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I. DEMANDA.
En otra oportunidad he señalado que: “’La demanda es un acto procesal de petición for-
mal que tiene por efecto iniciar un proceso’ (FALCÓN), o en otras palabras, ‘es el acto me-
diante el cual, la parte, afirmando existente una voluntad concreta de la ley que garantiza un
bien, declara querer que esa voluntad sea actuada, e invoca a tal fin la autoridad del órgano
jurisdiccional’ (CHIOVENDA). De ello deriva que, la demanda como acto procesal que da vida
al proceso, constituye el escrito, si se quiere, más importante, ya que no sólo delimita la mate-
ria sobre la que el Juez va entender, sino que también, junto con el escrito de ‘memorial’ o, en
su caso, ‘expresión de agravios’, delimita la materia sobre la cual, va a entender la Alzada, es-
to es la segunda instancia, motivo por el cual reviste particular importancia como primer paso
en un largo camino a recorrer para la obtención de una sentencia favorable. De ahí que, a la
demanda, se le asignara uno de los papeles protagónicos en el proceso puesto que éste ‘nace
con la iniciativa del actor, se delimita con la contestación del demandado y culmina con la
sentencia del juez (...) Actor, demandado y juez son los protagonistas de este drama que
denominamos proceso” (COUTURE)” (Tanzi-Alterini).
De modo que el desafío que se nos ha confiado –junto con los restantes colaboradores-
resulta, por demás, una ardua tarea.
Como tal entonces, como acto de postulación, se presenta como el vehículo natural de la
pretensión. Así concebida, podemos contornear –en lo que se nos ha confiado- la diferencia
entre la acción, la pretensión y la demanda. Tema que, asimismo, ya ha sido desarrollado con
científica lucidez por el Dr. Díaz Solimine en el Capítulo I., punto G. de esta obra al que cabe
hacer expresa remisión.
Sin perjuicio, deviene necesario en esta sección recordar que: “Carnelutti, comparó la
acción como ‘un fusil jurídico’ con el cual el Estado arma a los ciudadanos para compensarles
de haber prohibido tomarse justicia por su mano (…) pero la acción no es ‘el derecho de
matar, sino el derecho de disparar’”. De allí que, si la acción está constituida por ese “fusil
jurídico” cuando es disparado, su munición y su objetivo pueda ser considerado como lo que en
derecho procesal denominamos pretensión.
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En lo que aquí interesa, podremos afirmar que la demanda es el medio procesal idóneo
para plantear ante la jurisdicción una pretensión y que, como correlato, se obtenga una sentencia
de mérito que verdaderamente declare el derecho que se dice conculcado o lesionado.
II. REQUISITOS.
En primer lugar, “hay que distinguir los requisitos para que la demanda sea eficaz, a fin
de iniciar y dar contenido a un proceso, de los necesarios para acoger favorablemente una pre-
tensión; los primeros se refieren a la admisibilidad de la demanda y los segundos a su fundabi
lidad” (ARAZI); así “una demanda es admisible, cuando resulta eficaz y suficiente para iniciar
y dar contenido a un proceso, con independencia de su éxito, o rechazo, en la sentencia definiti-
va. Y, es fundada cuando el juez la estima como favorable haciendo lugar a la pretensión del
actor”, claro está, en el momento de sentenciar (FENOCHIETTO).
Ellos son:
Por otra parte, los escritos, deben ser redactados en idioma nacional (art. 118, CPCCN;
conc. art. 102, C.C.A.y T.).
b) También debe contener un sumario del escrito que se presenta, esto es “la expresión
de su objeto” (art.47, RJN), por ejemplo: promueve demanda de daños. Y, por imperio del artí-
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culo 40, CPCCN, el actor o quien lo represente debe consignar “su domicilio constituido”, en
otras palabras, el domicilio procesal (conf. art. 34, C.C.A. y T.).
c) Debe llevar la firma del actor o su representante legal y del letrado que lo patrocine,
con la excepción de que el representante sea abogado, todo ello bajo pena de no ser proveído
por el Juez (art. 56, CPCCN; art. 50, C.C.A. y T.); en estos supuestos, se intimará por dos días,
por ministerio de la ley, para que se supla la omisión. En caso de que ella no sea suplida -en el
plazo establecido- se devolverá el escrito al firmante “sin más trámite ni recursos” (art. 57,
CPCCN; art. 51, C.C.A y T.).
d) Todas las firmas deben estar aclaradas al pie; las firmas de los abogados y de los pro-
curadores, con la exigencia de aclarar el tomo y el folio, o el número de matrícula de su inscrip-
ción; asimismo, debe consignarse el número de afiliado a la Caja de Jubilaciones respectiva.
