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1
La traducción de los textos citados del inglés es mía.
En vista de lo anterior puedo afirmar que mi objetivo con este escrito es doble, por un lado
poner sobre el tapete este tema de particular actualidad que, en mi opinión, ha sido evadido
por mucho tiempo en algunos de nuestros espacios de reflexión2 y, por otro, proponer
algunas líneas de deliberación, que en fidelidad al magisterio de la Iglesia y a la praxis de
muchos agentes de pastoral, ofrezcan sugerencias de acción a los y las acompañantes
vocacionales para abordar situaciones concretas. Por supuesto estas pistas deberán entrar
en diálogo con la realidad concreta en la que cada animador desempeña su servicio a la
Iglesia. Para alcanzar mis objetivos, primero me referiré a la conceptualización de la
animación y del discernimiento vocacional, luego presentaré algunas alusiones a la
realidad que estamos enfrentando, ofreceré criterios generales de decisión vocacional que
podrían ser útiles en casos concretos y propondré, a modo de conclusión, algunos
elementos de meditación para el lector interesado. Este último aspecto refleja mi visión de
que este artículo es tan sólo una aproximación a un tema complejo que, en adelante, no se
debería dejar de lado en la reflexión teológica y en la práctica pastoral de la Iglesia.
• ANIMACION VOCACIONAL.
Por otra parte, La Iglesia que peregrina en América Latina y El Caribe ha reflexionado
ampliamente sobre este campo. Una breve mirada a algunas de las Conferencias Generales
del Episcopado permite entresacar elementos fundamentales. En primer lugar, Medellín
define la pastoral vocacional como la acción de la comunidad eclesial bajo la Jerarquía
para llevar a los hombres a hacer su opción en la Iglesia. Por lo mismo, toda la comunidad
cristiana, unificada y guiada por el obispo, es responsable solidariamente del desarrollo
vocacional, tanto en su aspecto fundamental cristiano, la vocación en general, como en sus
aspectos específicos: vocaciones sacerdotal, religiosa y laical. (Medellín, Conclusiones
13,23) Esta definición es importante en cuanto recuerda que vocación no es un concepto
unívoco, sino que posee aspectos diversos. Por su parte, Puebla hace dos afirmaciones a
este respecto, que vale la pena destacar, por un lado dice que:
2
Al respecto Cfr. Cozzens, 2004.
Con palabras de afecto y de confianza, saludamos a los abnegados agentes de
pastoral en nuestras Iglesias particulares, en todas sus categorías. Al exhortaros a
la continuación de vuestros trabajos en favor del Evangelio, os estimulamos a un
creciente esfuerzo en pro de la pastoral vocacional, dentro de la cual se inscriben
los ministerios confiados a los laicos, en razón de su bautismo y su confirmación.
La Iglesia necesita más sacerdotes diocesanos y religiosos en cuanto sea posible,
sabios y santos, para el ministerio de la Palabra y la Eucaristía y para la mayor
eficacia del apostolado religioso y social. Necesita laicos conscientes de su misión
en el interior de la Iglesia y en la construcción de la ciudad temporal. (Puebla,
Mensaje 7)
Por otra parte sostiene que los animadores vocacionales: Han de impulsar las experiencias
para desarrollar la acción pastoral de todos los agentes en las parroquias y alentar la
pastoral vocacional de los ministerios ordenados, de los servicios laicales y de la vida
religiosa. (Puebla 651).
Los anteriores textos magisteriales abren un concepto amplio de vocación, en que todos los
cristianos deben involucrarse a lo largo del proceso (según el primer congreso
Latinoamericano de vocaciones (Documento de Itaici, 1994) este proceso consiste en
despertar, discernir y acompañar) acompañando cuidadosamente a los llamados,
asumiendo responsabilidad por todos ellos desde las primeras etapas de vida familiar,
permitiéndoles así hacer una opción por el Señor y por su Pueblo en las actuales
circunstancias del continente.
Para las intenciones del presente trabajo juega un papel preponderante el tema del discernir.
