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CURSO DE
LITERATURA
ROMANTICISMO Y
REALISMO LITERARIO
EL ROMANTICISMO
MARCO HISTÓRICO
El Romanticismo es un movimiento cultural crucial para comprender
la cultura occidental moderna. La filosofía, el arte, la literatura, la
música y la política fueron influenciados por este movimiento,
durante el turbulento periodo de tiempo que se extendió entre el
periodo que se conoce como revoluciones burguesas, que en su
definición política se conocen como revoluciones liberales. En este
período el mundo occidental se había sacudido por la Revolución de
las Trece Colonias de Inglaterra en 1776, la Revolución Francesa en
1789 y por la Primera Revolución industrial que empezaba a cambiar
la vida tradicionalmente agraria. Por lo tanto los nuevos modos de
vida se debían reflejar en nuevos modos de pensar. El
romanticismo pasó a significar esta nueva experiencia de mundo.
La Revolución francesa fue un conflicto social y
político, con diversos periodos de violencia, que
convulsionó Francia y, por extensión de sus
implicaciones, a otras naciones de Europa que
enfrentaban a partidarios y opositores del sistema
conocido como el Antiguo Régimen.
La Primera Revolución
Industrial fue un proceso
que inició en Gran Bretaña
en el siglo XVIII, desde
donde se extendió a otras
partes del mundo. El
desarrollo de la Europa
moderna entre los años
1780 y 1849 fue una
transformación económica
sin precedentes que
abarcó las primeras etapas
de la gran revolución
industrial y una expansión
aún más general de la
actividad comercial.
EL
ROMANTICISMO
(ALEMANIA, FINES DEL S. XVIII – FRANCIA, PRIMERA MITAD DEL S.XIX)
La Libertad guiando al pueblo, Eugène Delacroix, 1830
MARCO TEÓRICO DEL ROMANTICISMO
El Romanticismo es un movimiento cultural que se originó en
Alemania y en Reino Unido a finales del siglo XVIII como una
reacción revolucionaria contra la Ilustración y el
Neoclasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos. Es
considerado como el primer movimiento de cultura que
cubrió el mapa completo de Europa. En la mayoría de las
áreas estuvo en su apogeo en el período aproximado de 1800
a 1850. Este movimiento se difundió por toda Europa durante
la primera mitad del siglo XIX.
Se gesta el llamado
prerromanticismo dieciochesco, en
Alemania, con la escuela literaria
Sturm und Drang (“Tempestad e
ímpetu” o “Tormenta y pasión”)
cuyo líder era Goethe; el cual
reacciona contra el racionalismo
del Neoclasicismo. La razón, que
tantos bienes prometía, no había
eliminado los problemas de los
hombres; estos, no solo son “razonables”, poseen también sentimientos,
emociones, fantasías y tienen derecho a expresarlos. Y esto no puede hacerse
con reglas y ataduras sino con libertad. No importa que las obras sean menos
“perfectas” y “regulares”, si en cambio, conmueven y emocionan. La libertad en
el arte, pero también en la política, serán la gran consigna romántica.
CARACTERÍSTICAS
➢ La conciencia del Yo como entidad
autónoma y, frente a la universalidad de la
razón dieciochesca, dotada de
capacidades variables e individuales como
la fantasía y el sentimiento.
➢La primacía del genio creador de un
Universo propio, el poeta como demiurgo.
➢Valoración de lo diferente frente a lo
común, lo que lleva una fuerte tendencia
nacionalista.
➢El liberalismo frente al despotismo
ilustrado.
➢La originalidad frente a la tradición
clasicista y la adecuación a los
cánones. Cada hombre debe mostrar
lo que le hace único.
➢La creatividad frente a la imitación de
lo antiguo hacia los dioses de Atenas.
➢La nostalgia de paraísos perdidos (de
la infancia o de una nación).
➢ La obra imperfecta, inacabada y
abierta frente a la obra perfecta,
concluida y cerrada.