En este orden de ideas, el actor deberá consignar su nombre y apellido, como también
deberá denunciar su domicilio real y constituir un domicilio legal “dentro del perímetro de la
ciudad que sea asiento del respectivo juzgado o tribunal” (art. 40, CPCCN.; conf. art. 34,
C.C.A. y T.). Asimismo, si se tratase de una persona de existencia ideal, por nombre se entiende
la denominación o razón social, y la determinación de sus representantes legales (conc. art.
269, inc. 1º, C.C.A. y T.).
b) “Nombre y domicilio del demandado”. Este requisito surge del inciso 2º del art. 330
del C.P.C.C.N., y consiste en que el actor determine los datos de las personas que va a llevar al
proceso, ya que es él quien debe determinar quiénes van a ser, en principio, sujetos pasivos de la
acción. Cuando la norma se refiere al domicilio, el exigido es el real, que como veremos en el
número 11 y siguientes, adquiere trascendencia en lo que a competencia se refiere. Excepciona
esta regla lo establecido en el art. 89 del Código Procesal de la Nación, que regula el supuesto
del “litisconsorcio necesario, en que el Juez puede integrar la litis de oficio o a pedido de
cualquiera de las partes” (ARAZI).
Por otra parte, si el demandado fuese incierto o con domicilio o residencia ignorados
por el actor, la citación se hará por edictos y, en caso de incomparecencia, se nombrará al defen-
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sor oficial para que lo represente en el juicio (art. 343, CPCCN). Por su parte, el artículo 287 del
Código Contencioso Administrativo y Tributario de la Ciudad Autónoma establece,
lógicamente, similar forma de notificación y eventual defensa sólo para aquellos casos en que la
Administración Pública local sea parte actora. Ello es así puesto que si ésta ocupa el lugar
procesal de ser parte demandada, de suyo, no puede rehuir de su domicilio ni ausentarse de él ni,
menos aún, fallecer.
En los hechos, es común advertir que como diligencia preliminar o como prueba antici-
pada (art. 323 CPCCN; art. 312, C.C.A.y T.) se intente, en caso de desconocerse, determinar el
domicilio del demandado librando oficios, por ejemplo, a la Cámara Nacional Electoral, a la
Administración Federal de Ingresos Públicos, a la Policía Federal Argentina, en el supuesto de
un profesional, a la entidad que los agrupe (Colegio Médico Argentino, Colegio de Escribanos,
etc.), etcétera.
Párrafo aparte merece la consideración del supuesto en que se demanda a varios sujetos
utilizando la fórmula “y/o”. Es decir, el supuesto en análisis es el que se da cuando se demanda,
por ejemplo, “a Juan Pérez y/o a José Rodríguez”. En este caso particular, como enseña ZAVA-
LA DE GONZÁLEZ, parece aludirse a “dos ideas incompatibles: que se los demanda ‘a am-
bos’ y que se demanda (sólo) ‘a uno’ de ellos”. Con relación a este formulismo se han planteado
diversas interpretaciones, llegándose al absurdo de alegar que era procedente la excepción de
defecto legal. Coincidimos con la autora citada en que si bien se incurre, en un defecto idiomáti-
co, lejos está el defecto legal. Es que, “toda contradicción lógica desaparece si la expresión se
interpreta, denotando propósitos simultáneos, sino en relación de preferencia” (autora citada),
con lo que la interpretación correcta, en el ejemplo estudiado, sería la siguiente: 1) la demanda
sería entablada contra Juan Pérez y contra José Rodríguez, y 2) la demanda, una vez excluida la
primera posibilidad, se dirigiría contra Juan Pérez o José Rodríguez.
c) “La cosa demandada, designándola con toda exactitud”. “La cosa demandada, ob-
jeto o pretensión consiste en el requerimiento que se hace para obtener una sentencia de mérito
que estime, admita o provea favorablemente respecto de lo pretendido” (FALCÓN). Debe indi-
carse con precisión lo que se le reclama a la jurisdicción, pues mediante una descripción clara
de lo que se reclama (v.g., una suma de dinero, una cosa, etc.) se le permite al demandado de-
fenderse de la acción contra él entablada, y se determina qué es lo que se está reclamando. Co-
rresponde aclarar que, cuando se determina la cosa demandada, debe determinarse también qué
causa fundamenta tal petición. El Código Procesal Peruano de 1993, en su artículo 424º, inciso
5º, adopta un criterio similar: “La determinación clara y concreta de lo que se pide”.