Según Pietro Schiavone (2002, pp. 428-431) el método del discernimiento implica poner
atención a cinco aspectos, a saber: las capacidades y posibilidades del candidato con las
cuales responde a la voluntad de Dios, su historia de vida, sus motivaciones a favor o en
contra de un estado de vida determinado, sus mociones interiores (esto significa que el
candidato se familiarice con su propia vocación a través de sus consolaciones y sus
desolaciones y lo pueda compartir en su proceso de acompañamiento) y, finalmente, poner
atención a posibles locuciones o visiones internas.
Para cumplir este proceso el Vaticano II ofrece tres claves hermenéuticas, a saber recta
intención, plena libertad y probada la idoneidad (Cfr. OT 2)3. Siguiendo a Mons. Jorge
Patrón (2009) podemos decir que:
3
Para una profundización en cada elemento Cfr. Patrón 2009.
Si bien es cierto Optatam Totius utiliza los tres aspectos antes mencionados en relación
con la vocación sacerdotal, los mismos pueden ser extrapolados a otras vocaciones y se
convierten en esenciales para todo camino de respuesta a Dios. Piénsese, por ejemplo, en la
complejidad de las cualidades necesarias para la vida matrimonial, o en la necesaria libertad
indispensable para una opción de vida consagrada.
En algunos casos parece evidente que, desde el punto de vista de la dimensión humana (cfr.
DA 280 a), se carece de algunas de las condiciones indispensables para hacer una opción
por la vocación específica. Según Carlos Silva (2003, 2008), en el caso específico de una
persona que desea ingresar a una casa de formación religiosa o a un seminario, aunque no
existen personas sin conflictos (2003, p 93), sí hay contraindicaciones, o sea, características
que pueden impedir el ingreso. Este autor las divide en contraindicaciones absolutas y
relativas. Entre las primeras incluye 1) desordenes mentales y desintegración de la
personalidad, debilidad mental, esquizofrenia, 2) tensiones e insomnio permanentes,
aislamiento social, dependencia absoluta –sobre todo de la madre-, dificultad de pensar,
creciente deterioro del propio trabajo, razonamientos reiterativos sobre cosas abstractas,
inteligencia inferior, incapacidad para abstraer, comprensión lectora excesivamente baja.
3) Alucinaciones, delirios persecutorios o de grandeza. 4) Excesiva falta de confianza en sí
mismo. 5) Inadaptación sexual, vivencia de la homosexualidad, etc. (2008, p. 116). En el
segundo grupo incluye híper-emotividad, ciertos grados de angustia, introversión, falsedad
de juicios, perturbaciones afectivas como timidez, comportamiento agresivo, falta de
adultos significativos durante la niñez, etc. (2003, p. 94). Estas contraindicaciones no
siempre son evidentes, por tanto el proceso de discernimiento debe ser serio y cuidadoso.
La siguiente sección profundiza un estilo de cómo llevarlo a cabo.
• CONOCER LA REALIDAD
Lo que sí es indispensable es que la realidad sea abarcada con ojos de fe, o sea debe ser
vista desde Cristo pues si no conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, toda la realidad se
convierte en un enigma indescifrable; no hay camino y, al no haber camino, no hay vida ni
verdad (DA 22). Además la situación de hoy día plantea una serie de desafíos para la
cultura vocacional, en palabras de Aparecida la realidad actual nos exige mayor atención a
los proyectos formativos de los Seminarios, pues los jóvenes son víctimas de la influencia
negativa de la cultura postmoderna, especialmente de los medios de comunicación social,
trayendo consigo la fragmentación de la personalidad, la incapacidad de asumir
compromisos definitivos, la ausencia de madurez humana, el debilitamiento de la identidad
espiritual, entre otros, que dificultan el proceso de formación de auténticos discípulos y
misioneros. (DA 318).
Si esta situación existe, si entre los fieles católicos: sacerdotes, religiosas, seminaristas y
otros seglares, al igual que en otras denominaciones cristianas y que en cualquier segmento
de nuestras sociedades, se encuentran personas con tendencia homosexual ¿qué
características debería tener un proceso de acompañamiento y discernimiento de la Iglesia
para tomar decisiones con ellos? Esto será abordado en la próxima sección.
• CRITERIOS DE DECISIÓN
A la hora de abordar los posibles criterios para la toma de decisiones, propongo una
división que supone tres niveles básicos de vocación. Para cada nivel los criterios varían.