Es propio de este movimiento un
gran aprecio de lo personal, un
subjetivismo e individualismo
absoluto, un culto al yo fundamental
y al carácter nacional o Volksgeist,
frente a la universalidad y
sociabilidad de la Ilustración en el
siglo XVIII; en ese sentido los héroes
románticos son, con frecuencia,
prototipos de rebeldía (Don Juan, el
pirata, Prometeo)
Los autores románticos quebrantan cualquier
normativa o tradición cultural que ahogue su
libertad, como por ejemplo las tres unidades
aristotélicas (acción, tiempo y lugar) y la de
estilo (mezclando prosa y verso y utilizando
polimetría en el teatro), o revolucionando la
métrica y volviendo a rimas más libres y
populares como la asonante. Igualmente, una
renovación de temas y ambientes, y, por
contraste al Siglo de las Luces (Ilustración),
prefieren los ambientes nocturnos y luctuosos,
los lugares sórdidos y ruinosos (siniestrismo);
venerando y buscando tanto las historias
fantásticas como la superstición.
El Romanticismo también renovó y enriqueció el limitado lenguaje y
estilo del Neoclasicismo, dando entrada a lo exótico y lo extravagante,
buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las antiguas o
buscando en culturas bárbaras y exóticas o en la Edad Media, en vez de
en Grecia o Roma, su inspiración.
Frente a la afirmación de lo racional, irrumpió la exaltación de lo
instintivo y sentimental. «La belleza es verdad». También representó el
deseo de libertad del individuo, de las pasiones y de los instintos que
presenta el «yo», subjetivismo e imposición del sentimiento sobre la
razón. En consonancia con lo anterior, y frente a los neoclásicos, se
produjo una mayor valoración de todo lo relacionado con la Edad
Media, frente a otras épocas históricas.
El estilo vital de los autores románticos
despreciaba el materialismo burgués y
preconizaba el amor libre y el liberalismo en
política, aunque hubo también un Romanticismo
reaccionario, representado por Chateaubriand,
que preconizaba la vuelta a los valores cristianos
de la Edad Media. En Alemania, la deriva
reaccionaria, que incluía una invitación a
regresar a la Edad Media, también se dejó sentir
en la obra de algunos de sus máximos
inspiradores teóricos, como los hermanos August
Wilhelm y Friedrich Schlegel, aunque su
paroxismo se encontraría en el opúsculo La
cristiandad o Europa (1799) de Novalis, tal como
prontamente advirtió el poeta post-romántico
Heinrich Heine en La escuela romántica (1836).
El idealismo extremo y exagerado que
se buscaba en todo el Romanticismo
encontraba con frecuencia un
violento choque con la realidad
miserable y materialista, lo que
causaba con frecuencia que el
romántico acabara con su propia vida
mediante el suicidio. La mayoría de
los románticos murieron jóvenes. Los
románticos amaban la naturaleza
frente a la civilización como símbolo
de todo lo verdadero y genuino.
CARACTERÍSTICAS
✓Contra el Neoclasicismo
✓Culto al yo (individualismo)
✓Subjetivismo
✓Ansias de libertad
✓Angustia metafísica
✓Gusto por lo popular
✓Atracción por lo sobrenatural
✓Revaloración del pasado medieval
✓Base filosófica: Liberalismo
REPRESENTANTES
ALEMANIA
▪ Johann Wolfgang von Goethe (1749 - 1832). Obras
representativas: Las desventuras del joven Werther
ESPAÑA
▪ José de Espronceda (1808 - 1842). Obras
representativas: Canción del pirata, El
estudiante de Salamanca.
1er. Libro: Werther, joven apasionado y sentimental, abandona su ciudad natal para retirarse a la
soledad de Wahlheim. Conoce a Lotte, que está prometida con Albert, y se enamora de ella.
Wilhelm, el destinatario de las cartas, le advierte del peligro y le aconseja abandonar la inactividad
del retiro.
2º Libro y epílogo: Para enderezar su vida, acepta el puesto de secretario de legación en una
ciudad del sur de Alemania (cuyo nombre no se revela). Tiene que sufrir el malhumor y las
cicaterías del Embajador. La noticia de la boda de Lotte y Albert agranda su descontento y
acrecienta su desasosiego.
¡Oh! ¡Perdóname, perdóname! Ayer... aquél debió ser el último momento de mi vida. ¡Oh ángel! Fue la primera
vez, si, la primera vez que una alegría pura y sin límites llenó todo mi ser.