El monto reclamado debe ser precisado, salvo que “la estimación dependiera de ele-
mentos aún no definitivamente fijados y fuese imprescindible la promoción de la demanda para
la interrupción del curso de la prescripción”, o porque “no le fuere posible determinarlo al pro-
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moverla por las circunstancias del caso” (art. 330 in fine, CPCCN). Dice la norma en estudio
que “en estos supuestos no procederá la excepción de defecto legal”.
En lo atinente al ámbito local, el inciso 3º del art. 269, C.C.A.y T., exige: “La
individualización y contenido del acto impugnado, si lo hubiera, precisándose en qué forma y
por qué dicho acto agravia el derecho o interés de la actora”.
Asimismo, si se invocare un vicio que afecte al acto, ésta será la oportunidad para
alegarlo y fundarlo sin perjuicio de la prueba que, en el trámite del proceso, fuera a
producirse”.
Por otra parte si no hubiera acto administrativo que cuestionar, tendrá que hacerse la
misma descripción pero respecto del hecho que genere agravio o, en otros términos,
responsabilidad civil. Así, el art. 4º del C.C.A.y T., en su parte pertinente dispone: “(...) Cuando
se pretenda hacer efectiva la responsabilidad extracontractual de la autoridad administrativa
derivada de un hecho ilícito, el afectado tiene opción para efectuar un reclamo administrativo
previo, o acudir directamente ante la justicia (...)”.
Nótese que en este último supuesto, en donde no hubiera un acto administrativo que
cuestionar –responsabilidad civil netamente extracontractual- ingresa con fuerza dentro de la
requisitoria procesal el inciso 9º, C.C.A. y T- que dispone la necesidad, en toda demanda, de
incluir “El monto reclamado o su estimación, si es posible”. Se da por entendido que cuando
haya una cuestión judicial motivada por un acto administrativo, aquélla no siempre será
patrimonial y, por tanto, cuantificable. Lo que no ocurre, por principio, en los casos en que la
contienda se basa en el accionar ilícito del Estado y, también por principio, el objeto reclamado
puede ser cuantificado o, cuando menos y como lo dice el inciso en análisis, estimado.
d) “Los hechos en que se funde, explicados claramente”. Al respecto hay dos teorías:
(1) la de la individualización, que no exige más que la determinación de las partes y de la pre-
tensión del actor, “caso típico de las demandas ejecutivas donde la solidez aparente del título,
sumada a las condiciones de liquidez y vencimiento que se verifiquen, bastan para completar el
recaudo” (GOZAÍNI); y (2) la teoría de la sustanciación, que es la rige en el proceso ordinario,
y consiste en la descripción circunstanciada de los hechos que fundan la pretensión del actor.
“Los hechos son ‘en realidad’ una mera representación mental, un sistema de compren-
sión, cuya real existencia no advertimos, sino por el cambio producido en los objetos, únicos
que podemos contemplar directamente, o por su fijación en otro receptor que luego llamaremos
medio de prueba. Si a estos hechos genéricos que mencionamos le agregamos la limitación es-
pecífica de cada ciencia, técnica, arte, industria, disciplina, etc., tendremos los hechos particu-
lares de cada materia, que serán diferentes a las de todas las demás ramas, aunque pueden
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coincidir, y en muchos casos lo hacen. Un grupo particular de estos hechos son los hechos del
proceso, y más particular aún son los hechos de la demanda” (FALCÓN).
La importancia de una correcta narración de los hechos radica en que son el fundamento
fáctico de la pretensión deducida en la demanda, es decir, lo que, en principio, va a ser objeto de
prueba.