Sin embargo se convierten, por así decirlo, en círculos concéntricos, lo que se diga del
primero seguirá siendo válido para los otros dos y lo que se exponga en el segundo tendrá
que tomarse en cuenta para el tercero.
El llamado fundamental del ser humano es a la vida plena (Cfr. Jn 10, 10), la realización
humana como respuesta al plan amoroso del Padre que le ha elegido desde toda la eternidad
(Cfr. Ef 1, 3- 10). A este respecto resuena fuerte la palabra de la Iglesia en dos números de
Aparecida:
El primer criterio de decisión en este campo, es por tanto, fomentar todo aquello que ayude
a la persona a alcanzar la plenitud de vida y la realización humana. Al respecto afirma Levo
independientemente del estilo de vida escogido por alguien, la primera vocación de todos
es ser humanos, y por consiguiente, ser sexuados. Cada persona tiene una historia sexual,
una historia sexual sagrada, con experiencias positivas y, a menudo, no tan positivas
(Levo, 2004, p. 14). Resulta, por tanto, fundamental acercarse al misterio de la persona con
un profundo respeto al sagrario de su conciencia (Cfr. GS 16), y con una actitud integral,
sistémica, no reduccionista. En palabras de una Carta a los obispos citada por Mons.
Thomas V. Daily, de la Diócesis de Brooklyn: La persona humana, hecha a imagen y
semejanza de Dios, difícilmente se puede calificar haciendo alusión solamente a su
orientación sexual. Toda persona sobre la faz de la tierra tiene dificultades y problemas
personales, pero también se enfrenta al reto de crecer, al realizar su potencial, sus talentos
y sus dones. Actualmente la Iglesia nos proporciona un contexto muy necesario para el
cuidado de la persona humana cuando... continúa insistiendo en que toda persona tiene
una identidad fundamental, la de ser criatura de Dios, y por su gracia, Su hija y heredera
de la vida eterna. Esta actitud de no reducir al ser humano a un solo aspecto, se convierte
en un segundo criterio fundamental. No se debe hacer ninguna valoración sobre el prójimo
basándose exclusivamente en su posible orientación sexual ni en ningún otro aspecto
aislado de la persona.
Un tercer elemento tiene que ver con las posibles raíces de la tendencia sexual y con la
diferencia entre tendencia y actos a nivel sexual. A este respecto afirma la Conferencia
Episcopal de Estados Unidos en su carta pastoral Siempre serán nuestros hijos (1997) que:
El siguiente elemento de juicio está íntimamente ligado al anterior y se refiere al trato que
la Iglesia debe ofrecer a sus hijos e hijas de orientación homosexual, en palabras de los
obispos de Estados Unidos:
El respeto por la dignidad que Dios concede a todos los seres humanos significa
que hay que reconocer los derechos humanos y las responsabilidades. La
enseñanza de la Iglesia expresa muy claramente que los derechos humanos de las
personas homosexuales deben ser defendidos y que todos tenemos la obligación de
luchar por eliminar cualquier forma de injusticia, opresión o violencia en su contra
(cf. El cuidado pastoral de personas homosexuales, 1986, no. 10).
La comunidad cristiana debe ser casa de brazos abiertos también para las personas
homosexuales. En palabras de la congregación para la educación católica: Tales personas
deben ser acogidas con respeto y delicadeza; respecto a ellas se evitará cualquier estigma
que indique una injusta discriminación (2005). Aparecida afirma que María ayuda a
mantener vivas las actitudes de atención, de servicio, de entrega y de gratuidad que deben
distinguir a los discípulos de su Hijo. Indica, además, cuál es la pedagogía para que los
pobres, en cada comunidad cristiana, “se sientan como en su casa”5. Crea comunión y
educa a un estilo de vida compartida y solidaria, en fraternidad, en atención y acogida del
otro, especialmente si es pobre o necesitado (DA 272). Estas actitudes se han de expresar a
todas las personas, no sólo a aquellas que cumplan ciertos requisitos externos.