Me ama, me ama... Aún quema mis labios el fuego sagrado que brotaba de los suyos; todavía inundan mi
corazón estas delicias abrasadoras. ¡Perdóname, perdóname! Sabía que me amabas; lo sabía desde tus primeras
miradas aquellas miradas llenas de tu alma; lo sabía desde la primera vez que estrechaste mi mano. Y, sin
embargo, cuando me separaba de ti o veía a Alberto a tu lado, me asaltaban por doquiera rencorosas dudas.
¿Te acuerdas de las flores que me enviaste el día de aquella enojosa reunión en que ni pudiste
darme la mano ni decirme una sola palabra? Pasé la mitad de la noche arrodillado ante las
flores, porque eran para mí el sello de tu amor; pero, ¡ay!, estas impresiones se borraron como
se borra poco a poco en el corazón del creyente el sentimiento de la gracia que Dios le prodiga
por medio de símbolos visibles. Todo perece, todo; pero ni la misma eternidad puede destruir
la candente vida que ayer recogí en tus labios y que siento dentro de mí. ¡Me ama! Mis brazos
la han estrechado, mi boca ha temblado, ha balbuceado palabras de amor sobre su boca. ¡Es
mía! ¡Eres mía! Sí, Carlota, mía para siempre. ¿Qué importa que Alberto sea tu esposo? ¡Tu
esposo! No lo es más que para el mundo, para ese mundo que dice que amarte y querer
arrancarte de los brazos de tu marido para recibirte en los míos es un pecado. ¡Pecado!, sea. Si
lo es, ya lo expío. Ya he saboreado ese pecado en sus delicias, en sus infinitos éxtasis. He
aspirado el bálsamo de la vida y con él he fortalecido mi alma. Desde ese momento eres mía,
¡eres mía, oh Carlota! Voy delante de ti; voy a reunirme con mi padre, que también lo es tuyo,
Carlota; me quejaré y me consolará hasta que tú llegues. Entonces volaré a tu encuentro, te
cogeré en mis brazos y nos uniremos en presencia del Eterno; nos uniremos con un abrazo que
nunca tendrá fin. No sueño ni deliro. Al borde del sepulcro brilla para mí la verdadera luz.
¡Volveremos a vernos! ¡Veremos a tu madre y le contaré todas las cuitas de mi corazón! ¡Tu
madre! ¡Tu perfecta imagen!
“Sereno y tranquilo tocaré la puerta de bronce del sepulcro.
¡Ah! ¡Si hubiera tenido la suerte de morir como sacrificio
por ti! Con alegría y entusiasmo hubiera dejado este
mundo, seguro de que mi muerte afianzaba tu descanso y
la felicidad de toda tu vida. Pero, ¡ay!, sólo algunos seres
con privilegios logran dar su vida por los que aman y
ofrecerse en holocausto para centuplicar los goces de sus
existencias amadas. Carlota: deseo que me entierren con el
vestido que tengo puesto, pues tu lo has bendecido al
tocarlo. La misma petición hago a tu padre. Mi alma se
cierne sobre el féretro. Prohíbo que me registren los
bolsillos. Llevo en uno aquel lazo de cinta rosa que tenías
en el pecho el primer día que te vi, rodeada por tus niños…
¡Oh!, abrázalos mil veces y cuéntales la desgracia de su
amigo. ¡Cómo los quiero! Aún los veo agitarse a mi
alrededor. ¡Ay! ¡Cuánto te he amado, desde el momento
primero de verte! Desde ese momento comprendí que
llenarías vida… Haz que entierren el lazo conmigo... Me lo
diste el día de mi cumpleaños y lo he guardado como una
reliquia santa. ¡Ah! Nunca sospeché que aquel principio
llevaría a este final. Ten calma, te lo suplico, no
desesperes... Están cargadas… Oigo las 12… ¡Que sea lo que
tenga que ser! Carlota… Carlota… ¡Adiós! ¡Adiós!
Un vecino vio el fogonazo y oyó la detonación; pero, como
todo permaneció en calma, no averiguó qué había sucedido.