Esto es así, ya que una demanda en la cual, de la exposición de los hechos, surja con
claridad qué es lo que se reclama (pretensión), sumado a una correcta exposición del derecho
que la parte considera le asiste, permite ayudar a la delimitación de lo que va a ser motivo de la
sentencia de mérito.
Lo señalado no obsta a que en los casos en que nada se diga respecto del derecho, por
aplicación del principio antes señalado, no corresponde la excepción de defecto legal. Y, más
aún, “el derecho material mal invocado puede enmendarse y [se puede] suplir el omitido” (GO-
ZAÍNI).
A mayor abundamiento, cuando el tema del litigio es una cuestión de derecho confusa
es conveniente para el abogado, como auxiliar de la Justicia, hacer referencia a fallos y opinio-
nes doctrinarias como para poner mayor claridad al litigio, pues, si bien es cierto que lo dicho
no surge de ninguna disposición legal, no es menos cierto que contribuye a darle al Juez, en es-
tas cuestiones, la “ubicación normativa y doctrinaria del litigio” (FENOCHIETTO).
f) “La petición en términos claros y positivos”. El inciso 6º del art. 330 del CPCCN
(conc. art. 269, inc. 8º, C.C.A.y T.) establece lo relativo a la petición que debe contener la de-
manda; la petición es “lo que se solicita al juez y que justifica la promoción de la demanda”
(ARAZI).
V. REQUISITOS FISCALES.
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Estos requisitos, se agregan como exigencias fiscales las cuales, como la tasa de justi-
cia, de no ser satisfechas, perturban el curso de la acción entablada. Bien se señala que
perturban el curso de la acción ya que si bien no la detienen, generan acciones por parte del
Fisco en procura de la satisfacción del crédito fiscal y ello, sin duda, implica una perturbación
en el iter procesal normal.
Asimismo, la “tasa de justicia integrará las costas del juicio y será soportada, en defi-
nitiva, por las partes, en la misma proporción en que dichas costas debieren ser satisfechas”
(art. 10, primer párrafo, ley citada).
El pago de la tasa de justicia debe ser satisfecho por el actor, por quien reconviniere o
por quien promueva la actuación o por quien requiera el servicio de justicia, en el acto de la ini-
ciación de las actuaciones, “sin perjuicio a su posterior reajuste al tiempo de practicarse la li-
quidación definitiva, si ésta arrojase un mayor valor que el considerado al inicio, con exclusión
de los incrementos por actualización e intereses devengados desde el pago inicial de la tasa”
(art. 9º, ley citada).
En el ámbito local rige la ley 327 según la cual la alícuota que se debe ingresar en
concepto de tasa judicial, a diferencia de lo que establece la ley nacional, es del dos (2) por
ciento (art. 6). Otra nota característica está dada por la oportunidad de pago de la tasa: Siempre
en los procesos susceptibles de apreciación pecuniaria, el cincuenta por ciento será integrado al
momento de iniciar las actuaciones y el cincuenta por ciento restante al momento de “solicitar
que se dicte sentencia” (art. 12, inc. a).
En el ámbito de la Provincia de Buenos Aires, rige, por un lado, la ley 10.397 (Código
Fiscal) que, en su artículo 277 establece: “Por los servicios que preste la Justicia se deberán tri-
butar tasas de acuerdo con la naturaleza y cuantía de los procesos, con la aplicación de las
sIguientes normas: a) En los juicios por suma de dinero o derechos susceptibles de apreciación
pecuniaria, sobre el monto mayor entre el de la demanda, sentencia definitiva, transacción o
conciliación. Si el actor está exento, la tasa se liquidará sobre el monto de la sentencia definiti-
va, transacción o conciliación (...)”. “Las partes que intervengan en los juicios, responden soli-
dariamente del pago de las tasa por los servicios que preste la Justicia (...)” (art. 278, ley
citada).
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La demanda por su sola presentación produce efectos, tanto procesales como materiales,
y pueden definirse como la lógica derivación –en uno y otro plano jurídico- del inicio de una
acción judicial y que a continuación serán someramente analizados.