El punto anterior no debe hacer olvidar que el amor y la verdad caminan de la mano, este
podría ser un quinto criterio. La enseñanza de la Iglesia sobre el tema de la homosexualidad
debe ser conocida, profundizada y compartida6, así, por ejemplo, las palabras de la
congregación para la educación católica (1983) ilustran como se respeta a la persona sin
justificar sus actos: Esas personas homosexuales deben ser acogidas, en la acción pastoral,
con comprensión y deben ser sostenidas en la esperanza de superar sus dificultades
personales y su inadaptación social. También su culpabilidad debe ser juzgada con
prudencia. Pero no se puede emplear ningún método pastoral que reconozca una
justificación moral a estos actos, por considerarlos conformes a la condición de esas
personas (No. 101). Afirmó el Papa Juan Pablo II (citado en la carta de Mons. Daily)
5
NMI 50
6
Para una bibliografía de documentos de la Iglesia sobre esta temática Cfr. Carta de los obispos de Estados
Unidos Siempre Serán Nuestros Hijos: Un mensaje pastoral a los padres con hijos homosexuales y
sugerencias para agentes pastorales (1997).
manera efectiva, poniendo en alto la verdadera dignidad humana, para con
aquellos quienes también buscan en la Iglesia de Cristo una guía que procede de la
luz de la palabra de Dios.
Pensar que acoger a las personas homosexuales dentro de la Iglesia, implica tomar
posiciones a favor de temas como la legalización civil de uniones (mal llamadas
matrimonios) de personas del mismo género, es un desconocimiento de la doctrina de la
Iglesia al respecto. Afirma la Congregación para la doctrina de la fe (2003) la Iglesia
enseña que el respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a
la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones
homosexuales (No. 11). No se debe confundir la dignidad humana y el amor cristiano con
la manipulación de aspectos esenciales en la antropología cristiana. Plantear la sexualidad
como algo irrefrenable resulta –además de contrario a la antropología cristiana- un
enfoque humanamente equivocado y poco realista, pues lo normal es que el hombre sea
dueño de sus actos (San José Prisco, J, 2005, 545). Toda acogida cristiana a cualquier
persona conlleva proponerle este aspecto de libre arbitrio con respecto a tendencias y
predisposiciones internas, además conlleva presentar la doctrina de la Iglesia en este campo
sin componendas ni manipulaciones.
2. Vocación Cristiana.
Los criterios señalados en el punto anterior también son válidos para el aspecto cristiano,
pero se pueden complementar con algunos más7.
7
Para recomendaciones pastorales concretas para padres de familia de personas homosexuales y para los
ministros de la Iglesia Cfr. Carta de los obispos de Estados Unidos Siempre Serán Nuestros Hijos: Un mensaje
pastoral a los padres con hijos homosexuales y sugerencias para agentes pastorales (1997).
En el presente caso, el hecho que los actos homosexuales son percibidos por la Iglesia
como intrínsecamente malos (Catecismo Iglesia Católica No 2357) y moralmente
reprobables (Catecismo Iglesia Católica No 2396), es una motivación adicional a la
invitación a la conversión. Ésta se basa en las actitudes de Cristo, quien ama al pecador y
rechaza el pecado. A la vez se debe hacer una clarificación, siempre hay que distinguir
entre la persona y su tendencia. Tal vez no se puede cambiar –convertir- una tendencia
profundamente arraigada, pero siempre es posible que la persona se convierta y cambie.
8
La traducción de los textos citados del portugués es mía.
llamados a realizar la voluntad de Dios en su vida, y a unir al sacrificio de la cruz del
Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición. Dejarse llevar por
estas inclinaciones sólo producirá una angustia más grande, profundos desequilibrios
afectivos, una mayor desesperanza y deterioro psíquico. Quienes se encuentran en esta
situación están llamados a vivir la castidad, un sacrificio que les proporcionará como
beneficio una fuente de autodonación que dará sentido a su vida (CIgC 2359) (San José
Prisco, J, 2005, p.546).
A este respecto afirma Mons. Daily: Exhorto a los hombres y mujeres homosexuales a que
acudan a la Iglesia, a la oración y a la fuente de la gracia, que fortalezcan su compromiso
de vivir una vida casta. El apoyo de la comunidad cristiana y los sacramentos son las
fuentes primarias del cuidado pastoral para la persona homosexual. Nunca debemos
subestimar el poder de estos medios sobrenaturales en la vida de la persona homosexual o
de ninguna persona… Por medio de esta aceptación heroica de su propio sufrimiento,
están dando testimonio de castidad, y de una forma adecuada a su situación "supliendo lo
que falta a los sufrimientos de Cristo por su cuerpo, la Iglesia (Col 1,24)".