A las seis de la mañana del siguiente día entró el criado en la
alcoba con una luz y vio a su amo tendido, bañado en sangre y
con una pistola. Le llamó y no consiguió respuesta. Quiso
levantarle y vio que todavía respiraba. Corrió a avisar al
médico y a Alberto. Cuando Carlota oyó la puerta, un temblor
convulsivo se apoderó de su cuerpo. Despertó a su marido y se
levantaron. El criado, entre llantos y sollozos, les dio la fatal
noticia; Carlota cayó desmayada a los pies de su esposo.
Cuando el médico llegó al lado del infeliz Werther, lo encontró en el suelo y sin salvación posible. El pulso latía, pero
todas sus partes estaban paralizadas. La bala había entrado por arriba del ojo derecho, haciendo saltar los sesos. Le
sangraron de un brazo; la sangre corrió. Todavía respiraba. Unas manchas de sangre que se veían en el respaldo de su
silla demostraban que consumó el acto sentado frente a la mesa en que escribía y que en las convulsiones de la
agonía había caído al suelo. Se encontraba boca arriba, cerca de la ventana, vestido y con zapatos, con frac azul y
chaleco amarillo.
La gente de la casa de la vecindad y poco después todo el pueblo se movieron. Llegó Alberto. Habían colocado a
Werther en su lecho, con la cabeza vendada. Su rostro tenía ya el sello de la muerte. No se movía, pero sus pulmones
funcionaban aún de un modo espantoso. Unas veces, casi de forma imperceptible; otras, con ruidosa violencia. Se
esperaba que en cualquier momento exhalara el último suspiro.
No había bebido más que un vaso de vino de la botella sobre la mesa. El libro de Emilia Galotti estaba abierto sobre el
pupitre. La consternación de Alberto y la desesperación de Carlota eran inefables.
El anciano administrador llegó, alterado y conmovido. Abrazó al moribundo, bañándole el rostro con su llanto. Sus
hijos mayores no tardaron en unírsele y se arrodillaron junto al lecho, besando las manos y la boca del herido y
demostrando estar poseídos del más intenso dolor. El de más edad, que había sido siempre el favorito de Werther, se
colgó del cuello de su amigo y permaneció abrazado hasta que expiró. Hubo que quitarlo a la fuerza. A las 12 del día
Werther falleció.
La presencia del administrador y las medidas que tomó evitaron todo desorden. Hizo enterrar el cadáver por la noche,
a las 11, en el sitio que había pedido Werther. El anciano y sus hijos fueron formando parte del cortejo fúnebre;
Alberto no tuvo tanto valor.
Durante algún tiempo se temió por la vida de Carlota. Los jornaleros condujeron a Werther al lugar de su sepultura;
no le acompañó sacerdote alguno.
COMENTARIO FINAL
En las primeras cartas, la novela tiene como finalidad principal
dar a conocer el carácter de Werther, su sensibilidad, su emoción
ante la naturaleza. Es un personaje exaltado que pasa de la
felicidad apacible hasta la desesperación. Posteriormente
conoce a Carlota, a quien idealiza y adora con un amor imposible.
La primera carta es del 4 de mayo y Werther se suicida el 23 de
diciembre, en vísperas de Nochebuena. La publicación de esta
novela tuvo gran resonancia en Europa debido a la descripción
detallada de la vida burguesa en contraposición al idealismo de
Werther, a su pasión exaltada, a su profunda relación con la
naturaleza. Con Las cuitas del joven Werther, Goethe dio inicio al
Romanticismo intimista y sentó las bases de la novela moderna.
La obra tuvo influencia más allá de la literatura produciéndose
casos de suicidios por amor, que la lectura del Werther favorecía.
EL
REALISMO
(FRANCIA, SEGUNDA MITAD DEL S.XIX) La Paye des moissonneurs. L. Lhermitte (1882)
LÍNEA DE TIEMPO DE LA EDAD CONTEMPORÁNEA
SEGUNDA MITAD
DEL s. XIX
EL REALISMO
MARCO HISTÓRICO
Este movimiento literario aparece en la segunda mitad del siglo XIX, como
consecuencia de las circunstancias sociales de la época: la consolidación de la
burguesía como clase dominante, la industrialización, el crecimiento urbano y la
aparición del proletariado.