Estos se producen por la sola presentación del escrito, y tienen virtual importancia en el
transcurso de todo el proceso:
b) También, da vida a la instancia. “Tal circunstancia determina que el juez deba expe-
dirse, en lo inmediato debe hacerlo respecto a su admisibilidad, y cuando pronuncie la senten-
cia definitiva lo hará sobre su mérito o fundabilidad” (ARAZI).
c) Queda, con relación al actor, fijada la competencia del Juez; aquél queda sometido
al Juez asignado para que conozca en el proceso sin poder recusarlo “sin expresión de causa” ni
alegar su incompetencia (conf. arts. 7 y 14, CPCCN). Distinta es la solución establecida en el
ámbito local en tanto las partes no están facultadas a recusar sin causa y sólo procede tal
instituto cuando se alegue y pruebe la causa (arts. 11 y sigtes., C.C.A. y T.).
(1) Interrumpe el curso de la prescripción, aunque fuere presentada “ante juez incom-
petente o fuere defectuosa y aunque el demandante no haya tenido capacidad legal para pre-
sentarse en juicio” (art. 3986, Código Civil); y,
(2) Extingue el derecho de opción del actor, en los casos de obligaciones alternativas
en los que la elección estuviera a su cargo (art. 641, Código Civil).
(3) “Impide la extinción de ciertos derechos sujetos a plazos de caducidad (art. 258,
Código Civil) o sólo susceptibles de transmisión a los herederos cuando la demanda ha sido en-
tablada por el causante (art. 1099, Código Civil)” (PALACIO).
Como vimos, el acto de postulación que denominamos “demanda” importa una serie de
consecuencias tanto formales como sustanciales que deben ser atendidas con anterioridad a
formalizar el planteo. Es que, como sabemos, la demanda resulta ser el medio idóneo para hacer
escuchar el reclamo que se intenta por ante la jurisdicción. Precisamente ésa es su virtualidad y
trascendencia.
A) Copias.
1. Art. 120 CPCCN. Copias. De todo escrito de que deba darse traslado y de sus
contestaciones, de los que tengan por objeto ofrecer prueba, promover incidentes o constituir
nuevo domicilio y de los documentos con ellos agregados, deberán acompañarse tantas copias
firmadas como partes intervengan, salvo que hayan unificado la representación.
Se tendrá por no presentado el escrito o el documento, según el caso, y se devolverá al
presentante, sin más trámite ni recurso, salvo la petición ante el juez que autoriza el art. 38, si
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dentro de los dos días siguientes a los de la notificación, por ministerio de la ley, de la
providencia que exige el cumplimiento del requisito establecido en el párrafo anterior, no fuere
suplida la omisión.
Las copias pueden ser firmadas, indistintamente, por las partes, sus apoderados o
letrados que intervengan en el juicio. Deberán glosarse al expediente, salvo que por su
volumen, formato u otras características resultare dificultoso o inconveniente, en cuyo caso se
conservarán ordenadamente en la secretaría. Sólo serán entregadas a la parte interesada, su
apoderado o letrado que intervengan en el juicio, con nota de recibo.
Cuando deban agregarse a cédulas, oficios o exhortos, las copias se desglosarán
dejando constancia de esa circunstancia.
La reglamentación de la superintendencia establecerá los plazos durante los cuales
deben conservarse las copias glosadas al expediente o reservadas en la secretaría.
2. Escritos que deben presentarse con copias para traslado. En su primera parte, el
artículo establece cuáles son los escritos que deben presentarse en la causa conjuntamente con
copia; a) aquellos de los que deba darse traslado, b) sus contestaciones, c) los que ofrecen
pruebas, d) promueven incidentes, e) constituyen nuevo domicilio y f) documentos agregados
con ellos.
Se procura así, facilitar la labor de las partes y sus profesionales para contestar las vistas
y traslados, evitando que tengan que tomar los datos en el juzgado –ahorro de tiempo,
comodidad-, como así también, permitir que cada una de ellas disponga de un duplicado de las
principales piezas del expediente –expediente paralelo-, el que permitirá un mejor seguimiento y
estudio de la causa y agilizará, en caso de extravío, la reconstrucción del cuerpo original.
3. Sujetos obligados a cumplir con el art. 120. Se encuentran obligadas: a) las partes,
ya que son éstas las que normalmente ejercitan los actos procesales indicados en el articulo; b)
los terceros que comparecen al proceso por un interés propio; c) los peritos, al presentar sus
dictámenes periciales; d) los Defensores Oficiales, quienes pese a su carácter de funcionarios
públicos, no están eximidos de adjuntar copia para traslado.