3. Vocaciones específicas.
Referente a los criterios de decisión con vocaciones específicas, valga primero una
aclaración. En vista del valor paradigmático que el orden sacerdotal y la consagración
religiosa poseen en las comunidades católicas, pondré el énfasis de esta propuesta en ellas.
Con lo anterior no pretendo restar importancia al matrimonio como vocación específica,
pero ya que es claro que una persona estructuralmente homosexual no posee la idoneidad
necesaria para el sacramento matrimonial9, es poco lo que se puede profundizar a este
respecto. Es por lo anterior que se afirma que es evidente que en el caso de las personas
homosexuales existe una incapacidad real para el ejercicio recto de la sexualidad que se
concreta en la complementariedad afectiva y en la procreación, provocando una auténtica
impotencia coeundi psíquica (CIC 1084 p1) (San José Prisco, J, 2005, 549. Por razones de
extensión del artículo no profundizaré sobre el tema. Desde el punto de vista sacramental
las opciones están limitadas. Si la persona se involucra en relaciones sexuales genitales
fuera del matrimonio objetivamente está en una situación de pecado, además los actos
homosexuales, como ya se indicó, son intrínsecamente desordenados y contrarios a la ley
natural (Cfr. Catecismo de la iglesia Católica No. 2357), sin embargo, incluso en estas
circunstancias, puede contar con el rostro misericordioso de Jesús y la mano abierta de la
9
A este respecto téngase en cuanta el Código de Derecho Canónico a partir del canon 1073 cuando habla
de los impedimentos para el sacramento y del 1095 cuando se refiere al consentimiento matrimonial.
Iglesia que ofrece su perdón e invita a la conversión.10 Por otra parte, esta limitación no
incluye a personas que en, en palabras de la Congregación para la educación católica
presentan tendencias homosexuales que fuesen sólo la expresión de un problema
transitorio, como, por ejemplo, el de una adolescencia todavía no terminada (2005). Éstas,
después de un debido proceso de discernimiento y acompañamiento, pueden recibir el
sacramento del matrimonio.
Ahora bien, referente a los criterios, el primero que vale la pena indicar es que sí es posible
ofrecer un acompañamiento vocacional a algunas personas con tendencia homosexual en
miras a un proceso de discernimiento a una vocación de especial consagración. Este
acompañamiento es posible porque los documentos del Magisterio hacen una clara
diferencia entre tendencia homosexual y acto homosexual y entre tendencias transitorias y
otras profundamente arraigadas. Esta diferenciación permite plantear distintos perfiles en
personas con esta tendencia, por tanto no se puede aplicar una única norma taxativa para
todos. En palabras de José San José: no se puede obviar que dentro de lo que se entiende
comúnmente como homosexualidad existen diferentes grados que no pueden considerarse
idénticos en el momento de emitir un juicio sobre la idoneidad (2005, p. 547). Este autor
ofrece, después de su anterior afirmación, la siguiente tipología y su opinión de si se puede
iniciar o no un proceso formativo:
10
Sobre una propuesta de itinerario de acompañamiento de vocaciones laicas y de algunas situaciones más
complicadas Cfr. Oliveira, 2007, p. 63 a 85.
Cuando se trata de personas que, percibiéndose heterosexuales, tienen
reacciones psíquicas homosexuales frecuentes, propiciando relaciones intensas e
inmaduras con personas del mismo sexo –amistades exclusivas–, si no tienen
expresión física y están focalizadas en una persona o un pequeño grupo al que el
candidato se siente unido emocionalmente, podría tener solución con la debida
asistencia médico-psicológica de una persona atenta y respetuosa a las enseñanzas
de la Iglesia. Si se comprueba al final que el candidato tiene suficiente autocontrol,
humildad y tenacidad y que sus ideales son suficientemente sólidos podría ser
admitido.