Las novelas realistas se escriben desde los años treinta pero el Realismo como
escuela no se consolida hasta la década de los cincuenta, con la Revolución de 1868,
en que van tomando cuerpo las posiciones antirrománticas o superadoras del
Romanticismo.
CRECIMIENTO URBANO
LA BURGUESÍA
LA INDUSTRALIZACIÓN
MOVIMIENTOS OBREROS
Revolución de junio de 1848. Los burgueses liberales que habían tomado poder tras la revolución de febrero decidieron cerrar los
talleres nacionales que daban trabajo a las clases bajas de París. Esas clases bajas de Paría que unos meses antes habían ayudado
a la burguesía en su revolución contra el rey, se sublevaron pero fueron duramente reprimidas. Desde entonces los movimientos
obreros pasaron a tomar como referencia a los pensadores socialistas o anarquistas. Los más importantes fueron los socialistas
marxistas, seguidores de las ideas de Marx y Engels autores del "Manifiesto comunista" (1848).
MARCO TEÓRICO DEL REALISMO
El Realismo es un movimiento
literario que surge en Francia
como una reacción contra el
Romanticismo, aproximadamente
a inicios de la segunda mitad del
siglo XIX. Se define
fundamentalmente por buscar la
descripción detallada del ambiente
social, el contexto histórico, las
conductas y las vivencias los
Las espigadoras, J. F. Millet. 1857 personajes.
En 1856 aparece una revista titulada precisamente
REALISMO, que en uno de sus números dice:
RUSIA
➢ Fedor Dostoievsky: Crimen y castigo
➢ León, conde, Tolstoi :Guerra y Paz
➢ Nicolás Gogol: Taras Bulba
➢ Antón Chejov: El jardín de los
cerezos
EL REALISMO EN RUSIA
CONTEXTO HISTÓRICO-SOCIAL
La vida y obra de Fedor Dostoievski se desarrolló durante los gobiernos de los zares
Nikolás I (1825-1855) y Alejandro II (1855-1881). A nivel político, destaca la lucha de un
sector de la aristocracia por acabar con el régimen autocrático, y conciliar el zarismo con
las ideas liberales. Entre los sucesos que marcan estas pugnas están la Revuelta
decembrista, en San Petesburgo, que intentó sabotear la ascensión al trono de Nikolás I
por ser este un autócrata radical. Durante el régimen de Alejandro II se produce la
liberación de los siervos en Rusia (1861) con lo cual el país dejaba atrás el régimen feudal
y se abre paso a formas políticas y económicas liberales.
En el ámbito ideológico, existe una constante pugna entre los que divulgan las ideas
liberales provenientes de Europa y aquellos que defienden los valores del cristianismo
ortodoxo ruso, base del pensamiento eslavófilo, el cual considera a las tradiciones y
costumbres rusas como superiores a las europeas. La obra y vida de Dostoievski se
desarrolla en esa gran encrucijada, pues vive y escribe en San Petersburgo, la ciudad
más europeizada de Rusia y, a la vez, la que mayor población campesina y cristiana
recibe luego de la liberación de los siervos.
FIÓDOR MIJÁILOVICH DOSTOYEVSKI
(Moscú, 1821 – San Petersburgo, 1881)
Fiódor Dostoyevski nació el 11 de noviembre de 1821 en Moscú. En 1838 se
trasladó con su hermano a San Petersburgo para ingresar en la Academia de
Ingeniería Militar, donde se graduó como subteniente. Fue cuando comenzó su
afición al juego, asunto que le trajo muchos problemas a lo largo de su vida.
En 1839 su padre fue asesinado por uno de sus sirvientes y esta situación produjo
una crisis nerviosa en el escritor, desarrollando así sus primeros síntomas
epilépticos. Sin embargo, la herencia que le dejó su padre le sirvió para abandonar
su carrera en el ejército y dedicarse a escribir.
En 1845 publicó el éxito “Pobres gentes”, su primera novela.
Respecto al rol del monólogo en la novela, esta forma de diálogo interiorizado permite
conocer la ideología del personaje principal de la novela. Nos adentra en el atormentado
mundo interior de Rodión Raskólnikov.
LOS ESPACIOS
En la novela Crimen y castigo, las acciones se desarrollan en la ciudad de San
Petersburgo del siglo XIX. De modo que la dimensión sombría de la ciudad capital de
la Rusia imperial se muestra como una analogía del mundo interior de los personajes.
