómodo dar clases
porque no se presentaba ningún problema
disciplinario. En el otro colegio, en cambio, todo era
espontaneidad y desorden. Perdía mucho tiempo en
conseguir que cada alumna se ubicara en su asiento y,
si lo conseguía, no duraba mucho tiempo. Sin
embargo, me decía que prefería dar catcquesis en este
segundo colegio.
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SUMARIO
INTRODUCCION .................................................. 5
1. HACIA UNA ACTITUD DE ACOGIMIENTO....... 9
2. APOYAR EL CRECIMIENTO AUTONOMO........ 19
1. El yo y la imagen que uno tiene de sí mismo .
. 19
2. ¿Cómo ayudar a la autonomía?..................... 26
3. Las actitudes que permiten que el otro
pueda expresarse y ser autónomo ............... 33
0*
3. LA PRACTICA DEL COMPRENDER................... 39
1. Las características generales de las
respuestas 40
2. Las formas concretas de las respuestas........
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3. El lugar del reflejo en el diálogo.................... 64
4. Sugerencias ..................................................... 72
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Impreso el 19 de agosto de
1983 en los talleres de la
PIA SOCIEDAD DE SAN
PABLO 5149 RIVERA
INDARTE (Córdoba)
República Argentina / Es
Industria Argentina