Vale la pena retomar todo el texto del Congreso europeo al respecto, el mismo no se limita
a situaciones de homosexualidad sino que asume una postura más amplia con respecto a
problemas en la dimensión afectivo-sexual (No. 37):
c) Una área particularmente digna de atención, hoy más que ayer, es la afectivo-
sexual. (111) Es importante que el joven demuestre que puede adquirir dos certezas
que hacen a la persona libre afectivamente, o sea, la certeza que viene de la
experiencia de haber sido ya amado y la certeza, siempre por la experiencia, de
saber amar. En concreto, el joven debería mostrar el equilibrio humano que le
permite saber estar en pie por sí mismo, debería poseer la seguridad y autonomía
que le facilitan la relación social y la amistad cordial, y el sentido de
responsabilidad que le permite vivir como adulto la misma relación social, libre de
dar yderecibir.
Nótese como los criterios plantean mirar la historia personal para determinar la etiología de
la situación, origen que no siempre es de naturaleza sexual; que la persona no perciba esta
situación como constitutiva de su ser, o sea como un factor estructural de su vida y,
finalmente, que se dé un visión procesual, de superación gradual, de la situación. Por su
parte Cencini (2006) afirma que es posible el acompañamiento y la acogida de personas con
tendencias homosexuales, siempre que existan tres requisitos básicos, a saber:
La propuesta de este autor complementa lo que se tomó del Congreso Europeo, con factores
centrados en el candidato: su grado de conciencia y autoconocimiento, sus conductas
específicas y la energía invertida en llevar una vida célibe sin que esto implique una tensión
excesiva que reste libertad, gozo y paz a su proyecto de vida.
El cuarto criterio, que quizá debió ser la primera cita de todo el artículo, proviene de la
Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas
de tendencias homosexuales antes de su admisión al Seminario y a las órdenes Sagradas11.
Este documento debería ser el que más claramente le ayude al animador vocacional a
decidir el futuro de un proceso de discernimiento de un candidato con tendencias
homosexuales. Textualmente afirma el documento:
11
Sobre una posible hermenéutica para este documento Cfr. Radcliff, 2005 y Oliveira 2007, especialmente la
nota al pie de página No. 9, p. 14.
homosexuales que fuesen sólo la expresión de un problema transitorio, como, por
ejemplo, el de una adolescencia todavía no terminada, ésas deberán ser claramente
superadas al menos tres años antes de la Ordenación diaconal.
El siguiente criterio tiene que ver con cuáles son las principales características psicológicas
que se deberían buscar en un candidato en este tipo de procesos. Según una autora existen
tres requisitos que los animadores vocacionales deben evaluar cuando estén considerando
aceptar a un candidato dentro de una comunidad. El primero tiene que ver con la
capacidad que la persona tiene de formar vínculos saludables con otras personas. O sea él
o ella debe ser capaz de depender convenientemente de otros. En segundo lugar, que él o
ella tenga capacidad de separarse de otros, de renunciar a otros. En otras palabras un
candidato debe ser adecuadamente independiente. En tercer lugar, está la capacidad de
interdependencia, o sea poseer un sentido consistente del self, confiar en otras personas y
ser también él o ella, digno de confianza. (Markham, 2001, p.3). Candidatos que sólo son
capaces de relacionarse con alguna clase de personas, o que crean dependencias enfermizas
de sus familias, de sus experiencias pastorales, de sus acompañantes o pares, de los bienes
materiales, del status... no son adecuados para asumir una vocación de especial
consagración en la Iglesia. Cencini afirma que la tendencia homosexual no debería llevar
absolutamente a un sujeto a excluir, de su vida relacional, a personas de uno u otro sexo,
ni a preferir a alguien. Tampoco debería impedir al futuro presbítero aquel papel de
paternidad que espera la comunidad cristiana. Ni debería impedir al consagrado, en
general, aquella capacidad de relación con otro distinto de sí mismo, ya que la alteridad y
la diversidad son condiciones indispensables para el diálogo y el anuncio de la Buena
Nueva (2006, pp. 95 – 96).
Estos aspectos presentados anteriormente no son únicos ni taxativos, pero sí pueden ayudar
al acompañante a buscar señales y a clarificar sus propias ideas.
• CONCLUSIONES
Considero que las conclusiones de un tema como este deben venir de parte del lector, quien
en su propia realidad, podrá definir realmente sus necesidades y alternativas. Sin embargo
quiero expresar a este respecto algunas ideas que revolotean en mi cabeza.