En la obra, los espacios más relevantes son la habitación de Rodión Raskólnikov, la
casa de Aliona Ivánovna, la habitación de Razumikin, la casa de la familia
Marmeládov. Sin embargo, las tabernas, los burdeles, las posadas inmundas, las
buhardillas que habitan los estudiantes, los patios y los recovecos también
ambientan el propósito criminal de Raskólnikov y marcan las etapas de su lucha
interna, que no solo se retrata en los ambientes cerrados, este conflicto también es
sacado a las calles y plazas populosas; por ejemplo, es en la plaza Sennáia donde el
protagonista hace acto de contrición. Es en la calle donde Sonia consuma su sacrificio
(prostituirse para sustentar a su familia), en la calle cae Semión Marmeládov
moribundo, en la calzada se desangra Katerina Ivánovna, en la calle se suicida
Svidrigailov.
RESUMEN
Crimen y castigo gira en torno a Rodión Raskólnikov. El
protagonista es un estudiante que apenas tiene para
sobrevivir, ni siquiera a través de los esfuerzos de su madre
Pulqueria y su hermana Dunia. Rodión se indigna con Dunia
porque quiere casarse con un abogado, y él sabe que el
matrimonio es por interés, para ayudar a Rodión. Así que
tiene la idea de matar y robar a una vieja usurera despiadada
que guarda mucho dinero en su casa. Raskólnikov se ve
obligado a asesinar también a la hermana de la usurera
Aliona Ivánovna, Lizaveta, ya que lo sorprende en el lugar del
crimen. Pronto la policía se pone a investigar el caso. El
protagonista, como persona que usó los servicios de la
usurera, es interrogado por el comisario, que sospecha de él
como uno de los autores e intenta sorprenderlo con
preguntas. Ello inquieta mucho a Rodión.
El crimen deja a Rodión en gran confusión, se debate consigo mismo sobre si su acción ha
sido buena o mala. Confiesa a su amiga Sonia, una muchacha pobre y buena, las razones
de su crimen.
Rodión no confiesa a su hermana el crimen, por lo menos no en los términos que sí lo hizo
a Sonia. Quien entera a Dunia del crimen, es Svidrigáilov, en el transcurso de una
entrevista llevada a cabo en su propia habitación (días antes, éste envía una carta a Dunia
en la que le expresa que su hermano es un asesino.) Tiempo después, y tras dar vueltas
sin sentido por la ciudad preso de la embriaguez psicológica que lo embarga, Rodión es
visitado en su paupérrima alcoba por Dunia, quien con evidente amargura corrobora a
partir de la expresión de sus ojos, que los rumores sugeridos por Svidrigáilov son
verdaderos. Abrumado por las dudas sobre su acto, presionado por las dos mujeres para
que se entregue y acosado por la policía, Rodión no aguanta más y se entrega para ser
enviado por su condena a trabajar a Siberia. Sonia viaja desde San Petersburgo, ciudad en
la que se desarrollan los hechos de la novela, a Siberia para cuidar de Rodión mientras
cumple una condena de siete años.
PRIMERA PARTE
Una tarde extremadamente calurosa de principios de julio, un joven salió de la reducida habitación que tenía alquilada en
la callejuela de S… y, con paso lento e indeciso, se dirigió al puente K…
Había tenido la suerte de no encontrarse con su patrona en la escalera. Su cuartucho se hallaba bajo el tejado de un gran
edificio de cinco pisos y, más que una habitación, parecía una alacena. En cuanto a la patrona, que le había alquilado el
cuarto con servicio y pensión, ocupaba un departamento del piso de abajo; de modo que nuestro joven, cada vez que
salía, se veía obligado a pasar por delante de la puerta de la cocina, que daba a la escalera y estaba casi siempre abierta
de par en par.
En esos momentos experimentaba invariablemente una sensación ingrata de vago temor, que le humillaba y daba a su
semblante una expresión sombría. Debía una cantidad considerable a la patrona y por eso temía encontrarse con ella. No
es que fuera un cobarde ni un hombre abatido por la vida. Por el contrario, se hallaba desde hacía algún tiempo en un
estado de irritación, de tensión incesante, que rayaba en la hipocondría. Se había habituado a vivir tan encerrado en sí
mismo, tan aislado, que no sólo temía encontrarse con su patrona, sino que rehuía toda relación con sus semejantes.