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4. Cantidad de copias a presentar. Para el acabado cumplimiento de las disposiciones
del art. 120, deben acompañarse igual número de copias como partes intervengan en la causa,
salvo el caso de que dos o más partes hayan unificado representación. La norma contempla el
supuesto de que existan partes múltiples, y frente a ello, exceptúa de la carga de presentar
pluralidad de copias cuando los litigantes hayan unificado representación.
Estas copias deberán ser legibles, a fin de cumplir con su cometido y podrán estar
firmadas por las partes, sus apoderados o letrados que intervengan en la causa.
La firma de las copias tiene como finalidad certificar la autenticidad de las copias de los
escritos presentados y que la contraria pueda atenerse a su contenido, sin la necesidad de
compulsar los autos para verificar su conformidad con el original glosado a los mismos, el
código procesal –como dijimos- otorga dicha carga a las partes, sus apoderados y/o letrados
intervinientes en la causa.
Cabe agregar que el artículo citado autoriza también al retiro de copias, a las personas
designadas a tal efecto en el expediente.
6. Apercibimiento por falta de cumplimiento del art. 120 del Código Procesal. Para
el caso de incumplimiento de la norma en estudio, el Código Procesal prevé un grave
apercibimiento, de importantes consecuencias en el proceso, como es el desglose y devolución
de la presentación efectuada sin las correspondientes copias para traslado.
Un claro ejemplo que pone de relieve dicha gravedad, es la presentación del escrito de
contestación de demanda sin copias, ya que la devolución del escrito implica la pérdida del
derecho a contestar la demanda. Dicha pérdida no implica la declaración de rebeldía, si bien se
ordena el desglose del escrito donde la demandada se presenta, constituye domicilio y contesta
la demanda, al practicarse el desglose, se deja constancia en el expediente de la presentación de
la parte, letrado que la representa y/o patrocina y domicilio constituido en la causa, donde se le
cursarán las pertinentes notificaciones.
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En el caso de los procesos sumarísimos y ordinarios, estos últimos a partir de la reforma
introducida por la Ley 25.488 al CPCCN, la prueba debe ofrecerse con la demanda y
contestación, por ello si el escrito de contestación de demanda no es acompañado con las
pertinentes copias de traslado no sólo se perderá el derecho a contestar demanda sino también a
ofrecer pruebas.
7. Plazo para salvar la omisión. El plazo para subsanar la omisión es de dos días,
contados a partir de que la providencia que exige el cumplimiento del art. 120 quede notificada
por ministerio de la ley. Es un plazo individual, es decir que sólo corre para quien omitió la
presentación de las copias para traslado y comienza a correr a partir de la notificación –art. 156,
CPCCN-, al ser una providencia que se notifica por ministerio de la ley, los días martes y
viernes, salvo que se deje constancia en el libro de asistencia del Juzgado, que la causa no se
hallaba en letra para su consulta –art. 133, CPCCN-.
Transcurrido dicho plazo, y si continúa la omisión, el juzgado hará efectivo el
apercibimiento y ordenará el desglose y devolución de la presentación, dicha providencia no
admite recurso, salvo la petición ante el juez dentro del tercer día, de que deje sin efecto la
misma –art. 38, CPCCN-.
El art. 120 del Código Procesal de la Provincia de Buenos Aires, para el caso en que se
omita acompañar copias para traslado, establece el plazo de un día para subsanar la omisión y
excluye la intimación previa. Es decir, que si se omite acompañar copias para traslado de un
escrito que debe presentarse con copias, deberá salvarse dicha omisión al día siguiente, caso
contrario, se lo tendrá por no presentado y se ordenará su desglose.
Por otro lado, el artículo exceptúa del cumplimiento del art. 120 del Código Procesal,
cuando con una cuenta se acompañan libros recibos o comprobantes. Estos deberán presentarse
numerados y se depositarán en Secretaría para su consulta por los interesados.
Ya con anterioridad a la sanción del Código Procesal vigente se había declarado, que si
se trataba de una documentación voluminosa no era racional exigir copia de todos y cada uno de
los papeles de que se trata, especialmente si ellos quedan a disposición del interesado en la
secretaría del tribunal.