• El tema del acompañamiento vocacional para personas de tendencia homosexual no
es un tema cerrado, porque el conocimiento científico actual de la condición
homosexual es incompleto y parcial. Por tanto las Iglesias locales tendrán que
seguir dedicando espacios de reflexión y estudio al mismo.
• De igual manera, parece que muchos estudiosos coinciden en que la orientación
sexual no es una característica que pueda definir el insondable misterio que es la
persona humana, por tanto un proceso de acompañamiento para cualquier tipo de
vocación no debería depender exclusivamente de ella.
• Afirma un autor El discernimiento vocacional, en este sentido, no se agota en una
primera elección ni concluye con una determinada decisión. El discernimiento
vocacional se sitúa en la línea de un "proceso a seguir", de un crecimiento, y no
tanto como consecuencia de un determinado "diagnóstico" que asegura a la
persona su vocación como una realidad estática y poseída (Patrón, 2009) No se
puede considerar entonces que el proceso concluya con la ordenación, con los votos
perpetuos o con algún otro signo, debe seguir como proceso constante de conocer la
realidad y de decidir la mejor manera de amar a Cristo y a su Iglesia aquí y ahora.
Además esto implica que debemos revisar nuestra responsabilidad eclesial con
aquellos ordenados y consagrados que sufren inmensos dolores por su condición o
por las carencias de los procesos vividos durante su formación inicial.
• La Iglesia tiene mucha claridad en su posición y sus criterios en el área sexual. Hoy
día existe una gran presión social para que éstos sean cambiados. La fidelidad a
Cristo y la fidelidad a la persona deben ir de la mano. Actuar movidos por el deseo
de ganancia o por sectarismo nos llevaría a caer en las mismas condiciones que
queremos evitar, por tanto sólo a través del diálogo, de la vivencia de la caridad y
del anuncio íntegro de la Buena Noticia podremos presentar a Cristo camino,
verdad y vida en el contexto actual (Cfr. Jn 14, 6).
• Los medios esenciales de acompañamiento vocacional siguen siendo los mismos en
el presente, incluyen pedir al Señor de la mies que envíe obreros (Cfr. Mt 9,37),
pastores según su corazón (Cfr. Jr 3, 15), que estén con Él antes de ir a evangelizar
(Cfr. Mr 3,14) y que puedan lanzar las redes animados por su Palabra (Cfr. Lc 5,5).
Pero estos medios requieren hoy el complemento de las ciencias humanas para
profundizar en el conocimiento y formación de los candidatos con itinerarios
pedagógicos (Cfr. DA 278) adecuados a nuestro tiempo y capaces de ofrecer un
proceso integral, kerygmático y permanente (Cfr. DA 279) de formación a los
discípulos misioneros, que esté atento a todas las dimensiones del ser humano (Cfr.
DA 280) y pueda brindar así a nuestros pueblos la vida plena en Cristo (Cfr. Jn
10,10).
• Los escándalos recientes que hemos vivido, nos recuerdan, en palabras de
Benedicto XVI (2010) que los sufrimientos de la Iglesia proceden precisamente de
dentro de la Iglesia, del pecado que hay en la Iglesia. Esta realidad debe alentar a
todos los y las responsables de la animación vocacional, de la formación inicial, de
la formación permanente y a las mismas personas en procesos de discernimiento y
formación, a asumir esta tarea con profunda responsabilidad que implique fidelidad
a su conciencia, a la comunidad cristiana, a la sociedad y, fundamentalmente, a Dios
que llama.
• Finalmente, recordando al salmista, debemos reconocer que si Yahvé no construye
la casa, en vano se afanan los albañiles (Sal 127,1). Todo esfuerzo humano que no
proceda de Dios en afán vacío, así que es Él quien debe guiar nuestra reflexión y
nuestra praxis pastoral en este campo para que cada día seamos mensajeros más
creíbles ante el mundo de su plan de salvación.
BIBLIOGRAFÍA CITADA.
• Benedicto XVI (2010) palabras del santo padre Benedicto XVI a los periodistas
durante el vuelo hacia Portugal, martes 11 de mayo de 2010 www.vatican.va