La pobreza le abrumaba. Sin embargo, últimamente esta miseria había dejado de ser para él un sufrimiento. El joven
había renunciado a todas sus ocupaciones diarias, a todo trabajo.
En el fondo, se mofaba de la patrona y de todas las intenciones que pudiera abrigar contra él, pero detenerse en la
escalera para oír sandeces y vulgaridades, recriminaciones, quejas, amenazas, y tener que contestar con evasivas,
excusas, embustes…
Primera Parte: Capítulo VII
Como en su visita anterior, Raskolnikof vio que la puerta se entreabría y que en la estrecha abertura aparecían
dos ojos penetrantes que le miraban con desconfianza desde la sombra.
En este momento, el joven perdió la sangre fría y cometió una imprudencia que estuvo a punto de echarlo todo a
perder.
Temiendo que la vieja, atemorizada ante la idea de verse a solas con un hombre cuyo aspecto no tenía nada de
tranquilizador, intentara cerrar la puerta, Raskolnikof lo impidió mediante un fuerte tirón. La usurera quedó
paralizada, pero no soltó el pestillo aunque poco faltó para que cayera de bruces. Después, viendo que la vieja
permanecía obstinadamente en el umbral, para no dejarle el paso libre, él se fue derecho a ella. Alena Ivanovna,
aterrada, dio un salto atrás e intentó decir algo. Pero no pudo pronunciar una sola palabra y se quedó mirando al
joven con los ojos muy abiertos.
-Buenas tardes, Alena Ivanovna -empezó a decir en el tono más indiferente que le fue posible adoptar. Pero sus
esfuerzos fueron inútiles: hablaba con voz entrecortada, le temblaban las manos-. Le traigo..., le traigo... una cosa
para empeñar... Pero entremos: quiero que la vea a la luz.
Y entró en el piso sin esperar a que la vieja lo invitara. Ella corrió tras él, dando suelta a su lengua.
-¡Oiga! ¿Quién es usted? ¿Qué desea?
-Ya me conoce usted, Alena Ivanovna. Soy Raskolnikof... Tenga; aquí tiene aquello de que le hablé el otro día.
Le ofrecía el paquetito. Ella lo miró, como dispuesta a cogerlo, pero inmediatamente cambió de opinión. Levantó
los ojos y los fijó en el intruso. Lo observó con mirada penetrante, con un gesto de desconfianza e indignación.
Pasó un minuto. Raskolnikof incluso creyó descubrir un chispazo de burla en aquellos ojillos, como si la vieja lo
hubiese adivinado todo.
Notó que perdía la calma, que tenía miedo, tanto, que habría huido si aquel mudo examen se hubiese
prolongado medio minuto más.
-¿Por qué me mira así, como si no me conociera? -exclamó Raskolnikof de pronto, indignado también-. Si
le conviene este objeto, lo toma; si no, me dirigiré a otra parte. No tengo por qué perder el tiempo.
Dijo esto sin poder contenerse, a pesar suyo, pero su actitud resuelta pareció ahuyentar los recelos de
Alena Ivanovna.
-¡Es que lo has presentado de un modo!
Y, mirando el paquetito, preguntó:
-¿Qué me traes?
-Una pitillera de plata. Ya le hablé de ella la última vez que estuve aquí.
Alena Ivanovna tendió la mano.
-Pero, ¿qué te ocurre? Estás pálido, las manos te tiemblan. ¿Estás enfermo?
-Tengo fiebre -repuso Raskolnikof con voz anhelante. Y añadió, con un visible esfuerzo-: ¿Cómo no ha de
estar uno pálido cuando no come?
Las fuerzas volvían a abandonarle, pero su contestación pareció sincera. La usurera le quitó el paquetito
de las manos.
-Pero ¿qué es esto? -volvió a preguntar, sopesándolo y dirigiendo nuevamente a Raskolnikof una larga y
penetrante mirada.
-Una pitillera... de plata... Véala.
-Pues no parece que esto sea de plata... ¡Sí que la has atado bien!