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La segunda excepción está dada por el art. 122 del Código Procesal “en el caso de
acompañarse expedientes administrativos, deberá ordenarse su agregación sin el requisito
exigido en el art. 120”, se entiende por expediente administrativo, al conjunto de documentos
ordenados cronológicamente, que proporcionan información sobre un mismo asunto o cuestión,
cuya resolución se procura en sede administrativa.
B) Firma.
1. Firma de los escritos. El art. 118 del CPCCN remite al Reglamento para la Justicia
de la Nación en cuento a la normativa a tener en cuenta para la redacción y presentación de los
escritos. Al hablar de escritos nos referiremos a las presentaciones de las partes en el proceso
efectuando diversas peticiones procesales.
Dicho reglamento establece como requisito formal de los escritos “la firma del
interesado” y este requisito reviste carácter de esencial para la validez del acto. Así lo establece
el Código Civil en su art. 1012 “la firma de las partes es una condición esencial para la
existencia de todo acto bajo forma privada. Ella no puede ser reemplazada por signos ni por
las iniciales de los nombres o apellidos”.
La falta de firma del presentante no es subsanable, porque es de la esencia del acto, esta
omisión torna ineficaz el acto y provoca la pérdida del derecho que se pretendía ejercitar con
todas sus consecuencias.
Este principio se impone, por igual, cuando la firma no es auténtica del interesado,
puesto que por tratarse de algo personalismo no puede ser reemplazado por terceros. Dado que
los escritos judiciales deben contener la firma de su presentante, la puesta por un tercero carece
de valor, a menos que haya recurrido al específico procedimiento previsto por el art. 119 del
Código Procesal, que trataremos en el siguiente punto.
3. Firma a ruego. La excepción al principio de que sólo los interesados pueden firmar
los escritos, está dada por el art. 119 del CPCCN.
En ciertos casos la persona que debe firmar un escrito, no puede hacerlo, entonces, el
ordenamiento procesal prevé la firma a ruego. En tal caso, el escrito es firmado por un tercero a
ruego del interesado, el Secretario o el Oficial Primero en su carácter de funcionario público,
certifican que el firmante, cuyo nombre deben expresar, ha sido autorizado para ello en su
presencia o que la autorización ha sido ratificada ante él.
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4. Firma del letrado. En el supuesto previsto por el art. 46 del CPCCN, es decir, si la
parte confirió mandato a un abogado para que lo represente en juicio, bastará que éste firme el
escrito en virtud de la representación convencional que ejerce. El abogado actúa y peticiona por
un derecho que no le es propio y su firma basta para dar curso a la petición, no siendo exigible
la firma del poderdante.
Distinto es el caso en que la parte actúa en el proceso por derecho propio, ya que si
resulta exigible su firma en los escritos. La firma del litigante que actúa por derecho propio es
requisito formal indispensable para la validez del escrito. Ella debe ser auténtica, es decir,
emanar del propio interesado y tal condición no puede quedar librada a manifestaciones
posteriores de aquel. Corresponde tener por no presentados los escritos cuyas firmas no son
auténticas, aunque el interesado las reconozca como suyas.
El art. 56 del CPCCN establece el patrocinio obligatorio para todo tipo de actuaciones
judiciales, debido a que la promoción y sustanciación del proceso requiere por parte de quien la
ejercite, ciertas calidades y disposiciones que el abogado, como profesional universitario, posee.
Es necesario asegurar al justiciable, en miras al mejor ejercicio del derecho de defensa, que sea
asesorado y asistido por quienes poseen la suficiente capacidad técnica, que presupone el titulo
de abogado.
Por otro lado, el art. 57 del CPCCN establece como consecuencia de la presentación de
escritos sin firma de letrado, la devolución del escrito. Asimismo, fija el procedimiento a seguir
para subsanar dicha omisión.
En caso de que sea presentado, un escrito sin firma de letrado y la misma resulte
exigible en virtud de lo dispuesto por el art. 56 del CPCCN, el Juez debe abstenerse de
proveerlo e intimar a su presentante a suplir la omisión dentro del plazo de dos días de
notificado. Dicha notificación se efectúa por ministerio de la ley.
La omisión puede ser salvada mediante la firma del escrito por un abogado, ante el
secretario u oficial primero, o con la presentación de un nuevo escrito firmado por abogado,
ratificando el anterior.
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El art. 57 del Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires,
reduce a 24 horas el plazo para subsanar la omisión del patrocinio letrado, cuando resulta
exigible, previa intimación que también debe notificarse por ministerio de la ley. El
procedimiento para subsanarla, resulta igual que el previsto en el Código Procesal de la Nación.
C) Domicilio.
El domicilio podemos decir a modo de introducción, que está conformado por el asiento
jurídico de una persona. Éste es de singular importancia ya que en el caso particular, definirá,
por ejemplo, cuál es la ley aplicable o dónde se notificará a un determinado sujeto.
Dentro de las clases de domicilio, dos son los más importantes en lo que aquí interesa y
éstos son: el domicilio real y el procesal o “ad litem”.
El primero de ellos, el real, está significado por el lugar principal de residencia, es decir,
el lugar donde un sujeto habitualmente vive y desarrolla sus actividades.
En el caso de las personas jurídicas, que también poseen un domicilio real, será el que
esté denunciado en la Inspección General de Justicia al momento de inscribir la sociedad (art.
90, Código Civil) resultando indiferente –a los efectos de la válida notificación- que no coincida
con el que en realidad utiliza la persona jurídica.
El artículo 40 del CPCCN establece claramente que “…Toda persona que litigue por
su propio derecho o en representación de un tercero, deberá constituir domicilio legal dentro
del perímetro de la ciudad que sea asiento del respectivo juzgado o tribunal.
Ese requisito se cumplirá en el primer escrito que presente, o audiencia a que
concurra, si es ésta la primera diligencia en que interviene. En las mismas oportunidades
deberá denunciarse el domicilio real de la persona representada.
Se diligenciarán en el domicilio legal todas las notificaciones por cédula, que no deban
serlo en el real…”.
Existe una problemática en torno al domicilio especial que se fija en el marco de una
relación contractual, es que “… hasta dónde llegan los alcances del domicilio especial fijado en
un contrato. ¿Es un domicilio “constituido en los términos del art. 40 del CPCCN? No creemos
equivocarnos al responder con un contundente “no”. El domicilio procesal al que se refiere la
norma citada es uno que se constituye a los fines específicos del proceso y, por cierto, recién
cuando haya sido iniciado éste. En lo que se refiere al domicilio especial, que el Código Civil
permite fijar a las partes como centro de cumplimiento de sus obligaciones convencionales, su
extensión y alcance es determinada por las partes. Dado que es fijado en el seno de un contrato
y con mira al cumplimiento de las obligaciones derivadas de éste, no puede dudarse de su
carácter bilateral, accesorio a un contrato o negocio jurídico (…) en su esencia, es equiparable
al domicilio real regulado en el ordenamiento sustantivo como atributo de la personalidad. Así,
de ninguna manera puede sostenerse que el domicilio convencional es equiparable al
procesal…”.
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El momento para constituir el domicilio procesal es el de la primera presentación o
audiencia pero sin omitir denunciar el domicilio real, que es un requisito fundamental. A partir
de la constitución del domicilio procesal, todas las notificaciones por cédula serán dirigidas allí,
a excepción de los actos procesales que la norma disponga expresamente que deben ser
notificados en el domicilio real.
“Si no fuere indicado ningún domicilio (de acuerdo con la naturaleza de la pretensión)
de algún modo se cercena el derecho de defensa en juicio (v.g. el accionado no podría oponer
la excepción de arraigo que tiene, justamente como finalidad garantizar la eventual
responsabilidad inherente a la demanda, cuando el actor no tiene domicilio en el país, o bienes
dentro de él), y la posibilidad de control hacia la asignación de competencia…”.
Ahora bien, en lo que se vincula al proceso, una vez que la parte constituyó domicilio
procesal, en éste serán válidas la totalidad de las notificaciones que a él se le cursen.
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Como corolario de la unidad propuesta, es menester culminar con una breve síntesis de
las cuestiones prácticas que hacen a la praxis forense y que se vinculan con la redacción del
escrito de demanda.
Él, como vimos, debe comenzar por un sumario de la pretensión, continuar con la
individualización precisa de quién es el que se presenta, su asistencia letrada, su domicilio real y
ad litem, la acreditación de la personería, la justificación de la competencia del Tribunal en el
que la presenta, la redacción de los hechos de la manera más detallada –y a su vez de fácil
lectura-, la prueba de que intente valerse, el derecho que justifica el reclamo y, por fin, la
petición.
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