Se acercó a la lámpara (todas las ventanas estaban cerradas, a pesar del calor asfixiante) y empezó a luchar por
deshacer los nudos, dando la espalda a Raskolnikof y olvidándose de él momentáneamente.
Raskolnikof se desabrochó el gabán y sacó el hacha del nudo corredizo, pero la mantuvo debajo del abrigo,
empuñándola con la mano derecha. En las dos manos sentía una tremenda debilidad y un embotamiento
creciente. Temiendo estaba que el hacha se le cayese. De pronto, la cabeza empezó a darle vueltas.
-Pero ¿cómo demonio has atado esto? ¡Vaya un enredo! -exclamó la vieja, volviendo un poco la cabeza hacia
Raskolnikof.
No había que perder ni un segundo. Sacó el hacha de debajo del abrigo, la levantó con las dos manos y, sin
violencia, con un movimiento casi maquinal, la dejó caer sobre la cabeza de la vieja.
Raskolnikof creyó que las fuerzas le habían abandonado para siempre, pero notó que las recuperaba después de
haber dado el hachazo.
La vieja, como de costumbre, no llevaba nada en la cabeza. Sus cabellos, grises, ralos, empapados en aceite, se
agrupaban en una pequeña trenza que hacía pensar en la cola de una rata, y que un trozo de peine de asta
mantenía fija en la nuca. Como era de escasa estatura, el hacha la alcanzó en la parte anterior de la cabeza. La
víctima lanzó un débil grito y perdió el equilibrio. Lo único que tuvo tiempo de hacer fue sujetarse la cabeza con
las manos. En una de ellas tenía aún el paquetito. Raskolnikof le dio con todas sus fuerzas dos nuevos hachazos
en el mismo sitio, y la sangre manó a borbotones, como de un recipiente que se hubiera volcado. El cuerpo de la
víctima se desplomó definitivamente. Raskolnikof retrocedió para dejarlo caer. Luego se inclinó sobre la cara de
la vieja. Ya no vivía. Sus ojos estaban tan abiertos, que parecían a punto de salírsele de las órbitas. Su frente y
todo su rostro estaban rígidos y desfigurados por las convulsiones de la agonía.
Raskolnikof dejó el hacha en el suelo, junto al cadáver, y empezó a registrar, procurando no mancharse
de sangre, el bolsillo derecho, aquel bolsillo de donde él había visto, en su última visita, que la vieja
sacaba las llaves. Conservaba plenamente la lucidez; no estaba aturdido; no sentía vértigos. Más
adelante recordó que en aquellos momentos había procedido con gran atención y prudencia, que
incluso había sido capaz de poner sus cinco sentidos en evitar mancharse de sangre... Pronto encontró
las llaves, agrupadas en aquel llavero de acero que él ya había visto.
Corrió con las llaves al dormitorio. Era una pieza de medianas dimensiones. A un lado había una gran
vitrina llena de figuras de santos; al otro, un gran lecho, perfectamente limpio y protegido por una
cubierta acolchada confeccionada con trozos de seda de tamaño y color diferentes. Adosada a otra
pared había una cómoda. Al acercarse a ella le ocurrió algo extraño: apenas empezó a probar las llaves
para intentar abrir los cajones experimentó una sacudida. La tentación de dejarlo todo y marcharse le
asaltó de súbito. Pero estas vacilaciones sólo duraron unos instantes. Era demasiado tarde para
retroceder. Y cuando sonreía, extrañado de haber tenido semejante ocurrencia, otro pensamiento, una
idea realmente inquietante, se apoderó de su imaginación. Se dijo que acaso la vieja no hubiese
muerto, que tal vez volviese en sí... Dejó las llaves y la cómoda y corrió hacia el cuerpo yaciente. Cogió
el hacha, la levantó..., pero no llegó a dejarla caer: era indudable que la vieja estaba muerta.
Se inclinó sobre el cadáver para examinarlo de cerca y observó que tenía el cráneo abierto. Iba a
tocarlo con el dedo, pero cambió de opinión: esta prueba era innecesaria.
1. C 6. B 11. D 16. C
2. D 7. D 12. A 17. B
3. D 8. C 13. C 18. A
4. C 9. A 14. D 19. A